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Introducción
Ésta es la historia de las relaciones del pueblo judío con el mundo y el
dinero. No se me escapa la condena que pesa sobre este tema.
Desencadenó tantas polémicas, acarreó tantas matanzas que se
convirtió en una suerte de tabú: no se lo puede evocar bajo pretexto
alguno, por miedo a despertar una catástrofe inmemorial. Hoy en día ya
nadie se atreve a escribir sobre este tema; parecería que siglos de
estudios sólo hubieran servido para echar más leña al fuego de los
autos de fe. Por ello, por su sola existencia, este libro corre el riesgo de
ser fuente de mil malentendidos.
Cuando uno aborda un tema, siempre se ve tentado a agrandar su
importancia. En este caso se corre el gran riesgo de sobreestimar la
injerencia del dinero en la historia del pueblo judío, y la del pueblo judío
en la historia del mundo. Al decidir el modo de narrar esta historia, uno
podría hacer creer que existe un pueblo judío unido, rico y poderoso,
ubicado bajo un gobierno centralizado, encargado de hacer que
funcione una estrategia de poder mundial por medio del dinero. Nos
cruzaríamos de ese modo con fantasías que atravesaron todos los
siglos, de Trajano a Constantino, de Mateo a Lutero, de Marlowe a
Voltaire, de los Protocolos de los sabios de Sión a Mein Kampf, hasta el
acervo anónimo presente en Internet.
Por añadidura, un libro no es como una conversación: uno no puede
concluirlo; tampoco dominar su curso; ni siquiera es como esas
historias graciosas –¡hay tantas sobre este tema!– que autorizan a
reírse de todo a condición de que no sea con cualquiera. Una vez
publicado, un manuscrito escapa a su autor, y ayuda a algunos lectores
a reflexionar y a otros a alimentar sus fantasmagorías. Por lo tanto, al
escribirlo, hay que prepararlo para todos sus avatares, inclusive los más
fraudulentos.
Con todo, a los hombres de hoy les interesa comprender cómo el
descubridor del monoteísmo se vio en la situación de fundar la ética del
capitalismo antes de convertirse, a través de algunos de sus hijos, en
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1
Chouraqui, André, L’Univers de la Bible, París, Lidis, 1991.
Mientras una nueva era se inicia con el triunfo del Occidente romano, el
pueblo judío se lanza nuevamente a los caminos. Esta vez, su destino
parece definitivamente sellado: desaparecer, como antes lo hicieron
otros pueblos arrojados de sus tierras o sometidos a colonizadores,
como los hiksos o los escitas, y como lo harán más tarde los medas, los
galos, los godos, los vándalos, fusionándose con sus vencedores sin
casi dejar huellas de su poder, su fe, su cultura y su lengua.
Contrariamente a ellos, sin embargo, los judíos van a lograr lo
imposible: sobrevivir en los intersticios de los imperios, preservar lo
esencial de su cultura adaptándola incesantemente a las exigencias de
nuevos lugares de exilio. De la destrucción del segundo Templo hasta
el inicio de las cruzadas, van a atravesar todas las vicisitudes
económicas, religiosas y políticas del primer milenio cristiano. En los
imperios de Oriente y las primeras potencias de Occidente, bajo el
dominio de monarcas, príncipes, obispos, su suerte seguirá siendo casi
en todas partes más o menos tolerable, salvo en el Imperio Romano.
Sorprendente destino de un pueblo minúsculo hecho de campesinos,
mercaderes, artesanos, comerciantes, financistas y letrados, mezclado
en los principales acontecimientos del mundo. Pueblo de hombres que
pasan, que participa en primera línea en la transformación progresiva
del orden de los imperios en lo referente al dinero, mantiene lazos entre
comunidades dispersas en los diferentes bandos en guerra, y constituye
así una red cultural y comercial única entre todos los pueblos
sedentarios en la paz y en la guerra.
El espíritu de este milenio de exilio es un calco del correspondiente al
período narrado por el segundo libro del Pentateuco: el Éxodo (o los
“Nombres”),2 en efecto, da cuenta de la larga estadía de los hebreos en
Egipto –a veces felices y libres; otras, esclavos obligados a construir
ciudades que no habitan – hasta su partida hacia un futuro desconocido
que prometía libertad. Este capítulo también relata una estadía en el
exilio, en múltiples regiones: algunas hospitalarias; otras, terribles
lugares de opresión donde los judíos, en la esclavitud, construyen
mundos de los que luego se ven excluidos.
Al final del libro del Éxodo parten rumbo a Canaán. Al término de
este primer milenio cristiano huyen hacia Europa. Una y otra, tierras de
esperanza, sitios de futuras y crueles desilusiones.
2
Ibídem.
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3. Levítico
(1096/1789)
(fragmento)
Contrariamente a lo que dicen todos los mitos, a fines del primer milenio
de nuestra era los judíos no son ricos ni banqueros, tampoco
consejeros de los príncipes. Casi todos son pobres, campesinos y
artesanos. Algunos son prestamistas obligados, por montos ínfimos, a
comerciantes, artesanos, campesinos, conventos, pequeños señores.
Pocos son financistas de monarcas y ayudan a organizar las
administraciones de los Estados. La mayoría vive en el Islam de
España, de la Mesopotamia y de Egipto. Algunos son mercaderes en
barcos o en caravanas; viajan sin respetar las fronteras ni las
prohibiciones de los príncipes, y constituyen la última red que une
imperios cada vez más enfrentados entre sí.
Cuando el Oriente se ensombrece y la llama de Occidente amenaza
con ser sólo una pira, cuando declina el mundo que los tolera y se
despierta el que los odia, los judíos adivinan que no será bueno quedar
atrapados en medio de los combates que se avecinan.
Éstos, en efecto, serán terribles: mientras al parecer, del año 1000
hasta fines del siglo XVIII, la población del mundo se multiplica más de
tres veces,3 pasando tal vez de 250 a 900 millones, la del pueblo judío
parece estancarse en alrededor de 4 millones, bajo los embates de las
matanzas y las conversiones más o menos forzadas.
Si el pueblo hebreo no desaparece por completo, asimilándose –
como lo hacen muchos otros en esa época–, se debe a que logra
3
Chesnais, Jean-Claude, La Population mondiale, París, Bordas, 1991.
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4. Números
(1789/1945)
(fragmento)
6
Chesnais, Jean-Claude, op.cit.
7
Baron, S. W., “Population”, en: Encyclopaedia Judaïca, tomo XIII, 1971.
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5. Deuteronomio
(1945-)
(fragmento)
8
Chouraqui, André, op.cit.