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Singapur en el 65 Según el Reporte Global de Brechas de Género del Foro

Económico Mundial,
Para el caso de Singapur, los resultados son divergentes por cuanto las mujeres
conforman el 53 por ciento de las estudiantes de ciencias en pregrado, sin embargo
descienden a un 44 por ciento en doctorado. Esto se intensifica en la cantidad de
investigadoras, donde se reducen en un 30 por ciento. Una realidad similar se
percibe en los sectores productivos, donde el sector público solo cuenta con un 36
por ciento de composición femenina, la academia con 34 y el sector privado con
apenas un 26 por ciento de mujeres.

Hace dos años, después de descubrir que 38 de las 100 empresas más grandes de
Singapur tenían directorios enteramente masculinos, el Comité de Acción de
Diversidad (DAC, por sus siglas en inglés) empezó a llevar una clasificación bien
publicitada de firmas, basada en la representación de género. El resultado: el
número de empresas sin mujeres en sus juntas se redujo a 27 a fines de junio.

Inspirados por India, en Singapur buscan despenalizar la


homosexualidad
SINGAPUR — En el Imperio británico, las leyes que penalizaban la homosexualidad
en las colonias eran tan similares que a menudo incluso compartían el mismo código.
En India, se trataba de la sección 377. En Singapur es la 377 A.

Por eso, cuando la Corte Suprema de India eliminó hace unos meses la ley de la
época colonial que criminalizaba el sexo homosexual, Johnson Ong —a 4023
kilómetros, en Singapur— consideró el suceso un llamado a la acción. En cuestión de
días, Ong, de 43 años, presentó un recurso de inconstitucionalidad para anular la
versión singapurense de la prohibición, con el argumento de que era “absurda y
arbitraria” y que “vulneraba la dignidad humana”

“La sociedad india es muy conservadora, mucho más que la singapurense en algunos
aspectos”, comentó Ong. “Así que pensé: ‘Si India puede hacerlo, ¿por qué nosotros
no?’”.

Esa es una pregunta que los activistas por los derechos de las personas homosexuales
en todo el antiguo imperio británico se hacen después del histórico dictamen de la
corte en India. Ellos consideran la decisión de los legisladores indios no solo como
una victoria para el movimiento global de los derechos de las personas
homosexuales, sino también un repudio contundente a la herencia victoriana que
desde hace mucho las ha reprimido.

Más de la mitad de los casi setenta países que criminalizan el sexo homosexual son
antiguas colonias que heredaron esas leyes de los británicos. Muchos adoptaron las
leyes directamente del código penal indio, que en ese entonces se consideraba un
modelo para las otras colonias.

Ahora, décadas después de obtener su independencia del Reino Unido y de que los
británicos despenalizaron la homosexualidad en su propio país, estas leyes de la
época colonial siguen vigentes. Este año, la primera ministra Theresa May incluso
reconoció la responsabilidad del Reino Unido al respecto, y dijo que esas leyes “eran
erróneas en ese entonces y también en la actualidad”.

La decisión en India ha dado un nuevo aire a una batalla que los activistas por los
derechos de las personas homosexuales han llamado “la resaca colonial”.

Quizá el movimiento más resonante después de la decisión de la corte india surgió en


Singapur, una próspera ciudad-Estado que no destaca por su vibrante activismo
cívico. Aunque antes ya han fracasado los desafíos legales contra la prohibición, los
activistas revivieron las iniciativas después de que Tommy Koh, un veterano
diplomático singapurense, habló sobre la decisión india e instó a la comunidad
homosexual a “intentarlo de nuevo”.

El apoyo de Koh detonó una ola de diálogo en torno a la sección 377A, que data de
1938 y amenaza con hasta dos años de prisión a los hombres que cometan “cualquier
ultraje contra la moral pública” con otro hombre. La ley no dice nada sobre el sexo
entre mujeres y rara vez se aplica.

Además del desafío constitucional de Ong, más de cincuenta mil personas, entre ellas
un exfiscal general y varios diplomáticos, firmaron una petición con la que instaron
al gobierno a reconsiderar la sección 377A como parte de una gran revisión del
código penal, la primera en más de una década. El gobierno la rechazó.

Aunque el ímpetu inicial ha disminuido en su mayor parte, los activistas siguen


determinados a impulsar los cambios.

Singapur ha pasado gran parte del año en un rol protagónico de la escena global,
primero por ser el lugar donde se celebró la cumbre en junio entre el presidente
estadounidense Donald Trump y Kim Jong-un, el líder norcoreano, y más tarde
porque ahí se ambientó Locamente millonarios, una exitosa película que exhibe la
vida de lujo de un grupo de personajes adinerados.

“El mundo tiene la imagen de que Singapur es un país moderno y perfecto con una
gran calidad de vida y políticas progresistas”, comentó Glen Goei, un director de cine
y teatro que ayudó a crear la petición. “Sin embargo, esa solo es la superficie de
Singapur. No ven lo que hay debajo”.

Los grupos religiosos conservadores han encabezado la oposición al movimiento de


revocación. En septiembre, el Consejo Nacional de Iglesias de Singapur, que
representa a casi doscientas iglesias, expresó su apoyo a la ley, y declaró que “el estilo
de vida homosexual no solo es nocivo para los individuos, sino también para las
familias y la sociedad en general”.

Haciendo eco de argumentos que se han utilizado en otros países, algunos


singapurenses han expresado preocupación de que eliminar la prohibición amenace
“los valores familiares tradicionales” y provoque que el país “se dirija hacia un
camino incorrecto”.

Los funcionarios dicen que depende de la sociedad decidir qué dirección quiere
tomar al respecto. Una encuesta reciente realizada por Ipsos Public Affairs, una
empresa independiente de investigaciones de mercado, halló que el 55 por ciento de
los singapurenses apoyaba la sección 377A, mientras que el 12 por ciento se oponía a
ella.
En una entrevista con la BBC el año pasado, el primer ministro Lee Hsien Loong dijo
que la ley “era un arreglo incómodo”.

“Estoy dispuesto a vivir con ella hasta que cambien las actitudes sociales”, comentó.

Los activistas dijeron que eso era inusual para un gobierno conocido por su
pragmatismo respecto a los asuntos de los ciudadanos.

“Es extraño que digan ‘que la sociedad decida’ porque nuestro gobierno nunca ha
sido pasivo”, dijo Johannes Hadi, un abogado que comenzó la petición junto con
Goei. “Siempre han hecho lo que sienten que corresponde a los intereses del país”.

En 2007, el Parlamento singapurense votó a favor de repeler la sección 377 original,


que prohibía el sexo oral y anal entre adultos de manera consensuada, y dejaron en
vigor solo la sección 377A.

Los funcionarios han buscado tranquilizar a las personas homosexuales, al


recordarles que la ley rara vez se aplica. Sin embargo, según testimonios reunidos
por organizaciones locales sin fines de lucro y compiladores de testimonios a lo largo
de los años, los singapurenses homosexuales han relatado que viven bajo la sombra
de una ley que los clasifica como criminales tan solo con base en su identidad.

La soledad profunda es un tema recurrente. Aunque los singapurenses se


enorgullecen de su sociedad multicultural, las leyes nacionales de medios y sedición
son estrictas y desaniman los debates en torno a las diferencias étnicas y religiosas, y
ni qué decir de las conversaciones sobre la identidad sexual.

Los activistas dicen que la prohibición de sexo entre parejas de hombres impone un
tono de discriminación que afecta a toda la comunidad homosexual. En los medios,
por ejemplo, no se permiten las representaciones positivas de personas
homosexuales.

Incluso en este entorno relativamente hostil, es posible tener algún sentido de


normalidad. Ong es un DJ que también dirige una agencia de mercadotecnia digital y
vive con su pareja de hace tiempo, un chef. Los fines de semana ven películas. Para el
Festival del Medio Otoño, hicieron pasteles de luna con taro y durio para vender a
sus amigos.

No obstante, mientras la sección 377A siga vigente, dijo Ong, vivir como un hombre
homosexual en Singapur será como “estar parado sobre una trampa”.

“Ves que la palanca para activarla está ahí mientras que el gobierno te dice: ‘No te
preocupes, no vamos a usarla”, comentó. “Pero jamás estás seguro”.

Aunque el gobierno se mostró impávido ante la petición, el desafío constitucional de


Ong sigue pendiente, y se tiene programada una conferencia previa al juicio para el
18 de febrero.

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