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CELEBRACIÓN AL OLVIDO

Años de guerras y destrucción se han apoderado de la nación y han provocado


innumerables dificultades a las víctimas, prometiéndoles un futuro catastrófico, devastador
y sin precedentes. La compleja situación actual sobre la posesión y distribución del
territorio colombiano demanda un inmediato y efectivo tratamiento. Asimismo, la
actualidad muestra que es necesaria la verdadera atención a los actores del conflicto armado
para redistribuir correctamente el territorio colombiano.

La Realidad colombiana mantiene un curso particular lleno de lentitud y monotonía; la


cantidad de desgracias que se vive a diario no es más que el reflejo de una permanente
rendición por parte de la mayoría de la ciudadanía en materia de justicia, convivencia,
cultura, economía, igualdad, inclusión, libertad y sobre todo transparencia ante el gobierno
y los entes que no hacen frente a una solución al problema de distribución de tierras y lucha
por la paz. Los seres humanos hemos llegado al punto de demostrar cuan capaces somos de
vivir con nuestros propios problemas, nuestra conveniencia y cuan evolucionada tenemos
nuestras habilidades de adaptación frente a la mentira y el engaño; es por eso que vemos a
diario campesinos desplazados, mujeres con niños en brazos pidiendo limosna, niños
trabajando en las calles y en general una pobreza creciendo exponencialmente.

El papel del estado como responsable de los principales conflictos dentro del territorio
también se ha mantenido más débil que nunca y frente a los constantes ataques a los
habitantes de zonas rurales y de regiones alejadas a las ciudades por parte de guerrillas,
paramilitares, etc., no ha demostrado interés alguno. Las organizaciones responsables de
congresos para diálogo y de restauración de los bienes se han extinto y quienes están
finalmente pagando por la ignorancia, irresponsabilidad e indiferencia de unos pocos son
los muchos y buenos: los campesinos, las mujeres, los niños; los inocentes.

Este permanente desangramiento invisible a causa del longevo conflicto armado en las
diferentes zonas del país es clara muestra de que ni para el Estado ni para la sociedad este
fenómeno socioeconómico está teniendo un efecto sobre el país mientras que lo que
realmente se está desarrollando en segundo plano es un crecimiento en el tumor de la
indiferencia; una enfermedad difícil de erradicar y compleja de entender. La necesidad de
paz es evidente e indispensable para la supervivencia de muchos y no otra opción que la de
acabar con la violencia en Colombia.

Teniendo en cuenta un contexto de violencia y desigualdad que se mantiene latente a


través del tiempo, puede resaltarse también un claro conflicto de intereses: el de los grupos
armados, que luchan por un país justo a través de una revolución, financiada en la mayoría
de los casos, por carteles de droga y narcotráfico; el del estado, que quiere tomar posesión
de los terrenos para explotar industrialmente los recursos y aumentar la entrada de capital
sin importar en impacto social, ambiental y económico; la de los campesinos e indígenas ,
quienes legítimamente tienen la propiedad sobre la tierra y buscan sanamente mejorar su
calidad de vida. Puede agregarse entonces, que estos tres actores principales mantienen una
brecha creciente que ha desembocado en tragedia, pesimismo, violencia y una marcada
apatía social.

La cantidad de historias que se escuchan en los medios de comunicación es increíble; ya


no se puede distinguir de cuál de los 32 departamentos de Colombia proviene la noticia
sobre muerte o desplazamiento por conflicto; se ha convertido en un patrón que carcome
los rincones del país y lo llena de odio, codicia e incredulidad; es una cuestión que
involucra absolutamente todo el componente ético de la vida y de la responsabilidad
sociopolítica del Estado.

Es por esto que para que el País logre mejorar es necesario la llegada a un consenso de
las partes; el reconocimiento del campesino como eje fundamental de la economía
colombiana y propietario legítimo de la tierra; el reconocimiento de un pasado lleno de
fallas políticas y el inicio de un proceso de reestructuración de la política en función del
pueblo; el reconocimiento de una perspectiva productiva responsable con el fin de entender
que Colombia es un país rico en recursos y, bien administrado, puede mejorar su economía
y desempeñarse de la mejor forma en el mercado nacional e internacional.

La distribución de la tierra es un tema que explícitamente involucra la mejora del


sistema social, político, económico y cultural de la nación y es por eso que pueden
recurrirse a organizaciones nacionales e internacionales garantes que contribuyan a la
solución de la disyuntiva que mantiene fragmentado al país.

La JEP es una alternativa muy importante en materia jurídica ya que enfatiza en la


problemática principal de la tenencia de la tierra y el conflicto entre víctimas, victimarios y
el Estado.

Reconocernos como colombianos implica un sentido de pertenencia grande y un


compromiso con el territorio, el medio ambiente y con la justicia; no nos corresponde
ejercer o garantizar la armonía regional y nacional por medio de la fuerza o la desigualdad;
debemos vernos como un solo ideal de tolerancia y transparencia; manifestarnos como
modelos de paz, perdón y de convivencia; desarrollarnos como un territorio rico y próspero.

El pasado del Colombia puede ser claramente un reflejo del futuro y una alerta para el
presente. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos conocer el país e interesarnos en la
realidad y en sus problemáticas; es nuestra responsabilidad hacer parte de las decisiones
políticas, sociales y sobre la información que se emite al resto del territorio; es nuestra
responsabilidad aceptarnos como seres iguales y ayudarnos a mejorar. Vale la pena creer
en un país equitativo, responsable, pacífico y, sobre todo, que olvida el mal del pasado para
mejorar.

Referencias:

- Referencia: Pérez, J. M. (2010). Presentación. En Luchas campesinas y reforma


agraria Memorias de un dirigente de la ANUC en la costa Caribe (págs. 8-12).
Puntoaparte Editores

- Lara, P. (2000). La desplazada, Juana Sánchez. En las mujeres en la guerra


(págs. 252-264). Bogotá :Editorial Planeta

- Referencia: Señal Memoria (2015, Septiembre 18). Discurso de Alberto Lleras -


Reforma Agraria - 1962 [Archivo de video]. Recuperado de:
https://youtu.be/rVkU5HMLpNM

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