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| El circulo negro ce es nn) Antonio Velasco Pifa II = = ANTONIOVELASCO PINA H circulo negro (Historia de a sociedad secreta que dirigia al PRI) BL C{RCULO NEGRO .R.© Antonio Vlsco Pia, 2008 prose ecws © De ea cdi: DR. © Punto de Lectura, sa. de cv ‘he Universidad ne. 767, col del Valle ‘x. 03100, Msic, DE. Tldlono 5420-7530 ses pamveecturacan Primer ediio: jato de 2005 Sera reimpresin: febrero de 2007 ISBN: 978970-751.0971 DR Disa de bir: Miguel Angel Matos Ramez Impreo en México “Todos las derechos reseradon Ex publican no pode te repo oc en odo en pare, i rita en ranaitde por u stems de reeupercin de informaci, en ninguna forma mi por ingin medio, sex mecinico, froguinic, electric magni, eeodprie, po fnocopno csluier ot, sn permiso pros por sero de eer. , indice 1, Un anciano moribundo.. 2. La primera revelacién 3. Dos hojas de papel manchadas con sangre 4. Real Constitucién Politica del Estado Mexicano 5. Preguntas y respuestas 6. Miguel Aleman Valdé: 9. Echeverria y Lopez Portill 10. Cambio de rumbo ... 11. El innombrable 12. El final de un ciclo .. 13. Conclusiones y predicciones.. Colofén 1. Un anciano moribundo Sacerdocio y milicia son actividades que impri- ‘men un selio especial e indeleble a quienes las realizan, de tal forma que aun cuando estas personas no porten habito o uniforme, su len- guaje hablado y corporal revela a las claras su caricter sacerdotal o militar. Un solo vistazo al sujeto que entraba a mi oficina me bast para suponer que debfa tratar- se de un sacerdote. Era un hombre de unos sesenta afios, alto y delgado, calvo, de rostro anguloso y de inteligente y serena mirada. Sus primeras palabras confirmaron mi hipétesis: —Soy un sacerdote jesuita. No creo nece- sario decir mi nombre. Vengo a cumplir el encargo de un ser préximo a morir, a quien acabo de administrarle los sacramentos del caso. Se trata de alguien que fue un importante per- sonaje en el mundo de la politica durante mu- chos afios, y que antes de morir est dispuesto a darle a conocer a usted, en su calidad de es- 9 critor y de historiador, todos los secretos que guarda, siempre y cuando no se revele nunca su identidad. Si usted acepta esta condicién, hoy mismo podria realizarse una primera en- trevista. La inesperada propuesta me caus6 un mo- mentineo desconcierto, pero en seguida reac- cioné al concluir que no tenia nada que perder y tal vez algo que ganar sila aceptaba y asi se lo hice saber. El sacerdote utiliz6 su teléfono ce- Jular para transmitir mi resolucién a un desco- nocido interlocutor. Acto seguido me informé que un auto pasaria a recogerme en una media hora, dicho lo cual se despidié y salié de mi oficina, en la que habia estado a lo sumo unos diez minutos. El auto lego en el tiempo anunciado. Era un Mercedes Benz manejado por un hermético chofer que tan s6lo respondia con monosilabos a cualquier cosa que se le dijese. El vehiculo partié de la calle de Alumnos y llegando al Pa- seo de Ia Reforma se enfil6 en direccién a la zona de las Lomas de Chapultepec. Era una soleada maitana de abril del afio.que daba inicio al nuevo milenio, el 2001. Llegamos a las puer- tas de una elegante pero no ostentosa mansién y penetramos en ella. Tras descender del auto el chofer me guié a través de un largo pasadizo hasta una gran biblioteca, en donde me dejé a solas pidiéndome que aguardase hasta ser Ila- 10 mado. Me dediqué a curiosear entre los enor- mes y bien tallados libreros. Se trataba de una excelente biblioteca, integrada principalmente con libros referentes a México. Pude observar auténticas joyas bibliogrsficas: primeras edicio- nes de las obras de Kingsborough, Humboldt, Remy Simeon, Durén y Catherwood. Conclut que se me habia llevado primero a esa biblio- teca para hacerme saber que quien deseaba verme era alguien profundamente interesado en Ia historia de nuestro pais. ‘Transcurridos unos veinte minutos retorné el chofer y me indicé que lo siguiese. Llegamos una amplia recdmara. En un ancho sillén esta- ba recostado un anciano ataviado con una pijama verde y una bata del mismo color. Lo reconocf de inmediato. Se trataba de un politico que habia ocupado destacados puestos en diferentes go- biernos: diputado, senador, gobernador y secre- tario de Estado en mas de una ocasién. Su aspecto era a todas luces el de un enfermo ter- minal. En el rostro de tez amarillenta la piel semejaba una tela a punto de desprenderse de una ya perceptible calavera. Su cuerpo era tan delgado que casi no abultaba bajo las ropas. No obstante, su mirada contrastaba inexplicable- mente con el resto de su figura, pues reflejaba no sélo lucidez sino una vigorosa energia. —Le agradezco mucho que haya venido y que haya aceptado las condiciones para realizar un las entrevistas —afirmé el anciano con voz cascada pero que reflejaba firmeza. Observé que en el buré situado entre el sill6n y la cama estaban, junto a varios frascos de medicina, tres libros: La mujer dormida debe dar a luz de Ayocuan y Regina y Tlacaélel de mi autorfa. El anciano extendié una mano para saludarme y me indicé con la otra que tomase asiento en una silla colocada frente al sillon. Su mano era huesuda y frfa. —Mny buenos das —saludé—. La verdad es que su enviado no fue muy explicito en lo que me dijo, asf que no tengo claro qué pro- puesta desea hacerme. El anciano sefialé hacia el buré donde es- taban los libros al tiempo que decfa —He lefdo la obra de su maestro y los li- bros de usted. A mi también me interesa mucho Ia historia, pero no la historia como mera na- rracién de acontecimientos, sino como la ex- plicaci6n de las causas que originaron esos acontecimientos, que segiin me parece es el punto de vista tanto de su maestro Ayocudn como de usted. Sin decir nada asenti con la cabeza y el anciano prosiguié hablando: —Iré al grano. El pasado primero de di- ciembre, con la Ilegada de ese sefior Fox a la presidencia, finaliz6 un ciclo en Ia historia de ‘México y dio comienzo otro que quién sabe a 2 d6nde nos llevaré. No importa si en un futuro préximo o lejano un candidato de mi partido ogra llegar a Los Pinos, ya las cosas nunca volverin a ser como antes. El sistema politico que representaba el PRI-y que goberné al pais durante siete décadas ha quedado destruido para siempre, es ya cosa del pasado y por lo tanto aguarda el juicio de la historia. Yo fui uno de los creadores y operadores de ese sistema y por es0 es que me interesa que el juicio sea justo, basado en un conocimiento de lo que verdade- ramente fue e! PRI y no en meras suposiciones. Esta es la raz6n por la que lo he llamado; si usted acepta escribir mi testimonio sin decir mi identidad, estoy dispuesto a revelarle todos los. secretos que guardo y que explican c6mo fue posible esa proeza, porque fue una proeza el que el PRI pudiese sostenerse durante tanto tiempo en el poder. El cadavérico rostro del anciano parecia haber recobrado nueva vida. Con exaltado éni- ‘mo continué su discurso: —El PRI representé uno de los fenémenos politicos mas singulares del siglo XX. Era la envidia de lospoliticos del mundo, que habrian dado cualquier cosa por pertenecer a un parti- do asf, que siempre salia triunfante en las elec- ciones y que se perpetuaba en el poder, mientras que en todas partes habia constantes alternan- cias de partidos, incluso desaparicién de mu- 3 chos; todo esto generando una incertidumbre e inestabilidad que afectaba por igual a politicos yaciudadanos. Elanciano hizo una pausa para tomar alien- to, que aproveché para externar mi opinié: _ —Disciilpeme, pero si lo que usted desea es que escriba un libro elogiando al PRI, creo que soy la persona menos indicada para ello. Me tocé en suerte ser testigo del genocidio que realizé6 el gobierno en 1968 y que sélo fue po- sible gracias al poder absoluto que conferia al presidente el sistema politico imperante. Ade- ‘més, no veo la necesidad de mi participacién en esto, seguramente usted conoce a muchas per- sonas a las que les fascinarfa ser el conducto para difundir los secretos que usted quiere ha- cer del conocimiento piblico. Elanciano esboz6 una sonrisa y afirmé: —Los politicos de todas partes y de todas Jas tendencias incurren siempre en una misma ingenuidad. Creen que si logran controlar a la prensa y en general a los medios de informacién para hacer que elogien sus actos de gobierno, ello les garantizard una favorable mencién en el libro de la historia. No entienden que la historia no la escriben los periodistas sino los historiadores, y que éstos se toman su tiempo, para hacerlo cuando pueden juzgar los hechos del pasado con absoluta objetividad e imparcia- lidad. Hace unos afios, al celebrarse el segundo “ centenario dela revoluci6n francesa, le pidieron a un historiador chino su opinién sobre ese acontecimiento. Respondié que dos siglos eran muy poco tiempo para poder emitir un juicio al respecto. —De ser asi, creo que ain falta mucho tiempo para que pueda formularse un fallo histérico sobre el PRI —opiné. —Desde luego, y por lo tanto no seremos ni usted ni yo los que habremos de hacerlo. Mi pretensién es mucho més modesta, tan s6lo quiero dejar el testimonio de alguien que con- sagr6 su existencia a la creacién y al manteni- miento de un sistema politico. Algiin dia quizé llegue a ser de utilidad, cuando los historiado- res analicen yvaloren toda clase de testimonios sobre nuestra época con la perspectiva que s6lo puede dar el tiempo. —Pero no veo la necesidad de mi interven- ci6n, usted puede muy bien escribir o grabar directamente su testimonio. nada mas que al escribirlo usted, inclui- rfa sus criticas y comentarios a lo que yo dijese y eso le daria una mayor objetividad y validez. No soy tan vanidoso para suponer que mi testimonio vaya a ser la base en que se sustentaré el fallo de la historia sobre el PRI, pero si considero que puede contribuir a que los historiadores que habriin de dictar este fallo tomen en cuenta cier~ ta informacién que tal vez. s6lo yo poseo. 15

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