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Escrito sobre el documental

Energía para compartir, energía para el Buen Vivir

¿Son las energías renovables el futuro? Aunque es un hecho que parece cada vez más
claro, en Colombia la transición a las energías limpias seguirá siendo aplazada varias
décadas. El uso de los combustibles fósiles continúa siendo una prioridad en el
abastecimiento de las necesidades energéticas del país y una fuente importante de
recursos a nivel nacional y regional.

A pesar de su inminente agotamiento y de las negativas consecuencias ambientales y


sociales históricamente derivadas de la explotación de combustibles fósiles, su papel en la
economía y el desarrollo del país, prioriza la explotación petrolera y el uso de energías
convencionales sobre las energías limpias. No obstante, en un país profundamente
desigual, los beneficios que debería proveer la industria petrolera, en el desarrollo de las
regiones y el bienestar de su población, alcanza solo algunos sectores; para otros, estos
beneficios son inalcanzables.

El documental “Energía para compartir, energía para el buen vivir” muestra una serie de
ejemplos de sobre la implementación de prácticas agroecológicas y el uso de energías
alternativas en comunidades campesinas e indígenas en Colombia. Estas iniciativas,
generalmente de carácter local, se muestran como herramientas de empoderamiento y
autonomía para comunidades tradicionalmente olvidadas por el estado y la sociedad.

En medio del abandono del estado, estos procesos surgen y se fortalecen a partir de la
iniciativa de pequeñas comunidades, en ocasiones apoyadas por organizaciones no
gubernamentales, fundaciones o voluntarios, quienes terminan asumiendo estas
responsabilidades, ante un estado que falla en proveer las condiciones mínimas de
bienestar para sus habitantes.

Estas prácticas se constituyen en herramientas valiosas, pues permiten el aprovechamiento


sustentable de los recursos naturales y la apropiación del conocimiento, implican una menor
producción de desechos contaminantes, un menor gasto económico y están estrechamente
relacionadas con una mayor conciencia ambiental y social.

Estos procesos, son ejemplos claros y actuales, desde las comunidades sobre la posibilidad
de vivir y satisfacer nuestras necesidades, con un menor impacto ambiental, y a su vez
favorecer y fortalecer la autonomía de los pueblos; son una muestra de compromiso y
responsabilidad, y además, una forma de resistencia.

Katiuska A. Fonseca Prada.


Diplomado en Formación Ambiental Ciudadana Gestión Ambiental y Territorial. Nivel 1. Comité
Ambiental en Defensa de la Vida.
Escrito sobre el documental
Cochabamba, La Guerra del Agua

En el año 2000, bajo el gobierno de Hugo Banzer Suárez, Bolivia se encontraba bajo una
ola de privatizaciones de los bienes estatales. Ese año, la empresa municipal de agua
potable y alcantarillado de Cochabamba, pasó a manos de la empresa Aguas del Tunari,
un consorcio internacional, formado por compañías multinacionales como Bechtel. La
privatización del servicio de abastecimiento agua, un bien sagrado para cualquier la
población, generó una gran indignación y manifestaciones multitudinarias en una de las
ciudades más grandes del país. Esta es la historia narrada por el documental Cochabamba,
La Guerra del Agua.

El aval del gobierno boliviano, permitió a la compañía extrajera administrar el servicio


público del agua, e implementar medidas como el aumentó desproporcionado de las tarifas,
el cobro por el uso de acuíferos como ríos o pozos, e incluso del agua lluvia, afectando la
el uso del agua para el riego, atentando contra las costumbres campesinas y afectando
ampliamente a las comunidades marginales, ya empobrecidas y carentes del recurso vital,
y perjudicando también la comunidad general.

Ante los atropellos que significaban la apropiación del agua de una región, y de la
distribución inequitativa de un recurso básico e indispensable para la vida humana,
Cochabamba se manifestó durante meses, se movilizó de manera permanente y masiva
con el fin de defender los derechos colectivos, la vida y su dignidad.

La guerra del agua, conllevó a que en marzo del 2002 se aprobaran proyectos de ampliación
para garantizar la ampliación en el servicio abastecimiento de agua; así como la declaración
del agua como patrimonio ciudadano y que esta fuera reconocida como servicio público
vital.

Lamentablemente, este caso es sólo uno de tantos ejemplos sobre cómo compañías
extranjeras con el apoyo de los poderes políticos de una nación, se apropian y mercantilizan
los recursos naturales de los países denominados subdesarrollados o en vías de desarrollo,
pasando por encima de los intereses colectivos de las regiones, y conllevando a la perdida
de diversidad natural y cultural, y al empobrecimiento de los sectores más vulnerables. Sin
embargo, Cochabamba y la guerra del agua es, a su vez, un claro ejemplo de lucha por la
defensa del territorio y los bienes comunes, un ejemplo de resistencia civil, que mostró al
pueblo como un actor activo en la lucha por garantizar el bienestar común, incluso si las
leyes que nos rigen, parecen estar en detrimento de este.

En este sentido, es necesario que este sea visto como un hito para que la sociedad en otras
regiones de Bolivia, Latinoamérica y otros países, se reconozca y asuma como actor
político, en procura de garantizar el bienestar de la población y del ambiente.

Katiuska A. Fonseca Prada.


Diplomado en Formación Ambiental Ciudadana Gestión Ambiental y Territorial. Nivel 1. Comité
Ambiental en Defensa de la Vida.

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