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APUNTES
CURSO 2005-2006
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3. El Empirismo.
4. El conocimiento en Hume.
La reacción contra el racionalismo se llama empirismo y es propia del siglo XVIII. El empirismo
abarca una trayectoria histórica que va desde Aristóteles, pasando por Tomás de Aquino y
Bacon, y la figura cumbre del empirismo, el escocés Hume (1711-1776), que publica en 1748 su
Investigación sobre el conocimiento humano.
El empirismo es otra forma de interpretar el problema del conocimiento: ¿Cuál es la capacidad
del entendimiento humano? Hay que determinar sus límites y saber hasta dónde puede llegar. El
objeto del conocimiento son las ideas; el punto en que se acentúan más las diferencias entre
racionalistas y empiristas es el origen de las ideas: los racionalistas sostienen su origen innato,
mientras que los empiristas consideran que todas las ideas proceden de la experiencia.
Con el empirismo se niega la autoridad filosófica, y se exalta el conocimiento sensible; se critica
la metafísica porque ésta niega el valor de la experiencia. Éste es el corte histórico más radical
que se da entre la tradición metafísica platónico-aristotélica y la filosofía moderna. Se empieza a
prescindir de todo aquello que predominó durante siglos en el pensamiento occidental. Su
postura contra el racionalismo le servirá para oponerse al dogmatismo y resaltar los valores
humanos de tolerancia y convivencia.
¿Cuál es la diferencia fundamental con el racionalismo? Que el empirismo basa su conocimiento
en la experiencia sensible, y no en la pura razón. No podemos estar seguros de nada, por lo
tanto, seamos prudentes y aceptemos las libertades y acostumbrémonos a respetar a los otros.
Nuestros débiles conocimientos nos bastan para vivir; conformémonos con ellos sin pretender
desentrañar los enigmas metafísicos ni afirmarnos en verdades absolutas.
Aquí se plantean muchos problemas: si el empirismo se basa en la experiencia como fuente de
conocimiento, y esto es lo que se valora por encima de todo, ¿ya no tienen valor las verdades
eternas e inmutables? ¿Ya no tienen nada que hacer los valores eternos, necesarios,
universales, esos que trascienden los casos particulares?
derecho divino, es el modelo a imitar. Los teóricos del liberalismo, como Locke y los científicos
como Newton, ingleses, fueron los inspiradores de la Ilustración europea.
El liberalismo inglés, que exalta los derechos del individuo como naturales e
inalienables delante del poder del estado y de la sociedad. Las ideas empiristas sobre
los derechos del hombre han llegado a ser patrimonio de la humanidad y figuran, en
todas las constituciones, como derechos fundamentales.
El deísmo proclama la fe en un dios creador de este mundo que está regido por leyes
internas y necesarias que excluyen cualquier posible intervención posterior que lo pueda
desviar de su orden natural. Defienden, en consecuencia, una religión natural -sin
misterios ni iglesias-, enmarcada dentro de los parámetros de la razón. De esta visión
nació la masonería.
La ilustración alemana destaca por apartar el cosmos y la metafísica y sustituirlos por el interés
hacia el hombre y su psicología. Sus representantes son Wolff, el emperador Federico II y Kant.
Dos son los principios típicamente renacentistas que dieron lugar al pensamiento ilustrado: el
Racionalismo y el Naturalismo.
2.2.1. Racionalismo.
La mayoría de los filósofos tienen el sentimiento de liberar el espíritu humano de la “barbarie” a
que está sometido el Hombre, y orientarle hacia las luces de la Razón.
Esta confianza en la razón tiene su expresión filosófica en la Enciclopedia (Diccionario
razonado de las Ciencias, las Artes y Oficios; es una obra colectiva que trataba de dar soluciones
racionales a cuantos problemas preocupaban a la sociedad noble y burguesa de su tiempo).
La razón lleva a la mayoría de los filósofos, no a todos, al deísmo -religión natural-, que
considera al Ser Supremo como ordenador del Mundo y como aquél que establece las leyes de
la Naturaleza.
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Piensan que la mayoría de las sociedades deben estar organizadas para la dicha y la felicidad
materiales; se considera como legítima la búsqueda del placer; se empieza a exigir el respeto a
los derechos naturales, y, como consecuencia, se valoran la filantropía y la tolerancia religiosa.
La doctrina que divulgan socava la religión revelada, la autoridad de la Iglesia y la Monarquía de
derecho divino.
2.2.2. Naturalismo.
El ideal de la ilustración fue la Naturaleza (herencia del Renacimiento): lo natural es abarcado
por la Razón; así, estaban en franca oposición con lo sobrenatural, lo tradicional, lo religioso;
sus fórmulas reciben el nombre de “Religión natural”, “Derecho natural”, “Estado natural”, “fuerza
de la razón humana”, “predominio de la conciencia libre”. etc.
Existía un optimismo irrefrenable, basado en las luces de la razón, sobre el futuro de la
humanidad: creencia en un progreso indefinido; los mismos gobernantes, suficientemente
ilustrados, podían resolver cuantos problemas y miserias afectasen a los hombres, tanto
materiales como espirituales. Este naturalismo se abate sobre la Monarquía y la Iglesia, que en
aquel momento era tanto como decir que iba contra el armazón que sostenía la sociedad entera.
3. El Empirismo.
Verdades de hecho
Son verdades contingentes: pueden ser o no ser, o dejar de ser. No son necesarias. Pueden
suceder o no haber sucedido. Por ejemplo: Fleming inventó la penicilina; su opuesto también
pudo ser verdad: Fleming no inventó la penicilina, o pudo haber inventado otra cosa.
Se basa en el principio de la razón suficiente: todos los hechos tienen alguna razón suficiente
para suceder. Al no ser verdades analíticas, no basta con analizar el predicado y el sujeto, se
necesita otra cosa.
Berkeley dice: Si yo no conozco la realidad exterior, sino sólo la idea ¿cómo puedo afirmar que la
idea es la representación de esta realidad? Por tanto, conocemos ideas (en el sentido de Locke:
sensaciones...), pero también conocemos las cosas (por ejemplo, la silla en la que nos
sentamos...); luego, las cosas son ideas; es decir, no hay cosas e ideas, sino ideas; el ser de las
cosas es el ser percibidas: el ser de las cosas se agota en ese ser percibidas.
Por tanto, no existen las cosas fuera de la mente; la única realidad es la mente que las percibe.
¿Por qué las percibe?, ¿de dónde recibe las impresiones? No de las cosas (que no existen), sino
de Dios.
Así, del empirismo de Locke se llega al idealismo inmaterialista de Berkeley.
Obras:
Tratado sobre la naturaleza humana (1739).
Investigación sobre el conocimiento humano (1748).
Investigación sobre los principios de la moral (1751).
Diálogos sobre la religión natural (1779).
Así como Locke se mantuvo en una postura empirista moderada, Hume no hizo ninguna
concesión a las teorías clásicas y llevó hasta el extremo las consecuencias epistemológicas.
Hume pensaba que toda la filosofía clásica no poseía ningún significado objetivo y había servido
para sostener toda una amplia corriente cultural plagada de suposiciones, fanatismos
intransigentes y creencias infundadas. Ante este fanatismo dogmático, la solución había de ser
el criticismo, es decir, el intento de poner freno a las infundadas creaciones de la imaginación.
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Hume, según confiesa en su obra Tratado sobre de la naturaleza humana , pretende contribuir al
avance del conocimiento, fundamentando sobre todo la seguridad. Esto sólo se puede conseguir
construyendo la ciencia de la naturaleza humana. Ésta es la única ciencia del hombre, y de ella
surgirán el resto de las cuestiones: un sistema moral que nos diga qué debemos hacer, una
ciencia política que nos oriente sobre el gobierno adecuado, una física que nos muestre el
funcionamiento del mundo material... ya que ha de construir la ciencia de las ciencias. Para ello,
toma en consideración cuatro aspectos:
Conocimiento: Hay que estudiar el conocimiento humano; su alcance y validez , qué
posibilidades de conocimiento tiene, etc.
Ideas: Hay que estudiar la naturaleza de las ideas que empleamos, porque en ellas
se fundamenta nuestro conocimiento.
Fundamento: Hay que hacerlo con un fundamento nuevo: el método experimental.
Hay que trasladar a las ciencias del hombre el método empleado por Newton en la
ciencia (por eso se llamará a Hume el Newton de las ciencias morales).
Experiencia: Hay que basar el conocimiento únicamente en la experiencia y en la
observación; el ámbito de la experiencia humana. No podemos ir más allá de la
experiencia.
Y para llevar a cabo este proceso, debemos hacer un estudio del alcance de nuestro
conocimiento.
4. El conocimiento en Hume.
4.2.1. Semejanza.
Entre las impresiones e ideas simples hay una gran semejanza. Toda percepción de la mente
aparece a la vez como impresión y como idea. Por ejemplo, las ideas que me formo de esta
clase cuando cierro los ojos son representaciones exactas de las impresiones que he percibido.
Con las complejas no siempre se da esa semejanza, porque muchas de nuestras ideas
complejas no han tenido nunca impresiones correspondientes.
4.2.2. Correspondencia.
A toda idea simple le corresponde una impresión simple.
4.2.3. Representación.
Las ideas no son copia exacta, son representación de la experiencia: las ideas son imágenes de
las impresiones.
4.2.4. Origen.
La impresión siempre es anterior a la idea. La impresión es causa de la idea, pero no al revés. La
idea procede siempre de la impresión, mediata o inmediatamente. Nunca en orden inverso.
Se introduce, así, un criterio tajante para decidir acerca de la verdad de nuestras ideas: una idea
es verdadera si procede de alguna impresión. Si podemos señalar la impresión correspondiente
a esa idea, es una idea verdadera; si no podemos, es una idea falsa. Por tanto, el criterio y el
límite de nuestro conocimiento son las impresiones.
Hasta ahora hemos visto la distinción entre impresiones e ideas, que es una distinción que se
refiere a los elementos del conocimiento. Ahora vamos a ver otra distinción que hace Hume en
referencia a los modos o tipos de conocimiento.
siempre que se nos aparezca A, esperamos que suceda B, pues nos “imaginamos” que existe
alguna conexión entre ellos. Hablaremos de esto más tarde.
Este es el caso en que tanto la causa como el efecto están presentes en los sentidos. Esta
naturaleza son todos nuestros razonamientos en la conducta de la vida, y de aquí se deriva toda
la filosofía, con la única excepción de la geometría y la aritmética. Es decir, podemos justificar
esta operación en todos los casos.
A toda idea le tiene que corresponder una impresión; si no hay correspondencia, hay falsedad. El
límite de nuestro conocer es la impresión: el conocimiento de la mente humana está
completamente limitado por las impresiones. El conocimiento no tiene otra base que las
impresiones: este conocimiento es el que nos hace reflexionar sobre el punto fundamental en la
filosofía de Hume: la causa.
uno después del otro. Esta sucesión es lo que hemos observado, pero lo que no hemos
observado es la relación necesaria entre una cosa y otra; no tenemos experiencia de que un
segundo hecho haya sido causado por el primero.
Del futuro sólo podemos afirmar una creencia: creemos que el agua me mojará, que el calor me
quemará... No hay conocimiento, sino creencia (Invest. conocim.). La certeza proviene del
hábito: la costumbre que tenemos de ver un fenómeno después de otro hace que lo afirmemos
con certeza; pero esa certeza no proviene del conocimiento, sino de la costumbre.
Hume puede admitir cierto nexo causal entre percepciones, pues en esto consisten las leyes de
asociación (una impresión nos hace recordar a otras) pero siempre negará el valor objetivo de
dicho principio. Los puentes con la realidad (con las cosas) se encuentran rotos, el velo de las
percepciones se cierra sobre él mismo.
4.4.1. Conclusión.
No podemos afirmar el principio de causalidad (“Todo efecto tiene su causa”), porque:
Nuestras impresiones son del pasado, no del futuro.
No tenemos impresiones de la causalidad necesaria.
Hay una unión de impresión a impresión, pero esta unión no es de causa a efecto, sino de
simple sucesión. Por ejemplo, siempre que ha llovido me he mojado; hay una simple sucesión
de hechos, pero no hay una unión causal.
No hay unión de impresión a no impresión: de la impresión no podemos deducir algo de lo
cual yo no tengo impresión. Por ejemplo, yo no tengo impresión de la causa ; por tanto no
puedo concluir que el agua es la causa de que me moje.
Problema: Si yo no puedo afirmar ninguna cosa de la que no tengo impresión ¿qué pasa con
Dios, el mundo, yo? Porque de ninguna de estas realidades puedo tener impresiones, como
va a demostrar Hume. Se trata del problema de la sustancia.
4.5.1. Mundo.
Locke justificaba la realidad del mundo distinta de la mente diciendo que la realidad extramental
es la causa de nuestras impresiones.
Hume no puede aceptar esta afirmación, porque no tenemos impresiones de la relación causa-
efecto. Yo lo único que puedo afirmar es que “tengo una impresión”, pero no puedo afirmar que
mi impresión corresponda a una realidad exterior. La realidad está más allá de las impresiones.
Si lo afirmo estoy deduciendo una cosa de la cual yo no tengo impresión.
Por tanto, no podemos afirmar la existencia de una realidad corpórea distinta de nuestras
impresiones. Lo único que podemos afirmar es la realidad de nuestras impresiones, pero no
realidad alguna distinta de ellas.
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4.5.2. Dios.
Tanto Locke como Berkeley habían afirmado la existencia de Dios desde el principio de la
causalidad. Naturalmente, Hume lo niega:
De Dios no tenemos ninguna impresión y, por tanto, no podemos afirmar su existencia.
Dios sería una sustancia, una realidad en sí, por lo tanto no puede ser objeto de nuestras
impresiones: no podemos conocer a Dios.
No hay nexo causal entre las impresiones y Dios, que está más allá de nuestras
impresiones. No podemos afirmar su existencia. La pregunta que hay que hacerse es:
¿De dónde provienen esas impresiones?
Hume dice: no lo sabemos; no tenemos más conocimiento que nuestras impresiones, el límite de
nuestro conocimiento son las impresiones. Sabemos que las tenemos, pero nada más; no
sabemos de dónde vienen. Es un escepticismo total.
Tanto la teología como la filosofía han intentado demostrar con la razón la existencia de Dios,
pero no tenemos ninguna impresión de esta idea. Por lo tanto, Hume no puede afirmar su
existencia.
Para demostrar la existencia de Dios, la razón ha encontrado dos tipos de argumentos:
inductivos (a priori) en la definición de Dios.
deductivos (a posteriori)
Tanto los unos como los otros son refutados porque descansan en el principio de causalidad, es
decir, el hecho de tener un cosmos tan perfecto, implica tener un arquitecto perfecto (Dios). Por
esto no tiene un fundamento lógico ni empírico.
4.5.3. Yo.
Desde Descartes se había afirmado la realidad del “yo” como sustancia distinta de nuestros
pensamientos, por intuición inmediata: “pienso, luego existo”. Aquí no interviene la idea de causa,
sino que se afirma por intuición inmediata. Pero Hume lo debe negar:
Sólo tenemos intuición de nuestras impresiones.
El “yo” o “persona” no es una impresión: es aquello que se supone como sujeto al que se
refieren nuestras impresiones. Pero de ello no tenemos impresión.
Nuestras impresiones no son constantes, sino variables: una impresión sucede a la otra;
siento dolor, después siento tristeza, después alegría... Nunca existen todas al mismo
tiempo, sino que se suceden. Por tanto, no hay una impresión constante y permanente.
Como puede verse, la conclusión de Hume no puede ser más pesimista, pues el criticismo de su
filosofía le ha llevado a un callejón sin salida. De este modo, termina cayendo en un
fenomenismo ¿Qué podemos conocer? Únicamente fenómenos, y esta posición le lleva a un
escepticismo. ¿De qué puedo estar seguro? Absolutamente de nada (sólo de mis percepciones)
y el escepticismo conduce a un relativismo: no existe una verdad objetiva y común, cada cual
posee su verdad individual y distinta.
Hume, en lugar de aspirar a una certeza metafísica e indudable, aspira a encontrar una certeza
moral y ésta nos basta en la vida cotidiana. Aunque la razón sea incapaz de proporcionarnos una
verdad absoluta, mi propia naturaleza humana, mi propio sentido común basta para guiarme en
los avatares de la vida.
Luego, la realidad es puramente fenoménica (lo que aparece, el fenómeno), y no sabemos nada
más: de ahí el escepticismo que llega consigo. Así se reconoce él mismo.
Hume era un filósofo práctico, hace una crítica durísima del racionalismo y ha denunciado los
abusos de la razón. Llega más lejos que Locke y Berkeley ya que concluye que sólo tenemos
percepciones y de ellas no podemos deducir ni la existencia de la materia (como afirma Locke) ni
la del espíritu (como afirma Berkeley). Pretendió sustituir la certeza de la razón por la simple
creencia, la probabilidad o la fe.
Sólo hay un conocimiento a priori de los enunciados matemáticos y la lógica y el resto, son
conocimientos a posteriori. Hume propone valorar modestamente los límites del conocimiento
humano y atenerse, sobre todo, a los hechos.
Hume analiza la ciencia del hombre usando el mismo criterio que usó en el estudio de los
principios metafísicos: la verdad de cualquier juicio ha de estar ratificada por la observación o por
la experimentación.
¿Cuál es el fundamento de esos juicios?, ¿en qué se basan?: ésa ha sido la pregunta que se
han hecho todos los filósofos desde los griegos, para responder que el fundamento está en la
razón: la razón conoce la naturaleza del hombre y de ese conocimiento deduce lo que va en
contra de la naturaleza -y por tanto es malo- y lo que es conforme a naturaleza -y por tanto es
bueno.
Hume se opone a este pensamiento (Tratado, III, I, 1-2). Según él, la razón no es el fundamento
de los juicios morales, porque:
Los juicios morales determinan nuestro comportamiento. Cuando decimos que
tal acción es buena, esa afirmación nos incita a realizar esa acción. Lo mismo en el
caso de afirmar que una acción es mala, lo afirmamos para no realizar esta acción.
Los juicios morales, por tanto, se hacen para determinar nuestro comportamiento en
orden a obrar siempre bien.
La razón no puede determinar nuestro comportamiento . El conocimiento
intelectual no puede determinar el que nosotros hagamos una acción o la evitemos:
el conocimiento -según Hume- es de relaciones entre ideas o de hechos:
El conocimiento de relaciones entre ideas (por ejemplo, las matemáticas) por sí
mismo no impulsa a realizarlas: es un conocimiento puramente intelectual.
El conocimiento de hechos: los hechos son solamente hechos, no juicios morales. El
hecho en sí (por ejemplo, un crimen) no es un juicio: el juicio se hace en el interior de
uno mismo, en el sentimiento; allí se reprueba el crimen o se alaba la virtud. Mientras
no lleguemos al sentimiento, no ha habido juicio.
El bien, el mal, la belleza no son valores éticos absolutos, simplemente expresan sentimientos,
impresiones subjetivas. El hecho de que sean aceptados por la mayoría sólo demuestra que la
naturaleza humana es uniforme pero todo se puede explicar en términos de costumbres y
hábitos humanos.
http://www.filosofia.net/materiales/tem/hume.htm (Hume)