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Riera Tremp: g Rare en. 5. EL ENTRECRUZAMIENTO DE LA HISTORIA Y DELAFICCION Con este capftulo, Hegamos al objetivo que ha guiado continua. mente la progresion de nuestras investigaciones: la refiguracién ‘fiction del tiempo, convertido asf en tempo humano, por el entre- f° & cruzamiento de la historia y de la ficcién.' En la primera etapa, se hha hecho hincapié en la Acterogencidad de las respuestas aportadas por la historia y la ficci6n a las aporfas del tiempo fenomenolégico, ‘asaber, en la oposicién entre las variaciones imaginativas desplega- das por la ficcién y Ia reinscripci6n, estipulada por la historia, del tiempo fenomenolégico sobre el tiempo césmico. En la segunda ‘etapa ha aparecido cierto paraldismo entre la representancia del pa- sado hist6rico y la traslacién del mundo de ficcién del texto al mundo efectivo del lector. Ahora queremos hablar de la confluencia centre las dos series de anilisis consagradas, respectivamente, a la” historia ya la ficci6n, incluso a la implicacién mutua de los dos pro- cedimientos de refiguracién. Este paso de un estadio en el que prevalece la heterogeneidad de los objetivos intencionales a otro en el que predomina la interac- i6n, ha sido preparado desde antes por los anilisis precedente. En primer lugar, la fenomenologia, que ha proporcionado a los dos grandes modos narrativos una temtica comin, por muy heri- da que esté dle aporias, ha garantizado cierta conmensurabilidad entre el tiempo de la ficcién y el tiempo historico. Al vérmino de la primera etapa, era posible, al menos, afirmar que la historia y la fic- Gi6n se enfrentan a las mismas dificultades, dificultades no resuel- tas, ¢s cierto, pero reconocidas y evadas a la esfera del lenguaje gracias ala fenomenologia. Después, la teorfa de la lectura ha crea do un espacio comin para los intercambios entre la historia y la fic cin. Hemos fingido creer que la lectura interesa s6lo a la recep- “, Cin de los textos literarios. Pero somos lectores de historia tanto como de novela. Toda graffa, incluida la historiografia, depend de 1 No insito de nuevo en as razonesanteriormente expuesas por hs que prefie ro hablar de refiguracién conjunta 0 de entrecruzamiento me que de referencin ‘ruzada. Pero se tata del mismo contenide de problems expueso en el pritner vor lumen, pp. 148-155. (901) 902 POETICA DELA NARRACION HISTORIA, FICCION, TIEMPO. tcorfa ampliada de la lectura. De ello resulta que la operacién de implicacién mutua antes mencionada tiene st asiento en la lec- tura. En este sentido, los andlisis del entreeruzamiento de la historia y de Ia ficcién que vamos a afrontar incumben a una teorfa ampliada de Ia recepeién, cuyo momento fenomenolégico es el acto de lec- tura. Es en esta teorfa ampliada de la Jectura donde adviene el cam- bio, desde la divergencia hasta la convergencia, entre el relato his ico y el de ficcién. Queda por dar el paso de la convergencia al entrecruzamiento. Por entrecruzamiento de Ia historia y de la ficcién, entendemos Jn estructura fundamental, tanto ontolégica como epistemolégica, ‘gracias a la cual la historia y Ia ficcién slo plasman su respectiva in- tencionalidad sirviéndose de la intencionalidad de la otra. Esta concretizacién corresponde, en la teor‘a narrativa, al fenmeno del “ver como...", con el que, en La metdfora vive, hemos caracteriza- do la referencia metaférica. Hemos abordado al menos dos veces este problema de la concretizacion: una primera vez, cuando hemos intentado, siguiendo a Hayden White, esclarecer la relacion de representancia de la conciencia hist6rica respecto al pasado en cuanto tal, mediante la nocién de aprehensién analogizadora; la segunda vez, cuando, en una perspectiva préxima a la de R. Ingar- den, hemos descrito la lectura como una “efectuacién” del texto considerado como una partitura que hay que ejecutar. Vamos a mostrar que esta concretizacion solo se alcanza en Ia medida en ‘que, por una parte, la historia se sirve, de alguna forma, de la fic- cién para refigurar el tiempo, y en cuanto que, por otra parte, la ficcién se sirve de Ia historia para el mismo fin, Esta concretizacién. ‘mutuia marca el triunfo de la nocién de figura, bajo la forma del f- guar que... 1. La ficcionalizacin de la historia La primera mitad de la tesis es Ja mis facil de demostrar. Pero no hay que engafiarse sobre su alcance. Por una parte, no se trata de repetir simplemente lo que se ha dicho en el primer volumen sobre la funcién de I acién en el relato historico en el, plano de la configuracién; se trata precisamente de la funci6n de Io imaginario en Ia perspectiva del pasado tal como ha sido. Por 4g otta, no se trata, en absoluto, de negar la ausencia de simetria ELENTREGRUZAMIENTO DELA HISTORIA YDELA FIOCION 908 centre pasado “real” y mundo “irreal’; el problema esti justamente fen mOSiRa'AC GUE modo, GIES EH su género, lo imaginario se in- corpora a la perspectiva del habersido, sin debilitar su perspectiva “vealista’, TE espacio vacio de lo imaginario esti marcado por el carécter mismo del haberssido como no observable. Para cerciorarse de ello, basta rehacer el recorrido de las tres aproximaciones sucesivas que hemos propuesto del habersido tal como ha sido. Se observa en- tonces que la parte de lo imaginario crece a medida que Ia aproxi- ‘maci6n se hace més estrecha. Tomemos la tesis mas reaisia sobre el pasado hist6rico, aquella de la que hemos partido para instituir Ia respuesta de la conciencia hist6rica a las aporias del tiempo: la his toria hemos dicho- reinscrte el tiempo de la narraci6n en el tiem- po del universo, Es una tesis "realist", en el sentido de que la histo- ria somete su cronologia a la tinica escala de tiempo, comtin a lo aque se llama la “historia” de la tierra, la “historia” de las especies vi- vientes, la “historia” del sistema solar y de las galaxias. Esta reins ‘ripci6n del relato en el tiempo del universo, segrin una tinica esca Ia, sigue siendo la especificidad del modo referencial de la historio- sraia. ‘Pero es precisamente en ocasion de la tesis mas “realista” cuan- do lo imaginario se introduce por primera vez en la perspectiva del haber-sido. ‘No hemos olvidado que el abismo entre tiempo del mundo y tiempo vivido es superado s6lo gracias a la construcciGn de algunos conecadores especificos que hacen pensable y wilizable el tiempo historico. El calendario, que hemos colocado a la cabeza de esios conectaclores, deriva del mismo genio inventivo que hemos visto ya actuando en la construccion del gnomon. Como observa J.T. Fraser al comienzo de su obra sobre el tiempo, si el nombre mismo de gnonon conserva algo de su antiguo significado de consejero, de inspector, de conocedor, es porque una actividad de imterpretacion actiia en él, que rige la construccién de un aparato de apariencia tan simple; de igual modo que un intérprete realiza la traduccién continua de una lengua a otra, uniendo asi dos universos ingiist- cos segiin cierto principio de tansformacién, el gnomon une dos procesos segiin ciertas hipétesis sobre el mundo. Uno de los proce- 50s es el movimiento del Sol; otro, la vida del que consulta el gno- 2E].T. Fraser, The oma and ion of ine A ei of inert in psi, Ae hrert The University of Maseichusets Press, 1982. 904 POETICA DELA NARRAGION: HISTOR, FICGION, TEMPO. ‘on; la hip6tesis comprende los principios implicitos a la construc cidn y al funcionamiento del reloj solar (ibid, p. 3). Aparece aqui ya la doble afiliacién que, a nuestro entender, caracteriza al calen- datio. Por um lado, el reloj solar pertenece al universo del hombre; por otro, forma también parte del universo astronémico: el movi- miento de la sombra es independiente de la voluntad humana, Pero estos cos mundos no serfan relacionados sin la conviccién de que ¢s posible derivar sefiales, relativas a tiempo, del movimiento de la sombra proyectada, Esta creencia permite al hombre ordenay su vida en funci6n de los movimientos de la sombra, sin esperar de ella que se doblegue al ritmo de sus necesidades y ce sus descos (iid, p. 4). Pero la conviccién que acabamos de evocar no tomaria forma si no se encamnase en la construccién de un aparato capaz dle proporcionar dos tipos de informaciones: una, sobre la hora, me- diate la orientacién de la sombra sobre el reloj solar; otra, sobre fa ‘estacién del aio, gracias. la longitud de la sombra a medioda. Sin Aivisiones horarias y sin curvas concéntricas, no se podria leerel gno- ‘mon. Poner en paralelo dos cursos heterogéneos de acontecimien- tos, formar una hipétesis general sobre la naturaleza en su conjun- to, construir un aparato apropiado: éstos son los principales pasos inventivos que, incorporados a la lectura del reloj solar, hacen de éte una Lectura de signos, una traduccién y una interpretacién, segiin las palabras de J.T. Fraser. Esta lectura de signos, a su vez, puede considerarse como Ia operacion esguematizadora sobre cuya ‘base son pensadas juntas dos perspectivas sobre el tiempo. Todo lo que hemos dicho a propésito del calendario se podria describir en términos anilogos: es cierto que las operaciones intelectiales son singularmente mas complejas, en particular los céleulos numéricos aplicados a las diferentes periodicidades implicadas, con objeto de hhacerlas conmensurables; acemis, el cardcter institucional y, en tik tima instancia, politico de la instauracién del calendario acenttia el cardcter sintético de la conjuncién del aspecto astronémico y del aspecto eminentemente social del calendario. Pese a todas las dife- rencias que se pueden encontrar entre el reloj y el calendario, leer 1 calendario sigue siendo una interpretacion de signos compara: ble a la lectura del cuadrante solar y del reloj. Sobre la base de un sistema periddico de fechas, un calendario perpetuo permite la asignacién de una fecha, es decir, de un lugar cualguiera en el siste- rma de todas las fechas posibles, aun acontecimiento que lleva la marca de! presente y, por implicacién, la del pasado o del futuro. La ELENTRECRUZAMIENTO DELA HISTORIA YDELA FIOGION 905, datacién de un acontecimiento presenta asi un cardcter sintético, por el que un presente efectivo es icentificado con un instante ‘cualquiera. Mas atin, si el principio de la datacién co atribucién de un presente vivo a un instante cualquiera, su priictica consiste en Ta atribuci6n de un “como si" presente, segiin la formu la husserliana de la rememoraci6n, a un instante cualquiera; las fe- ‘has se asignan a presentes potenciales, a presentes imaginadas. Asi, todos los recuerdos acumulados por ta memoria colectiva pueden convertirse en acontecimientos datadas, gracias a su reinscripcion en el tiempo del calendatio. Seria facil aplicar tn razonamiento semejante a los otros conec- tadores entre el tiempo narrativo y el universal. La sucesion de las sgeneraciones es a la vez un dato biol6gico y una protesis de la re- ‘memoraci6n, en sentido husserliano. Siempre es posible extender el recuerdo, mediante la cadena de las memorias ancestrales, re- montar la pendiente del tiempo al protongar con la imaginacién este movimiento regresivo; de la misma manera en que es posible a cada uno situar su propia temporalidad en la sucesién de las gene- raciones, con la ayuda, mis o menos obligada, del tiempo del ca- lendario. En este sentido, la red de los contemporaneos, de los pre- decesores y de los sucesores esquematiza ~en el sentido kantiano de! término~ la relaciOn entre el fendmeno mis biolégico de la suce- sién de las generaciones y el fenémeno més intelectual de Ia re- construccién del reino de los contempordneos, de los predecesores Y de los sucesores. El caricter miso de este triple reino subraya su cardcter imaginario. Evidentemente, es en el fenémeno de la huella donde culmina cl caricter imaginario de los conectadores que marcan a instaura- ci6n del tiempo hist6rico. La estructura mixta de la huella misma en cuanto gfecosigne presupone esta mediacién imaginaria. Esta es- tructura mixta expresa en pocas palabras una actividad sintética compleja, en la que entran en composicién inferencias de tipo cau- sal aplicadas a la buella en cuanto marca dejada, y actividades de interpretacién vinculadas al cardcter de significancia de la huella, en cuanto cosa presente que vale por una cosa pasada. Esta activi dad sintética, expresada perfectamente por la accién “rastrear de rmuevo", resume a su ver operaciones tan complejas como las que estan en el origen del gromon y del calendario, Son precisamente las actividades de custodia, de seleccién, de agrupamiento, de con- sulta, en una palabra: de lectura de los archivos y de los documen- 906, POETICA DELA NAKRAGION: HISTORIA, IGCION, THENO, tos, las que mediatizan y esquematizan la huella, por decirlo asi, ppara hacer de ella la tiltima presuposicién de la reinscripcién del tiempo vivido (el tiempo con un presente) en el tiempo puramen- te sucesivo (el tiempo sin presente). Si la huella es un fendmeno ‘mas radical que el del documento 0 el del archivo, en cambio es el tratamiento de los archivos y de los documentos el que hace de la hnuella un operador efectivo del tiempo historico. El caricter imagi- nario de las actividades que mediatizan y esquematizan Ia huella se atestigua en el trabajo de pensamiento que acompaita la interpreta- cién de un hallazgo, de un fosil, de unas ruinas, de una pieza de museo, de un monumento: se les asigna su valor de huclla, es decir, de efectosigno, slo fgurdindose el contexto de vida, el ent no social y cultural, en una palabra, segiin la observacion de Hi degger evocada anteriormente, el mundo que, hoy, falta si se puede hablar asi, en tomo a la reliquia. Pero con la expresion figurars i icamos aqui una actividad de lo imaginario que es més facil de de- Jimitar en el marco del andlisis que sigue. El papel mediador de lo imaginario se acrecienta, en efecto, cuando pasamos del tema de la reinscripcién del tiempo vivido en el tiempo césmico (capitulo 1) al de la dimension pasada del pasa- do (capitulo 2). Por una parte, el “realismo” espontineo de! histo- riador ha encontrado su expresiOn critica en el dificil concepto de representancia, que hemos distinguido expresamente del de repre sentacién. Con este concepto, hemos querido expresar la reivindi- ‘eaci6n del cara-avara hoy pasado sobre el discurso historico que él pretende, su poder de incitacién y de correccién respecto a todas, las construcciones histéricas, en Ia medida en que éstas pretenden ‘ser reconstrucciones. Yo mismo he subrayaco este derecho del pa saclo tal como fue, haciéndole corresponder la idea de una deuda de muestra parte respecto a los muertos. Por otra parte, el carter cevasivo de este caraa-cara, sin embargo imperioso, nos ha conduci- do a un juego logico en el que las categorias de lo Mismo, de lo Otro y de lo Andlogo estructuran el enigma sin resolverlo. En cada ‘etapa de este juego logico es donde lo imaginario se impone como servidor obligado de la representancia y bordea, una vez mas, 1a ‘operacién que consiste en figurarse que... No hemos olvidado, en Collingwood, tomado como portavor de lo Miso, la unién intima centre Ia imaginacin histérica y la reefectuaci6n, Esta es el tls, el objetivo y la coronacién de la imaginaci6n hist6rica; esta lima, en ‘cambio, es el organon de la reefectuacién. Se pasa de la categoria de ELENTRECRUZAMIENTO DE LA HISTORIA YDELA IGGION 907 lo Mismo a la de lo Otro para expresar ef momento del pasado en. la representancia del pasaclo: siempre es el imaginario el que impi- de a la alteridad hundirse en lo indecible. Es siempre gracias a ak traslacion de lo Mismo a lo Otro, en simpatia y Gién, como lo Owro extraio se me hace préximo. A este respecto, aqui tiene un lugar légico el anilisis que Husser! consagra, en la Quinta meditacién cartesiana, a la operacion de emparejamiento (Paarung) y a la inferencia analogizadora que sostiene a esta iil rma, Adems, de esta forma se preserva el tema central de la socio- logia comprensiva de Dilthey, a saber, que toda intetigencia histor+- ‘ca se enraiza en la capacidad que tiene un sujeto de trasladarse a una vida psiquica extrafa. Aqui, comenta Gadamer, el espiritu comprende al esprit. Es esta trasaci6n analogizadora, para fun- dir en una sola las dos temticas dle Husserl y de Dilthey, la que le- gitima el paso a lo Andlogo y el recurso, con Hayden White, a la tropologia, para dar un sentido aceptable, alejado cle todo positive mo, ala expresién de Ranke: conocer el pasitlo wie es eigentlich geue- sen (cl pasado tal como se ha producido realmente). El wie —que cequilibra paradéjicamente el eigontich- adquiere entonces el valor tropolégico del “tal como”, interpretado, alternativamente, como metifora, como metonimia, como sinécdoque, como ironia. Lo que Haycien White lama funcién “representativa” de la imagina- ign histérica roza, una ver mis, el acto de figurarse que.... por el que la imaginaci6n se hace capaz de visi6n: el pasado es lo que yo hhabria visto, aquello de lo que habria sido el testigo ocular, si hu- biera estado allf, asf como el otro lado de las cosas es aquel que yo veria si las percibiera desde el punto de vista con que otros las rmiran, Asi, la tropologia se convierte en Jo imaginario de la repre- sentancia. ‘Queda por superar un paso suplementario del pasado datado (capitulo 1) y del pasado reconstruido (capitulo 3) al pasado refigu- ado, y por precisar la modalidad de lo imaginario que responde a cesta exigencia de figuratividad. A este respecto, hasta ahora no hemos hecho mis que sefialar el espacio vacio del imaginario en el trabajo de refiguracion. Es preciso decir ahora cémo tenemos aqui rasgos de lo imagina- rio, sélo explicitadas por el rlato de ficcién, que vienen a enriquecet estas meditaciones imaginarias, y como, de este modo, se opera el entrecruzamiento propiamente dicho de la ficci6n y de la historia en la refiguracion del tiempo, 908 POETICA DE LA NARRACION: HISTORIA, FICCION, THEM He hecho alusién a estos rasgos precisamente al introdlucir la ex- presién “figurarse que...” Tienen todos en comin la capacidad le conferir a la perspectiva del pasado un complemento cuasi intiti- vo. Una primera modalicad consiste en una imitacién directa de la funcidn metaforica del “ver-como”. Hemos sido preparados desde hhace tiempo para acoger esta ayuda que la referencia rola de la me- tafora aporta a la refiguracién del tiempo por la historia. Desde el momento en que hemos admitido que la escritura de la historia no se aiiade desde el exterior al conocimieito hist6rico, sino que forma cuerpo con ella, nada se opone a que admitamos tam! que la historia imita en su escritura los tipos de construccién de la trama recibidos de la tradiciOn literaria. Asf, hemos visto a Hayden ‘White tomar de Northrop Frye las categorias de lo tragico, de lo c6- ico, de lo novelesco, de lo irénico, etc., y emparejar estos géneros literarios con los tropos de la tradicin ret6rica, Pero estos présta- ‘mos que Ia historia toma de la literatura no pueden limitarse al plano de la composicién, y por Io tanto, al momento de configura- cién. EI préstamo concierne también a la funcién representativa de la imaginaci6n historica: aprendemos a ver como trgico, como comi- 0, etc., cierta concatenacién de acontecimientos. Lo que constitu- ye precisamente la perennidad de ciertas grandes obras hist6ricas, ‘cuyo progreso documental ha comprometido, sin embargo, la fia- bilidad propiamente cientifica, es el carécter perfectamente apro- ppiado de su arte poético y retérico a su manera de verel pasaclo. La ‘misma obra puede ser asi un gran libro de historia y una extraordi- naria novela. Lo sorprendente es que esta interconexién de la fic cin con Ia historia.no debilita el proyecto de representancia de sta fitima, sino que contribuye a realizarlo. Este efecto de ficcion, si se puede hablar asf, se halla ademas ‘multiplicado por las diversas estrategias retéricas que hemos evocs- do en nuestro andlisis de las teorias de la lectura. Se puede ler un libro de historia como una novela. De este modo, se entra en el ppacto de lectura que instituye la relacién de complicidad entre la voz narrativa y el lector implicado. En virtud de este pacto, el lector baja Ia guardiia. Suspende voluntariamente su recelo. Se fia, Esti presto a conceder al historiador el derecho desorbitado de conocer las almas. En nombre de este derecho, los historiadores antiguos no duda- ban en poner en los labios de sus héroes discursos inventados que Jos documentos no garantizaban, sino que hacian s6lo plausibles. ELENTRECRUZAMIENTO DE LA HISTORIA YDELA FICCION, 909 Los historiadores modernos ya no se permiten estas incursiones fantisticas, en el sentido propio del término. Sin embargo, rece rren, bajo las formas mis suiles, al genio novelesco, puesto que in- tentan reefectuar, es decir repensar, cierto cileulo de fines y me- dlios. El historiador no se prohibe, pues, “pintar” una siwuacion, "ex- presi” una sucesin de pensamientos y conferirie la “‘Vivacidad” de tun discurso interior. Volvemos a encontrar por este camino un efecto de discurso subrayado por Aris6teles en su teoria de la lexis la “elocucién” o la “dicciOn”, segiin la Retérica, tiene la virtud de “co- locar detante de los ojos” y asi “hacer ver” Se da asf un paso mas alld del simple "vercomo”, que no impide el vinculo entre la meté fora que asimila y Ia ironia que distancia. Hemos entrado en el ‘campo de la ilusi6n que, en el sentido preciso del término, confun- de el “er-como” con un “creerver”. Aqui, el “tener-comoverdade- que define la creencia, sucumbe a la alucinacién de presencia Fste efecto particularisimo de ficcin y de dicién entra en con- ficto ciertamente con la vigilancia critica que el historiador ejerce, por otra parte, por su propia iniciativa e intenta comunicara su le- tor. Pero se crea a veces una extrafia compliciad entre esta vigilan- Gia y la suspension voluntaria de ineredulidad de la que nace fa ile sign en el orden estético. Hablaria gustosamente de ilusn contola dda para caracterizar esta feliz uni6n que hace, por ejemplo, de la descripeién de la Revolucién francesa realizada por Michelet una obra literaria comparable a La guera y la paz de Tolstoi, en la que 1 movimiento procede en sentido inverso, de la ficcién hacia la historia y no de la historia hacia la ficci6n. Sugiero una iltima modalidad de ficcionalizacién de la historia, ‘modialidad que, lejos de abolir su objetivo de representancia, le da tum aleance que le falta y que, en las circunstancias que voy a enun- ciar, es realmente esperada por ella. Pienso en e308 acontecimien- tos que una comunidad histbrica considera decisivos, porque ve en ellos un origen 0 un oasis siempre vivo. Estos acontecimientos ~

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