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Meditaciones para la Cuaresma

2020

«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios»


2a Corintios 5, 20
Segunda Semana
La segunda semana se enfoca en la promesa de Dios de restauración y en su determinación de
tener un pueblo que ande en sus caminos.

Domingo 8 de marzo de 2020


La transfiguración le dio a los discípulos de Cristo una visión de su gloria y de a quién seguían, para que
pudieran estar preparados para lo que venía.

“Seis días después, Jesús tomó* consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó*
aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el
sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. Y he aquí, se les aparecieron Moisés y
Elías hablando con El. Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: Señor, bueno es
estarnos aquí; si quieres, haré aquí tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías. Mientras estaba aún hablando, he aquí, una nube luminosa los cubrió; y una voz salió
de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a El oíd. Cuando los
discípulos oyeron esto, cayeron sobre sus rostros y tuvieron gran temor. Entonces se les
acercó Jesús, y tocándolos, dijo: Levantaos y no temáis. Y cuando alzaron sus ojos no vieron
a nadie, sino a Jesús solo. Mientras descendían del monte, Jesús les ordenó, diciendo: No
contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos”.
San Mateo 17, 1-9

La Transfiguración. Pidamos a Dios que realice en nosotros una transfiguración interior que nos
permita contemplar su divinidad.

Hay que recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha
"contra los dominadores de este mundo tenebroso", en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco
hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también
nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.

El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que
anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma
conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan "aparte, a un monte alto", para
acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: "Este es mi Hijo amado,

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en quien me complazco; escuchadle". Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para
sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las
profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal y fortalece la voluntad de seguir al
Señor.
Benedicto XVI,

Reflexión
Jesús se aparta con tres de sus apóstoles para orar, y lo hace en un monte alto. ¿Qué sentido tiene este
detalle para Él? Sin duda alguna Jesucristo escogió un lugar adecuado para ofrecer una señal de su
divinidad.

Jesús, para sus apóstoles, es el maestro y el guía de sus vidas, pero es fácil comprender que con el
transcurrir del tiempo y las largas horas en su compañía perdieran de vista que Jesús era también el
Mesías. En el capítulo 16 de este mismo evangelio podemos leer cómo Pedro realiza su confesión de fe,
y manifiesta por primera vez que Cristo es el Mesías, el enviado por Dios para redimir al mundo.
Probablemente los milagros y curaciones no lograban mantener esta llama de fuego interior, que es la
fe, en el corazón de los apóstoles, y Jesús quiso transfigurarse delante de ellos, es decir, mostrarse en
toda su divinidad.

También nosotros podemos ser como los apóstoles. Los hechos extraordinarios o milagrosos no son
suficientes para mantener viva nuestra fe. En ocasiones pueden ayudarnos, pero la realidad es que a
Cristo, a Dios, se le conoce en el diálogo, es decir, en la oración. Pidamos a Dios que realice en nosotros
una "transfiguración interior" que nos permita contemplar su divinidad con el fin de conocerle y amarle
cada día con más intensidad.

Propósito
Dedicar 15 minutos adicionales a esta meditación para gustar más de la contemplación de Cristo en el
monte de la oración.

Diálogo con Cristo


Señor, sólo Tú eres la respuesta a todos mis anhelos y aspiraciones. Concédeme saber escucharte
siempre para poder discernir el bien y el mal y, con tu gracia, podré adherirme a tu voluntad. Gracias
por recordarme que nunca debo temer, porque Tú siempre estás conmigo, llenando mi vida de dones
que tristemente, en ocasiones, dejo pasar.

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