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Y PUBLICIDAD
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Autor: Jesús María Pineda-Patrón
Lingûísta y Educador
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1
Ampliar en www.joando.com, y en www.trendwarching.com; 10 de enero de 2015, 15:33 h.
con los diseños de experiencias pues ya el consumo es un texto que se
lee y se goza como un signo espectáculo. El consumo se disfruta.
En medio de estas dinámicas, la semiótica hoy se debate por
estudiar los centros estimulantes de las emociones y los bordes y
fronteras de la libertad de los paisajes de la seducción, retórica y
performancias que entierran lo tradicional planteando nuevos órdenes
comunicativos a través de significaciones que invaden los formatos de
jóvenes propuestas; ahí, abundan estilos de signos que hablan
reproduciendo la realidad que despedazada como “diseño” del hoy, los
individuos no parecen mirar la totalidad de las cosas a primera vista,
sino sus partes-enlaces-nudos que interpretan a partir de un tránsito de
trozos y de pliegues.
Son formatos que invitan a los consumidores a capturar pero
también a construir signos-datos con sus neo-contenidos estéticos y
emocionales para las nuevas generaciones que han desterritorializado lo
“industrial” y lo “comercial” y los han desplazado de su centro
tradicional de mercado. Aquí las relaciones se han tornado “extrañas”
para el público que desconoce estas narraciones contemporáneas que la
semiótica trae cuando se comporta como una disciplina creativa y
crítica. La memoria colectiva se favorece pues las escenas televisivas,
los periódicos, las páginas web, el cine, las vallas comerciales y hasta las
cuñas radiales, copian y compran acciones domésticas revaloradas pero
también permiten que predominen tiendas virtuales en las calles y en
los aparatos celulares para observar y leer, para vivir y sentir las
producciones y reproducciones simbólicas.
Inclusive se puede decir que hoy impera una mirada inductiva por
sobre la deductiva, en vista de que observamos y sentimos pedacitos de
un todo. Con mirar un pedacito nos contentamos y sacamos
conclusiones de una generalidad; somos rápidos y por ello, algunas
veces, caemos en la “falsedad” o “veracidad” a partir de la lectura
volátil que hacemos en la superficie objetual y no pasamos a su
profundidad interpretativa y no nos conectamos con sus posibles datos
históricos que llevan los objetos. Esta mirada hace que signifiquemos y
que comprendamos particularmente un hecho a partir de artificialezas,
por su poder simbólico tal como nos lo recuerda Ernst Cassirer en su
libro Antropología filosófica.
Es así como, los objetos contemporáneos contemplados desde
esta mirada semiótica, se despliegan sin orden y sin coherencia
“aparente” pues la percepción de los consumidores está transitando en
pedazos, rota y parcheada por la sensibilidad, por el estrés colectivo
virusiado y contaminando por el masivo transporte urbano que actúa
como escenario de los signos, por las trasnformaciones de los lugares y
escenarios del espectáculo comercial y artístico oficiales y privados, por
el exagerado individualismo, por la cultura histórica-perceptual y, por las
posturas multicreativas de los sujetos. ¿Habrían otras razones?
Es que el universo de los objetos permite pensar los signos como
nómados que viajan entre las capas de la historia, unas veces erráticos,
sin autoridad, sin autor, sin padre ni madre, sin hijos y sin ninguna
marca de herencia originaria a la vista, lo que facilita el copy-paste de
los neo-creativos. La semiótica sin embargo, está preparada para darse
cuenta de estas recientes “ilegalidades” legales.
De igual manera, la semiótica definida así, revela dudas en los
objetos pues cuando se contemplan, no permite que creamos la verdad
de ellos con sólo mirar su superficie; hay que dudar para mirar su
verdad en lo profundo real e imaginariamente. La ciencia de los signos
fundamenta su operación de comprensión y de significación poniendo el
acento en que consideramos que lo que se ve en la piel de los objetos es
sólo puro engaño trivial pues en el fondo, en la musculosidad de los
objetos, los signos igualmente reposan proyectando huellas con
cualquier cantidad y calidad de cargas de sentidos.
Para la semiótica, el sentido se debate entre una lectura del objeto
que va de la superficie hacia lo profundo y viceversa manteniendo fijo el
objeto en la realidad. Aunque la polisemia del objeto interpretado
permite “desmoverlo”, “descentrarlo” enriqueciendo su actuar social.
SEMIÓTICA, SÍ
Por todo ello, este es el tono con el que hoy la semiótica así
definida, adquiere un protagonismo paradigmático por sus condiciones
plurales, multiaplicativas y facilitadoras para poner su tejido simbólico al
servicio público de una manera sorprendente en las ciencias sociales:
“Ubicar la semiótica dentro del panorama de las ciencias sociales
significa entenderla como una perspectiva teórica e investigativa en
desarrollo. “Paradigma”, en el sentido de Kuhn (1992), permite
comprenderla como un conjunto de criterios distintivos y auténticos con
los que se ponen en evidencia características de discontinuidad y
transformación” (Pardo, 1995).
La semiótica es un paradigma epistemológico pues funda una
manera de pensar el mundo a través de los signos y en razón de ello, se
inserta en el conjunto de conocimientos universales ingeniados por el
ser humano junto a la matemática, a la física, a la sociología, a la
lingüística, a la biología, a la política, etcétera.
Y por lo tanto, la semiótica, dice Elisabeth Walther (1979, 161), se
ubica en una posición privilegiada pues “… ella investiga implícitamente
todos los signos, las relaciones sígnicas y los procesos sígnicos que en
este campo se usan, implícita, intuitiva y automáticamente. Es decir,
(…) que, (…) se refiere a cualquier hecho o acontecimiento material o
no material…”
Morris (1992) envolvió en el estudio semiótico un campo muy
amplio que incluyó la lingüística (los estudios verbales de una lengua)
así como en los no-verbales sus aspectos semánticos (conceptuales en
la relación signo-referente), aspectos sintácticos (la relación del signo
encadenado con los otros signos) y la relación pragmática (del signo con
el usuario en distintos actos de representación).
Teresa Espar (1998) recuerda que semiótica es un procedimiento
teórico y metodológico de la significación capaz de dar cuenta del
sentido, a través de una construcción conceptual, con un lenguaje
mínimo y deberá, como lo estamos haciendo aquí, elegir un sistema de
representación (las piezas objetuales del diseño y de la publicidad) a
través del cual formulará su modelo semiótico.
Y Eco (1998, 69) dice que “… lo que caracteriza un sistema
semiótico es su interpretabilidad…”. Dean y Juliet Flower McCannel
manifiestan que “La semiótica representa la fuente más fructífera para
penetrar en la naturaleza, estructura y evolución del lenguaje que hasta
ahora se haya ideado…”. (1990, 30), y además agregan: “La semiótica
reconoce y refleja el lenguaje, restituyéndole así el papel central que
desempeña en la cultura; pero también lo trasciende, pues se remite
hasta la causa última de la existencia significativa”, y añaden: “… el
análisis semiótico insiste en poner de manifiesto, en el significado, todos
los componentes del signo: sujeto/objeto/interpretante;
significante/significado/comunidad del lenguaje;
emisor/referente/receptor; escritor/texto/lector; etc.” (1990, 31).
Así, la semiótica, sea de sustancia lógica o psicológica, su
especificidad busca centrarse en los problemas del lenguaje con relación
al pensamiento antiguo, moderno o contemporáneo y empieza a
distinguir y a precisar procesos de comunicación y de recursiva
significación en el mensaje publicitario, para el receptor consumidor o
usuario, en el código y sus variables contextuales que distinguen objetos
y sensaciones a través de los sentidos como el tacto, la vista, el olfato y
otros; en el referente, el cual es el pivote desde donde se “habla” para
constituir un mensaje, en el canal, que en estos tiempos adquiere un
papel importante pues no es lo mismo “decir” o “escribir” desde una
pared urbana o desde una valla comercial, entre otros.
Locke (1980, 1068) nos ayuda con lo siguiente, la semiótica es: “…
la naturaleza de los signos que la mente usa para la comprensión de las
cosas o para comunicar su conocimiento a los demás”. Aquí, es
posible definir a la semiótica en una acción de reflexión humana que se
origina en el pensar con el fin de arrastrar y de ubicar “consecuencias”
de todo tipo en los objetos, con el fin de caracterizar sus funciones
comunicativas y encriptar conceptos y saberes para que los colectivos
que se interrelacionan con esos objetos en distintos contextos sociales,
conformen un saber, un conocer y los usen en una práctica social.
Entonces es posible comprender a la semiótica jugando roles
culturales, inclusive antropológicos, etnológicos y arqueológicos con los
objetos y la memoria, la identidad, la historia y la trascendencia social
(Cid Jurado, 2002); con los mass media y en los espacios artísticos,
arquitectónicos, interiores y escenarios públicos, los cuales se exhiben
ceñidos por las condiciones del mercado, por la presencia masiva de la
religión o la ideología, por la globalización, y por otras estrategias
contemporáneas, los hace funcionar como rituales o como signos
míticos, pues le imprime a esos escenarios un carácter sacral,
caracterizado por ídolos o entidades neo-ideadas y sobrenaturales.
Para comprender cómo es el conocimiento de la semiótica y de los
signos en relación a los objetos, existe un grueso de acciones que se
presentan como estrategias lectoras de significaciones; así muestra el
intérprete interesantes maniobras creativas que son como ocurrencias
que subyacen en la mente humana al leer el objeto-pieza, este método
lo lleva a saber qué es semiótica, y cómo ocurren (cómo se ven) esos
signos en las piezas objetuales y éstas son:
2
En adelante veremos el desarrollo de estas categorías hipertextuales que son de Gerard Genette.
sobre la tierra cada mañana. Quitamos la capa de ayer y vemos otro sol
y otro día mejor cada día.
¿Qué es semiótica entonces? Una construcción de significado que
no sabíamos que se encontraba en nuestra mente a partir de cuando
pretendemos comprender los objetos. Por eso, hallar coincidencias entre
los signos pensados y las “pistas” de significaciones alojadas en los
objetos, es comprender y construir, en este estudio, acuerdos armónicos
de los sentidos que están albergados en nuestra mente y que los vemos
reflejados como en un espejo en los objetos.
De esta manera, saber semiótica, es re-conocer un mundo de
posibilidades significativas, es una riqueza establecida en el saber
significar mediante el unir-deshilar los fragmentos, los trozos y las
huellas –en signos-, y que creemos ver alojados en los objetos, pues
casan con lo que re-conoce el lector.
Este descubrimiento pone en el hilo del compromiso interpretativo y
comprensivo, lo siguiente: que lo comprendemos ya lo sabíamos. Y pone
en discusión por igual, que los sentidos no se hayan en la obra sino en el
ojo-mente humano contemporáneo que devela el significado de los
objetos, y eso, entonces es, un pensar-hacer-saber semiótico pues nos
arroja un concepto de lo que es semiótica, ¿Ya lo sabíamos verdad?
Ella, entonces, trata de cómo viven los objetos ya siendo signos re-
conocidos por nosotros, pues si se sabe que representan un tipo de
lenguaje en ellos y que además, se intensifica la manera de ver el
mundo, es porque decretan su cosmovisión. Este modo muy
antropológico se conoce también como giro epistemológico, es decir,
una manera cognitiva-semiótica que pone los saberes ancestrales y
heredados de una comunidad social, en un ondular dialogante (en una
especie de escritura objetual que se lee con actitud polifónica) no sólo
de su centro histórico y perceptivo de la realidad sino, pone también en
las fronteras del conocimiento un armamento de señales e indicios para
determinar el sentido y la significación social, comercial e industrial de
los objetos, es decir, el lugar e importancia que ocupan los objetos en
nuestra cotidianidad.
El giro epistemológico debe transitar interpretativamente por la
médula y los bordes de los objetos; por sus límites, pues por ahí, es por
donde se produce la conexión para entrar en el ritmo encadenado que
propicia la semiosis.
Es decir, entran en una red de significados que se reinventan cada
vez que giramos cognitivamente nuestro pensamiento, cada vez que
rodamos nuestras costumbres para significar “algo” en nuestro grupo
social con el propósito de compartirlas con nuestra herencia simbólica
colectiva. Es una forma de leer, dice Moreno (2007, 11) citando a
Goldman, que “… requiere que el lector-investigador elabore
cosmovisiones. Como herramientas disponibles para descubrir las
visiones del mundo que se encuentran contenidas (…) y que estaban
vigentes en el momento social en que ellos nacieron”.
Así, cada definición de lo qué es semiótica es un acto de significar
para cada quien, según “la” cultura e historia perceptiva de lo que se
conoce y de lo que se siente y desde lo cual se divaga por los objetos a
través de posturas, intuiciones, argumentos, metáforas, figuras,
filosofías, y hasta pulsaciones, zigzagueos y oscilaciones (y por qué no
patologías también) y aceleraciones espacio-temporales.
Significar a la semiótica es un acto de creación adquirida e
imaginada que puede venir de la cuna hasta el presente nuestro de
nuestra consciencia (del mismo modo en que nuestra madre nos dio
“teta” a través de la vía láctea: el seno). De la manera cómo nos
amamantaron, cómo fue nuestro apego (Bowlby, 1999) a nuestra madre,
si nos dieron el seno con calidad o no, de esa manera podemos haber
adquirido el lenguaje y por tanto ese acto de amor o desamor definirá
nuestra relación con los objetos. Hay una sustancia emocional que se
deriva, probablemente de allí de nuestra relación primigénita (Freud,
xxxx), relación importantísima con/hacia los objetos que nos
compromete con ellos de forma positiva o negativa, de ahí que amemos
a unos y odiemos a otros, o tengamos dificultad, fobia, asco o
contrariamente, sintamos erotismo, fantasía y sentimientos deliciosos
por objetos que para otros individuos no lo representan. ¿Con qué
calidad y cuánto tiempo te dio seno tu madre?
Por ello, la semiótica así como la venimos definiendo es útil para la
publicidad y para el diseño pues ayuda a conquistar a consumidores,
grupos culturales, económicos, sociales y guetos; ayuda a mercados y a
contextos a través de estas estrategias implícitas en nuestra mente-ojo
y que corresponden a la manera de qué tipo de semiótica usamos en
nuestro trabajo profesional.
A lo largo de estos episodios conceptuales, en el ámbito semiótico,
me permito lanzar una hipótesis según la cual,
AHORA EL SIGNO
3
Ver mi ponencia llevada acabo en el marco del I Coloquio de Egresados de la ENAH, diciembre de 2011.
México, D.F. http://foroalfa.org/articulos/usuario-vs-disenador, y publicada en foroalfa.org
¿Y la pragmática? Pues tiene que ver con el intérprete, porque la
pragmática apunta, como su nombre lo indica, al aspecto utilitario del
lenguaje, al para qué le sirve al hombre el lenguaje y cómo lo utiliza, en
qué contextos y de qué modo.
Este aspecto es muy importante para Morris pues conduce a la
estructuración de las relaciones interpersonales, muy útil este campo
para los diseñadores-publicistas sobre todo cuando van a establecer
mercados y posibles targets. Regular el comportamiento de un target,
de una sociedad o de un grupo social, es parte integral de una
pragmática pues la conducta humana se realiza por sus preferencias
comunicativas con los objetos. Aquí una semiótica del consumo deberá
hablar de esto.
La semiótica ha encontrado campos de aplicación como el
psicoanálisis, la psicoterapia, la publicidad, el cine y otros; cualquier
actividad humana implica hablar con contenidos (semántico), y decirlos
de determinada manera (sintaxis) y con algún tipo de propósito
comunicactivo (pragmática) para lograr impactar en una significación
por necesidad, por determinanción o por cualquier gusto de quien la
emita.
Por otro lado, Pierre Giraud, del signo nos habla así: “Un estímulo
-es decir, una sustancia sensible- cuya imagen mental está asociada a
nuestro espíritu, a la imagen de otro estímulo que ese signo por función
evocar con el objeto de establecer una comunicación” (1971, 56).
Un signo es el medio por el cual representamos una realidad
cualquiera construida. Giraud, también, menciona que el signo es
“Siempre la marca de una intención de comunicar un sentido” (1971,
57).
Hay signos nturales y artificiales, las señales son signos naturales.
Ejemplo: la nube negra como signo de lluvia. Una huella en la arena
como signo de pisada. “Una señal es un estímulo perceptible capaz de
asociar algún tipo de significación”. (Niño 1985, 54).
Las señales suelen ser indicios que relacionan un efecto con una
causa. Pero también son síntomas, ésos que el médico ve en un
paciente, son también signos. Eco (1976) distingue tres signos
artificiales: índices, iconos y símbolos, y sus distinciones se definen
de acuerdo al tipo de relación que guarden con el objeto. Los signos
índices se asocian con el señalamiento directo del objeto, así el dedo es
un índice. Los iconos son signos que representan directamente a los
objetos mediante la imitación, por ejemplo: la fotografía, los mapas, el
dibujo, las flechas. Y los símbolos son signos basados en la
arbitrariedad, son pura representación mental, más o menos,
convencial. Ejemplo: la bandera, el escudo, la paloma como la paz. Los
símbolos no guardan relación lógica entre el significante y el significado,
en cambio los índices y los iconos, se consideran motivados porque
mantienen cierta relación racional con el objeto asociado. En este
sentido, Peirce nos dice acerca del signo: “El signo en tanto es
interpretado, implica la construcción de otro signo; en esta perspectiva,
se constituye en la unidad básica del conocimiento humano…” (Pardo
19995, 31).
Dice Peirce, además, citado por Eco: “Un signo o representamen es
algo que está para alguien en lugar de algo en cuanto a algún aspecto o
capacidad. Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de esa
persona un signo equivalente o, quizás, un signo más desarrollado. Al
signo que crea lo denominó interpretante del primer signo, ese signo
está en lugar de algo que constituye un su objeto. Esta en lugar de ese
objeto no en cuanto a la totalidad de sus aspectos, sino respecto de una
especie de idea, que a veces he denominado Ground de la
representación” (Eco, 1981, 42). En este sentido, pues continúa Eco
(1981): “…un signo tiene, como tal, tres referencias: en primer lugar es
un signo para algún pensamiento que lo interpreta; en segundo lugar, es
un signo de algún objeto al que equivale en ese pensamiento: en tercer
lugar, es un signo en cierto aspecto o carácter que lo conecta con su
objeto.”
Si se habla de signo implica definirlo en relación al proceso
denominado Semiosis. Sin éste el signo no existiría: el signo en la
semiosis, requiere ser interpretado cada vez que se compromete con
otro signo y así infinitamente los signos se secuencian en relaciones
para significar la realidad en múltiples dimensiones: Pardo (1995, 33)
dice que: “Para que haya semiosis, es necesario que un acontecimiento
A (El signo, objeto o Representamen) produzca un segundo
acontecimiento B (El interpretante: resultados significado del signo)
como medio de producir un tercer acontecimiento C (El objeto)”.
Peirce, en Pardo (33) también señala: “Signo es una cosa que está
en lugar de otra cosa […] es una representación o signo, es decir, el
signo expresa su función de interpretar, es decir una función creativa y
permanente”. “El signo es una triada en la que relación objeto-signo
nunca es directa, sino que establece a través del interpretante, o
significado, que es otro signo, de manera que la relación del hombre con
su realidad natural y cultural es una representación que posibilita
acceder a signos de signos”. “Los signos pueden dividirse en tres
tricotomías: primero, según que el signo en sí mismo sea una misma
cualidad, un existente o una ley general; segundo, según que la relación
del signo con su objeto en sí mismo o alguna relación existencial...
tercero, según que su interpretante lo interprete como signo de
posibilidad o como un signo de hecho o como un signo de razón”.
(Pardo, 1995, 34-35).
Pardo (1995, 38) dice: “La ciencia posee cuatro estrategias que
acercan al conocer: la inducción, que es una iducción de ensayo y error
que da crecimiento repetitivo y cuantitativo al conocimiento; la
deducción, hace explícito el contenido de un conocimiento dado; la
abducción constituida por hipótesis, que exige de la inducción y la
deducción para su prueba y desarrollo, es el proceso verdaderamente
creador del conociemietnto y procede, fundamentalmente, de la
inferencia y el experimento, el cual es un mediador entre la abducción y
la generalización. En este planteamiento queda establecida la
importancia que asigna Peirce a la abducción cual es una lógica del
descubrimiento que se apoya en los otros procedimientos para
aproximar verdades relativas que constituyen el saber del hombre”.
Finalmente, un signo es un sustituto pues está en el lugar de un
“algo”; pero es también “… una cosa (la locución) que está en puesta en
vez de otra (el objeto: en este caso, una sensación). (Klinkenberg, 2006,
43).
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REFERENCIAS EMPLEADAS
22. http://www.centro-de-semiotica.com.ar/TIJISMO.html,
13-01-2013/ 18 h.
23. http://es.scribd.com/doc/81230226/698/Sinequismo ,
13-01-2013/ 18 h.
41. http://foroalfa.org/articulos/usuario-vs-disenador
(citado 2012-01-27).