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ALGO DE TRES

Mónica Benítez
Copyright © 2019 Mónica Benítez

Todos los derechos reservados.


ÍNDICE

1. La persona equivocada

2. Verónica vs. Inma

3. Tres normas

4. Entre la espada y la pared

5. Viernes

6. Distraída

7. Cabezona

8. No sabía lo que tenía

9. Sexo matutino

10. Granada

11. Descolocada

12. Cumpleaños feliz

13. Cosas nuevas

14. Exclusiva

15. Incluso a distancia

16. El ovario

17. Doble fila


18. Box 3

19. Ricitos

20. Deseo

21. Lo quiero todo

22. No quiero mentir

23. Rolletes anteriores

Cinco meses después


1. La persona equivocada

Natalia

Dicen que el ser humano es el único capaz de tropezar dos veces con la
misma piedra, pues bien, yo soy la prueba de ello, y no dos veces, tres. Ole
yo. A mis veintisiete años esta es la tercera vez que me siento atraída por la
persona equivocada.
La primera fue a los veintiuno, me enamoré como una loca de la que
entonces era la novia de mi hermano Andrés, Susana. Jamás se lo confesé a
nadie, lo sufrí en silencio como las almorranas, y durante los siete meses que
duró su relación fue una auténtica tortura para mí. Mi hermano es un coñazo,
además de un plasta y un poco gilipollas, todos los fines de semana la traía
con él a casa y se quedaban a dormir en su cuarto, que era justo el que estaba
al lado del mío. Tenía que aguantar sus gemidos por la noche y sus arrumacos
por el día, nunca me he alegrado tanto de que alguien rompa como cuando ella
lo hizo con mi hermano y por fin desapareció de mi vida. Tardé meses en
olvidarme de ella.
La segunda fue a los veintitrés, y la elegida fue mi mejor amiga Paula, nos
conocimos en una librería de la forma más absurda, las dos preguntamos por
el mismo libro a la vez y resultó que solo quedaba un ejemplar, ella me
propuso comprarlo entre las dos y compartirlo. Me pareció la idea más tonta
que me habían propuesto nunca, pero era tan guapa que acepté encantada de la
vida. A partir de ahí comenzamos a quedar y nos hicimos inseparables, pero
entonces mi corazón me traicionó y un día me di cuenta de que estaba
enamorada de ella. Ni siquiera me lo pensé, en cuanto la vi se lo dije y no ha
vuelto a hablarme desde entonces.
Después de eso estuve saliendo un año y medio con una chica francesa,
Nicole, ella sí que me correspondió, pero al final lo nuestro no salió bien y
desde hace un año vuelvo a estar en el mercado en estado físico, porque lo que
es mentalmente, estoy ocupada con la tercera, actual y la peor de todas: mi
jefa.
***
Ayer me llamaron para hacer una entrevista en Inter Academy, es una
academia de idiomas con franquicias en varias ciudades españolas que no ha
dejado de crecer en los dos últimos años. El puesto es para la central de
Barcelona, que ocupa dos plantas completas de un enorme edificio de oficinas,
en la de abajo está una de las tres academias que tienen en la ciudad condal y
en la de arriba las oficinas desde las que se dirige todo. Me han seleccionado
como candidata para el puesto porque además de español y catalán, hablo
perfectamente inglés, italiano y francés. En caso de que me lo den, mi trabajo
consistirá en gestionar, elaborar y actualizar el plan de estudios de italiano,
además de dar una hora de clase todos los días de la semana para dos niveles
diferentes.
Y aquí estoy, quieta como una estatua frente a la entrada del edificio,
contemplando la enorme e impoluta cristalera oscurecida mientras hago
tiempo hasta la hora de mi entrevista. Entro con puntualidad y una amable
mujer que hay en recepción me indica la sala en la que debo esperar.
Cuando entro hay tres chicas y dos chicos esperando, está claro que son
mi competencia, aun así los saludo educadamente y me siento a esperar
manteniendo el mismo silencio que he encontrado al entrar. Un par de minutos
después se abre la puerta del despacho en el que se realizan las entrevistas y
una voz femenina pronuncia un nombre, no llega a salir, así que no la veo, uno
de los chicos se levanta nervioso y cierra la puerta al entrar. Después de él
entra una de las chicas, y cuando empiezo a notar que los nervios me
desbordan esa chica sale y el siguiente nombre que pronuncia esa voz
femenina es el mío:
—Natalia Fuentes.
Me levanto y me dirijo hacia la puerta con cierta inquietud, y en cuanto
me planto delante me quedo impresionada con la mujer que tengo ante mí. Es
alta, morena, elegante pero no en exceso, atractiva, demasiado atractiva en
realidad, y con unos ojazos verdes que hacen que me cueste mucho mantenerle
la mirada.
—Soy Verónica Martínez, la coordinadora de estudios —dice
estrechándome la mano con firmeza.
Es bastante seria, por no decir mucho. Lleva una falda negra con una
camisa verde clarito que hace juego con sus ojos, está guapísima.
Me invita a sentarme y casi no me mira cuando se sienta frente a mí. Abre
un dosier y comienza a hacerme muchas preguntas en varios idiomas para ver
el nivel que tengo. Por suerte, puedo con los nervios iniciales y contesto con
soltura a todas ellas.
—Eres muy joven para hablar tantos idiomas —susurra sin mirarme
mientras lee mi currículum con atención.
Es una mujer tan desconcertante que no sé muy bien si me está haciendo
un cumplido o si simplemente habla para sí misma, pero por si acaso contesto
con educación y en voz baja para no distraerla.
—Gracias.
—A pesar de que he comprobado por mí misma que realmente dominas
todos estos idiomas a la perfección, veo que tan solo tienes certificación para
inglés, ¿por qué? —quiere saber.
De pronto clava sus ojos en mí y siento una oleada de calor recorrerme el
cuerpo a la vez que me nubla el juicio y despierta mi lado salvaje, uno que ni
siquiera sabía que tenía. Tengo que contener el impulso que siento de saltar
por encima de la mesa y comerle la boca, joder que mujer más impresionante,
es sexy a rabiar.
—Bueno, español y catalán es porque obviamente me crie aquí —
contesto intentando aparentar una calma que no siento.
Me mira raro, espero que no piense que intento tomarle el pelo, empieza a
entrarme mucho calor, esta vez un calor nervioso. ¿Es que no sonríe nunca esta
mujer?
—Mi madre es italiana —sigo contando —me ha hablado en ese idioma
desde pequeña, así que lo domino perfectamente.
Asiente y me mira esperando que continúe.
—En cuanto al francés —digo algo nerviosa —salí un año y medio con
una chica francesa.
Tengo la sensación de que su mirada se intensifica y me atraviesa cuando
le dejo claros mis gustos, pero mantiene la compostura con una firmeza que ya
quisiera yo para mí.
—¿Y en ese tiempo aprendiste a dominar el idioma con esa fluidez? —
pregunta extrañada.
La verdad es que el tema me está incomodando, y cuando no me apetece
hablar de algo a veces digo cosas que no debo, y este momento no va a ser
menos.
—Verá, cuando nos conocimos quedamos en que intentaríamos hablar
ambos idiomas, ella aprendería el mío y yo el suyo, pero Nicole era una
negada para el español, durante el primer mes solo conseguí que aprendiera a
decir pan con tomate, agua y potorro.
Veo que la comisura de sus labios se curva ligeramente, pero consigue
aguantarse la risa mientras que yo noto como me pongo colorada como un
tomate al ser consciente de lo que he dicho.
—Perdón —susurro avergonzada—quería decir que...
—No pasa nada —me corta —y al final tú aprendiste francés —comenta
con tranquilidad sin ser consciente de lo mucho que agradezco que haya
ignorado esa parte.
—Sí.
—Muy bien Natalia, tanto para bien como para mal tendrás noticias
nuestras, ¿de acuerdo? —dice metiendo mi currículum en una abultada carpeta
que no me gusta ni un pelo.
—¿Para mal? —pregunto aturdida.
—Si no te damos el puesto también te llamaremos para comunicártelo, no
nos gusta dejar a nadie con la incertidumbre ni robarle la oportunidad de
seguir buscando cuanto antes —dice poniéndose en pie y rodeando la mesa
para acompañarme a la puerta.
—Gracias.
Verónica me abre la puerta, pero justo cuando voy a salir me detiene
cortándome el paso con el brazo.
—¿Me permites un consejo Natalia? —pregunta sin invadir mi espacio.
—Claro.
—Deberías conseguir la certificación para esos dos idiomas, los títulos
son solo papel, pero en muchas empresas tienen peso y si no los tienes te
cierras puertas. Con el nivel que tienes no tendrás problemas para
conseguirlos, plantéatelo —me sugiere.
—Lo haré, muchas gracias —digo con sinceridad.
Se despide de mí y llama a la siguiente. Siento un nudo en el estómago,
¿eso qué significa? ¿Qué cómo no tengo ningún título que certifique que hablo
italiano y francés he perdido las opciones al puesto? o ¿realmente es un simple
consejo? Eso me mina la moral, durante toda la entrevista he estado
convencida de que ha ido bien, dejando a un lado lo del potorro, claro, he
pensado que tenía opciones, pero sus últimas palabras me han desilusionado
sobremanera.

Paso dos días horribles pensando en eso y maldiciéndome a mí misma


por no hacer caso al idiota de mi hermano, que siempre me dice lo mismo que
me ha dicho Verónica, que certifique mis idiomas. Decido hacerle caso a
ambos, bueno en realidad a ella, y comienzo a mirar en Internet las
certificaciones oficiales cuando mi teléfono suena y al descolgar Verónica me
dice que el puesto es mío. Ahora comienza mi calvario.
2. Verónica vs. Inma

Natalia

Hoy es mi primer día, y al llegar, una chica muy amable de la que ya no


recuerdo el nombre, me acompaña al que será mi despacho. Cuando se
marcha, dejo mis cosas encima de la mesa y me siento para ajustar la altura de
la silla, solo levanto la cabeza al notar la presencia de alguien en el despacho,
es Verónica, y está tan guapa como el primer día. Tras saludarme se sienta
frente a mí durante más de dos horas para explicarme todo lo que debo hacer y
ponerme al díasobre el funcionamiento de la empresa; las franquicias, el
personal, los alumnos, en fin, como un bombo me deja la cabeza. Deja de
hablar unos segundos para atender una llamada y respiro aliviada, creo que no
lo he hecho desde que ella ha entrado por miedo a que el sonido de mi
respiración no me deje escuchar lo que me dice.
—¿Alguna pregunta Natalia?—pregunta al terminar su llamada.
—No, creo que lo tengo todo claro —miento.
Creo que no he retenido ni una cuarta parte de lo que me ha dicho, entre
lo nerviosa que estoy por ser mi primer día, ella en sí, que me inquieta con su
increíble mirada, y mi pésima capacidad de concentración, no me he enterado
de una mierda. Pero eso no puedo decírselo, va a pensar que se ha equivocado
al contratarme, así que mi plan es consultar al resto de profesores cuando
tenga alguna duda.
—Perfecto, entonces solo me queda presentarte a la señora Farrell y ya te
dejo trabajar —dice poniéndose en pie.
—¿Farrell? —pregunto desconcertada.
Verónica me mira, y alzando las cejas con sorpresa me dice:
—Inma Farrell, la dueña de la cadena.
Mi cara debe de ser un poema, hasta este momento yo pensaba que la jefa
era ella, no me había imaginado que había alguien por encima y eso le ha
arrancado la primera sonrisa a Verónica.
—¿Sabes que cuando una va a hacer una entrevista para un puesto nuevo
lo primero que debe hacer es informarse sobre la empresa? —pregunta con los
ojos entornados.
Lo sé, me lo han dicho mil veces, pero por pura pereza no lo he hecho y
ahora estoy quedando como una tonta.
—Lo siento, pensé que usted era la jefa —susurro acalorada.
—Y lo soy —confirma con firmeza —soy tu jefa y para cualquier cosa
que necesites debes acudir a mí, pero ella es la jefa de las dos —sentencia sin
dejar rastro de la increíble sonrisa que tenía hace un segundo —sígueme anda.
Camino avergonzada tras ella hasta el final del pasillo, Verónica llama a
una robusta puerta con los nudillos y abre sin esperar contestación, algo que
me parece un poco extraño. Asoma la cabeza y dice algo que no consigo
entender, la mujer del otro lado contesta algo que tampoco entiendo y entonces
Verónica entra y me dice que pase. No pasa mucho más allá de la puerta, así
que hago lo mismo y me detengo a su lado. En cuanto miro a la señora Farrell
quiero morirme, mi cuerpo reacciona muy raro, raro en el sentido de que me
excito de inmediato, siento un montón de hormiguitas recorrer mi bajo vientre
y mi entrepierna. De pronto la respiración se me vuelve muy pesada. Es
jodidamente atractiva, puede que más que Verónica, y eso que ella me parece
impresionante. La tal Inma, es decir, la jefaza, tiene una melena negra ondulada
que le roza ligeramente los hombros, ojos negros, muy negros, la tez blanca y
unos labios tremendamente sexis. Se pone en pie en cuanto entramos, ella es
algo más bajita que Verónica, más bien como yo, curvas marcadas y perfectas
que puedo ver a través de su camisa entallada y un pantalón negro de vestir
que le queda de miedo. En cuanto se acerca me quedo paralizada sin saber qué
hacer, Inma tiene una mirada mucho más intimidante que Verónica, siento que
sus ojos negros se clavan en mí y deseo que la tierra se abra bajo mis pies y
me engulla cuanto antes.
—Inma, ella es Natalia, la nueva profesora de italiano —comenta
Verónica.
Inma extiende su mano para estrechar la mía con un gesto tan serio que
pienso que va a despedirme antes de empezar.
—Un placer Natalia —dice en cuanto mi mano temblorosa contacta con la
suya—espero que te adaptes rápido y te sientas bien en tu nuevo puesto. Si
necesitas cualquier cosa Verónica es la jefa de todos los departamentos, acude
a ella.
—Gracias, lo haré —contesto aturdida.
—Perfecto, bienvenida a la empresa.
Dicho eso se da media vuelta, se encamina hacia su mesa y Verónica me
indica que ya podemos salir. ¿Ya está? ¿Eso es todo?
—Bueno, ahora ya sabes para quien trabajas. Ahora te presentaré al resto
de profesores y si no necesitas nada más te dejo para que te organices.
—Gracias —contesto educadamente.
En cuanto me presenta a mis compañeros, en lugar de ir a mi despacho me
voy directa al baño, ¿Qué coño me ha pasado con esa mujer? Me refresco la
cara, aunque lo que realmente necesito refrescarse con urgencia es otra parte
de mi cuerpo, me noto empapada, Inma ha provocado un manantial entre mis
piernas.
—Joder —susurro ante el espejo.
Noto como el corazón me late con fuerza en cada parte de mi cuerpo,
tengo el pulso acelerado y la mirada encendida. Vuelvo a echarme agua en la
cara y una poca por la nuca, después entro en el baño para hacer pis, y tras
mirar en el bolso y ver que no me quedan toallitas tengo que secar toda mi
humedad con papel higiénico.

Vuelvo a mi despacho e intento centrarme, no quiero pensar en Inma,


necesito que mi excitación disminuya, pero que haya una cristalera en mi
despacho que dé al pasillo no ayuda nada, porque no paro de ver pasar a
Verónica, y esa mujer no hace más que mantener mi excitación activa. No veo
la hora de marcharme a casa, darme una ducha y beberme una copa de vino
para relajarme, pero cuando por fin lo hago tengo que añadir un extra a todos
mis planes, masturbarme, tengo claro que si no lo hago, esta noche no duermo.
Tras mi momento de satisfacción me siento mucho más relajada, me tomo
mi copa de vino y rezo para que lo que ha pasado hoy en el trabajo haya sido
un episodio puntual y mañana mis fluidos vaginales no se descontrolen, pero
no, no es puntual. Para mi desgracia, la cosa irá a peor.

***

Hoy me enfrento a mi segundo día, y lo primero que hago es centrarme en


preparar mi clase de esta tarde, además de corregir varios test de nivel que
han enviado futuros alumnos para que les asigne el grupo correspondiente a su
nivel. Estoy tranquila toda la mañana, voy a la cafetería un par de veces y
hablo unos minutos con Yoli, la profesora de alemán.
—Hola Natalia —me saluda con ímpetu cuando me ve.
—Hola Yoli, Lía por favor, llámame Lía —le suplico.
—¿No te gusta tu nombre? —Pregunta sorprendida—Natalia es
precioso...
—Sí, bueno, es que todo el mundo me llama Lía y que me llamen Natalia
me hace sentir más mayor —digo soplándome el flequillo.
—Oh bueno, pues en ese caso no te preocupes Lía, Natalia queda vetado
desde este momento.
Me cae muy bien, es simpática, agradable y amable, ya sé a quién debo
acudir si me surge alguna duda.

Estoy yo muy feliz corrigiendo test cuando de pronto llaman a la puerta de


mi despacho, la puerta se abre antes de que me dé tiempo a responder y veo a
Verónica despampanante ante mí, se ha maquillado los ojos con sombra negra
en plan malota, algo que me llama mucho la atención en una mujer, lleva unos
vaqueros rotos y una camiseta blanca ajustada que me deja sin aire. Su imagen
de hoy está muy lejos de la de mujer ejecutiva que me había mostrado los días
anteriores, es mucho más informal, pero aun así, es misión imposible
arrancarle una sonrisa.
—Buenos días Natalia.
—Buenos días señorita Martínez.
—Señora —dice alzando su mano y mostrándome su anillo de casada.
—Lo siento —me disculpo con cierta sorpresa.
—No te preocupes —dice quitándole importancia —ya sé que es tu
primer día entre comillas, pero voy muy cargada. ¿Podrías ayudarme a
corregir algunos test de inglés? —me pide amablemente.
—Sí, no es problema —contesto extrañada.
—Además de la coordinadora de estudios también soy la profesora de
inglés—explica al ver mi cara de no entender.
—No lo sabía, déjemelos y en cuanto los tenga se los llevo a su despacho
si le parece bien.
—Muchas gracias.
Me los entrega, se da la vuelta sin que yo pueda evitar mirarle el trasero y
se marcha. ¿Qué me pasa? ¿Es que Verónica también va a calentarme? Tengo
que reconocer que he sentido cierta decepción al saber que está casada, pero
por otro lado me alivia, ya no tengo que hacerme preguntas absurdas a mí
misma sobre si tendrá pareja o no, ella me lo ha dejado muy claro al mostrar
su anillo y eso es bueno, mi cuerpo ya no tiene por qué reaccionar de esta
extraña manera ante ella sabiendo que es una mujer casada. Un problema
menos.

Me centro en los test, decido hacer primero los de ella, es la jefa y no


quiero decepcionarla, y mucho menos mi primera semana. Dos horas después
he terminado lo que me ha pedido, así que me encamino hacia su despacho,
llamo a la puerta con los nudillos y cuando escucho “adelante” abro y doy un
paso al frente. Solo uno, en el siguiente me paralizo al ver que sentada frente a
la mesa de Verónica está Inma, con un dosier que parece que ambas están
comentando.
—Buenos días —me saluda Inma.
Me mira un instante solo para saludarme y vuelve a clavar su mirada en el
dosier ignorando mi presencia por completo, pero ese instante ha sido
suficiente para desarmarme por completo, está tan sexy ahí sentada con las
piernas cruzadas y la melena recogida en una cola, que me quedo embobada
mirando su cuello descubierto. Me muero de ganas de besarlo y morderlo,
subo la mirada a su oreja decorada con un elegante pendiente de plata en
forma de aro y me veo a mi misma recorriéndola con la lengua. Vuelvo a tener
el corazón entre las piernas, vuelvo a estar tremendamente húmeda y excitada
por una mujer que no me ha dicho más de dos palabras y para la que mi
presencia aquí está de más.
—Buenos días —digo intentando contener el torrente de pensamientos
lascivos que recorre mi mente.
—¿Son los test? —pregunta Verónica devolviéndome a la tierra.
Me siento aliviada cuando oigo su voz, pero al mirarla y ver sus
impresionantes ojos verdes clavados en mí, comienzo a deshacerme por
dentro, parece que el hecho de saber que está casada no es un impedimento
para sentirme atraída por ella. Está claro que en alguna otra vida he tenido que
portarme muy mal y alguien ha enviado a estas dos mujeres para torturarme. Es
Inma la que desata todo tipo de sensaciones increíbles en mi interior, pero una
vez han aparecido Verónica las mantiene latentes y eso me desconcierta
mucho. ¿Me atrae Inma? ¿Me atrae Verónica? ¿Me atraen las dos? ¿Esto puede
pasar? ¿Me puedo sentir atraída por dos mujeres a la vez? Al pensar en eso
me enciendo del todo, de pronto las imagino juntas y me entra un calor
insoportable, se me ha secado la boca y este despacho me parece demasiado
pequeño.
—Natalia... —insiste Verónica.
—Sí... Disculpe, ya los he corregido —digo acercándome un poco para
dárselos.
Se pone en pie para cogerlos y a la vez veo como Inma levanta la cabeza
ligeramente para mirarme, siento la corriente correr por mi cuerpo a toda
velocidad y un manantial caliente entre mis piernas que me hace dudar, lo
siento tan fuerte que no tengo claro si me ha traspasado las bragas y los
vaqueros azul clarito. Aprieto las piernas con fuerza, contengo la respiración y
le entrego la carpeta con los test a Verónica.
—Muchas gracias Natalia —dice con cansancio.
Realmente creo que no lo ha hecho para quitarse el muerto y cargar a la
nueva con su trabajo, parece bastante ocupada.
—A usted.
Dicho eso abandono el despacho como si tuviera un petardo en el culo
que me lleva directa a los baños de nuevo. Vuelvo a mojarme la cara
completamente desconcertada y aturdida, estoy tan caliente que no puedo ni
pensar. Necesito sexo, tengo un hambre de sexo atroz, y esas dos mujeres me
están volviendo loca sin hacer absolutamente nada. Sé que no siento nada por
ninguna de ellas, es puro morbo lo que una me despierta y la otra mantiene,
pero como siga así voy a tener que plantearme seriamente cambiar de trabajo.
3. Tres normas

Lía

Los días comienzan a pasar, y con Verónica en cierto modo lo tengo


controlado, me atrae muchísimo, no puedo dejar de mirarla cuando la veo,
pero cuando mi mente empieza a pensar cosas que me alteran me concentro en
ese anillo de casada que me mostró y consigo calmarme. Mi excitación
perversa y descomunal se desata cuando veo a Inma, esa mujer me sacude por
dentro y despierta en mí a una loba hambrienta de sexo que hasta entonces yo
no sabía que existía. Lo único que juega a mi favor es que Inma no suele salir
mucho de su despacho, en las dos semanas que ya llevo aquí solo la he visto
otras dos veces y ambas han sido en el despacho de Verónica. Pero por si
acaso he elaborado un plan, un plan de mierda, pero un plan: no salir de mi
despacho. Solo salgo cuando tengo que ir al baño o cuando no me queda otro
remedio, no voy ni a la cafetería, me llevo un bocadillo cada día y me lo como
en el despacho, todo por evitar encontrarme con la mujer que me hace sentir
más animal que persona. Pero esta mañana me he olvidado el bocadillo y no
me queda otra que ir a la cafetería donde me encuentro con Yoli.
—Chica sí que te lo has tomado en serio, no se te ve el pelo —me regaña
después de dar un sorbo a su café.
—Lo sé, es que intento ponerme al día —me defiendo.
—Pronto lo harás, ¿cómo lo llevas? ¿Necesitas que te eche una mano con
algo? —se ofrece amablemente.
—Pues la verdad es que de momento me apaño Yoli, pero muchas gracias
por ofrecerte —contesto contenta, la verdad es que es un encanto de mujer.
—Mira, tú no te estreses Lía, una vez lo tengas todo por la mano, en esta
empresa solo hay tres normas que debes conocer y memorizar, una vez hecho
eso, lo demás es pan comido.
—¿Hay tres normas? —pregunto muy intrigada.
—Así es —afirma sonriente y disfrutando por haber despertado mi
curiosidad.
—¿Me las piensas decir o hay que pagar un plus de novata para ello? —
bromeo.
Eso le arranca una sonora carcajada.
—No mujer, aquí no le hacemos novatadas a nadie, atiende —dice
haciéndose la interesante.
Me hace mucha gracia su comportamiento, cada vez me cae mejor esta
mujer, tal vez deba dejar de esconderme en mi despacho y socializar un poco
más con ella y con el resto de mis compañeros, eso también podría ser una
buena táctica para sacar a esas dos mujeres que me provocan el éxtasis de mi
mente perversa.
—Norma número —dice sonriente—Ramona es el periódico de la
empresa, cuantas menos cosas sepa de ti mejor, hazme caso.
—Vale —sonrío—¿Quién es Ramona?
—La de recepción, esa mujer regordeta y agradable que está por las
mañanas.
—De acuerdo, no darle información a Ramona, apuntado —digo
divertida.
—Bien, regla número dos —dice alzando dos dedos—no le consientas ni
la más mínima a ningún alumno, córtalos a la primera de cambio o todos se te
subirán a la chepa. Sobre todo los adolescentes, esos son una panda de
cabroncetes desde el primero hasta el último.
—Va bien saberlo. ¿Y la tercera? —pregunto ansiosa.
—La tercera es simple: no hablar de Inma delante de Verónica,
obviamente.
Eso me impacta, solo el hecho de escuchar el nombre de la primera me
hace venir su imagen a la mente y un agradable escalofrío me recorre la
espalda.
—¿Por qué iba a hablar de Inma? —pregunto desconcertada.
—Bueno, ya sabes, porque es la jefaza, y en todas las empresas los
trabajadores frustrados con sus puestos siempre cargan contra el jefe. Además,
Inma es una mujer un tanto peculiar, es tan seria que en ocasiones parece borde
y muchos la critican por ello, aunque yo no creo que lo sea —continua ella.
—¿Y qué tiene que ver Verónica en todo eso? ¿Por qué no se puede
hablar delante de ella?
¿Será Verónica la soplona de Inma?
—Porque Verónica es su mujer Lía, ¿no lo sabías? —pregunta con
sorpresa.
Y para sorpresa la mía, lo cierto es que no me he fijado en si Inma lleva o
no un anillo de casada. La cabeza comienza a darme vueltas y un millón de
imágenes de esas dos mujeres se dibujan en mi mente. Si antes me causaban un
morbo extremo, el saber que realmente ambas follan juntas, me provoca tal
excitación que las piernas comienzan a temblarme, siento un calor abrasador
recorrerme todo el cuerpo y mi corazón aterriza en mi sexo como un mazazo.
—¿Lía estás bien bonita? —Pregunta Yoli preocupada.
Bonitas están mis bragas en este momento, pienso para mí.
—Sí Yoli, perdona, es que me he acordado de algo. Pero no, no sabía que
eran pareja. ¿Cuánto llevan casadas?
De pronto sufro un ataque horrible de curiosidad, necesito saber cosas de
ellas, quiero datos, pero la información de Yoli es más bien escasa.
—Pues no lo sé, ambas son muy herméticas en cuanto a su vida privada,
pero yo llevo aquí seis años y ya estaban juntas entonces.
—¿Nadie sabe el tiempo que llevan? —pregunto sorprendida.
Este tipo de cosas son los cotilleos estrella en cualquier empresa, me
quedo muerta cuando me dice que no.
—No, las dos son muy profesionales Lía, aquí vienen a trabajar, solo las
he visto besarse en un par de ocasiones y porque una de las dos volvía de
viaje y se encontraban directamente aquí. Como te digo, Inma no se relaciona
con nadie, y Verónica, aunque es algo más sociable que ella, jamás habla de su
vida privada, así que todo lo relacionado con ellas aquí es un misterio.
Me voy a casa alucinada, ni en el mejor de mis sueños se me hubiera
ocurrido pensar que son lesbianas y mucho menos que están casadas, aunque si
me paro a pensarlo, ambas hacen una pareja espectacular. Me meto en la ducha
sin poder apartar la imagen de esas dos mujeres de mi cabeza, las imagino
besándose y mi cuerpo arde, imagino las manos de una recorriendo el cuerpo
de la otra y enloquezco, lo único que consigue apartarme de esos pensamientos
es el maravilloso orgasmo que acabo de tener pensando en ellas. ¡Dios! Me
siento una depravada.

***

Desde esa noticia todo empeora para mí, cada vez que veo a Verónica mi
imaginación se desata y un torbellino de imágenes tórridas y dignas de una peli
porno inundan mi cabeza, me cuesta concentrarme y en ocasiones contesto
cosas incoherentes cuando ella me habla, pero eso no es nada comparado con
lo que me pasa cuando veo a Inma, basta con que esa mujer me mire una
décima de segundo para deshacerme por dentro.

A veces estoy en casa tirada en el sofá y pienso en que diferencia hay


entre una y otra para mí, porque ambas son jodidamente atractivas y no
entiendo porque una surge más efecto que la otra cuando quizás si me dieran a
escoger sin conocerlas de nada me decantaría por Verónica, la única
conclusión a la que llego es ese aire de misterio de Inma, esa forma de
mirarme tan solo unos segundos como si su tiempo fuese demasiado valioso
para perderlo conmigo. Creo que es ese deseo de querer saber y no poder lo
que la convierte en ganadora, Verónica no es que sea muy sociable, pero como
mínimo intercambia algo más que saludos con la gente.
4. Entre la espada y la pared

Lía

Llevo varios días valorando seriamente dejar el trabajo, si esto continua


me voy a volver loca, en los últimos diez días he llamado a mi amiga Anabel
en tres ocasiones cuando me había prometido a mí misma que no lo volvería a
hacer. Anabel es una chica con la que me he enrollado algunas veces, nada
serio, solo sexo, había decidido dejar de verla cuando me confesó que sentía
algo por mí, no quiero hacerle daño. Pero la loba hambrienta de sexo que mis
dos jefas han despertado en mí se ha vuelto una egoísta a la que le da igual
dañar a alguien con tal de saciarse, y eso no me gusta, me hace sentir mal
conmigo misma y tengo que cortarlo. Esta mañana he entrado en mi despacho
decidida a no demorarlo más, esta misma tarde iré a hablar con una vieja
amiga, su padre tiene una empresa de cosméticos y seguro que puede
conseguirme un puesto hasta que encuentre algo de lo mío. Pero Verónica
llama a mi despacho y acaba con el poco sentido común que me queda.
—¿Tienes un momento Natalia? Me gustaría hablar contigo en mi
despacho —me pide con tranquilidad.
Eso me pone muy nerviosa. Punto uno, Verónica habla muy poco conmigo,
tan solo me pregunta de vez en cuando por la evolución de los alumnos de
italiano o viene a pedirme ayuda con los test de inglés. Y punto número dos,
eso siempre pasa en mi despacho, jamás me hace ir al suyo salvo que sea para
llevárselos. La sigo hecha un manojo de nervios mientras la observo al andar,
lleva un pantalón negro ajustado que marca unas caderas exquisitas y le hace
un culo que quita el sentido. Entramos, cierra la puerta, me indica que me
siente en la silla que suele ocupar Inma y ella se sienta en su lado de la mesa.
—¿Te gusta mi mujer? —dice de pronto.
Dejo de respirar y los ojos se me abren como platos. De pronto tengo
calor como siento escalofríos al notar su increíble mirada verde clavada en
mí. El corazón me va a mil por hora, estoy completamente noqueada y sin
saber qué decir, ¿de verdad me ha preguntado lo que yo he oído?
—Natalia mírame —me ordena.
Pero mis ojos no me obedecen, mi mirada esta clavada en sus manos, muy
sexis por cierto, intento pensar una respuesta que me permita salir de esta
encerrona con dignidad pero soy incapaz, estoy muy aturdida.
—Natalia —dice con un tono de voz más suave —mírame por favor.
Ese tono me desconcierta más si se puede, no parece enfadada, pero yo
estoy temblando. Alzo la vista y la miro. Su maravillosa mirada me traspasa,
haciendo que me sienta vulnerable y desprotegida ante esta mujer.
—¿Te gusta mi mujer? —vuelve a preguntar de nuevo sin cambiar su
gesto serio.
En realidad es una pregunta de lo más interesante que ni siquiera yo
misma me he hecho, ¿me gusta su mujer? No lo tengo claro, lo que sí sé es lo
mucho que me excito al verla, así que gustarme en plan enamorada es evidente
que no, pero lo que está claro es que siento una atracción sexual por Inma que
no controlo, y lo peor de todo es que en parte también siento esa atracción por
Verónica, no tan extrema como por su mujer, es diferente, pero desde luego me
atrae, me atraen las dos y ahora me encuentro entre la espada y la pared.
—No —carraspeo nerviosa.
—¿No? —Pregunta arqueando las cejas con una seguridad aplastante—
porque yo creo que sí Natalia, he visto como la miras.
No sé que contestar, es obvio que me atrae y soy consciente de que en
ocasiones me quedo tan embobada mirando que no es de extrañar que Verónica
se haya dado cuenta.
—Es atractiva—reconozco sin mirarla.
—Lo es —afirma.
—¿Vas a despedirme? —pregunto de pronto.
Su gesto se relaja y está a punto de regalarme una sonrisa, pero
conteniéndose de nuevo contesta:
—No voy a despedirte, no es culpa tuya que mi mujer sea tan atractiva
Natalia, pero te voy a hacer cuatro preguntas y me gustaría que respondieras
con total sinceridad por favor, ¿lo harás? —me pide con amabilidad.
Su tono vuelve a ser suave, joder que mujer más rara, siento alivio
cuando admite que su mujer es atractiva, pero las preguntas me aterran y mi
mente comienza a volar de nuevo, las manos me sudan y mi pierna derecha
tiembla descontrolada, algo que hago mucho cuando estoy nerviosa y que mi
madre no soporta.
—Natalia—vuelve a decir para llamar mi atención—¿contestarás con
sinceridad por favor? No has de esforzarte mucho, las cuatro son de sí o no.
Así de simple, yo preguntó y tú contestas con un monosílabo.
Asiento con un nudo en la garganta y unas tremendas ganas de salir
corriendo de su despacho, del edificio y de la ciudad.
—¿Tienes pareja? —pregunta sin dejar de mirarme.
La pregunta me deja asombrada, aunque no es tan mala como yo pensaba
que podía ser. Aun así, las palabras no quieren salir de mi boca, así que niego
con la cabeza y ella hace una especie de gesto de aprobación sin apartar su
mirada de mí, algo que me está incomodando.
—¿Te acostarías con mi mujer?
Toma ya, a palo seco. Sí, sí y sí, tengo ganas de gritarle que sí. Esa
pregunta me deja la boca seca de golpe, me pasan dos cosas, por un lado me
excito al pensarlo y por el otro me cago de miedo al pensar en la respuesta,
pero ya me he metido de lleno en la boca del lobo, y como me ha pedido
sinceridad decido dársela.
—Sí —contesto avergonzada.
Eso la hace sonreír ligeramente pero no me dice nada al respecto, ¿qué
coño le pasa a esta tía? ¿Me está vacilando?
—¿Te acostarías conmigo?
¡Zas! Sííííí joder, claro, y más ahora, esa seguridad arrolladora suya me
está volviendo loca. Cuando pensaba que no podía ser peor aquí está ella con
sus preguntas de mierda, me vengo arriba, está claro que de este despacho no
salgo sin firmar el despido, así que con el corazón latiéndome entre las
piernas y en la cabeza, haciéndome retumbar el cerebro, vuelvo a responder
con sinceridad y mi monosílabo favorito sale disparado como un misil.
—Sí —sentencio rotunda.
Vuelve a sonreír y me entran ganas de saltar por encima de la mesa y
matarla, pero se me quitan cuando lanza su última y letal pregunta.
—¿Te acostarías con las dos a la vez?
Joder, joder, mi chirri escupe oleadas de lava. Su tono y su gesto serio
vuelven a dibujarse en su cara. ¿Dónde está la cámara oculta? Me pongo en
pie nerviosa, comienza a dolerme la cabeza, a esta tía se le ha ido la olla y
quiere marearme, de pronto me siento como si me estuviera vacilando o
riéndose de mí, aunque su gesto me indica todo lo contrario.
—¿Me está vacilando señora Martínez? —pregunto al borde de un ataque
de nervios.
Se pone en pie al ver mi estado y se acerca a mí con una tranquilidad que
no hace más que ponerme de más mal humor.
—¿Tengo pinta de ser una mujer que se ande con tonterías Natalia? —
pregunta plantándose ante mí sin alterar ni una pizca su tono de voz.
—No —contesto bajando la mirada.
De pronto siento su dedo en mi barbilla para obligarme a mirarla y un
agradable escalofrío me recorre la espina dorsal, el simple roce de ese dedo
me está volviendo loca de deseo.
—Lo haría —digo sorprendiéndome a mí misma.
—¿Qué has dicho? —insiste en su tortura.
—¡Que lo haría! ¡Me acostaría con las dos! —digo alzando un poco la
voz.
Noto como los ojos se me bañan en lágrimas por la impotencia que me
está creando la situación.
—Siéntate Natalia —ordena otra vez suavizando el tono y señalando la
silla.
Claudico y me siento sin rechistar mientras ella vuelve a su lado de la
mesa y se deja caer con satisfacción en la silla. Me mira unos instantes,
probablemente valorando mi estado de nervios, y debo de tener muy mala
pinta porque al final se levanta, y pidiéndome que espere un momento sale del
despacho, dejándome excitada, alterada, sola y aturdida por completo. Creo
que ni he pestañeado durante los dos o tres minutos que ella ha estado fuera.
¿Realmente yo he respondido que sí a esas tres últimas preguntas? Cuando
vuelve cierra la puerta, se sienta a mi lado en la otra silla y me ofrece una
botella de agua.
—Bebe un poco.
Agradezco el gesto, tengo la boca tan seca que me da miedo cerrarla y
que la lengua se me pegue al paladar para siempre. Cuando la voy a coger me
doy cuenta de lo mucho que me tiembla el pulso, me la entrega, y al intentar
abrirla tampoco puedo porque las manos me sudan y el tapón me resbala entre
ellas.
—Joder —susurro con desesperación.
—Dame —me ordena con una calma atroz.
Dejo que me quite la botella de las manos, la abre sin despeinarse y me la
entrega sin el tapón. Comienzo a beber como si acabara de salir del desierto y
su mano me detiene electrocutándome de nuevo.
—Bebe despacio Natalia, te va a sentar mal —me advierte.
Decido hacerle caso y beberme lo que queda a pequeños sorbos mientras
ella habla.
—Escucha, quiero proponerte algo, no necesito que me contestes ahora,
tú solo escucha lo que tengo que decirte, lo meditas y cuando lo tengas claro
me lo dices, ¿te parece bien?
Asiento y suspiro profundamente, necesito relajarme o me va a dar un
puto infarto aquí mismo.
—¿Estás bien? —pregunta con gesto preocupado.
—Un poco nerviosa —confieso.
Sonríe dulcemente, y eso me sorprende.
—Yo creo que estás bastante nerviosa Natalia, podemos dejar esta
conversación para otro momento si lo necesitas.
—No —me quejo.
Solo me falta eso, que después de todo lo que me ha dicho y el rato de
mierda que estoy pasando me deje con la incertidumbre. Lo que sea que tiene
que decirme debe soltarlo en este momento.
—Ahora—exijo.
Yo exigiéndole a la jefa. Menudo ataque de inteligencia.
—Muy bien —dice con aplomo y enfocándome con esos ojos que me
traspasan—Inma y yo tenemos unos gustos sexuales que digamos...—hace una
pequeña pausa que me desespera hasta que por fin continúa —se salen un
poquito de lo clásico —confiesa.
La miro ojiplática y acelerada al mismo tiempo.
—Nos gusta el morbo y...
—Queréis hacer un trío —afirmo interrumpiéndola y tuteándola a la vez.
Ya que me pongo...
—Más o menos —dice descolocándome de nuevo.
—¿Más o menos? —pregunto agitada.
—A Inma no le gusta participar, rara vez lo hace, a ella lo que le gusta es
mirar Natalia.
Las cejas se me arquean tanto que estoy segura de que se me han juntado
con el pelo.
—No lo entiendo, tú mujer quiere que tú y yo...
Me quedo sin palabras, de pronto no sé cómo seguir con esto, pero
Verónica sí, no tiene pelos en la lengua y sus palabras me encienden como una
antorcha.
—Mi mujer quiere mirar mientras tú y yo follamos —afirma.
Joder, me va a dar algo, solo de imaginarme la situación me arde el chirri
como nunca lo había hecho, doy otro sorbo de agua, y luego otro más, al final
arraso con lo que me queda.
—¿Quieres que te traiga más?
—No, gracias.
—Escucha Natalia, soy consciente de que lo que te propongo está fuera
de lugar, tú trabajas para nosotras y esto no está nada bien. Pero te aseguro que
si aceptas, por nuestra parte no va a afectar a tu trabajo bajo ningún concepto,
una cosa es lo que pasa aquí y otra lo que pasa fuera de aquí. ¿Queda claro?
Asiento como una boba.
—Si decides que sí y aceptas participar, tiene que ser bajo unas normas
que ya te comentaré, porque Inma tiene unos gustos muy particulares en cuanto
a esto.
Joder, si en este momento me pinchan no sangro. La impresionante
Verónica hablándome de los gustos sexuales de su mujer, la arrolladora Inma.
—Y por otro lado deberás firmar un contrato de confidencialidad en el
que aceptas no contar nada de lo que pase entre nosotras, asumiendo que
hacerlo supondrá el despido inmediato sin derecho a indemnización, además
de la posible demanda judicial.
Flipada puede ser la palabra que describe mi estado.
—Quiero que tengas claro que esto no es ninguna obligación Natalia, ni
algo que vaya a afectar a tu trabajo en la empresa, si dices que no, cosa que es
perfectamente comprensible, no pasa nada, seguirás siendo nuestra empleada y
nosotras tus jefas como hasta ahora. Y si dices que sí, lo mismo que te he
comentado antes.
—Aquí es aquí y fuera de aquí es fuera de aquí —murmuro.
—Exacto.
—¿Puedo pensarlo?
Necesito salir de aquí, o me da el aire o me da un pasmo, una de dos.
—Por supuesto, tómate tu tiempo, hoy es martes, tienes hasta el jueves.
Este es el contrato que deberás firmar si accedes, puedes leerlo con calma —
dice entregándome una carpeta—en cuanto a lo que te he propuesto, si tienes
cualquier duda que necesitas que te aclare vienes y lo hablamos, que no te dé
miedo preguntar.
—Vale.
Cojo la carpeta y mi botella de agua vacía y vuelvo a mi lugar favorito en
esta empresa, los baños. Después de refrescarme durante varios minutos me
encierro en un baño, bajo la tapa del váter, me siento y cierro los ojos
buscando algo de relajación. No he salido de aquí hasta que mi respiración no
se ha normalizado.
Cuando llego a casa me tiro en el sofá sin dar crédito a lo que Verónica
me ha propuesto, nunca se me hubiera ocurrido que esa a pareja le gustasen
ese tipo de juegos y mucho menos que me invitasen a participar en ellos. Me
inquieta mucho, tengo claro que voy a decir que sí, no se me ocurre mejor
forma para quitarme la tensión y excitación que ellas me provocan que dejar
que sean ellas las que me sacien. Pero el hecho de que Inma mire me pone muy
nerviosa, estoy segura de que me voy a paralizar y no sé si podré cumplir con
lo que me piden. Por otro lado siento mucha curiosidad por saber cuáles son
los requisitos de Inma, Verónica ha dicho que no suele participar, pero no que
no participe nunca, y yo deseo que participe conmigo, me muero de ganas de
acostarme con ella.

No he pegado ojo en toda la noche, primero le he echado un vistazo


rápido al contrato pero no he perdido demasiado tiempo en él, la cosa es muy
simple, basta con mi silencio para no tener problemas. He aprovechado la
tortura de las imágenes que mi mente proyecta de esas dos diosas una y otra
vez para recrearme con un vibrador que he comprado para no dejarme la mano
cada vez que pienso en ellas.

El miércoles se me corta la respiración cada vez que veo pasar a


Verónica, ella se comporta como siempre, seria y distante, pero yo no puedo
dejar de pensar en lo que me propuso ayer, si Yoli y los demás lo supiesen
fliparían con las estiradas de las jefas. Tengo mil preguntas para ella pero no
sé ni por dónde comenzar ni cuál es el límite de lo que ella está dispuesta a
contarme, sé que no me dirá nada sin firmar el contrato primero, así que el
jueves, después de haberme pasado de nuevo la noche sin dormir, decido
presentarme en su despacho a primera hora de la mañana, dispuesta a decirle
que acepto participar en su juego y a hacerle las preguntas que me dé la gana
para enterarme un poco del tipo de cosas que les gusta hacer a esta pareja.
Todo es más fácil cuando solo lo pienso, porque cuando me detengo
frente a la puerta de su despacho con la mano alzada para llamar, puedo ver
cómo me tiembla el pulso otra vez, vuelvo a estar hecha un puto flan, pero
tengo que hacerlo de una vez, así que allá voy. Llamo un par de veces, escucho
su voz darme paso y cuando abro la puerta me quiero morir, Inma está sentada
frente a ella y al verla me quedo completamente bloqueada, quiero saludar
pero las palabras no me salen, me cuesta respirar y la boca se me está secando
muy rápido. Si ya de por sí, se me hace muy cuesta arriba hablar sobre esto
con alguien tan seria como Verónica, hacerlo delante de Inma me resulta
imposible, me impone demasiado pese a ser la tercera persona implicada en el
asunto.
—¿Te vas a quedar ahí todo el día Natalia? —pregunta Verónica con
picardía.
Supongo que Inma ha debido reírse, porque Verónica le ha guiñado un ojo
y me ha parecido jodidamente irresistible al hacerlo, me lo hace a mí y me
derrito aquí mismo. Ni contesto ni me muevo, necesito una excusa, no quiero
hablar delante de Inma, pero entonces la impresionante mujer me mira y me
traspasa con sus ojazos oscuros y un gesto más relajado de lo habitual, aunque
sigue seria.
—Entra Natalia —ordena —yo ya me voy.
Joder, oír mi nombre pronunciado por ella me hace estremecerme, la piel
se me eriza y noto un agradable hormigueo. ¿Qué tipo de efecto surge esta
mujer en mí? Aquí sigo yo, quieta como un pasmarote ante la mirada de las
dos mujeres que quieren follarme. De pronto Inma se pone en pie, se encamina
hacia la puerta y cuando llega a mí me roza un brazo con suavidad y me hace
pasar.
—No muerdo Natalia... Aunque quizá a ti sí —susurra al pasar por mi
lado.
¿Quién tenía un manantial entre las piernas?
Sale sin mirarme y cierra la puerta dejándome sola con la mujer que no
va a permitir que mi excitación disminuya. Sin que me diga nada me siento en
la silla y cruzo las piernas con fuerza, necesito apretar, el corazón me late en
pleno monte venus y me noto demasiado mojada.
—Tú dirás Natalia —dice recostándose en el respaldo de su silla.
¿Cómo puede ponerme tan nerviosa? Solo es sexo joder, no es nada malo,
pero me supera la situación, estas dos mujeres me imponen demasiado y siento
como se me seca la boca otra vez.
—Necesito agua —digo de pronto.
A Verónica se le escapa una sonrisa que no se molesta en esconder, se
gira para abrir uno de los muebles que hay detrás de ella y saca una botella.
Ella misma la abre antes de entregármela y otra vez me la bebo casi entera del
tirón.
—Gracias.
—Despacio Natalia —me advierte.
Al final me bebo tres cuartas partes de la botella.
—¿Mejor? —pregunta de nuevo.
Asiento como una boba, y recolocándome en la silla respondo con cierta
dosis de seguridad:
—Acepto.
Sonríe otra vez, pero muy poco, igual lo hace para que no me acostumbre,
si ella supiera lo guapa que se pone cuando sus labios se curvan lo haría más a
menudo.
—Me alegra oírlo.
—¿Cuáles son los requisitos? Las condiciones me refiero, esas cosas
peculiares de Inma—pregunto acelerada para que no me corte.
—¿Has leído el contrato? —quiere saber.
Lo saco de mi bolso, estiro el brazo para robarle el bolígrafo que tiene
frente a ella y lo firmo sin más.
—Leído y firmado—respondo arrastrándolo hacia ella y dejando el
bolígrafo encima.
El corazón me va a mil por hora, ya no hay vuelta atrás, acabo de
regalarle mi silencio a la jefa y ella está a punto de contarme en qué consisten
sus juegos. Verónica lo guarda en un cajón y me enfoca de nuevo.
—¿Has hecho un trío alguna vez?
—No —susurro.
—Bueno, pues te cuento como funcionamos Inma y yo, ¿de acuerdo?
Asiento embobada, como me gusta mirarla cuando habla.
—Ya te dije que a Inma le gusta mirar, así que se podría decir que no es
exactamente un trío porque todo lo que hagas lo vas a hacer conmigo. A mi
mujer le gusta ordenar, ella pide y tú y yo concedemos.
—¿Qué pide? —pregunto con el clítoris hinchado y dolorido de toda la
excitación que me provoca imaginar lo que ella me plantea.
—Cosas normales Natalia, no te preocupes por eso, tú simplemente
obedece, si ella te pide que me toques me tocas, si me dice que te toque te
dejas, si dice que abras las piernas las abres...
—Vale—la corto.
Si sigue hablando no respondo de mis actos.
—Te he dicho que no participa —continúa—pero a veces lo hace, y si
eso pasa le gusta tener el control, no la toques si no te lo pide.
—¿Entonces participa o no participa? —ya me estoy liando y Verónica
sonríe.
—No lo sé Natalia, mi mujer es muy exigente y muy exquisita con el sexo,
no le vale cualquiera por muy mona que sea, tiene que despertarle algo que no
sé muy bien qué es para que quiera entrar en el juego.
—Pero tú siempre juegas, ¿no le importa compartirte? Dejar que otros te
toquen siempre...
—Otras—especifica —solo jugamos con mujeres, y no es así Natalia,
ella no me comparte, Inma disfruta mirando, tanto como yo follando, ya lo
verás. Sé que suena extraño, pero para nosotras el juego es un complemento en
nuestra vida sexual que a ambas nos gusta, nos gusta el morbo que nos
proporciona la situación y eso nos hace disfrutar muchísimo.
Asiento otra vez, que puta envidia me dan.
—Bien, en cuanto a normas con mi mujer solo es eso, haz lo que te diga y
no intentes nada con ella si no te lo pide.
—¿Y si me lo pide?
—Hazlo —sentencia encogiéndose de hombros.
—¿A ti no te importa? Quiero decir, que estás acostumbrada a que ella no
participe y...
—Natalia —me corta —me encanta cuando participa, no te haces una
idea de lo cachonda que me pone ver como folla con otra mujer —susurra.
Por poco me corro al pensarlo.
—Otra cosa, y es muy importante que la tengas presente —continúa —si
hay cualquier cosa que no quieres hacer, que te haga sentir incómoda, que te
duela o lo que sea, lo dices Natalia, aunque nosotras lo dirijamos esto es un
juego de tres y tu comodidad cuenta tanto como la nuestra. Quiero que hables,
y ni se te ocurra hacer nada que no quieras solo para complacernos, si hay
algo que no quieres hacer, dilo por favor.
—¿Y si lo hay qué pasa? —pregunto nerviosa.
—No pasa nada, pasamos a otra cosa y punto. ¿Vale? Sobretodo
comunicación Natalia, necesitamos que estés cómoda y relajada.
Cómoda puede, pero relajada y una mierda. Aunque por otro lado he de
reconocer que el hecho de que mi opinión también cuente me tranquiliza un
poco.
—¿Algo más? —pregunto.
—Nada de dramas —sentencia muy seria.
—¿A qué te refieres?
—Tu vida no nos importa ni a ti te importa la nuestra, nuestra relación se
basa en disfrutar juntas del sexo y nada más.
Eso me impacta mucho, de hecho hasta me entran ganas de llorar, no
espero nada de ellas y desde el principio he contado con eso, pero que me lo
diga tan tajante y con esa frialdad me duele un poco.
—Claro —contesto aturdida —creo que no necesito saber nada más —
digo poniéndome en pie para salir.
—Te falta una cosa Natalia —comenta poniéndose en pie ella también y
dirigiéndose hacia mí.
—¿Qué cosa?
—Bien depiladita —susurra.
Arqueo las cejas con incertidumbre.
—¿Te refieres al chirri?
Se le escapa una diminuta sonrisa y alzando una ceja más que la otra
murmura:
—Chirri o potorro —suelta con sarcasmo recordándome que yo lo había
mencionado el día de la entrevista—tú llámalo como quieras, pero lo quiero
sin un solo pelo.
—¿Rasurado?
Verónica no contesta, de pronto se desabrocha el pantalón de pinza que
lleva, y antes de que me dé cuenta coge mi mano derecha y la introduce por
debajo de sus bragas mientras yo intento respirar.
—Toca —ordena.
Me estoy mareando, tengo mi mano sobre su sexo y sin necesidad de
hundir mis dedos en su interior ya puedo notar su humedad. Comienzo a
temblar, tengo mucho calor y unas ganas horribles de follar con ella aquí
mismo, pero no puedo, tengo que controlarme, así que con la mano temblorosa
y la respiración acelerada muevo mi mano por su sexo mientras ella me mira
fijamente.
—¿Qué notas aparte de humedad?
Toma ya, ahí está ella dejándome claro que sabe que su humedad ha
llegado a mí.
—Suave, está suave —susurro al borde del infarto.
—Pues así quiero el tuyo mañana —dice con un increíble autocontrol
mientras saca mi mano de debajo de sus bragas y se abrocha el pantalón como
si nada.
—¿Mañana? —pregunto alarmada.
Mi cerebro todavía no se ha hecho a la idea de lo que está pasando,
todavía no he procesado la información, ni siquiera me he planteado que
quieran jugar tan pronto.
—¿Te va mal?
—No —carraspeo—no me va mal.
—Perfecto, luego te enviaré la ubicación de nuestra casa al móvil, nos
vemos allí mañana a las ocho de la tarde, sé puntual Natalia, a Inma le pone de
muy mal humor que la hagan esperar.
Joder con Inma y sus rarezas.
—De acuerdo —susurro intentando disimular los nervios que tengo.
—Bien, ahora a trabajar.
Me invita a salir de su despacho y ni siquiera me dice adiós. ¿Dónde me
estoy metiendo?

Paso un día horrible, ni siquiera mis alumnos más pesados consiguen


hacer que me distraiga un poco, solo de pensar en lo que va a pasar mañana
me tiembla todo. Por la noche me tomo una infusión para que me ayude a
dormir, tres noches seguidas durmiendo mal son demasiadas para mi cuerpo.
5. Viernes

Lía

Hoy viernes me he levantado más activa que nunca, necesito no pensar,


así que es el día que más me paseo por las oficinas, aprovecho cualquier
excusa para visitar la cafetería, la sala de profesores, la de reuniones, el
baño... Cualquier sitio en el que pueda encontrar gente con la que hablar me
sirve, pero aun así el puto día se me hace eterno. La única buena noticia es que
no me cruzo ni con Verónica ni con Inma, de hecho no sé si es casualidad o si
simplemente ninguna de las dos ha acudido hoy a la oficina.
Por la tarde en cuanto llego a casa me doy una larga ducha y me dedico a
depilarme con esmero, si Verónica no quiere ni un pelito me voy a dejar el
chirri como el de una muñeca de Nenuco. Mi planazo es comer algo antes de
dirigirme a su casa, los nervios me afectan más si tengo el estómago vacío,
pero he sido incapaz de masticar y tragar una simple galleta, mi estómago está
cerrado por completo y mis nervios a flor de piel. Estoy mucho rato plantada
frente al armario sin saber que ponerme, todo me parece inadecuado hasta que
me doy cuenta de que da igual lo que lleve puesto, ellas me quieren desnuda.
—Joder, joder, joder —susurro para mí.

Al final elijo mis vaqueros favoritos, unos rotos de color azul claro que
me hacen un culo que me encanta, una camiseta de manga corta y camisa
blanca abierta por encima. He metido unas bragas y un pequeño neceser con lo
básico en el bolso por si me permiten ducharme y a las siete he salido de casa.
La de ellas está a tan solo media hora de la mía en coche, pero no quiero
llegar tarde, bastante inquisidora me parece la mirada de Inma en estado
normal como para que encima la enfade llegando tarde. Cuando por fin llego,
aparco en la puerta, apago el motor y bajo todas las ventanillas del coche, me
falta el aire, los latidos de mi corazón son tan fuertes y frenéticos que los noto
retumbar en el volante a través de mis manos sudorosas. Me planteo incluso
darme media vuelta y marcharme, puedo dejarle un mensaje a Verónica con
cualquier excusa o simplemente decirle la verdad, que estoy cagada de miedo.
Pero no lo hago, el inmenso morbo que me provocan ambas y las increíbles
ganas de tener sexo con ellas que tengo me mantienen aquí hasta las ocho
menos cinco, momento en el que me bajo del coche y llamo al timbre. Es una
casa unifamiliar, con algo de terreno delante y probablemente en la parte de
atrás, tienen vecinos a cada lado, pero un muro alto decorado con celofán en la
parte de arriba les proporciona intimidad. Oigo como se abre la puerta de la
casa y los pasos de una persona acercarse hasta la de la calle mientras mis
latidos me retumban en la cabeza.

En cuanto se abre la puerta me encuentro con Verónica vestida


exactamente igual que yo, unos vaqueros, camiseta y en chanclas. Lleva el pelo
suelto y el aire le mueve la melena haciendo que su aroma fresco se apodere
de mí. Me enfoca y las piernas comienzan a temblarme, creo que tengo un
problema, estoy demasiado nerviosa.
—Pasa Natalia —murmura en tono suave y amable.
Algo a lo que no me tiene acostumbrada por cierto, Inma siempre es igual
de fría, distante y seca, pero Verónica tiene momentos en los que parece no
tener corazón y otros como este en los que se muestra cercana, y eso me
desconcierta mucho. No digo nada, no puedo, entro, espero a que ella cierre la
puerta y sin mirarla me limito a seguirla. El suelo de la casa es una pasada, de
mármol en un tono rojizo muy suave que hace que todo parezca acogedor,
hablo del suelo porque es donde he clavado la vista hasta que hemos llegado a
la cocina y he visto a la impresionante Inma sentada en una pequeña mesa
tomándose un refresco, a diferencia de nosotras ella viste un pantalón corto y
camiseta de tirantes. Mis ojos directos al canalillo. Verónica entra y yo me
detengo en la puerta tentada de salir corriendo, me tiembla todo demasiado, mi
nivel de seguridad en mi misma es cero en este momento, me siento pequeña y
a merced de dos mujeres que parecen tenerlo todo muy claro. Necesito aire,
aquí no hay suficiente, en ninguna parte lo hay.
—Hola Natalia —saluda Inma con su particular gesto serio.
No contesto, oír su voz me desboca del todo. De pronto me pongo una
mano en el pecho asustada por la virulencia de mis latidos, esta velocidad no
puede ser normal.
—¿Estás bien? —pregunta Verónica acercándose a mí.
—Nerviosa, muy nerviosa —susurro en voz muy baja.
Sonríe. ¿Qué coño le pasa? ¿Yo estoy al borde de un paro cardíaco y a
ella le parece divertido?
—Ven, siéntate, es normal que estés nerviosa. ¿Quieres un refresco? —me
ofrece amablemente.
—Agua.
Me siento frente a Inma y Verónica me planta un vaso de agua delante, se
queda de pie a mi lado con la jarra en la mano y un gesto divertido que
consigue arrancarme una sonrisa. Me lo bebo de un trago y vuelve a llenarme
el vaso ante la mirada atónita de Inma. Vuelvo a beber dejando el vaso por la
mitad, Verónica lo rellena y se sienta a mi lado.
—Relájate Natalia, esto no es llegar y follar, ¿vale? Estar nerviosa en una
situación así es normal, sobre todo la primera vez. Así que tranquila.
Sus palabras me tranquilizan un poco, y el hecho de que ella me trate de
forma más cercana también, pero estar aquí sentada con ellas me incomoda un
poco. Verónica ha dejado claro que ni les importa mi vida ni a mí la suya, y
tiene razón, pero eso me corta el rollo, ninguna pregunta me parece apropiada
y no sé de qué hablar, ellas parecen en la misma situación que yo, así que les
pido que me dejen pasar al baño, hago pis, me limpio bien con una toallita, me
lavo las manos y salgo dispuesta a decirles que estoy preparada, pero no hace
falta, cuando entro en la cocina Inma no está.
—Nos espera en la habitación —se adelanta Verónica ante mi cara de
circunstancia—¿Estás lista?
Me excito de golpe, en cuanto oigo la palabra habitación una oleada de
fuego me recorre el cuerpo y unas extrañas cosquillitas se apoderaron de mi
sexo, tal vez no esté lista, de hecho estoy convencida de que no lo estoy, pero
mi hambre de sexo con ellas me hace asentir.
Suspiro muy profundamente cuando me coge de la mano y con un paso
muy elegante se encamina por el pasillo tirando de mí. Pasamos por un par de
puertas después de la del baño en el que yo he estado y se detiene frente a la
que está más al fondo del pasillo, la última.
—Recuerda Natalia, si algo te incómoda dilo, ¿vale?
Comienzo a temblar otra vez, y sin soltarme de la mano coloca la otra en
el pomo de la puerta y me mira antes de abrir.
—Es sexo Natalia, disfrútalo —sonríe guiñándome un ojo.
¿Qué es esa inundación entre mis piernas? ¿Me he corrido?
En cuanto traspasamos la puerta la cierra y me suelta, pero se queda a mi
lado mientras yo observo. La luz es tenue, lo primero que veo es la cama
enorme que tengo delante, me excita de manera increíble ver que tanto en el
techo como en la cabecera hay espejos, pero no me excita ni la mitad de lo que
veo cuando miro a los pies de la cama. A un metro de la cama hay un sillón
ancho de piel oscura, no puedo distinguir bien el color, pero sí que distingo a
Inma sentada sobre él, ¡está completamente desnuda con las piernas cruzadas
ocultando su sexo! En este momento comprendo la ubicación del espejo de la
cabecera, desde su posición a los pies de la cama tanto ese espejo como el del
techo le proporcionan visión desde cualquier ángulo.
—¿Todo bien? —pregunta Verónica a mi lado.
Asiento con la boca abierta sin apartar la mirada de Inma, me encanta la
visión que me proporciona ver su cuerpo sentado, sus pechos redondos y
grandes con los pezones como piedras y la respiración relajada. ¿Cómo puede
estar tan tranquila estando desnuda ante una desconocida? No deja de
mirarme, eso me inquieta y me excita a partes iguales, hasta que habla y mi
cuerpo comienza a bombear sangre contra mi sexo a un ritmo devastador.
—Siéntate aquí Natalia —ordena señalando un hueco a su lado.
—Ve —susurra Verónica cuando ve que no me muevo.
Camino despacio hacia ella sin dejar de mirarla y me limito a hacer
únicamente lo que me ha pedido, tal y como me advirtió Verónica, me siento y
no la toco, aunque su cuerpo y el mío quedan pegados debido a la poca
anchura del sillón.
—Desnúdate cariño —le pide a Verónica.
El chirri se me hace agua de inmediato, que utilice ese tono cariñoso con
su mujer me indica que debajo de esa capa de mujer dura hay otra que tiene
sentimientos. Verónica se coloca entre la cama y nosotras y sin ningún ápice de
pudor comienza a quitarse la ropa despacio, primero los pantalones, después
la camiseta y de pronto el sujetador. Cuando veo sus pechos excitados se me
nubla la vista, pero eso empeora cuando está a punto de quitarse las bragas y
su mujer la detiene.
—Las bragas no, quítaselas tú Natalia.
Me quedo extasiada, tal tiene que ser mi cara de asombro que Verónica
comienza a reírse y viene hasta mí tendiéndome una mano para que me ponga
en pie. Me coloca frente a ella y nos ponemos de lado para que Inma pueda
vernos a las dos. Miro el cuerpo de Verónica, a tan pocos centímetros de mí
puedo notar su calor corporal, alzo las manos para llevarlas a su cintura
consciente de lo mucho que me tiemblan, siento que quiero morirme, pero
también que quiero follármela, no puedo pensar, de pronto me entra un miedo
atroz por no estar a la altura de lo que ellas esperan de mí y doy un paso atrás
con la mirada clavada en sus bragas, muy sexis, eso sí.
Inma se recoloca, cruza la otra pierna llamando mi atención con su
movimiento y entonces veo que le hace algún tipo de gesto a Verónica y esta
automáticamente se acerca a mí y me abraza con fuerza. Al principio la
sorpresa por el gesto me deja muy bloqueada, pero en seguida respondo y la
abrazo igual de fuerte, que me apriete de asa manera me está ayudando a
liberar tensión, lo necesito, necesito este puto abrazo y la única que no lo
sabía era yo.
—¿Estás bien?—pregunta inundándome con su calor.
—Estoy en ello...
—¿Te sientes más cómoda si te llamo Lía? —Susurra mientras sus manos
masajean mi espalda con fuerza—he oído a Yolanda y a otros compañeros
llamarte así, ¿lo prefieres?
Asiento entre sus brazos y cierro los ojos unos instantes para intentar
quedarme con un poco de la seguridad que a ella le sobra.
—Bien, pues aquí te llamaré Lía, tú puedes llamarme Vero, pero en el
trabajo tú vuelves a ser Natalia y yo la señora Martínez, ¿trato?
—Trato —susurro.
—Pues cuando estés lista me quitas las bragas que se me están
empapando —sonríe.
Este abrazo junto con su cercanía y este carácter divertido que me está
dejando ver, me han ayudado a recuperar un poco el control. Me separo de
ella, pero mis manos se quedan en su cintura, meto los dedos por el interior de
sus bragas, justo por debajo de su ombligo y recorro con ellos su vientre hasta
sus caderas, arrancándole un suspiro profundo que me hace estremecerme. Se
las bajo, me agacho frente a ella para llevarlas a sus tobillos y ayudarla a
liberarse. Por el camino soy incapaz de contenerme y beso su sexo rasurado
una vez, Verónica jadea y yo me retiro de inmediato cuando me doy cuenta de
que he hecho algo que Inma no me ha pedido.
—Lo siento —susurro de rodillas.
—No lo sientas, ¿quieres probarlo? —me pregunta Inma sin dejar de
mirarme.
Me quedo aturdida por sus palabras, la miro y asiento. ¿No quieren mi
opinión? Pues ahí la tienen, me muero de ganas de comérselo a Verónica.
—Habla Natalia—insiste con un tono más seco—¿Quieres probar su
sabor?
—Sí, sí que quiero —murmuro atontada.
Dios, como me ha puesto con su tono exigente.
—Ponte como me gusta cariño —le pide a su mujer.
Joder, o se dan prisa o me corro aquí mismo solo con lo que mi cabeza
adivina que va a pasar, necesito lamer entre sus piernas con urgencia. Verónica
se sube a la cama, coloca la almohada contra el espejo en la cabecera y se
recuesta contra ella, dobla las piernas y las abre para recibirme mientras mi
sexo se contrae sin control, verla así hace que miles de oleadas de placer me
recorran por dentro.
—Quítate los pantalones y disfruta de mi mujer Natalia.
Resoplo con desesperación. ¿Acaba de ofrecerme a su mujer? Me pongo
en pie y la enfoco con mirada lobuna, me quito los pantalones sin dudarlo y me
subo a la cama desde la parte de atrás, avanzo a cuatro patas hacía la posición
de Verónica observando como su abdomen sube y baja, cada vez más rápido,
está deseando que llegue hasta ella tanto como yo. Justo cuando tengo la cara a
la altura de su sexo húmedo y suplicante me detengo y la miro a los ojos, creo
que intento confirmarme a mí misma que esto realmente está sucediendo.
Verónica me lo demuestra cuando coloca la palma de su mano en mi cabeza y
me invita a bajar. Comienzo a besar la cara interna de sus muslos, primero uno
y después el otro, alterno besos y mordisquitos pequeños que le arrancan
suspiros cuando noto como agarra la parte baja de mi camiseta y tira de ella
hacia arriba. Me la quita, la lanza a un lado y acaricio sus labios con los
dedos, juego entre sus pliegues y esparzo su humedad por todo su sexo cuando
Verónica utiliza sus dedos para separar sus labios, dejando su sexo
completamente expuesto para mí.
Vuelvo a mirarla, y sin esperar ningún gesto o nada más por su parte
hundo la lengua en su agujero y Verónica jadea ante la sorpresa.
—Joder —suspira.
Lamo su sexo despacio, lo recorro serpenteando desde la entrada de su
vagina hasta su clítoris y vuelvo hacia atrás. Verónica lanza su sexo contra mi
boca en busca de más, y para demostrarle que yo tengo el control atrapo su
clítoris entre mis labios, lo chupo con insistencia y dibujo circulitos rápidos a
su alrededor tan solo con la punta de la lengua. Verónica se retuerce y gime,
vuelve a apretarse contra mí y entonces succiono su clítoris hinchado sin dejar
de mover mi lengua contra él, vuelve a gemir con desesperación, y con la voz
ahogada ordena:
—No pares, fóllame Lía, fóllame.
Oír eso me excita mucho, pero el remate viene cuando suelto su clítoris
un instante para recolocarme, al hacerlo miro a través del espejo y veo a Inma
con las piernas abiertas y subidas en el sillón, se está masturbando mientras yo
follo con su mujer y eso me deja la boca seca y el corazón latiéndome entre las
piernas con tanta fuerza que por primera vez en mi vida tengo la sensación de
que voy a correrme sin que nadie me toque. Vuelvo a devorar a Verónica con
desesperación, y la misma insistencia que pongo yo en hacerla gemir, pone
ella en que mi cara no vuelva a salir de su sexo. Me apodero de su clítoris de
nuevo y en seguida comienza a sacudir su sexo contra mi cara con pequeños
espasmos cuando de pronto se escuchan los gemidos de Inma, se está
corriendo y yo me estoy volviendo loca con tantas sensaciones.
Acelero los movimientos de mi lengua hasta que Verónica no puede más y
se arquea con desesperación.
—Así Lía, así... —murmura entre gemidos.
Y antes de que acabe el orgasmo de Inma llega el de su mujer haciendo
que prácticamente se corran juntas, una en mi boca y la otra a mis espaldas.
No separo mi cara de su sexo mientras ella se retuerce y tampoco lo hago
cuando acaba y su respiración está descontrolada, me siento tan excitada que
si me muevo de aquí es para tocarme, estoy a punto de explotar cuando de
pronto noto unas manos que tiran de mis bragas hasta quitármelas y me quiero
morir. Cuando salen por mis pies sus manos vuelven a mí y me agarran de la
cintura para que me incorpore.
Levanto la cara y miro al frente, Verónica tiene un brazo en la frente y
sonríe mientras se recupera, y a través del espejo veo a Inma sujetarme, tiene
un pie en el suelo y la otra rodilla en la cama. Me incorporo hasta quedar de
rodillas frente a Verónica y esta se incorpora un poco para mirarme. Me estoy
quedando sin aire, sé que Inma no va a tocarme, pero sentir el contacto de sus
manos sobre mi cuerpo me está alterando hasta el último de los sentidos. De
pronto clava más esa rodilla en la cama y me desabrocha el sujetador, pero no
es ella quien me lo quita, es su mujer, Vero se arrodilla frente a mí haciéndome
chorrear, y mientras lo saca por mis brazos temblorosos me lame un pezón y
me arranca un gemido. Mi cuerpo arde, estoy completamente desnuda entre
dos mujeres también desnudas que además me vuelven loca, y lo mejor de
todo es que su objetivo es hacerme disfrutar. Mi cuerpo tiembla, noto como mi
abdomen vibra constantemente, vuelvo a estar nerviosa, muy nerviosa, y de
pronto Verónica acerca sus labios a los míos y su lengua se cuela en mi boca
haciéndome sucumbir. Me besa en profundidad, un beso corto pero intenso que
me deja sin aire y sin capacidad para pensar, me convierto en una muñeca.
Inma tira de mí y me acomoda contra ella, de forma que mi cuello queda entre
sus pechos y mi cintura apoyada en su muslo, siento su rodilla en mi culo y sus
manos sujetándome en esta posición que me deja completamente expuesta ante
una Verónica que no tarda en arrancarme otro gemido cuando su mano cálida
se posa sobre mi sexo y su boca me devora de nuevo. Sus dedos se mueven
entre mis pliegues mientras ella me besa con devoción, las hormigas me
recorren el bajo vientre, siento cosquilleo y mucho calor, y todo eso mezclado
con el hecho de que Inma me está sujetando y no me deja moverme me tiene
cachonda como un animal. Empujo mi sexo contra la mano de Verónica y deja
de besarme para recorrer mis pechos con la lengua cuando de pronto escucho
a Inma:
—¿Vas a correrte para mí Natalia?
Asiento extasiada, y cuando voy a decir que sí Verónica me penetra con
un dedo, y en lugar de un sí emito un sonido extraño, que va entre la queja, el
placer y el sonido.
—No te he entendido —susurra en mi oído provocándome un largo
escalofrío.
Justo cuando voy a contestar Verónica introduce un segundo dedo y su
pulgar se posa sobre mi clítoris dejándome completamente aturdida.
—No has contestado Lía —dice Verónica con una sonrisa malvada
mientras mueve sus dedos en mi interior matándome de gusto.
—Sí—jadeo —sí...
Verónica comienza a masajearme cada vez más rápido y las sacudidas de
placer van y vienen mientras yo gimo y me lanzo contra su mano pese a que
Inma me lo impide. La mujer que tiene sus dedos en mi interior coloca una
mano en mi nuca y se impulsa para besar a su mujer, Verónica le come la boca
a Inma y eso deja sus pechos a la altura de mi boca, lamo uno de sus pezones y
lo sorbo con fuerza mientras ella besa a su mujer y me folla a mí sin perder el
ritmo.
Joder que control tienen. Dejan de besarse, yo suelto su pezón y Inma me
agarra del pelo, tira de mi cabeza hacía atrás con suavidad y me susurra al
oído:
—Hora de correrse Natalia.
Esa frase me excita tanto que en la siguiente envestida que me da
Verónica noto como una oleada de fuego crece en mi interior, gimo con fuerza
y me aprieto contra su mano, Verónica sonríe con malicia, acelera su
movimiento y me dejo devorar por un orgasmo tan intenso que Inma tiene que
soltarme cuando atrapo la mano de su mujer entre mis piernas y me dejo caer
hacia un lado mientras me retuerzo de gusto. Cuando mi impresionante
orgasmo acaba dejo que Verónica recupere su mano, me encuentro atravesada
en los pies de la cama, de hecho mis piernas descansan entre Inma y Verónica,
me coloco boca arriba para recuperarme, y cuando las miro me doy cuenta de
que los dedos que hace un momento han salido de mi interior, ahora están en el
interior de Inma y esta da saltitos muy rápidos sobre ellos mientras se besan
apasionadamente.
Eso me enciende de nuevo, mi respiración todavía no se ha normalizado
ni va a hacerlo, me muero de ganas de que Vero me folle otra vez. Me quedo
mirando alucinada por como Inma acaricia el cuerpo de su mujer con devoción
mientras jadea cada vez más fuerte, entonces Vero deja de besarla y con una
mano en su cuello para mantener el equilibrio, se centra en el sexo de Inma y
esta se corre de pie mientras sus pechos botan frente a su mujer y mi mirada
lobuna. Cuando acaban se quedan abrazadas un instante mientras Vero reparte
besos por sus hombros, cuando Inma se recupera se separan, se deja caer en el
sillón altamente satisfecha y Vero se tumba a mi lado, coloca su mano en mi
cara para girarme hacia ella y me besa lentamente haciéndome temblar otra
vez, su lengua entra en mi boca y se mueve alrededor de la mía con tanta
delicadeza que siento un escalofrío muy agradable recorrerme todo el cuerpo.
—¿Todo bien Lía? —pregunta con su boca frente a la mía.
Mierda, Vero en la cama es completamente diferente a lo que yo estoy
acostumbrada, es agradable, cariñosa, cercana y delicada, y eso me pone
mucho. Está todo perfecto salvo por el hecho de que necesito correrme otra
vez, pero muy a mi pesar hay otra cosa que me urge más, tengo la boca como
la suela de un zapato.
—Tengo mucha sed Vero —murmuro casi suplicando.
Esta ha sido la primera vez que he escuchado a Inma reírse, lo ha hecho
junto a Vero, las dos se ríen de mí.
—¿Que raro no? —pregunta con guasa mientras me aparta el pelo de la
frente.
Inma se levanta y se acerca a un pequeño mueble bar que hasta este
momento yo no me había dado cuenta de que estaba aquí, sobre él hay una
jarra de agua, algo que me hace sonreír porque tengo la impresión de que está
aquí por mí, probablemente Vero la ha traído sabiendo mi afición a que se me
seque la boca cuando me pongo nerviosa. Observo rápidamente el resto de la
estancia, no hay armarios grandes ni tocador, tan solo un pequeño mueble al
otro lado de la pared, está claro que esta no es la habitación donde estas dos
mujeres duermen, es su sala de juegos.
Inma se acerca a mí con la jarra y yo la miro sorprendida porque no trae
ningún vaso y eso me desconcierta, se coloca a mi lado completamente
desnuda, me muero de ganas de tocarla, pero me contengo. Voy a incorporarme
pero una mano de Vero me detiene mientras Inma apoya una rodilla en la cama
al lado de mi cabeza, utiliza la mano libre para colocármela en la frente y
susurra:
—Abre la boca Natalia...
—Lía—insisto.
¿Por qué ella no me llama así?
—Natalia—insiste ella —abre...
Con su gesto serio y la imposición de su criterio hace que el chirri
comience a hacerme palmas desesperadamente. Abro la boca y ella inclina la
jarra con cuidado para que el chorro que me cae no sea exagerado, está
helada, me estremezco cuando comienza a caerse por la comisura de mis
labios y a recorrerme el cuello y los hombros, pero me estremezco todavía
más cuando Vero comienza a lamer mi cuello y a trazar el camino que el agua
dibuja por mi cuerpo con la lengua. Yo trago y trago sin final y Vero me chupa
los hombros y me muerde el cuello, mis ojos están clavados en Inma y en su
firmeza, no se mueve, no pestañea, se dedica a ver como el agua cae en mi
boca mientras mi respiración se acelera y mis ojos alternan la visión entre sus
pechos, su sexo y su increíble mirada.
De pronto mueve la jarra, y el fino chorro de agua que hasta este momento
caía en mi boca comienza a caer ahora entre mis pechos, y como consecuencia
de eso la lengua de Vero se posa sobre ellos haciéndome gritar de placer,
tengo frío y tengo calor, el agua helada contrasta con la cálida lengua de Vero,
con sus labios succionando mis pezones y su mano acariciando mi pelo
mientras Inma continua sujetándome la cabeza con una mano y tirando el
reguero de agua por mi abdomen con la otra. En esta ocasión Vero no utiliza la
lengua, recorre el camino desde mis pechos hasta mi pubis comiéndome a
besos y pequeños mordisquitos que me están matando de excitación. Siento el
agua caer sobre mi sexo y sus labios besarlo cuando Inma deja de tirar agua.
—¿Quieres más? —pregunta colocándola sobre mi cara de nuevo.
—No—jadeo.
—De acuerdo, ponte en la cabecera de la cama de la misma manera que
estaba mi mujer antes —ordena.
Vero deja de darme besitos en el chirri y me siento desconsolada. Pero
obedezco. Subo hasta la parte alta de la cama y me recuesto abriendo las
piernas con la respiración demasiado agitada, veo a Vero gatear hacia mí y se
me nubla la vista, Vero me lo va a comer, mi jefa me lo va a comer mientras su
mujer mira y eso me hace sentir espasmos en la vagina, noto como se contrae
con desesperación por la llegada de esa lengua, y cuando Vero abre mis labios
con los dedos y lame con fuerza gimo y me aprieto contra su boca. Con una
mano me agarro al cabezal de la cama y coloco la otra sobre su cabeza, cierro
los ojos y me limito a disfrutar hasta que escucho un ruido, cuando miro veo
como Inma se está poniendo un arnés y me quiero morir, Vero lame y succiona
vorazmente entre mis labios y su mujer se acaba de meter la pequeña extensión
en la vagina y se está ajustando el arnés con un falo que en mi opinión es
demasiado grande. Cuando lo tiene bien puesto, lo lubrica completamente, se
sube a la cama y agarra a Vero por las caderas.
—A cuatro patas cariño —susurra encendida.
Vero deja mi sexo un instante mientras yo miro atónita y obedece, se
coloca a cuatro patas, Inma agarra el falo y cuando encuentra su vagina
comienza a penetrarla poco a poco hasta que se hunde del todo en ella y Vero
ahoga un suspiro de placer, me mira llena de deseo y vuelve a meter su lengua
entre mis piernas mientras Inma bombea contra su cuerpo a un ritmo constante.
Voy a correrme, lo noto, la boca de Vero se hunde en mi sexo con cada
embestida de su mujer y eso me está matando de gusto, toda la situación me
parece de lo más excitante y ya no puedo contenerme, ver la cara de Inma
mirándome mientras se folla a su mujer, y esta a su vez me folla a mí, me ha
hecho estallar de placer en menos de un minuto. Me dejo ir sacudiendo mi
sexo contra la boca de Vero mientras ella mantiene mi clítoris entre sus labios
y lo lame con insistencia. Cuando mi orgasmo acaba Vero mantiene su
posición y apoya la cara en mi barriga mientras yo le acaricio el pelo
intentando recobrar el aliento.
—Más, más fuerte Inma cariño, más fuerte —suplica.
Casi me corro otra vez con sus palabras. Inma acelera agotada y yo le
ofrezco una mano que coge agradecida para ayudarse con las embestidas. Inma
se clava dentro de Vero cada vez más fuerte, cada embestida suya nos mueve a
las dos y los pechos de Vero rozan mi sexo haciéndome arder de nuevo. Me
voy a correr, me voy a correr otra vez solo por el puto morbo que me provoca
la situación, de pronto Vero se arquea y me clava las uñas en los brazos
cuando su orgasmo llega, la excitación me sacude tan fuerte que aprieto mi
sexo contra sus pechos y me corro con ella mientras Inma se deja ir con
nosotras. Nos hemos corrido las tres juntas y la sensación ha sido una
auténtica pasada, Vero se deja caer completamente sobre mi cuerpo mientras
Inma lo hace sobre su espalda, las tres estamos agotadas.
Unos segundos después Inma rueda hacia un lado, se quita el arnés y besa
a Vero en el culo.
—Me voy a la ducha —le indica tras levantarse.

Que mujer más fría, joder, estoy segura de que todavía tiene el pulso
disparado, es imposible que se haya recuperado y ha salido de la habitación
sin mirarme si quiera, es como si yo me hubiera evaporado. Todo lo que esa
mujer tiene de atractiva lo tiene de borde y desconcertante, me ha molestado
mucho ese gesto pero no digo nada, Vero no tiene la culpa y al fin y al cabo
esto es lo que es, una sesión de sexo entre tres mujeres pactada previamente.
Una increíble sesión por cierto, no había disfrutado tanto en mi vida. Un par
de minutos después Vero levanta la cabeza, sube hasta mi boca y me devora
lentamente, cada vez que esta mujer mete su lengua en mi boca me hace sentir
como si estuviera flotando. Es jodidamente agradable.
—Me gusta mucho como besas Lía —susurra.
Me quedo bloqueada de nuevo, primero por el increíble beso que me ha
dado, segundo porque Inma no está en la habitación y yo no tengo claro si el
contacto sin estar una de las dos presentes está consentido entre ellas, y
tercero porque me halaga mucho lo que me ha dicho. Me han entrado ganas de
decirle que a mí me encanta tenerla en mi boca, pero de nuevo me contengo.
—Puedes usar la ducha del baño del pasillo Lía, yo me ducharé con mi
mujer. Hay toallas limpias en el armario.
—Gracias.
Sale de la habitación sin más, dejándome sobre la cama, desnuda, sola y
aturdida por todo lo que ha pasado. Reacciono cuando mis tripas rugen con
fuerza, prácticamente no he comido nada en todo el día, y ahora que todo ha
pasado me muero de hambre. Voy recogiendo todas mis prendas por el suelo
de la habitación, y tras pasar por el comedor a recoger mi bolso para poder
ponerme unas braguitas limpias me encamino hacía el baño y me doy una
ducha rápida. No quiero abusar ni ser un incordio, no sé que se espera de mí
ni que tengo que hacer tras lo que ha pasado, mi cabeza no para de dar vueltas
mientras me visto, ¿tengo que irme inmediatamente? ¿Tengo que esperar a que
ellas me digan que me marche? ¿Tengo que darles dos besos al salir? ¿Vero
sigue siendo Vero o ya es Verónica? Me va a explotar el cerebro, nunca me he
encontrado en una situación como esta, y el hecho de que ambas mujeres
tengan un carácter tan extraño no me ayuda en absoluto.
Me aseguro de dejarlo todo tan limpio como lo he encontrado, no quiero
que ninguna pueda decir nada de mí, cojo la toalla con la que me he secado y
me dirijo a la cocina. Las dos están allí bebiéndose una copa de vino, ambas
con su increíble melena mojada, vestidas con ropa cómoda para no salir de
casa y preciosas, son dos mujeres impresionantes, no entiendo qué han visto en
mí, podrían tener a cualquiera. Me acelero mucho al verlas, pero no solo por
las sensaciones que ambas me provocan, me siento incómoda, no sé qué hacer
y no quiero molestar.
—¿Dónde puedo dejar la toalla? —pregunto en voz baja desde la puerta.
Vero se pone en pie y se acerca a mí para que se la entregue.
—Dame, ya la llevo yo con la ropa sucia.
Se la lleva y me quedo en la puerta con el corazón latiéndome en la
garganta, Inma tiene sus ojazos negros clavados en mí pero no dice nada, tengo
ganas de salir corriendo sin decir nada, de hecho estoy a punto de darme la
vuelta cuando Vero aparece de nuevo y pregunta:
—¿Quieres beber algo?
Su tono vuelve a ser serio, es el momento de largarme de aquí. Seguro
que lo ha preguntado por compromiso. Imagino que toda la gente que se dedica
a hacer tríos y este tipo de juegos ya tiene claro cómo comportarse después,
pero yo no, y eso me está haciendo sentir muy mal.
—No, gracias, me voy ya.
Vero me enfoca con sus ojos verdes, mierda, las dos me miran, ¿qué he
hecho mal?
—Hemos pedido un par de pizzas para cenar, ¿no tienes hambre?
¿Hambre? Tengo el estómago tan vacío que me podría comer las dos
pizzas enteras yo sola.
—No, ya si eso me voy a casa, es tarde —contesto sin tener ni idea de la
hora que es.
—Pero tendrás que cenar mujer—insiste otra vez suavizando el tono —
después de lo que hemos hecho y la hora que es tienes que tener hambre
Natalia, come y luego te vas.
Ya vuelvo a ser Natalia, queda claro que la cercanía solo vale cuando
estamos sin ropa.
—No insistas si no quiere Vero —comenta Inma con una frialdad atroz.
No sé hasta qué punto Verónica me invita por compromiso, pero desde
luego Inma no me quiere aquí, ya he hecho lo que tenía que hacer y mi
presencia le sobra.
—Me voy, pero gracias por la oferta.
—Como quieras —contesta Verónica.
Me despido desde la puerta y solo Verónica me contesta, ni siquiera se
han molestado en acompañarme a la salida y salgo de su casa muerta de rabia.
¿Qué se han creído? Son ellas las que me han invitado, ellas me han buscado a
mí y no al contrario, y que me traten con esta indiferencia me molesta hasta tal
punto que en cuanto me subo al coche se me saltan las lágrimas de impotencia.
De camino a casa me prometo a mí misma que esto no se volverá a repetir, si
es que quieren repetir, cosa que dudo. Aunque el sexo con ellas ha sido una
puta pasada, no compensa la incomodidad que me hacen sentir antes y
después.
6. Distraída

Lía

Me detengo en el McDonald’s y me pido un menú completo con


hamburguesa de pollo. Que me hayan tratado mal no me ha quitado el hambre.

El sábado por la mañana lo dedico a visitar al plasta de mi hermano, él y


la que desde hace tres meses es mi nueva cuñada han insistido para que vaya a
ver el apartamento que han alquilado para vivir juntos. Siempre les doy largas,
por norma general todas las novias de mi hermano me caen bien, pero a él no
suelen durarle mucho y estoy harta de cogerles cariño y verlas desaparecer.
Pero hoy quiero mantener la mente ocupada, así que voy a ver su nidito de
amor y al final he comido con ellos. Por la tarde he quedado con mi amiga
Sandra para tomar unas cervezas y he estado escuchando su repertorio de
quejas sobre su marido Valentín, es terrible escucharla, cuando no es por una
cosa era por otra, pero siempre se queja de algo.
—Bueno, ¿y tú qué? —pregunta después de una hora comiéndome la
cabeza con lo mismo.
Buena pregunta, ¿yo qué? Aquí me doy cuenta de que yo nada, todavía no
hace ni veinticuatro horas que he follado con dos pedazo de mujeres y no
puedo contarlo. Tengo ganas de gritarlo, contarle a Sandra todo lo que ha
pasado, bueno en general, no en la cama. Quiero desahogarme y explicarle la
extraña y excitante semana que he tenido, pero no puedo decirle nada porque
si le cuento que he hecho un trío voy a tener que mentir cuando me pregunte
con quién, tendré que inventarme alguna historia por la que ella seguirá
preguntando cada vez que me vea y a mí no se me da bien mentir, tarde o
temprano acabaré metiendo la pata, así que mi espectacular experiencia solo
se queda para mí.
—Como siempre, trabajando y poco más —contesto con desgana.
—Desde luego, últimamente eres una sosa Lía, deberías salir un poco
más y conocer gente.
—Ya conozco gente... —me defiendo.
—Ya sabes a qué me refiero, conocer gente que pueda darte alguna
alegría para el cuerpo, alguna mujer que te dé un buen meneo —dice divertida.
—Vale, lo pillo Sandra, no sigas por ahí.

Al llegar a casa me pongo una peli y me quedo frita en el sofá, hasta que
me despierto jadeando y excitada hasta tal punto que meto mi mano bajo las
bragas y en menos de un minuto me acabo corriendo. Aunque acaba de pasar
no sé exactamente que he soñado, pero Inma y Verónica estaban conmigo en el
sueño, eso sí que lo tengo claro. Me levanto cabreada y me voy a la cama, si
hasta en mis sueños se están colando comienzo a tener un problema.

El domingo estoy muy inquieta, limpio toda la casa, intento leer, me


pongo pelis, series, más pelis, más series, y nada, nada funciona, no puedo
dejar de pensar en cómo reaccionaran al día siguiente en el trabajo, y lo peor,
cómo reaccionaré yo, seguro que se me nota, me pondré nerviosa en su
presencia y todos se darán cuenta de que nos hemos acostado, después ellas
me despedirán, me demandarán y mi vida se irá a la mierda por culpa de unos
cuantos orgasmos, pero joder, habrán valido la pena.

***

Todos mis nervios del domingo no han servido para nada, el lunes tan
solo veo pasar a Verónica de refilón un par de veces hacia su despacho, y
aunque en ambas ocasiones me acelero muchísimo todo se queda en eso, ella
ni siquiera me ha visto, y si lo ha hecho, se ha hecho la despistada. A Inma no
la he visto en todo el día. El martes es muy parecido, me cruzo con Verónica
en el pasillo y me regala un escueto buenos días casi sin mirarme, y a su mujer
ni verla. El miércoles cambian las tornas, esta vez es con Inma con quién me
cruzo y me trata con la misma indiferencia que su mujer el día antes.

Comienza mi tortura mental, no espero nada cariñoso por parte de ninguna


pero al menos podrían sonreír un poco y ser mínimamente agradables.
Empiezo a pensar que he hecho algo mal, que no les ha gustado lo que hicimos
o que simplemente ya no quieren repetir. El jueves llego muy nerviosa, deseo
que alguna de ellas se acerque a mi despacho y me diga que el viernes me pase
por su casa, aunque sean unas bordes de mierda, cada vez que las veo o pienso
en ellas me enciendo mucho, siento mi sexo ardiente y dolorido de tanta
excitación. El día acaba y no me dicen nada, intento consolarme pensando que
durante el día del viernes me dirán algo, pero tampoco, decepcionante.
Pasa el fin de semana, y toda la semana siguiente la situación es la misma,
indiferencia, saludos fríos e indignación por mi parte, me siento utilizada
como nunca antes, tenían una fantasía, la han cumplido y ya no necesitan nada
más de mí. Les molesto, su comportamiento me hace sentir como un cabo
suelto, algo que pone su reputación en peligro y de lo que quieren deshacerse,
pero como queda muy feo que me echen después de lo que ha pasado se están
comportando como dos arpías para que me marche yo. ¡Lo tienen claro! Y eso
que tengo el chirri dolorido de tanto masturbarme por su culpa.

Pasan otras dos semanas en las que poco a poco me voy acostumbrando a
su comportamiento frío y esquivo, ahora soy yo la que las evita siempre que
puedo, no quiero verlas, yo no dejo de sentir todas esas sensaciones increíbles
que las dos despiertan en mí y me he cansado de pasarlo mal por su culpa.
Este fin de semana salgo con la intención de darme un gusto y así darle un
poco de tregua a mi brazo y a mis juguetitos, necesito contacto humano y voy a
lo seguro. Descarto a Anabel y después de cenar me paso por el bar en el que
trabaja Elia, es camarera aquí desde hace varios años y siempre que voy
acabamos en la cama, es como una folla amiga pero solo en ocasiones
esporádicas, y esta va a ser una de ellas. Me tomo un par de cervezas mientras
espero a que acabe su turno y cuando lo hace me tomo otras dos con ella en
otro bar antes de irnos a mi casa. Estamos practicando sexo la madrugada del
sábado al domingo y gran parte del domingo, hasta la fecha el sexo con ella
siempre me había parecido muy bueno, y aunque me ha hecho correrme en
varias ocasiones no se acerca ni de lejos a lo que Inma y Verónica me hicieron
sentir aquella tarde en su casa, con ellas todo era morbo, lujuria y deseo, era
estar excitada y receptiva en todo momento, preparada para cualquier cosa que
decidieran hacer y no querer parar, pero con Elia no es así, es sexo con una
amiga y nada más, ellas me dieron algo que Elia no es capaz de darme, y
cuando el domingo a las once de la noche se marcha de mi casa me frustro, ¿y
si a partir de ahora ya nadie puede saciarme como lo hicieron ellas? ¿Y si
nadie más puede excitarme hasta el punto de que solo pueda pensar en
correrme? ¿Qué me han hecho?

El lunes llego tarde al trabajo, me ha costado tanto dormirme por la noche


que cuando ha sonado el despertador he sido incapaz de levantarme, he
querido darme cinco minutos más y al final se han convertido en media hora.
La primera vez en mi vida que llego tarde a un trabajo y tiene que ser al de las
dos mujeres que me han follado. Perfecto. Cuando llego ellas no están, si yo
no se lo digo tal vez no lleguen a saberlo, pero, ¿y si alguien se chiva? ¿Qué
pensarán de mí si oculto algo así? Podrían pensar que les tomo el pelo, o peor,
podría darles por pensar que por haberme acostado con ellas he pensado que
tengo privilegios o cualquier cosa de ese tipo. No, no voy a permitirlo. Clavo
la mirada en el despacho de Verónica atacada de los nervios, ¿a qué hora entra
ella? La verdad es que ningún día me he fijado, pero ya son casi las diez y las
ganas de confesar mi pecado me están consumiendo por dentro.
Me voy a la cafetería en busca de una infusión y me encuentro con Yoli,
eso es bueno, esta mujer habla hasta por los codos y yo necesito distraerme.
—¿Ya has preparado tú dosier para la reunión? —pregunta en cuanto me
ve.
—¿Eh? —respondo atontada.
¿Qué reunión joder? ¿De qué habla?
—La reunión trimestral Lía, ay bueno, que tú aun no llevas tres meses
aquí, ¿verdad?
—No, llevo dos, ¿qué es esa reunión?
—Ay perdona, te lo tenía que haber avisado antes, di por hecho que
alguien te lo habría dicho. Pero bueno, te digo de qué va y te ayudo a
prepararte para que lo tengas todo como a la señora Martínez le gusta.
—¿Qué tengo que preparar Yoli? Me estás poniendo nerviosa, ¿de qué va
esa reunión? —pregunto impaciente.
—Vale, te cuento, cada tres meses la señora Farrell y la señora Martínez
se reúnen con todos los profesores para hacer un seguimiento general. Esas
reuniones les sirven a ellas para valorarnos a nosotros como trabajadores,
para saber el rendimiento de los alumnos, para hablar de posibles mejoras, no
sé, se tocan varios temas, pero sobre todo lo que es importante es que tengas
el dosier preparado.
—¿Qué puto dosier Yoli? —exijo con desesperación.
—A la señora Martínez le gusta mucho analizar datos, a esa mujer lo
verbal no le vale, lo quiere por escrito. Así que al final, después de que en
cada reunión nos solicitase infinidad de información, los profesores hablamos
entre nosotros y decidimos preparar un dosier para cada reunión y
entregárselo, se lo propusimos a ella y aceptó. El dosier tiene que incluir una
copia de las hojas de asistencia que firman tus alumnos, la copia de los
exámenes que hayas realizado, un gráfico con los avances del plan de estudios
y tu valoración personal sobre el rendimiento de cada uno de tus alumnos, así
como cualquier observación adicional que hayas podido hacer sobre alguno de
ellos.
—¿Cuándo es la reunión Yoli? —pregunto alarmada.
—Esta tarde, a las cuatro. Siempre se hace el primer lunes del nuevo
trimestre.
Tengo el pulso disparado y me cuesta pensar, puedo preparar las copias
de los exámenes y las hojas de asistencia, incluso si me pongo como una
obsesa podría tener listo el puto gráfico, y eso que se me dan fatal, pero hacer
una valoración de los alumnos de los dos cursos que dirijo es imposible, en
total son veintinueve y tengo cosas que decir de todos ellos. Me está entrando
mucho calor.
—No puedo Yoli, no me va a dar tiempo de preparar todo eso, es
imposible —confieso angustiada.
—Lo siento mucho Lía, pensaba que lo sabías, la nota informativa está en
el tablón.
¿El tablón? Yo nunca miro ese tablón, le eché un vistazo el primer día y
las fechas de los documentos que había colgados eran tan antiguas que pensé
que ya nadie colgaba nada.
—Yo no miro el tablón nunca Yoli —murmuro.
—Mal hecho Lía, bueno, que no cunda el pánico, te puedo ayudar en lo
que me pidas, y Sergio y Carlos también.
—Os lo agradezco, pero yo sé cómo lo tengo todo, y voy a perder más
tiempo explicando que haciendo. Te dejo, voy a ver si lo consigo.
—Suerte bonita.
¿Suerte bonita? Ya lo creo que voy a necesitarla. Las dos mujeres sin
corazón esperan un dosier que está claro que yo no voy a poder preparar a
tiempo, ¡y encima me he dormido! Salgo escopeteada hacia mi despacho y al
llegar me doy cuenta de que Verónica ya está en el suyo. Llamo a la puerta y
rezo para que Inma no esté dentro, estoy demasiado nerviosa como para que
encima me suelte alguna de sus extrañas miradas de indiferencia.
—Adelante—escucho.
Joder, joder, me arde todo, ha sido escuchar su voz y un millón de
imágenes de lo vivido unas semanas antes han pasado ante mis ojos haciendo
que mi cuerpo reviva sensaciones increíbles. Cojo mucho aire y entro.
—Buenos días señora Martínez —saludo con el tono más profesional que
puedo.
—Buenos días Natalia —contesta sin apartar la mirada de la pantalla del
ordenador.
Joder que guapa está. Entro y cierro la puerta quedándome tras ella. Lo
bueno: Inma no está, lo malo: Verónica está en modo gilipollas.
—Me he dormido —suelto del tirón.
Ea, ya se lo he dicho. Alza la vista y me traspasa con su mirada verde, no
sé si es de enfado o la suya de hoy, pero me pone muchísimo cuando me mira
así.
—¿Te has dormido? —pregunta como si nadie antes le hubiera dicho algo
tan terrible.
¿Es qué nadie en esta empresa se ha dormido nunca?
—Sí, he llegado media hora tarde. Lo siento mucho, me costó dormir y
cuando el despertador ha sonado...
—Natalia —me interrumpe fría como un témpano—tienes un trabajo y un
horario, se te paga para que lo hagas y lo cumplas, tanto si duermes como si no
duermes tu obligación es estar aquí a tu hora, que no vuelva a repetirse.
Me quedo de piedra y con ganas de tirarle algo en la cabeza, menuda
estúpida, si no fuera porque tengo información de primera mano pensaría que
es una mal follada, pero no lo es, simplemente es borde y desagradable porque
tiene una maestra excelente: su mujer.
—Lo siento, no se repetirá.
—Bien —contesta sin mirarme otra vez.
Salgo de su despacho muerta de indignación, no soporto que me hablen
mal, sobre todo si no me lo merezco. No digo que la mujer tenga que
aplaudirme, no estoy orgullosa de lo que he hecho, pero es la primera vez en
mi vida que me pasa y ella no me ha dejado ni explicarme. Me ha marcado
muy bien su posición, ella jefa borde, yo empleada gilipollas que tiene que
aguantar sus cambios de humor. Me quedo en mitad del pasillo pensando si
entro y le digo cuatro cosas cuando de pronto aparece Inma y se para ante mí
sin decir nada. El corazón se me sale por la boca, está tan guapa que tengo que
contener las ganas de decírselo.
—Buenos días señora Farrell —susurro.
—Buenos días, ¿vas a quedarte en mitad del pasillo? —dice
esquivándome y reanudando su paso.
Me han entrado ganas de estrangularla. No contesto y me encierro en mi
despacho hecha un basilisco. ¿Es que acaso compiten para ver cuál de las dos
es más imbécil? Cada vez cobra más fuerza la hipótesis de que quieren
hacerme la vida imposible para que me marche por mi propio pie. Me han
follado, se han cansado del juguete nuevo el primer día y necesitan mi puesto
libre para contratar a otra idiota que acceda a entrar en su juego perverso.
Estoy pensando en el montón de posibilidades que hay para que estas dos me
traten tan mal cuando de pronto me acuerdo de la mierda de reunión y su
mierda de dosier.
—Mierda —murmuro para mí.
Miro el reloj, son las once y cuarto de la mañana, la reunión es a las
cuatro y lo único que tengo es un cabreo descomunal. Me siento, bebo agua de
mi botella y abro el portátil. Comienzo a trabajar, a imprimir y fotocopiar
cosas mientras mis ojos van cada cinco minutos a la esquina inferior derecha
del portátil para mirar la hora. Las doce, la una, las dos, las tres, las tres y
media... Y yo sin comer y tan solo con una parte de lo que necesito. Me doy
por vencida, es imposible conseguirlo, así que mientras preparo lo que ya
tengo me voy mentalizando para la bronca que me van a soltar delante de todos
mis compañeros, voy asimilando que me van a humillar, si hay algo que
soporto menos que el hecho de que me hablen mal, es que me hablen mal
delante de otras personas. Y lo peor de todo es que no puedo defenderme
porque Verónica ya me ha dejado claro que no le valen las excusas.
Llego muy puntual, ya que no tengo lo que me van a pedir por lo menos no
voy a llegar tarde. Cuando entro en la sala de reuniones solo faltan Inma y el
profesor de chino, un hombre asiático con una voz de pito que me hace mucha
gracia. Todos los demás, incluida la mujer que unas semanas antes metió su
cara entre mis piernas, ya están aquí. Verónica habla con Yoli con el gesto
apacible, parece que está de buen humor, algo es algo. Saludo con un hola
escueto y me siento al lado de Yoli en la enorme mesa redonda de la sala. El
primer día que la vi me quedé alucinada, estoy segura de que una mesa así de
grande la tienen que haber comprado a medida. Los demás profesores también
cuchichean unos con otros, pero yo decido no meterme en ninguna
conversación, me quedo en silencio observando mi dosier incompleto y
notando como la boca se me seca. Voy a levantarme para salir corriendo a mi
despacho y coger mi botella de agua cuando veo que Inma y el chino entran,
me siento de golpe. Él se sienta a mi lado y continuación lo hace Inma, las
tengo a ambas a dos cabezas por cada lado, perfecto, mire a donde mire me
voy a encontrar la mirada penetrante de una de las dos.
La reunión comienza en cuanto Inma se sienta, al principio la dirige ella,
su parte es informarnos sobre cómo va el grueso de la empresa en general, no
solo nuestro centro, sino de todos. Nos comenta que a finales del mes siguiente
inaugurarán una nueva academia en Huesca, habla de la buena reputación que
tiene la empresa y de lo importante que es mantenerla y poco más, después le
da paso a su mujer y ella se queda en un segundo plano escuchándola con
atención. La parte de Verónica es la que me afecta más, ella trata todos los
temas que tienen que ver con los estudios, el profesorado y los alumnos. Me
limito a escuchar con atención y quedarme con el rol de estas reuniones para
que en las siguientes no me pillen con el culo al aire, porque en esta ya estoy
vendida. Verónica nos hace varias preguntas a cada uno sobre nuestro idioma
en particular, en eso no tengo problema, sé responder a todo como se espera,
el problema viene al final.
—Bueno, por mi parte ya está, entregadme los dosieres y damos por
concluida la reunión —comenta mientras recoge algunos papeles.
Latidos fuertes, calor y sudor frío. Todo eso de golpe cuando he oído la
palabra dosieres. Espero a que todos entreguen el suyo y en último lugar le
planto el mío delante. Me basta su mirada para saber que quiere una
explicación ante el hecho de que mi dosier sea la mitad de grueso que el del
resto.
—Lo siento, no sabía que había reunión ni lo del dosier, me he enterado
esta mañana y no me ha dado tiempo a terminarlo, faltan mis aportaciones
sobre los alumnos.
—Lo más importante —murmura con sus ojazos verdes taladrándome.
—Me pondré a ello y mañana lo tendrá sobre su mesa, lo siento mucho.
Coge todos los dosieres y los chasquea contra la mesa para cuadrarlos,
por un momento siento alivio y pienso que la tormenta ha pasado, pero es justo
ahora donde comienza de nuevo.
—Llevas trabajando aquí dos meses Natalia, el anuncio de la reunión
lleva colgado una semana en el tablón, no me vengas con el cuento de que no
lo sabías—ladra, eso sí, no levanta la voz en ningún momento, muy educada
ella—quiero lo que falta en mi mesa mañana a primera hora, ¿entendido?
—Sí —contesto cabizbaja.
Dicho eso, Inma y ella se despiden y abandonan la sala de reuniones
juntas. En cuanto salen me levanto y salgo yo también, sus palabras me han
humillado y dolido más de lo que esperaba, no soporto esa sangre fría que
tiene en algunos momentos. Tengo unas ganas de llorar terribles, noto como me
tiembla la barbilla de contenerme y no quiero que nadie me vea, así que me
encierro en mi despacho y después de llorar durante varios minutos me sereno
y comienzo con la valoración del primer alumno. A las seis voy a dar la clase
de los lunes y después de finalizarla voy directa a la cafetería a por un café y
una pasta, no he comido nada en todo el día y llevo horas con dolor de
estómago. Me como la pasta con esfuerzo, el disgusto me ha provocado un
nudo en la garganta y me cuesta hasta tragar, cuando acabo vuelvo al despacho
y me encierro de nuevo, no pienso irme de aquí hasta que no tenga acabado lo
que me ha pedido. Mi plan es dejarlo sobre su mesa antes de marcharme, sé
que voy a acabar muy tarde y ella ya se habrá marchado, así no tendré que
verle la cara mañana.

Las ocho, las nueve, las diez, las diez y media... Todo el mundo se ha
marchado hace más de una hora y a mí todavía me falta una tercera parte para
terminar, tengo molestia en los ojos, los noto enrojecidos y me pican, me sigue
doliendo el estómago y tengo un dolor de cabeza terrible además de un cabreo
importante. Me levanto para volver a la cafetería, necesito más café o me
dormiré sentada en la silla, pero justo cuando estoy estirando el brazo para
coger el pomo de la puerta, esta se abre de golpe y me doy un susto de muerte
al ver a Verónica y a Inma al otro lado.
—¡Joder! —grito dando un paso atrás.
Por poco me da un infarto. ¿Qué coño hacen aquí a estas horas?
—¿Qué haces aquí todavía Natalia? —pregunta Inma con tono suave.
Me sorprende mucho, no que sea amable, porque estoy comenzando a
acostumbrarme al hecho de que ambas tengan cambios de humor, lo que me
sorprende es que me hable ella y no su mujer.
—Trabajar —contesto de mal humor.
Si yo tengo que soportarlas a ellas, ellas también van a tener que
soportarme a mí, y si no que me despidan, ahora mismo me siento tan
impotente y cabreada que me da igual si me echan a la calle, de hecho estaría
encantada, porque entonces les soltaré cuatro cositas que pienso sobre ellas.
—Es tarde Natalia, vete a casa —ordena Vero también muy dócil.
—Me iré cuando acabe—respondo mirándola a los ojos enfurecida.
Me abro paso entre las dos para encaminarme por el pasillo hacia la
cafetería y por poco me deshago cuando siento el aroma de ambas
envolverme, ese olor fresco y dulce que desprenden me trae unos recuerdos
increíbles. Aun así me mantengo firme y no las miro, paso por su lado
haciéndome la digna y me voy a la cafetería con la cabeza alta y atacada de los
nervios al sentir sus tacones mientras me siguen por el pasillo. Me detengo
ante la máquina de café, echo un euro por la ranura y aprieto el botón del café
largo.
—Si bebes café a estas horas no dormirás —me advierte Vero.
La miro encendida, pero más por la rabia que por el deseo. Ese puto
comentario me desata, es la gota que colma el vaso y arremeto contra ella
llena de rabia.
—Si duermo o no duermo es solo asunto mío señora Martínez, me lo ha
dejado muy claro esta mañana, ¿recuerda? —digo enfurecida.
—Contrólate Natalia —me advierte Inma.
—¡No quiero! —le grito—no he visto ningún puto cartelito colgado que
diga que no puedo quedarme fuera de mi horario, voy a recuperar la media
hora de esta mañana y unas cuantas más por si se me ocurre dormirme otro día,
¡no quiero deberos nada! —digo tuteándolas con los ojos bañados en lágrimas.
Me giro de nuevo hacia la máquina, no quiero que me vean, mi orgullo
ante todo. Cojo mi café y paso por su lado para volver a mi despacho. Entro y
cierro de un portazo, pero no he llegado a mi mesa todavía cuando la puerta se
abre y las dos entran sin permiso. ¡Vaya ejemplo! Dejo mi café sobre la mesa,
me tiembla tanto el pulso que me da miedo que se me caiga al suelo.
—¿Qué queréis? —pregunto con cierta desesperación.
Las dos están en mi despacho y no hay nadie en toda la planta, estoy
cabreada, pero saber eso me eriza el vello y me excita, de nuevo me encuentro
a solas con ellas y a pesar de que tengo ganas de estrangularlas me muero de
ganas de repetir lo que pasó aquel viernes en su casa.
—Yolanda me ha dicho que era cierto que no sabías lo de la reunión —
confiesa Verónica.
Eso me cabrea más todavía.
—Perfecto —digo haciendo aspavientos con las manos ante la mirada
demoledora de Inma —a ella si la crees, ¿no? Si te lo dice Yolanda es cierto
pero si te lo digo yo soy una puta perra que no quiere hacer su trabajo —
contesto con indignación.
—Natalia vale ya—interviene Inma —deja de gritar y haz el favor de
hablar bien —dice caminando hacia mi mesa mientras yo la persigo con la
mirada encendida. Que sexy es joder.
—Ha sido un mal entendido Natalia, no quiero que te quedes trabajando
hasta tan tarde, cuando acabemos te irás a casa y lo haces tranquilamente
durante el resto de la semana, entrégamelo el viernes —sigue Verónica.
—¿Cuando acabemos de qué? —pregunto aturdida.
Pero no me contesta, sonríe ligeramente con los ojos achinados y mira a
su mujer. Me entra mucho calor, comienzo a arder y a temblar, mis fluidos
vaginales aparecen como una oleada, mi cuerpo se está preparando para
recibirlas y la respiración se me corta cuando me giro y veo a Inma. Se ha
sentado en mi silla y en cuanto me ha mirado he comprendido que estoy
perdida, me giro para ver a Vero otra vez y antes de que pueda decirle nada
agarra mi cara entre sus manos y su lengua se estrella con la mía que sale a
recibirla con desesperación. Siento las hormigas recorrer mi vientre y el
corazón latiéndome en la vagina. Vero me devora la boca mientras me empuja
hacía la pared, camino a ciegas dejándome guiar por ella hasta que choco con
algo y me detengo muerta de excitación, Inma esta con la espalda pegada a la
pared y me ha agarrado por la cintura haciendo que mi espalda se pegue contra
sus pechos mientras la mano de Vero se cuela por debajo de mis pantalones y
mis bragas. Vero echa su cuerpo hacia mí mientras me toca y me besa a la vez,
e Inma deja mi cintura para cogerme las manos y prohibirme tocar a su mujer,
pero eso lejos de cabrearme me excita más, sentirme prisionera en medio de
las dos mientras Vero hunde sus dedos entre mis pliegues me mata de gusto, y
todo esto va a peor cuando Inma comienza a susurrar en mi oído, mientras sus
dedos se entrelazan con los míos y yo respiro cada vez más agitada.
—Mi mujer va a follarte Natalia... —afirma.
Oleadas de fuego me recorren de arriba a abajo al escucharla y jadeo.
—¿Te gusta cómo te toca?
—Sí—jadeo otra vez mientras Vero me mira fijamente.
—Vas a correrte para mí, ¿verdad?
—Ahaa.
No soy capaz de verbalizar, estoy tan cachonda que cada vez que me dice
una guarrada noto como mis fluidos aumentan y llenan la mano de Vero.
—Bien, ahora vas a estarte quieta para que ella entre y salga de ti —
ordena.
Asiento con insistencia y noto el aliento de su sonrisa en mi oreja.
—Penétrala cariño.
Dicho y hecho, Vero obedece, noto como dos de sus dedos entran en mi
interior a la vez y grito al sentirla. Voy a explotar, me muero de gusto, con cada
movimiento de sus dedos la corriente recorre mi cuerpo. Estoy apretando tan
fuerte las manos de Inma que me estoy haciendo daño en los dedos y con toda
seguridad se lo estoy haciendo también a ella, pero no se queja, me aprieta las
manos suavemente y sigue susurrándome al oído, y cada guarrada nueva que
me dice me extasía más que la anterior.
—Estás empapada, eso me encanta —añade Vero mientras la mano que
hay metida debajo de mi camiseta y mi sujetador me pellizca un pezón con
cierta fuerza.
Gimo, y cuando aumenta la velocidad de sus dedos vuelvo a hacerlo.
Estoy a punto de correrme, siento mi orgasmo nacer y necesito liberarlo.
—Más rápido —suplico.
Vero sonríe, me besa y después atrapa mi labio inferior entre los suyos
para chuparlo cuando Inma me hace temblar con sus palabras.
—Si quieres correrte pídeselo Natalia, dile que te folle.
Ni me lo pienso, necesito tanto este orgasmo que las palabras me salen
solas entre jadeos.
—Fóllame... Fóllame Vero —suplico.
Suelta mi labio y sus dedos se arquean en mi interior con tanta sabiduría
que me corro al momento. Mi cuerpo se retuerce de gusto rodeada por los
brazos de Inma mientras yo jadeo sin parar ante los movimientos continuos que
Vero hace dentro de mí. Cuando acabo dejo caer la cabeza hacia atrás y las
piernas me flaquean, Inma me agarra fuerte y Vero me abraza también para
ayudarme a mantenerme en pie, y mientras yo me esfuerzo por no caerme ellas
se besan conmigo en medio. Brutal. Cierro los ojos unos segundos y poco a
poco comienzo a recuperarme, Vero deja de besar a su mujer, me besa el
cuello y me da un pico en los labios antes de apartarse, y en cuanto Inma me
suelta voy directa a mi silla y me dejo caer aplatanada.
—¿Estás bien? —pregunta Vero con media sonrisa.
Asiento, estoy bien pero sigo estando muy cabreada con ellas, que me
hayan follado no cambia el hecho de cómo me han tratado durante el día,
sobretodo Vero. Y haber caído rendida ante sus exigencias a la primera de
cambio me hace enfadarme conmigo misma.
—Vete a casa Natalia —me pide Inma.
—Cuando acabe —contesto escueta.
—Como quieras —dice la mujer que acaba de susurrarme un montón de
guarradas que me han puesto perra.
Vero se acerca, se inclina sobre mí, y cuando pienso que va a besarme
susurra en mi boca:
—Me pones muchísimo cuando te enfadas.
La miro enfurecida, ese comentario me mosquea, pero ella ni se inmuta,
ignora mi gesto y me besa profundamente hasta saciarse de mí mientras su
mujer nos observa. Se separa dejándome con la boca abierta y ganas de más,
sonríe y se va al lado de Inma. Me dicen adiós y desaparecen por el pasillo.
7. Cabezona

Lía

Son casi las dos de la madrugada cuando salgo del despacho de Vero
después de haber dejado el dosier, y para mi sorpresa, después de haber
dormido tan solo cuatro horas esta noche, por la mañana me despierto como
una rosa. Desayuno con Yoli y otros profesores y aquí descubro que ese mal
carácter tanto de una como de la otra es algo bastante habitual.
—Menudo moco te soltó ayer la señora Martínez —comenta el chino.
—Sí, es bastante borde, creo que me tiene manía, pero bueno, ya se lo he
entregado, la próxima vez no volverá a pasarme —afirmo.
—No te tiene manía Lía, es así con todos —afirma Carlos—ella y su
mujer son muy secas con la gente, pero si encima haces algo que no les gusta
se convierten en dos auténticas arpías, no dan su brazo a torcer para nada.
—Es cuestión de saber tratarlas —añade Yoli—una vez sabes cómo les
gusta que hagas las cosas, es hacerlas así y punto, si todo está como les gusta
no suelen ladrar mucho—bromea haciéndonos reír a todos.
Me marcho a mi despacho sintiéndome más aliviada, al menos no son así
solo conmigo, son bordes con todo el mundo las muy idiotas.
—Natalia —oigo a mis espaldas justo cuando voy a abrir la puerta.
Me giro sabiendo que es Vero la que me ha llamado y aun así siento un
intenso hormigueo en el vientre al verla. Cuanto más la miro más atractiva me
parece. Lleva una camisa blanca con un par de botones desabrochados que
resaltan sus pechos haciendo que mis ojos se vayan directos a su canalillo sin
molestarme en disimular.
—Pasa un momento a mi despacho por favor —me pide amablemente.
—¿Qué has hecho ahora? —susurra Yoli que pasa por mi lado en este
momento.
No le contesto, pero me hace gracia su pregunta. Entro en el despacho de
Vero, la observo mientras se sienta y cierro la puerta babeando al recordar su
cuerpo sin ropa.
—Siéntate —ordena señalando la silla.
Durante un momento me mira con ojos hambrientos haciéndome saber que
me desea y eso me gusta, saber que Vero se siente atraída por mí me levanta el
ánimo y me engorda el ego un poco.
—Eres una cabezona —suelta de pronto con mi dosier en la mano.
—Solo hago mi trabajo —sentencio.
Se inclina hacia delante, deja el dosier a un lado y entrelaza las manos
sobre la mesa mirándome más seria que nunca. Eso me pone muy cachonda.
—Te debo una disculpa Natalia, fui muy radical contigo ayer, como
mínimo debí concederte el beneficio de la duda y no lo hice.
—¿Habla de la bronca de la mañana o la de la tarde señora Martínez? —
pregunto con retintín y el gesto tan serio como el de ella.
—De la tarde Natalia, lo de la mañana no tiene excusa, no me gusta que la
gente llegue tarde, me hace pensar que no se toman su trabajo en serio.
—¿Cree que me tomo mi trabajo a la ligera? —pregunto ofendida.
—Yo no he dicho eso.
—No hace falta—ladro.
—Mira Natalia, no sé porque llegaste tarde, y estoy segura de que la
primera a la que no le gustó ese hecho fue a ti, solo te pido que no vuelva a
repetirse, nada más.
Me falta el aire, es la primera vez que tengo una conversación con ella, al
menos una que no tenga que ver con sexo, y me gusta tanto tenerla delante
dedicándome su atención que tengo que contenerme para no levantarme, ir a su
lado de la mesa y meter mi lengua en su boca para callarla y pedirle que me
folle otra vez.
—No se repetirá —aseguro entre dientes.
—Bien, en cuanto a lo de la tarde, lo siento, siento no haberte creído y
siento haberte hablado mal.
—Gracias.
—Es lo mínimo, y oye, que sea la última vez que te quedas hasta tan
tarde, hablo en serio.
—Tenía que hacer un trabajo —susurro.
Es todo un detalle que alguien como ella se haya disculpado, pero yo sigo
estando dolida y quiero restregárselo un poco más. Reconozco que tengo ganas
de discutir, en el fondo me pone mucho ese mal carácter que tiene.
—Creo recordar que te dije que te daba tiempo hasta el viernes —dice
molesta.
Estoy cabreando a la fiera y eso me está divirtiendo aunque mi cara siga
muy seria.
—Claro, lo dijo después de saber que no mentía a través de Yolanda.
—Mierda Natalia, me desesperas te lo juro —dice poniéndose en pie.
La cara interna de mis muslos temblando y mi chirri empapado.
—Ya me he disculpado —dice sinceramente.
—Lo sé, y se lo agradezco, lo único que me pregunto es cuánto tardará en
volver a tratarme igual de mal que ayer.
Se queda mirándome aturdida, por primera vez Verónica Martínez no sabe
que contestarme, vuelve a sentarse y nos miramos unos segundos hasta que yo
rompo el silencio.
—Gracias por sus disculpas señora Martínez, si ha terminado me vuelvo
a mi puesto, tengo trabajo atrasado porque ayer tuve que pasarme todo el puto
día haciendo unos informes —murmuro con ironía mientras me pongo en pie y
me acerco a la puerta.
—Diooos Natalia —dice riendo y negando con la cabeza como si
quisiera matarme.
Es la primera vez que la veo reír de verdad, me contagio de su risa y me
quedo embobada mirándola.
—Veo que estás peleona... —añade.
—Mi madre siempre dice que la única que puede pelear por mí soy yo,
bueno y ella, pero ella no está aquí y no pienso dejar que nadie me trate mal.
Vero me escucha atenta sin borrar la sonrisa de su cara, pero sus palabras
borran el gesto vacilón de la mía.
—Sabes que me pones muchísimo cuando te cabreas, ¿verdad Natalia?
¿Quieres provocarme o qué?
Mi pecho sube y baja frenéticamente y la mente se me nubla, no sé qué
contestar, me ha vuelto a ganar. Se pone en pie y se acerca a mí hasta plantarse
justo delante.
—Tranquila, no voy a follarte ahora —susurra —aunque te aseguro que
me muero de ganas.
—¿Y si estuviera su mujer? —pregunto desesperada.
Verónica suspira.
—Siéntate un momento Natalia.
Su gesto se ha relajado, ha cambiado su mirada morbosa por una más
cariñosa que me desconcierta por completo. Hago lo que me pide y ella se
sienta a mi lado.
—Me imagino que esto tiene que ser complicado para ti Natalia.
¿Solo complicado? Su afirmación me indigna.
—No tiene ni puta idea de cómo es para mí —me quejo cabreada.
Me entran ganas de soltarle lo mal que me siento por no poder hablar de
lo que hacemos, lo mal que me siento cuando ellas me tratan con tanta
indiferencia y lo mal que me siento cada día sabiendo que están a escasos
metros de mí y que no puedo tocarlas. Pero me contengo de nuevo, parece que
va a contarme algo y me muero de ganas de saber algo de ellas, aunque sea un
poco.
—Tienes razón, no lo sé, pero para nosotras también es complicado,
contigo estamos rompiendo todas las normas y eso nos inquieta un poco, sobre
todo a mi mujer —confiesa.
—¿Qué normas? —pregunto intrigada.
—Pues para empezar no mezclar a nadie del trabajo en nuestros juegos,
hasta que te conocimos te puedo asegurar que ninguna mujer que haya
trabajado o trabaje para nosotras ha estado antes en nuestra cama. Cuando
Inma y yo hablamos en su día de abrirnos a la posibilidad de tener sexo con
terceras personas lo único que tuvimos claro a parte de la discreción, era que
nuestros juegos de cama no podían mezclarse con el trabajo, eso solo
complica las cosas.
Esa confesión me deja helada, el hecho de que dos mujeres como ellas se
salten sus normas por mí me hace sentir muy privilegiada.
—¿Y por qué yo? —pregunto deseosa de conocer sus motivos.
—No lo sé Natalia, no puedo darte una razón, tienes algo que a las dos
nos gusta, pero no me preguntes qué es porque no te lo sé decir. No te ofendas,
a nosotras lo que nos mueve es el morbo que nos provoca la situación, y
contigo ese morbo es mucho más intenso.
¿Ofenderme? Me tiene babeando.
—¿Y la otra norma?
—Bueno, eso más que una norma ha sido una consecuencia de saltarnos la
primera, quiero decir que si no hubiéramos consentido hacer esto con alguien
de la empresa lo segundo no hubiera pasado nunca.
—Follar en el trabajo —susurro.
—Exacto.
—Tengo ganas de besarla señora Martínez —confieso mirándola
cabizbaja.
Se le dibuja una sonrisa maliciosa, y después de un largo suspiro
responde:
—Yo ahora mismo quiero hacer algo más que besarte, créeme.
Palmas, palmas y más palmas entre mis piernas. Sonrío y me pongo en
pie, es el momento de marcharme o la enorme atracción sexual que siento por
ella me acabará jugando una mala pasada, y yo no pienso acercarme a Vero sin
la presencia de su mujer. Eso lo respeto, ellas tienen unas normas y unas reglas
para su juego que yo acepté cuando me invitaron a participar.
—Cuando salga de aquí volverá usted a convertirse en una arpía,
¿verdad?
—Casi con toda seguridad —afirma con gesto serio.
Joder, que facilidad tiene para ser borde.
8. No sabía lo que tenía

Lía

El resto de esta semana lo paso mucho más relajada, la pequeña


confesión de Vero me confirma que ambas me desean tanto como yo a ellas y
eso me da algo más de seguridad. Además estuve contenta porque después de
lo que me dijo imaginé que este fin de semana me llamarían, pero no lo han
hecho, el viernes las vi a ambas en un par de ocasiones y salvo sus saludos
fríos y distantes no obtuve nada más de ellas. Eso me ha cabreado otra vez.

El sábado por la noche quedo con mi hermano y con Sheila, que así se
llama mi cuñada, otra vez se ha pasado toda la semana insistiéndome para
quedar, dice que tiene que contarme algo importante, pero viniendo de él la
palabra importante podría ser que se ha comprado una bicicleta estática, pero
por no escucharlo más he accedido y me he pasado por su casa para cenar.
—Últimamente es imposible hablar contigo Lía —se queja mientras
mastica.
—Perdón, es que voy muy liada con el trabajo, pero he venido, ¿no?
—Sí, aunque por poco tenemos que hacer una instancia para conseguirlo
—sonríe ella.
—¿Liada con el trabajo o liada con alguien del trabajo? —bromea mi
hermano.
Él bromea, pero a mí me ha entrado mucho calor al pensar en lo que ha
dicho.
—Uy que cara Lía, no me digas que he acertado...
—¿Qué? No, joder, no estoy con nadie del trabajo —me defiendo
nerviosa.
—Pero estás con alguien pillina, cuenta, cuenta—insiste ella.
Me bloqueo, porque no estoy con alguien pero en parte sí que lo estoy,
porque no dejo de esperar por ellas, todos los días me levanto y me acuesto
pensando en cuando será la siguiente vez y eso me frustra. Deseo contárselo a
ellos, Sheila parece una tía con la mente muy abierta, y mi hermano, aunque es
un poco idiota y seguro que hará alguna broma guarra ante algo así, sé que
jamás me juzgará, él es el único que me ha apoyado desde el principio, ahora
toda mi familia me acepta sin prejuicios, pero al principio me costó mucho
conseguir el apoyo de mis padres y mi hermano mayor, Jesús, en cambio a
Andrés lo he tenido siempre de mi lado. Estoy tentada de hacerlo, tengo el
nombre de Inma y Vero en la punta de la lengua queriendo que los pronuncie
para desahogarme, pero en el último momento me contengo, si le cuento a mi
hermano lo que pasa y algo sale mal y me hacen daño es capaz de presentarse
en la empresa y cantarles las cuarenta a las dos. De nuevo me lo trago para mí.
—No estoy con nadie —sonrío—tengo mis cositas por ahí, pero nada
serio...
—Bien que haces enana, disfruta ahora que puedes —se ríe mi hermano.
—¡Oye! —se queja Sheila dándole un codazo.
Mi hermano la abraza y le susurra algo al oído que la hace sonreír y yo
me quedo mirándolos embobada, Andrés está diferente, parece muy feliz al
lado de Sheila y eso me alegra, tal vez por fin haya llegado una mujer
dispuesta a hacerlo feliz y ayudarlo a sentar cabeza de paso.
—Bueno, ¿qué es eso que me tenéis que contar? Ay madre, ¿no estarás
embarazada no? ¿Voy a ser tía otra vez? —pregunto contenta como una niña
pequeña ante la idea que acaba de surgirme de pronto.
—No te emociones, para mantener un crío estamos nosotros ahora... —
murmura Andrés con gesto serio.
—¿Qué pasa? —pregunto preocupada.
—Hace un par de semanas me dijeron que cuando se me acabe el contrato
no me renuevan Lía, la empresa lleva varios meses acumulando bajadas de
pedidos y al final han tenido que empezar con los despidos.
—Joder tete, lo siento mucho. ¿Cuándo es tu último día?
—Hoy. Hoy ha sido mi último día, por eso queríamos hablar contigo
enana, desde que me lo dijeron he estado buscando trabajo como un
desesperado, me he apuntado a todas las temporales que he visto y me he
pasado las tardes echando currículum como un loco, pero ya sabes lo difícil
que está el trabajo ahora, solo me ofrecen contratos de una semana o días
esporádicos, y a Sheila solo la llaman de la peluquería los fines de semana.
—Sé que intentas decirme algo Andrés, hazlo ya porque me estoy
poniendo muy nerviosa —digo mientras Sheila nos mira sin meterse en la
conversación.
—La semana pasada hablé con Jesús—empieza a contar —a él le va muy
bien en el taller y me dijo que sí lo necesitaba podía darme un puesto.
—Pero Jesús vive en Granada con los papás, Andrés... —susurro
aturdida.
—Lo sé.
—¿Os vais? —digo sin poder evitar que un mar de lágrimas salga de mis
ojos.
Andrés se acerca y me rodea con sus brazos peludos, pero no hay
consuelo para mí. Es un pesado y a veces un capullo, pero es mi hermano, la
única familia que tengo en Barcelona y el único que siempre está ahí aunque
yo vaya siempre a mi bola y solo acuda a él cuando me pasa algo. Mi madre es
de Granada, y todos los veranos los pasábamos allí en una casa que mis
padres compraron en Hernan-Valle, una diminuta población a pocos minutos
en coche de Granada. En uno de esos veranos mi hermano Jesús conoció a
Sara, mi otra cuñada, se enamoraron y él se fue a vivir allí con ella. Montó un
taller de coches que le va francamente bien, se casaron y un año después nació
mi sobrino Miguelito que ahora tiene cinco años. Eso fue soportable, pero
hace dos años cuando mi padre se jubiló, él y mi madre también decidieron
irse a vivir al pueblo, así que nos quedamos Andrés y yo, y ahora él también
se va.
—Allí tenemos trabajo los dos, Lía, yo con el capullo de tu hermano y
Sheila en la peluquería de la prima Carmen. Viviremos en casa de los papás
hasta que ahorremos un poco y después nos buscaremos algún piso que
podamos pagar, puede que entonces te hagamos tía otra vez —dice
guiñándome un ojo.
Sonrío para que se sienta bien, pero estoy desolada.
—¿Cuándo os vais? —susurro entre sus brazos.
—El viernes por la mañana, he alquilado una furgo para llevar los trastos
y Sheila llevará mi coche. Lo siento Lía, no me gusta que mi hermana pequeña
se quede sola en una ciudad como esta, me hubiera ido más tranquilo sabiendo
que tienes a alguien, la verdad.
—No te preocupes —digo encogiéndome de hombros—estaré bien.

Me despido de mi hermano y de Sheila esta noche sin saber cuándo


volveré a verlos. Suelo ir a ver a mis padres una vez al año, nunca voy en
vacaciones porque se me hace muy pesado, llego con muchas ganas, pero a los
tres o cuatro días de estar allí me entran ganas de volver, así que suelo utilizar
algún puente corto para ir y así no tengo que buscarme una excusa para volver
antes. Ahora que Andrés va a estar allí tal vez me entren ganas de quedarme
más días.

Paso una semana horrible, me siento fatal conmigo misma y ahora


empiezo a entender algo que mi padre siempre me repite cuando me ve. Uno
no valora lo que tiene hasta que lo pierde, y eso me ha pasado con mi hermano
Andrés. Siempre solía pasar de él porque tenía la seguridad de que siempre
iba a estar ahí para mí, y aunque Granada no está en el culo del mundo, yo
siento que los seiscientos kilómetros que me separan de él son infinitos. Estoy
tan decaída que incluso las veces que veo a mis dos amantes durante estos días
sus saludos fríos me importan un bledo, nada me afecta salvo el hecho de
saber que mi hermano se va esta mañana. Hoy viernes me siento inquieta y
nada consigue calmarme, ha llegado el momento, probablemente a estas horas
ya me he quedado sola en Barcelona, mi única familia se ha ido.
Estamos en una reunión con Vero y pese a que la escucho hablar sin parar
y sus movimientos me embelesan, mi mente no consigue centrarse, no soy
capaz de prestar atención a nada de lo que dice ella ni a lo que dice nadie, mi
hermano se va y yo solo tengo ganas de llorar.
—Natalia, ¿estás de acuerdo? —pregunta Vero.
Cuando oigo mi nombre salir de esos labios que tanto me gusta besar,
añado nervios a mi estado de tristeza, no sé de qué me habla ni a qué se
refiere.
—¿Eh? —contesto aturdida.
¿Eh? ¿Eso le he contestado? ¿Eh? Ya me puedo preparar para que el
huracán Verónica me azote con fuerza.
—En aplazar un día la reunión de la semana que viene para que Yolanda
también pueda asistir—responde a mi torpeza.
Me deja de piedra, pensé que me soltaría un par de frescas por mi falta de
profesionalidad, pero en lugar de eso me ha reincorporado a la conversación
con educación y el semblante relajado.
—Sí, claro, me parece bien —contesto aliviada.
—Bueno, pues si estamos todos de acuerdo nos reuniremos otra vez el día
doce.
Cierra su carpeta dando por finalizada una reunión en la que yo no me he
enterado de nada y todos se ponen en pie y comienzan a salir. Los imito
mientras pienso en que a la hora del café le pediré a Yoli que me haga un
resumen, no vaya a ser que se haya dicho algo importante y me pillen
desprevenida como en la reunión trimestral.
—Natalia quédate un momento por favor —me pide Vero desde su silla
justo cuando iba a cruzar la puerta.
Sabía yo que esto no se podía quedar así, la implacable Verónica
Martínez no deja pasar este tipo de comportamientos, ha tenido el detalle de
no ladrarme delante de todos, pero lo va a hacer a solas. Me acerco de nuevo
y me siento dejando un par de sillas vacías entre nosotras, y cuando el último
de los profesores abandona la sala la mujer de ojos verdes me sorprende con
sus palabras.
—¿Va todo bien Natalia? No quiero meterme en tu vida, pero llevas unos
días un poco ausente y me preocupa que no estés al cien por ciento.
Como no, toda su preocupación pasa por el hecho de que no rinda en el
trabajo, pero al menos no me ha gritado ni me ha echado bronca, cosa que
agradezco, porque si en el estado que estoy me llega a decir una mala palabra
me pongo a llorar seguro.
—Todo bien, no se preocupe.
—¿Segura? —insiste.
Esa pregunta me gusta, esa insistencia me demuestra que algo de
preocupación tiene, aunque solo sea por el trabajo. Me muero de ganas de
contarle el disgusto que tengo por la marcha de mi hermano, pero mi vida no le
interesa, así que me aguanto otra vez y afirmando con la cabeza le digo:
—Segura. ¿Puedo irme ya?
—No —sentencia taladrándome con sus ojazos verdes mientras yo la
miro intrigada—¿Te apetece venir a casa mañana por la mañana?
Me acelero como una moto, estoy triste sí, pero ahora estoy también
emocionada ante un nuevo encuentro con ellas y mi entrepierna me hace saber
de inmediato las ganas que tengo a través de la humedad que me inunda.
—¿Por la mañana? —pregunto extrañada.
—¿No te va el sexo matutino?
Comienzo a respirar con torpeza y las mariposas revolotean por mi
interior agitando mi sexo y haciéndolo temblar.
—El sexo me gusta a cualquier hora —afirmo extasiada por su intensa
mirada.
Me dedica una sonrisa leve pero preciosa y asiente.
—Perfecto entonces, mi mujer y yo tenemos un compromiso después de
comer, pero si te va bien por la mañana pásate a las once y nos divertimos un
rato.
—De acuerdo, a las once estaré allí señora Martínez.
Nos ponemos en pie a la vez, y clavando la vista en la puerta para
asegurarse de que no hay nadie me habla al oído y me provoca un intenso
escalofrío.
—Me pone muchísimo cuando me tratas de usted —susurra.
—¿Hay algo que no le ponga? —pregunto divertida ante su confesión.
—Que no me mires, no soporto pasar por tu lado y que no me mires
Natalia, me pone de muy mal humor, recuérdalo.
Dicho eso pasa ante mí y desaparece por el pasillo dejándome con una
sonrisa enorme en los labios, ya sé cómo joderla.
9. Sexo matutino

Lía

Llego a su casa a las once menos cinco, todo sea por no irritar a la
adorable Inma. De nuevo es Vero la que sale a recibirme, aunque Inma no está
en la cocina, la encuentro en el comedor con la mirada clavada en el portátil,
alza la vista un segundo y el fuego de su mirada profunda me arrasa por dentro.
Está sentada y lleva de nuevo una camiseta de tirantes, y al estar yo de pie me
permite ver algo más que su canalillo.
—Inma tiene que enviar un par de correos —comenta Vero con
naturalidad—¿Agua? ¿O prefieres un refresco mientras acaba?
—Agua, mucha agua —suspiro.
Vero sonríe y se va a la cocina, cuando vuelve trae un vaso a rebosar y un
refresco que comparte con su mujer.
—¿Has descansado? —pregunta sentándose al lado de Inma y haciendo
un gesto para que yo ocupe el sillón que hay justo en frente.
Supongo que lo pregunta para romper un poco el hielo, Inma pasa de
nosotras olímpicamente y a mí cualquier pregunta que pueda desencadenar en
una simple conversación me da miedo por si se piensan que quiero establecer
vínculos con ellas.
—Sí, he dormido bastante la verdad.

Lo de mi hermano me ha quitado el sueño toda la semana, pero el viernes


al saber que ya no había vuelta atrás, mi cuerpo se relajó y dormí del tirón
toda la noche, pese a lo nerviosa que estaba por mi nuevo encuentro con ellas.
De pronto se hace un silencio incómodo y como no me dan ningún tipo de
conversación comienzo a pensar en lo que va a pasar mientras mis ojos van
como locos de los labios de una a los pechos de la otra, de las manos de la
otra a los ojos verdes de una, así alternativamente hasta que después de un
gesto de consentimiento de Inma que yo no sé interpretar pero su mujer sí, esta
se levanta y con paso firme se dirige hacia mí, quitándose la camiseta y el
sujetador por el camino hasta acabar colocándose a horcajadas sobre mí. ¿Qué
tipo de lenguaje hablan? ¿Tan avanzada es su estrategia en esos juegos que no
necesitan hablar para decirse las cosas?
Me arde la entrepierna y mi respiración se ha descontrolado al
encontrarme con sus pechos firmes frente a mi boca. Los observo sin pudor, y
con manos temblorosas los masajeo a mi antojo mientras Vero reparte besos en
mi cuello y me despoja también de toda la ropa que llevo de cintura para
arriba.
—No sabes las ganas que tengo de follarte y que me folles Lía —confiesa
tras lamer mi oreja y morder mi lóbulo.
Me tiembla todo y el corazón me palpita frenético entre las piernas
mientras el hormigueo me recorre de una forma tan intensa y desesperante que
me hace jadear, es increíble la excitación que esta mujer produce en mí, y todo
va a peor cuando pienso en que tras ella, hay otra mujer que en cuanto acabe lo
que está haciendo se dedicará a observarnos y probablemente a follarse a Vero
delante de mí. Todo eso lo pienso mientras lamo los pechos de Vero con
devoción, recreándome en sus pezones con mordisquitos leves que la hacen
suspirar de gusto y con mis manos masajeando sus nalgas. De pronto mi boca
se queda vacía de sus pezones y me siento desconsolada, pero se me pasa
cuando veo que Inma está justo detrás de Vero, ha colocado una mano en su
barbilla para alzar su cara y se ha inclinado sobre ella para besarla mientras
su otra mano recorre un intenso camino de bajada, que pasa por unas breves
caricias sobre los pechos que hace un segundo yo lamía, y siguen su curso por
su abdomen hasta colarse por debajo de sus pantalones y arrancarle un gemido
gutural cuando alcanza su sexo ante mi mirada turbia.
Vero se abandona a las caricias de su mujer hasta que Inma tira de ella
para que se ponga en pie, en cuanto lo hace Inma clava sus ojazos oscuros en
mí y de pronto sé lo que tengo que hacer. Desnudo a Vero por completo
mientras los dedos de su mujer siguen perdidos por todo su sexo, y yo, que me
he quedado de rodillas frente a su humedad, la miro extasiada. Aunque parezca
extraño me resulta muy agradable observar tan de cerca como Inma mueve los
dedos entre los pliegues de su mujer, como presta atenciones delicadas a su
clítoris completamente hinchado y lubricado, y como de pronto utiliza sus
dedos para dejarlo abierto y expuesto para que yo lo devore con algo más que
con la vista. Contengo el descontrol que siento y la ansia de hacerla gritar
rápido y decido hacerla sufrir un poco, Vero está a punto, si mi lengua lamiera
voraz su clítoris se correría de inmediato, pero no voy a hacerlo, saco la
lengua y trazo circulitos pequeños en la entrada de su vagina mientras sus
fluidos me mojan la nariz y la cara. Es una caricia casi imperceptible, un roce
mínimo para hacerle saber que estoy aquí, y eso la hace gritar de placer y
sacudirse contra mi cara mientras Inma sonríe y disfruta. Agarro sus caderas
con las manos para quitarle el poco poder que tiene y con la lengua plana lamo
hacia arriba abarcando todo su sexo, beso su clítoris una y otra vez, Vero se
retuerce y sus gemidos parecen más bien gritos de desconsuelo.
—No puedo más... —se queja suplicando sin aire—necesito correrme—
jadea.
Al oírla sorbo su clítoris hinchado y lo acaricio con la lengua, noto como
mis propios fluidos me inundan cuando siento como le late el corazón contra
mi lengua, sin soltarlo y sin dejar de acariciarlo con la lengua miro hacia
arriba, Inma asiente y lo que hasta este momento eran caricias suaves con la
lengua, se han convertido en rápidos movimientos que sacuden esa parte de su
cuerpo dentro de mi boca. Yo misma siento su orgasmo nacer, se sacude con
tanta intensidad que tengo que agarrarme fuerte a sus caderas para que sus
movimientos pélvicos no me expulsen de su sexo antes de culminar. Vero se
retuerce y gime hasta que sus piernas flaquean y con la ayuda de su mujer se
deja caer de rodillas ante mí y me abraza sudorosa mientras se recupera.
—Voy para la habitación —murmura Inma marchándose sin más.
Alucino pepinillos, su mujer acaba de correrse, está derrotada entre mis
brazos y ella se va tan pancha dejándola aquí. ¿Dónde están sus atenciones
para ella? Que pase de mí lo entiendo, pero que pase de Vero después de
haber visto lo atenta que es con ella las otras ocasiones me deja petrificada.
—No hagas caso Lía, está enfadada conmigo y me está castigando —
sonríe.
—¿Por qué está enfadada? —pregunto sorprendida.
Me sale sin más, si la confesión de Vero no me hubiese dejado tan
alucinada tal vez habría tenido tiempo de pensar y darme cuenta de que esta
pregunta está de más, no es asunto mío, pero ya la he soltado y cualquier
reprimenda que Vero me suelte me la merezco porque se lo he servido en
bandeja.
—Cosas nuestras, no te preocupes.
No tengo tiempo de valorar mucho su contestación, porque en cuanto me
la da me agarra la barbilla y me estampa un beso que me deja sin aliento, es
sentir el contacto de sus labios y de su lengua y sentir que floto en una nube de
algodón.
—Vamos —sugiere poniéndose en pie.
Entramos en la habitación, y al igual que la otra vez Inma ya está
completamente desnuda, al verla ardo, tengo tantas ganas de tocarla y de que
me toque que me pongo de mal humor solo de pensarlo.
—Solo faltas tú —susurra Vero detrás de mí.
—¿Eh? —pregunto aturdida mientras mis ojos recorren el cuerpo de su
mujer.
Inma está de pie al lado del mueble con algo en la mano que yo no puedo
ver y que me intriga mucho.
—En estar desnuda Lía —añade Vero con una sonrisa—¿verdad que es
sexy a rabiar? —me pregunta con la mirada clavada en el cuerpo de su mujer.
—Tú también lo eres —afirmo con decisión.
Vero hace una mueca extraña, una mezcla de sorpresa y agrado por mi
confesión, le gusta lo que le he dicho y a mí decírselo porque es cierto, ambas
lo son, y el comportamiento de Inma me mosquea tanto que no quiero que los
únicos halagos aquí los reciba ella. Me quito la poca ropa que me queda
puesta y cuando alzo la vista Inma está sentada en el sillón con el arnés puesto,
Vero me abraza por detrás y mientras reparte mordisquitos por mi cuello me
empuja a caminar hacia su mujer lentamente. El chirri se me hace agua cuando
observo el falo, ese no es el mismo que utilizó con Vero la otra vez, es más
pequeño, por lo tanto no es para ella, es para mí.
—Recuerda que no puedes tocar sin permiso Lía —me susurra Vero
cuando nos detenemos frente a Inma.
El corazón me bombea muy fuerte y las piernas me tiemblan, ¿qué se
supone que vamos a hacer si yo no puedo tocarla y está claro que ella no me
va a tocar a mí?
—Súbete a horcajadas —me indica Vero mientras Inma tiene su mirada
clavada en mi sexo y yo me derrito.
Me doy cuenta de que el control de la situación lo tiene la mujer que está
a mis espaldas, ella me va a guiar. Coloco una rodilla a un lado de Inma sin
que Vero se despegue de mi espalda y después la otra, Vero me recuesta contra
ella, ella va a aguantar mi peso, y sentirme así de expuesta me pone más
cachonda de lo que ya estoy.
—Siéntate —ordena.
Inma agarra el falo y se lo pega al vientre mientras yo me siento sobre sus
piernas, cuando lo hago lo suelta y el juguete cilíndrico se apoya contra mi
pubis y siento mil mariposas al notarlo mientras mi vientre tiembla sin control
por la excitación e Inma pasea sus dedos por él. Sentirlo apoyado sobre mí me
mata de excitación, no lo quiero apoyado, ¡lo quería dentro! Cada segundo que
la mujer implacable pasa observando mi vientre y dibujando líneas sobre él
con su dedo y una calma atroz, a mí se me hace interminable. Si el objetivo de
las dos es desesperarme de excitación lo están consiguiendo. Vero, con mi
cabeza prácticamente pegada a su sexo mientras ella se mantiene en pie, me
acaricia el cuello con una mano de una forma sensual y electrizante a la vez.
Con la otra comienza a jugar con mis pechos, masajeándolos con aplomo,
acariciando y pellizcando mis pezones con delicadeza y arrancándome
suspiros cada vez más frecuentes.
—¿Lo quieres dentro Natalia? —pregunta Inma de pronto.
Sus palabras me hacen temblar, a la vez que el hecho de que su mano haya
cogido esa cosa cilíndrica y me la esté paseando por el vientre me hace sentir
que mi sexo se abre como una flor para recibir la entrada de algo que nunca
pensé que podría excitarme tanto.
—Sí —afirmo con ojos hambrientos.
Vero se agacha un instante para que su lengua pueda lamer mi oreja
haciéndome estremecer mientras me susurra:
—Levanta un poco.
Levanto mucho. Alzo la cadera lo suficiente como para asegurarme de
que hay espacio, y ante la sonrisa de Vero por mi desesperación y la de una
Inma juguetona jadeo cuando la jefaza coge un bote de lubricante que no tengo
muy claro de dónde ha salido y unta el falo generosamente mientras su mujer
me sujeta con fuerza. Y menos mal que lo hace, porque es tal el grado de
excitación que tengo que si no llega a impedírmelo me empalo en el falo como
un martillo golpeando un clavo.
—Ahora sí —susurra Inma haciéndome temblar.
Apunta el falo en la entrada de mi vagina y Vero disminuye la fuerza con
la que me sujeta, permitiendo así que poco a poco mi cuerpo comience a bajar
mientras lo que tanto deseo se mete dentro de mí arrancándome suspiros
placenteros. Resoplo cuando me siento llena y tengo que controlarme para no
lanzarme al cuello de Inma, aunque sea de una manera tan superficial y distante
siento que es ella quien está dentro de mí, ella tiene puesto el arnés que se ha
hundido en mi interior y lo único que deseo es moverme contra él mientras mis
labios la devoran a ella.
—Fóllame Natalia—pide de pronto agarrando mis caderas entre sus
manos.
Lo que me pide es sexo puro y duro, estoy clavada en ella con mi cuerpo
inclinado hacia atrás apoyado y sujetado por su mujer. Inma quiere distancia
entre ella y yo, y aunque por un lado tenga ganas de gritar de indignación, la
situación en general me tiene tan increíblemente caliente que me desconecto de
mi lado sensible y comienzo a deslizar mi pelvis contra ella como si bombeara
una mancha hidráulica. Comienzo con movimientos lentos, adaptándome a lo
que me hace sentir lo que tengo dentro y a los suspiros de placer que emite
ella cada vez que me aprieto contra su cuerpo y hundo la extensión que Inma
tiene dentro de la vagina. Acelero, y aunque me iría mucho mejor empujar
agarrándome a sus hombros o abrazándome a ella no lo hago, echo mis brazos
por detrás de mi cuerpo y busco el de Vero para apoyarme y poder darme
impulso.
—¿Te gusta? —susurra Vero con voz ronca mientras yo me muevo
agotada cada vez más rápido.
—Sí —suspiro.
Estoy a punto de llegar, con cada embestida profunda noto como el
cosquilleo inmensamente agradable se instala y crece en lo más profundo de
mí. Inma me suelta para buscar apoyo en el sillón cuando su orgasmo comienza
a nacer, y desde su posición inferior se adapta a mi ritmo con sabiduría y
comienza a empujar desde abajo, ese poquito de fuerza que ella consigue
ejercer me hace clavarme más, y cuanto más profundo lo noto más fuerte es el
placer que siento, mantenemos este ritmo constante durante cuatro o cinco
embestidas más hasta que mi cuerpo se arquea y mis manos recorren
desesperadas el cuerpo de Vero en busca de estabilidad. Gimo y grito
desconsolada ante un orgasmo contundente y abrasador, siento mis fluidos
ardientes salir proporcionándome un placer extra que no sé describir mientras
la borde de mi jefa se retuerce de placer debajo de mí. De nuevo acudo a Vero
cuando culmino, hubiera sido más cómodo descansar y recuperarme abrazada
a Inma, pero su mirada no me invita a hacerlo, así que sintiendo una serie de
emociones contradictorias en mi interior, me dejo caer hacia atrás y es su
mujer la que me ayuda a no caerme cuando con ímpetu me retiro de ella para
dejar de estar sobre su cuerpo, su frialdad en este momento me arrasa y me
hace sentir una rabia que no soy capaz de describir. Sé que me desea, puedo
verlo en cómo me mira, o entenderlo a través de las guarradas que me susurra,
a Inma le gusta lo que hacemos como a la que más, pero esa poca sensibilidad
que muestra conmigo me destroza, sobre todo después de un orgasmo. ¿Por
qué le cuesta tanto mostrarme un mínimo de afecto? La única explicación que
se me ocurre es que en todo momento quiera asegurarse de que me quede claro
que aquí la única relación que hay es la que tienen ellas, y que el único motivo
por el que yo estoy aquí es para follar, tal vez tenga miedo de que me enamore
de una de las dos, o de las dos a la vez, viniendo de esa mente fría podría
esperar cualquier cosa.
Me lanzo hacia un lado con tal ímpetu que no tengo en cuenta que el falo
sigue en mi interior y grito de dolor cuando sale de golpe.
—Joder Lía, ¿qué haces? —se queja Vero.
Me siento en el suelo y apoyo la espalda en el sillón, notando la calidez
de las piernas de Inma rozar mi brazo mientras me recupero y Vero me mira
con una dulzura que no he visto hasta entonces en ella. Inma se quita el arnés y
lo deja caer a un lado, se incorpora hacia delante, me mira un instante y
después se acerca a Vero, que está arrodillada frente a mí, la besa en la
mejilla con dulzura y se pone en pie.
—Voy a la ducha —susurra.
—Ve con ella —le pido a Vero.
Cuando la he oído decir que se va al baño un escalofrío extraño me ha
recorrido el cuerpo, no ha sido agradable, ha venido acompañado de un
pinchazo que me ha encogido el pecho, es un pinchazo de dolor, del dolor que
me produce su indiferencia ante mí.
—¿Te duele? —pregunta Vero colocando su mano con delicadeza sobre
mi sexo.
—No. Ve con tu mujer —le pido otra vez.
—¿Estás bien Natalia?
Ya vuelvo a ser Natalia.
—Sí.
Pero no lo estoy, estoy harta, quiero que Vero se vaya con ella, recoger
toda mi ropa, darme una ducha rápida y largarme de esta casa para no volver
más.
—No es tan fría como parece Natalia —murmura de pronto—es solo que
hay cosas que le cuestan, dale tiempo.
—¿Que le cuestan? Inma me odia Vero —susurro conteniendo las ganas
de llorar.
—No es cierto, si te odiara no estarías aquí te lo aseguro, esto nunca
hubiera pasado.
—Que suerte la mía —murmuro con ironía mientras me pongo en pie—
¿Puedo ducharme?
—Claro.
Recojo mis cosas y me voy al baño sintiéndome mal por Vero, también es
una mujer distante, pero ni mucho menos tiene ese comportamiento animal que
tiene su mujer, a Vero en el fondo le importa mi comodidad y mi estado,
siempre es atenta y amable conmigo cuando follamos, y está claro que es
consciente del efecto que el mal carácter de su mujer produce en mí y se
preocupa. Le ha tocado el peor papel de todos, el de estar en medio.
Me ducho lo más rápido que puedo deseando salir del baño antes que
ellas para poder irme sin tener que decir nada, no me apetece pasar por ese
momento incómodo otra vez. Pero cuando salgo me vuelvo a encontrar con la
misma estampa, las dos están en la cocina cuando voy a llevar la toalla. Entro
sin decir nada y se la entrego a Vero.
—Hasta el lunes —me despido con decisión.
—Tómate algo Natalia, aunque sea un vaso de agua —oigo decir a Inma.
Sus palabras me aturden, sé que no es cosa de ella, probablemente Vero
le ha dicho algo en el baño y está esforzándose por ser amable.
—No, gracias, vosotras tenéis planes y yo he quedado para comer con
una amiga —miento.
—Tenemos tiempo Natalia, tómate un refresco y picotea algo antes de irte
anda, te sentará bien—insiste Vero abriendo una bolsa de patatas con sabor a
jamón.
Aunque no me apetece nada, decido quedarme unos minutos por Vero, me
sabe mal por ella y además el olor a patatas me hace darme cuenta de que
tengo un hambre voraz.
—Un refresco y me voy.
—Hecho. ¿Qué te apetece? —pregunta con amabilidad.
—Coca Cola.
Saca una para cada una, me siento al lado de Vero y comenzamos a
engullir patatas con desesperación.
—Cualquiera diría que no hemos comido en un mes—bromea Vero.
Inma sonríe con sinceridad y eso me sorprende, parece estar cómoda
incluso estando yo aquí.
—Yo si no como algo después de tener sexo tengo la sensación continua
de que voy a desmayarme —confiesa Inma mirándome a mí.
¿Está siendo amable conmigo? ¿Se está abriendo? ¿Se esfuerza aunque
solo sea por el hecho de complacer a su mujer? Sea lo que sea me gusta, y por
primera vez en su presencia comienzo a relajarme.
—A mí el sexo me da mucha sed —confieso sonriente.
—No hace falta que lo jures —dice Vero mientras las tres reímos—Oye,
esa amiga con la que vas a comer, ¿sois?...
Me sorprende su pregunta, pero también me crea cierta incomodidad
porque les he mentido, no he quedado con nadie, pero rápidamente pienso en
alguien con quien sí podría haber quedado para salir del paso, mi amiga
Sandra.
—No, ella está casada...
—Nosotras también —contesta divertida.
—Ya, pero no —contesto notando como me ruborizo—Sandra es una
amiga a la que veo muy poco, se quedó embarazada hace un par de años y tuvo
los mellizos más trasto que hayáis visto nunca. Se casó y ahora su vida es un
caos, pero hoy se puede escapar un rato...
—Es lo duro de las amistades, con el paso del tiempo cada una va
haciendo su vida y a veces cuesta mucho mantener el contacto.
Yo iba a decirle que en realidad es lo malo de estar soltera, poco a poco
he visto a mis amigos emparejarse y desaparecer a mi alrededor, lo que antes
eran salidas en busca de diversión, para ellos ahora son salidas para hacer
cosas en pareja, y eso, sin poder evitarlo ha puesto distancia entre nosotros, yo
no me siento cómoda en esas salidas, ahora ellos tienen un sitio y yo todavía
tengo que encontrar el mío. Antes estábamos unidos y ahora pertenecemos a
mundos diferentes. Sandra es la única del grupo inicial que se pone en mi
lugar y busca huecos para quedar conmigo a solas.
—Son cosas que pasan —digo encogiéndome de hombros—¿vosotras
cuánto lleváis casadas?
—Eso es personal Natalia —sentencia Inma.
Me deja noqueada de golpe, me he relajado con el buen rollo que hasta
hacía un momento me transmitían y he metido la pata. Pero no, yo no he metido
nada, era una pregunta simple e inocente que no conllevaba nada personal,
cualquiera podría hacérsela, cualquiera menos yo. Su respuesta cortante me
hace sentir humillada y la sangre me hierve, yo también tengo mis límites y
Inma los está traspasando.
—¿Y preguntaros vuestra edad también? ¿Eso también es tan personal que
si me lo decís vuestra vida privada corre peligro? —replico enfadada.
—Sí —contesta con indiferencia.
—Inma, por favor —suplica Vero de pronto.
—Quedamos en que nada de preguntas personales Verónica —se defiende
de mal humor.
—Cierto, Vero me lo dijo, no os interesa mi vida ni a mí la vuestra. Me
largo, ya me llamareis cuando os apetezca follar como animales —contesto
mientras las dos me miran sorprendidas—no me miréis así —digo de mal
humor—lo único que diferencia a los animales de los humanos es que nosotros
somos capaces de comunicarnos, pero con vosotras ni eso, y ya estoy harta.
—No te pases Natalia —dice Inma levantando la voz.
—No te pases tú, Inma—la señalo —me cuesta bastante comprenderte la
verdad, te importa una mierda que le coma el coño a tu mujer pero en cambio
te molesta decirme algo tan simple como vuestra edad.
—Márchate Natalia —me invita Inma señalándome la puerta.
Cojo mi bolso y salgo sin decir nada, tengo el pulso disparado y ganas de
estrangularla, ¿por qué sigue siendo tan borde? Por más que lo intento se me
hace muy cuesta arriba congeniar con Inma, ella se ha empeñado en marcar una
barrera entre nosotras y no hay forma de traspasarla.
—Espera Natalia—grita Vero cuando voy a subirme al coche.
Se acerca a mí con la cara descompuesta por el disgusto y otra vez me
siento mal por ella, la guerra es entre Inma y yo y a ella le está salpicando sin
tener la culpa. Aun así me subo al coche y bajo la ventanilla sin mirarla.
—No te vayas así Natalia...
—¿Así cómo, Vero? Estoy harta de que me trate como a una muñeca
hinchable, vosotras podéis hablar de todo cuando yo me voy, podéis comentar
la sesión, podéis decir que os ha gustado y lo que no...
De pronto se me saltan las lágrimas al darme cuenta de lo sola que me
hace sentir este juego, la impotencia me consume y la pobre Vero se lleva un
mal trago que en realidad se merece su mujer. Dejo que las lágrimas salgan y
junto a ellas toda mi rabia.
—¡Yo firmé un contrato Vero! Un contrato que dice que no puedo hablar
con nadie de lo que hago con vosotras, y lo peor de todo es que ni siquiera con
vosotras puedo hablar de eso, ni de eso ni de nada —añado con hipidos —se
me hace muy raro Vero, yo no valgo para esto, tengo muy claro donde me he
metido y que para vosotras soy un complemento en vuestra vida sexual, pero
me sería mucho más fácil si hubiera un mínimo de cordialidad entre nosotras.
—Natalia... —murmura con la cara desencajada.
—Estoy cansada Vero —digo sollozando mientras ella me mira atónita—
buscaos a otra para vuestro juego. No me llaméis más.
—Natalia cálmate, no te vayas así por favor, sigue hablando conmigo.
—No hay nada más que hablar Vero, sé que tú no eres como ella, pero no
lo soporto, no aguanto como me trata. Podéis estar tranquilas, no le contaré a
nadie lo que ha pasado, pero no quiero que volváis a llamarme.
Arranco el coche y salgo de allí sin esperar a que ella me diga nada. Ni
siquiera he doblado la esquina y ya me estoy arrepintiendo de lo que le he
dicho, pienso en lo mucho que disfruto cuando practico sexo con ellas y las
piernas me tiemblan, pero ya está hecho y en el fondo sé que eso es lo mejor
para mí, al fin y al cabo era algo que solo iba a durar hasta que ellas se
cansaran y buscaran a otra, tenía una fecha de caducidad. ¿Qué más da si
caduca antes?
10. Granada

Lía

Esta primera semana ha sido horrible, en el fondo esperaba que en


cualquier momento la puerta de mi despacho se abriera e Inma entrara y me
pidiera perdón, necesito que esa mujer reconozca ante mí lo mal que me ha
tratado para que me levante un poco el ánimo. No necesito que ruegue ni se
humille, tan solo una simple disculpa por su parte me basta, pero por supuesto
eso no ha pasado. Parece que el destino quiere restregarme por la cara lo que
he perdido y esta semana me cruzo con ellas más que ninguna otra, he tenido
que acudir al despacho de Vero en dos ocasiones por motivos de trabajo y en
ambas no solo Inma estaba con ella, sino que las dos estaban más guapas de lo
que yo soy capaz de concebir. Me las he cruzado en los pasillos, me he
encontrado a Vero en la cafetería, he coincidido con ellas en las reuniones, y
todos y cada uno de esos encuentros tanto una como la otra me han tratado con
la frialdad a la que me tienen acostumbrada. Ninguna ha vuelto a hacer
referencia a la discusión del otro día, no me han preguntado cómo estoy o si
me lo he pensado mejor, les da igual, seguro que ya están buscando a otra y
eso hace que los celos me consuman, no quiero que otra se meta entre sus
piernas, quiero seguir siendo yo la que se beneficie de los increíbles orgasmos
que me provocan o del morbo y la excitación que me producen sus juegos de
control.

Así pasan tres semanas más en las que la indiferencia por su parte me
tiene consumida y cabreada a partes iguales, pero a partir de la tercera decido
dar carpetazo y buscar mi propia satisfacción en otros brazos, no solo he
llamado a Elia y Anabel sin importarme los sentimientos de esta última, sino
que además he tenido un par de citas con otras chicas que conocí y en ambas
ocasiones acabaron en sexo. Parece bueno, pero no lo es, me siento
insatisfecha y nada me sacia, desde que he probado el sexo con ellas nada me
parece comparable a lo que me hacen sentir, y no es solo porque sean ellas, es
la situación, el juego, el morbo, el trío, el control, las exigencias, me gusta
todo lo que envuelve ese juego que me han enseñado, lo que para otros puede
parecer depravado a mí me excita escandalosamente.
—¿Qué te pasa últimamente? —pregunta Sandra mientras tomamos una
cerveza.
Es lunes por la tarde, me ha dicho para vernos el fin de semana, pero
estoy muy ocupada con mis conquistas y al final me ha hecho un hueco esta
tarde, ya llevábamos un rato hablando de mis líos cuando me ha hecho esa
pregunta.
—No me pasa nada —contesto extrañada.
—Mira Lía, sé que nos vemos poco, y te aseguro que me gustaría que eso
no fuera así. Pero tengo la impresión de que cada vez te estás cerrando más en
banda, te has vuelto hermética en ciertos temas y además haces cosas que no
son propias de la Lía que yo conozco.
—¿Qué cosas? —pregunto de mal humor.
—Lo de ir por ahí saltando de cama en cama para empezar, tú no eres
así...
—Perdona Sandra pero sí que soy así—la interrumpo —a ver si te
piensas que como no tengo pareja no follo.
—¿Lo ves? Estás a la defensiva, y no, no eres así—insiste señalándome
—ya sé que tienes tus rolletes de vez en cuando, pero ahora pareces
desesperada, parece que intentes sacarte algún clavo, somos amigas Lía, sé
que te pasa algo, cuéntamelo.
Me muero de ganas pero no puedo. Sandra no lo entendería.
—No tengo nada que contar Sandra, quizá he cambiado en este tiempo,
como has dicho casi no nos vemos, puede que ahora sea otra persona.
—Tal vez —contesta incrédula—pues que sepas que me gustaba más la
Lía de antes, y si estás dispuesta a convertirte en una cazadora al menos no
metas a Anabel entre tus presas, sabes lo que siente por ti y la estás utilizando.
A veces olvido que Sandra y Anabel tienen una amiga en común a parte
de mí. Las palabras de Sandra me hacen sentir fatal, sé que no está bien, la he
convertido en un daño colateral de mi frustración y eso no es propio de mí,
aun así soy una borde también con Sandra y me doy cuenta de que lo estoy
pagando con quienes no se lo merecen.
—Tienes razón, no volveré a llamar a Anabel, y tú tal vez no deberías
llamarme más a mí si tan poco te gusta la Lía actual.
—A veces eres muy gilipollas Natalia, llámame cuando se te pase la
tontería.
Se levanta y se va indignada. ¿Qué me está pasando? ¿Voy a perder lo
poco que tengo por culpa de ellas?

El martes me levanto con una sensación rara en el cuerpo, y eso, añadido


a que me he pasado media noche dándole vueltas a mi conversación con
Sandra me tiene de mal humor. Llego al trabajo y me encuentro con Vero al
salir del ascensor.
—Buenos días Natalia.
—Buenos días señora Martínez —contesto con indiferencia.
Al pasar por su lado, además de inundarme con su exquisito aroma me ha
dedicado una mirada de deseo que me ha traspasado y me ha hecho temblar,
está claro que mi tormento con ellas no va a terminar nunca, me siguen
atrayendo tanto o más que el primer día. Camino hacia mi despacho
enfurecida, tengo que acabar con esto de alguna manera y la única que se me
ocurre es dejar mi trabajo, pero no quiero, no solo porque mi trabajo me
encanta, también es porque en el fondo soy incapaz de imaginarme el hecho de
no volver a verlas. Tal vez más adelante pueda soportarlo, pero todavía no.
Cuando me siento en mi mesa enciendo el portátil y saco el móvil,
después de darle muchas vueltas decido que tengo que disculparme con
Sandra, me he comportado como una imbécil con ella sin que se lo merezca.
Justo cuando voy a pulsar sobre el icono de contactos mi móvil comienza a
sonar y en la pantalla veo el nombre de mi hermano Andrés. El corazón me da
un vuelco y comienza a latirme en las sienes, mi hermano es un pesado, y
desde que se ha ido no ha habido una sola semana en la que no me haya
llamado algún día por la tarde, cosa que yo en el fondo agradezco
enormemente, pero jamás lo hace por la mañana porque sabe que estoy
trabajando, si me llama a estas horas no puede ser por nada bueno.
—Hola tete —digo con una angustia preventiva instalada en el pecho.
—Natalia deberías venir.
En cuanto escucho sus palabras empiezo a llorar, no solo es lo que me ha
dicho ni el tono de voz tembloroso que ha utilizado, también es porque me ha
llamado Natalia, y él jamás me ha llamado así, siempre utilizaba todo tipo de
apodos cariñosos, como hermanita, enana, Lía o tata. Algo muy malo ha
pasado.
—¿Por qué? ¿Qué ha pasado? —sollozo.
—Es mamá Lía. Escucha, cógete un tren y vente, deja el coche.
—¿Qué le pasa Andrés? —grito.
—Ha muerto hermanita.
La vista se me nubla, las palabras de mi hermano contándome que esa
madrugada mi madre ha sufrido un infarto y que ha muerto dos horas después
en el hospital, entran y salen de mi cabeza sin que sepa dónde ubicarlas. No
entiendo nada, mi madre se encontraba bien y tampoco es tan mayor como para
que le pase algo así, las manos me tiemblan y soy incapaz de pensar con
claridad.
—Ahora salgo —digo cortando las palabras de mi hermano que he
dejado de escuchar hace rato.
Cuelgo el teléfono y de pronto dejo de llorar, es como si me hubiera
convertido en un robot de golpe. Ahora tengo una misión, llegar a Granada. Y
a partir de este momento todos mis esfuerzos se tienen que concentrar en eso,
no tengo tiempo para llorar, ni hueco para el dolor, y mucho menos para ir al
despacho de Vero a contarle mi desgracia y pedirle los dos días que sé que me
corresponden. Aunque son dos auténticas arpías, si en este momento tengo que
explicarle a una de las dos lo que me ha pasado me vendré abajo, no estoy
dispuesta a que me vean hundida. Me acerco al despacho de Yoli y en cuanto
ve mi cara al entrar se pone en pie.
—¿Qué te pasa bonita? —pregunta alarmada.
—Mi madre a muerto, me voy a Granada y no quiero tener que darle
explicaciones a nadie Yoli, ¿Me harías el favor de decirle a la señora
Martínez que me cojo los dos días que me corresponden? —suelto del tirón.
—Claro que sí Lía... —responde con angustia.
—Gracias—la interrumpo con una calma que me asusta—hazlo cuando
me haya ido por favor, no me apetece hablar con nadie.
—¿Con quién vas a Granada Lia? ¿Vas tú sola? —pregunta preocupada.
—Estoy bien Yoli, gracias otra vez.
Me doy la vuelta y salgo de su despacho como una bala antes de que
pueda decirme algo más, entro en el mío, guardo el portátil, cojo el bolso y
paso fugazmente por delante del despacho de Vero para dirigirme al ascensor.
Lo llamo y espero ansiosa, ¿siempre tarda tanto? No quiero que Vero salga de
su despacho y me vea con el bolso esperando el ascensor, si lo hace vendrá a
preguntarme con toda seguridad. Suspiro aliviada cuando las puertas se abren
y se me corta la respiración cuando de él sale Inma y me enfoca con sus ojazos
negros. La esquivo con rapidez y pulso el menos uno mientras ella se da la
vuelta y me mira con cara de asombro.
—Natalia... —murmura en un tono cálido que me hace estremecerme y
sentir mariposas por todo el cuerpo.
Por suerte las puertas se cierran y el ascensor me lleva al parking donde
me subo al coche casi de un salto y me voy a casa hecha un flan para preparar
una maleta con un par de mudas. Lleno el depósito y hago todo el camino del
tirón, no me paro ni una sola vez, ni café, ni baño, ni música ni nada que me
haga pensar en otra cosa que no sea llegar a Granada. Llego sobre las seis de
la tarde, estoy agotada y hambrienta, pero aunque mis cuñadas insisten en que
coma algo antes de ir al tanatorio, soy incapaz de masticar nada, no me entra ni
el líquido. Mientras espero a que mi hermano recoja no sé qué papeles miro el
móvil por primera vez desde que he salido de la empresa esta misma mañana.

***

Vero

—¿Adónde va Natalia? —pregunta Inma entrando en mi despacho como


un huracán.
—¿Qué tal un...? Buenos días cariño, ¿has dormido bien?
—Lo siento mi vida —dice acercándose a mí para darme un dulce beso
en los labios.
—¿Qué pasa con Natalia?
—La he visto entrar en el ascensor, creo que lloraba Vero, ¿habéis
discutido?
—¿Natalia llora y lo primero que piensas es que ha discutido conmigo?
Joder, Inma —contesto indignada.
—Solo te pregunto, Vero, ya sabes que últimamente hay mucha tensión
entre las tres.
—¿Tengo que recordarte porque hay esa tensión?
—No quiero discutir Vero, ¿sabes lo que le pasa o no? —insiste nerviosa.
—No, solo la he visto unos segundos esta mañana cuando ha llegado y
parecía estar bien, seria como siempre, pero bien. ¿Tú qué has notado?
—Solo la he visto un momento también, pero tenía los ojos rojos como si
hubiera llorado y parecía nerviosa y con prisa.
—¿Y no le has preguntado? —pregunto molesta.
—No me ha dado tiempo Verónica, casi no me ha mirado y parecía estar
deseando desaparecer.
Intento calmarme, cuando mi mujer se refiere a mí por mi nombre
completo es porque está a punto de reventar, no quiero volver a discutir con
ella, ya la tuvimos gorda el último día que Natalia estuvo en casa y no me
apetece que vuelva la tensión entre nosotras.
—De acuerdo, la llamaré al móvil.
La llamo primero desde mi móvil, y al ver que como ya me imaginaba, no
me lo coge, la llamo desde el número de la empresa, pero tampoco lo coge y
comienzo a ponerme nerviosa. Una cosa es que ya no haya nada entre nosotras
gracias al exquisito comportamiento de mi adorable mujer, y otra que esa
chica haya dejado de importarme, reconozco que desde el primer día que
hablé con ella me llegó de una forma extraña que la hizo convertirse en mi
ojito derecho aunque yo tampoco se lo demuestre.
—No lo coge —me quejo nerviosa mientras alguien llama a la puerta del
despacho —adelante—respondo de mal humor.
Cuando la puerta se abre es Yolanda la que aparece frente a nosotras.
—Buenos días, perdonen que las moleste, ¿tienen un segundo?
—¿Es urgente? —pregunta Inma.
—Bueno, supongo que urgente no es... —susurra intimidada ante la
mirada taladradora de mi mujer.
Su suerte es que la quiero con locura, porque hay veces que me entran
ganas de estrangularla.
—¿De qué se trata Yolanda? —intervengo para que a la pobre mujer no le
dé un patatús.
—Es Natalia señora Martínez.
El corazón se me encoge, y el gesto serio de mi mujer se transforma en
uno de auténtica preocupación.
—¿Qué le pasa Yolanda? ¿Tú sabes por qué se ha ido? —pregunto
impaciente.
—Sí señora Martínez, su madre ha muerto.
—Mierda —susurro para mí mientras un sentimiento de tristeza se instala
en mi cuerpo.
—Estaba muy nerviosa y no me ha dado muchos detalles, me ha dicho que
le dijera que se cogía los dos días que le corresponden —continua Yolanda.
—¿Sabes de dónde son sus padres? —quiere saber mi mujer.
—De Granada señora Farrell, toda su familia vive allí.
—¿No tiene a nadie aquí? —pregunto angustiada.
—Hasta no hace mucho estaba uno de sus hermanos, pero al parecer se
quedó sin trabajo y por lo que me dijo se había marchado también a Granada
para trabajar con su otro hermano, así que diría que no tiene a ningún familiar
cercano.
—Está bien Yolanda, muchas gracias.
—Por Dios —susurra mi mujer cuando Yolanda se marcha—¿qué
hacemos cariño?
—¿Qué hacemos? —Pregunto indignada —y yo que sé Inma, nos hemos
comportado como dos auténticas perras con ella, ahora mismo somos las
últimas personas a las que querrá ver u oír.
Las dos nos quedamos calladas un rato hasta que mi mujer suspira
angustiada y yo me pongo en pie.
—Lo único que podemos hacer es ayudarla en lo que necesite Inma, nada
más. Seguiré llamándola hasta saber que ha llegado bien y después la
dejaremos tranquila para que llore la muerte de su madre con su familia.
—Está bien —susurra.
11. Descolocada

Lía

Tengo siete llamadas perdidas, tres del número de la empresa, tres del
móvil de Vero y una de un número que no conozco y que supongo que puede
ser Vero con el móvil de Inma. También tengo varios mensajes de WhatsApp
de diferentes personas, tengo de mis dos hermanos, de mi cuñada Sheila y de
varios familiares nuestros, pero entre todos ellos solo uno capta mi atención,
hay un mensaje de Vero, el único que abro.

“Siento mucho lo de tu madre Natalia, solo llamaba para asegurarme


de que estás bien, no sabía que tu familia estaba tan lejos. Solo quiero
decirte que te tomes toda la semana libre, y si necesitas más tiempo dímelo.
Ahora es momento de que estés con tu familia y no quiero agobiarte con más
llamadas, solo te pido una cosa, contéstame para saber que has llegado
bien”

Agradezco profundamente sus palabras, sé que Vero es sincera y


realmente está preocupada por mí, incluso adivino que en el fondo Inma
también lo está, aun así contesto lo más cortante que puedo.

“Estoy bien, creo que me cogeré toda la semana. Gracias”

En cuanto lo envío las rayitas se vuelven azules y veo que está


escribiendo.

“De acuerdo, gracias por contestar, y si necesitas cualquier cosa


pídela. El viernes te llamaré otra vez, cógemelo por favor. Mucho ánimo”

A ese decido no contestarle, y ya decidiré el viernes si contesto su


llamada o no. En este momento llegamos al tanatorio y siento que el mundo se
acaba para mí cuando veo a mi madre dentro de esa caja de madera rodeada
de tantas flores.

***

Todo ha pasado más rápido de lo que soy capaz de asumir, el martes por
la mañana mi madre murió y el miércoles por la tarde ya estaba enterrada,
¿qué me he perdido? Tenía pensado quedarme hasta el domingo con mi padre,
con Andrés y con Sheila, pero no hace falta, la casa es un ir y venir continuo
de gente que viene a dar el pésame o a hacerle compañía a mi padre, por
suerte, aquí tenemos mucha familia y me quedo más tranquila al ver que no va
a estar tan solo como yo esperaba.
—¿Cómo lo llevas Lía? —pregunta Sheila sentándose conmigo en la
terraza.
Me encojo de hombros, me está costando mucho hacerme a la idea y eso
no me permite llorar a mi madre, siento un mal estar continuo.
—No me quiero poner en vuestro lugar, y no sé qué hacer para ayudaros,
¿por qué no te coges unos días y te quedas aquí? Tu hermano no quiere que
estés sola en Barcelona después de lo que ha pasado, quédate aquí unos días
más hasta que todos lo asimilemos, tu jefa lo entenderá.
—Mi jefa no es el problema Sheila, soy yo, no quiero quedarme, tanta
gente me agobia... —digo mientras me froto los ojos agotada.
—Es normal Lía, pero esto en unos días pasará y todo volverá a estar más
tranquilo. Además el domingo es tu cumpleaños, ya sé que no estás para
celebraciones, pero podemos comer todos juntos.
—Prefiero irme a casa Sheila, como dices, no me apetece celebrarlo... —
contesto con sinceridad.
De pronto mi móvil comienza a sonar, y cuando veo el nombre de Vero en
la pantalla el corazón me da un vuelco, hay momentos que no sé ni el día que
es.
—¿No lo coges? —pregunta Sheila al verme embobada.
Durante estos días había pensado no cogérselo, pero en cuanto ha
comenzado a sonar me he dado cuenta de lo mucho que necesito oírla, me da
igual lo que quiera decirme, necesito dejarme envolver por el sonido de sus
palabras, eso me hace sentir segura en cierto modo. Me levanto y salgo a la
calle para que el alboroto de mi casa no me impida escucharla con atención.
—Hola —digo en tono ausente.
—Hola Natalia —susurra—te preguntaría cómo estás pero me parece
absurdo, debes estar harta de oírlo...
Lo estoy, nadie se hace una idea de cuánto me molesta oír las mismas
palabras una y otra vez, sobre todo por parte de mis tías que no dejan de
preguntarme e insistir en que coma más y me tome infusiones relajantes. Todo
es muy agobiante.
—¿Cuándo tienes pensado volver?
—Me incorporaré el lunes, no te preocupes.
—No te he preguntado eso Natalia —murmura molesta—te dije que te
tomaras el tiempo que necesitaras, si no quieres volver todavía me parece bien
y lo entiendo.
—Perdona —digo con sinceridad, le he dicho esas palabras a propósito
sabiendo que le iban a doler, y me arrepiento—no necesito más tiempo, quiero
irme, mi padre está bien acompañado y la gente me está agobiando mucho, así
que mañana me vuelvo a Barcelona y el lunes me incorporo otra vez, necesito
un poco de normalidad.
—¿Segura?
—Sí.
—Pásate por casa Natalia —suelta de pronto.
—¿Por tu casa? —pregunto aturdida.
—Sí, claro. Pásate un ratito aunque sea, déjame verte —suplica.
—Puedes verme el lunes en el trabajo.
Todavía no había terminado la frase y ya me estaba arrepintiendo, lo
cierto es que quiero decirle que sí, yo también quiero verla en un espacio en el
que pueda abrazarme sin que nadie nos mire raro.
—No quiero verte allí, pásate un rato, solo para que podamos verte y
comprobar que estás bien. Por favor Natalia, estamos preocupadas por ti—
insiste.
—¿Estáis? —sonrío con ironía.
—Sí, estamos —afirma —ya sé que mi mujer es un poco orco, pero no
por eso deja de tener un corazoncito por ahí escondido.
Eso me hace sonreír por primera vez desde que he llegado a Granada.
—¿Tú silencio es un sí? —pregunta contenta.
—Vale, iré directamente a vuestra casa, me veis y me voy.
—Me parece bien. ¿A qué hora saldrás?
—No lo sé, después de desayunar me despediré de todos y me voy—
respondo mientras me aparto el pelo de la cara.
—De acuerdo, ten mucho cuidado con el coche y párate a estirar las
piernas y tomar café, ya sé que es un tópico, pero hazlo, ¿vale?
—Vale —contesto con una sonrisa que ella no puede ver.

Después de colgar me siento un poco más animada, estoy deseando verlas


y salir de aquí para empezar a coger mi rutina normal, lo necesito. Informo a
mi padre y a mis hermanos, y tal y como le había dicho a Vero, el sábado
después de desayunar me despido y me marcho.
Son algo más de las seis de la tarde cuando llego a su casa, y tras bajarme
del coche y estirarme hasta que todo me cruje, estoy varios minutos en la
puerta sin llamar, contemplando la posibilidad de marcharme, llamar a mi
amiga Sandra y decirle que quiero emborracharme para celebrar mi
cumpleaños y así ahogar las penas, ya me he disculpado con ella por teléfono,
y después de echarme un poco más de bronca me ha perdonado. Beber alcohol
hasta perder el conocimiento me parece una idea tentadora, pero aunque me
joda reconocerlo lo que más deseo en el mundo es estar con ellas, ¿para qué
necesito hablar? Eso no me proporciona placer, follar sí, y para follar ellas
están más que dispuestas para mí, eso seguro que me alivia, así que sin
pensarlo más aprieto el botón del timbre y aspiro mucho aire mientras espero
a que Vero salga abrirme.
—Hola Natalia —saluda Inma dejándome boquiabierta.
Se hace a un lado para dejarme entrar mientras yo la miro atónita sin
decir palabra. La odio, la odio, la quiero y la deseo. En realidad a quien odio
es a mí misma por desear tanto a un ser tan sumamente desagradable y distante
conmigo. La miro un instante mientras cierra y paso de largo para entrar en la
casa, quiero ver a Vero, entre estas paredes ella es agradable conmigo y la
necesito, necesito sentirme importante para alguien aunque solo sean unos
segundos.
—Natalia espera —me pide Inma haciendo que mi pulso se acelerare sin
control.
Me detengo en seco y me giro hacia ella para mirarla mientras jugueteo
con mis dedos nerviosa.
—Sé que soy la última persona de la que quieres escuchar esto, pero
lamento muchísimo lo que le ha pasado a tu madre.
—Gracias —susurro con la barbilla temblando.
Sé que es sincera, pero ni aun habiendo muerto mi madre se acerca a mí
para darme un simple abrazo o un beso en la mejilla, ¿es pedir tanto? ¿Tan
difícil es para ella? Al ver que no se mueve entiendo que nuestra conversación
termina ahí, y con los ojos inundados y arrepintiéndome de haber venido, entro
en la casa en busca de Vero. Me está esperando en el comedor, y en cuanto me
ha visto, no sé si ha sido ella la que ha venido a abrazarme o yo la que se ha
tirado a sus brazos llorando con un desconsuelo que no había tenido hasta hoy.
—Lo siento muchísimo cariño —susurra apretándome con fuerza entre
sus brazos sin dejar de masajear mi espalda y repartir mil besos por mi cara y
mi cuello.
No puedo dejar de llorar, los hipidos me consumen y las lágrimas salen a
borbotones mientras yo me encojo cada vez más entre sus brazos.
—Desahógate Lía, sácalo cariño—repite sin parar.
Intento recoger y guardar para mí el recuerdo de cada una de las palabras
cariñosas que me dice porque sé que no volverán a repetirse y las necesito,
necesito todo el cariño que Vero me está dando en este momento más que el
aire que respiro. Lloro con tanta insistencia que me empieza a faltar el aire y
me fallan las fuerzas, así que poco a poco me voy dejando caer y Vero lo hace
conmigo hasta que se sienta en el suelo y me acuna entre sus brazos como a
una niña pequeña, permitiéndome llorar hasta quedarme seca. Cuando por fin
comienzo a calmarme y solo me quedan suspiros que aparecen en forma de
pequeños espasmos, Inma se agacha a nuestro lado, lleva una caja de pañuelos
en una mano y un vaso de agua en la otra. Con las manos temblando cojo
varios pañuelos y me limpio la cara, me sueno los mocos y me seco los labios
mientras la observo. Me incorporo un poco sin que Vero deje de abrazarme e
intento sujetar el vaso de agua entre mis manos, me muero de sed, pero me
tiemblan tanto que Inma me ayuda a beber.
—¿Has comido? —pregunta la señora orco.
Me hizo mucha gracia cuando Vero se refirió a ella usando ese término, y
desde entonces cuando pienso en Inma me acuerdo del orco. Niego con la
cabeza, tampoco me he parado ni una sola vez y lo único que llevo en el
estómago es lo que he desayunado por la mañana, estoy hambrienta.
—¿Qué te apetece más? ¿Unos huevos revueltos que me salen de muerte o
un bocadillo de jamón ibérico recién cortadito que también me queda de
vicio?
¿Quién se ha comido a la desagradable Inma? Ahora no solo es amable,
sino que es agradable y hasta graciosa, ¿qué ha pasado? Tengo muchas ganas
de decirle lo que quiero, pero tantas horas de viaje me hacen sentir sucia y en
este momento necesito una ducha antes que la comida.
—Te lo agradezco Inma, pero me voy a casa, necesito ducharme.
—Dúchate aquí —ordena Vero sorprendiéndome.
—No, yo no...
—Venga Natalia —me corta Inma—no será la primera vez que te duchas
en casa, refréscate y para cuando salgas tendrás un plato que hará que me
supliques que sea tu cocinera para siempre.
—Eso es cierto —añade Vero sonriente —ahí donde la ves, mi mujer es
una cocinera excelente.
—Dame las llaves del coche, te traigo la maleta y te duchas, no se hable
más.
Le entrego las llaves a Inma completamente desconcertada, en una
ocasión normal hubiera discutido antes de obedecer a mis dos jefas, pero
estoy tan agotada en todos los sentidos que decido que ya que por una vez se
están mostrando atentas conmigo me voy a dejar cuidar un poco. Inma vuelve
con mi maleta, la deja a mi lado y las llaves del coche las deja sobre la mesa
del comedor.
—¿Te has decidido ya? ¿Huevos o bocadillo? U otra cosa Natalia, si hay
algo que te apetezca más te lo puedo hacer—vuelve a insistir.
Yo flipo. Dudo un instante, la idea de los huevos me parece tentadora, me
encantan, pero solo de pensar en el bocadillo la boca se me hace agua.
—El bocadillo —susurro.
—Buena elección, venga, a la ducha —ordena Vero mientras Inma se
mete en la cocina.
Cojo la maleta y me encierro con ella en el baño para buscar las pocas
prendas limpias que me quedan, esta vez me demoro un poco más, su ducha es
grande y el chorro de agua cae de forma muy amplia y con mucha fuerza, eso
me encanta y es algo que por desgracia no ocurre en mi baño. Me inundo
durante unos minutos y cuando me seco me doy cuenta de que ni la ducha me
ha bajado la hinchazón de los ojos por el llanto.

Cuando entro en la cocina hay tres platos con tres bocadillos que tienen
una pinta deliciosa, el pan todavía está abierto, veo un lado untado con aceite
y tomate y el otro cargado de jamón jugoso que desprende un olor que me hace
salivar como un animal. Hay dos medianos y uno grande, y este último es el
que Inma coloca frente a mi cuando me siento en la mesa.
—Es muy grande Inma...
—No has comido nada en todo el día Natalia, tienes que llenar el
estómago, si no te apetece entero puedes dejar un poco, pero solo un poco...
Me entra la risa, tantas atenciones viniendo de ella me sorprenden
demasiado. Miro a Vero y se encoge de hombros devolviéndome la sonrisa
como si su mujer no tuviera remedio. Saca unas latas de Coca Cola, un plato
con aceitunas, otro con queso cortado y otro con patatas de bolsa.
—A comer —dice cuando se sienta.
No he dejado ni las migas, no me había comido un bocadillo tan bueno en
toda mi vida, el pan estaba crujiente como si acabaran de traerlo, la pata de
jamón recién empezada está sobre la encimera junto al cuchillo jamonero y
unos tomates que parecen recién recogidos del huerto. No solo he arrasado
con el bocadillo, también me he inflado de queso, patatas y olivas y he dejado
la Coca Cola vacía.
—Suerte que era grande el bocadillo—bromea Vero con gracia.
—Estaba muy bueno —me defiendo —además estaba cortado como a mí
me gusta, con lonchas finitas pero bien cargado.
Ante mi comentario, Inma me guiña un ojo y yo me derrito.
—¿Tenéis algo para el dolor de cabeza? Me va a explotar y no quiero que
vaya a más, así me hará efecto por el camino.
Me duele desde que he llorado y no ha disminuido, sino todo lo contrario,
cada vez me duele más.
—Claro.
Vero se levanta y me trae un analgésico junto con un vaso de agua.
—Nada de irte Natalia, te lo tomas y te vas al sofá a relajarte y descansar
un poco. Inma y yo tenemos una videoconferencia en unos minutos y no te
molestaremos. El sofá es comodísimo, acuéstate y cierra los ojos, ya verás que
bien te sienta.
—No Vero, os lo agradezco pero me voy a casa, ya habéis hecho bastante.
—¿Quieres hacerme enfadar Natalia? —murmura Inma que aparece
detrás de mí y susurrando en mi oído.
—No—respondo mientras un intenso escalofrío me recorre todo el
cuerpo.
—Pues ve, Vero se quedará contigo mientras cierras los ojos un poco.
—¿Y la videoconferencia? —pregunta Vero.
—Yo me encargo, tú asegúrate de que la niña descansa un poco.
¿La niña soy yo? ¿Tanta diferencia de edad hay entre nosotras como para
que me considere una niña? Desde luego no voy a preguntárselo, no me
apetece discutir ni que vuelva la versión orco de Inma, me encanta la que estoy
viendo esta tarde. Al final claudico y me siento en el sofá junto a Vero.
—Ponte aquí —dice acomodándose y ofreciéndome apoyar la cabeza en
su pecho mientras me tumbo.
—No creo que tarde más de una hora —dice Inma besando a su mujer en
la cabeza antes de desaparecer.
—Si me necesitas avisa cariño —añade Vero.
—Creo que me apañaré —se escucha a lo lejos.
—¿Hacéis video conferencias un sábado por la tarde? —pregunto
extrañada.
—No, normalmente nos reunimos en las academias directamente.
Y ante mi cara de asombro y de no entender, añade:
—Aprovechamos los fines de semana para ir visitando las demás
delegaciones. Solemos irnos el sábado por la mañana a la que toque, nos
reunimos con el personal por la tarde para ponernos al día de todo y ya que
estamos, aprovechamos y nos quedamos a dormir allí, pasamos el domingo
por la mañana visitando cosas y por la tarde volvemos.
Eso me alivia y me hace sentir un poco estúpida, hasta ahora pensaba que
no me llamaban porque tenían a otra o simplemente no querían, pero según me
explica Vero los fines de semana los pasan prácticamente trabajando también.
—¿Y por qué hoy no? ¿Era muy lejos? —quiero saber.
—No, esta semana teníamos que ir a Zaragoza, pero como conseguí
convencerte de que te pasaras por casa cambiamos la reunión física por la
video conferencia.
—¿Por mí?
—Sí Lía, por ti —se ríe.
—¿Le doy pena?
—¿Qué? —pregunta Vero sorprendida.
—A Inma, Vero, ¿le doy pena?
—¿Por qué dices eso Natalia? —pregunta acariciando mi mejilla.
—Porque tú y yo sabemos lo fría que es conmigo siempre, y hoy es
amable y atenta, supongo que es por lo de mi madre y dentro de unos días se le
pasará y volverá a ser un orco...
En realidad me da igual que Inma se esté comportando así por pena, no
me gusta que nadie se compadezca de mí, pero es la primera vez que no me
importa que ese sea el motivo, que Inma sea así de atenta conmigo es muy
agradable.
—No es eso Natalia, aunque tú no te lo creas mi mujer te adora.
Se me escapa una sonrisa incrédula y Vero me da un toque en el brazo.
—No te rías que hablo en serio. Tal vez lo de tu madre la haya ayudado a
esforzarse por demostrarte un poco lo que siente, pero no es pena Natalia, ese
sentimiento ha estado siempre ahí, te lo garantizo.
—Pero siempre me trata mal Vero, solo le falta tocarme con un palo —me
quejo.
Vero no puede contener la risa, y tras unos segundos en los que nos
reímos juntas, me estrecha con fuerza entre sus brazos y me da un sonoro beso
en la cabeza que me hace temblar.
—Te voy a contar una cosa ahora que no nos oye, pero no me delates, eh,
ya le diré que te lo he dicho cuando encuentre el momento oportuno.
—¿Qué cosa? —pregunto sumamente intrigada.
—La razón por la que mi mujer se muestra así contigo, no pretendo
excusarla Natalia, solo que entiendas porque se comporta así aunque no sea
justo.
Me giro un poco y me acomodo mejor en su regazo cuando pone un cojín
sobre sus piernas, Vero tiene una voz muy sexy, pero cuando habla bajito se
vuelve muy dulce y eso me está relajando mucho.
—Hará cosa de tres años tu sitio lo ocupaba otra chica...
—¿Te refieres al sexo? ¿El sitio que rechacé?
—Sí, a ese —afirma molesta —y espero que te lo pienses mejor y
cambies de opinión, porque no sabes las ganas que tengo de follarte Natalia —
dice paralizándome el cerebro.
Mi cuerpo comienza a arder y se me corta la respiración, la naturalidad
con la que Vero utiliza la palabra follar y su capacidad para soltarlo cuando
menos me lo espero es algo que me excita exageradamente.
—En fin —continua como si aquí no hubiera pasado nada —como te
decía, hubo otra chica, se llamaba Ainara, y durante casi un año estuvo
metiéndose en nuestra cama y jugando con nosotras sin problema alguno. Le
teníamos mucho cariño, pasaba muchos fines de semana aquí, salía en muchas
ocasiones con nosotras, no sé, además de amante se convirtió en una amiga,
digamos que especial para nosotras.
—¿Y qué pasó? —pregunto intrigada mientras ella da un sorbo de agua.
—¿Quieres? —dice ofreciéndome la botella.
Bebo rápido y le devuelvo la botella ansiosa por seguir escuchándola.
—Pasó que un sábado quedamos en que se vendría a casa a comer y se
quedaría el resto del fin de semana aquí, pero no apareció, y cuando la
llamamos para ver si estaba bien no contestó a nuestras llamadas, ni tampoco a
los mensajes que le dejamos pese a que sabíamos que los había leído. El
martes siguiente nos dejó una carta en el buzón en la que nos exigía que le
pagáramos una cantidad considerable de dinero en un plazo de cinco días o se
encargaría de que todo el mundo se enterara de nuestro secreto.
—No jodas.
—Sí, ella conocía a nuestras familias Natalia, a nuestros amigos, la
empresa, se había colado en nuestras vidas al completo y ni yo ni mi mujer
sospechamos en ningún momento que pudiera acabar haciendo algo así.
—Que mazazo, ¿y qué hicisteis?
—Pues al principio nos planteamos pagarle y comprar su silencio, no nos
apetecía dar explicaciones ni que todo el mundo nos señalara con el dedo,
pero después de hablarlo mucho decidimos que no, no hacemos nada malo
Natalia, ya lo has visto, nuestros gustos sexuales no son asunto de nadie, y
aunque preferíamos que se quedaran en nuestra intimidad, decidimos no ceder
a su chantaje, tampoco teníamos garantías de que después de pagarle no
siguiera exigiendo dinero. Al día siguiente cogimos la carta y se la llevamos a
nuestro abogado, nos recomendó poner una denuncia por chantaje y extorsión y
lo hicimos. Una semana después su abogado se puso en contacto con el nuestro
para decirle que Ainara se había retractado, y que si no seguíamos adelante
con la denuncia nos dejaría tranquilas.
—¿Lo hicisteis?
—Sí —dice mirando hacia el pasillo para asegurarse de que Inma todavía
sigue reunida.
—¿Y habéis vuelto a saber algo de ella?
—No, no hemos vuelto a verla desde entonces. Te cuento esto Natalia
porque aquella experiencia nos hizo recular mucho a ambas, nos volvió muy
desconfiadas, sobre todo a mi mujer, Inma le había cogido mucho cariño a
Ainara, y lo que hizo no solo la decepcionó como a mí, a ella le dolió mucho.
—Yo no soy Ainara —me quejo.
—Lo sé, pero a Inma le da pánico abrirse de nuevo a alguien.
—¿Le da miedo encariñarse conmigo?
—No cariño —susurra acariciándome el pelo—lo que le da miedo es
reconocerlo, encariñada está desde hace tiempo. Aunque no lo parezca a mi
mujer le encanta que estés aquí.
Las palabras de Vero me dejan atónita y sumamente sorprendida.
—Me cuesta creerlo Vero, a veces tengo la sensación de que me aguanta
para complacerte a ti.
Se le escapa una risotada que me hace sonreír a mí también pese al sueño
que me está entrando.
—Mira, esto que te voy a decir sí que te prohíbo que se lo digas jamás,
pero fue ella la que me propuso que hablara contigo, yo estuve encantada con
la idea, no te lo voy a negar, pero quien quiso que participaras en nuestros
juegos fue ella.
—Mentira —murmuro con sorpresa.
—No me llames mentirosa Natalia que eso me cabrea —dice
pellizcándome un moflete.
Sonrío y me acurruco de lado mientras cierro los ojos alucinada por todo
lo que me ha contado.
—Duerme un poco —susurra.
Y los ojos me pesan tanto que caigo rendida entre sus brazos.
12. Cumpleaños feliz

Inma

He terminado la videoconferencia algo más tarde de lo que esperaba, y


cuando he salido al comedor he visto a Natalia dormida en el sofá. La imagen
me ha hecho sentir muy bien, aunque sigue teniendo ojeras de tanto llorar su
gesto está relajado, está descansando. Le toco la frente con la palma de la
mano, Vero le ha echado una manta por encima pero nuestra pequeña Natalia
está bastante pálida, pensaba que tal vez tenía frío, pero su temperatura me
parece normal. Que se haya dormido en nuestra casa me hace pensar que pese
a lo mal que me he portado con ella, Natalia se siente cómoda con nosotras.
Me alegro mucho de que se haya quedado dormida, cuando ha llegado tenía
muy mala cara y parecía agotada, además ya es tarde, no me hubiera quedado
tranquila si se hubiera marchado sola a casa. Busco a mi mujer por toda la
planta baja, y como no la encuentro subo arriba, está en el dormitorio de
invitados haciendo la cama.
—¿Te ha dicho que se queda? —susurro desde la puerta.
—No, pero es muy tarde cariño, con lo cansada que está no creo que se
despierte por sí sola, así que he pensado llamarla cuando tengamos la cena
hecha y cuando cene que se acueste aquí. ¿Te parece bien?
—Claro mi vida.
Cuantos más días paso a su lado más quiero a Verónica, es la mujer más
adorable y sensible que he conocido nunca, además de increíblemente
atractiva. A veces me pregunto que hace ella con una mujer como yo.
—¿Crees que volverá a querer algo con nosotras? —pregunta de pronto
abrazándome juguetona.
—¿Ya estás pensando en sexo cochina?
—Mmm sí, ya sabes que siempre que sea contigo me apetece —confiesa.
La sujeto por la cintura y la beso profundamente, siempre he adorado la
predisposición que tiene mi mujer, ningún momento le parece malo y eso me
excita muchísimo, tanto como el hecho de que siga deseando mantener a
Natalia en nuestras vidas. Cada vez que las veo follar me consume un placer
tan intenso que me entran ganas de cerrar la puerta de la habitación y tirar la
llave para que ninguna de las dos pudiera escapar de allí. ¿Soy una
pervertida? Puede, pero yo creo que no, me encanta ver a mi mujer disfrutar, y
si soy yo quién se lo hace me pierdo detalles que me hacen estremecerme, me
encanta ver como su cuerpo tiembla de excitación, como retuerce las sábanas
entre sus manos cuando se ve superada por el placer, me gusta oírla suplicar, y
me desespera de placer ver cómo me mira cuando está a punto de correrse.
Han pasado muchas mujeres por nuestra cama, pero Natalia ejerce otro
tipo de efecto en nosotras, esa chica me muestra otro lado de mi mujer en la
cama, con ella se muestra cariñosa igual que lo hace conmigo, Verónica
desprende sensualidad por cada poro de su piel cuando está con ella y eso me
hace temblar, es como ver por un agujerito todo lo que sé qué hace conmigo,
me gusta, me encanta poder apreciar esos detalles, que cuando soy yo la que
está en la cama no veo porque me mata de gusto. Sé que Vero tiene debilidad
por Natalia, pero no estoy celosa, sé perfectamente que mi mujer me quiere a
mí y que en caso de conflicto se posicionará a mi lado igual que lo hizo el día
que eché a Natalia de casa, eso sí, la que me montó después no fue pequeña.
En cuanto a mí, la joven Natalia es la primera chica que hace que deseé
follármela desde que Ainara desapareció, ardo en deseos de hacerla mía, pero
he sido tan gilipollas con ella que ahora las dos la hemos perdido.
—No creo que sea buena idea proponérselo ahora Vero.
—Ya lo sé Inma, no soy una insensible, aunque se lo he dejado caer antes
—sonríe picarona.
—¿Qué le has dicho diablesa?
—Qué tengo ganas de follármela —dice encogiéndose de hombros con su
preciosa sonrisa.
—Desde luego, después dices que soy una insensible con ella —me quejo
entre risas.
—Ha sido un simple comentario que venía a pelo Inma, nada más —se
defiende.
—¿Y qué te ha dicho?
—Nada, he cambiado de tema en seguida, no quería incomodarla, solo
que sepa que sigo deseando que continúe con nosotras.
—Desde luego a sutil no te gana nadie, ¿de qué habéis hablado?
Alza una ceja y suspira, y cuando mi mujer hace eso es porque sabe que
ha hecho algo que no me va a gustar.
—¿Qué has hecho Vero?
—Le he contado lo de Ainara —confiesa con cara de cordero degollado.
—Joder, Verónica, ¿por qué coño se lo has dicho? —contesto irritada.
—Porque cree que la odias Inma, y ya estoy harta, y que conste que no lo
he hecho para defenderte a ti, eso te lo aseguro, lo he hecho porque ya que eres
incapaz de mostrarle una pizca de afecto no quiero que se sienta mal pensando
que hoy la has tratado bien porque te daba pena —sentencia —al menos ahora
sabe que tu carácter de mierda hacia ella tiene un porque, aunque no sea justo.
Me siento indignada, lo de Ainara es algo que todavía me escuece y de lo
que no me gusta hablar, y que se lo haya contado a Natalia me jode, pero por
otro lado me siento aliviada, me he concienciado tanto en mantener la
distancia con la joven que duerme en nuestro sofá, que para cuando me he
dado cuenta de que no estaba siendo justa con ella y de que me muero de ganas
de abrazarla ya es tarde. Yo misma he creado una barrera con ella que ahora
me cuesta horrores derribar, así que lo que ha hecho mi mujer, en el fondo
siento que me ayuda a dar un paso hacia Natalia en lugar de alejarla de mí, y
en consecuencia de Vero.
—¿Te has enfadado? —pregunta socarrona.
—Me hubiera gustado que me consultaras cariño, pero no, no me he
enfadado. En el fondo me alegro de que se lo hayas contado —confieso ante
esa mirada que me derrite por dentro.
—Me alegro, ¿hacemos la cena?
Bajamos a la cocina y decidimos preparar algo ligero, un par de
sándwiches vegetales para cada una y un vaso de caldo.
—¿Y si la dejamos dormir en el sofá? —Pregunto preocupada —me da
miedo despertarla y que diga que se va, Vero.
—Son las diez de la noche cariño, y está agotada, seguro que estos días
no ha dormido nada, no creo que le apetezca coger el coche ahora, pero bueno,
si es así y se quiere ir no la podemos retener, la acercaré yo a su casa para que
no conduzca.
Definitivamente no me merezco a la mujer que tengo.

Lía

—Natalia... Natalia, despierta cariño...


Oigo los susurros de Vero y noto como me acaricia la mejilla de una
forma terriblemente agradable. Abro los ojos con pesadez, me escuecen y
siento una debilidad tremenda en todo el cuerpo. De pronto Inma se sienta en
el filo del sofá y me coloca su mano cálida sobre la frente.
—¿Qué tal el dolor de cabeza? ¿Se te ha pasado? —susurra.
—Sí... Pero estoy muy cansada —murmuro con dificultad para mantener
los ojos abiertos.
Me siento agotada hasta unos extremos desconocidos para mí, me pesa el
cuerpo y siento que no tengo fuerza en ningún músculo.
—¿No le habrá bajado la tensión? —le pregunta Inma a Vero.
—No creo, lo que necesita es cenar y acostarse, mañana estará mejor.
Lo que me ha bajado ha sido la moral, sentirme así de cansada y débil ha
hecho que la tristeza vuelva a aparecer, en cuanto he abierto los ojos la
primera imagen que me ha venido a la cabeza ha sido la del entierro de mi
madre y solo tengo ganas de llorar otra vez.
—Vero te ha preparado una cama para que te quedes Natalia, y no
aceptamos un no por respuesta, así que levanta, cena, y a dormir toda la noche.
No protesto, no me siento con fuerza, tengo hambre y tengo sueño, así que
su oferta en este momento me parece de lo más tentadora. Pero de pronto noto
como las lágrimas aparecen otra vez, intento contenerlas, pero se me hace un
nudo en la garganta y la barbilla comienza a temblarme.
—Natalia, cariño... —susurra Vero cuando se da cuenta.
Me abraza, y de nuevo el agua sale de mis ojos como un torrente.
—Voy a por agua —dice Inma.
Vuelvo a llorar hasta la saciedad y me limpio con los mil pañuelos que
Inma me ha traído. Me siento avergonzada, en menos de cinco horas me he
puesto a llorar dos veces delante de mis jefas.
—Lo siento.
—No lo sientas Natalia —dice Inma apartándome el pelo mojado de la
cara—tu madre ha fallecido, es normal que estés triste y es bueno que llores,
así que siempre que lo necesites hazlo, ¿está claro?
Asiento y me levanto con torpeza para ir a la cocina, de nuevo se me hace
la boca agua cuando veo los sándwiches recién hechos esperando.
—¿Te apetece algo más? —pregunta Vero cuando termino.
—No, gracias. Estoy llena.
—Pues venga, aprovecha la morriña y a la cama —ordena Inma.
Su comportamiento no deja de sorprenderme, pero después de lo que
Vero me ha contado, en el fondo puedo llegar a entender las barreras que ha
interpuesto entre nosotras, aunque me jode bastante que me haya sentenciado
por algo que otra persona les ha hecho.
Caigo rendida en la cama, de hecho cuando me he despertado no
recordaba ni haberme acostado. Me he levantado con mucha pesadez pero
sintiéndome con fuerza, he descansado mucho, y lo he corroborado cuando he
mirado la hora y he visto que son casi las doce del mediodía. ¿Cuánto he
dormido? Subo la persiana y observo la habitación, algo que no hice anoche,
es enorme, con un gran ventanal que da a una terraza y lo más importante, tiene
un baño dentro. Cojo ropa limpia de la maleta que alguna de ellas debió
subirme, porque yo no recuerdo haberlo hecho, y me doy una ducha
reparadora. La hinchazón de los ojos ha desaparecido, aunque tengo
enrojecida la parte de abajo y me escuece un poco. Aun así hoy me he
levantado fuerte y animada, y he sonreído cuando he mirado el móvil y he
visto mensajes de mi familia y mis amigos felicitándome por mi cumpleaños,
ni siquiera me había acordado.
—Buenos días —saludo cuando bajo y las encuentro en el comedor
charlando.
—¿Qué tal dormilona? —pregunta Vero divertida.
Me rasco la cabeza avergonzada y ambas comienzan a reírse.
—¿Qué tomas por las mañanas Natalia? —pregunta Inma.
Está claro que la que lleva las riendas de la cocina en esta casa es ella.
—Umm, Colacao... —sonrío—pero si no hay me vale un café con leche.
—Tranquila —contesta Inma con una sonrisa —a mi mujer también le
gusta, no sé qué le encontráis a eso, por las mañanas no hay nada como un
buen café. Vamos anda.
—Donde se pongan los grumitos que se quité lo demás —susurra Vero a
mis espaldas de camino a la cocina.
—Ya te digo —contesto con una sonrisa.
—Toma, aquí lo tienes todo, háztelo a tu gusto que no quiero que te quejes
como Vero cuando se lo hago y no hay grumos suficientes para el gusto de la
señora.
Vero y yo nos reímos mientras Inma sigue refunfuñando.
—¿Te apañas con el Colacao y unas galletas Natalia? —Pregunta Vero—
es que mira qué hora es, queremos llevarte a comer a un sitio y si te atiborras
ahora luego no comerás nada, y te aseguro que la comida de allí es deliciosa.
—Sí que me apaño, de hecho no suelo desayunar mucho, pero debería
irme a casa, ya he abusado demasiado de vuestra hospitalidad.
De pronto me quedo embobada mirándolas, se han apoyado las dos juntas
contra la encimera de la cocina, las dos con su melena suelta, Vero con falda,
Inma con vaqueros y una camisa ajustada, están las dos increíbles y el chirri se
me acaba de hacer agua.
—No digas tonterías, hemos reservado mesa para las tres, danos el gusto
de comer con nosotras y esta tarde te vas a casa, pero no sin probar esa
comida —ordena Inma.
—Vale —digo masticando la última galleta.
Cojo mi vaso vacío y lo enjuago con agua antes de dejarlo en el
lavaplatos, cuando me giro me topo con Vero y siento hormiguitas entre las
piernas otra vez. Me he levantado demasiado receptiva esta mañana.
—Tienes los labios manchados de Colacao —comenta Inma que sigue
apoyada en la encimera.
—¿Dónde? —pregunto palpándome los labios con dos dedos.
—Aquí —susurra Vero.
Me roza el labio inferior con el pulgar y acto seguido acerca su boca a la
mía, pese a que tengo claras sus intenciones no hago amago alguno por
apartarme, estoy deseando sentirla y casi me deshago cuando ha sacado la
lengua y ha recorrido parte de mi labio.
—Mmmm, delicioso —susurra.
Pero yo ya siento como la sangre me bombea con fuerza entre las piernas,
y sin importarme las consecuencias me lanzo a sus labios y la beso
profundamente, ha sido un beso cálido, largo e intenso que me ha puesto
cardíaca, las piernas comienzan a temblarme y todo va a más cuando Inma me
agarra ambas manos y me las sujeta en la espalda como si estuviera detenida,
se pega a mí y comienza a susurrar mientras Vero mete la mano por debajo de
mis bragas.
—¿Quieres que mi mujer te folle Natalia?
Sus palabras por poco me hacen correrme, no me había dado cuenta de lo
mucho que echaba de menos las guarradas que Inma me susurraba hasta este
momento.
—Sí—jadeo con desesperación mientras Vero danza con sus sabios
dedos entre mis pliegues y toca mis pechos con la otra mano.
—No te oigo Natalia, ¿qué es lo que quieres? —dice apretando mis
manos con más fuerza.
—Que me folle, quiero que me folle...
—De acuerdo... —susurra con un tono perverso—pero nosotras también
queremos algo...
Vero sigue moviendo sus dedos y desesperándome, pero en ningún
momento aumenta el ritmo pese a que sabe que estoy al borde del orgasmo, me
están torturando con su juego, y aunque por un lado me cabrea porque necesito
correrme con urgencia, por otro me excita y aumenta mi placer previo hasta
unos límites que me están volviendo loca.
—Dios, no sabes lo húmeda que está cariño —susurra Vero para su mujer
mientras yo cierro los ojos ante cada sacudida de placer.
—Déjame verlo —le pide.
Vero saca su mano de mi entrepierna y abro los ojos desconsolada.
—Fíjate —dice alzando su mano empapada con mis fluidos mientras
sonríe con maldad y yo me retuerzo sujetada por Inma.
—Eso me pone muy cachonda —comenta Inma en mi oído cuando la
mano de Vero se vuelve a colar por debajo de mis bragas.
Comienza a jugar otra vez y yo quiero resistirme, no quiero darles el
placer de suplicar otra vez y mucho menos de conceder lo que sea que quieren,
pero las caricias de Vero me están extasiando, mi corazón palpita enfurecido
en la entrada de mi vagina y mi clítoris está tan estimulado que empieza a
dolerme.
—¿Qué queréis? —pregunto con la voz ronca.
—Ya lo sabes Natalia —susurra Inma—queremos que digas que quieres
seguir follando con nosotras como antes, dilo y mi mujer te dará lo que
quieres...
Miro a Vero y ella me devuelve una mirada traviesa que me derrite por
dentro, quiero aguantar, quiero hacerme de rogar, pero entonces Vero mete al
menos dos de sus largos dedos en mi interior y siento tanto placer que pienso
que voy a desmayarme.
—Quiero... —jadeo.
—Más fuerte Natalia—insiste Inma disfrutando de mi tortura.
—¡Quiero, joder! ¡Quiero que sigamos follando! —grito alterada.
—Muy bien Lía —dice Vero arrancándome un gemido cuando arquea sus
dedos en mi interior —ahora ya puedes correrte cariño...
A la vez que mis ojos se abren mucho ella coloca su pulgar en mi clítoris
y sus dedos empiezan a entrar y salir de mi interior con un ritmo tan intenso
que cuando llevo unas pocas embestidas siento el fuego explotar dentro de mí,
arqueo la espalda y me dejo llevar por un orgasmo largo y jodidamente
placentero. Al acabar Vero saca su mano mientras Inma sigue sujetándome y
acerca una silla para que me siente.
—Sois unas cabronas —me quejo sonriendo.
A las dos les da por reír mientras yo sigo sentada con los codos apoyados
en las rodillas recuperando el aliento.
—Venga, ve a ducharte y cuando acabes nos vamos, que ya es la hora —
ordena Vero.
—Solo me quedan unos vaqueros limpios, ¿es muy pijo el sitio ese? —
pregunto alarmada.
—No, con unos vaqueros estarás perfecta no te preocupes —contesta
Vero.

***

Vero

—¿No quedamos en que no le propondríamos nada hasta que no fuera el


momento? —me pregunta Inma sonriente en cuanto Natalia se va a la ducha.
Me entra la risa, lo cierto es que la situación se me ha ido un poco de las
manos, pero cuando he visto esa manchita de chocolate en sus labios carnosos
no he podido resistir la tentación de lamerlos.
—Ha surgido así cariño, el chocolate estaba ahí, y yo solo quería
ayudar... —digo riendo.
—Ya claro, toda una samaritana tú... —contesta en tono burlón.
—Lo siento, pero en mi defensa diré que la mayor parte de la culpa la
tiene ella...
Inma arquea las cejas sin dejar de sonreír mientras me acompaña al baño
a lavarme las manos.
—Soy culpable de haber lamido sus labios, lo admito, pero ha sido ella
la que se ha lanzado a comerme la boca, Inma, lo estaba deseando tanto como
nosotras. Además, has sido tú la que ha aparecido de repente y la ha
sujetado... Y también la que la ha torturado y chantajeado con su orgasmo, así
que aquí la culpa es de las tres.
—Si no me quejo, he disfrutado muchísimo con lo que ha pasado —dice
abrazándome por detrás mientras besa mi cuello.
—No me calientes más Inma —digo dándole un manotazo para que me
suelte.
Se ríe y da un paso atrás mirándome divertida a través del espejo.
—Porque no hay tiempo, pero esto no se queda así mi vida.
—Eso espero, porque tengo un calentón importante y dudo que se me
pase, cuando volvamos quiero que mi preciosa mujer me haga el amor durante
toda la tarde—exijo.
—Sabes que tus deseos son órdenes, pero, ¿y Natalia?
—A no ser que sea ella la que diga de venir vamos a dejarla tranquila por
hoy, estar unas cuantas horas en su casa le irá bien para reubicarse un poco, ha
tenido una semana muy caótica.
—Me encanta que pienses en todo —añade guiñándome un ojo y
robándome un beso húmedo.

***

Lía

Salgo de la ducha terriblemente relajada, sin saberlo, las dos me han


dado el mejor regalo de cumpleaños de toda mi vida. Esa manera de follarme
en la cocina en modo tortura, me ha hecho liberar mucha de la tensión que
llevo acumulando durante las últimas semanas. Recojo mis cosas y cierro la
maleta para dejarla en el coche, aunque en apenas veinte horas que llevo aquí
tanto una como la otra me han hecho sentir como en casa, necesito ir a la mía,
quitando lo malo, este fin de semana está siendo muy bueno en su compañía y
no quiero estirar mucho la manga por miedo a que se rompa, quiero llevarme
un buen sabor de boca de aquí.
Dejo la maleta en mi coche y nos vamos con el de ellas. En cuanto
entramos en el restaurante tengo claro que las dos tienen que venir mucho por
aquí.
—Es un placer volver a verlas por aquí, ya tienen preparada la mesa de
siempre —saluda una mujer vestida elegantemente en cuanto nos ve entrar.
Nos acompaña a una mesa situada al fondo del comedor, está junto a un
ventanal y algo más alejada del resto de mesas, lo que proporciona más
intimidad para poder hablar sin que las conversaciones ajenas molesten. Inma
y Vero se colocan a un lado de la mesa y yo me pongo en el otro frente a Inma,
en cuanto nos sentamos la mujer nos sirve una copa de vino y deja las cartas
sobre la mesa.
—No sé qué pedir —digo abrumada al ver infinidad de nombres de cosas
que no tengo ni idea de lo que son.
—¿Te gusta la carne? —me pregunta Inma.
—Sí.
—¿Y las tostadas?
—También.
—Pues si te fías de nosotras déjanos pedir por ti, hacen unas tostadas con
embutido de primera calidad que están para chuparse los dedos, y el entrecot a
la pimienta hará que se te salten los lagrimones Natalia. Vas a alucinar.
Inma tenía razón, todo estaba delicioso, incluso unos entrantes cortesía de
la casa que han traído mientras esperábamos el primer plato.
—Bueno, ¿qué te ha parecido? —pregunta Vero mientras rebaño la última
pizca de salsa a la pimienta con el pan.
—Impresionante, estaba muy bueno, en serio —afirmo con sinceridad—
¿siempre pedís lo mismo? —pregunto mientras retiran los platos.
Han pedido los mismos platos para las tres, y eso me ha sorprendido.
—No, solemos alternar, aquí hacen una pasta deliciosa, y la escalibada ni
te cuento, la verdad es que cualquier cosa que pidas está buena, pero hoy nos
apetecía carne—responde Vero encogiéndose de hombros.
—¿Venís mucho por aquí?
—No te creas, la verdad es que a comer me parece que es la primera vez
que venimos, ¿verdad cariño? —contesta Inma mirando a Vero.
—Pues ahora que lo dices diría que sí.
Me produce una sensación sumamente agradable ver lo bien que se llevan
y la complicidad que hay entre ellas.
—Siempre venimos a cenar —continua Inma—pero solo lo hacemos en
ocasiones especiales, cuando queremos celebrar algo, un cumpleaños por
ejemplo.
Estoy a punto de reírme y confesarles que es mi cumpleaños, pero la
respiración se me corta cuando como salida de la nada, la mujer que nos ha
acompañado a la mesa coloca ante mí un pequeño pastel de chocolate y nata,
adornado con unas letras caligráficas que dicen “Feliz cumpleaños Lía” y
unas velas encendidas con el número veintiocho. La mujer desaparece tras
desearme feliz cumpleaños y yo me pongo a llorar de la emoción, nunca me
habían sorprendido así en ninguno de mis cumpleaños, y el hecho de que
además hayan sido ellas me emociona de una manera que ni yo comprendo. Me
tapo la cara con las manos e intento contener el llanto, me da mucha vergüenza
llorar aquí delante de todo el restaurante. Ambas se levantan y colocan una
silla a cada lado y me pasan un brazo por los encima de los hombros.
—Ya sé que no es tu mejor semana cariño —susurra Vero de forma que
solo Inma y yo la oímos—pero es tu cumpleaños y eso hay que celebrarlo,
seguro que a tu madre le encantaría.
Vero me besa en la mejilla dejando sus labios pegados a mi cara unos
instantes que me llenan de calor, pero Inma me acaricia la cabeza levemente y
en seguida se aparta, agradezco su gesto, pero hubiera preferido que me besara
aunque fuese solo una vez, no hay manera, Inma sigue con su muro levantado
ante mí. Me seco las lágrimas y sonrío notándome las mejillas acaloradas.
—Sopla las velas Natalia —me pide Inma.
—Feliz cumpleaños —dicen las dos en cuanto las apago de un soplido.
—Gracias —susurro con una sonrisa.
—No nos las des, no todos los días cumple una veintiocho añitos —dice
Vero dándome un sonoro beso en la mejilla.
Estoy tentada de volver a preguntarles por su edad, pero esa pregunta
forma parte del repertorio de nuestra última discusión y no quiero tentar a la
suerte y provocar a Inma, así que me quedo con las ganas de saberlo. La mujer
vuelve a aparecer para llevarse el pastel y en pocos minutos vuelve con un
trozo para cada una.
—¿Cómo lo sabíais?
—Tenemos tus datos Lía —contesta Vero con una amplia sonrisa —mmm
está muy bueno —dice en cuanto prueba el pastel.
—Sí —sonrío —me ha encantado la sorpresa, muchas gracias.
—A ti por aguantarnos —dice Vero guiñándome un ojo.

Cuando salimos del restaurante y llegamos a su casa ya no entro más. Me


despido de ellas en la calle y me voy a casa para tirarme todo lo que queda de
tarde tumbada en el sofá pensando en lo que he vivido las últimas veinticuatro
horas con ellas. Sonrío para mí, pese a mi tristeza me ha encantado estar allí
con ellas, ahora solo tengo que volver a la realidad y mentalizarme para la
semana que me espera. Tendré que aguantar que todos mis compañeros me den
el pésame porque seguro que Yoli se lo habrá dicho, tendré que ponerme al día
con el trabajo acumulado, tendré que fingir una sonrisa con mis alumnos cada
tarde, y lo peor de todo, tener claro que una vez pise la empresa, las dos
mujeres que horas antes me han follado en su cocina volverán a convertirse en
unas arpías desagradables y distantes.
13. Cosas nuevas

Lía

El lunes es un día terrible además de largo, he entrado sabiendo que


tendría que aceptar amablemente las condolencias de todo el mundo, pero no
me imaginaba que se me haría tan difícil ni que tendría que estar conteniendo
las ganas de llorar a todas horas. Yoli ha estado muy pendiente de mí, tanto
que me estaba agobiando con sus atenciones la pobre mujer. Mientras estaba
en mi despacho se me ha acelerado el corazón todas las veces que he
escuchado pasos al otro lado de la puerta, deseaba que Vero o Inma entraran a
saludarme tan solo una vez, pero cada vez que alzaba la cabeza para mirar, era
otra persona la que pasaba por el pasillo, no las he visto en todo el día y eso
me he hecho sentirme mal otra vez pese a que sé que ambas me aprecian
enormemente.
No ha sido hasta el miércoles, cuando estando parada frente a la máquina
de café, me ha llegado un aroma fresco que me ha hecho sentir mucho calor.
—Buenos días Natalia —susurra Vero a mis espaldas.
Tengo que contenerme para no abrazarla al girarme, sus abrazos me han
hecho sentir tan bien este fin de semana que los echo de menos a todas horas.
Pero como en el fondo estoy dolida porque llevan dos días ignorándome, no la
he mirado a la cara cuando la he saludado, sé que eso le molesta y me apetece
cabrearla.
—Buenos días señora Martínez.
Veo de refilón como se humedece los labios y se los muerde conteniendo
la risa.
—¿Quieres ponerme de mal humor? —pregunta en voz baja.
Me encojo de hombros como si no me importara y descubro otra cosa que
la enfada, que no le conteste.
—Haz el favor de mirarme y contestarme cuando te hable Natalia—exige
malhumorada.
Tengo que contener la risa, cabrear a Vero me parece sumamente
divertido, pero sobretodo me excita, su expresión corporal se vuelve
prepotente y eso me pone mucho.
—¿Quiere algo señora Martínez?
Me muerdo los labios para no reírme pero no puedo disimular bien y me
pilla.
—Vaya, vaya, así que hoy te has levantado graciosilla... —afirma —ya
veremos si eres tan vacilona el viernes cuando vengas a casa.
Alzo la vista y clavo mi mirada en sus increíbles ojos verdes mientras
cojo mucho aire.
—¿Queréis que vaya?
—¿Puedes?
—Sí.
Me da rabia acceder tan rápido, ¿es que no soy capaz de hacerme de
rogar un poco? No, no lo soy, en cuanto menciona lo de su casa no puedo
evitar que la excitación se apodere de mí, pensar en su casa es pensar en sexo,
y pensar en sexo con ellas es equivalente a morbo y una forma de disfrutar que
hace que esté dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de correrme. Todo se
vuelve más guarro, no hay censuras y las tres estamos dispuestas a todo con tal
de disfrutar, follar con ellas es sencillamente increíble para mí.
—Pues entonces sí —afirma.
—De acuerdo. ¿A las ocho?
—A las ocho.
Asiento y dejo que durante unos segundos su mirada me traspase por
dentro, no hay nada en esta mujer que no me guste salvo su facilidad para
cambiar de carácter, por lo demás Verónica Martínez es una de las mujeres
más impresionantes a todos los niveles que he conocido en mi vida.
—Bueno, si no quiere nada más me voy a mi despacho, tengo que acabar
de ponerme al día.
—Sí que quiero algo más —dice en un tono tan seco que me asusta.
—¿Qué?
—Quiero saber cómo estás, tómate ese café conmigo y charlamos un rato
—dice señalando una de las mesas.
—¿Qué dices Vero? —susurro con asombro—hay gente, nos van a ver...
—¿Y?
—Pues que tú eres la jefa Vero, y no te ofendas, pero tienes casi la misma
fama de borde que tú mujer —digo arrancándole una sonrisa.
—Ya sé que soy la jefa, y me gusta que piensen que soy borde, así no se
toman confianzas ni se me suben a la chepa.
—¿Insinúas que no eres borde? —pregunto conteniendo la risa.
—¿Insinúas que lo soy?
Me encojo de hombros otra vez.
—Te la estás ganando Natalia, parece que le estás cogiendo el gustillo a
esto de hacerme enfadar y al final tendré que castigarte...
El único lugar en el que Vero podría castigarme es en la cama, y el solo
hecho de pensarlo me pone muy cachonda.
—¿Cómo va a castigarme señora Martínez? —pregunto con mirada
salvaje.
Mira hacia el comedor para asegurarse de que nadie nos presta atención y
se pega a mí para susurrarme al oído.
—Te voy a follar Natalia, y te va a gustar tanto que cuando acabes de
correrte me suplicarás que vuelva a follarte, pero no lo haré cariño, en lugar
de eso te daré un par de azotes en ese culo tan bonito que tienes para que
aprendas que enfadarme tiene consecuencias.
Me tiembla todo, pero no de miedo, me ha puesto tan cachonda que como
siga hablándome así soy capaz de correrme de pie a su lado en medio del
comedor.
—¿Estás caliente ahora verdad? —continua para mi sorpresa.
—Sí —susurro muy cerca de sus labios.
—Yo también —confiesa—podríamos ir al despacho de Inma y jugar un
poquito, esperar al viernes se puede hacer eterno.
Me palpita, me palpita suplicante, noto mi sexo empapado y tembloroso,
deseoso de ser saciado, y la propuesta de Vero me parece la mejor idea del
mundo.
—¿Inma querrá? —pregunto cerrando las piernas y suspirando.
—Claro, Inma siempre quiere, ¿quieres que vayamos? —pregunta
socarrona.
—Sí —contesto impaciente.
—Pues es una lástima que estés castigada Natalia, ahora siéntate ahí para
que charlemos un poco —dice con una frialdad que me deja anclada en mi
sitio.
—¿En serio? —pregunto incrédula.
¿Cómo puede tener esa fuerza de voluntad? Sé que Vero está tan deseosa
de sexo como yo, y aun así se ha sentado en una silla y me mira invitándome a
sentarme con ella. Lo hago, pero lo hago de mal humor porque enseguida
comprendo que ella podría saciar su sed, le basta con irse al despacho de su
mujer y pedirle que la folle, yo no puedo, yo me tengo que quedar con el
calentón. La miro tan cabreada que al final se le escapa la risa.
—Tendrás que aprender a no vacilarme Natalia, ya ves que tengo el
control de decidir cuando y donde, así que piénsatelo la próxima vez antes de
enfadarme —me amenaza con una sonrisa malvada.
Mi mal humor aumenta, porque tiene razón en una cosa, ellas siempre
deciden cuando, siempre tiene que ser cuando a ellas les va bien o les apetece,
¿qué pasa cuando me apetece a mí?
—¿Qué piensas? —pregunta mansa.
—Nada...
—¿Estás enfadada por lo que te he hecho?
—No. Pero tengo un calentón importante y me jode que tú puedas follar y
yo no.
Vuelve a reírse y empiezo a preocuparme, los demás profesores no han
dejado de lanzarnos miradas de asombro desde que nos hemos sentado, y que
encima Vero les esté dejando ver la increíble sonrisa que tiene solo les puede
dar a entender que la conversación no tiene que ver con el trabajo y que
hablamos sobre algo divertido.
—Yo tampoco puedo follar Natalia, mi mujer no está en el despacho, así
que me toca joderme con el calentón igual que tú.
—Eres una arpía —murmuro enfurruñada.
—Cierto, lo soy. Ahora cuéntale a esta arpía como estás.
—¿Qué?
—¿Cómo estás Natalia? —Pregunta usando el tono agradable y cariñoso
con el que me ha deleitado todo el fin de semana—quiero saber cómo te
encuentras y cómo estás llevando la vuelta...
—Bien —contesto sin más.
—Natalia...
—Estoy bien Vero, ha sido un poco agobiante tener que escuchar las
mismas palabras una y otra vez, pero ahora ya está, todo el mundo ha hecho lo
que tenía que hacer y yo puedo volver a mis cosas.
—Es normal que la gente te dé el pésame Natalia...
—Ya.
—¿Y el trabajo? ¿Cómo lo llevas? ¿Te lo dejó muy liado el sustituto que
te buscamos?
—No, bueno no mucho —sonrío—pero era imposible que hiciera las
cosas como a mí me gustan. De todos modos ya casi lo tengo todo al día.
—Bien, nada de quedarte hasta tarde eh...
—No.
—Bueno, pues ahora que le hemos dado tema de conversación para toda
la semana al resto de tus compañeros me vuelvo al trabajo —añade con una
sonrisa pícara —si necesitas cualquier cosa dímelo, ¿vale?
—¿Cualquier cosa? —pregunto sonriente.
—Eso he dicho —sentencia rotunda—¿por qué? ¿Necesitas algo? —
pregunta intrigada.
Apoyo los codos en la mesa y me inclino hacia delante para que nadie me
oiga, ella copia mi gesto intrigada y coloca su oreja cerca de mi boca para
oírme bien.
—Quiero que me folles —susurro aguantándome la risa para sonar seria.
Pude oír como ahoga un suspiro mientras se remueve inquieta, pero
mantiene la posición para contestarme.
—Está claro que te gusta enfadarme —afirma—prepárate Natalia, espero
que estés a la altura y aguantes todo lo que pienso hacerte el viernes.
Me estremezco al pensarlo y sin más, Vero se levanta y se marcha de la
cafetería.

Como era de esperar, el comportamiento de Vero conmigo en la cafetería


no ha pasado desapercibido, lo he comprobado en cuanto Yoli ha entrado en
mi despacho esta tarde.
—¿Cómo va todo Lía? —Pregunta dudosa en cuanto cierra la puerta.
—Bien —contesto extrañada.
—Verás —comienza a decir—quería preguntarte algo, aunque no sé si es
un buen momento...
—Claro que lo es —le digo con cierto miedo—¿qué quieres saber?
—Bueno —dice colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja—está
bien, mira —arranca con más seguridad—esta mañana algunos profesores te
han visto hablar con Verónica en una actitud bastante cercana, no me
malinterpretes, sé que tú eres normal, bueno, no digo que Verónica no lo sea,
tú ya me entiendes, pero jamás ha tenido esa actitud con ningún otro profesor,
y antes de que haya malos entendidos quería preguntarte. ¿Hay algo entre tú y
ella?
Confieso que por un momento hasta se me ha cortado la respiración,
jamás pensé que Yoli me preguntase algo así, pero si quiero mantener mi
secreto necesito parecer convincente, así que como si estuviera interpretando
un papelón melodramático la miro fijamente y le digo rotunda:
—No hay nada entre ella y yo, te recuerdo que está casada, simplemente
me ha visto llorar esta mañana en los baños y supongo que se ha preocupado,
en la cafetería ha intentado animarme un poco cuando me ha visto, pero ahora
entiendo que ninguna de ellas sea amable con nadie si lo primero que pensáis
en esos casos es que están liadas con la otra persona —suelto como si
estuviera ofendida.
—No, por Dios —se apresura a decir—ha sido muy considerado por su
parte mostrar amabilidad en un momento en el que sabe que lo estás pasando
mal, ni siquiera sé porque te lo he preguntado, supongo que porque me caes
bien y no quería que el resto de compañeros te juzguen sin motivo, pero vamos
—dice más para sí que para mí —yo me ocuparé de aclararles lo que ha
pasado por si acaso.
Cuando sale de mi despacho me siento mal por haberle mentido y por
haber utilizado a mi madre fallecida como excusa para lo que ha pasado,
¿hasta qué límites llega el ser humano para no perder lo que desea?

El resto de los días pasan rápidos, y cuando me quiero dar cuenta me


encuentro caminando detrás de Inma y Vero por el pasillo de su casa hasta la
habitación de los juegos. En cuanto entramos veo algo diferente, en el lugar
del sillón en el que Inma suele sentarse a observar, ahora hay tres sillones
dispuestos en forma triangular alrededor de una pequeña mesa, de forma que si
nos sentamos las tres podemos vernos a la perfección. Intento concentrarme en
lo que hay sobre la mesa, pero las dos mujeres que me acompañan comienzan
a denudarse mutuamente mientras se besan y se roban caricias y me quedo
mirando completamente paralizada al descubrir lo mucho que me excita
mirarlas, ahora entiendo mejor a Inma.
Orgullosas de su desnudez, se acercan a mí, y mientras Inma me susurra
esas guarradas que a cualquiera le podrían parecer tan obscenas como
ofensivas pero que a mí me resultan terriblemente excitantes, su mujer me va
quitando todas las prendas hasta que colocando mis bragas en su dedo índice y
haciéndolas girar con rapidez ante nuestra mirada divertida, las lanza al aire,
las veo volar por la habitación y caer cerca del armario cuando susurra:
—¿Lista para recibir tu castigo Lía?
Abro mucho los ojos mientras las hormiguitas me recorren el cuerpo.
¿Eso va en serio?
—Creí que ya me habías castigado el otro día con el calentón...
—Cierto, lo había hecho, pero después volviste a vacilarme, ¿recuerdas?
De pronto siento un cachetazo en el trasero que en un primer momento me
sorprende y me pica, pero ese extraño dolor pasa rápidamente a ser algo que
me enciende como una mecha, ver ese lado salvaje de Vero me ha puesto muy
caliente.
—Ahora elige un sillón y siéntate —ordena en un susurró mientras Inma
me folla con la mirada.
Camino hasta el más cercano que tengo, me tiembla todo el cuerpo, tanto
de excitación como de miedo a lo desconocido, está claro que vamos a hacer
algo distinto y la curiosidad me está devorando por dentro. Me siento y subo
los pies para abrazarme las piernas con los brazos mientras ellas se sientan en
los otros dos sillones.
—Ah, ah —se queja Inma—los pies abajo y las piernas abiertas Natalia.
—¿Qué? —pregunto agitada.
—Así Natalia —dice abriendo las piernas de forma considerable
mostrándome todo su esplendor.
Parece que mi cuerpo no me pertenece, las ganas de follarme a Inma me
exasperan, ver su sexo completamente expuesto ante mí me altera de una forma
indescriptible, y cuando miro hacia Vero y la veo en la misma posición pierdo
tres años de vida. Me siento como el primer día que nos acostamos, tengo la
boca tan seca por la excitación que me cuesta tragar, y además siento pudor,
me da vergüenza colocarme como me piden y mostrar mi sexo tan abiertamente
sabiendo que clavarán su mirada en él.
Estoy paralizada, mi cuerpo se quiere mover y obedecer a sus peticiones
pero mi cerebro no envía la orden, entonces me fijo en la mesa mientras ellas
esperan pacientes y sin agobiarme a que me decida. Sobre la pequeña mesa
hay tres bolsitas de seda blanca, cada una frente a uno de los sillones y en el
centro de la mesa hay dos cosas que llaman mi atención en exceso, la primera
que veo es la jarra de agua junto a un vaso, y sin pensarlo ni pedir permiso me
abalanzo como un animal sediento, me lleno el vaso con manos temblorosas y
me lo bebo de un trago, lleno otro, y mientras lo hago me fijo en la otra cosa,
es un frasco de lubricante, y como consecuencia lo que hay en las bolsitas es
algún tipo de juguete que está claro que va a acabar en nuestro interior. Me
entra mucho calor, demasiado, me bebo otro vaso y cuando vuelvo al sillón
adopto la posición que me han pedido sin pensarlo, de pronto me siento
predispuesta a la más absoluta de las burradas siempre que sea con ellas.
—Precioso —susurra Vero en un suspiro que me hace estremecer.
—¿Estás cómoda? —me pregunta Inma al ver la agitación de mi
respiración.
—Sí.
—¿Segura? Sí no quieres seguir no pasa nada Natalia, podemos hacer
otras cosas, recuerda que si algo no te gusta tienes que decirlo—insiste.
—Me muero de ganas de saber que hay en esa bolsa Inma, no estoy
incómoda, estoy muerta de excitación —confieso.
—Vaya con nuestra pequeña Lía —se burla Vero.
Inma se pone en pie, le entrega su bolsita a Vero y después a mí. Sin
esperar ninguna orden deshago el nudo del cordón y saco lo que hay dentro, es
un vibrador de tamaño considerable con la forma curvada y la punta más ancha
que el resto del falo. Pero lo que más llama mi atención aparte de la textura
fina y suave del juguete es que tiene una pequeña extensión que va
directamente al clítoris. Me quedo con la boca abierta mientras Inma espera a
que Vero unte el suyo con lubricante, cuando lo tiene lo deja sobre una toallita
que hay en el reposabrazos del sillón en la que yo no he reparado e Inma me
trae el lubricante a mí.
—Sé generosa, que quede bien lubricado —ordena.
Mis dedos no me obedecen, parece que van por libre, estoy tan caliente y
ansiosa por lo que nos espera que me tiemblan hasta las pestañas. Al acabar lo
dejo sobre la toallita y espero impaciente mientras Inma vuelve a su sillón y
hace lo mismo que nosotras.
—¿Lista Natalia? —pregunta Inma con una mirada devoradora.
¿Lista? Estoy a punto de decirle lo desesperada que estoy, la estampa de
las tres desnudas, con las piernas abiertas mostrando nuestro sexo deseoso de
caricias me está desquiciando.
—Sí—jadeo.
—Bien, ahora quiero que te estimules, pero Natalia...
—¿Qué?
—Quiero que mantengas los ojos abiertos en todo momento, quiero que
observes y mires lo que hacemos, no te cortes, te aseguro que te gustará mirar.
El corazón no puede bombearme más rápido, asiento con los labios
entreabiertos y con la vista clavada en ella porque es la última que me ha
hablado, observo como se escurre ligeramente por el sillón para que su cuerpo
quede más estirado dejando el culo en el borde. Veo como su mano se coloca
lentamente sobre su sexo y como hunde sus dedos entre los labios para
acariciarse y extender su propia lubricación. La cabeza me da vueltas, ¿cuánto
tiempo aguantaré sin correrme? Miro hacía Vero que ya se ha colocado en la
misma posición y me observa, con una mano ha abierto sus labios y con la otra
se acaricia ampliamente mientras yo me deshago. Me dejo escurrir igual que
ellas y sin pudor alguno dejo que mi mano derecha aterrice sobre mi sexo, me
estremezco al notar lo terriblemente húmeda que estoy, la textura de mis
fluidos y la calidez me parecen exquisitas en este momento, y alternando la
mirada entre las dos increíbles mujeres que se están masturbando junto a mí,
estimulo toda la zona con lentas caricias que exigen algo con urgencia.
—Ya basta —oigo decir a Inma.
Es como una voz de fondo, me siento tan bien con lo que estamos
haciendo que me he transportado a otro mundo en el que solo existe el placer,
el morbo y el agradable hormigueo que recorre mi vientre sin control desde
que hemos comenzado a tocarnos. Detengo mi mano y agarro el juguete tal y
como hace Inma, y con la vista clavada en ella y como si mi jefa me lo hubiera
pedido comienzo a imitar lo que ella hace. Empieza a pasear lentamente la
punta del vibrador por todo su sexo, separa sus labios con él y traza diminutos
círculos alrededor de su clítoris para luego descender y hacer pequeños
intentos de introducirlo en su vagina que me están desesperando. Notar la
punta de esto queriendo entrar dentro de mí hace que me cueste mucho
controlar el impulso de clavarlo como una estaca para que me llegue hasta el
fondo, entonces miro a Vero y ya lo tiene dentro.
—Despacio Lía —susurra.
Y sin más demora empujo con cuidado y siento como si mi vagina llevara
toda la vida esperando este momento, tengo la sensación de que succiono el
vibrador hasta tenerlo completamente dentro y se me escapa un gemido de
placer cuando me siento llena y la pequeña extensión se posa sobre mí ya
inflamado clítoris. Vero lo mantiene firme con una mano y comienza a realizar
unos movimientos pélvicos tan sensuales sobre el juguetito que tengo que
apartar la vista de ella para no correrme, entonces me fijo en Inma, que al
contrario que su mujer es su mano la que hace entrar el vibrador en su interior
rítmicamente, cuando me quiero dar cuenta yo estoy haciendo lo mismo que
Vero, con la diferencia de que estoy tan caliente y desesperada por correrme
que en cuestión de pocos movimientos mis piernas se cierran como un cepo
atrapando mi mano entre ellas mientras me retuerzo de placer sobre el sillón,
con las piernas dobladas y mi mano atrapada pero firme, continuo apretando
mi sexo contra ella mientras dura mi orgasmo. La siguiente en correrse
mientras yo observo exhausta y aturdida por tanto placer es Inma, y en último
lugar Vero.
—Madre mía Lía —dice Vero riendo cuando se recupera—no has
aguantado nada...
A las tres nos entra un ataque de risa tonta que me hace sentir más calor
de la que ya tengo.
—Si lo llego a saber te compro uno para tu cumpleaños —añade Inma
divertida.
—No es el cacharro, ¿vale? —me defiendo sonrojada—es todo en
general.
—Sí sí, pero a ti el cacharro te ha puesto fina pillina, que cuando te lo has
metido los ojos te han dado tres vueltas —continua Vero sin dejar de reír.
—¿Vais a reíros de mí toda la noche? —me quejo sirviéndome otro vaso
de agua.
—Mírala, si se ha vuelto a quedar seca —sigue Inma tronchándose.
Al final las doy por imposibles y me voy a la cama para tumbarme un rato
y estirar las piernas, pero en cuanto lo hago Vero me sigue.
—Creo que todavía no estoy satisfecha del todo —murmura de pie a un
lado de la cama.
La miro y observo su desnudez con descaro mientras ella me fulmina con
una mirada de deseo.
—¿Quieres complacer a mi mujer Natalia? —pregunta Inma que ha
colocado de nuevo su sillón a los pies de la cama.
—Por supuesto—respondo tendiéndole una mano a Vero.
Acepta mi mano y con una sensualidad arrolladora que me hace arder se
pone de rodillas a mi lado y en seguida sé lo que quiere, me escurro un poco
hacía abajo y Vero se coloca a horcajadas sobre mi cara, ofreciéndome su
sexo que acepto con gusto. Me agarro a sus piernas con ambas manos y se
acomoda sobre mi boca mientras yo lamo, chupo y beso su intimidad con
devoción, me encanta comérselo a Vero, me gustó la primera vez que lo hice y
siempre estoy dispuesta a volver a hacerlo, esta mujer es exquisita le haga lo
que le haga. Me agarra el pelo con fuerza y me aprieta contra ella cuando
siente las primeras sacudidas de placer y no me cuesta nada hacer que se
corra, que succione su clítoris entre mis labios y lo lama con insistencia es
algo que la fulmina en cuestión de segundos.
—Joder, joder—grita retorciéndose.
Cuanto más placer siente ella más me enciendo yo, notar como Vero se
deshace en mi boca me provoca una excitación digna de una peli porno.
Cuando termina echa el culo hacia atrás y se sienta sobre mi pecho, la imagen
me parece apoteósica y cargada de un erotismo tremendo, observar sus pechos
desde esa posición, su cara de satisfacción, sus brazos finos descansando al
lado de su cuerpo mientras me mira con sus impresionantes ojos verdes es
algo que me cuesta calificar con palabras. Coloco las manos en sus pechos y
los acaricio con mucha suavidad, los tengo tan cerca que tengo que esforzarme
para enfocar porque mi visión se vuelve borrosa cuando de pronto noto que
unas manos separan mis piernas. Miro a Vero alarmada y sintiendo como el
chirri se me hace agua cuando esas manos que está claro que son de Inma
comienzan a acariciar mis piernas lentamente, subiendo desde mis rodillas y
girando hacia la cara interna de mis muslos cuando llegan a la altura. Me
separa más las piernas y comienzo a respirar agitada, el cuerpo de Vero no me
deja ver lo que pasa, pero el espejo del techo sí y eso añade una dosis de
excitación extra a toda la situación.
—Relájate Lía —susurra Vero con una sonrisa pícara.
Sé a que se debe su sonrisa cuando de pronto unos labios cálidos
comienzan a repartir besos por mi pubis, todo es tan lento, excitante y
placentero que mi cuerpo comienza a temblar de una manera extraña. ¡Inma
está entre mis piernas¡ La mujer que tanta distancia mantiene conmigo acaba
de separar mis labios con los dedos y está lamiendo mi sexo con una
delicadeza y dedicación exquisitas.
Mi respiración se agita y todo mi cuerpo se revoluciona debajo de Vero,
no puedo moverme y con cada roce de la lengua de Inma siento unos pinchazos
de placer tan intensos que me están entrando ganas de llorar, llevo demasiado
tiempo deseando que me toque, pensando en cómo sería que me diera un beso
en los labios o una simple caricia, lo que me está haciendo era para mí algo
impensable, y cuando poco a poco soy consciente de que es real, Inma me lo
está comiendo, cierro los ojos y me relajo todo lo que puedo para recibir y
degustar sus caricias al máximo. Inma lame y yo gimo cada vez más fuerte
cuando la oigo susurrar entre mis piernas:
—¿Te gusta Natalia?
—Sí —me apresuro a contestar —mucho joder, me gusta mucho.
Vero me mira extasiada y de pronto desciende un poco para posar su sexo
sobre uno de mis pechos y comenzar a frotarse contra él con delicadeza.
Verónica Martínez se va a correr follándose uno de mis pezones endurecido
como una roca mientras su mujer me lo come. ¿Puede haber algo mejor que
esto? Lo dudo. Inma sigue y sigue, regalándome un placer descomunal cuando
de pronto siento que sus dedos suaves y largos entran dentro de mí, grito de
placer y para mi sorpresa, en lugar de entrar y salir de mi interior como pensé
que haría, curva esos dedos y con la punta comienza a dar pequeños toquecitos
en alguna parte de mi interior que me hace convulsionar cuando a su vez chupa
mi clítoris con insistencia. Sin menospreciar todos los orgasmos que me suele
regalar Vero, este es sin duda el más largo y placentero que he tenido hasta
ahora. Me corro yo, se corre Vero y las tres nos quedamos tumbadas una al
lado de la otra en completo silencio durante una cantidad de tiempo que
desconozco porque siento que se ha detenido. Es la primera vez que Inma me
toca y también la primera que no sale despavorida hacia la ducha en cuanto
acabamos, y pese a que estoy infinitamente agradecida por el avance, hay una
cosa que yo sigo anhelando de ella por encima de todo, quiero que me abrace,
me muero de ganas de estar entre sus brazos aunque sea una sola vez en mi
vida, quiero saber que se siente cuando la mujer más distante que conozco te
muestra un poco de cariño. Pero bueno, no voy a quejarme.
—Quédate a dormir Lía, nosotras mañana a primera hora nos tenemos que
ir a la delegación de Segovia, pero tú puedes seguir durmiendo y marcharte
cuando quieras —dice Vero.
—Gracias pero me iré después de ducharme, mañana he quedado con mi
amiga Sandra para acompañarla a recoger su coche del taller y saldré de casa
temprano.
—En ese caso te irás después de cenar —sentencia Inma.
Y obedezco, después de la ducha y de cenar unas pizzas al horno que han
preparado ellas antes de que yo llegara y que están de muerte, me voy a casa
con una sonrisa enorme dibujada en los labios. Dejando a un lado el fin de
semana de mi cumpleaños, esta es la primera vez que quedamos para lo que
quedamos y no me marcho de aquí con un disgusto enorme.
14. Exclusiva

Lía

Desde ese día las semanas comienzan a pasar y nuestros encuentros se


vuelven más frecuentes, suelo ir casi todos los viernes, que es cuando a ellas
les va bien y algún día esporádico entre semana. También disfrutamos de algún
que otro fin de semana juntas, pero en todas las ocasiones siempre es
amoldado a ellas, a sus horarios, a sus compromisos, a sus deseos, siempre a
ellas, y eso me tiene mosqueada a pesar de que cuantas más veces nos vemos,
más aumenta la confianza en el terreno sexual, más intensos se vuelven
nuestros juegos y más disfruto con ellas. Me hacen disfrutar con cosas que
hasta entonces yo no sabía ni que existían, el uso de juguetes se ha vuelto
frecuente, y además de excitante me resulta divertido. Con Inma todo sigue
igual, desde aquel día que se perdió entre mis piernas comenzó a hacerlo con
frecuencia, ella me folla a mí pero yo no puedo follármela a ella. Tuvieron que
pasar casi dos meses más para que por fin un día me dejara tocar sus pechos, y
casi dos semanas más para me permitiera arrodillarme frente a ella y hundir
mis dedos en su interior, Inma representa lo que no puedo tener y eso hace que
la desee cada día más.
Con Vero todo es perfecto siempre, cuando estamos entre sus cuatro
paredes, las últimas veces casi siento que en lugar de follarme me hace el
amor igual que yo se lo hago a ella. Entre Vero y yo siempre ha existido una
especie de conexión especial que nos une, no es nada sentimental, ella está
enamoradísima de su mujer y yo no albergo ese tipo de sentimientos hacía ella,
pero nos queremos con locura y eso en la cama se nota. Sigue siendo atenta y
sumamente cariñosa conmigo a la vez que se ríe de mí cuando estoy tan
excitada que me corro rápido, tenemos mucha complicidad y eso arrastra a
Inma con nosotras, en esos momentos ella también se contagia de nuestra
energía y además de haber infinitos y muy placenteros juegos sexuales en esa
habitación, hay también momentos en los que simplemente nos dedicábamos a
reír o a disfrutar en silencio de la relajación y el buen ambiente que se respira
después de nuestros infinitos orgasmos.
Supongo que lo de Inma tiene que ser así, si ella me hubiera dado también
las atenciones que tanto ansío por su parte todo sería demasiado perfecto, aun
así yo tengo esa espinita y siempre siento ese pequeño vacío, no entiendo
porque le cuesta tanto abrazarme cuando está harta de follarme.
—¿Te acuestas con alguien más Lía?
Abro mucho los ojos cuando Vero me hace esa pregunta, es domingo por
la tarde, de esos en los que por fin han tenido un fin de semana libre y lo han
querido pasar conmigo. Estamos en su terraza tomando una copa de vino, el
buen tiempo ya se ha instalado desde hace un par de semanas y estamos
disfrutando del aire fresco después de haber pasado un día muy intenso en la
cama.
En los meses que hace que nos acostamos jamás me han preguntado sobre
ese tema, y por un momento dudo sobre lo que debo contestar, pero no
recuerdo que el contrato incluyera nada sobre la exclusividad por ninguna de
las partes, así que decido contestar con la verdad.
—Se lo piensa, eso es que sí —sonríe Inma.
Su comentario me relaja, no parece que le importe o esté celosa, así que
doy otro trago a mi copa de vino y respondo con tranquilidad.
—Umm, alguna vez...
Vero me mira con los ojos achinados y me hace sonrojarme.
—¿Con alguien importante? —pregunta intrigada.
—No, es una amiga, nos conocemos desde hace mucho tiempo y de vez en
cuando nos llamamos según la conveniencia de cada una. Me refiero a que...
—A que tú la llamas cuando quieres echar un polvo y ella te llama a ti
para lo mismo —adivina Vero.
—Sí —sonrío.
—Una folla amiga con todas las letras, vamos —apunta Inma.
—¿Y ya está? ¿Sólo con ella? —insiste Vero.
—Sí.
Se hace un silencio extraño y algo incómodo, algo me dice que las
preguntas de Vero esconden algo más que curiosidad por saber con quién me
acuesto, pero soy incapaz de imaginarme en qué dirección va.
—Natalia... —arranca de nuevo.
Que use mi nombre completo me inquieta mucho, tan solo hace eso
cuando se enfada conmigo, pero ahora no lo está, ¿es qué van a romper lo que
tenemos? ¿Se han cansado ya de mí? Me planteo esa posibilidad con mucha
más frecuencia de la que quiero, sé que tarde o temprano acabará, pero solo
de pensar en que ese momento haya llegado ya se me pone la piel de gallina y
siento una presión muy incómoda en el pecho.
—¿Ya os habéis cansado? —susurro.
Las dos sonríen y se miran con esa complicidad que tanto adoro de ellas.
—No cariño —susurra Vero haciéndome sentir un alivio indescriptible—
pero hay una cosa de la que nunca hemos hablado y nos preocupa.
—¿Qué cosa? —quiero saber intrigada.
—Tu vida Lía, tu vida más allá de Inma y de mí, nos da miedo que te
conformes con lo poco que nosotras podemos ofrecerte y dejes pasar
oportunidades por eso.
—Nosotras ya tenemos nuestra vida hecha Natalia —continua Inma—
pero tú no, eres joven, preciosa, y tienes toda la vida por delante, mereces
vivirla al lado de alguien que te haga feliz igual que mi mujer me hace a mí y
yo a ella. No queremos que dejes pasar ningún tren solo porque te gusta lo que
tienes con nosotras.

No me lo había planteado de ese modo en ningún momento, no es que esté


dejando escapar oportunidades, pero sí que es cierto que me he acomodado,
con ellas me siento muy bien y tengo mucho sexo, muy buen sexo además, y
para momentos en los que ellas no están disponibles para mí llamo a Elia, es
ella la otra persona que ocupa esa parte de mi vida. Elia y yo nos parecemos
mucho en ese sentido, ambas llevamos una vida sin compromisos
sentimentales y no parece disgustarnos, pero en el fondo soy consciente de lo
vacía y sola que me siento, como Inma acaba de decirme, ellas ya tenían su
vida, y cuando yo me voy de su casa son una pareja más que comparte su vida
con sus cosas buenas y sus cosas malas, pueden hablar, discutir, planear cosas,
salir juntas, hacer el amor en la intimidad y un sin fin de cosas más, pero yo
me voy a casa y estoy completamente sola, no tengo a nadie a mi lado en quien
apoyarme o a quien apoyar, todo en mi mundo en este momento gira en torno a
ellas.
—Tenéis razón —admito—pero ahora mismo no me apetece salir por ahí
a cazar, cada vez creo con más firmeza que es algo que tiene que llegar solo
—digo encogiéndome de hombros.
—Claro que sí cariño —sigue Vero—lo único que te pedimos es que seas
más receptiva y no te escudes en nosotras.
—Pero si encuentro a alguien os perderé —digo sin ser dueña de mis
palabras.

En este momento me doy cuenta de lo mucho que me aterra la idea de que


ambas desaparezcan de mi vida, el vínculo que tengo con ellas va mucho más
allá de lo sexual, me han permitido traspasar su barrera y las dos se han
convertido en mis confidentes, es a ellas a quien suelo acudir cuando tengo un
problema, salvo que el problema sea con ellas, entonces acudo a mi amiga
Sandra, a quien finalmente le acabé contando porque mi vida era tan caótica en
ciertos momentos. Inma y Vero se han convertido en una pieza fundamental en
mi vida, y pensar en no volver a verlas hace que me falte el aire.
—Pero, ¿qué dices Lía...? —dice Vero pegando su silla a la mía y
cogiendo mi mano—nosotras siempre vamos a estar aquí para ti cariño, te
queremos demasiado y te perseguiré hasta la saciedad como intentes alejarte
de nosotras —me amenaza mientras Inma se ríe —creo que entre las tres hay
mucho más que sexo Lía, si tú encuentras una chica, que por supuesto tenga
nuestra aprobación—bromea—nuestra relación de amistad no tiene que acabar
por eso, ni siquiera el sexo si tú no quieres...
—¡Vero! —me quejo riendo.
—Hablo en serio Lía, nosotras ya ves que somos una pareja abierta, si tú
decides seguir con nosotras a pesar de tener a alguien no seremos mi mujer y
yo quienes se nieguen, aunque no creo que quieras hacer eso y además no te lo
recomiendo, mentir a tú pareja es lo peor que puedes hacer y a la larga se paga
caro.
—Yo no quiero mentir Vero, si algún día encuentro a alguien el sexo entre
nosotras tiene que acabar, y no me apetece —me quejo otra vez.
—Ni a nosotras jovencita—interviene Inma—pero has de pensar en ti
Natalia, si algún día encuentras a alguien, en lugar de venir aquí a follar,
puedes venir aquí con ella y pasar una tarde tan agradable como la de ahora.
A veces Inma consigue deshacerme con sus palabras, me hace mucha
gracia cuando me llama jovencita, todavía no me he vuelto a atrever a
preguntarles por su edad ni nada personal a lo que ellas no hayan dado pie
antes. En eso sigo siendo muy comedida, yo les cuento muchas cosas sobre mí,
pero jamás les pregunto nada sobre ellas, simplemente me limito a escuchar
complacida y atenta cuando alguna de las dos me cuenta algo.
—Solo prométenos que no descuidarás tu vida Lía —dice Vero
acercándose a mi oreja para susurrarme —ya sabes lo mucho que me gusta
follar contigo, pero aunque me parezca increíble lo que voy a decir me
importas más tú que el sexo, quiero que seas feliz Lía, tan feliz como los
somos Inma y yo...
—¿Qué cuchicheáis sí se puede saber? —se queja Inma con una mirada
tan incendiaria como divertida.
Pero Vero en lugar de contestarle planta sus labios sobre míos y me da un
beso tan sorprendente como dulce, largo, profundo y sensual. Mete su lengua
en mi boca y danza junto a la mía con un ritmo lento y sensible que me hace
temblar.
—Solo le explicaba a Lía lo que se perderá cuando encuentre a una mujer
que esté a la altura de merecerla, pero como parece que la niña no me entendía
se lo he tenido que demostrar —contesta divertida ante nuestra cara de
asombro—¿celosa cariño?
Yo conozco la expresión de Inma y sé que no está celosa, lo que está es
excitada y Vero se encarga de saciarla plantándole otro beso tan increíble
como el que me ha dado.
—¿Vosotras os habéis acostado con alguien más? —pregunto cuando Vero
volvió a sentarse.
Ellas han sacado el tema aunque haya sido para explicarme su
preocupación por mí, lo cual me permite preguntar sin miedo a que Inma pueda
soltarme alguna de sus frescas, y además, ahora que pienso en ello me intriga
mucho esa cuestión. ¿Me pondré celosa si me dicen que sí? Sí, creo que en el
fondo las quiero exclusivamente para mí.
—Hace tiempo que no —confiesa Vero sin más.
¿Hace tiempo? Eso me hace sentir una incómoda sensación de celos, pero
desaparece rápido cuando pienso en que al fin y al cabo yo hago lo mismo o
más con Elia, por no hablar de que yo no soy nadie para decirles con quien
abrir su matrimonio.
—Al principio sí que habíamos traído a alguna chica a casa, pero
sinceramente, y espero que no sé te suba mucho a la cabeza, nos divertimos
más contigo, así que mientras tú quieras y nosotras también, de momento te has
quedado con la exclusiva.
15. Incluso a distancia

Lía

La semana comienza muy caótica para Inma y Vero, no hago más que
verlas ir de un lado para otro por los pasillos colgadas al teléfono y haciendo
video conferencias cada pocas horas con la directora del nuevo centro de
Huesca. La apertura, que en principio estaba prevista para unos meses antes,
se ha demorado por culpa de las obras, y ahora que ya está todo listo se les
juntan los últimos detalles antes de la inauguración prevista para el lunes
siguiente con las negociaciones que están llevando a cabo con el departamento
de educación de Cataluña para convertirnos en un centro oficial en el que
impartir cursos subvencionados por la Generalitat para los trabajadores. Si lo
consiguen vamos a dar un salto muy importante y convertirnos en un referente,
y eso las tiene a las dos que se suben por las paredes. Yolanda y yo estamos
haciéndonos cargo de las clases de inglés de Vero y descargándola de todo el
papeleo que podemos, y aun así mi amante parece estresada como nunca.
—Natalia, ¿estás ocupada? —pregunta Inma desde la puerta de mi
despacho sorprendiéndome.
—No señora Farrell —susurro por si alguien nos oye—pase.
Entra, cierra la puerta y se sienta frente a mí con el gesto serio hasta que
de pronto dice:
—Me ha puesto mucho que me trataras de usted Natalia.
No le contesto pero se me escapa la risa, menuda mujer tengo ante mí.
—Bueno, centrémonos —dice acomodándose en la silla y cruzando las
piernas.
A mí me va a costar mucho centrarme, Inma lleva una falda de tubo hasta
las rodillas, y al estar cruzada de piernas me deja ver parte de su muslo, tengo
que contener las ganas de saltar sobre la mesa como una pantera y lanzarme a
por mi presa.
—Necesito un favor —dice sacándome de mis pensamientos
calenturientos.
—Claro, dime.
—Mañana tenemos una reunión con los proveedores del centro de
Huesca, íbamos a ir Vero y yo, pero ahora me han llamado del departamento
para adelantar la reunión del viernes a mañana, no puedo decirles que no
porque ya sabes lo importante que es ese posible cliente.
—Sí, claro, ¿qué necesitas que haga?
—Quiero que acompañes a Vero a Huesca mañana, y mientras ella se
reúne por la tarde con los proveedores me gustaría que tú te reunieras con la
directora y los tres profesores que de momento formarán esa plantilla y los
pongas al día sobre nuestra manera de proceder. Quiero que resuelvas sus
dudas y de paso observes como lo tienen organizado todo y le des el visto
bueno. Os quedaréis a dormir, lo hemos podido casar para que el viernes a
primera hora vayan los de la revista local para anunciarnos por la ciudad y
quiero que Vero sea quien decide lo que se pone en el anuncio y lo que no.
Volveréis por la tarde.
La miro con asombro. Yo encanta de ayudar, y si es en compañía de Vero
mejor que mejor, pero me inquieta el tema de pasar una noche fuera con ella,
¿dormiremos en habitaciones separadas? ¿Juntas? Ese tema nunca lo hemos
planteado, el hecho de que haya sexo entre una sola de ellas y yo. Me pongo
nerviosa al pensarlo porque soy consciente de que si me voy con Vero la
tentación de acostarme con ella va a ser enorme, tanto como si me fuese con
Inma.
—No te quedes en tu mundo Natalia, ¿te va bien ir o no? —pregunta
impaciente—no te lo pido para que le hagas compañía a mi mujer, realmente
necesito que hagas todo lo que te he dicho, si no vas tú tendré que enviar a otra
persona, y sinceramente, prefiero que seas tú, y Vero también.
—Sí Inma, me va bien, no hay problema. Pero en cuanto a lo de dormir...
—Por eso no te preocupes, Vero te explicará cómo funciona el tema en
estos casos, ahora tengo que irme. Si no nos vemos tened mucho cuidado
mañana con el coche.
Y sale de mi despacho sin más después de lo que me ha dicho. ¿El tema
en estos casos? ¿Qué tema? ¿Hablaba de sexo o la única mente sucia que hay
aquí soy yo?

***

Vero
He sentido un alivio enorme cuando mi mujer me ha dicho que será
Natalia la que vendrá conmigo a Huesca, en todos los años que llevo en la
empresa es la primera vez que hago un viaje sin Inma y prefiero que sea al
lado de alguien de confianza, y para mí Natalia es mucho más que eso. Al
final, entre una cosa y otra salimos de Barcelona a media mañana, Lía se ha
ofrecido a llevar el coche mientras yo veo pasar los minutos colgada del
maldito teléfono.
—Cada vez odio más este invento —me quejo cuando cuelgo la cuarta de
las llamadas.
Lía me mira con una sonrisa pero no dice nada, parece cómoda
conduciendo y está tremendamente sexy con esas gafas de sol y su melena
morena recogida en una cola alta.
—Vamos a llegar justitas —digo mirando la hora.
—¿Adónde vamos primero? ¿A la academia? ¿O tienes que pasar por
algún sitio antes? —pregunta.
—Vamos al hotel directas, Lía, a la hora que vamos a llegar tendremos el
tiempo justo de darnos una ducha rápida y comer algo antes de la reunión.
—De acuerdo.
—¿Tú tienes controlada tu parte?
—Sí —contesta sonriente— he traído un pen con copias de todos los
documentos que utilizamos nosotros para organizarnos, el plan de estudios y
unos cuantos truquillos que utilizamos Yoli y yo para chantajear a los más
perezosos y controlar a los más cabroncetes —sonríe mi dulce niña— en ese
pen hay de todo Vero, cualquier duda que tengan puedo resolvérsela no te
preocupes por eso.
—Mmm me muero de hambre, ¿qué te parece si lo hacemos del revés?
Primero comemos y luego vamos al hotel...
—Por mi perfecto, yo también estoy muerta de hambre.

Después de llamar a Inma para decirle que hemos llegado, pongo el móvil
en silencio durante la comida, me apetece pasar un rato tranquila y así poder
disfrutar de este ratito junto a Lía. Aunque yo no suelo contarle muchas cosas
sobre nosotras por respeto a la rarita de mi mujer, ella sí que suele contarnos a
nosotras, sobre todo a mí, creo que en el fondo, para Lía yo me he convertido
en mucho más que una amante, no tiene familia en Barcelona y su mejor amiga
siempre anda muy ocupada con sus hijos, así que todas las anécdotas suele
contármelas a mí, y eso me encanta.

Durante la comida y no sé muy bien como, vuelve a salir el tema de Inma


y su extraño comportamiento, para Lía cada vez es más difícil comprenderlo,
en cambio yo sí que tengo claro lo que pasa, pero no puedo decírselo. Lía se
queja de que Inma sea capaz de follársela cada vez con más frecuencia pero en
cambio no sea capaz de tener un gesto cariñoso hacía ella después, lo que le
pasa a mi mujercita es que se empeñó tanto en mantener ese tipo de distancia
con Natalia que cuando decidió que era absurdo porque la quería tanto como
yo, ya se había acostumbrado tanto a tratarla así que ahora le resulta muy
difícil cambiar, es una cuestión de orgullo. Inma es la mujer más cariñosa que
conozco, a veces incluso me la tengo que quitar de encima porque si por ella
fuera se pasaría el día entero besándome y dándome abrazos, yo sé que se
muere de ganas de estrechar a Lía entre sus brazos y demostrarle que para ella
no solo es una chica a la que se folla, pero su orgullo no se lo permite.
—Yo solo quiero que tengas claro que mi mujer te quiere Lía, solo que a
ella le cuesta más expresarse que a mí. Esto ya lo hemos hablado cariño, Inma
no participa nunca en los tríos salvo que la tercera persona la haga sentir algo
diferente, y que yo sepa, no le falta tiempo para meterse entre tus piernas cada
vez que vienes.
Lía sonríe sonrojada.
—Ya, si no me quejo, solo digo que es raro, además casi no me deja
tocarla.
—Inma es como es Lía, necesita su tiempo para todo, sobre todo después
de lo que pasó con Ainara, con ella se abrió desde el principio y ya sabes
cómo acabó todo, y ya sé que me vas a decir que tú no eres ella, pero Inma
necesita más tiempo que yo para entenderlo, nada más.
Aunque mis palabras no la convencen del todo se queda un poco más
tranquila, Natalia necesita que yo le confirme de vez en cuando lo que Inma
siente por ella porque el comportamiento despegado de mi mujer la hace dudar
en algunas ocasiones, le he pedido en mil ocasiones que se trague ese orgullo
y sea más cercana con Natalia, pero no hay manera, mi mujer tiene muchas
virtudes y un solo defecto que pueda decir que me molesta, su orgullo.
Cuando llegamos al hotel doy el nombre de la empresa y la chica en
seguida me entrega las llaves de dos habitaciones, una suite y una normal.
—¿Me das mi llave? —me pide Lía en el ascensor.
—¿Qué prisa tienes?
—Bueno, mi habitación está en la segunda planta y la tuya en la última...
Aprovechando que subimos solas en el ascensor la arrincono en un lado y
la beso, noto como se queda sin aire en mi boca ante la sorpresa inicial, pero
en seguida reacciona y sucumbe a mi beso dejando que sea yo quien decide la
intensidad.
—¿Qué te hace pensar que vas a una habitación que no sea la mía? —
susurro sin dejar de besar su cuello.
—Pero has reservado dos Vero, yo no...
Me aparto de ella y la observo un momento antes de que la puerta se abra,
está sofocada y le tiemblan las manos. Sé que se siente perdida ante el hecho
de que mi mujer no esté y eso la tiene inquieta, pero me gusta verla así de
vulnerable.
—Las reservas siempre las hace Ramona, le dije que cogiera dos
habitaciones para que no sospechara nada, así que, salvo que quieras irte a
aquella habitación tu solita sin nadie que te abrace esta noche, hoy dormirás
conmigo.
Se queda parada junto a la puerta de la habitación, primero pienso que
está asombrada por la inmensidad de la suite, pero no es eso.
—¿Y Inma? Ella no está Vero, no creo que le guste, ¿se lo has dicho?
—Me encanta que la respetes así Lía —digo mientras dejo la maleta y
saco la ropa para la ducha— entra y cierra anda.
—¿Lo sabe o no, Vero?
—Claro que lo sabe Lía, a ver si te piensas que es tonta. Si en lugar de
viajar conmigo hubieras viajado con ella yo hubiera tenido clarísimo desde el
principio lo que iba a pasar.
—Pero ella no es como tú, ¿está de acuerdo? —insiste dejando su maleta
en el suelo.
—Sí Natalia, te aseguro que todo lo que pase aquí esta noche será con el
consentimiento de mi mujer, ahora date prisa que vamos a llegar tarde.
—Bueno, dúchate tú primera y luego voy yo...
—Hay dos duchas Lía...
—¿Eh? —me corta como si le tomara el pelo.
—El baño tiene dos duchas, y por el precio de la habitación las baldosas
deberían ser de oro...
—¿Ya has estado aquí?
—Con Inma, todas las veces que hemos venido a supervisar las obras de
la academia nos hemos alojado aquí.
Nos damos una ducha rápida y pasamos el resto de la tarde trabajando en
el nuevo centro, desde la sala en la que yo me he reunido puedo ver a Lía
reunida en la otra, es la que lleva las riendas de la conversación en todo
momento y se desenvuelve con una soltura que no había apreciado en ella
hasta este momento. Aquí me doy cuenta de que ante todo Lía es una
profesional que tiene muy claro que el motivo principal de su visita aquí es
resolver problemas, lo demás es extra.
Ella termina antes que yo y se queda hablando con una de las profesoras,
una chica de su edad muy mona que no deja de sonreírle en todo momento.
¿Son celitos esta incomodidad que estoy sintiendo? Me parece que sí, Lía es
libre para irse con esa chica toda la noche si le apetece y de pronto me doy
cuenta de lo mucho que la deseo, no quiero ni imaginarme lo que pasará
cuando se enamore de alguna chica y nuestros encuentros sexuales acaben.
Siento mucho alivio cuando la reunión acaba, la otra profesora y Lía se
despiden con dos besos en la mejilla y finalmente se marcha.
—Parece mona la de inglés, ¿cómo se llamaba? —pregunto de camino al
hotel.
—Sonia, y sí, es muy mona.
—¿Cómo de mona? —pregunto divertida.
—No lo suficiente como para que quiera cambiarla por mi profesora de
inglés favorita —confiesa.
Tras subirme la moral con su comentario, cenamos en el restaurante del
propio hotel y nos damos otra ducha antes de meternos en la cama.
—Esta cama es enorme —dice Lía tirándose como si fuera una piscina.
—Y cómoda, ya verás lo bien que duermes.
Se coloca boca arriba y se me queda mirando con una sonrisa pícara que
me hace estremecerme, se ha dejado tan solo las braguitas y una camiseta de
tirantes que marca sus pezones bajo la tela, tiene el pelo húmedo y un brillo en
los ojos que me está desesperando. Acomodo un almohadón en la cabecera,
cojo el portátil y me siento a su lado.
—Ven aquí Lía, ponte a mi lado que vamos a llamar a Inma.
—¿Una video llamada? —pregunta socarrona.
—Así es...
Sonríe y se sienta a mi lado cuando de pronto mi mujer aparece en la
pantalla del portátil con otra sonrisa impresionante. También está en la cama.
—Hola cariño —saludo con nostalgia.
—Hola mi vida... Hola Natalia...
Mi acompañante se estremece a mi lado, noto lo incómoda que se siente
durante un instante, supongo que en el fondo estar presente mientras nosotras
nos decimos palabras de amor no debe ser muy agradable, así que me esfuerzo
porque ese momento pase rápido.
—Hola Inma —contesta nuestra amante.
—Espero que tu día haya sido menos estresante que el nuestro, estoy harta
de kilómetros, reuniones y prisas —me quejo.
—Si por menos estresante entiendes que me haya pasado casi cinco horas
encerrada en el despacho con dos hombres que todavía piensan que las
mujeres los necesitamos para dirigir un negocio, entonces sí —contesta con
ironía pero sin perder la sonrisa.
—Por Dios, al menos dime que ha ido bien...
—Nos darán una contestación la semana que viene, pero soy positiva, les
ha gustado todo lo que les he propuesto, así que... ¿Y vosotras qué? ¿Todo
resuelto?
—Sí, ya he pactado los precios con los proveedores, solo faltan los de la
revista y estará todo.
—Perfecto, ¿y tú Natalia? ¿Cómo has visto a tus compañeros? ¿Crees que
se apañarán bien?
—Sí, de hecho ya lo tenían todo bastante claro cuando he llegado, tan
solo he tenido que resolverles algunas dudas y poco más.
—¿Sabes que Natalia ha ligado con la profe de inglés? —me chivo.
—Yo no he ligado —se queja dándome un empujón.
—¿Tengo que ponerme celosa Natalia? —pregunta mi mujer mientras yo
disfruto viendo a Lía sonrojarse.
—No —contesta riendo.
—Demuéstralo, quítate la camiseta —ordena Inma.
Mis labios vaginales se cierran con insistencia una y otra vez ante lo que
se avecina, pero todavía me pongo mucho más cachonda cuando para mi
sorpresa, Lía reacciona completamente al contrario de lo que yo esperaba.
Estaba convencida de que cuando se diera cuenta de lo que iba a pasar sentiría
vergüenza y mi mujer y yo tendríamos que tener paciencia con ella hasta que
comenzara a relajarse, pero cuando ha abierto la boca y le ha contestado a
Inma, me han entrado ganas de quitarme toda la ropa y pedirle que me folle de
inmediato.
—No —contesta tajante.
Puedo ver la excitación crecer en mi mujer, no está acostumbrada a
recibir negativas, y que Lía le acabe de plantar cara la ha encendido tanto
como a mí.
—¿Disculpa? —insiste Inma con la mirada llena de deseo.
—¡Quítatela tú¡ —ordena la niña.
Tengo que morderme los labios para no reírme, la cara de asombro de mi
mujer no tiene precio.
—¿Vas a desobedecerme Natalia? —pregunta con la voz ronca.
—Sí —contesta ella con una seguridad aplastante.
De pronto Lía se levanta de un salto y corre a por el carrito que contiene
la cubitera con la botella de cava que nos han dejado en la habitación, saca la
botella y la cubitera y las deja en el suelo, acerca el carro a mi lado de la
cama y me quita el portátil de las manos y lo coloca encima.
—¿Así se ve bien? —pregunta mientras lo posiciona.
—Un poco más hacía la derecha, ahí, ahí está perfecto.
—¿Tú Inma ves bien? —le pregunta a mi mujer.
—Perfectamente —contesta mirándome con asombro.
Lo deja en una posición en la que Inma puede ver toda la cama y nosotras
la vemos a ella perfectamente. Se sienta de nuevo a mi lado, tan pegada a mí
que mis labios vaginales vuelven a resucitar por el contacto, tengo que
reconocer que el hecho de que Lía esté intentando tomar el control, me está
excitando de una manera alarmante.
—Bueno Inma, ¿por dónde íbamos? A sí, tienes que quitarte la camiseta.
—¿Y qué pasa si no lo hago? —vacila mi mujer.
—Que bajaré la pantalla del portátil, de forma que no puedas ver pero sí
que puedas oír, y entonces me follaré a tu mujer Inma.
¿Qué es ese calor húmedo que ha inundado mis braguitas? El semblante
de Inma cambia, pasa de serio a muy serio, pero un serio de estoy tan
cachonda que voy a hacer lo que esta niñata me pide. Natalia me tiene
alucinada, verla en esta posición dominante y tan segura de sí misma es
excitante y jodidamente divertido.
—Muy bien Natalia, tú ganas —dice agarrando el borde de la camiseta
para quitársela.
—No —ordena Lía de nuevo —así no, primero quítate las bragas.
Me va a dar algo, tanto del deseo que siento como por la intriga que me
provoca ver como acaba esto. Y lo mejor de todo es que mi mujer está
obedeciendo, ha levantado las caderas y bajo nuestra atenta mirada se ha
quitado las bragas.
—Dios... Estoy muy cachonda —susurro.
—Tú también Vero, quítate las bragas.
Llevo todo el día deseando que llegara la noche para que fuera ella quien
me las quitara, y ahora en cambio, la idea de hacerlo yo bajo una orden suya
me está matando de gusto. Me mira de soslayo para asegurarse de que estoy
obedeciendo y aprovecha y se quita las suyas.
—De rodillas Inma —ordena.
Inma obedece y yo creo que me deshago.
—Siéntate sobre tus pies Inma, separa las rodillas y quítate la camiseta, y
tú Vero, haz lo mismo aquí —dice señalando un lugar frente al portátil.
Inma deja sus preciosos pechos al aire y yo hago lo que me pide sin tener
muy claro cuánto tiempo voy a aguantar sin correrme, sobre todo cuando Lía
se coloca justo detrás de mí, dejando sus rodillas a cada uno de mis lados.
Inma no habla, mi mujer está tan extasiada por la situación que en su cara solo
puedo intuir lo ansiosa que está por recibir una nueva orden. Pero Lía no dice
nada, en lugar de eso coloca las manos en mi vientre provocándome un intenso
escalofrío y comienza a subir por mi abdomen dando pasitos con los dedos
hasta llegar a mis pechos.
—No te muevas —susurra cuando mis manos quieren acariciar sus
muslos.
Sigue masajeando mientras Inma nos mira atentamente y yo me dejo llevar
por el placer y el hormigueo que recorre mi cuerpo.
—¿Te gusta que se las toque Inma?
Mi mujer afirma complacida por lo que ve y Lía sigue con sus suaves
caricias en mis pechos, jugueteando con mis pezones mientras sigue su juego
con mi mujer.
—Enséñanos tú humedad Inma.
Y sin queja ni vacilación, mi mujer abre su sexo con los dedos de una
mano y se pasa los de la otra empapándolos con sus fluidos.
—Joder... —susurro presa del deseo.
Y para desesperación mía Lía baja su mano derecha y la mete entre mis
piernas para acariciarme y mostrarle mi humedad a mi mujer. Lía está pegada
a mi espalda, y es tal el grado de excitación que ella también siente que puedo
notar los latidos frenéticos de su corazón a través de mi cuerpo.
—Déjame tocarte Lía —le pido.
—No.
Cada vez que dice esa palabra siento una ola de placer romper contra mi
bajo vientre, detiene sus caricias un instante para quitarse también la camiseta
y jadeo al sentir sus pechos suaves y apetecibles contra mi piel.
—Ahora Inma te voy a explicar lo que va a pasar... ¿no me matará por
esto verdad? —me susurra a mí de pronto.
No puedo contener la sonrisa pero me da igual, Inma está tan metida en el
juego que sé que no va a preguntar por lo que me ha dicho.
—No —susurro yo también— la tienes tan cachonda como a mí, no te
preocupes.
—Bien Inma, quiero que dejes la mano donde la tienes, es decir, notando
tu propia humedad...
Inma asiente.
—Y mientras tú tienes la mano ahí quiero que mires como me follo a tu
mujer.
Inma y yo jadeamos a la vez, yo muerta de ganas de que me folle y ella
muerta de ganas de verlo.
—Pero hay una condición Inma, no puedes tocarte hasta que Vero no se
corra, si lo haces dejaré a tu mujer a medias, ¿y no quieres eso verdad?
—Cariño como te toques te juro que te corto la mano cuando llegue a
casa —digo poseída por la depredadora sexual que llevo dentro.
Tanto Inma como Lía sonríen ante mi ataque de desesperación, pero yo no
me quedo tranquila hasta que mi mujer me lo confirma.
—Solo espero que te corras rápido.
Eso no va a ser problema, estoy tan caliente que Lía no va a tener que
esforzarse mucho para conseguir su objetivo. Joder, ha empezado, los dedos
de Lía se mueven entre mis pliegues ardientes y jugosos, se desplazan
suavemente por todo mi sexo sin encontrar resistencia mientras recibo
auténticas descargas de placer con la mirada de mi mujer taladrándome de
arriba a abajo. Lía me besa el cuello, me toca los pechos y el vientre
alternativamente mientras sus dedos cada vez más hábiles y rápidos me
arrancan jadeos. Inma tiembla, su cuerpo se balancea de vez en cuando, busca
contacto contra su mano y Lía la detiene de inmediato en cuanto se da cuenta.
—No hagas trampas Inma, primer y último aviso —amenaza.
—¡Por Dios cariño! Estate quieta —suplico jadeante.
Inma se contiene y Lía quita su mano de mi sexo dejándome
completamente desconsolada cuando de pronto noto que acaricia mi culo y se
desliza por él hasta llegar a la entrada de mi vagina desde atrás. Me penetra, y
completamente poseída por el placer coloco mis manos sobre la suya para que
no salga de ahí. Comienzo un movimiento pélvico que no sé si Lía me
permitirá, pero lo hace, me deja cabalgar sobre su mano mientras utiliza la
otra para estimular mi clítoris, y ante la mirada de asombro y deseo de mi
mujer, soy consumida por un orgasmo que me hace gritar, no gimo, ni jadeo, ni
sollozo, grito muerta de placer y me dejo caer sobre Lía en un estado casi
comatoso cuando de pronto le da consentimiento a Inma y está comienza a
tocarse. Intenta que las caricias iniciales sean lentas, pero Inma está tan
excitada que rápido intensifica el ritmo y en cuestión de un par de minutos
como mucho se ha corrido ante nosotras. Ha sido extasiante verla así de
entregada y tan sumisa, estoy tan acostumbrada a que mi mujer siempre sea la
dominante en el sexo que me ha parecido irresistible en esta tesitura.
—Muy bien Natalia, te toca —dice Inma tras recuperarse —ya nos has
demostrado lo que sabes hacer, ahora quiero que te tumbes, abras las piernas y
te relajes para recibir tu recompensa.
Es tan jodidamente sexy mi esposa cuando se pone en plan malota...
Natalia no opone resistencia, la pobre tiene que estar tan excitada que la idea
de correrse por fin debe de parecerle un planazo. Se tumba atravesada en la
cama, de forma que mi mujer tenga una buena visión de ambas y pueda ver de
cerca lo que voy a hacerle, no espero a que me dé permiso o me diga que
quiere que le haga a Lía, esta noche las dos han alterado las reglas y yo no voy
a ser menos. En cuanto Lía se tumba tengo claro que lo que más deseo es
alimentarme de su orgasmo, quiero lamer y chupar entre sus pliegues suaves,
húmedos y cálidos... Quiero que se corra en mi boca y no he tardado mucho en
conseguirlo, cuando Lía está muy excitada no suele aguantar mucho y eso es
algo que me encanta de ella, su capacidad para correrse y estar lista para el
siguiente orgasmo en pocos minutos. Comienza a empujar su sexo contra mi
boca cada vez más fuerte, sobre todo cuando mi mujer le dice según qué cosas,
que no solo la ponen perra a ella, también me ponen a mí, Inma tiene una
capacidad asombrosa para excitarme a base de decir cochinadas y por lo visto
surgen el mismo efecto en Lía.
—No apartes la mirada Natalia —se queja— mírame a mí, quiero ver a
través de tu expresión lo mucho que te gusta que mi mujer te lo coma.
Penétrala cariño.
¿Es malota o no? Su orden me enciende más todavía, solemos hablar
mucho después de nuestras sesiones de sexo con Lía, y si una cosa tenemos
clara las dos es que cuando más placer parece sentir nuestra amante es cuando
la penetramos con un par de dedos y presionamos su interior con ligeros
movimientos mientras atrapamos su clítoris entre nuestros labios. Es hacer eso
y en menos de un minuto se corre con orgasmos largos y terriblemente
placenteros, está claro que mi mujer ha disfrutado mucho con todo lo que Lía
nos ha hecho y quiere recompensarla.
Después de despedirnos de mi mujer completamente satisfechas, nos
damos una ducha y caemos rendidas en la cama, me acerco a Lía y la atraigo
hacia mí para poder abrazarla.
—No hace falta que me abraces Vero —susurra.
—¿No quieres que te abrace? —pregunto sorprendida.
—Sí, solo digo que no hace falta que lo hagas —contesta soñolienta.
—¿Por qué?
—Porque yo no soy Inma, tu estarás acostumbrada a unas cosas con ella
y...
—¿Sabes lo peor que te puede pasar? —la interrumpo.
—Mmmm.
—Que me despierte en mitad de la noche y te meta mano, pero si no
quieres...
—Sí que quiero... —murmura con una tímida sonrisa sin abrir los ojos.
La abrazo, se acomoda contra mi cuerpo y se queda profundamente
dormida.
16. El ovario

Lía

Hace ya dos semanas que volvimos del viaje y con el estrés del trabajo y
sus continuas reuniones y compromisos no nos hemos visto para nada que no
sea trabajo. Llevo dos largas semanas sin sexo con ellas y eso me está
cabreando cada vez más, lo echo de menos, mis polvos con Elia son más que
aceptables, pero no es lo mismo, me he vuelto adicta al morbo y a la
incertidumbre de no saber lo que va a pasar, cada vez que voy a su casa me
sorprenden con un juguete nuevo o una nueva forma de hacer. Todo me gusta,
todo me mata de placer, todo son sensaciones intensas... Todo es poco, llevo
días con hambre de sexo con ellas.

Esta mañana tengo mucho sueño y estoy de mal humor, cada vez que
pienso en ellas me enciendo como una moto y estoy harta de tener que
masturbarme o recurrir a Elia, harta de ser el último mono y de no tener
opinión para nada. Siempre tiene que ser todo cuando ellas dicen o cuando les
va bien, incluso cuando fuimos de viaje a Huesca ya lo tenían todo pensado, ya
contaban con que yo dormiría con Vero y ya tenían planeado lo de la video
llamada con Inma. Yo siempre tengo que amoldarme a ellas y estoy harta, ¿qué
pasa con mis necesidades? ¿Por qué no puede ser también cuando yo quiero?
Me voy a la cafetería dispuesta a beberme el café de un trago y cuando echo la
moneda la máquina se la traga.
—Mierda —susurro para mí.
Solo me falta esto, aprieto el botón de retorno pero nada, la máquina se
ha quedado con mi euro y ni tengo más monedas sueltas ni me apetece ir a
recepción a pedirle cambio a la cotilla de Ramona, así que descargo mi
frustración contra la máquina y le suelto un guantazo con la mano abierta con
la esperanza de que escupa mi moneda, pero lo único que consigo es un dolor
de mano que me cabrea más todavía.
—¿Se puede saber qué haces? —escucho a mis espaldas.
Me giro y veo a Verónica mirándome con las cejas alzadas, mi cabreo
aumenta, la culpa de mi mala leche la tienen ella y su mujer y seguro que
encima ahora me va a echar la bronca por darle un golpecito a la máquina. Y
lo peor de todo es que encima me excitará que lo haga, a mí también me pone
mucho verla cabreada, y cuando me ha enfocado con sus ojazos verdes y su
maquillaje oscuro se me ha derretido la entrepierna.
—Se ha tragado mi moneda —contesto de mal humor.
—No te la va a devolver porque le des un guantazo Natalia —dice con
una sonrisa maliciosa.
Lo comprendo de inmediato, le gusta verme así, a Vero le encanta verme
cabreada y está disfrutando con la situación la muy zorrilla.
—¿La estoy divirtiendo señora Martínez?
—Pues un poquito sí la verdad —confiesa bajando la voz y mirando
alrededor para asegurarse de que nadie nos oye.
—Que le den —digo en su mismo tono mirándola fijamente.
—Dame tú —contesta con la mirada clavada en mi boca.
Ardo y mi chirri comienza a contraerse una y otra vez sin piedad. Vero me
pone muchísimo, cada vez más, y aunque sé que ella se siente como yo me da
mucha rabia que tenga esa capacidad de autocontrol y que no se le note como a
mí.
—¿Cuándo señora Martínez? ¿Cuándo les viene bien a usted y a su señora
esposa? Denme número, ¿o mejor hago una solicitud? —digo consumida por la
impotencia.
—¿Insinúas algo?
—¿Qué pasa cuando soy yo la que quiere jugar?
Me mira sorprendida. Mierda. Se me ha escapado, pero me acabo de
sentir tan bien al hacerlo que continuo sin pensar en las consecuencias.
—Estoy harta, estoy harta de estar esperando siempre a que a vosotras os
apetezca o a que simplemente me hagáis un hueco en vuestra apretada agenda.
¿Qué pasa conmigo Vero? ¿Qué pasa cuando quiero yo? ¿Por qué tiene que ser
siempre todo cuando vosotras lo decís?
Arquea las cejas y de inmediato me arrepiento de lo que he dicho. Se
pega a mí espalda, tanto que noto sus pechos rozarme y su calor corporal
envolverme, siento la corriente recorrer mi cuerpo y ahogo un gemido cuando
acerca su boca a mi oreja y deja que sus labios me rocen al susurrarme.
—¿Tienes ganas de follar ahora Natalia? ¿Estás caliente?
La humedad se apodera de mí y se me corta la respiración, tengo ganas de
gritarle que sí, quiero follar y quiero que sea ya, aquí mismo, me da igual
quién haya delante. Estoy ardiendo y muy receptiva para ellas, pero sé que ella
solo está jugando y eso me mosquea más de lo que ya estoy. Me giro hacia ella
de golpe, dejando mi boca casi rozando la suya y clavo mi mirada en sus
labios notando como los míos tiemblan, estoy a punto de besarla, si no me
detiene voy a besarla y ni siquiera sé si hay alguien más en la cafetería porque
soy incapaz de ver nada que no sea ella.
—Ven conmigo —ordena de pronto.
Se aparta de mí, me rodea y se encamina hacia la puerta. Me quedo
petrificada un momento intentando recuperar la respiración y aprovecho para
mirar a mí alrededor. No hay nadie, eso es un alivio, pero seguro que ahora me
espera una bronca con la jefa, porque si ella no se hubiese apartado la hubiera
besado, estoy tan cachonda que por primera vez he estado a punto de meter la
pata hasta el fondo con tal de saciar mis deseos. Y ella se ha dado cuenta.
—¿Adónde? —pregunto avergonzada.
—Sígueme Natalia —ordena con su particular gesto de arpía malvada.
Me callo y obedezco exasperada por la excitación que todavía siento,
sospecho que me llevará a mi despacho, me echará la bronca y después se
marchará, pero lo pasa de largo, así que deduzco que vamos al suyo. Me
quedo de piedra cuando también pasa de largo y me lleva al fondo del pasillo,
al despacho de Inma. Comienzo a temblar, Vero seguramente podría medio
aceptar lo que yo he hecho en la cafetería porque ella me ha provocado, en el
fondo es tan culpable como yo, pero Inma no, para Inma aquello es un error
imperdonable que podría costarme el despido. Abre la puerta sin llamar,
supongo que ser su esposa le permite esos privilegios con Inma, me hace pasar
mientras su mujer levanta la vista de la pantalla de su ordenador y nos observa
intrigada.
—Natalia quiere jugar —suelta sin más.
Me giro asustada por sus palabras y veo como cierra la puerta y echa el
pestillo. Un manantial entre mis piernas.
—Yo no he dicho eso —me defiendo.
—¿No quieres jugar? —pregunta sonriente pasando por mi lado para
acercarse a su mujer.
—Yo no he dicho eso—repito aturdida cuando Inma agarra la cara de
Vero y la besa profundamente mientras yo noto el chorreo en mis bragas.
Se separan, Vero se gira hacia mí mientras Inma la sujeta por la cintura y
la pega a su cuerpo y las dos sonríen.
—¿Tú quieres jugar cariño? —le pregunta Inma a su mujer después de
darle un mordisquito en el lóbulo de la oreja.
—Yo siempre —confiesa desnudándome con la mirada.
Si siguen con este jueguecito de provocación me corro fijo.
—Pues tú dirás Natalia, ¿quieres o no quieres jugar? —pregunta Inma.
—Quiero —contesto como un animal en celo.
Inma sonríe, coge a su mujer de la mano y caminan hasta pararse delante
del sofá, vuelven a besarse y mientras lo hacen yo aprieto las piernas
intentando aplacar mi deseo, Vero desabrocha el pantalón de Inma, deja de
besarla y se lo baja por completo junto con las bragas. Inma se sienta y abre
ligeramente las piernas taladrándome con la mirada.
—Tengo mucha sed—pienso en voz alta con la mirada clavada en su sexo
rasurado y expuesto ante nosotras.
Las dos sonríen y se miran.
—En la puerta de la derecha —señala Inma.
Vero va al otro lado del escritorio, abre la puerta del armario que ella le
ha indicado y saca una botella de agua que me hace sonreír. Me la da abierta
como ya es habitual en ella y cuando termino de beber atrapa mis labios
húmedos con los suyos y me hace temblar con el increíble beso que me da. Me
dejo atrapar por la suavidad de sus labios y los intensos movimientos de su
lengua mientras sus manos recorren mi espalda y las mías aprietan su culo
contra mi cuerpo.
—Súbesela —ordena Inma con mirada lobuna cuando nos separamos.
Me ha dejado tan atontada con ese beso que no he sabido a qué se refería
hasta que he notado las manos de Vero subirme la falda hasta la cintura. Me
empuja hacia Inma, me da la vuelta y me hace sentar sobre ella de forma que
sus pechos se pegan en mi espalda.
—Levanta un poquito —me susurra la mujer implacable dándome un
cachete en la pierna.
Levanto el culo ligeramente y Vero me baja las bragas hasta los tobillos, y
ahí estamos las dos, sentadas una sobre la otra, sin bragas, y muertas de
excitación. Me apoyo sobre Inma dejando mi cara al lado de la suya y ella me
coge ambas manos con las suyas y las coloca sobre mi vientre sin dejar de
acariciar mis dedos, eso me derrite, es la primera vez que esta mujer me
acaricia de esta manera, aunque sean solo los dedos.
—Te voy a aplastar —digo preocupada.
—Me encanta sentir el peso de tu cuerpo sobre el mío Natalia, relájate —
susurra en mi oído.
Pero yo estoy muy lejos de relajarme, noto la respiración agitada y
excitada de Inma bajo mi cuerpo y como la mía se acelera cada vez más. Notar
su sexo en mi trasero me está matando de gusto, no sé lo que va a pasar, no
entiendo muy bien esta posición, pero todo me queda claro cuando Vero se
arrodilla ante nosotras y su mujer me susurra:
—Vero nos va a follar a las dos a la vez Natalia, ¿te parece bien?
¿Bien? Me parece perfecto.
—Ahaa —digo notando como mi humedad inunda mi sexo otra vez.
—Recuerda donde estamos, vas a tener que contenerte cuando te corras,
¿de acuerdo?
Si Inma supiera lo cachonda que me pone cuando me habla de correrme
con tanta naturalidad se mordería la lengua.
—¿Y si no puedo? —pregunto alarmada.
—Podrás —sentencia provocándome un escalofrío.
Vero nos abre las piernas a las dos con la mirada hambrienta clavada en
nuestras hendiduras y siento que exploto, mi vagina no deja de contraerse y las
hormiguitas me devoran toda la zona haciéndome temblar y apretar las manos
de Inma con fuerza.
De pronto Vero penetra a Inma y esta gime en mi oído y se impulsa
ligeramente hacía la mano de su mujer.
—Joder —susurro muerta de deseo.
Vero sonríe, me guiña un ojo y se vuelve a concentrar en la vagina de
Inma.
—¿Otro más cariño?
Como le meta otro dedo la que se corre soy yo.
—Sí —confirma.
Jadea con fuerza ante la nueva invasión y mis piernas se cierran sin
permiso para aplacar todas las sensaciones jodidamente agradables que siento
entre ellas. Inma es rápida y suelta mis manos para coger mis piernas y
mantenerlas abiertas mientras Vero me mira sonriente y besa mis muslos.
Comienza a mover los dedos que tiene dentro de su mujer, entra y sale
despacio mientras yo la miro aturdida cuando de pronto siento la mano de
Inma bajar por mi vientre, atravesar mi pubis y meter sus dedos en mi
hendidura para separar mis labios, dejando mi clítoris hinchado y palpitante
completamente ofrecido para Vero.
Gimo y me retuerzo de gusto al notarla, que Inma tenga sus dedos en mi
vagina casi me vuelve loca de placer, pero cuando Vero añade su lengua y
comienza a devorarme con devoción mientras sigue entrando y saliendo de su
mujer cada vez más rápido me desplomo contra Inma, me entrego
completamente a su boca y tanto Inma como yo comenzamos a cabalgar a la
vez mientras una Verónica implacable que no pierde el ritmo con ninguna de
las dos nos folla sin descanso hasta que el orgasmo comienza a azotarnos
devastador.
Me muerdo los labios con fuerza para no hacer ruido mientras me
retuerzo de gusto, pero la situación, el placer y el morbo que siento me
pueden, Inma se está corriendo conmigo mientras ahoga sus gemidos contra mi
hombro, noto el calor de su aliento, su saliva y sus dientes marcándome y todo
eso mientras la lengua de Vero se mueve sobre mi clítoris con insistencia. Me
suelto de las manos de Inma para apoyarlas en el sofá y poder hacer fuerza
para mantenerme quieta, y esta, viendo que no soy capaz de controlarme me
tapa la boca con una mano y no puedo más, me tenso entre sus brazos y gimo
contra su mano hasta que mi orgasmo culmina y la vista se me nubla. Vero
aparta su boca de mí y sale del interior de su mujer para sentarse a nuestro
lado.
Acabo de tener un orgasmo tan intenso que cuando he intentado moverme
para no seguir aplastando a Inma no he podido, al impulsarme para levantarme
me han fallado las fuerzas y por un momento la visión se me ha vuelto borrosa
y me he desplomado de nuevo contra ella. No tengo fuerza en ningún músculo
y todo me tiembla tan fuerte que incluso la borde de Inma se asusta y me
abraza con fuerza para que no me mueva.
—Shhh, no seas bruta —susurra—recupérate conmigo.
Le hago caso y ladeo la cabeza hacía Vero mientras mi cuerpo entero
tiembla sin control por lo que me ha hecho. La encuentro recostada contra el
respaldo mirándome, parece agotada, y debe de estarlo desde luego. Me coge
una mano, la besa y después se la queda entre las suyas sin apartar sus
increíbles ojos de mí. Puedo decir que en este momento me siento en una nube,
la mirada tierna de Vero me tranquiliza y me hace sentir en todo momento que
esto es algo de tres y no solo de ellas dos, mientras que estar rodeada por los
brazos de Inma me da seguridad y comodidad. No encuentro nada malo en todo
esto, todo lo que hacemos me gusta y me siento muy bien mientras dura, aunque
luego ellas se vuelvan frías y distantes y me pongan de mal humor, se
compensa de sobra con todo lo bueno que me hacen sentir cuando estamos
juntas.
Poco a poco mi respiración se comienza a normalizar y los párpados me
pesan horrores, mataría porque en lugar de estar en su despacho hubiésemos
estado en una cama, me quedaría frita de lo increíblemente relajada que me
siento en este momento.
—Uy que se nos duerme la niña —susurra Vero sonriendo.
Yo también sonrío cuando me acaricia la mejilla y me besa mientras coge
la mano de su mujer. Además me gusta mucho que me llame niña, aunque no sé
qué edad tiene ninguna de las dos, está claro que yo soy más joven que ellas, y
que use ese término para referirse a mí denota algo cariñoso en ella.
—No me duermo —me defiendo suspirando profundamente —ahora te
toca a ti.
Vero sonríe otra vez y de pronto suena el teléfono del despacho, me da tal
susto ese sonido impertinente que me quiero levantar de un salto pero Inma no
me deja.
—Despacio Natalia, ya has visto lo que te ha pasado antes...
No le digo nada pero sonrío para mí, me gusta que se preocupe por mí.
Me recoloco la ropa mientras Vero contesta la llamaba diciendo que su mujer
no puede ponerse y cuando cuelga viene hacia nosotras.
—Me doy por satisfecha con lo que ha pasado, no estoy muy fina —
confiesa.
La verdad es que no tiene muy buena cara.
—¿Qué te pasa cariño? —pregunta Inma besándole la frente.
—No sé, me noto floja y tengo mal cuerpo, si no tienes ninguna reunión
esta mañana me tumbaré un rato en el sofá, a ver si se me pasa.
—¿Puedo hacer algo? —me ofrezco.
—No, yo me encargo —contesta Inma tajante.
Intento no ofenderme, este es el momento de irme, aunque me preocupe
Vero sé que ya no es cosa mía, esto es cosa de su mujer, de su vida conjunta,
Inma sabrá mejor que nadie como cuidarla y mi presencia sobra, así que le
deseo que se mejore y me marcho del despacho.
—Come algo Natalia —sugiere Inma antes de que cruce la puerta.
Sonrío otra vez para mí, en algún lugar muy escondido de su corazón, esta
mujer tiene un huequecito enano para mí.

No sé nada más de ellas en todo el día, no vuelvo a verlas. Me hubiera


gustado poder llamarlas para preguntar por Vero, pero intuyo que a Inma no le
hará gracia, así que me contengo y al día siguiente después de una reunión
entre profesores que solemos hacer cada quince días me paso por el despacho
de Vero con la única intención de preguntarle cómo está y marcharme. Cuando
llego la puerta está entornada, así que pico con los nudillos y como nadie
contesta me asomo para asegurarme de que no está y la veo al lado de su mesa,
tiene una mano apretándose el vientre y con la otra se apoya en la mesa con
gesto de dolor.
—Vero, ¿qué te pasa? —pregunto alarmada desde la puerta.
Alza la vista y me dedica una sonrisa forzada antes de volver a
doblegarse. Está pálida como un muerto. Sin permiso entro, cierro la puerta y
me acerco a ella, la agarro de un brazo y la ayudo a sentarse en su silla, se
recuesta, cierra los ojos un instante para coger aire y después clava su intensa
mirada en mí y las mariposas me recorren todo el cuerpo.
—¿Qué te pasa? —susurro.
—No te preocupes Natalia —dice con gesto de dolor—es la regla, me
acaba de venir y hay un ovario que me duele horrores.
Le cuesta hasta hablar del dolor que tiene, yo por norma no suelo tener
dolores menstruales fuertes, pero alguna vez me ha pasado y sé lo que es.
—¿Te has tomado algo?
—Sí, pero sé que no se me va a pasar hasta dentro de unas horas, ¿puedes
buscar a mi mujer Natalia? La estoy llamando al despacho y no me lo coge,
necesito que me lleve a casa.
—Claro.
—Gracias. Ve a la sala de reuniones, seguro que está preparando la video
conferencia de esta tarde.
Le hago caso y tenía razón, en cuanto me asomo, encuentro a Inma sentada
hablando con el profesor de chino. Joder que marrón, me pongo muy nerviosa
ante la idea de tener que interrumpirla, conociéndola podría lanzarme una
mirada asesina o simplemente ignorarme.
—Señora Farrell —susurro desde la puerta.
Los dos levantan la cabeza y me enfocan, que gracioso es el chinito.
—Siento molestarla, ¿puedo hablar con usted un segundo?
—Disculpa —le dice al chino.
Y contra todo pronóstico se levanta y se acerca a mí con un gesto digamos
que normal, no sonríe, pero al menos no tiene la mirada incendiaria que suele
tener.
—¿Qué pasa Natalia? —pregunta en voz baja.
—Es su mujer, no se encuentra bien. Me ha pedido que la busque para que
la lleve a casa.
—¿La regla? —adivina.
—Sí, está muy pálida.
—Sí, hay meses que se pone fatal la pobre. ¿Podrías terminar de revisar
estos documentos con Li? Es solo comparar que en sus informes pone lo
mismo que en los míos, lo modificamos todo ayer por la tarde con prisas y hay
que asegurarse de que todo está correcto, cuando acabéis los dejas sobre mi
mesa y ya está.
—Claro.
—Li —dice dirigiéndose a él.
El chino alza la vista y la enfoca, y yo tengo que contener la risa, tiene los
ojos tan achinados que parece que siempre está riendo.
—Tengo que salir un momento, Natalia se encargará de acabar la
revisión, ¿de acuerdo?
—Vale —contesta con su tono de pito mientras asiente.
—Bueno, voy a llevar a mi preciosa mujer a casa, gracias por todo
Natalia.
—De nada.
Se gira y comienza a caminar a paso rápido por el pasillo mientras yo
miro su escultural cuerpo alejarse de mí para ir a buscar a la mujer de su vida.
Esta tarde por primera vez me tomo la libertad de enviarle un mensaje a Vero
para saber cómo está. En lugar de contestarme, mi móvil comienza a sonar, es
Inma.
—Hola Inma...
—Hola Natalia, Vero ahora está dormida —me informa sin necesidad de
preguntarle—ha pasado un mal rato, pero con el analgésico seguro que cuando
se despierte se encuentra mejor.
—Me alegro mucho, gracias por llamarme Inma —agradezco sorprendida
porque lo haya hecho.
—De nada, a ti por preguntar.
17. Doble fila

Lía

Los días comienzan a pasar otra vez, y las horas sin ellas se me hacen
eternas, mis jefas se pasaron los tres siguientes fines de semana viajando para
hacer reuniones, y aunque en uno de ellos me invitaron a que las acompañara,
tuve que decir que no pese a que me hubiese encantado. Era el cumpleaños de
Sandra, y su marido le había preparado una fiesta sorpresa a la que yo no
podía faltar. Además iban a venir amigos a los que hacía mucho tiempo que no
veía y me apetecía mucho pasar un poco de tiempo con ellos.
Esjueves, y llevo más de una hora viendo a Vero caminar de un lado para
otro estresada perdida con el móvil pegado a la oreja, me recuerda el día que
nos fuimos a Huesca y al final decidió silenciarlo.
—¿Necesitas que te eche una mano, Vero? —digo asomándome a su
despacho cuando por fin entra.
—Uff, hola Lía, menuda mañana llevo —contesta agotada.
—Ya veo, me estás poniendo nerviosa con tanto taconeo por el pasillo,
como sigas así te convalidan primero de flamenco—bromeo arrancándole una
sonrisa.
—Hay días que parece que todos los centros se ponen de acuerdo para
tener problemas, el caso es que la mayoría de ellos son absurdos y los podrían
resolver ellos sin mi ayuda...
Su móvil vuelve a sonar y ella tuerce el gesto haciéndome reír a mí. En
cuanto descuelga, llaman a la puerta y aparece Ramona.
—Su mujer por la línea dos —dice en voz baja.
Vero se disculpa un momento con la persona del otro lado del teléfono,
tapa el auricular y descuelga el teléfono para atender a Inma.
—Vale, que sí Inma cariño, ¿es en el de siempre no? Vale, yo ahora no
puedo, pero mando a Lía a recogerte.
Dicho eso le cuelga a su mujer, y manteniendo silenciada todavía la otra
llamada apunta algo en un papel y me lo entrega.
—¿Puedes ir a recogerla aquí? Ha llevado el coche al taller porque esta
mañana nos ha costado ponerlo en marcha, parecía batería pero por lo visto es
otra cosa. En fin, ¿puedes ir tú cariño?
—Claro.
—Gracias Lía.
Salgo de allí contentísima, primero porque me siento muy bien por poder
echarles una mano, y segundo porque tenía la cabeza como un bombo y me
apetecía que me diera el aire un poco. Tardo menos de quince minutos en
llegar al taller en el que está Inma, pero no la veo en la calle, así que aparco el
coche en doble fila para poder utilizar el teléfono y la llamo. Comunica,
espero un par de minutos y vuelvo a probar suerte, sigue comunicando. ¿Qué
les pasaba a estas mujeres con el teléfono hoy? Pruebo una última vez, y como
no hay manera de hablar con ella y decirle que estoy fuera esperándola, decido
bajar e ir a avisarla. Justo cuando voy a entrar en el taller ella sale con el
teléfono pegado a la oreja y su particular cara de arpía malvada, por su
expresión ya me doy cuenta de que Inma está de mal humor, que novedad... Me
acerco para decirle que tengo el coche en doble fila y que la espero allí, pero
antes de que abra la boca alza una mano para indicarme que no la moleste.
Me ha mosqueado mucho su gesto, me ha señalado como a un bicho
molesto y eso me ha enfurecido, si no fuera por lo mucho que me gusta follar
con ella y con su mujer la mandaría a la mierda ahora mismo. Un momento,
¿eso que veo es un coche de la policía? No, si encima ahora me multarán por
culpa de la desagradable de Inma, encima que la vengo a buscar con toda mi
buena fe y ella me trata con desprecio, solo me falta que vengan estos y me
pongan una receta. Paso de Inma, no tengo tiempo para molestarme en avisarla,
tengo que llegar al coche antes de que lleguen ellos o me la como con patatas.
Mientras corro como una loca hacia el coche voy pensando en que como al
final me multen, esa receta me la paga la borde de mi jefa, como que me llamo
Natalia.
Ya estoy a la altura de mi coche, pero los dos que hay bien aparcados en
la zona delimitada para ello están demasiado juntos y no puedo pasar entre
ellos, así que alternando la mirada entre mi coche y la patrulla que ya se ha
detenido al otro lado de la calle, rodeó corriendo el segundo de los coches y
salgo a la carretera sin mirar para llegar al mío. De pronto alguien grita, creo
que es a mí pero no lo tengo muy claro, entonces oigo un frenazo que me hace
paralizarme, y sin tiempo para reaccionar noto como algo me embiste por
detrás, ¿estoy volando? Sí, pero mí vuelo dura muy poco y acabo rodando por
el suelo muerta de dolor.
18. Box 3

Inma

Otra vez lo he vuelto a hacer, Natalia se ha acercado para decirme algo y


como estoy de mal humor la he despachado con un gesto nada agradable que
sin duda le ha molestado. En cuanto le cuelgue a este imbécil pienso pedirle
perdón, no me gusta nada tratarla así, tengo que hacer un esfuerzo y tragarme
mi orgullo de una vez. De repente ha salido corriendo, no sé qué le pasa,
¿tanto se ha cabreado que me va a dejar aquí tirada? Sin duda me lo merezco.
La observó correr, es muy ágil, y todo lo que tiene de ágil nuestra amante lo
tiene de imprudente, porque acaba de meterse entre dos coches con la
intención clara de salir a la carretera y creo que no ha visto que viene un
coche. El corazón se me acelera, suelto el teléfono y un grito de desesperación
sale de mi garganta para intentar que se detenga, pero es tarde, y ante mi
cuerpo paralizado por el miedo veo como el coche se lleva a Natalia por
delante, el impacto la ha levantado por el aire y acaba de caer unos metros
más adelante. Hace un instante me ha paralizado el miedo, y ahora, ese miedo
ha dado paso a la adrenalina y estoy corriendo hacía Natalia. Me encanta
llevar tacones, pero en este momento juro que los odio, observo a Natalia
mientras corro lo más rápido que estos malditos zapatos me permiten y veo su
rostro ensangrentado y con gesto de aturdimiento, intenta levantarse y yo le
grito para que no lo haga, pero no cesa en su intento porque yo se lo esté
pidiendo, lo hace porque en cuanto ha intentado apoyar la pierna el dolor se lo
ha impedido y ha vuelto a caer.

Por fin he llegado. No deja de moverse inquieta y sobresaltada, creo que


no es consciente de lo que le ha pasado, solo siente dolor y no sabe por qué.
Me arrodillo detrás de ella, y aprovechando que no deja de intentar levantarse,
la cojo por debajo de los brazos y la acuno sobre mis rodillas.
—No te muevas Natalia —le suplico—intenta calmarte, estoy contigo
cariño.
Un sentimiento de impotencia y rabia se apodera de mí en este momento,
no puedo dejar de maldecirme a mí misma por todas las veces que la he
tratado mal y de arrepentirme de las infinitas veces que me moría de ganas de
abrazarla y darle el cariño que merecía y no lo hice.
Los curiosos se amontonan a nuestro alrededor, suerte que estaba la
policía y además de avisar a la ambulancia están echando a toda esta gente de
aquí. Natalia se retuerce y grita de dolor ante cada movimiento, respira con
dificultad, está demasiado nerviosa, y cuanto más nerviosa está, más se mueve
y más miedo me da que ella misma se provoqué alguna lesión más. Intento
centrarme, a mí también me tiembla todo, pero el objetivo en este momento es
tranquilizar a Natalia.
—Natalia cariño —digo mientras las lágrimas salen de mis ojos, no
soporto verla sufrir así—tienes que relajarte, intenta no moverte.
La sujeto con fuerza, intento que se quede recostada sobre mí y deje de
insistir en levantarse.
—Me duele mucho Inma —se queja de pronto con la voz rota.
Se me parte el alma al oírla decir eso, pero me ha reconocido, sabe que
estoy con ella y yo sé que eso es bueno.
—Ya lo sé —le susurro acunándola—te ha atropellado un coche Natalia,
tienes que dejar de moverte o será peor —digo mientras la observo.

Hasta ahora no me había fijado, pero dedico unos segundos a observar su


cuerpo y veo que además de los múltiples golpes, rasguños y zonas
ensangrentadas, a una de sus piernas le pasa algo, su pierna derecha está
torcida por debajo de la rodilla de una forma antinatural, creo que está rota.
—Intente calmarla señora, tiene que dejar de moverse... —me dice uno de
los agentes.
Pero Natalia llora de dolor y se retuerce temblando entre mis brazos.
—Tranquilízate por favor, en seguida llegará la ambulancia.
No dejo de susurrarle palabras cariñosas, pero nada funciona, sigue
sumida en su mundo de dolor, por lo que decido cambiar de táctica.
—Treinta y siete —digo de pronto.
Tarda en reaccionar, pero al oírme decir algo diferente ha dejado de
moverse para prestarme atención.
—¿Qué?—pregunta en un suspiro ahogado.
—Treinta y siete—repito bajando el tono de mi voz para ver si consigo
transmitirle una calma que desde luego no tengo.
—¿Treinta y siete?—repite en un susurro.
—Treinta y siete años cariño, yo tengo treinta y siete y Vero tiene treinta y
cinco.
El efecto de mis palabras ha sido devastador, ha dejado de moverse y me
escucha con atención mientras su cabeza reposa entre mis manos, parece algo
más tranquila, y como quiero que siga así hasta que llegue la ambulancia sigo
hablando.
—Llevamos casadas casi seis años, y un total de nueve como pareja...
—¿Tiene que atropellarme un coche para que me digas todo eso? —dice
con una sonrisa débil pero preciosa.
Cada vez me siento peor, he sido una auténtica gilipollas con ella y no
puedo dejar de pensar en que si no la hubiera ignorado cuando ha venido a
buscarme, tal vez ella no hubiese salido corriendo despavorida y esto no
hubiera pasado. Ha llegado la ambulancia, y todo se descontrola de nuevo, los
sanitarios hacen lo que deben, pero le hacen daño y eso me enfada, me siento
protectora con ella y me entran ganas de coger el maletín de uno de ellos y
estampárselo en la cabeza cuando le tocan la pierna.
—¿A qué hospital la llevan? —le pregunto al conductor.
—Al Broggi.
Su respuesta me enfada más, sé que hay otro más cerca.
—Está más lejos...—protesto.
—Pero no están tan saturados —argumenta.
—Ese nombre es muy raro, yo no quiero ir Inma—llora Natalia.
—No te preocupes cariño, es un buen hospital, además, yo iré contigo.
Siento un tremendo alivio al notar que mi cercanía la consuela, finalmente
subimos a la ambulancia para que por fin pongan remedio a todo su dolor.

***

Raquel

Como siempre, he llegado con el tiempo pegado en el culo, mi turno


comienza en apenas diez minutos y todavía no me he cambiado de ropa. Me
paso por la cafetería y me pido un café que me acabo bebiendo en el vestuario
mientras me cambio, la verdad es que últimamente me he convertido en una
experta apurando los minutos. Todavía estoy entrando por la puerta de
urgencias y ya veo a la doctora Calvo haciéndome señales desde el fondo lado
del pasillo. Con diferencia es una de las mejores doctoras de este hospital,
pero todo lo que tiene de buena médica lo tiene de gilipollas e impaciente, aun
así, me gusta trabajar con ella.
—Buenos días Raquel —me saluda con gesto irritado.
Le enfada mucho que siempre llegue tan justa, parece que esta mujer no
entiende que me gusta tener una vida más allá del trabajo.
—Box tres —dice sin esperar una respuesta a su saludo—un atropello, ya
la he examinado, y a falta de que me envíen los resultados del escáner lo más
grave que tiene es una pierna rota. Lo demás son golpes y rasguños, bueno, que
te voy a decir, ya sabes cómo son los atropellos, inmovilízale la pierna y haz
las curas, si los resultados del escáner están bien la dejaremos unas horas en
observación y después le daré el alta.

Me entrega el informe y entra en otro box. Puede parecer despreocupada


pero no lo es, yo ya sé lo que tengo que hacer con esta chica que por lo que leo
se llama Natalia, debo hacer lo que me ha pedido y además vigilarla hasta que
el escáner confirme que no tiene ninguna otra lesión. Llevo cuatro años
trabajando con la doctora Calvo y conozco a la perfección su forma de
proceder, ella conoce la mía y le gusta, así que siempre que puede intenta que
yo sea su enfermera.
Cuando entro en el box hay una mujer con mi paciente, me parece guapa
así de perfil, pero lo confirmo cuando me mira, es muy atractiva, pero quien
realmente llama mi atención es la tal Natalia, tiene una melena morena un poco
alborotada, y pese a que todavía tiene la cara manchada de sangre seca he
sentido una extraña, desconocida y agradable sensación cuando me ha mirado.
Parece cansada, y por supuesto dolorida, pero aun así he sentido como su
dulce mirada me ha traspasado hasta dejarme sin aliento.
—Buenos días —digo para ambas—¿qué tal Natalia? Vaya manera de
comenzar el día ¿eh?
Me mira otra vez y esboza una ligera sonrisa que me parece preciosa.
—Tengo que pedirle que salga, voy a hacerle las curas, en cuanto acabe
podrá volver a entrar —le digo a la mujer.
—¿Tardará mucho? —me pregunta.
—Estaré un buen ratito, puede ir a la cafetería a tomar algo si le apetece,
le da tiempo.
No protesta, se pone en pie, y tras hacerle una caricia en la mejilla a mi
paciente le dice que enseguida volverá. Me pregunto quién será, está claro que
no es su madre, tal vez una hermana o una amiga, quiero pensar en eso porque
por algún motivo que no entiendo, pensar en que pueda ser su pareja me
molesta.
—Muy bien Natalia, ahora voy a inmovilizarte esa pierna y a curarte las
heridas.
Su gesto cambia, y además de dolorida parece asustada, así que decido
dedicar unos segundos a tranquilizarla.
—¿Sabes que mi hermana pequeña se llama como tú? —digo mientras
pongo todo lo que necesito sobre la bandeja—en realidad era yo quien debería
haberse llamado así, a mi padre le gusta mucho ese nombre y quería ponérselo
a su primera hija... —me observa atentamente, y como parece algo más
tranquila decido informarla sobre lo que va a pasar —oye Natalia, te voy a
hacer daño, limpiar esas heridas es doloroso porque tengo que asegurarme de
que no queda ninguna impureza dentro, pero quiero que sepas que intentaré que
sea el mínimo posible, ¿vale?
—Vale —dice asintiendo.
Tiene la voz débil y puedo ver como tiembla cuando respira porque está
aguantándose el dolor. Miro en el informe que calmantes le han puesto y
después el gotero, todavía no pueden haberle hecho mucho efecto.
—No tienes que aguantar el dolor Natalia, sé lo que tienes y sé lo que
duele, si tienes que llorar, llora, y si tienes que gritar, grita, a mí no vas a
asustarme, es más, si quieres coger mi pijama y retorcerlo hazlo —digo
guiñándole un ojo.
Me mira y me escanea, tengo la sensación de que me está dando un repaso
y me gusta que lo haga, pero lo que más me pone es que lo haga de forma tan
descarada, seguro que son los calmantes que comienzan a atontarla, pero aun
así me divierte que lo haga.
—¿Puedes curarme primero la pierna? Me duele mucho.
—Déjame ver qué es lo que tienes exactamente para asegurar que no hay
otra prioridad y me ocupo de esa pierna.
¿Qué es ese tono que me ha salido? ¿Estoy siendo cariñosa con ella? Lo
soy con todos mis pacientes, bastante tienen con estar en una cama por el
motivo que sea como para que encima les toque una enfermera borde, que las
hay. Pero con ella parece que muestro más interés de la cuenta en hacer que se
sienta bien, y lo peor es que me doy cuenta y no puedo hacer nada para
evitarlo.
Cuando comienzo a retirar la sábana veo que se inquieta y se ruboriza,
está desnuda, es el procedimiento habitual, pero a la mayoría de los pacientes
les hace sentir incomodidad.
—Solo voy a echar un vistazo rápido Natalia, tengo que hacerlo, después
te tapo y te curaré por zonas, no te preocupes.
Asiente y procedo, le voy hablando mientras observo todas las heridas
que veo, encuentro lo que espero, golpes y quemaduras por culpa del asfalto,
pero de pronto la que se ruboriza soy yo, Natalia tiene un cuerpo que me gusta,
pechos redondos y firmes, cuerpo atlético, caderas poco pronunciadas y lo que
más me desquicia, su sexo, lo lleva completamente rasurado, y aunque tiene un
moratón enorme en la cadera me parece exquisito y deseable. Tengo un
problema, esta chica me atrae, me atrae mucho y tan solo he cruzado cuatro
palabras con ella. Ahora tengo una nueva misión además de curarla, descubrir
quién es la mujer que había con ella cuando he entrado, y como suelo hablar
con mis pacientes mientras los curo para distraerlos del dolor, ese puede ser
un buen tema de conversación.
La cubro de nuevo completamente impasible, como si mi cuerpo no
hubiera reaccionado al ver el suyo desnudo, la verdad es que es la primera vez
que me pasa, nunca antes me había sentido atraída por ninguna paciente, pero
ante todo soy profesional y tengo que evitar mostrarle lo nerviosa que me
pone. Me dedico a su pierna y veo las muecas de dolor en su cara, no se queja,
solo se encoge y retuerce las sábanas entre las manos, tengo que hablar, he de
distraerla, y como no se me ocurre una forma sutil de preguntarle por la
morenaza del pasillo decido ir directa al grano.
—¿La mujer del pasillo es amiga tuya?
Se queda un instante pensativa, ¿habré sido demasiado indiscreta? Tal vez
deba cambiar de tema antes de que la situación se vuelva incómoda y decida
que no quiere hablarme de nada, pero justo cuando voy a preguntarle por el
atropello me responde.
—Es mi jefa, aunque también podría decirse que tenemos cierta amistad
—me confiesa.
—Eso es bonito, no todas las jefas tratan directamente con sus empleadas,
y parecía preocupada por ti.
—Sí, la verdad es que no puedo quejarme —susurra mientras lágrimas
silenciosas resbalan por sus mejillas—ella y su mujer me tratan como si fuera
de la familia.
¿Su mujer? De pronto siento un alivio tremendo, vale que el hecho de que
a esa pedazo de mujer le gusten las mujeres me alerta, pero está casada, ya
tiene una mujer que la espera en casa, y salvo que su matrimonio sea una
mierda no hay motivo para que busque nada fuera.
—Esto ya está —digo colocando su pierna en alto —ahora que está
inmovilizada sentirás alivio.
Me vuelve a dedicar una sonrisa con el gesto más relajado y yo se la
devuelvo. Cojo el informe como si quisiera apuntar algo, pero en realidad lo
que hago es leer sus datos personales, me mata la curiosidad por saber la edad
que tiene, tengo clarísimo que es más joven que yo, y aunque la diferencia de
edad no es algo que me importe demasiado tampoco quiero sentirme una asalta
cunas.
—Veintiocho—leo con satisfacción sin darme cuenta de que lo he dicho
en voz alta.
—¿Qué?
El corazón se me dispara como si me acabaran de pillar robando algo,
está claro que me ha oído, así que hago lo que suelo hacer en estos casos,
decir la verdad.
—Nada, es que he leído en el informe que tienes veintiocho y me ha
sorprendido, no te echaba más de veinticinco.
—¿Tú cuántos tienes?—pregunta sonriente por mi cumplido.
—¿Cuántos dirías? —digo bajándole la sábana hasta la cintura para curar
las heridas de su costado y el brazo derecho.
—Ummm, te lo digo cuando acabes de curarme...
—¿Y eso?
—Porque en mi opinión hay dos tipos de personas a los que no se debe
enfadar nunca —dice con otra sonrisa que me derrite.
—¿A qué personas?—pregunto sumamente intrigada.
—A un cocinero y a una enfermera.
Me da la risa, había escuchado lo del cocinero pero no lo de la
enfermera, y pensando fríamente mi paciente tiene razón.
—Así que piensas que si me echas más edad de la que tengo te voy a
hacer más daño, ¿no?
—Creo que no, no tienes cara de bruja, pero por si acaso...
Le acabo de hacer daño, mucho daño, he aprovechado que estaba
distraída con la conversación para limpiar la herida de su antebrazo, tiene una
rozadura profunda y después de echar suero he tenido que pasar una gasa para
limpiarla bien. Su respiración se ha acelerado y las lágrimas vuelven a salir.
—Lo siento mucho Natalia —digo mientras doy aire con la mano sobre la
herida para aliviarla.
—¿Todas son así?—pregunta con la voz entrecortada.
—Así de grandes hay tres más, ¿qué te parece si las hacemos de golpe?
Asiente otra vez, hay quien no comparte mi opinión, pero creo que el
dolor fuerte es mejor eliminarlo de golpe para evitar la agonía de saber que
tiene que volver a pasar.
Lo hago, limpio las heridas más profundas y después le doy un respiro
para que se relaje. Acaricio su frente y le pido que respire despacio, le seco
las lágrimas con cuidado y aprovecho para limpiar toda la sangre seca de su
cara. Paso una gasa húmeda por debajo de su ojo, por el pómulo, por la nariz y
finalmente por los labios. Natalia no deja de mirarme mientras lo hago y yo me
pierdo en un mundo de sensaciones que no reconozco, me gusta recorrer su
cara y a la vez me siento inquieta porque noto que mi mano tiembla, así que
trago saliva, examino bien su cara una vez limpia y me doy cuenta de que
salvo un golpe fuerte en el pómulo no tiene heridas, la sangre probablemente
era de haberse tocado ella con las manos. Está más calmada, por lo que dejo
su cara y destapo su otra pierna para limpiar los rasguños. Cuando acabo me
ocupo de su cadera, tiene una rascada importante justo por encima del hueso
que cubro con un apósito especial cuando termino.
—Vale Natalia, ahora te voy a ayudar a incorporarte despacio y te
termino de limpiar el costado. Tú cógete a mí y yo levantaré tu peso, no quiero
que hagas fuerza, ¿vale?
—Vale.
Me agacho frente a ella y al hacerlo mi flequillo le roza la cara y hace una
mueca con un ojo por las cosquillas. Me detengo en mi avance para colocarme
el mechón detrás de la oreja y siento un escalofrío recorrerme la espalda
cuando me doy cuenta de lo cerca que tengo sus labios. Respiro hondo y ella
coloca su brazo izquierdo por detrás de mi cuello.
—El otro me duele —se disculpa.
—No te preocupes.
Coloco mis brazos por su espalda, joder que suave, tiro de ella poco a
poco hasta que queda sentada. En esa posición sus pechos se muestran en su
estado natural, tiene los pezones endurecidos y tengo que apartar la vista para
evitar la tentación que siento de acariciarlos. Me siento a su lado y enfoco su
herida del costado, tengo que centrarme.
—¿Por qué no te puso Natalia?
—¿Cómo?
—Dices que tu padre quería que te llamaras Natalia, pero se lo pusieron
a tu hermana pequeña.
Me gustan dos cosas en esa pregunta, la primera es que me estuviera
escuchando, y la segunda que sienta curiosidad.
—Por lo visto mi madre estaba muy enfadada con mi padre cuando yo
nací, así que como castigo decidió que en lugar de ponerme el nombre que más
le gustaba a él, me pondría el que más le gustaba a ella.
—¿Y puedo saber cuál es?—pregunta con un suspiro de alivio al ver que
ya he terminado.
—Raquel, a mi madre le gustaba Raquel.
—Tú madre tiene buen gusto.
—Muchas gracias.
¿Por qué me pone tan contenta algo tan tonto como que le guste mi
nombre?
—Natalia también es muy bonito.
—Lía.
—Mmmm, ¿te gusta que te llamen así?
—Sí. ¿Has acabado de curarme?
—Sí, Lía, mi tortura ha acabado, no ha sido para tanto, ¿verdad?
Me sonríe otra vez, como siga haciéndolo acabaré babeando sobre la
cama.
—Bueno, he flipado un poco con la herida del brazo, pero creo que eso
ya hace efecto, porque ahora no me duele tanto —dice señalando el gotero.
—Me alegro.
En este momento entra la doctora Calvo, ya tiene los resultados y todo
está correcto, Natalia no tiene nada grave y le dice que la tendrá unas horas en
observación y que después podrá irse a casa.
—Ya he hablado con tu familiar, la mujer del pasillo —dice sin saber que
no es familia —y hemos quedado en que pediremos una ambulancia para que
te lleve a casa, así irás más cómoda. Ahora descansa.
Tras eso se marcha, y al pensar en que en pocas horas Natalia también lo
hará, me pongo muy nerviosa, no quiero perder el contacto con ella, pero
entonces me doy cuenta de que me ha vuelto a pasar, me estoy creando unas
expectativas con una chica que ni siquiera sé si es lesbiana y lo peor, no sé si
tiene pareja. Tengo que descubrirlo antes de salir de esta habitación, porque sí
la tiene, me volveré a llevar un chasco como suele pasarme siempre, pero al
menos ya sabré que no tengo nada que hacer. Y si no la tiene ya veremos lo
que hago.
—Treinta —susurra Natalia devolviéndome a la realidad.
—¿Treinta?—repito como una boba.
Sé desde el principio a qué se refiere, pero necesito oírlo otra vez, quiero
seguir escuchando su voz.
—Creo que tienes treinta —afirma con cara de niña buena.
—Mmmm, te has ganado la atención exclusiva de la mejor enfermera de
este hospital —digo sonriente.
Aprovecho la conversación para ponerle sus braguitas de la forma más
natural posible.
—¿He acertado?
—Algo mejor, me has quitado un par de años, y eso cuando has pasado la
barrera de los treinta se agradece mucho, ya me lo dirás cuando llegues.
Me vuelve a sonreír, y esta vez en lugar de escalofríos siento mariposas
en el estómago, ¿Realmente me está pasando esto a mí?
—Bueno, yo ya he terminado Lía —digo orgullosa de que me permita
llamarla así—¿Necesitas que llame a algún familiar?
—No, toda mi familia vive en Granada, no quiero asustarlos.
Ahí está mi oportunidad.
—¿Y pareja?
—No tengo.
Es indescriptible la alegría que siento al oír eso, me da igual que sea
lesbiana o no, pienso conquistarla, pero no solo pienso en mí, de pronto me
doy cuenta de que está herida y con una pierna rota, no tiene ayuda y está claro
que la necesita.
—Vas a estar varios días muy dolorida Lía, ahora porque estás bajo el
efecto de un calmante para caballos, pero cuando te vayas vas a sentir mucho
dolor, sobre todo dentro de unas horas cuando tu cuerpo se enfríe del todo.
¿No tienes ninguna amiga con la que irte unos días? Vas a necesitar ayuda.
—No te preocupes, con unas muletas me apañaré.
Quiero insistirle en que eso no es así, no está en condiciones de estar
sola, y con las heridas que tiene en el resto del cuerpo le va a costar sudor y
lágrimas caminar con las muletas, pero decido no agobiarla y me voy a hablar
con su jefa, quizá ella pueda convencerla de que si no tiene a nadie tal vez lo
mejor sea que una ambulancia la traslade a Granada con su familia.
—Bueno Lía, te dejo que descanses. Me iré pasando a verte, pero si
necesitas algo pulsa el botón o dile a tu jefa que me avise, ¿de acuerdo?
—Gracias.
Cuando salgo de la habitación su jefa se acerca a mí con rapidez.
—¿Ya está? ¿Le ha dolido mucho? ¿Cómo se encuentra?—pregunta
preocupada.
—Ha pasado un mal rato pero ahora está mejor, los calmantes ya le están
haciendo efecto y está más relajada. Quería comentarle un tema si no le
importa...
—Dígame—responde seria.
—Le he preguntado por su familia y parece que no tiene a nadie aquí, no
quiero entrometerme pero va a necesitar ayuda durante al menos unos días...
—No se preocupe por eso —me corta más seria que antes —mi mujer y
yo nos ocuparemos de ella. De todos modos gracias por el interés.
—De nada.
En cierto modo me recuerda a la doctora Calvo, solo que esta mujer todo
lo que tiene de guapa lo tiene de borde.

***

Inma

El tiempo que he pasado fuera esperando me ha cundido más que nunca.


En cuanto he salido de la habitación he llamado a mi mujer para contarle lo
que había pasado, he suavizado mucho la situación porque Vero se alarma
mucho con estas cosas, y más tratándose de Natalia. He tenido que
convencerla para que no venga, cuando la doctora estaba atendiéndola me ha
dicho que era muy probable que hoy le dieran el alta, así que con ese
argumento le he pedido a Vero que se fuera a casa y preparara la habitación de
invitados para que Natalia se quede con nosotras hasta que se recupere.
—¿Y si no quiere? —me pregunta preocupada.
—Tiene que querer cariño, tiene una pierna rota, si dice que no yo me
ocuparé de convencerla, tú tranquila.
Mientras hablo con ella aprovecho para ir a la cafetería y comprar un par
de bocadillos de jamón, no se parecen en nada a los que yo le hago pero por lo
menos podrá comer algo que le gusta si le entra hambre. Cuando he vuelto he
coincidido con su doctora y me ha confirmado que todo estaba bien, de
inmediato he vuelto a llamar a mi mujer para informarla y justo cuando he
colgado ha salido la enfermera. Me ha sorprendido el interés que ha mostrado
porque alguien se ocupara de Natalia, no sé de qué han estado hablando pero
de nuestra pequeña nos ocupamos nosotras. Cuando he entrado Natalia está
despierta pero algo atontada por los calmantes.
—¿Cómo te encuentras? —digo en voz baja acariciando su frente.
—Creo que no hay nada que no me duela —dice intentando sonreír.
—Lo siento mucho Natalia, si yo no hubiera sido tan gilipollas esto no
hubiera pasado.
—No es culpa tuya, yo no miré.
—Aun así lo siento cariño —digo besando su frente.
—La doctora dice que me puedo ir, ¿puedes comprarme unas muletas? En
mi bolso...
—Yo tengo unas muletas en casa —digo interrumpiéndola—Vero está
preparando la habitación para que te quedes con nosotras cuando salgas.
—No Inma...
La silencio poniendo un dedo sobre sus labios cálidos y carnosos.
—Con esto no vamos a negociar Natalia, sabes de sobra que no puedes
estar sola, necesitas ayuda, tú familia no está pero Vero y yo sí. Cuando la
ambulancia te lleve a casa nos haces una lista con lo que necesitas y yo iré a tu
casa a recogerlo.
—Pero Inma...
La niña es cabezona, toca recurrir al chantaje emocional.
—¿Quieres disgustar a Vero? Creo que a ella la conoces mejor que a mí,
sabes de sobra lo preocupada que estará todo el día sabiendo que estás sola en
casa. Venga cariño, ya has estado y creo que hay bastante confianza entre las
tres aunque yo haya sido una borde de mierda.
Se ríe, creo que lo he conseguido.
—¿Me harás un bocadillo de jamón? —me pregunta.
¿Cuándo se nos ha vuelto una chantajista?
—Yo te haré todos los bocadillos que quieras y Vero te abrirá las botellas
de agua —digo mientras las dos reímos.
—¿Se puede? —dice la enfermera entrando de nuevo.
Yo asiento, y como Natalia no dice nada la miro. ¿Qué es esa sonrisilla
que le ha salido? Está embobada mirando a la enfermera y eso me hace
sonreír, ¿a la niña le gusta la enfermera? Observo a la mujer con más atención
que antes, la verdad es que es guapa, es más o menos igual de alta que mi
mujer y con su melenita castaña rizada por encima del hombro, ese pijama
verde y su semblante agradable, la verdad es que llama mucho la atención.
—¿Cómo estás Lía? Vengo a cambiarte el gotero.
¿Lía? Miro a la niña con gesto cómplice y me sonríe colorada como un
tómate. Es una pena que mi mujer no esté aquí ahora, me va a costar
describirle la cara de boba que tiene Natalia en este momento.
—Creo que está un poco acalorada —digo con malicia.
—¿Sí? —dice la enfermera sorprendida mientras Natalia me fulmina con
la mirada—¿quieres que te ponga una bata y te destape un rato?
—No, no pasa nada, estoy bien —dice en voz muy baja.
La enfermera le toma el pulso y después comprueba su temperatura
colocándole una mano en la frente.
—¿Te encuentras mal? ¿Tienes nauseas o mareos? —le pregunta con una
caricia en la mejilla.
Tengo que reconocer que aunque me preocupa que Natalia se encuentre
mal, por otro lado me estoy divirtiendo observándolas, parecen dos
colegialas, ahora entiendo el interés de la enfermera ricitos en que alguien se
ocupara de la niña, a ella también le gusta. Me vuelvo a lamentar de que Vero
no pueda presenciar esto, le encantaría.
—No, solo tengo mucho sueño.
—Pues duerme, descansar te vendrá bien —le dice.
—No puedo, ¿y si viene la doctora a darme el alta y estoy dormida?
—Yo estaré contigo cariño —le digo.
—Ya, pero si me da el alta vendrán los de la ambulancia y yo quiero
vestirme antes...
Está claro que está aturdida, pero cuando voy a frenar su arrebato de
argumentos absurdos para no dormir, ricitos se me adelanta.
—Tienes tiempo de sobra Lía, te aseguro que aunque la doctora venga
ahora a darte el alta, los de la ambulancia pueden tardar horas en venir a
buscarte, tú duérmete tranquila.
—¿Horas? —le pregunto alarmada.
—Sí, ellos van en función de las urgencias, y trasladar a un paciente a
casa no lo es, así que salvo que no tengan mucho trabajo suelen pasar horas
hasta que los recogen.
En otra situación protestaría, pero ha sido tan amable que no me ha
quedado otra que morderme la lengua.
—Si necesita algo avíseme —dice cuando se marcha.
—Gracias.
Miro a Natalia cuando ricitos se va, quiero preguntarle por ese buen
rollito que tiene con ella, pero tiene los ojos medio cerrados y me mira con
gesto de dolor.
—Duérmete tranquila, yo te despierto cuando llegue el momento —digo
besando su frente.

***

Raquel

Casi tres horas después la doctora Calvo ha examinado a Natalia de


nuevo estando ella medio adormilada todavía, y tras hablar con su jefa,
finalmente le ha dado el alta y ha salido de la habitación. De repente parece
que todo son prisas, casualmente hay una ambulancia disponible y el celador
con la silla de ruedas ya está esperando fuera. Me siento muy inquieta, se va,
Lía se va y yo todavía no tengo ningún plan ni ninguna excusa para pedirle su
número o darle mío. He estado muy liada todo el día, he dado por hecho que
se iría más tarde, y ahora me encuentro vistiéndola con la ayuda de su jefa
mientras ella se retuerce de dolor.
—Deberías ir en camilla Lía, estarás más cómoda —le insisto.
—No, quiero la silla.
No entiendo porque insiste en ir hasta la ambulancia en silla de ruedas, es
un dolor que podría ahorrarse, pero ya se lo he dicho un par de veces y no hay
manera de que cambie de opinión.
—¿No pueden darle nada para aliviarla? —me pregunta la jefa buenorra.
—Ojalá, pero el siguiente calmante no le toca hasta dentro de tres horas,
póngale la pierna en alto en cuanto llegue, puede darle también alguna infusión
relajante—respondo angustiada.
—Estoy bien Inma, cuando me tumbe se me pasa.
—Claro que sí Lía, tú intenta distraerte, no pensar en el dolor ayuda a
aliviarlo, ¿te gustan las series? —le pregunto mientras la ayudamos a sentarse
en la silla.
—Sí —contesta sonriente—¿vas a recomendarme alguna? Ahora tendré
mucho tiempo...
—Mmmm, a ver, déjame que piense. Me da a mí que cualquier serie que
te diga ya la habrás visto.
—No te creas, últimamente he estado muy liada y apenas he puesto
Netflix.
—¿Le importa que la lleve yo? —le pide su jefa al celador.
—Yo las acompaño Ángel, no te preocupes —le digo cuando me mira
esperando mi aprobación.
Comenzamos a avanzar por el pasillo a paso muy lento, la verdad es que
me sorprende que su jefa vaya así de despacio parece una mujer ocupada y de
las que no le gusta perder el tiempo, pero lo agradezco porque eso me permite
seguir hablando con Lía.
—Vamos a ver —digo haciéndome la interesante—¿has visto Stranger
Things?
—Sí —dice con una sonrisilla traviesa mientras camino a su lado.
—¿Las dos temporadas?
—Por supuesto.
—¿Supongo que Juego de Tronos también la has visto? —digo alzando
las cejas.
—Esa duda me ofende.
Hasta su jefa se ríe con nosotras.
—Vale, a ver, ¿Blindspot?
—También la he visto. ¿Pero esa es de Netflix? —pregunta dudosa.
—Pues no sé, diría que sí pero ahora me pillas algo descolocada,
¿prefieres solo de Netflix?
—No, tú dime la que sea Raquel, me da igual si está en Netflix o no.
Me vuelvo a sentir tremendamente boba ante lo sumamente feliz que me
hace oírla pronunciar mi nombre.
—¿Orange is the new black? —digo rezando para que me diga que sí.
—También, aunque la última temporada flojea un poco.
—Cierto, esa y, Cómo defender a un asesino han perdido mucho. Me lo
pones difícil Lía —digo pulsando el botón del ascensor.
Me siento cerca de la victoria, ha visto una serie en la que la mayoría de
las actrices interpretan personajes lésbicos y tiene dos amigas lesbianas, todo
apunta a que ella también pueda serlo.
—¿Entonces no me vas a recomendar nada?—pregunta socarrona cuando
de pronto me ilumino y caigo en que no le he nombrado dos de mis series
favoritas.
—La casa de papel, dime que la has visto.
—No, el título me parece un poco cutre y siempre la paso de largo.
No me lo puedo creer, no la ha visto. Salimos del ascensor y en un
arrebato le hago un gesto con la mano a su jefa para que se detenga y me
agacho frente a Natalia.
—Permíteme que te diga que por pensar que el título es cutre te estás
perdiendo una pedazo de serie —digo señalándola con el dedo ante su
divertida sonrisa.
—¿Entonces me la recomiendas?
—No es que te la recomiende Lía, ver esa serie tendría que ser
obligatorio.
—¿Le importa llevarla usted? Tengo que hacer una llamada —me pide la
tal Inma.
La verdad es que me sorprende mucho que se separe de Natalia, se
muestra muy protectora con ella, pero en este momento casi tengo la sensación
de que quiere dejarnos a solas.
—Claro —le digo encantada de la vida con la mejor de mis sonrisas.
Natalia mira hacia atrás extrañada, pero en seguida vuelve a mirar al
frente y retoma nuestra conversación.
—Bueno, pues te haré caso y veré esa serie, espero que sea buena —dice
con un tono amenazante que me parece muy divertido.
—Es buenísima, ya me darás las gracias —digo inclinándome sobre ella
mientras empujo la silla.
Otra vez hace una mueca divertida cuando mi pelo le roza la cara, pero
esta vez no me aparto.
—Me pillas en pleno ataque de generosidad Lía, y como es verdad que
vas a tener tiempo de ver la televisión te voy a recomendar otra serie que
personalmente me encanta y seguro que no has visto, pero primero has de ver
la casa de papel, ¿eh?
—Vale —dice echando la cabeza hacia atrás.
Casi roza mi mejilla al hacerlo y eso me ha hecho temblar y quedarme
bloqueada.
—¿Cuál es la otra Raquel?—pregunta devolviéndome a la realidad.
—Into the badlands, ¿a que no la has visto?
—No.
—Pues con esas dos tienes para unos días.
—¿Y cuándo se me acaben?
No sé qué pensar, tengo claro que esa es la oportunidad que estoy
esperando, pero me da la sensación de que ella me lo ha puesto en bandeja,
¿también querrá seguir en contacto conmigo?
—Ummm, bueno, si quieres podemos darnos el número de teléfono, así
podemos hacer tres cosas, si no te gustan, cosa que dudo, siempre podrás
echármelo en cara, si te gustan, podrás darme las gracias invitándome a un
café, y cuando se te acaben te puedo recomendar otra sabiamente —digo
divertida.
—Si me gustan te tengo que invitar a un café, me parece bien. Pero si no
me gustan lo justo es que me lo pagues tú a mí—responde de inmediato con
esa sonrisilla que me derrite.
—Hecho.
Sin dejar de empujar su silla saco mi móvil, creo el contacto y se lo doy
para que marque su número.
—No tengo el mío, lo tiene Inma, ¿me haces una perdida?
—Claro —digo con una satisfacción que ella no puede ver.
—¿Quieres que te recomiende yo una que seguro que no has visto? —
pregunta mirándome otra vez.
—Claro que sí, llevo días buscando una serie a la que engancharme pero
no hay manera, todas las buenas las he visto —confieso sinceramente.
—Esta no —dice muy segura.
—¿Y tú qué sabes? —pregunto divertida.
—Casi nadie habla de ella, a mí me la recomendó un amigo. Se titula
Banshee, ¿te suena?
—Pues la verdad es que no, no había escuchado ese nombre en mi vida.
—Tiene cuatro temporadas y ya ha acabado, pero está muy bien, lo único
que no es de Netflix, es de HBO.
—También lo tengo —confieso como buena friki —aunque la verdad es
que no lo pongo nunca.
—Pues ya tienes una excusa para verlo, y si te gusta ya sabes, me deberás
un café —dice sonriente.
—Hecho.
Salimos a la calle donde ya la espera la ambulancia y me giro para buscar
a su jefa buenorra. La sorpresa me la llevo cuando veo que está unos metros
más atrás y ni siquiera lleva el teléfono en la mano. Me despido de Lía con
dos sonoros besos que me hacen sentir de nuevo esas mariposas en el
estómago. Mientras la suben me acerco a Inma, le entrego todos los papeles de
Natalia junto con el alta y las recetas de lo que tiene que tomarse, ella me
escucha con atención y cuando acabo me da las gracias por haber atendido tan
bien a Natalia, me ofrece su mano y cuando la estrecho me retiene unos
segundos y antes de irse me dice:
—Espero que hayas sabido aprovechar el tiempo que te he dado.
Sonrío enormemente mientras la veo subir a la ambulancia y le digo adiós
a Natalia justo antes de que cierren la puerta, ¡que mujer! Sigo pensando que
es un poco borde, pero me encanta ese detalle que ha tenido, está claro que la
aprecia.
19. Ricitos

Lía

Cuando hemos llegado Vero casi me come a besos, y aunque me encanta


que lo haga he tenido que pedirle que pare porque el mínimo roce me hace
daño, me duele todo del tortazo que me he dado contra el suelo. Me ha
preparado una habitación en la planta baja, justo la de al lado de donde
jugamos siempre, no es tan grande como la de arriba pero también tiene una
cristalera que da al jardín trasero, me encanta la luz. Los de la ambulancia me
han dejado tumbada en la cama, al lado hay un sillón con dos muletas
apoyadas, y mientras Inma me hace un bocadillo de jamón de verdad, y no
como eso que le han vendido en el hospital y que al final ninguna nos hemos
comido, Vero me está conectando el televisor que han bajado de arriba.
—¿Ya lo tienes? —me pregunta.
En cuanto me he acomodado en la cama con los enormes cojines que me
han puesto en la espalda y debajo de mi pierna rota, Vero me ha dado papel y
lápiz para que apunte todo lo que quiero que me traiga de casa.
—Creo que sí.
—Bueno si te dejas algo ya iremos otra vez, tampoco pasa nada. Toma el
mando, voy a ir yo, Inma debe estar agotada de estar todo el día metida en el
hospital.
—No quiero molestar Vero —de pronto siento unas ganas de llorar que
no sé de donde salen.
No estoy triste ni nada de eso, pero empieza a dolerme todo y me siento
muy inútil, y que ellas dos estén tan pendientes de mí me ha tocado la fibrilla,
quién me lo iba a decir, durante meses he pensado que eran unas bordes, dos
arpías frías e insensibles, solo Vero ha conseguido en las últimas semanas que
deje de pensar eso de ella, pero de Inma lo seguía pensando hasta esta
mañana. Esa arpía que yo pensaba que solo me quería para follar, ha resultado
ser una mujer terriblemente cariñosa, tal y como me dijo Vero.
—No molestas Lía, no digas tonterías —dice sentándose a mi lado.
Las lágrimas me salen solas y ella sonríe, percibe y sabe que no es
tristeza, solo estoy llorica y sensiblona. Me limpia con los pulgares y me besa
en los labios, me derrito, me encanta que Vero me bese, y en este momento me
dejo llevar y saco la lengua ligeramente, quiero sentirla un poco más y ella
profundiza el beso con cuidado, me excita, me siento alterada y eso me
provoca más dolor. Pienso en decirle que pare, pero la excitación me puede,
me gusta lo que me hace con la lengua y como sus dedos hacen circulitos en mi
nuca. De pronto noto como el colchón se hunde a mi otro lado, Vero me sonríe
y se aparta, y cuando miro veo como Inma se acerca y continua ese beso donde
lo ha dejado su mujer, me deshago, noto la humedad entre mis piernas, es la
primera vez que Inma me besa y también me gusta, me gusta mucho. Su forma
de besar es diferente, a Vero le gusta jugar con mi lengua, a Inma con mis
labios, mis lágrimas siguen saliendo mientras me besa y mi sexo se contrae,
quiero y deseo desesperadamente que me follen en este momento, pero soy
consciente de que no lo soportaría, me dolería demasiado. Siento ganas de
acariciarla, pero al levantar la mano para hacerlo me hago daño en el brazo y
ahogo un grito de dolor entre sus labios, Inma se separa y me besa la frente.
—Vamos a dejarlo aquí.
Pongo mala cara, sé que es lo correcto pero no quiero, aun así no insisto
porque todavía no me he duchado y sería un poco cochino.
—No pongas esa cara Lía —dice Vero riendo—te follaremos cariño,
pero cuando estés mejor.
—Si es que todavía quiere... —dice Inma divertida.
—¿Y por qué no va a querer? —pregunta Vero con cara de circunstancias
mientras yo noto como me pongo colorada.
—Porque a lo mejor prefiere que se lo haga la enfermera ricitos.
Me da la risa, me ha hecho mucha gracia el tono guasón de Inma y el
apodo que le ha puesto a Raquel.
—¿Quién es esa enfermera ricitos? —me pregunta Vero con chulería.
—Es la enfermera que me ha atendido, y no es ricitos, se llama Raquel —
digo con una satisfacción que me sorprende.
—¿Y qué pasa con esa Raquel? —insiste Vero intrigada.
—Pues que la niña y ella se han pasado todo el día echándose miraditas
de amor, las tenías que haber visto cariño, parecían dos quinceañeras, las
flechitas del amor iban y venían por toda la habitación —dice Inma con guasa.
Me vuelvo a reír, no conocía esa faceta humorística suya y me encanta.
—No es verdad —me defiendo.
—¿Llamas mentirosa a mi mujer Lía? —dice Vero con ese tono que me
pone como una moto.
—Mentirosa no, solo exagerada —digo mientras Inma sigue riendo —
solo he hablado un poco con ella.
—Y en ese poco se han dado el número, que te he visto guapa —dice
guiñándome un ojo.
No sé qué contestar a eso y me vuelvo a poner roja.
—¿Y qué tal es? ¿Tiene nuestra aprobación para salir con la niña? —le
pregunta Vero a Inma.
Me divierte mucho que me traten como algo suyo que deben proteger, toda
la escena parece surreal, las dos increíbles mujeres con las que me acuesto
hablando de la mujer que según Inma me gusta. ¿Me gusta? La verdad es que
he sentido una conexión especial con ella, físicamente me resulta muy atractiva
y mirarla me ponía algo nerviosa, pero de ahí a decir que me gusta, no lo sé,
aunque tengo que reconocer que he sentido mucho alivio cuando nos hemos
dado el número, pensar que no iba a volver a verla me inquietaba un poco.
—Guapa es, pero no he hablado lo suficiente con ella como para saber si
es digna de la niña —contesta Inma como si yo no estuviera aquí.
—¿Vais a parar de meteros conmigo? Estoy enferma —digo haciendo
pucheros.
Lo cierto es que no finjo, cada vez me duele más y no estoy cómoda en
ninguna posición.
—Venga, por hoy ya vale —dice Inma—te traigo el bocadillo y a
descansar.
—¿Te gusta esa chica? —me pregunta Vero poniéndose seria mientras
Inma va a por mi bocadillo.
—No lo sé Vero —digo encogiéndome de hombros.
—Bueno, tú recuerda que primero eres tú, ¿vale cariño? Si esa chica te
llama la atención intenta conocerla al menos, si luego no pasa nada pues igual
te llevas una buena amiga, y si pasa... —dice con una sonrisa pícara colocando
su mano en mi sexo.
—Verooo —me quejo riendo.
—Quieres parar de calentarla cariño—la regaña Inma entrando con una
bandeja mientras su mujer y yo nos reímos.
—Mmmm que buena pinta, esto sí que es un bocadillo —digo cuando el
olor a jamón recién cortado se me mete por las fosas nasales y me hace
salivar.
Entre las dos me ayudan a incorporarme un poco, no acabo de encontrar
una posición y lo curioso es que lo que menos me duele es la pierna, son el
resto de golpes los que me están matando, siento el cuerpo entero dolorido,
hasta zonas que antes no sabía que podían doler. Me empiezo a encontrar tan
mal que no quiero comer y suplico que me adelanten los calmantes.
—Todavía faltan un par de horas —dice Vero.
—Eso es mucho y no me aguanto—empiezo a lloriquear.
—Te propongo un trato —dice la mujer de ojos verdes—voy a recoger
tus cosas, compro todo lo que te han recetado y cuando vuelva te adelantamos
un poco el calmante.
No estoy en posición de negociar, y tampoco voy a pedirle a Vero que
vaya a por mis recetas, vuelva para traerlas porque yo soy una quejica y luego
vuelva a salir para traer mis cosas.
—Vale —susurro.
Vero se va, y ante la insistencia de Inma en que tengo que comer, y su
amenaza de que no me darán pastillas con el estómago vacío, hago un esfuerzo
y con su ayuda para sujetar el bocadillo voy comiendo poco a poco. Consigo
comer algo más de medio bocadillo, pero al final es la propia Inma quien me
permite dejar de comer cuando ve que el dolor me está superando. Sale de la
habitación y vuelve con una pastilla.
—Toma, es como lo que te han recetado pero con otro nombre, queríamos
intentar cumplir los horarios pero este nos lo saltamos una horita —dice
poniendo la pastilla en mi boca.
Me la trago con dos buenos sorbos de agua y me encojo, la mitad del
cuerpo me duele y la otra mitad me escuece a rabiar y siento pinchazos en las
heridas más grandes. Siento calor y frío a la vez y soy incapaz de contener las
lágrimas, no recuerdo haber sentido nunca tanto dolor, ni siquiera cuando se
me infectó una muela del juicio antes de que me la sacaran. Inma se coloca a
mi lado y me pide que me calme igual que esta mañana, pero no puedo, me
duele tanto que lo que más me apetece en este momento es que me den con
algo en la cabeza para ver si pierdo el conocimiento. Entonces Inma coloca
una mano en mi frente y mantiene mi cabeza presionada contra la almohada
mientras yo la miro suplicando con la mirada.
—¿Te acuerdas del día que Vero se encontraba mal y la traje a casa? —
susurra acercando sus labios a mi oído.
—Sí.
—Pues tengo un método milagroso y efectivo para aliviarla, es una
técnica que he ido depurando con el paso de los años a su lado —dice con
orgullo—eso le pasa desde antes de yo conocerla.
No sé muy bien porque, pero tanto esta mañana como ahora, escuchar a
Inma me tranquiliza, sus susurros son como un bálsamo para mí, me gusta
oírla, tal vez sea por lo poco que solía hablarme hasta ahora y después se me
acabe pasando, pero por ahora escuchar cómo me cuenta cosas me hace sentir
muy bien aunque me esté jodiendo de dolor.
—¿Qué técnica es? —pregunto más muerta que viva.
—Pues ella se tumba de cara al colchón y se coloca un cojín bajo el
vientre, cierra los ojos y yo le acaricio la espalda por debajo de la ropa así —
dice haciendo una demostración en mi lado bueno de la cara.
Me acaricia muy despacio con la punta de los dedos, recorre mi moflete
trazando caminos diferentes y siento un tremendo escalofrío al pensar lo que
podría ser eso en mi espalda.
—¿Y funciona? ¿Con eso se le va? —pregunto desesperada.
—No cariño, pero se relaja tanto que al final se acaba durmiendo, y para
cuando se despierta el calmante ya le ha hecho efecto y se encuentra mucho
mejor. ¿Quieres que te lo haga a ti?
Asiento sin decir nada más, Inma me ayuda a intentar darme la vuelta y al
final acabo de lado por culpa de mi pierna. Aun así, eso le permite tocar mi
espalda, así que apaga la luz, se tumba a mi lado y mete su mano con cuidado
por debajo de un pijama que me han dejado.

***

Inma

—Ya se ha dormido —susurra mi mujer.


Al volver ha entrado en la habitación y ha ido al otro lado de la cama
para verle la cara a Natalia, yo estoy a sus espaldas, y aunque he notado como
su respiración se ha ido relajando poco a poco, no he querido dejar de
acariciarla por si acaso.
—Tu método es brutal mi vida, deberías patentarlo —dice después de
besarme en la cocina.
Las dos reímos, y mientras cenamos le cuento todo lo sucedido en el
accidente y por supuesto le hablo de lo mal que me siento.
—Ha sido un accidente Inma, que eras una capulla insoportable con ella
no venía de hoy —dice tirándome un trozo de pan.
—Ya.
—No le des más vueltas cariño, lo importante es que se pondrá bien y
que tú por fin te muestras tal y como eres con ella, y quién sabe, igual ese
accidente le ha servido para encontrar al amor de su vida, ¿cómo la has
llamado? ¿Enfermera ricitos? —Dice riendo —desde luego no tienes
vergüenza.
—Es enfermera y tiene ricitos, no he dicho nada que no sea verdad —me
defiendo.
Me encanta hablar con mi mujer, es una de las cosas que más disfruto de
ella, Vero siempre encuentra el punto intermedio para todo, sabe escuchar y
sabe hablar, a veces pienso en cómo sería mi vida sin ella y se me encoge el
pecho, no quiero ni imaginarlo. Tras nuestra pequeña charla nos damos una
corta ducha llena de caricias y nos acostamos en la habitación de los juegos,
mi mujer la ha preparado con nuestras cosas para poder dormir cerca de
Natalia y escucharla si necesita algo. Y eso pasa sobre las cinco de la mañana
cuando un golpe seco nos sobresalta a ambas y vemos la luz de su habitación a
través del pasillo. Ambas nos levantamos a la vez, cuando entramos en la
habitación la encontramos sentada en el borde de la cama y vemos las muletas
en el suelo, tiene los brazos encogidos y tiembla.
—Joder Lía, ¿qué intentas cariño? —le pregunta mi mujer.
—Me hago pis.
—Pues avisa Natalia, ¿quieres caerte y hacerte más daño? —la regaño
enfadada mientras recojo las muletas.
Niega con la cabeza y no dice nada, no hace falta, le duele. Entre las dos
la llevamos al baño y al salir le preparo un vaso de leche y le damos la
siguiente pastilla, al final acabamos las tres durmiendo en esa cama porque ni
Vero ni yo nos fiamos de que no vuelva a intentar levantarse, las dos le
acariciamos la espalda hasta que se duerme.

Es viernes, y tanto mi mujer como yo hemos decidido no ir al trabajo,


pasaremos los tres días enteros con ella y el lunes nos turnaremos para no
dejarla sola, hemos decidido hacerlo así hasta que Natalia comience a poder
caminar con las muletas sin que nos dé miedo que se caiga. Esta mañana ha
sido terrible para ducharla, Vero ha colocado un par de sillas de plástico en la
ducha, una para que ella se siente y otra para su pierna, pero nos hemos
encontrado con el problema de que no es solo su pierna lo que no se puede
mojar, tiene heridas que tampoco pueden hacerlo y al final hemos acabado las
tres desnudas en la ducha.
—Pareces experta —le dice Natalia a mi mujer mientras le lava con
sabiduría sin mojar nada que no deba.
—¿Ves a esa morenaza que nos apunta con los pezones? —dice la
guarrilla mientras las dos me observan y yo le hecho más jabón en las manos.
—Sí —dice Natalia recorriendo mi cuerpo con un descaro que me pone a
cien.
—Hará unos tres años se rompió una pierna de una forma que todavía no
consigo explicarme —dice riendo.
—Me caí por una escalera—refunfuño.
—Eran dos escalones, solo dos y tropezaste en el primero, eso no es
caerse por la escalera, es ser torpe —dice mientras las tres reímos.
—¿Te has levantado graciosilla, eh? —le digo dando un mordisquito en
su cuello.
—Un poco... Pues eso Lía, que aquí mi señora esposa también se rompió
la pierna, y eso me convirtió en una profesional a la hora de ayudarla en la
ducha.

Todo el fin de semana transcurre más o menos igual, Natalia tiene unos
dolores terribles y no sale de la cama salvo que sea para ir a hacer sus
necesidades o para la ducha diaria, lo poco que come es en la cama y no tiene
ánimo para nada, tan solo la hemos visto contestar a algún mensaje en el
teléfono, y por la sonrisilla que se le intenta dibujar cuando lo hace creemos
que habla con la enfermera ricitos, y aunque nos morimos de ganas de
preguntarle no lo hacemos para no agobiarla.
Hoy domingo ha venido su amiga Sandra a verla un rato por la tarde,
parece que la visita le ha sentado bien porque ha decidido levantarse para
cenar con nosotras. Al acabar la hemos convencido para que se sentara un rato
en el sofá con la condición de que la dejábamos poner lo que ella quisiera en
la televisión, con su cuerpo recostado contra Vero y sus piernas sobre las mías
ha puesto el primer capítulo de una de las series que le recomendó la
enfermera ricitos, La casa de papel. Siempre he sido de la opinión de que
donde se ponga un buen libro que se quite todo lo demás, pero ahora por culpa
de ricitos las tres nos hemos enganchado a la serie con el primer capítulo.
Aunque me parezca increíble hemos tenido que llegar a un pacto, ninguna
verá la serie hasta que no estén las otras dos, al principio Natalia protesta
alegando que se aburre durante el día, pero mi mujer lo resuelve rápido.
—¿Quieres quedarte sin follar? —le susurra.
Noto como su cuerpo reacciona, no sé si la niña se ha acostado con esa
amiga suya después de la última vez que lo hizo con nosotras, pero si no lo ha
hecho lleva casi un mes en sequía, se me eriza el vello solo de pensarlo.
—No —contesta con la voz ronca.
—¿Entonces cuando dices que verás la serie? —le vacila mi mujer en un
tono que nos pone cachondas a las dos.
—Por la noche cuando estemos las tres —contesta de mala gana.
Mi mujer me sonríe y me mira con lascivia, me excito, sé lo que quiere y
yo me muero de ganas de hacerlo. Con cuidado aparto las piernas de Natalia y
me levanto dejándola tumbada como estaba. Me siento a su lado y utilizando
un dedo para acariciar los labios de la niña, beso a mi mujer con devoción,
noto como la respiración de Natalia se acelera por su aliento en mi dedo, dejo
de besar a mi mujer y mientras me atraviesa con su intensa mirada me dice
algo que me hace temblar.
—Fóllatela —susurra.
Vero no suele ser nunca la dominante, pero cuando lo hace me pone muy
cachonda. Parece que a Natalia también, porque cuando con sumo cuidado le
bajo los pantaloncitos del pijama y las bragas, su sexo está perfectamente
lubricado y deseoso de las caricias lentas y húmedas que le doy.
—¿Quieres correrte verdad cariño? —le pregunta Vero.
Natalia ahoga un suspiro y asiente.
—Pues esto solo tiene una condición Lía —le dice mi mujer.
—¿Cuál?
—Que no te muevas ni intentes nada, como te hagas daño Inma parará y te
quedarás con las ganas. La idea es que te relajes, lo disfrutes y te corras —
sentencia.
Noto como el sexo de Natalia se contrae, sus latidos rebotan en mis dedos
y su humedad crece tanto que no puedo evitar parar mis caricias un instante
para cambiar de posición. Me levantó y me arrodillo en el suelo justo delante
de su sexo y la penetro mientras observo y la boca se me hace agua, Natalia
está disfrutando, tiene los ojos cerrados y se está dejando llevar por el placer
que sin duda siente cuando sin sacar mis dedos de su interior separo sus labios
con mi otra mano y lamo su clítoris con devoción. Se agita, noto como su
vagina se contrae con insistencia alrededor de mis dedos, y entonces chupo,
sorbo su clítoris entre mis labios y lo acaricio con la punta de la lengua
cuando los gemidos de Natalia se hacen cada vez más intensos, mueve la
pelvis buscando más y se hace daño, pero no paro, Vero le susurra que no se
mueva y yo la penetro con más insistencia y velocidad. Su orgasmo se acerca,
puedo sentirlo a través de sus latidos, de las contracciones de su vagina y por
cómo me aprieta la cabeza contra ella con su mano buena. Aunque adoro estar
ahí decido no alargarlo más por miedo a que haga algún gesto extraño, así que
me centro en ese puntito de su interior que sé que le gusta tanto y sin dejar su
clítoris hago que se corra mientras mi mujer la sujeta.

Esta es la primera noche que Natalia ha dormido del tirón. Cuando llega
el lunes yo me quedo con ella por la mañana y Vero por la tarde, la niña ese
día camina un poco con las muletas, está más espabilada, de forma muy leve y
lenta su dolor va disminuyendo. Se pasa toda la semana viendo la otra serie
que ricitos le recomendó, devorando libros, chateando con ella y charlando
con nosotras. Las noches se han convertido en una pequeña y obligatoria
sesión de cine, en cuanto acabamos de cenar y estamos las tres listas para
dormir, llega el momento de ver un nuevo capítulo de La casa de papel que
todas esperamos con ansia. Al acabar el capítulo todas las noches tenemos la
misma discusión, la niña quiere ver otro en cuanto acaba, pero ni Vero ni yo
queremos, no porque no tengamos ganas de verlo, creo que lo que pasa es que
ese momento que hemos hecho de las tres nos encanta y queremos alargarlo el
máximo tiempo posible, además la hemos mal acostumbrado, ahora todas las
noches nos tumbamos con ella en la cama y las dos le acariciamos la espalda
hasta que se duerme. Su amiga Sandra se pasa por casa un rato casi todas las
tardes, se salen a la terraza trasera con un refresco y charlan y ríen sin parar.

Vero y yo hemos vuelto a nuestra habitación, Natalia ya no se despierta en


mitad de la noche y cada vez es más independiente, solo la ayudamos con la
ducha, un momento del día que sin duda también solemos disfrutar, como ahora
por ejemplo. Natalia está sentada en una silla con la pierna estirada en la otra
y me acaba de mirar con los ojos encendidos, quiere jugar, y yo estoy deseosa
de verlo, le pido a mi mujer que se ponga de pie frente a ella dejando la pierna
de la niña entre las suyas y su sexo frente a ella mientras yo me coloco al lado
de Natalia para observar. Los pezones de mi mujer se endurecen sin necesidad
de acariciarlos, veo como su abdomen tiembla de excitación cuando Natalia
comienza a masturbarla y como echa la cabeza hacia atrás muerta de placer.
Mi sexo tiembla y se empapa, los dedos de Natalia entran y salen de mi mujer
a un ritmo enloquecedor, separo mis piernas con la clara intención de tocarme
mientras miro, pero Natalia me detiene.
—No —dice de forma contundente —a ti también quiero follarte Inma.
El cuerpo me tiembla, siento escalofríos y hormigueo en el vientre con
sus palabras, suspiro profundamente e intento contenerme. Natalia no pide,
ordena, y eso me pone muchísimo. De pronto Vero se agarra a mi brazo con la
mano para no perder el equilibrio y comienza a dar saltitos sobre los dedos de
la bestia sexual que hemos creado, las dos la observamos, es indescriptible lo
que siento cuando la oigo gemir mientras sus pechos botan cuando se está
corriendo. Por poco se desploma sobre Natalia de lo mucho que le tiemblan
las piernas al acabar, suerte que la he cogido, Natalia me mira y se ríe por
cómo ha dejado a mi mujer y yo no puedo evitar devolverle la sonrisa
mientras espero con ansia a que Vero se recupere. Finalmente mi preciosa
mujer de ojos verdes se sienta en el suelo de la ducha, justo donde yo estoy, y
yo me coloco tal y como estaba ella. Natalia no ha tenido que hacer esfuerzo
alguno, estaba tan cachonda que en cuanto sus dedos han entrado en mi interior
unas pocas veces de forma certera me he corrido. Ahora se ríe de mí.
20. Deseo

Lía

Ya llevo dos semanas en casa de Inma y Vero, y aunque el primer día no


quería venir porque me daba miedo ser un carga, me alegro mucho de que
Inma no me diera otra opción. Ella tenía razón, no estaba en condiciones de
estar sola los primeros días, si no llega a ser por ellas no sé qué hubiera
hecho. Me cuidan con mimo y en ningún momento he sentido que moleste o
pueda ser un incordio, desde mi accidente Inma se ha abierto y se muestra
como es, lo que hace que nuestra relación haya mejorado y todo transcurra con
naturalidad. Después de las dos veces que tuvieron que llevarme al
ambulatorio a que me hicieran las curas de algunas heridas ahora ya están
cicatrizando bien y casi no me duelen. Hoy es domingo, y en el desayuno les
he dicho que he pensado en irme a casa, ahora ya me desenvuelvo bien con las
muletas y no necesito ayuda, con el método de las sillas en la ducha creo que
podré hacerlo yo sola sin problemas. Las dos se han puesto como fieras, han
expuesto todo tipo de situaciones que se podrían dar y todas acababan
conmigo en el suelo después de tropezar.
—De aquí te irás cuando te quiten el vendaje y camines con normalidad, y
no quiero discutir Natalia—ha dicho Inma.
Yo tampoco quiero, y lo cierto es que estoy tan bien atendida que me
alegro de que me insistan en quedarme las dos semanas que me faltan. Tras el
desayuno que casi podía haber sido la comida hemos salido a la terraza, hace
un día estupendo y las tres estamos de maravilla acomodadas en unas
tumbonas.
—Al final te quedarás ciega de tanto chatear por el móvil —murmura
Vero.
—Déjala que hable con ricitos —se burla Inma.
—¿Qué te hace pensar que es Raquel? —le pregunto riendo.
—Pues en primer lugar la cara de tonta que se te pone cuando hablas con
ella, debería hacerte una foto para que lo veas, y en segundo lugar la sonrisita
que te acaba de salir cuando lo he sugerido.
Raquel no ha dejado de preguntarme como estoy ni un solo día desde que
salí del hospital, los primeros días hablábamos muy poco, yo me encontraba
mal y no estaba muy por la labor, pero después comenzamos a hablar de algo
más que mi estado y casi sin darme cuenta he pasado a estar pendiente del
móvil a las horas que me dice que descansa según el turno que hace en el
hospital y cuando sale del trabajo. Comenzamos hablando de las series, le dije
lo mucho que me he enganchado a ambas y hoy le acabo de comentar que
anoche vi el último capítulo de Into the badlands.
—¿SÍ? ¿Y qué tal? ¿Cuál es la valoración final para mi sabia
recomendación? —Me pregunta.
Me encanta, con Raquel todo parece fácil y sin complicaciones, siento
que puedo hablar con ella de cualquier cosa, puedo mostrarme tal y como soy
porque noto que no me juzga y eso es muy difícil hoy en día, con casi todo el
mundo tienes que ocultar una parte de ti, a unos una y a otros otra porque sabes
que no la van a entender, pero con ella no me pasa, y además es una tía súper
divertida.
—Vale, lo reconozco, me ha encantado —claudico.
—Ummm, pues sé de alguien que me debe un café...
—En eso soy como los Lannister, yo siempre pago mis deudas.
—Por Dios, espero que sea verdad y solo te parezcas a ellos en eso. Por
cierto, ya voy por la tercera temporada de Banshee, no puede gustarme más
esta serie, te debo un café, pero cuando acabe de verla.
Las dos enviamos emoticonos riendo.
—¿Cómo te ves para salir de casa? ¿Te apetece quedar?
Esa es la pregunta que ha provocado esa cara de tonta que Inma dice que
tengo, porque sí que me apetece, y mucho además. Al leerlo he sentido unas
mariposillas raras en el estómago que me inquietan y ahora estoy muy
nerviosa.
—Estoy bien, me apetece mucho—respondo antes de que se arrepienta.
—Hoy acabo mi turno a las cuatro, me paso por casa a ducharme y te
recojo a las cinco donde tú me digas.
Ella sabe que estoy en casa de Inma y Vero desde que salí, pero no quiero
mandarle la ubicación sin el permiso de ellas, tal vez prefieran llevarme a
algún lugar antes que darle su dirección a una desconocida. Ahora me toca
pasar vergüenza.
—He quedado con Raquel—les digo como si no fuera importante cuando
en realidad para mí lo es.
Las dos me clavan su mirada y sonríen pero no dicen nada, me pongo
roja, lo noto.
—¿Puedo decirle que me venga a buscar aquí?
—Claro que puedes Lía, no nos la vamos a comer —dice Vero riendo.
—Eso sí, antes de iros quiero hablar con ella a solas —dice Inma con el
gesto serio.
Noto como me paralizo, ¿lo dice en serio? No quiero ni imaginarme la de
cosas bordes que Inma podría decirle, y cuando le voy a decir que nada de
eso, de pronto las dos estallan en carcajadas.
—Muy graciosas... —me quejo.
—Joder, que bueno, tendrías que haberte visto la cara cariño —sigue
riendo Vero.
—No te preocupes Natalia, no voy a decirle nada, si te hace algo sé
donde trabaja —sentencia.
Esa vez nos reímos las tres, pero en el fondo siento que Inma me habla en
serio, suerte que no tienen hijos, Inma sería de esas madres que saltan a la
yugular en cuanto alguien mira mal a uno de sus retoños.
—Recógeme en su casa, te mando la ubicación.
—Ok, luego nos vemos.

Después de comer suelo echarme una pequeña siesta, pero hoy no puedo,
estoy nerviosa y no entiendo por qué, tampoco es una cita, solo he quedado
con una amiga a la que le debo un café.
—¿Qué buscas Natalia? —me pregunta Inma desde la puerta de la
habitación.
La miro y ambas están observándome, no sé qué contestar porque
realmente ni yo sé lo que busco, supongo que algo que me entretenga hasta que
llegue la hora.
—Nada, solo iba a vestirme.
Las dos entran y se sientan en la cama, yo estoy en el sillón.
—¿Te preocupa algo? —me pregunta Vero mirándome fijamente.
—No.
Pero no es cierto, sí que hay algo que lleva dándome vueltas en la cabeza
desde que he quedado con Raquel, sé que siento cierta atracción por ella y no
sé si eso aumentará cuando la vea de nuevo. Y entonces me pregunto qué
pasará si llega a gustarme de verdad, porque aunque no siento nada que vaya
más allá del afecto y el cariño que les tengo a las dos mujeres que tengo
delante sí que me encanta lo que tengo con ellas. Follar con ellas es algo que
me resulta demasiado apetecible siempre, me excitan mucho, disfruto, me
gusta el morbo, me gustan sus juegos, me gusta que Inma nos mire, me gusta
enfadarlas y que me castiguen. No quiero perder lo que tengo con ellas y a la
vez siento muchas ganas de ver a Raquel.
—Venga Lía —susurra Vero —se te nota cariño, ¿qué te pasa?
Me siento mal, no quiero hablarles de eso ahora pero las dudas y los
miedos me azotan la cabeza, imagino muchas situaciones y todo me crea
preguntas.
—¿Creéis que debería contarle lo nuestro si llegara a algo con ella?
Las dos alzan las cejas a la vez y resoplan.
—Uff Lía, no sé qué decirte —dice Vero—ponte en su lugar, imagina que
es ella la que te cuenta que tiene dos amigas con las que se acuesta.
Antes de que pueda pensar en cómo me sentiría yo en esa situación es
Inma la que me contesta.
—Lo primero que tienes que tener claro es lo que harás si eso pasa
Natalia, si decidieras seguir con lo que tienes con nosotras, cosa que dudo,
desde luego no puedes contárselo. Y si lo nuestro se acaba tendrás que
valorar, no todo el mundo entiende esto, la mayoría de personas lo ve como
algo perverso y vicioso, si ella es de esas no lo entenderá, y si lo entiende
dudo mucho que le haga gracia que quedes con dos tías a las que antes de
conocerla te estabas follando. No lo sé, cariño, esa decisión tendrás que
tomarla tú sola.
—Si acabo con lo nuestro, ¿qué pasará con nosotras? —pregunto
aterrada.
Es algo en lo que hasta ahora no había pensado y siento pavor ante la idea
de perderlas si ya no podemos follar.
—Si tus pensamientos van por donde yo creo me ofendes Lía —dice Vero
enfadada —a nosotras nos unió el sexo, pero perderlo no tiene porque
separarnos. Yo te adoro cariño, si te quisiéramos solo para follar te aseguro
que no estarías aquí ahora, así que deja de pensar gilipolleces por favor.
—Yo estoy con mi mujer, ni se te ocurra volver a insinuar algo así, ¿o es
que tú solo nos quieres para follar? —dice Inma.
—¡No!
—Pues sobre eso no hay nada más que hablar —sentencia —y en cuanto a
lo otro no le des vueltas a algo que todavía no ha pasado, cuando llegue el
momento preocúpate, ahora vístete que aun la vas a hacer esperar.
Me siento muy aliviada al saber por ambas que no soy solo un juguetito
sexual del que se desharán cuando se cansen, voy a hacerle caso a Inma e
intentar no pensar y disfrutar de ese café con Raquel. Con la ropa no puedo
preocuparme mucho, los únicos pantalones en los que cabe mi pierna es en los
de chándal, así que me pongo uno negro que tengo que me gusta mucho y una
camiseta ajustada de color blanco. Vero me ha hecho una cola alta para que el
pelo no me moleste cuando camine con las muletas y ya estoy lista para salir.
—La enfermera ricitos se va a volver loca cuando te vea —me dice Inma
cuando llego al sofá.
—¿Qué dices? Parezco una pandillera con el chándal y las muletas.
—¿Tú sabes el culito que te hace ese pantalón? —susurra Vero
cogiéndome un cachete y apretando.
¿No querrán ponerme cachonda ahora no? Noto como mi móvil vibra en
el bolsillo del pantalón y el pulso se me dispara, sé que es Raquel y mis ganas
de verla se han multiplicado tremendamente.
—¿Quieres que te acompañemos a la puerta? —se burla Inma.
—Nooo.
—Venga, pásalo bien cariño —dice Vero colgándome la bandolera.
Me abrazo a ella sin saber muy bien porque, creo que lo necesito, cuando
nos soltamos le doy un pico y después repito el proceso con Inma.
—A las ocho te quiero en casa —dice Inma cuando me dirijo a la puerta
—como tardes un minuto más saldremos a buscarte.
Me giro con una sonrisa y encuentro lo que espero, a las dos riéndose de
mí.

***

Raquel

Ya he llegado, no pensé que me pondría tan nerviosa, pero ahora que


estoy en la puerta de la casa de su jefa y al saber que en cualquier momento la
veré aparecer, las mariposas me revolotean el estómago sin control. Cuanto
más hablo con Natalia más me gusta, nuestras conversaciones por el móvil
siempre se me hacen cortas, aunque hay días que nos hemos pasado hasta dos
horas hablando, no entiendo porque no nos llamamos. Me encanta su sentido
del humor y el descaro que tiene para algunas cosas, el otro día hizo alusión a
una escena de sexo en la serie sin pudor alguno y eso, además de
estremecerme me gustó, me gusta hablar abiertamente de todo, y encontrar a
alguien con quien poder hablar de sexo sin miedo a que te tachen de promiscua
es bastante complicado.
La puerta se abre un poco, y unos segundos después veo cómo se cuela
una muleta por la apertura y empuja con ella para abrirla del todo. Si antes
sentía mariposas ahora siento fuegos artificiales recorriendo todo mi cuerpo,
Natalia está muy sexy con esa ropa y me acaba de dedicar una sonrisa tímida
mientras baja el escalón con cuidado.
—Veo que lo tienes todo controlado —digo acercándome.
Natalia se hace a un lado para cerrar la puerta, pero yo me adelanto y la
cierro por ella. Ahora la tengo de frente y tengo que contener el impulso que
siento por lanzarme a por sus labios, respiro, me controlo y finalmente le doy
dos besos en la cara. Que bien huele joder.
—Aun no has visto nada, soy experta abriendo puertas con los codos —se
ríe.
Yo también lo hago solo de imaginármela. Le abro la puerta del coche y
coloco sus muletas en el asiento trasero.
—¿Nerviosa? —pregunto cuando me siento.
—Un poco —confiesa casi sin mirarme.
—No me digas que después de las charlas que hemos tenido ahora no me
vas a contar nada... Mira que te vuelvo a dejar en casa—la amenazo.
Lía se ríe, pero la entiendo, me siento tan nerviosa como ella, solo que
tengo la sensación de que si yo no rompo el hielo, ella no lo hará. Arranco el
coche y le pregunto por sus heridas, eso nos relaja a ambas, es algo de lo que
hablamos a menudo y de pronto empieza a fluir la conversación. Después de
contarme que esta mañana se ha rascado una herida sin querer y casi llora, me
pregunta cómo me ha ido el día, le encanta que le cuente mis batallitas en el
hospital, trato con tantos pacientes a lo largo del día que siempre tengo alguna
anécdota graciosa que contarle. La llevo a una cafetería que conozco, es
bastante tranquila y espaciosa y no tiene problemas para caminar con las
muletas, tiene unas butacas muy cómodas y amplias, por lo que podrá cambiar
de posición si no está cómoda. Comenzamos a hablar como dos cotorras, esos
nervios iniciales del principio han desaparecido por completo y todo fluye con
una naturalidad y complicidad que me encanta, es como si nos conociéramos
de toda la vida, Natalia me inspira confianza y creo que yo se la inspiro a ella.
Hay momentos en los que me cuesta mirarla, en el hospital, pese a que la
pobre tenía un buen golpe en la cara y estaba manchada de sangre me pareció
guapa, pero ahora, al natural, la verdadera Natalia me parece preciosa, y cada
vez que me sonríe siento que me deshago. Le enseño una foto de cómo ha
quedado mi pantalón de trabajo después de habérmelo enganchado en algo que
sobresalía de una estantería, y cuando va a cogerme el móvil de la mano
nuestros dedos se rozan. Un escalofrío me recorre la espalda y suspiro para no
ahogarme, Lía baja la mirada y se queda inmóvil, pero no retira los dedos ni
yo tampoco, y mientras gira un poco la pantalla para poder ver la fotografía
acaricio levemente su dedo índice con el mío y veo como se le escapa una
sonrisilla antes de retirar la mano.
—¿Te tomarás más cafés conmigo? —pregunto de pronto.
¿Qué hago? ¿A qué viene esa pregunta? Es la manera más tonta y ridícula
que se me ha ocurrido nunca para decirle a alguien que quiero volver a quedar.
¿Qué tipo de efecto está ejerciendo esta jovencita en mí?
—Si tú quieres, sí —afirma sonriente.
—Ahora debes pensar que soy idiota —digo colorada como un tomate.
—No es verdad —sonríe—pero espero que no solo quedemos para tomar
cafés, me gusta hacer más cosas —dice encogiéndose de hombros.
—¿Me llamas abuela? Además, no estás en posición de exigir mucho,
cuando esa pierna te sostenga por sí sola podremos hacer más cosas.
—¿Alguna en concreto?
¿Qué es ese tono que ha usado? ¿Me vacila? ¿Me insinúa algo? ¿O soy yo
que ya me imagino cosas donde no las hay?
—Muchas Natalia —afirmo con una seguridad aplastante.
¿Qué se ha pensado? ¿Qué me va a poner roja cuando quiera? Está
equivocada, a mí a descarada no me gana nadie, en cuanto me conozca un poco
más verá que yo no me corto ni un pelo, si quiero algo lo pido, y a veces ni
eso, simplemente lo tomo. Noto que la he puesto nerviosa y eso me gusta,
quiero desconcertarla, me gusta tener el control y parece que a ella no le
importa que lo tenga por lo rápido que respira. ¿La he excitado? Diría que sí.
—¿Podemos dar una vuelta?
Su pregunta me sorprende, ¿qué tipo de vuelta si va con muletas?
—Podemos dar un paseíto muy corto sí quieres, pero no te aconsejo que
mucho más Lía, te empezará a doler todo muy rápido—responde la enfermera
que llevo dentro.
—No digo a pie Raquel, llevo dos semanas encerrada en casa, necesito
que me dé un poco el aire. Solo un rato —dice poniéndome ojitos.
Aunque sus ojitos me derriten no me hacen falta, estoy dispuesta a hacer
cualquier cosa por ella y además me gusta conducir.
—Vale, pero yo decido donde y tú no puedes protestar —digo
señalándola con el dedo.
Miro el reloj, son casi las seis, pero ahora los días son largos, así que
cuando ella paga los cafés nos vamos y pongo rumbo a Castelldefels, conozco
una terraza al lado de la playa donde hacen unas tapas increíbles y quiero
invitarla a cenar. Durante el trayecto no hablamos mucho, realmente parece
que Lía necesitaba salir de la gran ciudad, ha bajado la ventanilla y no deja de
mirar a todas partes mientras el aire le alborota el pelo. Disfruto mucho
durante el camino, no es un silencio incómodo el que hay en el coche, es
necesario para ambas, ella disfruta a su manera y yo a la mía. Cuando
llegamos insisto en dejarla en la puerta del bar mientras busco aparcamiento
pero se niega, y tal y como yo sabía no encuentro sitio cerca y le toca tirar de
muletas un buen trozo.
—¿Quieres que paremos a descansar un poco? También podemos cenar
en cualquier otro sitio Lía.
—Que nooo —dice riendo—el máximo recorrido que hago en casa de
Inma y Vero es de mi habitación a la cocina Raquel, eso deben ser veinte
metros, necesito caminar —se queja.
—Parece que te sobra energía —digo mientras me dedica una de sus
miraditas.
—Cuando me quiten esto voy a caminar hasta que no pueda más —afirma.
—Que planazo tan interesante...
—Puedes apuntarte si quieres.
La miro sin decir nada y se detiene, y cuando yo también lo hago da un
par de pasos hacia mí y se detiene a un palmo de mi cara.
—Solo si quieres... —susurra.
Si no fuera porque soy enfermera y sé que no, pensaría que la
impresionante rapidez con la que me late el corazón es porque está a punto de
darme un infarto. Me muero de ganas de besarla y noto que ella también lo
desea, tiene su mirada clavada en mis labios pero no se mueve, solo respira
tan acelerada como yo. Tengo que reconocer que tiene fuerza de voluntad,
porque a mí me está costando la vida no recortar esa pequeña distancia para
robarle un beso, pero como veo que es lo que desea decido no dárselo, quiero
desesperarla, quiero que quiera más de mí y que me deseé como no ha
deseado nunca a nadie. Ahora me mira a los ojos, noto su aliento en mi cara
igual que ella debe notar el mío, me acerco, recorto esa distancia poco a poco,
Natalia se acelera más y yo también, da un pequeño saltito hacia delante y ya
no queda más distancia entre nosotras, su nariz está rozando la mía y ardo en
deseos de darle un beso con lengua, de estrecharla entre mis brazos, de dar
media vuelta, volver al coche y hacerle el amor en el asiento trasero. Dejo que
mi nariz acaricie la suya y ladeo ligeramente la cara para acoplarme a ella, y
cuando estamos en la posición perfecta para besarnos me muevo, le doy un
beso tierno en la mejilla que me hace estremecerme y empiezo a caminar otra
vez.

No oigo el ruido de sus muletas en el suelo, aun así no me giro hasta que
no he andado cinco o seis metros, después me giro y la veo en el mismo lugar
y posición que la he dejado, está cabizbaja y esboza una sonrisilla maliciosa
mientras me mira sintiéndose derrotada. Sabe que aquí mando yo y le gusta, y
eso me excita mucho, le sonrío alzando las cejas y le hago un gesto para que
venga a mi lado.
—No puedes ser tan caprichosa Natalia —le susurro sin dejar de mirarla
cuando está frente a mí.
—¿No vas a besarme? —pregunta manteniéndome la mirada.
Me gusta mucho joder, Lía me vuelve loca, me encanta que no tenga pelos
en la lengua y que me pida lo que quiere.
—¿Quieres que te bese?
¡Vaya tono sensual que me ha salido!
Lía afirma con la cabeza y vuelve a acercarse mucho a mí.
—No te he oído Natalia —digo exigente.
Sonríe y después se muerde los labios.
—Tú también quieres, te lo noto, te mueres de ganas de besarme —afirma
la niñata.
Tiene razón y eso me jode, me da rabia que se me note tanto, pero si
piensa que por eso voy a besarla cuando ella quiera lo tiene claro, y si no que
me bese ella.
—No has respondido a mi pregunta —digo dándole un repaso con
descaro.
Su cuerpo reacciona ante mi mirada, veo como se le eriza el vello y su
respiración se vuelve pesada.
—Sí que quiero, quiero que me beses —claudica al fin.
Me acerco a ella tanto que mis pechos se apoyan en los suyos, ella no
puede tocarme porque no puede soltar las muletas, pero yo sí que puedo, así
que coloco una mano en su cintura y meto un dedito tímido por debajo de su
camiseta, solo para que note mi contacto. La otra mano la coloco en su cuello
y acerco mis labios a su oreja tanto que no dejo de rozarla mientras le susurro:
—Te besaré Lía, pero no ahora, quiero que me desees tanto que cuando
mis labios rocen los tuyos me supliques que te meta la lengua.
Lía se estremece e intenta ser ella la que me besa, pero la sujeto con
firmeza y no se lo permito.
—No he terminado de hablar, no vuelvas a interrumpirme—la regaño —
cuando tenga mi lengua en tu boca la sacaré acompañada de la tuya y te la
chuparé.
—Vámonos —me suplica.
—Ni hablar, ahora vamos a cenar.
Me aparto y vuelvo a caminar intentando aparentar que estoy bien, pero lo
cierto es que todo el cuerpo me tiembla y noto las braguitas empapadas, de
buena gana me iría al coche con ella, pero si cedo ahora perdería el control de
la situación y no me da la gana, este jueguecito con Natalia me vuelve loca.
En la terraza ambas nos tranquilizamos y volvemos a charlar sin parar,
pedimos cuatro platos de tapas para compartir y pasamos una velada de lo más
agradable en la que nuestras manos se rozan un par de veces, las miradas de
complicidad fluyen y la sonrisa de Lía me derrite más a cada segundo que
pasa. De vuelta al coche la noto cansada, lleva una tarde intensa dado su
estado y su cuerpo se está resintiendo. Se desploma en el asiento y la ayudo a
estirar la pierna antes de ocupar mi sitio y poner rumbo a su casa.
—¿Te duele algo? —le pregunto poniendo mi mano sobre la suya.
—Me duele todo un poco —sonríe.
Mueve sus dedos bajo mi mano y al final acabamos entrelazándolas con
una naturalidad asombrosa. La suelto cuando tengo que cambiar de marcha, y
en las décimas de segundo que dura ese cambio pienso en si debo o no volver
a coger su mano, pero no se trata de si debo, se trata de que quiero, y como
ella no ha retirado la mano de inmediato se la vuelvo a coger y nos pasamos
todo el camino de vuelta acariciándonos la mano en silencio. Cuando llegamos
ya es de noche, la ayudo a bajar del coche, si antes parecía cansada ahora está
hecha polvo, se queda apoyada contra el coche mientras yo cojo su bandolera
y se la pongo. Me mira fijamente, estoy demasiado cerca y mi cuerpo
reacciona ante el suyo, Natalia despierta en mí un instinto salvaje y
depredador que no sabía que tenía.
—¿Ahora tampoco vas a besarme? —dice de pronto.
El chichi se me hace agua, quiero besarla y hacerle muchas cosas más,
pero la operación deseo sigue en marcha y tengo que mantenerme firme.
—No.
Mi tono ha sonado un pelín borde, pero es lo que quiero, quiero que cese
en su intento porque si no mis fuerzas flaquearan y acabaré cediendo. Parece
que ha funcionado, agacha la cabeza y echa a andar hacia la puerta, cuando
llega se detiene, se apoya con un hombro en la pared y deja una muleta para
apretar el botón del timbre, pero cuando va a pulsarlo la detengo.
—Me lo he pasado muy bien Lía, ha sido un café que ha dado para
mucho.
Me mira y sonríe pese a que sé que no le ha sentado muy bien mi
negación.
—Yo también —dice encogiéndose de hombros mientras me acerco.
Es demasiado apetecible, su postura es muy sexy y estoy que me deshago.
—El martes por la mañana estoy libre, tengo que ir a la biblioteca a
devolver un par de libros, ¿te apetece acompañarme?
No espero a que responda, no puedo, si me voy de aquí sin besarla sé que
me arrepentiré, así que coloco una mano en su cara y me acerco hasta que mis
labios se posan sobre los suyos, le doy un beso corto pero firme que me deja
la mente en blanco, sentir el contacto de sus labios firmes y calientes me hace
arder por dentro, Lía suspira y separa los labios en busca de un beso más
profundo, pero no se lo doy, me separo y le susurro.
—Recuerda, quiero que me desees...
—Ya te deseo —se queja.
—Más—vuelvo a insistir mientras me alejo.
Frunce el ceño y toca el timbre mientras yo me subo al coche con una
sonrisa de satisfacción, no me voy hasta que veo que las luces del jardín se
encienden y Natalia entra en casa, entonces le envío un mensaje y me voy.
—No me has contestado a lo del martes, ¿te paso a buscar?
Su contestación llega de inmediato y me arranca otra sonrisa.
—No me has dejado, me has dado un mini besito y ahora estaré pensando
en ti toda la noche, eres mala. Y la respuesta es sí, pásame a buscar cuando
quieras.
—Una mala que también pensará en ti, te recogeré a las diez.
—Siendo tú, seguro que me recoges a las once para que te desee todavía
más...
—Ummm, tal vez. Descansa Lía, y pon la pierna en alto esta noche o es
posible que se te hinchen los dedos.
21. Lo quiero todo

Lía

—Bueno, ¿vas a contarnos cómo te ha ido? —dice Vero en cuanto me


dejo caer en el sofá.
—Es una grosera, encima de que llega dos horas tarde, entra, y sigue
hablando por el móvil —se queja Inma.
—Ya está —digo riendo—tenía que contestarle una cosa.
Las dos me miran y me muero de la vergüenza, no sé qué decir o qué
contar, lo único que sé es que me lo he pasado muy bien y que me muero de
ganas de volver a ver a Raquel.
—Me estoy enfadando —dice Vero de pronto—habla Natalia, ¿te lo has
pasado bien o no?
—Sí, mucho —confieso.
—Mmmm, ¿volverás a quedar con la enfermera ricitos? —pregunta Inma.
—He quedado el martes por la mañana, y se llama Raquel —digo con una
sonrisa que no me cabe en la boca.
—Se llama enfermera ricitos hasta que yo diga lo contrario —sentencia.
—Vaya, parece que la cosa se pone seria —dice Vero sentándose a mi
lado.
Me abraza y yo me dejo querer, no tengo ganas de hablar, estoy cansada,
tengo sueño y me siento muy confusa otra vez, Vero tiene razón, creo que la
cosa se pone seria, Raquel me gusta mucho, además de pasarlo de miedo con
ella casi hace que me dé un infarto cuando me ha dicho que quería besarme.
Raquel me excita a la par que me gusta, tiene un rollo que me encanta y la
seguridad que muestra me pone mucho, y por absurdo y frío que parezca lo que
ahora me aterra es llegar a acostarme con ella y que no me guste tanto como
me gusta acostarme con mis jefas, ellas han dejado el listón muy alto, y aunque
Raquel consiga lo mismo no sé si estoy dispuesta a dejar de acostarme con
ellas, soy lo peor.
—Hoy nos saltamos la serie, pareces cansada, así que a la cama —me
ordena Inma.

Cuando llega el martes Raquel se presenta puntual, y menos mal, porque


llevo levantada, duchada y vestida desde que mis jefas se han ido a trabajar, y
de eso hace ya dos horas que se me han hecho eternas. Raquel me ha pedido en
un mensaje que la esperara para desayunar y estoy muerta de hambre. Cuando
he salido me esperaba en la puerta, y después de darme dos besos nos hemos
fundido en un abrazo del que hubiera deseado no tener que deshacerme nunca.
Me gusta como huele, me gusta como me siento entre sus brazos, me gusta
notar su aliento en mi cuello y me gusta que me acaricie la espalda mientras
me confiesa las ganas que tenía de verme. Todo lo que Raquel hace o dice me
gusta.
Antes de ir a la biblioteca me ha llevado a una cafetería donde nos han
servido unos churros con chocolate que estaban deliciosos, tenía tanta hambre
que he repetido y todo.
—No sé dónde lo metes —dice mientras devoro el último churro.
Me encojo de hombros y sonrío, Raquel me arranca tantas sonrisas que a
veces me siento tonta. Al acabar se ha sentado a mi lado y hemos estado un
buen rato charlando cogidas de la mano por debajo de la mesa, me ha parecido
muy divertido y excitante acariciar sus dedos como si fuera un delito que
alguien nos vea. Después de dejar los libros en la biblioteca hemos ido a un
parque y hemos pasado las dos horas de las que ella disponía tiradas en la
hierba, me ha colocado su mochila debajo de la pierna y hemos estado
alternando entre conversaciones más profundas donde nos hemos contado
cosas personales, y momentos en los que simplemente nos hemos quedado en
silencio cogidas de la mano.
—Me gustas Natalia —dice de pronto cuando menos me lo espero.
Las dos tenemos la mirada clavada en las nubes, llevamos un rato
imaginando formas y su mano me ha apretado con más firmeza cuando me lo ha
dicho. No puedo pensar, el corazón me bombea muy fuerte, siento una alegría
inmensa al oír eso y deseo girarme para besarla, pero no lo hago, sé que me
rechazará porque le gusta tener el control, no quiero darle ese gustazo.
—Quiero seguir viéndote —sigue diciendo—lo poco que sé de ti me
gusta y quiero saber más, no pretendo agobiarte, solo que me dejes conocerte.
—Con una condición —digo aprovechando la oportunidad.
—¿Cuál?
—Que me beses, que me beses ahora, y no un besito Raquel, quiero uno
de verdad —digo girando la cabeza hacia ella.
—¿Me chantajeas? —dice mirándome también.
Voy a decirle que sí pero no puedo, incorpora medio cuerpo sobre mí y
me besa, primero es un beso suave y casto, se retira y sonríe cuando me quejo
porque pienso que me va a dejar con las ganas otra vez, pero entonces vuelve
a besarme y su lengua se abre paso entre mis labios y me quedo sin
respiración, no sé describir lo que siento, todo mi interior se remueve y siento
mariposas, muchas mariposas, quiero que siga, adoro las caricias de su lengua
y como juega con la mía, entonces la retira y yo la sigo con ansia, tal y como
ella dijo. La meto en su boca, juego con la suya y de pronto la atrapa entre sus
labios y la chupa, siento que voy a explotar de placer, deseo que me toque,
quiero que todo el mundo a nuestro alrededor desaparezca para que Raquel me
haga el amor en el parque. La agarro por la cintura cuando intenta separarse y
le suplico que siga, no quiero que deje de besarme nunca, pero la muy malota
me da un besito como el del otro día y se separa finalmente.
—Recuerda —susurra—has de desearme...
—Ya te deseooo—pataleo con mi otra pierna como una niña.
—Yo te deseo más —dice tocando la punta de mi nariz con un dedo—
venga, ya es la hora, voy a llevarte a casa o me harás llegar tarde al trabajo.
¿En serio? ¿Ya ha llegado la hora? Casi no me he enterado, los minutos a
su lado vuelan y me levanto con tristeza porque no quiero irme. El mundo se
me cae cuando en el coche me dice que hasta el sábado por la tarde no
podremos vernos, el resto de la semana tiene turnos eternos y tiene que
descansar. No le digo lo larga que se me va a hacer la espera, como ella ha
dicho solo quiere conocerme más y no quiero que piense que me tiene en el
bote tan rápido, yo también quiero hacerme de rogar un poco, así que nos
despedimos con otro beso en el coche cuando llegamos y la veo marcharse de
nuevo.

Cuando entro Inma y Vero ya han llegado y tienen la comida lista, esta vez
no espero a que me pregunten, soy yo la que está tan emocionada y
descontrolada por lo que siento que no paro de hablar y de decir lo bien que
me lo he pasado, ellas se miran y se ríen, estoy segura de que hablan de mí
cuando no estoy, pero ahora simplemente me escuchan con atención y se ríen
otra vez cuando les cuento lo de las caricias bajo la mesa. Al acabar me siento
en el sofá y miro el móvil, Raquel ya me ha enviado las tres fotos que nos
hemos hecho cuando estábamos tumbadas en el parque y no puedo dejar de
mirarlas.
—¿Es ella? —me pregunta Vero que en ese momento pasa por detrás.
—Sí.
—¿Puedo verla?
Afirmo y Vero se sienta a mi lado, se acurruca contra mi brazo y mira la
foto con atención.
—Es guapa, muy guapa—insiste—hacéis muy buena pareja Lía.
Entonces me quita el móvil y llama a Inma.
—¿Has visto cariño? —dice en voz alta para que la oiga.
—¿El qué? —dice Inma que sale de la cocina y se sienta a su lado.
—A Lía y a su amiguita, ¿a qué están guapas?
—Mucho, ya te dije que ricitos también era follable —dice tan pancha.
—¿Follable? ¿Te acostarías con ella? —pregunto sorprendida.
—Seguramente, si no fuera tu novia y se dieran las circunstancias es
probable que la invitáramos a jugar con nosotras.
Me quedo muerta.
—No es mi novia —apunto—¿tú también Vero? ¿También te acostarías
con ella?
—Claro. ¿Te molesta que digamos que es follable? —Me pregunta—es un
hecho cariño, es atractiva, cualquiera con ojos en la cara puede verlo.
—No me molesta —digo con sinceridad.
No miento, que ellas digan que es atractiva y que se acostarían con ella
me halaga, pensarlo me excita y de pronto siento unas ganas enormes de follar.
Mis jefas lo notan, ya conocen mis miradas y mi expresión cuando me
enciendo y en seguida responden, Vero se abalanza sobre mí y me devora la
boca con ansia mientras Inma me baja los pantalones, por un instante pienso en
Raquel y me siento mal, pero si paro lo que hago también me sentiré mal
porque deseo hacerlo. Me digo a mi misma que no tengo nada serio con
Raquel y que por lo tanto no le tengo que dar explicaciones, soy libre para
hacer lo que quiera y me olvido de todo cuando Vero, que ya está desnuda, se
pone a horcajadas sobre mi cara y me ofrece su sexo húmedo y caliente para
que lo chupe. Hundo mi lengua entre sus pliegues y veo como Inma le toca los
pechos con su mano libre, con la otra me está follando a mí, sus dedos entran y
salen de mí al mismo ritmo que yo trazo circulitos con la lengua en el clítoris
de su mujer, primero me corro yo y al momento se corre ella. Cuando me
recupero me siento, Inma se coloca a horcajadas sobre mis piernas y me dice
que mantenga la mano quieta con los dedos hacia arriba, ella misma se clava
en ellos hasta el fondo y cuando yo los curvo comienza a moverse mientras
Vero me besa y con una mano acaricia el clítoris de Inma. Sexo, placer, morbo
y orgasmos a mansalva, eso es lo que tengo con ellas además de su amistad y
me gusta, lo disfruto mucho y no quiero perderlo, cuando Inma se corre se
queda sobre mí y me abraza. Vero nos abraza a las dos y así pasamos varios
minutos en silencio.
—¿Esta es la última vez? —susurra Inma.
Empiezo a llorar, algo en mi interior me dice que sí que lo es pero no
quiero que lo sea, soy una maldita egoísta que lo quiere todo, las deseo a ellas
y soy consciente de que me estoy enamorando de Raquel y también la quiero a
ella.
—Debería serlo —sollozo.
—No llores cariño, ya sé que somos dos diosas del sexo—bromea Vero
—pero Raquel, además de sexo te dará otras cosas que nosotras no podemos.
—Pero a mí me gusta esto —confieso —me encanta lo que hacemos, me
gusta follaros y que me folléis, siento mucho placer y excitación y no sé si eso
lo tendré con ella.
Cuando me oigo decir eso me sorprendo, un año atrás ni se me hubiera
pasado por la cabeza la idea de acostarme con dos mujeres casadas ni
utilizaba la palabra follar con tanta naturalidad y frecuencia.
—Esto es solo sexo Natalia, puro y duro, tal vez con ella no sientas el
morbo de lo prohibido o lo mal visto, pero seguro que sientes otras cosas
cuando hagas el amor con ella, y son maravillosas, cuando quien te toca y te
hace disfrutar es alguien a quien amas lo que se siente es muy intenso, y si
alguna vez lo vuestro sale mal ya sabes... —bromea la que antes era una arpía.
—¡Inma! —la regaña Vero—no la gafes, joder, con lo bonito que es todo
lo que has dicho y vas y la cagas al final.
Las tres nos reímos y nos vamos a la ducha juntas.

Los días comienzan a pasar, por fin llega el sábado y quedo con Raquel
otra vez. Todo lo que sentía se ha multiplicado, ahora le basta con una mirada
para hacerme sentir cosas maravillosas, hemos ido al cine y yo he tenido la
pierna encima de las suyas durante toda la sesión. Mientras mira la película
me hace dibujitos en la rodilla con la punta de los dedos, de vez en cuando he
conseguido robarle algún beso y después hemos ido a cenar, esta vez la he
invitado yo.
Otra vez ha llegado la hora despedirnos y no quiero, sus besos me saben a
poco y ella lo sabe, pero sus horarios son un asco este mes y he de respetarlos,
no me gusta que vaya cansada por culpa de haber trasnochado conmigo.

La semana siguiente quedo con ella otros dos días y entre medio me
acuesto con Inma y Vero otra vez, no he podido resistirme, Raquel me tiene
encendida por el deseo y al levantarme esta mañana me he encontrado a Inma
desnuda en la cocina.
—Mierda cariño, pensaba que dormías —dice cuando me ve.
—¿Siempre haces el desayuno desnuda?
—Solo cuando acaba de ducharse y quiere seguir jugando —contesta
Vero a mis espaldas.
Me giro y la mujer de ojos verdes también está desnuda. No soy de
piedra, llevo días conteniéndome y haciendo esfuerzos enormes, pero con esto
no puedo, me supera, y en cuanto Inma se me acerca me arrodillo y ella me
ofrece su sexo, noto como Vero se arrodilla detrás de mí y su mano se mete
por debajo de mi culo hasta alcanzar mi vagina, eso me pone mucho y ella lo
sabe. Esa mañana nos corremos las tres en la cocina y después en el comedor,
ya que me he puesto quiero recuperar lo que he perdido, pero cuando acabo
me siento peor que nunca y me prometo a mí misma que es la última vez.
Entonces me despierto, ha sido un sueño, joder menos mal. Lo mío y lo de
Raquel sigue sin ser oficial, pero esta es la primera vez que me doy cuenta de
que si sigo con eso siento que la engaño, acostarme con ellas esta vez aunque
haya sido en sueños, me ha hecho ver que yo sí que quiero algo serio con ella
y lo quiero ya, quiero que Raquel salga conmigo y acabar con todas las
opciones de que lo haga con alguien más, al fin y al cabo ella también es libre
de hacer lo que quiera, ¿se acostara con alguien ella también? Pensarlo me
enfada y me hace sentir unos celos muy incómodos, ya está decidido, mañana
cuando la vea se lo digo, le diré lo mucho que me gusta y que me he colado
por ella.

***

Raquel

Hoy Natalia viene al hospital, parece mentira que ya hayan pasado cuatro
semanas desde aquel jueves, por fin vamos a quitarle el vendaje y si la
radiografía sale bien pronto caminará con normalidad. Tengo unas ganas
increíbles, me muero de ganas de poder pasear con ella tranquilamente.

Ya han llegado, cuando la veo entrar en el box me arde todo, viene con la
tal Verónica, no sé muy bien cómo debo actuar delante de ella pero deseo tanto
besar a Lía que le doy un discreto beso en los labios en cuanto se me acerca.
¿Estoy marcando el territorio? ¿Le habrá molestado a Natalia? A su jefa
parece que no porque sonríe y me tiende la mano.
—Verónica —dice en cuanto se la estrecho.
—Raquel, encantada —le contesto.
También es muy atractiva, pero sin duda es mucho más amable que su
mujer.
—Igualmente —me dice.
Lía parece algo inquieta, así que ha llegado el momento de centrarme en
ella. Le pido que se siente en la silla y yo lo hago en un taburete frente a ella, y
con su pierna estirada y apoyada en mi rodilla comienzo a cortar el vendaje.
—Que alivio —dice cuando el enorme vendaje va cediendo y dejando su
pierna en libertad.
—Como pasa el tiempo... —suspira Verónica que le hace una caricia en
el brazo.
—Cierto, hace un mes entré en aquel box y me la encontré hecha un asco y
muerta de dolor, y ahora mire, pierna curada y lista para salir corriendo —le
digo.
—Tutéame Raquel, no soy mucho mayor que tú.
—De acuerdo —le sonrío.
Acompañamos a Natalia a la sala de rayos y al volver la doctora Calvo
que también está de guardia le echa un vistazo.
—Esto está perfecto Natalia, vas a estar unos días con el pie dolorido,
lleva demasiados días inmovilizado y hasta que lo acostumbres otra vez te
dolerá. Procura caminar gradualmente, cada día un poco más pero sin pasarte
los primeros días, ¿de acuerdo?
—Vale —sonríe la chica de la que estoy enamorada.
—Usa las muletas ahora Lía, no intentes apoyar el pie de golpe o rabiarás
—le digo entregándoselas—haz caso a la doctora ¿eh?
—Que sííí.
Las tres caminamos hasta la salida y cuando llegamos Verónica se va a
buscar el coche.
—¿Qué vas a hacer hoy? —le pregunto.
—Tenía pensado recoger mis cosas y marcharme a casa esta tarde, pero
se han puesto como dos fieras, dicen que me espere un par de días más hasta
que pueda mover bien el pie y no he querido discutir.
—Y tienen razón Lía, ya no te viene de dos días, y yo me quedo más
tranquila sabiendo que no estás sola con lo torpe que eres.
—No soy torpe —se defiende acercándose a mí de un saltito.
—Ummm ahora eres más peligrosa —le digo robándole un beso.
—Pronto ya no podrás huir de mí —sonríe con satisfacción.
—¿Y cuando he dicho yo que quiero huir de ti?
Me mira y no dice nada, eso me pone nerviosa.
—¿Te pasa algo Natalia?
—No, es que tengo ganas de verte.
Su confesión me deshace y la abrazo con fuerza mientras le regalo un
beso en el cuello, zona que hasta ahora no había probado y que sin duda
pienso seguir saboreando.
—Hoy salgo un poco tarde, ¿te recojo a las ocho y cenamos juntas?
—No llegues tarde —me amenaza con un dedo.
Verónica ha llegado, y tras besarme otra vez se han marchado.
El día se me hace eterno, no veo el momento de que llegue la hora de ir a
buscar a Natalia, llevo días dándole vueltas y creo que ha llegado el momento
de pedirle que lo nuestro sea oficial, creo que nos vendrá bien a las dos
formalizarlo, así me siento muy perdida y noto que ella también, ambas
necesitamos esa estabilidad.
Cuando por fin llega la hora y la veo salir mi cuerpo se altera, ahora que
no lleva el vendaje se ha puesto unos vaqueros rotos que le quedan de miedo.
Natalia me hace una oferta que no puedo rechazar, me dice que si me importa
que vayamos a su casa, ha terminado de leer un libro que forma parte de una
saga y el siguiente lo tiene allí.
—Podemos pedir una pizza y cenamos allí si quieres, así aprovecho para
ventilar un poco, que llevo varios días sin ir.
Como digo me parece un planazo, estoy agotada y me apetece
tranquilidad, además quiero hablar con ella sobre nosotras y no se me ocurre
un lugar más íntimo que ese. Yo había pensado ir a mi casa, pero he dudado si
decírselo o no por si sentía incomodidad, pero al hacerlo ella me ha quitado
un peso de encima.
—No apoyes tanto el pie Lía, ayúdate de la muleta... —le digo cuando
estamos entrando.
El pie le duele horrores al apoyarlo y es normal, pero ella es una
cabezona e insiste en usar la muleta el mínimo posible alegando que cuanto
antes se acostumbre, antes se le irá el dolor, al final la dejo por imposible.
Tiene un apartamento muy parecido al mío, comedor cocina, baño y una
habitación. Mientras yo le abro las ventanas ella llama para hacer el pedido.
—Me muero de hambre —digo cuando nos sentamos.
—Aquí vienen muy rápido, la pizzería está cerca —sonríe.
Y es cierto, como es temprano y no tienen mucho jaleo todavía, en
cuestión de quince minutos ya estamos cenando. Al acabar recojo las sobras y
Lía abre una botella de vino y saca dos copas que al final no saboreamos.
—Natalia quiero hablar contigo —le digo.
—Me pone nerviosa que me llames Natalia, suena serio...
—Es serio, pero no es malo...
¿Por qué me pongo tan nerviosa? Con lo fácil que es lo que le quiero
decir y ahora soy incapaz de encontrar las palabras. Suerte que ella se
impacienta y su pregunta me ayuda a encaminar la conversación.
—¿De qué quieres hablar?
—De nosotras Lía —suspira hondo y me mira nerviosa —me gustaría
formalizar esto que tenemos, me refiero a qué quiero estar contigo, que seas mi
novia, vamos —digo sofocada.
—Menos mal —dice echándose hacia delante y apoyando la cabeza en
mis rodillas un instante.
Me río y la levanto sujetando su cara.
—Menos mal, ¿qué? —pregunto conteniendo las ganas que tengo de
comérmela a besos.
—Pues lo que has dicho —dice vergonzosa —yo también quería
pedírtelo, necesito saber que estás conmigo y yo contigo, así me sentía muy
perdida —me confiesa.
—Pues nada de perderse, ahora estás conmigo y caminaremos juntas.
Lía se lanza a por mis labios y me aparto juguetona, me mira
empequeñeciendo los ojos y vuelve a por mí, le permito que me dé un beso
corto y vuelvo a apartarme. Entonces me enfoca de una manera que me
enciende y que no había visto hasta ahora, su mirada es traviesa y eso me
excita tanto que en lugar de dejar que ella venga a por mí, soy yo la que se
lanza a por ella con tal ímpetu que cae hacia atrás y eso es mi perdición. Al
sentir su cuerpo debajo del mío los fuegos artificiales estallan por todo mi
interior, la beso, no puedo dejar de hacerlo, solo que es un beso lento y suave
donde nuestras lenguas bailan lentamente.
—No creo que pueda parar... —le susurro.
—No quiero que pares —dice mientras sus manos recorren mi espalda
por debajo de la camiseta.
Me tiembla todo, tengo tantas ganas de sentirla íntimamente que me siento
torpe y primeriza. Natalia recoloca la pierna y hace una mueca de dolor
cuando choca contra el respaldo del sofá.
—Vamos a la cama —le pido.
Nos levantamos y le cedo el paso porque estamos en su casa. Me muero
de la risa cuando la veo recorrer la distancia a la pata coja y lanzarse a la
cama de espaldas extendiéndome los brazos con una sonrisa. Creo que me la
voy a comer, está preciosa y tan dispuesta como yo, así que como respuesta a
la sonrisa que acaba de regalarme y ese gesto que me ha derretido, saco mi
móvil ante su cara de sorpresa y pongo la canción Habits de Tove Lo, no es
precisamente la más sensual, pero es una canción que me encanta y quiero
disfrutarla con ella. En cuanto empieza a sonar dejo el móvil a los pies de la
cama y comienzo a moverme lentamente mientras me voy quitando la ropa. A
Lía se le abren los ojos enormemente, coloca sus manos detrás de su cabeza
como si tomara el sol y se deleita mirando mis movimientos con media
sonrisa. Ya estoy en ropa interior, pensé que sentiría más vergüenza haciendo
esto pero lo cierto es que me encanta desnudarme para ella, lo estoy
disfrutando y cuanto más me mira más me excito. Desabrocho mi sujetador y
sin pudor alguno libero mis pechos dejándolo deslizarse por mis brazos hasta
caer al suelo, Lía se sienta, puedo notar su excitación a través de su
respiración acelerada, lo que ve le gusta y a mí me encanta gustarle. Se va a
quitar la camiseta, pero se detiene cuando muevo mis caderas con sensualidad
y me aprieto los pechos con las manos, entonces se echa hacia delante y
camina a cuatro patas por la cama hasta llegar a los pies donde me encuentro,
se pone de rodillas, me agarra por la cintura y me acerca a ella.
Cierro los ojos y disfruto enormemente cuando comienza a besar mis
pechos, primero son decenas de besos repartidos por ambos y luego es su
lengua juguetona la que rodea mis pezones, primero uno y luego el otro, los
sorbe y los chupa y yo siento que van explotarme los pechos de la excitación
que tengo, quiero más y lo quiero ahora, me separo, le quito la camiseta y el
sujetador con prisas y ante su mirada lobuna me quito las braguitas. Quiero
saltar sobre ella, pero ahora está mirando cada rincón de mi cuerpo con
descaro y para mi sorpresa me gusta y me excita, separo un poco las piernas
cuando su mirada se clava en mi sexo y ella suspira, yo me derrito.
—Túmbate —le ordeno.
La canción ha terminado y está sonando otra, lo paro y lo dejo en el suelo
antes de inclinarme sobre Lía y quitarle los pantalones lentamente, una vez
desabrochados los agarro por la parte de abajo y voy tirando hacia mí
descubriendo sus piernas centímetro a centímetro, al acabar hago lo mismo
con sus braguitas y antes de tumbarme sobre ella le doy un repaso visual y
digo:
—Justo como te recordaba.
Le da la risa tímida y me agarra las manos para que me tumbe sobre ella,
creo que me estoy mareando, la sensación de mi cuerpo desnudo sobre el suyo
me turba la mente y hace crecer mi humedad, mi respiración se acelera más y
empezamos a besarnos mientras ella se queja.
—Eres una enfermera malota, yo estaba muerta de dolor y tú pensando
guarradas.
—No es cierto —digo sin dejar de besarla—no pensé guarradas, pero sí
que me puse muy nerviosa cuando te vi desnuda —le confieso.
Se detiene y me clava su mirada traviesa.
—¿Te excitaste? —pregunta riendo.
—Un poco, me gustaste mucho Lía, creo que desde el momento que crucé
la puerta y te vi, sentí algo que no supe clasificar, y después te vi desnuda y
fue el remate... —digo mientras las dos reímos.
—A mí también me gustaste, aunque en aquel momento no lo supe, me di
cuenta después.
Su confesión me obliga a besarla de nuevo mientras mis manos recorren
su cuerpo y ella se estremece ante cada una de mis caricias. Siento unas ganas
enormes de saborear a Lía, quiero sentirla de la forma más íntima, su sexo hoy
me resulta tanto o más apetecible que el primer día y quiero besarlo, siento
desesperación por hacerlo, he estado con muchas mujeres antes, a muchas las
he amado y otras simplemente han pasado por mi cama, pero lo que siento con
Natalia es diferente, va mucho más allá de lo que había sentido hasta ahora
por nadie y eso que no puedo quejarme, he amado y me han amado, he
disfrutado mucho del sexo y de la compañía, pero con ella siento que floto en
una nube de placer en todo momento.
Me separo de sus labios y la miro, su mirada se enciende, sabe lo que
pretendo hacer y eso la excita más, comienzo a repartir besos por su torso
mientras mi mano se posa sobre su sexo y ella suspira profundamente, está
muy mojada y eso me encanta, mis dedos se deslizan por sus pliegues con
facilidad y no veo el momento de llegar allí con la lengua. Sigo bajando por su
abdomen, y ante su desesperación me deleito en su vientre, me gusta que me
desee y quiero hacerla sufrir un poco, mi mano sale de su sexo y me dedico a
acariciar la cara interna de sus muslos con la punta de los dedos, Lía se
retuerce, quiere y necesita más y yo beso su pubis una y otra vez.
—Por favor —me suplica.
Sonrío, la tengo donde quiero, completamente entregada para mí. Con la
mano empujo una de sus piernas para que la separe y ella abre las dos con una
elasticidad impresionante. ¿Qué deporte habrá hecho mi preciosa novia para
poder abrirse así? Me detengo a mirar su sexo, lo toco y separo sus labios con
los dedos, observo su humedad mientras el vientre de mi chica se infla y se
desinfla de forma descontrolada, creo que ya he sido bastante mala. Me acercó
a su sexo y con la lengua recorro la distancia desde la entrada de su vagina
hasta su clítoris de forma lenta, quiero saborearla y lo hago, me deleito
lamiendo su sexo en todas direcciones y clavo la lengua en la entrada de su
vagina en varias ocasiones porque noto que le gusta, pero mi chica lleva tanto
rato excitada que no creo que aguante mucho, y sinceramente no quiero que lo
haga, quiero que se corra para mí, me muero de ganas de sentirla en todo su
esplendor entre mis labios. Subo a su clítoris y trazo circulitos que la hacen
responder de inmediato, su pelvis comienza un pequeño forcejeo contra mi
boca que me vuelve loca de deseo, voy a darle lo que quiere, se lo ha ganado.
Intensifico las caricias de mi lengua, presiono, succiono con los labios y
chupo, le hago de todo y rápido sus manos se colocan sobre mi cabeza y me
aprietan contra ella mientras sigue con los movimientos rítmicos de su pelvis.
Saco la lengua y dedico unas atenciones exclusivas a su preciado e inflamado
botoncito y mi chica se retuerce entre gemidos cuando su orgasmo hace acto de
presencia, me encanta, me gusta sentirla así, tanto que casi estoy a punto de
correrme con ella, finalmente en un arrebato de placer explosivo se arquea y
su pelvis se levanta casi un palmo de la cama contra mi boca hasta que
finalmente se desploma. Su cuerpo entero es como un flan, tiembla tanto que
me hace sonreír, sin duda lo he hecho bien. Subo hasta ella, me tumbo a su
lado y la abrazo, reparto besos en su cuello mientras ella intenta que su
respiración se vuelva a acompasar, sonríe y me mira satisfecha.
—Mmmm, me encanta como sabes Lía —le susurro.
—¿Por qué has tardado tanto en aparecer en mi vida? —me pregunta.
—Porque cada cosa tiene su momento, y este es el nuestro.
Lía me abraza con fuerza y nos fusionamos, todavía noto los latidos
enfurecidos de su corazón y su cuerpo sudoroso resbala contra el mío cuando
se gira y se coloca de lado frente a mí. Me clava esa mirada lobuna y me
enciendo cuando sin apartar sus ojos de mí, su mano se mete entre mis piernas
y cubre todo mi sexo con ella. Estoy de lado, pero en este momento me gusta la
posición y lo que me hace, quiero que me lo haga así, abro una pierna y le
ofrezco un ángulo de noventa grados, podría darle más, pero me pone mucho
que me lo haga tal y como estamos, de la forma más simple, de lado,
mirándonos fijamente mientras sus caricias me hacen temblar de placer. Todo
es lento al principio, Lía examina mi sexo, hace cositas y sonríe cada vez que
reacciono con mayor énfasis hacia algunas, me está tanteando y eso me
deshace, sobre todo cuando empieza a besarme, no puedo respirar, me está
matando de gusto. Sus dedos se mueven ágiles entre mis pliegues, me
acarician con sabiduría y yo respondo excitándome cada vez más, esta chica
acabará conmigo. Su dedito se insinúa en la entrada de mi vagina, y aunque me
gusta mucho que me penetren hoy no quiero, quiero que me siga tocando como
lo hace.
—Házmelo así hoy —le pido apartando su dedo y colocando su mano de
nuevo un poco más arriba —me está gustando mucho.
—¿Sí? ¿Te gusta esto? —pregunta sonriente cuando sus dedos trazan
circulitos suaves alrededor de mi clítoris.
—Mmmm, me encanta, hoy quiero correrme así.
¿Desde cuando hablo yo de esta manera en la cama?
—A la orden... —me susurra.
Cierro los ojos y me entrego a sus caricias y a los infinitos besos que
vuelve a repartir entre mi cara, mi cuello y mis pechos. Noto como el orgasmo
se forma en mi interior de una forma lenta y maravillosa que me hace sentir
mucho placer mientras llega, aunque cuando lo hace siento que estoy en otro
mundo, he atrapado la mano de mi chica entre las piernas y no dejo de apretar
y de moverme contra ella, este orgasmo es devastador y me retuerzo de gusto
mientras Lía me aprieta contra ella con su otro brazo.

Esta noche nos quedamos en su casa, Lía se ha levantado a por una


botella de agua y al volver a la cama le ha enviado un mensaje a Verónica para
decirle que no la esperen.
—Mañana te haré madrugar —me disculpo.
Entro a las ocho y primero tengo que ir a llevar a Lía, y aunque me daré
una ducha en su casa antes de salir, tengo que ir a la mía a coger las cosas y de
paso ponerme ropa limpia.
—No me importa.
22. No quiero mentir

Vero

Tengo que reconocer que cuando Natalia me envío el mensaje diciendo


que no venía me entristecí mucho, esa era la prueba de que nuestra amante ya
no es nuestra y de que nuestros juegos han acabado para siempre. Me entra
mucha nostalgia al pensar en todas las cosas que hemos hecho en la cama, pero
me alegro mucho por ella, es una chica maravillosa y se merece tener a alguien
que le dé todo el amor que necesita. También me consuela pensar en el vínculo
amistoso que hemos establecido, aunque Lía esté con Raquel nuestra amistad
con ella es algo que no va a perderse, Inma y yo queremos que vengan aquí
cuando quieran, podemos seguir teniendo nuestras charlas y de paso conocer
un poco más a Raquel, tengo que asegurarme de que es digna de Lía.
Acaba de entrar por la puerta, aunque ya es la hora de levantarnos, Inma y
yo todavía estamos tiradas en la cama, anoche tuvimos una sesión muy intensa
de sexo y las dos estamos agotadas. Le doy una voz a Lía y le digo que suba, al
momento escuchamos sus pasos lentos y torpes por la escalera y al entrar en
nuestra habitación se acerca a la cama. Retiro la sábana y Lía se coloca en
medio de las dos, estamos desnudas pero no importa, ya nos ha visto así
muchas veces y para nosotras es algo natural.
—Aquí huele a diversión nocturna —dice riendo.
Estoy segura de ello, la habitación tiene que oler a sexo por narices. En
cambio ella huele a lavanda, viene recién duchada, todavía tiene el pelo
húmedo.
—¿Tanto como te divertiste tú anoche? —le pregunta mi mujer.
—Ummm, no sé yo, ¿eh? —responde divertida.
—¿Dudas de nuestras habilidades sexuales? —dice Inma haciendo ver
que se enfada.
—No, yo jamás haría algo así.
—¿Qué te ha hecho esa mujer?
—Ufff —suspira.
—Bueno, ¿qué tal? ¿Fue bien la cosa? —le pregunto impaciente.
Hunde la cabeza entre mi brazo y mi pecho desnudo y asiente con
insistencia mientras nosotras nos reímos.
—Hay una diferencia muy grande entre follar y hacer el amor Natalia —
le susurra mi mujer que también la abraza desde el otro lado.
—Anoche me dijo que quería estar conmigo —dice con la voz ahogada
por mi pecho.
—¿Ya es tu novia oficialmente?
Vuelve a asentir.
—Me alegro cariño, ¿cuándo nos la vas a presentar?
—Ya la conocéis...
—Eso no es conocerla —se queja mi mujer—queremos que la traigas un
día a comer o a cenar, lo que tú prefieras, tenemos que hacerle una serie de
preguntas para ver si pasa nuestro filtro —dice mientras Lía se ríe.
—¿Cómo va esa pierna? ¿Te duele mucho? —le pregunto.
—Pues esta mañana cuando me he despertado me dolía bastante, pero
Raquel me ha hecho un masaje y ahora me duele menos.
—Ay su Raquel —le dice mi mujer pellizcándole el moflete.
Lía se da la vuelta y se coloca de cara al techo como nosotras.
—El domingo me iré a casa y el lunes me incorporaré al trabajo si os
parece bien, necesito volver a mi rutina normal o me acostumbraré a la buena
vida y tendréis que adoptarme.
Aunque sabemos que la vamos a echar mucho de menos a las dos nos
parece bien.

Los días pasan volando, ya hace casi un mes que Lía se incorporó al
trabajo y su pierna está totalmente curada. Tenemos una especie de pacto, y los
días que no puede quedar con Raquel para comer, se viene a casa con nosotras
y nos contamos todo tipo de anécdotas. Lo suyo con la enfermera ricitos va
viento en popa, nuestra niña babea cada vez que habla de ella y al parecer esa
chica está igual de colada por ella. Este domingo vienen a comer a casa, y
como el día está bastante tonto mi mujer y yo hemos decidido prepararlo todo
para comer en la cocina.
Cuando llegan Lía parece muy nerviosa ante el hecho de que por fin
vayamos a cruzar algo más que un saludo con Raquel.
—No nos la vamos a comer —le susurro.
Ella sonríe, y pasados los nervios iniciales que sentimos las cuatro
comenzamos a comer y la conversación fluye sola, Raquel muestra mucho
interés por nuestra empresa y está encantada de que Lía trabaje para nosotras.
—Sale contenta del trabajo y eso hoy en día es muy difícil—nos dice.
—¿A ti te gusta el tuyo? —le pregunta mi mujer.
—Gustarme no, a mí me encanta. Desde muy pequeñita tuve claro que
quería ser enfermera, es un trabajo que me permite ayudar a la gente y eso es
algo que me hace sentir muy bien. Además, gracias a eso he conocido a una
chica maravillosa —añade.
Le da un beso en la mejilla a Lía y la pobre se pone como un tomate.
—¿Con la poca vergüenza que tienes y te pones tímida ahora? —le digo
tirándole una servilleta de papel.
—No estoy tímida —se defiende.
—No, que va —añade Raquel —si fueras un caracol haría rato que te
habrías metido debajo del caparazón.
Las cuatro nos reímos y seguimos con la charla hasta bien entrada la
tarde, momento en el que ellas se marchan y mi mujer y yo nos dejamos caer
en el sofá.
—Me cae bien —comenta Inma.
La verdad es que me sorprende, con lo protectora que es con Lía tenía
miedo de que volaran los cuchillos en la cocina. Pero lo cierto es que Raquel
parece una buena chica y a las dos se las ve muy bien juntas.
—La echo de menos —confieso.
Inma me mira con los ojos más achinados que Li y susurra:
—¿Qué echas de menos exactamente? ¿A la niña o lo que nos hacía la
niña?
—Todo, el mes que estuvo aquí me acostumbre tanto a ella que a veces
pienso que voy a bajar la escalera y la voy a encontrar en el sofá leyendo o
viendo series.
—¿Nada más? —pregunta socarrona.
—Ya sabes que sí mi vida, me encantaban nuestros juegos con ella, y
sinceramente ahora mismo no me apetece proponérselo a nadie más, al menos
durante una temporada.
—Estoy de acuerdo, esa niña vacilona me volvía loca en la cama.

Al día siguiente cuando llegamos al trabajo nos encontramos a Lía en la


cafetería, está hablando con Yolanda pero la notamos rara, parece nerviosa,
pero como está ocupada no le digo nada y me voy con mi mujer a su despacho
para comentar las cuatro cosas que tenemos pendientes para el día de hoy. No
llevamos ni cinco minutos reunidas cuando llaman a la puerta, es Lía.
—¿Puedo?
—Claro —le responde mi mujer.
—Estoy muy rallada —dice en cuanto se sienta.
—¿Por qué cariño? ¿Os habéis enfadado? —le pregunto preocupada.
—No, no es eso, pero el sábado estuvimos hablando de nuestros
escarceos amorosos anteriores, lo que incluye lo que eran parejas y lo que no,
y yo se lo conté todo menos lo vuestro, y ahora me siento mal, siento que la
engaño si no se lo digo. Y para colmo ayer me dijo que notaba una conexión
especial entre nosotras.
—¿Le molesta esa conexión? —pregunta mi mujer.
—No, dice que ojalá ella la tuviera con su mejor amiga. Ya sé que firmé
un contrato pero si no se lo cuento reventaré, no quiero mentirle, no quiero que
lo nuestro sea así...
Dicho eso se queda pensativa con la mirada clavada en el suelo y mi
mujer se levanta y abre la caja fuerte que tenemos detrás de los libros de su
despacho, coge una carpeta y vuelve a sentarse. Si hace lo que creo que va a
hacer cuando llegue a casa me la como a besos.
—Natalia mírame —le exige mi mujer.
Lía obedece y alza la vista. Mi mujer saca un documento de la carpeta y
se lo muestra a la niña.
—Esto es lo que firmaste, la otra copia la tienes tú —dice rompiendo el
contrato en mil pedazos—por nuestra parte puedes contarle a ricitos lo que
quieras, solo quiero que tengas claro lo que te dije la otra vez, puede que no lo
entienda y te haga elegir entre lo que tienes con ella o nosotras.
—Pero nosotras ahora no tenemos nada, solo somos amigas —murmura
aturdida.
—Ya lo sé, pero ponte en su lugar, imagina que es ella la que te cuenta
que hasta que te conoció se estaba acostando con sus dos amigas y que además
trabaja para ellas y las ve todos los días. A mí personalmente no me haría
mucha gracia.
—¿Tú le pedirías a Vero que dejara su trabajo?
—No—responde tajante —yo confío en mi mujer.
—Pues ella va a tener que confiar en mí, porque ni pienso mentirle ni
pienso separarme de vosotras.
Ole mi niña, así se habla. Me siento muy orgullosa de ella, tiene las cosas
claras y ha tomado una decisión que en mi opinión es la correcta. Solo espero
que Raquel sea una persona de mente abierta. Natalia se va y mi mujer me
mira y suspira.
—No le he expuesto la opción tres —dice preocupada.
—¿Y cuál es?
—Que Raquel se sienta engañada y tenga un ataque de celos y la deje.
—No lo creo, no la conozco mucho pero me pareció una chica sensata
Inma. Lía no ha hecho nada malo ni le ha mentido, se dejó de acostar con
nosotras incluso antes de ir en serio con ella, si Raquel la quiere tiene que
aceptarlo como cualquier rollo que ella haya podido tener antes de Natalia.
—¿Te he dicho alguna vez que te quiero? —pregunta mimosa.
—Ummm, alguna, aunque podrías decirlo más a menudo.
23. Rolletes anteriores

Lía

Acabo de llegar a casa de Raquel, después de que Inma y Vero me dieran


el consentimiento oficial me he sentido muy aliviada, ocultarle esto me estaba
reconcomiendo por dentro y las dos dijimos que queríamos una relación
sincera, no seré yo quien lo incumpla. Raquel hoy no trabaja y me ha dicho que
viniera directamente a su casa, que ella prepararía la cena. Cuando me dice
eso me derrito, ya sé lo que viene después, las noches que yo voy a su casa o
ella viene la mía acabamos en la cama, y eso es casi a diario.
Cuando entro me abraza con fuerza y después me besa y me hace cosas
que sabe que me gustan, como chupar mi lengua, cada vez que hace eso me
enciendo. Parece mentira lo mucho que me excita con un simple beso.
—¿Qué tal el día? —me pregunta mientras entramos en la cocina.
Cuando miro sobre el mármol veo varios platitos con picoteo, olivas,
patatas de bolsa, tortilla de patatas, cacahuetes y todo tipo de guarradas. Es
algo que solemos hacer los viernes, pero como hoy no trabaja debe sentir que
es fin de semana. La ayudo a coger platos y nos vamos al comedor, la
diferencia entre su piso y el mío es que el suyo tiene un balcón pequeño en el
que tiene puesta una mesita y un par de sillas, se está de miedo allí por las
noches.
—Natalia cariño, si me tienes que contar algo hazlo ya, porque me estás
poniendo nerviosa —dice dando un trago a su cerveza.

Llevamos poco tiempo pero Raquel cada vez me conoce mejor, igual que
yo a ella, por ejemplo sé que cuando se toca mucho la nuca es porque le duele
la cabeza, sé que le gusta tomar el café solo por la mañana y con leche por la
tarde, y también sé que si pasa más de seis horas en la cama le empieza a
doler la espalda, por eso mi chica siempre madruga.
—Tengo que contarte una cosa.
Su gesto se contrae, al verme seria me presta una atención especial y
ahora estoy más nerviosa que antes, me aterra pensar que se enfade y me deje
por haberle mentido o que me pida que deje de verlas, el corazón me bombea
muy rápido, pero si no soy sincera con ella tampoco podré ser feliz a su lado,
así que toca arriesgarse.
—¿Te acuerdas cuando hablamos de nuestros rolletes anteriores?
—Sí, claro que me acuerdo.
—Hubo una cosa de la que no te hablé, es un poco complicada y me daba
miedo que no lo entendieras —digo para suavizar.
—¿Y ahora ya no te da miedo?
—Sí, claro que me da miedo, pero dijimos que no nos ocultaríamos nada
Raquel...
—Pero me lo has ocultado —dice un poco molesta.
—Sí, pero porque tampoco podía contarlo sin más, era algo que afectaba
a otras personas, es complicado Raquel.
—¿A otras personas? —Pregunta sin entender nada—¿A qué personas?
—A Inma y a Vero.
Raquel me mira y no dice nada, parece que mis palabras dan vueltas por
su mente y ella intenta encontrar la conexión sin éxito.
—A ver si me aclaro, ¿dices que tú tuviste un rollo con alguien y que eso
afecta a Inma y a Vero?
Voy a contestarle, voy a aclararle la situación, pero cuando estoy a punto
de soltar la primera palabra Raquel se echa las manos a la cabeza.
—¡Madre mía! ¿Te follabas a Inma y a Vero?
Su pregunta me deja aturdida, ha reaccionado con tanto énfasis que no sé
si está enfadadísima o eufórica.
—Sí.
—¿A la vez? ¿Rollo trío?
—Sí —contesto cada vez más nerviosa.
—Joder Lía, ¡eres la puta ama! —dice riendo.
Me quedo atónita, pero su reacción me alivia y finalmente las dos nos
reímos.
—¿No te enfadas?
—Eso depende, ahora te voy a hacer un par de preguntas y me gustaría
que me contestaras con sinceridad.
—Claro.
—¿Os seguís acostando?
—No, joder—respondo molesta—¿quién te crees que soy?
—Vale, perdona, modifico la pregunta. ¿Te has acostado con ellas
después de conocerme a mí?
—Sí, pero tú y yo no teníamos nada todavía, y lo corté mucho antes de
que empezáramos a salir, en cuanto me di cuenta de que me había enamorado
de ti le puse fin y ellas lo respetaron.
—Está bien, ¿sientes algo por alguna de ellas?
—No, te quiero a ti, lo que tenía con ellas era solo sexo, morbo y todo
eso...
Me mira otra vez y yo intento valorar la gravedad del asunto, pero por
más que intento ver un gesto de enfado o de rechazo no lo encuentro.
—¿Lo echas de menos? —pregunta de pronto.
—¡Raquel! —me quejo aturdida.
—Hablo en serio Lía, yo también he hecho tríos y sé lo que es el morbo, y
esas dos mujeres, joder... —dice poniendo los ojos en blanco.
¿Tríos? Habla en plural, ¿cuántos ha hecho? ¿Y por qué no me lo dijo?
¿También oculta cosas?
—No lo echo de menos, contigo tengo más que suficiente.
Arquea las cejas, no me cree y tiene razón, no he mentido en lo de que
ella me da lo que necesito, pero sí que sigo echando de menos lo que hacía.
—Vale, un poco sí, pero porque es muy reciente y la verdad es que el
morbo me gusta, pero yo quiero estar contigo Raquel.
Se levanta sin decir nada, rodea mi silla mientras se me eriza el vello y se
coloca a mis espaldas.
—No te pido explicaciones por algo que hiciste cuando no estabas
conmigo, ya te he dicho que yo también he hecho tríos, también me gusta el
morbo Lía, y me encantaría ver como esas dos mujeres te follan cariño.
Creo que me estoy mareando, seguro que Raquel me ha echado algo en la
bebida, no puede estar hablando en serio, pero si no lo hace da igual, porque
en cuanto ha dicho eso mis bragas se han inundado. Sigue a mis espaldas
mientras tiemblo excitada y no sé qué responder.
—¿Hablas en serio? —susurro.
—No te equivoques Lía, te quiero, y te quiero para mí, pero de vez en
cuando no me importaría jugar con ellas, salir de la rutina es divertido y esas
dos mujeres son muy atractivas, no me extraña que te acostaras con ellas, así
que si ellas quieren y tú también, por mí no hay problema.
Estoy a punto de saltar de alegría, por alguna razón que no me explico me
siento eufórica al pensar en las cuatro jugando en la cama, empiezo a imaginar
y yo también deseo ver como se follan a Raquel, quiero observarla mientras se
corre y disfrutar su orgasmo desde otra perspectiva, ahora entiendo a Inma.
—¿Entonces no estás enfadada?
—No cariño, pero vamos a tener que dejar esta conversación para más
tarde porque ahora me apetece mucho hacer el amor contigo.
Caigo rendida a sus pies, Raquel es todo lo que quiero. Después de hacer
el amor durante horas, tenemos una larga conversación al respecto donde
dejamos claro que lo primero somos nosotras, que los juegos, tanto si son con
Inma y Vero como si son con otra chica serán solo cosas puntuales para salir
de la rutina, las dos reconocemos lo mucho que nos gusta el morbo y lo
prohibido y queremos disfrutarlo juntas. Pensé que Inma y Vero tenían mucha
suerte de haber encontrado a alguien a quien amar y con quien compartir esos
gustos exclusivos, pero resulta que yo también he tenido esa suerte al
encontrar a Raquel.
Aunque me temo que si mis dos jefas aceptan no será algo puntual, pasará
más veces de las que Raquel cree porque ella misma me lo pedirá, le gusta
disfrutar del sexo tanto como a mí, y los juegos con Inma y Vero siempre son
alucinantes. A la mañana siguiente llego encantada de la vida al trabajo, le he
dado muchas vueltas al tema durante la noche y mi único miedo es que mis
jefas no acepten que seamos cuatro.
—No lo sabrás hasta que no se lo preguntes —me dice Raquel en la
ducha —así que no le des vueltas.
Y como mi chica tiene razón, en cuanto llegan me voy directa al despacho
de Inma.
—¿Se lo dijiste? —me pregunta Vero con preocupación.
—Sí—respondo sin más.
—Joder Natalia, ¿podrías por una vez hablar sin que tengamos que tirarte
de la lengua? —Dice con desesperación—¿Qué te dijo?
No puedo evitar que se me escape la sonrisa, tanto si me dicen que sí
como si no, soy feliz, me encanta que a Raquel le gusten las mismas cosas que
a mí.
—¿Quieres hablar de una vez? —exige Vero dándome un cachete en la
pierna.
—Dice que ella también quiere jugar.
Las dos se miran y después me miran con asombro.
—¿Hablas en serio? —pregunta Vero.
Arqueo las cejas y me encojo de hombros tremendamente contenta. Se
vuelven a mirar y sonríen, yo también lo hago, por su gesto de satisfacción ya
conozco la respuesta.
Cinco meses después

Raquel

—Mierda cariño me congelo —le digo a Lía mientras esperamos a que el


semáforo se ponga en verde.
Es navidad, y aprovechando una semana entera que tengo de fiesta, mi
chica y yo hemos decidido venir a pasar estos días a la Alsacia francesa, pero
yo he calculado mal el tema de la temperatura, no he traído suficiente ropa de
abrigo y ahora me estoy helando.
—Ya te dije que ese abrigo no sería suficiente —dice riendo.
Se está divirtiendo a mí costa, esta es una de esas pocas veces que ella
tiene razón en algo y se aprovecha, pero la perdono porque mientras
esperamos a que el maldito semáforo cambie de color me abraza para darme
calor, por fuera tiemblo, por dentro me derrito. Cuando por fin se pone en
verde cruzamos y entramos en la tienda de deporte que hemos visto desde el
otro lado de la calle, tienen unos abrigos de plumas en el escaparate que ya me
están haciendo sudar. Cojo un par y vamos al probador, en una ocasión normal
no cerraría la puerta para probarme un abrigo, pero mi preciosa chica acaba
de entrar conmigo y me muero de ganas de besarla, así que cierro y la acorralo
contra la puerta, Lía me agarra por el trasero y me aprieta contra ella, ardo
cuando mi sexo y el suyo se rozan, eso me pone mucho y ella lo sabe.
—No seas mala —suspiro en su boca.
Hemos llegado a nuestro destino sobre las cuatro de la tarde, no hace ni
tres horas que hemos bajado del avión y en lugar de estar deseosa de recorrer
las calles por la noche y ver las paraditas con adornos navideños iluminadas,
lo único que me apetece hoy es encerrarme en el hotel y disfrutar de una
increíble y morbosa sesión de sexo con mi novia.
—Vaaale —dice de mala gana— me gusta más la roja, por cierto.
—¿Sí? ¿No canta mucho?
—Un poco, pero te queda perfecta, se ajusta a tus curvas —dice
tocándome los pechos con mirada traviesa.
—Pues entonces la roja, no se hable más—respondo robándole un beso.
Salgo del probador con la chaqueta puesta, la cajera corta la etiqueta,
pago y salimos de nuevo a la calle.
—Esto ya es otra cosa —sonrío— ¿qué quieres hacer? ¿Damos una vuelta
de reconocimiento ahora y mañana le dedicamos todo el tiempo necesario? ¿O
prefieres recorrer calles?
—¿Te digo la verdad?
—Siempre cariño.
—Me muero de hambre, lo que me gustaría es cenar tranquilamente, ir al
hotel a darme una ducha caliente cuando acabemos y después encerrarme en la
habitación contigo, ya veremos esto mañana.
Le doy un beso en la mejilla, la cojo de la mano y caminamos
tranquilamente en busca de algún restaurante que nos entre por el rabillo del
ojo para cenar.
—A veces me pregunto porque el destino nos ha hecho conocernos tan
tarde —digo mientras caminamos.
—Tú dijiste que este era nuestro momento...
—Y lo es Lía, solo digo que este momento podría haber comenzado unos
cuantos años antes, diez o doce —digo mientras ríe— a no, que entonces igual
te hubiera pillado en el instituto, menuda pieza tenías que ser entonces.
—Seguro que eras peor tú que yo.
—¿Yo? Que va cariño, era una muerma, me obsesionaban mis estudios y
se pueden contar las veces que salí de fiesta.
—¿Eras una empollona? —pregunta con asombro.
—La más empollona de toda la clase, conseguí matrícula de honor en
nueve asignaturas —digo con orgullo.
—Vaya, eso no me lo habías contado.
—Hay muchas cosas que no te he contado todavía, no seas impaciente.

Después de varias vueltas acabamos volviendo al hotel y cenando en el


restaurante del mismo. Aunque las dos tenemos ganas de subir a la habitación
a hacer cositas nos tomamos la cena con mucha calma, nos encanta hablar,
cualquier conversación con Lía me parece interesante. Empezamos hablando
de cualquier tontería, un tema nos lleva a otro y al final siempre acabamos
contándonos anécdotas propias, cada día descubro cosas nuevas sobre su vida
y ella sobre la mía, adoro estos momentos.
Aunque la habitación es preciosa la ducha es muy pequeña, así que yo me
ducho primero mientras Lía saca nuestra ropa de las maletas y después lo hace
ella mientras yo lo preparo todo para que disfrutemos de nuestra primera
noche en el hotel. La temperatura de la habitación es muy buena, así que he
decidido desnudarme del todo y echar un último vistazo, ya está todo listo.
Cuando Lía sale del baño me mira y me da un repaso con su preciosa sonrisa,
yo pongo los brazos en jarra y doy un par de vueltas sobre mi propio eje para
facilitar esa visión. Cuando vuelvo a mirarla su mirada ya ha cambiado, me
está devorando, y cuando va a dar un paso la detengo señalándola con el dedo.
—Ni hablar jovencita, si quieres acercarte a este cuerpo ya te estás
quitando la ropa.
Se muerde los labios y coge el borde de su camiseta para quitársela.
—Ahí no cariño, un poco más a la izquierda —le pido.
Mi chica obedece, da un par de pasos a su izquierda hasta que finalmente
asiento con la cabeza y se quita la camiseta en un solo movimiento. Está en
braguitas, yo también la observo, me excita mucho mirar su cuerpo desnudo,
estoy deseando tocarlo pero todavía se tiene que quitar la última prenda. Lo
hace y mi sexo palpita impaciente, estoy mojada desde antes de que saliera del
baño, ahora se acerca despacio con su mirada encendida clavada en mi sexo,
todavía no me ha tocado y el placer que siento es exquisito. Por fin se acerca y
me besa apasionadamente mientras yo la hago caminar poco a poco hasta el
borde de la cama, nos detenemos pero nuestro beso sigue, la acaricio y me
acaricia, siento sus pechos pegados a los míos y me inunda su calor, me
encanta, me muero de ganas de demostrarle físicamente cuanto la quiero, cuelo
la mano entre nosotras deseosa de acariciar su sexo cuando me detienen.
—Así no Raquel, no sin que lo veamos —ordena Inma.
Mi chica se gira y yo la abrazo desde atrás, he colocado el portátil sobre
una mesita para que enfoque bien la cama y al otro lado de la video llamada
tenemos a Inma y Vero, las he llamado cuando Lía estaba en la ducha, cuando
han contestado y la cámara se ha activado, ¡las dos estaban desnudas! Han
sido ellas las que me han pedido que me quitara la ropa y las que me han
encendido antes de que mi chica saliera del baño.
—Hola —dice mi chica mientras acaricio sus pechos y beso su cuello.
Las dos la saludan y Lía ordena, me pone mucho cuando se pone
mandona. Le pide a Inma que se siente en el sofá y se habrá de piernas
dejándonos ver su sexo en todo su esplendor, lo hace, nuestra respiración se
acelera cuando la observamos, el cuerpo de Inma es impresionante y está en
una posición en la que sin duda me hubiera arrodillado ante ella si hubiésemos
estado allí. Ahora Lía le ha pedido a Vero que se siente en la misma posición
sobre su mujer, me cuesta respirar, mi sexo late con urgencia, necesito tocar a
mi novia pero cuando voy a hacerlo Inma me detiene. Le ordena a mi novia
que primero apoye una rodilla en la cama y después la otra, Lía lo hace, se
sube al borde de la cama con las rodillas separadas, ofreciendo todo su
esplendor ante la visión de esas dos mujeres que la miran con ojos
hambrientos.
—Pégate a ella —me pide Inma.
Y yo muy deseosa lo hago, pego mis pechos a su espalda y sin esperar
más órdenes ya sé lo que tengo que hacer, yo masturbaré a Lía mientras Inma
masturba a Vero y las cuatro disfrutamos de la visión.
¿Qué vendrá después? No lo sé y no me importa, desde que Inma y Vero
accedieron a que jugáramos las cuatro hemos entrado en una dinámica que
todas seguimos. Jugamos un domingo cada dos semanas, lo de hoy es extra, y
muy excitante, por cierto. Lía y yo vamos a comer a su casa, y después de
charlar como buenas amigas y pasar un rato agradable, pasamos a la
habitación de los juegos donde todo se vuelve mucho mejor. Cuando cruzamos
la puerta de esa habitación hay una cosa que es más importante que cualquier
juego morboso, el respeto, allí dentro jamás se hace nada que una de las cuatro
no quiera y siempre se tiene claro que solo es sexo, todas somos libres de
pedir y ofrecer. Y eso es lo que sé que va a pasar hoy, las cuatro
disfrutaremos, y cuando cortemos la video llamada Inma y Vero serán un
matrimonio haciendo su vida normal y Lía y yo una pareja de enamoradas en
pleno descubrimiento que están pasando unos días de vacaciones juntas.

FIN

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