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LUCIEN FEBVRE COMBATES POR LA HISTORIA Traduccidn eastalans 6 FRANCISCO J. FERNANDEZ BUEY ENRIQUE ARGULLOL EDICIONES ARIEL Espluguos de Liobrogat Del tialoexgial, Combute pour Pistols, sélo ge reproducen sgyls peste lin ace caer (tee peers 9 Cublerta: Alberto Coraasa (© 1955, 1965: Libasie Armand Cain, Pais © Jao de i enon canna pra Bose» Amis Tatieast arcana) Deis tga B, 6583 1970 reso en Baia eres de Avil, S.A, dD PROLOGO Si ala hora de reunir estos articulos clegidos entre tantos otros hubiera pensado en erigirme algiin monu- ‘mento habria titulado el compendio de otra manera. Puesto que a lo largo de mi vida he fabricado, y pienso seguir fabricando todavia, unos cuantos muebles séli- des, do Jos que amueblan la historia —que babrén de servir, al menos provisionalmente, para guarnecer ci tas puredes destudas del palaco le Clio, deberia Tamar Mis virutas a estos restos de madera que al pasar el cepillo han quedado amontonados al pie del banco, Pero si los he recogido, no ha sido en absoluto para rocrearme en esas cba cotiians, sino para prestar ‘algunos servicios a mis compafieros, principalmente a los mis jévenes. En consecuencia, el titulo que he escogido recordar lo que siempre’ hubo de militante en mi vida. No ser4 Mis combates, claro que no; munca he luchado en favor mio ni tampoco contra tal o cual persona determinada, Seré Combates por la historia, ya quo por ella he luchado toda mi vida. Por lejos que me remonte en mis reoverdos me veo como historiador por gusto y por deseo, por no decir de conzin y de voeacion, Soy hijo de un padre al quo alejaron de la historia — sin que nunca se desinteresara de ella— el prestigio de Henri Weil, el helenista de la Facultad de Letras de Besangon y mas tarde de la Escuela Normal Superior, y el prestigio, tan grande ‘entonces, de Thurot, el fldsofo de In gramética; sobrino 8 de un tio que enseié historia toda su vida y que ensefié a amarla desde la més tierna infancia, Al husmear en la biblioteca paterna, encontraba debajo de los fascfculos de Dai et Saglio, que se sucedian regularmente, esos dos vokimenes que representan con todo realismo las grandes Histoires des Grecs et des Romains de Vic- tor Duruy, obras macstras de Ia casa editora Hachette, de magnifica factura; toda la antigtiedad entonces cono- ida, templos, bustos, dioses, vasias, ilustradas por los mejores dibujantes, Devoraba principalmente con una 6 nunca satisfecha Jos tomos de Ja ein Hetzel de la Histoire de France de Michelet, ilustrada por Daniel Vierge, visionario alucinante, con Miminas tan bien adaptadas a ciertos textos del gran vidente que todavia hoy me siento molesto si tengo que releerlos en la triste edicién que la gente ha dado en califar de “definitiva”. Con tales consejos por alimento, la riqueza de esas lecturas y los suefios que hacian nacer en mi, geding no a a ser historiagor? ‘Af estin mis maestros, mis verdaderos maestros. A los que més tarde, entre’los dieciséis y los veintiin afios, habré que afiadir: Flisée Reclus y la profunda Jhumanidad de su Geografia Universal: Burckhardt y su Renacimiento en Italia; Courajod y sus lecciones en la escuela del Louvre sobre el renacimiento borgofién y francs a partir de 1910, el Jaurés de la Historia del socialismo, tan rica en intuiciones econémicas y socia- les; y, por iltimo, Stendhal, sobre todo el Stendhal de Roma, Népoles y Florencia, de la Historia del arte en Talia, de las Memorias de wn turista, de la Correspon- dencia: “invitaciones a la historia psicolégica y senti- mental”, que durante afios estuvieron sobre mi mesita de noche. Las descubri casi por azar, en aquellos le- janos tiempos, malvendidas por Colomb e impresas por Calmann en papel de envolver, con viejos tipos... Esa fue “mi alma de papel”. Junto a elfa, mi alma campestre y ristica: la Tierra fue para m{ la otra maes- 6 tra de historia, Los veinte primeros aijos de mi vida transcurrieron en Nancy; y alli en mis recorridos por la espesa arboleda de los bosques de Haye, descubriendo tuno tras otro, claramente perfilados, los horizontes de Tas costas y de Jos anos de Lorena, reun{ un pusiado de recuerdos impresiones que no me abandonarén nunca, Pero jcon qué delicia volvia cada aiio al Franco Condado, mi verdadera patrial En primer término el dulce valle del Saona, la suave majestad del pueblo de Gray dominando esa “pradera que devolvié la felicidad a Proudhon; y ain més: el viejo y bravio Jura, sus ribazos y sus abetos, sus verdes aguas y sus gargantas dominadas por grandes bancos calckreos, plasmadas por tl épico pincel de Gustave Courbet. Ast es el Franco Condado, que recorr{ en todas direcciones desde mis primeros aos en las viejas diligencias de carroza ama- Filla de Messageries Bouvet: recuerdo el tufo del euero viejo, el acre olor de los caballos sudados, el alegre tin- tineo’ de los cascabeles y el chasquido de létigo a In entrada de los pueblos. ‘También el Franco Condado tiene, como Lorena, sus altos lugares solitarios y sagra- dos: la Haute-Pierre de Mouthier, el Poupet de Salins {que envia su saludo al Mont Blanc por encima de las Grestas; més lejos, la Dole, esa cumbre literaria, y tantas otras menos notoras; lugares saludables donde el esp, rita sopla con el viento y que proporcionan la necesidad de descubrir, de respirar infinitos horizontes para toda la vida. Los del Franco Condado no somos conformistas en absoluto, Courbet apenas To era cuando pintaba L'Enterrement @ Omnans 0 L'Atelier. Tampoco Pasteur, cuando las academias conjuradas daban gritos de muer- te contra su verdad, Ni Proudhon, el hijo del tonelero, ‘cuando afirmé en homenaje a los acomodados burgueses de Besangon “la propiedad es un robo”. Proudhon hu- biera dado, sin duda, la mejor definicién de los hijos del Franco Copdado (*Anaruists.. pero con gobi no”) si Michelet no nos hubiera calificado con estas 1 palabras: “Siempre han sabido dos cosas: saber hacer Y saber detenerse” Asi es como, al reunirse en mi la doble aspereza, “eritea, polémica y guerrera", del Franco Condado ¥ de Lorena, no acepté de buen grado Ia historia de los vencidos de 1870, sus temblorosas prudencias, sus re- runeias ante toda sintesis, su culto por el “hecho”, la. borioso pero intelectualmente perezoso y ese gusto casi exclusivo por la historia diplomtica (“Si la hubiéramos aprendido mejor no seguiria preocupindonos!”), obse. sion de los hombres que nos adoctrinaban entre 1895 y 1902, desde Albert Sorel (ese semidiés) hasta Emile Bourgeois (esa décima de dios). A eso doble rigor so debe también el que yo haya reaccionado casi instin. tivamente y sin apoyo en el campo de los historiadores (entre mis amigos se encontraban lingitistas y orientalis. {as, psicblogos y médicos, geégrafos y germanistas, desde Jules Bloch hasta Henri Wallon, Charles Blondel, Jules Sion, Marcel Ray, mientras que los menos conformistas de mis hermanos historiadores, con algunas raras excep. ciones entre las enales hay que sefilar la de Augus tin Renaudet, se alineaban sin més, ereyéndose osados, bajo el ambiguo estandarte de Charles Seignobos); y que me inscribiera inmediatamente entre los files de Ia Ite. vue de Synthise Historique y de su creador, Henri Berr: nada tiene de extrafio una aventura tal. A no ser el hecho de que califica una época: ni mis atrevimientos ni mis ingeniosidades fueron suficientes para lovantar en contra mia aquellos valientes corazones que me que- ian bien y que me lo demostraban en cada ocasién; pienso en Gabriel Monod, en Christian Pfister, en Ca. nille Jullian y también en Gustave Bloch y en Vidal de la Blache (aunque él ya habia hecho su propia revo- lucién para sf y para sus sucesores). La alta umiversi- dad de aquel tiempo era aristécrata de corazén al me. znos. ¥ entre los grandes reinaba una benevolencia ope- ante, una fraternidad. a Asi pues, solo en a liza, taba To mejor, que supe. Aligunas de las cosas que en estos cincuenta atios he po- dido decir, y que parecian aventuradas cuando las for- mulaba por vez: primera, son ya un lugar comin. Otras siguen siendo discutidas. La suerte del pionero es gatiosa: 0 bien su generacién le da razén casi inmedia- tamente y absorbe en un gran esfuerzo colectivo su es- fuerzo de investigador aislado; o bien su generacién re- siste y deja que la generacién siguiente haga germinar Ja semilla prematuramente lanzada en los surcos, Ahi esti la causa de que el éxito prolongado de ciertos li- bros, de ciertos articulos, sorprenda a su autor: no en- contraron su verdadero piblico hasta diez. 0 quince afios, después de su publicacién, cuando les egaron ayudas externas. i *™Hlablando de ayudas, he de decir gue me dio una gran seguridad el descubrimiento de Henri Pirenno, a artir de 1910, cuando me sumergia en su pequeiio vo- omen de In coleceiin Flammarion, es anciemes dé- mocraties des Pays-Bas y después en los primeros tomo: de la Historia de Bélgic, en espera do las expléndat ‘memorias que fueron su canto del cisne (Los periodos de la historia social del capitalismo, 1914; Mahoma y Carlomagno, 1992; Merovingios y carolingias, 1923; y por iiltimo ‘esa joya que es el librito Las ‘ciudades de la Edad Media, 1927). Me dio seguridad, primero, y, después, jabilo personal saber que un hombre fuerte ecorria, con paso constante y dominador, los campos histéricos de la Bélgica amiga. Jabilo que experimenté de nuevo cuando Mare Bloch, joven historiador, con ccho afios menos que yo, orientado por sf mismo de una forma ligeramente distinta, vino a respaldarme frater- nalmente, a continuar y prolongar mi esfuerzo en su campo de medievalista. En 1929 fundamos juntos los Annales, ayudados desde el primer mimero por la 8- delidad de Leuiliot y mas que por el beneplicito de Hensi Pirenne por su magnifica colat {Pero ‘eémo no reconocer el mérito que corresponde, en aque- los Annales que adquirieron répido prestigio y en los ave bia. que acypiar de entrada st cardtersaluda- y vivificador, a todos los que a mi alrededor for- maron un circulo fratemal y ferviente! Y que lo siguen formando todavia: Fernand Braudel, poderoso evoca- dor de un Mediterréneo tan lleno de resonancias y des- pués osado protector de una historia econémica reno- vada; Georges Friedmann, penetrante analista de las almas individuales y colectivas, desde Leibniz y Spino- za hasta los siervos andnimos de la méquina; y Charles Morazé, curioso y ardiente descubridor de tierras desco- nocidas; intrépido en la obstinada bisqueda de métodos nuevos; y por ultimo, todos vosotros, mis eolaborado- res, mis lectores, mis alumnos y mis colegas de Francia y del extranjero, cuyo exigente afecto mantiene mi fuer- zay sostiene mi impulso, Yo debia decir esto, debia pro- climar al comenzar esta recopilacién mis deudas timentales para con tantos hombres y lugares y tambi para con las casas que me acogieron: la Escuela Nor- ‘mal Superior (1890-1902) y la Fundacién Thiers en las universidades de Dijon y de Estrasburgo; sin olvidar entre tantas otras, en el Viejo y nuevo mundo, la Uni- versidad Libre de Bruselas que durante wn atio me abrié sus citedras; y finalmente desde 1988, el noble College de France, Gracias a esas altas tribunas mi voz hacerse oft tan extensamente, iOjalé estas paginas que guardan relacién entre sf, ¥y por ello espero que sean tanto més expresivas, puedan servir a las causas que me son tan caras! En est0s afios en que tantas angustias nos oprimen no quiero repetir gon el Michelet dl Peupl: “Jovens y vcjos ee fatigados”. Los j6venes, fatigados? Espero que no. gLos vviejos, fatigados? No lo deseo. Por encima de tantas ‘ragedias y transformaciones, en el horizonte lucen am- pias claridades. En la sangre y en el dolor se engen- dra una humanidad nueva, ¥ por tanto, como siempre, 10 una historia, una ciencia histérica a Ja medida de tiem- os imprevisibles va a nacer, Yo deseo que mi esfuerzo Raya sabido adivinar y abrazar sus directrices por ade- lantado. ¥ que mis arroyos puedan aumentar su torrente. Le Souget, Navidad de 1952 sty VIVIR LA HISTORIA PALABRAS DE INICIACION Me gusta Ia historia. No serfa historiador si no mo gustara, Cuando el oficio que se ha elegido es un oficio Intelectivo resulta abominable dividir la vida en dos par- tes, una dedicada al oficio que se desempefia sin amor y la otra reservada a la satisfaccién de necesidades pro- fundas, Me gusta la historia y por eso estoy contento al hhablaros hoy de lo que me gusta? Estoy contento y es muy natural. No me gusta mez- clar los’ géneros y sustituir Ia conferencia por Ia conf. dencia, Pero, en fin, os lo puedo decir: cuando en. 1809 entré, como hoy vosotros, en esta casa después de un affo de servicio militar (cl primero de los siete afios que ppor término medio entregaron los hombres de mi gene- racién a la vida militar) me inscribi en Ia seccién de Letras. Fue una traiciéa, porque yo tenfa pegada al ‘cuerpo desde Ia ms tierna infancia Ia vocacién de his- toriador. Pero la vocacién no pudo resistir ante dos afios de retérica superior en el Louis-le-Grand, ante dos afios de machacar el Manuel de politique étrangére de Emile Bourgeois (al que iba a volver a encontrar 1. Estas observaciones shan dvigidas a los alumaoe de Ia Es cuela Normal Superior en el comlunzo de curso de 1841 Anto el ‘ego de due hilera tres conferencia de creatacién sobre Mstoda eerie sell, pea ge poet ds Ios consort am & oT eee ‘como maestro de conferencias en Ja Escuela). Anatole France cuenta en alguna parte que de nifio sofiaba en ceseribir una historia de Francia “con todo detalle”. Nuestros maestros, en los institutos, parectan propo- nernas el ideal pueril del pequefio Anatole, Se ha dicho {que hacer historia era para ellos, si no aprender todos, ro menos el mayor mimero posible de detalles sobre {r'misién de M. de Charnacé en las Cortes del Norte. Y¥ naturalmente quien sabfa un poco mis sobre esos detalles se Mevaba el gato al agua: jservia para his- toriador! “Tengo un poco de miedo de que las cosas no hayan cambiado mucho desde mis tiempos. Con ese humor normalista que conservé hasta los tiltimos momentos, el ‘gran matemitioo Lebesgue, un colegn que acabamos de perder en el College de France, nos confiaba un dia ve, segin habla dos lass de matemiics: una ase temible, la de Jos inspectores generales, que con- fesaba no entender bien; y otra accesible, In que eada dia avanzaba y ante la cual no se oponia ninguna dif- ciltad, Paralelamente no habra dos historias, la_pri- ‘mera de las cuales aprobaria todo el mundo igualme te? EI problema es temerario, En cualquier caso n0 voy a hablaros de 50, sino de otra cosa. De Ia historia sin mis, La que yo intento hacer progresar, Ia que me gusta. I Historia sin més?, me preguntaréis, No, ya que amiacdis churlas sobre historia “eoonémicn y socal” Precisamente por eso lo primero que debo deciros es que, hablando.con propiedad, no hay historia econémica J social, Y no tinieamente porque la relacién entre lo Zeonémico y lo social no es tm privilegio—una exchusi- ‘vided, como dirfa un director de cine— en el sentido de que no hay razén alguna para decir econémica y so- 38 cial en vez de politica y social, literaria y social, religio- Say socal o incluso Hosa y social, No fueron razo- nes razonadas las que nos habituaron a relacionar de forma natural y sin mayores reflexiones los dos epitetos de econdmico y social. Fueron razones hist6ricas muy ficiles de determinar—y, en definitiva, 1a formula que nos ocupa no es més que un residuo o una herencia de las largas discusiones a que dio lugar desde hace wn siglo Io que se denomina el problema del materialismo histérico—. Por tanto, cuando utilizo esa formula co- tiente, cuando hablo de historia econémica y social, no debe ereerse que yo albergue alguna duda sobre su va- lor real. Cuando Mare Bloch y yo hicimos imprimir esas dos palabras tradicionales en la portada de los Annales, sabjamos perfectamente que lo “social”, en particular, cs uno de aquellos adjetivos a los que se ha dado tan- tas significaciones en el transcurso del tiempo que, al final, no quieren decir nada, Pero lo recogimos.preci- samente por eso, ¥ Io hicimos tan bien que por razones uramente contingents hoy Sigurt slo en, lt porta i los propios Annales, que pasaron a ser de econémi- cos y sociales, por una mueva desgracia, a sélo Sociales, ‘Una desgracia que aceptamos con la sonrisa en los Ja- bios. Porque estibamos de acuerdo en pensar que, pre- cisamente, una palabra tan vaga como “social” parecia hhaber sido creada y traida al mundo por wn decreto nominal de la Providencia histérica, para servir de ba dera a una revista que no pretendia rodearse de mura~ Nias, sino hacer irradiar sobre todos los jardines del Yesindaro,amphiamene, ibremente indscretament n- cluso, un espiritu, su espiritu. Quiero decir un espiritu de libre critica y de iniiativa en todos Tos sentdos Repito, por tanto: no hay historia econémica y so- ial, Hay ta historia sin més, en st unidad, La historia 39 que es, por definicién, absolutamente social. En mi opi- niéa, 1a historia es el estudio cientificamente elaborado do las diversas actividades y de las diversas ereacio- nes de los hombres de otros tiempos, captadas en si fecha, en el marco de sociedades extremadamente va- riadas y, sin embargo, comparables unas a otras (el postulado es de In sociologia); actividades y creaciones on Jas que cubrieron la superficie de la tierra y la su- cesién de las edades, La definicién es un poco larga, pero yo desconfio de las definiciones demasiado bre- ves, demasiado milagrosamente breves. Y ademas en sus mismos términos descarta, me parece, muchos pseu- doproblemas. ‘A cello se debe, en primer lugar, que califique la historia como estudio cientficamente elaborado y no como ciencias razin por la cual, igualmente, al trazar el plan de la Encyclopédie francaise no quise fundamen. tala, omo engin os rts, en una casfackn general de las ciencias; prineipalmente porque hablar de cien- eee tados, de un tesoro, si se quiere, més 0 menos repleto de monedas, unas preciosas y otras no; pero no significa subrayar lo que representa el resorte motor del cienti- fico, es decir, la inquietud, el replanteamiento no pet- ppetuo y maniatico, sino razonado y metédico de las Verdades tradcionales, ln necesidad de recobrar, rete ‘car y repensar, cuando haga falta y desde que haga fall oe resultados adquindos para readaptaron a ls cconcepeiones y, més atin, a las nuevas condiciones de cexistencia que nunca acaban de forjarse el tiempo y los hombres, los hombres en el marco del tiempo. Y, por otra parte, en la definicién se habla de hom- bres, Los hombres son el objeto Yinico de Ia historia, de una historia que se inscribe en el grupo de las dis- Ciplinas humanas de todos los érdenes y de todos los ‘grados, al lado de la antropologia, la psicologia, la lin- Siistica, ete; una historia que no se interesa por cual- 40 ser tipo de hombre abstacto, ete, inmutable en su fondo y perpetuamente idéntico a si'mismo, sino por hombres Gomprendidos ea el maren to lay totedases de que son miembros. La historia se interesa por hom- bres dotados de miliples funciones, do diversas act iades, preocupaciones y actitudes variadas que se mezclan, chocan, se contmarlan y aeaban por coneluir entre ellas tma paz de compromiso, un modus vivend al que denominamos Vida. ido asf, se puede asir al hombre, por comodi- dad, de tal o cual miembro, por la piema o por el brazo, ‘més que por la cabeza. Es igual: siempre seré el hom- bro entero lo que se arrastra desde el momento en que se tira de él, No se puede descomponer a un hom! ¢n trozos sin matarlo. Por eso el historiador no tiene que hacer pedazos de cadéveres. El historiador estudia la vida pasada —y Pirenne, el gran historiador de nuestra época, Jo definfa un dia: “un hombre que ama Ja vida y que sabe mirarla”—. En una palabra, el hombre de que ablaos es el Iugnr comin de todas Is activida- les que ejerce y puede interesarse mas particularmente por una de éstas, por su actividad, por sus actividades econdmicas por ejemplo. Con la condicién de no olvidar nnunea que esas actividades incriminan siempre al hom- bre completo y en el marco de las socedades que a forjado, Eso es, precisamente, lo que significa el epiteto “social” que ritualmente se coloca junto al de “econé- rico”, Nor seeuerde que el objeto de nuestros etuiag no es un fragmento de lo real, uno de los aspectos ais- lados de Ja actividad humana, sino el hombre mismo, considerado en el seno de los grupos de que es miembro, Me excuso por los aspectos un tanto abstractos que hay en estas observaciones, Ya formulrlas no pletdo de vista mi verdadero proyecto ni la raz6n profunda 4 r la que estoy aqui en este momento. Ayer relefa para osoios textos cutiosos y bells. [ace ais, en 1014, Hauser publied algunas notas de Michelet, como siem pre, plenas de destellos, de destellos de adivinacién y genio. Entre ellas hay una leccién profesada aqui mis ‘mo, el 10 de julio de 1848, ante los alumnos de tercer eso que terminaban en la Escuela e iban a partir hacia las provincias. Michelet imprimia animos a aque- Tos jévenes a los que esperaba el duro oficio de profesor en un colegio real, en una ciudad sin archivos organi- zados, sin bibliotecas catalogadas, sin facilidades para hacer viajes ni posibilidades de evasién. Ponfa de ma- nifiesto cémo un historiador que quiere puede trabajar iitilmente en todas partes. Hoy el problema ya no es el mismo. Pero, no obstante, yo quisiera intentar con vor sot —y salvando todas ls tifeoacias lp que ia tentaba Michelet con su autoridad, el ardor de su pa- labra y el resplandor de su genio. Consideraria que he pagado parte de la deuda contraida con esta casa si padie recuperar o consolidar alguna voeacién de his toriador vacilante; si pudiera desmontar los prejuicios nacidos contra la historia a causa de un desgraciado contacto con lo que muy frecuentemente se nos ofrece bajo ese nombre — con lo que se os ha ensefiado y lo que se os reclamaré todavia en los eximenes hasta el doctorado, nico examen que escapa o, al menos, puede escapar al peligro—; si pudiera hacer vuestro el sentimiento de que se puede vivir siendo historiador. Y eémo hacer vuestro ese sentimiento—la convic- cidn de que se puede vivir siendo historiador— si no es examinando ante vostros, on vosotos, algunos de los problemas vivos que plantea hoy la historia a quienes se stan nla vanguarda de le investigntdn, « aque- llos que, en la proa del barco, interrogan continuamente al horizonte que se extiende ante sus ojos? Plantear un problema es, precisamente, el comienzo yeel final de toda historia, Sin problemas no hay historia 2 Ahora bien, recordad que si bien no he hablado de “ciencia” de Ia historia, lo he hecho, en cambio, de “es- tudlo ientifeamente elaborado”. Y stag dos itimas alabras no las he promunciado para hacer bonito. eCientifeamente claborado"s la férmula implicn, dos gperacones las mismas que se encuentran en a base todo trabajo cientifico moderno. Plantear problemas y formular hipétesis. Dos operaciones que ya a los hombres de mi edad se nos demunciaban como las mis peligrosas. Porque plantear problemas o formula hipé- tesfs era simplemente traicionar. Hacer penetrar en la ciudad de la objetividad e1 caballo de Troya de la sub- jetividad... En aquel tiempo los historiadores vivian con un respeto pueril y devoto por el “hecho”. Tenfan la con- vviceién, ingenua y chocante, de que el cientifico era tun hombre que poniendo el ojo cn el microscopio cap- taba iamediatamente wn haz de hechos. De hecos que se le entregaban, que eran fabricados para él por tina Providenea, de hechos que no tenfa ake que registrar. Cualquiera de estos doctores en método hubiera tenido suficiente con echar una ojeada, aunque fuera breve, al ocular de un microscopio y mirar una preparacién de histologia para darse ctienta inmediatamente de que para el histélogo no se trata de obserear, sino de inter- pretar lo que debe denominarse una abstraccién. Cinco minutos hubieran sido suficientes para medir, en la toma de posesién por el cientifico de lo que con ante- Hordad preparé Iga y dficimente — en funcién de tuna idea preconcebida—, toda la parte personal del hombre, del investigador que s6lo opera porque se ha lanteado antes un problema y formulado una hipétesis Lo mismo ocurre con el historiador. No hay ninguna Providencia que proporcione al historiador hechos bru- 8 tos, hechos dotados por lo extraordinario de una exis- tencia real perfectamente definida, simple, irreductible, Es el historiador quien da a luz los hechos hist6ricos, incluso los més humildes. Sabemos que los hechos, esos hhechos ante los cuales se nos exige con tanta frecuencia que nos inclinemos devotamente, son abstracciones entre Tas que tenemos que elegir necesariamente —y abs- tracciones cuya determinacién obliga a recurrir a los més diversos e incluso contradictorios testimonios—. Asi es que esa coleccién de hechos, que tan a menudo se nos presentan como hechos brutos que compondrfan autométicamente una historia transcrita en el mismo ‘momento en que se producen los acontecimientos, tiene también una historia. Y lo sabemos: la historia de los ygresos del conocimiento y de la consciencia de For historiadores. En tal media que, para scptar Ja leceién de los hechos, tenemos perfecto derecho a recla- mar que se nos asocie primero al trabajo eritico que sirvid para preparar el encadenamiento de los hechos cen el espiritu de quien los invoca. En el mismo sentido, me veo obligado a declarar en bien del oficio, de la técnica, del esfuerzo cientifico, que si el historiador no se plantea problemas, o plan- tedndoselos no formula hipétesis para resolverlos, est atrasado con respecto al sltimo de nuestros campesinos. jue los campesinos saben que no es conveniente evar a los animales a la buena de Dios para que pasten cn el primer campo que aparezca: los eaimpesinos apris- can ef ganado, o-atan a una estaca y le obligan a pacer cn un lugar mejor que en otro. ¥ saben por qué. {Qué queréis? Cuando por casulided se descubre tuna idea en uno de esos gruesos libros cuya redaceién pece absorber las energig de, nuestros mejores pro- fesores de historia —manuales honorables, consciente- mente preparados, cuidadosamente redactados, atibo- rrados de hechos, cifras y fechas, enumeraciones de ccuadros, de relatos 0 de méquinas—, en uno de esos “4 libros que tienen mis estampillas aduladoras para el Instituto, la Sorbona o las Universidades regionales que banderitas multicolores tno de nuestros buenos hoteles turistas; y cuando la idea descubierta es la siguien- te: “El periodo que vamos a estudiar (uno de los més vivos de nuestra historia) contindia al que precede y anuneia el que sigue; es importante por lo que suprime, peto también por lo que establece”, etc., gvamos a seguir preguntindonos por qué se burlan de la historia, se alejan de la historia, censuran y ridiculizan la historia numerosos hombres sanos, decepeionados al ver tantos esfuerzos, tanto dinero, tanto buen papel impreso que no condvce mis que a propager est flosofias a perpe- tuar esa historia pupagijieny'sin vida en la-que’nagie ‘experiment nunca (parn decilo con palabras de Paul Valéry, palabras que hay que citar por fuerza) “ese suspenso ante Jo incierto en que consiste la gran sen- sacién de las grandes vidas: la de las naciones ante la batalla en que esta en juego su destino; Ia de los am- Dieiosos cuando ven que la hora siguiente seri la de la corona o la del cadalso; la del artista que va a des- cubrir su escultura 0 a dar orden de que se quiten todos los pntalesy apoyos que sostienen ain su edi cio”? gCémo sorprenderse entonces de las. violentas ‘campaiias contra la historia, de la desafeccién de los jévenes, del retroceso continuado y de la verdadera crisis de la historia que los hombres de mi generacién hham visto desarrollarse lentamente, progresivamente, con seguridad? Pensad que cuando yo entré en la Escuela la partida estaba ganada, La historia habia ganado la partida. Demasiado; demasiado, porque no aparecta ‘ni siquiera como una disciplina particular y limitada, Demasiado, porque la historia daba la impresién de ser tun método universal aplicable indistintamente al ani- Iss de todas Ins formas de la actividad humana, Deme- sido, porque todavia hoy existen retrasados para definir in hisoria'no por su contenido, sino. por ese método, 45 ‘que no es ni siquiera el método histérico, sino el método critica sin més. ‘La historia conquistaba, una a una, todas las disci- inas hhumanas, Gustave Lanson convertia la critica iteraria en historia literaria, ¥ la critica estética pasaba a ser historia del arte con André Michel, sucesor del tempestuoso Courajod, el Jupiter tonante de la escuela del Louvre, La vieja contioversia se convertia en histo- ria de las religiones, La historia se dormia en sus laure- Tes, satisfecha de sus progresos, orgullosa de sus con- wists, vaniosa por sus dios materiales, Frenaba su ‘marcha. Volvia a deci, repetia, recogia, pero no recrea ba. ¥ cada aio que pasaba in voz de la historia se parecia mis al sonido cavernoso de una vor, de ultra- tumba, ‘Sin embargo, se iban claborando muevas disciplinas. La psicologia renovaba a la vez. sus métodos y st ob jeto bajo el impulso de Ribot, Janet, Dumas. La socio- Toaia se convertia w la vez en dienca y en escuca an llamada de Durkheim, Simiand y Mauss, La geografix humana, instaurada ea la Escuela Normal por Vidal, desarrollada en la Sorbona por Demangeon y, en el Collége de France por Jean Brunhes, satisfacia una neoesldad de realidad que nadie encontraba en los es tudios histéricos, orientados. progresivamente hacia 1a més axbitraria historia diplomitica y_absolutamente wada de la realidad —y hacia la historia politica completamente despreocupada por todo lo que no fuera lla, en el sentido estricto de In palabra—. La inclina- ‘cin de los jévenes hacia las nuevas disciplinas iba en ‘aumento, Llegé la guerra y estallé Ia crisis — para unos represent6 el abandono, para otros el sareasmo—, Ahora bien, la historia ocupa demasiado Iugar en la vida de nuestros espiritus como para que uno no se preocupe por sus vieisitudes, Y como para contentarse tan s6lo on alzar los hombros al hablar de ataques que pueden ser injustos en Ia forma, o malintencionados —y que 46 lo son con frecuencia —, pero que traducen, todos, algo que, preciso remadiary répida: un desenenat una desilusién total—el sentimiento amargo de que hacer historia, leer historia es, en adelante, perder el tiempo. u Hay que poner remedio, pero como? ‘Tomando elara conscionan de fs lazos que unen a Ja historia, lo sepa o no, voluntaria o involuntariamente, ‘con las disciplinas proximas. Lazos de los que su destino no la separa nunca ‘aq, Michelet decia a sus alumnos en la leccién de 1834: ‘En historia pasa como en la novela de Sterne: lo que se hace en el salén se hace en la cocina, Absolutamente igual que, dos relojes simpéticos, uno de ellos situa- do a 200 leguas sefiala la hora mientras que el otro da las campanadas”. Y afiadia el ejemplo siguiente: Lo mismo pasaba en la Edad Media: ef filésofo Abelardo Breclumabs In libertad mientras que las comunas dle jcardia la sefialaban”, Frases muy inteligentes. Mi- chelet —lo sefialo de pasada— no establecia una jerar- quia, una clasficacién jerirquica entre las diversas actividades del hombre; no tenia en su espiritu Ia sim- plist, metafsiea del alba: primern hilada, segunda hilada, tercera hilada —o primero, segundo, tercer Piso Tampoco establecia una gencalogia: eto. do iva de aquello, aquello engendra esto. No; tenia la idea de un clima comin —idea sutil¢ inteligente—, Y, entre paréntesis, es muy curioso comprobar que hoy, en un mundo saturado de electricidad, cuando la electricidad nos oftece tantas metiforas apropiadas a nuestras nece- sidades mentales, todavia nos obstinamos en discutir con gravedad sobre metiforas antiguas que vienen del fondo de los: siglos, eargantes, pesadas, inadaptadas, todavia nos esforzamos en pensar sobre las cosas de Ia historian at hileras, etapas, escalones, bases y superestricturas, Inintras que elipao de la corriente pore hilo, sus inter: ferencias y cortocircuitos nos proporcionarian fécilmente todo un manojo de imagenes que se adecuarian con mas Aexibilidad al marco de nuestros pensamientos, Pero Sempre ocure as, Cuando un histrador quiere acer teorfa. de la historia inspirdndose en el estado de las ciencias, relee (si tiene un espfritu muy curioso) la In- troduction d la médecine expérimentale, de Claude Ber- nard. Que es un gran libro, pero con tn interés exclu- sivamente histérico. (La normna es: un siglo de retraso ms 0 menos.) El pobre Plattard escribié, hace tiempo, un articulo en el que manifestaba su extrafieza porque el sistema de Copérnico no hubiera tenido més influen- cia inmediata en su tiempo y no hubiera operado una brusca revolucién en el espftitu de los hombres, Hoy Borst esrb un hermoso bro sobre el sorprendente echo de que, desde hace treinta o cuarenta afios, todos los viejos sistemas cientficos sobre los que se apoyaba ruestra quietud fueron destruidos o invertidos bajo el impulso de la fisica moderna. Hay que considerar de nuevo y volver @ poner a punto no solamente los siste- mas sino las nociones de base. Y todas: empezando por Ja del determinismo. Pues bien, yo pienso que dentro de cien afios, cuando se haya realizado una nueva revolu- cién, cuando hayan caducado las concepciones de hoy, los hombres inteligentes, los hombres cultos, los que hhardn las teorfas de las ciencias humanas y principal- mente la teoria de la historia, caern en la cuenta, ima- fo, de qu extiron ls Cre, Langevin Pri, Bro- glie, Joliat y algunos més (para no citar mas que Cesiiles frances). utlizarinalgin resto de loses exitos tedricos de éstos para volver a poner al dia sus tratados de método. Una puesta al dia que tendré cien afios de antigiiedad. 48 La cosa tiene escasa imy incia, lo demés. Por- a aunque los ‘histonedorss no se. sattonntat Ta crisis. le la historia no fue una enfermedad que atacara tini- camente a la historia, Fue y es uno de los aspectos, el aspecto propiamente histrico de una gran eis del espitu hukano, Dicho mis precisamente: tal enfermedad no es mis que uno de los signos y, a la vez, una de las consecuencias de una transformacién muy clara y muy reciente de Ia ac- titud de los hombres de ciencia, de los cientificos, frente er paid En: lad es muy cierto que en el punto de la do todas las nuevas. conceptionss de los lesions (0 mejor, de los investigadores, de los que crean, de Jos que hacen progresar la ciencia y con frecuencia se preocupan mis de operar que de hacer la teoria de sus ‘acciones) es muy cierto, repito, que en ese punto de pattida hay el gran drama do le wlatividad que ha Me- gado a sacudir, a socavar todo el edificio de las ciencias tal como se lo figuraba un hombre de mi generacién cn los tiempos de su juventud, En aquel tiempo, viviamos sin temor y sin esfuerzo sobre nociones elaboradas lenta y progresivamente, en el curso de los atios, a partir de datos sensoriales y que pred ser calificados de antropomérficos. Con el nom- re de fisica se constituyd, en primer término, un blo- que de saberes fragmentarios que originalmente se con- sideraban auténomos y distintos y que agrupaban he- cchos comparables en ‘el sentido de que habjan sido roporcionados a los hombres por uno u otro de sus ‘Organos sensoriales, La 5 see existia en funcién de Ja vista, La acdstica en ién del ofdo. La teoria del calor en funcién del sentido tdctil y muscular, Mas complicada ya, la mecdnica era la ciencia del movi- miento de los cuerpos percibidos a Ja vez por la vista 49 etree ik y por el sentido muscular, combinando asi datos senso- riales de diferente origen; més complicada, pero, a pe- sar de ello, mis rapida en su desarrollo, quizés a causa de una mayor riqueza de informaciones, de una mis amplia curiosidad de Jos hombres que se interesaban por la meciinica debido a razones de orden priictico y ‘éenico, es decir, para In construccién de méquinas, rmolinos o serrers, por ejemplo, lo quo planteaba pro: blemas de hidréuliea cada vez més complejos; para In fabricacién y perfeccionamiento continuo de las armas de fuego, particularmente cafiones, euya construccién Blanteaba problemas de, balsa eid vez mis ardus, 10s otros capitulos de a fisica, aquellos en los cuales In experiencia humana era menos inmediata, se desarro- Maron més Ientamente; y todavia més lentamente los nuevos campos de la electricidad y el magnetismo, en los que todo 0 casi todo escapaba a la aprehensién directa de los érgnnos sensoriales, No puedo hablar, porque encontraria muchas dif- cultades para ello y porque ademés serfa bastante initil pemasierarecioiin puedo hablar, digo, sobre cémo ln mecinica se lanzé ‘a conquistar poco’a poco y a penetrar es0s diversos capitulos. En primer lugar se fanexioné la actistica interpretando las sensaciones so- noras con ayuda de las vibraciones. Después, constituyé una mecinica celeste, mediante la aplicacién a los as- tros de las leyes humanas del movimiento —leyes del movimiento que el cerebro de nuestros antepasados ob- tuvo de su propio esfuerzo muscular—, Mas tarde, la meciinica extendié sus leyes y sus métodos a todo el terreno de la teoria del calor y a todo el campo de los uidos. Quedaba, sin duda, 1a éptica, el magnetismo y la electricidad, pero so consideraba que se podia ya fanuneiar su conquiste. Y por adelantado se celebraba cl triunfo universal ¢ indiscutible de la fisica cartesiana, geometria del mundo; se abrigaban inmensas esperan- as, se anuneiaba, se vela esbozarse, se predecta, siem- pre sobre el mismo plano, la triunfal reduccién de lo Priquco a lo fisico, ¥ nosotros, los historiadores, ext amos a gusto en este universo cientifico en que todo parecia sefialado por cifras conocidas, cuando, brusca- ™ ta revoluen., Una revluctn en dos iempos: en primer Iigar, la imprevista revelacién de tue le lethal magnets indus In Epa se resistian a Ja anexién amunciada y celebrada por adelan. tado, Y después — sobre la base de la oposicién formal jue contra la mecsinica, ediffeada por Newton a dela observaiones de Copémico, constituia I electro lindmica fundada por Maxwell a partir de las experien- cias de Ampére y Faraday — se fealiz6 esa prodigiosn sintesis que trastocando las nociones primordiales de ‘tiempo, “extensién” y “masa” abareé por completo la fisica y unid, en gavillas de leyes, los factores que habia separado la antigua concepcién, Entretanto, una revolucién andloga se operaba en el campo de Ja vida —una revolucién engendrada por la microbiologia—, De la observacién se derivaba la no- «ign de orgunismos compuestos por un nimero inmenso do eslalas del orden dea miléstme parte de mlimetr Y mientras que los organismos vivos observados a simple vista aparecian cada vez. més como sistemas fsicoqui- micos, los organismos que revelaba la microbiologia ran organismor sobre Tos cule I acién de las eyes mecinicas, el peso, ete, parecia despreciable, Escapa- thn als opintnes dole tora epicativas que habla nacido en los tiempos en que también los organismos, por lo menos los organismos lementales, parecian re- idos por leyes de Ja mecéinica clésica. En cambio, los organismos que eaptaba la microbiologta eran organis- ‘mos sin resistencia propia, en los que hay més vacios 51 ue Henos y que, en su mayor parte, no son mas que econ retosides por campos Ge fuerza, De esta mi- nera, el hombre cambiaba bruscamente de mundo, Ante 1, por una parte, organismos como su propio cuerpo, visibles a simple vista, palpables con la mano; organis- root con grandes mecinisos a fos exsles — pensmos en la circulacién sanguinea, por ejemplo— eran y so- gulan siendo aplicables las leyes de la mecsinica clésica basadas en la geometria euclidiana. Pero ante él tenia igualmente los millones y millones de células de que esta formado ese organismo, Células de una magnitud (de una pequefiez tal que no podemos representérnos- las, ¥ lo que ocursia al nivel celular desmentia claramen- te lo que pasaba al nivel de nuestras percepeiones sen- sors, Estos times organismos que caplibamos de golpe, los organismos que nos revelan los trabajos re- Cientes, superaban, por decirlo as y chocaban con nues- tro “buen sentido”, Y los vacios de que estaben tejidos nos habituaban también, en el campo de la biologia, a Ia nocién de discontinuc, que, por otra parte, se habia intzoducio en I sca on ator de ls quanta; eon tuplicando los estragos ya causados en nuestras co GPs Gents pot Ta tora de a slated ato Ge los quanta parecia volver a cuestionar la nocién tra- ‘icjonal, a antigua idea de causalidad, y al mismo tiem- 0, en consecuencia, Ia teoria del determinism, el fun- jento indiseutible de toda clencia positiva, el pilar ruebrantable de In vieja historia clisica De un solo golpe se hundia toda una concepeiéa del mundo, toda la construccién de una, representaci6n del mundo abstracta, adecuada y sintética, elaborada por generaciones de cientificos a lo largo de siglos su- Cesivos, Bruscamente nuestros conocimientos superaban f nuestra razén. Lo concreto rebasaba los marcos de lo fbstracto, El intento de explicacién del mundo por la tmecénica newtoniana o racional terminabe con un fra- ‘caso brutal, Se hacia necesario sustituir las antiguas 52 teorias por otras nuevas. Se hacia necesario revisar todas las nociones cientificas con las que se habfa vivido hasta entonces. Seria demasiado largo indicar aqui en detalle lo que fue esta revisién, Sefialemos que nada escapé a ella. Ni Ja concepeién del hecho cientifco, ni la concepcién de ley cientifia, ni la de azar. Ni tampoco la concepeién total o de conjunto de las ciencias particulares y de Ia Gienia,Ciencie que Augusto Comte pesentaba antatio como jerarquizadas en una clasifcacién cuyo doble defecto aparecia bruscamente. Defecto que consistfa en desconocer la profunda unidad del trabajo cientifico y en transformar abusivamente el estado de hecho en ‘estado de derecho; y que conducia, por ejemplo, a situar cen la cumbre de las ciencias una geometria y una me- cednica orgullosas, que se complacian con la imagen de su perfeceién y proponfan sus leyes a las otras ciencias — Sus leyes verdaderas, sus leyes abstractas, absolutas, universales y necesarias — como modelos y, por decirlo asi, como un ideal. Las ciencias eran campos de dislo- cacién, magmas, Todos los descubrimientos se hactan, no en’ el seno de cada una de ellas, en su corazén, sino en los bordes, en los mérgenes, en las fronteras, alli donde se penetran entre si. Eso sucedia con las ciencias particulares, Pero la ciencia por su parte se aproximaba al arte y, en general, podia decirse de ella Jo que decia Berthelot de la quimica orgénica fundada en Ia sintesis, en 1860, en el momento de Ia enforia de los primeros’triunfos. 'Proclamaba Berthelot: “La qui- mica crea su objeto”, ¥ afiadia: “Esta facultad creadora, semejante a la del arte, la distingue esencialmente de las ciencias naturales ¢ histéricas”. Porque estas otras ciencias, precisaba: “tienen un objeto dado de antemano ¢ independiente de la voluntad y de la accién del cien- 53 tifico; no disponen de su objeto”, mientras que la nueva juimica “tiene la capacidad de formar una multitud je seres artifciales, semejantes a los seres naturales y que participan de todas sus propiedades”, La distineién se hacia caduca en un momento en que, cada vez més, To que aparecia a los cientificos como el término mismo del esfuerzo cientifco no era el conocimiento sino la comprensi6n. Distincién eaduca en un momento en que, precisamente, nuestros sabios definen cada vez més la eneia como una ereacién, nos la representan “constru- yendo su objeto” y advierten en ella, en todo momento, {a intervencién del cientifico, de su voluntad y de su actividad, “Tal es el clima de Ja ciencia hoy, Un cima que no tiene nada en comiin con el de la ciencia de antafio, con el de Ia ciencia de cuando yo tenia veinte atios, Esta ciencia y los postulados sobre los cuales reposaba hhan sido destruidos, criticados, superados, Hace aiios que los cientificos han renunciado a ellos y los han sus- tudo por oes. Me planteo, por tanto, uns pregunts tuna simple y tiniea pregunta: ¢Vamos a continuar siendo los isd puis quo reconocen como ylides aquellos postulados? Y, por otra parte gde qué servi- testa reconqusa ies‘ que todo el material do nociones cientificas que utilizamos lo hemos tomado restado precisamente de los hombres que hace decenas afios cultivaban las ciencias en el sentido napoled- nico de la palabra, las ciencias del mundo fisico y de la naturaleza? ZNo es posible sustituit las viejas nociones cadueas por nociones nuevas, més exactas, més cerca- nas? Y al menos, ya. que las ciencias de hace eincuenta afios no son mis que recuerdos y fantasmas jn0 os posible renunciar de una vex a apoyamos sobre las ‘ciencias” de hace cincuenta afios. para apuntalar y justilenr nucsras teoras? Bsc sl problema. Y re ponder, significaria resolver la crisis de Ja historia, Si & cierto que las ciencias son todas solidarias, la res- 54 puesta se conoce por adelantado, Es initil proclamarla eno proclamatl Ese es el gran drama que se desarrolla ante nosotros. Uno de Jos grandes dramas, porque hay muchos otros que se ligan y se desligan bajo muestra mirada sin que les Prestemos un, minuto de atencién. Si tuviera tiempo, jc6mo me hubiera gustado esbozar ante vosotros, a ti: tulo de referencia y comparacién, lo que puede denomi narse la Tragedia del Progreso! Cémo me hubiera gus- tado mostraros a los creacores, a los animadores de las sélidas sociedades burguesas del siglo xr fundamen- tando sobre Ia razén los comienzns de su poderio, soste- niendo este poderfo con la ayuda de-una filosofia clara. mente racionalista —y después, hacia finales del si- lo xx, cuando se anuncian las dificultades sobre el eparto del mundo, cuando las masas se organizan y re- claman cada vez més imperiosamente un nivel de’vida ids elevado —, cambiando de eamisa, echando a la ra- z6n por la borda y, en el momento mismo en que de- dican sus vidas a las téenicas, a esas aplicaciones de la cienefa que antiguamente sus padres exaltaban bajo el tsmo nombre do progreso —ess aplicaciones de la ciencia que ya no les servian, sino que les esclaviza- ban—, dejando de creer precisamente en la ciencia y en el progteso cuya derrota proclamaban... Contradic- cién patética pero que se resuelve, teniendo presente que debido a que esos hombres dojaron de ‘creer en el valor humano de la ciencia pudieron ser esclavizados ppor sus téenieas. Cuando no existe un fin mayor que Sopa ic hombres hacia los limites de su. hori- zonte, los medios pasan a ser fines y convier - 405 a los hombres libres. paves Oa __ Gran leceién para nosotros, historiadores, La histo- es Ia ciencia del hombre. No lo olvidemos munca 55 Giencia del perpetuo cambio de las sociedades huma- nas, de su perpetuo y necesario reajuste a nuevas con- diciones de existencia material, politica, moral, religio- $2 intelectual Ciencia de ese acuerdo que se nego de la armonia que, perpetua y espontineamente, se establece en todss las Epos entre ls diversas y ner nicas condiciones de existencia de los hombres: condi- ciones materiales, condiciones téenicas, condiciones s- rituales. Por ah{ es por donde la historia descubre [ivida. Por eso deja de'ser mnestra de slervos y de per- seguir un suefio mortifero en todos los. sentidos. de | palabra: imponer a los vivos la ley dictada, preten- ciosamente, por los muertos de ayer. Y porque. ten Ja suerte de saber que en esta sala hay deci dos a consagrar su vida a la investigacién histérica, les digo con plena consciencia: para hacer historia volved la espalda resueltamente al pasado, vivid primero, Mez- laos con la vida. Con la vida intelectual, indudable- mente, en toda su variedad. Sed geégrafos, historiado- res ¥ también jurists, y socélogos, y psctlogs; no hay gue cera los os ante el gran movimiento que transforma las ciencias del universo fisico a una vel ccidad vertiginosa, Pero hay que vivir también una vida prietica, No hay que contentarse con ver desde la ‘rilla, perezosamente, lo que ocurre en el mar enfure- cido. Cuando el barco esté amenazado no seiis como Panurgo,® que se ensucié de varonil miedo, ni tampo- co eomo el pobre Pantagruel, que se content6 con elevar los ojos al cielo, abrazado al palo mayor, ¢ implorar. Hay que arremangarse, como el hermano Juan.® ¥ ayu- dar a los marineros en la maniobra. ‘gs eso todo? No, Eso apenas es nada si tenis que continuar separando la accién del pensamiento, la vida como historiador de Ia vida como hombre, Entre la 1 Personajes de Corgentéa y Pantagruel, de F. Rabelais, (W. aa) 58 aecién y el pensamiento no hay ningén tabigue,ningu- na barrera, Es preciso que la historia deje de aparecer ‘como una secre dormida por la que sélo pasan sombras despojat de sustancia, Es preciso que pene- trdis en el viejo palacio silencioso. Conde Ix historia duerme, animados por la lucha, cubjertos de polvo del combate y de la coagulada sangre del monstruo ven- ido, y que, abriendo las ventanas de par en par con Is sala Wena de luz y restablecido el sonido, despertéis con vuestra vida, con vuestra vida caliente y joven, la vida helada de la Princesa dormida... No serin intervenciones exteriores las que restable- gerin ls unidad del mondo — de un mundo desgara- lo, roto, sangrante y que pide ayuda —. Corresponde ‘cada cual rehncer el mundo en si mismo, a través del ‘magnifico acuerdo entre su pensamiento profundo y su accién desinteresada, a través de ese don total que es el tinico que puede liberar nuestras conciencias de la muda interrogacién que yo recordaba al comenzar, el Yinico que ante la gran pregunta “jtengo yo derecho?” sos permits con toda fa Seguridad reeobrada, respon- ler: Perdonad el rumbo que han tomado estas observ cciones, Hablo, ante todo, para los historiadores, Y_ si cestin dispuestos a pensar que hablarles asi no es hablar ‘como historiador, les conjuro a reflexionar antes de for- ‘mular tal eritica, Porque es mortal. En la historia pasa ‘como en cualquier otra disciplina. Necesita buenos obre- 10s y buenos aparejadores, capaces de ejecutar correc- tamente los trabajos de acuerdo con planos de otros. Necesita también algunos buenos ingenieros. Y éstos eben ver las cosas desde un poco més arriba que el pie de la pared, Estos deben tener la posiblidad de trazar planos, vastos planos, amplios planos, en cuya realiza- eién puedan trabajar después con provecho los buenos obreros y los buenos aparejadores. Para trazar planos, vyastos planos, amplios planos, hacen falta espiritus vastos oT y amplios. Se precisa una visién clara de las cosas. Es necesario trabajar de acuerdo. con todo el movimiento de su tiempo, Hay que tener horror de lo pequefio, de Jo mezquino, de Jo pobre, de lo atrasado, En una pala- bra: hay que saber pensar. Eso es lo que, por desgracia, falta a los historiadores, sepamos reconocerlo, desde hace medio siglo. ¥ eso es Jo que,no debe faltarles ya. De lo contrario, a la pre- gunta “ghay que hacer historia?” yo os diria muy claro: responded que no, No perdais vuestra vida. No tenéis este derecho, Por Jo demés, una visién clara y amplia de las relaciones que tmen a la historia con les demas cienias no es un impedimento para capla Jos proble mas concretos y plantearlos de forma positiva y.préc- tica, jAl contrario! Eso es lo que intentaré poner de ma- nifiesto Ia préxima vez, ¥ si acaso los historiadores to- man més gusto e interés por esas lecciones que por su introduccién, les pediria que pensaran, simplemente, aque todo srve. Y’ que, unt buena ulti, general es para el arquitecto quiza més witil que una buena préc- ti de los secrets do la albasilerin, a Eso es lo que yo queria deciros hoy sin afectacién. ¥ dar las gracias porque lo habéis escuchado sin fa- tiga. DE CARA AL VIENTO MANIFIESTO DE LOS NUEVOS “ANNALES" Desde 1929, los Annales han ido apareciendo con- timamente, ‘Ni un solo afio, fueran las que fuesen las calamida- des que se cemian sobre Francia y el mundo, los An- rales desertaron de su doble tarea cientfica y educa- ional. Los Annales contintian. En un clima muevo, con {6r- rmulas nuevas. Y un nuevo titulo, {Qué gusto por el cambio! Primero se llamaron males dHisoie Bemomique et Sociale. Despuds Annales d'Histoire Sociale. Mis tarde Mélanges dH toire Sociale. ¥ ahora ANNALES sin mds. Con el lar- go subtitulo siguiente: Economies, Sociétés, Civilisa- tions.” Podramos responder que esos cambios fueron en parte fortuitos. Pero gpara qué excusamos? Bloch y yo {isos en 1020, ues Annales vivientes,Y yo espero gue los qu por largo tempo ain polongvin net os fuerzo prolongarin también nuestro deseo. Porque vivir es cambiar. Sentimos. gran admiracin —y es para admirar— ante esas grandes revistas que se instalan en una parcela del saber con la conciencia tranquila, con la indiferente 59

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