Está en la página 1de 6

La Segunda Guerra Mundial ha sido un tema mencionado un incansable número de

veces, lo hemos estado arrastrando durante décadas y es inevitable que hoy día siga
repercutiendo en todas las cosas, siendo raíz de la problemática internacional en gran
medida.

Japón fue uno de los países que cumplieron un papel protagónico debido a la destrucción
y devastación masiva. Resultaba evidente que después de la catástrofe que trajeron los
bombardeos de Nagasaki e Hiroshima, la situación del país cambiaría radicalmente a
futuro.

El perfil del japonés nos dice que son personas que tienen un sentido muy cuidadoso del
respeto, son profundamente espirituales y rigurosos, pero también son personas que
saben aceptar genuinamente las circunstancias y prefieren preocuparse por lo que
pueden hacer que por lo que ya pasó. Saben adaptarse a los cambios con más facilidad y
disposición que muchas otras culturas y países.

La destrucción posguerra significó una circunstancia mucho mayor y que necesitaba la


unión comunitaria de todos los japoneses, ponía a prueba todo lo que los distinguía hasta
el momento. Había un ambiente de desesperanza como nunca en su historia; proliferaba
la muerte, la pérdida, la desesperanza y todo lo que habían estado construyendo con
tanta disciplina y dedicación, simplemente ya no existía. La inminente rendición
significaba una aceptación a que las cosas definitivamente ya no iban a ser como habían
sido hasta ese momento. La solución fue ceder las puertas de Japón de una manera
pacífica y definitiva hacia el mundo occidental; pacífica porque las respuestas de
resistencia y violencia solo habían causado una destrucción mayor que culminó en el caos
de agosto de 1945, y definitiva porque desde años previos a la guerra ya existían
vestigios de que el mundo occidental empezaba a introducirse en el país.

En la música esto se veía venir con bastante anticipación. Los hechos más
trascendentales que ya marcaban un futuro musical significativamente occidental,
sucedían, por ejemplo, en 1926 cuando se formó la Nueva Orquesta Sinfónica y en los
30’s cuando el jazz ya cumplía un papel importante en el medio.

Después de la guerra, a los japoneses ya no les interesaba seguir resguardando con tanta
vehemencia su imperio, prefirieron preocuparse por conservar su cultura de una manera
no violenta y la manera de hacerlo era a través de medios más sutiles y simbólicos. Esto
también significaba una unificación con Occidente, que había representado vencedor y
siendo ellos derrotados, debían responder de una manera honorífica y digna.

La música tradicional japonesa siempre fue un recurso de gran importancia en el


sintoísmo, que durante tanto tiempo fue la religión oficial de Japón (antes de que dejara
de prohibirse el cristianismo). Este recurso fue parte de las cosas no perdidas en la
guerra, y si sobrevivía a la guerra podría sobrevivir a la occidentalización.

Ahora bien, regresando a la solución y tomando en cuenta que la música siempre ha sido
un medio de gran adherencia y un lenguaje universal, propongo que la música tradicional
japonesa fue un medio de preservación y unificación. De preservación, porque esa música
fue algo que después de siglos seguía formando parte de su religión y de su cultura, algo
que los caracterizaba como japoneses y que simplemente no podía desaparecer con
bombas atómicas y guerras, y a su vez, representaba un medio sutil y pacífico para
conservarse y sobrevivir ante la amenaza de una posible desaparición cultural. Cuando
hablo de unificación, me refiero a un sentido de resignación y aceptación genuina en la
que su única forma de sobrevivir como nación fue aceptar la entrada de Occidente, y con
ella, olvidarse del imperio y de un nacionalismo que no permitía que pudieran
recuperarse. Dar entrada a lo que Occidente ofrecía, y a su vez, ofrecer sus recursos
musicales tradicionales, que habían caracterizado a Japón por siglos.

Como todas las cosas tienen su contraparte, surgieron compositores japoneses de


posguerra que se dividían de la siguiente manera: los que se opusieron a la
occidentalización y preferían preservar su identidad como japoneses, los más neutros que
estaban interesados en fusionar los instrumentos tradicionales japoneses con las técnicas
y recursos occidentales y los que se occidentalizaron completamente.

El compositor principal de oposición a la occidentalización fue Toshiro Mayuzumi,


interesado en resaltar su identidad cultural nativa, conserva gran parte de la música
tradicional japonesa y el budismo como una de sus principales influencias. Ryōhei Hirose
es otro compositor que, si bien no estuvo en contra de la occidentalización, sí trabajó en
gran parte con instrumentos tradicionales japoneses, sobresaliendo en sus obras, el uso
del shakuhachi.

Sin duda, la mayoría de los compositores japoneses de posguerra fueron aquellos


quienes adoptaron una fusión entre Occidente y Japón en la música. El principal, Toru
Takemitsu, dice: "Me resulta embarazoso cuando me dicen en países extranjeros «¿Por qué
escribes música occidental aunque seas japonés?» Son preguntas similares a cuando los
japoneses dicen: «Los extranjeros no pueden entender el teatro Noh». Algunos japoneses, sin
embargo, no entienden el teatro Noh. Es más, montones de franceses no entienden a
Debussy. Lo que importa es: ¿qué es comprender? Por ejemplo, escuchando a Brahms, un
alemán y yo podemos entender cosas diferentes, pero cada uno es conmovido en su propia
manera. Incluso en esta sociedad de información hay muchos malentendidos entre japoneses
y extranjeros, pero no hay por qué tomarlo como algo negativo. Deberíamos ver las
diferencias entre cada uno como naturales y susceptibles de ser solventadas por gente de
buena voluntad."

"Es natural que tratemos de admirar y proteger la cultura única que ha desarrollado nuestro
pueblo. Así que también deberíamos tener comprensión y admiración por otras culturas. Lo
que más necesitamos son ojos con los que podamos ver cada cultura o tradición desde un
punto de vista relativo. Y deberíamos estar orgullosos de que cada estilo de vida pueda
cambiar de alguna forma el destino de este planeta."

Otros compositores que también se inclinaron hacia una unificación fueron: Minao Shibata,
quien trabajó con técnicas europeas y después fusionó tales estructuras con música
tradicional japonesa; Makoto Moroi, dio a conocer el serialismo y la música aleatoria a la
audiencia japonesa y combinó música electrónica con instrumentos tradicionales japoneses;
Yūzō Toyama, influido por Bartók y Shostakovich, compone su obra más sobresaliente
basada en canciones folclóricas japonesas; Yuji Takahashi, estudia con Xenakis e incluye
en sus obras instrumentos tradicionales japoneses; Makoto Shinohara, estudia con
Messiaen y trabaja en la fusión de música electrónica con instrumentos tradicionales
japoneses; Shin'ichirō Ikebe, quien sobresale escribiendo música para cine y trabaja con
formas europeas pero incorpora instrumentos tradicionales japoneses y tiene una obra para
conjunto gagaku (de la época imperial japonesa); Roh Ogura, que en sus inicios compuso
sinfonías influenciado por los grandes compositores europeos y en su etapa tardía
compone sobre canciones tradicionales japonesas; y Ryōhei Hirose, que utiliza los
instrumentos tradicionales japoneses en su obra.

Este grupo mayoritario de compositores, a su vez, le dieron al siglo XX nuevas


posibilidades tímbricas necesarias para el desarrollo sonoro que tanto se buscaba. Los
sonidos del koto, el biwa y la shakuhachi ofrecían nuevos timbres y sonoridades.
Fusionados con la música electrónica, las estructuras compositivas europeas, la técnica
serial y las nuevas tecnologías y demás recursos, se abrió un camino hasta el momento
no explorado y se permitió un florecimiento más fluido en el desarrollo musical del siglo
XX.

Por otro lado, entre los compositores japoneses que se occidentalizaron totalmente,
están: Takashi Yoshimatsu, con métodos completamente occidentales, influenciado por la
música electrónica y el jazz y con una etapa serialista y otra neoromántica; Kouhei Tanaka,
con estudios en Berklee, se dedica escribir música para series de anime y bandas sonoras de
videojuegos; e Isao Tomita, pionero de la música electrónica que fusionaba a los
sintetizadores con la música occidental.

En conclusión, vemos que tanto Japón como Occidente han sido potencias musicalmente
fuertes, con raíces bien cimentadas; y que, al contrario de cualquier antagonismo de carácter
nacionalista, la unificación y el intercambio de recursos –cuando no hay más que estrecharse
las manos- resultan ser una fuente que posibilita el fluir del desarrollo para todas las artes.
Favorece la exploración y la búsqueda en la que el artista tanto se afana, y a su vez, trae a los
polos “opuestos” un ambiente de conexión, de pacificación mutua donde no hay cabida para
guerras.
Instituto Nacional de Bellas Artes

Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey

Materiales Musicales IV

Mtra. Myrna Bazán

La música tradicional japonesa como medio de preservación


religiosa y unificación con Occidente, ante la derrota durante la
Segunda Guerra Mundial y la forzosa ocupación extranjera.

Nombre: Alondra María Ayala González

Monterrey, Nuevo León a 31 de mayo de 2019

También podría gustarte