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Minuta 21/02/20

El tema que dirigió nuestras reflexiones en la sesión anterior fue el del


“oscurecimiento” moral que parece rondar en los límites y el interior del diálogo
Cármides. Comenzamos por apuntar algunos elementos acerca de la situación
dramática del diálogo y el contexto histórico en el que se desarrolla; lo que nos
llevó a notar la relación entre el lenguaje y el modo de vida de una ciudad, en el
caso específico del diálogo nos referimos a la relación que existe entre los
términos usados para referirse a virtudes éticas y la situación político-social de
Atenas.
Se apuntó que el diálogo se desarrolla dramáticamente hacia el año 430
a.C. Lo que quiere decir que, para el momento en el que fue escrito todos los
lectores sabían de antemano los resultados de la guerra del Peloponeso y los
destinos de cada uno de los personajes implicados en él. Se llamó la atención
hacia dos cosas: primero, que el contexto del diálogo remitía a una Atenas
distinta a la que dejó Sócrates al partir hacia la campaña de Potidea. La Atenas a
la que regresa Sócrates parece que es la que ya ha experimentado la peste y en
la cual se ha oscurecido parcialmente la moral. Segundo, que este
“oscurecimiento” afectaba al lenguaje en el que se expresaban las virtudes
morales.
Este “oscurecimiento” o sedimentación del lenguaje se muestra en la
cantidad de definiciones que se ofrecen en el diálogo para referirse a la
sophrosyne. Comentamos brevemente nuestra experiencia al respecto y pareció
haber un acuerdo en admitir que nos encontramos en una situación parecida a la
de Cármides, pues en términos como “virtud” y “sabiduría” notamos el cambio en
la referencia que tienen y la falta de dirección para atribuirlos de manera
correcta. Se hizo notar que hasta hace poco se hacía una distinción entre los usos
propios e impropios de los términos y del habla y que hoy en día tiende a diluirse
esa distinción. El sentido propio de las palabras estaba dado por alguna autoridad
y habilitaba una tradición en su uso.
Advertimos que, si bien Cármides era incapaz de dar alguna definición de la
sophrosyne, no es posible establecer una definición de los términos éticos como si
fuesen objetos matemáticos. Sin embargo, es posible rastrear la autoridad y la
tradición a la que sus definiciones hacen referencia. Nos llamó la atención en
especial la segunda definición dada en el diálogo, la que dice que sophrosyne es
“dedicarse a lo que es bueno para uno mismo”.
Esta definición es dicha en boca de Cármides a través de la enseñanza de
Critias. Nos asombró la similitud que había entre esta definición y la dada por
Sócrates al inicio del libro IV de La República que dice que lo justo es “que cada
uno actúe según su propia naturaleza. Nos preguntamos, ¿cómo fue posible que
dos sentencias tan similares propiciaran dos modos de vida distintos, a saber: el
del filósofo y el del tirano? Se apunto que el problema radicaba en cómo cada uno
comprendía el bien y el grado de auto conocimiento que cada uno poseía. Critias
señala que sólo los tontos desconocen en qué consiste su propio beneficio y que
en la medida en que él pretende saber qué lo beneficia puede utilizar y convencer
a los demás para realizar sus propios fines. Por otro lado, la sentencia de
Sócrates surge en el contexto de que es posible un conocimiento sobre sí mismo
y sobre los demás que guíe la acción. La dificultad de tal conocimiento hace que
el filósofo-rey sea improbable.
Por otro lado, comentamos que para la mayoría de los habitantes de Atenas
no fue difícil considerar a Sócrates como un maestro de tiranos, pues tanto Critias
como Alcibíades lo frecuentaban. Sin embargo, para llevar a cabo un juicio así es
necesario tener un conocimiento certero acerca de quién era Sócrates y en qué
consistía su educación, conocimiento del cuál carecía la mayoría de los
ciudadanos atenienses. Por otro lado, tal juicio parece incorrecto si nos
preguntamos por la posibilidad de prever las consecuencias que ciertas
enseñanzas tendrán en el alma de los discípulos; lo que remite, en última
instancia, al problema de los límites y posibilidad de la educación. El que Critias
se haya convertido en tirano a pesar de la relación con Sócrates, nos hizo reparar
en la dificultad de saber cómo es que se llegan a pervertir las almas.
Regresamos al diálogo para comentar el contraste entre Sócrates y Critias
en lo referente a la educación. El diálogo socrático tiende a evidenciar la
ignorancia respecto del tema que se trata, pero el que Cármides no sepa qué es
la sophrosyne no habla tan mal de él como lo hace de su maestro. Critias se
enfurece porque su alumno no supo defender su máxima, desde su perspectiva,
el diálogo socrático lo ha evidenciado como mal educador. Mientras que la
educación socrática impulsa el deseo de saber, la de Critias enseña cómo hay que
justificar la ignorancia. Pero, sobre todo, la educación socrática sólo puede darse
si su interlocutor está dispuesto a aprender, lo cual, se dijo, es dudoso en
Cármides.
Finalizamos la sesión comentando acerca de la corrupción del alma y el
papel del filósofo como educador. Recordamos la imagen del tirano descrita en La
República, pues Critias parecía poseer los talentos necesarios para convertirse en
guardián, pero su afán de honores fue más grande y poderoso. Frente a la falta
de claridad respecto del grado de maleabilidad que tiene el alma humana,
tenemos para continuar la lectura y meditar estas dos preguntas: ¿Qué
enfermedad había en el alma de Critias no pudo ser curada por Sócrates?, ¿por
qué Sócrates no pudo hacerle ver a Critias que lo que en verdad buscaba era la
verdad?

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