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El papel del estado como responsable de los principales conflictos dentro del territorio
también se ha mantenido más débil que nunca y frente a los constantes ataques a los
habitantes de zonas rurales y de regiones alejadas a las ciudades por parte de guerrillas,
paramilitares, etc., no ha demostrado interés alguno. Las organizaciones responsables de
congresos para diálogo y de restauración de los bienes se han extinto y quienes están
finalmente pagando por la ignorancia, irresponsabilidad e indiferencia de unos pocos son
los muchos y buenos: los campesinos, las mujeres, los niños; los inocentes.
Este permanente desangramiento invisible a causa del longevo conflicto armado en las
diferentes zonas del país es clara muestra de que ni para el Estado ni para la sociedad este
fenómeno socioeconómico está teniendo un efecto sobre el país mientras que lo que
realmente se está desarrollando en segundo plano es un crecimiento en el tumor de la
indiferencia; una enfermedad difícil de erradicar y compleja de entender. La necesidad de
paz es evidente e indispensable para la supervivencia de muchos y no otra opción que la de
acabar con la violencia en Colombia.
Es por esto que para que el País logre mejorar es necesario la llegada a un consenso de
las partes; el reconocimiento del campesino como eje fundamental de la economía
colombiana y propietario legítimo de la tierra; el reconocimiento de un pasado lleno de
fallas políticas y el inicio de un proceso de reestructuración de la política en función del
pueblo; el reconocimiento de una perspectiva productiva responsable con el fin de entender
que Colombia es un país rico en recursos y, bien administrado, puede mejorar su economía
y desempeñarse de la mejor forma en el mercado nacional e internacional.
El pasado del Colombia puede ser claramente un reflejo del futuro y una alerta para el
presente. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos conocer el país e interesarnos en la
realidad y en sus problemáticas; es nuestra responsabilidad hacer parte de las decisiones
políticas, sociales y sobre la información que se emite al resto del territorio; es nuestra
responsabilidad aceptarnos como seres iguales y ayudarnos a mejorar. Vale la pena creer
en un país equitativo, responsable, pacífico y, sobre todo, que olvida el mal del pasado para
mejorar.
Referencias: