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LA NINA DEL- ESPEJO

Y OTROS CUENTOS
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i.� Carlota Carvallo de Núñez
Ilustraciones: Charo Patrucco
Obras Escogidas TOMO I

1990
Ediciones
El Monigote de Papel
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Agradecim lento: La edición de este primer tomo de las obras escogi-


·das de Carlota Carvallo de Núñez no hubiera sido posible sin el
generoso auspicio del CONCYTEC.

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CASA O f lt\ LITERAnJRA
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PtRVANA
J1l, SAl.A INFA1\rtH..
C'l'l.·\(,(.

. © EDICIONES EL MONIGOTE DE PAPEL / Las Mimosas 15"5, ·


Lima 4. Perú Telf. 671010.
Primera Edición. Lima, Enero de 1990.
Tiraje: 2,000 ejemplares.
Ilustraciones y Arte de Carátula: Rosario Núñez de Patrucco.
Diseño y Diagramación: Rodrigo Núñez y Rosario Núñez.
Edición y Supervisión: Rodrigo Núñez.
Impresión: Visual Service.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
INDICE

La Niña del Espejo .•...••...••• . 7


Ojo de Plata ..........•••..•..•.• 15
El Monigote de Papel •....... ·.... 23
La Mujer del Chirreclés •....• 29
El Molino de los Peces Rojos ..• 35
El Pájaro Niño •..•.••........... 41
Oshta y el Duende •. .....••..... 45
El Abuelo Volador •...•.......... 53
El Bosque de Rocas .•.•...••••• 57
Extraña Navidad .•.•.••.......• 61
El Gavilán _. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
El Apostador •.•••••••••..•.••.•.. 71
Bajo las Ramas del Lúcumo ... 77
La Niña del Papagayo •.•...••• 83
El Pájaro Dorado ......•...•..•. 87
La Flor del Tiempo ............ 95 ..-;;-;-"
Juan Oso .....•.................. 101-:.:·_:·:-/ ··.·.·:

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LA NINA DEL ESPEJO
Recuerdo n1uy bien el día en que la niña rubia apareció en nuestra
casa. Era una tarde fría y lluviosa. Los niños mirábamos con tristeza
hacia la calle tras de los vidrios, pues no nos estaba permitido salir.
- ¿ Q u é hacemos ahora? - preguntó Lina con aíre de aburrimiento ...
- Mamá no llegará hasta las ocho- dijo Maya.
Yo que era la menor de la fan1ilia intervine:
- ¿Por qué no vamos al cuarto cerrado?

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-Mamá se enojaría. Nos tiene prohibido entrar allí. ..
- ¿Qué secreto guardará? - nos preguntamos con curiosidad ...
Y entonces decidimos hacer una visita al cuarto cerrado.
- ¿En dónde está la llave?
- Y o la he visto sobre una repisa en el dormitorio de mamá ...
Corrimos a buscarla y poco después lanzábamos grandes exclan1aciones
de alegría:
- ¡Aquí está!
-¡Mía es!
- ¡Yo la encontré!
Y nos dirigimos a las escaleras que conducían al cuarto cerrado. Introdu-
jimos la llave en la cerradura y la puerta se abrió lentamente ...
Era una habitación muy oscura que olía a polvo y hume.dad. Muebles
rotos, cuadros apolillados, objetos inservibles y ropa gastada, todo se
hallaba hacinado en el más completo desorden.
Yo encontré un antiguo sombrero de plumas dentro de un baúl y nle lo
puse. Luego pregunté haciendo un expresivo mohín.
- ¿Qué tal me queda?
Todos rieron alegremente. En realidad, yo debía tener un aspecto muy
gracioso, con ese sombrero descomunal ...
- ¿En dónde hay un espejo para mirarme? - pregunté ...
En ese rincón veo uno colgado- exclamó Maya ...
Corrí hacia el lugar que mi hermanita me señalaba. Lancé un grito de
1 desencanto. El espejo parecía inservible. Cubría la luna una gran mancha
de humedad. Me encaramé sobre un cajón hasta alcanzar la altura del
espejo. Miré detenidamente. Aún quedaban pequeños círculos brillantes, en
donde se reflejaba mi figura ridículamente tocada con el gran sombrero rojo.
Arreglé mi cabello y sonreí con picardía. No advertí, mientras tanto, que y a
mis hermanos habían abandonado la habitación, para correr en busca de
nuevas aventuras yyo me hallaba sola ante el espejo. De pronto ocurrió una
cosa extraordinaria: Allí en el fondo de éste, como envuelto en tenue niebla,
había un rostro que no era el mío. Me volví bruscainente para ver a quién
pertenecía la imagen reflejada. Pero no había nadie. Miré otra vez as01nbrada
·y advertí que la niña me sonreía.
- ¿No seré yo misma? ... Veamos con calma ... Mis ojos son negros y ella los
tiene más grande$ y verdes ... Mis cabellos son castaños y esa niña los tiene
rubios y en grandes bucles que le caen sobre los hombros ...
-¿Pero entonces, si no soy yo ... ? ¿Quién puede ser? ... ¡Es otra niña!
Y luego pregunté en voz alta: ¿Cómo te llamas?
- No tengo nombre ... Lo he olvidado ... - respondió con suave voz.
-¿Entonces, por qué no sales ajugar con nosotros? ... Ven ... Te ayudaré ...

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Y extendí la mano. Pero no fué el vidrio frío lo que toqué, sino unos dedos
cálidos y pequeñitos ...
La niña rubia dio un salto y apareció junto a mí ...
- ¡Ya está! - exclamó alegremente, mientras extendía con cuidado los
volantes de s u vestido ...
-¿Cómo es posible que no tengi!l.s nombre? -dije. Y sin aguardar
respuesta, llamé a grandes voces a mis hermanos:
- ¡Maya!. .. ¡Lina!. .. ¡Antonio!
Ellos acudieron inmediatamente ...
- ¿Para qué nos llamas?
Y luego, al ver a la niña preguntaron:
- ¿De dónde ha salido?
- ¡Del espejo!
A ellos no les sorprendió lo más_ m1n1mo lo extraordinario de esta
afirmación. ¿Acaso no era po::;;ible que la niña saliera del espejo?
. -¡Ahora y a somos más para jugar! - exclamaron.
Y dimos comienzo a una diversión desenfrenada, dentro de aquella
habitación, hasta que se escucharon pasos lejanos y el chirriar de puertas
que se abrían ...
Una voz atemorizada: exclamó ...
- ¡ Y a viene mamá! ...
Cerramos la puerta y bajamos de puntillas la escalera. Dejamos la llave en
su lugar y adoptamos una actitud dé niños buenos y obedientes.
Mi madre nos besó complacida.
- ¿Se han portado bien? -preguntó ...
Todos asentimos ...
- Ya es hora de acostarse ... ¡Buenas noches! - nos dijo.
Y después de darnos un beso en la mejilla nos mandó retirarnos a nuestras
habitaciones....
En ese momento fue que yo recordé a la niña del espejo.
- ¡Lahe dejado sola! - p e n s é . Pero y a era tarde para lamentar mi descuido.
Pasó mucho tiempo antes de que pudiéramos entrar nuevainente en el
cuarto cerrado. Mi madre guardaba celosamente la llave y ninguno de no-
sotros conocía s u secreto escortdite. Ha$ta que al fin un día la olvidó sobre
su velador cuando yo estaba sola en casa. Subí las escaleras llena de
ansiedad y penetré en la oscura habitación. Me acerqué al espejo y después
de contemplarlo unos momentos empecé a notar un rostro que iba hacién-
dose más preciso, hasta llegar a mi lado.
- ¡Vamos a jugar! - l e propuse. La voz del espejo respondió:
- La última vez 111edejaste sola. Si esto vuelve a ocurrir no me verás nunca
más ...

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- ¡Perdóname! - le supliqué ...
Entonces se escucharon unos pasos que subían la escalera. Quise huir
pero ya era tarde. Mi madre asomaba la cabeza dentro de la habitación.
- ¿Qué haces ahí? - preguntó con voz severa. ¿No te he dicho tantas ve-
ces que no debes entrar en este cuarto?
Fue sólo entonces que notó la presencia de la niña ...
- ¿Y esta niña, de dónde ha venido?
- ¡Del espejo!
- ¿ E s t á s loca? ... ¡Ya te he dicho que no me gustan esas fantasías!
- ¡Pero si es verdad! ¡Ha venido desde el fondo del espejo!
Mi madre tomó a la niña rubia de la mano y la hizo salir de la habitación.
- ¡Dime en dónde vives para llevarte a tu casa! ... ¿Cómo te llamas?
- ¡No tiene nombre! - dije yo ...
Sin embargo mandó averiguar en la vecindad el domicilio de la pequeña
desconocida ...
Mientras tanto la niña había vuelto silenciosamente al espejo.
Durante mucho tiempo no pude introducirme en el cuarto cerrado, para
jugar con mi amiguita. Al fin un día mi madre emprendió un largo viaje y yo
pude penetrar en la habitación. Me acerqué al espejo. Esperé unos momen-
tos y la niña no aparecía. La llamé a grandes voces y lentaI11ente vi dibujarse
su rostro hasta que llegó junto a mí.
- ¿Qué ha sucedido? - exclamé. ¡Ahora eres mucho más pequeña que yo!
Yjugamos. Pero y a no era posible divertirnos como antes, porque a mí ya
no me gustaban las muñecas. Sin embargo, nos vimos muchas veces
durante esa temporada.
Un día llegó n1i madre sorpresivamente y n1e encontró en la habitacion
prohibida.
- ¡Mira mamá! ¡Aquí está otra vez la niña del espejo!
Mi madre la miró sorprendida ...
- ¡No ha crecido nada desde la última vez que la ví!. .. - exclamó.
- ¡Que se quede con nosotros! - le rogué ...
- ¡Si!, dijo Antonio. Cuando yo sea grande me casaré con ella.
- Llévala a tu habitación por esta noche- ordenó mi madre. Mañana le
·buscaremos un alojamiento apropiado.
Pero aquella noche la niña desapareció de la casa.
Fui muchas veces al cuarto cerrado y la llamé pero sin ningún resultado.
Un día, después de muchos ruegos apareció s u rostro en el espejo. Pero
estaba muy triste y había huellas de lágrimas en sus ojos.
- Y o quiero jugar contigo - d i j o - pero no debe venne tu madre... ¿;..
Y todos mis ruegos fueron inútiles para que mi amiguita abandona
espejo.

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· Al fin desistí de mi intento. Pasaron algunos años antes de que s e me
ocurriera volver al cuarto cerrado. Tenía y a n1ás de quince cuando u n a tarde
sin saber cómo, me encontré allí. Casi me había olvidado de s u existencia.
Miré al espejo. E s t a b a igual que siempre, con s u ancho marco dorado y u n a
gran mancha de hu1nedad que lo cubría casi por entero. Me acerqué y vi mi
imagen reflejada en u n a esquina ...
- ¡Qué bonita soy! - pensé, mientras sonreía llena de satisfacción.
Y en ese momento apareció el rostro de l a niña. Poco después é s t a s e

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hallaba junto a mí.
Esta vez tuve que inclinarme para cogerla dela mano., ¡tan pequeñita era!
- ¡Qué pena que ya no puedo jugar contigo! - le dije ...
La niña rubia se echó a llorar ...
. - ¡No voy a seguir viviendo en el espejo! - exclam.ó entre sollozos.
- ¡Yo quiero crecer como tú!
La tomé de la mano y bajé con ella la escalera.
- ¡Ahora te quedarás con nosotros para siempre. Ya no volverás al cuarto
cerrado - le dije.
Y desde entonces la niña rubia vivió con nosotros ...
Pero ocurría una cosa extraña. Todos los niños habíamos crecido. Sólo ella
pennanecía con10 siempre, frágil y pequeñita.
Cuando fui mayor y me casé, la traje a vivir con nosotros. Nacieron mis
hijos y ella ha sido su compañera inseparable. Hasta hace poco tiempo, la
mayor era de su misma estatura; Jugaban al,egremente y ésta ha sido una
época maravillosa para ellas. Pero mientras mi hija sigue creciendo, la niña
rubia conserva su mis·ma apariencia. Los bucles rubios le caen sobre los
hombros. El rostro es fino y pálido. Sus grandes ojos miran con inocencia.
Dentro de poco sólo podrá servir de compañera a mi hija menor, que empieza
a dar los primeros pasos ...
Pero me pregunto lo que ocurrirá cuando los años transcurran y todos mis
hijos hayan crecido ... ¿Quiénjug ará entonces con la niña rubia? ... ·
La niña del espejo siguió por mucho tiempo a nuestro lado. Una tarde de
invierno, me hallaba recostada en un viejo sillón, cuando se me acercó ella
y me dijo:
- Cuando tú te vayas de aquí. .. ¿Qué van a hacer conmigo? ... ¿Con quién
me voy a quedar?
- ¡Es verdad! - respondí. .. No lo había pensado.·
- ¡Todos crecen y se hacen grandes!
- La miré sorprendida. No la creía capaz de hablar tan juiciosamente ...
- Díme - preguntó. ¿En dónde está el espejo?
· ?....
-1 espeJO
- 6·C ua
- ¡Aquel viejo y manchado!. ..
- La verdad es que no lo recuerdo - respondí. Pero me parece que lo regalé
a una antigua conocida.
- ¿Y sabes dónde vive?
- La he perdido de vista desde hace mucho tien1po, pero lo puedo
averiguar ...
Unos días después tomé a la niña rubia de la mano y le dije:
- ¡Ven conmigo!
En la calle nos esperaba un coche. Subimos a él y atravesamos grandes

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avenidas, cruzamos un puente y al fin el vehículo se detuvo ante una casa
de humilde.apariencia ...
Llamé a la puerta y acudió a recibirme una mujer anciana y encorvada.
Me reconoció inmediatamente, lanzando. grandes exclamaciones de ale-
gría.
No podía explicarle el motivo por el cual había ido a buscarla después de
tantos años.
- ¿ Y esta niña? - m e preguntó ...
- Es una de mis nietas - mentí, para no dar más explicaciones. La acarició
enternecida y luego se quedó callada. Por un instante temí que la reconocie-
ra, pero luego se desvió la conversación y hablamos de otras cosas.
En el momento de despedirme;· sin dar mucha importancia a mi pregunta
dije:
- ¿ Y conservas todavía el espejo que te regalé?
- Lo tengo en mi habitación ... ¿Cómo habría de desprenderme de él?
_,, ¿Podría verlo un momento?
La mujer asintió y nos hizo pasar. Allí en la pared, junto a su lecho pendía
el gran espejo.
- V o y a abrir la ventana - d i j o ella. La habitación está muy oscura ...
Cuando volvió a mi lado unos momentos después yo me encontraba sola.
La niña había desaparecido ...
En el fondo del espejo se agitaba todavía una especie de niebla que fué
borrándose lentamente ...

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OJO DE PLATA
Nunca vi un caballo mas hermoso. Sus grandes ojos relampaguea-
ban. Tenían la extraña particularidad de volverse rojos como la san-
gre o luminosos como estrellas. Cambiaban según la hora del día y
la luz que se refleja,ba en ellos. Sus crines eran blancas, la cola abundante
y sedosa y cuando galopaba lo hacía tan velozmente que parecía volar sobre
la tierra.
La forma como descubrí tan maravilloso animal fue por demás extraña.
Esto ocurrió hace mucho tiempo, cuando aún vivía con mi familia en la
herrería del pueblo.

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. Cierta noche escuchamos fuertes golpes en la puerta y 111ipadre desper-
tando bruscamente gritó:
- ¡Pedro! ¡Anda a ver quién toca!
Yyo restregándome los ojos y dando un traspiés, fui a ver quién llamaba.
En la calle encontré a un hombre delgado, alto, envuelto en un oscuro
poncho. Llevaba de las riendas un hermoso caballo blanco.
- ¡Llama a tu padre! ¡Quiero que ponga una herradura a mi caballo!
- Es tarde señor. Mi padre está descansando.
- ¡No importa! Le pagaré bien. Anda a buscarlo.
Y acercó a mi rostro una bolsa llena de monedas tintineantes. Corrí a dar
a mi padre el encargo. Cuando le dije que aquel señor podría ser muy rico,
se levantó de la cama y fue a su encuentro. Una vez asegurada la herradura,
el desconocido pagó a mi padre espléndidamente. Luego preguntó si no nos
sería posible darle alojamiento por esa noche. Mi madre respondió que la
casa era estrecha y pobre y no teníamos ninguna habitación disponible.
Entonces el desconocido nos pidió que le guardáse111os el caballo, a lo cual
mi padre accedió.
- N o olviden que se llama Ojo de Plata -dijo antes de marcharse.
Transcurrieron algunos días y nadie se presentó a reclamar el animal.
- Si hasta mañana no ha regresado su dueño - me dijo mi padre- irás
a buscarlo en todas las posadas del_ pueblo.
Al dia siguiente recorrí todos los lugares en donde el desconocido podía
haberse alojado, pero todo fue inútil. Rendido de cansancio me disponía a
' afrontar la ira de mi padre, cuando de pronto se 111e ocurrió montar en el
caballo.
Mis hermanos se hallaban jugando a la puerta de nuestra casa.
- ¡Miren que buen jinete soy! - grité muy ufano.
Pero ellos continuaron distraídos en sus juegos_ sin responderme. Le hablé
a mi madre, pero ella siguió ocupada en sus tareas, sin prestarme la menor
atención.
Desmonté de mi cabalgadura y todos quedaron muy sorprendidos.
- ¿ E n dónde estabas? ¿Cómo no te hemos visto llegar? -preguntaron.
Salió mi padre y al verme exclan1ó:
- ¿No te encé:lrgué que buscaras al dueño de ese animal?
Y se me acercó con aire preocupado.
Salí galopando en el caballo blanco y escuche a mi padre que decía:
- ¿ A dónde se fue Pedro? ¿Ustedes lo han visto escapar?
Fue entonces que comprendí lo que ocurría: ese caballo tenía la virtud de
hacer invisible a quien lo montara.
Para convencerme , desmonté nuevamente y mi padre corrió en seguida
a perseguirme.

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- ¡Aquí estoy! - grité. Y sin esperar más volví a cabalgar.
Pero nadie me había escuchado y n1i padre miraba a todos lados
desconcertado.
En ese momento escuché a mis espaldas una risa burlona. En un rincón
del zaguán, arrebujado dentro de su poncho se hallaba el hombre a quien
todos buscábamos. Aquel que nos dejó a guardar su caballo.
- ¿En dónde estabas? - le pregunté.
- No he salido de esta casa un solo momento - respondió sonriendo.
-- ¿Cómo no te habí3..lnos visto?
- Sólo me podrán ver cuando yo lo permita.
Me quedé pensativo.
- ¿No quisieras prestarme tu caballo?
- Puedes tomarlo mientras yo no lo necesite ...
- ¿Te marcharás pronto?
- Aún no lo sé - respondió dando un suspiro.

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Lleno de alegría salí galopando y dí unas vueltas por la ciudad.
Cuando volví a casa esa noche me deslicé de puntillas hasta mi habitación
y silenciosamente me acosté.
Mi padre conversaba en ese momento con mi madre:
- No podemos mantener indefinidamente a ese caballo. Somos muy ·
pobres - d e c í a ella.
- ¿ Y qué hacemos con él?
- Lo venderen1os.
- ¿Y si vuelve su dueño?
- Podemos decirle que se ha escapado ...
Al otro dia salió de casa mi madre y volvió acompañada de dos hmnbres
que parecían forasteros. Examinaron al animal cuidadosamente, después
de lo cual ofrecieron un precio que a mi padre le pareció razonable y quedó
cerrado el trato. Acordaron ir a buscar el dinero, para volver en seguida.
Mientras tanto yo me acerqué a Ojo de Plata y de un salto monté sobre él.
Al notar su desaparición todos se quedaron perplejos. Lo buscaron
inútilmente. Cuando volvieron los compradores, tuvieron que marcharse
desilusionados.
Me alejé del pueblo, sin saber a dónde dirigirme. Después de atravesar ríos
y valles, llegué a un paraje rodeado de altas montañas. Encontré a un grupo
de hombres que marchaba a paso lento. Sin presentarme ante ellos - pues
iba montado en Ojo de Plata y éste me hacía invisible- me enteré de que iban
en busca de un tesoro.
Los seguí durante todo aquel día, pero cuando en la noche acamparon
desmonté de mi cabalgadura.
- ¿De dónde ha salido este muchacho? - preguntó el que parecía ser el jefe
de la expedición.
- ¡Es verdad! ¿Cómo ha aparecido entre nosotros?
Les pedí que me permitieran acompañarlos, alegando que podría serles
útil.
- ¿Para qué nos puedes servir?
-Tengo un caballo que me hace invisible y de este modo puedo enterarme
de muchas cosas - d i j e .
· - Nosotros vamos en busca de un tesoro que está sumergido en el fondo
de una laguna. Los campesinos de las inmediaciones mantienen en secreto
el lugar en donde éste se encuentra.
- ¿ Y por qué no van a buscarlo?
- Porque creen que les traerá mala suerte.
Entonces uno de ellos dijo:

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-Tengo una idea. Enviaremos por delante a este muchacho ... Nadie
sospechará de él. Escuchará las conversaciones y averiguará el lugar en
donde se halla el tesoro.
A la mañana siguiente me dirigí al lugar en donde según decían se hallaba
la laguna.
En el camino había una choza. Sobre un muro derruido se encontraba un

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chiquillo que cuidaba sus ovejas. Me acerqué a él. De su morral extrajo
algunas provisiones y se disponía a comerlas con gran apetito, cuando le
arrebaté un pedazo de pan antes de que se lo metiera a la boca. El chico
asombrado no se explicaba la forma en que éste había desaparecido y repitió
el intento con el misn10 resultado. Miró a todos lados sin comprender lo que
ocurría. Entonces desmonté de mí cabalgadura y lo saludé.
- ¿ E n dónde estabas? ¿Cómo no te he visto llegar?
- No me extraña - respondí alegremente. Tengo un caballo que al cabal-
garlo me hace invisible.
No me quiso creer. Pero luego le demostré la veracidad de mis palabras,
desapareciendo de su vista por unos instantes.
Entonces le pregunté si conocía el lugar en donde se hallaba la laguna que
guardaba un tesoro.
En ese momento salió de la choza una mujer. Tenía en la mano un huso
e hilaba un copo de lana blanca. Era la madre del 1nuchacho.
- He escuchado lo que decías acerca de la laguna. Pero no te reco1niendo
que busques ese tesoro porque te traerá la mala suerte. Los pobladores de
esta región somos ahora felices. Vivimos tranquilos y contentos. No nos preo-
cupa el dinero. Pero cuando alguien se apodere del oro, se desatará la codicia
y empezará la lucha por arrebatárselo unos a otros. Por eso n.o quiero
revelarte el lugar en donde se encuentra.
Cuando la mujer se alejó, yo le propuse a mi nuevo amigo dar una vuelta
por el pueblo vecino. Cabalgan1os en mi caballo maravilloso y de pronto
vimos a un grupo de muchachos que jugaban bulliciosamente.
-Todos ellos son mis amigos. ¿Crees que nos verán? - me preguntó.
- ¡Háblales y verás lo que sucede! - le contesté.
El chiquillo los llamó por sus nombres, pero ninguno de ellos se dió cuenta
de su presencia.
Entusiasmado exclamó:
- Si mi prestas tu caballo yo te llevaré a ver a un hechicero que sabe
muchas cosas acerca del tesoro.
Yo acepté y sellamos el convenio con un apretón de manos.
Marchamos por un angosto sendero. En la ladera de una montaña se abría
una oscura cueva. Allí encontramos al hechicero. Era un hombre muy viejo
y pequeñito.
Le· pedimos que nos contara algo cerca de la laguna en donde se
encontraba sumergido el tesoro ...
Y él habló así:
"Detrás de esa alta montaña que ustedes ven allí enfrente se encuentra la
laguna. En las noches de luna se puede ver a la orilla. sentada sobre una
roca, a una hermosa mujer que desenreda su negra cabellera con un peine

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de oro. Cuando algún viajero que recorre estos lugares se acerca, escucha
su melodiosa voz que entona tristes canciones. La mujer deja caer el peine
y en medio de sollozos y lamentos, ruega al viajero que se introduzca en el
agua para buscarlo. Pero apenas éste lo intenta queda convertido en piedra".
- ¿ Y no habrá forma de romper el encanto? - pregunté· con curiosidad.
- Lo conseguiría sólo aquel que fuera capaz de resistir a los ruegos de la
mujer. Entonces encontraría en el fondo d la laguna dos grandes vasijas.
Una de ellas está hecha de tierra rojiza, la otra de un metal brillante. Sin
mirar lo que contiene debe de elegir la primera y sacarla fuera de la laguna.
Si lo consigue, todo el oro que guarda será suyo. Si escoge la de metal atraído
por s u brillo, sólo encontrará unas cuantas piedras en s u interior.
Di las gracias al anciano y nos despedimos de él. Luego fui en busca de los
expedicionarios. no sin antes haber permitido a mi amigo dar unas vueltas
por el pueblo, montado en n1i caballo. Referí a aquellos hombres todo lo que
había averiguado acerca del tesoro.
Echaron suertes para ver quién iría a buscarlo. E s a noche salió la luna y
uno de nuestros compañeros se dirigió a la laguna. Al día siguiente
esperamos inútilmente s u vuelta.
Por tres días consecutivos salieron de dos en dos nuevos expedicionarios
con el mismo resultado. Al fin sólo quedábamos el más joven de la partida
yyo.
Cuando menos pensé también él marchó. Pero lo que me entristeció
profundamente fue advertir que mi caballo había desaparecido. Supuse que
lo había utilizado para hacer más rápida s u ascención a las montañas.
Decidí ir a buscarlo. Llegué a l a laguna después de una· agotadora
caminata. Era aquel un lugar desolado, rodeado de altos cerros cubiertos
por nieves perpetuas. El frío era insoportable. Sin embargo decidí esperar
hasta la noche, cuando aquella mujer misteriosa se hiciera visible.
Con mucho trabajo logré mantenerme despierto, en medio de la oscuridad.
Pero todo fue inútil. No vi ni escuché nada. Sólo el rumor del viento azotando
las pajas de l a puna.
Quizás habría muerto en aquel lugar, de hambre y de frío, de no haber sido
por dos arrieros que llegaron inesperadamente hasta allí y compadecidos de
mi abandono me llevaron consigo hasta el pueblo vecino, en donde lograron
reanimarme.
Nunca más volví a ver a aquellos aventureros que fueron a buscar el tesoro.
Cansado y triste decidí retornar a mi casa. Tardé mucho tiempo en llegar
a ella. Me fue preciso hacer el recorrido a pie pues y a no tenía a mi
maravilloso caballo.
Mis padres 1ne recibieron llenos de alegría, lo mismo que mis hermanos.
Cuando entré a 1ni casa me sorprendí al notar que en un rincón del zaguán

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se encontraba como siempre arrebujado dentro de s u poncho el dueño del
caballo.
- ¿ E n dónde está Ojo de Plata? - me preguntó- ¿Por qué has vuelto sin
él?
Le conté todo lo que había ocurrido.
- ¡Has hecho muy mal en dejar a ese animal en manos de un desconocido!
¡No te lo volveré a prestar ... !
Luego empezó a emitir un extraño y penetrante silbido ...
Poco después se escuchó un rumor de cascos sobre el empedrado y
apareció galopando el caballo blanco.
- ¿Cómo has podido llamarlo desde a q u í ? - pregunté sorprendido.
- En cualquier lugar del mundo en donde se encuentre, escuchará mi
silbido - dijo. Y le acarició suavemente el lomo.
-Ahora ha llegado la hora de partir- añadió.
Le rogué que me prestara a Ojo de Plata por última vez asegurándole que
no lo volvería a dejar en manos extrañas ...
Pero todo fue inútil. Aquella noche no pude conciliar el sueño. En cuanto
amaneció corrí al zaguán en busca de Ojo de Plata, pero no lo encontré.
También s u misterioso dueño había desaparecido y nadie pudo darme razón
de su paradero.
Esta vez se habían marchado para siempre ...

22
EL MONIGOTE DE PAPEL
·· No debo dibujar en clase - escribió Tito por enésima vez. Y dió por
terminada la tarea, cerrando el cuaderno.
Ya todos sus compañeros se habían marchado. Sólo él continuaba
allí castigado por haber dibujado unos horribles monigotes, en vez de prestar
atención a la clase de aritmética.
- ¡Ya puedes irte! - l e dijo la profesora con aire severo.
Tito guardó sus libros y salió del colegio. La tarde estaba maravillosa.
Precisamente tenía pensado con Beta su compañero de clase hacer una
visita a la casa vacía. Era ésta una casa solitaria y triste, con las paredes
cubiertas de musgo y los techos agrietados. Todos los días pasaban los
colegiales delante de ella y se preguntaban por qué hacía tanto tiempo que
nadie la habitaba. Nunca un rostro de mujer los miró desde sus ventanas,

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ni se escucharon voces que proviniesen de su interior. Cuando Tito volvió del
colegio aquella tarde, no pudo resistir la tentación de contemplar la casa
vacía. Quizás Beta lo estaría esperando allí - se dijo- . Sin pensarlo mucho
dió un salto por encima de la antigua verja que daba acceso al jardín, ahora
invadido por la maleza.
- ¡Beto! - lla1nó repetidas veces, sin que nadie respondiera. Sus pasos
resonaron en aquellas habitaciones vacías, que recorrió no sin u n poco de
temor.
Cuando se convenció de que su amigo no se encontraba allí, decidió volver
a su casa , pero en ese momento, le pareció escuchar una voz que lo llamaba.
Volvió la cabeza sorprendido y sólo vió en u n rincón u n pedazo de papel
arrugado. Lo miró a la luz ... Y vió en él. .. uno de los horribles monigotes que
dibujara esa tarde durante la clase de aritmética.
Pero aún fue mayor su sorpresa cuando una voz le dijo:
- ¡Por favor, guárdam.e en tu maletín ... !
Así lo hizo Tito. Mas no había transcurrido mucho tiempo, cuando escuchó
nuevamente la voz del 1nonigote que le decía:
- ¡Toma unas tijeras y recórtame!
El tomó las tijeras que guardaba en su maletín e hizo lo que le pedía. El
papel se irguió y el hombrecillo se agrandó hasta alcanzar dos cuartas de
estatura. Era realmente feo. Tenía una gran joroba, la nariz encorvada y
unas orejas descomunales. La boca era gruesa y dejaba ver una hilera de
dientes desiguales y filudos.
- A h o r a - le d i j o - no me separaré de tí... ¡Llévaine a tu casa ... !
Tito no le hizo caso y trató de huir, pero el hombrecillo parecía tener alas
en los pies. Pasó a su lado como una flecha y se perdió de vista al doblar u n a
esquina. Dando u n suspiro de alivio, Tito pensó que al fin se había librado
de él. .. ¡Cuál no sería su sorpresa al encontrarlo en la puerta de su casa en
donde lo estaba esperando!
- ¿Cómo sabía que ésta era mi casa? - preguntó Tito con curiosidad.
- Yo lo sé todo - dijo el hombrecillo, con aire misterioso.
Tito abrió la puerta cuidadosamente creyendo que podría dejar al duende
en la calle. Mas apenas había caminado unos pasos, lo encontró encaramado
sobre el píano.
Ya ésto era demasiado atrevimiento. Lo tomó de u n brazo y corrió con él
a su dormitorio en el segundo piso, desde donde lo arrojó por la ventana,
cerrando los ojos, para no ver lo que ocurría.
- ¡Este horrible hombrecillo no se quiere ir de casa!
- ¿Qué hombrecillo? - preguntó su mamá. ¿Estás loco?
Fue sólo entonces que Tito se dió cuenta de que el personaje de papel no
era visible sino para él.

24
Quiso contárselo a su madre, pero el duendecillo le guiñó el ojo, ordenán-
dole que se callara.
Aquella noche cuando Tito se sentó a la mesa, el molesto visitante se
engulló toda su cena, dejándolo muerto de hambre. Pidió que le sirvieran
nuevamente en su plato, pero su madre que pareceía no darse cuenta de la
situación dijo:

25
- ¿Pero hasta cuando vas a con1er, hijo niío? ¡Puedes enfern1arte!. E hizo
una seña a la hermana para que retirara los platos.
Cuando Tito se fue a acostar aquella noche, cerró con llave la puerta de s u
dormitorio. Pero se dió cuenta de que la precaución había sido inútil...El
hombrecillo dormía y a en s u cai11a, y él tuvo que acostarse en el suelo.
Rompió a llorar, lleno de desesperación, pero nadie lo escuchaba. Enton-
ces se deslizó sigilosamente por el corredor, acercándose a s u madre que
dormía en su habitación.
- ¡Mamita! - le dijo- ¿No podría ir por unos días a la casa de mi abuelita?
- ¿Estás loco? ... Se acercan y a los exámenes ... ¿Quién te llevaría al
colegio? ... Y además, ¿por qué te quieres ir? ¿No te queremos bastai1te en
esta casa?
- ¡No, n1an1á!. .. ¡Yo sé que me quieren!. .. Pero hoy me h a sucedido una
cosa terrible ...
Y le contó s u aventura, desde el 1nomento en que entró a la casa vacía. Pero
su madre en vez de compadecerlo,río llena de indulgencia.
- ¿Quién te contó ese cuento, niño? Yo no veo en la casa ningun hombre
de papel... Vamos, descansa y mañana verás que todo ha sido una pesadilla.
Y lo acompañó a s u cuarto hasta que se metió en l a caina. Entonces le dió
un beso en la frente y apagó la luz.
Pero Tito no pudo dormir aquella noche. Llegó a la conclusión de que era
inútil contárselo a s u madre. No le creería.
Ya ainanecía cuando sus ojos se cerraron en un agitado sueño. De pronto
escuchó como si viniera desde muy lejos la voz de su ma1ná. El reloj daba en
ese momento nueve ca1npanadas. S u madre lo sacudía llena de preocupa-
ción.
- ¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo? - l e preguntaba- ¿Por qué no te has
vestido para ir a la escuela?
Pero en eso llegó s u padre y fue de opinión de que se llamara al n1édico.
Cuando se escucharon sus pasos el nhí.o abrió los ojos ... ¿Y qué fue lo que
vió? ... El médico tenía un asombroso parecido con el duende de papel. Le
hizo sacar la lengua. Le puso el termómetro y luego sentenció, mientras
escribía unos signos incomprensibles en s u libreta:
· - Est\ niño no tiene nada. Será mejor que vaya esta tarde al colegio. Asf
se curará de s u pereza.
Cuando se fue el médico, Tito oyó unas antipáticas carcajadas a la
cabecera de s u cama. No tenía necesidad de volver la cabeza para averiguar
de dónde provenían.El hon1brecillo de papel estaba allí sentado en la mesita
de noche.
- Esta tarde iré contigo a la escuela y no te dejaré hacer los temas - dijo.
Efectivamente, sentado en s u mismo pupitre, el enanillo derramó el tintero

26
sobre su cuaderno de caligrafía y cuando daba la lección de gramática, le
paso la n1ano por la frente y Tito olvidó todo lo que había aprendido.
La profesora le dijo en tono severo:
- Dile a tu mamá que venga maüana. Necesito hablar con ella.
Tito rompió a llorar, pero nadie se compadeció de s u afücción.Volvió a s u
casa y el maligno duende iba detrás de él. En s u sonrisa había una mueca
de maldad.
Aquella noche fue a visitarlo la tía Josefa, a la que todos los sobrinos
querían entraüable1nente. Cuando lo vió tan afligido le preguntó:
- ¿Qué te pasa, mi niüo?
Pero Tito temió que el hon1brecillo le impidiera hablar con la buena mujer.
De pronto tuvo una brillante idea. Sabía que cada vez que tia Josefa iba a
visitarlo le llevaba una fuente de "manjar-blanco", así que le preguntó:
- ¿Me trajiste algún regalito?
- ¡Sí Tito ... Aquí está ... !
Y desenvolviendo una fuente que llevaba en la 1nano se la dio:
- ¡Qué buen banquete me voy a dar! - exclamó el duendecillo.
Pero ésto era precisamente lo que Tito deseaba. Llevó la fuente de manjar-
blanco a la cocina, sabiendo que el duendecillo de papel iría allí a con1érsela
inmediatamente. Y así sucedió.
Mientras tanto Tito tuvo tiempo para contarle a s u tía toda la historia, sin
que nadie lo interrun1piera.
- ¡Ya sé lo que podemos hacer, sobrino! Esta noche en cuanto el duende
se haya dormido estudia bien tus lecciones, aunque te mueras de sueño.
Cuando vuelvas al colegio, entra a l a casa vacía. Lleva una cartulina grande
y un poco de goma. Extiende el papel en el suelo y procura que se te acerque
el duendecillo de papel. Cuando te pregunte qué es lo que estás haciendo,
dale un empujón para que caiga. Entonces no podrá levantarse más y tú lo
pegarás bien por los bordes, para que no se pueda mover. Sal corriendo de
allí y no vuelvas la cabeza atrás. No te compadezcas de él, por más que llore
y te suplique ...
Cuando aquella noche el duende dormía profundamente en la cama de
Tito, éste se puso a estudiar sus lecciones y a hacer sus tareas. A la mañana
siguiente Josefa llegó muy tempranito y aunque el duende trataba de que el
ch co se quedase dormido como el día anterior y no fuera al colegio, la tía lo
sacudió con fuerza durante largo rato. Tito abrió un ojo y se volvió a dormir,
pues una flojera invencible se había apoderado de él.
- ¡Tito! ¡Tito! ¡Levántate ... recuerda mis consejos! - l e decía la mujer.
Haciendo un gran esfuerzo, Tito se vistió y se peinó. Ala hora del desayuno,
el hombrecillo de papel se comió como siempre la mejor parte. Tito se// : /
despidió de s u man1á y salió en dirección de la escuela. //
//
27
El duende trató de distraerlo. Le n1ostraba todas las cosas agradables e
interesantes que podría hacer si no asistía a sus clases.
- ¡Mira, si corrieras tras de esas mariposas, en vez de ir a la escuela .. .1
- Si te quitarás los zapatos y bundieras los pies dentro de aquella
acequia ...
- Si descansaras un rato bajo la sombra de ese arbol. ..
Pero Tito seguía su camino sin detenerse, resistiendo todas las tentacio-
nes ...
Aquella mañana, después de mucho üempo supo su lección y reci_bió la
felicitación de su profesora... El hombrecillo lleno de furia se dedicó a
arrancar todas las páginas de su cuaderno y a tirarlas al suelo. Pero Tito sin
hacerle caso iba copiando rápidamente todo en otro lugar ... Cuando salió de
la escuela se dirigió a la casa desocupada. El duende se entretenía en saltar
tapias y en arrancar las escasas plantas que crecían en el jardín.
De pronto Tito tomó la cartulina que tenía guardada y la extendió en el
suelo. Luego cubrió toda la superficie de goma.
- ¿Qué estas haciendo? - preguntó el duendecillo con curiosidad.
- Una trampa para los pajaritos -repuso é l - ¿No quieres ayudarme?
El duendecillo se acercó sin sospechar lo que iba a suceder. Tito lo empujó
y él cayó de bruces sobre la cartulina engomada.
- ¡Por favorf ¡Dame una mano para levantarmef - le suplicó.
Tito no le hizo caso, lo que obligó a su enemigo a apoyar también las manos
que ya no pudo desprender.
El resto fue cosa fácil. Con su pañuelo sujetó al monigote sobre la
cartulina, obligándolo a permanecer completamente inmóvil. Luego lo
arrugó abandonándolo en un rincón de la casa vacía.
Dio un salto sobre la tapia y echó a correr hacia su casa.
- ¿Por qué has regresado hoy tan contento? - le preguntó su mamá con
curiosidad ...
- ¡No puedo contártelo ... no lo creerías ... - respondió Tito.
Y se puso a cantar alegremente ...

28
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LA MUJER DEL CHIRRECLES
Hace muchos años recorría yo la feria de mi pueblo acompañado de
mi padre. Miraba con curiosidad las diversas mercancías que pre-
. gonaban los vendedores, cuando me llamó la atención un hombre
vestido con una parda túnica que exhibía algunas aves extrañas, cuyos
plumajes eran los más hermosos que había visto en mi vida. Me detuve a
contemplarlas en la creencia de que estaban vivas, hasta que me sorprendió
su inmovilidad.
- ¿Son de juguete? - le pregunté a mi padre.
El rió de buena gana.

29
.·- ¡Son pájaros disecados! - dijo.
- ¡Cómprame ese chirreclés! - exclamé.
Pero una mujer lo señalaba en ese momento, preguntando por s u precio.
-Escoge otro, porque el chirreclés ya tiene dueño - dijo el vendedor.
Pero como yo insistiera en que era ése y no otro el que deseaba, mi padre
extrajo un billete de su bolsillo.
La mujer ponía en ese momento s u última moneda sobre la mano del
vendedor. Los ojos de éste brillaron de codicia y envolviendo el chirreclés en
un pedazo de papel, me lo entregó, sin hacer caso de las protestas de la
mujer, que murmuraba airadas palabras, mientras que nosotros nos
alejábamos del lugar.
Ese noche cuando me hallaba acostado, escuché unos golpes en mi
ventana. Me asomé a ver quién era y encontré a la mujer que habíamos visto
en la feria.
- ¡Dame el chirreclés que me arrebataste esta mañana! - exclamó.
-¿Cónio has podido encontrarme? ¿Quién te dijo que vivía aquí?
- Eso no importa. Cuando te haya contado mi triste historia, sabrás el
motivo por el cual yo necesito que me devuelvas ese chirreclés.
Yo la miraba sin comprender una palabra.
Y ella prosiguió:
- ¿Conoces la selva? Es una región hermosa, pero llena de peligros. Hay
en ella hermosos pájaros, p·ero también fieras y alimañas, ríos caudalosos
y árboles inmensos que crecen desordenadamente hasta el punto de impedir
el paso de los hombres. Pues bien, hace mucho tiempo yo vivía feliz en ella,
con mis padres y una hermana a la que quería entrañable1nente. Eramos
gemelas y nos parecíamos como dos gotas de agua. Aún para nuestros
padres era difícil distinguir a una de la otra. Un día n1i 1nadre murió víctima
de unas fiebres malignas y mi padre se volvió a casar.
Había conocido a mi madrastra en una aldea lejana y era una mujer muy
hermosa, pero mala y cruel. Cuando mi padre se ausentaba para efectuar
uno de esos largos viajes, ella nos castigaba severamente por los motivos
más insignificantes. Nos privaba del alimento o nos dejaba fuera de la choza,
exponiéndonos a ser devoradas por las fieras. Cuando se lo contábamos a
mi padre, él creia que todo era producto de nuestra ilnaginación. Hasta que
al fin un día en que mi madrastra había ido al monte le hablamos de los
extraños objetos que habíamos encontrado. Mi padre para convencerse fue
en busca de un baúl que ella guardaba celosamente. Allí encontró también
esqueletos de sapos y horribles lagartos disecados.
Cuando ella volvió a casa, mi padre la reconvino por los maltratos de que
nos había hecho objeto y la acusó de hechicera. Mi madrastra lloró y nos
amenazó con castigarnos por haberla calumniado.

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Al día siguiente mi padre se marchó como de costumbre, pero nunca más


lo volvimos a ver ... Busqué a mi hermana y ésta no aparecía por ninguna
parte. Pregunté a mi madrastra si conocía su paradero y ella me respondió:
- La he castigado, como te castigaré también a ti.
Y en ese momento ví a un precioso chirreclés que volaba en torno mío,

31
como tratando de llamar la atención.
- La he convertido en pájaro - me dijo, y lanzó una carcajada burlona.
Entonces yo aterrorizada me alejé de la choza con el pretexto de ir a sacar
agua del río. Llevaba el chirreclés posado sobre el hombro. Caminé todo el
día sin rumbo, arañándome el rostro con las ramas de los árboles, al tratar
de abrirme paso a través de la espesura.
Extenuada llegué a un claro del bosque. Allí ví a la puerta de una choza
a una mujer hilando. Cuando levanté el rostro descubrí que era mi
madrastra. Huí de aquel lugar y llegué a la orilla de un río. Allí se hallaba otra
mujer pescando. Al verse sorprendida me miró llena de odio. Su rostro era
también igual al de la esposa de mi padre. Seguí huyendo hasta caer
extenuada. El chirreclés que llevaba sobre el hombro me dijo:
- Mientras que tú te entregas al descanso yo voy a volar un rato para
encontrar la forma de salir de aquí.
Y antes de que pudiera responderle voló sobre las ramas de un arbusto.
En ese momento un cazador lo acechaba. Traté de llamarle la atención,
pero no lo conseguí. Poco después el chirreclés caía desplomado a tierra,
atravesado por una flecha.
El cazador lo tomó cuidadosamente entre las manos y lo introdujo en su
morral. En vano le pedí que me lo devolviera.
- ¿Qué harás con él? - le pregunté angustiada.
- ¡Voy a disecarlo para mi colección! - dijo y desapareció entre los árboles.
Yo continué vagando a la ventura. Una mañana encontré a un hombre
muy viejo, ciego que trataba en vano de atravesar un puente. Con su bastón
golpeaba en todas direcciones. Compadecida de él lo tomé de la mano y lo
ayudé a cruzar hasta la otra orilla del río.
Entonces me dijo agradecido:
-Aunque me vea viejo y débil, yo he sido un hechicero muy famoso.
Pídeme lo que quieras y haré lo posible por complacerte.
Le respondí entonces que mi mayor anhelo era encontrar a mi hermana
gemela a quien nuestra malvada madrastra había convertido en ave,
después de lo cual había sido herida por un cazador.
. Entonces me dió una bolsita que contenía las hojas de un helecho.
- Si tocas con ellas la cabeza de ese chirreclés revivirá y volverá a tener
apariencia humana ...
Desde entonces he ido de pueblo en pueblo en pos de aquel cazador que
se llevó el chirreclés herido. Esta mañana en la feria me pareció reconocerlo
en el hombre que vendía los pájaros disecados. Por eso le ofrecí todo el dinero
que poseía, pero tú me lo arrebataste. Por eso he venido a buscarlo. y esta
noche me lo llevaré aunque no lo quieras.
Conmovido por el relato de la mujer tomé la caja que contenía el chirreclés

32
y se la dí.
- ¿ Y si no es el que buscas ... ? -pregunté.
Pero ella ya no me escuchaba. Había desaparecido silenciosamente, en
medio de la noche ...
Y transcurrió el tie1npo. Yo era un hombre. Cierto día tuve que ir a la selva
con una misión de mis superiores. Navegué durante algunos días en una
pequeiia barca. Atravesé algunos ríos y de pronto se 1ne acabaron las
provisiones y tuve que bajar a tierra.
Distinguí un tan1bo cerca de la orilla y hacia el me dirigí.
Allí se hallaba una hermosa muchacha persiguiendo una mariposa. La
contemplé maravillado. Traté de hablarle, pero huyó asustada de mi
presencia.
Entonces salió a mi encuentro una mujer ya anciana y me preguntó lo que
buscaba en ese lugar.
- Vengo a llevarme algunas provisiones - l e dije.
Luego, al contemplarla con más deteninliento me pareció reconocerla.
- ¡Tú eres la mujer que se llevó mi chirreclés, hace ya mucho tiempo ... !
- Sí... Y tú eres el niii.o que n1e lo había arrebatado ...
- ¡El mismo! - respondí. ..
Y luego le pregunté con curiosidad lo que había hecho con él.
- Pues ya lo has visto ... Es esa muchacha que juega a la orilla del río -
respondió.
- ¡No puede ser ... ! ¿Acaso no me dijiste tú que eras su hermana gemela?
- ¡Sí! - respondió. Y sus ojos relampaguearon ...
- ¡Pero ella parece n1uy joven!
- Dices eso porque a mi me encuentras tan vieja y acabada ... -Aüadió
dando un suspiro- ¡Si yo te contara lo que sucedió después!
Y como la animé para que me explicara lo que quería decir con esas
palabras, ella prosiguió:
-Traje el ave hasta mi choza y froté su cabeza con las hojas de helecho.
Entonces se convirtió en una linda muchacha en quien reconocí a mi
hermana como era en la época en que mi madrastra la transformó en chi-
rreclés ... Pero ocurrió que mientras que el tiempo ha corrido para mí, trans-
formándome en una anciana, ella contínua igual que siempre y así joven y
hermosa continuará quizás eternamente ...
- ¡ T a n hermosa qu,e me he quedado maravillado al verla!- exclamé yo.
Y la anciana como si adivinara mis sentimientos dijo:
- ¡Harías muy mal en amarla! Ella no es un ser humano, porque de otro
modo envejecería como he envejecido yo ...
Me alejé de allí sin poder pensar en otra cosa que en aquella extraii.a
historia. Tomé mi barca y me interné en el corazón de la selva.

33
· Algunos meses después, cuando volvía a mi pueblo, terminada la misión
que me encomendaron, llegué al mismo lugar y me acerqué al tambo.
Experimentaba el deseo de ver nuevamente a la hermosa joven.Pero no la
hallé por ninguna parte.
En el tambo encontré como la vez anterior a la andana, quien al
reconocerme me saludó, preguntándome lo que necesitaba.
- ¿Dónde está tu hermana? - le dije sin poder ocultar mi ansiedad.
¡Quiero verla!
Ella sonrió con tristeza ...
- T e extrañará saber lo que ha ocurrido- dijo. Yo y a estoy vieja. Uno de
estos días moriré. ¿Y qué será de ella? ¡Se quedará sola en el mundo! Por eso
fuí en busca del helecho mágico. Tardé muchos días en encontrarlo. Pero al
fin lo hallé. Una noche, mientrás dormía, me acerqué a s u lecho y le rocié la
frente con la misteriosa planta. Todo resultó como yo lo había previsto.
- ¿Y ella en dónde e s t á ? - pregunté sin ocultar mi impaciencia ...
. - ¿ E l l a ?... ¿No lo estás viendo ... ? ¡Tan feliz como siempre!
Y en ese momento descubrí al chirreclés que dentro de una jaula de
carrizos saltaba de un lado a otro cantando alegremente ...

34
EL MOLINO DE LOS PECES
RQJOS
_; La abuela estaba enferma y mi madre solía ir a acompañarla. Algu-
nas veces, para no dejarme sola en casa me llevaba consigo ... Me
.· gustaba aquella vieja mansión silenciosa, en donde apenas entraba
la luz, las pesadas cortinas de terciopelo rojo, y aquellas habitaciones espa-
. ciosas, en donde cada cosa ocupaba un lugar y contaba una historia ... A
menudo la abuelita me relataba entretenidos episodios de su juventud y de
las extrañas costumbres de aquella época; .. Se consolaba así de la vida
sedentaria y triste que llevaba, confinada en una silla de ruedas a causa de
la parálisis ... S u único entretenimiento consistía en mirar desde la'ventana

35
de un torreón que había enla sala. Provista de unos prismáticos, observaba
a la gente que pasaba por la calle o se detenía a descansar en las bancas de
la plazuela.
A menudo me llamaba para contarme largas historias que eran en su
mayor parte imaginadas, pues apoyándose en simples indicios, que repetía
a través de los días.lograba darles la apariencia de realidad.
Cierta noche, mientras que todos se hallaban entregados al descanso, me
dirigí sigilosamente a la sala del torreón. Arrellanada en el sillón de la abuela,
miré hacia la plazuela que en la noche parecía transformarse, merced a las
negras sombras que proyectaban en el piso las palmeras. De pronto escuché
unos menudos pasos que subían las escaleras de mármol y se detenían ante
la puerta ... Luego ésta se abrió lentan1ente y en el umbral apareció una niña.
Me llamó poderosamente la atención el vestido que llevaba. Miró a todos
lados y luego fue a sentarse sobre la alfombra. Entonces le pregunté có1no
se llamaba y si quería jugar conmigo. Pero ella me respondió que esperaba
a otros niños que debían llegar de un momento a otro.
- ¿No has venido sola? - le pregunté.
- N o . Ya lo verás.
Y u n rumor de pisadas se escuchó nuevan1ente en la escalera.
- ¡Ya están aquí! - exclamó la niña. Y fue a abrirles la puerta. Varios
chiquillos más o menos de mi edad, irrumpieron en la sala. Allí corrieron y
jugaron hasta cansarse.
Yo les rogaba a cada instante:
- ¡Por favor! No hagan tanto ruido que mi abuelita se va a despertar ...
Pero ellos no me escuchaban y persistían en sus bulliciosos juegos.
Pronto empezó a escucharse el canto de los gallos yyo cansada de retozar,
me dormí reclinada en el sillón de la abuela.
Cuando desperté, todo estaba silencioso, nuevamente. Los niños habían
desaparecido ...
- ¿Qué diría marná si lo supiera? - pensé. Y con grandes precauciones n1e
deslicé hasta mi dormitoriÓ.
A la noche siguiente traté de pern1anecer levantada para esperar a los
pequeños visitantes, pero mi madre me sorprendió y dijo:
· - N i ñ a , ¿Qué haces levantada a esta hora? ¡Vete ala cama inmediatamen-
te!
Así pasaron algunos días antes de que pudiera disfrutar de la compañia
de mis nuevos amiguitos
Noches después, esperé a que todos se hubieran retirado a sus habitacio-
nes para volver a la sala. Nadie me vió entonces. Me senté en el sillón y 1ne
puse a observar la plazuela a través de los prismáticos.
Una turba de chiquillos corría bajo las palmeras ... Los reconocí... Eran

36
ellos ... Luego atravesaron la calle sin dejar de correr y pronto escuché sus
·menudos pasos que subían la escalera y se detenían ante la puerta. Luego
ésta se abrió y todos a la vez me dijeron:
- ¿ N o quieres venir con nosotros?

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37
Accedí llena de entusiasmo. Me condujeron al jardín y allí bajo los
frondosos árboles jugamos hasta que los gallos empezaron a cantar. Uno de
mis compañeros era un lindo muchachito de cabellos rubios y ojos oscuros
que al despedirnos me dijo:
- Mañana volveremos ... No lo olvides ...
Y yo corrí a mi alcoba y me acosté con grandes precauciones. Mi madre
había sospechado sin duda que algo extraño ocurría pues entró de puntillas
a mi alcoba y se acercó a mi lecho donde fingía estar profundamente
dormida. Me miró y luego se alejó tan silenciosamente cmno había llegado.
Pero noté que a partir de ese momento mi madre me vigilaba constante-
mente y estaba pendiente de todos mis movimientos. Así pues, tuve que
renunciar por unos días a l a compañía de mis amiguitos.
Cuando supuse que había alejado toda sospecha de mamá, respecto a mi
conducta, volví a la sala una noche y poco después aparecieron mis amigos ...
- Hoy iremos a jugar al molino- dijeron.
- ¿Al molino? - pregunté- ¿Pero es que existen molinos en la ciudad?
- ¡Naturalmente! Ya verás cómo nos vamos a divertir. Junto a él hay un
río en donde pescare1nos unos peces rojos .. .!
Me condujeron por un camino que no había visto jamás. Se levantaba el
polvo bajo nuestros pies y grandes árboles bordeaban el sendero. Un río
corría serenamente cerca del molino ... Me había quedado un poco rezagada,
cuando de pronto escuché gritos y lamentos ... Los niños corrían desordena-
mente ... Acudí presurosa al lugar en donde todos se arremolinaban, y me
dijeron que el muchachito rubio de tez pálida y ojos tristes, había caído al
río.
No pudieron salvarlo ... Todos nos n1irábamos llenos de angustia ... Está-
bamos llorosos y apesadumbrados ...
- ¡Hay que avisar a alguien ... ! - exclamé- ¡Iré a l a casa de la abuelita!
Pero nadie quiso escucharme ...
- Volvamos ... E s tarde - dijo una de mis amigas. Y n1e tomó de la mano.
Desperté en mi lecho, sin podern1e explicar có1no había llegado hasta allí.
Mi madre me sacudía en ese momento.
Toda aquella mañana experimenté una gran tristeza, recordando nuestra
aventura pasada. Más de una vez me pregunté si había ocurrido en verdad,
o se trataba sólo de un espantoso sueño ... Pero no podía librarme de l a
angustia. Entonces decidí contárselo a alguien. Mas ¿cómo revelar que
había salido en plena noche y con unos niños desconocidos? Trataría de di-
simularlo. Le diría que fue una pesadilla.
Precisamente aquella tarde me quedé sola con la abuelita ...
- ¿Qué te pasa? - me preguntó ... ¿Por qué no estás alegre como de cos-
tumbre?

38
- He tenido un mal sueño ... Tenía un amiguito y éste se ahogaba en el río.
- A s í sucedió una vez - me dijo- Hace mucho, mucho tiempo, cuando yo
era tan pequeña como tú, tenía un prilno que era mi compañero de juegos ...
Era rubio, de ojos oscuros ... Fuimos a jugar en las proximidades de un
molino ... Nadie pudo explicarse cómo ocurrió, pero de pronto se lo llevó el
río ... Algunos días después encontraron su cuerpo a muchas leguas de
distancia ...
Me quedé pensativa, pero muchos días no volví a la sala después de la
caí a del sol. Temía sufrir una impresión tan dolorosa como la pasada. Hasta
que una noche escuché unos golpecitos en la puerta de mi dormitorio. Me
levanté y fui a ver quién era. Mi amiga, la niña rubia me estaba aguardando.
- T e tengo una sorpresa - 1ne dijo- Ha llegado otra prima.
Una muchachita de rostro moreno me saludó cordialmente.
- H o y iremos a las rocas- dijeron.
Contagiada por la alegría de mis compañeras, las seguí hasta la orilla del
mar. Era un mar tranquilo y solitario. Barcos de extrañas formas pasaban
por el horizonte.
Corrimos por la playa, recogimos caracoles e hicimos agujeros en la arena.
De pronto al levantar el rostro me encontré con una niña desconocida.
Era la más grande todas. No hablaba y en su mirada había cierta tristeza.
-¿Vamos a jugar? - l e propuse ...
- No te conozco, nunca te hevisto - me respondió- ¿Por qué había de ser
amiga tuya?
No recuerdo más ... Poco después desperté en mi lecho ... Me pareció
escuchar voces que murmuraban, y pasos apresurados en los corredores.
Abuelita se había agravado. Entraban los médicos severos con sus
maletines y volvían a salir ... En las habitaciones transitaban enfermeras de
blancos uniformes y rostros inexpresivos ...
Me llevaron a mi casa. Una tarde mi madre volvió llorosa y triste. Se acercó
a mí y dijo:
- Y a se fue la abuelita. No la veremos más.
Fue éste un gran dolor .para mí. No era solamente el sentimiento de su
pérdida lo ·que me atormentaba. Yo sabía que nunca más llegarían a
buscarme mis alegres amiguitos, para jugar conmigo en el jardín ...
- ¿Qué van a hacer con la casa de la abuelita? - pregunté un día ...
- L a venderemos. Es muy grande y antigua y nadie quiere vivir en ella ...
- ¿Por qué no me llevan para verla por última vez?
Mi madre prometió acceder a mi deseo.
Una tarde me dijo:
- V e n conmigo ...
Llegamos a la casa. Había permanecido cerrada durante muchos meses.

39
La tía María se hallaba en ese momento guardando algunos objetos en un
baúl. Me acerqué tímidamente a ella y empecé a mirar. Eran cosas que
habían pertenecido a la abuelita y que adornaron en otro tiempo sus repisas
y anaqueles, entre ellas viejos retratos. De pronto lancé una exclamación.
Algo había llamado mi atención. En un antiguo marco encontré una
fotografía amarillenta y descolorida ...
La tomé en mis manos y pregunté:
- ¿Quiénes son éstos?
Mi tía empezó a explicarme:
- Esta es la abuelita cuando era niña ... Este, su primo José que se ahogó
en el río ... Este era el tío J u a n ... La tía Celeste ... A los otros no los recuerdo ...
Olvidé ya sus n01nbres ...
Pero yo no la escuchaba ... Era algo así con10 una sensación extraña. De
desconcierto· o estupor ... Todos eran mis amigos, nlis compañeros de
aventuras y paseos ... Allí estaba yo también en una esquina del retrato,
asomando la cabeza con gran dificultad ...
- ¿ Y ésta quién es? -pregunté.
Mi madre se acercó a nosotros en ese momento.
- ¿ C u á l ? -preguntó.
Y yo señalaba con el dedo una carita infantil y graciosa en la que nadie
había reparado.
Mi madre no lo sabía ... Quizás se trataba de alguna vecinita ...
- ¿Pero no ves mamá que soy yo?
- ¡No me hagas reir niña! - exclamó mi madre- este retrato tiene más de
sesenta años ...

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-
EL PAJARO NINO
:-,; Aquella mañana, cuando el pescador fue en busca de su barca, la
halló rodeada de pájaros marinos, los que al advertir su presencia
. echaron a volar asustados. Sobre la arena gris no quedaba sino un
pobre pájaro niño triste y alicaído que parecía mirar con indiferencia en
torno suyo. Cuando el hombre se aproximó notó que estaba herido, porque
sobre su pecho blanco había una huella escarlata. Compadecido de él, lo
curó, luego lo puso en un rincón de la choza y allí permaneció durante

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muchos días alimentándose con los pececillos que el buen pescador le
llevaba. Mas una tarde cuando éste regresó de la faena no lo halló como de
costumbre y se entristeció, porque le había tomado cariño y se sentía en su
compañía menos solitario. Salió a buscarlo, pero la playa estaba desierta. El
viento soplaba fuertemente y gruesos nubarrones cubrían el cielo.
A la mañana siguiente halló su barca destrozada sobre la arena. Estaba
lamentándose de su infortunio, cuando le pareció escuchar una voz que le
decía:
- No te aflijas que yo te daré otra barca.
Volvió el rostro asombrado y distinguió a su amigo, el pájaro· niño, que
desde un promontorio de arena lo contemplaba.
- ¿Cómo podrías darme otra barca? - preguntó con incredulidad.
-Arráncame una pluma blanca y sóplala .:...1e ordenó el pájaro niño.
El pescador lo hizo así y se quedó maravillado al ver que la pluma caía en
la arena convirtiéndose en una linda barquita. Mas no tuvo tiempo de
agradecer a su bienhechor, pues ya éste había desaparecido.
Aquella noche fue a visitarlo su compadre Juan, que era muy envidioso.-.
Cuando vió su barquita nueva la preguntó cómo la había obtenido y e buen
hombre, con toda sencillez le contó que era un regalo del pájaro niño.
_:.¿Y cómo podría hacer pata que me diera una igual?- preguntó el
compadre Juan.
- Si lo vuelvo a ver se la pediré - respondió el pescador.
Cierta mañana cuando se hallaba éste componiendo sus redes, se le
aproximó el pájaro niño.
- ¿Qué haces? - le preguntó.
- Ya lo ves. Mis redes estan muy viejas y pronto no podré pescar más.
El pájaro niño le ordenó entonces que le arrancara una pluma negra y que
la soplara, cosa que el buen hombre hizo inmediatamente. Las plumas
negras se convirtieron al tocar la arena en una magnífica red.
Se volvió para agradecer al pájaro niño, pero ya éste no era sino una
manchita oscura que se alejaba sobre las olas.
Cuando el compadre J u a n fue nuevamente a visitarlo yvió s u red se quedó
asombrado.
· - ¿Por qué no encerramos al pájaro niño dentro de una jaula y así podemos
pedirle todo lo que se nos ocurra? - insinuó.
- Es mi amigo y no le causaré ningún mal - respondió el pescador.
Pasó un tiempo. El pájaro niño llegó a la choza una mañana y encontró al
hombre muy triste.
- ¿Qué deseas ahora? -le preguntó.
Y el pescador respondió:
- Me siento muy solo. Desearía una compañera ...

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· Y el pájaro niño le ordenó que cazara una gaviota blanca.
Y cuando el hombre la tuvo entre sus manos se convirtió en una hermosa
muchacha. Y se fueron al pueblo vecino para casarse.
Mientras se realizaba la boda el pájaro niño los estaba aguardando dentro
de la choza. En eso llegó sigilosamente el compadre J u a n y lo metió dentro
de un saco.
Luego echó a correr con él y no paró hasta llegar a su casa que se hallaba
sobre una loma blanca, en las inmediaciones de un extensa playa. Encerró
al ave dentro de una jaula y le dijo:
-Ahora pájaro niño, dame también a mí una barca nuevecita.
Mas éste no contestó.
- Si no me das la barca te mataré - gritó enfurecido.
Pero el animalito seguía mirándolo como si no comprendiera una palabra.
Juan puso u n perol de agua al fuego y cuando estuvo hirviendo, arrojó al
pájaro niño dentro d él.
Aquella noche una extraña voz resonó por toda la casa:
- ¡ J u a n , J u a n .. .! ¿Por qué me has matado?
-¿Quién me llama?
-¿Quién te ha de llamar sino yo, el pájaro niño? -respondió la voz.
- No lo puedo creer. El pájaro niño murió dentro del perol...
- Pues yo te digo que soy la voz del pájaro niño.
Y el hombre se incorporó y buscó por toda la casa, pero no halló nada.
Y la voz parecía reírse burlonamente.
Transcurrieron muchas noches sin que el compadre J u a n pudiese dormir.
La casa se hallaba llena de extrañas voces que lo llamaban continuamente.
Hasta que una tarde llegó a visitarlo una hermana suya que era bruja. Y
cuando le hubo contado lo que le ocurría, ella le dio este consejo:
- B u s c a un caracolgrandeyvacío, yponlo delante de la puerta de tu casa.
Cuando estés seguro de que allí se ha escondido la voz, cierra la abertura del
caracol con un poco de arcilla y la tendrás p1isionera para siempre.
Así lo hizo Juan. Colocó el caracol a la puerta de su casa y cuando oyó la
voz del pájaro niño que provenía de su interior, lo tapó rápidamente ...
La voz suplicó entonces:
- ¡Déjame salir!
-Ahora eres mi prisionero.
- S i me dejas salir te daré todo lo que me pidas ...
- T e dejaré salir cuando me hayas demostrado repetidas veces tu poder
- ¿Qué deseas? - preguntó el pájaro niño.
-Quiero que mi choza se convierta en un palacio ...
No bien había acabado de pronunciar estas palabras, cuando vió su choza
convertida en una gran mansión.
Vivió feliz en ella durante algunos días, mas de pronto se sintió desconten-
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to y tomando en su mano el caracol dijo: . - ..
- ¡Voz del pájaro niño! ¿Estás ahí?
- ¡Sí, aquí estoy! ¿Qué deseas ahora?
- Quiero ser el hon1bre más rico de la tierra...
-Anda a pescar y todos los peces que caigan en tus redes se volverán de
oro - dijo la voz.
Y Juan lleno de codicia salió de su casa apresuradamente, sin despedirse
de su mujer. En su apuro había olvidado llevarse el maravilloso caracol.
Y mientras él se encontraba en alta mar. la mujer oyó unos tristes que-
jidos y se sobresaltó.
-¿Quién solloza? -preguntó.
- S o y yo - contestó la voz de pajaro niño- Búscame por favor.
Y la mujer buscó por toda la casa y al fin halló el caracol en el bolsillo de
una vieja casaca.
- ¿Por qué lloras así? - preguntó.
- Si no quieres escuchar mi llanto, arrójame al mar - le suplicó la voz.
Y la mujer fue a la playa y arrojó el caracol al agua, desapareciendo
rápidamente entre las olas.
Y el hombre que volvía de la pesca empezó a hundirse con todo su
cargamento de oro. Después de nadar por largo tiempo logró llegar hasta la
playa. Miró a todos lados y sólo vió su antigua y destartalada choza sobre la
loma solitaria.
La voz del pájaro niño empezó a mezclarse con el rumor del viento.
- ¡Aquí estoy, Juan ... Juannnnnnn!
Y su tono era por momentos más fuerte y amenazador. ..
El hombre atemorizado echó a correr sobre la arena amarillenta, en
dirección a los cerros ...
y la voz del pájaro niño se fue tras de él...

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OSHTA Y EL DUENDE
Era una mañana fría. Los altos picachos de la cordillera se halla-
ban cubiertos de nieve. Unas cuantas ovejas y llamas pacían mien-
tras que la mujer hilaba. Oshta, su hijo, arrebujado dentro de su
.poncho contemplaba el cielo intensamente azul. De pronto la mujer dijo:
- E s preciso que hoy te quedes cuidando las ovejas, mientras yo vuelvo a
la choza. Mira bien que no se vaya a perder algún animal, o se lo lleven los
pumas o los zorros.
Pero el niño se resistía a permanecer sólo. Tenía miedo. Miedo de escuchar
el viento que soplaba sobre las pajas y de no ver en torno suyo otra cosa que
las elevadas montañas.
- ¿A qué puedes temer? - insistía la madre- ¿Acaso has visto otra cosa

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desde que naciste? ¿No has escuchado a menudo el ruido de las tempesta-
des?
- Pero es que siempre estabas conmigo - exclamaba el niño.
- Porque eras pequeño, pero ahora has crecido y puedes ayudarme. Tú
cuidarás el rebaño mientras que yo lavo y remiendo nuestros vestidos. Si te
da miedo, canta. Canta cualquier cosa y así al escuchar tu voz te sentirás
más acompañado.
- ¿Y si me aburro de estar aquí sentado, sin correr ni jugar?
- Mira el cielo y piensa que es un gran camino azul. Sobre él las nubes
blancas te parecerán carneritos que se le han perdido a los pastores.
Búscalos con paciencia. Así irás descubriendo la barriguita de uno, la colita
de otro. Sin darte cuenta el tiempo habrá pasado y yo estaré esperándote
aquí para volver a nuestra casa.
Pero Oshta no se decidía a permanecer solo.
- ¿Qué hago si viene el zorro? - preguntó.
- Del zorro teme los ·embustes - le aconsejó la madre- Al zorro debes
engañarlo antes de que te engañe a tí.
- ¿Y si viene el puma?
- Si llegara el puma, te pones la mano junto a la boca para que se te oiga
mejor y gritas por tres veces:¡Mamá Silveriaaaaaaa! ... Y yo vendré con un
· garrote para librarte de él.

Y la buena mujer le explicó que también a veces solían aparecer por


aquellos lugares duendes que se burlaban de los humanos, pero no era muy
común encontrarlos. Finalmente le dió un atado que contenía papas y queso
para su almuerzo. También h¡:1bía puesto en él una pierna de pollo, que le
arrebatara la noche anterior a un zorro que se metió al corral. Después de
muchas recomendc:1ciones la madre se fue y Oshta se quedó sólo, mirando
los altos cerros nevados en la lejanía. Cuando empezó a sentir miedo se dijo
a sí mismo que ya era hora de mostrarse valiente como los hombres grandes,
y para ahuyentar sus temores se puso a cantar:
Ovejas mías venid,
ved que tan solo me encuentro
y soplad con vuestro aliento
ahuyentando el frío así...
Decid al sol que por mí,
hoy se acueste más temprano ...
Y mi madre de la mano,
vendrá a llevarme .de aquí.
Un zorro que lo estaba escuchando se acercó astutamente para felicitarlo
por lo bien que cantaba ...

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- ¡Buenos días Oshta! - le dijo- ¡Qué bien cantas!


Pero Oshta lo reconoció en seguida y le contestó:
- Mi madre me ha dicho que no me fíe de ti.
A lo que el zorro repuso:
- ¡Ah las madres! ¡Siempre tan desconfiadas!... Escuchame Oshta. Jus-
tamente estoy necesitando un buen cantor para que le dé una serenata a mi
novia, porque mañana es su santo. Ya tengo quien toque el charango. ¿Tú
no querrías venir?
- ¿Y dónde vive tu novia? - le preguntó Oshta
- ¡Allá abajito, en esa quebrada!
- ¿ Y quién cuidará mientras tanto de mis ovejas?
Y el zorro relamiéndose ya de antemano le contestó:
-¿Quién va ser sino yo?
- ¿Y cómo voy a dejar esas ovejitas tiernas que nacieron anoche?
Y el muy malvado zorro pensó que justamente eran ésas las que le gustaría
cuidar.
Pero Oshta adivinando su intención le dijo:
- ¿Pero tú crees que yo soy tonto? Lo que quieres es comerte mis ovejas ...
El zorro lo calificó de "mal pensado" y trató de convencerlo de que tenía

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buenas intenciones.
- ¡Todavía si se tratara de alguna gallinita! - le replicó- Y a propósito de
gallinas, díme Oshta, ¿no es una de ellas lo que llevas en ese atadito? ... ¡Ah!
yo sé que tu buena madre te cuida y te mima y te ha puesto una pollita tierna
en el atadito ... ¡Quién como tú que tienes a tu madre para que te alimente,
te teja tus ponchos y te lave la ropa!. .. ¡Mientras que yo! ¡Estoy solo en el
mundof
Y empezó a llorar con gran desconsuelo.
Oshta le respondió que no debía sentirse tan solo si tenía su novia, pero
el zorro fue de opinión que las novias eran inútiles y no servían para estos
menesteres ...
Oshta le explicó que. el atadito que le había dado su madre no contenía una
gallina entera, sino los restos de la que se había comido la noche anterior un
zorro, que a lo mejor no era otro que el que tenía delante. El zorro protestó
muy resentido, pues justamente la noche pasada había estado con una
tremenda jaqueca, y mal podía dedicarse a merodear por los corrales. En
cuanto a aquello de que le gustaban las gallinas era sincero en reconocerlo,
y aún más, le rogaba que le diese a probar de aquel pedazo que guardaba
para su almuerzo.
- T e convido con una condición - l e dijo Oshta- que te dejes vendar los
ojos. Entonces abrirás el hocico y yo te pondré en él un buen bocado.
Mas el zorro le respondió que no se explicaba el motivo de tanta descon-
fianza.
- Es que así estaré seguro de la cantidad que te comes - le ;:e'.spondió
Oshta.
Al fin el zorro accedió a que le vendara los ojos. aunque le parecía
francamente vergonzoso. Entonces Oshta le metió en el hocico una gran
piedra, con lo cual el zorro murió atragantado ...
Oshta, al verlo muerto palmoteó lleno de alegría.
- ¡Ya maté a este pícaro! - se dijo.
Y luego le sacó la piel para guardársela a su madre. Razón tenía la buena
mujer al aconsejarle: "Hay que engañar al zorro, antes de que te engañe a tí".
No bien había guardado la piel del zorro dentro de un saco, oyó una voz
ronca
· y desconocida que lo saludaba:
- ¡Bueno días Oshtaf
-¿Quién me habla?
-Yo, ¡el puma! - contestó la voz.
- ¿Qué se te ofrece?
-Tengo hambre y voy a comerme una de tus ovejas ...
- Más despacio, amigo - replicó Oshta- Eso tenen1os que discutirlo ...
Mas el puma opinó que no era preciso ninguna discusión, pues él escogería
la oveja más gorda para comérsela, y Oshta tendría que conformarse.
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Oshta le respondió que no lo tomaba por sorpresa, pues estaba advertido
de su llegada ...
-¿Cómo lo sabías?
- Me lo avisó el cernícalo y como tu mereces tantas consideraciones, te
adelanté el trabajo. Mira, maté la mejor de mis ovejas y la desollé para tí.
El puma no sabía como agradecer tanta mnabilidad. En realidad lo que le
ofrecía Oshta era el cuerpo del zorro al que había quitado la piel y la cabeza.
- ¡Llévatelo pronto! - l e dijo Oshta- No sea que venga mi madre y te la
quite.
Mas el puma se preguntaba por qué aquella oveja tenía un olor tan
penetrante. Oshta que sospechó su preocupación se adelantó a decirle que
había desollado la oveja con el cuchillo que había matado a un zorro y que
tal vez aún se notaba cierto olorcillo desagradable.
-Todo está muy bien -dijo el p u m a - , pero otra vez deja que yo mismo
escoja la oveja para comérmela. Si no fuera porque has tenido la gentileza
de preparármela, yo la cambiaría por otra.

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- Eso amigo sería un gran desaire - repuso Oshta.
- Lo comprendo y por eso, como soy todo un caballero, me la comeré
aunque se me atragante.
Y dicho esto se fue arrastrando el cuerpo de zorro para comérselo en unos
matorrales.
Oshta estaba muy regocijado por habérsele ocurrido semejante estratage-
ma, cuando oyó una risita burlona cerca de él.
- ¡Ji ji ji! ¡Qué bien has aprendido la lección, Oshta! Tú, el miedoso, el
pequeño, has vencido al zorro y al púma ... !
- ¿Quién eres? - preguntó Oshta.
-No me extraña que no me conozcas. Eres un simple mortal -dijo la
misma voz.
- ¿ Y t ú , no?
- Y o soy un espíritu de la tierra.
- ¿Vives siempre?
- Duraré todo el tiempo que dure la tierra y soy tan viejo como ella. ¡En
cambio tú ere tan insignificante a mi lado! ¿Qué son tus días junto a los
míos?
- ¿Y para qué has venido? - preguntó Oshta.
- Porque ví que te aburrías de estar solo ... ¿No es ridículo que te aburras
de cuidar el ganado? ¿Qué harías si tuvieras que estar como yo, ocioso, un
siglo tras otro?
- ¿ Y en que te entretienes? - le preguntó Oshta con curiosidad.
-Vago de aquí para allá. Cuando sopla el viento sobre las montañas, yo
silbo con él y nadie me siente. Cuando caen los "huaycos" yo cabalgo sobre
los peñascos y aplasto con ellos caminos y sementeras - repuso la voz.
- ¿ Y cómo no te he oído nunca?
- Porque mi risa se confunde con el estruendo de las piedras. Durante las
tempestades, es mi voz la que retumba junto con el trueno, es mi saliva la
que se mezcla con la lluvia. Mi voz es también la que se escucha junto con
la creciente de los ríos. Y mientras tanto vosotros, pobres mortales, no me
veis ni me escucháis ...
- ¿Dónde estás? ¿Por qué no me permites verte? - exclamó Oshta.
Y el duende le respondió que iba a complacerle, para lo cual bebería del
agua de su cantimplora y así tendría apariencia humana. Entonces podrían
ser amigos. Se oyó cómo bebía:
- Gluc, gluc, gluc ...
Y apareció un enanito feo. Tenía grandes orejas, nariz encorvada y ojos
oblicuos. Su color era con10 el de la tierra.
Oshta se frotó los ojos y dijo:
- ¡Pero qué feo eres duende ... !

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- A l menos eres franco. Me has caído en gracia, porque te 1nostraste astuto
engañando al zorro y al puma y n1e has divertido .Por eso voy a recompensarte·
distrayendo tu aburrimiento.
Y sacó de una bolsita muchas hermosas piedras de colores, de aquellas
que entre los hombres vale mucho dinero. Eran piedras preciosas. Le
propuso jugar con ellas y Oshta respondió que él no sabía jugar, pero el
· duende le explicó:
- Saco una piedra y la pongo dentro de mi mano. Tú debes adivinar de qué
color es y si aciertas te la regalo. Si pierdes me pagas con lo que has ganado
anteriormente. Por ejemplo: si yo tengo una esmeralda y tú dices: ¡Verde!,
es para tí. Si dices: ¡Roja!. me la guardo ... y además me das otra que hayas
ganado en otro juego ...
Y así empezaron a jugar. El duende tenía turquesas, brillantes, amatistas,
rubíes, esmeraldas, topacios. Se escuchaban sus voces ya contentas cuando
ganaban, o enfurecidas cuando perdían ... De pronto la madre empezó a
llamarlo desde lejos:
-¡Oshtaaaaa!
Entonces Oshta le dijo al duende que ya era tardey debía marcharse. Pero
éste le respondió:
-No te puedes ir. Me debes todavía ...
Oshta le dijo: He jugado toda la tarde y estamos como al principio. Ya te
has llevado todo lo que gané.
Pero el duende insistía en que debían jugar más porque las deudas de
juego eran sagradas. Y como la madre seguía llamándolo, el duende le
propuso que bebieran del agua de su cantimplora para hacerse invisibles.
Oshta aceptó y ambos desaparecieron. Sólo se escuchaban sus voces.
- ¡Verde!. .. ¡Gané!. .. ¡Azul! ... ¡Perdiste!
- ¡Amarillo! ¡Rojo! ¡Blanco!. .. ¡Negro!
Oshta rogaba:
-No quiero jugar más. Yaes tarde ... ¿Qué dirámimadre? ... Ya te gané toda
la bolsa de tus piedras ... Ahora déjame beber otra vez de tu agua maravillosa,
para recobrar mi apariencia humana ...
Y la voz del duende le replicaba burlona:
- ¡Je, je, je!. .. No bebas Oshta ...Ven, sigamos jugando ...
- Y a me lo has dicho muchas veces y te he complacido. Estoy cansado ...
- ¡Sólo una vez más!. .. - le decía el duende.
- E s o no es justo ... Quieres arrebatarme lo que he ganado. Yo quiero
volver a mi casa ... - insistía la voz de Oshta.
- ¡Je, je, je! ¿No sabes lo que te aguarda?
- ¿Qué me va a aguardar? - dijo Oshta- lo de siempre, mi madre, mis
hermanos, mi choza ...

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- ¡Oshta, no bebas ... Ya no vale la pena! - repetía el duende ...
- ¿ P o r qué?
- ¡Je j e je! ¿Sabes tú, pobre n1ortal cuánto tiempo has estado jugando?
- ¿Cómo no lo he de saber? Hemos jugado toda una tarde ... Mira, y a ha
caíd 1) la noche ... Es hora de guardar el rebaño ...
-Mucho tie1npo para un mortal como tú. Has jugado 58 años y medio ...
Oshta no pudo reprimir su impaciencia y arrebatándole la cantin1plora
volvió a beber de ella para adquirir su apariencia humana. Poco después
Oshta,el niño indio,echaba a andar en busca de sus ovejas ...
- ¡Por fin me libré de ese maldito duende! - exclan1ó. Ahora encontraré a
mi madre para que me lleve a nuestra choza ...
Pero sólo halló a una mujer muy vieja recostada en una piedra.
Al acercarse la mujer entreabrió los ojos y con voz débil dijo:
- ¡Oshta! ... ¡Querido Oshta!
- ¿Quién me llama? - preguntó él.
- ¿Quién va a ser sino tu mamá Silveria, hijito 111ío?
Oshta movió la cabeza:
- T ú buena anciana no puedes ser mi madre. Ella tiene los ojos negros y
hermosos c01110 los de las llamas ... ¡Tú los tienes tan pequeños y cansados!
... Su pelo era negro, brillante y le caía en dos trenzas gruesas sobre los
hombros ... Tú tienes el cabello blanco, como los vellones de mis ovejas ...
Y la anciana respondió:
-Créeme lo que te digo ... Yo soy tu madre, hijo mío ... ¿Aún no n1e
reconoces?
Y Oshta le preguntaba:
- ¿Pero cómo es posible, madre? ¿Qué ha sucedido?
- H a pasado tanto tiempo desde que te fuiste ... ¡58 años y medio!
- ¿ Y dónde están mis ovejitas y mis llamas?
- Se las con1ieron los pumas y los zorros ...
-Volvamos entonces a nuestra choza ... - d i j o Oshta.
- Se derrumbó del todo, hijo mío ...
- No importa, madre - la consoló Oshta ... - Mira cuántas piedras precio-
sas tengo aquí ... Construiremos una choza mucho mejor ... Compraremos
nuevamente el ganado ... Esto vale mucho dinero, mamá Silveria ...
- N a d a me importa sino que tú hayas regresado ... ¿Pero, por qué no
venías? ¡Te he llamado tanto, inútilmente! Todo ha cambiado desde entonces
-exclamó la anciana, enjugándose una lágrima ...
- ¿ Y cómo has tenido paciencia para esperarme ?-preguntó Oshta ...
Y la anciana con una sonrisa le respondió:
- ¡Para eso soy tu madre, Oshta, hijo mío!

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EL ABUELO VOLADOR
El día que celebraba su cumpleaños, después que se fueron los in-
vitados, el abuelo empezó a examinar los regalos que le habían lle-
. vado sus familiares. Con gran ilusión iba colocándolos unos junto
a otros sobre la mesa. De pronto sus ojos tropezaron con un extraño
.envoltorio en el que hasta ese momento o había reparado. Arrancó con
impaciencia el desteñido papel y lo arrojó al suelo, mientras se preguntaba:
- ¿Quién me habrá traído ésto?
Pero no había señal o indicación que denotara sµ procedencia. Contenía
un par de zapatos de color azul claro, hechos de un material raro y muy
brillante. Sin pensarlo más trató de calzárselos. Apenas lo había hecho, notó
que sus pies se despegaban del suelo y empezaba a elevarse lentamente. La
ventana que daba al patio estaba abierta y a través de ella salió a la calle, con

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gran asombro de sus numerosos nietos que se encontraban en ese momento
jugando en la calzada.
- ¿A dónde vas, abuelito? - le preguntaron.
Tomás que se hallaba un poco más apartado volando una cometa le gritó:
- ¡Agárrate de la cometa , abuelo! ¡Así podrás volver cuando se te ocurra!
El abuelo se ató el brazo al extremo del hilo de la cometa y empezó a flotar
en el aire suavemente, junto con ésta.En esta postura permaneció durante
largo rato, hasta que empezaba a anochecer y se sintió un poco cansado.
Entonces le gritó a Tomás:
- ¡Ya puedes enrollar la cuerda!
Así lo hizo el chico y poco después el abuelo apoyaba los pies sobre la tierra.
Todos: los niños esperaban regocijados, junto con algunos vecinos que
habían acudido. a ver el extraño espectáculo de un viejecito suspendido en
el aire sujetándose de una cometa.
Sin hacer comentarios el abuelito pasó cerca de ellos y entró a su casa,
mientras los muchachos se retiraban a sus hogares. Sólo a su nieto Tomás
le dijo en secreto:
- ¡Qué lindo ha estado el paseo!
Desde ese día comenzaron sus correrías. Vagaba de un lado a otro por el
cielo hasta que la noche caía en el tranquilo pueblecito.
- ¡La comida está servida! .:_ gritaban los niños, y él respondía:
- ¡Ya voy! - con una voz tan delgadita que apenas si se le podía escuchar.
- ¡Ustedes tienen la culpa de que el abuelito haga esas locuras! - dijo la
madre de Tomás, muy disgustada. Y desde ese momento trató de averiguar
como había adquirido el viejecito la mala costumbre de volar de un lado a otro
por el cielo. Al fin un día dijo triunfalmente:
- No puede ser otra cosa que esos zapatos azules, lo que le permite
elevarse por los aires. Y esa noche entró sigilosamente a sus habitaciones y
tomando los zapatos los escondió en el fondo de un viejo baúl.
A la mañana siguiente el abuelo buscó afanosamente sus zapatos y al no
hallarlos tuvo un disgusto tan grande que hasta enfermó.Llamaron al
médico. Este creyó solucionar el caso atiborrándolo de medicinas, pero éstas
no le hicieron el menor efecto. El pobre anciano se sentía cada día más débil
y deprimido.
Una mañana Tomás se acercó a su cama con muchas precauciones y le
preguntó:
- ¿No quisieras volar otra vez, abuelito?
- ¡Sí! ¡Es lo que más deseo! - respondió éste, con un hilo de voz.
El niño había descubierto el paradero de los zapatos y resolvió devolvér-

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• 1 •
1 1 1

selos. Luego le ayudó a que se los calzara, porque el pobre anciano estaba
muy débil. De pura alegría rió á carcajadas. Salió por la ventana y empezó
a vagar de un lado a otro, impulsado por el viento. Cuando Tomás hubo
enrollado el hilo de su cometa para obligarlo a volver, el abuelo le rogó que
aumentara el hilo, a fin de que su paseo pudiera extenderse más lejos
todavía.

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- ¡Ya basta, abuelito! - gritaba el niño, mientras lo veía alejarse flotando
suavemente.
Pronto el abuelito se puso bien de salud. Cada día encontraba mayor
felicidad y diversión en sus extraordinarios paseos.
Cuando llegaba la hora de almorzar sus familiares gritaban a voz en cuello:
- ¡Ven abuelito! ¡Tu sopa se enfría!
A veces lo sorprendían arrancando frutas o flores de las copas de los
árboles. Los niños tiraban entonces de la cuerda hasta que el viejito ponía
otra vez los pies en la tierra y repartía las cosas que traía. Luego frotándose
las manos con satisfacción les contaba todas las experiencias extraordina-
rias que había tenido en su recorrido.
Algunas veces sus pequeños nietos intentaban ponerse los zapatos del
abuelito para volar como él, pero con gran desencanto comprobaban que no
les era posible. Quizás el secreto consistía en algo muy simple que ellos no
habían podido descubrir todavía.
Poco a poco todos sus familiares y vecinos se fueron acostumbrando a sus
escapadas, hasta el punto de no llamarles ya la atención. Cada día el
abuelito se sentía más feliz al encontrarse suspendido en el aire. Conocía al
dedillo todos los alrededores. Sabía de memoria hasta qué punto podía
alejarse, cuándo el ovillo se había desenvuelto por completo.
Cierta vez les dió la sorpresa al llegar hasta la veleta de la iglesia del pueblo.
Entonces se puso a repicar las campanas, luego desde allí les hizo graciosas
señas, mientras reía alegremente.
El tiempo transcurría y el abuelo se iba poniendo cada día más arrugadito
y parecía demostrar menos interés por las cosas de la vida diaria ...
Una mañana antes de salir de la casa escondió dentro de su bolsillo, unas
tijeras, que alguién había dejado olvidadas sobre una mesa. Tomás empezó
a desenrollar la cuerda, a fin de que el abuelito pudiera moverse con más
libertad. Entonces éste sacó de su bolsillo la tijera y con ademán te1nbloroso,
cortó el hilo que lo sujetaba a la tierra.
Cuando los niños se dieron cuenta, ya era demasiado tarde.
- ¿ A dónde va el abuelito? - s e preguntaron con inquietud.
Salieron corriendo al patio y desde allí lo vieron como una man chita oscura
en el cielo que se iba alejando hasta perderse de vista entre la niebla.
A Tomás le pareció distinguir que desde allí agitaba los brazos, como
diciéndole ¡ADIOS! Pero no estaba muy seguro de ello.
Lo cierto es que el abuelo volador no volvió nunca más a su casita del
pueblo ...

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EL BOSQUE DE ROCAS
Se acercaban al bosque de rocas, perdido entre los cerros de la cor-.
dillera. Las piedras tomaban aspectos fantasn1ales. Emergían de las
sombras como remedo de seres hu:rp.anos. Los viajeros daban
grandes rodeos para no atravesarlo y nadie osaba acercarse por las

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inmediaciones después de la caída del sol, pues extrañas y terribles leyendas
corrían en boca de la gente acerca de los misteriosos seres que lo poblaban.
Se hablaba, sobre todo de la I!lujer de piedra. Le huían los pajaros y los
hombres. El viento se estrellaba contra ella enfurecido. El sol caldeaba su
cuerpo, y entonces era aún más terrible la quemante dureza de su regazo.
Cuando los dos hombres llegaron al bosque de rocas, el más joven y
atrevido dijo:
- ¡Quiero ver _a la mujer de piedra!
A lo que el otro respondió:
- Me guardaré bien de acercarme; anda tú solo.
El muchacho desmontó de su cabalgadura y penetró en el extraño paraje.
Era como un mundo detenido en el tiempo. Las rocas semejaban hombres
y mujeres en diferentes actitudes ... Otras parecían monstruosos seres que
se levantaban amenazantes. Había también árboles y flores de roca, como
si hubieran permanecido quietos durante siglos. Y en medio de todo, como
sumida en interminable sueño, estaba la mujer de piedra. Era asombrosa-
mente'bella, a pesar de su quietud y de la espesa capa de polvo que el tiempo
había acumulado sobre ella.
El hombre la contempló maravillado durante largo tiempo. Cuando el sol
se ocultó tras de las montañas, se alejó de allí con el propósito de volver. Y
así lo hizo apenas terminó con los asuntos que lo llevaron fuera de su pueblo.
Regresó este vez solo. Entró al bosque y se puso a contemplar a la mujer
de piedra. Llevaba ya un buen rato en el mismo lugar, cuando exclamó en
voz alta:
- ¡Qué hermosa mujer! ¡Cómo la amaría si estuviera viva!
- ¿Te gusta? - preguntó una voz muy cerca de él.
Miró en torno suyo y descubrió un viejo muy encorvado. El color de su ropa
destrozada se confundia con la tierra. Andaba apoyado en un viejo bastón.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó el joven asombrado.
- Lo mismo que tú. Contemplar a la mujer de piedra. Pero si yo te contara
la historia de este lugar - prosiguió el viejo- seguramente que huirías para
nunca más volver.
- ¿Por qué? Yo no le tengo miedo a nada ...
- Escucha joven - dijo el anciano- No creas que esta región ha tenido
siempre ese aspecto de tristeza y desolación que ahora contemplas. Hace
mucho tiempo, se extendían sobre los cerros campos cultivados. Grandes
árboles sombreaban los caminos y los pájaros cantaban alegremente entre
los pastizales. Ei dueño de estas prósperas tierras era un hombre acauda-
lado que vivía en una hermosa casa, acompañado de su mujer. Según
contaba la gente, no eran felices, porque el marido era un hombre extraño
y taciturno ... Nunca invitaba amigos a su finca, ni le gustaba tratar con sus

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semejantes. Las malas lenguas contaban que poseía secretos mágicos y no
faltaba quien añadiese que tenía tratos con el demonio ...
Cierta vez el hombre se despidió de su mujer, alegando que debía efectuar
un largo viaje. Antes de partir le hizo muchas recomendaciones, prohibién-
dole alejarse del lugar y recibir visitas. aunque se tratara de sus parientes
más cercanos. Finalmente le ordenó que todas las tardes aguardara su
regreso desde lo alto de un cerro que se levantaba detrás de la casa.
Dicho ésto montó en un hermoso caballo negro y desapareció por un
estrecho sendero.
Durante los primeros tiempos que siguieron a su partida, la mujer
obedeció las indicaciones de su marido, pero pronto los días se hicieron
demasiados largos y se aburría de su soledad. En una ocasión fue a la aldea
vecina a visitar a sus hermanas. Poco después ellas le devolvieron la visita,
acompañadas de sus maridos, y pronto se vió rodeada de personas amigas,
a las que agasajaba espléndidamente.
Un día se preparaba a dar una gran fiesta, para lo cual contrató músicos
y bailarines de los pueblos vecinos y dispuso que se sirvieran las viandas
más exquisitas. Cuando llegaron los invitados se bailó alegremente y todos
bebían chicha y conversaban con gran animación. Por el camino polvoriento
iba acercándose mientras tanto el marido. Después de larga ausencia se
preparaba a encontrar a su mujer aguardándolo, como le había recomenda-
do. Cc,ál no sería su sorpresa al escuchar desde lejos la música y las alegres
risas de los invitados. Y su sorpresa se tornó en verdadero furor al considerar
que toda esa gente se estaba divirtiendo a costa de su dinero ... Espoleó su
caballo ansioso de llegar pronto, para arrojar a los intrusos, pero se dijo que
era mejor castigarlos de otra manera. Recurriendo a sus mágicas artes,
convirtió todo aquel lugar en un bosque de piedra.
En un instante se apagaron los sonidos de los charangos y enmudecieron
las voces de los alegres bailarines. Pasados los primeros momentos el
hechicero se arrepintió de su obra. Recorrió angustiado los laberintos de
rocas. Al fin halló a su mujer. Quiso devolverle la vida y el movimiento, pero
todo fue inútil.
Sólo en las noches de luna llena, durante breves instantes, este bosque
·recobra su animación, los danzarines reanudan su interrumpido baile, los
músicos hacen vibrar las cuerdas de sus guitarras y la mujer de piedra
atiende a sus invitados ...
- ¿Y no sabes tú lo que se podría hacer para que todos recobraran su
condición humana? - preguntó muy interesado el viajero.
- Si alguien llega a este lugar en una noche de plenilunio, todo podría
volver a ser como antes. l\1ás sería preciso que siguiera mis consejos ...
- ¿Qué debo hacer? - exclamó el joven lleno de curiosidad.

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.·Y el viejo continuó:
- Vendrás a media noche, y misteriosamente todo empezará a tener vida.
El viento agitará las ramas de los árboles, los perros aullarán, los labradores
sembrarán la tierra, vendrá un grur 1 de lindas muchachas y te invitarán a
bailar, pero no has de hacerles caso, porque sucedería algo terrible. Se te
acercará entonces la mujer de piedra ... La reconocerás porque llevará un
cántaro de chicha, del que te invitará a beber. Tú la rechazarás y ella
enfurecida arrojará el cántaro al suelo y éste se romperá en pedazos. Habrá
llegado el mon1ento de tomarla de la mano y hacerla salir del bosque de rocas.
Si logras llegar hasta· el río y n1ojarle los pies en el agua, el encanto quedará
roto. Pero ten presente que ella se resistirá llorará y suplicará que la dejes.
Tú, sordo a sus ruegos la llevarás hasta el río. Si no lo logras, te convertirás
también en piedra.
- Esta noche habrá luna llena - añadió el viejo- Aguarda aquí y no
olvides nada de lo que he dicho.
Las horas transcurrían para el muchacho l ntamente. Buscó al anciano,
pero ya éste había desaparecido ...
Cuando llegó la hora señalada, todo sucedió como estaba anunciado. Las
aves nocturnas cruzaron el cielo graznando lúgubremente. Las hojas de los
árboles se agitaron con el viento ...Aquel muerto paraje recobró su alegría.
Varias hermosas jóvenes se le acercaron y lo invitaron a bailar, pero él se
negó y les volteó la espalda. Llegó entonces la mujer de piedra, a la que
reconoció en seguida. Estaba más hermosa que nunca. Quiso darle a beber
chicha, más él la rechazó. Enfurecida arrojó el cántaro al suelo, y éste se
rompió en mil pedazos. Hecho ésto la tomó de la mano y empezó a arrastrarla
en dirección al río.
La mujer lloraba y sus sollozos partían el alma, pero el muchacho se
mostraba indiferente a sus protestas ...
Ya bajaban la empinada cuesta ... Unos pasos más y llegarían a la orilla del
río. La mujer se hacía cada vez más pesada y lloraba con mayor desconsuelo.
El hombre tuvo un momento de vacilación y soltó la mano que asía
fuertemente. La luna se escondió en ese mmnento tras de una nube. El
viajero sintió un frío extraño, en todo el cuerpo. Cuando comprendió lo que
sucedía, ya era tarde. La mujer volvió a ocupar su lugar de costumbre. Pocos
momentos después, todo quedaba inmóvil y silencioso.
Por la cuesta se arrastraba penosamente, como un reptil el viejo murmu-
rando:
- ¡Otra roca más para mi bosque .. .!
Y reía maliciosamente ...

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EXTRANA NAVIDAD
: La algarabía era insoportable. Los muchachos se divertían queman-
do cohetes y haciendo sonar pitos y matracas. Ya cerca de la media-
. noche el bullicio callejero se fue apagando, los niños desaparecie-
ron en el interior de sus hogares. A través de la ventana, una anciana miraba
la calle con indiferencia. Era Josefa, la portera de una antigua casona, ·
convertida con el tiempo en casa de vecindad. Había visto la alegría hasta en
los más humildes hogares, cuando toda la familia se hallaba reunida en
torno de una mesa iluminada. Mas, para ella, no había Nochebuena. Todos
los días transcurrían igual. Estaba sola, como siempre, sin amigos ni
parientes.
Un grupo de vecinas salió apresuradamente al oír las campanas que
.llamaban a Misa de Gallo.
Josefa se cubrió los hombros con un descolorido chal y se dispuso a
dormitar un rato hasta que todos volvieran y ella pudiera recogerse en su
pequeña habitación. Pero el sueño se negaba a llegar hasta sus ojos ...
Extraños pensamientos acudían a su mente. ¡Tantos años hacía que vivía
allí! ... Ciertamente que había transcurrido mucho tiempo desde s u infancia,
cuando ella era una niña min1ada y rica que ocupaba la parte principal de
la casa y ésta no era una ruina como ahora, sino una elegante mansión llena

'61
de cortinas pesadas y muebles tapizados con sedas y brocados ...
- ¡Qué vida ésta! - se dijo- ¡Estoy aquí, sola y abandonada! No tengo a
nadie con quién conversar, ni una sóla persona amiga para contarle mis
recuerdos y tristezas ... ¡Ah, si mis padres pudieran verme, cómo se les
encogería el corazón de pena!
En esos momentos interrumpió sus meditaciones una llamada en la
puerta. Se envolvió la cabeza y cojeando por el reumatismo, salió a ver quién
era. En la oscuridad de la noche sólo vio a un extraño personaje, a quien le
faltaba una pierna. Su vestido era de lo más extravagante que uno pudiera
imaginar.
- ¡Algún disfraz! - pensó, sin sorprenderse mucho- ¿Qué desea?
- Hablar con la portera.
- Pase usted - repuso ella, haciéndose a un lado- ¿En qué puedo .
servirle?
- ¿Tendría una habitación disponible?
- Lo siento - repuso la mujer- Todas están ocupadas ...
- Entonces voy a pedirle un favor.
- D i g a usted ...
- Espero a unos amigos. ¿No podría usted proporcionarme un lugar
apropiado para nuestra reunión?
- Quizás la sala del departamento principal ... Pero la dueña se halla
ausente y sería un abuso de confianza ...
- ¿Por qué? Le garantizo que no causaremos ninguna molestia. En cuanto
terminemos con nuestro asunto nos retiraremos. Ade1nás nosotros desea-
mos que usted nos acompañe.
- ¡Si es así - dijo la mujer- no me opongo!
E introduciendo una llave en la cerradura, hizo pasar al visitante a una
oscura sala. Todo allí olía a moho yvejez. El hombre se sentó silenciosamente
en una mecedora y dejó las muletas en el suelo. Poco después se escuchó un
rumor de sedas estrujadas y apareció en la puerta una jovencita vestida de
azul. Su cabello era rubio y le caía en bucles sobre los hombros. Calzaba
pequeños zapatitos blancos y llevaba medias cortas.
- ¡Buenas noches! - dijo con un hilo de voz, y fue a sentarse en un viejo
sillón-
Nuevas llamadas se escucharon en la puerta. Un hombre vestido de levita,
con un látigo en la mano y pantalones rojos, atravesó la habitación,
cuidando de no estropear más la alfombra, que ya estaba bastante raída.
- ¿Puedo dejar el coche afuera? preguntó-
- ¡Coche! - dijo la portera y se asomó a la ventana. Efectivamente, allí
esperaba un coche viejísimo, como hací tiempo que no había visto en la
ciudad.

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- ¡Qué gente tan extraña viene esta noche- se dijo llena de asombro.
Luego entraron dos señoras de vestidos largos, pero tan viejos y descoloridos
como los anteriores.

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-¿Vendrá alguien 1nás? -pregunt ó la anciana-
- ¡Sí, aún falta un visitante y no podemos en1pezar hasta que llegue!
La portera tomó asiento en el sofá y al poco rato se quedó profundamente
dormida.
De pronto se escuchó un rumor de alegres carcajadas . Abrió los ojos y vio,
llena de estupor, que un oso enorme se balanceab a caminando de un lado
·a otro de la habitación.
- ¡Es lo último que faltaba - exclamó- que también me traigan a este
animal! ... ¿Qué diría l a dueña de casa si se enterara? ¡En mi vida he visto
gente más extraña! ¡Hagan el favor de marcharse inmediatamente!
¡Josefa! - d i j o el hombre sin pierna- ¿Así agradeces l a visita que te
hacemos?
- ¿A mí? ¿Qué relación tienen ustedes conmigo? ¡Si no los he visto en mi
vida!
.
- ¡Te equivocas,· J ose fa '.... ¡M'iranos b'1en '.... ¿ No nos reconoces?. . . . M'ira m1.
pierna rota y acuérdate de aquella tarde, cuando me la arrancaste de un
tirón ...
- ¿Y a m í ? - dijo l a jovencita - ¿No te acuerdas cuando me acostabas en
tu cama y me preparaba s el té?
- ¿ Y este pobre oso fue el que provocaba tus risas cuando se ponía a
bailar?
- ¡Me parece adivinar quiénes son! Pero, no ... ¡Es demasiado fantástico! ...
- ¡No temas dar rienda suelta a tu imaginaci ón- dij o bondadosamente
una de las señoras de vestido descolorid o- ¡Somos los jÚguetes que tuviste
en tu infancia! .. ; Esta noche estabas tan sola y triste que quisimos distraerte
haciéndote una visita ... Dejan10s nuestro lugar en aql;lel remoto mundo y a
perdido y olvidado para los hombres, y decidimos venir por unos instantes ...
La otra señora añadió:
- Queremos hacerte vivir otra vez tantas cosas agradable s del pasado ...
- ¿Recuerda s - prosiguió la jovencita rubia- cuando no sabías tus
lecciones y volvías del colegio? Me tomabas entre tus brazos y me decías:
-Cuando yo tenga hijos, no los obligaré a estudiar ...
. - ¡Y nunca tuve un niño!- dijo la portera-
- T u mamá decía:pórtate bien, niña, para que cuando seas grande te cases
y seas feliz.
- ¡Y nunca me casé! ... - exclamó con amargura la anciana- Desprecié a
tanto pretendiente, que al fin me quedé sola en el mundo ...
- ¿ Y recuerdas - d i j o el hombre sin pierna- cuando tu primo Pablo
decía- ¡Tú serás mi novia linda!. .. - y hacías un gracioso gesto. Y tu primo
Pablo se alejaba molesto, tirando la puerta.
- Yel pobre murió más tarde de unas fiebres ... Yyo me escondía detrás del

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piano para llorar, a pesar de que sólo tenía 14 aüos ...
- ¿No te gustaría volver a aquellos tiempos? - preguntó el cochero.
- ¡Si se pudiera regresar a la niüez! - exclamó la mujer.
- ¡No te pongas triste!
- ¡Cómo no voy a ponerme triste si ahora soy sólo una vieja portera!
- Olvídate de todo y juega con nosotros ... Sírvenos el té ... ¡Dále cuerda al
oso!
- ¡Para ello necesitaría tener 10 aüos como entonces!
.-También eso lo podríamos arreglar - dijo el hombre sín pierna- Cierra
los ojos y te haremos olvidar el tiempo. Verás esta casa no como es ahora,
vieja y ruinosa, sino alegre y llena de calor. En ella encontrarás a tus padres.
Te verás a ti ,misma con10 niña y todo será como entonces ...
Y el hombre sin pierna sopló sobre la frente de la anciana y ella entró de
nuevo en el mundo de s u niüez.
S u madre se hallaba sentada en un viejo sillón. Tenía entre las manos un
precioso bordado. El padre leía un libro de dorada cubierta a la luz de una
lámpara ... Y ella, Josefa, tenía entre los brazos a la muüeca rubia del vestido
azul. .. Un árbol de navidad se levantaba en medio de la habitación, lleno de
velas encendidas, y todos aquellos personajes extraños que habían venido
a buscarla a través del tiempo, colgaban de sus ramas.
- ¡Yo quiero ese oso!- gritabalaniüa- La madre se levantó y con ademán
complaciente descolgó el juguete. Ella lo tomó y colocándolo sobre l a mesa,
lo hizo bailar, mientras reía alegremente.
- ¿Te gusta l a calesa con s u cochero?- preguntó el padre, interrumpien-
do la lectura.
- ¡Es precioso, papá! - dijo l a niña, palmoteando de felicidad.
Se oyeron unos golpes en l a puerta y entró el primo Pablo y le dió un sonoro
beso en la frente.
- ¡Mira lo que te traigo! - d i j o y sacó una caja dentro de la cual había un
gracioso muñeco que empezó a dar saltos en medio de la habitación. Ella lo
reconoció: era el hombre sin pierna.
Josefa se escondió asustada.
- ¡No asustes a mi niüa! - d i j o la madre- Ella es muy sensible y de-
. licada ...
- ¡Sí! - d i j o el padre, mirando por encima de sus anteojos- Mi niüa se
casará con un príncipe ... Ella merece toda la felicidad del mundo ...
- ¿Así que no me la dareis en matrimonio? - dijo el primo Pablo sonrien-
do ...
- ¡Hay mucho tiempo por delante, pero tendrías que merecerla! ...
El primo envolvió el muñeco cuidadosamente y se lo dio a la niña, que y a
le estaba perdiendo el miedo. Luego se despidió deseándole a todos una feliz
navidad.
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- A h , ¡Este muchacho loco!- comentó el padre.
- ¡No faltaba más! - exclamó la madre- ¡Casarse con mi J osefal ¡Ya verás
el novio que ella va a tener!
- ¡No hables tanto de esas cosas delante de la niña! - d i j o el padre en voz
baja- ¡Falta tanto tiempo para eso!
- ¡Tienes razón! - respondió la madre- ¡Aunque también es verdad que
la vida pasa volando! ...
Se oyó un golpe en la puerta, seguido de otros más fuertes. Y voces que
llamaban impacientes:
- ¡Doña Josefa, hábranos la puerta que estamos de vuelta! - decían, pero
Josefa no respondía. Recostada en el viejo sillón, dormía profundamente.
- ¡Felizmente tengo otra llave! - dijo una de las vecinas.
La puerta chirrió sobre sus goznes enmohecidos y algunas personas
entraron en el antiguo zaguán.
- ¡Está abierta la sala! ¡Quizás han entrado ladrones!
- ¡Vamos a llamar a la policía!-dijo alguien.
Un chico salió para volver más tarde con un hombre uniformado.
- ¿ Y qué es de la portera? - preguntó éste.
- Seguramente h a salido, porque hemos llamado durante largo rato sin
que viniera a abrirnos.
Los vecinos se asomaron a la puerta. Doña Josefa desperezándose, se
restregaba los ojos, sin darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor.
- ¿Dónde están los ladrones? - preguntó el policía.
- ¿Ladrones? - dijo .ella- Aquí sólo entraron unos señores que me
pidieron la sala para hablar de algunos asuntos ...
- ¡Ah, la muy tonta! - dijo una mujer- ¡Eran ladrones!. .. ¿No lo sospecha-
ba usted?
- ¡Mis amigos son gente decente!-protestó doña J o s e f a - Pueden con-
vencerse. Nadie h a tocado nada .... Todo está completo en la habitación.
- ¿Y dónde están esos visitantes? ¿Hacia qué lugar se fueron?
- ¡No lo sé! - d i j o la anciana- Probablemente se alejaron tan silenciosa-
mente como habían venido ...
- ¡Esta vieja está loca! ¡Ya es tiempo de que cambien de portera!
· - ¡No; por favor!. .. - ex lan1ó ella, llena de angustia- ¿A dónde iría yo? .
Este es el único rincón que me queda en el mundo ...
Los vecinos se fueron alejando poco a poco. El policía se retiró moviendo
la cabeza, malhumorado por tan inútil llamada. Josefa, dando un suspiro.
se recogió en s u humilde habitación bajo la escalera ...
Y pensó que por unos instantes ésta había sido una de las más hermosas
navidades de su vida ...

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EL GAVILAN
Cuando yo era pequeña vivía en el pueblo un extraño hombrecillo
a quién llamábamos el Acchi. Era el encargado de distribuir el agua
1 en el pueblo. Lo llamábamos elAcchi, es decir, el gavilán, porque nos
recordaba a este pájaro, con su nariz encorvada y su torva mirada. Era feo
y contrahecho. Las mujeres del pueblo asustaban a sus chicos diciéndoles

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que iban a llamar al Acchi para que se los llevara. El enano era el terror de
los muchachos. Su vida estaba rodeada de misterio y leyenda. Algunas viejas
aseguraban haberlo visto volar en las noches de luna convertido en pájaro
y otras añadían que se alimentaba de carne humana.
El Acchi trabajaba sin descanso. Se le veía en continua agitación, llevando
sobre los hombros una larga caña, en cuyo extremo colgaban unos porongos
de agua. Los llenaba en la fuente de la plaza y luego los repartía en las casas
de la vecindad, sin que a nadie se le hubiera ocurrido pagarle este servicio.
Cuando anunciaba su presencia por un golpecillo de sus nudosos dedos, los
niños corrían a esconderse tras de las polleras de sus madres y éstas abrían
a duras penas la puerta para llenar sus vasijas con el porongo del
hombrecito, que devolvían sin darle siquiera las gracias.
¿Desde cuando desempeñaba el Acchi esta tarea? Nadie lo sabía.
Una vez, dos muchachos que jugaban en la calle tuvieron la mala
ocurrencia de seguirlo para averiguar en dónde vivía. Pero el hasta entonces
pacífico hombre se sintió disgustado y volviéndose hacia ello"s los amenazó
con el puño. Como los muchachos rieran sin hacerle caso, el Acchi..
incomodado de veras, les tiró un porongo de agua. Ellos continuaron
encaprichados, detrás de él. Esta vez furioso les gritó con voz cavernosa:
- ¡Les pesará!
Y corriendo con una ligereza increíble para sus diminutas piernas salió del
pueblo y se perdió en la lejanía.
Los muchachos se fueron riendo a carcajadas y esa noche contaron
alegremente en sus casas la aventura sucedida. Pero al día siguiente, las
mujeres esperaron en vano el toque de los nudosos dedos del Acchi en sus
ventanas. Contrariados por su ausencia, fueron al pilón decididas a castigar
su descuido. Pero otra sorpresa les aguardaba. El pilón estaba seco y el Acchi
había desaparecido.
Las mujeres tuvieron que caminar desde entonces grandes distancias
p a ra llevar el agua a sus hogares. Todos los tiestos de flores se secaron y se
echaba de menos al pobre enano, cuyos servicios nadie había sabido
agradecer.
Los viejos del pueblo ofrecieron una recompensa a quien descubriera por
·qué se había secado el chorro fresco y cristalino. Pero aunque muchos lo
intentaron, ninguno lo consiguió.
Cierto día llegó al pueblo un forastero que, por no tener donde albergarse,
pasó la noche cerca del pilón. De pronto sintió el aleteo de un ave que
descendía sobre su cabeza, y vió un inmenso gavilán. En ese momento·
empezó a brotar el agua, pero a medida que el chorro iba cayendo se la bebía
el pájaro, hasta que el chorro quedó seco. Entonces batió sus gigantescas
alas y fue a perderse en el oscuro cielo.

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Cuando contó lo sucedido a la 1nañana siguiente nadie le quiso creer. Sólo
Alicha, una hermosa niña, que tenía a su hern1ano enfermo, pensó que
quizás podría convencer al ave para que le diera un poquito de agua, porque
el pequeño se moría de sed. Y esa noche se sentó junto al pilón Y.se puso a
cantar:
Tengo un hermanito enfermo
se está n1uriendo de sed
deja que brote hoy el agua
para que pueda beber.

69
Y el chorro empezó a brotar. Alicha puso su cántaro, y éste se llenó de agua.
Muy contenta se fue a su casa y le <lió el agua a su enfermito. S u madre
contó la historia a las vecinas y éstas le suplicaron que enviase a s u hija al
pilón por segunda vez, para que les diera agua también a ellas.
Esa noche, Alicha soltó su pelo y mientras lo peinaba, se puso a cantar:
Pelo color de la noche,
brillante como el metal
por u n cantarito de agua
te lo quisiera cambiar .
.Y cortándose una trenza la puso al borde del pil(>n. U n ave bajó volando
y sin detenerse se la llevó en el pico.
Y aquella noche no se secó la fuente y las mujeres tuvieron agua en sus
hogares.
Pero el muchacho forastero se escondió la noche siguiente junto al pilón
y.cuando el gavilán bajó a beber, le dió una pedrada en la cabeza. Luego huyó
a toda carrera.
Al otro dia los vecinos encontraron tendido junto al pUón al aguatero con
la cabeza destrozada. Nunca se supo cuándo había regresado al pueblo, pero
se creía que era hecQ.icero, y se había convertido en pájaro para castigar la
ingratitud de los vecinos. Todos se alegraron de su muerte. Sólo Alicha lloró
en silencio a su pobre amigo.
Desde entonces el agua brota cristalina y en abundancia, por el pico de u n
gavilán que apareció misteriosamente tallado en la dura piedra.

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EL APOSTADOR

Vivía en u n pueblo, u n hombre que se pasaba la vida haciendo


apuestas. Una extraña suerte le acompañaba,. pues la mayor par-
te de las veces, ganaba fuertes sumas; pero su mujer estaba muy
disgustada.
- A l g ú n día nos quedaremos sin u n centavo - le decía.
. - ¿Pero no ves que siempre gano?
- Cuando menos lo pienses, perderás todo lo que poseemos - replicaba
ella...

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Mas el hombre persistía en su mala costumbre. Una tarde se hallaba con
varias amigos en u n tambo, cuando se presentó u n individuo vestido de
negro, a quien nadie había visto jamás.
- ¿Quién quiere hacer una apuesta conmigo? - preguntó.
Y como nuestro hombre no pudiera resistir a l a tentación, respondió:
-¡Yot
- ¿Qué dirías si pudiera limpiar de maleza ese terreno del frente en menos
de una hora?
- ¡A que no lo haces! Si lo consigues yo te daré esta bolsa de dinero que
llevo conmigo ...
- ¡Apostado! - dijo el desconocido.
Y envió una nube de langostas que no dejaron u n a hoja de toda l a
vegetación que ahí había crecido. E n u n instante quedó el terreno limpio.
Luego apostó a que sembraría maíz. Llegó volando una bandada de
pájaros y dejaron caer sobre l a tierra miles de granos. Entonces el desco-
nocido pronunció unas extrañas palabras y el maíz empezó a germinar.
Todos se quedaron admirados ...
- Si te gano otra vez, me servirás de criado - dijo.
Y como el apostador tenía esperanzas de recobrar lo que había perdido
respondió: - ¡Aceptado!
- Dentro de u n a hora estará molida la harina del n1aíz, y luego coceré los
panes ... - dijo.
Y así lo hizo. Luego los repartió entre todos los vecinos que allí se
encontraban.
- ¿Quién será este hombre que hace cosas tan maravillos as? - se
preguntaba n éstos.
-Despídet e de tu mujer - ordenó el desconocido- Y disponte a acom-
pañarme, porque desde hoy serás mi criado.
El apostador consoló a s u mujer que lloraba, prometiéndole volver en
cuanto le fuera posible y despidiéndose de todos s u s aniigos, partió con
aquel caballero a quien tenía que servir ...
Desde entonces n1archaba con él de un extremo a otro del mundo. Pronto
µescubrió que s u señor disfrutaba causando daño a s u s semejantes y que
era malo y cruel.
Cierta vez se detuvieron cerca de un río, en donde se estaba bañando u n
muchacho. El caballero empezó a soplar. El río creció y el pobre niño
asustado estuvo a punto de ahogarse ...
El apostador quizo salvarlo, pero s u amo se lo impidió. Una maligna
sonrisa se dibujaba en s u rostro.
Poco después, el muchacho desapareció entre las turbulenta s aguas.
Luego ordenó a s u siervo que recogiera los vestidos que había dejado en

72
la orilla y se los pusiera a un 1nuñeco de palo ...
Cuando los padres del joven fueron en busca de su hijo, y encontraron el
muñeco con su ropa, se echaron a llorar.
El apostador tenía buen corazón y no pudo contemplar el sufrimiento de
los pobres ancianos.
- ¡Devuélveles a su hijo, o no te serviré más! --exclamó.
Pero el caballero río malignamente y no accedió a sU petición ...
Aquella noche, mientras que el amo dormía a pierna suelta, su criado
huyó:
Anduvo errante durante largo tiempo, escondiéndose, pues a cada instan-
te le parecía escuchar el galope del caballo de su amo, que lo estaba
buscando.
Cuando se hallaba ya extenuado por el hambre y el cansancio, encontró
a una viejecita sucia y desgreñada, asomada a la entrada de una cueva, al
pie de una altísima montaña.
- ¿ D e quién vienes huyendo? - l e preguntó la mujer ... Y cuando el
apostador le refirió su historia, ella le dijo: Tu amo no es otro que el demonio.
Pero no puedo alojarte, porque no tardarán en llegar mis diez hijos, y ellos
no te permitirán vivir aquí. ..
- Estoy tan cansado que no podría dar un paso más ... ¡Escóndeme por
favor! - . Volvió a suplicar el _hombre ...
En ese momento se volvió a escuchar el galope de un caballo y la anciana,
compadecida del apostador, lo escondió dentro de la cueva ...
- ¿ N o has visto a mi criado?,- preguntó lleno de ira el demonio.
- Nadie ha pasado por aquí - respondió la vieja ...
Cuando el peHgro hubo desaparecido, la mujer le dió de comer y beber y
le dijo:
- En cambio ayúdame a disponer la comida para mis diez hijos. Después
limpiarás las legañas de mis ojos y me peinarás ...
El apostador no tuvo más remedio que hacer lo que la anciana le ordenaba.
Le limpió las legañas y la peinó. Luego descuartizó con un hacha cinco reses
y las puso sobre unos inmensos platos ...
- ¿Cómo serán los hijos de la vieja que así se alimentan? - se preguntaba
·lleno de terror ...
Poco después escucho un rumor extraño, coµio un fuerte aleteo, y la vieja
lo ocultó dentro de un saco de paja ...
Por un agujero, el apostador vío a 10 inmensos cóndores que llegaban
hambrientos y cansados ...
- Me huele a carne humana - dijo uno de ellos.
- ¡Aquí ha estado un mortal! - dijo el segundo.
Pero la vieja los tranquilizó.

73
- La verdad es que aquí estuvo u n pobre caminante, pero ya se fue.Quería
saber cómo haría para librarse del diablo que lo h a obligado a servirle de
criado.
- Qué dé la vuelta al mundo y haga tres buenas acciones - contestó uno
de los pájaros. Una de.ellas sería devolver la vida al muchacho que se ahogó
en el río.
- ¿ Y cómo sería posible? - preguntó la vieja ...
- Debe de encontrar al muñeco de palo y quitarle los vestidos. Luego
buscará al demonio para volverle a apostar.
- ¿ Y quién le ayudará en todo ésto?
- Que llame en su auxilio a la madre del agua ...
- Y a la madre del fuego .. .
- Y a la madre del viento ... - fueron diciendo uno tras otro los cóndores.
Cuando éstos se entregaron al sueño, la vieja abrió el saco de paja, e hizo
salir al apostador.
- ¡Ya lo has oído! - l e d i j o - ¡ Ahora vete y que te·acompañe la suerte!
El hombre bajó de la montaña y tomó el primer sendero que tenía delante.
Después de andar muchos días pasó por la orilla del río, en donde se ahogó
el niño. Encontró al muñeco de palo que estaba enterrado debajo de u n molle
y le quitó la ropa que llevaba puesta. Entonces el muchacho asomó la cabeza
del agua y río alegremente como si nada le hubiese sucedido ...
- ¡Ya va la primera! - d i j o una voz desconocida. Pero por más que buscó
no pudo descubrir quién había hablado.
Anduvo errante durante algún tiempo. Cierto día una mujer le regaló una
hermosa chirimoya y se disponía a comerla, cuando encontró a u n chiquillo
que le suplicó:
-Tengo hambre ... ¡Dáme esa chirimoya .. .!
Olvidándose de sí mismo se desprendió de la fruta, para que se la comiera
el pobre niño ...
Una golondrina pasó volando y dijo:
- ¡Va la segunda!
Ya había visitado muchos lugares y estaba próxilno a llegar a su pueblo,
cuando al atravesar u n arroyo vió en la orilla a u n pececito que daba saltos
d·esesperados por volver al agua. Lo tomó entre sus manos y lo puso
cuidadosamente en su elemento ...
- ¡Ya va la tercera! - d i j o en voz bajita un grillo y corrió a esconderse
debajo de una piedra. Y el hombre comprendió que ya estaba perdonado.
Cuando llegó a su pueblo lo recibió muy contenta su mujer y todos sus
amigos que ya lo daban por muerto. Al día siguiente volvió al tambo y
exclamó en voz alta.
- ¿Quién quiere apostar conmigo?

74
Entre los parroquianos se hallaba un hombre cubierto con una capa y un
gran sombrero negro. Lo reconoció inmediatamente. Era el demonio.
- Apostemos - dij o él también.
- Pero esta vez me toca a mí hacer la apuesta ...
- ¡Acepto! ¿Cuál es?
- Apuesto que en una noche hago secar la laguna que esta en las afueras
del pueblo.
- Está bien - dijo el diablo.
- Pero ten en cuenta que si gano me devolverás todo el dinero que me
quitaste ...
- Y si gano, volverás a ser mi criado. Mañana al amanecer nos encontra-
remos en el tambo -dijo el diablo . .
El apostador corrió a la laguna y se puso a llamar en voz alta:
- ¡Madre de las aguas!
Y una hermosa mujer salió de la laguna y le preguntó:

75
. - ¿Para qué me necesitas?
- P a r a que hagas secar la laguna.
Y la 1nujer empezó a beber el agua hasta que la laguna se secó ...
El apostador volvió al tambo y allí lo esperaba el den1onio.
- ¡Me has vencido! Toma tu dinero - dijo. Y se lo arrojó al rostro.
- Volvamos a apostar - dijo el hombre.
- ¡Aceptado! - repuso el diablo.
- T e apuesto que esta noche quemo la paja seca del campo, en seis leguas
a la redonda. Pero si gano, no me volverás a exigir que te sirva.
El apostador encendió unos troncos y se puso a llamar a grandes voces:
- ¡Madre del fuego!
Y una mujer de larga cabellera roja salió de las llamas ...
- ¿ Q u é deseas? - l e preguntó ...
- Que destruyas toda la paja del campo, en seis leguas a la redonda.
- ¡Así lo haré! - exclamó ella. Y al peinar su cabellerea la hizo volar en
todas direcciones, quemando así la mala hierba ...
Cuando volvió al tambo el apostador, le estaba esperando el diablo.
- ¡Me ganaste! - l e dijo ...Ya no tendrás que servirme.
·- A ú n falta la tercera - exclamó el apostador ... Te apuesto que dentro de
un momento hago soplar un viento tan fuerte que nadie pueda mantenerse
en pie.
- ¡Lo veremos! - dijo el demonio.
- Si gano me darás tu caballo negro ...
Y como el diablo aceptara, nuestro hombre subió a una montaña y allí se
puso a gritar:
- ¡Madre de los vientos!
Y llegó una hermosa mujer transparente y le preguntó:
- ¿Qué quieres?
- Deseo que hagas soplar un viento tan fuerte que pueda llevarse al
demonio ...
- A s í lo haré - dijo la mujer y desapareció.
Luego empezó a rugir el viento, un viento tan espantoso que arrancaba los
árboles como si fueran briznas de hierba.
El demonio al oír el estrépito se acercó a la puerta del tambo para ver lo
que ocurría y el viento se lo llevó como si fuera una pluma y no lo dejó
regresar nunca más ...
El apostador volvió a su casa y encontró un hermoso caballo negro que lo
estaba aguardando.
- ¿De dónde vienes? - le preguntó su mujer.
- De apostar por última vez en mi vida - respondió él mientras sonreía,
lleno de satisfacción.

76
BAJO LAS RAMAS DEL· LUCUMO
Lía miró entorno suyo. Estaba sola en el jardín. Frente a ella ex-
tendía sus ramas un inmenso lúcumo, cuyas hojas relucientes cen-
. telleaban a la luz del sol. Dando un suspiro se tendió sobre la hierba,
bajo la sombra del árbol. Poco después se quedó dormida. ¿Cuánto tiempo
permaneció allí? No hubiera podido precisarlo. Pero ¡qué sueños tan
maravillosos tuvo! Dos lindas niñas de cabellos lacios asomaron tras de la

77
verja que la separaba de un inmenso bosque y corrieron a s u encuentro.
- ¿Quieres jugar con nosotros? - le preguntaron.
Ella asintió.
- ¡Vamos a recoger florest - d i j o la más pequeña.
- ¡Cazaremos pájaros! - propuso l a otra.
Luego abrieron l a verja para que Lía pudiera correr por el sendero que
conducía al bosque. Saltaron sobre los arroyos persiguiendo multitud de
mariposas azules. Llegaron después a una colina desde donde se distinguía
un pueblo lejano de casitas blancas con tejados rojos. Lía no experimentaba
ni frío ni calor. Una fresca brisa le azotaba el rostro y hacía ondear s u s
cabellos negros sobre l a espalda.
- ¡Despierta yat - le decía en ese momento s u hermano Pedro, mientras
la sacudía del brazo con impaciencia - ¡Mamá te está buscando por toda l a
casa! ¿Qué hacías aquí?
Pero Lía no le habló de s u sueño en el que jugaba con las dos niñas
desconocidas.
Desde entonces, todas las noches, cuando se disponía a acostarse en s u
habitación, se preguntaba:
- ¿Encontraré otra vez a mis amigas?
Pero no las volvió a ver, aunque las recordaba con frecuencia.
Cierta calurosa tarde de verano salió al jardín y buscó l a fresca sombra del
lúcumo para tenderse. Pronto s e quedó dormida. En seguida llegaron s u s
dos compañeras y l a llevaron a recorrer los alrededores. Recogieron flores y
jugaron a l a ronda. Pero cuando más contenta se hallaba, despertó brusca-
mente. Era s u hermano menor, quien había llegado a buscarla.
- Le voy a contar a mamá que estás durmiendo en el jardín sobre l a tierra
húmeda - le dijo.
Lía pensó toda aquella tarde en el sueño que se repetía cada vez que se
quedaba dormida bajo la sombra del lúcumo. ¿Por que tenía que ser ese arbol
y no otro cualquiera?
Y para convencerse de ello en repetidas ocasiones se tendió debajo del
níspero, del chirimoyo y por último del sauce, esperando encontrar a s u s
misteriosas amiguitas. Pero éstas no aparecieron por ninguna parte.
Cuando las vacaciones terminaron Lía y s u s familiares abandonaron
aquella casa que no ocupaban sino durante el verano. No volvieron hasta el
año siguiente. Ya casi había olvidado s u extraña aventura cuando una tarde
se deslizó furtivamente hasta eljardíny se tendió bajo l a sombra del lúcumo.
Muchos ruidos se escuchaban en ese m'omento. Gritos de s u s hermanos que
se empeñaban en no abandonar el lugar, entregados a s u s juegos. Tuvo que
desistir de s u propósito y no volvió hasta unas semanas más tarde. En

78
cuanto se quedó sola cerró los ojos y se encontró eh el hermoso paraje, pero
las niñas tardaron en aparecer. Al fin se acercaron a la verja, la abrieron y
fueron a su encuentro. Entonces se abrazaron llenas de contento. Al
mirarlas con más detenimiento, notó que habían crecido mucho desde la
última vez que las viera. También observó que apoyado en la verja se hallaba
un delgado ...muchacho rubio quien la contemplaba con curiosidad. Poco
después desapareció silenciosamente.
Durante aquel verano fueron contadas las veces que Lía pudo quedarse
sola en el jardín. Mas recordaba con frecuencia a aquel joven que la miraba
desde el otro lado de la verja con sus ojos profundos y tristes.

79
Fue por esa época que s u padre enfermó y tuvieron que abandonar la casa
apresuradamente. No volvieron hasta unos años más tarde.
Y ocurrió que una mañana, mientras se hallaba sola en el jardín
observando lo mucho que había crecido el lúcumo, empezó a recordar los
extraños sueños que había tenido cada vez que durmiera bajo su sombra y
tuvo curiosidad de probar si éstos volvían a repetirse. Apenas cerró los ojos
vió a las dos jovencitas que llegaban a su encuentro. La saludaron dando
grandes muestras de alegría. Luego sin explicación alguna desaparecieron.
Sólo quedó allí apoyado en la verja el delgado muchacho que la contemplaba
con insistencia. Pero esta vez se le acercó para decirle:
- Ya se han ido tus amigas. ¿Por qué no vienes a pasear conmigo?
Ella accedió. Fueron hasta la orilla de un lago. Y cuando más entretenidos
se hallaban, Lía se encontró de pronto en el jardín de su casa al lado de s u
madre y ésta la miraba con preocupación.
- ¿Por qué no despertabas? ¿Estás enferma? - dijo- Y luego añadió:
- ¡Ven que tengo para tí una sorpresa!
- ¿ C u á l es?
-Alguien ha venido a buscarte ...
- ¿Quién es? - preguntó Lía pero sin mucho entusiasmo.
- T u primo Tomás que ha regresado de su viaje.
Lía abandonó el jardín para ir a saludarlo.
Pasaron muchos días antes de que pudiera volver al jardín. Cuando lo hizo
una semana más tarde, encontró muy triste al jovencito rubio.
- ¿Por qué no has venido? ¡Te he esperado con tanta impaciencia! dijo.
Y pasearon como la vez anterior, aunque casi no hablaron. Se contentaban
con mirarse silenciosamente,
_ De pronto un día la madre le dijo:
- T u primo Tomás quiere casarse contigo. ¿No has pensado que ya es
tiempo de decidirte?
Lía no contestó.
Pero Tomás empezó a visitarla con frecuencia. Sin saber cómo un día se
encontró comprometida con él. Se olvidó de los paseos por el lago, con el
amigo que la esperaba bajo la sombra de lúcumo. Y llegó la víspera del día
en que debía celebrarse la boda.
Se hallaba sola en el jardín y de pronto pensó:
- Hoy será 1a última mañana que yo pase en esta casa. Voy a despedirme
de mi amigo, el muchacho rubio.
Y se tendió a dormir bajo la sombra del lµcumo.
Entonces lo volvió a ver, contemplándola en silencio a través de la
verja.Ella le dijo:

80
- He venido a despedirm e de ti.
- ¿Por qué? ¿No piensas volver nunca más?
- E s que mañana voy a casarme.
- ¿ Y por qué no me llevas contigo?
- ¿Acaso eso sería posible?
- ¡Ya lo creo! ¡Es muy sencillo! Si alguién cortara el tronco del lúcumo,
antes de que tú despertara s, podría quedarme a tu lado para siempre.
Cuando Lía despertó fue en busca del jardinero. Le ordenó que en cuanto
la viese dormida cortara el tronco del lúcumo.
Así lo hizo él.
Entonces Lía abrió los ojos y halló a s u lado al joven del sueño.
- ¿Qué hace aquí este hombre tan extraño? - preguntó la madre al verlo.
Pero aún fue mayor s u sorpresa cuando Lía le dijo que pensaba casarse con
él.
- ¿De qué vive? ... ¿ E n qué trabaja? ... ¿Cómo vas a dejar al primo T01nás
por este desconocid o? - decían s u s familiares.
- ¿ T e h a s vuelto loca? ¡Ya está todo listo! ¡Hasta se han hecho las
invitaciones para la boda! - exclamaba s u madre.
- T e casarás con tu primo - dijo s u padre al enterarse. Y ordenó a aquel
¡
1 extraño personaje que abandona ra la casa inmediata mente y no volviera
nunca más.
- ¡Entonces yo también me voy! -murmuró Lía.
Pero le faltó valor para tomar una decisión que habría de disgustar tanto
a sus padres.
El hombre del sueño la miró con tristeza y sin pronuncia r u n a palabra se
marchó.·
A la mañana siguiente se realizó l a boda, como se había previsto. Cuando
los novios salieron de la iglesia, nadie reparó en un hombre joven extraña-
mente vestido que los estaba observando desde un oscuro rincón de
templo ...
Y pasó el tiempo. Un dia llamaron a la puerta de la casa. Era u n jardinero
que ofrecía s u s servicios para'cuida r el jardín. La propietari a era u n a mujer
. gruesa, de mejillas sonrosada s. Ocupada en atender a s u s numeroso s hijos,
apenas si reparó en él.
Aquel hombre tenía los cabellos rubios y el aspecto frágil y delicado.
Despues que hubo 1novido la tierra con la azada, se tendió bajo la sombra
del lúcumo. Este habia crecido más alto y frondoso aún que antes. S u s
ramas asomaban por encima de la casa.
La mujer hizo u n alto en s u s ocupacion es y se sentó a descansar ;-
¡Voy a ver lo que está haciendo el nuevo jardinero! - p e n s ó .

81
Y de pronto surgió en su memoria un extraño recuerdo.
¿No tenía un sorprendente parecido con aquel hombre que había visto en
sus sueños, durante los años de su juventud?
Pero no -¡No podía ser! -¡Habia pasado ya tanto tiempo! ¿Cón10 iba a
conservar la misma apariencia juvenil y frágil?
Con cierta inquietud se levantó para dirigirse al jardín. Miró hacia el
lúcumo. Allí no habia nadie ... Junto al grueso tronco se veía una azada y un
viejo sombrero de paja.
Los niños jugaban alegre1nente.
- ¿Han visto ustedes al nuevo jardinero? - les preguntó su madre.
Entonces el hijo mayor respondió:
- Yo he visto una cosa n1uy extraña. Ese hombre que vino a regar eljardin
se tendió bajo las ramas del lúcumo ... Allí se quedó dormido. Pero cuando
volví a mirarlo unos momentos después, había desaparecido ... Durante
largo rato observé que una sombra se agitaba sobre la tierra recién removi-
da ...
Luego se fue desvaneciendo lentainente ...

82
LA NINA DEL PAPAGAYO
Ruy era un niño muy débil y pálido. Como siempre estaba enfermo,
pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación y sólo
con muchos ruegos conseguía que su madre le permitiera colocarse
en la ventana del salón para mirar a través de los vidrios a los niños de la
calle, que en las frías tardes de invierno jugaban en la vereda.
¡Con qué placer habría cambiado Ruy su hermoso palacio y los innume-
rables juguetes que poseía, por correr descalzo, sin temor a las reprimendas
de su madre! En vano le había suplicado que lo dejara jugar con sus vecinos,
a los que de tarito ver, conocía como si fueran viejos amigos.
- No puedes salir, - era la respuesta - te hace daño el frío.
Una tarde gris, mientras afuera caía la lluvia, el pobre Ruy aburrido y
triste, se fue a sentar en un sillón de la sala, buscando algo con qué
distraerse, y de pronto tropezaron sus ojos con un cuadro situado en un
rincón oscuro, en el que nunca había reparado. Se puso a observarlo

83
detenidamente. Era una linda niña, vestida de azul, con los pies descalzos,
y que tenía en la mano un papagayo rojo y verde. Detrás de ella se veía una
choza, donde quizás vivía la niña y luego un camino bordeado de sauces que
se perdía a lo lejos, sin saber a dónde llevaba, aunque también ésto se debía
en parte, a que la pintura estaba algo borrosa, porque el tiempo la había
deteriorado.
Después de mirarla un largo rato, notó que la niña empezaba a moverse
y le sonreía y para convencerse de que no era una ilusión se frotó los ojos.
Cuando volvió a mirar el cuadro, la niña había desaparecido.
¡Cuál no sería s u sorpresa al encontrarla sentada en un sillón, junto al
suyo!
- Vamos a jugar - le dijo ella, saltando al suelo. - No puedo quedarme.
mucho rato.
- ¿Quiéres que juguemos a los soldaditos? - le preguntó él.
La niña movió la cabeza.
- ¿ Y a los palitroques?
Pero tampoco fueron éstos de s u agrado.
- L a próxima vez deja tu papagayo en el cuadro- le dijo é l - porque no
podemos jugar libremente.
- Se escaparía y no se dejaría cazar otra vez.-Eso sería terrible - d i j o la
niña.
- Le haré una jaula - propuso Ruy.
- No, ¡pobrecillo! Nunca ha estado encerrado.
Y no podían jugar porque a la niña del papagayo no le gustaban los finos
y raros juguetes de s u nuevo amigo.
- Mañana vendré a la misma hora y te llevaré a mi c a s a - dijo la niña.
- S e enojará mamá - r e p u s o Ruy.
Y dando una mirada a la humilde casa del cuadro, pensó que de entrar allí,
echaría a perder s u vestido nuevo.
Pero el reloj daba y a las siete y la niña volvió de repente a s u antiguo marco
y el pobre Ruy pensó que todo había sido un sueño.
Al día siguiente, fué a sentarse otra vez en el viejo sillón de la sala y al mirar
el cuadro, la niña le sonrió nuevamente. Al poco rato estaba sentada en un
sillón junto a él.
- Vamos a mi casa - le dijo. - Pero quítate los zapatos, porque de otro
modo con tanto peso, no podrás correr por el campo.
Ruy obedeció y la niña del papagayo lo tomó de la mano y lo introdujo en
el marco de la vieja pintura. No bien se encontró dentro, Ruy empezó a sentir
el rumor de las hojas de los árboles agitadas por el viento y el suave calor del
sol sobre su cabeza. Echaron a correr por el verde césped, hasta que él y a
no pudo más y cayó rendido. La choza estaba mucho más lejos.

84
í

- Otro día iremos a tu casa - le dijo el chico, muerto de cansancio.


-Tienes razón, pronto darán ya las siete - contestó la niña.
- ¿Las siete? - preguntó Ruy asombrado. - Si el sol está sobre nuestras
cabezas y los pájaros cantan todavía ...

85
-Pero yo te aseguro que en tu casa ya está oscureciendo ...
Y echaron a correr. Llegaron en el preciso momento en que la madre de Ruy
encendía la luz. Por fortuna, no se dió cuenta de nada ... Sólo al acercarse,
notó a Ruy agitado y sudoroso y se asombró más aún al ver sus medias y
zapatos, tirados por el suelo. En castigo el niño tuvo que quedarse en cama
todo el día siguente, por más que rogó y suplicó.
La primera tarde que pudo ir a la sala, notó con tristeza que la niña del
papagayo no se sonreía con el. Estaba muy molesta. Sólo después que le
pidió perdón y le contó cómo había sido castigado, logró que se pusiera
amable.
-¿Vendrás conmigo hoy? - l e preguntó ella.
- Me puede hacer daño - le contestó Ruy. Hace mucho viento en ese
camino y me voy a enfennar.
- ¡Qué tonto! ¡Serías tan feliz allí! - lo anilno la niña.
Pero él se negaba y mientras estaban discutiendo, el papagayo aburrido
de estar siempre quieto en la mano de la niña, se escapó y empezó a volar
por la habitación, dando grandes chillidos. En vano trataron de cogerlo.
La niña desesperada se sentó en la alfombra y se puso a llorar.
- Pronto darán ya las siete - dijo sollozando- y tendré que volver al
cuadro sin mi papagayo. - ¿Qué haré?
Y después, ya un poco más calmada, le reveló a su amigo este secreto:
- Si alguien mueve el cuadro de ese rincón en donde está colgado, ya
nunca podré volver a él. Y si estoy dentro, no podré salir tampoco nunca más.
Y en este caso, perderás a tu amiga.
En eso oyeron unos pasos y la niña asustada cogió a Ruy de la mano y dió
con él un salto dentro de cuadro.
Se abrió la puerta del salón y apareció la madre.
-¿Dónde se habrá metido este chico? - dijo.
Se disponía a salir, cuando sintió ruido y vio al papagayo aleteando
desesperadamente.
- ¡Pobre pájaro! voy a soltarlo - pensó. - ¿De dónde habrá salido? Y abrió
una hoja de la ventana. El papagayo se fue como un relámpago.
La señora dio una vuelta por la habitación y notó. el cuadro, mal colgado
.en un rincón.
- ¿Quién habrá puesto aquí este mamarracho? - se dijo, mientras lo
descolgaba. (Representaba a una niña vestida de azul, que tomaba del brazo
a un muchachito vuelto de espaldas) ¡Yo nunca lo había visto!Y lo envío al
depósito de las cosas inservibles.
Desde entonces a veces hacia el atardecer, se oye en el fondo de la casa,
un gran ruido y voces de niños que juegan y cantan, junto con el rumor de
las hojas de los árboles agitadas por el viento.

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EL PAJARO DORADO
Lajoven levantó el rostro y vio frente a ella a un extraño hombrecillo.
Vestía una parda túnica y llevaba en la mano una jaula llena de pá-
. jaros de los más variados y hermosos colores. Parecían muy asus-
tados y golpeaban violentainente contra los barrotes de su prisión preten-
diendo de esta manera recobrar su libertad. A lo lejos se escuchaban el
rumor del río y gritos entrecortados de los moradores de la selva.
Ella contempló sorprendida al extraño personaje y pensó:
- ¿ D e dónde vendrá? ¿Cómo no lo he visto acercarse? ... ¿No será acaso un
duende?

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Mas el hombre interrumpió su pensamiento.
- Quiero que guardes esta jaula por unos días.
- ¿Por qué has aprisionado a esas pobres avecillas? ¿Qué vas hacer con
ellas?
. - Las venderé en el pueblo cercano. Pero antes debo internarme otra vez
en la selva, para ir en busca del pájaro dorado, que es el más hermoso de
todos.
- He oído hablar de él, pero nunca lo he visto. Creo que sólo existe en la
leyenda.
- Yo sabré dónde encontrarlo. Cuida mientras tanto de mis pájaros y te
daré una buena recompensa. Pero recuerda que si los dejas escapar te
ocurrirá una desgracia.
La mujer iba a negarse. Quería decirle que ella no tenía tiempo para
buscarles el sustento, atareada como estaba en su choza, o cultivando la
pequeña chacra. Además debía d.e llevar la comida a su marido que
trabajaba en el aserradero. Pero cuando intentó excusarse notó con sorpre$a
que el hombrecillo había desaparecido.
El esposo volvió esa tarde muy cansado, y al escuchar el bullicio de las aves
se enfureció.
- ¿De dónde has sacado estos pájaros? ¿Cómo puedo entregarme al sueño
con esta algarabía?
Ella le explicó que un hombre se los había dejado a guardar, pero el marido
no quiso escucharla y abriendo la puerta de la jaula puso a todas las aves
en libertad. Luego se echó a dormir como si nada hubiera sucedido.
A día siguiente volvió el cazador y cuando preguntó por los pájaros, la
mujer no tuvo más remedio que confesarle la verdad: Habían huido hacia la
selva.
El hombrecillo al escucharla se transfiguró. Empezó a gritar, mientras
golpeaba la tierra lleno de ira. La mujer asustada corrió a refugiarse dentro
de su choza.
Aquelia tarde lo encontró otra vez en la orilla del río. Estaba más tranquilo·
y parecía haber olvidado lo ocurrido. Luego se despidió de ella con estas
palabras:
- Y a no importa que se hayan perdido todos los pájaros, porque al fin
encontré al ave dorada ...
Y antes de que la mujer pudiera responder, el cazador desapareció entre
la espesura.
Esa noche esperó a su marido inútilmente. Este no volvió. Ella permaneció
con el oído atento a todos los ruidos que venían del bosque. Hacia el
amanecer le pareció escuchar una voz lastimera que decía:
- ¡Aquí estoy, María! ... ¡Aquí estoy!

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.--. . . ...
• •
,.
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,

• • . . .• ' 4

..

Buscó por todas partes y no halló ánima viviente en las cercanías. Fue
hasta el aserradero y preguntó por su esposo, pero nadie lo había visto.
Recorrió los tambos y cafetales que él solía frecuentar, mas no halló rastro
ninguno.
Cuando volvía a su choza encontró sobre el tejado al pájaro dorado y
escuchó su voz lastimera que decía:
- ¡Aquí estoy, María!. .. ¡Aquí estoy!

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Una terrible sospecha se apoderó de ella ... ¿No se habría convertido s u
esposo en ese pájaro dorado?
Muy temprano se levantó al día siguiente y buscó en los alrededores.
Encontró un inmenso árbol del pan y apoyada en-el tronco vio a una mujer
· muy anciana a quien faltaba una mano y sólo tenía el ojo derecho. Le
preguntó si no había visto a s u esposo y ella respondió:
- T e diré en dónde lo puedes encontrar, si me das tus hermosas trenzas.
Sin vacilar la joven se cortó el cabello y se lo dio a la anciana, quien lo puso
sobre s u cabeza. Y entonces ella le dijo.
- El cazador h a convertido a tu esposo en ese extraño pájaro. Para que
recobre s u apariencia tienes que buscar entre la selva el arroyo verde y rociar
con esa agua s u cabeza. Pero recuerda que esto sólo ocurrirá durante l a luna
llena. No te debes extrañar si por un tiem.po conserva el rostro de un pájaro.
- ¿Y así quedará para siempre?
- C u i d a que no lo vean ojos humanos hasta l a siguiente luna. Entonces
volverás a rociarlo con agua del arroyo verde ...
- ¿ Y dónde encontraré ese arroyo?
- Sigue por l a trocha que v a frente q_tu choza hasta que llegues al río. Allí,
cerca de l a orilla verás a un hombre que derriba grandes troncos. Ruégale
que te construya con ellos una canoa. Si te pide algo en cambio ofrécele el
pájaro dorado.
-¿Y cómo haré para recobrarlo?
-Aguarda a que llegue la noche para navegar. Apenas te hayas alejado de
la orilla empieza a cantar. Enseguida vendrá el pájaro dorado y se posará
sobre tu hombro. Continúa 'navegando hasta el aman€cer. Entonces verás
descender una cascada verde desde la cumbre de una montaña. Este es el
arroyo maravilloso ...
La joven hizo todo lo que la anciana le indicaba. Encerró en una jaula al
ave dorada y fue hasta el río. Allí encontró al hombre que derribaba con el
hacha un árbol gigantesco. Le pidió que le hiciese una canoa y este le
respondió que l a complacería si le daba en cambio el pájaro dorado. Ella
aceptó y en cuanto la canoa estuvo terminada l a mujer se alejó para
ocultarse hasta que llegara la noche. Entonces empezó a navegar mientras
entonaba una hermosa canción. Unos momentos después acudía el ave
nuevamente a posarse sobre s u hombro. Era la noche de plenilunio. Llegó
la mañana y ella preguntó en voz alta:
- ¿Dónde está el arroyo maravilloso?
Y un niño que se hallaba mirándola desde la orilla le gritó:
- Es aquel que baja de la montaña.
La joven desembarcó y guardó un poco de agua en un recipíente. Se
disponíaª. rociar esa noche la cabeza del pájaro dorado, cuando oyó un

90
rumor que venía de la selva. Pronto descubrió con angustia que frente a ella
se hallaba el cazador de pájaros mirándola fijamente.
- D a m e ese pájaro dorado- le ordenó.
La joven respondió en tono suplicante:
- Yo se que ése es mi esposo que tú convertiste en ave ...
- No es verdad. Tu esposo te aguarda en la antigua choza. Volvamos y te
convencerás.
Y así fue. Muy temprano una voz lastimera decía:
- ¡Aquí estoy, María! ¡Aquí estoy!
Se embarcaron otra vez y remontaron el rio. Después de unas horas
llegaron al lugar en donde se hallaba el hombre derribando los troncos.
Al ver a lajoven le dijo:
- ¿Por qué te llevaste el pájaro dorado?
- T e lo di a cambio de mi canoa.
Mas el cazador que ya estaba impaciente tomó su arco y le disparó una
flecha hiriéndolo en un hombro. Un chiguaco de brillantes alas, pasó
volando sobre el río.
-Volverá luego por él - d i j o el hombrecillo-. Y continuaron navegando.
Al llegar a la choza, la joven vio a su esposo delante de la puerta, afilando
un cuchillo.
- Y a ves que no te engañé - d i j o el cazador. Y llevándose el pájaro dorado,·
echó a andar por entre los árboles hasta que se perdió de vista. La joven
corrió al encuentro de su esposo, pero, grande fue su sorpresa al notar que
había desaparecido.
Se echó a llorar y buscó el árbol del pan, esperando encontrar nuevamente
a la anciana. Allí estaba como siempre tejie!1do una hermosa túnica.
- ¿Dónde está mi esposo? - le preguntó.
- ¿Qué me das si te ayudo a encontrarlo?
- Lo que quieras ...
- Córtate la mano derecha y dámela ...
Entonces la joven tomó un hacha y se cortó la mano para dársela a la vieja,
y ésta se la puso sobre el muñón en que terminaba la suya.
- El cazador te engañó - le dijo- .
- El hombre que creiste ver no era tu esposo. Se lo ha llevado nuevamente.
Pero yo lo pondré en libertad esta noche y antes de la madrugada escucharás
su canto en el tejado.
Y así fue. Muy temprano una voz lastimera decía:·
- ¡Aquí estoy, María! ¡Aquí estoy!
Aquella noche salió otra vez la luna llena. La joven tomó el recipiente en
donde guardaba el agua maravillosa y echó unas gotas sobre la cabeza del
pajaro. Poco después su esposo recobraba la apariencia humana hasta los

91
hombrecillo. Entonces resolvieron huir.
Marcharon por un largo sendero durante muchos días hasta que llegaron
a la orilla de río.
-Quedémonos aquí--' dijo la mujer. Hay pesca y caza en abundancia.
- S í , -dijo é l - . Aguardaremos la próxima luna llena. Mientras tanto
edificaré otra choza con hojas de palmera.
Transcurrieron algunos días. Una mañana temprano la esposa escuchó
nuevamente el canto del pájaro dorado:
- ¡Aquí estoy María! ¡Aquí estoy!
El corazón le latió con violencia, porque ya sospechaba lo que había
ocurrido. El esposo no se hallaba a su lado. Salió a la puerta de la choza y
vio al cazador que se alejaba.
Ya muy lejano se escuchaba todavía el triste canto.
- ¡Aquí estoy, María! ¡Aquí estoy!
Entonces decidió ir en busca de la mujer que vivía junto al árbol del pan.
Muchos días tardó en encontrarla. Cuando llegó a su lado le suplicó:
- ¡Ayúdame a encontrar a mi esposo!
Y la vieja le dijo:
- Dame uno de tus ojos y te diré lo que debes hacer.
Ylajóven se arrancó un ojo y se lo dio a la anciana.Esta lo puso en su rostro
dentro de la cuenca vacía.
- Esta noche pondré en libertad al pájaro dorado y éste vendrá hasta tu
choza. Arrójale unas gotas del agua maravillosa y recobrará su apariencia
humana, co1no la primera vez.
Cuando aquella noche la joven vio al pájaro dorado sobre el tejado y se
disponía a seguir el consejo de la anciana, apareció el cazador y tomando su
arco apuntó al ave, hiriéndola mortalmente en el pecho.
La esposa corrió desolada junto al árbol de pan y llamó a la anciana:
- ¿Qué me das si te ayudo esta vez?
- ¡Todo lo que quieras! - respondió la muchacha. ·
- T e volverás vieja y yo seré joven en tu lugar - exclamó con disimulada
alegría ...
Y como le respondiera que ella daría cualquier cosa por devolver la vida al
·pájaro dorado, la vieja le sopló en el rostro y la sumió en un profundo sueño.
Cuando despertó una voz le dijo:
- ¡Anda, mírate en el arroyo!
Y la desdichada mujer se contempló en el arroyo y vio que se habia
convertido en una anciana, mientras que detrás de ella se hallaba una linda
joven ... Era la mujer que vivía junto al árbol del pan ...
Esta le dijo:
- Anda en busca del arroyo maravilloso y· sumérgelo en él. ..

93
María tomó el pájaro muerto, a quien había untado con misteriosas
hierbas para conservarlo y se lo guardó en el pecho. Anduvo a l a ventura
remontando ríos atravesando intrincados bosques, sin encontrar el arroyo
maravilloso. Hasta que después de mucho tiempo, cuando y a no podía dar
un paso más, cayó a tierra sin poderse levantar ...
- ¡Voy a morir! - se dijo.
Y en ese momento sintió que algo húmedo y frío se deslizaba por s u rostro.
Era el arroyo verde. El arroyo que buscaba afanosamente estaba allí a s u
lado ... Introdujo s u única mano dentro del pecho para extraer el pequeño
envoltorio que contenía al pájaro dorado. Lo arrojó dentro del agua, y
apareció ante ella el esposo joven y fuerte como en otros tiempos. S e acercó
a la anciana y l a contempló lleno de tristeza:
- ¡Lo que se h a vuelto! - exclamó cul;>riéndose el rostro con las manos.
Pero en ese momento oyó u n a voz fresca detrás de él que lo llamaba
alegremente. Era u n a linda joven. Parecía s u esposa de siempre con s u s
hermosos ojos negros, s u s largas trenzas, las manos finas y delicadas. La
tomó de l a mano y frieron en busca de s u antigua choza.
La anciana que yacía junto al arroyo, se levantó trabajosamente y echó a
andar por entre la selva hasta qU:e halló u n grueso tronco de árbol de pan
y se apoyó en él. Allí se puso a tejer con s u única mano, mirándolo todo con
su único ojo.

94
LA FLOR DEL TIEMPO
Muchas veces no había ni un pedazo de pan para alimentar a los
siete hijos. Vivían lejos del pueblo, en una choza perdida entre las
montañas. Cierto día llegó a l a puerta un viajero gue les pidió alo-
jamiento.
- No tenemos nada que ofrecerte- le dijeron .
Pero el desconocido respondió:
- Sólo deseo una estaca para atar mi caballo, y un rincón abrigado en
dónde pasar l a noche.
Aquella gente se extrañó de que aquel señor quisiera hospedarse en s u
humilde vivienda , pero éste insistió, alegando que el pueblo se hallaba aún
muy distante. Entonces le improvisaron un lecho y allí se retiró a descansar.
A la mañana siguiente el forastero les entregó unas monedas de plata
diciendo:

95
· - V a y a n al pueblo a comprar provisiones para el desayuno. Lo que sobre
es para ustedes.
Ellos se quedaron sorprendidos de tanta generosidad. Sin hacerse de
rogar el marido fue al pueblo y regresó sin aliento, con u n saco lleno de
provisiones.
- ¡Coman todos ! - dijo el viajero ... - ¡Quiero que haya alegría en esta
casa!
Antes de despedirse les preguntó:
- ¿Por qué no me dan a s u hijo mayor, para que me sirva de acompañante?
Lo llevaré a la ciudad y allí lo educaré. Más tarde volveré para que lo vean
convertido en un hombre de provecho.
Los esposos le dieron al mayor de s u s hijos y éste después de abrazar a s u s
padres y hermanos partió con el desconocido.
Pasó el tiempo y no volvieron a saber de él.
En otra ocasión llegó otro forastero que como el anterior pidió alojamiento
en la pobre choza. Al día siguiente les dió también u n puñado de monedas
y encargó que compraran provisiones para toda la familia. Luego les propuso
llevarse a uno de los hijos para que le sirviera de compañía. Los padres se
negaron porque temían no volverlo a ver como al mayor, pero era tal s u
pobreza, que al fin accedieron.
El forastero partió llevándose al segundo hijo. Otros viajeros llegaron más
tarde a la choza, y se llevaron uno tras otro a s u s hermanos. hasta que no
quedaba sino el más pequeño.
Un día llegó a la casa otro viajero y pidió le dieran al último niño para que
le sirviese de ayudante. Mas los padres respondieron:
- Este es el único hijo que nos queda y no queremos separarnos de él.
Pero el muchacho los llevó aparte y les habló así:
- Déjenme ir. Yo no soy tonto. Buscaré a mis hermanos y regresaré con
ellos.
Entonces los padres aceptaron. Lo abrazaron con ternura y luego se alejó
por entre los cerros en cmnpañía del forastero.
Para consolarse dijeron:
- En cualquier parte estará mejor que con nosotros.
Después de unos días de camino el desconocido llegó ante u n a inmensa
montaña. Pronunció unas palabras y quedó al descubierto un túnel. Por allí
penetraron ambos y fueron a dar a un extraño paraje. S e encontraban junto
al mar. Un mar sin olas, quieto, gris. Pronto aparecieron varias figuras
humanas, reclinadas sobre la arena. Al muchacho le admiró s u inmovilidad.
Todos eran viejos. Tan viejos que no se podía calcular s u edad. Algunos
tenían inmensas barbas blancas. Los huesos se advertían a través de fa piel.
El desconocido dijo:
96
, - Quiero que atiendas a mis huéspedes. Pero no les dirijas la palabra
porque te podría suceder una desgracia.
Lo que más sorprendió al muchacho fue que en aquel lugar no cayera la
noche. El sol brillaba fijo en u n mismo punto del horizonte. Aquellos
personajes casi no hablaban. No comían ni se movían.
- No comprendo para qué pueden necesitarme- se dijo.
De pronto uno de los ancianos que estaba cerca de él, dejó escapar un
quejido. Olvidando la recomendación del señor, el muchacho le preguntó si
podía ayudarlo en algo:
-¿Quién eres tú que has venido a este horrible l u g a r ? - exclamó el viejo
con dificultad.
Y el joven le contó cómo había abandonado s u hogar, para seguir al viajero.
Entonces el anciano vertió lágrimas de sus resecos ojos y dijo:
- T ú eres nuestro hermano menor. Huye pronto, antes de que te ocurra
lo mismo que a nosotros.
- ¿Pero no habría un medio de volverlos jóvenes otra vez?
- ¡Sí, sí hay uno ... pero podría descubrirnos y entonces estaría todo
perdido ...
- ¡Dime lo que debo hacer!
- Busca la entrada del túnel. Caminando a través de él llegarás a un gran
jardín. Allí está la flor del tiempo. Frota con ella nuestros ojos y así
volveremos a ser jóvenes otra vez. E n seguida acércala a los ojos de un buho
que se halla oculto también en el jardín. Sólo así podrás vencer a nuestro
enemigo.
El muchacho fue en busca del túnel. Halló la entrada escondida entre las
rocas. Poco después se encontró en un hernioso campo. Los troncos de los
árboles estaban secos y tenían extraños colores. Grandes murciélagos
dorados colgaban de las ramas. Una niña de cabello azul jugaba allí con una
gran bola de cristal. Al ver al jovenzuelo s u rostro se animó:
-¿Vienes a jugar conmigo?- le preguntó- ¡Ya estaba aburrida de jugar
sola ... !
- ¡Jugaré todo lo que quieras, pero ayúdame a encontrar la flor del
tiempo!- respondió él.
. - ¡Es muy fácil! - dij o la n i ñ a - crece aquí como l a mala hierba. E s aquella
de pétalos transparentes que ves a tus pies. Pero cuida de no acercártela a
los ojos, porque podría ocurrirte una desgracia.
Mas el muchacho era curioso y se frotó con ella el ojo izquierdo. En seguida
desaparecieron el jardín y la niña. S e encontró otra vez en l a casa de sus
paqres. Pero era un niño muy pequeñito. S u s hermanos mayores jugaban
a sti lado. Había una gran pobreza. Era como si todo volviese a comenzar.
El sabía perfectamente lo que vendría después.

97
Llegó el primer forastero y pidió que· le dieran al niño mayor. Quiso decirle
a su madre que no s e lo entregara. Mas era tan pequeño que s u s labios no
articularon palabra alguna. Así pues, vió partir a s u hermano con el
desconocido.
Transcurría lentamente el tiempo. Llegaron los otros viajeros y s u s
hermanos fueron desapareciendo del hogar, sin que él pudiera impedido.
Cuando se alejaba y a el sexto, el niño menor dijo a s u madre:
- ¡No lo dejes ir. S e convertirá en un horrible viejo!
Pero la madre no-lo quiso escuchar. Lo miró dulcemente y luego salió a l a
puerta para ver partir a s u sexto hijo.
- ¿Para qué me sirve la flor: del tiempo- pensó el muchacho- si no puedo
advertir a nadie de lo que le v a a ocurrir?
Y asi todo sucedió como la primera vez.
Al fin, él mismo partió con el desconocido, aunque suplicó a s u s padres
que lo retuviesen a s u lado.
Después se encontró a la orilla del mar, contemplando aquellas figuras
inmóviles. Habló con el anciano que estaba más próximo y éste le aconsejó
que fuera al jardín para buscar l a flor del tiempo. Vió a la niña del cabello
azul y ésta le pidió qtie jugara con ella. Por último le enseñó cuál era l a flor
del tiempo. Y ahora la tenía entre las manos.
- Esta vez no me frotaré el ojo izquierdo sino el derecho- se dijo.
Y así lo hizo.
Entonces todo cambió nuevamente. S e encontro en una hermosa casa. A
su lado vió a u n a linda joven. S u cabello era ligeramente azul.
- ¿ Q u i é n eres?- le preguntó él.
- ¿Por qué me lo preguntas? ¿Acaso no soy tu esposa? ... Tus padres y
hermanos nos están esperando en el comedor para celebrar el bautizo de
nuestro hijo.
Había un espejo frente al muchacho y se quedó sorprendido al ver que
ahora era·ya u n hombre.
Miró a todos lados. ¿ E s a casa sería suya? ¿Cómo había sucedido todo
esto?
La joven lo tomó del brazo y lo condujo al comedor. Allí vió a unos ancianos
de cabellos blancos que debían ser s u s padres. S u s hermanos, - porque no
podían ser otros- hacían alegres bromas y reían. Todos estaban contentos.
Todos menos él, el hermano menor, para quien habían pasado los años tan
inexplicablemente ...
¿Pero cómo hablarles de lo que no conocía? ... ¿Quién lo ayudó a salir del
jardín? ¿Cómo se había convertido en s u esposa la niña del cabello azul?
Después de un rato los invitados empezaron a mirarlo con preocupación.
¿Qué le había ocurrido a s u hermano? ¿Por qué les parecía un extraño ... ?

98
De pronto se escucharon unos golpes en la puerta y un hombre entró al
comedor. Dirigiéndose al hermano menor dijo:
- S u caballo está listo ... Es hora de partir.
-¿Partir? ¿A dónde? ... - se preguntó.
Lleno de turbación miró hacia todos lados y descubrió que aún tenía entre
las manos la flor del tiempo. La llevó a su rostro y rozó con ella su frente.
Todo cambió repentinamente. Otra vez era un niño ... Se hallaba en el

jardín y tenía ante sí a la muchacha del cabello azul.


Un buho cantaba trístemente sobre las ramas de un árbol seco. Se acercó
a él sin que intentara huir y tocó sus ojos con la flor.

99
Ahora el desconocido, estaba delante de él en actitud humilde.
- ¿Qué quieres de m í ? - le preguntó.
- ¡Quiero que dejes en libertad a mis hermanos!
- ¿ Q u é más?
- ¡Quiero que desaparezcas de mi vista para siempre .. .!
- Eso no te lo puedo ofrecer. Confórmate con que dé cumplimiento a tus
deseos anteriores. Np puedo decirte cuándo será, pero algún día volveré por
tí.
Y dicho esto desapareció.
El muchacho volvió :al túnel y se dirigió a la playa en donde había visto a
los ancianos. - ··
Les frotó los ojos con la flor y todos se volvieron jóvenes nuevamente. Entre
ellos estaban sus seis hermanos, quienes lo abrazaron llenos d alegría.
Luego fueron todos en buscá de sus padres.
Pasó el tiempo. El hermano menor se casó con la joven del cabello azul.
Tuvieron un hijo. El día del bautizo estaba toda la familia reunida en la mesa.
Los padres ya ancianos, los hermanos con sus esposas.
De pronto se abrió la puerta y entró un hombre:
- E l caballo esta listo. Es hora de partir- dijo.
Entonces recordó que hacía muchos años, al frotarse los ojos con la flor
del tiempo, había contemplado esta misma escena.
Ahora al fin iba a saber hacia dónde tenía que partir.
Se levantó de la mesa y salió a la calle.
Afuera lo aguardaba el desconocido ...

100
JUAN OSO
_Una pastora se hallaba en la puna, cuidando su rebaño, cuando de
pronto apareció un apuesto joven, montado sobre un caballo negro,
y le saludó amablemente. Luego se·pusieron a conversar.
- ¿De dónde vienes? - preguntó la muchacha.
- ¡De lejanas tierras!
- ¿Qué buscas en este lugar tan desolado?

101
- V e n g o a comprar ganado p a r a llevarlo a mi hacienda ...
Momentos después s e despidió, prometiéndole que volvería m u y pronto.
Transcurridos algunos días s e encontraron nuevamente. Esto s e repitió
muchas veces, h a s t a que al fin u n a tarde le propuso que s e casara con él. ..
La muchacha aceptó gustosa y lo llevó a s u c a s a p a r a que conociera a s
familia. Después de hablar con s u s padres quedó convenida l a fecha en que
se celebraría l a boda. E s t a s e realizó con grandes festejos, y todos los vecinos
asistieron a ella, llevando muchos regalos para los novios...
Una vez terminada l a ceremonia, éstos s e despidieron de l a concurrencia
y montando en dos briosos caballos s e alejaron por u n camino que conducía
a las montañas ...
- ¿ A dónde me llevas? - preguntó l a mujer ...
- ¡A nuestra morada ... f -respondió él. ..
- ¿Falta mucho para llegar a ella?
- ¡Ten paciencia que y a nos vamos acercando!
.Al fin desmontaron de s u s cabalgaduras, en u n desierto lugar, sobre l a
falda de u n cerro.
- ¡Esta será desde hoy nuestra casar - dijo el esposo, señalando l a negra
abertura de u n a caverna ...
Y de pronto s u voz s e volvió ronca y desagradable.
Cuando ella lo miró, advirtió que se había convertido en u n oso negro.
Trató de huir espantada, pero él no se lo permitió ...
- ¡Eres mi esposa y tendrás que permanecer a mi lado!
Y l a condujo a l a cueva en donde tenía s u morada ...
Y allí vivieron desde entonces. El oso salía todas l a s mañanas m u y
temprano y regresaba al atardecer trayendo alguna presa para l a cena. E n
cuanto caía l a noche s e transformaba en u n ser humano. Algunas veces le
obsequiaba panales con miel, y también robaba vestidos en l a s aldeas y
adornos de mujer, para que ella s e engalanara ...
Todos los esfuerzos que hizo l a patrona para escapar fueron inútiles. Dos
o tres veces lo intentó, pero cuando y a creía encontrarse libre, aparecía el oso
y la obligaba a tornar a l a cueva.
Así :pasó el tiempo y l a mujer tuvo u n hijo. El rostro del niño s e parecía al
de s u madre, pero s u cuerpo estaba cubierto de pelo y tenía garras en los pies
como las de u n oso. Lo llamaron J u a n ... Crecía rápidamente y tenía u n
apetito insaciable. Antes de cumplir el año era capaz de comerse u n a oveja
entera. Cuando J u a n creció, s u madre le dijo:
- E s preciso que huyamos de aquí. Iremos a b u s c a r a t u abuelo, que vive
en u n lugar dü:;tante. A s u lado aprenderás las costumbres de los hombres.
Pero es preciso que te h a g a u n vestido nuevo, para lo cual esquila diez llamas
y tráeme l a lana.

102
J u a n Oso se acercó al lugar en donde pastaba el rebaño y esquiló muchas
llamas y ovejas. Llenó varios costales de lana y se los llevó a su madre. Ella
se puso ahilar y luego tejió sin descanso, hasta que el vestido para J u a n Oso
quedó terminado ...
- ¡Ahora y a podemos partir! - dijo.
Aguardaron a que el oso se fuera de cacería y echaron a correr por montes
. yvalles.
A la puerta de u n a choza encontraron· a una mujer muy anciana. Le
preguntaron a dónde conducía aquel camino y ella respondió:
- Por el sendero de la derecha se va a la selva. El de la izquierda conduce
a un pueblo de las serranías... ·
Entonces ellos le pidieron u n poco de alimento para reparar las fuerzas Y,.,
la anciana les dió dos panes que era todo lo que tenía en la choza. Como los
notara fatigados les preguntó: ·
-'- ¿De quién vienen huyendo?
· - De mi esposo. Cuando lo conocí era u n apuesto señor, pero durante el
día se convierte en u n oso negro ...
- Si logran atravesar la cumbre de ese cerro en donde hay una cruz, el oso
no los perseguirá más ...
Mientras tanto éste llegó a la cueva cargado de regalos para s u esposa.
Como no la encontrara empezó a llamarla a grandes voces:
- ¡María, María! ¿ E n dónde estás?
- ¡Aquí, lavando ropa! le respondió una voz desde l a orilla del puquio.
-Termina pronto, para que vengas a ver todas las cosas que te he traído
- d i j o el o s o - y volvió a entrar en la caverna.
Pero como pasaba el tiempo y la mujer no volvja, la llamó otra.vez:
- ¡María, ven!
Y la misma voz respondió:
- ¡ Y a voy! ¡Estoy exprimiendo la ropa!
Impaciente por su tardanza el oso fue a buscarla. Se acercó al puquio y en
. ese momento vió a una rana que se sumergía en él. Era s u voz la que había
escuchado, pues la niujer le encargó que respondiera en s u lugar, mientras
que ella huía ...
. Los fugitivos llegaron a su destino después de muchas peripecias.
Se enteraron de que el abuelo había muerto h cía mucho tiempo y los
vecinos se repartieron su rebaño y la pequeña chacra que poseía.
Al fin hallaron la choza abandonada y en ella se instalaron.
Era dificil encontrar trabajo y J u a n estaba continuamente hambriento. S u
madre fue a VIsitar al señor cura y le dijo:
- Quiero que seas el padrino de mi hijo, porque aún no ha sido bautizado.
Así vivirá contigo y lo educarás. Tiene mucha fuerza y puede ayudarte en las

103
faenas del campo.
El señor cura aceptó y lo tomó bajo s u protección.
Pero J u a n era un muchacho pendenciero y frecuentemente estaba dispu-
tando con los vecinos. Todos llegaron a temerle. S u fuerza era prodigiosa y
con una sola mano era capaz de arrancar de raíz un árbol corpulento. Nadie
se explicaba el secreto de s u poder, hasta que unos muchachos fueron tras
él y lo vieron bañarse en el río. A s u regreso contaron a todo el pueblo que
J u a n tenía todo el cuerpo cubierto de pelo como un animal.
- ¡Es un espíritu maligno! - dijeron al señor cura. Y éste lo mandó llamar
y le obligó a confesar que s u padre era un oso negro.
S u s enemigos s e reunieron para discutir el asunto y decidieron encomen-
darle un trabajo muy dificil, para que no lo pudiese realizar. Entonces
avergonzado se iría del pueblo.
S u padrino le dijo:
- T o m a diez llamas y llévalas al cerro encantado. Allí corta todo el ichu que
puedas y regresa a buscarme.
J u a n Oso salió del pueblo, arreando a s u s diez llamas. Cuando llegó al
cerro encantado hacía mucho frío y el viento soplaba fuertemente. De pronto
aparecieron unos extraños animales. Tenían orejas de asno, cuerpo de puma
y patas de caballo. Eran espíritus malignos.
-Venimos a luchar contigo -dijeron a J u a n Oso y lo atacaron.
Pelearon furiosamente pero el muchacho resultó vencedor. Entonces or-
denó a s u s enemigos que lo ayudasen a cortar el ichu y lo acompañasen de
regreso al pueblo.
Aquella tarde los vecinos vieron aparecer a·Juan Oso con las diez llamas
cargadas de ichu, llevando por delante a las extrañas fieras como si fueran
mansos corderos. E n seguida les ordenó volver a s u s dominios y ellos
desaparecieron.
Vivió algún tiempo en paz con los moradores del pueblo, pero pronto olvido
sus buenos propósitos y empezó a disputar nuevamente. Los vecinos s e
quejaron al señor cura, y éste ordenó a J u a n que fuera a una iglesia
abandonada que se hallaba sobre una montaña y que tocara las campanas
para que los fieles acudieran a ella. J u a n Oso subió a la torre y aparecieron
seis demonios que se habían posesionado del lugar y no lo dejaban tocar las
campanas. Se empeñaron en u n a terrible lucha. Llegaron más demonios y
J u a n Oso se colgó de u n badajo y dándose impulso, arremetió contra s u s
adversarios haciéndolos rodar desde l a parte más alta de la iglesia hasta u n
foso que había al pie de ella. Maltrechos y amedrentados huyeron precipi-
tadamente y no pararon hasta llegar al infierno.
El valiente J u a n volvió donde s u padrino y le dijo:
- Ya toqué las campanas e hice huir a los demonios ...

104
Los envidiosos vecinos al enterarse de la nueva hazaña de J u a n Oso fueron
a su choza y lo sorprendieron mientras dormía. Entonces lo ataron de pies
y manos con una gruesa ·cadena y lo llevaron a la plaza del pueblo.
Allí lo sujetaron a un poste y seis hombres dispararon piedras sobre él.
Mas apenas habían tocado s u cuerpo, las piedras rebotaban, hiriendo a sus
enemigos.
- ¡Este hombre es el mismo den1onio! -dijeron sorprendidos ...
Ylo dejaron en paz por una temporada. Pero no tardaron en buscar nuevos
pretextos para deshacerse de él.
Una tarde lo sorprendieron mientras descansaba tendido debajo de un

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105
árbol y lo condujeron a un antiguo cementerio. Allí le ordenaron cavar una
fosa, y en cuanto ésta fue lo suficientemente profunda lo empujaron a ella
y arrojaron tierra encima y luego la apisonaron, seguros de que esta vez se
habían librado de él para siempre. Volvi eron al pueblo muy satisfechos
diciéndose:
- ¡ Y a no molestará más!
Pero se dieron con la sorpresa de hallárlo otra vez paseando por las calles
de.l pueblo, como si nada hubiese ocurrido.
Entonces fueron todos sus enemigos donde el señor cura y le rogaron que
lo enviase a un lugar muy distante, para que no pudiese regresar más.
El señor cura llamó a su ahijado y le habló así:
- Mañana expira el plazo que me fijó tu madre para que permanecieras a
mi lado. Aquí tienes dos caballos. Uno para que montes en él y el otro para
. que lleves las provisiones necesarias.
Entonces J u a n Oso se despidió muy apenado de su madre y de su padrino
y se alejó del pueblo.
Iba por un camino solitario rodeado de altas montañas, cuando encontró
una mendiga.
- ¿A dónde vas? - le preguntó ella ...
- No lo sé aún - contestó Juan.
- T e voy a dar un consejo: no vayas por ese camino, porque conduce a la
hacienda de un "condenado".
- ¡No importa! - respondió é l - puede ser que allí encuentre trabajo ...
- Ni lo intentes, porque te ocurrirá una desgracia ... El dueño de esas
tierras era un hombre muy rico, pero malo y cruel, que maltrataba a sus
pe,ones y les arrebataba sus chacras, razón por la cual después de su muerte
se condenó. Nadie puede acercarse a la casa, pues su ánima vaga sin
encontrar reposo, y si se pone alguien en su camino, lo devora sin piedad ...
- ¡No importa. Yo iré a buscarlo y me enfrentaré a él...!
Y le pidió a la anciana que le guardase los caballos. Después de algunos
rodeos llegó a la casa-hacienda que estaba cerrada. Empujó el portón y éste
se abrió lentamente. Todo estaba silencioso. Los servidores habian huido
. para refugiarse en los cerros. Sólo quedaba un gran perro negro que aullaba
tristemente, mientras recorría los grandes patios solitarios ...
Los pasos de J u a n resonaban en las habitaciones vacías.
Llegó al dormitorio del hacendado y vió un gran lecho vacío, rodeado de
cortinas de terciopelo ...
- ¡Aquí voy a descansar! - exclamó en voz alta. Se tendió en él y durmió
apaciblemente hasta la media noche, pero de pronto escuchó gritos desga-
rradores, junto con el resonar de los truenos. Asomó a una ventana y vio

106
llegar al condenado por los aires, espantando a su ganado.
Después se oyeron sus pasos que subían las escaleras. La puerta se abrió
lentamente y apareció el condenado ... Despedía fuego por los ojos y tenía
las uñas como grandes garras ...
- No temas - le dijo. Soy el dueño de esta hacienda. Hace tiempo que llevo
esta vida miserable. Mis servidores han huído y ahora hasta mis animales
también corren de mi lado. Si tú me salvas te haré dueño de todas mis
propiedades. Vamos a hacer un trato: lucharemos cuerpo a cuerpo, por tres
noches seguidas. Si tú ganas te quedarás con la hacienda. Entonces
reunirás mis restos y los quemarás. Si yo resultó vencedor, te devoraré ...
Y empezó la lucha. La primera noche, Juan Oso ganó al condenado. Este
se alejó jadeando, mientras que Juan se retiraba a descansar en el lecho.
La segunda noche venció el condenado. Cuando el canto del gallo
anunciaba la mañana, éste se marchó y Juan Oso durmió todo el día, para
reparar las fuerzas ...
A la tercera noche lucharon con más empeño que nunca. Rodaron las
escaleras y golpearon con sus cuerpos el gran patio empedrado.
Cuando ya amanecía, el condenado se rindió. Juan Oso buscó sus restos
e hizo una hoguera con ellos. Cuando se apaga)::>an las llamas salió volando
una paloma blanca que era el alma del hacendado.
- Puedes quedarte con mi hacienda - le dijo- ¡Gracias por haberme
salvado!
Y fue a perderse en el cielo ...
Juan Oso entró a la iglesia y encontró a todos los trabajadores de la
hacienda que habían ido allí a refugiarsP. para no presenciar el duelo. Subió
a la torre e hizo repicar las campanas ...
- ¡Ya pueden volver a sus casas! - les dijo- No tienen nada que ten1er. El
condenado descansa en paz ...
Luego repartió las tierras entre todos los campesinos y reservó una parte
para él, y se quedó en el pueblo para siempre ...

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