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ACERCA DE LA DEFENSA DE LA REVOLUCIÓN

Nestor Makhno
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En el contexto del debate que ha tomado lugar entre nuestros camaradas de distintas tierras
respecto a la Propuesta de Plataforma para una Unión General de Anarquistas, publicado
por el Grupo de Anarquistas Rusos en el Extranjero, he sido consultado, por diversos
actores, sobre escribir un texto dedicado específicamente a la cuestión de la defensa de la
revolución. Pretendo tratar sobre el tema de la forma más diligente, pero antes de hacerlo,
creo tener el deber de informar a los camaradas que éste no se trata de un asunto central de
la Propuesta de Plataforma: su esencia, es la necesidad de alcanzar la unidad más
consistente en nuestras filas comunistas libertarias. Esto requiere sólo de reparos y
complementos para su implementación. De otro modo, si no apuntamos a la convergencia
de nuestras fuerzas, nuestro movimiento estará condenado a sucumbir de una vez por todas
a la influencia de los liberales y oportunistas que penan en nuestros círculos, si no, a los
descarados especuladores y aventureros políticos, quienes, en el mejor de los casos, pueden
ir por ahí con sus charlatanerías, pero son incapaces de luchar en terreno por el logro de
nuestros grandes objetivos. Esto último, sólo puede ocurrir si vamos de la mano con todos
aquellos que creen instintivamente en la rectitud de nuestra lucha y que buscan lograr,
mediante la revolución, la libertad e independencia más amplias posibles, para así construir
una nueva vida y una nueva sociedad, en la cual los individuos puedan por fin, y sin
obstáculos, ejercer su impulso creativo en beneficio del bien común.

En lo que concierne al objetivo específico de la defensa de la revolución, voy a fiarme de


mis experiencias de primera mano durante la Revolución Rusa en Ucrania, en el curso de
una lucha desigual, pero decisiva, librada por el movimiento revolucionario de los
explotados ucranianos. Aquella experiencia me ha enseñado, primeramente, que la defensa
de la revolución se liga directamente a la ofensiva que se opone a la Contra-revolución: en
segundo lugar, que su expansión e intensidad se encuentran condicionadas, en todo
momento, a la resistencia de los Contra-revolucionarios: en tercer lugar, se desprende de lo
anterior que las acciones revolucionarias dependen estrechamente del contenido político, de
la estructura y de los métodos organizativos adoptados por los destacamentos
revolucionarios armados, que se ven obligados a confontar ejércitos contra-revolucionarios
convencionales en un extenso frente.

En la lucha contra sus enemigos, la Revolución Rusa primero comenzó por organizar
destacamanentos de Guardias Rojas, bajo el liderazgo de los Bolcheviques. Se detectó
rápidamente, que éstos fueron incapaces de soportar las presiones de las tropas enemigas,
específicamente, de los cuerpos de avanzada alemanes, austríacos y húngaros, por la
sencilla razón que, la mayor parte del tiempo, éstos operaban sin ninguna guía operativa
general. Esto es por lo cual los Bolcheviques, en la primavera de 1918, optaron por la
organización del Ejército Rojo.

Fue entonces cuando lanzamos el llamado a formar "batallones libres" de explotados


ucranianos. Rápidamente se evidenció que tal organización era impotente para sobrevivir
las provocaciones internas de toda clase, dado que, sin un registro adecuado, político o
social, recibía a todos los voluntarios, a condición sólo de que estuvieran deseosos de tomar
las armas y luchar. Esta es la razón por la cual las unidades armadas establecidas por esta
organización fueron traicioneramente enviados al enemigo, un hecho que les impidió ver
más allá su misión histórica en la lucha opuesta a la contra-revolución.

Sin embargo, a continuación del revés inicial de la organización de los "batallones libres"
-que pueden ser descritas como unidades de lucha de la primera linea de defensa de la
revolución- no nos desesperamos. La organización fue, de alguna manera, revisada en su
formato: los batallones fueron complementados por destacamentos ligeros de partisanos de
un tipo mixto, es decir, que comprendían infantería y caballería indistintamente. La tarea de
estos destacamentos era operar adentrados tras las lineas enemigas. Esta organización fue
puesta a prueba durante las operaciones contra las fuerzas de avanzada Austro-Alemanas y
las bandas del Atamán Skoropadsky (1), su aliado, durante el final del verano y el otoño de
1918.

Adhiriendo a esa forma de organizar la defensa de la revolución, los explotados ucranianos


fueron capaces de arrancar de las garras de los contra-revolucionarios la horca que éstos
habían ajustado a la revolución en Ucrania. Es más, no estando contentos sólo con defender
la revolución, la profundizaron tanto como pudieron (2).

En la medida en que la contra-revolución interna se extendía adentro del país, ésta recibía
ayuda de otros países, no sólo en la forma de armas y municiones, sino que además en la
forma de tropas. Pese a esto, nuestra organización para la defensa de la revolución también
se expandía en tamaño, y al mismo tiempo, según surgía la necesidad, adoptaba un nuevo
formato y métodos de combate más adecuados.

Sabemos que el frente contra-revolucionario más peligroso en ese entonces, estaba a cargo
del ejército del General Denikin: sin embargo, el movimiento insurgente hizo de las suyas
en su contra, durante cinco o seis meses. Un buen número de los mejores comandantes
Denikinistas fracasaron frente a nuestras unidades, las cuales carecían de otras armas que
las arrebatadas al enemigo. Nuestra organización contribuyó en gran medida a ello: sin
pisotear la autonomía de las unidades de combate, las reorganizó en regimientos y brigadas
coordinadas por un Equipo operativo común. Es verdad que el establecimiento de éste, fue
factible sólo gracias a la apreciación por parte de las masas de explotados revolucionarios
en servicio en las lineas de Frente contra el enemigo, así como tras sus lineas, de la
necesidad de un Comando militar único. Es más, aún bajo la influencia de nuestro grupo de
campesinos comunistas libertarios de Gulyai-Polyé, los explotados vigilaron que cada
individuo estuviera facultado con iguales derechos al tomar parte en la construcción de la
nueva sociedad, en todas las esferas, incluyendo en la obligación de defender sus
conquistas.

De este modo, mientras el frente de Denikin amenazaba la vida misma de la revolución


libertaria, que era presenciada con vivo interés por la mayoría de la población, los
explotados revolucionarios se agrupaban sobre la base de nuestra noción organizativa de la
defensa de la revolución, haciéndola suya y proveyendo al ejército insurgente de un flujo
regular de combatientes frescos para aliviar a los heridos y a los exhaustos.
En todas partes, los requerimientos prácticos de la lucha indujeron a nuestro movimiento a
establecer un Equipo operativo y organizativo, para compartir una visión de conjunto sobre
todas las unidades de combate. Es debido a esta práctica que me encuentro incapacitado
para suscribir a la visión de que los anarquistas revolucionarios rechazan la necesidad de tal
Equipo para observar estratégicamente la lucha armada revolucionaria. Estoy convencido
de que cualquier anarquista revolucionario encontrándose en las mismas circunstancias en
las que yo me encontré en la guerra civil en Ucrania se verá impelido, por necesidad, a
hacer lo que nosotros hicimos. Si en el curso de la auténtica revolución social por venir, hay
anarquistas que rechazan estos principios organizativos, entonces, en nuestro movimiento
tendríamos sólo charlatanes vacíos y masa inerte, elementos perniciosos que serían
rechazados en breve.

Al tratar la resolución del asunto de la defensa de la revolución, los anarquistas deben


observar incesantemente el carácter social del comunismo libertario. Enfrentados a un
movimiento revolucionario de masas, debemos reconocer la necesidad de organizarla y
dotarla de medios válidos, para luego entregarnos a ella de todo corazón. De otra manera, si
aparecemos como soñadores y utópicos, entonces no deberíamos obstaculizar la lucha de
los explotados, particularmente de aquellos que siguen a los socialistas de Estado. Más allá
de cualquier sombra de duda, el anarquismo es y permanece como un movimiento social
revolucionario, y es por esto que yo soy y siempre seré partidario de que éste tenga una
organización bien articulada y apoyaré el establecimiento, una vez llegada la revolución, de
batallones, regimientos, brigadas y divisiones diseñadas para amalgamarse, en
determinadas ocasiones, en un único ejército, bajo un Comando regional único, en la forma
de un Equipo supervisor organizativo. La tarea de éste será, acorde a los requerimientos y
las condiciones de la lucha, trazar un plan operativo federado, coordinando las acciones de
los ejércitos regionales, para traer a una conclusión exitosa la lucha conducida en todos los
frentes de cara a la contra-revolución armada.

El asunto de la defensa de la revolución no es un asunto sencillo: requerirá de un gran


compromiso organizativo de parte de las masas revolucionarias. Los anarquistas deben
comprender esto y estar ahí para asistirles en esta tarea.

Delo Truda No.25, Junio de 1927, pp.13-14.

Notas:

(1) Nota del traductor: Atamán es un título nobiliario ucraniano. El Atamán Skoropadsky,
fue el líder del gobierno títere instalado en Ucrania (28 de abril de 1918) por las tropas
Alemanas y Austro-Húngaras, que avanzaron sobre el terreno cedido por los Bolcheviques
tras el tratado de Brest-Litovsk (3 de marzo de 1918). En este tratado, a cambio de la paz
con Alemania y Austria, el gobierno Bolchevique entregaba Ucrania en la práctica,
retirando sus tropas. Su gobierno (Rada, en lengua ucraniana) se caracterizó por la
represión, el encarcelamiento y fusilamiento de revolucionarios y combatientes que
resistían la ocupación alemana y austro-húngara, por la brutalidad de la Varta (policía) y
por fuertes medidas anti-populares, en la forma de racionamientos arbitrarios e impuestos
excesivos, que se tradujeron en hambruna y rabia. La combinación de la lucha
insurreccional de destacamentos guerrilleros (con la notable participación de las guerrillas
anarquistas de Makhnó y Schuss) y la movilización de masas, consistente en revueltas
campesinas y luchas obreras (donde los trabajadores ferroviarios tuvieron un rol
importantísimo), precipitaron la caída del Atamán Skoropadsky el 14 de diciembre de 1918.

(2) Nota de Alexandre Skirda: En ese momento, los Bolcheviques no tenían unidades
militares en Ucrania: no fue sino hasta mucho más tarde que sus primeras unidades de
combate llegaron desde Rusia, momento en el cual ocuparon un frente paralelo a nosotros,
aparentemente buscando unirse a los explotados ucranianos, que estaban organizados
autónomamente y, por sobre todo, ajenos a su supervisión estatal, pero en los hechos, se
pusieron a trabajar de forma deshonesta para quebrarlos y eliminarlos en provecho propio.
A fin de conseguir su objetivo, los Bolcheviques no desecharon nada, llegando tan lejos
como a sabotear directamente el apoyo que se les pidió en forma de municiones y baterías:
esto, en el preciso momento en que montábamos una amplia ofensiva a lo largo de nuestro
frente, el éxito del cual dependía, primariamente, del poder de fuego de nuestra artillería y
de nuestras ametralladoras, cuando de hecho, estábamos tremendamente cortos de
municiones.

Traducido por Jose Antonio Gutierrez Danton

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