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Ingeniería Civil

Ética profesional

Virtud de la sagacidad

Introducción
La virtud de la sagacidad tiene como esencia propia las acciones concretas,
eventuales, temporales, que debemos hacer aquí y ahora para lograr lo que
queremos. Y todo esto pertenece a un juicio práctico. La virtud de la sagacidad
nos ayuda a reflexionar y a considerar los efectos que pueden ocasionar nuestras
palabras y acciones, teniendo como consecuencia un actuar correcto en cualquier
momento de nuestra vida, es importante saber prever sobre lo que vamos hacer o
decir. Esta virtud nos ayuda a actuar con mejor conciencia en cada parte de
nuestra vida diaria. Esta virtud hace que la persona que la posee tenga la
habilidad de reconocer sus fallos y limitaciones aprendiendo de ellos.

Virtud de la Sagacidad
La virtud de la sagacidad más conocida como la virtud de la prudencia es
aquella que hace referencia al conocimiento de las acciones que se deben desear
o rechazar. El hombre prudente compara lo pasado con lo presente para
pronosticar y disponer la acción futura; considerada sobre lo que puede acontecer
y sobre lo que concierta hacer u omitir para alcanzar su fin. La prudencia implica
conocimiento y discurso. Es, por tanto, una virtud de la razón práctica, un hábito
cognoscitivo, una virtud intelectual.

La prudencia es una virtud de la razón, no especulativa, sino práctica: la cual


es un juicio, pero ordenado a una acción concreta.

La virtud de la sagacidad permite abrir la puerta para la ejecución de las otras


virtudes y las orienta hacia el fin del ser humano, hacia su progreso interior.

La prudencia no es una virtud exclusivamente individual, para el gobierno de la


propia vida moral. Es más, la forma más perfecta y específica de la prudencia
pertenece a la persona que, además de gobernarse a sí misma, tiene la función de
gobernar a la comunidad.

La prudencia adquiere, pues, una especial importancia en la vida de aquellas


personas que de un modo u otro tienen la función de dirigir, gobernar, enseñar,
formar: políticos, maestros, padres de familia, pastores de la Iglesia. Por motivos
de justicia o de caridad, serán muchas las ocasiones en las que tenemos que
mandar, corregir o aconsejar.

La virtud de la sagacidad, para ser tal, debe presuponer: a) que el fin que se


busca sea bueno, es decir, que lleve al fin último; b) que los medios sean buenos,
y c) que los actos cognoscitivos que versan sobre los medios (consejo, juicio y
precepto) sean rectos.

Los actos de la prudencia y de la conciencia se integran dentro del llamado


“discernimiento moral”, a través del cual las normas de moralidad llegan a informar
eficazmente la conducta concreta de la persona.
Conclusión

La virtud de la sagacidad es una virtud práctica ya que requiere de acciones


como reflexionar sobre lo que ha sucedido, de lo contrario no se podrá aprender a
vivir, mirar la comprensión como la total responsabilidad, descubrir en cada opción
lo malo y lo bueno que ofrecen para poder llegar a realizar una buena elección,
asumir con  humildad nuestras limitaciones, acudir al consejo de todas aquellas
personas que puedan aportarnos algo bueno, prudencia para confrontar las
circunstancias.

La falta de prudencia siempre tendrá consecuencia a todos los niveles,


personal y colectiva, según sea el caso. Es importante tomar en cuenta que todas
nuestras acciones estén encaminadas a salvaguardar la integridad de los demás
en primera instancia, como símbolo del respeto que debemos a todos los seres
humanos.

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