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TRADICION PEDAGOGICA LASALLISTA (Autoguardado)
TRADICION PEDAGOGICA LASALLISTA (Autoguardado)
PREAMBULO:
Antes de iniciar este compartir, creo necesario que partamos del itinerario evangélico de san Juan
Bautista De La Salle, visto desde la óptica actual del método ver, juzgar, actuar, para así, perfilar la
génesis de los principios básicos de la tradición pedagógica lasallista, que han guiado el quehacer
educativo y evangelizador de la Congregación de los Hermanos De Las Escuelas Cristianas en el
mundo durante 330 años desde su fundación, y particularmente en nuestro Distrito desde 1905.
El ver juzgar-actuar surgió por la iniciativa del Card. Cardijn para la Juventud Obrera Católica de
Bélgica, en la primera mitad del siglo XX, como una metodología para la acción transformadora de
los cristianos en sus ambientes y para la superación del divorcio entre la fe y la vida. Lo he asumido
en el presente trabajo, porque nos sirve de marco metodológico para analizar, como Directivos, la
realidad de las Instituciones que animamos, y también porque, siendo un anacronismo y
permítanme la licencia, De la Salle, lo hace casi explicito en el “Espíritu Del Instituto:”
“El espíritu de este Instituto es, en primer lugar, el espíritu de Fe que debe mover a los que lo
componen a no mirar nada sino con los ojos de la fe, a no hacer nada sino con la mira en Dios, y
a atribuirlo todo a Dios” (Capítulo II: «Del espíritu de este Instituto», Reglas comunes, 1718)
“Estos tres movimientos corresponden con la práctica de Jesús que estamos llamados a
proseguir en nuestras vidas y que deben estar presentes en todas nuestras obras educativas: ver
la realidad, conmoverse y actuar”. (Circular 455 (2007).
Los textos que a nuestro juicio, expresan de manera más fidedigna el pensamiento fundacional y
pedagógico de San Juan Bautista De La Salle y de los que hablaremos más en el presente trabajo
son “Las Meditaciones Para El tiempo de Retiro” que es una obra escrita por él en los últimos
años de su vida; Es la expresión de un hombre maduro que ha hecho una mirada retrospectiva
(siempre desde la óptica de la fe) de su vida y de su Instituto y “La Guía de las Escuelas” de la cual
fue coautor, junto con los primeros Hermanos y que como nos dice el Hno. Yves Poutet: “La Salle,
sin dejar de ser el responsable de esos textos (a los que dio forma sin autoritarismo ni
dogmatismo), originó, además, una pedagogía nada estática y una obra en perpetua evolución.”
(Cahier Lasallien 48, 1988:137).
También haremos una síntesis del trabajo realizado por el Hno. León Lauraire “Principios Básicos
de la Pedagogía Lasaliana” buscando aplicarlos al contexto de las diversas obras que componen la
realidad Distrital.
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De La Salle no es sociólogo que estudia y analiza los procesos de la vida en la sociedad francesa de
su época; Es un hombre de fe y es un hombre de acción, que lucha por establecer el Reino de
Dios, respondiendo a las necesidades de su mundo.
Desde esta perspectiva es que contempla la realidad de la Francia del siglo XVII:
“Un siglo de convulsiones en toda Europa: guerras, hambres y epidemias, conflictos religiosos,
alianzas políticas y militares; un siglo de explosión científica y cultural,… también de
impresionantes realizaciones espirituales, alentadas por una pléyade de hombres y mujeres
eminentes.” (Morales, 2001:21)
Una sociedad caracterizada por ser rural, en el que el 80% de la población vivía en el campo,
comunicándose mediante numerosos dialectos regionales, con escasas probabilidades de vida; que
podían observarse en el hecho de que una cuarta parte de los niños moría antes de cumplir un año
de edad y el 50% de los adultos, independientemente de su género, sólo vivían de 50 a 60 años.
Una realidad en la que se minimizaba la necesidad de que los niños asistieran a la escuela por la
urgencia de que éstos colaboraran a la supervivencia de la familia mediante su trabajo.
Los artesanos eran pobres, debido a que vivían en la inseguridad a causa del desempleo; no tenían
bienes ni rentas para superar la crisis que para ellos no era pasajera. La menor enfermedad
implicaba la pérdida del empleo y la miseria. Se trataba de una categoría social permanente,
caracterizada por condiciones donde la vida no podía ser referida como digna, debido al
desempleo que implicaba no satisfacer las necesidades básicas de alimentación, abrigo y
supervivencia de la familia. Todo lo anterior aunado a los procesos discriminatorios que ya vivían
las clases pobres, los circunscribía en un ambiente social de aislamiento cultural, en el que la
mayoría de la población era analfabeta y los conocimientos prácticos de la vida se transmitían por
tradición de los “viejos” a los “jóvenes”, de manera verbal y utilizando el recurso de la memoria. En
resumen, no había “espacio cultural” pensado en función de los pobres.
De La Salle nos describe, la realidad que ve, que contempla, no como un cronista más de la época,
sino como un hombre de fe, que se deja interpelar por los acontecimientos y observa la realidad
que viven los niños sin educación:
“Entre Los deberes que a los padres y madres incumben, uno de los más importante es el de
educar cristianamente a los hijos. Pero como la mayor parte de ellos, no conoce suficientemente
la religión, y algunos están muy ocupados en sus negocios y en el cuidado de su familia y otros
más viven sumamente ocupados por ganar el indispensable sustento para su familia, no pueden
dedicarse a la formación cristiana de sus hijos.” (M.R.
“Tengan en cuenta, que entre los artesanos y los pobres es muy frecuente que dejen a sus hijos
vivir a su antojo como vagabundos que van de acá para allá, mientras consiguen colocarlos en
algún trabajo. No se preocupan por enviarlos a la escuela, ya sea porque no cuentan con los
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recursos necesarios para pagar los estudios, o porque al tener que trabajar fuera de sus casas, se
ven obligados a descuidarlos.
Las consecuencias son graves, pues estos niños acostumbrados durante años a no trabajar, se
adaptan difícilmente al trabajo, además como frecuentan malas compañías, aprenden a
cometer muchos pecados, que luego les es difícil de superar, ya que han adquirido estos malos
hábitos, a lo largo de todo este periodo de sus vidas.”
¿Es esta luz (la fe) de que se sirven para discernir todas las cosas visibles, y para conocer en ellas
lo verdadero y lo falso, lo aparente y lo real? Si proceden como discípulos de Jesucristo y como
iluminados del Espíritu de Dios, ésa ha de ser la única luz que debe guiarlos. (Meditación 44, I).
El principio de cualquier efecto es la causa que lo produce y para San Juan Bautista De La Salle,
Dios es el Principio, la génesis de las Escuelas Cristianas, como él mismo lo describe:
“Dios es tan bueno, que soluciona este problema por medio de las Escuelas Cristianas, en las
cuales se enseña gratuitamente y solo por la Gloria de Dios; en ellas, los niños y los jóvenes,
permanecen todo el día, aprendiendo a leer, a escribir y a conocer su Religión, así se
acostumbran a estar siempre ocupados, lo que los prepara a empezar a trabajar cuando sus
padres lo decidan.” MTR
“Dios es un Padre amoroso, que además de crear a los hombres, desea que todos lleguen al
pleno conocimiento de la verdad que es Dios mismo y cuanto él ha querido revelarnos; primero
por Jesús, después por los apóstoles, ahora por su Iglesia, para que todos vivamos felices
iluminados por la fe en El.
Por lo cual Dios quiere que se eduque a todos los hombres, para que sean iluminados con la fe, y
como nadie puede conocer los misterios de nuestra religión si no ha tenido la dicha de
escucharlos, y esto solo se consigue por la predicación de la palabra de Cristo, Pues como
pregunta el Apóstol” ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído?, ¿Cómo oirán sin que se les
predique?
Luego es Dios quien por nuestro medio difunde en todas partes la fragancia de su conocimiento.
Pues el mismo Dios que dijo: ¨Del seno de las tinieblas brille la luz¨, ha hecho brillar la luz en los
corazones de quienes él eligió para anunciar su palabra a los niños y jóvenes para que puedan
irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo”.
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Atendiendo a las necesidades de los niños y jóvenes, De La Salle hace opciones fundamentales y
heroicas de vida, buscando garantizar que la obra de las escuelas cristianas, que es la obra de Dios,
tenga vigencia en el tiempo y en el espacio, por eso la escuela Lasallista hoy, sigue siendo
respuesta en diversos lugares del mundo, en manos de Hermanos y seglares.
Se asocia con los Maestros: La principal innovación realizada por San Juan Bautista de La Salle fue
la fundación del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, para que organizaran y
dirigieran las escuelas. Ya desde 1680, empieza a convivir con los maestros, lo que le ocasiona
innumerables dificultades familiares y sociales, siendo esta la génesis de su obra.
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«Dios es tan bueno...» Con esta expresión se abre y se cierra la serie de «Meditaciones para el
Tiempo de Retiro». Sintetizan todas ellas lo que debe ser el ministerio del educador cristiano. El
amor de Dios se descubre en el origen y al término del compromiso de servicio a los jóvenes, a
quienes se trata de proporcionar una educación humana y cristiana. El designio del amor de Dios
no puede realizarse hoy sin contar con aquellos/as que ya han respondido a ese programa y
quieren compartirlo con los jóvenes que les han sido confiados.
A lo largo del primer año de la fundación (1689-1690), en la oración y en el discernimiento, en la
reflexión con los Hermanos de aquella época, Juan Bautista de La Salle llega a convencerse de que
«las Escuelas Cristianas» no solamente son el resultado de un proyecto humano de alfabetización,
de formación y de instrucción –evidentemente, cosas muy necesarias en la época–, sino que estas
escuelas han sido suscitadas por Dios, son «su Obra» (Opus Tuum), un instrumento del
advenimiento de su reino de amor.
Para la Salle, esto tiene unas implicaciones teológicas, pues sus escuelas, no son cualquier escuela,
son escuelas cristianas, donde toda labor que se realiza al interior de estas (hechos pedagógicos),
son hechos salvíficos. La impronta de la escuela lasallista es que brinda una educación de calidad
que prepara para esta vida y una formación cristiana seria, que prepara para la vida eterna.
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“Dios es tan bueno que, una vez creados por Él los hombres, quiere que lleguen al conocimiento
de la verdad. Esta verdad es Dios mismo y cuanto Él ha tenido a bien revelarnos, ya sea por
Jesucristo, por los santos apóstoles o por su Iglesia. De ello quiere Dios que sean instruidos todos
los hombres, para que sus mentes sean iluminadas con las luces de la fe.” (MR 193, 1,1).
La gloria de Dios es que el hombre viva. Entonces, el hecho educativo realizado en la escuela como
proceso de humanización o plenificación del hombre es un lugar privilegiado desde donde Dios se
nos revela hoy.
La Teología es una palabra humana sobre Dios, pero esta palabra humana tiene su origen en la
revelación de Dios al hombre. El verdadero teólogo es el lector de los signos de los tiempos, es el
hombre de la historia.
La Teología es producto de un hombre (de un pueblo) socialmente situado, de modo tal que si
cambia el lugar social del teólogo, cambiará necesariamente su horizonte hermenéutico, el lugar
desde dónde hace la lectura de la realidad. Por eso es más concreto hablar de "teologías", en
plural, que de teología en singular. Hacemos teología desde el pueblo de Dios y como "ministerio"
dentro del pueblo y a su servicio.
Hacer teología implica asumir el compromiso de emitir juicios teológicos sobre la realidad.
La teología tiene una formalidad perfectamente diferenciada de todo otro saber, por cuanto su
objeto formal, que es único y da unidad a todo el saber teológico, es lo revelable por Dios.
La educación del hombre, es decir, su promoción al estado de virtud, cae entonces bajo la
consideración de la única teología de la medida en que ello pertenece a la revelación divina.
La teología de la educación estudiara esta acción pedagógica de Dios así como el modo en que el
hombre puede colaborar con ella por medio de la educación cristiana
El aprendizaje supone siempre ruptura y novedad o nueva construcción, vale decir que aprender
implica siempre desaprender.
La educación supone un proceso permanente, dinámico, nunca concluido, siempre abierto a más.
Nuestra concepción del aprendizaje supone también conflicto y superación del mismo a través de
un crecimiento o maduración. Si construir supone deconstruir, si aprender supone desaprender, lo
que me anima a desaprender es el conflicto. Sin conflicto no hay aprendizaje, no hay construcción,
no hay humanización.
Es papel de la educación el desmitificar el conflicto, quitarle la peligrosidad, la amenaza de
desintegración que conlleva, y mostrarlo como motor de crecimiento.
Una auténtica educación será aquella que conduzca al hombre de hoy, a descubrir el sentido de su
vida y un sentido para vivir y morir.
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El hecho educativo es también un hecho mutuo y supone aceptar la mutua vulnerabilidad, supone
simultáneamente recepción y confrontación.
El hecho educativo es servicio y el servicio es expresión de amor.
El hecho educativo supone una praxis transformadora de la realidad. El término praxis hace
referencia a la relación dialéctica entre reflexión y acción, la teoría y la acción son inseparables,
una lleva a la otra y una alimenta a la otra, es decir se retroalimentan.
Trabajar por la justicia y la paz tiene que formar parte de la cultura escolar.
El trabajo en colaboración es fundamental
Sin utopías no hay educación. El educador necesita de un horizonte axiológico que oriente y
sustente su praxis en el día a día.
A través del hecho educativo rescatar la utopía de la globalización de la solidaridad. La solidaridad
puede constituirse en semilla y fermento de transformación social. Se ha dicho que el tercer
milenio será humano si es solidario.
El hecho educativo es simultáneamente acción de Dios y acción del hombre
Educar, humanizar, humanizarnos, es acelerar el REINO.
La historia humana por la pedagogía del amor de Dios, se ha convertido en historia de salvación.
En el cronos histórico se da el kairós, el tiempo de Dios, que es plenitud de amor y de gracia.
a. El PADRE
Toda la escritura nos presenta la red de relaciones de Dios con el mundo, la historia y la humanidad
a través de tres grandes intuiciones: la alianza, la liberación-redención y la promesa.
Estas intuiciones teológicas dan lugar a actitudes pedagógicas.
Dios Padre revela rasgos de su pedagogía de amor:
En primer lugar se trata de una pedagogía de acompañamiento, a través de distintas mediaciones.
La pedagogía del amor de Dios Padre implica una relación profunda.
La pedagogía del Padre siempre está a favor de la vida, de una vida nueva y abundante
En la pedagogía amorosa del Padre encontramos la manifiesta tensión entre la responsabilidad y la
gratuidad.
Otra tensión importante en la pedagogía del Padre es entre realización y promesa.
b. EL HIJO
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La pedagogía de Jesús se caracteriza por el encuentro, por el encuentro profundo que modifica al
otro, que lo hace nuevo, pero es propio también de la pedagogía de Jesús, el dejarse encontrar,
abordar por la gente.
El hecho educativo es una relación personal, un encuentro humano, que facilita el
autodescubrimiento, que saca del anonimato y de la aparente insignificancia a las personas, (Jn.1,
47-50) y les hace vislumbrar cosas mayores.
Otro rasgo sobresaliente en la pedagogía de Jesús es la “palabracción”, al decir de Paulo Freire,
una palabra-acción, una palabra performativa, que hace lo que dice, que libera.
La pedagogía de Jesús, es pedagogía de resurrección. La educación es resurrección, se orienta
hacia la vida y la vida en abundancia.
Toda la palabra y la acción de Jesús se relaciona con la utopía de Dios a la que llama REINO. La
“escuela” es un pequeño espacio donde el Reino se hace presente. La “escuela” puede ser el
laboratorio del Reino donde con audacia seamos capaces, en tiempos difíciles, de realizar opciones
valientes. Concebida así la escuela, además de espacio-laboratorio, es también tiempo de gracia,
Kairós.
c. EL ESPÍRITU SANTO
Nuestra fe es trinitaria, de ahí que cuando procuramos explicitar la pedagogía divina no podemos
olvidar que quien sigue hoy enseñándonos a enseñar es el ESPÍRITU SANTO.
Jesús antes de partir al Padre nos revela rasgos muy peculiares del otro paráclito que ha de venir. El
evangelio de San Juan es pródigo en expresiones para presentar al Espíritu y sus funciones en la
comunidad que nacerá de la muerte y resurrección de Jesús. (Jn.14,16-18)
El primer rasgo del Espíritu es defensor, abogado, "goel" de Dios a favor del hombre. Dios es fiel,
Dios se compromete para siempre con el hombre y no lo deja jamás huérfano, sin defensor, por
eso en ese revelar y dar se va revelando y dando siempre de un modo nuevo. Si la encarnación era
el abajamiento al nivel del hombre, el anonadamiento para hablar, comer, llorar y hablar como
hombre, esta entrega del Espíritu es el camino de regreso del hombre a Dios que comienza con la
resurrección y ascensión del Señor. Dios no sólo es fiel, es ingenioso en su fidelidad, es creativo en
su entrega, nos sorprende siempre más.
Esta es una pista interesante para nuestro quehacer educativo: educar es ponerse del lado del
débil, ser su paráclito, ser una presencia significante, que no elude responsabilidades y riesgos,
que los asume valientemente, aún exponiendo la propia vida. Pero también con creatividad y con
inteligencia, capaz de sorprender y sorprenderse en la permanente búsqueda de teorías y prácticas
audaces y eficaces.
El Espíritu es el revelador, el que corre los velos de nuestra inteligencia y de nuestro corazón, es el
verdadero maestro que completará las enseñanzas del Maestro, y enseñará desde el interior del
hombre.
Nosotros, los educadores somos auxiliares de Dios en esto de educar, pero él se revela en el
corazón del hombre y de la comunidad no sólo por nuestra boca y nuestros gestos. Esto es una
gran lección de humildad, pero también un gran consuelo y alivio, que nos habla de tensión entre
responsabilidad y gratuidad.
El espíritu es la base donde se sustenta el verdadero aprendizaje. Dios no nos deja solos, Dios no
deja de educar a su pueblo, Dios por medio de su Espíritu sigue moviendo, animando, la historia
con nosotros algunas veces y a pesar de nosotros otras, con nuestros aciertos y con nuestros
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errores Dios construye el Reino. Quizá por esta razón el Resucitado sopla el Espíritu sobre la
comunidad reunida, temerosa, encerrada, y le regala la PAZ.
El Espíritu es quien alimenta la utopía de generación en generación y de cultura en cultura
abriendo siempre un plus.
El Espíritu es el gran soñador, el que desde el principio aleteaba sobre las aguas soñando un
cosmos, una tierra, vida y vida humana.
El Espíritu es el gran pedagogo de la utopía, el que nos enseña a soñar sueños grandes y
desbarata nuestras pequeñas o mediocres ambiciones, por eso el verdadero educador es siempre
el Espíritu y nosotros sus auxiliares.
¿Cómo hace esto el Espíritu? Convirtiendo los hechos en signos. Enseñando al hombre a leer tales
signos de los tiempos, de la historia.
Donde sólo vemos escombros, el Espíritu nos hace ver lo nuevo que puede construirse allí, donde
sólo parece haber oscuridad, el Espíritu enciende una luz de esperanza, donde sólo percibimos
error y fragilidad, Él deja entrever que esa realidad también está preñada de verdad y es portadora
de fortaleza...
Caracterizada por ser escuela cristiana, esta debe ser un lugar de salvación para todos los
miembros de la comunidad educativa; el acto educativo, trasciende y se convierte en un hecho
salvífico y la forma de conducir, el estilo pedagógico lasallista de acompañamiento y mediación, en
la forma para formar buenos ciudadanos y excelentes cristianos.
Desde esta óptica, es que comprendemos el aporte pedagógico de San Juan Bautista De La Salle y
los primeros Hermanos a la escuela cristiana, plasmado en la “Guía de las Escuelas”, que nos
corresponde hoy como lasallistas, “juntos y por asociación” actualizar e innovar.
La Salle con su proyecto de escuela popular, cristiana, gratuita y abierta a todos, presento a la
sociedad francesa, un modelo de escuela útil, mejor organizada, más eficaz en respuesta a la
demanda social, con conciencia de una doble responsabilidad: Formar buenos ciudadanos y
excelentes cristianos. El Señor De La Salle lo afirma en varios pasajes de sus escritos, cuando en
una misma frase asocia leer, escribir, contar y religión. El pasaje sin duda más explícito se
encuentra en la meditación para la fiesta de san Luís, rey de Francia:
“En vuestro empleo debéis juntar al celo del bien de la Iglesia el del Estado, del cual vuestros
discípulos comienzan a ser miembros, y un día habrán de serlo plenamente. Procuraréis el bien
de la Iglesia haciéndolos verdaderamente cristianos y tornándolos dóciles a las verdades de la fe
y las máximas del Santo Evangelio. Procuraréis el bien del Estado enseñándoles a leer y a
escribir, y todo lo que corresponde a vuestro ministerio, en relación con el mundo exterior. Pero
hay que unir la piedad con lo externo, sin la cual vuestro trabajo sería poco útil”.
En la Guía de las Escuelas podemos apreciar como De La Salle y los primeros Hermanos se trazan
unos objetivos pedagógicas que son respuesta a las necesidades de la época:
Una educación del cuerpo, en vistas a desarrollar el dominio de sí en todas las
circunstancias ordinarias de la vida, y en vistas a adquirir un trato social conforme al ideal
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de la época, el del hombre honesto, tan considerado en la sociedad culta del Antiguo
Régimen.
Aprendizajes escolares indispensables para ejercer algunos oficios del tercer sector de la
economía, en la administración del país, llamados a veces, a justo título, “oficios de
pluma”. Aprendizajes que permitían acceder al empleo y garantizaban su perdurabilidad,
gracias a la adquisición de las capacidades requeridas para el ejercicio de esos empleos. Se
trataba, pues, de adquirir los saberes indispensables y el saber práctico de la época.
Formación socio-relacional que desembocaba en la cortesía y urbanidad en uso en la
sociedad burguesa de la época. Por tanto, aprender a participar y a comunicar en la
escuela, para seguir haciéndolo en la vida social y profesional.
Educación moral o ética, mediante la propuesta, apropiación y asimilación de los valores
necesarios para la adquisición de un saber estar, capaz de impregnar toda la vida y de
forjar personas libres y autónomas.
En fin - y es el broche del proyecto lasallista - asegurar una formación cristiana en las
condiciones de la época, es decir según las orientaciones del Concilio de Trento y los
esfuerzos pastorales de la Reforma Católica, y con el ansia de llegar a una vivencia de la fe
y del amor, que hacen cristianos auténticos, empeñados en el seguimiento de Jesucristo y
fieles al Evangelio.
Estos son, los cinco objetivos más importantes que presenta la Guía de las Escuelas de modo
minucioso.
Veamos con detenimiento las características de la pedagogía de que encontramos en “La Guía de
las Escuelas”, que hicieron posible que se cumplieran estos objetivos:
Cada persona cuenta en tu totalidad, por el conocimiento de cada uno de los alumnos, desde su
contexto familiar, social y estudiantil, cargos, visitadores, cambios de lección, etc.) Desde la
acogida, el acompañamiento y el seguimiento hacia la plena inclusión en el aula, cada alumno va
completando su dossier de notas y de informes acumulativos, que parten de los catálogos
(lecciones, ausencias, que controlan el proceso de aprendizaje, de los éxitos y dificultades de cada
alumno.
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Cuando la educación está centrada en la persona del educando, las prácticas docentes exigen
matices de adecuación a las necesidades, ritmos y estilos de aprendizaje de los alumnos. La
relación educativa debe expresar comprensión y el proponer el proceso adecuado para lograr los
resultados mejores con cada educando: La valoración de los resultados, las reacciones y formas de
corrección de los defectos de cada alumno, las recompensar, el tratamiento de las diversas formas
de personalidad, fallos, ausencias, exigen una capacidad de especial adaptación y flexibilidad en los
educadores. Algunas medidas formativas revelan la actitud ortopedagógica del maestro para
ciertos tipos de alumnos, necesitados de una pedagogía especial (viciosos, insolentes, tozudos,
mimados, mal educados, superficiales, libertinos).
El educador debe ser cercano, como un hermano mayor, pero aportando seguridad, serenidad y
paz en el mundo confuso y agitado de los niños y adolescentes. La alegría no debe dejar paso al
desorden y la comprensión afectuosa a la exigencia y rigidez. El educador lasallista educa con
amor, huye de toda imposición domesticadora, de toda corrección agresiva, a través de un trato
cordial, exterior afable. En la escuela debe haber alegría, fruto de la motivación y el éxito, debe
haber canto y, especialmente debe conseguir desterrar todo castigo corporal, para ganar a los
alumnos e inducirlos al bien. El educador representa los valores más sublimes e, incluso, al mismo
Jesucristo, modelo supremo de su quehacer. La Salle pide al educador que sepa conjugar ternura y
firmeza.
Este legado de San Juan Bautista De La Salle y los primeros Hermanos es un ambicioso proyecto
que nos corresponde actualizar a nosotros, como Directivos Docentes al interior de nuestras
comunidades educativas.
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Con la siguiente formula de votos se da “el acontecimiento fundacional que une al Instituto de
hoy con sus orígenes de aquel 6 de junio de 1694, cuando San Juan Bautista De La Salle y doce de
sus compañeros se asociaron para consagrar su vida a la educación cristiana de los niños
pobres” (43° Cap. Gral., Circ. 447, p. 2).
“Es la fuente de las asociaciones lasalianas entre seglares y religiosos que quieren juntarse para
trabajar en la misión Lasaliana” (id., p.4).
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FÓRMULA DE VOTOS
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrado con el más profundo respeto ante vuestra
infinita y adorable Majestad, me consagro enteramente a Vos, para procurar vuestra gloria cuanto
me fuere posible y Vos lo exigiereis de mí.
Y a este fin, yo, Juan Bautista De La Salle, sacerdote, prometo y hago voto de unirme y permanecer
en sociedad con los Hermanos Nicolás Vuyart, Gabriel Drolin, Juan Partois, Gabriel Carlos Rasigade,
Juan Henry, Santiago Compain, Juan Jacquot, Juan Luis de Marcheville, Miguel Bartolomé
Jacquinot, Edmo Leguillon, Gil Pierre y Claudio Roussel, para tener juntos y por asociación las
escuelas gratuitas, donde quiera que sea, incluso si para hacerlo me viere obligado a pedir limosna
y a vivir de sólo pan; o para cumplir en dicha Sociedad aquello a lo que fuere destinado, ya por el
Cuerpo de la Sociedad, ya por los superiores que la gobiernen.
Por lo cual, prometo y hago voto de obediencia, tanto al Cuerpo de esta Sociedad como a los
superiores. Los cuales votos, tanto de asociación como de estabilidad en dicha Sociedad y de
obediencia, prometo guardar inviolablemente durante toda mi vida.
En fe de lo cual lo he firmado. En Vaugirard, el seis de junio, día de la fiesta de la Santísima
Trinidad del año mil seiscientos noventa y cuatro.
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De La Salle
“Se trata de un acontecimiento fundante, una especie de generador de energía para la historia
posterior Lasaliana, y también un foco de luz para clarificar nuestra identidad colectiva. ¿De
dónde le viene esta fecundidad? De la combinación de estos cuatro componentes sobre los
cuales se apoya el acta de Asociación:
1. La comunión que une a estas personas que firman el acta.
2. El carisma o espíritu común que se ha ido revelando entre ellas.
3. El compromiso entre sí y ante Dios.
4. Finalmente, la misión que ha sido el motivo de los otros tres componentes, es decir, la
educación cristiana de los pobres.
Estos cuatro componentes: Comunión, espíritu o carisma, compromiso y misión dan un
significado concreto a la Asociación Lasaliana y la diferencian sustancialmente de la manera más
corriente de entender hoy el concepto de “asociación”. (Antonio Botana
Cuando De La Salle y los Hermanos percibieron que la escuela cristiana era «obra de Dios»,
comprendieron también que la educación exigía y exige un trabajo en equipo.
Es el espíritu y las modalidades asociativas que surgieron en esos años de 1691-1694.
La asociación es la realidad de un dinamismo juntando personas. Este principio asociativo se
concreta:
en la formación de comunidades educativas,
en la disponibilidad,
en la movilidad de sus miembros,
en el funcionamiento del conjunto dentro de un estamento determinado.
La Escuela Lasallista está particularmente atenta a vivir y trabajar dentro de ese espíritu de
asociación. Esto debería constatarse en la vida y funcionamiento de la comunidad educativa, por
ejemplo, en:
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«El pensamiento ascético-educativo lasallista versa no tanto sobre “cómo educar”, cuanto sobre
“cómo ser” para educar, es decir, cómo vivir en sí el estilo y la esencia del educador. El modelo es
Cristo, Maestro. La Salle considera la educación de los jóvenes a través de la renovación del
educador. Si el educador, con su testimonio y su palabra, no es modelo para el joven, la escuela
no consigue su fin.
“Como sois los embajadores y los ministros de Jesucristo en el empleo que ejercéis, tenéis que
desempeñarlo como representando al mismo Jesucristo.” (Med. 195,2) Extracto del discurso de
S.S. Juan Pablo II con motivo del 300º Aniversario de la presencia del Instituto en Italia
Antes de que Juan Bautista de la Salle conciba su proyecto para la educación de los jóvenes se
encuentra en su tiempo con muchos empleados y profesionales de la enseñanza, pero con pocos
educadores con una autentica vocación.
Los “empleados” de la enseñanza tienen entonces bastante mala fama: son unos “ganapanes” con
escasa cultura e incapaces de mantener un mínimo de orden en la escuela. Ni siquiera hay horario
de entrada y salida: cada alumno llega cuando puede y se marcha cuando quiere. «...si hubiera
pensado que, por el cuidado de pura caridad que me tomaba de los maestros de escuela, me
hubiera visto obligado alguna vez a vivir con ellos, lo habría abandonado, pues como yo
valoraba naturalmente en menos que a mi criado a aquellos a quienes me veía obligado a
emplear en las escuelas, sobre todo en el comienzo, sólo la idea de tener que vivir con ellos me
hubiera resultado insoportable”.
Los “profesionales” de la enseñanza, tales como los “maestros calígrafos”, son celosos de su saber
y de sus títulos: les importan más sus privilegios que el remediar la ignorancia. La Salle sufrió los
peores ataques a sus escuelas de parte de estos “profesionales”, defensores de unas tradiciones
que les mantenían en el poder y la seguridad.
Cuando La Salle comienza a concebir y desarrollar su proyecto educativo se da cuenta de que sólo
será posible llevarlo a cabo con educadores con vocación. El itinerario del educador nace cuando
éste empieza a mirar su profesión en función de las necesidades de los destinatarios.
Estamos hablando de una conversión, es decir, de una transformación de la persona, y eso no se da
de la noche a la mañana. Se trata de un proceso al que deben someterse, tanto el que empieza a
descubrir su vocación de educador, como el que lleva muchos años viviendo esa vocación: el
proceso no se termina, porque las necesidades van cambiando y piden nuevas respuestas.
El recorrido por las MTR de San Juan Bautista De La Salle nos deja una amplia relación de títulos,
que revelan otros tantos matices desde donde contempla de dignidad de la misión del maestro.
Seleccionamos de ese elenco este catálogo esencial: Maestro, mediador, buen pastor, ángel
custodio, cooperador de Dios, padres adoptivos, guías, tutores, ejemplos, modelos, apóstoles,
Hno. Juan Rodrigo Garcés Ramírez, fsc.
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Juan Bautista De La Salle descubre que Dios lo llama en la persona del “otro”: los niños y jóvenes.
El “otro” es, en este caso, mi alumno, nuestros alumnos. Es frecuente que sólo aparezcan ante
nuestros ojos como receptores de conocimientos, “sujetos de aprendizaje”. Pero si empezamos a
fijarnos en ellos con atención, si los observamos como las personas que son, y no sólo como
almacenes de conocimientos, pronto descubriremos en ellos una serie de carencias o necesidades
afectivas y relacionales, o la falta de valores que les permitan vivir con plenitud de sentido, o algún
tipo de pobreza que dificulta su realización personal, o tal vez la ausencia o deficiencia de la fe...
Pero todo ello no se reduce a una simple constatación de hechos más o menos objetivos. Son
llamadas que resuenan en nuestra conciencia de educadores. Las sentimos, por tanto, como
llamadas que esperan respuestas concretas. Es así como empezamos a vivir nuestra profesión
como una vocación, incluso antes de tener en cuenta su sentido trascendente.
El resultado de este primer movimiento es la conversión de nuestras actitudes, que serán reflejo de
la perspectiva ocasional: tales actitudes se orientarán a estar más en función del otro, de nuestros
alumnos, que de nosotros mismos.
Podemos advertir enseguida, dos características del dinamismo a que da lugar:
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escucha se proyecta, no sólo con sus alumnos, sino con su familia, su comunidad, con
aquellos a quienes trata a diario.
Todavía más: esta “manera de ser” que se va fraguando en el educador con “vocación”, repercute,
ciertamente en su relación con los hombres, pero también en su relación con Dios, en el supuesto
de que la fe esté presente como dimensión fundamental de su vida. La actitud de escucha permite
descubrir a un Dios que se revela, se manifiesta, dialoga, transmite su voluntad al hombre, le habla
a través de símbolos... En definitiva, se descubre a un Dios personal presente en la historia
humana. A partir de este momento podemos hablar de vocación, en sentido religioso, como
llamada de Dios.
Hombre interior: Desde su interioridad el hombre se relaciona consigo mismo, con los
demás, con el entorno y con el Fundamento de todo que es Dios, ya que sólo el hombre
interior tiene capacidad de escucha; sólo él puede distinguir lo aparente de lo auténtico;
sólo él puede estar abierto a las necesidades de los otros y dejarse conmover por ellas. Esa
interioridad alcanza su culmen en el hombre “lleno de Dios”, el hombre que vive y camina
“en la presencia de Dios”; que ha descubierto a Dios revelándosele en su historia cotidiana
y de manera especial en los niños y jóvenes a los que ha de servir.
Hermano mayor entre los jóvenes, dedicado por entero a la labor educativa: es su misión
y hace de ella el núcleo de su proyecto vital, no sólo como entretenimiento o como medio
de ganarse la vida.
Cuando cada uno de los miembros de la comunidad educativa, logra hacer vida estas tres
dimensiones en su persona, habrá convertido su profesión en un ministerio evangélico y podrá
asumir que es: Maestro, mediador, buen pastor, ángel custodio, cooperador de Dios, padre
adoptivo, guía, tutor, ejemplo, modelo, apóstol, profeta, testigo, intercesor, embajador de
Jesucristo, ministro del Evangelio, dispensador de los misterios de Dios, hermano mayor…
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cambios axiológicos, fruto de una sociedad de consumo, relativizan los valores y las
instituciones tradicionales, dando preeminencia al tener sobre el ser, al poder sobre el
servicio, etc. Una realidad educativa cuestionadora
Trescientos años de esfuerzos sostenidos en la educación mundial por parte de los Estados no han
sido suficientes para evitar que en el año 2000 se haya reportado más de 113 millones de niños sin
acceso a la enseñanza primaria y 880 millones de adultos analfabetos; de esto nos habla el Informe
sobre Educación para Todos (EPT), producto del Foro Mundial de Educación realizado en la ciudad
de Dakar, Senegal, del 26 al 28 de abril de 2000. 1
En el documento preparado por el Comité de Redacción de dicho Foro, se insiste en una visión
amplia y general de la educación y su papel determinante en la preparación de los individuos y la
sociedad. Se resaltan como opciones educativas importantes: la generalización del acceso a la
educación, la insistencia en la igualdad, el énfasis en los resultados del aprendizaje, la ampliación
de los medios y el alcance de la educación básica, el mejoramiento del entorno educativo y la
consolidación de las alianzas en pro del desarrollo educativo. Pero la realidad dista mucho de estas
propuestas:
Si La Salle consideraba sus tiempos “calamitosos”, los latinoamericanos podríamos decir lo mismo
en la primera década del siglo XXI. El Proyecto Regional de Educación para América Latina y el
Caribe, propuesto por la UNESCO en 2002, presenta una situación regional poco alentadora; parte
1
Consultado en www.unesco.org.cl
2
Comité de Redacción del Foro Mundial sobre la Educación (2000):Comentario detallado del Marco de Acción de
Dakar. París: UNESCO. p.2 /Consultado en www.unesco.org.cl
Hno. Juan Rodrigo Garcés Ramírez, fsc.
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de la constatación de ser la zona menos equitativa del mundo porque, a pesar de “...los esfuerzos y
logros realizados, la realidad de la estructura política, económica y social de la región muestra
signos de agudización y vulnerabilidad debido a las continuas crisis que arrastra por décadas”. 3 Al
final de los años 90, el 43.8% de la región se encontraba en situaciones de pobreza, lo que
representa alrededor de 211 millones de personas, de las cuales aproximadamente 89 millones se
situaban bajo la línea de indigencia. Y no creemos que esta situación haya mejorado en estos
últimos diez años.
En cuanto a los niños, sujetos preferenciales de la educación para los Lasallistas del mundo entero,
se percibe una mayor conciencia sobre sus derechos, pero persisten la explotación y la violencia. El
concepto de derechos del Niño sigue siendo novedoso pero, gracias a la Convención firmada en el
año de 1989, muchas constituciones nacionales han agregado disposiciones concretas sobre la
infancia y cada vez cobra más fuerza en los temarios políticos que inciden en las inversiones
sociales y los programas educacionales. De ahí que el Informe elaborado por el Secretario General
de las Naciones Unidas para la Cumbre Mundial en favor de la Infancia, realizado en el año 2001,
insista en que los derechos de los niños pueden ser el faro que orienten las decisiones del futuro, a
pesar que muchos adultos hacen caso omiso de sus responsabilidades y convierten a los niños en
víctimas de actividades humanas horrendas y abominables. 4
Encontramos una realidad difícil que exige a todos los implicados en la tarea educativa un
compromiso fuerte y exigente para ser respuesta a las nuevas necesidades del presente.
3
Proyecto Regional de Educación para América Latina y el Caribe (2002), p. 3 Consultado en www.unesco.org.cl
4
Annan, Kofi (2001): Nosotros, los niños y las niñas. Cumplir las promesas de la Cumbre Mundial a favor de la
Infancia. p.12 / Consultado en www.un.org
Hno. Juan Rodrigo Garcés Ramírez, fsc.
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2. CAMBIO TECNOLOGICO:
-Redes universales: rapidez. -Exige dominio técnico: herramientas.
-Realidad virtual más amplia. -Nuevas funciones del docente.
3. CAMBIO AXIOLOGICO-MORAL:
-Liberalismo, relativismo. -Liderazgo: Padres, Maestros.
-Vacio, manipulación. -Mediación ante vulnerabilidad.
5. CAMBIO COMPETENCIAL:
-Nuevos aprendizajes. -Nuevos contenidos y métodos.
-Interdisciplinariedad. -Formación permanente.
Estos cambios afectan sensiblemente la educación y plantean nuevos retos a nivel relacional,
metodológico, interdisciplinar, etc., en una red de exigencias, a veces agobiantes para muchos
educadores. La Sociedad tiene, en este ámbito, una gran responsabilidad para ayudar a poner los
medios necesarios para lograr una educación de calidad.
Los Educadores son la voz de los «sin voz», para lograr los medios necesarios que les desarrollen y
potencien plenamente.
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Compromiso cristiano.
4. -LASALIANA: Carisma Lasallista. APRENDER A
INSTITUCIONAL Formación institucional, SMEL, CONVIVIR
Disponibilidad. Equipo. -Solidaridad- PAZ
5. ANIMACIÓN: Trabajo en equipo, APRENDER A HACER
GESTIÓN implicación-responsabilidad en el -Creatividad-
Proyecto Educativo.
6.FORMACIÓN Proyectos Distritales, SMEL y en la Todo PROYECTO
PERMANENTE RELAL
La palabra identidad viene del latín identitas y este de idem (lo mismo). La palabra identidad nos
presenta una dualidad; por una parte se refiere a características que nos hacen percibir que una
persona es única, por otro lado, se refiere a características que poseen las personas que nos hacen
percibir que son lo mismo (sin diferencias) que otras personas. Es como cuando la madre le dice al
hijo: “tú eres único y muy especial… lo mismo que tu hermano”.
Podemos preguntarnos, ¿qué diferencia a un colegio de los Padres Jesuitas, de uno Lasallista, si
ambas instituciones son católicas, tienen altos estándares de exigencia académica, brindan una
solida formación en valores y forman excelentes ciudadanos? Otras veces hemos constatado con
alegría, cuando hemos tenido la oportunidad de interactuar en otros escenarios Lasallistas del
país, o incluso de otras regiones del mundo, que nos sentimos en familia, aunque no conociéramos
a nadie previamente, y nos preguntamos el ¿por qué de esta realidad? La respuesta es el carisma
lasallista.
“El Espíritu de Dios ha confiado a la Iglesia, en la persona de San Juan Bautista de La Salle un
carisma que todavía hoy anima a los Hermanos y a numerosos educadores”.
(Regla de los HEC, 2002: No. 20)
El carisma lasallista es el DON del Espíritu dado a nuestro Fundador que nos permite hoy a
Hermanos y seglares, descubrir, valorar y dar respuesta a la educación cristiana de niños y jóvenes.
Sabemos con certeza que ningún proceso llegará a buen fin sino en la medida en que cimentemos
nuestra propia identidad como seglares o religiosos en las raíces del Carisma de Juan Bautista De
La Salle. Cuando cada uno de los miembros de la comunidad educativa, logra hacer VIDA el Espíritu
Común en su persona, este será la orientación que le hará imprimir a todas sus acciones y
enseñanzas, un, un sabor a CRISTO JESÚS, al estilo San Juan Bautista De La Salle, ya que su carisma
de fundador le permite descubrir la educación cristiana de los niños pobres como lugar
privilegiado de presencia y crecimiento del Reino de Dios.
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