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La Escuela de Formación Misionera, de Madrid, está celebrando sus bodas de plata. En estos
25 años, más de un millar de misioneros han pasado por sus aulas para prepararse a la misión
lejos de su tierra.
Este centro para misioneros surgió en 1990, cuando quienes se sentían llamados a la misión
ad gentes no eran ya solo los miembros de instituciones misioneras y religiosos en general,
sino también multitud de personas de toda clase y condición, con profundas convicciones
cristianas y ansias de compromiso. Tal vez por ello, en la prehistoria de la Escuela hallamos
unos cursos de Misionología que ofrecían los Hermanos de La Salle en su Instituto San Pío X,
allá por los años ochenta.
Por aquellas mismas fechas, la Conferencia Episcopal Española (CEE) solicitó a la Conferencia
Española de Religiosos (CONFER) la creación de una escuela de formación para misioneros.
Como el por aquel entonces encargado de CONFER-Misiones, el Hermano Pedro Arrambide,
era también el principal responsable de la Misionología en el San Pío X, la forma más sencilla
de cumplir el encargo de los obispos pareció reestructurar y ampliar aquel curso de
Misionología. Y a esa tarea se puso de inmediato con entusiasmo el Hermano Pedro.
En la labor contó con varios apoyos importantes, ya que a la idea del centro de formación para
misioneros se sumaron enseguida varias instituciones: desde las Obras Misionales Pontificias
(OMP) hasta el Servicio Conjunto de Animación Misionera (SCAM), pasando por el Instituto
Español de Misiones Extranjeras (IEME), la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana
(OCSHA), los Cristianos con el Sur (OCASHA) y la Coordinadora de Asociaciones de Laicos
Misioneros (CALM), que terminaron fundando la Escuela de Formación Misionera y son, con
los Hermanos de La Salle, sus actuales patrocinadores.
Aquellos nutridos grupos iniciales de futuros misioneros han ido dando paso en la Escuela a
listas más reducidas, de laicos y religiosas sobre todo, jóvenes de todas las edades, no todos
españoles, incluido algún misionero con largos años de brega a sus espaldas que ve en la
Escuela una oportunidad ideal para reciclarse.
La celebración es, sin duda, una espléndida noticia, no solo para los amigos de La Salle, sino
también para toda la Iglesia española, que reafirma la vitalidad de la vocación misionera entre
sus fieles.