Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mónica Benítez
Copyright © 2019 Mónica Benítez
1. La persona equivocada
3. Tres normas
5. Viernes
6. Distraída
7. Cabezona
9. Sexo matutino
10. Granada
11. Descolocada
14. Exclusiva
16. El ovario
19. Ricitos
20. Deseo
Natalia
Dicen que el ser humano es el único capaz de tropezar dos veces con la
misma piedra, pues bien, yo soy la prueba de ello, y no dos veces, tres. Ole
yo. A mis veintisiete años esta es la tercera vez que me siento atraída por la
persona equivocada.
La primera fue a los veintiuno, me enamoré como una loca de la que
entonces era la novia de mi hermano Andrés, Susana. Jamás se lo confesé a
nadie, lo sufrí en silencio como las almorranas, y durante los siete meses que
duró su relación fue una auténtica tortura para mí. Mi hermano es un coñazo,
además de un plasta y un poco gilipollas, todos los fines de semana la traía
con él a casa y se quedaban a dormir en su cuarto, que era justo el que estaba
al lado del mío. Tenía que aguantar sus gemidos por la noche y sus arrumacos
por el día, nunca me he alegrado tanto de que alguien rompa como cuando ella
lo hizo con mi hermano y por fin desapareció de mi vida. Tardé meses en
olvidarme de ella.
La segunda fue a los veintitrés, y la elegida fue mi mejor amiga Paula, nos
conocimos en una librería de la forma más absurda, las dos preguntamos por
el mismo libro a la vez y resultó que solo quedaba un ejemplar, ella me
propuso comprarlo entre las dos y compartirlo. Me pareció la idea más tonta
que me habían propuesto nunca, pero era tan guapa que acepté encantada de la
vida. A partir de ahí comenzamos a quedar y nos hicimos inseparables, pero
entonces mi corazón me traicionó y un día me di cuenta de que estaba
enamorada de ella. Ni siquiera me lo pensé, en cuanto la vi se lo dije y no ha
vuelto a hablarme desde entonces.
Después de eso estuve saliendo un año y medio con una chica francesa,
Nicole, ella sí que me correspondió, pero al final lo nuestro no salió bien y
desde hace un año vuelvo a estar en el mercado en estado físico, porque lo que
es mentalmente, estoy ocupada con la tercera, actual y la peor de todas: mi
jefa.
***
Ayer me llamaron para hacer una entrevista en Inter Academy, es una
academia de idiomas con franquicias en varias ciudades españolas que no ha
dejado de crecer en los dos últimos años. El puesto es para la central de
Barcelona, que ocupa dos plantas completas de un enorme edificio de oficinas,
en la de abajo está una de las tres academias que tienen en la ciudad condal y
en la de arriba las oficinas desde las que se dirige todo. Me han seleccionado
como candidata para el puesto porque además de español y catalán, hablo
perfectamente inglés, italiano y francés. En caso de que me lo den, mi trabajo
consistirá en gestionar, elaborar y actualizar el plan de estudios de italiano,
además de dar una hora de clase todos los días de la semana para dos niveles
diferentes.
Y aquí estoy, quieta como una estatua frente a la entrada del edificio,
contemplando la enorme e impoluta cristalera oscurecida mientras hago
tiempo hasta la hora de mi entrevista. Entro con puntualidad y una amable
mujer que hay en recepción me indica la sala en la que debo esperar.
Cuando entro hay tres chicas y dos chicos esperando, está claro que son
mi competencia, aun así los saludo educadamente y me siento a esperar
manteniendo el mismo silencio que he encontrado al entrar. Un par de minutos
después se abre la puerta del despacho en el que se realizan las entrevistas y
una voz femenina pronuncia un nombre, no llega a salir, así que no la veo, uno
de los chicos se levanta nervioso y cierra la puerta al entrar. Después de él
entra una de las chicas, y cuando empiezo a notar que los nervios me
desbordan esa chica sale y el siguiente nombre que pronuncia esa voz
femenina es el mío:
—Natalia Fuentes.
Me levanto y me dirijo hacia la puerta con cierta inquietud, y en cuanto
me planto delante me quedo impresionada con la mujer que tengo ante mí. Es
alta, morena, elegante pero no en exceso, atractiva, demasiado atractiva en
realidad, y con unos ojazos verdes que hacen que me cueste mucho mantenerle
la mirada.
—Soy Verónica Martínez, la coordinadora de estudios —dice
estrechándome la mano con firmeza.
Es bastante seria, por no decir mucho. Lleva una falda negra con una
camisa verde clarito que hace juego con sus ojos, está guapísima.
Me invita a sentarme y casi no me mira cuando se sienta frente a mí. Abre
un dosier y comienza a hacerme muchas preguntas en varios idiomas para ver
el nivel que tengo. Por suerte, puedo con los nervios iniciales y contesto con
soltura a todas ellas.
—Eres muy joven para hablar tantos idiomas —susurra sin mirarme
mientras lee mi currículum con atención.
Es una mujer tan desconcertante que no sé muy bien si me está haciendo
un cumplido o si simplemente habla para sí misma, pero por si acaso contesto
con educación y en voz baja para no distraerla.
—Gracias.
—A pesar de que he comprobado por mí misma que realmente dominas
todos estos idiomas a la perfección, veo que tan solo tienes certificación para
inglés, ¿por qué? —quiere saber.
De pronto clava sus ojos en mí y siento una oleada de calor recorrerme el
cuerpo a la vez que me nubla el juicio y despierta mi lado salvaje, uno que ni
siquiera sabía que tenía. Tengo que contener el impulso que siento de saltar
por encima de la mesa y comerle la boca, joder que mujer más impresionante,
es sexy a rabiar.
—Bueno, español y catalán es porque obviamente me crie aquí —
contesto intentando aparentar una calma que no siento.
Me mira raro, espero que no piense que intento tomarle el pelo, empieza a
entrarme mucho calor, esta vez un calor nervioso. ¿Es que no sonríe nunca esta
mujer?
—Mi madre es italiana —sigo contando —me ha hablado en ese idioma
desde pequeña, así que lo domino perfectamente.
Asiente y me mira esperando que continúe.
—En cuanto al francés —digo algo nerviosa —salí un año y medio con
una chica francesa.
Tengo la sensación de que su mirada se intensifica y me atraviesa cuando
le dejo claros mis gustos, pero mantiene la compostura con una firmeza que ya
quisiera yo para mí.
—¿Y en ese tiempo aprendiste a dominar el idioma con esa fluidez? —
pregunta extrañada.
La verdad es que el tema me está incomodando, y cuando no me apetece
hablar de algo a veces digo cosas que no debo, y este momento no va a ser
menos.
—Verá, cuando nos conocimos quedamos en que intentaríamos hablar
ambos idiomas, ella aprendería el mío y yo el suyo, pero Nicole era una
negada para el español, durante el primer mes solo conseguí que aprendiera a
decir pan con tomate, agua y potorro.
Veo que la comisura de sus labios se curva ligeramente, pero consigue
aguantarse la risa mientras que yo noto como me pongo colorada como un
tomate al ser consciente de lo que he dicho.
—Perdón —susurro avergonzada—quería decir que...
—No pasa nada —me corta —y al final tú aprendiste francés —comenta
con tranquilidad sin ser consciente de lo mucho que agradezco que haya
ignorado esa parte.
—Sí.
—Muy bien Natalia, tanto para bien como para mal tendrás noticias
nuestras, ¿de acuerdo? —dice metiendo mi currículum en una abultada carpeta
que no me gusta ni un pelo.
—¿Para mal? —pregunto aturdida.
—Si no te damos el puesto también te llamaremos para comunicártelo, no
nos gusta dejar a nadie con la incertidumbre ni robarle la oportunidad de
seguir buscando cuanto antes —dice poniéndose en pie y rodeando la mesa
para acompañarme a la puerta.
—Gracias.
Verónica me abre la puerta, pero justo cuando voy a salir me detiene
cortándome el paso con el brazo.
—¿Me permites un consejo Natalia? —pregunta sin invadir mi espacio.
—Claro.
—Deberías conseguir la certificación para esos dos idiomas, los títulos
son solo papel, pero en muchas empresas tienen peso y si no los tienes te
cierras puertas. Con el nivel que tienes no tendrás problemas para
conseguirlos, plantéatelo —me sugiere.
—Lo haré, muchas gracias —digo con sinceridad.
Se despide de mí y llama a la siguiente. Siento un nudo en el estómago,
¿eso qué significa? ¿Qué cómo no tengo ningún título que certifique que hablo
italiano y francés he perdido las opciones al puesto? o ¿realmente es un simple
consejo? Eso me mina la moral, durante toda la entrevista he estado
convencida de que ha ido bien, dejando a un lado lo del potorro, claro, he
pensado que tenía opciones, pero sus últimas palabras me han desilusionado
sobremanera.
Natalia
***
Lía
***
Desde esa noticia todo empeora para mí, cada vez que veo a Verónica mi
imaginación se desata y un torbellino de imágenes tórridas y dignas de una peli
porno inundan mi cabeza, me cuesta concentrarme y en ocasiones contesto
cosas incoherentes cuando ella me habla, pero eso no es nada comparado con
lo que me pasa cuando veo a Inma, basta con que esa mujer me mire una
décima de segundo para deshacerme por dentro.
Lía
Lía
Al final elijo mis vaqueros favoritos, unos rotos de color azul claro que
me hacen un culo que me encanta, una camiseta de manga corta y camisa
blanca abierta por encima. He metido unas bragas y un pequeño neceser con lo
básico en el bolso por si me permiten ducharme y a las siete he salido de casa.
La de ellas está a tan solo media hora de la mía en coche, pero no quiero
llegar tarde, bastante inquisidora me parece la mirada de Inma en estado
normal como para que encima la enfade llegando tarde. Cuando por fin llego,
aparco en la puerta, apago el motor y bajo todas las ventanillas del coche, me
falta el aire, los latidos de mi corazón son tan fuertes y frenéticos que los noto
retumbar en el volante a través de mis manos sudorosas. Me planteo incluso
darme media vuelta y marcharme, puedo dejarle un mensaje a Verónica con
cualquier excusa o simplemente decirle la verdad, que estoy cagada de miedo.
Pero no lo hago, el inmenso morbo que me provocan ambas y las increíbles
ganas de tener sexo con ellas que tengo me mantienen aquí hasta las ocho
menos cinco, momento en el que me bajo del coche y llamo al timbre. Es una
casa unifamiliar, con algo de terreno delante y probablemente en la parte de
atrás, tienen vecinos a cada lado, pero un muro alto decorado con celofán en la
parte de arriba les proporciona intimidad. Oigo como se abre la puerta de la
casa y los pasos de una persona acercarse hasta la de la calle mientras mis
latidos me retumban en la cabeza.
Que mujer más fría, joder, estoy segura de que todavía tiene el pulso
disparado, es imposible que se haya recuperado y ha salido de la habitación
sin mirarme si quiera, es como si yo me hubiera evaporado. Todo lo que esa
mujer tiene de atractiva lo tiene de borde y desconcertante, me ha molestado
mucho ese gesto pero no digo nada, Vero no tiene la culpa y al fin y al cabo
esto es lo que es, una sesión de sexo entre tres mujeres pactada previamente.
Una increíble sesión por cierto, no había disfrutado tanto en mi vida. Un par
de minutos después Vero levanta la cabeza, sube hasta mi boca y me devora
lentamente, cada vez que esta mujer mete su lengua en mi boca me hace sentir
como si estuviera flotando. Es jodidamente agradable.
—Me gusta mucho como besas Lía —susurra.
Me quedo bloqueada de nuevo, primero por el increíble beso que me ha
dado, segundo porque Inma no está en la habitación y yo no tengo claro si el
contacto sin estar una de las dos presentes está consentido entre ellas, y
tercero porque me halaga mucho lo que me ha dicho. Me han entrado ganas de
decirle que a mí me encanta tenerla en mi boca, pero de nuevo me contengo.
—Puedes usar la ducha del baño del pasillo Lía, yo me ducharé con mi
mujer. Hay toallas limpias en el armario.
—Gracias.
Sale de la habitación sin más, dejándome sobre la cama, desnuda, sola y
aturdida por todo lo que ha pasado. Reacciono cuando mis tripas rugen con
fuerza, prácticamente no he comido nada en todo el día, y ahora que todo ha
pasado me muero de hambre. Voy recogiendo todas mis prendas por el suelo
de la habitación, y tras pasar por el comedor a recoger mi bolso para poder
ponerme unas braguitas limpias me encamino hacía el baño y me doy una
ducha rápida. No quiero abusar ni ser un incordio, no sé que se espera de mí
ni que tengo que hacer tras lo que ha pasado, mi cabeza no para de dar vueltas
mientras me visto, ¿tengo que irme inmediatamente? ¿Tengo que esperar a que
ellas me digan que me marche? ¿Tengo que darles dos besos al salir? ¿Vero
sigue siendo Vero o ya es Verónica? Me va a explotar el cerebro, nunca me he
encontrado en una situación como esta, y el hecho de que ambas mujeres
tengan un carácter tan extraño no me ayuda en absoluto.
Me aseguro de dejarlo todo tan limpio como lo he encontrado, no quiero
que ninguna pueda decir nada de mí, cojo la toalla con la que me he secado y
me dirijo a la cocina. Las dos están allí bebiéndose una copa de vino, ambas
con su increíble melena mojada, vestidas con ropa cómoda para no salir de
casa y preciosas, son dos mujeres impresionantes, no entiendo qué han visto en
mí, podrían tener a cualquiera. Me acelero mucho al verlas, pero no solo por
las sensaciones que ambas me provocan, me siento incómoda, no sé qué hacer
y no quiero molestar.
—¿Dónde puedo dejar la toalla? —pregunto en voz baja desde la puerta.
Vero se pone en pie y se acerca a mí para que se la entregue.
—Dame, ya la llevo yo con la ropa sucia.
Se la lleva y me quedo en la puerta con el corazón latiéndome en la
garganta, Inma tiene sus ojazos negros clavados en mí pero no dice nada, tengo
ganas de salir corriendo sin decir nada, de hecho estoy a punto de darme la
vuelta cuando Vero aparece de nuevo y pregunta:
—¿Quieres beber algo?
Su tono vuelve a ser serio, es el momento de largarme de aquí. Seguro
que lo ha preguntado por compromiso. Imagino que toda la gente que se dedica
a hacer tríos y este tipo de juegos ya tiene claro cómo comportarse después,
pero yo no, y eso me está haciendo sentir muy mal.
—No, gracias, me voy ya.
Vero me enfoca con sus ojos verdes, mierda, las dos me miran, ¿qué he
hecho mal?
—Hemos pedido un par de pizzas para cenar, ¿no tienes hambre?
¿Hambre? Tengo el estómago tan vacío que me podría comer las dos
pizzas enteras yo sola.
—No, ya si eso me voy a casa, es tarde —contesto sin tener ni idea de la
hora que es.
—Pero tendrás que cenar mujer—insiste otra vez suavizando el tono —
después de lo que hemos hecho y la hora que es tienes que tener hambre
Natalia, come y luego te vas.
Ya vuelvo a ser Natalia, queda claro que la cercanía solo vale cuando
estamos sin ropa.
—No insistas si no quiere Vero —comenta Inma con una frialdad atroz.
No sé hasta qué punto Verónica me invita por compromiso, pero desde
luego Inma no me quiere aquí, ya he hecho lo que tenía que hacer y mi
presencia le sobra.
—Me voy, pero gracias por la oferta.
—Como quieras —contesta Verónica.
Me despido desde la puerta y solo Verónica me contesta, ni siquiera se
han molestado en acompañarme a la salida y salgo de su casa muerta de rabia.
¿Qué se han creído? Son ellas las que me han invitado, ellas me han buscado a
mí y no al contrario, y que me traten con esta indiferencia me molesta hasta tal
punto que en cuanto me subo al coche se me saltan las lágrimas de impotencia.
De camino a casa me prometo a mí misma que esto no se volverá a repetir, si
es que quieren repetir, cosa que dudo. Aunque el sexo con ellas ha sido una
puta pasada, no compensa la incomodidad que me hacen sentir antes y
después.
6. Distraída
Lía
Al llegar a casa me pongo una peli y me quedo frita en el sofá, hasta que
me despierto jadeando y excitada hasta tal punto que meto mi mano bajo las
bragas y en menos de un minuto me acabo corriendo. Aunque acaba de pasar
no sé exactamente que he soñado, pero Inma y Verónica estaban conmigo en el
sueño, eso sí que lo tengo claro. Me levanto cabreada y me voy a la cama, si
hasta en mis sueños se están colando comienzo a tener un problema.
***
Todos mis nervios del domingo no han servido para nada, el lunes tan
solo veo pasar a Verónica de refilón un par de veces hacia su despacho, y
aunque en ambas ocasiones me acelero muchísimo todo se queda en eso, ella
ni siquiera me ha visto, y si lo ha hecho, se ha hecho la despistada. A Inma no
la he visto en todo el día. El martes es muy parecido, me cruzo con Verónica
en el pasillo y me regala un escueto buenos días casi sin mirarme, y a su mujer
ni verla. El miércoles cambian las tornas, esta vez es con Inma con quién me
cruzo y me trata con la misma indiferencia que su mujer el día antes.
Pasan otras dos semanas en las que poco a poco me voy acostumbrando a
su comportamiento frío y esquivo, ahora soy yo la que las evita siempre que
puedo, no quiero verlas, yo no dejo de sentir todas esas sensaciones increíbles
que las dos despiertan en mí y me he cansado de pasarlo mal por su culpa.
Este fin de semana salgo con la intención de darme un gusto y así darle un
poco de tregua a mi brazo y a mis juguetitos, necesito contacto humano y voy a
lo seguro. Descarto a Anabel y después de cenar me paso por el bar en el que
trabaja Elia, es camarera aquí desde hace varios años y siempre que voy
acabamos en la cama, es como una folla amiga pero solo en ocasiones
esporádicas, y esta va a ser una de ellas. Me tomo un par de cervezas mientras
espero a que acabe su turno y cuando lo hace me tomo otras dos con ella en
otro bar antes de irnos a mi casa. Estamos practicando sexo la madrugada del
sábado al domingo y gran parte del domingo, hasta la fecha el sexo con ella
siempre me había parecido muy bueno, y aunque me ha hecho correrme en
varias ocasiones no se acerca ni de lejos a lo que Inma y Verónica me hicieron
sentir aquella tarde en su casa, con ellas todo era morbo, lujuria y deseo, era
estar excitada y receptiva en todo momento, preparada para cualquier cosa que
decidieran hacer y no querer parar, pero con Elia no es así, es sexo con una
amiga y nada más, ellas me dieron algo que Elia no es capaz de darme, y
cuando el domingo a las once de la noche se marcha de mi casa me frustro, ¿y
si a partir de ahora ya nadie puede saciarme como lo hicieron ellas? ¿Y si
nadie más puede excitarme hasta el punto de que solo pueda pensar en
correrme? ¿Qué me han hecho?
Las ocho, las nueve, las diez, las diez y media... Todo el mundo se ha
marchado hace más de una hora y a mí todavía me falta una tercera parte para
terminar, tengo molestia en los ojos, los noto enrojecidos y me pican, me sigue
doliendo el estómago y tengo un dolor de cabeza terrible además de un cabreo
importante. Me levanto para volver a la cafetería, necesito más café o me
dormiré sentada en la silla, pero justo cuando estoy estirando el brazo para
coger el pomo de la puerta, esta se abre de golpe y me doy un susto de muerte
al ver a Verónica y a Inma al otro lado.
—¡Joder! —grito dando un paso atrás.
Por poco me da un infarto. ¿Qué coño hacen aquí a estas horas?
—¿Qué haces aquí todavía Natalia? —pregunta Inma con tono suave.
Me sorprende mucho, no que sea amable, porque estoy comenzando a
acostumbrarme al hecho de que ambas tengan cambios de humor, lo que me
sorprende es que me hable ella y no su mujer.
—Trabajar —contesto de mal humor.
Si yo tengo que soportarlas a ellas, ellas también van a tener que
soportarme a mí, y si no que me despidan, ahora mismo me siento tan
impotente y cabreada que me da igual si me echan a la calle, de hecho estaría
encantada, porque entonces les soltaré cuatro cositas que pienso sobre ellas.
—Es tarde Natalia, vete a casa —ordena Vero también muy dócil.
—Me iré cuando acabe—respondo mirándola a los ojos enfurecida.
Me abro paso entre las dos para encaminarme por el pasillo hacia la
cafetería y por poco me deshago cuando siento el aroma de ambas
envolverme, ese olor fresco y dulce que desprenden me trae unos recuerdos
increíbles. Aun así me mantengo firme y no las miro, paso por su lado
haciéndome la digna y me voy a la cafetería con la cabeza alta y atacada de los
nervios al sentir sus tacones mientras me siguen por el pasillo. Me detengo
ante la máquina de café, echo un euro por la ranura y aprieto el botón del café
largo.
—Si bebes café a estas horas no dormirás —me advierte Vero.
La miro encendida, pero más por la rabia que por el deseo. Ese puto
comentario me desata, es la gota que colma el vaso y arremeto contra ella
llena de rabia.
—Si duermo o no duermo es solo asunto mío señora Martínez, me lo ha
dejado muy claro esta mañana, ¿recuerda? —digo enfurecida.
—Contrólate Natalia —me advierte Inma.
—¡No quiero! —le grito—no he visto ningún puto cartelito colgado que
diga que no puedo quedarme fuera de mi horario, voy a recuperar la media
hora de esta mañana y unas cuantas más por si se me ocurre dormirme otro día,
¡no quiero deberos nada! —digo tuteándolas con los ojos bañados en lágrimas.
Me giro de nuevo hacia la máquina, no quiero que me vean, mi orgullo
ante todo. Cojo mi café y paso por su lado para volver a mi despacho. Entro y
cierro de un portazo, pero no he llegado a mi mesa todavía cuando la puerta se
abre y las dos entran sin permiso. ¡Vaya ejemplo! Dejo mi café sobre la mesa,
me tiembla tanto el pulso que me da miedo que se me caiga al suelo.
—¿Qué queréis? —pregunto con cierta desesperación.
Las dos están en mi despacho y no hay nadie en toda la planta, estoy
cabreada, pero saber eso me eriza el vello y me excita, de nuevo me encuentro
a solas con ellas y a pesar de que tengo ganas de estrangularlas me muero de
ganas de repetir lo que pasó aquel viernes en su casa.
—Yolanda me ha dicho que era cierto que no sabías lo de la reunión —
confiesa Verónica.
Eso me cabrea más todavía.
—Perfecto —digo haciendo aspavientos con las manos ante la mirada
demoledora de Inma —a ella si la crees, ¿no? Si te lo dice Yolanda es cierto
pero si te lo digo yo soy una puta perra que no quiere hacer su trabajo —
contesto con indignación.
—Natalia vale ya—interviene Inma —deja de gritar y haz el favor de
hablar bien —dice caminando hacia mi mesa mientras yo la persigo con la
mirada encendida. Que sexy es joder.
—Ha sido un mal entendido Natalia, no quiero que te quedes trabajando
hasta tan tarde, cuando acabemos te irás a casa y lo haces tranquilamente
durante el resto de la semana, entrégamelo el viernes —sigue Verónica.
—¿Cuando acabemos de qué? —pregunto aturdida.
Pero no me contesta, sonríe ligeramente con los ojos achinados y mira a
su mujer. Me entra mucho calor, comienzo a arder y a temblar, mis fluidos
vaginales aparecen como una oleada, mi cuerpo se está preparando para
recibirlas y la respiración se me corta cuando me giro y veo a Inma. Se ha
sentado en mi silla y en cuanto me ha mirado he comprendido que estoy
perdida, me giro para ver a Vero otra vez y antes de que pueda decirle nada
agarra mi cara entre sus manos y su lengua se estrella con la mía que sale a
recibirla con desesperación. Siento las hormigas recorrer mi vientre y el
corazón latiéndome en la vagina. Vero me devora la boca mientras me empuja
hacía la pared, camino a ciegas dejándome guiar por ella hasta que choco con
algo y me detengo muerta de excitación, Inma esta con la espalda pegada a la
pared y me ha agarrado por la cintura haciendo que mi espalda se pegue contra
sus pechos mientras la mano de Vero se cuela por debajo de mis pantalones y
mis bragas. Vero echa su cuerpo hacia mí mientras me toca y me besa a la vez,
e Inma deja mi cintura para cogerme las manos y prohibirme tocar a su mujer,
pero eso lejos de cabrearme me excita más, sentirme prisionera en medio de
las dos mientras Vero hunde sus dedos entre mis pliegues me mata de gusto, y
todo esto va a peor cuando Inma comienza a susurrar en mi oído, mientras sus
dedos se entrelazan con los míos y yo respiro cada vez más agitada.
—Mi mujer va a follarte Natalia... —afirma.
Oleadas de fuego me recorren de arriba a abajo al escucharla y jadeo.
—¿Te gusta cómo te toca?
—Sí—jadeo otra vez mientras Vero me mira fijamente.
—Vas a correrte para mí, ¿verdad?
—Ahaa.
No soy capaz de verbalizar, estoy tan cachonda que cada vez que me dice
una guarrada noto como mis fluidos aumentan y llenan la mano de Vero.
—Bien, ahora vas a estarte quieta para que ella entre y salga de ti —
ordena.
Asiento con insistencia y noto el aliento de su sonrisa en mi oreja.
—Penétrala cariño.
Dicho y hecho, Vero obedece, noto como dos de sus dedos entran en mi
interior a la vez y grito al sentirla. Voy a explotar, me muero de gusto, con cada
movimiento de sus dedos la corriente recorre mi cuerpo. Estoy apretando tan
fuerte las manos de Inma que me estoy haciendo daño en los dedos y con toda
seguridad se lo estoy haciendo también a ella, pero no se queja, me aprieta las
manos suavemente y sigue susurrándome al oído, y cada guarrada nueva que
me dice me extasía más que la anterior.
—Estás empapada, eso me encanta —añade Vero mientras la mano que
hay metida debajo de mi camiseta y mi sujetador me pellizca un pezón con
cierta fuerza.
Gimo, y cuando aumenta la velocidad de sus dedos vuelvo a hacerlo.
Estoy a punto de correrme, siento mi orgasmo nacer y necesito liberarlo.
—Más rápido —suplico.
Vero sonríe, me besa y después atrapa mi labio inferior entre los suyos
para chuparlo cuando Inma me hace temblar con sus palabras.
—Si quieres correrte pídeselo Natalia, dile que te folle.
Ni me lo pienso, necesito tanto este orgasmo que las palabras me salen
solas entre jadeos.
—Fóllame... Fóllame Vero —suplico.
Suelta mi labio y sus dedos se arquean en mi interior con tanta sabiduría
que me corro al momento. Mi cuerpo se retuerce de gusto rodeada por los
brazos de Inma mientras yo jadeo sin parar ante los movimientos continuos que
Vero hace dentro de mí. Cuando acabo dejo caer la cabeza hacia atrás y las
piernas me flaquean, Inma me agarra fuerte y Vero me abraza también para
ayudarme a mantenerme en pie, y mientras yo me esfuerzo por no caerme ellas
se besan conmigo en medio. Brutal. Cierro los ojos unos segundos y poco a
poco comienzo a recuperarme, Vero deja de besar a su mujer, me besa el
cuello y me da un pico en los labios antes de apartarse, y en cuanto Inma me
suelta voy directa a mi silla y me dejo caer aplatanada.
—¿Estás bien? —pregunta Vero con media sonrisa.
Asiento, estoy bien pero sigo estando muy cabreada con ellas, que me
hayan follado no cambia el hecho de cómo me han tratado durante el día,
sobretodo Vero. Y haber caído rendida ante sus exigencias a la primera de
cambio me hace enfadarme conmigo misma.
—Vete a casa Natalia —me pide Inma.
—Cuando acabe —contesto escueta.
—Como quieras —dice la mujer que acaba de susurrarme un montón de
guarradas que me han puesto perra.
Vero se acerca, se inclina sobre mí, y cuando pienso que va a besarme
susurra en mi boca:
—Me pones muchísimo cuando te enfadas.
La miro enfurecida, ese comentario me mosquea, pero ella ni se inmuta,
ignora mi gesto y me besa profundamente hasta saciarse de mí mientras su
mujer nos observa. Se separa dejándome con la boca abierta y ganas de más,
sonríe y se va al lado de Inma. Me dicen adiós y desaparecen por el pasillo.
7. Cabezona
Lía
Son casi las dos de la madrugada cuando salgo del despacho de Vero
después de haber dejado el dosier, y para mi sorpresa, después de haber
dormido tan solo cuatro horas esta noche, por la mañana me despierto como
una rosa. Desayuno con Yoli y otros profesores y aquí descubro que ese mal
carácter tanto de una como de la otra es algo bastante habitual.
—Menudo moco te soltó ayer la señora Martínez —comenta el chino.
—Sí, es bastante borde, creo que me tiene manía, pero bueno, ya se lo he
entregado, la próxima vez no volverá a pasarme —afirmo.
—No te tiene manía Lía, es así con todos —afirma Carlos—ella y su
mujer son muy secas con la gente, pero si encima haces algo que no les gusta
se convierten en dos auténticas arpías, no dan su brazo a torcer para nada.
—Es cuestión de saber tratarlas —añade Yoli—una vez sabes cómo les
gusta que hagas las cosas, es hacerlas así y punto, si todo está como les gusta
no suelen ladrar mucho—bromea haciéndonos reír a todos.
Me marcho a mi despacho sintiéndome más aliviada, al menos no son así
solo conmigo, son bordes con todo el mundo las muy idiotas.
—Natalia —oigo a mis espaldas justo cuando voy a abrir la puerta.
Me giro sabiendo que es Vero la que me ha llamado y aun así siento un
intenso hormigueo en el vientre al verla. Cuanto más la miro más atractiva me
parece. Lleva una camisa blanca con un par de botones desabrochados que
resaltan sus pechos haciendo que mis ojos se vayan directos a su canalillo sin
molestarme en disimular.
—Pasa un momento a mi despacho por favor —me pide amablemente.
—¿Qué has hecho ahora? —susurra Yoli que pasa por mi lado en este
momento.
No le contesto, pero me hace gracia su pregunta. Entro en el despacho de
Vero, la observo mientras se sienta y cierro la puerta babeando al recordar su
cuerpo sin ropa.
—Siéntate —ordena señalando la silla.
Durante un momento me mira con ojos hambrientos haciéndome saber que
me desea y eso me gusta, saber que Vero se siente atraída por mí me levanta el
ánimo y me engorda el ego un poco.
—Eres una cabezona —suelta de pronto con mi dosier en la mano.
—Solo hago mi trabajo —sentencio.
Se inclina hacia delante, deja el dosier a un lado y entrelaza las manos
sobre la mesa mirándome más seria que nunca. Eso me pone muy cachonda.
—Te debo una disculpa Natalia, fui muy radical contigo ayer, como
mínimo debí concederte el beneficio de la duda y no lo hice.
—¿Habla de la bronca de la mañana o la de la tarde señora Martínez? —
pregunto con retintín y el gesto tan serio como el de ella.
—De la tarde Natalia, lo de la mañana no tiene excusa, no me gusta que la
gente llegue tarde, me hace pensar que no se toman su trabajo en serio.
—¿Cree que me tomo mi trabajo a la ligera? —pregunto ofendida.
—Yo no he dicho eso.
—No hace falta—ladro.
—Mira Natalia, no sé porque llegaste tarde, y estoy segura de que la
primera a la que no le gustó ese hecho fue a ti, solo te pido que no vuelva a
repetirse, nada más.
Me falta el aire, es la primera vez que tengo una conversación con ella, al
menos una que no tenga que ver con sexo, y me gusta tanto tenerla delante
dedicándome su atención que tengo que contenerme para no levantarme, ir a su
lado de la mesa y meter mi lengua en su boca para callarla y pedirle que me
folle otra vez.
—No se repetirá —aseguro entre dientes.
—Bien, en cuanto a lo de la tarde, lo siento, siento no haberte creído y
siento haberte hablado mal.
—Gracias.
—Es lo mínimo, y oye, que sea la última vez que te quedas hasta tan
tarde, hablo en serio.
—Tenía que hacer un trabajo —susurro.
Es todo un detalle que alguien como ella se haya disculpado, pero yo sigo
estando dolida y quiero restregárselo un poco más. Reconozco que tengo ganas
de discutir, en el fondo me pone mucho ese mal carácter que tiene.
—Creo recordar que te dije que te daba tiempo hasta el viernes —dice
molesta.
Estoy cabreando a la fiera y eso me está divirtiendo aunque mi cara siga
muy seria.
—Claro, lo dijo después de saber que no mentía a través de Yolanda.
—Mierda Natalia, me desesperas te lo juro —dice poniéndose en pie.
La cara interna de mis muslos temblando y mi chirri empapado.
—Ya me he disculpado —dice sinceramente.
—Lo sé, y se lo agradezco, lo único que me pregunto es cuánto tardará en
volver a tratarme igual de mal que ayer.
Se queda mirándome aturdida, por primera vez Verónica Martínez no sabe
que contestarme, vuelve a sentarse y nos miramos unos segundos hasta que yo
rompo el silencio.
—Gracias por sus disculpas señora Martínez, si ha terminado me vuelvo
a mi puesto, tengo trabajo atrasado porque ayer tuve que pasarme todo el puto
día haciendo unos informes —murmuro con ironía mientras me pongo en pie y
me acerco a la puerta.
—Diooos Natalia —dice riendo y negando con la cabeza como si
quisiera matarme.
Es la primera vez que la veo reír de verdad, me contagio de su risa y me
quedo embobada mirándola.
—Veo que estás peleona... —añade.
—Mi madre siempre dice que la única que puede pelear por mí soy yo,
bueno y ella, pero ella no está aquí y no pienso dejar que nadie me trate mal.
Vero me escucha atenta sin borrar la sonrisa de su cara, pero sus palabras
borran el gesto vacilón de la mía.
—Sabes que me pones muchísimo cuando te cabreas, ¿verdad Natalia?
¿Quieres provocarme o qué?
Mi pecho sube y baja frenéticamente y la mente se me nubla, no sé qué
contestar, me ha vuelto a ganar. Se pone en pie y se acerca a mí hasta plantarse
justo delante.
—Tranquila, no voy a follarte ahora —susurra —aunque te aseguro que
me muero de ganas.
—¿Y si estuviera su mujer? —pregunto desesperada.
Verónica suspira.
—Siéntate un momento Natalia.
Su gesto se ha relajado, ha cambiado su mirada morbosa por una más
cariñosa que me desconcierta por completo. Hago lo que me pide y ella se
sienta a mi lado.
—Me imagino que esto tiene que ser complicado para ti Natalia.
¿Solo complicado? Su afirmación me indigna.
—No tiene ni puta idea de cómo es para mí —me quejo cabreada.
Me entran ganas de soltarle lo mal que me siento por no poder hablar de
lo que hacemos, lo mal que me siento cuando ellas me tratan con tanta
indiferencia y lo mal que me siento cada día sabiendo que están a escasos
metros de mí y que no puedo tocarlas. Pero me contengo de nuevo, parece que
va a contarme algo y me muero de ganas de saber algo de ellas, aunque sea un
poco.
—Tienes razón, no lo sé, pero para nosotras también es complicado,
contigo estamos rompiendo todas las normas y eso nos inquieta un poco, sobre
todo a mi mujer —confiesa.
—¿Qué normas? —pregunto intrigada.
—Pues para empezar no mezclar a nadie del trabajo en nuestros juegos,
hasta que te conocimos te puedo asegurar que ninguna mujer que haya
trabajado o trabaje para nosotras ha estado antes en nuestra cama. Cuando
Inma y yo hablamos en su día de abrirnos a la posibilidad de tener sexo con
terceras personas lo único que tuvimos claro a parte de la discreción, era que
nuestros juegos de cama no podían mezclarse con el trabajo, eso solo
complica las cosas.
Esa confesión me deja helada, el hecho de que dos mujeres como ellas se
salten sus normas por mí me hace sentir muy privilegiada.
—¿Y por qué yo? —pregunto deseosa de conocer sus motivos.
—No lo sé Natalia, no puedo darte una razón, tienes algo que a las dos
nos gusta, pero no me preguntes qué es porque no te lo sé decir. No te ofendas,
a nosotras lo que nos mueve es el morbo que nos provoca la situación, y
contigo ese morbo es mucho más intenso.
¿Ofenderme? Me tiene babeando.
—¿Y la otra norma?
—Bueno, eso más que una norma ha sido una consecuencia de saltarnos la
primera, quiero decir que si no hubiéramos consentido hacer esto con alguien
de la empresa lo segundo no hubiera pasado nunca.
—Follar en el trabajo —susurro.
—Exacto.
—Tengo ganas de besarla señora Martínez —confieso mirándola
cabizbaja.
Se le dibuja una sonrisa maliciosa, y después de un largo suspiro
responde:
—Yo ahora mismo quiero hacer algo más que besarte, créeme.
Palmas, palmas y más palmas entre mis piernas. Sonrío y me pongo en
pie, es el momento de marcharme o la enorme atracción sexual que siento por
ella me acabará jugando una mala pasada, y yo no pienso acercarme a Vero sin
la presencia de su mujer. Eso lo respeto, ellas tienen unas normas y unas reglas
para su juego que yo acepté cuando me invitaron a participar.
—Cuando salga de aquí volverá usted a convertirse en una arpía,
¿verdad?
—Casi con toda seguridad —afirma con gesto serio.
Joder, que facilidad tiene para ser borde.
8. No sabía lo que tenía
Lía
El sábado por la noche quedo con mi hermano y con Sheila, que así se
llama mi cuñada, otra vez se ha pasado toda la semana insistiéndome para
quedar, dice que tiene que contarme algo importante, pero viniendo de él la
palabra importante podría ser que se ha comprado una bicicleta estática, pero
por no escucharlo más he accedido y me he pasado por su casa para cenar.
—Últimamente es imposible hablar contigo Lía —se queja mientras
mastica.
—Perdón, es que voy muy liada con el trabajo, pero he venido, ¿no?
—Sí, aunque por poco tenemos que hacer una instancia para conseguirlo
—sonríe ella.
—¿Liada con el trabajo o liada con alguien del trabajo? —bromea mi
hermano.
Él bromea, pero a mí me ha entrado mucho calor al pensar en lo que ha
dicho.
—Uy que cara Lía, no me digas que he acertado...
—¿Qué? No, joder, no estoy con nadie del trabajo —me defiendo
nerviosa.
—Pero estás con alguien pillina, cuenta, cuenta—insiste ella.
Me bloqueo, porque no estoy con alguien pero en parte sí que lo estoy,
porque no dejo de esperar por ellas, todos los días me levanto y me acuesto
pensando en cuando será la siguiente vez y eso me frustra. Deseo contárselo a
ellos, Sheila parece una tía con la mente muy abierta, y mi hermano, aunque es
un poco idiota y seguro que hará alguna broma guarra ante algo así, sé que
jamás me juzgará, él es el único que me ha apoyado desde el principio, ahora
toda mi familia me acepta sin prejuicios, pero al principio me costó mucho
conseguir el apoyo de mis padres y mi hermano mayor, Jesús, en cambio a
Andrés lo he tenido siempre de mi lado. Estoy tentada de hacerlo, tengo el
nombre de Inma y Vero en la punta de la lengua queriendo que los pronuncie
para desahogarme, pero en el último momento me contengo, si le cuento a mi
hermano lo que pasa y algo sale mal y me hacen daño es capaz de presentarse
en la empresa y cantarles las cuarenta a las dos. De nuevo me lo trago para mí.
—No estoy con nadie —sonrío—tengo mis cositas por ahí, pero nada
serio...
—Bien que haces enana, disfruta ahora que puedes —se ríe mi hermano.
—¡Oye! —se queja Sheila dándole un codazo.
Mi hermano la abraza y le susurra algo al oído que la hace sonreír y yo
me quedo mirándolos embobada, Andrés está diferente, parece muy feliz al
lado de Sheila y eso me alegra, tal vez por fin haya llegado una mujer
dispuesta a hacerlo feliz y ayudarlo a sentar cabeza de paso.
—Bueno, ¿qué es eso que me tenéis que contar? Ay madre, ¿no estarás
embarazada no? ¿Voy a ser tía otra vez? —pregunto contenta como una niña
pequeña ante la idea que acaba de surgirme de pronto.
—No te emociones, para mantener un crío estamos nosotros ahora... —
murmura Andrés con gesto serio.
—¿Qué pasa? —pregunto preocupada.
—Hace un par de semanas me dijeron que cuando se me acabe el contrato
no me renuevan Lía, la empresa lleva varios meses acumulando bajadas de
pedidos y al final han tenido que empezar con los despidos.
—Joder tete, lo siento mucho. ¿Cuándo es tu último día?
—Hoy. Hoy ha sido mi último día, por eso queríamos hablar contigo
enana, desde que me lo dijeron he estado buscando trabajo como un
desesperado, me he apuntado a todas las temporales que he visto y me he
pasado las tardes echando currículum como un loco, pero ya sabes lo difícil
que está el trabajo ahora, solo me ofrecen contratos de una semana o días
esporádicos, y a Sheila solo la llaman de la peluquería los fines de semana.
—Sé que intentas decirme algo Andrés, hazlo ya porque me estoy
poniendo muy nerviosa —digo mientras Sheila nos mira sin meterse en la
conversación.
—La semana pasada hablé con Jesús—empieza a contar —a él le va muy
bien en el taller y me dijo que sí lo necesitaba podía darme un puesto.
—Pero Jesús vive en Granada con los papás, Andrés... —susurro
aturdida.
—Lo sé.
—¿Os vais? —digo sin poder evitar que un mar de lágrimas salga de mis
ojos.
Andrés se acerca y me rodea con sus brazos peludos, pero no hay
consuelo para mí. Es un pesado y a veces un capullo, pero es mi hermano, la
única familia que tengo en Barcelona y el único que siempre está ahí aunque
yo vaya siempre a mi bola y solo acuda a él cuando me pasa algo. Mi madre es
de Granada, y todos los veranos los pasábamos allí en una casa que mis
padres compraron en Hernan-Valle, una diminuta población a pocos minutos
en coche de Granada. En uno de esos veranos mi hermano Jesús conoció a
Sara, mi otra cuñada, se enamoraron y él se fue a vivir allí con ella. Montó un
taller de coches que le va francamente bien, se casaron y un año después nació
mi sobrino Miguelito que ahora tiene cinco años. Eso fue soportable, pero
hace dos años cuando mi padre se jubiló, él y mi madre también decidieron
irse a vivir al pueblo, así que nos quedamos Andrés y yo, y ahora él también
se va.
—Allí tenemos trabajo los dos, Lía, yo con el capullo de tu hermano y
Sheila en la peluquería de la prima Carmen. Viviremos en casa de los papás
hasta que ahorremos un poco y después nos buscaremos algún piso que
podamos pagar, puede que entonces te hagamos tía otra vez —dice
guiñándome un ojo.
Sonrío para que se sienta bien, pero estoy desolada.
—¿Cuándo os vais? —susurro entre sus brazos.
—El viernes por la mañana, he alquilado una furgo para llevar los trastos
y Sheila llevará mi coche. Lo siento Lía, no me gusta que mi hermana pequeña
se quede sola en una ciudad como esta, me hubiera ido más tranquilo sabiendo
que tienes a alguien, la verdad.
—No te preocupes —digo encogiéndome de hombros—estaré bien.
Lía
Llego a su casa a las once menos cinco, todo sea por no irritar a la
adorable Inma. De nuevo es Vero la que sale a recibirme, aunque Inma no está
en la cocina, la encuentro en el comedor con la mirada clavada en el portátil,
alza la vista un segundo y el fuego de su mirada profunda me arrasa por dentro.
Está sentada y lleva de nuevo una camiseta de tirantes, y al estar yo de pie me
permite ver algo más que su canalillo.
—Inma tiene que enviar un par de correos —comenta Vero con
naturalidad—¿Agua? ¿O prefieres un refresco mientras acaba?
—Agua, mucha agua —suspiro.
Vero sonríe y se va a la cocina, cuando vuelve trae un vaso a rebosar y un
refresco que comparte con su mujer.
—¿Has descansado? —pregunta sentándose al lado de Inma y haciendo
un gesto para que yo ocupe el sillón que hay justo en frente.
Supongo que lo pregunta para romper un poco el hielo, Inma pasa de
nosotras olímpicamente y a mí cualquier pregunta que pueda desencadenar en
una simple conversación me da miedo por si se piensan que quiero establecer
vínculos con ellas.
—Sí, he dormido bastante la verdad.
Lía
Así pasan tres semanas más en las que la indiferencia por su parte me
tiene consumida y cabreada a partes iguales, pero a partir de la tercera decido
dar carpetazo y buscar mi propia satisfacción en otros brazos, no solo he
llamado a Elia y Anabel sin importarme los sentimientos de esta última, sino
que además he tenido un par de citas con otras chicas que conocí y en ambas
ocasiones acabaron en sexo. Parece bueno, pero no lo es, me siento
insatisfecha y nada me sacia, desde que he probado el sexo con ellas nada me
parece comparable a lo que me hacen sentir, y no es solo porque sean ellas, es
la situación, el juego, el morbo, el trío, el control, las exigencias, me gusta
todo lo que envuelve ese juego que me han enseñado, lo que para otros puede
parecer depravado a mí me excita escandalosamente.
—¿Qué te pasa últimamente? —pregunta Sandra mientras tomamos una
cerveza.
Es lunes por la tarde, me ha dicho para vernos el fin de semana, pero
estoy muy ocupada con mis conquistas y al final me ha hecho un hueco esta
tarde, ya llevábamos un rato hablando de mis líos cuando me ha hecho esa
pregunta.
—No me pasa nada —contesto extrañada.
—Mira Lía, sé que nos vemos poco, y te aseguro que me gustaría que eso
no fuera así. Pero tengo la impresión de que cada vez te estás cerrando más en
banda, te has vuelto hermética en ciertos temas y además haces cosas que no
son propias de la Lía que yo conozco.
—¿Qué cosas? —pregunto de mal humor.
—Lo de ir por ahí saltando de cama en cama para empezar, tú no eres
así...
—Perdona Sandra pero sí que soy así—la interrumpo —a ver si te
piensas que como no tengo pareja no follo.
—¿Lo ves? Estás a la defensiva, y no, no eres así—insiste señalándome
—ya sé que tienes tus rolletes de vez en cuando, pero ahora pareces
desesperada, parece que intentes sacarte algún clavo, somos amigas Lía, sé
que te pasa algo, cuéntamelo.
Me muero de ganas pero no puedo. Sandra no lo entendería.
—No tengo nada que contar Sandra, quizá he cambiado en este tiempo,
como has dicho casi no nos vemos, puede que ahora sea otra persona.
—Tal vez —contesta incrédula—pues que sepas que me gustaba más la
Lía de antes, y si estás dispuesta a convertirte en una cazadora al menos no
metas a Anabel entre tus presas, sabes lo que siente por ti y la estás utilizando.
A veces olvido que Sandra y Anabel tienen una amiga en común a parte
de mí. Las palabras de Sandra me hacen sentir fatal, sé que no está bien, la he
convertido en un daño colateral de mi frustración y eso no es propio de mí,
aun así soy una borde también con Sandra y me doy cuenta de que lo estoy
pagando con quienes no se lo merecen.
—Tienes razón, no volveré a llamar a Anabel, y tú tal vez no deberías
llamarme más a mí si tan poco te gusta la Lía actual.
—A veces eres muy gilipollas Natalia, llámame cuando se te pase la
tontería.
Se levanta y se va indignada. ¿Qué me está pasando? ¿Voy a perder lo
poco que tengo por culpa de ellas?
***
Vero
Lía
Tengo siete llamadas perdidas, tres del número de la empresa, tres del
móvil de Vero y una de un número que no conozco y que supongo que puede
ser Vero con el móvil de Inma. También tengo varios mensajes de WhatsApp
de diferentes personas, tengo de mis dos hermanos, de mi cuñada Sheila y de
varios familiares nuestros, pero entre todos ellos solo uno capta mi atención,
hay un mensaje de Vero, el único que abro.
***
Todo ha pasado más rápido de lo que soy capaz de asumir, el martes por
la mañana mi madre murió y el miércoles por la tarde ya estaba enterrada,
¿qué me he perdido? Tenía pensado quedarme hasta el domingo con mi padre,
con Andrés y con Sheila, pero no hace falta, la casa es un ir y venir continuo
de gente que viene a dar el pésame o a hacerle compañía a mi padre, por
suerte, aquí tenemos mucha familia y me quedo más tranquila al ver que no va
a estar tan solo como yo esperaba.
—¿Cómo lo llevas Lía? —pregunta Sheila sentándose conmigo en la
terraza.
Me encojo de hombros, me está costando mucho hacerme a la idea y eso
no me permite llorar a mi madre, siento un mal estar continuo.
—No me quiero poner en vuestro lugar, y no sé qué hacer para ayudaros,
¿por qué no te coges unos días y te quedas aquí? Tu hermano no quiere que
estés sola en Barcelona después de lo que ha pasado, quédate aquí unos días
más hasta que todos lo asimilemos, tu jefa lo entenderá.
—Mi jefa no es el problema Sheila, soy yo, no quiero quedarme, tanta
gente me agobia... —digo mientras me froto los ojos agotada.
—Es normal Lía, pero esto en unos días pasará y todo volverá a estar más
tranquilo. Además el domingo es tu cumpleaños, ya sé que no estás para
celebraciones, pero podemos comer todos juntos.
—Prefiero irme a casa Sheila, como dices, no me apetece celebrarlo... —
contesto con sinceridad.
De pronto mi móvil comienza a sonar, y cuando veo el nombre de Vero en
la pantalla el corazón me da un vuelco, hay momentos que no sé ni el día que
es.
—¿No lo coges? —pregunta Sheila al verme embobada.
Durante estos días había pensado no cogérselo, pero en cuanto ha
comenzado a sonar me he dado cuenta de lo mucho que necesito oírla, me da
igual lo que quiera decirme, necesito dejarme envolver por el sonido de sus
palabras, eso me hace sentir segura en cierto modo. Me levanto y salgo a la
calle para que el alboroto de mi casa no me impida escucharla con atención.
—Hola —digo en tono ausente.
—Hola Natalia —susurra—te preguntaría cómo estás pero me parece
absurdo, debes estar harta de oírlo...
Lo estoy, nadie se hace una idea de cuánto me molesta oír las mismas
palabras una y otra vez, sobre todo por parte de mis tías que no dejan de
preguntarme e insistir en que coma más y me tome infusiones relajantes. Todo
es muy agobiante.
—¿Cuándo tienes pensado volver?
—Me incorporaré el lunes, no te preocupes.
—No te he preguntado eso Natalia —murmura molesta—te dije que te
tomaras el tiempo que necesitaras, si no quieres volver todavía me parece bien
y lo entiendo.
—Perdona —digo con sinceridad, le he dicho esas palabras a propósito
sabiendo que le iban a doler, y me arrepiento—no necesito más tiempo, quiero
irme, mi padre está bien acompañado y la gente me está agobiando mucho, así
que mañana me vuelvo a Barcelona y el lunes me incorporo otra vez, necesito
un poco de normalidad.
—¿Segura?
—Sí.
—Pásate por casa Natalia —suelta de pronto.
—¿Por tu casa? —pregunto aturdida.
—Sí, claro. Pásate un ratito aunque sea, déjame verte —suplica.
—Puedes verme el lunes en el trabajo.
Todavía no había terminado la frase y ya me estaba arrepintiendo, lo
cierto es que quiero decirle que sí, yo también quiero verla en un espacio en el
que pueda abrazarme sin que nadie nos mire raro.
—No quiero verte allí, pásate un rato, solo para que podamos verte y
comprobar que estás bien. Por favor Natalia, estamos preocupadas por ti—
insiste.
—¿Estáis? —sonrío con ironía.
—Sí, estamos —afirma —ya sé que mi mujer es un poco orco, pero no
por eso deja de tener un corazoncito por ahí escondido.
Eso me hace sonreír por primera vez desde que he llegado a Granada.
—¿Tú silencio es un sí? —pregunta contenta.
—Vale, iré directamente a vuestra casa, me veis y me voy.
—Me parece bien. ¿A qué hora saldrás?
—No lo sé, después de desayunar me despediré de todos y me voy—
respondo mientras me aparto el pelo de la cara.
—De acuerdo, ten mucho cuidado con el coche y párate a estirar las
piernas y tomar café, ya sé que es un tópico, pero hazlo, ¿vale?
—Vale —contesto con una sonrisa que ella no puede ver.
Cuando entro en la cocina hay tres platos con tres bocadillos que tienen
una pinta deliciosa, el pan todavía está abierto, veo un lado untado con aceite
y tomate y el otro cargado de jamón jugoso que desprende un olor que me hace
salivar como un animal. Hay dos medianos y uno grande, y este último es el
que Inma coloca frente a mi cuando me siento en la mesa.
—Es muy grande Inma...
—No has comido nada en todo el día Natalia, tienes que llenar el
estómago, si no te apetece entero puedes dejar un poco, pero solo un poco...
Me entra la risa, tantas atenciones viniendo de ella me sorprenden
demasiado. Miro a Vero y se encoge de hombros devolviéndome la sonrisa
como si su mujer no tuviera remedio. Saca unas latas de Coca Cola, un plato
con aceitunas, otro con queso cortado y otro con patatas de bolsa.
—A comer —dice cuando se sienta.
No he dejado ni las migas, no me había comido un bocadillo tan bueno en
toda mi vida, el pan estaba crujiente como si acabaran de traerlo, la pata de
jamón recién empezada está sobre la encimera junto al cuchillo jamonero y
unos tomates que parecen recién recogidos del huerto. No solo he arrasado
con el bocadillo, también me he inflado de queso, patatas y olivas y he dejado
la Coca Cola vacía.
—Suerte que era grande el bocadillo—bromea Vero con gracia.
—Estaba muy bueno —me defiendo —además estaba cortado como a mí
me gusta, con lonchas finitas pero bien cargado.
Ante mi comentario, Inma me guiña un ojo y yo me derrito.
—¿Tenéis algo para el dolor de cabeza? Me va a explotar y no quiero que
vaya a más, así me hará efecto por el camino.
Me duele desde que he llorado y no ha disminuido, sino todo lo contrario,
cada vez me duele más.
—Claro.
Vero se levanta y me trae un analgésico junto con un vaso de agua.
—Nada de irte Natalia, te lo tomas y te vas al sofá a relajarte y descansar
un poco. Inma y yo tenemos una videoconferencia en unos minutos y no te
molestaremos. El sofá es comodísimo, acuéstate y cierra los ojos, ya verás que
bien te sienta.
—No Vero, os lo agradezco pero me voy a casa, ya habéis hecho bastante.
—¿Quieres hacerme enfadar Natalia? —murmura Inma que aparece
detrás de mí y susurrando en mi oído.
—No—respondo mientras un intenso escalofrío me recorre todo el
cuerpo.
—Pues ve, Vero se quedará contigo mientras cierras los ojos un poco.
—¿Y la videoconferencia? —pregunta Vero.
—Yo me encargo, tú asegúrate de que la niña descansa un poco.
¿La niña soy yo? ¿Tanta diferencia de edad hay entre nosotras como para
que me considere una niña? Desde luego no voy a preguntárselo, no me
apetece discutir ni que vuelva la versión orco de Inma, me encanta la que estoy
viendo esta tarde. Al final claudico y me siento en el sofá junto a Vero.
—Ponte aquí —dice acomodándose y ofreciéndome apoyar la cabeza en
su pecho mientras me tumbo.
—No creo que tarde más de una hora —dice Inma besando a su mujer en
la cabeza antes de desaparecer.
—Si me necesitas avisa cariño —añade Vero.
—Creo que me apañaré —se escucha a lo lejos.
—¿Hacéis video conferencias un sábado por la tarde? —pregunto
extrañada.
—No, normalmente nos reunimos en las academias directamente.
Y ante mi cara de asombro y de no entender, añade:
—Aprovechamos los fines de semana para ir visitando las demás
delegaciones. Solemos irnos el sábado por la mañana a la que toque, nos
reunimos con el personal por la tarde para ponernos al día de todo y ya que
estamos, aprovechamos y nos quedamos a dormir allí, pasamos el domingo
por la mañana visitando cosas y por la tarde volvemos.
Eso me alivia y me hace sentir un poco estúpida, hasta ahora pensaba que
no me llamaban porque tenían a otra o simplemente no querían, pero según me
explica Vero los fines de semana los pasan prácticamente trabajando también.
—¿Y por qué hoy no? ¿Era muy lejos? —quiero saber.
—No, esta semana teníamos que ir a Zaragoza, pero como conseguí
convencerte de que te pasaras por casa cambiamos la reunión física por la
video conferencia.
—¿Por mí?
—Sí Lía, por ti —se ríe.
—¿Le doy pena?
—¿Qué? —pregunta Vero sorprendida.
—A Inma, Vero, ¿le doy pena?
—¿Por qué dices eso Natalia? —pregunta acariciando mi mejilla.
—Porque tú y yo sabemos lo fría que es conmigo siempre, y hoy es
amable y atenta, supongo que es por lo de mi madre y dentro de unos días se le
pasará y volverá a ser un orco...
En realidad me da igual que Inma se esté comportando así por pena, no
me gusta que nadie se compadezca de mí, pero es la primera vez que no me
importa que ese sea el motivo, que Inma sea así de atenta conmigo es muy
agradable.
—No es eso Natalia, aunque tú no te lo creas mi mujer te adora.
Se me escapa una sonrisa incrédula y Vero me da un toque en el brazo.
—No te rías que hablo en serio. Tal vez lo de tu madre la haya ayudado a
esforzarse por demostrarte un poco lo que siente, pero no es pena Natalia, ese
sentimiento ha estado siempre ahí, te lo garantizo.
—Pero siempre me trata mal Vero, solo le falta tocarme con un palo —me
quejo.
Vero no puede contener la risa, y tras unos segundos en los que nos
reímos juntas, me estrecha con fuerza entre sus brazos y me da un sonoro beso
en la cabeza que me hace temblar.
—Te voy a contar una cosa ahora que no nos oye, pero no me delates, eh,
ya le diré que te lo he dicho cuando encuentre el momento oportuno.
—¿Qué cosa? —pregunto sumamente intrigada.
—La razón por la que mi mujer se muestra así contigo, no pretendo
excusarla Natalia, solo que entiendas porque se comporta así aunque no sea
justo.
Me giro un poco y me acomodo mejor en su regazo cuando pone un cojín
sobre sus piernas, Vero tiene una voz muy sexy, pero cuando habla bajito se
vuelve muy dulce y eso me está relajando mucho.
—Hará cosa de tres años tu sitio lo ocupaba otra chica...
—¿Te refieres al sexo? ¿El sitio que rechacé?
—Sí, a ese —afirma molesta —y espero que te lo pienses mejor y
cambies de opinión, porque no sabes las ganas que tengo de follarte Natalia —
dice paralizándome el cerebro.
Mi cuerpo comienza a arder y se me corta la respiración, la naturalidad
con la que Vero utiliza la palabra follar y su capacidad para soltarlo cuando
menos me lo espero es algo que me excita exageradamente.
—En fin —continua como si aquí no hubiera pasado nada —como te
decía, hubo otra chica, se llamaba Ainara, y durante casi un año estuvo
metiéndose en nuestra cama y jugando con nosotras sin problema alguno. Le
teníamos mucho cariño, pasaba muchos fines de semana aquí, salía en muchas
ocasiones con nosotras, no sé, además de amante se convirtió en una amiga,
digamos que especial para nosotras.
—¿Y qué pasó? —pregunto intrigada mientras ella da un sorbo de agua.
—¿Quieres? —dice ofreciéndome la botella.
Bebo rápido y le devuelvo la botella ansiosa por seguir escuchándola.
—Pasó que un sábado quedamos en que se vendría a casa a comer y se
quedaría el resto del fin de semana aquí, pero no apareció, y cuando la
llamamos para ver si estaba bien no contestó a nuestras llamadas, ni tampoco a
los mensajes que le dejamos pese a que sabíamos que los había leído. El
martes siguiente nos dejó una carta en el buzón en la que nos exigía que le
pagáramos una cantidad considerable de dinero en un plazo de cinco días o se
encargaría de que todo el mundo se enterara de nuestro secreto.
—No jodas.
—Sí, ella conocía a nuestras familias Natalia, a nuestros amigos, la
empresa, se había colado en nuestras vidas al completo y ni yo ni mi mujer
sospechamos en ningún momento que pudiera acabar haciendo algo así.
—Que mazazo, ¿y qué hicisteis?
—Pues al principio nos planteamos pagarle y comprar su silencio, no nos
apetecía dar explicaciones ni que todo el mundo nos señalara con el dedo,
pero después de hablarlo mucho decidimos que no, no hacemos nada malo
Natalia, ya lo has visto, nuestros gustos sexuales no son asunto de nadie, y
aunque preferíamos que se quedaran en nuestra intimidad, decidimos no ceder
a su chantaje, tampoco teníamos garantías de que después de pagarle no
siguiera exigiendo dinero. Al día siguiente cogimos la carta y se la llevamos a
nuestro abogado, nos recomendó poner una denuncia por chantaje y extorsión y
lo hicimos. Una semana después su abogado se puso en contacto con el nuestro
para decirle que Ainara se había retractado, y que si no seguíamos adelante
con la denuncia nos dejaría tranquilas.
—¿Lo hicisteis?
—Sí —dice mirando hacia el pasillo para asegurarse de que Inma todavía
sigue reunida.
—¿Y habéis vuelto a saber algo de ella?
—No, no hemos vuelto a verla desde entonces. Te cuento esto Natalia
porque aquella experiencia nos hizo recular mucho a ambas, nos volvió muy
desconfiadas, sobre todo a mi mujer, Inma le había cogido mucho cariño a
Ainara, y lo que hizo no solo la decepcionó como a mí, a ella le dolió mucho.
—Yo no soy Ainara —me quejo.
—Lo sé, pero a Inma le da pánico abrirse de nuevo a alguien.
—¿Le da miedo encariñarse conmigo?
—No cariño —susurra acariciándome el pelo—lo que le da miedo es
reconocerlo, encariñada está desde hace tiempo. Aunque no lo parezca a mi
mujer le encanta que estés aquí.
Las palabras de Vero me dejan atónita y sumamente sorprendida.
—Me cuesta creerlo Vero, a veces tengo la sensación de que me aguanta
para complacerte a ti.
Se le escapa una risotada que me hace sonreír a mí también pese al sueño
que me está entrando.
—Mira, esto que te voy a decir sí que te prohíbo que se lo digas jamás,
pero fue ella la que me propuso que hablara contigo, yo estuve encantada con
la idea, no te lo voy a negar, pero quien quiso que participaras en nuestros
juegos fue ella.
—Mentira —murmuro con sorpresa.
—No me llames mentirosa Natalia que eso me cabrea —dice
pellizcándome un moflete.
Sonrío y me acurruco de lado mientras cierro los ojos alucinada por todo
lo que me ha contado.
—Duerme un poco —susurra.
Y los ojos me pesan tanto que caigo rendida entre sus brazos.
12. Cumpleaños feliz
Inma
Lía
***
Vero
***
Lía
Lía
Lía
Lía
La semana comienza muy caótica para Inma y Vero, no hago más que
verlas ir de un lado para otro por los pasillos colgadas al teléfono y haciendo
video conferencias cada pocas horas con la directora del nuevo centro de
Huesca. La apertura, que en principio estaba prevista para unos meses antes,
se ha demorado por culpa de las obras, y ahora que ya está todo listo se les
juntan los últimos detalles antes de la inauguración prevista para el lunes
siguiente con las negociaciones que están llevando a cabo con el departamento
de educación de Cataluña para convertirnos en un centro oficial en el que
impartir cursos subvencionados por la Generalitat para los trabajadores. Si lo
consiguen vamos a dar un salto muy importante y convertirnos en un referente,
y eso las tiene a las dos que se suben por las paredes. Yolanda y yo estamos
haciéndonos cargo de las clases de inglés de Vero y descargándola de todo el
papeleo que podemos, y aun así mi amante parece estresada como nunca.
—Natalia, ¿estás ocupada? —pregunta Inma desde la puerta de mi
despacho sorprendiéndome.
—No señora Farrell —susurro por si alguien nos oye—pase.
Entra, cierra la puerta y se sienta frente a mí con el gesto serio hasta que
de pronto dice:
—Me ha puesto mucho que me trataras de usted Natalia.
No le contesto pero se me escapa la risa, menuda mujer tengo ante mí.
—Bueno, centrémonos —dice acomodándose en la silla y cruzando las
piernas.
A mí me va a costar mucho centrarme, Inma lleva una falda de tubo hasta
las rodillas, y al estar cruzada de piernas me deja ver parte de su muslo, tengo
que contener las ganas de saltar sobre la mesa como una pantera y lanzarme a
por mi presa.
—Necesito un favor —dice sacándome de mis pensamientos
calenturientos.
—Claro, dime.
—Mañana tenemos una reunión con los proveedores del centro de
Huesca, íbamos a ir Vero y yo, pero ahora me han llamado del departamento
para adelantar la reunión del viernes a mañana, no puedo decirles que no
porque ya sabes lo importante que es ese posible cliente.
—Sí, claro, ¿qué necesitas que haga?
—Quiero que acompañes a Vero a Huesca mañana, y mientras ella se
reúne por la tarde con los proveedores me gustaría que tú te reunieras con la
directora y los tres profesores que de momento formarán esa plantilla y los
pongas al día sobre nuestra manera de proceder. Quiero que resuelvas sus
dudas y de paso observes como lo tienen organizado todo y le des el visto
bueno. Os quedaréis a dormir, lo hemos podido casar para que el viernes a
primera hora vayan los de la revista local para anunciarnos por la ciudad y
quiero que Vero sea quien decide lo que se pone en el anuncio y lo que no.
Volveréis por la tarde.
La miro con asombro. Yo encanta de ayudar, y si es en compañía de Vero
mejor que mejor, pero me inquieta el tema de pasar una noche fuera con ella,
¿dormiremos en habitaciones separadas? ¿Juntas? Ese tema nunca lo hemos
planteado, el hecho de que haya sexo entre una sola de ellas y yo. Me pongo
nerviosa al pensarlo porque soy consciente de que si me voy con Vero la
tentación de acostarme con ella va a ser enorme, tanto como si me fuese con
Inma.
—No te quedes en tu mundo Natalia, ¿te va bien ir o no? —pregunta
impaciente—no te lo pido para que le hagas compañía a mi mujer, realmente
necesito que hagas todo lo que te he dicho, si no vas tú tendré que enviar a otra
persona, y sinceramente, prefiero que seas tú, y Vero también.
—Sí Inma, me va bien, no hay problema. Pero en cuanto a lo de dormir...
—Por eso no te preocupes, Vero te explicará cómo funciona el tema en
estos casos, ahora tengo que irme. Si no nos vemos tened mucho cuidado
mañana con el coche.
Y sale de mi despacho sin más después de lo que me ha dicho. ¿El tema
en estos casos? ¿Qué tema? ¿Hablaba de sexo o la única mente sucia que hay
aquí soy yo?
***
Vero
He sentido un alivio enorme cuando mi mujer me ha dicho que será
Natalia la que vendrá conmigo a Huesca, en todos los años que llevo en la
empresa es la primera vez que hago un viaje sin Inma y prefiero que sea al
lado de alguien de confianza, y para mí Natalia es mucho más que eso. Al
final, entre una cosa y otra salimos de Barcelona a media mañana, Lía se ha
ofrecido a llevar el coche mientras yo veo pasar los minutos colgada del
maldito teléfono.
—Cada vez odio más este invento —me quejo cuando cuelgo la cuarta de
las llamadas.
Lía me mira con una sonrisa pero no dice nada, parece cómoda
conduciendo y está tremendamente sexy con esas gafas de sol y su melena
morena recogida en una cola alta.
—Vamos a llegar justitas —digo mirando la hora.
—¿Adónde vamos primero? ¿A la academia? ¿O tienes que pasar por
algún sitio antes? —pregunta.
—Vamos al hotel directas, Lía, a la hora que vamos a llegar tendremos el
tiempo justo de darnos una ducha rápida y comer algo antes de la reunión.
—De acuerdo.
—¿Tú tienes controlada tu parte?
—Sí —contesta sonriente— he traído un pen con copias de todos los
documentos que utilizamos nosotros para organizarnos, el plan de estudios y
unos cuantos truquillos que utilizamos Yoli y yo para chantajear a los más
perezosos y controlar a los más cabroncetes —sonríe mi dulce niña— en ese
pen hay de todo Vero, cualquier duda que tengan puedo resolvérsela no te
preocupes por eso.
—Mmm me muero de hambre, ¿qué te parece si lo hacemos del revés?
Primero comemos y luego vamos al hotel...
—Por mi perfecto, yo también estoy muerta de hambre.
Después de llamar a Inma para decirle que hemos llegado, pongo el móvil
en silencio durante la comida, me apetece pasar un rato tranquila y así poder
disfrutar de este ratito junto a Lía. Aunque yo no suelo contarle muchas cosas
sobre nosotras por respeto a la rarita de mi mujer, ella sí que suele contarnos a
nosotras, sobre todo a mí, creo que en el fondo, para Lía yo me he convertido
en mucho más que una amante, no tiene familia en Barcelona y su mejor amiga
siempre anda muy ocupada con sus hijos, así que todas las anécdotas suele
contármelas a mí, y eso me encanta.
Lía
Hace ya dos semanas que volvimos del viaje y con el estrés del trabajo y
sus continuas reuniones y compromisos no nos hemos visto para nada que no
sea trabajo. Llevo dos largas semanas sin sexo con ellas y eso me está
cabreando cada vez más, lo echo de menos, mis polvos con Elia son más que
aceptables, pero no es lo mismo, me he vuelto adicta al morbo y a la
incertidumbre de no saber lo que va a pasar, cada vez que voy a su casa me
sorprenden con un juguete nuevo o una nueva forma de hacer. Todo me gusta,
todo me mata de placer, todo son sensaciones intensas... Todo es poco, llevo
días con hambre de sexo con ellas.
Esta mañana tengo mucho sueño y estoy de mal humor, cada vez que
pienso en ellas me enciendo como una moto y estoy harta de tener que
masturbarme o recurrir a Elia, harta de ser el último mono y de no tener
opinión para nada. Siempre tiene que ser todo cuando ellas dicen o cuando les
va bien, incluso cuando fuimos de viaje a Huesca ya lo tenían todo pensado, ya
contaban con que yo dormiría con Vero y ya tenían planeado lo de la video
llamada con Inma. Yo siempre tengo que amoldarme a ellas y estoy harta, ¿qué
pasa con mis necesidades? ¿Por qué no puede ser también cuando yo quiero?
Me voy a la cafetería dispuesta a beberme el café de un trago y cuando echo la
moneda la máquina se la traga.
—Mierda —susurro para mí.
Solo me falta esto, aprieto el botón de retorno pero nada, la máquina se
ha quedado con mi euro y ni tengo más monedas sueltas ni me apetece ir a
recepción a pedirle cambio a la cotilla de Ramona, así que descargo mi
frustración contra la máquina y le suelto un guantazo con la mano abierta con
la esperanza de que escupa mi moneda, pero lo único que consigo es un dolor
de mano que me cabrea más todavía.
—¿Se puede saber qué haces? —escucho a mis espaldas.
Me giro y veo a Verónica mirándome con las cejas alzadas, mi cabreo
aumenta, la culpa de mi mala leche la tienen ella y su mujer y seguro que
encima ahora me va a echar la bronca por darle un golpecito a la máquina. Y
lo peor de todo es que encima me excitará que lo haga, a mí también me pone
mucho verla cabreada, y cuando me ha enfocado con sus ojazos verdes y su
maquillaje oscuro se me ha derretido la entrepierna.
—Se ha tragado mi moneda —contesto de mal humor.
—No te la va a devolver porque le des un guantazo Natalia —dice con
una sonrisa maliciosa.
Lo comprendo de inmediato, le gusta verme así, a Vero le encanta verme
cabreada y está disfrutando con la situación la muy zorrilla.
—¿La estoy divirtiendo señora Martínez?
—Pues un poquito sí la verdad —confiesa bajando la voz y mirando
alrededor para asegurarse de que nadie nos oye.
—Que le den —digo en su mismo tono mirándola fijamente.
—Dame tú —contesta con la mirada clavada en mi boca.
Ardo y mi chirri comienza a contraerse una y otra vez sin piedad. Vero me
pone muchísimo, cada vez más, y aunque sé que ella se siente como yo me da
mucha rabia que tenga esa capacidad de autocontrol y que no se le note como a
mí.
—¿Cuándo señora Martínez? ¿Cuándo les viene bien a usted y a su señora
esposa? Denme número, ¿o mejor hago una solicitud? —digo consumida por la
impotencia.
—¿Insinúas algo?
—¿Qué pasa cuando soy yo la que quiere jugar?
Me mira sorprendida. Mierda. Se me ha escapado, pero me acabo de
sentir tan bien al hacerlo que continuo sin pensar en las consecuencias.
—Estoy harta, estoy harta de estar esperando siempre a que a vosotras os
apetezca o a que simplemente me hagáis un hueco en vuestra apretada agenda.
¿Qué pasa conmigo Vero? ¿Qué pasa cuando quiero yo? ¿Por qué tiene que ser
siempre todo cuando vosotras lo decís?
Arquea las cejas y de inmediato me arrepiento de lo que he dicho. Se
pega a mí espalda, tanto que noto sus pechos rozarme y su calor corporal
envolverme, siento la corriente recorrer mi cuerpo y ahogo un gemido cuando
acerca su boca a mi oreja y deja que sus labios me rocen al susurrarme.
—¿Tienes ganas de follar ahora Natalia? ¿Estás caliente?
La humedad se apodera de mí y se me corta la respiración, tengo ganas de
gritarle que sí, quiero follar y quiero que sea ya, aquí mismo, me da igual
quién haya delante. Estoy ardiendo y muy receptiva para ellas, pero sé que ella
solo está jugando y eso me mosquea más de lo que ya estoy. Me giro hacia ella
de golpe, dejando mi boca casi rozando la suya y clavo mi mirada en sus
labios notando como los míos tiemblan, estoy a punto de besarla, si no me
detiene voy a besarla y ni siquiera sé si hay alguien más en la cafetería porque
soy incapaz de ver nada que no sea ella.
—Ven conmigo —ordena de pronto.
Se aparta de mí, me rodea y se encamina hacia la puerta. Me quedo
petrificada un momento intentando recuperar la respiración y aprovecho para
mirar a mí alrededor. No hay nadie, eso es un alivio, pero seguro que ahora me
espera una bronca con la jefa, porque si ella no se hubiese apartado la hubiera
besado, estoy tan cachonda que por primera vez he estado a punto de meter la
pata hasta el fondo con tal de saciar mis deseos. Y ella se ha dado cuenta.
—¿Adónde? —pregunto avergonzada.
—Sígueme Natalia —ordena con su particular gesto de arpía malvada.
Me callo y obedezco exasperada por la excitación que todavía siento,
sospecho que me llevará a mi despacho, me echará la bronca y después se
marchará, pero lo pasa de largo, así que deduzco que vamos al suyo. Me
quedo de piedra cuando también pasa de largo y me lleva al fondo del pasillo,
al despacho de Inma. Comienzo a temblar, Vero seguramente podría medio
aceptar lo que yo he hecho en la cafetería porque ella me ha provocado, en el
fondo es tan culpable como yo, pero Inma no, para Inma aquello es un error
imperdonable que podría costarme el despido. Abre la puerta sin llamar,
supongo que ser su esposa le permite esos privilegios con Inma, me hace pasar
mientras su mujer levanta la vista de la pantalla de su ordenador y nos observa
intrigada.
—Natalia quiere jugar —suelta sin más.
Me giro asustada por sus palabras y veo como cierra la puerta y echa el
pestillo. Un manantial entre mis piernas.
—Yo no he dicho eso —me defiendo.
—¿No quieres jugar? —pregunta sonriente pasando por mi lado para
acercarse a su mujer.
—Yo no he dicho eso—repito aturdida cuando Inma agarra la cara de
Vero y la besa profundamente mientras yo noto el chorreo en mis bragas.
Se separan, Vero se gira hacia mí mientras Inma la sujeta por la cintura y
la pega a su cuerpo y las dos sonríen.
—¿Tú quieres jugar cariño? —le pregunta Inma a su mujer después de
darle un mordisquito en el lóbulo de la oreja.
—Yo siempre —confiesa desnudándome con la mirada.
Si siguen con este jueguecito de provocación me corro fijo.
—Pues tú dirás Natalia, ¿quieres o no quieres jugar? —pregunta Inma.
—Quiero —contesto como un animal en celo.
Inma sonríe, coge a su mujer de la mano y caminan hasta pararse delante
del sofá, vuelven a besarse y mientras lo hacen yo aprieto las piernas
intentando aplacar mi deseo, Vero desabrocha el pantalón de Inma, deja de
besarla y se lo baja por completo junto con las bragas. Inma se sienta y abre
ligeramente las piernas taladrándome con la mirada.
—Tengo mucha sed—pienso en voz alta con la mirada clavada en su sexo
rasurado y expuesto ante nosotras.
Las dos sonríen y se miran.
—En la puerta de la derecha —señala Inma.
Vero va al otro lado del escritorio, abre la puerta del armario que ella le
ha indicado y saca una botella de agua que me hace sonreír. Me la da abierta
como ya es habitual en ella y cuando termino de beber atrapa mis labios
húmedos con los suyos y me hace temblar con el increíble beso que me da. Me
dejo atrapar por la suavidad de sus labios y los intensos movimientos de su
lengua mientras sus manos recorren mi espalda y las mías aprietan su culo
contra mi cuerpo.
—Súbesela —ordena Inma con mirada lobuna cuando nos separamos.
Me ha dejado tan atontada con ese beso que no he sabido a qué se refería
hasta que he notado las manos de Vero subirme la falda hasta la cintura. Me
empuja hacia Inma, me da la vuelta y me hace sentar sobre ella de forma que
sus pechos se pegan en mi espalda.
—Levanta un poquito —me susurra la mujer implacable dándome un
cachete en la pierna.
Levanto el culo ligeramente y Vero me baja las bragas hasta los tobillos, y
ahí estamos las dos, sentadas una sobre la otra, sin bragas, y muertas de
excitación. Me apoyo sobre Inma dejando mi cara al lado de la suya y ella me
coge ambas manos con las suyas y las coloca sobre mi vientre sin dejar de
acariciar mis dedos, eso me derrite, es la primera vez que esta mujer me
acaricia de esta manera, aunque sean solo los dedos.
—Te voy a aplastar —digo preocupada.
—Me encanta sentir el peso de tu cuerpo sobre el mío Natalia, relájate —
susurra en mi oído.
Pero yo estoy muy lejos de relajarme, noto la respiración agitada y
excitada de Inma bajo mi cuerpo y como la mía se acelera cada vez más. Notar
su sexo en mi trasero me está matando de gusto, no sé lo que va a pasar, no
entiendo muy bien esta posición, pero todo me queda claro cuando Vero se
arrodilla ante nosotras y su mujer me susurra:
—Vero nos va a follar a las dos a la vez Natalia, ¿te parece bien?
¿Bien? Me parece perfecto.
—Ahaa —digo notando como mi humedad inunda mi sexo otra vez.
—Recuerda donde estamos, vas a tener que contenerte cuando te corras,
¿de acuerdo?
Si Inma supiera lo cachonda que me pone cuando me habla de correrme
con tanta naturalidad se mordería la lengua.
—¿Y si no puedo? —pregunto alarmada.
—Podrás —sentencia provocándome un escalofrío.
Vero nos abre las piernas a las dos con la mirada hambrienta clavada en
nuestras hendiduras y siento que exploto, mi vagina no deja de contraerse y las
hormiguitas me devoran toda la zona haciéndome temblar y apretar las manos
de Inma con fuerza.
De pronto Vero penetra a Inma y esta gime en mi oído y se impulsa
ligeramente hacía la mano de su mujer.
—Joder —susurro muerta de deseo.
Vero sonríe, me guiña un ojo y se vuelve a concentrar en la vagina de
Inma.
—¿Otro más cariño?
Como le meta otro dedo la que se corre soy yo.
—Sí —confirma.
Jadea con fuerza ante la nueva invasión y mis piernas se cierran sin
permiso para aplacar todas las sensaciones jodidamente agradables que siento
entre ellas. Inma es rápida y suelta mis manos para coger mis piernas y
mantenerlas abiertas mientras Vero me mira sonriente y besa mis muslos.
Comienza a mover los dedos que tiene dentro de su mujer, entra y sale
despacio mientras yo la miro aturdida cuando de pronto siento la mano de
Inma bajar por mi vientre, atravesar mi pubis y meter sus dedos en mi
hendidura para separar mis labios, dejando mi clítoris hinchado y palpitante
completamente ofrecido para Vero.
Gimo y me retuerzo de gusto al notarla, que Inma tenga sus dedos en mi
vagina casi me vuelve loca de placer, pero cuando Vero añade su lengua y
comienza a devorarme con devoción mientras sigue entrando y saliendo de su
mujer cada vez más rápido me desplomo contra Inma, me entrego
completamente a su boca y tanto Inma como yo comenzamos a cabalgar a la
vez mientras una Verónica implacable que no pierde el ritmo con ninguna de
las dos nos folla sin descanso hasta que el orgasmo comienza a azotarnos
devastador.
Me muerdo los labios con fuerza para no hacer ruido mientras me
retuerzo de gusto, pero la situación, el placer y el morbo que siento me
pueden, Inma se está corriendo conmigo mientras ahoga sus gemidos contra mi
hombro, noto el calor de su aliento, su saliva y sus dientes marcándome y todo
eso mientras la lengua de Vero se mueve sobre mi clítoris con insistencia. Me
suelto de las manos de Inma para apoyarlas en el sofá y poder hacer fuerza
para mantenerme quieta, y esta, viendo que no soy capaz de controlarme me
tapa la boca con una mano y no puedo más, me tenso entre sus brazos y gimo
contra su mano hasta que mi orgasmo culmina y la vista se me nubla. Vero
aparta su boca de mí y sale del interior de su mujer para sentarse a nuestro
lado.
Acabo de tener un orgasmo tan intenso que cuando he intentado moverme
para no seguir aplastando a Inma no he podido, al impulsarme para levantarme
me han fallado las fuerzas y por un momento la visión se me ha vuelto borrosa
y me he desplomado de nuevo contra ella. No tengo fuerza en ningún músculo
y todo me tiembla tan fuerte que incluso la borde de Inma se asusta y me
abraza con fuerza para que no me mueva.
—Shhh, no seas bruta —susurra—recupérate conmigo.
Le hago caso y ladeo la cabeza hacía Vero mientras mi cuerpo entero
tiembla sin control por lo que me ha hecho. La encuentro recostada contra el
respaldo mirándome, parece agotada, y debe de estarlo desde luego. Me coge
una mano, la besa y después se la queda entre las suyas sin apartar sus
increíbles ojos de mí. Puedo decir que en este momento me siento en una nube,
la mirada tierna de Vero me tranquiliza y me hace sentir en todo momento que
esto es algo de tres y no solo de ellas dos, mientras que estar rodeada por los
brazos de Inma me da seguridad y comodidad. No encuentro nada malo en todo
esto, todo lo que hacemos me gusta y me siento muy bien mientras dura, aunque
luego ellas se vuelvan frías y distantes y me pongan de mal humor, se
compensa de sobra con todo lo bueno que me hacen sentir cuando estamos
juntas.
Poco a poco mi respiración se comienza a normalizar y los párpados me
pesan horrores, mataría porque en lugar de estar en su despacho hubiésemos
estado en una cama, me quedaría frita de lo increíblemente relajada que me
siento en este momento.
—Uy que se nos duerme la niña —susurra Vero sonriendo.
Yo también sonrío cuando me acaricia la mejilla y me besa mientras coge
la mano de su mujer. Además me gusta mucho que me llame niña, aunque no sé
qué edad tiene ninguna de las dos, está claro que yo soy más joven que ellas, y
que use ese término para referirse a mí denota algo cariñoso en ella.
—No me duermo —me defiendo suspirando profundamente —ahora te
toca a ti.
Vero sonríe otra vez y de pronto suena el teléfono del despacho, me da tal
susto ese sonido impertinente que me quiero levantar de un salto pero Inma no
me deja.
—Despacio Natalia, ya has visto lo que te ha pasado antes...
No le digo nada pero sonrío para mí, me gusta que se preocupe por mí.
Me recoloco la ropa mientras Vero contesta la llamaba diciendo que su mujer
no puede ponerse y cuando cuelga viene hacia nosotras.
—Me doy por satisfecha con lo que ha pasado, no estoy muy fina —
confiesa.
La verdad es que no tiene muy buena cara.
—¿Qué te pasa cariño? —pregunta Inma besándole la frente.
—No sé, me noto floja y tengo mal cuerpo, si no tienes ninguna reunión
esta mañana me tumbaré un rato en el sofá, a ver si se me pasa.
—¿Puedo hacer algo? —me ofrezco.
—No, yo me encargo —contesta Inma tajante.
Intento no ofenderme, este es el momento de irme, aunque me preocupe
Vero sé que ya no es cosa mía, esto es cosa de su mujer, de su vida conjunta,
Inma sabrá mejor que nadie como cuidarla y mi presencia sobra, así que le
deseo que se mejore y me marcho del despacho.
—Come algo Natalia —sugiere Inma antes de que cruce la puerta.
Sonrío otra vez para mí, en algún lugar muy escondido de su corazón, esta
mujer tiene un huequecito enano para mí.
Lía
Los días comienzan a pasar otra vez, y las horas sin ellas se me hacen
eternas, mis jefas se pasaron los tres siguientes fines de semana viajando para
hacer reuniones, y aunque en uno de ellos me invitaron a que las acompañara,
tuve que decir que no pese a que me hubiese encantado. Era el cumpleaños de
Sandra, y su marido le había preparado una fiesta sorpresa a la que yo no
podía faltar. Además iban a venir amigos a los que hacía mucho tiempo que no
veía y me apetecía mucho pasar un poco de tiempo con ellos.
Esjueves, y llevo más de una hora viendo a Vero caminar de un lado para
otro estresada perdida con el móvil pegado a la oreja, me recuerda el día que
nos fuimos a Huesca y al final decidió silenciarlo.
—¿Necesitas que te eche una mano, Vero? —digo asomándome a su
despacho cuando por fin entra.
—Uff, hola Lía, menuda mañana llevo —contesta agotada.
—Ya veo, me estás poniendo nerviosa con tanto taconeo por el pasillo,
como sigas así te convalidan primero de flamenco—bromeo arrancándole una
sonrisa.
—Hay días que parece que todos los centros se ponen de acuerdo para
tener problemas, el caso es que la mayoría de ellos son absurdos y los podrían
resolver ellos sin mi ayuda...
Su móvil vuelve a sonar y ella tuerce el gesto haciéndome reír a mí. En
cuanto descuelga, llaman a la puerta y aparece Ramona.
—Su mujer por la línea dos —dice en voz baja.
Vero se disculpa un momento con la persona del otro lado del teléfono,
tapa el auricular y descuelga el teléfono para atender a Inma.
—Vale, que sí Inma cariño, ¿es en el de siempre no? Vale, yo ahora no
puedo, pero mando a Lía a recogerte.
Dicho eso le cuelga a su mujer, y manteniendo silenciada todavía la otra
llamada apunta algo en un papel y me lo entrega.
—¿Puedes ir a recogerla aquí? Ha llevado el coche al taller porque esta
mañana nos ha costado ponerlo en marcha, parecía batería pero por lo visto es
otra cosa. En fin, ¿puedes ir tú cariño?
—Claro.
—Gracias Lía.
Salgo de allí contentísima, primero porque me siento muy bien por poder
echarles una mano, y segundo porque tenía la cabeza como un bombo y me
apetecía que me diera el aire un poco. Tardo menos de quince minutos en
llegar al taller en el que está Inma, pero no la veo en la calle, así que aparco el
coche en doble fila para poder utilizar el teléfono y la llamo. Comunica,
espero un par de minutos y vuelvo a probar suerte, sigue comunicando. ¿Qué
les pasaba a estas mujeres con el teléfono hoy? Pruebo una última vez, y como
no hay manera de hablar con ella y decirle que estoy fuera esperándola, decido
bajar e ir a avisarla. Justo cuando voy a entrar en el taller ella sale con el
teléfono pegado a la oreja y su particular cara de arpía malvada, por su
expresión ya me doy cuenta de que Inma está de mal humor, que novedad... Me
acerco para decirle que tengo el coche en doble fila y que la espero allí, pero
antes de que abra la boca alza una mano para indicarme que no la moleste.
Me ha mosqueado mucho su gesto, me ha señalado como a un bicho
molesto y eso me ha enfurecido, si no fuera por lo mucho que me gusta follar
con ella y con su mujer la mandaría a la mierda ahora mismo. Un momento,
¿eso que veo es un coche de la policía? No, si encima ahora me multarán por
culpa de la desagradable de Inma, encima que la vengo a buscar con toda mi
buena fe y ella me trata con desprecio, solo me falta que vengan estos y me
pongan una receta. Paso de Inma, no tengo tiempo para molestarme en avisarla,
tengo que llegar al coche antes de que lleguen ellos o me la como con patatas.
Mientras corro como una loca hacia el coche voy pensando en que como al
final me multen, esa receta me la paga la borde de mi jefa, como que me llamo
Natalia.
Ya estoy a la altura de mi coche, pero los dos que hay bien aparcados en
la zona delimitada para ello están demasiado juntos y no puedo pasar entre
ellos, así que alternando la mirada entre mi coche y la patrulla que ya se ha
detenido al otro lado de la calle, rodeó corriendo el segundo de los coches y
salgo a la carretera sin mirar para llegar al mío. De pronto alguien grita, creo
que es a mí pero no lo tengo muy claro, entonces oigo un frenazo que me hace
paralizarme, y sin tiempo para reaccionar noto como algo me embiste por
detrás, ¿estoy volando? Sí, pero mí vuelo dura muy poco y acabo rodando por
el suelo muerta de dolor.
18. Box 3
Inma
***
Raquel
***
Inma
***
Raquel
Lía
***
Inma
Todo el fin de semana transcurre más o menos igual, Natalia tiene unos
dolores terribles y no sale de la cama salvo que sea para ir a hacer sus
necesidades o para la ducha diaria, lo poco que come es en la cama y no tiene
ánimo para nada, tan solo la hemos visto contestar a algún mensaje en el
teléfono, y por la sonrisilla que se le intenta dibujar cuando lo hace creemos
que habla con la enfermera ricitos, y aunque nos morimos de ganas de
preguntarle no lo hacemos para no agobiarla.
Hoy domingo ha venido su amiga Sandra a verla un rato por la tarde,
parece que la visita le ha sentado bien porque ha decidido levantarse para
cenar con nosotras. Al acabar la hemos convencido para que se sentara un rato
en el sofá con la condición de que la dejábamos poner lo que ella quisiera en
la televisión, con su cuerpo recostado contra Vero y sus piernas sobre las mías
ha puesto el primer capítulo de una de las series que le recomendó la
enfermera ricitos, La casa de papel. Siempre he sido de la opinión de que
donde se ponga un buen libro que se quite todo lo demás, pero ahora por culpa
de ricitos las tres nos hemos enganchado a la serie con el primer capítulo.
Aunque me parezca increíble hemos tenido que llegar a un pacto, ninguna
verá la serie hasta que no estén las otras dos, al principio Natalia protesta
alegando que se aburre durante el día, pero mi mujer lo resuelve rápido.
—¿Quieres quedarte sin follar? —le susurra.
Noto como su cuerpo reacciona, no sé si la niña se ha acostado con esa
amiga suya después de la última vez que lo hizo con nosotras, pero si no lo ha
hecho lleva casi un mes en sequía, se me eriza el vello solo de pensarlo.
—No —contesta con la voz ronca.
—¿Entonces cuando dices que verás la serie? —le vacila mi mujer en un
tono que nos pone cachondas a las dos.
—Por la noche cuando estemos las tres —contesta de mala gana.
Mi mujer me sonríe y me mira con lascivia, me excito, sé lo que quiere y
yo me muero de ganas de hacerlo. Con cuidado aparto las piernas de Natalia y
me levanto dejándola tumbada como estaba. Me siento a su lado y utilizando
un dedo para acariciar los labios de la niña, beso a mi mujer con devoción,
noto como la respiración de Natalia se acelera por su aliento en mi dedo, dejo
de besar a mi mujer y mientras me atraviesa con su intensa mirada me dice
algo que me hace temblar.
—Fóllatela —susurra.
Vero no suele ser nunca la dominante, pero cuando lo hace me pone muy
cachonda. Parece que a Natalia también, porque cuando con sumo cuidado le
bajo los pantaloncitos del pijama y las bragas, su sexo está perfectamente
lubricado y deseoso de las caricias lentas y húmedas que le doy.
—¿Quieres correrte verdad cariño? —le pregunta Vero.
Natalia ahoga un suspiro y asiente.
—Pues esto solo tiene una condición Lía —le dice mi mujer.
—¿Cuál?
—Que no te muevas ni intentes nada, como te hagas daño Inma parará y te
quedarás con las ganas. La idea es que te relajes, lo disfrutes y te corras —
sentencia.
Noto como el sexo de Natalia se contrae, sus latidos rebotan en mis dedos
y su humedad crece tanto que no puedo evitar parar mis caricias un instante
para cambiar de posición. Me levantó y me arrodillo en el suelo justo delante
de su sexo y la penetro mientras observo y la boca se me hace agua, Natalia
está disfrutando, tiene los ojos cerrados y se está dejando llevar por el placer
que sin duda siente cuando sin sacar mis dedos de su interior separo sus labios
con mi otra mano y lamo su clítoris con devoción. Se agita, noto como su
vagina se contrae con insistencia alrededor de mis dedos, y entonces chupo,
sorbo su clítoris entre mis labios y lo acaricio con la punta de la lengua
cuando los gemidos de Natalia se hacen cada vez más intensos, mueve la
pelvis buscando más y se hace daño, pero no paro, Vero le susurra que no se
mueva y yo la penetro con más insistencia y velocidad. Su orgasmo se acerca,
puedo sentirlo a través de sus latidos, de las contracciones de su vagina y por
cómo me aprieta la cabeza contra ella con su mano buena. Aunque adoro estar
ahí decido no alargarlo más por miedo a que haga algún gesto extraño, así que
me centro en ese puntito de su interior que sé que le gusta tanto y sin dejar su
clítoris hago que se corra mientras mi mujer la sujeta.
Esta es la primera noche que Natalia ha dormido del tirón. Cuando llega
el lunes yo me quedo con ella por la mañana y Vero por la tarde, la niña ese
día camina un poco con las muletas, está más espabilada, de forma muy leve y
lenta su dolor va disminuyendo. Se pasa toda la semana viendo la otra serie
que ricitos le recomendó, devorando libros, chateando con ella y charlando
con nosotras. Las noches se han convertido en una pequeña y obligatoria
sesión de cine, en cuanto acabamos de cenar y estamos las tres listas para
dormir, llega el momento de ver un nuevo capítulo de La casa de papel que
todas esperamos con ansia. Al acabar el capítulo todas las noches tenemos la
misma discusión, la niña quiere ver otro en cuanto acaba, pero ni Vero ni yo
queremos, no porque no tengamos ganas de verlo, creo que lo que pasa es que
ese momento que hemos hecho de las tres nos encanta y queremos alargarlo el
máximo tiempo posible, además la hemos mal acostumbrado, ahora todas las
noches nos tumbamos con ella en la cama y las dos le acariciamos la espalda
hasta que se duerme. Su amiga Sandra se pasa por casa un rato casi todas las
tardes, se salen a la terraza trasera con un refresco y charlan y ríen sin parar.
Lía
Después de comer suelo echarme una pequeña siesta, pero hoy no puedo,
estoy nerviosa y no entiendo por qué, tampoco es una cita, solo he quedado
con una amiga a la que le debo un café.
—¿Qué buscas Natalia? —me pregunta Inma desde la puerta de la
habitación.
La miro y ambas están observándome, no sé qué contestar porque
realmente ni yo sé lo que busco, supongo que algo que me entretenga hasta que
llegue la hora.
—Nada, solo iba a vestirme.
Las dos entran y se sientan en la cama, yo estoy en el sillón.
—¿Te preocupa algo? —me pregunta Vero mirándome fijamente.
—No.
Pero no es cierto, sí que hay algo que lleva dándome vueltas en la cabeza
desde que he quedado con Raquel, sé que siento cierta atracción por ella y no
sé si eso aumentará cuando la vea de nuevo. Y entonces me pregunto qué
pasará si llega a gustarme de verdad, porque aunque no siento nada que vaya
más allá del afecto y el cariño que les tengo a las dos mujeres que tengo
delante sí que me encanta lo que tengo con ellas. Follar con ellas es algo que
me resulta demasiado apetecible siempre, me excitan mucho, disfruto, me
gusta el morbo, me gustan sus juegos, me gusta que Inma nos mire, me gusta
enfadarlas y que me castiguen. No quiero perder lo que tengo con ellas y a la
vez siento muchas ganas de ver a Raquel.
—Venga Lía —susurra Vero —se te nota cariño, ¿qué te pasa?
Me siento mal, no quiero hablarles de eso ahora pero las dudas y los
miedos me azotan la cabeza, imagino muchas situaciones y todo me crea
preguntas.
—¿Creéis que debería contarle lo nuestro si llegara a algo con ella?
Las dos alzan las cejas a la vez y resoplan.
—Uff Lía, no sé qué decirte —dice Vero—ponte en su lugar, imagina que
es ella la que te cuenta que tiene dos amigas con las que se acuesta.
Antes de que pueda pensar en cómo me sentiría yo en esa situación es
Inma la que me contesta.
—Lo primero que tienes que tener claro es lo que harás si eso pasa
Natalia, si decidieras seguir con lo que tienes con nosotras, cosa que dudo,
desde luego no puedes contárselo. Y si lo nuestro se acaba tendrás que
valorar, no todo el mundo entiende esto, la mayoría de personas lo ve como
algo perverso y vicioso, si ella es de esas no lo entenderá, y si lo entiende
dudo mucho que le haga gracia que quedes con dos tías a las que antes de
conocerla te estabas follando. No lo sé, cariño, esa decisión tendrás que
tomarla tú sola.
—Si acabo con lo nuestro, ¿qué pasará con nosotras? —pregunto
aterrada.
Es algo en lo que hasta ahora no había pensado y siento pavor ante la idea
de perderlas si ya no podemos follar.
—Si tus pensamientos van por donde yo creo me ofendes Lía —dice Vero
enfadada —a nosotras nos unió el sexo, pero perderlo no tiene porque
separarnos. Yo te adoro cariño, si te quisiéramos solo para follar te aseguro
que no estarías aquí ahora, así que deja de pensar gilipolleces por favor.
—Yo estoy con mi mujer, ni se te ocurra volver a insinuar algo así, ¿o es
que tú solo nos quieres para follar? —dice Inma.
—¡No!
—Pues sobre eso no hay nada más que hablar —sentencia —y en cuanto a
lo otro no le des vueltas a algo que todavía no ha pasado, cuando llegue el
momento preocúpate, ahora vístete que aun la vas a hacer esperar.
Me siento muy aliviada al saber por ambas que no soy solo un juguetito
sexual del que se desharán cuando se cansen, voy a hacerle caso a Inma e
intentar no pensar y disfrutar de ese café con Raquel. Con la ropa no puedo
preocuparme mucho, los únicos pantalones en los que cabe mi pierna es en los
de chándal, así que me pongo uno negro que tengo que me gusta mucho y una
camiseta ajustada de color blanco. Vero me ha hecho una cola alta para que el
pelo no me moleste cuando camine con las muletas y ya estoy lista para salir.
—La enfermera ricitos se va a volver loca cuando te vea —me dice Inma
cuando llego al sofá.
—¿Qué dices? Parezco una pandillera con el chándal y las muletas.
—¿Tú sabes el culito que te hace ese pantalón? —susurra Vero
cogiéndome un cachete y apretando.
¿No querrán ponerme cachonda ahora no? Noto como mi móvil vibra en
el bolsillo del pantalón y el pulso se me dispara, sé que es Raquel y mis ganas
de verla se han multiplicado tremendamente.
—¿Quieres que te acompañemos a la puerta? —se burla Inma.
—Nooo.
—Venga, pásalo bien cariño —dice Vero colgándome la bandolera.
Me abrazo a ella sin saber muy bien porque, creo que lo necesito, cuando
nos soltamos le doy un pico y después repito el proceso con Inma.
—A las ocho te quiero en casa —dice Inma cuando me dirijo a la puerta
—como tardes un minuto más saldremos a buscarte.
Me giro con una sonrisa y encuentro lo que espero, a las dos riéndose de
mí.
***
Raquel
No oigo el ruido de sus muletas en el suelo, aun así no me giro hasta que
no he andado cinco o seis metros, después me giro y la veo en el mismo lugar
y posición que la he dejado, está cabizbaja y esboza una sonrisilla maliciosa
mientras me mira sintiéndose derrotada. Sabe que aquí mando yo y le gusta, y
eso me excita mucho, le sonrío alzando las cejas y le hago un gesto para que
venga a mi lado.
—No puedes ser tan caprichosa Natalia —le susurro sin dejar de mirarla
cuando está frente a mí.
—¿No vas a besarme? —pregunta manteniéndome la mirada.
Me gusta mucho joder, Lía me vuelve loca, me encanta que no tenga pelos
en la lengua y que me pida lo que quiere.
—¿Quieres que te bese?
¡Vaya tono sensual que me ha salido!
Lía afirma con la cabeza y vuelve a acercarse mucho a mí.
—No te he oído Natalia —digo exigente.
Sonríe y después se muerde los labios.
—Tú también quieres, te lo noto, te mueres de ganas de besarme —afirma
la niñata.
Tiene razón y eso me jode, me da rabia que se me note tanto, pero si
piensa que por eso voy a besarla cuando ella quiera lo tiene claro, y si no que
me bese ella.
—No has respondido a mi pregunta —digo dándole un repaso con
descaro.
Su cuerpo reacciona ante mi mirada, veo como se le eriza el vello y su
respiración se vuelve pesada.
—Sí que quiero, quiero que me beses —claudica al fin.
Me acerco a ella tanto que mis pechos se apoyan en los suyos, ella no
puede tocarme porque no puede soltar las muletas, pero yo sí que puedo, así
que coloco una mano en su cintura y meto un dedito tímido por debajo de su
camiseta, solo para que note mi contacto. La otra mano la coloco en su cuello
y acerco mis labios a su oreja tanto que no dejo de rozarla mientras le susurro:
—Te besaré Lía, pero no ahora, quiero que me desees tanto que cuando
mis labios rocen los tuyos me supliques que te meta la lengua.
Lía se estremece e intenta ser ella la que me besa, pero la sujeto con
firmeza y no se lo permito.
—No he terminado de hablar, no vuelvas a interrumpirme—la regaño —
cuando tenga mi lengua en tu boca la sacaré acompañada de la tuya y te la
chuparé.
—Vámonos —me suplica.
—Ni hablar, ahora vamos a cenar.
Me aparto y vuelvo a caminar intentando aparentar que estoy bien, pero lo
cierto es que todo el cuerpo me tiembla y noto las braguitas empapadas, de
buena gana me iría al coche con ella, pero si cedo ahora perdería el control de
la situación y no me da la gana, este jueguecito con Natalia me vuelve loca.
En la terraza ambas nos tranquilizamos y volvemos a charlar sin parar,
pedimos cuatro platos de tapas para compartir y pasamos una velada de lo más
agradable en la que nuestras manos se rozan un par de veces, las miradas de
complicidad fluyen y la sonrisa de Lía me derrite más a cada segundo que
pasa. De vuelta al coche la noto cansada, lleva una tarde intensa dado su
estado y su cuerpo se está resintiendo. Se desploma en el asiento y la ayudo a
estirar la pierna antes de ocupar mi sitio y poner rumbo a su casa.
—¿Te duele algo? —le pregunto poniendo mi mano sobre la suya.
—Me duele todo un poco —sonríe.
Mueve sus dedos bajo mi mano y al final acabamos entrelazándolas con
una naturalidad asombrosa. La suelto cuando tengo que cambiar de marcha, y
en las décimas de segundo que dura ese cambio pienso en si debo o no volver
a coger su mano, pero no se trata de si debo, se trata de que quiero, y como
ella no ha retirado la mano de inmediato se la vuelvo a coger y nos pasamos
todo el camino de vuelta acariciándonos la mano en silencio. Cuando llegamos
ya es de noche, la ayudo a bajar del coche, si antes parecía cansada ahora está
hecha polvo, se queda apoyada contra el coche mientras yo cojo su bandolera
y se la pongo. Me mira fijamente, estoy demasiado cerca y mi cuerpo
reacciona ante el suyo, Natalia despierta en mí un instinto salvaje y
depredador que no sabía que tenía.
—¿Ahora tampoco vas a besarme? —dice de pronto.
El chichi se me hace agua, quiero besarla y hacerle muchas cosas más,
pero la operación deseo sigue en marcha y tengo que mantenerme firme.
—No.
Mi tono ha sonado un pelín borde, pero es lo que quiero, quiero que cese
en su intento porque si no mis fuerzas flaquearan y acabaré cediendo. Parece
que ha funcionado, agacha la cabeza y echa a andar hacia la puerta, cuando
llega se detiene, se apoya con un hombro en la pared y deja una muleta para
apretar el botón del timbre, pero cuando va a pulsarlo la detengo.
—Me lo he pasado muy bien Lía, ha sido un café que ha dado para
mucho.
Me mira y sonríe pese a que sé que no le ha sentado muy bien mi
negación.
—Yo también —dice encogiéndose de hombros mientras me acerco.
Es demasiado apetecible, su postura es muy sexy y estoy que me deshago.
—El martes por la mañana estoy libre, tengo que ir a la biblioteca a
devolver un par de libros, ¿te apetece acompañarme?
No espero a que responda, no puedo, si me voy de aquí sin besarla sé que
me arrepentiré, así que coloco una mano en su cara y me acerco hasta que mis
labios se posan sobre los suyos, le doy un beso corto pero firme que me deja
la mente en blanco, sentir el contacto de sus labios firmes y calientes me hace
arder por dentro, Lía suspira y separa los labios en busca de un beso más
profundo, pero no se lo doy, me separo y le susurro.
—Recuerda, quiero que me desees...
—Ya te deseo —se queja.
—Más—vuelvo a insistir mientras me alejo.
Frunce el ceño y toca el timbre mientras yo me subo al coche con una
sonrisa de satisfacción, no me voy hasta que veo que las luces del jardín se
encienden y Natalia entra en casa, entonces le envío un mensaje y me voy.
—No me has contestado a lo del martes, ¿te paso a buscar?
Su contestación llega de inmediato y me arranca otra sonrisa.
—No me has dejado, me has dado un mini besito y ahora estaré pensando
en ti toda la noche, eres mala. Y la respuesta es sí, pásame a buscar cuando
quieras.
—Una mala que también pensará en ti, te recogeré a las diez.
—Siendo tú, seguro que me recoges a las once para que te desee todavía
más...
—Ummm, tal vez. Descansa Lía, y pon la pierna en alto esta noche o es
posible que se te hinchen los dedos.
21. Lo quiero todo
Lía
Cuando entro Inma y Vero ya han llegado y tienen la comida lista, esta vez
no espero a que me pregunten, soy yo la que está tan emocionada y
descontrolada por lo que siento que no paro de hablar y de decir lo bien que
me lo he pasado, ellas se miran y se ríen, estoy segura de que hablan de mí
cuando no estoy, pero ahora simplemente me escuchan con atención y se ríen
otra vez cuando les cuento lo de las caricias bajo la mesa. Al acabar me siento
en el sofá y miro el móvil, Raquel ya me ha enviado las tres fotos que nos
hemos hecho cuando estábamos tumbadas en el parque y no puedo dejar de
mirarlas.
—¿Es ella? —me pregunta Vero que en ese momento pasa por detrás.
—Sí.
—¿Puedo verla?
Afirmo y Vero se sienta a mi lado, se acurruca contra mi brazo y mira la
foto con atención.
—Es guapa, muy guapa—insiste—hacéis muy buena pareja Lía.
Entonces me quita el móvil y llama a Inma.
—¿Has visto cariño? —dice en voz alta para que la oiga.
—¿El qué? —dice Inma que sale de la cocina y se sienta a su lado.
—A Lía y a su amiguita, ¿a qué están guapas?
—Mucho, ya te dije que ricitos también era follable —dice tan pancha.
—¿Follable? ¿Te acostarías con ella? —pregunto sorprendida.
—Seguramente, si no fuera tu novia y se dieran las circunstancias es
probable que la invitáramos a jugar con nosotras.
Me quedo muerta.
—No es mi novia —apunto—¿tú también Vero? ¿También te acostarías
con ella?
—Claro. ¿Te molesta que digamos que es follable? —Me pregunta—es un
hecho cariño, es atractiva, cualquiera con ojos en la cara puede verlo.
—No me molesta —digo con sinceridad.
No miento, que ellas digan que es atractiva y que se acostarían con ella
me halaga, pensarlo me excita y de pronto siento unas ganas enormes de follar.
Mis jefas lo notan, ya conocen mis miradas y mi expresión cuando me
enciendo y en seguida responden, Vero se abalanza sobre mí y me devora la
boca con ansia mientras Inma me baja los pantalones, por un instante pienso en
Raquel y me siento mal, pero si paro lo que hago también me sentiré mal
porque deseo hacerlo. Me digo a mi misma que no tengo nada serio con
Raquel y que por lo tanto no le tengo que dar explicaciones, soy libre para
hacer lo que quiera y me olvido de todo cuando Vero, que ya está desnuda, se
pone a horcajadas sobre mi cara y me ofrece su sexo húmedo y caliente para
que lo chupe. Hundo mi lengua entre sus pliegues y veo como Inma le toca los
pechos con su mano libre, con la otra me está follando a mí, sus dedos entran y
salen de mí al mismo ritmo que yo trazo circulitos con la lengua en el clítoris
de su mujer, primero me corro yo y al momento se corre ella. Cuando me
recupero me siento, Inma se coloca a horcajadas sobre mis piernas y me dice
que mantenga la mano quieta con los dedos hacia arriba, ella misma se clava
en ellos hasta el fondo y cuando yo los curvo comienza a moverse mientras
Vero me besa y con una mano acaricia el clítoris de Inma. Sexo, placer, morbo
y orgasmos a mansalva, eso es lo que tengo con ellas además de su amistad y
me gusta, lo disfruto mucho y no quiero perderlo, cuando Inma se corre se
queda sobre mí y me abraza. Vero nos abraza a las dos y así pasamos varios
minutos en silencio.
—¿Esta es la última vez? —susurra Inma.
Empiezo a llorar, algo en mi interior me dice que sí que lo es pero no
quiero que lo sea, soy una maldita egoísta que lo quiere todo, las deseo a ellas
y soy consciente de que me estoy enamorando de Raquel y también la quiero a
ella.
—Debería serlo —sollozo.
—No llores cariño, ya sé que somos dos diosas del sexo—bromea Vero
—pero Raquel, además de sexo te dará otras cosas que nosotras no podemos.
—Pero a mí me gusta esto —confieso —me encanta lo que hacemos, me
gusta follaros y que me folléis, siento mucho placer y excitación y no sé si eso
lo tendré con ella.
Cuando me oigo decir eso me sorprendo, un año atrás ni se me hubiera
pasado por la cabeza la idea de acostarme con dos mujeres casadas ni
utilizaba la palabra follar con tanta naturalidad y frecuencia.
—Esto es solo sexo Natalia, puro y duro, tal vez con ella no sientas el
morbo de lo prohibido o lo mal visto, pero seguro que sientes otras cosas
cuando hagas el amor con ella, y son maravillosas, cuando quien te toca y te
hace disfrutar es alguien a quien amas lo que se siente es muy intenso, y si
alguna vez lo vuestro sale mal ya sabes... —bromea la que antes era una arpía.
—¡Inma! —la regaña Vero—no la gafes, joder, con lo bonito que es todo
lo que has dicho y vas y la cagas al final.
Las tres nos reímos y nos vamos a la ducha juntas.
Los días comienzan a pasar, por fin llega el sábado y quedo con Raquel
otra vez. Todo lo que sentía se ha multiplicado, ahora le basta con una mirada
para hacerme sentir cosas maravillosas, hemos ido al cine y yo he tenido la
pierna encima de las suyas durante toda la sesión. Mientras mira la película
me hace dibujitos en la rodilla con la punta de los dedos, de vez en cuando he
conseguido robarle algún beso y después hemos ido a cenar, esta vez la he
invitado yo.
Otra vez ha llegado la hora despedirnos y no quiero, sus besos me saben a
poco y ella lo sabe, pero sus horarios son un asco este mes y he de respetarlos,
no me gusta que vaya cansada por culpa de haber trasnochado conmigo.
La semana siguiente quedo con ella otros dos días y entre medio me
acuesto con Inma y Vero otra vez, no he podido resistirme, Raquel me tiene
encendida por el deseo y al levantarme esta mañana me he encontrado a Inma
desnuda en la cocina.
—Mierda cariño, pensaba que dormías —dice cuando me ve.
—¿Siempre haces el desayuno desnuda?
—Solo cuando acaba de ducharse y quiere seguir jugando —contesta
Vero a mis espaldas.
Me giro y la mujer de ojos verdes también está desnuda. No soy de
piedra, llevo días conteniéndome y haciendo esfuerzos enormes, pero con esto
no puedo, me supera, y en cuanto Inma se me acerca me arrodillo y ella me
ofrece su sexo, noto como Vero se arrodilla detrás de mí y su mano se mete
por debajo de mi culo hasta alcanzar mi vagina, eso me pone mucho y ella lo
sabe. Esa mañana nos corremos las tres en la cocina y después en el comedor,
ya que me he puesto quiero recuperar lo que he perdido, pero cuando acabo
me siento peor que nunca y me prometo a mí misma que es la última vez.
Entonces me despierto, ha sido un sueño, joder menos mal. Lo mío y lo de
Raquel sigue sin ser oficial, pero esta es la primera vez que me doy cuenta de
que si sigo con eso siento que la engaño, acostarme con ellas esta vez aunque
haya sido en sueños, me ha hecho ver que yo sí que quiero algo serio con ella
y lo quiero ya, quiero que Raquel salga conmigo y acabar con todas las
opciones de que lo haga con alguien más, al fin y al cabo ella también es libre
de hacer lo que quiera, ¿se acostara con alguien ella también? Pensarlo me
enfada y me hace sentir unos celos muy incómodos, ya está decidido, mañana
cuando la vea se lo digo, le diré lo mucho que me gusta y que me he colado
por ella.
***
Raquel
Hoy Natalia viene al hospital, parece mentira que ya hayan pasado cuatro
semanas desde aquel jueves, por fin vamos a quitarle el vendaje y si la
radiografía sale bien pronto caminará con normalidad. Tengo unas ganas
increíbles, me muero de ganas de poder pasear con ella tranquilamente.
Ya han llegado, cuando la veo entrar en el box me arde todo, viene con la
tal Verónica, no sé muy bien cómo debo actuar delante de ella pero deseo tanto
besar a Lía que le doy un discreto beso en los labios en cuanto se me acerca.
¿Estoy marcando el territorio? ¿Le habrá molestado a Natalia? A su jefa
parece que no porque sonríe y me tiende la mano.
—Verónica —dice en cuanto se la estrecho.
—Raquel, encantada —le contesto.
También es muy atractiva, pero sin duda es mucho más amable que su
mujer.
—Igualmente —me dice.
Lía parece algo inquieta, así que ha llegado el momento de centrarme en
ella. Le pido que se siente en la silla y yo lo hago en un taburete frente a ella, y
con su pierna estirada y apoyada en mi rodilla comienzo a cortar el vendaje.
—Que alivio —dice cuando el enorme vendaje va cediendo y dejando su
pierna en libertad.
—Como pasa el tiempo... —suspira Verónica que le hace una caricia en
el brazo.
—Cierto, hace un mes entré en aquel box y me la encontré hecha un asco y
muerta de dolor, y ahora mire, pierna curada y lista para salir corriendo —le
digo.
—Tutéame Raquel, no soy mucho mayor que tú.
—De acuerdo —le sonrío.
Acompañamos a Natalia a la sala de rayos y al volver la doctora Calvo
que también está de guardia le echa un vistazo.
—Esto está perfecto Natalia, vas a estar unos días con el pie dolorido,
lleva demasiados días inmovilizado y hasta que lo acostumbres otra vez te
dolerá. Procura caminar gradualmente, cada día un poco más pero sin pasarte
los primeros días, ¿de acuerdo?
—Vale —sonríe la chica de la que estoy enamorada.
—Usa las muletas ahora Lía, no intentes apoyar el pie de golpe o rabiarás
—le digo entregándoselas—haz caso a la doctora ¿eh?
—Que sííí.
Las tres caminamos hasta la salida y cuando llegamos Verónica se va a
buscar el coche.
—¿Qué vas a hacer hoy? —le pregunto.
—Tenía pensado recoger mis cosas y marcharme a casa esta tarde, pero
se han puesto como dos fieras, dicen que me espere un par de días más hasta
que pueda mover bien el pie y no he querido discutir.
—Y tienen razón Lía, ya no te viene de dos días, y yo me quedo más
tranquila sabiendo que no estás sola con lo torpe que eres.
—No soy torpe —se defiende acercándose a mí de un saltito.
—Ummm ahora eres más peligrosa —le digo robándole un beso.
—Pronto ya no podrás huir de mí —sonríe con satisfacción.
—¿Y cuando he dicho yo que quiero huir de ti?
Me mira y no dice nada, eso me pone nerviosa.
—¿Te pasa algo Natalia?
—No, es que tengo ganas de verte.
Su confesión me deshace y la abrazo con fuerza mientras le regalo un
beso en el cuello, zona que hasta ahora no había probado y que sin duda
pienso seguir saboreando.
—Hoy salgo un poco tarde, ¿te recojo a las ocho y cenamos juntas?
—No llegues tarde —me amenaza con un dedo.
Verónica ha llegado, y tras besarme otra vez se han marchado.
El día se me hace eterno, no veo el momento de que llegue la hora de ir a
buscar a Natalia, llevo días dándole vueltas y creo que ha llegado el momento
de pedirle que lo nuestro sea oficial, creo que nos vendrá bien a las dos
formalizarlo, así me siento muy perdida y noto que ella también, ambas
necesitamos esa estabilidad.
Cuando por fin llega la hora y la veo salir mi cuerpo se altera, ahora que
no lleva el vendaje se ha puesto unos vaqueros rotos que le quedan de miedo.
Natalia me hace una oferta que no puedo rechazar, me dice que si me importa
que vayamos a su casa, ha terminado de leer un libro que forma parte de una
saga y el siguiente lo tiene allí.
—Podemos pedir una pizza y cenamos allí si quieres, así aprovecho para
ventilar un poco, que llevo varios días sin ir.
Como digo me parece un planazo, estoy agotada y me apetece
tranquilidad, además quiero hablar con ella sobre nosotras y no se me ocurre
un lugar más íntimo que ese. Yo había pensado ir a mi casa, pero he dudado si
decírselo o no por si sentía incomodidad, pero al hacerlo ella me ha quitado
un peso de encima.
—No apoyes tanto el pie Lía, ayúdate de la muleta... —le digo cuando
estamos entrando.
El pie le duele horrores al apoyarlo y es normal, pero ella es una
cabezona e insiste en usar la muleta el mínimo posible alegando que cuanto
antes se acostumbre, antes se le irá el dolor, al final la dejo por imposible.
Tiene un apartamento muy parecido al mío, comedor cocina, baño y una
habitación. Mientras yo le abro las ventanas ella llama para hacer el pedido.
—Me muero de hambre —digo cuando nos sentamos.
—Aquí vienen muy rápido, la pizzería está cerca —sonríe.
Y es cierto, como es temprano y no tienen mucho jaleo todavía, en
cuestión de quince minutos ya estamos cenando. Al acabar recojo las sobras y
Lía abre una botella de vino y saca dos copas que al final no saboreamos.
—Natalia quiero hablar contigo —le digo.
—Me pone nerviosa que me llames Natalia, suena serio...
—Es serio, pero no es malo...
¿Por qué me pongo tan nerviosa? Con lo fácil que es lo que le quiero
decir y ahora soy incapaz de encontrar las palabras. Suerte que ella se
impacienta y su pregunta me ayuda a encaminar la conversación.
—¿De qué quieres hablar?
—De nosotras Lía —suspira hondo y me mira nerviosa —me gustaría
formalizar esto que tenemos, me refiero a qué quiero estar contigo, que seas mi
novia, vamos —digo sofocada.
—Menos mal —dice echándose hacia delante y apoyando la cabeza en
mis rodillas un instante.
Me río y la levanto sujetando su cara.
—Menos mal, ¿qué? —pregunto conteniendo las ganas que tengo de
comérmela a besos.
—Pues lo que has dicho —dice vergonzosa —yo también quería
pedírtelo, necesito saber que estás conmigo y yo contigo, así me sentía muy
perdida —me confiesa.
—Pues nada de perderse, ahora estás conmigo y caminaremos juntas.
Lía se lanza a por mis labios y me aparto juguetona, me mira
empequeñeciendo los ojos y vuelve a por mí, le permito que me dé un beso
corto y vuelvo a apartarme. Entonces me enfoca de una manera que me
enciende y que no había visto hasta ahora, su mirada es traviesa y eso me
excita tanto que en lugar de dejar que ella venga a por mí, soy yo la que se
lanza a por ella con tal ímpetu que cae hacia atrás y eso es mi perdición. Al
sentir su cuerpo debajo del mío los fuegos artificiales estallan por todo mi
interior, la beso, no puedo dejar de hacerlo, solo que es un beso lento y suave
donde nuestras lenguas bailan lentamente.
—No creo que pueda parar... —le susurro.
—No quiero que pares —dice mientras sus manos recorren mi espalda
por debajo de la camiseta.
Me tiembla todo, tengo tantas ganas de sentirla íntimamente que me siento
torpe y primeriza. Natalia recoloca la pierna y hace una mueca de dolor
cuando choca contra el respaldo del sofá.
—Vamos a la cama —le pido.
Nos levantamos y le cedo el paso porque estamos en su casa. Me muero
de la risa cuando la veo recorrer la distancia a la pata coja y lanzarse a la
cama de espaldas extendiéndome los brazos con una sonrisa. Creo que me la
voy a comer, está preciosa y tan dispuesta como yo, así que como respuesta a
la sonrisa que acaba de regalarme y ese gesto que me ha derretido, saco mi
móvil ante su cara de sorpresa y pongo la canción Habits de Tove Lo, no es
precisamente la más sensual, pero es una canción que me encanta y quiero
disfrutarla con ella. En cuanto empieza a sonar dejo el móvil a los pies de la
cama y comienzo a moverme lentamente mientras me voy quitando la ropa. A
Lía se le abren los ojos enormemente, coloca sus manos detrás de su cabeza
como si tomara el sol y se deleita mirando mis movimientos con media
sonrisa. Ya estoy en ropa interior, pensé que sentiría más vergüenza haciendo
esto pero lo cierto es que me encanta desnudarme para ella, lo estoy
disfrutando y cuanto más me mira más me excito. Desabrocho mi sujetador y
sin pudor alguno libero mis pechos dejándolo deslizarse por mis brazos hasta
caer al suelo, Lía se sienta, puedo notar su excitación a través de su
respiración acelerada, lo que ve le gusta y a mí me encanta gustarle. Se va a
quitar la camiseta, pero se detiene cuando muevo mis caderas con sensualidad
y me aprieto los pechos con las manos, entonces se echa hacia delante y
camina a cuatro patas por la cama hasta llegar a los pies donde me encuentro,
se pone de rodillas, me agarra por la cintura y me acerca a ella.
Cierro los ojos y disfruto enormemente cuando comienza a besar mis
pechos, primero son decenas de besos repartidos por ambos y luego es su
lengua juguetona la que rodea mis pezones, primero uno y luego el otro, los
sorbe y los chupa y yo siento que van explotarme los pechos de la excitación
que tengo, quiero más y lo quiero ahora, me separo, le quito la camiseta y el
sujetador con prisas y ante su mirada lobuna me quito las braguitas. Quiero
saltar sobre ella, pero ahora está mirando cada rincón de mi cuerpo con
descaro y para mi sorpresa me gusta y me excita, separo un poco las piernas
cuando su mirada se clava en mi sexo y ella suspira, yo me derrito.
—Túmbate —le ordeno.
La canción ha terminado y está sonando otra, lo paro y lo dejo en el suelo
antes de inclinarme sobre Lía y quitarle los pantalones lentamente, una vez
desabrochados los agarro por la parte de abajo y voy tirando hacia mí
descubriendo sus piernas centímetro a centímetro, al acabar hago lo mismo
con sus braguitas y antes de tumbarme sobre ella le doy un repaso visual y
digo:
—Justo como te recordaba.
Le da la risa tímida y me agarra las manos para que me tumbe sobre ella,
creo que me estoy mareando, la sensación de mi cuerpo desnudo sobre el suyo
me turba la mente y hace crecer mi humedad, mi respiración se acelera más y
empezamos a besarnos mientras ella se queja.
—Eres una enfermera malota, yo estaba muerta de dolor y tú pensando
guarradas.
—No es cierto —digo sin dejar de besarla—no pensé guarradas, pero sí
que me puse muy nerviosa cuando te vi desnuda —le confieso.
Se detiene y me clava su mirada traviesa.
—¿Te excitaste? —pregunta riendo.
—Un poco, me gustaste mucho Lía, creo que desde el momento que crucé
la puerta y te vi, sentí algo que no supe clasificar, y después te vi desnuda y
fue el remate... —digo mientras las dos reímos.
—A mí también me gustaste, aunque en aquel momento no lo supe, me di
cuenta después.
Su confesión me obliga a besarla de nuevo mientras mis manos recorren
su cuerpo y ella se estremece ante cada una de mis caricias. Siento unas ganas
enormes de saborear a Lía, quiero sentirla de la forma más íntima, su sexo hoy
me resulta tanto o más apetecible que el primer día y quiero besarlo, siento
desesperación por hacerlo, he estado con muchas mujeres antes, a muchas las
he amado y otras simplemente han pasado por mi cama, pero lo que siento con
Natalia es diferente, va mucho más allá de lo que había sentido hasta ahora
por nadie y eso que no puedo quejarme, he amado y me han amado, he
disfrutado mucho del sexo y de la compañía, pero con ella siento que floto en
una nube de placer en todo momento.
Me separo de sus labios y la miro, su mirada se enciende, sabe lo que
pretendo hacer y eso la excita más, comienzo a repartir besos por su torso
mientras mi mano se posa sobre su sexo y ella suspira profundamente, está
muy mojada y eso me encanta, mis dedos se deslizan por sus pliegues con
facilidad y no veo el momento de llegar allí con la lengua. Sigo bajando por su
abdomen, y ante su desesperación me deleito en su vientre, me gusta que me
desee y quiero hacerla sufrir un poco, mi mano sale de su sexo y me dedico a
acariciar la cara interna de sus muslos con la punta de los dedos, Lía se
retuerce, quiere y necesita más y yo beso su pubis una y otra vez.
—Por favor —me suplica.
Sonrío, la tengo donde quiero, completamente entregada para mí. Con la
mano empujo una de sus piernas para que la separe y ella abre las dos con una
elasticidad impresionante. ¿Qué deporte habrá hecho mi preciosa novia para
poder abrirse así? Me detengo a mirar su sexo, lo toco y separo sus labios con
los dedos, observo su humedad mientras el vientre de mi chica se infla y se
desinfla de forma descontrolada, creo que ya he sido bastante mala. Me acercó
a su sexo y con la lengua recorro la distancia desde la entrada de su vagina
hasta su clítoris de forma lenta, quiero saborearla y lo hago, me deleito
lamiendo su sexo en todas direcciones y clavo la lengua en la entrada de su
vagina en varias ocasiones porque noto que le gusta, pero mi chica lleva tanto
rato excitada que no creo que aguante mucho, y sinceramente no quiero que lo
haga, quiero que se corra para mí, me muero de ganas de sentirla en todo su
esplendor entre mis labios. Subo a su clítoris y trazo circulitos que la hacen
responder de inmediato, su pelvis comienza un pequeño forcejeo contra mi
boca que me vuelve loca de deseo, voy a darle lo que quiere, se lo ha ganado.
Intensifico las caricias de mi lengua, presiono, succiono con los labios y
chupo, le hago de todo y rápido sus manos se colocan sobre mi cabeza y me
aprietan contra ella mientras sigue con los movimientos rítmicos de su pelvis.
Saco la lengua y dedico unas atenciones exclusivas a su preciado e inflamado
botoncito y mi chica se retuerce entre gemidos cuando su orgasmo hace acto de
presencia, me encanta, me gusta sentirla así, tanto que casi estoy a punto de
correrme con ella, finalmente en un arrebato de placer explosivo se arquea y
su pelvis se levanta casi un palmo de la cama contra mi boca hasta que
finalmente se desploma. Su cuerpo entero es como un flan, tiembla tanto que
me hace sonreír, sin duda lo he hecho bien. Subo hasta ella, me tumbo a su
lado y la abrazo, reparto besos en su cuello mientras ella intenta que su
respiración se vuelva a acompasar, sonríe y me mira satisfecha.
—Mmmm, me encanta como sabes Lía —le susurro.
—¿Por qué has tardado tanto en aparecer en mi vida? —me pregunta.
—Porque cada cosa tiene su momento, y este es el nuestro.
Lía me abraza con fuerza y nos fusionamos, todavía noto los latidos
enfurecidos de su corazón y su cuerpo sudoroso resbala contra el mío cuando
se gira y se coloca de lado frente a mí. Me clava esa mirada lobuna y me
enciendo cuando sin apartar sus ojos de mí, su mano se mete entre mis piernas
y cubre todo mi sexo con ella. Estoy de lado, pero en este momento me gusta la
posición y lo que me hace, quiero que me lo haga así, abro una pierna y le
ofrezco un ángulo de noventa grados, podría darle más, pero me pone mucho
que me lo haga tal y como estamos, de la forma más simple, de lado,
mirándonos fijamente mientras sus caricias me hacen temblar de placer. Todo
es lento al principio, Lía examina mi sexo, hace cositas y sonríe cada vez que
reacciono con mayor énfasis hacia algunas, me está tanteando y eso me
deshace, sobre todo cuando empieza a besarme, no puedo respirar, me está
matando de gusto. Sus dedos se mueven ágiles entre mis pliegues, me
acarician con sabiduría y yo respondo excitándome cada vez más, esta chica
acabará conmigo. Su dedito se insinúa en la entrada de mi vagina, y aunque me
gusta mucho que me penetren hoy no quiero, quiero que me siga tocando como
lo hace.
—Házmelo así hoy —le pido apartando su dedo y colocando su mano de
nuevo un poco más arriba —me está gustando mucho.
—¿Sí? ¿Te gusta esto? —pregunta sonriente cuando sus dedos trazan
circulitos suaves alrededor de mi clítoris.
—Mmmm, me encanta, hoy quiero correrme así.
¿Desde cuando hablo yo de esta manera en la cama?
—A la orden... —me susurra.
Cierro los ojos y me entrego a sus caricias y a los infinitos besos que
vuelve a repartir entre mi cara, mi cuello y mis pechos. Noto como el orgasmo
se forma en mi interior de una forma lenta y maravillosa que me hace sentir
mucho placer mientras llega, aunque cuando lo hace siento que estoy en otro
mundo, he atrapado la mano de mi chica entre las piernas y no dejo de apretar
y de moverme contra ella, este orgasmo es devastador y me retuerzo de gusto
mientras Lía me aprieta contra ella con su otro brazo.
Vero
Los días pasan volando, ya hace casi un mes que Lía se incorporó al
trabajo y su pierna está totalmente curada. Tenemos una especie de pacto, y los
días que no puede quedar con Raquel para comer, se viene a casa con nosotras
y nos contamos todo tipo de anécdotas. Lo suyo con la enfermera ricitos va
viento en popa, nuestra niña babea cada vez que habla de ella y al parecer esa
chica está igual de colada por ella. Este domingo vienen a comer a casa, y
como el día está bastante tonto mi mujer y yo hemos decidido prepararlo todo
para comer en la cocina.
Cuando llegan Lía parece muy nerviosa ante el hecho de que por fin
vayamos a cruzar algo más que un saludo con Raquel.
—No nos la vamos a comer —le susurro.
Ella sonríe, y pasados los nervios iniciales que sentimos las cuatro
comenzamos a comer y la conversación fluye sola, Raquel muestra mucho
interés por nuestra empresa y está encantada de que Lía trabaje para nosotras.
—Sale contenta del trabajo y eso hoy en día es muy difícil—nos dice.
—¿A ti te gusta el tuyo? —le pregunta mi mujer.
—Gustarme no, a mí me encanta. Desde muy pequeñita tuve claro que
quería ser enfermera, es un trabajo que me permite ayudar a la gente y eso es
algo que me hace sentir muy bien. Además, gracias a eso he conocido a una
chica maravillosa —añade.
Le da un beso en la mejilla a Lía y la pobre se pone como un tomate.
—¿Con la poca vergüenza que tienes y te pones tímida ahora? —le digo
tirándole una servilleta de papel.
—No estoy tímida —se defiende.
—No, que va —añade Raquel —si fueras un caracol haría rato que te
habrías metido debajo del caparazón.
Las cuatro nos reímos y seguimos con la charla hasta bien entrada la
tarde, momento en el que ellas se marchan y mi mujer y yo nos dejamos caer
en el sofá.
—Me cae bien —comenta Inma.
La verdad es que me sorprende, con lo protectora que es con Lía tenía
miedo de que volaran los cuchillos en la cocina. Pero lo cierto es que Raquel
parece una buena chica y a las dos se las ve muy bien juntas.
—La echo de menos —confieso.
Inma me mira con los ojos más achinados que Li y susurra:
—¿Qué echas de menos exactamente? ¿A la niña o lo que nos hacía la
niña?
—Todo, el mes que estuvo aquí me acostumbre tanto a ella que a veces
pienso que voy a bajar la escalera y la voy a encontrar en el sofá leyendo o
viendo series.
—¿Nada más? —pregunta socarrona.
—Ya sabes que sí mi vida, me encantaban nuestros juegos con ella, y
sinceramente ahora mismo no me apetece proponérselo a nadie más, al menos
durante una temporada.
—Estoy de acuerdo, esa niña vacilona me volvía loca en la cama.
Lía
Llevamos poco tiempo pero Raquel cada vez me conoce mejor, igual que
yo a ella, por ejemplo sé que cuando se toca mucho la nuca es porque le duele
la cabeza, sé que le gusta tomar el café solo por la mañana y con leche por la
tarde, y también sé que si pasa más de seis horas en la cama le empieza a
doler la espalda, por eso mi chica siempre madruga.
—Tengo que contarte una cosa.
Su gesto se contrae, al verme seria me presta una atención especial y
ahora estoy más nerviosa que antes, me aterra pensar que se enfade y me deje
por haberle mentido o que me pida que deje de verlas, el corazón me bombea
muy rápido, pero si no soy sincera con ella tampoco podré ser feliz a su lado,
así que toca arriesgarse.
—¿Te acuerdas cuando hablamos de nuestros rolletes anteriores?
—Sí, claro que me acuerdo.
—Hubo una cosa de la que no te hablé, es un poco complicada y me daba
miedo que no lo entendieras —digo para suavizar.
—¿Y ahora ya no te da miedo?
—Sí, claro que me da miedo, pero dijimos que no nos ocultaríamos nada
Raquel...
—Pero me lo has ocultado —dice un poco molesta.
—Sí, pero porque tampoco podía contarlo sin más, era algo que afectaba
a otras personas, es complicado Raquel.
—¿A otras personas? —Pregunta sin entender nada—¿A qué personas?
—A Inma y a Vero.
Raquel me mira y no dice nada, parece que mis palabras dan vueltas por
su mente y ella intenta encontrar la conexión sin éxito.
—A ver si me aclaro, ¿dices que tú tuviste un rollo con alguien y que eso
afecta a Inma y a Vero?
Voy a contestarle, voy a aclararle la situación, pero cuando estoy a punto
de soltar la primera palabra Raquel se echa las manos a la cabeza.
—¡Madre mía! ¿Te follabas a Inma y a Vero?
Su pregunta me deja aturdida, ha reaccionado con tanto énfasis que no sé
si está enfadadísima o eufórica.
—Sí.
—¿A la vez? ¿Rollo trío?
—Sí —contesto cada vez más nerviosa.
—Joder Lía, ¡eres la puta ama! —dice riendo.
Me quedo atónita, pero su reacción me alivia y finalmente las dos nos
reímos.
—¿No te enfadas?
—Eso depende, ahora te voy a hacer un par de preguntas y me gustaría
que me contestaras con sinceridad.
—Claro.
—¿Os seguís acostando?
—No, joder—respondo molesta—¿quién te crees que soy?
—Vale, perdona, modifico la pregunta. ¿Te has acostado con ellas
después de conocerme a mí?
—Sí, pero tú y yo no teníamos nada todavía, y lo corté mucho antes de
que empezáramos a salir, en cuanto me di cuenta de que me había enamorado
de ti le puse fin y ellas lo respetaron.
—Está bien, ¿sientes algo por alguna de ellas?
—No, te quiero a ti, lo que tenía con ellas era solo sexo, morbo y todo
eso...
Me mira otra vez y yo intento valorar la gravedad del asunto, pero por
más que intento ver un gesto de enfado o de rechazo no lo encuentro.
—¿Lo echas de menos? —pregunta de pronto.
—¡Raquel! —me quejo aturdida.
—Hablo en serio Lía, yo también he hecho tríos y sé lo que es el morbo, y
esas dos mujeres, joder... —dice poniendo los ojos en blanco.
¿Tríos? Habla en plural, ¿cuántos ha hecho? ¿Y por qué no me lo dijo?
¿También oculta cosas?
—No lo echo de menos, contigo tengo más que suficiente.
Arquea las cejas, no me cree y tiene razón, no he mentido en lo de que
ella me da lo que necesito, pero sí que sigo echando de menos lo que hacía.
—Vale, un poco sí, pero porque es muy reciente y la verdad es que el
morbo me gusta, pero yo quiero estar contigo Raquel.
Se levanta sin decir nada, rodea mi silla mientras se me eriza el vello y se
coloca a mis espaldas.
—No te pido explicaciones por algo que hiciste cuando no estabas
conmigo, ya te he dicho que yo también he hecho tríos, también me gusta el
morbo Lía, y me encantaría ver como esas dos mujeres te follan cariño.
Creo que me estoy mareando, seguro que Raquel me ha echado algo en la
bebida, no puede estar hablando en serio, pero si no lo hace da igual, porque
en cuanto ha dicho eso mis bragas se han inundado. Sigue a mis espaldas
mientras tiemblo excitada y no sé qué responder.
—¿Hablas en serio? —susurro.
—No te equivoques Lía, te quiero, y te quiero para mí, pero de vez en
cuando no me importaría jugar con ellas, salir de la rutina es divertido y esas
dos mujeres son muy atractivas, no me extraña que te acostaras con ellas, así
que si ellas quieren y tú también, por mí no hay problema.
Estoy a punto de saltar de alegría, por alguna razón que no me explico me
siento eufórica al pensar en las cuatro jugando en la cama, empiezo a imaginar
y yo también deseo ver como se follan a Raquel, quiero observarla mientras se
corre y disfrutar su orgasmo desde otra perspectiva, ahora entiendo a Inma.
—¿Entonces no estás enfadada?
—No cariño, pero vamos a tener que dejar esta conversación para más
tarde porque ahora me apetece mucho hacer el amor contigo.
Caigo rendida a sus pies, Raquel es todo lo que quiero. Después de hacer
el amor durante horas, tenemos una larga conversación al respecto donde
dejamos claro que lo primero somos nosotras, que los juegos, tanto si son con
Inma y Vero como si son con otra chica serán solo cosas puntuales para salir
de la rutina, las dos reconocemos lo mucho que nos gusta el morbo y lo
prohibido y queremos disfrutarlo juntas. Pensé que Inma y Vero tenían mucha
suerte de haber encontrado a alguien a quien amar y con quien compartir esos
gustos exclusivos, pero resulta que yo también he tenido esa suerte al
encontrar a Raquel.
Aunque me temo que si mis dos jefas aceptan no será algo puntual, pasará
más veces de las que Raquel cree porque ella misma me lo pedirá, le gusta
disfrutar del sexo tanto como a mí, y los juegos con Inma y Vero siempre son
alucinantes. A la mañana siguiente llego encantada de la vida al trabajo, le he
dado muchas vueltas al tema durante la noche y mi único miedo es que mis
jefas no acepten que seamos cuatro.
—No lo sabrás hasta que no se lo preguntes —me dice Raquel en la
ducha —así que no le des vueltas.
Y como mi chica tiene razón, en cuanto llegan me voy directa al despacho
de Inma.
—¿Se lo dijiste? —me pregunta Vero con preocupación.
—Sí—respondo sin más.
—Joder Natalia, ¿podrías por una vez hablar sin que tengamos que tirarte
de la lengua? —Dice con desesperación—¿Qué te dijo?
No puedo evitar que se me escape la sonrisa, tanto si me dicen que sí
como si no, soy feliz, me encanta que a Raquel le gusten las mismas cosas que
a mí.
—¿Quieres hablar de una vez? —exige Vero dándome un cachete en la
pierna.
—Dice que ella también quiere jugar.
Las dos se miran y después me miran con asombro.
—¿Hablas en serio? —pregunta Vero.
Arqueo las cejas y me encojo de hombros tremendamente contenta. Se
vuelven a mirar y sonríen, yo también lo hago, por su gesto de satisfacción ya
conozco la respuesta.
Cinco meses después
Raquel
FIN