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Ante el derecho de autor, el bibliotecario se enfrenta al dilema de su función como difusor de la cultura bibliográfica y la prohibición de hacer públicos los libros porque lesiona al autor y a la industria editorial. He aquí un análisis de esta problemática.
Ante el derecho de autor, el bibliotecario se enfrenta al dilema de su función como difusor de la cultura bibliográfica y la prohibición de hacer públicos los libros porque lesiona al autor y a la industria editorial. He aquí un análisis de esta problemática.
Ante el derecho de autor, el bibliotecario se enfrenta al dilema de su función como difusor de la cultura bibliográfica y la prohibición de hacer públicos los libros porque lesiona al autor y a la industria editorial. He aquí un análisis de esta problemática.
Entre el derecho de autor y el derecho a la cultura
LA POSICIÓN “SÁNDWICH” DE LOS BIBLIOTECARIOS
Por Juan Lizárraga T.
Mazatlán, 6 de enero de 2001.
En la pasada Feria Internacional del Libro realizada en Guadalajara, dentro de
la gran cantidad de eventos culturales realizados, pude asistir al VII Coloquio de Bibliotecarios que tuvo como tema “El derecho de autor”.
Aquí participaron vendedores de libros, representantes de editoriales,
abogados, autores y por supuesto bibliotecarios. Había ponentes principalmente de España, también de Francia, Argentina y obviamente México.
En un determinado momento del desarrollo del coloquio, entre los
bibliotecarios se generalizó la idea de que debía hacerse el servicio de préstamo de libros casi en secreto, el fotocopiado de manera clandestina, pues podría estarnos fiscalizando un autor o un representante de las casas editoriales para meternos a la cárcel si se sacaban fotocopias en exceso, y que las bibliotecas deberían ser sólo un archivo de material bibliográfico antiguo, que se podría divulgar solamente si el autor, o los derechos del mismo, habían fenecido.
Los participantes insistían en confrontar el derecho de autor con el derecho a
la información, con el derecho a la cultura. A mi criterio la situación no es así. Creo que realmente a los bibliotecarios nos enfrentan al derecho a la ganancia, que es legítimo, de las empresas editoriales y de los expendedores de libros y a l derecho de todos los ciudadanos a disponer de información. Los autores deben dar el litigio contra esas editoriales y contra los vendedores de libros y no contra quienes divulgan sus obras y con ello, aunque parezca paradójico, aumentan el número de lectores y por tanto de compradores de libros. Más lectores, más venta de libros, más ganancias y más regalías.
En torno a esta problemática se vertieron serias y apasionadas opiniones, y
finalmente se coincidió en que existe un caos, a nivel internacional (causa de la Internet y de esa intrusa llamada fotocopia, producto también del desarrollo tecnológico), que los bibliotecarios debemos conocer las leyes internacionales y nacionales sobre el derecho de autor y que debemos pugnar por conciliar el choque entre estos dos derechos: el de autor (léase la ganancia de los libreros) y el de los ciudadanos a acceder a información sistematizada, el derecho a la cultura.
Hubo el acuerdo de que se reforme la ley en torno a la problemática, para lo
cual es necesario consultar a los bibliotecarios, a los usuarios de bibliotecas, ver la posición de las editoriales y de los vendedores de libros, de los propios autores, para conciliar los intereses y así, autores y libreros seguirán con su ganancia razonable; los ciudadanos seguirán teniendo acceso de manera económica y rápida a la información sistematizada y los bibliotecarios conservaremos la chamba.
Sólo conciliando estos intereses (derecho a la ganancia, derecho a la cultura)
sobrevivirán la industria del libro y la biblioteca como institución histórica que estuvo en el mundo primero que el derecho de autor.