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El Efecto NIMBY, ¿Moda o respuesta a los problemas de ordenamiento

territorial?

El "Efecto NIMBY" se refiere a un movimiento que surge en Norteamérica y


corresponde a la frase "Not In My BackYard", traducido como "no en mi patio
trasero". Este fenómeno se ha trasladado a diferentes países y sus simpatizantes
han venido creciendo en los últimos años. Este fenómeno que surgió por primera
vez hace más de 30 años, tiene una fenomenología diversa pero basado en todos
los casos en la oposición local a propuestas de ‘desarrollo’ que son percibidas
como una amenaza (Alberdi, Peña, Ibarra 2002). Ante el impacto que ha traído en
diferentes proyectos alrededor del mundo, es importante definir si se trata de una
respuesta real a los problemas de ordenamiento territorial o algo más.

Según diferentes autores, básicamente consiste en la paradoja de reconocer que


se necesitan ciertas instalaciones o proyectos para que funcione la sociedad
moderna, pero no se quiere que sean construidos cerca a los propios lugares de
vivienda o la comunidad a la que se pertenece. NIMBY se manifiesta en proyectos
industriales, proyectos químicos, torres de electricidad y de telefonía, vertederos,
centrales nucleares y plantas de distintas clases (reciclaje, tratamiento y
almacenaje de residuos)

Si bien podría parecer que este fenómeno va orientado a evitar amenazas a las
comunidades, en cuanto a los ámbitos sociales y ambientales, también puede
interpretarse como una oposición a proyectos de ordenamiento territorial sin
considerar, por un lado, aspectos de tipo general y constituyéndose, por otro, en
una reacción negativa o una oposición no propositiva. Dicen: “aquí no”, pero sin
plantear alternativas. De ahí que su perspectiva sea considerada egoísta, pues “en
muchos casos los vecinos se conforman con que se retire el emprendimiento
cuestionado de su barrio o localidad, y una vez que es trasladado a otro sitio, la
efervescencia social se desvanece” (Gudynas 2002:19)

Nello (2003) argumenta que la conflictividad actual asociada al efecto NIMBY se


debe a la importancia creciente que tiene el territorio y a las dificultades de las
administraciones a la hora de planificar y explicar las políticas públicas (asociadas
a la ordenación del territorio) pero, sobre todo, al descrédito de la clase política.

Por concepto, el ordenamiento territorial es una política que busca facilitar y


perfeccionar la eficiencia económica del territorio. Además, permite establecer la
cohesión social, cultural y política de un lugar de manera sostenible. Su aplicación
debe hacerse en función de las características del territorio. Debe fomentar el
desarrollo equilibrado, involucrando a la comunidad. Esto, a la larga, asegura una
mejor calidad de vida para los habitantes.

Por falta de políticas publicas y gobiernos eficientes, el ordenamiento territorial,


especialmente en países no desarrollados no cumple con sus funciones básicas
como lo son: permitir el desarrollo económico y social, gestionar los recursos
naturales, proteger el medio ambiente. Sino por el contrario que generan
sociedades desordenadas, pobreza, contaminación y un sinfín de conflictos
sociales que afectan a una gran parte de la población. Es por lo anterior que
surgen personas que alzan su voz para expresar su inconformidad con las
decisiones de los políticos y de una u otra forma oponerse a las malas practicas
en la forma de organizar el territorio.

El efecto NIMBY por tanto puede tener diferentes corrientes, bien empleado puede
ayudar a evitar proyectos que definitivamente por temas económicos e intereses
particulares no contemplan el bienestar y desarrollo de la comunidad; por otra
parte, puede simplemente ser usado como un movimiento de moda por
ambientalistas que sin fundamentos técnicos se oponen al desarrollo económico y
social de una región.

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