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DELITOS IURIS GENTIUM DERCHO PRIVADO INTERNACIONAL

1. INTRODUCCION:

Los delitos contra el derecho de gentes (delicta juris gentium) vienen de la lucha
solidaria de la comunidad civilizada contra el crimen. Que se manifiesta dentro del
principio de la represión universal, principio basado en la posibilidad de juzgar al
delincuente en el lugar de su aprehensión (forum loci deprehensionis), cualquiera que
haya sido el lugar donde el crimen haya sido cometido y la nacionalidad del autor.

Para este principio, si la acción ha sido cometida en el territorio del Estado A y el autor
es arrestado en el territorio del Estado B, este último Estado es el que lo juzgará por la
acción cometida en otro lugar. Dicho autor es considerado enemigo de toda la
comunidad internacional, por ello será perseguido pues su acto es calificado de nocivo
por toda la comunidad internacional.

El principio de represión universal no se aplica a todas las infracciones, sino sólo a


aquellas que son consideradas como particularmente nocivas por la comunidad
internacional donde se vean amenazados los intereses, ya sean de orden material o
moral (delitos contra el derecho de gentes). El hecho mismo de que las infracciones de
esta categoría sean punibles atestigua que existe una conciencia jurídica de la
comunidad internacional civilizada.

2. MARCO TEORICO:

2.1 CONCEPTO:

IURIS GENTIUM significa en latin; “Derecho de las Gentes”.

En Roma se daba el nombre de Derecho de Gentes a las normas que regulaban las
relaciones jurídicas en las cuales los extranjeros podían ser parte, por oposición al Ius
Civile (Derecho Civil), que era el Derecho para, solamente, los ciudadanos romanos.
En la actualidad, la locución Ius Gentium o Derecho de Gentes se emplea, mas no del
todo correctamente, como sinónimo de Derecho Internacional Público.

Es también conocida como crimen contra la humanidad o crimen de lesa


humanidad recogida en el Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional, comprende las conductas tipificadas como asesinato,
exterminio, deportación o desplazamiento forzoso,
encarcelación, tortura,violación, prostitución forzada, esterilización forzada,
persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, étnicos u otros
definidos expresamente, desaparición forzada, secuestro o cualquier acto inhumano
que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los
sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque
generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho
ataque.

Estos actos también se denominan crímenes de lesa humanidad. Leso significa


agraviado, lastimado, ofendido: de allí que crimen de lesa humanidad aluda a un
crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su
conjunto.
2.2. ANTECEDENTES HISTORICOS:

2.2.1 En roma.-

Ius gentium o jus gentium, el derecho de gentes, comprende las instituciones


del derecho romano de las que pueden participar los extranjeros (peregrini) que tenían
tratos con Roma y sus ciudadanos (cives), por lo que supone una complementación
del ius civile (conjunto de reglas que regularon las relaciones entre todos
los ciudadanos romanos), para aplicarlo con individuos que no ostentaran la
ciudadanía romana.
Al principio sólo existía un pretor, pero cuando Roma comienza a expandirse y a tener
relaciones con otros países, se ve la necesidad de crear otro, así en el año 242 a.
C. se crea la magistratura del Praetor Peregrinus, que atendía los casos en los que
exclusivamente intervinieran no ciudadanos. Al crearse esta nueva magistratura
comenzó a llamarse al anterior pretor como Praetor Urbanus, dedicado a juzgar los
asuntos en los que participasen ciudadanos romanos. Los casos tratados eran
bastante variados, pero la mayoría derivaban de asuntos comerciales. Así, las
relaciones comerciales obligaron a la creación del precedente del llamado derecho
contractual, un derecho ultro citroque obligatio (que obliga a ambas partes), a partir del
cual nace el ius gentium.
En un sentido amplio, el derecho de gentes trata de las reglas aplicables a todas las
colonias y provincias romanas, designando la parte del derecho público referida
a las relaciones de Roma con estas (los tratados de paz o de alianza y las
normas de la guerra), es decir, el equivalente al "derecho internacional", aunque no
se puede hablar propiamente de tal, toda vez que en Roma no se conocía el concepto
de nación..
A partir de Grocio se entiende por derecho de gentes la norma no escrita que
regula las relaciones entre los Estados o las relaciones entre los ciudadanos de
diferentes Estados, o sea, el derecho natural internacional.

2.2.2 En el derecho internacional.-

Genocidio.

La evolución histórica de los crímenes contra la humanidad resulta inescindible de la


del delito de genocidio, siendo luego este último una especie del género lesa
humanidad.

El Acuerdo o Carta de Londres de 8 de agosto de 1945, que estableció el Estatuto


del Tribunal de Núremberg, definió como "crímenes contra la humanidad" el
"asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano contra
la población civil, o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos, cuando
dichos actos o persecuciones se hacen en conexión con cualquier crimen contra la paz
o en cualquier crimen de guerra".

En 1946, la Asamblea General de las Naciones Unidas confirmó los principios


de Derecho internacional reconocidos por el Estatuto del Tribunal y proclamó la
resolución 96 (I) sobre el crimen de genocidio, que define como "una negación del
derecho de existencia a grupos humanos enteros", entre ellos los "raciales, religiosos
o políticos", instando a tomar las medidas necesarias para la prevención y sanción de
este crimen.

Esta resolución cristalizó en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito


de Genocidio, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su
resolución 260 A (III), de 9 de diciembre de 1948, y que entró en vigor en 1951.

La definición de genocidio plasmada en la Convención de 1948 ha sido acogida en el


artículo 4 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia,
de 1993, el artículo 2 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda,
de 1994, y el artículo 6 del Estatuto de Roma de1998, por el que se creó la Corte
Penal Internacional.

2.3. PODER DEL ESTADO.-

Un Estado no puede obligar a otro estado a que juzgue a un nacional o extranjero,


porque casa estado cuenta con una Autonomía Territorial, a menos que exista o no un
Tratado o convenio, de los cuales es a cumplimiento de la Voluntad de las Partes
Contratantes, esto se aclara en el Código Bustamante donde señala en los artículos;
296 al 313 nos habla en qué casos los Estado pueden juzgar un delito en su Estado y
en qué casos están exentos de juzgar, que ningún Estado contratante aplicará en su
territorio las leyes penales de los demás.

2.3. DELITOS COMPLEJOS.-

El delito complejo (variedad del delito compuesto) es aquel que con dos o más
acciones, que por si las mismas son infracciones tipificadas en distinto lugar del código
penal, pero que el legislador las integra en un mismo tipo penal.

No es lo mismo delito complejo que concurso de delitos. En el delito complejo la


misma ley en un tipo crea el compuesto como delito único, pero en el tipo intervienen
dos o más delitos que pueden figurar por separado; en cambio, en el concurso las
infracciones no existen como una sola, sino separadamente, pero es un mismo sujeto
quien las ejecuta.

CONFLICTO DE DELITOS.-

Se dan estos conflictos cuando no existe concordancia en la norma de dos estados, de


los cuales en uno puede haber una conducta calificada como delito y este tipificada, en
cambio en otro estado no, puede ser que esa conducta sea normal y este en las
costumbres del Estado.

También el Código Bustamante en los artículos 297 al 313 nos aclare en qué tipo de
casos proceden los casos penales.

2.3. CARÁCTERISTICAS DE ESTOS DELITOS:

2.3.1. Sujeto activo

Los crímenes pueden ser realizados por funcionarios estatales (con independencia de
su jerarquía o cargo) o por miembros de una organización política. Aunque ha
fracasado todo intento por definir "organización política", pues podría resultar que
gobiernos autoritarios lo utilicen para perseguir a opositores políticos.

2.3.2. Sujeto pasivo

Debe tratarse de un ataque contra la población civil.

2.3.3. Acción típica:

No sólo se refiere a ataques militares: puede producirse tanto en tiempo de guerra


como en tiempo de paz.

El ataque tiene que ser generalizado o sistemático, por lo que los actos aislados o
cometidos al azar no pueden ser considerados incluidos en esta tipificación.

2.4. LOS TIPOS DELITOS.-

La lista de los delitos contra el derecho de gentes fue establecida por la Primera
Conferencia para la Unificación del Derecho Penal, reunida en Varsovia en 1927,
como sigue:

a) piratería,

b) falsificación de monedas metálicas, otros efectos públicos o billetes de banco,

c) trata de esclavos.

d) trata de mujeres o de niños.

e) empleo intencional de todos los medios capaces de producir un daño común,

f) tráfico de estupefacientes.

g) tráfico de publicaciones obscenas.

Según el Estatuto de Roma, pueden constituir crímenes de lesa humanidad los 11


tipos de actos siguientes:

- Asesinato: homicidio intencionado.


- Exterminio: imposición intencional de condiciones de vida, entre otras la privación
del acceso a alimentos o medicinas, encaminadas a causar la destrucción de parte
de una población.
- Esclavitud: ejercicio de derechos de propiedad sobre una persona, incluido el
tráfico de personas, en particular de mujeres y niños;
- Deportación o traslado forzoso de población: expulsión de personas de la zona
donde están presentes legítimamente sin motivos autorizados por el derecho
internacional, entendiéndose que la deportación supone cruzar fronteras
nacionales y que el traslado forzoso, no.
- Encarcelamiento u otra privación grave de la libertad física en violación de normas
fundamentales de derecho internacional.
- Tortura: Dolor o sufrimientos graves, físicos o mentales, causados
intencionadamente a una persona que el acusado tenía bajo su custodia o control.
- Violación, esclavitud sexual , prostitución forzada, embarazo forzado,
esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable: la
violación y otros abusos sexuales pueden constituir también otros crímenes de la
competencia de la Corte, como tortura en tanto que crimen de lesa humanidad
o crimen de guerra.
- Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia por motivos
políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos o de género o por
otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo
al derecho internacional, en conexión con cualquier crimen comprendido en el
Estatuto. Por persecución se entiende la privación intencionada y grave de
derechos fundamentales en violación del derecho internacional en razón de la
identidad de un grupo o colectividad. Se castiga en relación con otro acto que
constituya un crimen de lesa humanidad, un crimen de guerra o un genocidio.
- Desaparición forzada de personas: detención o secuestro de personas por
un Estado o una organización política, o con su autorización, consentimiento o
aquiescencia, junto con la negativa a reconocer la privación de libertad o a
proporcionar información sobre la suerte que han corrido los «desaparecidos» con
la intención de privarlos de la protección de la ley durante un largo periodo.
- Crimen de apartheid: actos inhumanos cometidos en el contexto de un régimen
institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial por
otro con la intención de mantener ese régimen.
Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionadamente grandes
sufrimientos o atenten contra la integridad física o la salud mental o física: actos
inhumanos de gravedad similar a otros crímenes contra la humanidad

Esta lista ha sido completada en Congresos posteriores (entre otros por el Primer
Congreso de Derecho Comparado en La Haya, en 1932). De igual modo, las
investigaciones científicas están encaminadas a la construcción de nuevos delitos
contra el derecho de gentes, por ejemplo, la incriminación de la propaganda de la
guerra de agresión, debido a la iniciativa del Profesor E. St. Rappaport.

Por lo tanto, debemos considerar esta lista, dentro de su estado actual, como
incompleta. La previsión del legislador es menos rica que la ingeniosidad de los
criminales; la abundancia y la variedad de fenómenos hacen que ciertos actos se
impongan a la atención del legislador sólo cuando se han convertido en actos
peligrosos para la sociedad.

EL PROBLEMA DEL DELITO DE TERRORISMO CONSIDERADO COMO DELITO


CONTRA EL DERECHO DE GENTES.

Después de una invitación especial por parte del Comité Organizador, invitación de la
que me siento honrado, tengo el honor de presentar a la Alta conferencia un informe
de una cuestión que ha sido discutida muchas veces durante las Conferencias
Internacionales para la Unificación del Derecho Penal; y que no ha podido hasta ahora
lograr el acercamiento y el acuerdo entre las opiniones de los sabios eminentes
expresadas al respecto. Esta cuestión está relacionada con la iniciativa de la
Conferencia de Varsovia (1927) de incluir, entre los delitos contra el derecho de gentes
”el empleo intencional de todos los medios capaces de hacer correr un peligro común”.
La Tercera Conferencia para la Unificación del Derecho Penal (Bruselas, 1930) debía
ocuparse de la codificación de estos delitos utilizando la fórmula de la Conferencia de
Varsovia, citada accesoriamente, como punto de inicio para esta deliberación. El
Comité organizador de la Conferencia de Bruselas añadió a la fórmula de Varsovia,
entre paréntesis, la palabra ”terrorismo”. Este suplemento accidental pasó a ser de tal
importancia, que después se trató como tema principal, en detrimento del asunto
inicial; ya no se trató el tema del empleo intencional de todos los medios capaces de
hacer correr un peligro común y se pasó a codificar un nuevo delito, el terrorismo.(1)

Estos esfuerzos no tuvieron éxito en Bruselas, ni en París. No se pudo realizar esta


tarea además, porque el terrorismo no se aplica a una forma legislativa sintética.
”Terrorismo” no constituye un concepto jurídico; ”terrorismo”, ”terroristas”, ”actos de
terrorismo” son expresiones empleadas en la lengua corriente y en la prensa para
definir un estado de ánimo especial en los delincuentes que, por otro lado, realizan
aún, debido a sus acciones, delitos particulares. Por lo tanto, el profesor Rocco tenía
razón en plantear, durante el debate de la Conferencia de París, que el terrorismo no
presenta una concepción uniforme, pero abarca una cantidad de actos criminales
diferentes.

En este estado de cosas, opinamos que la creación de un nuevo delito contra el


derecho de gentes llamado terrorismo sería inútil y superfluo; es necesario más bien,
mutatis mutandis, volver de nuevo a la fórmula de Varsovia, y mediante el análisis de
ésta, crear una serie de disposiciones, referidas a acciones tanto nocivas como
peligrosas para la comunidad internacional, cuyo carácter de delito contra el derecho
de gentes sería considerado por todos como se indica y no podría suscitar ninguna
objeción. Pero el concepto de peligro común en el cual se basa la fórmula de Varsovia
es demasiado limitado; es necesario ampliarlo aún. No se trata, en particular, del
peligro común, sino de un concepto más amplio, del peligro general, que queremos
llamar peligro interestatal. El peligro común amenaza personalmente a los individuos
indeterminados, o una cantidad indeterminada de bienes sobre un territorio más o
menos determinado, mientras que el peligro general (interestatal) amenaza los
intereses de varios Estados, o de sus habitantes.(2)

Así, por ejemplo, el incendio de una casa es un delito que consiste en causar el peligro
común, porque el fuego puede extenderse a las casas que están cerca, pero no puede
considerarse como un delito contra el derecho de gentes, porque no presenta ninguna
amenaza a los intereses de la comunidad internacional. Partiendo de la fórmula de
Varsovia, modificada in fine como sigue: ”…todos los medios, capaces de hacer correr
un peligro general (interestatal)”, me complace proponer a la Alta Conferencia incluir
entre los delitos contra el derecho de gentes los siguientes delitos:” a) actos de
barbarie, b) actos de vandalismo, c) provocación de catástrofes en el transporte
internacional, d) interrupción intencional de la comunicación internacional por Servicio
de Correos, Telégrafo, Teléfono o por telegrafía inalámbrica, e) propagación de
contaminación humana, animal o vegetal.

LOS ACTOS DE BARBARIE.

Si analizamos las directrices de algunos delitos contra el derecho de gentes, como la


trata de blancas, de niños y de esclavos, vemos que si estos delitos se consideran
como punibles, se debe a los principios humanitarios. Se trata aquí, sobre todo, de
defender la libertad y la dignidad del individuo, y de impedir que un ser humano sea
tratado como mercancía. Algunas otras disposiciones relativas a los delitos contra el
derecho de gentes se refieren a la protección de las relaciones normales entre las
colectividades, por ejemplo el delito de propaganda de la guerra de agresión. La
incriminación de los atentados a los medios de comunicación tiene por objeto
garantizar las relaciones internacionales, culturales, así como económicas. Así, como
base de algunos delitos encontramos el atentado contra los derechos individuales
(cuya importancia es tal que interesan a toda la comunidad internacional), mientras
que otros delitos conciernen las relaciones entre el individuo y la colectividad, así
como las relaciones entre dos o varias colectividades.

Con todo, existen delitos que reúnen en sí, los dos elementos citados. Son los
atentados, en particular, ejecutados contra un individuo como miembro de una
colectividad. La voluntad del autor tiende no solamente a perjudicar al individuo, sino,
en primer lugar, a perjudicar la colectividad a la cual pertenece este último. Estas
infracciones afectan no sólo el derecho del hombre, sino que sobre todo, minan incluso
los fundamentos del orden social.(3)

Citemos aquí, en primer lugar, las acciones de exterminio dirigidas contra las
colectividades étnicas, religiosas o sociales cualesquiera que sean los motivos
(políticos, religiosos, etc.); como por ejemplo masacres, pogromos, acciones
emprendidas para arruinar la existencia económica de los miembros de una
colectividad, etc. Del mismo modo, se incluyen aquí toda clase de manifestaciones de
brutalidad que atentan contra la dignidad del individuo, en casos en los que estos
actos de humillación surjan de una lucha exterminadora dirigida contra la colectividad
a la que pertenece la víctima.

En conjunto, toda esta clase de actos constituyen un delito contra el derecho de


gentes que denominaremos barbarie. Tomados por separado, todos estos actos son
punibles dentro de sus respectivos códigos. Deberían constituir delitos contra el
derecho de gentes por su elemento común: amenazan la existencia de la colectividad
perseguida y el orden social.

Los efectos de tales actos superan, generalmente, las relaciones entre individuos y
sacuden las bases de la armonía de las relaciones comunes entre colectividades
particulares.

Las acciones de este tipo dirigidas contra las colectividades constituyen un peligro
general, interestatal, dado el carácter contagioso de toda psicosis social. Similares a
epidemias, pueden pasar de un Estado a otro. El peligro que representan estas
acciones tiene tendencia a volverse estable puesto que los efectos criminales, no
pudiendo ser obtenidos por medio de un único acto delictivo aislado, requieren, toda
una serie de acciones consecutivas.

Conviene destacar que los intereses morales de la comunidad internacional no son los
únicos que se ven perjudicados por los actos de barbarie, sino también sus intereses
económicos. En efecto, los actos de barbarie realizados de una manera colectiva y
sistemática, causan a menudo la emigración o la fuga desorganizada de la población
de un Estado a un refugio, lo que puede causar una repercusión en las relaciones
económicas del Estado de inmigración, dadas las dificultades de trabajo y la falta de
medios de existencia de los inmigrantes. Además, este medio de desarraigo es un
terreno propicio a toda clase de tendencias asociales (véase el reciente asesinato del
Presidente de la República Francesa [ Paul Deumer, 7 de mayo de 1932]
LOS ACTOS DE VANDALISMO.

(LA DESTRUCCIÓN DE LAS OBRAS DE ARTE Y CULTURA).

La lucha contra una colectividad puede expresarse por una destrucción organizada y
sistemática de las obras que en el campo de las ciencias, o en el de las artes o de las
letras, son el testimonio y la prueba del alma y la ingeniería de esta colectividad. La
contribución de toda colectividad particular a la cultura internacional hace parte del
patrimonio de la humanidad entera, y guarda al mismo tiempo sus características. Por
lo tanto, la destrucción de una obra de arte de cualquier nación debe considerarse
como un acto de vandalismo dirigido contra la cultura mundial. El autor causa un daño
irreparable no solamente al propietario de la obra destruida y a la colectividad a quien
este último pertenece, (o cuyo ingenio contribuyó a la creación de esta obra) sino a la
cultura de la humanidad entera, que se ve afectada por este acto de vandalismo.

En los actos de barbarie al igual que en los de vandalismo se manifiesta el espíritu


específico del autor, asocial y destructivo. Este espíritu es, por definición, contrario a la
cultura y al progreso de la humanidad, hace retroceder la evolución de las ideas hasta
el tiempo oscuro de la Edad media; los actos que el autor provoca trastornan la
conciencia de la humanidad entera, dejando, al mismo tiempo, temer por su futuro. Por
todas estas razones, los actos de vandalismo y de barbarie deben considerarse como
delitos contra el derecho de gentes.

PROVOCACIÓN DE CATÁSTROFES EN LA COMUNICACIÓN INTERNACIONAL.

Interrupción voluntaria del funcionamiento del telégrafo, el teléfono, el correo y la


telegrafía inalámbrica. – Propagación de las contaminaciones

Como un bien de alto valor para la comunidad internacional es necesario reconocer,


sin duda alguna, la seguridad de las vías de comunicación o del transporte
internacional, terrestre, aéreo o fluvial. La provocación de una catástrofe ferroviaria en
un Estado afecta, al mismo tiempo, a la comunicación internacional, sin mencionar
que, en tal caso, los ciudadanos pasajeros de varios Estados pueden ser víctimas.
Estos actos constituyen un peligro general de primera importancia.

Los casos tan frecuentes últimamente, de catástrofes ferroviarias (tentativa de


descarrilamiento del tren cerca de Basilea, el caso Matuschka), dan prueba de una
determinada predilección de la criminalidad por atentados tan fáciles de realizar y de
consecuencias incalculables. ¿Qué más fácil que colocar sobre el ferrocarril, en un
tramo desértico, piedras u otros obstáculos? Es muy difícil encontrar al autor y las
consecuencias se expresan en la muerte de centenares de víctimas inocentes.

Al establecer la represión para los delitos de este género, el legislador no debe perder
de vista una prevención lo más amplia posible; pues la facilidad de cometer tal crimen,
así como lo hemos dicho más arriba, es muy grande y las oportunidades de descubrir
al culpable, mínimas. Es necesario, pues, intentar intimidar a los criminales de la
manera más deliberada. Esta es la razón por la que en caso de provocación de una
catástrofe en el transporte terrestre, aéreo o fluvial, deberá aplicarse la pena más
severa, prevista por el Código correspondiente.
Es necesario reconocer también, como bien de valor internacional, la seguridad de la
comunicación postal, telefónica, telegráfica y la telegrafía sin hilos. La acción dirigida
contra estas instalaciones causa una perturbación en las relaciones internacionales y
pone obstáculos a la vida internacional. La ruptura de una línea telefónica sobre un
pequeño sector de un Estado cualquiera, para, simultáneamente, la conexión entre
numerosos Estados que se encuentran de los dos lados del sector dañado.

Del mismo modo, es necesario considerar como delito contra el derecho de gentes la
propagación de la contaminación humana, animal o vegetal. Este delito presenta el
peligro general interestatal, dado que estas enfermedades pueden propagarse
fácilmente, de un país a otro y causar graves desastres.

En virtud de las consideraciones previamente mencionadas, tengo el honor de


proponer a la Quinta Conferencia para la Unificación de Derecho Penal el siguiente
proyecto de texto legislativo para los delitos previamente mencionados, proyecto que
fue aprobado por el Presidente de la Comisión Polaca de Cooperación Jurídica
Internacional, el Sr. Profesor E. St Rappaport.

Proyecto de texto.

Art. 1) Cualquiera que, por odio contra una colectividad racial, religiosa o social, o con
miras al exterminio de ésta, emprenda una acción punible contra la vida, la integridad
corporal, la libertad, la dignidad o la existencia económica de una persona que
pertenece a tal colectividad, está sujeto, por el crimen de barbarie, a la pena de (..,) a
menos que su acción esté prevista en una disposición más severa del Código
respectivo.

El autor será merecedor de la misma pena, si su acción va dirigida contra una persona
que declara su solidaridad con una colectividad similar o que se pronuncia en favor de
ésta.

Art. 2) Cualquiera que, por odio contra una colectividad racial, religiosa o social, o con
miras al exterminio de la misma, destruyera sus obras culturales o artísticas, será
pasible por el crimen de vandalismo a una pena de (…) a menos que su acción esté
prevista en una disposición más severa del Código respectivo.

Art. 3) Cualquiera que, a sabiendas, cause una catástrofe en el transporte, las vías de
comunicación internacional terrestre, aérea o fluvial, destruyendo o retirando las
instalaciones que garantizan el funcionamiento regular de estas vías de comunicación,
será pasible a una pena de …

Art. 4) Cualquiera que, a sabiendas, cause una interrupción en la comunicación


internacional, postal, telegráfica, telefónica o por telegrafía sin hilos retirando o
destruyendo las instalaciones que garantizan el funcionamiento regular de estas
comunicaciones, será pasible a una pena de …

Art. 5) Cualquiera que, a sabiendas, propague una contaminación humana, animal o


vegetal, será pasible a una pena de …

Art. 6) Se castigará al instigador y al cómplice como si fueran el autor mismo.


Art. 7) Las infracciones que entran en la enumeración de los artículos 1 a 6 se
juzgarán y se castigarán independientemente del lugar donde la infracción se haya
cometido, y de la nacionalidad del autor, de acuerdo con la ley vigente en el país de
las actuaciones judiciales.

Largos años he venido ocupándome del crucial tema de los delitos del Derecho de
Gentes, que incluyen los delitos de lesa humanidad y una de cuyas características
principales es que no pueden prescribir, o sea que la acción penal puede ser ejercida
contra ellos en todo tiempo (por ejemplo, los crímenes de exterminio masivo del
nazismo). Otra característica esencial de los delitos del Derecho de Gentes consiste
en que son perseguibles por los tribunales de todo los países (jurisdicción universal).

Pero ¿cómo se puede enfocar esta categoría del Derecho de Gentes? Esta pregunta
es especialmente importante, ahora, porque se comienza a observar en nuestro medio
la desnaturalización de esta categoría fundante de consecuencias jurídicas de la
entidad que hemos expresado (imprescriptibilidad, jurisdicción universal y varias más,
sobre todo, que no rija en su ámbito la definición del delito por la ley previa, escrita y
estricta).

La idea de que existen delitos previos a la ley estatal y que ofenden con gravedad
extrema las posibilidades de existencia y desarrollo de la sociedad universal tiene su
fuente más expresiva en Grocio, el padre del derecho internacional en el siglo XVII.
Esa idea de Grocio se concretó a través de un proceso histórico, cuya primera
aparición efectiva como derecho generalmente admitido por la comunidad universal
moderna se encuentra en el Tratado de Versailles, sigue en el Estatuto del Tribunal de
Nüremberg, en la fundamentación del proceso de Eichmann, en los Tribunales
Especiales creados por las Naciones Unidas para la ex Yugoslavia y para Ruanda.
Culmina con el Estatuto de Roma, que crea la Corte Penal Internacional y contiene un
catálogo de distintos delitos que caben en su jurisdicción y que, a grosso modo, cabe
dividir entre crímenes de guerra y crímenes como el genocidio, la desaparición forzada
de personas, las torturas o las persecuciones y ejecuciones masivas cuando son
perpetradas con el empleo del aparato estatal o de organizaciones que dominan un
territorio en forma similar a la que lo haría un Estado.

La masividad de los crímenes y el empleo de medios estatales o cuasiestatales hacen


de ellos una amenaza grave a las condiciones de subsistencia y desarrollo de la
comunidad universal, visión que ha surgido, como aspiraba Alberdi en su obra El
crimen de la guerra, como el producto de un cierto desarrollo de la conciencia humana
universal, por más que aún nos hallemos en un grado incipiente de la misma.

En este punto conviene agregar que la masividad de los crímenes de lesa humanidad
es una característica que da lugar a la aparición en la historia de una determinada
categoría, como por ejemplo la desaparición forzada de personas o a la tortura
generalizada. Empero, una vez que estos factores demoníacos comenzaron a operar y
culminaron su obra, la reacción de la sociedad universal puede expresarse en la
creación de sistemas de prevención y represión que deben ponerse en movimiento
frente a casos individuales, justamente para evitar su repetición. Tal ocurre con la
Convención contra la Tortura y su Protocolo Adicional y también respecto de la
normativa sobre la desaparición forzada de personas. Un caso aislado de tortura o un
caso aislado de desaparición forzada de persona aun bajo el mejor régimen de estado
de derecho son delitos de lesa humanidad si se los comete desde y con el aparato
estatal o cuasiestatal.

Por eso, no comparto la jurisprudencia de la Corte en el caso René Jesús Derecho, de


fecha 11 de julio de 2007, en el que se decidió que un solo hecho de tortura cometido
por un miembro de la Policía Federal a una persona detenida en una repartición de
ese cuerpo no constituye un crimen de lesa humanidad.

Respecto de los delitos atroces y aberrantes cometidos desde el aparato estatal para
la conservación de su existencia y finalidades, la tradición liberal, apartándose de la
idea absolutista que hacía del crimen majestatis el mayor de todos, ha colocado bajo
un régimen especial a los delitos “políticos” o sea inspirados en el fin de lesionar el
orden político establecido, cuyo caso revestido de mayor justificación, ya en la
tradición escolástica, es el de resistencia a la ocupación extranjera o al poder
usurpado.

Es común, según los autores del siglo XIX, que las resoluciones políticas no siempre
se logren con simples reuniones tumultuosas sino que también impliquen violencia
contra la propiedad y la vida. Autores de esa época enumeran casos como el
homicidio de centinelas, el robo de armas en almacenes militares. Además, en las
insurrecciones se desatan frecuentemente luchas cruentas entre facciones del mismo
campo (por ejemplo, la insurrección judía de los años ’66 o ’70 de esta era que refiere
el Bello Judaico de Flavio Josefo, o la insurrección de Irlanda en el siglo XX). La
acción misma de combatir implícita en la insurrección popular comporta la posible
comisión de homicidios y daños corporales materiales (extraigo estos datos del
riquísimo estudio que efectuó hace muchos años el extinto procurador general de la
Nación Enrique Carlos Petracchi, padre del actual ministro de la Corte Suprema
Enrique Santiago Petracchi, en el caso “Lezcano, Agustín Juan s/homicidio, amnistía,
ley 20.508”, de mayo de 1974, que se halla en el pertinente registro de la Procuración
General. Allí se efectúan muchas más apreciaciones referidas a los delitos cometidos
por convicción y los límites en que es posible considerarlos como políticos; igualmente
se repasa toda la jurisprudencia de la Corte referida a las amnistías en relación con el
delito político).

Estos delitos de inspiración política fueron característicos de períodos de fuerte


ilegitimidad política de los gobiernos militares e inclusive civiles desde 1955, jalonados
por distintos tipos de resistencia activa, ya fuera por la insurrección de masas o por
acciones de grupos civiles armados.

No se trata, con lo dicho, de justificar cualquier modo de proceder insurreccional, sino


subrayar la diferencia entre el exterminio masivo y planificado de enemigos políticos
perpetrado desde el Estado y los casos de resistencia e insurrección por fines
políticos. El liberalismo político, que se funda en el carácter discutible del orden que se
proclama legítimo, supo otorgar a los hechos de la segunda categoría un tratamiento
penal diferenciado, que se manifiesta en múltiples matices.

Si quisiésemos erigir en delitos de lesa humanidad los homicidios y daños corporales y


materiales provenientes de las circunstancias insurreccionales, que sirvieron de
paralelo a los gobiernos en general usurpadores, que, a su vez, no titubearon en
utilizar la masacre como medio de represión, finalizaríamos trastrocando todo el
sistema del Derecho de Gentes, al extender sus características (imprescriptibilidad,
jurisdicción universal, atenuación del principio nullum crimen nulla poena –principio de
reserva–) a un campo que solo puede interesar a aquel derecho universal cuando la
represión del Estado adquiera las características que justifican la intervención externa
a fin de su cesación o represión.

3. CONCLUSIÓN:

El iuris Gentium, derecho de las personas nace en cuanto a la relación entre estados,
para su relación pacifica, velando el bien estar de las persona. Hora se a convertido en
los derechos que regulan los delitos de carácter penal internacional, donde se juzga
los delitos siempre y cuando se cumplas las Normas Internacionales.

4. ANÁLISIS DEL GRUPO:

En un ámbito mas general el iuris gentium internacional busca castigar los delitos
piratería, falsificación de monedas metálicas, otros efectos públicos o billetes de
banco, empleo intencional de todos los medios capaces de producir un daño común,
tráfico de estupefacientes, Asesinato, Exterminio, Esclavitud, Deportación o traslado
forzoso de población, Tortura, Violación, esclavitud sexual , prostitución forzada,
embarazo forzado, esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad, que
busca salvaguardar los derechos de las personas, velando sus derechos humanos en
primera instancia y a l mismo tiempo los derechos internos del Estados.
Protegiéndolos en el extranjero como en su propio Estado.
DERECHO PENAL INTERNACIONAL (BOGGIANO)

El derecho penal internacional es un sistema normativo destinado a solucionar razonablemente


los casos multinacionales de derecho penal, esto es, casos vinculados a diversas jurisdicciones
estatales.
La cuestión se vincula con el ámbito espacial de aplicación del derecho penal de cada Estado.
Si los Estados no aplican derecho penal extranjero, su tarea consistirá en delimitar la esfera de
validez espacial de la ley penal propia. Si ésta es aplicable existe jurisdicción internacional
penal. Si no es aplicable, no hay jurisdicción propia.
En este sentido, jurisdicción y ley aplicable siempre se reúnen porque la ley se aplica en
jurisdicción propia.
También hay ley penal común unificada por tratados internacionales para ciertos delitos
(v.gr. ius gentium).
Para realizar las soluciones se requerirá auxilio o cooperación internacional. Esta cooperación
para proceder pone en tela de juicio la extradición y otros medios de auxilio.

AUTOLIMITACIÓN UNILATERAL DE LA LEY PENAL SEGÚN EL PRINCIPIO TERRITORIAL:


Art. 1 Cód. Penal: autolimita el ámbito de aplicación de la ley penal argentina a los delitos
cometidos en los lugares sometidos a la jurisdicción de la Nación Argentina.
Así, debe entenderse “jurisdicción” según los términos que proporciona el DIPúblico. En caso
de guerra, la jurisdicción nacional se extiende al límite ocupado por el ejército (art. 120 Cód. de
Justicia Militar).
También están sujetas las aguas jurisdiccionales, el subsuelo y el espacio aéreo, las naves
públicas. Las privadas quedan sometidas a la jurisdicción de su bandera en alta mar y al
principio territorial cuando están en aguas jurisdiccionales.
Caso “Basilio, Adam”: CSJN consideró competentes a los jueces argentinos para juzgar un
homicidio cometido a borde de un buque mercante griego surto en el puerto de Buenos Aires.
Los lugares que ocupan las embajadas extranjeras acreditadas en nuestro país también están
sujetos a jurisdicción argentina.
La ley penal argentina califica cuándo un delito es cometido en jurisdicción argentina. El
concepto de comisión del delito cae también bajo el ámbito del principio territorial. Si un
derecho penal extranjero considerare que un delito se ha cometido en jurisdicción argentina
pero el derecho penal argentino no lo calificare así, la ley argentina no sería aplicable.

DELIMITACIÓN DE LA LEY PENAL APLICABLE SEGÚN EL PRINCIPIO REAL O DE


DEFENSA:
Un delito cometido fuera de la jurisdicción argentina puede quedar sometido a la ley penal
argentina cuando sus “efectos deban producirse” en jurisdicción argentina.
Aquí hay un posible conflicto de leyes, entre la ley del país de comisión del delito y la ley o las
leyes donde deban producirse sus efectos.
Se trata de delitos cuyos efectos lesionen un interés institucional argentino. Así ocurre, por
ejemplo, con los delitos de falsificación de moneda.
Caso “Fuentes”, por estafa cometida en un buque argentino en el puerto de Nueva York, que
perjudicaba el patrimonio de la Flota Mercante del Estado.
No son efectos relevantes los que afectan bienes argentinos o de nacionales o domiciliados en
la Argentina, si no son bienes de interés institucional.
Asimismo, debe tenerse al respecto una interpretación restrictiva, lo que debe conducir a
considerar a los efectos que exclusivamente lesionen derechos o intereses garantizados por las
leyes argentinas. Éste es el criterio de conexión que puede desprenderse también de los arts. 2
y 10 del TM Penal 1889.
Cuando el delito se comete en un Estado pero sólo lesiona derechos o intereses garantidos por
otro Estado, éste tiene jurisdicción para juzgar y penal.
He aquí una norma de conflicto bilateral en materia penal que deroga el criterio de
autolimitación territorial: Si el delito se ha cometido en un Estado pero sus efectos sólo deben
producirse en otro, éste tiene jurisdicción (ya que “tiene un fuerte y razonable interés en
defender su orden jurídico realmente lesionado”).

LEY NACIONAL DEL ACUSADO:


Según la ley 1612, art. 5, cuando se deniega la extradición de nacionales por delitos
presuntamente cometidos en el exterior, habrá que juzgarlo ante los tribunales del país.
Este criterio de conexión con el derecho penal argentino por razón de la nacionalidad del
procesado no sólo afecta el sistema de solidaridad entre las naciones sino que, en definitiva,
conduce a una desvinculación del delito y su enjuiciamiento, y a una jurisdicción exorbitante y
débil que, al denegar la entrega del nacional, torna dificultosa la investigación de un hecho
cometido en el extranjero.
El foro de nacionalidad puede convertirse así en un injustificable foro de refugio.

DELITOS IUS GENTIUM:


Los delitos contra la humanidad, como el genocidio, pueden considerarse delitos
convencionalmente uniformes. Podrá hablarse de un derecho penal uniforme o común a todas
las naciones. Son delitos contra el derecho de gentes según el art. 102 de la CN.
La norma penal substancial o material uniforme puede aplicarse por un tribunal supranacional o
por un tribunal nacional. Cualquier jurisdicción puede condenar el delito.
Estas normas materiales uniformes generalmente son objeto de convenciones internacionales
(ej.: Convención sobre el Genocidio del 9 de diciembre de 1948).
Remember caso Priebke (problemas con la extradición por no legislar la Argentina sobre el
“genocidio” como una figura típica del derecho penal).

RECONOCIMIENTO DE SENTENCIAS EXTRANJERAS:


En el ámbito de aplicación de la ley penal argentina, según el principio territorial, no cabe el
reconocimiento.
En el ámbito del principio real, si los efectos del delito se vincularon sólo con la jurisdicción
argentina, ésta es excluyente de toda otra extranjera.
Así, sólo se hace necesario estudiar el reconocimiento de sentencias extranjeras que o invaden
la jurisdicción argentina exclusiva y excluyente. El principio de nacionalidad no puede bastar
para desconocer la jurisdicción del país donde un argentino cometió el delito. Podría pensarse
en el cumplimiento de una sentencia extranjera en el país de la nacionalidad del condenado. El
traslado del condenado para que éste cumpla la condena en su país parece acorde con las
más valiosas defensas de los derechos humanos del reo y de sus próximos.
Nada obsta tampoco al reconocimiento de una sentencia extranjera que condenase un delito
contar el derecho de gentes (art. 102, CN).
Pero es importante ver cuál es el efecto del reconocimiento. La eficacia de una sentencia penal
extranjera puede considerarse a los efectos de la reincidencia (art. 50 CP).
En el caso “Dícono”, la Cámara Nacional en lo Federal (1969) hizo lugar a la excepción de cosa
juzgada a favor de los acusados por falsificación de documento público en virtud de que los
acusados habían sido condenados pro un tribunal extranjero por uso de documento falso. En el
caso, los condenados por un Juzgado criminal de Montreal entraron y permanecieron en
Canadá mediante el uso de pasaporte falso. El fiscal federal perseguía ante los tribunales
argentinos la condena por la falsificación de documentos. Ello implicó reconocer la jurisdicción
del tribunal extranjero para dictar sentencia.
Además, cuando se concede la extradición de un condenado en el extranjero se reconoce
implícita pero realmente la sentencia penal del país requirente y la JI que ejercitó para dictar la
sentencia condenatoria.
El juzgamiento en el país del nacional autor de un supuesto delito cometido en el extranjero por
el que se deniega la extradición en virtud de la nacionalidad implica un reconocimiento de la
sentencia extranjera.
El reconocimiento depende mucho de la interacción de los criterios de aplicabilidad de la ley
penal propia.

EXTRADICIÓN:
La cooperación internacional en materia penal se manifiesta a través de la extradición, donde
un Estado entrega a una persona a otro Estado que la requiere para someterla a un proceso
penal o a la ejecución e una pena. Esta cooperación se cumple generalmente en virtud de
tratados. Además las leyes internas pueden regular esta cooperación. Pero no puede existir un
derecho internacional consuetudinario que obligue a los Estados a la extradición.
Caso “Sachs”: alemán refugiado en la Argentina fue requerido por Alemania acusado de
quiebra fraudulenta. Entonces, no había tratado de extradición entre ambos países. Tampoco
se había dictado la ley 1612. La CSJN declaró (1885) que la CN garantiza a los extranjeros la
libertad y la seguridad y, a falta de tratado internacional o de una ley especial, el Gobierno
argentino no puede entregar a ninguna persona que se encuentre en su territorio.
El juez del Estado requirente debe tener JI según los criterios del Estado requerido. Esto es
decisivo para conceder la extradición requerida.
Según el TM Penal 1889, se establecen los presupuestos substanciales de la extradición.
La pena del presunto delito en el país requirente debe ser privativa de libertad que no sea
menos de dos años. La jurisprudencia de la Corte en “Taramona” y “Acevedo” consideró, con
criterio discutible, que es la pena máxima la que debe exceder de dos años.
Convención de Montevideo de 1933 rige entre Argentina, Chile, Colombia, Dominicana,
Ecuador, Salvador, Guatemala, Estados Unidos, Honduras, México, Nicaragua, Panamá.
Cada Tratado puede o no contener normas de JI. Las tiene el TM de 1889. No las requiere el
Tratado de 1933. Rigen las reglas o criterios del país requerido de extradición.
Los requisitos substanciales y procesales del Tratado Multilateral de 1933 son subsidiarios
respecto de los que establece el Tratado de 1889 para los países vinculados.
Si la extradición solicitada no está regida por un tratado, debe aplicarse la ley 1612 y el Cód. de
Proc. en materia criminal.
Caso “Flores Méndez” (CSJN, 1975): se reconoce la naturaleza federal de las normas de JI.
Esta doctrina es desconocida en el desventurado caso “Zapata c. Sthelin”.
La excepción de extraditar a los nacionales no parece razonable. La excepción debería
basarse, en general, en la falta de garantía de debido proceso en el Estado requirente. Éste es
el fundamento más importante para denegar la extradición de requeridos por delitos políticos.
Se teme que no sean garantizados sus derechos en un juicio justo.
La repulsa (refoulement) de un extranjero perseguido en su país políticamente puede equivaler
a una entrega. España rechazó a Pierre Laval en el aeropuerto de Barajas, Madrid. Laval no
tenía autorización para aterrizar. Fue devuelto a Francia. Allí fue fusilado.
La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, aprobada por ley 15.689 prohíbe
el refoulement.
La extradición como método de cooperación penal internacional no deja de parecer un tanto
arcaica.
Hoy, la cooperación judicial penal bien podría hacerse sin que el acusado necesariamente esté
presente en el lugar del delito. El juez del lugar del acusado puede tomar todas las medidas
necesarias para posibilitar al juez extranjero examinar al acusado sin que éste deba
trasladarse. El proceso se internacionaliza sin que el acusado deba ser trasladado adonde no
quiere ir. Salvo casos particulares, el proceso puede seguirse en donde el acusado quiere vivir
o estar.
Igual cooperación se requiere, con mayor razón, para enjuiciar los delitos de iuris gentium. No
es necesario mover al acusado. Hay que hacer un proceso multijurisdiccional basado en la
cooperación judicial.
Derecho Internacional y crímenes de Lesa Humanidad

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Prof. Laura María GIOSA

La conmemoración de los 40 años del golpe cívico militar en Argentina, nos obliga a repensar
desde distintas aristas parte de nuestra historia.

Desde el plano del Derecho Internacional, corresponde analizar los instrumentos jurídicos
pertinentes que han establecido los estándares y obligaciones que rigen las acciones del
Estado Argentino respecto de los crímenes de Lesa Humanidad.

El Juicio a las Juntas, la sanción y posterior derogación de las Leyes de Obediencia Debida y
Punto Final, los indultos, los Juicios de la Verdad, y el desarrollo reciente de los juicios de lesa
humanidad dan cuenta de los avances y retrocesos que han marcado las últimas décadas de
vida de nuestro país.

Los crímenes de Lesa Humanidad en el Derecho Internacional

Las primeras referencias normativas sobre los crímenes de lesa humanidad se remontan al
estatuto del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg (1945), experimentando una evolución
progresiva hasta llegar a la actual tipificación en el Estatuto de la Corte Penal Internacional. (1)

La tipificación del crimen de lesa humanidad en los Estatutos de los diversos Tribunales
Internacionales ha variado en particular, respecto a la relación que surgía entre conflicto
armado (contexto) como requisito para configurar el crimen. Así, el Estatuto del Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia entendió que los “Crímenes contra la humanidad” son
aquellos que han sido cometidos en el curso de un conflicto armado, de carácter internacional o
interno, y dirigidos contra cualquier población civil. Por su parte, el Estatuto del Tribunal Penal
Internacional para Ruanda estableció que será competente para conocer de crímenes de lesa
humanidad si estos “han sido cometidos en el curso de un ataque generalizado y sistemático, y
dirigidos contra cualquier población civil en razón de su nacionalidad o pertenencia a un grupo
político, étnico, racial o religioso”, sin incluir el elemento del contexto.

Finalmente, el concepto definitivo sobre crimen de lesa humanidad se da con la adopción del
Estatuto de Roma que lo define en su artículo 7 como “cualquiera de los actos siguientes
cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población
civil y con conocimiento de dicho ataque”, enumerando de manera no taxativa a los siguientes:
asesinato; exterminio; esclavitud; deportación o traslado forzoso de población; encarcelación u
otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho
internacional; tortura; violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado,
esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable; persecución de un
grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales,
étnicos, culturales, religiosos, de género u otros motivos universalmente reconocidos como
inaceptables con arreglo al derecho internacional; desaparición forzada de personas; el crimen
de apartheid; otros actos inhumanos de carácter similar que acusen intencionalmente grandes
sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física.

En relación a la posibilidad de persecución penal, debe destacarse que en 1968 la comunidad


internacional adoptó la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de
Lesa Humanidad, (2) que establece la necesidad de represión de ambos crímenes y su
imprescriptibilidad.

La situación Argentina y el juzgamiento de los delitos de Lesa Humanidad

Al finalizar la última dictadura cívico militar, el sistema judicial argentino debió enfrentar y
superar numerosos obstáculos para poder juzgar los crímenes que, durante el llamado
“Proceso de Reorganización Nacional” fueron cometidos desde el Estado.

En 1985 tuvo lugar el denominado “Juicio a las Juntas”, en el que se juzgó la responsabilidad
penal de las más altas autoridades militares y que culminó, con condenas a Jorge Rafael
Videla, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Orlnado
Ramón Agosti. Este juicio se convirtió en un hito histórico a nivel mundial, ya que por primera
vez en la historia de la humanidad, la justicia civil juzgó a represores militares.

Ahora bien, sin perjuicio del valor institucional y el fortalecimiento de la democracia que
significó esta decisión, por la presión ejercida desde diferentes estamentos de la sociedad se
sancionó -el 23 de diciembre de 1986- la Ley de Punto Final y - el 4 de junio de 1987- la Ley de
Obediencia Debida. A ello debe sumarse el posterior indulto a los miembros de las juntas
militares, funcionarios de los gobiernos de facto e integrantes de las organizaciones armadas,
que completó un esquema legal de impunidad. De este modo, el Estado Argentino interrumpía
el camino que había iniciado en 1985, y se apartaba de los estándares que el derecho
internacional venía desarrollando en materia de crímenes de Lesa Humanidad.

La ratificación por nuestro país de la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes


de Guerra y de Lesa Humanidad en 1995, y el otorgamiento de jerarquía constitucional a dicho
instrumento en el año 2003; sumado a la aprobación del Estatuto de la Corte Penal
Internacional, llevan al fortalecimiento del esquema jurídico que, junto con la decisión política
del Estado, permitió retomar el procesamiento y juzgamiento de los responsables de los
crímenes cometidos durante el golpe cívico militar.

Los pronunciamientos de la CSJN en los casos “Arancibia Clavel” y “Simón”, se constituyen


como hitos jurisprudenciales que marcan el inicio de una nueva etapa, en la que se declara la
inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y la imprescriptibilidad de
los crímenes de lesa humanidad, teniendo como fundamento principal los estándares del
derecho internacional.

En el año 2004, la CSJN falló en la causa “Arancibia Clavel” en la que tomando el concepto de
crimen de lesa humanidad contenido en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional,
determinó que delitos como la tortura, la desaparición forzada de personas, el homicidio y
cualquier otro tipo de actos dirigidos a perseguir y exterminar opositores políticos, deben ser
considerados crímenes contra la humanidad. Respecto de la imprescriptibilidad de los delitos,
la mayoría de la Corte señalo que, si bien no estaba en vigencia la Convención que así lo
establece, se había desarrollado una costumbre internacional que se tiene por válida como
fuente del derecho conforme al art. 118 de la CN.
Años más tarde, en el fallo “Simon” la CSJN sentó una serie de criterios esenciales para
comprender el proceso hacia la reconstrucción de la verdad y justicia que se había iniciado. Por
un lado, explicó que el sistema internacional de protección de los derechos humanos esta
constituido por un doble orden normativo: los tratados internacionales (derecho internacional de
protección de los derechos humanos) y la costumbre internacional (sistema imperativo) que
considera inadmisibles la comisión de delitos de lesa humanidad ejecutados por funcionarios
del Estado y exige que tales hechos sean investigados y castigados.

Citando el precedente “Barrios Altos” de la Corte Interamericana de Derechos Humanos


sostuvo que “las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida presentan los mismos vicios que
llevaron a la Corte Interamericana a rechazar las leyes peruanas de "autoamnistía". Pues, en
idéntica medida, ambas constituían leyes ad hoc, cuya finalidad es la de evitar la persecución
de lesiones graves a los derechos humanos.” Señaló que las leyes 23.492 y 23.521, en la
medida en que, como toda amnistía, se orientan al "olvido" de graves violaciones a los
derechos humanos, se oponen a las disposiciones de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y resultan, por lo
tanto, constitucionalmente intolerables.

Finalmente, sostuvo que al momento de la comisión de los hechos investigados en el caso, ya


existía una norma de orden público internacional que condenaba la desaparición forzada de
personas como crimen de Lesa Humanidad.

Así quedaron establecidos los principales lineamientos jurídicos que permitieron la reapertura
de los juicios contra los miembros de las Fuerzas Militares por los aberrantes crímenes
cometidos durante el periodo dictatorial que tuvo lugar entre los años 1976 y 1983 en nuestro
país.

A modo de reflexión

A 40 años del golpe cívico militar en Argentina, es necesario tomar conciencia de los avances
que se han logrado en materia de juzgamiento de crímenes de lesa humanidad en
cumplimiento con las obligaciones que surgen del derecho internacional en la materia. No se
puede dar por sentado que la tarea está cumplida, el juzgamiento y la sanción de los delitos
de Lesa Humanidad debe continuar siendo una política de Estado irrenunciable.

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