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La “argentinización” de YPF: ¿Desandando un

camino de recuperación nacional o gestando un


nuevo negocio?

La situación energética de la Argentina se caracteriza por:

• Argentina es un país hidrocarburo-dependiente. Del petróleo (41,5%) y


del gas natural (48,8%) se obtiene el 90,3% de la energía que utilizamos. Al
mismo tiempo, el suministro eléctrico depende en un 55% de centrales
térmicas, que funcionan mayormente con gas natural.

• Considerando que la tasa de crecimiento en el consumo de combustibles


del mercado interno es del 5% anual, una proyección al año 2010 señalaría
que se manifestará un déficit grave de no incrementarse la actual
capacidad instalada de refinación.

• El sector de refinación está trabajando al 85,2% de su capacidad. Por


consiguiente, el abastecimiento del mercado interno de combustibles es
muy vulnerable a interrupciones de producción, ya sea programadas o por
contingencias no previstas.

• Se observa que el parque industrial de refinación presenta un grado


importante de envejecimiento tecnológico y no muestra una tendencia a
incrementar la capacidad de elaboración de acuerdo a las presentes y
futuras necesidades del país.

• Las reservas certificadas de petróleo y gas natural, al nivel de extracción


de 2005, alcanzan para sólo 8,6 y 9,4 años, respectivamente. Las escasas
inversiones de capital en exploración durante el período 1999-2005, en un
contexto de rentas extraordinarias sin precedentes históricos, determinan la
nula posibilidad de descubrirse reservas de importancia en el país.

• Como resultados de la privatización del sector petrolero nacional


podemos describir: 1º escasas inversiones de capital de riesgo en
exploración, sobreexplotación de yacimientos, nulas inversiones en
infraestructura de transporte, petroquímica y refinación; 2º saturación de
la capacidad de transporte de gas natural en 2004 y de suministro
eléctrico en 2010, importación neta de hidrocarburos en 2009,
saturación de la capacidad de refinación de petróleo en 2010,
agotamiento de reservas de petróleo y gas natural entre 2013 y 2015.

• Alta concentración económica en las reservas, extracción y exportación


de petróleo y gas natural por parte de conglomerados extranjeros y grupos
económicos locales. Las principales compañías petroleras que operan en el
país son los únicos agentes económicos formadores de precios de
combustibles y tarifas de gas y electricidad. Esto resulta en un elevado
precio del barril de petróleo para el mercado interno (U$S 42), considerando
los bajos costos operativos tras la devaluación
En ese contexto, nos preguntamos qué está pasando en Argentina en
materia de política energética y, más particularmente, en el área
hidrocarburífera.

En estos meses se ha presentado con bombos y platillos, desde las más


altas esferas del Gobierno, una propuesta vinculada a la principal empresa
extractora y comercializadora de petróleo y gas en nuestro país, que es
Repsol YPF.

Se habla, en efecto, de la “argentinización” de parte del patrimonio de la


ex petrolera estatal vendida en los ’90 al consorcio español Repsol, a través
de una operación financiera que involucra a sectores del poder económico
local liderados, en este caso, por el denominado Grupo Eskenazi, cuyos
negocios están fundamentalmente concentrados en las finanzas, banca y
construcción. Este grupo ha presentado una oferta de compra del 25% del
capital accionario de Repsol YPF- valuado en aproximadamente $3.000
millones de dólares estadounidenses.

El eje en el cual debemos centrarnos para plantearnos las dudas sobre esta
operación apoyada con mucho entusiasmo por el gobierno es su relación
con la política energética en términos estructurales.

En efecto, nos preguntamos si es a través de esta “argentinización”, que el


Estado nacional y la comunidad argentina recuperan un rol planificador,
conductor y regulador en materia de política energética, contribuyendo
con ello a desandar un camino de pérdida progresiva de soberanía, que
lleva ya más de tres décadas. Es decir, ¿recuperamos verdaderamente una
dimensión soberana con todo lo que ello implica, o se trata de un nuevo
pase de magia?

Creemos que, por lo menos, hay tres razones que podemos argumentar
para sostener que, en efecto, esta decisión política no implica una
reconstrucción de la soberanía estatal en materia de hidrocarburos.

En primer lugar, a través de la denominada “argentinización” se promueve


una reconfiguración del esquema de poder del sector energético, en cuya
estructuración aparecen nuevos actores que representan a una fracción de
grupos económicos locales que ha aumentado en los últimos años su
participación en proyectos de gran escala vinculados a la infraestructura, el
transporte, las obras viales, la construcción y los servicios.

En tal sentido, es importante destacar que el sector energético argentino


-altamente concentrado en su estructura de negocios- desincentiva la
entrada de nuevos jugadores en el mercado hidrocarburífero, presentando
dos grandes barreras propias de su estructura.

Por un lado, la inexistencia un sistema económicamente competitivo en un


mercado donde existen dos grandes empresas que ostentan una integración
vertical del negocio - esto es, controlan toda la cadena del mercado, desde
la extracción hasta la comercialización- y que hacen que cualquier otra
empresa del rubro que quiera entrar en el circuito, deba operar
necesariamente con altos costos de construcción y mantenimiento de
infraestructura de almacenamiento, ya que, además, no hay capacidad para
almacenar el petróleo extra que se extrae.
Esto significa que cualquier nuevo actor, al no contar con anchas espaldas
financieras y técnico-operativas, difícilmente pueda constituirse en un
jugador competitivo en un esquema de estas características. Además, al no
contar con reservas de hidrocarburos -cuyas concesiones han sido
otorgadas hace ya más de una década- solo puede ocupar un rol marginal
en el escenario de exploración y extracción que, nuevamente, ostenta
también un alto grado de concentración en la “distribución” de esas
concesiones.

Más bien, se trata del reemplazo del jugador más importante en el mercado
energético nacional- Repsol-YPF- cuya estrategia de negocios lo está
llevando a invertir fuertemente en áreas como el Norte de África, Golfo de
México o la región de Medio Oriente - por otro jugador - Eskenazi-Petersen-,
que de otra manera, por lo explicado previamente, no podría participar en
este esquema de negocios de difícil acceso (es ejemplo ilustrativo de esto
también el caso de los grupos locales actualmente pujando por Esso).

Por todo esto, y pensando en estas particulares características del mercado


de hidrocarburos local, es absurdo y cínico sostener que, a través de la
entrada del Grupo Eskenazi-Petersen, nuestro país estará en condiciones de
recuperar el terreno perdido en el control, regulación y planificación del
sector energético en su integralidad.

En segundo lugar, la tan celebrada “argentinización” no lo es tal en


términos económicos y financieros. Para hablar de “argentinización”,
tendríamos que estar ante un escenario en el que se opera una adquisición
por parte de una empresa constituida en nuestro país, que sea residente en
nuestro país y que pueda respaldar con su patrimonio este proceso, de
forma de garantizar que la presunta recuperación de influencia de factores
locales (empresariado nacional, planificación estratégica del Estado
nacional) en las decisiones de esta empresa se mantenga a lo largo del
tiempo.

Sin embargo, el Sr. Eskenazi (Grupo Petersen) no nos proporciona tal


garantía por los siguientes factores:

1- Petersen Energía S. A. es una empresa que ni siquiera tiene


constitución legal en la República Argentina. De hecho, Petersen
Energía S.A. fue inscripta el 20 de Agosto pasado en el Registro
Mercantil de Madrid (www.rmc.es) por Deloitte Abogados SL, con un
capital de 60.102 euros (una nimiedad si se la compara con la
inversión en YPF, calculada en 11.000 millones de pesos). Los datos y
las cifras hablan por si solos sobre el tipo de operación que estamos
presenciando.

2- Por otra parte, según surge de los datos obtenidos, este grupo
empresarial no tiene experiencia alguna en el mercado de
hidrocarburos, ya que se afirma que su objeto social no es la
explotación petrolera sino la "actividad de inversión, gestión y
administración de valores, títulos, bonos y/o acciones que cotizan en
bolsas". Esto es, cuanto menos, paradojal, si tenemos en cuenta las
características específicas el sector energético y particularmente el
subsector de los hidrocarburos. Con esto nos referimos al hecho de
que, a diferencia de cualquier otro tipo de actividad económica en la
que las crecientes inversiones buscan generar mayores ganancias a
través de las mayores ventas en el mercado, en este sector vital de la
economía y la sociedad, se requieren de fuertes inversiones de riesgo
iniciales en exploración y extracción que después deben
complementarse con una estrategia de producción de hidrocarburos
que permita mantener un adecuado equilibrio entre la rentabilidad
esperada y los niveles de reservas de petróleo y gas. Esto supone
que la función de producción en esta actividad debe estar orientada
por una planificación estratégica responsable y racionalmente
implementada, ya que se trata de recursos escasos y, por ello mismo,
no renovables.

3- Finalmente, un dato aún más preocupante es el que está vinculado a


la particular forma de financiar esta compra de acciones. Por un lado,
se recurre a un préstamo de algunos de los viejos conocidos grandes
bancos que han sido expertos ejecutores del saqueo financiero en la
Argentina: Goldman Sachs, Credit Suisse, BNP Paribas, entre los
fundamentales, a los que se agrega el banco Itaú. Pero la frutilla del
postre es que el propio vendedor del paquete accionario- esto es,
Repsol- financia parte de la operación a través de un préstamo de
unos 1.000 millones de dólares al comprador, el Grupo Petersen. Este
es, ciertamente, otro elemento, además del cambio geográfico de
zonas de extracción antes mencionado, que nos lleva a pensar que
Repsol espera un menor resultado de sus operaciones en nuestro país
y, por ende, una baja consecuente del valor de las acciones, por lo
que ha optado por diversificar su riesgo financiero.

Nos preguntamos, entonces, ¿cuál es la “pata argentina” de YPF? ¿Acaso,


es esta Sociedad constituida en España de forma tan irregular y
sospechosa? Un planteo así resulta inadmisible, propio un chiste de muy
mal gusto sino fuera por la importancia de los intereses nacionales en juego.

En tercer lugar, aunque los capitales fueran argentinos, hay un conjunto de


aspectos vinculados con la estructura del sector energético que
permanecen intactos a partir de la tan mentada “argentinización”.

En efecto, nos preguntamos si esta argentinización plantea desandar el


camino de a-regulación y desarticulación productiva que ha sido la
característica fundamental de las políticas de apertura, liberalización y
privatización operadas en el sector durante la década de los ’90.

¿Alguien ha escuchado si quiera algún planteo de los últimos gobiernos que


reinstale la idea-fuerza de la necesidad de recuperar una visión
planificadora desde el Estado nacional que se plantee como objetivo
estratégico la reconstrucción de un sistema energético integrado y
solidario? ¿Este gobierno ha esbozado algun rumbo estrategico como el que
la Argentina construyó durante más de 70 años de políticas inspiradas en
los precursores del desarrollo hidrocarburífero argentino y que le permitió
históricamente adquirir un importante margen de maniobra en materia de
políticas energéticas?
La mal denominada Ley de Federalización del año 1992, aun vigente,
significó la pérdida de control y regulación del Estado nacional en lo referido
a toda la cadena del mercado hidrocarburífero (esto es, exploración,
desarrollo y extracción, refinación, transporte y comercialización) abriendo,
con ello, la caja de Pandora del desguace posterior y definitivo del sector
energético integrado y, simultáneamente, la creciente pérdida de capacidad
operativa de la vieja YPF S.E. como empresa testigo en el sector energético
que de allí en mas fue paulatinamente achicada y enajenada hasta su venta
definitiva a comienzos de 1999 al consorcio español Repsol.

Esta reconfiguración propuesta y avalada desde la Administración


kirchnerista, ¿Implica poner en debate este verdadero proceso de
jibarización de los recursos hidrocarburíferos que se ha instalado desde los
’90?

La provincialización de los recursos hidrocarburíferos que se operó en la


Argentina primero con la mencionada Ley y, luego, con la reforma
constitucional de 1994 que abrió la puerta a la consolidación de una política
depredadora y de matriz rentística súper extractiva que terminó en poco
menos de una década por afectar definitivamente el horizonte de reservas
que nuestro país tenía en materia de gas y petróleo.

En ese orden de cosas, ¿La actual Administración ha desandado o


profundizado ese camino que terminó por postrar y anular al Estado en
materia de planificación, control y regulación del mercado energético?

Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que durante los gobiernos


kirchneristas se ha ido profundizando ese proceso de provincialización con
la aprobación de la denominadaza Ley corta de hidrocarburos del año 2006,
que posibilitó a las provincias extractoras de gas y petróleo (Santa Cruz,
Chubut, Tierra del Fuego, Neuquén, Mendoza, Salta) encarar procesos
licitatorios de concesiones de exploracion y explotación en un marco de
total ausencia y control del Estado nacional.

Esto no hace más que agudizar la problemática de escasez por la que la


Argentina está hoy atravesando, sobre todo si observamos, por un lado, la
arbitrariedad que habilita este marco legal a los Gobernadores y, por el otro,
la mayor capacidad de presión que las grandes empresas del rubro tienen
cuando deben delimitar el marco de su acción a una administración
provincial.

Desde el punto de vista de las grandes decisiones que se esperan a fin de


recuperar soberanía y planificación nacional del sector energético en el
marco de un nuevo proyecto de país que suponga la recuperación de su
rumbo industrial y de su desarrollo científico tecnológico, este tipo de
operaciones y anuncios no son otra cosa que alucinaciones efectistas
destinadas a desinformar masivamente a la opinión pública, profundizando
un camino de despojo, de desnacionalización y de frágil dependencia en
materia de energía, lo cual configura, por cierto, un cuadro más que
preocupante para el conjunto de la sociedad.

La mayor diferencia se sitúa en el discurso dirigido a esa sociedad: Lo que


en los ’90 se realizaba en conjunto con multinacionales por el bien del
crecimiento, la desregulación y la “modernización” de la economía
argentina, hoy se reproduce bajo el lema de “la recuperación de lo
nacional” y en el marco de un “capitalismo de amigos” prebendario e
igualmente corrupto.

Efectivamente creemos que no hay nada nuevo bajo el sol, ya que esta
nueva operación económico-financiera no plantea en el horizonte de
perspectivas de políticas de hidrocarburos el ataque frontal al esquema
depredador, rentístico y financiero que se implementó durante la década de
los ’90 en todo el sector energético y que hoy sigue incólume e intacto en
sus características fundamentales.

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