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Paula Bernal Samudio – Cód. 2014260008 - Universidad Pedagógica Nacional.

LA RELACIÓN ENTRE ÉTICA Y DOCENCIA EN LA REALIDAD DEL SIGLO XXI

Las preguntas y reflexiones que a continuación se expondrán tienen como fin entender cuáles son
las disposiciones éticas necesarias para un buen ejercicio de la profesión docente, como servicio
público y escenario privilegiado de la ética aplicada, basada en el objetivo de una formación para el
cuidado de los otros y de sí: la ética del cuidado. Esto basándome en la lectura desde una
perspectiva relacional y dinámica como lo es el campo educativo y la reflexión que surge a partir
del campo de la filosofía de la educación. Al ser relacional y dinámica, debido a una condición
inherente de cambio del ser humano, y un reconocimiento como sujeto histórico que vive en unas
condiciones determinadas, la educación debe ser contextual. Es decir, deben situarse sus dudas,
problemáticas, reflexiones y posibles soluciones a una temporalidad específica atada y producida
por unas disposiciones culturales, sociales y económicas propias de un lugar o espacio de situación
y enunciación de los sujetos implicados en la relación enseñanza-aprendizaje. En ese sentido la
filosofía de la educación se plantea por medio de la reflexión profunda: (1) fundamentar las
respuestas a los retos educativos que van surgiendo y (2) fundamentar las respuestas a las formas
actuales que se proponen para vivir la profesión docente. (Ibañez, 2013, p.17)
Cierto es que la profesión docente cuenta con múltiples tareas y se enfrenta a diversos retos que se
transforman y renuevan a lo largo del tiempo, sin embargo, hay unas responsabilidades
determinadas que no cambiaran en el ejercicio docente. Entre estas, hallamos la conciencia de la
profesionalización, en el sentido en que son actividades sociales institucionalizadas, que surgen para
responder a unas necesidades sociales, lo que las convierte en realidades dinámicas; aquellas que en
el ejercicio buscan aportar a la sociedad compleja general un bien o unos bienes en materia de
entendimiento, comprensión y mejoría de las relaciones sociales. Otro aspecto a tener en cuenta es
que al ser una actividad social institucionalizada presta por lo tanto un servicio, desde el que el
profesional pretende la remuneración económica. En pocas palabras es el camino que labra por
interés del saber, pero también para ganarse económicamente la vida.
Siendo de tal índole (realidad dinámica), existe una segunda responsabilidad fija en la profesión
docente, pues es inamovible aun con la variación de condiciones contextuales, se trata de la
necesidad de un buen ejercicio de la profesión docente que implique a la formación, en la cual el
docente debe conservar, mejorar y actualizar los conocimientos profesionales. Lo anterior indica
que la formación en el campo de la docencia nunca acaba, es continua y permanente, ya que
establece una relación triangular entre el docente; el saber; y el estudiantado. En este triangulo
ambos actores se ven en función del saber, es aquello que los une y permite entablar la
comunicación, así el docente tiene una relación de deseo con el conocimiento o saber, pero que está
atravesada por una relación de demanda con los estudiantes, a los que les procura impartir la
información y las herramientas necesarias para responder a dichas necesidades sociales a las que se
enfrentarán, de tal manera que la o el docente deben estar en la capacidad de replantear, reformular
y “actualizar sus conocimientos para mejorar la calidad técnica y humana del servicio que presta”
(Vázquez & Escaméz, 2010, p. 13) y por tanto tener una mayor posibilidad de alcance de logros en
el camino de los fines educativos y sociales.
La educación es el campo más relacionado con la noción ética, pues toca directamente con la
condición de ser humano que debe tener en cuenta para poder impartir los conocimientos. Como
proceso complejo, es un campo multidimensional, social, histórico e ideológico orientado a la
formación de seres humanos (Pereyra, 2004), lo que implica que toda práctica educativa esté
permeada por una necesaria eticidad, pues “se desprende de una concepción sobre el ser humano
como persona, como ser ético, histórico, con vocación de ser más y con capacidad de trascender”
(2004, p. 454).Gracias a esta reflexión, se hace necesaria en la formación del docente, el deber de
conocer y reconocer el significado de la educación, la importancia que esta significa para el
crecimiento humano y las mejores formas de transformar ese significado en el lenguaje de las
metodologías pedagógicas. (2013, p. 28)
La sociedad actual se caracteriza por funcionar sobre una interdependencia estructural (entre
estructuras sociales) asumida como una realidad compleja que requiere todo el tiempo de respuestas
para asegurar la supervivencia de la humanidad, lo que nos obliga a tomar conciencia de la alteridad
y tomar la decisión de sobrevivir juntos, y en el proceso poder alcanzar el mejoramiento progresivo
de las condiciones de vida como el de velar por su mantenimiento. El reconocimiento de esta
interdependencia estructural sobre la base de la dignidad, la empatía, la alteridad, la tolerancia, el
diálogo y el reconocimiento de la diferencia como otredad, permite que las respuestas morales que
se desprenden sea la solidaridad y la ética del cuidado (2010, p. 3). En consecuencia, la pregunta
que nos deberíamos hacer es ¿por qué razones no vemos el incremento de estas respuestas, sino que
por el contrario vemos su detrimento en las relaciones sociales? Una sociedad que es regida por
todo un sistema-mundo 1donde dominan las desigualdades, las hegemonías históricas y los
discursos de los países ricos-dominantes que buscan legitimar las explotaciones históricas que han
ejercido, de forma continua, renovando las formas de explotación, respaldadas por el sistema.
En el eterno circulo vicioso de la acumulación de capital difícilmente la sociedad actual pueda
lograr las respuestas morales necesarias para la resolución de los conflictos, empero allí reside el
epicentro de los retos educativos para el siglo XXI. Según Ibañez (2013) citando los tres problemas
que ya había señalado hacia el final del siglo XX en Ética docente, habla acerca de (1) la dificultad
en el aprendizaje de la libertad en el estudiantado gracias a la idea confusa de una autonomía sin
referentes que no permite diferenciar y priorizar los actos más valiosos; (2) la incomprensión del
esfuerzo como un valor importante necesario para poder enfrentarse a las dificultades de la vida y
como un medio habitual para alcanzar resultados significativos. 2; y (3) la dificultad en la
comprensión del otro y en la capacidad para sacar adelante proyectos comunes 3. (2013, p. 20). Ante
estos restos se suman los peligros actuales de la tecnología para la educación interpersonal de las
nuevas generaciones, ya que al ser una plataforma de acceso público maneja información deliberada
y hace parte de un sistema de prácticas y lógicas que responden a la profundización de los
problemas sociales. Un conglomerado lo suficientemente preocupante como para determinar que el
docente tiene una tarea de cuidado imprescindible para generar transformaciones que eleven el
progreso moral de la especie.

1
Immanuel Wallerstein. 1987
2
Originalmente: “…alcanzar resultados de calidad” (p. 20), lo que podría ser contradictorio de nombrar al
emplear el concepto de sistema-mundo.
3

Para la superación de estos retos se requiere del docente que estudié cómo aplicar principios como:
la cercanía, pues no hay empatía ni cuidado posible sin lazos de cercanía, además se requiere para
establecer confianza y evitar caer en una protección autoritaria; distancia, pues aunque se intente
una relación de horizontalidad, es claro que sigue habiendo una relación de poder, en la que el
docente tiene autoridad, que delimita dicha distancia, resaltando que estudiantes y profesores juegan
roles que se manejan sobre unas tareas, y unas metas sociales, que para el docente son la
transmisión de la cultura y la formación de personas críticas en función del aprendizaje del
estudiante. (2010) Al mismo tiempo que el docente ejerce una práctica de cuidado de sí desde la
distancia; el entusiasmo por el saber o conocimiento, por su trabajo y su profesión; por último,
debe poseer humildad para poder lograr relaciones empáticas con el alumnado.

La ética del cuidado invita al profesorado de las distintas disciplinas a que


amplíen y profundicen sus relaciones afectivas con la materia objeto de estudio,
explorando sus conexiones con otras asignaturas, las vidas individuales del
profesorado y del alumnado, y las cuestiones existenciales. De ese modo, los
estudiantes podrán mostrar un verdadero entusiasmo por la asignatura y los
docentes podrán provocar en su alumnado también respuestas afectivas positivas
hacia su materia. (2010, p. 9)
Desde una ética del cuidado, el docente debe aprehender unas disposiciones éticas necesarias para
un ejercicio profesional y personal transparente, coherente y consecuente. La docencia debe poder
articular el saber hacer; el saber conocer; el saber ser y el saber aprender con el saber estar
juntos, resalto la última por la razón de que es la misma relación personal donde empieza una ética
coherente. En efecto el docente requiere la formación disciplinar para obtener unos instrumentos de
lectura, análisis y comprensión, formación que no puede omitir una formación personal que se
caracterice por la empatía y la intuición personal. Además, el docente ético se encuentra en estado
de conciencia y disposición de aprendizaje permanente para poder llegar a generar influencia sobre
el propio entorno. En resumen, la docencia ética implica el encuentro interpersonal como
posibilidad para el cuidado. (2004)
Finalmente se hace necesaria la comprensión del proceso de enseñanza-aprendizaje como la
oportunidad de ocasiones para el encuentro moral humano, de tal manera que el cuidar del otro
como principio docente sea visto como una forma de ser y estar en el mundo, haciendo uso del
diálogo entre agentes morales podemos permitirnos la comprensión interpersonal y de alteridad,
cosa que se ha de practicar para ser aprendida, y en la ocasión generar la ruptura necesaria entre la
separación del ámbito público y el privado, donde la educación de la moral se ha visto relegada al
privado (casa, familia, iglesia) y no a la escuela perteneciente al ámbito público. Así el epicentro del
cuidado reposa en la construcción de una relación de confianza a través de la cual la docencia ética
buscará despertar en el alumnado su seguridad personal que le permita el despliegue de los talentos
propios y por tanto una satisfacción por lo aprendido.
BIBLIOGRAFÍA

Ibáñez-Martín, J. A. (2013). Ética docente del siglo XXI: Nuevos desafíos. Edetania. Estudios y
propuestas socioeducativas, (43), 17-31. Tomado de:
http://revistas.ucv.es/index.php/Edetania/article/view/213
Vázquez Verdera, V., & Escámez Sánchez, J. (2010). La profesión docente y la ética del cuidado.
Revista electrónica de investigación educativa, 12(SPE), 1-17. Tomado de:
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S160740412010000300001&script=sci_arttext&tlng=en
Pereyra, N. O. (2004). Relaciones entre educación y ética. Una aproximación desde la pedagogía
crítica. Educere, 8(27), 453-460. Tomado de: https://www.redalyc.org/pdf/356/35602702.pdf

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