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SER HOMBRES
Una interpretación de] mensaje
de la Biblia para nuestro mundo
SIERRA NUEVA
Cnráluln:
Rodolfo Campodónico
Distribuidores exclusivos
para América Latina y España:
Prefacio
Capítulo I
SOLO U N A T E O P U E D E SER B U E N C R I S T I A N O
¿Por qué hay ateos?
Para ser c r e y e n te hay que abandonar los dioses
El D i o s que no está solo
P o d e r o s o pero no tirano
T e m a s d e R e f l e x i ó n ( c o m e n t a n d o algunas
preguntas)
Mal y libertad
C r e y e n t e s que no creen
El D i o s c e l o s o
¿ C ó m o saber?
C a p í t u l o II
¿ E X I S T E EL H O M B R E ?
A p o g e o y fin del h o m b r e
Imagen de Dios
El hombre: un p r o y e c to en c a m i n o
¿Pecado?
Libertad para recomenzar
Temas de Reflexión ( c o m e n t a n d o algunas
preguntas)
Iglesia y h u m a n i z a c i ó n
Humanidad y política
Hombre y Cosmos
P e r f e c c i ó n y madurez
C a p í t u l o III
¿HAY U N A V I D A A N T E S D E L A M U E R T E ?
A h o r a es el m o m e n t o ,
¿Pero hay realmente una vida?
El amor no dejará de ser
No se puede hablar en singular del amor
T e m a s d e R e f l e x i ó n ( c o m e n t a n d o algunas
preguntas)
Las imágenes de la vida futura
Cielo e infierno
Amor y conflicto.
C a p í t u l o IV
¿HAY A L G U N A S E G U R I D A D ?
Una apuesta . . .
. . . certificada por una vida
D e s a f í o y consuelo
T o d o comienza en el perdón
Temas de R e f l e x i ó n ( c o m e n t a n d o algunas
preguntas)
Seguridad y riesgo.
"El misterio del bien"
C o n s u e l o sin d e s a f í o
PREFACIO
7
el resultado de un diálogo. Y lo hacemos en la
esperanza que, a su vez, invite al lector a participar del
mismo y a prolongar y profundizar los ternas apenas
esbozados aquí.
Este carácter abierto de la presentación y de los
actos que la originaron no es puramente, formal.
Corresponde, creemos, al tema mismo. Pues hablamos
de Dios, de su propósito y de su acción, del hombre,
de la esperanza y de la fe. Sobre estos temas nadie es
autoridad: no hay eruditos o técnicos. Sólo hay
buscadores. Lo único que uno puede hacer, por lo
tanto, es compartir con otros el resultado de su
búsqueda e invitarlos a proseguirla juntos. Más aún,
dada la naturaleza de la fe cristiana, fundada en la
acción gratuita de Dios, el predicador cristiano no
puede presentarse como un poseedor de la verdad sino
sólo como su servidor. Lutero hubo de decir en una
ocasión que el cristiano es como un mendigo que dice
a otro mendigo: "Vamos juntos, yo sé donde nos
darán pan ". No otra cosa es lo que intentamos.
Pero esto significa también algo muy importante
para el lector. Dios, Jesucristo, la fe cristiana, no son
temas que puedan conocerse merced a una información
adecuada, recibida pasivamente y evaluada objetiva-
mente. Por cierto, es posible estudiar y conocer las
afirmaciones cristianas sin comprometerse con ellas.
Pero tal conocimiento no penetra la realidad a la que
el cristiano se refiere. El tema de Dios sólo se lo puede
comunicar apasionadamente -como una realidad vital
que da sentido a nuestra vida- y sólo se lo puede
recibir apasionadamente (lo que no significa ciegamente
o sin reflexión), como un llamado y un desafio que
exige respuesta. En este sentido, estas charlas son una
invitación a ese encuentro apasionado, a esa lucha con
Dios, que ninguna charla puede "producir" pero que,
cuando ocurre, compromete toda la vida, no en una
8
mera observancia religiosa sino en el proyecto de Dios
de crear un mundo y una humanidad entera.
9
CAPITULO !
SOLO UN ATEO
PUEDE SER BUEN CRISTIANO
15
argumento ha sido repetido mas de una vez por
propietarios y religiosos: "Dios ha hecho ricos y
pobres, propietarios y campesinos, y no hay que tocar
el orden creado por Dios". Quien se rebela contra ese
orden, lógicamente se rebela contra el Dios que lo ha
creado y lo mantiene. Si Dios garantiza el estado actaaí
de ías cosas, para cambiarlo hay que rechazar a Dios.
Una vez más, una lectura bastante superficial de
las páginas de la Biblia -desgraciadamente bien oculta-
das, muchas veces por la misma iglesia- alcanzaría para
dar por tierra con ese Dios. Volveremos más tarde
sobre este tema. Pero es importante decirlo desde
ahora con toda claridad: el Dios de la Biblia de
ninguna manera garantiza la propiedad del explotador
ni ha autorizado la esclavitud del sometido. Por el
contrario, como lo dice uno de los profetas, quienes
sostienen ese orden de cosas "no conocen a Dios". Por
el contrario, el gobernante que hace justicia y protege
el derecho del débil y del pobre, ese es el que "conoce
a Dios" (Jeremías 22:13-16).
Cuando alguien dice, pues: "yo no creo en Dios
porque creo en la ciencia", o "yo no creo en Dios
porque creo en el hombre" o "yo no creo en Dios
porque creo en la justicia", debo responderle que yo
tampoco creo en ese Dios. Y que solamente quien sea
un apasionado ateo de esos dioses puede ser verdadera-
mente cristiano. El que adora un dios que sustituye a
la ciencia, o que rebaja ai hombre o que garantiza
situaciones de injusticia, ha depositado su fe en dioses
falsos. Cuanta mas fe tenga, tanto peor. Porque su fe
está dirigida a algo que no es Dios.
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¿De dónde provienen estos dioses falsos? La Biblia
repite frecuentemente que Sos hombres nos inventamos
dioses, ios fabricamos. Por supuesto, es claro que
fabricamos 'imágenes' de dioses. Un profeta, Isaías, se
burla de quienes toman un trozo de madera y lo tallan
para hacerse una imagen. Con las astillas que quedan
—dice Isaías— hacen fuego y se preparan un asado. Y
la talla que han hecho con la misma madera la colocan
sobre un pedestal, se inclinan ante ella y le ruegan:
"Dios mío, sálvame". Ridiculiza así la adoración de
imágenes. Pero, mas profundamente, se denuncia toda
esa mistificación por la que nos fabricamos ideas de
Dios, conceptos de Dios, a la medida de nuestras
conveniencias e intereses. Inventamos dioses para de-
fender nuestros intereses, para justificar nuestra tran-
quilidad culpable" frente al mal, para ahorrarnos el
esfuerzo de luchar por un mundo mejor, para justificar
nuestro egoísmo personal, de familia, de clase o de
nación. Y después los adoramos, cuando en realidad
nos estamos adorando a nosotros mismos. Por ejemplo,
Jesús dice que "no se puede adorar a Dios y a
Mammón" (el dios del dinero o la riqueza). Y Pablo
dice que "la avaricia es idolatría", es decir, la adora-
ción de un falso dios.
Es cierto que no siempre nos damos cuenta de lo
que estamos haciendo. A veces, porque no le damos
carácter religioso. Decimos que no somos religiosos,
que no nos interesa la religión, pero en la realidad
hemos hecho de alguna de estas cosas - l a riqueza, el
poder, la comodidad- un dios y lo sacrificamos todo a
ellas. O, lo que en realidad es peor, nos llamamos
cristianos, decimos que adoramos a! verdadero Dios,
que creemos en Jesucristo, pero en realidad, bajo esos
nombres ocultamos nuestros propios intereses egoístas,
de grupo o de clase. Hemos mantenido el nombre de
Dios, pero hemos vaciado su contenido. No hay
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verdadera fe si no se destruyen estos falsos dioses. Este
es el primer problema: para creer en Dios hay qué
descreer de los dioses que nos fabricamos, hay {.{Ib-
comenzar por ser ateos de estos dioses.
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-y lo hace constantemente- Dios vuelve a proponerla,
la rehace y le da un nuevo futuro y una nueva tarea.
El Dios verdadero no es "el que está solo". Por el
contrario, es quien invita al hombre a 'estar con él. Es
un Dios que se ocupa de los demás, del mundo y del
hombre más que de si mismo. Esto es sumamente
sugestivo porque habitualmente pensamos en un Dios
que está allá, distante, aguardando que los hombres
piensen en él, se ocupen de él, traten de agradarle o
satisfacerle. El Dios de la Biblia, en cambio, está
constantemente ocupado en el mundo, en su curso, en
la creación de la vida y en su plenitud, en la justicia y
la verdad entre los hombres. Cuando le habla al
hombre - c o m o ocurre frecuentemente en la Biblia-
no es para hablar de sí mismo sino de su propósito y
su deseo para el mundo, para los hombres. No hay en
la Biblia discusiones de la naturaleza o del ser de Dios.
El tema de la conversación de Dios con el hombre es el
hombre mismo. Quien no se interesa en éste, no tiene
de qué hablar con Dios. Porque Dios está totalmente
concentrado en su proyecto para el mundo, e invita a
los hombres a pensar en este proyecto, a tomarlo en
serio, a comprometerse con él para realizarlo. Este es el
comienzo de la fe.
El símbolo central de la fe cristiana, la cruz, es la
afirmación má? rotunda de esta decisión de Dios-de
estar con los hombres. Tan en serio ha tomado Dios su
compromiso con el ser humano en la realización de
este proyecto, que no vacila en arriesgarse a participar
de la vida humana aun en su pobreza y su fragilidad,
incluso hasta la muerte, para restaurar la sociedad con
el hombre. El Dios de la Biblia es Dios para los otros y
no para sí mismo. Es un Dios que sufre, que se juega,
que corre riesgos en su proyecto de crear un mundo.
Cuando mencionamos a Jesucristo estamos hablando de
esto, de una "apuesta" que Dios hizo a favor del
19
hombre, colocándose a sí mismo como garante, Y dio
su vida. Con razón que se sintieron desorientados y
perplejos los filósofos que habían imaginado un dios a
su semejanza: una especie de filósofo universal, ensi-
mismado en sus propios pensamientos, contemplando
desapasionadamente el mundo. Este Dios cristiano, "de
carne y en la carne" como decía un pensador español,
este Dios apasionado que se deja golpear e insultar, y
crucificar, para sellar una voluntad de transformación
del mundo, sólo éste es, en términos cristianos, el Dios
verdadero.
20
Aquí hay una concepción distinta del poder. Si
queremos hallar términos de comparación, pensemos en
el poder creador del artista, que trabaja y vuelve a
trabajar la arcilla, que compone y recompone y revisa.
No pensemos en el mago cuya varita mágica toca las
cosas y se hacen solas. Dios es poderoso como el
artesano que no se fatiga ni se desalienta, que sigue
trabajando con infinita paciencia y perseverancia, que
recomienza cuantas veces sea necesario hasta lograr
crear lo que está deseando, su proyecto. Es poderoso
porque es fiel a su obra, porque no se aburre ni se
fatiga hasta que completa su obra. O pensemos en el
buen gobernante: no en el tirano que avasalla y
domina a su pueblo. El buen gobernante es el que
estimula a su pueblo, lo guía en la búsqueda de sus
metas, le señala el camino, lo habilita para lograr
juntos un destino. Dios no es un gobernante que fije
arbitrariamente el camino de su mundo o lo dirija
mágicamente desde arriba: es el soberano que guía,
estimula, acompaña a su pueblo. Creer, en términos
cristianos, significa entrar en sociedad con ese Dios
para trabajar con él. Es firmar un contrato por el cual
nos comprometemos a participar en su proyecto para
el mundo, a hacer nuestro ese proyecto. Es decisivo,
por lo tanto, saber qué contrato firmamos y con quién.
No es lo mismo hacerlo con cualquiera de los dioses
que inventamos o con el Dios que la Biblia nos
muestra, el Dios que nos llama a crear con él un
mundo en el que valga la pena vivir.
21
TEMAS DE REFLEXION
( c o m e n t a n d o algunas p r e g u n t a s )
Mal y libertad
22
TEMAS D E R E F L E X I O N
( c o m e n t a n d o algunas p r e g u n t a s )
Mal y libertad
23
todos los sufrimientos de la historia. Un. teólogo
latinoamericano ha dicho que el Evangelio puede
traducirse en una afirmación: "ningún amor se pierde
sobre esta tierra". Esa es la única garantía. Por eso
Dios es todopoderoso.
25
El Dios celoso
¿Cómo saber?
28
29
CAPITULO II
¿EXISTE EL HOMBRE?
Imagen de Dios
37
a su vez, en reacción en cadena, oíros cientos de
millones que dependen de éstos. Y esto no ocurre
misteriosamente, sino que, mediante el conocimiento
de mecanismos económicos y políticos, podemos tomar
conciencia del resultado probable de nuestras acciones.
Y así, todo ese mundo entra en el ámbito de nuestra
responsabilidad. Cuando los explotados braceros meji-
canos que cosechan la uva en California iniciaron su
lucha, el pueblo norteamericano se vio frente a una
nueva decisión. Cada kilo de uva que * compraban o
rechazaban era un acto de solidaridad con los explota-
dos o con sus patrones. Un masivo repudio a esa
explotación redujo en un 40% las ventas en los
EEUUA. El boycott había resultado efectivo. Pero los
viñateros comenzaron a inundar el mercado europeo
con los excedentes. Y ahora es el comprador europeo
quien tiene que incluir en su círculo de responsabilidad
a esos desconocidos peones mejicanos que libran su
lucha a diez mil kilómetros de distancia.
Ser hombre es cada vez una posibilidad más rica y
más compleja: ya no es cultivar mi parcela, cuidar de
¡ni mujer y educar a mis hijos, ser buen vecino. Ahora
debo asumir responsabilidad por el mundo -saber
cómo se utilizan los recursos, conocer las distintas
posibilidades de organización y planeamiento- y parti-
cipar en las formas de organización política y econó-
mica en las cuales mis vecinos, mi familia, mi comuni-
dad y oirás muchas podrán humanizarse o se verán
perjudicados o destruidos. El. ser hombre gana en
posibilidades, el concepto de humanidad se enriquece
cada vez que descubrimos nuevas áreas de realización.
Eso es lo que Dios quiso en su creación: un ser que
podía ir ampliando el campo de ejercicio de su
creatividad y de su amor hasta que abarcara el mundo
entero y quien sabe si un día también los confines del38
universo. ¿Por qué tener miedo de ello, si ese es el
campo que Dios ha abierto para que el hombre llegue a
ser plenamente hombre?
¿Pecado?
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mujer, responde con enorme rigor: el hombre que mira
a una mujer con lascivia ya ha cometido adulterio.
¿Por qué? Porque en la situación concreta de su
sociedad y de su tiempo (¿y no lo es también en
buena medida en el nuestro? ) era el hombre quien se
apropiaba, para su propia satisfacción egoísta e irres-
ponsable de una relación que Dios había creado para el
ejercicio generoso y responsable del amor. Eso es el
pecado. Pecado contra Dios porque su propósito de
humanización por el amor es prostituido.
Jesús libra un áspero combate con los dirigentes
religiosos de su pueblo acerca de las leyes religiosas
vigentes. Dios había instituido y ordenado el día de
reposo, las oraciones o las observancias religiosas, para
dar al hombre la libertad de dirigirse a él, de tener un
ámbito de libertad en su presencia, de saberse escucha-
do y aceptado a pesar de sus debilidades, de saber
restituida su relación con Dios. Esas observancias
religiosas debían ser un testimonio constante del amor
divino, el sello de que Dios no renegaba de su sociedad
con el hombre, un llamado a ser responsable por el
prójimo. Pero esos dirigentes religiosos las habían
transformado en un instrumento de dominio sobre el
pueblo, un medio de someterlos por el temor, esgri-
miendo la ley como un arma para subyugar la
conciencia del pueblo, para justificarse a sí mismos y
hacer sentir su superioridad sobre quienes, abrumados
de obligaciones y carentes de recursos, no podían
cumplir todas esas leyes.
Finalmente, Jesús se muestra duro frente a los
ricos. No es un asceta: le complace comer y beber,
participar de una fiesta y compartir un banquete. No
quiere que el hombre se prive de disfrutar de todo lo
que Dios ha creado. Pero, mientras el rico disfruta de
su banquete, el pobre Lázaro tiene que contentarse con
las migajas que caen debajo de la mesa. Y aquí está el
40
pecado; Dios tendió la mesa de! inundo para todos sus
hijos. La apropiación egoísta de esa mesa por algunos
es la negación del propósito de Dios.
El pecado no es tanto una afrenta a Dios en sí; es
una afrenta a Dios en e! hombre, es apropiar irrespon-
sablemente - f r e n t e a otros seres humanos, frente a
generaciones futuras- una posibilidad que Dios ha
abierto para que el hombre sea más hombre, mis
responsable y gozoso en amor. En el fondo, sabemos
esto muy bien. Cuando la humanidad busca símbolos
de lo que es verdaderamente humano, modelos de io
que debemos alcanzar como hombres, nos vamos
dando cuenta cada vez más que la disposición de
entregarse a otros por amor es la cualidad humana
esencial. Los símbolos pueden ser muy distintos: entre
los jóvenes " puede surgir el nombre de Aibert
Schweitzer, de Martin Luther King o del Che -según
sus ideologías, su ambiente o círculo de influencia.
Pero la explicación suele ser la misma: vivieron para los
demás y estuvieron dispuestos a jugarse ia vida por
otros. Aún perturbados por el peso de la enajenación
del egoísmo, de una organización social y económica
destructora y deshumanizante, no podemos dejar de
sentir el llamado de la verdadera humanidad. Honramos
a quienes tratan, por el amor y el fuego, por el trabajo
y la solidaridad, de construir un mundo.
TEMAS DE REFLEXION
(comentando algunas p r e g u n t a s )
Iglesia y humanización
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de! hombre cuya esperanza tiene que reducirse al más
allá, porque aquí no tiéne otra posibilidad: ha sido
'opio' cuando debió transformarse en 'tónico'. Y como
consecuencia, ha formado en su propio seno hombres
incapaces de asumir su responsabilidad humana, una
mentalidad de "resignación", de renuncia, la clase de
actitud que alguien ha llamado de "huelga social".
Humanidad y política
Hombre y cosmos
48
Perfección y madures
50
CAPITULO ¡II
54
En te época de Jesús se libraba en e! judaismo una
aguda polémica acerca de ¡a resurrección de ¡os
muertos, que un grupo (los "saduceos") negaba y otro
(los "fariseos") afirmaba. Se discutía la naturaleza de
la vida resucitada, y si ios que morían iban por un
lapso al "seno de Abraham" o directamente al "pa-
raíso". Jesús afirmó varias veces la realidad de la
resurrección. Pero es interesante que cuando cuenta
una parábola referida a esta discusión (probablemente
retomando una historia que ya era conocida), le da un
énfasis muy particular. Un rico, dice, banquetea cada
día, en tanto que un mendigo, Lázaro, recoge las
migajas de sus banquetes. Ambos mueren: el rico va al
lugar de tormento y el pobre al seno de Abraham. El
rico pide que Lázaro venga ahora a aliviar su sufrimien-
to, o que al menos se le permita a él volver a prevenir
a sus parientes de lo que Ses espera. La respuesta es
dura y cortante: el momento decisivo ya pasó. La
eternidad estaba en juego allá, cuando uno gozaba de
la vida sin cuidarse de lo que ocurría con el otro. Allí
quedó sellado el carácter y el destino de su vida. La
muralla que allí se construyó entre uno y otro ya no
puede derribarse. La enseñanza es clara: "no se trata
tanto de discutir la resurrección o el destino futuro. Lo
que cuenta es el contraste entre el rico y el mendigo
que ustedes toleran. Fíjense en lo que pasa en esta vida
y en este mundo. Lo otro es consecuencia de ello".
Esta es la verdadera cuestión: aquí, en esta vida, se
participa o no en la "sociedad" que Dios establece con
el hombre para crear y transformar el mundo. Aquí
aceptamos o' rechazamos la invitación y el desafío.
Aquí participamos o no en el proyecto de Dios. Esta
vida es lo decisivo. Me han dado una entrada para esta
vida, y no me la reciben de vuelta si no anda bien. O
para decirlo con un mejor símil, que Jesús empleó, me
han dado un "talento" para cultivar y hacer producir.
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Si lo entierro por temor o por negligencia, con él he
enterrado mi vida. Esta vida es el tema de la Biblia.
56
¿eran realmente tan importantes? ¿valían realmenteA la
pena? Si me esfuerzo por ser objetivo en la evaluación,
debo decir que no puedo responder con seguridad a
esas preguntas. Supongo que - t a l vez con algunas
excepciones- a todos nos pasa un poco lo mismo. No
es que no haya en nuestra vida cosas significativas. Las
hay, y cuando miramos hacia atrás no podemos menos
que tomarlas también en cuenta. Hemos aprendido
algo a través de los años: hay cosas que hoy vemos con
claridad, de las que estamos convencidos. Hemos
trabajado y hemos logrado algo en nuestro trabajo.
.Hay cosas que hicimos bien. Y que han quedado bien
hechas. Algunas de las causas por las que hemos
luchado valían la pena y siguen siendo importantes. Y
estamos dispuestos a seguir luchando por ellas. Sobre
todo, hemos amado y hemos sido amados. Y esto es
probablemente lo más importante. Hemos tenido pa-
dres, esposa, hermanos, hijos, amigos, companeros de
tarea, y los tenemos aún. Pero todo esto no elimina la
pregunta: ¿son todas estas cosas una vida? ¿Tienen
continuidad, tienen coherencia? ¿Tienen futuro? ¿O
son sólo chispazos en una noche sin futuro ni sentido?
57
esperanza pasarán. Pero el amor perdura. Las acciones
más heroicas, las más filantrópicas o las más resonan-
tes, pueden ser nada más que efímeras manifestaciones
de una actividad sin valor ni permanencia. Pueden ser
el sonido aislado de ira Instrumento tocado al azar.
Sólo el amor da permanencia y significado a esas
acciones. Porque sólo en el amor hay la persistencia, la
tenacidad, la entrega total, la sensatez y la sensibilidad
que alcanzan un resultado permanente. Hay una vida si
hay amor y en la medida en que haya amor.
Repetimos las palabras del teólogo uruguayo J. L.
Segundo, que citábamos anteriormente; el Evangelio
puede resumirse en una sola frase: "no hay amor
perdido en este mundo".
Jesús hace la misma afirmación en dos notables
pasajes. Uno es el que relata que una mujer (¡a
tradición la ha identificado con la Magdalena) se acerca
a Jesús y lo unge con un perfume muy valioso. Los
discípulos murmuran contra ese "derroche". Y Jesús la
defiende: ha realizado un acto de amor (ungir a quien
va a morir es uno de los actos de misericordia). Y
añade una frase hermosa y solemne: "En verdad les
digo que donde quiera que se predique en todas partes
del mundo el mensaje de salvación, se contará también
lo que hizo esta mujer, para que se acuerden de ella".
A un pequeño acto de amor se le da la trascendencia
misma del mensaje de salivación, del Evangelio: se dice
que ese pequeño acto es de la misma naturaleza de la
salvación, tan permanente, tan eterno como el evan-
gelio mismo. Dondequiera se anuncie ei amor de Dios,
esta mujer estará presente en su acto de amor. Con él,
aquella mujer se ha eternizado. Porque ei amor, ¿orno
la misma palabra de Dios, es eterno. Con esa palabra,
un acto de amor no queda nunca sin futuro.
El otro pasaje es la solemne parábola del juicio del
capítulo veinticinco del evangelio de Mateo, ea que ai
58
Hijo del Hombre separa las "ovejas" de los "cabritos ,
los aceptados de los reprobos. Y el criterio de juicio se
anuncia en dos frases: "Ustedes h i c i e r o n . . " u s t e d e s
no hicieron...": ¿qué cosas? Nuevamente, las obras
de amor (tal como cualquier judío las había aprendido
a distinguir desde la infancia): dar de comer al
hambriento, dar de beber al sediento, vestir al désnudo,
visitar y cuidar del preso, del extranjero, de! enfermo.
Y una vez más, se juega aquí la relación con Jesucristo
mismo: "En cuanto lo hicieron (p no lo hicieron) con
uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicieron (o no lo hicieron)". No hay ningún acto de
amor que pierda su futuro eterno. Nos engañaríamos si
viéramos aquí un simple asunto de transacción comer-
cial: por un seracio brindado a m pobre aquí se
consigue una recompensa más allá. Se trata, en cambio,
de la naturaleza misma del futuro que Jesucristo
ofrece. Su Reino es el triunfo del amor solidario y
activo- todo acto que corresponda a ese Reino, tiene
permanencia eterna, está hecho de la materia del Reino
mismo y por lo tanto queda incluido en el. En el
Nuevo Testamento hay muy peca especulación acerca
de la muerte y del más allá. Lo que se repite
incansablemente es que el aW de Jesucristo es
permanente y que la muerte no puede detenerlo.
Jesucristo dá, por tanto, al amor en nuestra vida una
• dimensión eterna. Quien se ha identificado con el, ya
ha vencido la muerte.
Un episodio más del evangelio merece mención en
este sentido. Al acercarse a una ciudad, Jesús se
encuentra con el cortejo fúnebre de un joven, hijo
único La madre va llorando a su lado. Jesús se
compadece, vuelve al hijo a la vida y "lo devuelve a su
madre". El centro del pasaje no es simplemente el
poder de Jesús para restaurar la vida, sino la compasión
de Jesús que devuelve «n futuro a! amor quebrantado
59
de la madre. El hijo morirá en otro momento; la madre
también. Lo que se ha manifestado y certificado aquí
es que, en Cristo, el amor no ha de quedar para
siempre llorando la pérdida. Lo que se vive en amor
aquí en esta vida tiene futuro aquí y en la eternidad.
No hay otra respuesta a la pregunta acerca de la
vida más allá de la muerte. Ella reposa sobre la misma
realidad que esta vida. Tenemos una vida más acá de la
muerte -y no un mero conjunto de instantes y
episodios aislados y sin significado- porque, y en la
medida en que participamos de la realidad del amor. Y
como ese amor no es una mera manifestación humana,
un simple esfuerzo de nuestra voluntad o un desborde
de nuestro sentimiento sino el mismo sentido de la
realidad, el fundamento de todo lo creado, el ser
mismo de Dios, puesto que es así, la vida tiene futuro
eterno. El sentido de nuestra vida antes de la muerte y
la confianza en una vida después de la muerte tienen
una sóla y única garantía: el amor de Jesucristo. No
podemos buscar otra. El amor de Dios y nuestra
aceptación activa del mismo constituyen la única
posibilidad de que haya una vida en esta serie de
episodios inconexos y de pensamientos tantas veces
contradictorios, de triunfos y de fracasos, que haya
una vida aquí y que esa vida, en lo que tiene de
significativo, tenga futuro también más allá. En él, y
solamente en él, la vida tiene futuro.
60
amor significa precisamente la ruptura de esa existencia
individual, autónoma e independiente. Por lo tanto,
decir que el sentido de la vida, que su realidad, es el
amor, es ubicar la realidad en la comunidad humana,
en la' sociedad de los hombres -único lugar en el cual
el amor puede cobrar cuerpo y expresión-, Pero no
necesitamos recurrir a deducciones lógicas: la Biblia es
abundantemente clara y explícita al respecto. Cuando
se habla en ella del amor, no se lo hace en un contexto
de individuos aislados o incluso de relaciones puramen-
te individuales sino en el marco de una esperanza y
una afirmación dominante: el Reino de Dios. Este es el
centro de la Biblia y, particularmente, del mensaje de
Jesús.
No podemos detenernos aquí a trazar en detalle el
concepto del Reino de Dios, acerca del cual hay
abundante material accesible. .Bástenos señalar que se
trata de la afirmación de una humanidad transformada
en una tierra renovada. Es la visión de un mundo en
que el propósito creador de Dios finalmente se ha
cumplido; donde el hambre, la pobreza, la injusticia, la
opresión, el engaño, y finalmente la enfermedad y la
muerte misma han sido definitivamente desterradas. Es
la visión de un mundo del cual el mal ha sido
arrancado de raíz y para siempre. Donde el amor de
Dios es "todo y en todos". Donde la calidad de
humanidad que se dio en Jesucristo ha penetrado toda
nuestra humanidad y, por lo tanto, el proyecto de Dios
de hacer una humanidad que vive solidariamente el
amor en un mundo armonioso que él mismo trabaja,
.cultiva y hace fructificar, se ha cumplido. "Paz" y
"justicia" son dos términos que, en la Biblia, suelen
caracterizar esa visión. Justicia es la restauración de las
relaciones correctas entre los hombres, en relación con
la posesión de la tierra, en el cuidado de los derechos
de los más débiles, en la protección de la vida. Paz es
61
la condición de plenitud personal y comunitaria, que
incluye los aspectos institucionales, comunitarios y
personales. Gráficamente, paz es la situación de ¡a
familia que vive holgada y alegremente en su casa,
trabajando y reposando, en esta gran casa de! mundo:
esa es la visión de la Biblia. Ese es el esfuerzo en e!
que Dios está empeñado. En la epístola a los Efesios se
lo indica diciendo que Dios se ha propuesto "recuperar
todas las cosas y hacerlas una en Jesucristo", es decir,
unificar en clave de amor ("el misterio revelado") la
totalidad del universo. Esta visión universal de la
recreación del mundo y del hombre es el contenido
inescapable de toda la Biblia, del mensaje de Jesús, de
la esperanza cristiana.
Ai decir esto se levantan, sin duda, una hueste de
preguntas: ¿cómo? ¿cuándo? ¿de qué manera? ¿có-
mo se relacionan en esa esperanza ¡os logros humanos
y la acción divina? La Biblia responde a esas preguntas
en imágenes, parábolas, símbolos, poesía. No hay en la
Biblia una 'geografía' o un 'crosiograma' del Reino de
Dios, como no hay una geografía o un cronograma de
la vida más allá de la muerte. Se nos habla en un
lenguaje poético y simbólico que nos permite percibir la
calidad de vida de ese futuro. Y se trata de un futuro
de la humanidad, de las naciones, es decir, del hombre
en sus relaciones, de la existencia colectiva y organi-
zada, de la sociedad humana. Esto es de la esencia misma
del mensaje cristiano: reducirlo a la vida personal y
privada y a la continuación eterna áe esa vida es distor-
sionar de manera monstruosa ese mensaje. Una vida
privada, vivida en sí y para sí, y prolongada eternamente
es, en realidad, el infierno, la condenación, la perdición.
Porque el amor no puede conformarse con vivir una vida
privada. El mensaje bíblico es el de una comunidad que
se crea y se recrea en amor, en un mundo destinado a ser
"el hogar" de esa comunidad.
62
No se nos estimula ni se nos autoriza a especular
acerca de cómo y cuándo ese propósito sera consu-
mado En realidad, Jesús dice a sus discípulos que esa
especulación no es asunto suyo. Pero si esta es la
naturaleza de la esperanza cristiana, hay una conse-
cuencia de vital importancia: todo acto, acción o
proyecto que, sobre este mundo y ahora, redicen
aunque sea muy parcialmente, ese propósito de Dios,
tiene futuro permanente. Lo que dijimos de los actos
personales de amor - e l perfume derramado o la -
atención del hambriento, etc.- hemos de decirlo de las
formas corporadas, estructurales, organizadas, del amor
Sería absurdo pensar que es un acto de amor el
mendrugo de pan colocado en la mano del mendigo
pero que no lo es la legislación o la organización social
mediante la cual se hace innecesaria la mendicidad. O
que merece ser considerado un servicio a Jesucristo la
visita a un enfermo, pero no el programa nacional de
salud que previene millones de enfermedades.
Si esto es así, estamos obligados a decir -ubicados
en nuestro mundo y nuestra situación particular de
latinoamericanos de esta época- como parte del
evangelio, algunas cosas que pueden sonar extrañas.
Hemos de decir que toda lucha contra la opresion y la
injusticia tienen futuro. Y por lo tanto que es parte del
servicio humano a Jesucristo la lucha contra la avaricia
capitalista o contra la deshumanización burocrática
colectivista, la substitución de los monopolios y las
multinacionales por una economía puesta al servicio
del hombre, los esfuerzos por preservar la creación de
la destracción y del despilfarro de una sociedad de
consumo, los esfuerzos por organizar políticamente la
comunidad humana en igualdad real y no ficticia,
• donde los hombres tengan el mismo valor, no en un
plano abstracto de ciudadanos sino en las posibilidades
concretas de desarrollar sus capacidades, de disponer de
63
su trabajo y de su vida. Es parte del servicio a
Jesucristo la lucha por la liberación de la mujer de su
trato como cosa, como un producto más de nuestra
sociedad, para constituirse en integrante de la unidad
humana ("hombre y mujer los creó"). Es parte de ese
servicio la transformación de la educación en una
ocasión de gozo y humanización del niño: todo eso es
lucha contra el pecado y por ende parte de la. creación
del Reino de Dios.
También en este aspecto podríamos preguntarnos
si esos mil combates de la humanidad por un poco de
libertad, o de justicia, o de dignidad, a veces ahogados
en sangre, a veces parcialmente triunfantes, a veces
traicionados en el triunfo mismo, son una historia o
simples incidentes sin significado permanente. Y la
respuesta es la misma. El cristiano no puede ser cínico
respecto de la historia humana por la misma razón por
la que no puede serlo respecto de la vida personal:
porque ha conocido el poder del amor, manifestado en
Jesucristo, para rescatar, perfeccionar y dar futuro
eterno a cada instante de la vida personal y a cada
movimiento de la vida común de los hombres en que el
amor ha preservado y dado sentido a la vida. A Dios le
corresponde indicar el cómo y el cuándo en que esa
fruicción ha de realizarse. Pero Dios nos ha invitado a
comenzar a crear el futuro y nos ha prometido
garantizar y certificar para la eternidad lo que creamos
en amor personal y colectivamente en este mundo. Hay
una vida humana y hay una historia humana antes de
la muerte, en este mundo, porque Dios es amor. Y por
eso hay también una vida humana y una historia
humana más allá de la muerte y más allá de este
mundo. Esta es la naturaleza y el fundamento de la
esperanza cristiana.
64
TEMAS DE REFLEXION
( C o m e n t a n d o algunas p r e g u n t a s )
65
servicio es a la vez alegría, reposo, y la alegría es
creación, servicio, tarea. Evidentemente, esta es la
calidad de vida impregnada por el amor. Y hay aquí
una dimensión más aún: todo esto ocurre "delante de
Dios", evidentemente ofrecido a él como culto, como
reconocimiento. Es interesante que tanto en hebreo
como en griego, la Biblia utiliza la palabra servicio
(trabajo, tarea desempeñada) para referirse al culto a
Dios. Es que realizar con gozo mi tarea es honrar a
Dios en su propósito. Nuevamente el símil que mencio-
namos reúne esas tres dimensiones: ser yo mismo sin
trabas en el gozo de la creatividad, entregarme a una
tarea común creando una unidad con otros, honrar a
Dios ofreciéndole nuestro servicio y creación común:
esa es la verdadera vida.
Si esa es la verdadera vida, la creación de manifes-
taciones, aproximaciones de esa vida dentro de las
condiciones de limitación de nuestro mundo y nuestra
historia es la misión del cristiano. Eso significa tratar
de transformar el trabajo quitándole los elementos que
¡o hacen una carga compulsiva, permitiendo en la
mayor medida la alegría de sentirlo propio en su
realización y en su resultado. Y sentido propio no
como cosa egoísta privada que debo defender, sino
como realización común para el bien común. Hay aquí
percepciones para una ética del trabajo, de la recrea-
ción, para el ámbito de la economía y de la política,
de la organización de la vida personal y colectiva.
Nuestra visión del futuro atrae el presente: en estas
imágenes del futuro se esconde un llamado para la
transformación del presente. Más de una vez, estas
imágenes han sido puestas al servicio de una visión
estática y negativa de la vida y el mundo presente. Es
tarea cristiana rescatarlas y darles la interpretación
dinámica que ellas mismas reclaman.
Tal vez hay otra imagen que —para terminar una
66
vieja polémica cristiana— conviene mencionar: la de
"recompensa". Se trata de saber si podemos hablar de
la vida futura como una "recompensa" por el bien
practicado en ésta. Católicos y protestantes hemos
debatido furiosamente al respecto. Hay que reconocer
que el término es utilizado en el Nuevo Testamento.
Pero también hay que insistir en que la vida futura
—como todo lo que el Evangelio nos ofrece— es
gratuito y no negociable. El error surge, seguramente,
de interpretar literalmente la idea de recompensa,
como una especie de "crédito" que acumulamos en los
cielos con nuestras acciones terrenales. Un crédito que
podremos cobrar en el momento correspondiente. Tal
idea es evidentemente absurda en una economía del
amor tal como la Biblia la presenta. Pero si entende-
mos la palabra como una imagen, una especie de
parábola para señalar que las acciones que correspon-
den a la vida nueva no quedan truncas, no se acaban,
sino que se proyectan al futuro, entonces la idea se nos
muestra como coherente y positiva. Aquello que
comenzamos a realizar en amor, aunque quede incom-
pleto, tiene asegurado en Dios su plenitud; sus deficien-
cias han de ser 'compensadas', su imperfección, purifi-
cada. La recompensa es la plenitud de So que iniciamos
en amor. Y esto no sólo no es artificial ni casual; es la
única respuesta digna del Dios de amor, a saber,
completar, perfeccionar, dar futuro, a lo que ha sido
iniciado en la misma dirección en que se mueve su
propósito.
Cielo e infierno
67
'odio"? ¿Tienen también el egoísmo y el odio un
futuro?". Me parece que no deberíamos decir que el
odio o el egoísmo tienen futuro, porque decir futuro
significa permanencia, significado, realidad última. Y lo
característico del odio y del egoísmo es negar c!
futuro; conducen a la muerte, a ia destrucción, a!
aniquilamiento. En ese sentido no es posible hacer una
simetría entre ambos. El amor y e! odio no son
simétricos: uno abre la vida y por lo tanto tiene
futuro; e! otro tiene por meta la muerte.
Pero al hablar de la "meta" del odio y del
egoísmo, hemos empleado una idea muy significativa:
para el Nuevo Testamento, la persistencia obstinada A
pertinaz en rechazar el amor tiene como consecuencia
y meta la destrucción y la muerte de quien lo hace'. El
que se identifica así con la negación de la vida, se
identifica a su vez con la muerte, y por eso no tiene
futuro. Es una afirmación sumamente grave: el que
hace dei egoísmo y el odio el sentido dominante de su
vida, ya ha negado la vida y 'está en la muerte'. El
futuro confirma y certifica esa negación. Eso es lo que
significa la perdición y el juicio. Hereda la muerte que
eligió. Este es. el contenido de la figura del infierno.
Amor y conflicto
68
"concesiones" que hay que hacer en materia moral. Es
decir, no se puede lograr el "bien" puro: hay que
aceptar 'rebajas', conformarse con un producto híbri-
do, con un bien menor, a fin de evitar un mal mayor.
En el fondo, es un problema bastante artificial: el
único bien real es el que podemos realizar, el que
podemos hacer concreto y efectivo. Lo demás es una
filosofía que llamaríamos "idealismo" y que ha cau-
sado muchos perjuicios, es decir, la idea de que existen
cosas perfectas que andan por allí, flotando en el
espacio, y que nosotros tenemos que reproducir en
nuestra conducta. Lo cierto es que lo único que existe
en el campo de nuestra acción son condiciones,
personas y circunstancias concretas: lo que importa es
responder en el sentido más humano en esas circuns-
tancias, efectivizar eí amor allí. El bien real es el bien
que podemos hacer. Lo importante en términos de la
ética bíblica del amor no es la distancia ideal que hay
entre lo que puedo hacer y lo que podría hacer si las
circunstancias y condiciones fueran distintas sino lo
que concretamente puedo hacer ahora y aquí. Es en
esa acción donde se juega mi testimonio como cris-
tiano. El futuro, la perfección, la "recompensa" de esa
decisión, de esa acción, están en las manos de Dios.
Dentro de ese marco se plantea una pregunta
levantada por un grupo de jóvenes con respecto a la
relación entre amor y conflicto. ¿Significa el amor que
el cristiano rehuye todo conflicto y busca en todas las
circunstancias la conciliación y la transación? Pese a
que muchas veces se pretende hacer creer que ese es el
significado del amor, una simple mirada a la Biblia, o
más particularmente a la vida de Jesús, si así se desea,
basta para mostrar que se trata, por lo menos de un
malentendido, si no de una abierta y malintencionada
deformación del mensaje bíblico. La vida de Jesús es
una vida de amor, y por consiguiente de conflicto. O
69
mejor dicho, el amor se ve envuelto inevitablemente en
las condiciones conflictivas de la vida humana y tiene
que tomar partido o fijar su propia posición en esos
conflictos. La situación internacional actual, con países
ricos y pobres, opresores y oprimidos; la situación
interna de nuestras sociedades, igualmente conflictivas,
envuelven al amor en estas tensiones. Tensiones que
muchas veces tienden a radicalizarse. No es posible
colocarse por encima o fuera de esas tensiones. La
pregunta es cómo se relaciona el amor —que busca
•finalmente la total comunión humana— con esos
conflictos. Este tema nos conduciría a una intrincada
red de cuestiones que no podemos ahora abordar. Solo
valdría la pena mencionar dos o tres puntos para una
reflexión sobre el tema: 1) la meta cristiané no e s j a
"conciliación" sino la "reconciliación", es decir,.aque-
lla resolución de la tensión en que se ha restablecido la
justicia y los enemigos pueden encontrarse en la
condición real de hermanos, y no la aceptación
impuesta de condiciones inevitables por las cuales se
perpetúan las causas de la enemistad. En ese sentido la
"reconciliación" de oprimidos y opresores, de poseedo-
res y desposeídos requiere la transformación de las
condiciones de opresión. 2)_el amor, busca, aquella
solución de las tensiones que mejor respete la humani-
dad de los protagonistas, en que la dignidad de la
persona y la vida humana sufra el menor deterioro, en
que se gesten condiciones para un futuro de verdadera
comunidad. 3) al amor procura respetar la dignidad
humana del enemigo aun en el mismo conflicto, no
atenuándolo o disimulándolo sino tomando radical-
mente en serio al enemigo aun en medio del conflicto
(debe pensarse aquí en la radicalidad. del juicio, de
Dios, que es siempre un juicio regido por el amor).
4) el amor comprende que en todo conflicto debe
haber una transformación de todos los que participan
70
en él; es decir, Ja Justicia de la causa por la que no;
comprometemos no significa su autojustificación, uní
idealización de nuestra persona - l a resolución de
conflicto, y por lo tanto las condiciones en que le
libro y la forma de combatir, deben ser un proceso de
transformación de nuestra propia vida, porque la causE
por la que combatimos, si es la causa del Dios de
amor, significa siempre un llamado al arrependimiento
la conversión y la recreación de lo que hemo:
alcanzado. 5) los conflictos en los que estamos envuei
tos no son simplemente una lucha del bien contra e
malT son. pese a su intensidad, momentos en ur
camino por el cual Dios va guiándonos en la realizador
de su meta. Eso no significa que no sean importantes
Pero sí significa que no podemos concentrar en "une
gran batalla" la totalidad de la lucha. Es un grave erroi
el de quienes piensan que pueden desentenderse de las
pequeñas manifestaciones del amor - l a compasiór
personal, la consideración, incluso la gentileza y h
urbanidad para combatir la gran batalla - l a transfor
marión de todo el sistema. Hay, por supuesto, un;
jerarquía de importancia. Pero la realidad es de uno
sola pieza: la gran batalla es parte de una larg:
campaña. Y la pequeña acción es trama de es¿
campaña. La decisión dramática de la gran batalla y k
tarea cotidiana del amor son dimensiones complemen
tarias e inseparables de esa vida que realmente tiene
futuro. ,
Finalmente, en este mismo tema de dar consisten
cia y realización concreta al amor, es necesario mencio
nar la relación indispensable entre verdadero amor y
racionalidad y organización. El amor verdadero nc
puede quedarse en intención, en voluntad abstracta:
exige concretarse. Pero para hacerlo tiene que escogei
un camino de realización. Este camino se hace más
fácil en un ámbito inmediato y personal, cuan di
43
debemos responder a la necesidad de un amigo, de un
familiar o de un vecino. Pero ya vimos que no se agota
allí. Cuando, entonces, el amor debe abocarse a la
necesidad humana en sus planos más amplios, se ve
obligado a elegir una estrategia, a buscar una compren-
sión de los pasos que deben darse, a elegir una
orientación política y económica, a envolverse en
formas de organización. De otra manera, renuncia a
efectivizarse. Y en tal caso, difícilmente puede llamarse
amor. Es por eso que el Antiguo Testamento insiste en
la ley, es decir, la ordenación que hace posible dar
forma a la preocupación por el hombre y j/or el
mundo. Para nosotros, hoy, no se trata de copiar las
leyes bíblicas, que corresponden a circunstancias histó-
ricas pasadas, sino encontrar la intención de esas leyes
y buscar las formas actuales de realización de esa
intención. Racionalidad - e s decir, la búsqueda de
comprensión- y organización son condiciones indispen-
sables del ejercicio del amor.
C A P I T U L O ¡V
¿ H A Y ALGUNA SEGURIDAD?
Una apuesta...
74
admite con unas palabras extrañas e intranquilizadoras:
"Tú eres extranjero y no podrás comprender mucho de
lo que ocurre aquí. Verás cosas extrañas. De una cosa
debes estar seguro: yo soy el jefe y sé lo que hacemos.
Confía en mí". Pasa el tiempo; el nuevo recluta ve a su
grupo vistiendo uniformes nazis, realizando misiones
que parecen exactamente opuestas a su propósito; ve al
jefe colaborando con el enemigo. ¿Sería verdadera-
mente la resistencia a lo que se había unido? ¿No
habría sido víctima de un mostruoso engaño? ¿Era
este el jefe o un traidor? En medio de las dudas, sólo
puede asirse a una palabra: "Ten confianza en mi y al
final verás". Es todo lo que tenemos para nuestra fe:
un tal Jesús de Nazaret que nos dice: "Ten confianza y
al final verás".
76
mismo firmó ei documento. No hay posibilidad de
certificar esa firma. Lo único que podemos hacer es
preseatar; el documento y tratar de cobrarlo. Jugarnos
a que tiene fondos. Este lenguaje comercial y realista
coresponde al tema. El Nuevo Testamento no vacila en
emplearlo. Pablo dice, incluso, que si la resurrección no
es real, si la firma es" falsa, "Dios se muestra menti-
roso". No hay otra garantía.
Desafío y consuelo
78
relación fecunda y rica. O inquietudes por un sentido
de culpa y remordimiento por que hemos Sieclio o
dejado de hacer, por culpas reales o ficticias que
arrastramos, pero que en todo caso perturban y
deterioran la vida. Un sentimiento de impotencia para
copar los problemas de todo orden nos lleva a buscar
auxilio, consuelo, confianza. Y así acudimos a Jesús.
80
algún plano 'espiritual' en el que estas realidades ya no
nos perturben (como a menudo lo hacen las religiones).
Jesucristo nos ¡ionsuela asegurándonos que estas cosas
no tienen futuro, que el amor tiene en verdad la última
palabra y que el mundo de justicia y verdad que
vislumbramos es, en realidad, el futuro cierto de la
humanidad. Por eso, el verdadero consuelo engendra
una indestructible protesta, una incapacidad de amol-
darse, una angustia con esperanza, una permanente
inquietud por el otro. La fe permite despreocuparse de
la propia seguridad, felicidad, pobreza, pero no permite
despreocuparse de la necesidad, la pobreza, la seguridad
o el dolor del otro.
Es bien cierto que no es ésta siempre la actitud del
creyente o de las iglesias. Un teólogo hablaba al
respecto del "abaratamiento de la gracia" del que los
cristianos somos culpables: hemos hecho del consuelo
del evangelio un calmante barato, que nos permite
desentendemos del desafío del mismo Evangelio. Es
por eso indispensable, como hemos repetido, volver a
insistir en la identidad propia de Jesucristo, del Dios de
la Biblia, que creó el mundo y llamó al hombre para
una tarea. El perdón y el consuelo de ese Dios no son
una droga para adormecernos o transportamos a un
mundo de fantasía sino un estimulante para volvernos
la energía, hacernos poner en pie y retomar nuestra
vocación humana. Por eso, ese Dios no se conformó
con enviar desde su morada una palabra sacerdotal de
consuelo, sino que descendió e hizo morada en nuestro
mundo - e s lo que llamamos la Encarnación- para
librar y enseñarnos a librar en él y desde-él, como
hombres, la batalla por una nueva tierra y un hombre
ñuevo.
Consuelo y desafío. Tal vez como dos bocas de un
mismo túnel, lino puede entrar por cualquiera de ellas:
si sigue marchando, hallará ía otra. El desafío sin
43
consuelo es desesperación y frustración y al final
destruye. El consuelo sin desafío lleva a la muerte
espiritual, a la destrucción de lo humano. Sólo la
esperanza que confía y se ejercita a la vez activamente,
afirmada en la certidumbre de la fidelidad divina, es la
verdadera fe. Lo extraordinario del Evangelio es que
nos invita a acercarnos a Jesucristo donde quiera que
nos encontremos: en la euforia que está dispuesta a
tomar el mundo entre las-manos y hacerlo de nuevo o
en la angustia que se siente incapaz de sobrevivir a las
contradicciones de la vida. En cualquier casó seremos
aceptados. Pero, inexorablemente, seremos llevados a ia
experiencia de la necesidad y de la propia insuficiencia
y por lo tanto a la búsqueda de consuelo y perdón y
seremos desafiados a la verdadera' euforia del que se
siente bien porque se sabe en el camino de la realidad
última y verdadera.
TEMAS DE R E F L E X I O N
(Comentando algunas preguntas)
Seguridad y riesgo
82
y centro de la vicia, hace contacto con la vida como
realmente es y por lo tanto, tanto antes como después
de la muerte, permanece en la verdadera vida.
Esto nos obliga a redefinir "seguridad" cuando la
aplicamos a la vida cristiana. Porque esta seguridad no
excluye el riesgo: no "asegura" contra la enfermedad,
el dolor, la frustración, el temor. En realidad, el amor
agudiza todos estos riesgos, pues no hay persona más
vulnerable que la que más ama. No ha habido sobre
esta tierra nadie más vulnerable que Jesús. O si
queremos expresarlo paradójicamente, Dios es el más
vulnerable de los seres puesto que está abierto a cuanto
ocurre en el universo. Seguridad, pues, no es elimina-
ción de riesgos, sino la confianza de estar en relación
con lo que es la verdad, de pisar terreno firme. Cuando
Pablo pasa revista a las cosas que pueden amenazar al
hombre: persecución, peligro, la atracción de las cosas
o la seducción de la tentación, los poderes terrenales o
los celestiales - n o concluye que el cristiano esta
exento de esos peligros sino que "nada nos puede
apartar del amor de Dios que es en Cristo Jesús..."
Este es el contenido del concepto cristiano de segu-
ridad. Tal vez apuntó a un mejor uso de las palabras
Martín Lutero al distinguir entre seguridad y certidum-
bre. El cristiano tiene la segunda, pero no la primera.
83
cristianos, o que específicamente se declaran ateos y que
se han dedicado enteramente a _ este programa de
transformación y humanización del mundo y el hombre
por el amor solidario. Hay quienes han dado su vida por
ello. Y hay quienes lo han hecho y lo hacen con notable
alegría, generosidad y paz espiritual. A veces no-cris-
tianos han sentido ese llamado con mayor claridad y han
respondido con mayor decisión que los cristianos. Y no
pocas veces los cristianos lo hemos escuchado mediante
el ejemplo y la dedicación de quienes no profesaban o
negaban nuestra fe. /"
Debemos, decíamos, "reconocer" que es así. El
verbo ya es sospechoso; es como si a regañadientes,-poí-
no tener más remedio que hacerlo, admitimos que así
sea. Pero esa actitud no corresponde ni a la enseñanza
ni a la actitud de la Biblia. Es más bien expresión de
una especie de imperialismo cristiano, más ligado a la
defensa de los derechos y privilegios de las iglesias que
del Evangelio. Una especie de pretensión de monopolio
del bien y ' la virtud. Para la Biblia, en cambio, el
Espíritu de Dios no está encerrado dentro de las
paredes de la Iglesia ni de las líneas del Credo. El
Espíritu de Dios obra en todo el mundo y en todos los
hombres. Dios, como lo expresa un autor bíblico "no
se ha dejado sin testigos". Comentando la experiencia
de quienes no tuvieron la revelación bíblica, el mismo
Pablo señala que "tienen una ley escrita en su
conciencia" que les señala su responsabilidad, constitu-
yéndose en estímulo y juicio. Por supuesto que no se
trata de exaltar sus virtudes, porque tanto ellos como
nosotros fallamos en la respuesta a ese llamado de la
justicia y el bien. Pero Dios no se ha ausentado
tampoco de sus vidas.
Es extraño, por otra paite, que cuando un no
cristiano hace o dice algo que nos parece corresponder
a la enseñanza del Evangelio, los cristianos nos senti-
84
mos molestos. Pareciera que nos vemos obligados a
demostrar que el amor, el sacrificio, la sensibilidad que
practican quienes no comparten nuestra fe fuera de
algún modo ficticia. En la Biblia, en cambio, cuando
un pagano actúa bien, es ocasión de alabar a Dios y
darle gracias, porque su Espíritu actúa con poder en el
mundo, aún entre aquellos que no lo reconocen. El
bien que ocurre fuera de nuestro ámbito religioso, e
incluso muchas veces a pesar o en contra de lo que
nosotros hacemos, debería ser motivo de alabanza a
Dios y de arrepentimiento por nuestra parte. Porque
Dios demuestra así la universalidad de su amor y la
fidelidad a su propósito.
Todo esto no significa, sin embargo, que los
cristianos podamos callar o poner sordina a la afirma-
ción de que el sentido más profundo de ese desafío y
de ese consuelo que muchas veces los no creyentes
perciben y obedecen, solamente se descubre en Jesu-
cristo. Porque allí se lo ve, no como una frágil
disposición humana, como un voluntarioso empeño
heroico, como una cualidad subjetiva que trata de
imponerse a una realdad reacia, sino como la razón
más profunda de la creación, como el verdadero
sentido de la historia y del universo, como el secreto
último de la realidad. Pues se lo ve como el ser mismo
de Dios. Y por lo tanto, sólo en el conocimiento de
Jesucristo puede percibirse la hondura del desafío y la
plenitud del consuelo. En ese sentido, no tenemos
como cristianos ni el monopolio del conocimiento ni
de la práctica. Sólo sabemos donde está la fuente de la
que mana todo verdadero desafío y todo consuelo
eficaz, toda búsqueda de justicia y de amor. La
responsabilidad que nos compete, por lo tanto, es la de
testimoniar de ese conocimiento. Pero, a la vez, la
credibilidad de ese testimonio está indisolublemente
ligada a nuestra fidelidad en la respuesta.
85
Consuelo sin desafío
86
mente del Catolicismo. En todo caso, los que más
frecuentan las ceremonias religiosas (o aquéllos de
ellos, al menos, que es posible lean este libro). Pero
hay dos características de ese sector de la sociedad que
llegan a impregnar y determinar la expresión de su fe:
la subjetividad y el individualismo. Es un grupo en el
que se vive para sí, introvertidamente. Se sueña con la
casa propia, el transporte propio, la privacidad. La
religión no escapa de estas modalidades. No se compar-
te la vida y por ende tampoco la fe. No corremos e!
riesgo de exponemos, de dejarnos ver en nuestra
"intimidad personal, de abandonar nuestra privacidad. El
mundo se nos presenta como territorio enemigo, del
que hay que extraer aquellas cosas que puedan contri-
buir a nuestra felicidad personal, y arrastrarlás para
gozar de ellas en nuestro fuero interno o "con los
nuestros" -familia, círculo de amigos, incluso congre-
gación religiosa. Esta determinación sociológica nos
inhibe para ver el amplio mundo de la sociedad, de la
política, de la economía, el mundo objetivo de las
realidades materiales y estructurales como nuestra casa,
como el lugar de nuestro, llamado, como el mundo de
Dios.
Esto, a su vez, resulta en un vacío en el aspecto
específicamente teológico y religioso. Como estos
campos de la vida humana nos son extraños, no hemos
confrontado con ellos el mensaje del Evangelio. No nos
hemos preguntado seria y urgentemente que significa la
fe en el ámbito político y económico. No como mera
especulación sino como comprensión y práctica. Y por
eso carecemos de un testimonio específico, de una
práctica que nos identifique como cristianos. Faltan las
.disciplinas de comunidad que den consistencia al
testimonio cristiano. Las iglesias las han tenido en
momentos decisivos de su historia. No había muchos
equívocos acerca de cómo se ubicaba y cómo vivía una
87
comunidad cristiana en el Imperio Romano en el siglo 1
ó II, ni qué significaba formar parte de. "el pueblo
metodista" en Inglaterra en el siglo XVIII. Podemos
concordar o no con esas concreciones de militancia
cristiana. Pero representaron, en todo caso, una ubica-
ción concreta del mensaje en una circunstancia histó-
rica y una práctica comunitaria e histórica específica.
Sin ellas no hay un testimonio eficaz. Sin ellas,
continuamos en la religiosidad como consuelo privado
sin desafío histórico.
La suma de estas observaciones plantea él proble-
ma de la "conversión". En efecto, el nacimiento de
una comunidad de fe y práctica, de una militancia
cristiana concreta, del seno de una cristiandad no-
específica, de religiosidad privada, reclama una toma
personal de conciencia y la asunción de un compro-
miso. Involucra una revisión radical de nuestra religio-
sidad. En suma, ese salto cualitativo que denominamos
"conversión". Es por eso indispensable rescatar la
identidad propia del mensaje bíblico, de la persona de
Jesús. Porque sólo el anuncio de esa identidad propia e
intransferible del Dios que llama a la transformación
del mundo nos propone una obediencia radical. Y por
consiguiente, posibilita y reclama una conversión.
Una religión de consuelo sin desafío es, pues, una
tergiversación de la fe. Sólo se emerge de ella por una
verdadera conversión que transforma nuestra compren-
sión y nuestra práctica. Esa conversión ha de darse en
nuestro tiempo por un reconocimiento del llamado a
una militancia histórica, a la participación en la
construcción de un mundo y un hombre nuevo. Porque
esta es la dimensión que nuestra religiosidad subjetiva y
privada ha neutralizado. Pero sería un error identificar
tal conversión con una respuesta voluntarista y ética al
programa de transformación de la sociedad. Este
desafío sin raíces más profundas de perdón y de
88
consuelo es un espejismo. Conduce, por una parte, a la
frustración y el desengaño, cuando la realidad nos lleva
a reconocer la precaridad de los logros, la propia
infidelidad en nuestra dedicación, las deficiencias en los
grupos y proyectos en los que estamos embarcados. En
ese caso, sólo la incorporación de nuestra militancia en
el proyecto universal del amor divino, permite mante-
ner la integridad sin abandonar la lucha. Por otra parte,
acecha a un desafío puramente voluntarista la tenta-
ción de la arrogancia, de la auto-justificación: se
confunde la dignidad de la causa con nuestra propia
persona, reclamando así para nosotros una infalibilidad,
un acatamiento, un honor que sólo la causa misma
merece. Soberbia que a menudo esconde o procura
esconder, para otros o para sí mismo, las propias fallas.
El que ha aceptado el llamado de Cristo, no tiene ya
dignidad propia que defender, no tiene status que
proteger. Puede, por lo tanto, entregarse libre y
humildemente a su tarea, sin reclamar una virtud
propia ni desanimarse por lo largo y accidentado del
camino hacia el mundo nuevo. Consuelo y desafío son
las dos dimensiones inseparables e indispensables de
una fe que obra por el amor.
89
ESTE L I B R O SE T E R M I N O DE IMPRIMIR
EN EL M E S DE S E P T I E M B R E DE 1975
E N LOS T A L L E R E S G R A F I C O S
OFFSETGRAMA
M A T H E U I 163/GS
BUENOS AIRES
REP ARGENTINA
E s t a t i r a d a c o n s t a di; 3 . 0 0 0 e j e m p l a r e s