Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. INTRODUCCION:
Los delitos contra el derecho de gentes (delicta juris gentium) vienen de la lucha
solidaria de la comunidad civilizada contra el crimen. Que se manifiesta dentro del
principio de la represión universal, principio basado en la posibilidad de juzgar al
delincuente en el lugar de su aprehensión (forum loci deprehensionis), cualquiera que
haya sido el lugar donde el crimen haya sido cometido y la nacionalidad del autor.
Para este principio, si la acción ha sido cometida en el territorio del Estado A y el autor
es arrestado en el territorio del Estado B, este último Estado es el que lo juzgará por la
acción cometida en otro lugar. Dicho autor es considerado enemigo de toda la
comunidad internacional, por ello será perseguido pues su acto es calificado de nocivo
por toda la comunidad internacional.
2. MARCO TEORICO:
2.1 CONCEPTO:
En Roma se daba el nombre de Derecho de Gentes a las normas que regulaban las
relaciones jurídicas en las cuales los extranjeros podían ser parte, por oposición al Ius
Civile (Derecho Civil), que era el Derecho para, solamente, los ciudadanos romanos.
En la actualidad, la locución Ius Gentium o Derecho de Gentes se emplea, mas no del
todo correctamente, como sinónimo de Derecho Internacional Público.
2.2.1 En roma.-
Genocidio.
El delito complejo (variedad del delito compuesto) es aquel que con dos o más
acciones, que por si las mismas son infracciones tipificadas en distinto lugar del código
penal, pero que el legislador las integra en un mismo tipo penal.
CONFLICTO DE DELITOS.-
También el Código Bustamante en los artículos 297 al 313 nos aclare en qué tipo de
casos proceden los casos penales.
Los crímenes pueden ser realizados por funcionarios estatales (con independencia de
su jerarquía o cargo) o por miembros de una organización política. Aunque ha
fracasado todo intento por definir "organización política", pues podría resultar que
gobiernos autoritarios lo utilicen para perseguir a opositores políticos.
El ataque tiene que ser generalizado o sistemático, por lo que los actos aislados o
cometidos al azar no pueden ser considerados incluidos en esta tipificación.
La lista de los delitos contra el derecho de gentes fue establecida por la Primera
Conferencia para la Unificación del Derecho Penal, reunida en Varsovia en 1927,
como sigue:
a) piratería,
c) trata de esclavos.
f) tráfico de estupefacientes.
Esta lista ha sido completada en Congresos posteriores (entre otros por el Primer
Congreso de Derecho Comparado en La Haya, en 1932). De igual modo, las
investigaciones científicas están encaminadas a la construcción de nuevos delitos
contra el derecho de gentes, por ejemplo, la incriminación de la propaganda de la
guerra de agresión, debido a la iniciativa del Profesor E. St. Rappaport.
Por lo tanto, debemos considerar esta lista, dentro de su estado actual, como
incompleta. La previsión del legislador es menos rica que la ingeniosidad de los
criminales; la abundancia y la variedad de fenómenos hacen que ciertos actos se
impongan a la atención del legislador sólo cuando se han convertido en actos
peligrosos para la sociedad.
Después de una invitación especial por parte del Comité Organizador, invitación de la
que me siento honrado, tengo el honor de presentar a la Alta conferencia un informe
de una cuestión que ha sido discutida muchas veces durante las Conferencias
Internacionales para la Unificación del Derecho Penal; y que no ha podido hasta ahora
lograr el acercamiento y el acuerdo entre las opiniones de los sabios eminentes
expresadas al respecto. Esta cuestión está relacionada con la iniciativa de la
Conferencia de Varsovia (1927) de incluir, entre los delitos contra el derecho de gentes
”el empleo intencional de todos los medios capaces de hacer correr un peligro común”.
La Tercera Conferencia para la Unificación del Derecho Penal (Bruselas, 1930) debía
ocuparse de la codificación de estos delitos utilizando la fórmula de la Conferencia de
Varsovia, citada accesoriamente, como punto de inicio para esta deliberación. El
Comité organizador de la Conferencia de Bruselas añadió a la fórmula de Varsovia,
entre paréntesis, la palabra ”terrorismo”. Este suplemento accidental pasó a ser de tal
importancia, que después se trató como tema principal, en detrimento del asunto
inicial; ya no se trató el tema del empleo intencional de todos los medios capaces de
hacer correr un peligro común y se pasó a codificar un nuevo delito, el terrorismo.(1)
Así, por ejemplo, el incendio de una casa es un delito que consiste en causar el peligro
común, porque el fuego puede extenderse a las casas que están cerca, pero no puede
considerarse como un delito contra el derecho de gentes, porque no presenta ninguna
amenaza a los intereses de la comunidad internacional. Partiendo de la fórmula de
Varsovia, modificada in fine como sigue: ”…todos los medios, capaces de hacer correr
un peligro general (interestatal)”, me complace proponer a la Alta Conferencia incluir
entre los delitos contra el derecho de gentes los siguientes delitos:” a) actos de
barbarie, b) actos de vandalismo, c) provocación de catástrofes en el transporte
internacional, d) interrupción intencional de la comunicación internacional por Servicio
de Correos, Telégrafo, Teléfono o por telegrafía inalámbrica, e) propagación de
contaminación humana, animal o vegetal.
Con todo, existen delitos que reúnen en sí, los dos elementos citados. Son los
atentados, en particular, ejecutados contra un individuo como miembro de una
colectividad. La voluntad del autor tiende no solamente a perjudicar al individuo, sino,
en primer lugar, a perjudicar la colectividad a la cual pertenece este último. Estas
infracciones afectan no sólo el derecho del hombre, sino que sobre todo, minan incluso
los fundamentos del orden social.(3)
Citemos aquí, en primer lugar, las acciones de exterminio dirigidas contra las
colectividades étnicas, religiosas o sociales cualesquiera que sean los motivos
(políticos, religiosos, etc.); como por ejemplo masacres, pogromos, acciones
emprendidas para arruinar la existencia económica de los miembros de una
colectividad, etc. Del mismo modo, se incluyen aquí toda clase de manifestaciones de
brutalidad que atentan contra la dignidad del individuo, en casos en los que estos
actos de humillación surjan de una lucha exterminadora dirigida contra la colectividad
a la que pertenece la víctima.
Los efectos de tales actos superan, generalmente, las relaciones entre individuos y
sacuden las bases de la armonía de las relaciones comunes entre colectividades
particulares.
Las acciones de este tipo dirigidas contra las colectividades constituyen un peligro
general, interestatal, dado el carácter contagioso de toda psicosis social. Similares a
epidemias, pueden pasar de un Estado a otro. El peligro que representan estas
acciones tiene tendencia a volverse estable puesto que los efectos criminales, no
pudiendo ser obtenidos por medio de un único acto delictivo aislado, requieren, toda
una serie de acciones consecutivas.
Conviene destacar que los intereses morales de la comunidad internacional no son los
únicos que se ven perjudicados por los actos de barbarie, sino también sus intereses
económicos. En efecto, los actos de barbarie realizados de una manera colectiva y
sistemática, causan a menudo la emigración o la fuga desorganizada de la población
de un Estado a un refugio, lo que puede causar una repercusión en las relaciones
económicas del Estado de inmigración, dadas las dificultades de trabajo y la falta de
medios de existencia de los inmigrantes. Además, este medio de desarraigo es un
terreno propicio a toda clase de tendencias asociales (véase el reciente asesinato del
Presidente de la República Francesa [ Paul Deumer, 7 de mayo de 1932]
LOS ACTOS DE VANDALISMO.
La lucha contra una colectividad puede expresarse por una destrucción organizada y
sistemática de las obras que en el campo de las ciencias, o en el de las artes o de las
letras, son el testimonio y la prueba del alma y la ingeniería de esta colectividad. La
contribución de toda colectividad particular a la cultura internacional hace parte del
patrimonio de la humanidad entera, y guarda al mismo tiempo sus características. Por
lo tanto, la destrucción de una obra de arte de cualquier nación debe considerarse
como un acto de vandalismo dirigido contra la cultura mundial. El autor causa un daño
irreparable no solamente al propietario de la obra destruida y a la colectividad a quien
este último pertenece, (o cuyo ingenio contribuyó a la creación de esta obra) sino a la
cultura de la humanidad entera, que se ve afectada por este acto de vandalismo.
Al establecer la represión para los delitos de este género, el legislador no debe perder
de vista una prevención lo más amplia posible; pues la facilidad de cometer tal crimen,
así como lo hemos dicho más arriba, es muy grande y las oportunidades de descubrir
al culpable, mínimas. Es necesario, pues, intentar intimidar a los criminales de la
manera más deliberada. Esta es la razón por la que en caso de provocación de una
catástrofe en el transporte terrestre, aéreo o fluvial, deberá aplicarse la pena más
severa, prevista por el Código correspondiente.
Es necesario reconocer también, como bien de valor internacional, la seguridad de la
comunicación postal, telefónica, telegráfica y la telegrafía sin hilos. La acción dirigida
contra estas instalaciones causa una perturbación en las relaciones internacionales y
pone obstáculos a la vida internacional. La ruptura de una línea telefónica sobre un
pequeño sector de un Estado cualquiera, para, simultáneamente, la conexión entre
numerosos Estados que se encuentran de los dos lados del sector dañado.
Del mismo modo, es necesario considerar como delito contra el derecho de gentes la
propagación de la contaminación humana, animal o vegetal. Este delito presenta el
peligro general interestatal, dado que estas enfermedades pueden propagarse
fácilmente, de un país a otro y causar graves desastres.
Proyecto de texto.
Art. 1) Cualquiera que, por odio contra una colectividad racial, religiosa o social, o con
miras al exterminio de ésta, emprenda una acción punible contra la vida, la integridad
corporal, la libertad, la dignidad o la existencia económica de una persona que
pertenece a tal colectividad, está sujeto, por el crimen de barbarie, a la pena de (..,) a
menos que su acción esté prevista en una disposición más severa del Código
respectivo.
El autor será merecedor de la misma pena, si su acción va dirigida contra una persona
que declara su solidaridad con una colectividad similar o que se pronuncia en favor de
ésta.
Art. 2) Cualquiera que, por odio contra una colectividad racial, religiosa o social, o con
miras al exterminio de la misma, destruyera sus obras culturales o artísticas, será
pasible por el crimen de vandalismo a una pena de (…) a menos que su acción esté
prevista en una disposición más severa del Código respectivo.
Art. 3) Cualquiera que, a sabiendas, cause una catástrofe en el transporte, las vías de
comunicación internacional terrestre, aérea o fluvial, destruyendo o retirando las
instalaciones que garantizan el funcionamiento regular de estas vías de comunicación,
será pasible a una pena de …
Largos años he venido ocupándome del crucial tema de los delitos del Derecho de
Gentes, que incluyen los delitos de lesa humanidad y una de cuyas características
principales es que no pueden prescribir, o sea que la acción penal puede ser ejercida
contra ellos en todo tiempo (por ejemplo, los crímenes de exterminio masivo del
nazismo). Otra característica esencial de los delitos del Derecho de Gentes consiste
en que son perseguibles por los tribunales de todo los países (jurisdicción universal).
Pero ¿cómo se puede enfocar esta categoría del Derecho de Gentes? Esta pregunta
es especialmente importante, ahora, porque se comienza a observar en nuestro medio
la desnaturalización de esta categoría fundante de consecuencias jurídicas de la
entidad que hemos expresado (imprescriptibilidad, jurisdicción universal y varias más,
sobre todo, que no rija en su ámbito la definición del delito por la ley previa, escrita y
estricta).
La idea de que existen delitos previos a la ley estatal y que ofenden con gravedad
extrema las posibilidades de existencia y desarrollo de la sociedad universal tiene su
fuente más expresiva en Grocio, el padre del derecho internacional en el siglo XVII.
Esa idea de Grocio se concretó a través de un proceso histórico, cuya primera
aparición efectiva como derecho generalmente admitido por la comunidad universal
moderna se encuentra en el Tratado de Versailles, sigue en el Estatuto del Tribunal de
Nüremberg, en la fundamentación del proceso de Eichmann, en los Tribunales
Especiales creados por las Naciones Unidas para la ex Yugoslavia y para Ruanda.
Culmina con el Estatuto de Roma, que crea la Corte Penal Internacional y contiene un
catálogo de distintos delitos que caben en su jurisdicción y que, a grosso modo, cabe
dividir entre crímenes de guerra y crímenes como el genocidio, la desaparición forzada
de personas, las torturas o las persecuciones y ejecuciones masivas cuando son
perpetradas con el empleo del aparato estatal o de organizaciones que dominan un
territorio en forma similar a la que lo haría un Estado.
En este punto conviene agregar que la masividad de los crímenes de lesa humanidad
es una característica que da lugar a la aparición en la historia de una determinada
categoría, como por ejemplo la desaparición forzada de personas o a la tortura
generalizada. Empero, una vez que estos factores demoníacos comenzaron a operar y
culminaron su obra, la reacción de la sociedad universal puede expresarse en la
creación de sistemas de prevención y represión que deben ponerse en movimiento
frente a casos individuales, justamente para evitar su repetición. Tal ocurre con la
Convención contra la Tortura y su Protocolo Adicional y también respecto de la
normativa sobre la desaparición forzada de personas. Un caso aislado de tortura o un
caso aislado de desaparición forzada de persona aun bajo el mejor régimen de estado
de derecho son delitos de lesa humanidad si se los comete desde y con el aparato
estatal o cuasiestatal.
Respecto de los delitos atroces y aberrantes cometidos desde el aparato estatal para
la conservación de su existencia y finalidades, la tradición liberal, apartándose de la
idea absolutista que hacía del crimen majestatis el mayor de todos, ha colocado bajo
un régimen especial a los delitos “políticos” o sea inspirados en el fin de lesionar el
orden político establecido, cuyo caso revestido de mayor justificación, ya en la
tradición escolástica, es el de resistencia a la ocupación extranjera o al poder
usurpado.
Es común, según los autores del siglo XIX, que las resoluciones políticas no siempre
se logren con simples reuniones tumultuosas sino que también impliquen violencia
contra la propiedad y la vida. Autores de esa época enumeran casos como el
homicidio de centinelas, el robo de armas en almacenes militares. Además, en las
insurrecciones se desatan frecuentemente luchas cruentas entre facciones del mismo
campo (por ejemplo, la insurrección judía de los años ’66 o ’70 de esta era que refiere
el Bello Judaico de Flavio Josefo, o la insurrección de Irlanda en el siglo XX). La
acción misma de combatir implícita en la insurrección popular comporta la posible
comisión de homicidios y daños corporales materiales (extraigo estos datos del
riquísimo estudio que efectuó hace muchos años el extinto procurador general de la
Nación Enrique Carlos Petracchi, padre del actual ministro de la Corte Suprema
Enrique Santiago Petracchi, en el caso “Lezcano, Agustín Juan s/homicidio, amnistía,
ley 20.508”, de mayo de 1974, que se halla en el pertinente registro de la Procuración
General. Allí se efectúan muchas más apreciaciones referidas a los delitos cometidos
por convicción y los límites en que es posible considerarlos como políticos; igualmente
se repasa toda la jurisprudencia de la Corte referida a las amnistías en relación con el
delito político).
3. CONCLUSIÓN:
El iuris Gentium, derecho de las personas nace en cuanto a la relación entre estados,
para su relación pacifica, velando el bien estar de las persona. Hora se a convertido en
los derechos que regulan los delitos de carácter penal internacional, donde se juzga
los delitos siempre y cuando se cumplas las Normas Internacionales.
En un ámbito mas general el iuris gentium internacional busca castigar los delitos
piratería, falsificación de monedas metálicas, otros efectos públicos o billetes de
banco, empleo intencional de todos los medios capaces de producir un daño común,
tráfico de estupefacientes, Asesinato, Exterminio, Esclavitud, Deportación o traslado
forzoso de población, Tortura, Violación, esclavitud sexual , prostitución forzada,
embarazo forzado, esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad, que
busca salvaguardar los derechos de las personas, velando sus derechos humanos en
primera instancia y a l mismo tiempo los derechos internos del Estados.
Protegiéndolos en el extranjero como en su propio Estado.
DERECHO PENAL INTERNACIONAL (BOGGIANO)
EXTRADICIÓN:
La cooperación internacional en materia penal se manifiesta a través de la extradición, donde
un Estado entrega a una persona a otro Estado que la requiere para someterla a un proceso
penal o a la ejecución e una pena. Esta cooperación se cumple generalmente en virtud de
tratados. Además las leyes internas pueden regular esta cooperación. Pero no puede existir un
derecho internacional consuetudinario que obligue a los Estados a la extradición.
Caso “Sachs”: alemán refugiado en la Argentina fue requerido por Alemania acusado de
quiebra fraudulenta. Entonces, no había tratado de extradición entre ambos países. Tampoco
se había dictado la ley 1612. La CSJN declaró (1885) que la CN garantiza a los extranjeros la
libertad y la seguridad y, a falta de tratado internacional o de una ley especial, el Gobierno
argentino no puede entregar a ninguna persona que se encuentre en su territorio.
El juez del Estado requirente debe tener JI según los criterios del Estado requerido. Esto es
decisivo para conceder la extradición requerida.
Según el TM Penal 1889, se establecen los presupuestos substanciales de la extradición.
La pena del presunto delito en el país requirente debe ser privativa de libertad que no sea
menos de dos años. La jurisprudencia de la Corte en “Taramona” y “Acevedo” consideró, con
criterio discutible, que es la pena máxima la que debe exceder de dos años.
Convención de Montevideo de 1933 rige entre Argentina, Chile, Colombia, Dominicana,
Ecuador, Salvador, Guatemala, Estados Unidos, Honduras, México, Nicaragua, Panamá.
Cada Tratado puede o no contener normas de JI. Las tiene el TM de 1889. No las requiere el
Tratado de 1933. Rigen las reglas o criterios del país requerido de extradición.
Los requisitos substanciales y procesales del Tratado Multilateral de 1933 son subsidiarios
respecto de los que establece el Tratado de 1889 para los países vinculados.
Si la extradición solicitada no está regida por un tratado, debe aplicarse la ley 1612 y el Cód. de
Proc. en materia criminal.
Caso “Flores Méndez” (CSJN, 1975): se reconoce la naturaleza federal de las normas de JI.
Esta doctrina es desconocida en el desventurado caso “Zapata c. Sthelin”.
La excepción de extraditar a los nacionales no parece razonable. La excepción debería
basarse, en general, en la falta de garantía de debido proceso en el Estado requirente. Éste es
el fundamento más importante para denegar la extradición de requeridos por delitos políticos.
Se teme que no sean garantizados sus derechos en un juicio justo.
La repulsa (refoulement) de un extranjero perseguido en su país políticamente puede equivaler
a una entrega. España rechazó a Pierre Laval en el aeropuerto de Barajas, Madrid. Laval no
tenía autorización para aterrizar. Fue devuelto a Francia. Allí fue fusilado.
La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, aprobada por ley 15.689 prohíbe
el refoulement.
La extradición como método de cooperación penal internacional no deja de parecer un tanto
arcaica.
Hoy, la cooperación judicial penal bien podría hacerse sin que el acusado necesariamente esté
presente en el lugar del delito. El juez del lugar del acusado puede tomar todas las medidas
necesarias para posibilitar al juez extranjero examinar al acusado sin que éste deba
trasladarse. El proceso se internacionaliza sin que el acusado deba ser trasladado adonde no
quiere ir. Salvo casos particulares, el proceso puede seguirse en donde el acusado quiere vivir
o estar.
Igual cooperación se requiere, con mayor razón, para enjuiciar los delitos de iuris gentium. No
es necesario mover al acusado. Hay que hacer un proceso multijurisdiccional basado en la
cooperación judicial.
Derecho Internacional y crímenes de Lesa Humanidad
HYPERLINK "https://www.unicen.edu.ar/sites/default/files/imagenes/agentes/Giosa, Laura.jpg"
INCLUDEPICTURE "https://www.unicen.edu.ar/sites/default/files/imagecache/foto-
articulo/imagenes/agentes/Giosa%2C%20Laura.jpg" \* MERGEFORMATINET
La conmemoración de los 40 años del golpe cívico militar en Argentina, nos obliga a repensar
desde distintas aristas parte de nuestra historia.
Desde el plano del Derecho Internacional, corresponde analizar los instrumentos jurídicos
pertinentes que han establecido los estándares y obligaciones que rigen las acciones del
Estado Argentino respecto de los crímenes de Lesa Humanidad.
El Juicio a las Juntas, la sanción y posterior derogación de las Leyes de Obediencia Debida y
Punto Final, los indultos, los Juicios de la Verdad, y el desarrollo reciente de los juicios de lesa
humanidad dan cuenta de los avances y retrocesos que han marcado las últimas décadas de
vida de nuestro país.
Las primeras referencias normativas sobre los crímenes de lesa humanidad se remontan al
estatuto del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg (1945), experimentando una evolución
progresiva hasta llegar a la actual tipificación en el Estatuto de la Corte Penal Internacional. (1)
La tipificación del crimen de lesa humanidad en los Estatutos de los diversos Tribunales
Internacionales ha variado en particular, respecto a la relación que surgía entre conflicto
armado (contexto) como requisito para configurar el crimen. Así, el Estatuto del Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia entendió que los “Crímenes contra la humanidad” son
aquellos que han sido cometidos en el curso de un conflicto armado, de carácter internacional o
interno, y dirigidos contra cualquier población civil. Por su parte, el Estatuto del Tribunal Penal
Internacional para Ruanda estableció que será competente para conocer de crímenes de lesa
humanidad si estos “han sido cometidos en el curso de un ataque generalizado y sistemático, y
dirigidos contra cualquier población civil en razón de su nacionalidad o pertenencia a un grupo
político, étnico, racial o religioso”, sin incluir el elemento del contexto.
Finalmente, el concepto definitivo sobre crimen de lesa humanidad se da con la adopción del
Estatuto de Roma que lo define en su artículo 7 como “cualquiera de los actos siguientes
cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población
civil y con conocimiento de dicho ataque”, enumerando de manera no taxativa a los siguientes:
asesinato; exterminio; esclavitud; deportación o traslado forzoso de población; encarcelación u
otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho
internacional; tortura; violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado,
esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable; persecución de un
grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales,
étnicos, culturales, religiosos, de género u otros motivos universalmente reconocidos como
inaceptables con arreglo al derecho internacional; desaparición forzada de personas; el crimen
de apartheid; otros actos inhumanos de carácter similar que acusen intencionalmente grandes
sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física.
Al finalizar la última dictadura cívico militar, el sistema judicial argentino debió enfrentar y
superar numerosos obstáculos para poder juzgar los crímenes que, durante el llamado
“Proceso de Reorganización Nacional” fueron cometidos desde el Estado.
En 1985 tuvo lugar el denominado “Juicio a las Juntas”, en el que se juzgó la responsabilidad
penal de las más altas autoridades militares y que culminó, con condenas a Jorge Rafael
Videla, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Orlnado
Ramón Agosti. Este juicio se convirtió en un hito histórico a nivel mundial, ya que por primera
vez en la historia de la humanidad, la justicia civil juzgó a represores militares.
Ahora bien, sin perjuicio del valor institucional y el fortalecimiento de la democracia que
significó esta decisión, por la presión ejercida desde diferentes estamentos de la sociedad se
sancionó -el 23 de diciembre de 1986- la Ley de Punto Final y - el 4 de junio de 1987- la Ley de
Obediencia Debida. A ello debe sumarse el posterior indulto a los miembros de las juntas
militares, funcionarios de los gobiernos de facto e integrantes de las organizaciones armadas,
que completó un esquema legal de impunidad. De este modo, el Estado Argentino interrumpía
el camino que había iniciado en 1985, y se apartaba de los estándares que el derecho
internacional venía desarrollando en materia de crímenes de Lesa Humanidad.
En el año 2004, la CSJN falló en la causa “Arancibia Clavel” en la que tomando el concepto de
crimen de lesa humanidad contenido en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional,
determinó que delitos como la tortura, la desaparición forzada de personas, el homicidio y
cualquier otro tipo de actos dirigidos a perseguir y exterminar opositores políticos, deben ser
considerados crímenes contra la humanidad. Respecto de la imprescriptibilidad de los delitos,
la mayoría de la Corte señalo que, si bien no estaba en vigencia la Convención que así lo
establece, se había desarrollado una costumbre internacional que se tiene por válida como
fuente del derecho conforme al art. 118 de la CN.
Años más tarde, en el fallo “Simon” la CSJN sentó una serie de criterios esenciales para
comprender el proceso hacia la reconstrucción de la verdad y justicia que se había iniciado. Por
un lado, explicó que el sistema internacional de protección de los derechos humanos esta
constituido por un doble orden normativo: los tratados internacionales (derecho internacional de
protección de los derechos humanos) y la costumbre internacional (sistema imperativo) que
considera inadmisibles la comisión de delitos de lesa humanidad ejecutados por funcionarios
del Estado y exige que tales hechos sean investigados y castigados.
Así quedaron establecidos los principales lineamientos jurídicos que permitieron la reapertura
de los juicios contra los miembros de las Fuerzas Militares por los aberrantes crímenes
cometidos durante el periodo dictatorial que tuvo lugar entre los años 1976 y 1983 en nuestro
país.
A modo de reflexión
A 40 años del golpe cívico militar en Argentina, es necesario tomar conciencia de los avances
que se han logrado en materia de juzgamiento de crímenes de lesa humanidad en
cumplimiento con las obligaciones que surgen del derecho internacional en la materia. No se
puede dar por sentado que la tarea está cumplida, el juzgamiento y la sanción de los delitos
de Lesa Humanidad debe continuar siendo una política de Estado irrenunciable.