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|cantaro Cuentos fantasticos argentinos er AMPO praia new LO SU ae) Coleccién del MiRADOR Cuentos fantasticos argentinos CorTAZAR - OCAMPO OESTERHEL @ | cantaro Coleccién del MiRADOR Coordinadora de Literatura: Karina Echevarria Seeciones especiales: Silvia Ojeda y Maria Martha Lucero Corrector: Mariano Sanz Coordinadora de Arte: Natalia Otrento Diagramacién: Azul De Fazio Gerente de Preprensa y Produccién Editorial: Carlos Rodriguez Imagen de tapa: Latinstock. ‘Cuentosfintiseicos argentino / Julio Cowtzar . etal]; compiado por Silvia Ojeda; Maria Martha Lucero, - Za ed .- Boulogne : Cintaro, 2017. 144 ps 19 14 em. - (Del mirador 5264) ISBN 978-950-753-448-5 1, Natrtiva, 2. Cucato, L, Corea, Jul I. Ojeda, Silva, comp. 1 Lucero, Mavfa Martha, comp, CDD A863 (© Ficorial Pcrto de Palos S. A 2008, Edicorial Puerto de Palos S.A. forma pare del Grupo Macmillan ‘Avda, Blanco Encalada 104, San Iside, provincia de Buenos Alves, Argentina Ingernet: wor puertodepalos.comat (Queda hecho el depésito que dispone Ia ley 11.72. Impreso en a Argentina / Printed in Argen-ina ISBN 978-950-753-448-5, No se permite la reproduccién parcial o tot el almacenamiento, el alguiler, la wansmisia ‘ola ransformacin de ese libro, en etalquer medio, se electrnico © mecsnico, mediante Foeocopias digtalizacin y ots mésado, sn el permis previo y escrito del editor. Su infraccin est penada por las eyes 11.723 25.446. Puertas de acceso Ficciones en trinsito La palabra trdnsito proviene del latin 'transitio, -onis' que significa “Accién de pasar més alld”. Es un término que uti- lizamos constantemente en nuestra vida cotidiana: normas de trdnsito, pasajeros en crénsito, trénsito congestionado. Pero gcudntas veces nos hemos detenido a reflexionar sobre su signi- ficado? Veamos qué nos dice el Diccionario de la Real Academia Espanola Tidnsito: m. Accién de transitar, H 2. Actividad de personas _y vebieulos que pasan por una calle, una carretera, etc. 13. Paso (U sisio por donde se pasa de un lugar a otro). 1 4. En conventos, seminarios y otras casas de comunidad, pasillo 0 corredor. It 5. Lugar determinado para hacer alto y descanso en alguna jornadla Corominas, Joan, Breve diccionario cimoligice dela lengua castellana, edicibn, Made, Gredos, 1998. ? Real Academia Espatiols, Diccionario de le Lengua Expariola, Vigésima segunda edicibn, Bs, As Ed. Planeta, 2003, 6 Puertas de acceso o marcha. 1! 6. Muerte de una persona santa y justa, 0 que ha dejado buena opinibn con su virtuosa vida y muy especial- mente, de la Virgen Maria. I) 7. Fiesta que la Iglesia catdlica celebraba el dia 15 de agosto para conmemorar la muerte de la Virgen. En todas las acepciones, est presente Ia idea de desplaza- miento; en algunas, de pasaje: pasar de un lado a otro. Y qué sucederfa si ese otto lado se presentara no como lo cotidiano, lo familiar, lo espetable sino como lo desconocido: amenazante, asombroso, paradisiaco o hasta levemente familiar, pero, al fin, cextrafio? Los relatos que forman esta antologia muestran de qué modo se transforman los personajes, el tiempo y el espacio al realizar este transito al mas alld. Pero zqué puerta conecta uno y otro mundo? {Qué hay detras de esa puerta? Viaje al centro de lo fantéstico El teérico y critico literario francés de origen biilgaro ‘Tzvetan Todorov, en su Introduccion a la literatura fantdstica® afirm: Llegamos ast al corazén de lo fantdstico. En un mundo que esel nuestro, el que conocemos, sin diablos, sifides ni vumpiros, se produce un acontecimienso imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones pasibles: 0 bien se trata de una ilusion de los sentidos, de un producto de la imagina- cién, y las leyes del mundo siguen siendo lo que son, 0 bien el acontecimiento se produjo realmente, es parte integrante STodorow, Tavetan, Introduccin a le lieratur famtdtca, Barcelona, Ediciones Buenos Aires, 1982. Puertas de acceso 7 de la realidad, y entonces esta realidad estd regida por leyes gue desconocemos. (...) Lo fantdstico ocupa el tiempo de esta incertidumbre. No debemos olvidar que un relato literario, un cuento, por ejemplo, es una construccién ficcional. Esto quiere decir que hay un autor quien decide qué va a contar y cémo lo vaa hacer. Para ello, elegird el narrador que mas le convenga a su historia, los personajes adecuados, el tiempo y el lugar en el que los va a situar. Es momento ahora de hacer una distincién importante: a qué llamamos historia ya qué discurso. Dijimos que un autor decide qué quiere contar y cémo lo va.a hacer, Entonces, imagina una setie de acciones que realizan los personajes, ordenadas légica y cronolégicamente: la historia. Ahora bien, nuestro autor decidir& también cémo quiere contarla: quiz4s, comenzando por el final para luego desarrollar las acciones que condujeron a esa situa cidns 0, quizés, yendo hacia atris y hacia delante en el tiempo, para provocar asi un desorden constante cn la cronologfa. Esto es el discurso: el modo en que el autor decide narrar la historia. ‘A veces, el ticmpo de la historia y el del discurso coinciden. A veces, no. Los textos con los que nos proponemos trabajar, plantean un desplazamiento en el tiempo y en el espacio que provoca la aper- tura a mundos desconocidos y que perturba la percepcién de la realidad, Vamos a detenernos, por lo tanto, en la construccién narrativa de estos dos conceptos. Putas de seceso La construccién del espacio Lugar y espacio De acuerdo con lo que plantea la critica y te6rica literaria holandesa Mieke Bal en su Teoria de la narrativa’, hay una dis- tincién fundamental entre lugar y espacio. El lugar es la posicién geogréfica en la que se sitda a los per- sonajes y en la que suceden los acontecimientos. El concepto de lugar se relaciona con la forma fisica, que se puede medir matemiticamente, de las dimensiones espaciales. En cambio, el concepto de espacio se vincula con la percepcién que un perso- naje o el narrador tiene de un lugar determinado, Cémo vive o habita ese lugar, qué experiencia tiene de él, cémo se relaciona y reacciona ante él. Por ejemplo, veamos cémo se construye el espacio en este fragmento de “La casa de azticas”, de Silvina Ocampo. Por fin encontré una casita en la calle Montes de Oca, que parecta de azicar. Su blancura brillaba con extraordinaria lu- ‘minosidad. Tenia telefono y, en el frente, un diminuto jardin. Pensé que esa casa era recién construida, pero me enteré de que en 1930 la habla ocupado una familia y que, después, para salquilarla, el propictario le habla hecho algunos arreglos, Tive que hacer creer a Cristina que nadie habia vivido en la casa 1y que era el lugar ideal: la casa de nuestros suetios. Cuando ‘Cristina la vio, exclamé: —;Qué diferente de las departamen- tos que hemos visto! Aqui se respira olor a limpio. Nadie podrd influir en nuestras vidas y ensuciarlas con pensamientos que enwician el aire. ‘T Bal, Micke, Toria de la narrativa, Madrid, Caredra, 1999. Puertas de acceso ° Cristina, la protagonista imaginada por Ocampo, es extre- madamente supersticiosa y construye un espacio de seguridad en una casa (lugar) que cree nueva, inocente, incontaminada. Su ‘manera de percibir esa casa es lo que la hace sentir protegida y le brinda ese espacio de seguridad del que hablamos antes. Hay tres sentidos que colaboran en la percepcién del espacio: « la vista: a través de las formas, de los colores, de los voli- menes; + el ofdo: los sonidos contribuyen a presentar el espacio indi- cando también cercania o lejanfas + el tacto: scitala contigiiidad respecto de la persona u objeto. El lugar de la accion y el lugar de la actuacion Los espacios pueden funcionar de dos modos en una his- toria: marco, cuando solo se presenta el lugar de los hechos, y espacio tematizado, cuando se convierte en objeto de presen- tacién por si mismo; en este caso pasa a ser un lugar de actua- cién y no solo el escenario de la accién. En él resultan de igual importancia las siguientes cuestiones: esto estd sucediendo agué y cémo es agut, Por otra parte, tanto el espacio siendo marco como el tema- tizado pueden operar en forma estable o dindmica. En el primer caso, seré un marco fijo (tematizado 0 no) en el cual suceden los acontecimientos. En el segundo, sera un factor que permita el accionar de los personajes. Este movimiento podra constituir una transicién de un espacio a otro (a menudo, opuestos) Pero zde qué manera informa un texto sobre el espacio? Pue- de hacerlo implicitamente. Por ejemplo, si el personaje va en auto, sabremos que el espacio es exterior y supondremos que es una calle o una ruta. Hay indicios del texto que pueden comu- nicarnos datos sobre el espacio. Por otra parte, la informacién puede ser dada de manera explicita, a través de indicaciones muy 10 Puertas de acceso eves (Cristina deja el abriga sobre la mesa, luego de cerrar la puerta del departamento) 0 de un segmento descriptivo (el espa- io serd, entonces, un objeto explicito de presentacién).. Por tiltimo, debemos tener en cuenta que el efecto de la in- formacién sobre el espacio no se determina solo por la forma en que se comunica, sino también por la distancia desde la que se presenta (desde Icjos, desde cerca, desde arriba, etc.). En “La noche boca arriba’, de Julio Cortizar, se describe de la siguiente manera el recortido que el protagonista hace por la ciudad: EL sol se fileraba entre los alvos edificios del centro, y él —porque para si mismo, para ir pensando, no tenta nombre— monié en la mdquina saboreando el paseo. La moto ronro- neaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Dejo pasar los ministerios el rosa, el blanco) y la serie de co- mercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte mds agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de drboles, con poco tréfico y amplias villas (que dejaban venir losjardines basta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. En este fragmento, cl espacio catd presentado desde la mira da del protagonista (... porgue para si mismo, part ir pensando, no tenia nombre...). Hay una cercania con la ciudad descripta, el personaje se encuentra inmerso en ella, recorte sus calles (Ia des- cripcién es dindmica) sintiendo en su cuerpo el sol y el viento. Se cvidencia una sensacién placentera, de bienestas, eforzada por las imdgenes ronroneaba, viento fresco, mds agradable, verdadero paseo. El motociclista percibe el espacio a través de la vista, del odo y del racto, Puerta de acceso 4 El espacio y sus representaciones ‘Como se ha visto, hay indicios que pueden comunicarnos datos sobre un espacio, Pero zde qué manera se logta esto? No ‘olvidemos que los textos estén hechos de palabras. ¥ es con este ‘material con el cual se van a construir los personajes, el tiempo, el espacio, la secuencia de acciones, en fin, el texto. Entonces, son os sustantivos, adjetivos, verbos, los que crearén la ilusién de realidad dentro de la ficcién. Dice Luz Aurora Pimentel*: Nombrar es conjurar. De todos los elementos lingiiésticas que se reinen para crear una ilusion de realidad, el nombre propio es quizds el de mds alto valor referencial. Nombrar Buenos Aires cs provocar en el lector una imagen visual de la ciudad. De esa, y no de otra. Con sus caracteris- ticas geogrificas, arquitecténicas, sociales, culturales, histéricas. Nombrar un lugar es suficiente para proyectar un espacio fic~ cional concreto. Sin embargo, el nombre propio puede aludir a tun lugar creado por un autor, sin correspondencia extratextual, fuera del texto. Fn este caso, resulta necesario saber si se refiere una gran ciuidad, un pueblo pesquero, un barrio, una ciudad de provincia, Bl lector, entonces, asocia el espacio con lo que conoce acerca de una gran ciudad, un pueblo pesquero, etc. y construye en su imaginacién un espacio ficcional que se corres- ponde con los datos que pose acerca del espacio real aludido, Pero ;qué sucede con los sustantivos comunes? Selva, hospital, cripta, dormitorio, drbol, ciudad, calle son palabras que también nos remiten a espacios determinados a partir de nuestro conoci- miento de la realidad. Sin embargo, sera tarea de los adjetivos el 5 nc, acy Maga otf, Min, Sia AL OL. 2 Puerias de acceso acotar su significado para darnos una idea més exacta del mundo ficcional que el texto propone. Por ejemplo, la palabra casa abre tun Ambito de significados en nuestra mente, peto si la casa es vieja 0 misteriosa 0 blanguisima no solo se limitan las posibilida- des, sino que se define un espacio preciso que unos personajes decerminados deben habitar. Ahora bien, un relato es capaz de construir un mundo, pero también puede desdoblarlo en distintos planos de la realidad, 0 sea, generar ficciones dentro de la ficcién. Por ejemplo, un cuen- to de Cortézar, “Continuidad de los parques”, narra la historia del lector de una novela quien se “mete” tanto en el argumento del libro que esta leyendo que termina por vivir esa misma his- toria. Los planos de realidad y de ficcién se confunden, y el pro- tagonista del cuento seré asesinado del mismo modo que e! de la novela que Ice (que también es un hombre que esté Ieyendo una novela). Ambos mundos conviven en el texto en una relacién de contigiiidad. ;Cémo delimitarlos si los dos estin construidos de la misma forma, con palabras? Para ello, es necesario recurrit a ciertas marcas textuales que indiquen el pasaje de uno a otro. ‘Veamos el siguiente fragmento: Arrellanado en su sillén favorito, de espaldas a la puerta que Lo hubiera molestado como wna irritante posibilidad de intru- siones, dejé que su mano izquierda acariciars una y otra ves el terciopelo verde y se puso a leer los iltimos capitulos. Su memoria retenia sin esfuerzo las nombres y las imdgenes de los protago- nistas; la ilusién novelesca lo gané casi enseguida, Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando linea a linea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cémodamen- te en el terciapelo del alto respaldo, que los cigarvillos seguéan al alcance de la mano, que mds alld de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido Puertas de acceso ls por la sordid disyuntioa de los héroes, dejéndose ir hacia las imagenes que se concertaban y adguirlan color y movimiento, fue testigo del tlio encuentro en la cabaia del monte. Las marcas que posibilitan el pasaje de un mundo a otro son las construcciones de gerundio irse desgajando | dejdndose ir, el verbo “gand (... la ilusién novelesca lo gané casi enseguida...) y la idea ilusoria de absorcién con que se asocia el ingreso en el espa cio ficcional de la novela. Por otra parte, el narrador sefiala cual seri el nivel de “realidad” (el sillén favorito de terciopelo verde, Jos ventanales que dan al parque de robles, los cigarrillos al al- cance de la mano, cl libro) a partir del cual se da paso a los otros niveles, por ejemplo, el de la novela. En un relato fantéstico, los niveles pueden confundirse, transformarse, subvertitse y po ner en duda, o climinar, el concepto de realidad, Una estrategia discursiva que ayuda a poner en evidencia el pasaje de un nivel a otro es el uso de la sinécdoque. La sinécdo- que es un tropo que se define por el uso de un término figurado por un término propio.’ Pot ejemplo: el género en lugar de a especie (los astros, en lugar de los planctas), el todo en lugar de la parte (ste libro por algunas de sus pdginas). la materia prima por el pro- ducto (el acero por la espada), la especie por el género (el pan por calimento), la parte en lugar del todo (una cabeza de ganado por el animal) Er el cuento de Cortéear “La noche boca attiba”, por ejemplo, el olor permite el pasaje de un mundo a otro. © Cortizar, Julio, “Continuidad de los parques", En Cuentos completor 1, Madrid, Alfaguara, 1994. 7 Cano, Maria Femands, Confguraciones. Un esudio sobre las figuras retéricas, Buenos Aires, Céntaro, 2000, idem, Puertas de acceso Elespacio metaforizado La metéfora, otra cstrategia discursiva fundamental en la construccién del espacio literario, se define tradicionalmente como la sustisucién de un término propio por una palabra cuya significacién propia estd en relacién de analogia con la palabra sustituida. Por ejemplo, si digo La luna es una moneda de plata hago una correspondencia entre ambos elementos por su for- ma redonda y su color plateado. ‘Ahora bien, zqué relacién guarda la metafora con la construc- cién del espacio ficcional? En un texto, la caracterizacién de un espacio puede vincularse con la de un petsonaje en especial. En el cuento “Luna”, de Enrique Anderson Imbert, un farmacéutico y su esposa deciden darle un escarmiento a Jacobo, un nifio tonto que solia subirse a las terrazas para espiar la vida de sus vecinos Pata eso, dejan una torta en el patio y, como saben que el nifio los esti espiando desde la azotea, hablan de una palabra mégica con la cual alguien podria descender hasta el patio, sobar la torta y huis, sin dafio alguno. Veamos este fragmento: Se entraron dejando la torta sobre la mesa y se asommaron por tuna persiana del dormitorio para ver qué hacta el tonto, Lo que vieron five que el tonto, después de repetir tres veces “tarasd’, se arrojé de cabeza al patio, e deslizd como por un suave tobogdn de oro, agarré la torta y con la alegréa de un salmén remonté aire arriba y desaparecio entre las chimeneas de la azotea." Jacobo logra su propésito utilizando la palabra supuesta- mente magica con que el farmacéutico quiso burlarse de él. Yer. "© Anderson Imbert, Enrique "Luna, en Cuenor exogidos, Buenos Aes, CAntaro, 1998, Pucrtas de acceso 6 E| movimiento ascendente del final representa, en el plano de interpretacién del texto, la superioridad del nifio “tonto”, ob- jero de burla de sus vecinos, quien no solo se eleva fisicamente, ino también moralmente por sobre ellos. La metéfora, por lo tanto, propicia una transformacién en el nivel de la realidad y posibiira también el trénsito entre los distincos mundos crea- dos en un texto ficcional. La construccién del tiempo ‘Un esctitor suefia una obra que jamés existird. Una mujer recuerda hechos y personas que nunca conocié. Un hombre re~ vive en un pasado ajeno y otro nace a un mundo desconocido. Alguien respira, nuevamente, los olores dle su infancia, Seres ex- trafios conviven en un tiempo eterno o se repiten en universos paralelos. En todos los relatos, existen seres de ficci en wna categoria abstracta que determina el orden y la duracién de sus acciones, es decir, actuan cn el tiempo. En las historias que hemos escogido, esta concepcién va més alld, y el tiempo vive como otro protagonista, crea mundos si- miulténeos y engafosos que envuelven a personajes y lectores, diluyendo los limites de la realidad fiecional. yn que se mueven El tiempo de la historia y el tiempo del relato Debido a que los universos ficcionales creados por el autor se construyen sobre un tiempo interno, propio de la historia y diferente del de la realidad discursiva, seria imposible, entonces, analizar una narracién sin considerar, entre otras, sus relaciones temporales. Como hemos visto, en el tiempo de la historia, las acciones siguen un orden logico-causal, se desarrollan cronolégicamente. de acceso 16 Put Observen, al respecto, el sigtiente fragmento de “La casa de aati car’, de Silvina Ocampo. Una maitana temprano golpearon a la puerta y alguien dejé tun paguete. Desde mi cuarto of que mi mujer protestaba, luego ot el ruido del papel extrujado. Bajé la excalera y encontré a Crise tina con un vestido de terclopelo entre los brazos. En el ejemplo citado, la secuencia narrativa es cronolégica: golpean a la puerta — dejan un paguete — la mujer protesta ~ la ‘mujer abre el paquete ~ el esposo baja la escalera — la mujer tiene un vestide entre los brazos. Las acciones se encadenan en el tiempo. Un suceso es causa del siguiente. En el tiempo del relato, el auror decide el orden en que se pre- sentaran las acciones, Puede adelantarse o retroceder en el tiempo, segtin las necesidades que el texto le demande. Veamos qué ocurre en este fragmento de “El Arbol de la buena muerte”, de Héctor Oestetheld. Roberto le hizo describir ladrillo por ladrillo la casa, quiso saber el nombre de cada fior en el cantero que estaba delante, quiso saber cémo era la caile antes de que la pavimentaran, no se cansaba de otrla contar cémo jugaban los chicos a la pelota, cémo remontaban barrilete:, cémo iban en bandadas de guarda- polvos al colegio, sres cuadras mds alld. Todo le interesaba a Roberto, el almacén del barrio, la li- breria, la lecheria... ;No tuvo acaso que explicarle cémo eran las moscas? Hasta quiso saber cudntas patas tenian... ;Como si alguna vez Maria Santos se hubiera acordado de contarlas! uertas de acceso v Aqui, el recuerdo de Maria Santos interrumpe el orden cro- nolégico de la historia y trae al presente su vida pasada. La se- cuencia es, entonces, el pedido de Roberto — salto al pasado de Maria ~ relato de su juventud ~ retorno al pretente. La aplicacién de un orden Iégico-causal colocarfa en primer Jugar a la juventud de Marfa, luego su viaje a otro lugar y, por Ultimo, su relacién con Roberto. Laalteracién del orden cronolégico es algo muy frecuente en los textos contemporineos. Los relatos policiales, por ejemplo, presentan, muchas veces, el desenlace al principio de Ia obra. Se comienza por mostrar un crimen ya consumado y se retrocede cen el tiempo para reconstruir los hechos desencadenantes. Los cuentos seleccionados evidencian un doble juego tem- poral que trasciende esta clasificacién. Los tiempos ficcionales, al igual que los espacios, se alteran, se desdoblan y marcan una transformacién que obliga a analizar detenidamente el tiempo discursivo. Es una organizacién compleja que requiere una lec- tura arenta y perceptiva. Por so, en muchos relatos, podemos encontrar alternancias de ant generan un presente ambiguo, difuso. ‘Vean, por ejemplo, el siguiente cuento de Chuang Tzu, un fildsofo chino que vivié entre los siglos 1v y 11 antes de Cristo. ipaciones y retrocesos narrativos, que se entremezclan y Sueno de la mariposa’ Chuang Tex. soné que era una mariposa, Al despertar igno~ raba si era Tew que habia sofiado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soitando que era Tex. TT En Borges, Bioy Casares, Ocampo, Antolagia de a literatura fasion, Buenos Aes, Sudamericana, 1999. 18 Prertas de acceso ;Podrian sefialar un punto presente? {Tzu retrocede hasta su suefio? ,O la mariposa anticipa lo que recordard al desper- tat? :Dénde comienza el laberinto? ;En esos personajes que se multiplican en cl suefio de los otros? zEn el tiempo, como una referencia abstracta que trasciende las acciones? ;Y por qué no, en todos? Los cuentos que forman esta antologfa se mueven en ese Ii- mite y construyen una serie de tiempos y de espacios miltiples que perturban la tranquilidad del lector. Pero el tiempo no est solo. Cada historia teje una telarafia que ayuda a desplegar esos universos atemporales y extraios. Lo cotidiano se vuelve desconocido. Como, por ejemplo, en este fragmento de “La trama celeste”, de Adolfo Bioy Casares. Al sali, Morris buses Rivadavia. Se encontré frente a dos torres que parecian la entrada de un castillo 0 de una ciudad antigua; realmente eran la entrada de un bueco, interminable en [a oscuridad. Tuvo la impresion de estar en un Buenos Aires sobrenatural y siniestro, Camind unas cuadras; se cansb; llegd a Rivadavia, toré un taximetro y le dio la direccién de sit casa: Bolivar 971. El proceso de exttaiamiento y la bisqueda de un pasado perdido se ven, aqui, reforzados por el campo léxico de la os- curidad; hay un tiempo pretérito que no puede recuperarse y un presente nuevo, que se vuelve ajeno. Los adjetivos sobrena- tural y siniestro teazan un espacio y un tiempo inquietantes. El mundo real se quicbra ¢ irrumpe un escenario sin claridad ni formas. Pucrtas de acceso 1° ‘Las rupturas de la temporalidad lineal Entre las diversas relaciones que existen entre el tiempo de Ja historia y el tiempo del discurso, las més estudiadas son las que se vinculan con el orden temporal. Segiin el orden en que suceden las acciones en el relato y en la enunciacién pueden e denciarse concordancias o desajustes entre ambos. Cuando hay coincidencia entre el tiempo de Ia historia y el del discurso, decimos que los textos son simulténeos. Hay distintas clases de alteraciones en el orden de los suc sos. La no correspondencia entre ambos tiempos se denomina anacronfa. Fl teérico literario francés Gerard Genette, en “Discurso del relato””, destaca los siguientes conceptos: La prolepsis se produce cuando se adelanta la narvacién de sun hecho. Cronoligicamente, ese acontecimiento deberia rela- tarse después, En este caso se habla de relatos predictivos que anticipan sucesos no ocurridos. Un ejemplo de esta relacién aparece, de manera explicita, en “BI milagro secreto”, de Jorge Luis Borges: Eia demora (cuya importancia apreciard después el lector) se debia al deseo administrative de obrar impersonal y pansa- damente... Con un carécter indicial, podemos apreciar la misma re- lacién en “La noche boca arriba’, de Julio Cortazar. Aqui, las instancias temporales se encadenan como eslabones. Con cada F Gencte, G., “Discurso del relate”, en: Figunas If, Paris, Scull, 1972. 20 Puerta de acceso descenso al suefio, se atraviesa una linea que anticipa la inmi- nencia de la muerte. Hay un avance en la visién predictiva del protagonista, Por el contrario: La analepsis muestra un salto al pasado. El desarrollo crono- légico del relato se interrumpe para mostrar acciones anteriores en el tiempo que afectan a la historia que se esté contande. En “La casa de aziicar”, de Silvina Ocampo, la pervivencia del recuerdo es el hilo que permite enlazar las diferentes histo- sias. Las retrospecciones reconstruyen un mundo que solo apa- rece indicialmente en el tiempo presente. Las rupturas de la linealidad de la secuencia temporal y la superposicidn de pasado, presente y futuro permiten armar una visidn “atemporal” del mundo y del hombre, En ese Ambito in- definido, historias y personajes transitan frente a un lector que debe abritse a las miltiples posibilidades que despliegan instan- cias y espacios diferentes. Los personajes se transforman y deam- bulan entre las variaciones temporales que los definen. El tiempo marca su subjetividad, Como afirma el estudioso estadounidense Robert Levine en Una geografia del tiempo!: El término “tempo” viene de la teorla de la miisica, donde se refiere a la velocidad con que se eecuta una pieza. El tempo mu- sical, asi como el tiempo de la experiencia personal, es subjetivo en extremo (...) Podemos tocar las mismas notas en la misma secuencia, pero siempre estard la cuestién del tempo. cs, Sigho XI, 2006, T Tevine, Robert, Una geografia del tiempo, Buenos. Puertas de acceso 24 Las coordenadas de tiempo y espacio: el cronotopo A través del anélisis del espacio y del tiempo, hemos visto que es muy dificil explicar los procesos que asumen estas categorias del relato por separado. Los lugares y las instancias temporales adquieren, sobre todo en este tipo de historias que se destizan entre distintas realidades, un vinculo muy cercano. Esa interdependencia existente entre ambas coordenadas es lo que el teérico literario y lingtiista ruso Mijail Bajtin" ha de- nominado con el término cronotopo. El cronotopo es un térmi- no compuesto de dos palabras griegas, chronos: ‘tiempo’ y topos ‘Tugar’. Es una categoria que sirve para expresar el caracter indi soluble de ambos elementos; es un cruce por el cual se interrela- cionan y conforman una unidad dentro del relaco, El cronotopo aparece, asf, como una conjuncién del tiem- poy del espacio que se articula como un signo tinico dentro de Jas narraciones. En ese eje, se mueven los personajes de las his- torias, construidos a su vez por el entramado espacio-temporal que los define. En los relatos que integran esta antologia, la conformacién del cronotopo (es decir, la construccién del vinculo espacio- tiempo) es metéfora, a su vez, de la mutacién de los protago- nistas. E] andlisis de los clementos textuales pertinentes muestra de qué manera los personajes se van articulando como emergentes de un cronotopo que los moldea. Las transformaciones del tiem- po y del espacio funcionan como la variable necesaria para el descubrimiento de otras realidades. Ww = Daj M, “Las Fras dl empo y del conotopoca ano en Toray tia de la novela, Madrid, Taurus, 1991. ” 2 Puerta de acceso En el cuento “Correr”, de Ana Marfa Shua"’, un hombre, Mauricio Stock, sale a correr por la ciudad de Buenos Aires. La sucesién de calles de Ficl identificacién, enmarca un espacio co- tidiano y familiar, En su mufieca, un cronémetro sefiala el ritmo acompasado de la accién. Espacio y tiempo forman parte de un ritual matutino absolutamente predecible. Peto de pronto, todo se transforma. La aparicién de una m jer que corre unos metros detris de Stock nos introduce en una ciudad que se vuelve un laberinto agobiante. Pero el mecanismo que se habla puesto en marcha en su cuer- ‘poy en su mente estaba por completo fuera de control. El senor Stock desactivé la alarma, dejé el pasto, que le complicaba la velocidad, y corrié también él por el cemento. En este fragmento, pedemos ver cémo no solo el espacio y el tiempo se han modificado, sino que han swansitado de un 4mbito real a otro irreal: el de la paranoia. El avance de la mu- jet, por su parte, contribuye a crear una atmésfera opresiva y ambigua. Stock no la ve, pero siente su presencia. La ciudad se transforma, el tiempo se acelera, y cmerge un cronotopo que arma una estructura asfixiante, incomprensible, que obsesiona al personaje y lo aleja de su realidad, En ese cruce, se pierden los tltimos rastros de un tiempo y de un espacio cotidianos. El lugar conocido, el barrio, las calles, son reemplazados por un ao lugar"®, es decir, un ambito de cir- culacién hacia otto sitio que busca ser reivindicado como propio vy seguro. Como sma buena madve, Buenos Aires, Editorial 15 Shua, Ana Maria, “Corres”, ‘Sudamericana, 2001, 16 Augé, Marc. Las no lugares, espacis del anonimato, Barcelona, Gedisa, 1992. ocstas de acceso 23 Sobre cl final, el protagonista refleja en si mismo la mutacién que ha marcado la construccién del nuevo cronotope. ..el corazin le reventaba en el pecho cuando se largé a fon- do en una levantada que ni él sabia que eva capac de hacer, mil metros a tres minutos quince, a tres minutos cinco segundos 1 Rilémetro: si hasta abora habia corrido por su honor, abora corria por su vida.. En ese proceso, su delirio persecutorio lo lleva, finalmente, ala desesperacién y a la muerte. Como en este relato, en cada uno de los textos que forman esta antologfa, es posible sefialar uno o varios cronotopos que acompafian el trénsito de sus protagonistas. En algunos, las ca- tegorfas espacio-temporales sufren sucesivas transformaciones que profundizan la atmésfera de extraiiamiento y enfrentan a los petsonajes con realidades impensadas. En los relatos de ciencia ficcién, el cronotopo se construye de una manera particular que surge del planteo de una hipéte- sis: qué sucedevia si...? Sila pregunta afecta al curso de la histo- ria (qué habria pasado si Napoleén no hnbiese sido derrotado?), el resultado serd un mundo alternativo o paralelo, nacido de una distorsidén de la realidad. En 1876, el filésofo francés Charles Renouvier les puso por nombre ucronias'” (del griego: w= ‘no's chronos= ‘tiempo’). Las ucronias se relacionan con los mundos paralelos y los viajes en el tiempo. Si la historia modificada da como resultado un presente mejorado, hablamos de eucro- niias (eu ~ bien); si la consccuencia es un presente indeseable, discrontas. T Capanna, Pablo, Excaror, Grandes relator de ficién. Buenos Aites, Simurg, 1999. “ Puertas de acceso Ligado a este concepto, aparece en los relatos de ciencia fie- cién la idea de utopfa (topos ‘lugar’; utopia: ‘el no lugar’). La ‘opia positiva plantea la existencia de un mundo futuro mejor; la distopfa (antiutopia o utopia negativa) propone un mundo fu- turo donde caracteristicas presentes en el mundo actual llevan a la creacidn de un espacio amenazante, que a veces podria atentar contra la continuidad de la vida del hombre que lo creé. Hasta aqui, un recorrido por la teorfa liveraria acerca de lo fantéstico. Transitemos ahora por los cuentos que les propone- mos, como caminantes preparados para la aventura. jY a disfrutar del viaje! La noche boca arriba Julio Coreézar, “La noche boca ariba”, Final de juego © 1956, Sucesin Julio Cortézar Ysallan en ciertas épocas a cazar enemigos; Ie lamaban la guerra florida ‘A mitad del largo zaguan del hotel pensé que debia ser tarde, y se apuré a salir la calle y sacar la motocicleta del rincén don- de el portero de al lado le permitfa guardarla. En la joyerfa de la esquina vio que eran las nueve menos dic; llegaria con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él —porque para si mismo, para ir pensando, no tenia nombre— monté en la mAquina saborcando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Dejé pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de co- mercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba Las guernas flvides 0 Xochiyanorl (del adluat: xochi: “Bor; yao ‘guerra eran wn tipo de guerra einaal propio de los pueblos atecas del Valle de México, los siglos anteriores fla conquista. Conssta en el acuerdo entre varias ciudades para organizar combates en Tos que se capturaban prisioneror de ambos bandos que eran sactificados ritwalment. Pr lo general, estar gueras se reaizaban en épocas de sequia extrema. t 8 Julio Cortézar en la parte més agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordcada de drboles, con poco trifico y amplias villas* que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarca- das por setos bajos. Quiad algo distraido, pero corriendo sobre la derecha como cortespondia, se dejé llevar por la tersura, por la leve crispacién de ese dia apenas empezado, Tal vez su involun- tario rclajamiento le impidié prevenir el accidente. ‘Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones ficiles. Frend con el pie y la mano, desvidndose a la izquierda; oy6 el grito de la mujer, y junto con el choque perdié la visién. Fue como dor- mise de golpe. Volvié bruscamente del desmayo. Cuatro 0 cinco hombres jévenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentia gusto a sal y sangre, le dolia una rodilla, y cuando lo alzaron grité, porque no podia soportar la presién en el brazo derecho, Vo~ ces que no parecfan pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y segutidades. Su iinico alivio fue oir la confirmacién de que habfa estado en su derecho al cruzar la esquina, Pregunté por Ia mujer, tratando de dominar Ia néusea que le ganaba la garganta. Mientras lo levaban boca arriba hasta tuna farmacia préxima, supo que la causante del accidente no tenia mas que rasguiios en las piernas. “Usté la agarré apenas, pero el golpe le hizo saltar la maquina de costado...”. Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, asi va bien, y alguien con guardapolvo dandole a beber un trago que lo alivié en la penumbra de una pequefa farmacia de barrio. La ambulancia policial legé a los cinco minutos; y lo subie- ron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto, Con toda 7 Com Ia palabra villas se hace referencia a ls casas alejadas del centro de la ciudad, rodleadas por jardines. La noche boca arta 2» Jucider, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus sefias al policia que lo acompaiaba. El brazo casi no le dolfa; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamié los labios para beberla, Se sentia bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada més, El vigilante le dijo que la motocicleta no parecfa muy estropeada. “Natural”, dijo él. “Como que me la ligué encima...”, Los dos se rieron, y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseé buena suerte, Ya la néusea volvia poco a poco; micntras lo Hlevaban en una camilla de ruedas hasta un pabelldn del fondo, pasando bajo Arboles Ilenos de péjaros, cerré los ojos y desed estar dormido 0 cloroformado®. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quiténdole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisécea y dura. Le movian cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del est6mago se habria sentido muy bien, casi contento. Lo Ilevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavia htimeda puesta sobre el pecho como una lipida negra, pas6 a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercé y se puso a mirar la radiografia. Manos de mujer le acomodaban Ia cabeza, sintié que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercé otra vez, son- riendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeé a mejilla e hizo una sefia a alguien parado atris. Como suefio era curioso porque estaba leno de olores y él nunca sofiaba olores. Primero un olor a pantano, ya que 2 la FBI clonforme es, a temperaeura ambiente, un liquido volitil alamente inflamable, tampare de lor ence cory bot dle En el pad, em indo 30 Julio Cortizar izquierda de la calzada* empezaban las marismas’, los temblade- rales® de donde no volvia nadie. Pero el olor cesé, y en cambio vino una fragancia compussta y oscura como la noche en que se movia huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenia que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su tinica probabilidad era la de esconderse en lo més denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que solo ellos, los motecas’, conocian. Lo que més le torturaba era el olor, como si aun en la ab- soluta aceptacién del sucfio algo se rebelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no habfa participado del juego. “Huele a guerra”, pens6, tocando instintivamente el pufal de piedra atravesado en su cefiidor’ de lana tejida. Un sonido in- espetado lo hizo agacharse y quedar inmévil, temblando. Tener miedo no era extrafio, en sus suefios abundaba el miedo. Espe- 16, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debian estar ardiendo fuegos de vivac’; un resplandor rojizo tefifa esa parte del cielo. El sonido no se repitié. Habfa sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor {7 palabra caleada se usa en el cucnto en dos de sus acepeiones en primer lugar, como fa parte de la calle comprendida entre dos aceras (por donde circula el motociclista), fen segundo lugar, coma camino wilizado para la circulaciin de vehiculos y personas. 5 Una marisma es un terteno pantanoso, de aguas sabres, en las proximidades de costa, por lo general junto 2 la desembocadura de un rio. © Un tembladeal es un terreno pantanoso, abundante en turba y cubierto de césped. ‘A causa de su escasa consistencig,reiembla cuando se anda sobre él 7 Los moteees son un pucblo inventado por Cortizar en ese cuento, 8 Un coder es una fj, cinta, corres 0 cordel con que se cife el cuerpo por la cinta ° vivac es el paraje donde las tropas pasan la noche a cielo deseubierto, Lanoche boca arb 3 a guerra. Se enderezé despacio, venteando™, No se ofa nada, pero el miedo seguia alli como el olor, ese incienso dulzon de la guerra florida, Habia que seguir, legar al corazén de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachéndose a cada instante 4 tocar el suelo mas duro de Ia calzada, dio algunos pasos Hubiera querido echar a corres, pero los tembladerales palpi taban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscé el rumbo. Entonces sintié una bocanada horrible del olor que més temia, yssalté desesperado hacia adelante. —Se va a caer de la cama —dijo el enfermo de al lado—. No bringue tanto, amigazo. ‘Abrié los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los venta- nales de la larga sala. Mientras trataba de sonreir a su vecino, se despegé casi fisicamente de la tiltima visién de la pesadilla. El brazo, enycsado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintié sed, como si hubiera estado corriendo kilémetros, pero no querfan darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedar- se despierto, entornados 10s ojos, escuchando el didlogo de los ous enferinos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le froté con alcohol la cara anterior del muslo y le clavé una gruesa aguja conectada con un tubo que subfa hasta un frasco Ileno de liquide opalino"’. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajusté al brazo TP Bn el texto, la palabra ventear se relaciona con la accién de algunos animales de omar cL viento con el olfaro, Recordemas que el moteca es perseguido como en la caceria de sun animal 1 Qpatina es de color ence blanco y azulado, con sefljs que brillan con fs colores del aveois. 3 Julio Cortéear sano para verificar alguna cosa!®. Cafa la noche, y Ia fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenian un relieve como de gemeles de teatro", eran reales y dulces y a la ver ligeramente repugnantes; como estar viendo una pelicula aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse. Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerto, a apio, a pergjil. Un trocito de pan, més precioso que todo un banquete, se fue destigajando poco a poco. El brazo no le dolia nada y solamente en la ceja, donde lo habfan sucurado, chirriaba a veces una punzada calien:e y rpida. Cuando los ventanales de enfiente viraron a manchas de un azul oscuro, pensé que no le iba a ser dificil dormirse. Un poco incémodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintié el sa- bor del caldo, y suspiré de felicidad, abandondndose, Primero fue una confisién, un atraer hacia s{ todas las sensa- ciones por un instante emooradas 0 confundidas. Comprendia que estaba cortiendo en plena oscuridad, aunque arriba el ciclo cruzado de copas de drboles era menos negro que el resto. “La calzada’, pensd. “Me salf de la calzada”. Sus pies se hundfan en un colchén de hojas y barro, y ya no podia dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azoraran el torso y las piernas. Ja- deante, sabiéndose acorralzdo a pesar de la oscuridad y el silen- cio, se agaché para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del dfa iba a-verla otra vez. Nada podfa ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el man- go del pufal, subié como el escoxpién de Jos pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musit6 la plegaria del mafz. que trae las lunas felices, 33 y la siplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes mo- tecas. Pero sentfa al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacfa insoportable. La guerra florida pabia empezado con la luna y llevaba ya tres dfas y tres noches. Si consegufa refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando Ia calzada més all de la regién de las ciénagas, quiza los guerreros no le siguieran el rastro, Pensé en los muchos prisioneros que ya habrian hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo ‘sagrado. La caza continuaria hasta que los sacerdotes dieran la se- fal del regreso. Todo tenia su mimero y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores. Oyé los gritos y se enderezé de un salto, pufial en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era in- soportable, y cuando el primer enemigo le salté al cuello casi sintié placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces, los gritos alegres. Alcanzé a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapé desde atrés. —Es la fiebre —dijo el de la cama de al lado—. A mi me pasaba igual cuando me operé del duodeno". Tome agua y va a ver que ducrme bicn. Allado de la noche de donde volvia, la penumbra tibia de la sala le parecié deliciosa, Una limpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se ofa toser, respirar fuerte, a veces un didlogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin ese acoso, sin... Pero no queria seguir pensando en la pesa- dilla, Habia tantas cosas en qué entretenesse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cémodamente se lo sostenian TT médico le ajusté el censidmemo para controlar su presin ace. "9 Los gemelor de teatro son anteojos cobles, de aleance apropiado para mirarel escenario cannauenictndnaniende. "TRI duadeno es la primera porcin del intestino delgado, que comunica directamene con el enago. M4 en el aire. Le habfan puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebid del gollete, golosamente. Distinguia ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debia tener tanta fiebre, sentia fresca la cara. La ceja le dolia apenas, como un recuerdo. Se vio otta ver saliendo del hotel, sacando la moto. ;Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar asf? Trataba de fijar el momento del accidente y le dio rabia advertir que habia ahi como un hueco, un vacio que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo ha- bian levantado del suelo, un desmayo 0 lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenia la sensacién de que ese hueco, esa nada, habia durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, més bien como si en ese hucco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra cl pavimento, De todas maneras al salir del poz0 negro habfa sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo, Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusién en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al dia y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntarfa alguna vex. al médico de la oficina. Ahora volvia a ganarlo el suefio, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta aficbrada la frescara del agua mineral. Quiz pudlicia descansar de-veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la Limpara en lo alto se iba apagando poco a poco. Como dormia de espaldas, no lo sorprendié la posicién en que volvia a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante" de filtraciones, le cerré la garganta y lo obligé a comprender. Intiil abrir los ojos y mirar en todas di- recciones; lo envolvia una oscuridad absoluta. Quiso endere- zarse y sintié las sogas en las mufiecas y los tobillos. Estaba 7 Rzumar es dejar pasar a cavés delos poros o grietas gots de alg liquide. La mache boca ariba 35 estaqueado" en el suelo, en un piso de Iajas helado y hiimedo EI fifo le ganaba la espalda desnuda, las piernas, Con el men- ton buscé torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habfan arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria .dia salvarlo del final. Lejanamente, como filtrindose entre las piedras del calabozo, oyé los atabales” de la fiesta. Lo ha- bfan traido al teocalli'®, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno. (Oye gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendia con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pens6 en sus com- paficros que llenarian otras mazmorras, y en los que ascendian ya los peldafios del sacrificio. Grité de nuevo sofocadamente, casi no podia abrir la boca, tenia las mandibulas agarrotadas y ala ver como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudid como un Litigo. Convulso, retorciéndose, luché por zafarse de Jas cuerdas que se le hundian en la carne. Su brazo derecho, el mds fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y tuvo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas Ie Ilcgé antes que la luz. Apenas ceftidos con el rapartabos de la ceremonia, los acélitos" de los sacerdotes se le acercaron mirén- dolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su SGiasguay @ sanaara diqinianaiads wa RiaaNiaae GN da ‘Buaguear es torturar a alguien amarrando sus extremidades con titas de euero enere "7 Un atabal es un eambor pequerio 0 tamboril que suelerocarse en fextas pblicas, "9 El resell es el templo de los antiguos nahuas de México Los adltos son los que ayudan al sacerdote en una ceremonia religiosa 36 Julio Coetérar lugar lo aferraron manos calientes, duras como bronce; se sintié, alzado, siempre boca attiba, tironeado por los cuatro acélitos quello llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban delante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acblitos debian agachar la cabera. Ahora Jo llevaban, lo Hlevaban, e-a el final, Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos s¢ iluminaba con un re- fiejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara frente a él a escalinata incendiada de gritos y danzas, set(a l fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya se iba a acabar, de repente olerla cl aire libre lleno de estrellas, pero todavia no, andaban Ilevandolo sin fin en la penumbra roja, tironedndolo brutalmente, y él no quetia, pero cémo impedirlo si le habian arrancado el amuleto que eta su verdadero coraz6n, el centro de la vida. Salié de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dlulee, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensé que debia haber gritado, pero sus vecinos dormian callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenia algo de burbuja, de imagen transliicida contra la sombra azulada de los ventanales. Jaded, buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imagenes que seguian pegadas a sus pérpados. Cada vez. que cerraba los ojos las vetu formarse instantineamente, y se enderezaba atcrrado pero go- zando a la vez. del saber que ahora estaba despierto, que la vi- gilia lo proregia, que pronto iba a amanecer, con el buen sueho profundo que se tiene a esa hora, sin imagenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, Ia modorra eta més fuerte que a. Hizo un diltimo esfuerzo, con la mano sana esboz6 un gesto hacia la botella de agua; no llegé a tomarla, sus dedos se Cerraron en un vacio otra vez negro, y el pasadizo segufa inter- minable, roca tras roca, con stibitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimié apagadamente porque el techo iba a acabarse, La noche boca ait ar subla, abriéndose como una boca de sombra, y los acélitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayé en la cara donde los ojos no querian verla, desesperadamente se cerraban y abrian buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala, Y cada vex que se abrfan era la noche y Ja luna mientras lo subfan por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de humo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, bri- lance de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sactifi- cado que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una tiltima esperanza apreté los pérpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyé que lo lograria, porque otra vez estaba inmévil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Peto olia la muerte y cuando abrié los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venia hacia él con el cuchillo de picdra en la mano, Alcanz6 a cerrar otra vez los parpados aunque ahora sabfa que no iba a despertarse, que estaba despicr- to, que el suefio maravilloso habfa sido el otro, absurdo como todos los suefios; un suefio en el que habfa andado por extrafias avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardian sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese suciv también lo habjan alzado del suelo, también alguien se le habia acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras. Silvina Ocampo, “La casa de anicar", La firiay otros cuentos, © Herederos de Silvina Ocampo, 2016, Las supersticiones' no dejaban vivir a Cristina. Una mone- da con la efigie? bortada, una mancha de tinta, Ja luna vista a través de dos vidtios, las iniciales de su nombre grabadas por azar sobre el tronco de un cedro la enloquecian de temor, Cuat do nos conocimes Ilevaba puesto un vestido verde, que siguid usando hasta que se rompid, pues me dijo que le trafa suerte y que en cuanto se ponia otro, azul, que le sentaba mejor, no nos veiamos. Traté de combatir estas manias absurdas. Le hice notar que tenia un espejo roto en su cuarto y que por mas que yo le insistiera en la conveniencia de tirar los espejos rotos al agua, en una noche de luna, para quitarse la mala suerte’, lo guardaba; que jamas temié que la luz de la casa bruscamente se apagara, " Las supenticiones son creenciasextrafas ala fe religiosay concrarias ala azn, Muchas ‘personas cren que cirtasacciones voluntarias o involuniarias pueden alterar su destino. La ef es la imagen o representacién de una persona. En las caras de las monedks, suelen aparece las egies de personajes histrcos relevantes. > Anviguamente, los expejos eran considerados reflejs del alma y daiarlos strata la mala suerte. Sogin In creencia popular, las consecuencias podlan evitarse realizando ciertos sinuales com ef que se menciona en el elato. 4 y a pesar de que fuera un anuncio seguro de muerte, encendia con tranquilidad cualquier ntimero de velas‘; que siempre deja- ba sobre la cama el sombrero’, error en que nadie incurria. Sus temores eran personales. Se infligia verdaderas privaciones; por ejemplo: no podia comprar frutillas en el mes de diciembre, ni ofr determinadas maisicas, ni adornar la casa con peces rojos, que tanto le gustaban. Habfe ciertas calles que no podiamos cruzar, ciertas personas, ciertos cinematégrafos que no podiamos fre- cuentar. Al principio de nuestra relacién, estas supersticiones me patecieron encantadoras, pero después empezaron a fasti- diarme y a preocuparme seriamente. Cuando nos comprome- timos tuvimos que buscar un departamento nuevo, pues segtin sus creencias, el destino de los ocupantes anteriores influiria so- bre su vida‘ (en ningiin momento mencionaba la mia, como si cl peligto la amenazara solo a ella y nuestras vidas no estuvieran unidas por el amor). Recortimos todos los barrios de la ciudad; Llegamos a los suburbios mas alejados, en busca de un departa- mento que nadie hubiera habitado: todos estaban alquilados o vendidos. Por fin encontré una casita en la calle Montes de Oca’, que parecfa de azticar, Su blancura brillaba con extraordinaria luminosidad. Tenia teléfono y, en el frente, un diminuto jardin. En muchas culturas, las velas encendidas dusance decerminadas festividades re presentan los elementos esenciales del hogar, per lo cual su nimero no debe ser alterado, De esta forma, segin algunas ercencias se aleja la amenaza de una desgracia 5 Poner un sombrero encima de la cama es, en algunos paises de Europa y de Amésica, presigio de mala sere y cl anuno de una muerte segura, EI miedo de Cristina a sufrr a influencia de los habicantes ancesiores es un punto clave dl relaro. Sus temores supesticiosos son el sintoma de lo que vivird en la nueva La calle Montes de Oca se encuentra en el bartio porcefo de Barracasy se extiende desde Ia avenida Caseros hasca el Riachuso, La casade axicar 4 Pensé que ¢sa casa era recién construida, pero me enteré de que fen mil novecientos treinta la habia ocupado una familia, y que después, para alquilarla, el propietario le habia hecho algunos arteglos. Tave que hacer creer a Cristina que nadie habia vivido en la casa y que era el lugar ideal: la casa de nuestros suefios. Cuando Cristina la vio, exclamé: —jQué diferente de los departamentos que hemos visto! “Aqui se respira olor a limpio, Nadie podré influir en nuestras vidas y ensuciarlas con pensamientos que envician el aire. En pocos dfas nos casamos y nos instalamos alli. Mis suegros nos regalaron los mucbles del dormitorio, y mis padres, los del comedor. El resto de la casa lo amueblariamos de a poco. Yo te- mia que, por los vecinos, Cristina se enterara de mi mentira, pero felizmente hacfa sus compras fuera del barrio y jams conversaba con ellos. ramos felices, ran felices que a veces me daba miedo’. Parecia que la tranquilidad nunca se romperfa en aquella casa de aaticat, hasta que un llamado telefnico destruyé mi ilusién, Fe- lizmente Cristina no atendié aquella vez al teléfono, pero quiz lo atendiera en una oportunidad andloga. La persona que llamaba pregunté por la sefiora Violeta’: indudablemente se trataba de la inguilina anterior. $i Cristina se enteraba de que yo la habia en- gafiado, nuestra felicidad seguramente concluirfa: no me hablarfa mis, pediria nuestro divorcio, y en el mejor de los casos tendria- mos que dejar la casa para imnos a vivir, tal vez, a Villa Urquiza"®, Es importante sefalar, aquf el cambio que se produce en el personaje. Sus remores ccontrastan con la apariencia ideal dela easa de aasear y se vinculan con las manias supersticiosas de Cristina 2 I color violets representa en algunas leyendas aborigenes la memoria de los pueblos ° Ville Unguiza es wn bartio portefo,lindero ala zona de Belgrano, fundadl en 1887. ara a época del relaco, era un sector alejado del centro dela ciudad y con pocas vias de “ ‘Sivina Ocampo tal vez. a Quilmes", de pensionistas en alguna de las casas donde nos prometieron darnos un lugarcito para construir gcon qué? (con basura, pues con mejozes materiales no me alcanzaria cl di- nero) un cuarto y una cocina. Durante la noche yo tenia cuidado de descolgar el tubo, para que ningtin llamado inoportuno nos despertara. Coloque un buzén en la puerta de calle; fui el deposi tario de la llave, el distribuidor de cartas. Una mafiana temprano golpearon a la puerta, y alguien dejé un paquete. Desde mi cuarto of que mi mujer protestaba, luego oi el ruido del papel estrujado. Bajé la escalera y encontré a Cris- tina con un vestido de terciopelo entre los brazos —Acaban de traetme este vestido —me dijo con entusiasmo. Subié corriendo las escaleras y se puso el vestido, que era muy escotado, —Cuindo te lo mandaste hacer? —Hlace tiempo. {Me queda bien? Lo usaré cuando tengamos que ir al teatro, ;no te parece? —,Con qué dinero lo pagaste? rato, pero no le dije nada, para no ofenderla, Nos queriamos con locura. Peto mi inquietud comenz6 a molestarme hasta para abrazar a Cristina por la noche. Ad- verti que su cardcter habia cambiado: de alegre se convirtié en triste, de comunicatiya en reservada, de tranquila en net viosa. No tenia apetito. Yano preparaba esos ricos postres, un poco pesados, a base de cremas batidas y de chocolate, que me agradaban, ni adornaba periddicamente la casa con volantes de Quilmes es una localidad situada al sur de la provincia de Buenos Aires, a diecsite Iilémetros de Capital Federal. Al igual que Villa Urguia, en la década del cincuenta era, todavia, una 2ona distante y en desarrallo. La ca deeacar a nylon”, en las tapas de la letrina®, en las repisas del comedor, ‘en los armarios, en todas partes, como era su costumbre. Ya no me esperaba con vainillas a la hora del té, ni tenia ganas de ir | teatro o al cinematégrafo de noche, ni siquiera cuando nos mandaban entradas de regalo. Una tarde entré un petto en el jardin y se acosté frente a la puerta de calle, aullando. Cristina Ie dio came y le dio de beber y, después de un bafio, que le cambié el color del pelo, declard que le darfa hospitalidad y que lo bautizaria con el nombre Amor, porque llegaba a nues- tra casa en un momento de verdadero amor. El perto tenia el paladar negro, lo que indica pureza de raza. tra tarde llegué de improviso a casa. Me detuye en la entra- da porque vi una bicicleta apostada en el jardin. Entré silencio- samente y me escurt{ detrés de una puerta y of la vor de Cristina. Qué quiere? —repitié dos veces. —Vengo a buscar a mi perro —decia la vox de una mucha- cha. Pas6 tantas veces frente a esta casa que se ha encarifiado con ella. Esta casa parece de azticar. Desde que la pintaron, llama la atencién de todos los transetintes. Pero a mi me gustaba mas antes, con ese color rosado y romsntico de las casas viejas. Esta casa era muy mistetiosa para mi. Todo me gustaba en ella: la fuente donde venian a beber los pajatitos; las enredaderas con flores, como cornetas amarillas; el naranjo. Desde que tengo ocho afios esperaba conocerla a usted, desde aquel dia en que hablamos por teléfono, grecuerda? Prometié que iba a regalarme un barrilete. —Los barriletes son juegos de varones. Tos volanes dé nylon son adornos de tpleeria, plegados o fruncidos, confeccionados com una tla elistica yresstene. "9 La Letina es un lugar destinado en algunas casas para verter los residuos; también se usa como bao o rerete, 6 Silvina Ocampo —Los juguetes no tienen sexo, Los barriletes me gustaban por- que eran como enormes pajaros: me hacfa la ilusién de volar sobre sus alas. Para usted fie un juego prometerme ese barrilete; yo no dormi en toda la noche. Nos encontramos en la panaderfa, usted estaba de espaldas, y no vi su cara. Desde ese dia no pensé en otra cosa que en usted, en cémo seria su cara, su alma, sus ademanes de mentirosa. Nunca me regalé aquel barrilete. Los arboles me hablaban de sus mentiras. Luego fuimos a vivir a Morén™, con mis padres, Ahora, desde hace una semana estoy de nuevo aqui. —Hace tres meses que vivo en esta casa, y antes jamés fre- cuenté estos barrios. Usted estaré confundida. —Yo la habfa imaginado tal como es. {La imaginé tantas veces! Para colmo de la casualidad, mi marido estuvo de novio con usted. —No estuve de novia, sino con mi marido, ;Cémo se llama este perro? —Bruto. —Lléveselo, por favor, antes de que me encarifie con él, —Violeta, escticheme. $i llevo el perro a mi casa, se morird. No lo puedo cuidar. Vivimos en un departamento muy chico. Mi marido y yo trabajamos, y no hay nadie que lo saque a pasear. —No me llamo Violeta. (Qué edad tiene? —:Bruto? Dos afios. ;Quiere quedarse con él? Yo vendrla a tarlo de ver en cuando, porque lo quiero mucho. —A mi marido no le gustarfa recibir desconocidos en su casa, ni que aceprara un perro de regalo. —No se lo diga, entonces. La esperaré todos los lunes a las siete de la tarde en la Plaza Colombia’. ;Sabe dénde es? Frente vis Moré ex una localidad situada al ceste de la provincia de Bucnos Aires. Fue fundada «en 1910 y estédelimitads por los partidos ce Hurlingham e Tuzaings. "5 La Plaza Colombia se encuentra comprendida por la avenida Montes de Oca y las calles Brandsen, Pinz6n e Isabella Calica en el barrio de Batracas. La case de atcar ala iglesia Santa Felicita"so sino, la esperasé donde usted quie- ray la hora que prefiera; por ejemplo, en el puente de Consti- tucién'” o en el Parque Lezama'*, Me contentaré con ver los ojos de Bruto. {Me haré el favor de quedarse con él? Bueno. Me quedaré con él. —Gracias, Violeta. No me llamo Violeta. —;Cambié de nombre? Para nosotros usted es Violeta. Siem- 1c la misma misteriosa Violeta. Of el ruido seco de Ia puerta y el taconeo de Cristina, su- biendo la escalera. Tardé un rato en salir de mi escondite y en fingir que acababa de llegar. A pesat de haber comprobado la inocencia del didlogo, no sé por qué, una sorda desconfianza comenzé a devorarme. Mc parecié que habia presenciado una representacién de teatro y que Ja realidad era otra. No confesé a Cristina que habia sorprendido la visita de esa muchacha. Esperé Jos acontecimientos, temiendo siempre que Cristina descubric- ra mi mentira, lamentando que estuviéramos instalados en ese barrio. Yo pasaba todas las tardes por la plaza que queda frente a la iglesia de Santa Felicitas, para comprobar si Cristina habia acudido a Ja cita, Cristina parecia no advertir mi inquictud. A veces llegué a creer que yo habia sofiado, Abrazando al perto, un dia Cristina me pregunt6: T5Ta iglesia de Santa Felicia se encuentra sobre la calle Isabella Cardlica entre Pinaén y Brandsen, Rente ala Plaza Calombia. Fue construida en 1875 por los padres de Felicia Guerter, una joven aristéerataasesinada por un amante despechado. 7 Bt puente de Consttuciin e una vieja estructura de hierro que une las calles Paracas y Guanahant en el barrio de Barracas. En aquellos aos, er el tnico paso habiliado, por encima de las wis, después de la estacién Constivucion, 8 EL Pergue Lezama extélimitado por ls calles Defensa, Brasil, avenida Pasco Calén yy avenida Martin Garea, En 61 conflayen los barrios de San Telmo, La Boca, Barracas y Consttucién, 8 Silvina Ocampo —Te gustaria que me llamara Violeta? —No me gusta el nombre de las flores. —Pero Violeta es lindo. Es un color. —Prefiero tu nombre. Un sibado, al atardecer, la encontré en el puente de Consti- tucién, asomada sobre el parapeto!” de fierro. Me acerqué y no se inmuté. Qué haces aqui? —Estoy curioseando. Me gusta ver las vias desde arriba. —Es un lugar muy ligubre, y no me gusta que andes sola, —No me parece tan légubre. ;¥ por qué no puedo andar sola? {Te gusta el humo negro de las locomotoras? —Me gustan los medios de transporte. Sofiar con viajes. Inme sin irme. “Ir y quedar y con quedar partirse”. Volvimos a casa. Enloquecido de celos (;celos de qué?... de todo), durante el trayecto apenas le hablé. —Podriamos tal vez comprar alguna casita en San Isidro o en Olivos, es tan desagradable este barrio —le dije, fingiendo que me era posible adquirir una casa en esos lugares. —No creas. Tenemos muy cerca de aqui el Parque Lezama. —Es una desolacién. Les estatuas estn ya rotas, las fuentes sin agua, los arboles apestados. Mendigos, viejos y lisiados van con bolsas para tirar 0 recoger basuras. —No me fijo en esas cosas. —Antes no querias sentarte en un banco donde alguien habfa comido mandarinas 0 pan. —He cambiado mucho. Bl pargpeto es una baranda que se coloca en los puentes 0 escaleras para evitar caidas, 29 San ido y Olivas som localidades vesidencials ubicadas en la zona norte del Gran Buenos Aires, a mds de veintekilémetos del centro de la ciudad, Lr casa de atcar ey Por mucho que hayas cambiado, no puede gustarte un parque como ese. Ya sé que tiene un museo con leones de mi mol que cuidan la entrada" y que jugabas alli en. tu infancia, ‘ero eso no quiere decir nada, —No te comprendo —me respondié Cristina. Y senti que ‘me despreciaba, con un desprecio que podia conducirla al odio. Durante dias, que me parecieron afios, la vigilé, tratando de disimular mi ansiedad. Todas las tardes pasaba por la plaza frente a laiglesia y los stbados por el horrible puente negro de Consti- tucién. Un dia me aventuré a decir a Cristina: —Si descubriéramos que esta casa fue habitada por otras per- sonas, qué harfas, Cristina? :Te irfas de aqui? —Si una persona hubiera vivido en esta casa, esa persona tendria que ser como esas figuritas de azticar que hay en los pos- tres 0 en las tortas de cumpleafos: una persona dulce como el aziicar. Esta casa me inspira confianza, ;serd el jardincito de la entrada que me infunde tranquilidad? No sé! No me irfa de aqui por todo el oro del mundo. Ademds no tendrfamos adénde ir. Ta mismo me lo dijiste hace un tiempo. No insist, porque iba a pura pérdida, Para conformarme pensé que el tiempo compondra las cosas. Una mafiana soné el timbre de la puerta de calle. Yo estaha afeitindome y of la vor de Cristina. Cuando conelut de afeitar- ‘me, mi mujer ya estaba hablando con la intrusa. Por la aberura dela puerta las espié. La intrusa tenfa una voz tan grave y los pies tan grandes que eché a ref. —Si usted vuelve a ver a Daniel, lo pagaré muy caro, Violeta. —No sé quién es Daniel y no me llamo Violeta —respondié mi mujer. en el Parque Lezama,en 1897, so Silviaa Ocampo —Usted esté mintiendo. —No miento. No tengo nada que ver con Daniel. —Yo quiero que usted sepa las cosas como son. —No quiero escuchar'a. Cristina se tapé las orejas con las manos, Entré en el cuarto y dije a la incrusa que se fuera, De cerca le miré los pies, las ma- nos y el cuello. Entonces advert! que era un hombre disfrazado de mujer. No me dio tiempo de pensar en lo que debia hacer; como un relémpago desazarecié dejando la puerta entreabierta tras de si. ‘No comentamos el episodio con Cristinas jamas comprende- 16 por qué; eta como si nuestros labios hubieran estado sellados para todo lo que no fuese besos nerviosos, insatisfechos o pala- bras intitiles En aquellos dias, tan tristes para mi, a Cristina le dio por cantar, Su voz era agradable, pero me exasperaba, porque forma ba parte de ese mundo secteto, que la alejaba de mi. ;Por qué, si nunca habla cantado, ahora cantaba noche y dia mientras se vestia 0 se bafiaba o cocinaba 0 cerraba las persianas! Un dia en que of a Cristina exclamar con un aire enigmétic —Sospecho que estoy heredando la vida de alguien, las di- chas y las penas, las equivocaciones y los aciertos. Fstay embru- jada —fingf no oit esa frase atormentadota. Sin embargo, no sé por qué empecé a averiguar en el barrio quién cra Violeta, dénde estaba, todos los detalles de su vida ‘A media cuadra de nusstra casa, habia una tienda donde ven- dian tarjetas postales, papel, cuadernos, ldpices, gomas de borrar y juguetes. Para mis averiguaciones, la vendedora de esa tienda me parecié la persona més indicada: era charlatana y curiosa, sensible a las lisonjas®. Con el pretexto de comprar tun cuaderno ys Taonjas son alabanaasafectadas que se wilizan para ganar la voluntad de alguien La case de aticar 3 1 pices, Fai una tarde a conversar con ella. Le alabé los ojos, las ‘nanos, el pelo. No me atrevi a pronunciar la palabra Violeta. Le expliqué que éramos vecinos. Le pregunté finalmente quién habia vivido en nuestra casa. Timidamente le di — {No vivia una tal Violeta? ‘Me contesté cosas muy vagas, que me inquietaron mas. Al dia siguiente traté de averiguar en el almacén algunos otros deta- Iles. Me dijeron que Violeta estaba en un sanatorio frenopatico”® y me dieron la direccién, —Canto con una voz que no es mia —me dijo Cristina, re- novando su aire misterioso—. Antes me hubiera afligido, pero ahora me deleita. Soy otra persona, tal vez mas feliz que yo. igi de nuevo no haberla ofdo. Yo estaba leyendo el diario. De tanto averiguar detalles de la vida de Violeta, confieso que desatendfa a Cristina. Fui al sanatotio frenopatico, que quedaba en Flores. Ahi pre- gunté por Violeta y me dieron la direccién de Arsenia L6pez, su profesora de canto. Tuve que tomar el tren en Retiro, para que me Ilevara a Olivos. Durante el trayecto, una tierrita me entré en un ojo, de modo que en el momento de llegar a la casa de Arsenia Lépez, se me cafan las lagrimas cama si estuviese lorando. Desde la puerta de calle of voces de mujeres, que hacian girgaras con las escalas, acompafiadas de un piano, que parecia més bien un organillo. ‘Alta, delgada, aterradora, aparecié en el fondo de un corredor Arsenia Lépez con un lépiz en la mano. Le dije timidamente que venia a buscar noticias de Violeta. ® La fienopania era una parte de la medlicina que estudiaba las enfermedades mentales En 1880 se instalé en Barracas, sobre la avenida Montes de Oca, el Instituto Frenopético Argentino, el centro mas importance de la época 3 Silvina Ocampo — {Usted es el maridc —No, soy un pariente—le respondé secdndome los ojos con un paftuelo. —Usted sera uno de sus innumerables admiradores —me dijo, entornando los ojos y tomandome la mano—. Vendra para saber lo que todos quieren saber, emo fueron los tltimos dias de Violeta? Siéntese. No hay que imaginar que una persona muerta, forzosamente haya sido pura, fiel, buena. —Quiete consolarme —le dije. Ella, oprimiendo mi mano con su mano hiimeda, contesté: —Si. Quiero consolatlo. Violeta era no solo mi discipula, sino mi {ntima amiga, Si se disgust conmigo, fue tal vez por- que me hizo demasiadas confidencias y porque ya no podia engafiarme. Los iltimos dias que la vi, se lamenté amargamen- te de su suerte. Murié de envidia. Repetia sin cesar: “Alguien me ha robado la vida, pero lo pagara muy caro, No tendré mi vestido de terciopelo, ella lo tendi ruto serd de ella; los hombres no se disfrazarin de mujer para entrar en mi casa, sino en la de ella; perderé la voz. que transmitiré a esa otra gar- ganta indigna; no nos abrazaremos con Daniel en el puente de Constitucién, ilusionados con un amor imposible, inclinados como antaiio’, sobre la baranda de hierro, viendo Ins trenes alcjarse”. ‘Arsenia Lépez me miré en los ojos y me dij —No se aflija. Encont:aré muchas mujeres més leales. Ya sa- bemos que era hermosa gpero acaso la hermosura es lo nico bueno que hay en el mundo? ‘Mudo, horrorizado, me alejé de aquella casa, sin revelar mi nombre a Arsenia Lépez que, al despedirse de mi, intenté abra- zarme, para demostrar su simpacta. Ly palabra antaio significa en tiempo pasado. La casa de aaicar 3 =_——— Desde ese dia, Cristina se transform6, para mi al menos, en ‘Violeta. Traté de seguirla a todas horas, para descubriela en los [prazos de sus amantes. Me alejé tanto de ella que la vi como a tuna extrafia. Una noche de invierno huy, La busqué hasta el alba. Ya no sé quién fre victima de quién en esa casa de azticar, que ahora esti deshabitada. El arbol de la buena muerte Héctor Ocsterheld, “El drbol de la buena muerte", EI eternauti otros cuentas, © Herederos de Héctor Germin Oesterheld, Marfa Santos certé los ojos, aflojé el cuerpo, acomods la espal- da contra el blando tronco del drbol. Se estaba bien alli, ala sombra de aquellas hojas transparentes que filtraban la luz rojiza del sol. Carlos, el yerno, no podia haberle hecho un regalo mejor para su cumpleafios. Todo el dia anterior habia trabajado Carlos, impiando de ma- Jezas el lugar donde crecfa el drbol. Y habia hecho el sacrificio de madrugar todavia més temprano que de costumbre para que, cuan- do ella se levantara, encontrara instalado el banco al pie del arbol. ‘Marfa Santos sonrié agradecida; el tronco parecia rugoso y Aspero, pero era muelle', cedfa a la menor presién como si ¢5- tuviera telleno de plumas. Carlos habia tenido una gran idea cuando se le ocurrié plantarlo alli, al borde del sembrado. “Tuf-tul-tuf, Hasta Marfa Santos llegé el ruido del tractor. Por entre los parpados entrecerrados, la anciana miré a Marisa, su hija, sentada en el asiento de la maquina, al lado de Carlos. T Muelle sigailica ‘bl 38 Héctor German Oesterheld El brazo de Marisa descansaba en la cintura de Carlos, las dos cabezas estaban muy juntas: seguro que hacian planes para la nueva casa que Carlos querfa construit. Marfa Santos sonrié; Carlos era un buen hombre, un marido inmejorable para Marisa. Suerte que Marisa no se cas6 con Lar- ca, el ingeniero aquek: Carlos no era més que un agricultor, pero cra bueno y sabia trabajar, y no les hacfa faltar nada. {No les hacia faltar nada? Una punzada dolida borré la sontisa de Maria Santos. El rostro, viejo de incontables arrugas, viejo de muchos soles y de mucho trabajo, se nublé. No, Carlos podria hacer feliz a Marisa y a Roberto, el hijo, que ya tenia 18 afos y estudiaba medicina por televisién. No, nunca podria hacerla eliza ella, a Marfa Santos, la abuela... Porque Marfa Santos no se adaprarfa nunca —hacfa mucho que habia renunciado a hacerlo a la vida en aquella colonia de Marte—. De acuerdo con que alli se ganaba bien, que no les faltaba nada, que se vivia mucho mejor que en la Tierra; de acuerdo con quc alli, en Marte, toda la familia enfa un porvenir mucho me- jor; de acuerdo con que la vida en la Tierra era ahora muy dura... De acuerdo con todo eso; pero, Marte era tan diferente!... {Qué no daria Maria Santos por un poco de viento como el de la Tietra, con algin “paradero”? volando alto! —;Ducrmes, abuela? —Roberto, el nieto, viene sontiente, con su libro bajo el brazo. —No, Roberto, Un poco cansada, nada més. 2 Los panadero on os futos (amados vlan) de algunas plantas (de Is familia de las ‘compucstaz), como cl dient de led, la vara de or, Su estructura ests formada por pelos simples o plumosos que sostienen al fare y que tienen por funcién fucilitersu dispersion, ‘con anil del viento. En la Argentina se llama panadero ala semilla que se desprende de [a flor del cazdo y se cree que es simbolo de fecundidad y de prospesidad. Bb de labora muerte 9 — —jNo necesitas nada? No, nada. — Seguro? Seguro. Curiosa, la insistencia de Roberto; no acostumbraba a ser tan solicit’; a veces, se pasaba dias enteros sin acordarse de que ella existia. Pero, claro, eso era de esperar; la juventud, la juventud de siempre, tiene demasiado quchacer con eso, con ser joven. ‘Aunque en verdad, Maria Santos no tiene por qué quejarse: {ltimamente Roberto habja estado muy bueno con ella, pasaba horas enteras a su lado, haciéndola hablar de la Tierra. Claro; Roberto no conocia la Tierra; él habfa nacido en Mar- te, las cosas de la Tierra eran para él algo tan rato, como cin- cuenta 0 sesenta afios atrés lo habjan sido las cosas de Buenos ‘Aires —la capital—, tan raras y fantdsticas para Marfa Santos, la muchachita que cazaba lagartijas entre las unas’, alld en el uucblito de Catamarea. Roberto, el nieto, la habia hecho hablar de los viejos tiempos, de los tantos aios que Maria Santos vivié en la ciudad, en una casita de Saavedra, a siete cuadras de la estacién. Roberto le hizo describir ladrillo por ladrillo 1a casa, quiso saber el nombre de cada flor en el cantero que estaba delante, quiso saber cémo eta la calle antes de que la pavimentaran, no se cansaba de oitla contar cémo jugaban los chicos a la peloca, cémo remontaban bartiletes, cémo iban en bandadas de guarda- polvos al colegio, tres cuadras més all J Solicit quiere decir que tiene ganas de servir, tender o ser agradable, 4 La tuna es una planta cuyo tlloextéformado por cladodios (allo en forma de hojas) ‘camosos,erizados de espinas, y flores grandes, con muchos pétalos. Su fruto, el higo Las lecherias eran establecimientos donde se servian bebidas o postres hechos a base de productos creas Las mis famosas eran las de La Martona, donde ha gente acostumbrabsa tomas leche con vanilla, o submarino, Bldbol dela buena muerte 6 Delicadas, ligeras estrellitas de largos rayos blancos.. {(Panaderos”! {Si, “panaderos”, semillas de cardo, iguales que en la Tierra! El gastado corazén de Maria Santos se encabrita en el viejo pecho: ;“Panaderos”! No més pastos amarillos: ahora hay una calle de tierra, con huellones profundos, con algo de pasto verde en los bordes, con tuna zanja, con veredas de laduillos torcidos... Callecita de battio, callecita de recuerdo, con chicos de guar- dapolvo corriendo para la librerfa de la esquina, con el esqueleto de un bartilete no terminando de morirse nunca, enredado en un hilo del teléfono, ‘Maria Santos esta sentada en Ia puerta de su casa, en su silla de paja, ve la hilera de casitas bajas, las mas viejas tienen jardin al frente, las més modernas son muy blancas, con algiin baleén cromado’, el colmo de la elegancia... “Panaderos” en el viento, viento alegre que parece bajar del cielo mismo, desde aquellas nubes tan blancas y tan redondas.... “Panaderos” como los que perseguia en el patio de tierra del rancho, alld en Ja provincia. ;“Panaderos”! El pecho de Maria Santos es un gran tumult go20so. “Panaderos” jugando en el aire, yendo a lo alto. Carlos y Marisa han detenido el tractor. Roberto, el hijo, se les junta, y los tres se acercan a Maria Santos. Se quedan mirindola. —Ha muerto feliz... Mira, parece reitse. —Si... Pobre dofia Marfa El cromado es la operaciin consistente en revestir una superficie metilica con wn bafio de cromo, a ‘Héctor Germén Oesterheld —Fue una suerte que pudiéramos proporcionarle una muerte asf, —Si... Tenia razén el que me vendié el érbol, no exagers sombra mata en poco tiempo y sin dolor alguno, al El milagro secreto © 1995 Maria Kodama, Grupo Editorial, S.A.U Jorge Luis Borges, "El milage secreto”, Fcciones, Licencia editorial para Puerto de Palos, otorgada por Penguin Random House Y Divs lo hizo morir durante cien aris y luego lo canims y le dijo: —2Cuinto tiempo has estado aqut? —Un dia 0 parte de un dia —respondit Alcorén, II, 261? La noche del catorce de marzo de 1939, en un departa- mento de la Zeltnergasse de Praga, Jaromir Hladik, autor de la inconclusa tragedia Los enemigos, de una Vindicacion de la eternidad y de un examen de las indirectas fuentes judias de T Zo animé quiere decir que le dio vida 2 Alcnin es una denominacién més arcaiea dt libro El Coréa (ambiéa llamado Qu © Kori, lteralmence,'lareciacién}). Es un libro sagrado para los musulmanes porqu contiene la palabra de Dios (Allah), revlada al profeta Mahoma. Durante a vida de M hhoma, las revelacones ran transmivdas oralmenteo esrtas en hojas de paleras,to208 de cucto 0 huesos eter. Ala muerte del profeta, en 632, sus seguidores comenzaron 2 reunir estas revelacones, que romaron la forma que se conoce hoy, de 114 eapitulos {aroras), cada uno dividido en versiculos(aleyas) 6 Jorge Luis Borges Jakob Bochme’, sofé con un largo ajedrez. No lo disput dos individuos sino dos ‘amilias ilustress la partida habia si entablada hace muchos siglos; nadie era capaz de nombrar olvidado premio, pero se murmuraba que era enorme y qui infinito; las piezas y el tablero estaban en una torre secreta; Ja romir (en el sucfio) eta el primogénito' de una de las fami hostiles; en los relojes rescnaba la hora de la impostergable juga da el sofiador cortia por las arenas de un desierto lluvioso y no lograba recordar las figuras ni las leyes del ajedrez. En ese punto, sc desperté. Cesaron los estruendos de la Iluvia y de los terribles relojes. Un ruido acompasado y undnime, cortado por algunas voces de mando, subia de la Zeltnergasse, Era el amanecer, las blindadas vanguardias del Tercer Reich? entraban en Praga’, El diecinueve, las autoridades recibieron una denuncia; el mismo diecinueve, al atardecer, Jaromir Hladik fue arrestado. Lo condujeron a un cuartel :séptico y blanco, en la ribera opuesta del Moldau’. No pudo levantar uno solo de los cargos de la Ges- tapo®: su apellido materno era Jaroslavski, su sangre era judia, 3 Jacob Boehone (1575-1624) fue un destacado tebsofo alemn. La tcosoa cs cl estudio ccomparado de as eligiones buscando lo que hay en ells ele comin. Boehme, un 2apa- {eva tn inetrucein, eve gran influencia sober ideaetenlagica y exoréviens, ene Finale del siglo me inicio del siglo xvi “EL primagénita ex el hijo que nace en primer lugar. La primogeniture es el derecho privilegiadisimo que tiene primer hijo sobre los demi. 5 La Alemania Nazi, Imperio Nasi o el Tereer Reich son términos que se refieren ala ‘Alemania del perlodo comprendido enere 1933 y 1945, cuando Adolf Hider gobernd te pals segin los Fundamentos de kr ideologfa cotalitaria del nazismo. § sre suceso fue el preludio de la Segunda Guerra Mundial, que esall el 1 de seprembre de 1939. 7 Bl rio Maldeva (en alemin, Molday) es el ro mis largo de la Replica Checa, 8 La Geheine Staatpolize: (Policls Secreta del Estado, en alemén), conocida como Gestapo, ue la policia secreta oficial durante la Alemania Naz liilagro secrete | estudio sobre Bochme era judaizante, su firma delataba el ‘final de una protesta contra el Anschluss’. En 1928, habia tucido el Sepher Yesirah" para la editorial Hermann Barsdorfi ‘efusivo catlogo de esa casa habia exagerado comercialmente renombre del traductor; ese catilogo fue hojeado por Julius the, uno de los jefes en cuyas manos estaba la suerte de Hla- No hay hombre que, fuera de su especialidad, no sea crédu- dos o tres adjetivos en letra gética"' bastaron para que Julius the admiticra la preeminencia de Hladik y dispusiera que lo “condenaran a muerte, pour encourager les autres*®, Se fij6 el dia “yeintinucve de marzo, a las nueve a.m. Esa demora (cuya impor- tancia apreciard después el lector) se debia al deseo administra- “tivo de obrar impersonal y pausadamente, como los vegetales y Jos planetas. El primer sentimiento de Hladik fue de mero terror. Pen- s6 que no lo hubieran arredrado la horca, la decapitacién o el degiiello, pero que morir fusilado era intolerable. En vano se redijo que el acto puro y general de morir era lo temible, no las 5 Anichlus cs una palabra del idioma alemvin que significa enexidn. Es uellzada en histo ‘ia paa refeizse a la anexi6n policico-militar de Austria por parce de Alemania en 1938, sta mencin del narrador hace referencia ala acttud contratia al Tercer Reich por parte ¢e Jaromir. 20 Bnre los judios, la edb sla cradicin oral que expicay fuel seneido dela Sagrada Escrtura. Bl SepherYecirah o Libro sobre la Cracién es un antigua uatado de earicter ‘ablistico ateibuido por algunos estudiosos a Abraham y por otosal rabino y cabalista Fhebreo Ben Joseph Akiba (50-132) 1 La lene gota apatecié en la Edad Media, hacta cl siglo vit, y ain seuss en nuestros dias. Fue el caritertipogeiico usado por Johannes Gutenberg, el inventor de la impren- 14, quien lo difundi por todo Occidente, El natrador ioniza sobre a acted de [ulivs, ‘quien se dea engafiae por la presentacién que la editorial hace de Jaromir como traductor Y eee que es un intelectual judioinfluyente. Bypresign en francés que significa lteralmente "para estimular 2 los otras". Se utiliza com la idea de dar ejemplo a los dems, El fuilamiento de Jaromir constieurd un enstigo cjempliicador “ Jorge Lals Borges circunstancias concretas. No se cansaba de imaginar esas cir- cunstancias: absurdamente procuraba agotar todas las varia- ciones, Anticipaba infinitamente el proceso, desde el insomne amanecer hasta la misteriosa descarga. Antes del dia prefijado por Julius Rothe, murié centenares de muertes, en patios cu- yas formas y cuyos angulos fatigaban la geometria, ametrallado por soldados variables, en niimero cambiante, que a veces lo tltimaban desde lejos; otras, desde muy cerca. Afrontaba con verdadero temor (quizé con verdadero coraje) esas ejecuciones imaginarias; cada simulacro duraba unos pocos segundos; ce- rrado el circulo, Jaromir interminablemente volvia a las trému- las visperas de su muerte. Luego reflexioné que la realidad no suele coincidir con las previsiones; con légica perversa infirié que prever un detalle circunstancial es impedir que este stce- da, Fiel a esa débil magia, inventaba, para que no sucedieran, rasgos atroces; naturalmente, acab6 por temer que e508 rasgos fueran proféticos. Miserable en la noche, procuraba afirmarse de algiin modo en Ia sustancia fugitiva del tiempo. Sabia que este se precipitaba hacia el alba del dia veintinueve; razonaba en vor alta: Ahora estoy en la noche del veintidés; mientras dure esta noche (y seis noches mds) soy invulnerable, inmortal. Pensaba que las noches de suefiu cran piletas hondas y oscuras en las que podia sumergirse. A veces anhelaba con impaciencia la defini- tiva descarga, que lo redimirfa, mal o bien, de su vana tarea de imaginar. El veintiocho, cuando el tiltimo ocaso reverberaba en Jos altos barrotes, lo desvié de esas considetaciones abyeceas" la imagen de su drama Los enemigos. Hladik habfa rebasado los cuarenta afios. Fuera de algunas amistades y de muchas costumbres, el problematico eercicio de la literatura constitufa su vida; como todo escritor, media las 1 byecascigntia ‘despreciables.— El milagr sere o virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedia que los otros lo midieran por lo que vislumbraba"* o plancaba. Todos los libros que habja dado a Ja estampa le infundian un comple- jo arrepentimiento, En sus examenes de la obra de Bochme, de ‘Abnesra y de Flood, habia intervenido esencialmente la mera aplicacién; en su traduccién del Sepher Yezirah, la negligencia, la fatiga y la conjetura. Juzgaba menos deficiente, tal vez, la Vin- dicacion de la eternidad: el primer volumen historia las diversas eternidades que han ideado los hombres, desde el inmévil Ser de Parménides'® hasta el pasado modificable de Hinton"; el se- gundo niega (con Francis Bradley”) que todos los hechos del universo integran una serie temporal. Arguye que no es infinita la cifia de las posibles experiencias del hombre y que basta una sola “repeticién” para demostrar que el tiempo es una falacia'®, Desdichadamente, no son menos falaces los argumentos que demuestran esa falacia; Hladik solia recorrerlos con cierta des- defiosa perplejidad. También habfa redactado una serie de poe- mas expresionistas™; estos, para confusién del poeta, figuraron se usa vislundrar con el sentido de ‘conjeturar. Fl narrador adelnta ura? El narrador adelanta la existencia de tuna obra inconclusa que Jaromie querté terminar antes de se fsilado, ° Parménides fixe un flbsofo griego (540 a. C. - 470 a.C.) p . at peace guna are indie cfnm se oponeal cambio, al devcniry ala malpicidad, 6 hares Howard Hinton (1859-1907) fl ba es Howard 1 un matic bine y er dec cial, Amp It ncn dele de univer ydl tempo come cara dines "7 Fyancis Herbert Bradley (1846-1924), filésofo inglés exponente del idealismo absolute, unsistema que cncibe dl conjuato dea calidad como producto dela mente y no como algo percbido por los senidos. Su flosola deriva directamente de la obra de sof seman Georg Wilhelm Feiedrich Hegel 1 Falecia significa ‘engaso, ments ro El exrnionon fe un movin anc sui en Ae co go en Amani princi del sox. nla lta txpronia pucen como ems pep gor, les tent, mio, pedis dle dena nda el fn dl ud Apoepa, 0 Jorge Luis Borges en una antologia de 1924 y no hubo antologfa posterior que no los heredara. De todo ese pasado equivoco y linguido queria redimirse Hladtk con el drama en verso Los enemigos. (Hladike sreconizaba el verso, porque impide que los espectadores olvi den la irrealidad, que es condicién del arte). Este drama observaba las unidades de tiempo, de lugar y de accién®; transcurrfa en Hradcany”, en la biblioteca del barén de Roemerstadt, en una de las tiltimas tardes del siglo dieci- nueve. En la primera escena del primer acto, un desconocido visita a Roemerstadt. (Un reloj da las siete, una vehemencia de {iltimo sol exalta los cristales, el aire trae una atrebatada y reco- nocible miisica hiingara). A esta visita siguen otras; Roemers- tade no conoce las personas que lo importunan, pero tiene la incémoda impresién de haberlos visto ya, tal vez en un suefo. ‘Todos exageradamente lo halagan, pero cs notorio —prime- ro para los espectadores del drama, luego para el mismo ba- rén— que son cnemigos secretos, conjurados para perderlo. Roemerstadt logra detener o burlar sus complejas intrigas; en el didlogo, aluden a su novia, Julia de Weidenau, y a un tal Ja- roslav Kubin, que alguna vez la importuné con su amor. Este, ahora, se ha enloquecido y cree set Roemerstadt... Los peligros arrecian; Rocmerstadt, al cabo del segundo acto, se ve en la obligacién de matar a un conspirador. Empieza el tercer acto, el tlrimo. Crecen gradualmente las incoherencias: vuelven 2 By fldsofo griego Aristteles, en elsiglo 1v a. Cu esablecié en su libro Poctica unas sencllastécnicas que ayudaban a evita ls saltos de espacio y de tiempo en una obra de teatro: se crata de la regla de las crs unidades, sega la cual la acién de una obra tdramitica slo se podri desarrollar ex un dia (wnidad de tiempo), en wn tnico espacio (unidad de agar) y con vn solo bilo argumental, sin acctones secundatias (wnidad de sacciin), 2 Himadcany, el battio del Castilla, es una zona de la ciudad de Praga, actual capital de ta Repiblica Ceca EL milagro secreto a actores que parecian descartados ya de la rama; vuelve, por un instante, el hombre matado por Roemerstadt. ‘Alguien hace notar que no ha atardecido: el reloj da las siete, en. los altos cristales reverbera el sol occidental, el aire trae la arrebatada ‘misica hiingara. Aparece el primer interlocutor y repite las palabras que pronuncié en la primera escena del primer acto, Roemerstade le habla sin asombro; el espectador entiende que Roemerstadt es cel miserable Jaroslav Kubin. El drama no ha ocurrido: es el delitio circular que interminablemente vive y revive Kubin. Nunca se habia preguntado Hladik si esa tragicomedia de errores era baladf? o admirable, rigurosa o casual. En el argu- mento que he bosquejado intufa la invencién mas apta para disimular sus defectos y para ejercitar sus felicidades, la posibi- lidad de rescatar (de manera simbélica) lo fundamental de su vida. Habfa terminado ya el primer acto y alguna escena del tercero; el eardcter métrico de la obra le permitfa examinarla continuamente, rectificando los hexametros™, sin el manus- crito a la vista. Pensé que atin le faltaban dos actos y que muy pronto iba a mori, Hablé con Dios en la oscuridad. Side algan modo existo, si no soy una de tus repeticiones y erratas, existo como autor de Los enemigos. Para llevar a término ese drama, que puede justificarme y justificarte, requiero un afio més. Otérgame esos dias, Ta de Quien son los siglos y el tiempo. Era la dltima noche, la més atroz, pero diez minutos después el suefio lo anegé como un agua oscura. Hacia el alba, soi6 que sc habja ocultado en una de las naves de la biblioteca del ® fladi quiere deci “insignificance, de poco valor ® Un houdmerno ex un versa de ls poesia épics, de la siira y dela didctica, en la poesia gre latin, que puede ees ee doc yds bus. Pr su imo intro, es fe recordar, n Jorge Luis Borges Clementinum*‘, Un bibliotecario de gafas negras le pregunté: Qué busca? Hladik le replicé: Busco @ Dios. El bibliotecario le dijo: Dios estd en una de las letras de una de las paginas de uno de los cuatrocientos mil tomos del Clementinum. Mis padres y los padres de mis padres han buscado esa letra; yo me he quedado ciego, busedndola, Se quité las gafas y Hladik vio los ojos, que estaban muertos. Un lector entré a devolver un atlas. Este atlas es inttil, dijo, y se lo dio a Hladik. Este lo abrié al azar. Vio un mapa de la India, vertiginoso, Bruscamente seguro, tocé una de las minimas letras. Una voz ubicua® le dijo: El tiempo de tu labor ha sido otorgado. Aqui Hladik se desperté. Recordé que los suefios de los hombres pertenecen a Dios y que Maiménides® ha escritc que son divinas las palabras de un sueio, cuando son distintas y claras y no se puede ver quién las dijo. Se vistié; dos soldados entraron en la celda y le ordenaron que los siguiera. Del otro lado de la puerta, Hladik habfa previsto un labe- rinto de galerias, escaleras y pabellones, La realidad fue menos rica: bajaron a un traspatio por una sola escalera de fierro. Va- rios soldados —alguno de uniforme desabrochado— revisaban 2451 complejo monumental del Clementine segundo monumento més extenso de Praga, con una superficie total de dos heer, y sempre fac un importantsimo cenzo caltural de erudieién. Desde el siglo x, se encontaba en ese nga la igesia de San ‘Clemente; en 1232 ls acaparon los dominios y eonstuyeron junto ella su monastero En 1555 llegaron a Praga los jessy compraron el edit del monasterio con los = renosvecinos para constru l colegio jest, trea que demand casi doscentos af. H complejo alberga desde hace mas de dos sigos a Biblioteca Nacional. Se guardan ahi los manusctitos de mds valor y todos bs libros publicados desde 1870 en el tettorio. de Bohemia. 2 Ubicuo significa ‘que ests presente a un mismo tiempo en todas partes. 25 ashe ben Mayman o Musa ibn Maymun también llamado Miménides (1135-1204) fue el médico,rabino y tedlogo julio més célebre de la Edad Media, Tuvo una enorme Jmportancta como filésofo y religioso en el pensamiento medieval, EL milagre screto 3 una motocicleta y la discutfan. El sargento miré el reloj: eran las ocho y cuarenta y cuatro minutos. Habfa que esperar que dieran fas nueve, Hladik, més insignificance que desdichado, se sentd en un montén de leita. Advirtié que los ojos de los soldados rchufan los suyos. Para aliviar la espera, el sargento le entregé un cigarrillo, Hladtk no fumaba; lo acepté por cortesia 0 por hu- mildad. Al encenderlo, vio que le temblaban las manos. El dia se ‘nubl6; los soldados hablaban en voz baja como si él ya estuviera muerto, Vanamente, procuré recordar a la mujer cuyo simbolo cra Julia de Weidenau.. El piquete se formé, se cuadré. Hladik, de pie contra la pared del cuartel, esperd la descarga. Alguicn temié que la pared que- dara maculada de sangre; entonces le ordenaron al reo que avan- zara unos pasos. Hladik, absurdamente, recordé las vacilaciones preliminares de los fotégrafos. Una pesada gota de lluvia rozé una de las sienes de Hladik y rod6 lentamente por su mejillas el sargento vociferé la orden final. El universo fisico se detuvo. Las armas convergian sobre Hladik, pero los hombres que iban a matarlo estaban inméviles. El brazo del sargento eter- nizaba un ademén inconcluso, En una baldosa del patio una abeja proyectaba una sombra fija. El viento habia cesado, como en un cuadro. Hladik ensayé un grito, una silaba, la torsion de una mano. Comprendid que estaba paralizado. No le llegaba ni el més tenue rumor del impedido mundo. Pensé estoy en el infierno, estoy muerto. Pensé estoy loco. Pens6 el tiempo se ha detenido. Luego reflexioné que en tal caso, también se hubie- ra detenido su pensamiento. Quiso ponerlo a prucba: repiti6 (sin mover los labios) la misteriosa cuarta égloga de Virgilio”. 2 Las Buca (o Eglo) constnayen la primera de ls grandes obras del poeta romano Virgilio 70a. C19 aC). ” Jorge Luis Borges Imagind que los ya remotos soldados compartian su angusti anhelé comunicarse con ellos. Le asombré no sentir ninguna fatiga, ni siquiera el vértigo de su larga inmovilidad. Durmi, al cabo de un plazo indeterminado. Al despertar, el mundo seguia inmévil y sordo. En su majilla perduraba la gota de agua; en el patio, la sombra de la abcja; el humo del cigarrillo que habia tirado no acababa nunca ¢e dispersarse. Otro “dfa” pasé, antes que Hladik entendicra. Un afio entero habia sclicitado de Dios para terminar su la- bor: un aio le otorgaba sa omnipotencia. Dios operaba para 4 un milagro secreto: lo matarfa el plomo alemén, en la hora detctminada, pero en su mente un afio transcurria entre la orden y la ejecucién de la orden, De la perplejidad pasé al estupor; del estupor a la resignacién, dela resignacidn a la sabita gratitud. No disponia de otro documento que la memoria; el apren- dizaje de cada hexémetro que agregaba le impuso un afortuna- do rigor que no sospechan quienes aventuran y olvidan parrafos interinos y vagos. No trabajé para la posteridad ni aun para Dios, de cuyas preferencias literarias poco sabia. Minucioso, inmévil, secreto, urdié en el tiempo su alto laberinto invisible. Rehizo el tercer acto dos veces. Borré algiin simbolo dema- do evidente: las repetidas campanadas, la musica, Ninguna circunstancia lo importunaba. Omii6, abrevid, amplificd; en algin caso, opté por la versién primitiva. Llegé a querer el pa- tio, el cuartel; uno de los rostros que lo enfrentaban modified su concepcién del cardcter de Roemerstadt. Descubrié que las arduas cacofonfas®® que alarmaron tanto a Flaubert son meras 2 [as earofonia son Yecuencias de sonidos desagradableso de aniculacin dil. 2 Gustave Flaubert fue un excrtor francés (1821-1880) considerado como uno de Jos mayores novelstas occidentales, conocido principalmente por su primera novela ‘Madame Bovary. EL milagro sero B supersticiones visuales: debilidades y molestias de la palabra es- crita, no de la palabra sonora... Dio término a su drama: no le falraba ya resolver sino un solo epiteto™. Lo encontré; la gota de agua resbalé en su mejilla. Inicié un grito enloquecido, mo- vi6 la cara, la cuddruple descarga lo derribé. Jaromir Hladik murié el veintinueve de marzo, a las nueve y dos minutos de la mafiana, 3 Un cpieo sun adjtivo caifeativo que indica una culidad propia del sustantvo al que acompatia (nieve Blanca). También significa, por extensién, cualquier ealficativo que sc le splic alguien, Octavio, el invasor © Ana Maria Shua, “Octavio, el invasor”, Historia de un cuento, Estaba preparado para la violencia aterradora de la luz y del sonido, pero no para la presién, la brutal presién de la atmésfera sumada a la gravedad tcrrestre, ejerciéndose sobre ese cuerpo tan distinto del suyo, cuyas teacciones no habia aprendido todavia a controlar. Un cuerpo desconocido en un mundo desconocido. Ahora, cuando después del dolor y de la angustia del pasaje, esperaba encontrar alguna forma de alivio, todo el horror de la situacién se le hacfa presente. Solo las penosas sensaciones de la transmigracién' podfan ‘compararse a lo que acababa de pasar, pero después de aquella experiencia habia tenido unos meses de descanso, casi podria decirse de convalecencia, en una oscuridad célida adonde los so- nidos y la luz llegaban muy amortiguados y el Kquido en el que flotaba atenuaba la gravedad del planeta. "Bt cérmino snansmygnctin se aplica, en este caso, en su doble acepeién. En relcion a ‘una nacién o parte de ella, refiere el paaje de un pafs a oro para vivir en él. En el segun« do caso, se vincula con el ama y sefaa su paso de un campo 2 ou. Alo largo del relato, veremos que en el caso del personaje de Octavio ambos signifcados se complemenan, ys que él wansmigrafsica y espiritualmente a un mundo nuevo. 80 ‘Ana Maria Shua Ahora, en cambio, sintié frio, sintié un malestar profundo, se sintié transportado de un lado a otto, sintié que su cuerpo necesitaba desesperadaments oxigeno, pero gcdmo y dénde ob- tenerlo? Un alarido se le escapd de su boca, y supo que algo se expandia en su interior, un ingenioso mecanismo automitico que le permitirfa utilizar el oxigeno del aire para sobrevivie. —Varén —dijo la partera—. Un varoncito sano y hermoso, sefora. —:Cémo lo va a llamar? —dijo el obstecra, —Octavio —contesté la mujer, agotada por el esfuerzo y col- mada de esa pura felicidad fisica que solo puede proporcionar la intercupeién brusca del dolor. Octavio descubrié, como una citcunstancia mas del horror en el que se encontraba inmerso, que era incapaz, de organizar cn percepcidn sus sensaciones: debia haber voces humanas, pero no podia distinguirlas en la masa indiferenciada de sonidos que lo asfixiaba, otra vez se sintié transportado, algo o alguien lo tocaba y movia partes de su cuerpo, la luz lo dafiaba. De pronto Jo alzaron por el aire para depositarlo sobre algo tibio y blando. Dejé de aullar: desde el interior de ese lugar cilido provenia, amortiguado, el ritmo acompasado, tranquilizador, que habia ido durante su convaleciente espera, en las meses que siguieran a la transmigracién, El terror disminuyé. Comenzé a sentirse inexplicablemente seguro, en paz, Alli estaba, por fin, formando parte de las avanzadas, en este nuevo intento de invasién que, esta ver, no fracasarfa. Ten\a el deber de sentirse orgulloso, pero el cansancio luché contra el orgullo hasta vencetlo: sobte el pe- cho de la hembra terrestre que crefa set su madre se quedé, por primera ver. en este mundo, profundamente dotmido. Desperté un tiempo después, imposible calcular cudnto. Se sentia més hicido y comprendfa que ninguna preparacién previa podria haber sido suficiente para responder coherentemente a las Octavio, invasor aL brutales exigencias de ese cuerpo que habicaba y que solo ahora, a partir del nacimiento, se imponian en toda su crudeza, Bra Iégico que la transmigracién no se hubiera intentado jamés en especfmencs adultos: el brusco cambio de conducta, la repentina torpeza en el manejo de su cuerpo, hubieran sido inmediata- mente detectados por el enemigo. Octavio habia aprendido, antes de partis, el idioma que se hablaba en esa zona de la Tierra 0, al menos, sus principales rasgos. Porque recién ahora se daba cuenta de la diferencia entre la adquisicién de una lengua en abstracto? y su integracién con los hechos bioldgicos y culturales en los que esa lengua se habia constituido. La palabra “cabeza”, por ejemplo, habla comenza- do a cobrar su verdadero sentido (0, al menos, uno de ellos), cuando la fuerza gigantesca que lo empujara hacia adelante lo habia obligado a utilizar esa parte de su cuerpo, que latia atin dolorosamente, como ariete? para abritse paso por un conducto demasiado estrecho. Recordé que otros como él habian sido destinados a las mis- mas coordenadas espacio-temporales’. Se pregunt6 si algunos de sus poderes habrian sobrevivido a la transmigracién y si serfan capaces de utilizarlos. Consiguié enviar algunas débiles ondas que obtuvieron respuesta inmediata: cran nucye y cstaban alli, Ta lengua sera, al largo del proceso ransmigratori, un clemento de vinculo esencial entre Octavio y su nueva realidad. El pasaje de ly abstracién a la palabra marearé st Integracin al mundo cotidiano, 2 Un avetees una mquina militar que s¢empleaba,ansguamente para abatir murals. ‘Consist en una viga larga y pesada,reforzada en uno de sus extremos con wna pieza de hero o de bronce labrada,gencralmence, en forma de cabera de carnero. ‘Alo larg del tex, aparecetin en el discuso de Octavio, numeross palabras vinculadas al dmbito militar La fnalida de a natadora es confrontarel lenge del "invasor” con las expresiones propias de la vida frie 4 Para comprender mejor In importanca de las evordenadas de tiempo y expacio en la historia, lan la informacién sobre el cronocopo que aparece en las Puertas de Acceso, m2 ‘Ana Mari Shu muy cerca de él y, como él, llenos de miedo, de dolor y de pena. Serfa necesario esperar mucho mas de lo previsto antes de empe- zav a organizarse para proseguir con sus planes. Su extrafio cuer~ po volvié a agitarse y a temblar incontroladamente, y Octavio Janzé un largo aullido al que sus compaferos respondieron: asi, en ese lugar desconocido y terrible, lloraron juntos la nostalgia del planeta natal Dos enfermeras entraron en la nurscty. —Qué cosa —dijo la més joven—. Se larga a llorar uno y parece que los otros se contagian, enseguida se arma el coro. —Vamos, apurate que hay que bafiarlos a todos y Ilevarlos a las habitaciones —dijo la otra, que consideraba su trabajo mo- nétono y mal pago y estaba harta de ofr siempre los mismos comentarios. Bue la més joven de las enfermeras la que llevé a Octavio, limpio y cambiado, hasta la habitacién donde lo esperaba su madre. —Toc toc, jbuenos dias, mamita! —dijo Ia enfermera, que cra naturalmente simpatica y carifiosa, y sabia hacer valer sus cualidades a la hora de ganarse la propina. ‘Aunque sus sensaciones seguian constituyendo una masa i forme y cadtica, Octavio ya era capaz de reconocer aquellas que se repetian y supo, entonces, que la mujer que crefa ser su madre Jo recibia en sus brazos. Pudo, incluso, desglosar® el sonido de su-vor de los demés ruidos ambientales. De acuerdo con sus ins- trucciones, Octavio debia lograr que se lo alimentara artificial- mente: era preferible reducir a su minima expresién cl contacto fisico con el enemigo. F Et cdemino deglovar indica la aecién de separar algo de un todo para estudiarlo o con- siderarlo por separado, Nuevamente, vemos laimportancia de a voz y dela palabra en la conformacién del vinculo entre Octave y su nuevo mundo, Octavia, el vnzor 8 —Miralo al muy vagoneta, no se quiere prender al pecho. —Acordate que con Ale al principio pasé lo mismo, hay que tener paciencia, Avis a la nursery que te lo dejen en la pieza. Si 1no, te lo llenan de suero glucosado® y cuando lo traen ya no tiene hambre —dijo la abuela de Octavio. En el sanatorio no aprobaban la préctica del rooming-in’, que consistia en permitir que los bebés permanecieran con sus madres en lugar de ser remitidos a la nursery después de cada mamada. Hubo un pequefo forcejeo con la jefa de nurses hasta que se comprobé que existia la autorizacién expresa del pedia- tra, Octavio no estaba todavia en condiciones de enterarse de estos detalles y solo supo que lo mantenian ahora muy lejos de sus compafieros, de los que le legaba a veces, alguna remota vibracién. Cuando Ia dolorosa sensacién que provenia del interior de su cuerpo se hizo intolerable, Octavio comenzé a gritar otra ver. Fue alzado por el aire hasta ese lugar cilido y mullido del que, a pesar de sus instrucciones, odiaba separarse. Y cuando algo Te acaricié la mejilla, no pudo evitar que su cabeza girara y sus labios se entreabrieran. Desespetado, empez6 a buscar frenéti- camente alivio para la sensacién quemante que le desgatraba las entrafias. Antes de darse cuenta de lo que hacia, Qctavio estaba succionando con avidez el pezén de su “madre”. Odidndose a si mismo, comprendié que toda su voluntad no lograria despren- derlo de la fuente de alivio, el cuerpo mismo de un ser humano. Las palabras “dulce” y “tibio” que, aprendidas en relacién con los érganos que en su mundo organizaban la experiencia, le habfan una stand lquida mela, «bare de agua aucaraday as sales, que admin con fines uration FEL suere glaconads es uns 7 La cxpresin vooming-in'es una vor ingles que significa, literalmente, en la habtacién, 4 ‘Ana Maria Shu. parecido términos simbélicos', se Henaban ahora de significado concreto. Tratando de persuadirse de que esa pequefia conce- sién en nada afectaria su misién, Octavio volvid a quedarse dormido. Unos dias después Octavio habia logrado, mediante una pe- nosa ejercitacién, permanecer despierto algunas horas. Ya podia levantar la cabeza y enfocar durante algunos segundos la mirada, aunque los movimientos de sus apéndices? eran todavia total- mente incoordinados. Mamaba regularmente cada tres horas. Reconocfa las voces humanas y distinguia las palabras, aunque estaba lejos de haber aprehendido suficientes clementos de la cultura en la que estaba inmerso como para llegar a una com- prensién cabal, Esperaba ansiosamente el momento en que seria capaz de una comunicacién racional con esa taza inferior a la que debfa informar de sus planes de dominio, hacerles sentir su poder, Fue entonces cuando recibié el primer ataque. Lo esperaba, Ya habia intentado comunicarse telepdticamen- te con él, sin obtener respuesta. Aparentemente el traidor habia perdido parte de sus poderes 0 se negaba a utilizarlos. Como una descarga eléctrica, habia sentido el contacto con esa masa roja de odio en movimiento. Lo llamaban Ale y también Alejandro, chiquito, nene, tesoro. Habfa formado parte de una de las tantas invasiones que fracasaron, hacia ya dos afios, perdiéndose todo contacto con los que intervinieron en ella. Ale era un traidor a su TX medida que avanza el relato, las palabras adquieren significado en el mundo de Octavio, to tansforman redefines idenddad Fl engusje es un simbolo de su cambio. > BI uso de la palabra apéndice en reemplizo de “manos” o “piernas" contribuye al sen- tido extrafio del personaje de Octavio y lo aleja, suilmente, de su condicién humana. Reconfirma su sencia de “invasor”. "La telepata consise en la transmisién de contenidos psiquicos, pensamicntos 0 sen- saciones entre personas, sn intervencién de agentes fsicos conocides. La comunicacién telepitica representa el mundo original de Octavio, ajeno al lenguaje humano. Octavio invasor % mundo y a su causa: era ldgico prever que trataria de librarse de 4 por cualquier medio. ‘Mientras la mujer estaba en el bafio, Ale se apoyé en el moi- sés con toda la fuerza de su cuerpecito hasta volcarlo. Octavio fue despedido por el aire y golped con fuerza contra el piso, aullando de dolor, La mujer corrié hacia la habitacién, gritando. ‘Ale miraba espantado los magros resultados de su accién, que podia tener, en cambio, terribles consecuencias para su propia persona, Sin hacer caso de él, la mujer alzé a Octavio y lo apreté suavemente contra su pecho, canturreando para calmarlo. Avergonzindose de si mismo, Octavio respiré el olor de la mujer y loré y loré hasta lograr que le pusieran el pezén en la boca. Aunque no tenfa hambre, mamé con ganas mientras el do- lor desaparecta poco a poco. Para no volverse loco, Octavio traté de pensar en el momento en el que por fin Ilegarfa a dominar la palabra, la palabra liberadora, el lenguaje que, fingiendo comu- nicarlo, serviria en cambio para establecer la necesaria distancia entre sti cuerpo y ese otro en cuyo calor se complacta. Frustrado en su intento de agresién directa y estrechamente vigilado por la mujer, el traidor cuvo que contentarse con ex- presar su hostilidad en forma mis disimulada, con besos que se transformaban en mordiscas y caricias en las que se hacian sentir las ufias, Sus abrazos le produjeron en dos oportunidades un principio de asfixia. La segunda vez volvié a rescatarlo Ia in- tervencién de la mujer: Alejandro se habia acostado sobre él y con su pecho le aplastaba la boca y la nariz, impidiendo el paso del aire. De algiin modo, Octavio logré sobrevivir. Habfa aprendido mucho. Cuando entendié que se esperaba de él una respues- ta a ciertos gestos, empezé a devolver las sonrisas, estirando la boca en una mueca vacia que los humanos festejaban como si estuviera colada de sentido. La mujer lo sacaba a pasear en el cochecito, y él levantaba la cabeza todo lo posible, apoyéndose en los antebrazos, para observar el movimiento de las calles. Algo en sw mirada debia llamar la atencién, porque la gente se detenia para mirarlo y hacer comentarios. {Qué divino! —decfan casi todos, y la palabra “divino”"', que hacia referencia a una fuerza desconocida y suprema, le pa- recia a Octavio peligtosamente reveladora: tal vez se estuviera descuidando en la ocultacién de sus poderes. i Qué divino! —insistfa la gente, {Cémo levanta la cabecital —y cuando Octavio sonreia, afiadian complacidos—: Este si que no tiene problemas! Octavio conocia ya las costumbres de la casa, y la repeticion de ciertos habitos le daba una sensaci6n de seguridad. Los ruidos violentos, en cambio, volvian a sumirlo en un terror descontro- lado, retrotrayéndolo" al dolor de la transmigracién. Relegando sus intenciones ascéticas!?, Octavio no temia yaa entregarse a los placeres animales que le proponfa su nuevo cuerpo. Le gustaba que lo introdujeran en agus tibia, que lo cambiaran, dejando al aire las zonas de su piel escaldadas™ por la orina, le gustaba mas que nada el contacto con la piel de la mujer. Poco a poco se hacia duefio de sus movimientos. Pero a pesar de sus esfuerzos por mantenerla viva, la feroz energia destructiva con la que habia "TE narrador jucga con el doble significado del adjetive divine, Mientras que los co- ‘mentarios de la gente aluden al caricterextremadamente primoroso del bebé, para Octa- vio el téxmino es evidencia de su “notoio”aspecto de dios supremo, "La palabra retrmaersefila I accidn de retoceder a un tempo pasado para romarlo como tefereacs o punto de para delrelts decal, 3 Las personas arctica son aquellas que se dedican, particulatmente, a a prictica y cjercicio de la proyeccin espivitual. ™ La piel ecaldada se muestra roja€ iritada, y produce una sensacién parecida a la ‘ausada por una quemadura. En los bebSs, es habitual por el roce del pafaly la hummedad dela orina. (Octavio, el nvasor a llegado a este mundo iba atenuéndose junto con los recuerdos del planeta de origen Octavio se preguntaba si subsistfan en toda su fuerza los pode- res con que debfa iniciar la conquista y que rodavia no habia llega- do el momento de probar. Ale, era evidente, ya no los tenia: desde alli, y a causa de su traicién, debfan haberlo despojado de ellos. En varias oportunidades se encontré por la calle con otros invasores ysse alegrd de comprobar que atin eran capaces de responder a sus ondas telepaticas. No siempre, sin embargo, obtenia contestacién, yuna tarde de sol se encontré con un bebé de mayor tamafto, de sexo femenino, que rechazé con fuerza su aproximacién mental En la casa habia también un hombre, pero afortunadamente Octavio no se sentfa fisicamente atraido hacia él, como le sucedia con la mujet. El hombre permanecia menos tiempo en la casa y aunque lo sostenfa frecuentemente en sus brazos, Octavio perci- bia un halo" de hostilidad que emanaba de él y que por momen- tos se le hacia intolerable. Entonces lloraba con fuerza hasta que la mujer iba a buscarlo, enojada. —;Cémo puede ser que a esta altura todavia no sepas tenet aun bebé en brazos! Un dia, cuando Octavio ya habia logrado darse vuelta boca artiba a voluntad y asir algunos objetos con las manos torpemen te, ély cl hombre quedaron solos en la casa. Por primera vez, el hombre quiso cambiarlo, y Octavio consiguié emitir en el mo- mento preciso un chorro de orina que mojé la cara de su padre. El hombre trabajaba en una especie de depésito donde se almacenaban en grandes cantidades los papeles que los huma- nos utilizaban como medio de intercambio. Octavio compro- bé que estos papeles eran también motivo de discusién entre EF serara poems erin ipl pepe paRL Sema Gaia pecisuttua? fume atte pein pa ae ‘Ana Maria Shua cl hombre y la mujer y, sin saber muy bien de qué se trataba, tomé el partido de ella, Ya habia decidido que, cuando se com: pletaran los planes de invasién, la mujer, que tanto y tan es- trechamente habfa colaborado con el invasor, mereceria gozar de algin tipo de privilegio. No habria, en cambio, perdén para los traidores. A Octavio comenzaba a molestarle que la mujer alzara en brazos o alimentara a Alejandro y hubiera querido prevenirla contra él: un traidor es siempre peligroso, atin para el enemigo que lo ha aceptado entre sus huestes!®, El pediatra estaba muy satisfecho con los progresos de Octa- vio, que habia engordado y crecido razonablemente y ya podia permanecer unos segundos seatado sin apoyo. —;Viste qué mirada tiene? A veces me parece que entiende todo —decfa la mujer, que tenfa mucha confianza con el médico y lo tuteaba. —Estos bichos entienden més de lo que uno se imagina —contestaba el doctor, riendo. Y Octavio devolvia una sonrisa {que ya no era solo una mueca vacia, ‘Mami desteté a Octavio a los siete meses y medio. Aunque ya tenfa dos dientes y podia mascullar unas pocas silabas sin sentido para los demds, Octavio segula usando cada vez con mas oportu- nidad y precision su recurso preferido: el llanto. El destete no fue fécil porque el bebé parecia rechazar la comida sdlida y no mos- traba entusiasmo por el biberén. Octavio sabia que debia sentirse satisfecho de que un objeto de metal cargado de comida 0 una tetina de goma se interpusieran entre su cuerpo y el de la mu- jet, pero no encontraba en su interior ninguna fuente de alegria. ‘Ahora podia permanecer mucho tiempo sentado y arrastrarse 7 La palabra huevte proviene del latin hws y significa ‘enemigo o adversrig- EL plural ‘bueitesdesigna a los erctos en campaia. La terminologia de guerra sigue presente en del discurso de Octavio. Octavio, el nvasor » por el piso. Pronto Ilegaria el gran momento en que logratia pronunciar su primera palabra, y se contentaba con sofiar con el brusco viraje que se produciria entonces en sus relaciones con los humanos. Sin embargo, sus planes se le aparecian confusos, Jejanos, ya veces su vida anterior le resultaba tan dificil de recor- dar como un suefio. ‘Aunque la presencia de la mujer no le era ahora imprescindi- ble, ya que su alimentacién no dependia de ella, su ausencia se le hacia cada vez mas intolerable. Verla desaparecer detris de una puerta sin saber cuando volveria le provocaba un dolor casi fisico que se expresaba en gritos agudos. A veces ella jugaba a las escon- didas, capdndose la cara con un trapo y gritando, absurdamente: {No ta mamé, no tal”, Se destapaba después y volvia a gritar: “jAcé ta mamél”. Octavio disimulaba con risas la angustia que le provocaba la desaparicién de ese rostro que sabfa, sin embargo, tan proximo. Inesperadamente, al mismo tiempo que adquiria mayor do- minio sobre su cuerpo, Octavio comenz6 a padecer una secue- Ia! psiquica del Gran Viaje: los rostros humanos desconocidos Jo asustaban. Traté de racionalizar su terror diciéndose que cada persona nueva que vela podia ser un enemigo al tanto de sus planes. Ese temor a los desconocidos produjo un cambio en sus relaciones con su familia terrestre. Ya no sentia la vieja y tran- quilizadora mezcla de odio y desprecio por el traidor. Ale, a su vvez parecfa percibir la diferencia y lo besaba o lo acariciaba a ve- ces sin utilizar sus muestras de carifio para disimular un ataque. Octavio no queria confesarse hasta qué punto lo comprendia ahora, qué préximo se sentia a él. 17 sastantve secuela designa el trastomo o lesién que queda was la curaci6n de un traumatismo y es consecuencia de ello. Esta palabra constcuye, por su aspecto temporal, tuna divisintajante ence el pasado de Octavio y su nucva realidad. 0 ‘Ana Maria Shua Cuando la mujer, que habia empezado a trabajar fuera de la casa, salia por algunas horas dejéndolos al cuidado de otras personas, Ale y Octavio se sentfan extrafiamente solidarios en su pena. Octavio habia llegado al extremo cle aceptar con placer que el hombre lo tuviera en sus brazos, pronunciando extraitos sonidos que no pertenecian a ningtin idioma terrestre, como si buscara algiin lenguaje que pudiera aproximarlos. Y por fin, llegé la palabra. La primera palabra, la utilizé con éxito para llamar a su lado a la mujer que estaba en la cocina, Octavio habia dicho “mam”, Ya era, para entonces, completa- mence humano. Una vez mds la milenaria, la infinita invasion, habia fracasado. La trama celeste ‘Adolfo Bioy Casares, “La trama celeste”, La trama celeste © 1948, Adolfo Bioy Casares y Herederos de Adolfo Bioy Casares, ‘Cuando el capicin Ireneo Morris y el doctor Carlos Alberto Servian, médico homedpata', desaparecieron, un 20 de diciem- bre, de Buenos Aires, los diarios apenas comentaron el hecho. Se dijo que habfa gente engafiada, gente complicada y que una comisién estaba investigando; se dijo también que el escaso ra~ dio de accién del aeroplano utilizado por los fugitivos permitia afirmar que estos no habfan ido muy lejos. Yo recibi en esos dias una encomienda; contenia: tres voliimenes in quarto” (las obras completas del comunista Luis Augusto Blanqui’); un anillo de escasy valor (una aguamarina en cuyo fondo se veia la efigic de "a homeapatia es un sistema curativo que consiste en aplicar a las enfermedades, en dis minimas, las mismas sustancias que, en mayores cantidades, producirfan al hombre sano sintomas iguales 0 parecidos a los que trata de combat, Emplea remedios que catecen de ingredientes quimicos. 2 Se denomina in quarto « una hoja plegada en cuatro (ocho paginas). El formato de un libro muchas vec se expresaen funcin del plegade de la hojaentregaa por el papelero al impresor. 3 Lie Augito Blangui (1805-1881) fue un te6rieo socialist y politic francés. Inspicé el sindicalismo revolucionaro (blanquismo). 96 Adolfo Bioy Casares una diosa con cabeza de caballo); unas cuantas paginas escritas a maquina —Las aveniuras del capitan Morris— firmadas C. A. S, Transcribiré esas paginas. Las aventuras del capitén Morris Este relato podria empezar con alguna leyenda celta! que nos hablara del viaje de un héroe a un pais que esté del otro lado de tuna fuente, de una infranqueable prisién hecha de ramas tiernas, ode un anillo que torna invisible a quien lo lleva, 0 de una nube magica, o de una joven llorando en el remoto fondo de un espejo que esté en la mano del caballero destinado a salvarla, 0 de la busca, interminable y sin esperanza, de la tumba del rey Arturo®: Extaes la rumba de March y esta la de Guythyirs esta es la tumba de Gugawn Gleddyffreidd: pero la tumba de Arturo es desconacida. También podria empezar con la noticia, que of con asombro ycon indiferencia, de que el tribunal militar acusaba de traicién al capitin Morris. O con la negacién de la astronom(a. O con una teoria de esos movimientos, llamados “pases”, que se em- plean para que aparezcan 0 desaparercan los espiitus. Sin embargo, yo elegiré un comienz0 menos estimulante; si no lo favorece la magia, lo recomienda el método. Esto no im- porta un repudio de lo sobrenatural; menos aitn, el repudio de las alusiones o invocaciones del primer parrafo. ere ee Los cee Feron un grap de pcblosindocuropcos que we eublecron aniguamenre nl Gallas nar Bini, apenas i, eli ls Baanes yells Menor TE riquens de ss eyerdarpranee hasa lac > Artis © Arturo fue un jefe galéslegendatio, que animé la resistencia de los celtas a la cconquistaanglosajona entte el final del siglo v yel principio dev. Sus avencutasdieron origen alas novelas del Iamado ciclo arto, La rama celeste 9% Me llamo Carlos Alberto Servian, y naci en Rauch®; soy ar- menio. Hace ocho siglos que mi pais no existe; pero deje que un armenio se arrime a su arbol gencaldgico; toda su descenden- cia odiard a los turcos,? “Una vez armenio, siempre armenio” Somos como una sociedad secteta, como un clan, y dispersos por los continentes, la indefinible sangre, unos ojos y una nariz que se repiten, un modo de comprender y de gozar la tierra, cicrtas habilidades, ciertas intrigas, ciertos desarreglos en que nos reconocemos, la apasionada belleza de nuestras mujeres, nos unen.* Soy, ademés, hombre soltero y, como el Quijote’, vivo (vivia) con una sobrina: una muchacha agradable, joven y laboriosa. Afiadiria otro calificativo —tranquila—, pero debo confesar que en los diltimos tiempos no lo merecié. Mi sobrina se entretenia en hacer las funciones de secretaria, y, como no tengo secretaria, cella misma atendfa el teléfono, pasaba en limpio y arreglaba con certera lucidez las historias médicas y las sintomatologfas que yo apuntaba al azar de las declaraciones de los enfermos (cuya regla comin es el desorden) y organizaba mi vasto archivo. Practicaba otra diversién no menos inocente: ir conmigo al cinematdgrafo Jos viernes a la tarde, Esa tarde era viernes. © Rauch es una localidad de la provincia de Buenos Aires, ubicada a 277 kildmetros de Ja Capital Federal 7 servian dice eto porque Armenia fue asolada por las invasiones cures y mongolas desde comienzas del spl a. Enel siglo xv, fue divide entre Turguiay Persia. Hoy en dia, esta rogi6n gsogrific e histGrca se encuentra repartida ente Turgut (2 mayor parte), la Repablica de Armenia In. ° La dea de sociedad secreta, de signos de reconacimiento y pertenencia recorre todo el cuento hasta el final > Don Quijote el personae creado por Miguel de Cervantes ene silo xv también era foltero y vv con una sobrna yun ama (quienes se encargaban de la organiacion de Ine tazeas domestica), 96 Adolf Bioy Ca Se abrié la puerta; un joven militar entrd, enérgicamente, en el consultorio. Mi secretaria estaba a mi derecha, de pic, atris de la mesa, y me extendfa, impasible, una de esas grandes hojas en que apunto los datos que me dan los enfermos. El joven militar se presenté sin vacilaciones —era el teniente Kramer— y des- pués de mirar ostensiblemente a mi secretaria, pregunté con voz firme: —Hablo? Le dije que hablara. Continu —El capitin Ireneo Moris quiere verlo. Esta detenido en el Hospital Milica. Tal vez contaminado por la marcialidad!® de mi i respondi: —A sus érdenes. —;Cudndo iré? —pregunté Kramer. —Hoy mismo. Siempre que me dejen entrar a estas horas. —Lo dejarin —declaré Kramer, y con movimientos ruido- sos y gimndsticos hizo la venis. Se retiré en el acto. Miré a mi sobrina; estaba cemudada. Senti rabia y le pregun- té qué le sucedia. Me interpelé: —Sabes quién es la tinica persona que te interesa? Tuve la ingenuidad de mirar hacia donde me sefialaba. Me vi en el espejo. Mi sobrina salié del cuarto, corriendo. Desde hacfa un tiempo estaba menos tranquila. Ademds ha- bia tomado la costumbre de llamarme egoista. Parte de la culpa erlocutor, dad se veliere,en primer término, ala clidad de aqucllo relacionado con la snc; en segundo lugar la postura firme erguda, Tengamos en cuenta que el perso- snaje sun joven milta, «quien ya se caracteriab con las palabra enégicamente, con 002 Jirme, sn vacilaione. Esta desctipcién antici el comportamienco de los militares ante ‘a historia vivida por el eapitin Morris. La rama celeste 7 de esto la atribuyo a mi ex libris", Lleva triplemente inseripta —en griego, en latin y en espaiiol— la sentencia Conécete a ti mismo"? (nunca sospeché hasta dénde me llevaria esta sentencia) y me reproduce contemplando, a través de una lupa, mi imagen en un espejo. Mi sobrina ha pegado miles de estos ex libris en miles de voltimenes de mi versatil® biblioreca. Pero hay otra cau- sa para esta fama de egoismo. Yo era un met6dico, y los hombres metédicos, los que sumidos en oscuras ocupaciones posterga- ‘mos los caprichos de las mujeres, parecemos locos, o imbéciles, 0 egoistas. ‘Atendi (confusamente) a dos clientes y me fui al Hospital Militar. Habfan dado las seis cuando llegué al viejo edificio de la calle Pozos"*. Después de una solitaria espera y de un céndido y breve interrogatorio me condujeron a la pieza ocupada por Morris. TT Un ex irises una estampa, etiquesa o sello que sicle colocarse en el everso de la cubierta 0 tapa de un libro, y que contiene el nombee del dueiio del cjemplar o de la biblioreca propietaria. El nombre del poscedor va precedido usualmente dela expresion latina ex tris, Por lo general, exhibe eambim alguna imagen, muchas veces acompafiada de algin lems. "2 En griego, ywooe te crore en latin. nose te jpsunn. Pst inscripciin, pests poe los sie sabios en el frontspicio del remplo de Delfos, es clisica en el pensamiento ‘tiego. En todos los tiempos, muchos pensadores han reflexionado sobre ella siguiendo el cjemplo de Socrates y de Platén. La sabiduria de Occidente comienza, en su yertiente filosfica, con este pensamiento, intentando alejarse de adivinanzas y superticiones, En ‘cuento, el personaje de Servian, médico, racionél, va a verse enfrentado con hechos inexplicables. ' Yerilsigoifica ‘voluble’¢ “inconstante’, ‘que cambia con facilidad de gustos, 0 rniones o sentimientas, En este texto, el adetivo se utiliza para indicar que la biblioteca ‘até compuesta por libros que se refiren a distintaséreas del conocimiento y a diferentes ‘tipos de Hteracura 1461 primer Hospital Millar se establecié en Bolivar y Caseros, a fines del siglo xn, con ‘motivo de a epidemia de cbr amarilla, En 1898, se traslads ala calle Pozos (Combat: de los Pozos), donde funcioné durante casi medio siglo, 96 Adolfo Bioy Casares Le tama celeste ” Bn la puerta habia un centinela con bayoneta!®, Adentro, muy cerca de la cama de Mortis, dos hombres que no me saludaron jugaban al dominé. ‘Con Morris nos conocemos de toda la vida; nunca fuimos amigos. He querido mucho a su padre, Era un viejo excelente, con la cabeza blanca, redonda, rapada, y los ojos azules, excesi- vamente duros y despiertos; tenfa un ingobernable patriotismo galés, una incontenible mania de contar leyendas celtas. Durante muchos afios (los més felices de mi vida) fue mi profesor. Todas las tardes estudiébamos un poco, él contaba y yo escuchaba las aventutas de los mabinogion", y en seguida reponiamos fuerzas tomando unos mates con azticar quemada. Por los patios andaba Treneo; cazaba péjaros y ratas, y con un cortaplumas, un hilo y tuna aguja, combinaba cadaveres heterogéneos; el viejo Mortis decta que Trenco iba a ser médico. Yo iba a ser inventor, porque abotrecia los experimentos de Ireneo y porque alguna ver ha- bia dibujado una bala con resortes, que permitiria los mas en- vejecedores viajes interplanetarios, y un motor hidraulico, que, puesto en marcha, no se deterdrfa nunca. Ireneo y yo estdbamos alejados por una mutua y consciente antipatia. Ahora, cuando nos encontramos, sentimos una gran dicha, una floracién de nostalgias y de cordialidades, repetimos un hreve didlogo con fervientes alusiones a una amistad y a un pasado imaginarios, y en seguida no sabemos qué decirnos. El pais de Gales, la tenaz corriente celta, habfa acabado en su padre. Irenco es tranquilamente argentino, ¢ ignora y desdetia T5 La Dayne es un arma blanca ques adapta exterionmente al cain del fusl, jut aula boca 16 Los mabinogion son una colecién de relatos populares gales, que datan del siglo, ‘cuyos primeros manuscritos son de los siglos xv y xv. La primera traduccin al inglés Fue publicada en el ao 1838. por igual a todos los extranjeros. Hasta en su apariencia es tipica- mente argentino (algunos lo han creido sudamericano): més bien chico, delgado, fino de huesos, de pelo negro —muy peinado, reluciente—, de mirada sagaz. Al verme parecié emocionado (yo nunca lo habia visto emo- cionado; ni siquiera en la noche de la muerte de su padre). Me dijo con voz clara, como para que oyeran los que jugaban al dominé: —Dame esa mano, En estas horas de prueba has demostrado ser el tinico amigo. Esto me parecié un agradecimi Morris continué: —Tenemos que hablar de muchas cosas, pero comprenderds que ante un par de circunstancias asi —miré con gravedad a los dos hombres— prefiero callar. Dentro de pocos dias estaré en casa; entonces seré un placer recibirte. Crei que la frase cra una despedida. Mortis agregé que “si no tenfa apuro” me quedara un rato. —No quiero olvidarme —continué—. Gracias por los li- bros. ‘Murmuté algo, confusamente. Ignoraba qué libros me agra- decia. He cometido errores; no el de mandar libros a Ireneo. Hablé de accidentes de aviacién; negé que hubiera lugares —el Palomar, en Buenos Aires; el Valle de los Reyes, en Egipto— que irradiaran corrientes capaces de provocarlos.'” En sus labios, “el Valle de los Reyes” me parecié increible. Le pregunté cémo lo conocfa. nto excesivo para mi visita, "En Hi Palmar eb aids a Esl Milas de Ac, Bl Valle dos Reyes 5 .un yacimiento argueelégico de Egipto; eva el lugar elegido como sepaleara por los ee ee ee en ‘aracterfsticas de misteto y se cea as un clima de extraamiento en el lector. 100 Adolfo Bioy Casares —Son as teorias del cura Moreau —repuso Morris—. Otros dicen que nos falta disciplina. Es contraria a la idiosincrasia de nuestro pueblo, si me seguis. La aspiracién del aviador crio- Ilo es aeroplanos como la gente. Si no, acordate de las proezas de Mira, con el Golondrina'’, una lata de conservas atada con alambres. Le pregunté por su estado y por el tratamiento a que lo so- metian, Entonces fui yo quien hablé en vox bien alta, para que oyeran los que jugaban al dominé. —No admitas inyecciones. Nada de inyecciones. No te en- venenes la sangre. Toma un Depuratum 6 y después un Arnica 10.000. Sos un caso tipico de Arnica. No lo olvides: dosis infi- nitesimales.”” Me retiré con la impresién de haber logrado un pequefio triunfo, Pasaron tres semanas. En casa hubo pocas novedades. Ahora, retrospectivamente, quizd descubra que mi sobrina estu- vo més atenta que nunca, y menos cordial. Segiin nuestra cos- tumbre los dos viernes siguientes fuimos al cinematégrafo; pero el tercer viernes, cuando entré en su cuarto, no estaba. Habfa salido, jhabia olvidado que esa tarde irfamos al cinematégrafo! Después llegé un mensaje de Morris. Me decfa que ya estaba en su casa y que fuera a verlo cualquier tarde. Me recibié en el escritorio. Lo digo sin reticencias: Mortis ha- bfa mejorado. Hay naturalezas que tienden tan invenciblemente 1 Virgilio Mina fue un aviador de origeniallano, que viv en la Argentina a comienzos del sig xx. Consteua sus propios aviones, los que denominaba Golondrina. Con un ‘monoplano Golondrina establecid, en 1920, un servicio de tax aéreo entre Lomas de Zamora y Villa Lugano. 19 Se dijo al comienzo del cuento que Carbs Servian es un médico homedpata. Por es0, le tecomienda a Mortis medicamentos hemeopiticos como Depuratame y Araica (que cs wsada para aliviar el dolor y evita ls infecciones; sus propiedades desinflamato reducen la hinchaabn luego de un golpe. Ls trarna celeste 01 al equilibrio de la salud que los peores yenenos inventados por la alopatfa® no las abruman, ‘Al entrar en esa pieza tuve la impresién de retroceder en el tiempo; casi diria que me sorprendié no encontrar al viejo Mo- rris (muerto hace diez afios), aseado y benigno, administrando con reposo los impedimenta* del mate. Nada habia cambiado. En la biblioteca encontré los mismos libros, los mismos bustos de Lloyd George” y de William Morris, que habia contempla- do mi agradable y ociosa juventud, ahora me contemplaban; y en la pared colgaba el horrible cuadro que sobrecogié mis prime- ros insomnios: la muerte de Griffith ap Rhys, conocido como El ‘fulgor y el poder y la dulzura de los varones del Sur. “Traté de llevarlo inmediatamente a la conversacién que le in- teresaba. Dijo que solo tenia que agregar unos detalles a lo que me habia expuesto en su carta. Yo no sabla qué responder; yo no habia recibido ninguna carta de Ireneo. Con stibita decisién le pedi que si no le fatigaba me contara todo desde el principio. Entonces Ireneo Morris me relaté su misteriosa historia. Hasta el 23 de junio pasado habia sido probador de los aero- planos del ejército. Primero cumplig esas funciones en la fabrica 20 La alopata consiste en el tatamiento de las enfermedades con remedios de navuraleza contraria ala de dichas enfermedades. Es lo que conocemos como medicina tradicional, yo oputesto a la homeopatia. A eso se debe el comentario irbnico de Servian. 21 mpedimenta sow los bagajes que acatrea un ejtctb oun viajero. En este texto, Servian ‘usa ca palabra en referencia a equipo y lo ritosutlizados para cebar mate. 2 David Loyd George (1863-1945) fue un politico brtinico, perteneclenteauna familia sgalesa quien ejercié la funci6n de Primer Ministo desde 1916 hasta 1922. Su gobierno tuvo lugar durante la iltima etapa de la Primera Guerra Mundial y los primetos aos de la posguersa. William Morris (1834-1896) fue un artista, escrito y actvista politico britinico. Con- tribuyé a la renovacin de las artes decoratvas y del libro ilustrado, Escribié ensayos y nordas de ideologia socials oz Adolfo Bioy Casares militar de Cérdoba; iltimamence habia conseguido que lo tras- Jadaran a la base de El Palomar. Me dio su palabra de que él, como probador, era una persona importante. Habia hecho més vuelos de ensayo que cualquier aviador americano (sur y centro). Su resistencia era extraordi- naria. ‘Tanto habia repetido esos vuelos de prueba, que, automética- mente, inevitablemente, llegé a ejecutar uno solo. Sac6 del bolsillo una libreta y en una hoja en blanco trazé una serie de lineas en zigzag; escrupulosamente anoté ntimeros (diseancias, alturas, graduacién de éngulos); después arrancé la hoja y me la obsequid. Me apresuré a agradecerle. Declaré que yo poseia “el esquema clisico de sus pruebas”. Alrededor del 15 de junio le comunicaron que en esos dias probaria un nuevo Breguet —el 309— monoplaza, de combate. Se trataba de un aparato construido segiin una patente francesa de hhacfa dos o tres afios y el ensayo se cumpliria con bastante secreto. Mortis se fe a su casa, romé una libreta de apuntes —“como lo habia hecho hoy’—, dibujé el esquema —“cl mismo que yo tenfa en el boksillo’—. Después se entretuvo en complicarlo; después —"en ese mismo escritorio donde nosotros departiamos amiga- blemente”— imaginé esos agregadas, los grabd cn la memati El 23 de junio, alba de unz hermosa y terrible aventura, fue un dia gris, Huvioso. Cuando Mortis llegé al aerédromo, el apa- rato estaba en el hangar. Tuvo que esperar que lo sacaran, Cami- 1nd, para no enfermarse de fifo; consiguié que se le empaparan los pies. Finalmente, aparecié el Breguet. Era un monoplano™ de alas bajas, “nada del otro mundo, te aseguro”. Lo inspeccio- 1nd someramente, Mortis me miré en los ojos y en voz. baja me comunicé: “El asiento era estrecho, notablemente incémodo”. 3 Un avién monoplano es el que posee un solo plano de ustentaién. La toma celeste 103 Recordé que el indicador de combustible marcaba “lleno” y que en las alas el Breguet no tenia ninguna insignia. Dijo que saludé con la mano y que en seguida el ademan le parecié falso. Corrié unos quinientos metros y despegé. Empezé a cumplir lo que él llamaba su “nuevo esquema de prueba”. Era el probador més resistente de la Reptiblica. Pura resis- tencia fisica, me asegurd, Estaba dispuesto a contarme la verdad. ‘Aunque yo no podia creerlo, de pronto se le nublé la vista. Aqui Morris hablé muchos llegé a exaltarse; por mi parte, olvidé el “compadrito”® peinado que tenia enfrente; segut cl relato: poco después de emprender los ejercicios nuevos sintié que la vista se le nublaba, se oyé decir “qué vergiienza, voy a perder el cono- cimiento”, embistié una vasta mole oscura (quizds una nube), tuvo una visién efimera y feliz, como la visién de un radiante paraiso... Apenas consiguié enderezar el aeroplano cuando esta- ba por tocar el campo de aterrizaje. Volvié en si. Estaba dolorosamente acostado en una cama blanca, en un cuarto alto, de paredes blancuzcas y desnudas. Zumbé un moscardén; durante algunos segundos creyé que dormia la siesta, en el campo. Después supo que estaba herido; que estaba detenido; que estaba en el Hospital Militar. Nada de esto le sorprendid, pero todavia tardé un rato en recordar el ac- cidente. Al recordarlo tuvo la verdadera sorpresa: no comprendia cémo habia perdido el conocimiento. Sin embargo, no lo perdié una sola vez... De esto hablaré mas adelante. La persona que lo acompaiaba era una mujer. La miré, Era una enfermera. ® Un compadrirocta un tipo humane popular, pendenciero, pestonaje privilegiado de ls letras de tango. Asociado al peinado de Ireneo, aporca indicios sobre el eaticter de este personaje. Recordemos que Servian caracteriza a Ireneo como un hijo del pals, un tipico sudamericano, y dice que la ascendencia galesa ha desaparecido con su padre. 104 Adolfo Bley Casares Dogmético* y discriminativo, hablé de mujeres en general, Fue desagradable. Dijo que habia un tipo de mujer, y hasta una mujer determinada y Gnica, para el animal que hay en el centro de cada hombre; y agregé algo en el sentido de que era un in- fortunio encontrarla, porque el hombre siente lo decisiva que es para su destino y la trata con terior y con torpeza, prepardndose un futuro de ansiedad y de monétona frustracién. Afirmé que, para el hombre “como cs debido”, entre las demas mujeres no habrd diferencias notables ni peligros. Le pregunté si la enfer- mera correspondia a su tipo. Me respondié que no, y aclaré: “Es una mujer plécida y maternal, pero bastante linda” Continus su relato. Entraron unos oficiales (precisé las jerar- quias). Un soldado trajo una mesa y una slla; se fue, y volvid con una maquina de escribir. Se senté frente a la méquina, y escribié en silencio, Cuando el soldado se detuvo, un oficial interrogé a Morris: —;,Su nombre? No le sorprendié esta pregunta. Pens6: “mero formulismo”. Dijo su nombre, y cuvo el primer signo del horrible complot que inexplicablemente lo envolvia. Todos los oficiales rieron. El nun- ca habfa imaginado que su nombre fuera ridiculo. Se enfurecid. Otro de los oficiales dijo: —Podia inventar algo menos increible. —Ordené al soldado de la méquina—: Escriba, no mis. —{Nacionalidad? —Argentino —afirmé sin vacilaciones, — Pertenece al ejército? ‘Tuvo una ironia: —Yo soy el del accidente, y ustedes parecen los golpeados. Se rieron un poco (entre ellos, como si Morris estuviera ausente).. % Dagmaicn silica, en el wo, inflible La rama celeste 105 Continué: —Pertenezco al ejército, con grado de capitin, regimiento 7, escuadrilla novena. —,Con base en Montevideo? —pregunté sarcésticamente uno de los oficiales. —En Palomar —respondié Morris. Dio su domicilio: Boli- var 971. Los oficiales se retiraron, Volvieron al dia siguiente, esos y otros. Cuando comprendié que dudaban de su nacionalidad, o que simulaban dudar, quiso levantarse de la cama, pelearlos. La herida y la tierna presidn de Ia enfermera lo contuvieron. Los oficiales volvieron a la tarde del otro dia, a la mafiana del siguiente. Hacia un calor tremendo; le dolia todo el cuerpo; me confes6 que hubiera declarado cualquier cosa para que lo dejaran en paz. Qué se proponian? ;Por qué ignoraban quién era? ;Por qué Jo insultaban, por qué simulaban que no era argentino? Estaba perplejo y enfurecido. Una noche la enfermera lo tomé de la mano y le dijo que no se defendia juiciosamente. Respondié que no tenia de qué defenderse. Pasé la noche despierto, entre accesos de célera, momentos en que estaba decidido a encarar con tranquilidad la situacién, y violentas reacciones en que se negaba a “entrar en ese juego absurdo”. A la mafiana quiso pedir disculpas a la enfermera por el modo con que la habfa tratado; comprendfa que la intencién de ella era benévola, “y no ¢s fea, me entendés”; pero como no sabia pedir disculpas, le preguntd inritadamente qué Ie aconsejaba. La enfermera le aconsej6 que lamara a declarar a alguna persona de responsabilidad. Cuando vinieron los oficiales dijo que era amigo del teniente Kramer y del teniente Viera, del capitan Faverio, de los tenientes coroneles Margaride y Navarro. ‘Aceso de las cinco aparecié con los oficiales el teniente Kramer, su amigo de toda la vida. Mortis dijo con vergiienza que “después 106 Adolfo Bioy Casaces de una conmocién, el hombre no es el mismo” y que al ver a Kra- mer sintié lagrimas en los ojos. Reconocié que se incorporé en la ‘cama y abrié los brazos cuande lo vio entrar. Le grité: —Veni, hermano. Kramer se detuvo y lo miré impavidamente. Un oficial le pregunté: —Teniente Kramer, zconoce usted al sujeto? La voz era insidiosa, Morris dice que esperé —esperd que el teniente Kramer, con una sibita exclamacién cordial, revelara su actitud como parte de una broma— ... Kramer contesté con demasiado calor, como si temiera no ser creido: —Nunea lo he visto. Mi palabra que nunca lo he visto. Le creyeron inmediatamenre, y la tensién que durante unos segundos hubo entre ellos desaparecié. Se alejaron. Morris oyé las risas de los oficiales, y la risa franca de Kramer, y lavoz de un oficial que repetia: “A mi no me sorprende, créame que no me sorprende. Tiene un descaro.” Con Viera y con Margaride Ja escena volvié a repetirse en lo esencial. Hubo mayor violencia. Un libro —uno de los bros que yo le habria enviado— estaba debajo de las sibanas, al alcance de su mano y alcanzé el rostro de Viera cuando este simulé que no se conocfan. Mortis dio una descripcién cit cunstanciada que no creo integramente. Aclaro: no dudo de su coraje; si de su velocidad epigramatica””. Los oficiales opinaron que no era indispensable llamar a Faverio, que estaba en Men- doza. Imaginé entonces tener una inspiracién; pensé que si las amenazas convertfan en traidores a los jévenes, fracasarfan ante 77 Un qpigrama cs una composiciin podica breve en la cual, con precisign y agudeza, se expresa un Solo pensamicnto principal, por lo comin sutitco. El uso del adjetivo epiqramatico, aqui, significa “breve, aludiendo a la poca capacidad de sintesis de Morris. La tama celeste 7 el general Huct, antiguo amigo de su casa, que siempre habia sido con él como un padre, 0, mas bien, como un rectisimo padrastro. Le contestaron secamente que no habia, que nunca hubo, un general de nombre tan ridiculo en el ejército argentino. Mo: ‘no tenia miedo; tal vez si hubiera conocido el miedo se hubiera defendido mejor. Afortunadamente, le interesaban las mujeres, *y usted sabe como les gusta agrandar los peligros y lo cavilosas que son”. La otra ver la enfermera le habia tomado Ia mano para convencerlo del peligro que lo amenazaba; ahora Mortis la mird en los ojos y le pregunté el significado de la confabulacién que habja contra él. La enfermera repitié lo que habia ofdo: su afir- macién de que el 23 habia probado el Breguet en El Palomar era falsa; en El Palomar nadie habia probado aeroplanos esa tarde. El Breguet era de un tipo recientemente adoptado por el ejército argentino, pero su numeracién no cotrespondia a la de ninggin aeroplano del ejército argentino. “;Me creen espia?”, pregunté con incredulidad. Sintié que volvia a enfurecerse. Timidamente, Ia enfermera respondié: “Creen que ha venido de algiin pais her- mano”, Mortis le juré como argentino que era argentino, que no cra espia; ella parecié emocionada, y continué en el mismo tono de voz: “El uniforme es igual al nuestro; pero han descubierto que las costuras son diferentes”. Agreg6: “Un detalle imperdo- nable”, y Morris comprendié que ella tampoco le crefa. Sintié que se ahogaba de rabia, y, para disimular, la bes6 en la boca y a abrazd. ‘A los pocos dias la enfermera le comunicé: “Se ha compro- bado que diste un domicilio falso”. Morris protesté initilmente; Ja mujer estaba documentada: el ocupante de la casa era el sefior Carlos Grimaldi. Mortis tuvo la sensacién del recuerdo, de la amnesia. Le parecié que ese nombre estaba vinculado a alguna experiencia pasada; no pudo precisarla. 108, Adolfo Bioy Casares La enfermera le aseguré que su caso habia determinado la formacién de dos grupos antagénicos: el de los que sostenfan que era extranjero y el de los que sostenian que era argentino, Mas claramente: unos querian desterrarlo; otros fusilarlo, —Con tu insistencia de que sos argentino —dijo la mujer— ayudis a los que reclaman tu muerte. Mortis le confess que por primera vez habia sentido en su patria “el desamparo que sienten los que visitan otros paises”. Peto segufa no temiendo nada La mujer lloré tanto que él, por fin, le prometié acceder a lo que pidiera. “Aunque te parezca ridiculo, me gustaba verla con. tenta", La mujer le pidié que “reconociera” que no era argentino, “Fue un golpe terrible, como si me dieran una ducha. Le prome- ti complacerla, sin ninguna intencién de cumplir la promesa”. Opuso dificultades: —Digo que soy de tal pais. Al dia siguiente contestan de ese pals que mi declaracién es falsa, No importa —afirmé la enfermera— Ningén pals va a reconocer que manda espfas. Pero con esa declaracién y algunas inffuencias que yo mueva, tal vez triunfen los partidarios del des- tierto, si no es demasiado tarde. Al otro dia un oficial fue a tomarle declaracién, Estaban so- los; el hombre le dijo: —Es un asunto resuclto. Dentro de una semana firman la sentencia de muerte. ‘Mortis me explicé: “No me quedaba nada que perder. “Para ver lo que sucedi’, le dijo al oficial: “Confieso que soy uruguayo”. Alla tarde confesé la enfermera: le dijo a Mortis que todo ha- bla sido una estratagema; que habia temido que no cumpliera su promesa; el oficial era amigo y llevaba instrucciones para hacerle la declaracién. Morris coment6 brevemente: La trama cete 109 —Si era otra mujer, la azoto. Su declaracién no habia llegado a tiempo; la situacién em- peoraba, Segiin la enfermera, la tinica esperanza estaba en un sefior que ella conocia y cuya identidad no podfa revelar. Este seftor querfa verlo antes de interceder en su favor francamente —aseguré Mortis—: traté de evitar Ja entrcvisea. Temia que yo causara mala impresién. Pero el sefior queria verme y era la iiltima esperanza que nos quedaba. Me recomendé no ser intransigente —EI sefior no vendrd al hospital —dijo la enfermera. —Entonces no hay nada que hacer —respondié Morris, con alivio. La enfermera siguié; —La primera noche que tengamos centinelas de confianza, vas a verlo, Ya estés bien; irés solo. Se sacé un anillo del dedo anular y se lo entreg “Lo calcé en el dedo mefique. Es una piedra, un vidrio o un brillante con la cabeza de un caballo en el fondo. Debja llevarlo con la piedra hacia el interior de la mano, y los centinelas me dejarian entrar y salir como si no me vieran’” La enfermera le dio insteuiceiones. Saldria a las doce y media y debfa volver antes de las tres y cuarto de la madrugada, La en- fermera le escribid en un papelito la direccién del sefior. —lenés el papel? —le pregunté. —Si, cteo que si —respondié, y lo bused en su billetera, Me lo entregé displicencemente. Era un papelito azul; la direccién —Marquer 6890— esta- ba escrita con letra femenina y firme (del SacréCoeur declars Morris, con inesperada erudicién)*. 2 Mortis hace eefrencia 2 la caligrafia cabajada en los colegios de monjas, como el Sagrado Corazén (SaentCoewr,en Francés) 110 Adolfo Bioy Casares —;Cémo se llama la enfermera? —inquirf por simple curiosidad. Mortis parecié incémodo. Finalmente, dijo: —La llamaban Idibal. Ignoro si es nombre o apellido. Continué su relato: Llegé la noche fijada para la salida. Idibal no aparecié. El no sabia qué hacer. A las doce y media resolvié salir. Le pare inti mostrar el anillo al centinela que estaba en la puerta de su cuarto. El hombre levanté la bayoneta. Morris mostré el anillos ié libremente. Se recost6 contra una puerta: a lo lejos, en el fondo del corredor, habia visto a un cabo, Después, siguiendo indicaciones de Idibal, bajé por una escalera de servicio y llegé a la puerta de calle. Mostré el anillo y sali6. Tomé un taximetro, dio la direccién apuntada en el papel. Anduvieron mds de media hora; rodearon por Juan B. Justo y Gaona los talleres del ECO” y tomaron una calle arbolada hacia al limite de la ciudad: después de cinco 0 seis cuadras se detu- vieron ante una iglesia que emergfa, copiosa de columnas y de cuipulas, entre las casas bajas del barrio, blanca en la noche. Creyé que habia un error; miré el néimero en el papel: era cl de la iglesia. —,Debias esperar afuera o adentro? —interrogué. El detalle no le incumbia; entré. No vio a nadie. Le pregunté cémo era la iglesia. Igual a todas, contest6, Después supe que estuvo un rato junto a una fuente con peces, en la que cafan tres chorros de agua. “Aparecié “un cura de esos que se visten de hombres, como los del Ejército de Salvacién’”™, y le pregunté si buscaba a alguien. ® Ferrocaril Oeste 2° EL Ejected Salacién es un grupo Furdado por el pastor metodista inglés Guillermo Booth, en 1878. Se dedican a obras de cardad y la coaversién de pecadores. Adopran ‘nombres y uniformes militares para dsignar su jerarqua. La tama celeste a Dijo que no. El cura se fre; al rato volvié a pasar. Estas venidas se repitieron tres 0 cuatro veces. Aseguré Morris que era admirable la curiosidad del sujeto, y que él ya ibaa interpelarlo; pero que el otto le pregunté si tenia “el anillo del convivio” —El anillo del qué? —pregunté Morris. Y continué expli- cindome—: Imaginate, zcémo se me iba a ocurrir que hablaba del anillo que me dio Idibal? El hombre le miré curiosamente las manos, y le ordené: —Muéstreme ese anillo. Morris tuvo un movimiento de repulsién; después mostré el anillo, El hombre lo llevé a Ia sacristia y le pidié que le explicara el asunto. Oyé el relato con aquiescencia”; Morris aclara: “Como tuna explicacién més 0 menos habil, pero falsa; seguro de que no pretenderia engafarlo, de que él oiria, finalmente, la explicacién verdadera, mi confesién”. Cuando se convencié de que Mortis no hablaria mas, se irtité y quiso terminar la entrevista. Dijo que trataria de hacer algo por él. ‘Al salis, Mottis buscé Rivadavia. Se encontré frente a dos to- rres que parecfan la entrada de un castillo 0 de una ciudad antigua; realmente eran la entrada de un hueco, interminable en la oscuri- dad. Tavo la impresién de estar en tun Buenos Aires sobrenatural y siniestro. Caminé unas cuadras; se cans6; llegé a Rivadavia, tomé un taximetro y le dio la direccién de su casa: Bolivar 971. Se bajé en Independencia y Bolivars caminé hasta la puerta de la casa. No eran todavia las dos de la mafiana, Le quedaba tiempo. 31 La palabra comida se usa en exta historia con la idea de wna renin de personas asociadas por un propésito comin; casi con el sentido de seta 3 Aquiecencia significa consentimiento, conformidad. Casares m2 Adolfo Quiso poner ka llave en la cerradura; no pudo. Apreté el tim- bre. No le abrian; pasaron diez minutos. Se indigné de que la sirvienta aprovechara su ausencia —su desgracia— para dormir afucra. Apreté el timbre con toda su fuerza. Oyé ruidos que parecfan venir de muy lejos; después, una serie de golpes —uno seco, otro fugaz— ritmicos, crecientes. Aparecid, enorme en la sombra, una figura humana. Morris se bajé el ala del sombrero y retrocedié hasta la parte menos iluminada del zaguan. Reco- nocié inmediatamente a ese hombre sofioliento y furioso y tuvo la impresidn de ser él quien estaba sofiando. Se dijo: Si, el rengo Grimaldi, Carlos Grimaldi. Ahora recordaba el nombre. Ahora, increfblemente, estaba frente al inquilino que ocupaba la casa cuando su padre la compré, hacia mas de quince aftos. Grimaldi irrumpié: —,Qué quiere? Morris recordé el astuto empecinamiento del hombre en quedarse en la casa y las infructuosas indignaciones de su padre, que decia “lo voy a sacar con el carrito de la Municipalidad”, y le mandaba regalos para que se fuera. —dEst la seftorita Carmen Soares? —pregunté “ganando tiempo”. Grimaldi blasfem6”, dio un portazo, apage la luz. En la os- curidad, Morris oy6 alejarse los pasos alternados; después, en una conmocién de vidrios y de hierros, pasé un tranvia; después se restablecié el silencio. Mortis pensé triunfalmente: “No me ha reconocido”. En seguida sintié vergtienza, sorpresa, indignacién. Resolvié romper la puerta a puntapiés y sacar al intruso. Como si estuvie- ra borracho, dijo en voz alta: “Voy a levantar una denuncia en la seccional”, Se pregunté qué significaba esa ofensiva multiple % Blagfemeres maldecis. La trama celeste 13 y envolvente que sus compafieros habfan lanzado contra él Decidié consultarme. Si me encontrara en casa, tendrfa tiempo de explicarme los hechos. Subié a un tax{metro, y ordené al chauffeur que lo llevara al pasaje Owen”. El hombre lo ignoraba. Morris le pre- gunté de mal modo para qué daban exémencs. Abominé de todo: de Ia policia, que deja que nuestras casas se llenen de intrusos; de los extranjeros, que nos cambian el pais y nunca aprenden a manejar. El chauffeur le propuso que tomara otto taximetro. Morris le ordené que tomara Vélez Sirsfield hasta cruzat las vias. Se detuvieron en las barreras; interminables trenes grises ha- cian maniobras. Morris ordené que rodeara por Toll la estacién Sol. Bajé en Australia y Luzuriaga.» El chauffeur le dijo que le pagara; que no podfa esperarlo; que no existfa tal pasaje. No le contesté; caminé con seguridad por Luzuriaga hacia el sur. El chauffeur lo siguié con el automévil, insulténdolo estrepitosa- mente. Morris pensd que si aparecia un vigilante, el chauffeur y él dormirfan en la comisaria, —Ademés —le dije— descubririan que te habias fugado del hospital. La enfermera y los que te ayudaron tal vez se verian en un compromiso. —Eso me tenia el relato, inquietud —respondid Mortis, y continué * Chauffeur cs una palabra en francés que significa chofer. Apaece en el texto en ca por ser palabra cn lengua extranjeta. > bl pasaje Owen, de una sola cuadra, se encuentra en el barrio de Barracas, entre el ppassje Rochdale y Luzuriaga, 3 Las calles Luzuriaga, Australia, Toll, Rochdale, Alvarado y la avenida Vélee Séraild, por donde circula Mortis buscando el pasaje Oven, pertenecen al barrio de Bacracas ‘También se ubicaban alll estacin de trenes Sold y la playa de maniobras. 14 Adolfo Bioy Cassces Caminé una cuadra y no encontré el pasaje. Caminé otra cuadra, y otra. El chauffeur seguia protestando; la vor, era mds baja, el tono mas sarcistico. Morris volvié sobre sus pasos, doblé por Alvarado; ahi estaba el Parque Pereyra”, la calle Rochdale. Tomé Rochdale; a mitad de cuadra, a la derecha, debian inte- rrumpirse las casas, y dejar lugar al pasaje Owen. Mortis sintié como la antelacién de un vértigo. Las casas no se interrumpie- ron; se encontré en Australia. Vio en lo alto, con un fondo de nubes nocturnas, el tanque de la Internacional, en Luzuriaga; en frente debfa estar el pasaje Owen; no estaba. ‘Miré a hora; le quedaban apenas veinte minutos. Caminé répidamente. Muy pronto se detuvo. Estaba, con los pies hundidos en un espeso fango resbaladizo, ante una li- gubre serie de casas iguales, perdido. Quiso volver al Parque Pereyras no lo encontr6. Temia que el chauffeur descubriera que se habfa perdido. Vio a un hombre; le pregunté dénde estaba el pasaje Owen. El hombre no era del barrio, Morris siguié caminando, exasperado. Aparecié otro hombre. Morris cami- né hacia él; répidamente, el chauffeur se bajé del automévil y también cortié. Mortis y el chauffeur le preguntaron a gritos si sabfa dénde quedaba el pasaje Owen. Bl hombre parecia asus- tado, como si creyera que lo asaltaban. Respondié que nunca oyé nombrar ese pasaje; iba a decir algo més, pero Mortis lo miré amenazadoramente. Eran las tres y cuarto de la madrugada. Mortis le dijo al ehaue- fleur que lo llevara a Caseros y Entre Rios En el hospital habia otro centinela. Pasé dos o tres veces fren- tea la puerta, sin atreverse a entrar. Se resolvié a probar la suerte; mostré el anillo. El centinela no lo detuvo. 37 panne Leonardo Perera se encventa ubicado entre Alvarado, Rio Cuarto, Luzutiaga y Néler Stes La tama celeste $6 La enfermera aparecié al final de la tarde siguiente, Le dij: La impresién que le causast al seor de la iglesia no es favor ble. Tuvo que aprobar tu disimulo: su eterna prédicna los miembros del convivio. Pero tu falta de confianza en su persona, lo ofendi Dudaba de que el sefior se interesara verdaderamente en fa- vor de Morris. La situacién habfa empeorado, Las esperanzas de hacerlo pa- sar por extranjero habjan desaparecido, su vida estaba en intro, diato peligro. Escribié una minuciosa relacién de los hechos y me la envié Después quiso jusifcarse: dijo que la preocupacién de la mujer lo molestaba. Tal vez él mismo empezaba a preocuparse. Idibal visité de nuevo al Seftor; consiguié, como un favor hacia ella —‘no hacia el desagradable espia’—la promesa de que “las me. joresinfluencias intervendrian activamente en el asunto”. El plan era que obligaran a Morris a intentar una reproduccidn realist del hecho; vale decir que e diran un aeroplano y le permitieran repro dlucir la prucha que, segiin él, habia cumplido el dia del accidence, Las mejores influencias prevalecieron, pero el avin de la prue- ba seria de dos plazas. Eso significaba una dificultad para la e- gunda parte del plan: la fuga de Moris al Uruguay. Mortis dijo que él sabria disponer del acompanante, Las influentasinsstiero en que el aeroplano fuera un monoplano idéntico al del accidente, Idibal, después de una semana en que lo abrumé con espe. ranzas y con ansiedades, legé radiante y declard que tode se habia conseguido, La fecha de la prueba se habia jado para e viernes prdximo (Faltaban cinco dias). Volar solo 1a mjerlo mitéansosiment le djs —Te espero en la Colonia®, : ine P40 2k Colonia. En xa “dpegu’ enflis pl as aor le SA Ito lelbal hace referencia ala cudad de Colonia del Sacramento, en Uruguay 116 ‘Adolfo Bioy Casares Lo prometié. Se dio vuelta en la cama y simulé dormir. Comenté: “Me parecfa que me llevaba de la mano al casa- miento y eso me daba rabia’. Ignoraba que se despedian. Como estaba restablecido, a la mafiana siguiente lo llevaron al cuartel —Esos dias fueron bravos —comenté—. Los pasé en una pieza de dos por dos, mateando y truqueando de lo lindo con los centinelas. —Si vos no jugis al truco —le dije. Fue una brusca inspiracién, Naturalmente, yo no sabja si ju- gaba o no. —Bueno: poné cualquier juego de naipes —respondié sin inquietarse. Yo estaba asombrado. Habfa crefdo que Ia casualidad, o las circunstancias, habfan hecho de Mortis un arquetipos jams crei que fuera un artista del color local. Continud: —Me creeris un infeliz, pero yo me pasaba las horas pensan- do en la mujer. Estaba tan loco que llegué a creer que la habia olvidado. Lo interpreté: —{Tiatabas de imaginar su cara y no podias? —,Cémo adivinaste? —No aguardé mi contestacién. Continué el relato: Una manana lluviosa lo sacaron en un pretérito” doble factén"”, En El Palomar lo esperaba una solem- ne comitiva de militares y de funcionarios. “Parecia un duelo —dijo Morris—, un duelo 0 una ejecucién”. Dos o tres mecini cos abrieron el hangar y empujaron hacia afuera un Dewoitine de caza, “un serio competidor del doble-faetén, créeme”. ® Preérta en exte aso significa aniguo. “© Un doble fctin es un auto de cntro eda, alto, ligera y descubierto, con dos fils de dos asientos parlelos. La tram celeste 7 Lo puso en marcha; vio que no habia nafta para diez minutos de vuelo; llegar al Uruguay era imposible. Tavo un momento de tristeza; melantcélicamente, se dijo que tal vez fuera mejor morir que vivir como un esclavo, Habia fracasado la estratagema; salir a volar era initil; tuvo ganas de llamar a esa gente y deciles: “Sefiores, esto se acabé”. Por apatia dejé que los acontecimientos iguieran su curso. Decidié ejecutar otra vez su nuevo esquema de prueba. Cortié unos quinientos metros y despeg6. Cumplié regular- mente la primera parte del ejercicio, pero al emprender las opera- ciones nuevas volvié a sentirse mareado, a perder el conocimiento, a oftse una avergonzada queja por estar perdiendo el conocimien- to, Sobre el campo de aterrizaje, logré enderezar el aeroplano. Cuando volvié en si estaba dolorosamente acostado en una cama blanca, en un cuarto alto, de paredes blancuzcas y desnu- das, Comprendié que estaba herido, que estaba detenido, que estaba en el Hospital Militar. Se pregunté si todo no era una alucinacién. Completé su pensamiento. —Una alucinacién que tenfas en el instante de despertar. Supo que la caida ocurrié el 31 de agosto. Perdid la nocién de tiempo. Pasaron tres 0 cuatro dias. Se alegré de que Idibal estn- viera en la Colonia; este nuevo accidente lo avergonzaba; ade- ‘més, la mujer le reprocharfa no haber planeado hasta el Uruguay. Reflexioné: “Cuando se entere del accidente, volver. Habré que esperar dos o tres dias”. Lo atendia una nueva enfermera. Pasaban las tardes tomados de la mano, Idibal no volvia. Mortis empezé a inquictarse. Una noche tuvo gran ansiedad. “Me creerds loco —me dijo—. Estaba con ganas de verla, Pensé que habfa vuelto, que sabia la historia de la otra enfermera y que por eso no queria verme”. us Adolfo Bioy Casares Le pidié a un practicante que llamara a Idibal. El hombre no volvia. Mucho después (pero esa misma noche; a Morris le pare- cia increible que una noche durara tanto) volviés el jefe le habia dicho que en cl hospital no trabajaba ninguna persona de ese nombre, Morris le ordend que averiguara cuando habia dejado el empleo. El practicante volvié a la madrugada y le dijo que el jefe de personal ya se habfa retirado, Sofaba con Idibal. De dia la imaginaba. Empezé a softar que no podia encontrarla. Finalmense, no podia imaginarla ni sonar con ella. Le dijeron que ninguna persona llamada Idibal “trabajaba ni habfa trabajado en el establecimiento”. La nueva enfermera le aconsejé que leyera. Le trajeron los diatios. Ni la seccién “Al margen de los deportes y el turf" le interesaba. “Me dio la loca y pedi los libros que me mandaste” Le respondieron que nadie le habfa mandado libros. (Estuve a punto de cometer una imprudencia; de reconocer que yo no le habia mandado nada). Pensé que se habia descubierto el plan de la fuga y la partici- pacién de Idibal; por eso Idibal no aparecfa. Se miré las manos: el anillo no estaba. Lo pidié. Le dijeron que era tarde, que la intendenta se habfa retirado. Pasé una noche atror. y vastisima, pensando que nunca le traerian el anillo... —Pensando —agregué— que si no te devolvian el anillo no quedarfa ningtin rastro de Idibal. —No pensé en eso —afirmé honestamente—. Pero pasé la noche como un desequilibrido. Al otro dia me trajeron el anillo. —zLo tenés? —le pregunté con una incredulidad que me asombré a mi mismo. FT Las noricias del turfetefieren alas carreras de caballos. La tran celete ry —Si —tespondié—. En lugar seguro. Abrié un cajén lateral del escritorio y sacé un anillo. La pie- dra del anillo tenia una vivida transparencia; no brillaba mucho, En el fondo habfa un altorrelieve en colores: un busto humano, femenino, con cabeza de caballo; sospeché que se trataba de la efigie de alguna divinidad antigua. Aunque no soy un experto cn la materia, me atrevo a afirmar que ese anillo era una pieza de valor. Una magiana entraron en su cuarto unos oficiales con un soldado que traia una mesa. El soldado dejé la mesa y se fue. Volvié con una maquina de escribir; Ia colocé sobre la mesa, acercé una silla y se senté frente a la maquina, Empez6 a es- cribir. Un oficial dicté: Nombre: Ireneo Morris; nacionalidad: argentina; regimiento: tercero; escuadrilla: novena; base: El Palomar. Le parecié natural que pasaran por alto esas formalidades, que no le preguntaran el nombre; esta era una segunda decla- racién; “sin embargo —me dijo— se notaba algtin progres« ahora aceptaban que fuera argentino, que perteneciera a st re- gimiento, a sti escuadrilla, al Palomar, La cordura duré. poco. Le preguntaron cudl fue su paradero desde el 23 de junio (fe- cha de la primera prueba); dénde habia dejado el Breguet 304 (El niimero no era 304 —aclaré Morris—. Era 309”; este error intitil lo asombrd); de dénde sacé ese viejo Dewoitine... Cuando, dijo que el Breguet estaria por ahi cerca, ya que la caida del 23 ocurrié en El Palomar, y que sabrfan de dénde salia el Dewoitine, ya que ellos mismos se lo habfan dado para reproducir la prueba del 23, simularon no creerle Pero ya no disimulaban que era un desconocido ni que era un espia. Lo acusaban de haber estado en otro pais desde el 23 de junio; lo acusaban —comprendié con renovado furor— de haber vendido a otro pais un arma secreta. La indescifrable 120 ‘Adolfo Bioy Casares conjuracién® continuaba; pero los acusadores habian cambiado el plan de ataque. Gesticulante y cordial, aparecié el teniente Viera. Morris lo insule6. Viera simuld una gran sorpresa; finalmente declaré que tendrfan que batitse. —Pensé que la situacién habfa mejorado —dijo—. Los traidores volvian a poner cara de amigos. Lo visité el general Huet. El mismo Kramer lo visit. Mortis estaba distrafdo y no tuvo tiempo de reaccionar. Kramer le grité “No creo una palabra de las acusaciones, hermano”. Se abraza- ron, efusivos. Algiin dia —pens Morris— aclararia el asunto Le pidid a Kramer que me viera. Me atrevi a pregunt: —Decime una cosa, Morris, ;te acordés queé libros te mandé? —EI titulo no lo recuerdo —sentencié gravemente—. En tu nota esté consignado, Yo no le habia escrito ninguns nota, Lo ayudé a caminar hasta el dormitorio. Sacé del cajén de la mesa de luz una hoja de papel de carta (de un papel de carta que no reconoci). Me la entsegé. Laletca parecia una mala imitacién de la mia; mis T y E ma- ylisculas remedan las de imprenta; estas eran “inglesas”®. Lef: “Acuso recibo de su atenta del 16, que me ha legado con algin atraso, debido, sin duda, a un sugerente error en la direccién. Yo no vivo en el pasaje ‘Owen’, sino en la calle Mi- randa, en el barrio Nazca“, Le aseguro que he leido su relacién con mucho interés. Por ahora no puedo visitarlo; estoy enfermos © Conjunacion significa confbulacén. La lea ingle 0 mamucrita cs un tipo cligréfico que imita la lecracursiva manvserta. 481 barrio Nazca se ubica en Vill Santa Ria al noroeste dela ciudad de Buenos Aires (adiferencia del pasaje Owen, al sur de la ciudad). La tram celeste a pero me cuidan solicitas manos femeninas y dentro de poco me repondré; entonces tendré el gusto de verlo” “Le envio, como simbolo de comprensidn, estos libros de Blanqui, y le recomiendo leer, en el tomo tercero, el poema que empieza en la pagina 281”. ‘Me despedi de Morris. Le prometf volver la semana siguien- te. El asunto me inceresaba y me dejaba perplejo. No dudaba de la buena fe de Morris; peto yo no le habia escrito esa carta; yo nunca le habfa mandado libros; yo no conocfa las obras de Blanqui. Sobre “mi carta’ debo hacer algunas observaciones: 1) Su autor no tutea a Mortis; felizmente, Morris es poco diestro en asuntos de letras: no advirtié el “cambio” de tratamiento y no se ofendié conmigo, yo siempre lo he tuteado; 2) Juro que soy inocente de la frase “Acuso recibo de su atenta”; 3) En cuanto a escribir Owen entre comillas, me asombra y lo propongo a la atencién del lector. Mi ignorancia de las obras de Blanqui se debe, quiz4, al plan de lectura. Desde muy joven he comprendido que para no de- jarse arrasar por la inconsiderada produccién de libros y para conseguir, siquiera en apariencia, una cultura enciclopédica, era imprescindible un plan de lecturas, Este plan jalona® mi vida: tuna época estuvo ocupada por la filosofia, otra por Ia literatura francesa, otra por las ciencias naturales, otra por la antigua li- teratura celta y en especial la del pais de Kimris! (debido a la 7 Solan destacala vularidad de eta fase que nos correspond con suelo de vedacsin, 4 No olvidemos que él ya se ha definido como un hombre metédico al comienzo del schto, 47 Se usa la palabra jalonar en el sentido de digit 4 Se refiere al pats de Gales, de donde provenfan los ancestros de Morris. ma Adolfo Hoy Casares influencia del padre de Mortis). La medicina se ha intercalado en este plan, sin interrumpirlo nunca. Pocos dias antes de la visita del teniente Kramer a mi con- sultorio, yo habfa concluido con las ciencias ocultas. Habia ex- plorado las obras de Papus, de Richer, de Lhomond, de Stanis- las de Guaita, de Labougle, del obispo de la Rochela, de Lodge, de Hogden, de Alberto el Grande. Me interesaban especial- mente los conjuntos, las apaticiones y las desapariciones; con telacidn a estas tiltimas recordaré siempre el caso de sir Daniel Sludge Home, quien, a instancias de la Society for Pxychical Research°', de Londres, y ante una concurrencia compuesta ex- clusivamente de baronets*, intenté unos pases que se emplean para provocar la desaparicién de fantasmas y murié en el acto, © Geran Encanse (1865-1916), conocide como Papas se wn médico francés que se dec a as cencasocultas. a aubanets ‘GharlesRicet (1850-1935) fue un médico francés, ganador del premio Nabel de fo logia y medicina en 1913. Intodujo en sus investigaciones el témina Menpsguica, precursora del Paapsicologia. hares Frangis Lomond (1727-1794) fae wn pramdtico hstoriadar francs, autor de una historia compendia de lar reigiones. Stuns: de Guaita (1861-1857) fue un esos francés de la metafseay ta bal. Una de fs figuras més destacades del eotetismo y del oculkismo curopco del siglo xx. Jean Eugene Labougle Fue wn pedagogo y Sésofo francés que emiges ala Argentina ‘cnmiont de siglo se Formé parte dal movimienca denominade por Alben ‘spit tuallsmo”, que dio lugar aun petiodo esprtualista desde 1852 hasta 1890, Miembro de Eph nis Creed ra ver Jeph Lage (1851-1940), Fico inglés preocupado pore estudio de la electric lsd Wi cee etccdecbew aloe my 6 4 ata Alberta el Grande (1193-1280) ,sacerdotedeminicoalemén, invesigador de a botinica dela alguna Fue eanonizado en 1931, cenviriendose en San Alberto Magno, ° Sir Daniel Dunglas Home (1833-1886) fue un médium inglés, reconocide como uno de los mis grandes espvitistas del siglo xx. La Soci for Pycical Research (Sociedad pata la 6 Prychia Sociedad pra la investigaci6n de fenémenos pigul- cos fie funda en Lone en 1882 ona oficalmert a Parpiesaga cn uh campo de investipacin exteucturado. 5 EL baronet es un tielo de nobleza bricénico, situado entre el barn y el caballero La trama coeste bs En cuanto a esos nuevos Elias®, que habrian desaparecido sin dejar rastros ni cadaveres, me permito dudar. El “misterio” de la carta me incité a leer las obras de Blan- qui (autor que yo ignoraba). Lo encontxé en la enciclopedia, y comprobé que habia escrito sobre temas politicos. Esto me com- placid: inmediatas a las ciencias ocultas se hallan la politica y la sociologia. Mi plan obscrva tales transiciones para evitar que el espiticu se adormezca en largas tendencias. Una madrugada, en la calle Corrientes, en una librerfa ape- nas atendida por un viejo borroso, encontré un polvoriento aca do de libros encuadernados en cuero pardo, con titulos y fileces dorados: las obras completas de Blanqui. Lo compré por quince pesos. En la pagina 281 de mi edicién no hay ninguna poesia. ‘Aunque no he lefdo integramente la obra, creo que el escrito aludido es “L’Eternité par les Astres*”, un poema en prosa; en mi edicién comienza en la pagina 307, del segundo tomo. En ese poema o ensayo encontré la explicacién de la aventura de Morris. Fui a Nazca; hablé con los comerciantes del barrio; en las dos cuadras que agotan la calle Miranda no vive ninguna persona de mi nombre. Fuia Marquez; no hay ntimero 6890; no hay iglesias; habia—esa tarde— una poética luz, con el pasto de los potreros muy verde, muy claro y con los érboles lilas y transparentes. Ademés la calle no esti cerca de los talleres del FCO. Esté cerca del puente de la Noria. 75 Elias fue un profeta cuya historia xe narra en los libros primero y segundo de los Reyes, cn la Bibl, Al final desu vida, un cao de fuego lo conduce al ceo, como Dios so habia anunctado > Bl nombre del poem esté en francés y significa “La eternidad por los atts". 126 Adolfo Bioy Casares Fui a los talleres del ECO, Tuve dificultades para rodearlos por Juan B, Justo y Gaona. Pregunté cémo salir del otro lado de los talleres. “Siga por Rivadavia —me dijeron— hasta Cuz- co. Después cruce las vias.” Como era previsible, alli no existe ninguna calle Marquez; la calle que Mortis denomina Marquez debe de ser Bynnon. Es verdad que ni en el nimero 6890 —ni en el resto de la calle— hay iglesias. Muy cerca, por Cuzco, esté San Cayetano®; el hecho no tiene importancia: San Cayetano no es la iglesia del relato. La inexistencia de iglesias en la mis- ‘ma calle Bynnon no invalida mi hipétesis de que esa calle es la mencionada por Morris... Pero esto se verd después. Hallé también las torres que mi amigo crey6 ver en un lugar despejado y solitatio: son el pértico del Club Atlético Vélez Sérs- field, en Fragueiro y Barragin. No tuve que visitar especialmente el pasaje Owen: vivo en él Cuando Morris se encontré perdido, sospecho que estaba fren- tea las casas ligubremente iguales del barrio obrero Monsefior Espinosa, con los pics enterrados en el barro blanco de la calle Perdriel 2° Volvi a visitar a Morris. Le pregunté sino recordaba haber pasado por una calle Hamilcar, o Hanihal, en su memorable re- corrida nocturna, Afirmé que no conocfa calles de esos nombres. Le pregunté si en la iglesia que al visicé habia algin simbolo junto ala cruz, Se quedé en silencio, mirdndome. Crefa que yo no le hablaba en serio. Finalmente, me pregunté: —,Cémo querés que uno se fije en esas cosas? Le dila razén, % Secvian se encuentra en el barrio de Liners, % Ahora, sigulendo el recorido de Moris en busca del pase Owen, haba del bartio porcefio de Bueracas, a trama celeste as —Sin embargo, serfa importante... —insisti— 0 trat de hacer memoria. Traté de recordar si junto a la cruz no habia alguna figura. —Tal ver —murmurd—, tal vez un.. —;Un trapecio? —insinué. —Si, un trapecio —dijo sin conviccién, —;Simple 0 cruzado por una linea? —Verdad —exclamé—. ;Cémo sabés? Estuviste en la calle Marquez? Al principio no me acordaba nada... De pronto he visto el conjunto: la cruz y el trapecio; un trapecio cruzado por una linea con puntas dobladas. Hablaba animadamente, —2¥ te fijasce en alguna estatua de santos? —Viejo —exclamé con reprimida impaciencia—. No me habias pedido que levantara el inventari : Le dije que no se enojara. Cuando se calmé, le pedi que me mostrase el anillo y que me repitiese el nombre de la enferme- ra, Volvi a casa, feliz. Of ruidos en el cuarto de mi sobrina; pen- sé que estarfa ordenando sus cosas. Procuré que no descubriera mi presencia; no queria que me interrumpieran. Tomé el libro de Blanqui, me lo puse debajo def brazo y-saliala calle. Me senté en un banco del Parque Pereyra. Una vez. més lei el parrafo: 5: “Hlabré infinitos mundos idénticos, infinitos mundos ligera- mente variados, infinicos mundos diferentes. Lo que ahora escribo en este calabozo del fuerte del Toro, lo he escrito y lo escribiré durante la eternidad, en una mesa, en un papel, en un calabozo, enteramente parecidos. En infinitos mundos mi situacién seré la misma, pero tal ver la causa de mi encierro gradualmente pierda su nobleza, hasta ser sérdida”, y quizé mis lineas tengan, en otros mundos, la innegable superioridad de un adjetivo feliz”. 57 Sindido, en exe texto, significa mezguina. 26 Adolfo Bioy Casares EL 23 de junio Mortis cayé con su Breguet cn el Buenos Aires de un mundo casi igual a este. El periodo confuso que siguié al accidente le impi notar las primeras diferencias; para notar las otras se hubieran requerido una perspicacia y una educacién que Morris no poseia, Remonté vuelo una mafiana gris y lluviosa; cayd en un dia radiante. El moscardén, en el hospital, sugiere el verano; el “ca- lor tremendo” que lo abrumé durante los interrogatorios, lo confirma. ‘Mortis da en su relato algunas caracteristicas diferenciales del mundo que visits. Alli por ejemplo, falta el pais de Gales: las ca- Iles con nombre galés no existen en ese Buenos Aires: Bynnon se convierte en Marquez, y Morris, por laberintos de la noche y de su propia ofuscacién, busca en vano el pasaje Owen... Yo, y Viera, y Kramer y Margaride, y Faverio, existimos allf porque nuestro oti- gen no ¢s galés; el general Huet y el mismo Ireneo Mortis, ambos de ascendencia galesa, no existen (él penetté por accidente). El Carlos Alberto Servian de alld, er: su carta, escribe entre comillas la palabra “Owen”, porque le parece extrafia; por la misma raz6n, los oficiales rieron cuando Mortis declaré su nombre. orque no existieron alli los Mortis, en Bolt viviendo el inamovible Grimaldi. aaa La telacién de Morris revela, también, que en ese mundo Cartago* no desapareci6. Cuando comprendi esto hice mis ton- tas preguntas sobre las calles Hanibal y Hamilcar. fi Bsr abe wualg he eoatts cool dain) eobemnus sani CGrtago es una ciudad de Acs, fundida en B14 a, por colonos fenicios de Tro on penn cera de acta ne. Fue epta den epablia martina muy poderosa, Combats contra los griegos y find colon Es mic lonias en Sica y Espaa. Sostuvo Conta Roma larga luckssdenoninada gs pine fue vec por Expin Ennilan, apes de os crs del gee Anal en 146 Cs Fda de como soln romana ene siglo Ts convi en leapt del Ais romana y La trama else ry Alguien preguntara cémo, si no desaparecié Cartago, existe cl idioma espafol. ¢Recordaré que entre la victoria y la aniquila- cién puede haber grados intermedios? El anillo es una doble prueba que tengo en mi poder. Es una ningéin experto, de prueba de que Mortis estuvo en otro mundo: Jos muchos que he consultado, reconocié la piedra. Es una prue- ba de la existencia (en ese otro mundo) de Cartago: el caballo es un simbolo cartaginés. ¢Quién no ha visto anillos iguales en el museo de Lavigerie””? ‘Ademas —Idibal, 0 Iddibal— el nombre de la enfermera, es cartaginés; la fuente con peces rituales y el trapecio cruza- do son cartagineses; por iltimo —horresco referens®— estén los convivios 0 circuli, de memoria tan cartaginesa y funesta como el insaciable Moloch"... Pero volvamos a la especulacién tranquila. Me pregunto si yo compré las obras de Blanqui porque estaban citadas en la carta que me mostré Morris 0 porque las Historias de estos dos mundos son paralelas. Como alli los Mortis no existen, las leyen- das celtas no ocuparon parte del plan de lecturas; el otro Carlos ‘Alberto Servian pudo adelantarse; pudo llegar antes que yo a las obras politica. Estoy orgulloso de él: con los pocos datos que tenia, aclaré la misteriosa aparicién de Morris; para que Mortis también la com- prendiera, le recomend “LEternité par les Astres’. Me asombra, 576 cardenal Carlos Lavigere fue el fundador de a Sociedad de los Misioneros de cen 1868, Propicié excavaciones arqueoldgica en Cartagoy la creacin de un museo. © FHoyresco referens es wna frase latina cuyo significado es "Me horrorizo al contalo”, 1 Moloch era la divinidad mayor de los ammonitas y cartagineses. Se lo representaba con un enorme Idolo hueco de bronce, en cuyo interior, donde habla un horno y una parila, se colocaban victimas humanas viva. Se dice que preferta el sacrificio de nits ‘Algunos estudiosos dicen que se denominaba molacha est tipo de rituals, que entre los ‘cartagineses eran ofrecidos al dios Baal Hammén. ns Adalfo Bi Casares sin embargo, su jactancia de vivir en el bochornoso batrio Nazca y de ignorar el pasaje Owen, Morris fue a ese otro munde y regres, No apelé a mi bala con resorte ni a los demds vehiculos que se han ideado para sur car la increible astronomia. {Cémo cumplié sus viajes? Abri el diccionario de Kent; en la palabra pase, lei: “Complicadas series de movimientos que se hacen con las manos, por las cuales se provocan apariciones y desapariciones”. Pensé que las manos tal vez no fueran indispensables; que los movimientos podrian ha- cerse con otros objetos; por ejemplo, con aviones, Mi teoria es que el “nuevo esquema de prueba’ coincide con algiin pase (las dos veces que lo intenta, Mortis se desmaya, y cambia de mundo). All supusieron que cra un espia venido de un pais limitrofe; aqui explican su ausencia, imputindole una fuga al excranjero, con propésitos de vender un arma secreta. El no entiende nada y-se cree victima de un complot inicuo, ‘Cuando volyi a casa encontré sobre el escritorio una nota de mi sobrina. Me comunicaba que se habia fugado con ese traidor arrepentido, cl teniente Kramer. Afiadia esta crueldad: “Tengo el consuclo de saber que no sufrirés mucho, ya que nunca te interesaste en mi”. La iltima linea estaba escrita con evidente safia; decfa: “Kramer se interesa en mi; soy feliz”, Tuve un gran abatimiento, no atendi a los enfermos y por mds de veinte dias no salf a la calle. Pensé con alguna envidia en ese yo astral®, encerrado, como yo, en su casa, pero atendido por “solicitas manos femeninas”. Creo conocer su intimidad; creo conocer esas manos. Lo visité a Morris. Traté de hablarle de mi sobrina (apenas me contengo de hablar, incesantemente, de mi sobrina). Me pregunté Bl yo astral x corresponde con cl desdoblamiento del personaje, en exte texto, Le troma celeste 9 siera una muchacha maternal. Le dije que no. Le of hablar de la enfermera. No es la posibi de mi mismo lo que me incitaria a viajar hasta ese otro Buenos Aires. La idea de reproducirme, segiin la imagen de mi ex libris, 0 de conocerme, segtin su lema, no me ilusiona, Me ilusiona, tal vex, la idea de aprovechar una experiencia que el otro Servian, en su dicha, no ha adquirido. Pero estos son problemas personales. En cambio la situacién de Mortis me preocupa. Aqui todos lo conocen y han querido ser considerados con él; pero como tiene un modo de negar ver- daderamente monétono y su falta de confianza exaspera a los jefes, la degradacién, si no la descarga del fusilamiento, es su porvenir. Si le hubiera pedido el anillo que le dio la enfermera, me lo habria negado. Refractario a las ideas generales, jamés hubie- ta entendido el derecho de la humanidad sobre ese testimonio de la existencia de otros mundos. Debo reconocer ademas, que Morris tenfa un insensato apego por ese anillo. Tal vez. mi ac- cién repugne a los sentimientos del gentleman (alias, infalible, del cambrioleur*); la conciencia del humanisca la aprucba. Fi- nalmente, me ¢s grato seftalar un resultado inesperado: desde la pérdida del anillo, Mortis est més dispuesto a escuchar mis planes de evasidn. Nosotros, los armenios, estamos unidos. Dentro de la socie- dad formamos un niicleo indestructible. Tengo buenas amistades lidad de encontrarme con una nueva versi n Recordemos que el lea del ex libris era Condecte ti mizmo, Refractario sigpifica conteaio a cambiar de opinién, © Gentleman es na palabra inglesa que significa caballero, Cambriolew es una palabra francesa que significa ladsén, 130 Adolfo Boy Casares cen el ejército. Morris podré intentar una reproduceién de su acci- dente, Yo me atreveré a acompafarlo, CAS. El relaro de Carlos Alberto Servian me parecié inverosimil. No ignoro la antigua leyenda del carro de Morgan; el pasajero dice dénde quiere it,y el carro lo lleva, pero es una leyenda. Admitamos que, por casualidad, el capitan Ireneo Morris haya caido en otto mundo; que vuelva a caer en este seria un exceso de casualidad. Desde el principio tuve esa opinién. Los hechos la confirmaron, Un grupo de amigos proyectamos y postergamos, afio tras afio, un viaje a la frontera del Uraguay con el Brasil. Este afio no pudimos evitarlo, y partimos. E13 de abril almorz4bamos en un almacén en medio del campo; después visitarfamos una fazenda® interesantisima. Se- guido de una polvareda, lleg6 un interminable Packard; una especie de jackey® bajé. Era cl capitan Morris. Pagé el almuerzo de sus compatriotas y bebié con ellos. Supe después que era secretario, sirviente, de un contra- bandista. No acompafié a mis amigos a visitar la fazenda, Morris me contd sus aventuras: tiroteos con la policia; estratagemas para tentar a la justicia y perder a los rivales; cruce de rios prendido ala cola de los caballos; borracheras y mujeres... Sin duda exa- gerd su astucia y su valor. No pedré exagerar su monotonia. De pronto, como en un vahido, crei entrever tun descubrimiento. Empecé a investigar; investigué con Morris; investigué con otros cuando Morris se fue. 5 Fazenda es una palabra portuguesa que significa ‘estanci ‘hacienda! 8 BI Packard es una marca de automéwilesantiguos de origen estadounidense. © BI jockey el profesional que monta lor caballos de carrera. La tran celeste re Recogi pruebas de que Mortis llegé a mediados de junio del afio pasado, y de que muchas veces fue visto en la regién, entre principios de septiembre y fines de diciembre. El 8 de septiembre intervino en unas carreras cuadreras”, en Yaguarao”'; después pasd varios dias en cama, a consecuencia de una caida del caballo. Sin embargo, en esos dias de septiembre, el capitan Morris estaba internado y detenido en el Hospital Militar de Bucnos Aires: las autoridades militares, compaferos de armas, sus ami- gos de infancia, el doctor Servian y el ahora capitén Kramer, el general Huet, viejo amigo de su casa, lo atestiguan, La explicacién es evidente: En varios mundos casi iguales, varios capitanes Mortis salie- ron un dia (aqui el 23 de junio) a probar aeroplanos. Nuestro Morris se fugé al Uruguay o al Brasil. Otro que salié de otro Bucnos Airés, hizo unos “pases” con su aeroplano y se encontrd en el Buenos Aires de otro mundo (donde no existia Gales y donde existia Cartago; donde espera Idibal). Ese Ireneo Morris subi6 después en el Dewoitine, volvié a hacer los “pases”, y cayé en este Buenos Aires. Como era idéntico al otro Morris, hasta sus compafieros lo confandicron. Pero no era el mismo. El nues- tro (el que esté en el Brasil) remonté vuelo el 23 de junio con el Breguet 304; cl otro sabia perfectamente que habia probado el Breguct 309. Después, con el doctor Servian de acompafiante, intenta los pases de nuevo, y desaparece. Quizé lleguen a otro mundo; es menos probable que encuentren a la sobrina de Ser- vian y a la cartaginesa. Alegar a Blanqui, para encarecer la teoria de la pluralidad de Jos mundos, fue, tal vez, un mérito de Servian; yo, mas limitado, 7 Las euadveras on carteras de a caballo de dos partcipances 7" Yoguarao es una ciudad ubicada en el sur dl teritorio brasilero 132 Adolfo hubiera propuesco la autoridad de un clésicos por ejemplo: “se- gin Demécrito”, hay una infinidad de mundos, entre los cuales algunos son, no tan solo parecidos, sino perfectamente iguales” (Cicerén”, Primeras Académicas, II, XVII); 0: “Henos aqui, en Bauli, cerca de Pozzuoli’, gpiensas ti que ahora, en un ntimero infinito de lugares exactamente iguales, habra reuniones de per- sonas con nuestros mismos nombres, revestidas de los mismos honores, que hayan pasado por las mismas circunstancias, y en ingenio, en edad, en aspecto, idénticas a nosotros, discutiendo este mismo tema?” (id. {d., II, XL). Finalmente, para lectores acostumbrados a la antigua nocién de mundos planetarios y es- féricos, los viajes entre Buenos Aires de distintos mundos parece- ran increibles, Se preguntardn por qué los viajeros llegan siempre a Buenos Aires y no a otras regiones, a los mares 0 a los desiertos. La tinica respuesta que puedo oftecer a una cuestién tan ajena a mi incumbencia, es que tal vez estos mundos sean como haces de espacios y de tiempos paralelos. ® Demicrte (460 ~ 370 a.G,) fue un fil6sofo griego para el cual Ia natusalena eh compuesta de étomos cuyos movimientor se rigen de forma mecanicis. ” Marco Tilio Cicerén (106 - 43 a.C.) fue un politica y orador latino, Sus discussos sirvieron como modelo 2 toda la retéria latina, Escribié wratados sobre elocuencia, losofiay politica. 7 Poseuoli es un puerto italiano junto al golf de Népoles. Bibliografia Para ampliar conceptos teéricos sobre el espacio y el tiempo en Ia ficcién: * Augé, Mare, Los no lugares, espacios del anonimato, Barcelona, Gedisa, 1992. * Bachelard, Gastén, La poética del espacio, México, Fondo de Culeura Econémica, 2005. + Bal, Mieke, Téorta de la narrativa, Madrid, Cétedra, 1999. * Bajtin, M., “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela”, en: Teoria y estética de la novela, Madrid, Taurus, 1991. + Capanna, Pablo, Brcursos. Grandes relatos de ficciin, Buenos Aites, Simurg, 1999. © Genette, G., Figuras mn, Paris, Seuil, 1972, * Levine, Robert, Una geografia del tiempo, Buenos Aires, Siglo x01, 2006. + Pimentel, Lux Aurora, El espacio en la ficci6n, México, Siglo 200, 2001. * Todorov, Tzvetan, Intraduccién a la literatura fantdstica, Barcelona, Ediciones Buenos Aires, 1982. * Todorov, T., “Las categorias del relato literario”, En: Andlisisestruc- sural del relato, Editorial Tiempo Contemporineo, Comunicaciones Ne 8, 1970. Para seguir leyendo literatura fantéstica en la Coleccién del Mirador: * Dickens, Charles, Una cancién de Navidad. + Kaflea, Franz, La metamorfosis, * Stevenson, Robert Louis, El extrano caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, * Varios, Cuatro cuentos fantdsticos. + Wells, Herbert G., La maquina de! tiempo. Indice Puertas de acceso... Ficciones en transito Viaje al centro de lo fantastico La construecién del espacio ssn La construccién del tiempo... Las coordenadas de tiempo y espacio: el cronotopo... La obra... ~~ La noche boca arriba La casa de azticar El Arbol de la buena muerte El milagro secreto Octavio, el invasor 0. La trama celeste Bibliografia SSE Sal psccten TBE Cuando la dimensién de lo fantéstico se instala Sorcce rete te cree et eee e ary ey anger tenes hacia lo desconocide? Qué sucede si lo c Doeene Bony mado de estas ficciones de Julio Cortézar, Silvin Ocampo, Héctor German Oesterheld, Jorge 1 Ana Maria Shua y Adolfo Bioy Casares eee eee ee aire Dee Ceny USS hen atc sees maestros de la narratologia tales como Taveran Todoroy, Gerard Genette, Mi TaVOEaE eee et ar Pee eet eae te heels ese esteem cn ened emilan — @ | cantaro olaaso7

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