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Clase Género y Derechos Humanos

i. El concepto de Género

Henrietta Moore (1988) planteaba que la finalidad de los estudios feministas en su disciplina es
analizar «qué significa ser mujer, cómo varía en el tiempo y el espacio la concepción cultural de la
categoría “mujer”, y cómo influye esa idea en la situación de las mujeres dentro de cada sociedad»
(pág. 12). Según Moore, el desarrollo de la idea necesita del concepto de «género» y del concepto
de «relaciones de género», es decir, de las distintas definiciones de hombre y mujer, con los
correspondientes atributos aceptados de la feminidad y la masculinidad, a través del tiempo y del
espacio. El género, según Moore, debe considerarse desde dos perspectivas: «Como construcción
simbólica o como relación social».

En primer lugar, el término «género» se utiliza en oposición al término «sexo». Mientras que el
segundo expresa las diferencias biológicas, el primero describe las características socialmente
construidas. En 1949, Simone de Beauvoir, la gran feminista y pensadora existencialista francesa,
planteó un serio desafío al determinismo biológico en su obra El segundo sexo, publicada ese
mismo año, donde afirmaba que la mujer no nace, se hace.

«No nacemos mujeres, nos hacemos mujeres. No existe ningún destino biológico, psicológico o
económico que determine el papel que un ser humano desempeña en la sociedad; lo que produce
ese ser indeterminado, entre el hombre y el eunuco, que se considera femenino es la civilización
en su conjunto» (Simone de Beauvoir, 2000).

En un segundo y posterior uso, el «género» no se distingue ya del sexo, porque el primer término
absorbe al segundo. Nicholson (1995) cita el análisis de Joan Scott sobre esta segunda definición
del género en Gender and the Politics of History.

Por tanto, el género es la organización social de la diferencia sexual, lo cual no significa que refleje
unas diferencias naturales e inmutables entre el hombre y la mujer; por el contrario, el género
sería aquel pensamiento que dota de significado a las diferencias anatómicas [...] Sólo podemos
entender las diferencias sexuales como una función de nuestro pensamiento sobre el cuerpo, un
pensamiento que nunca es puro, porque no se puede aislar de su relación con un amplio número
de contextos discursivos (Scott, 1988: 2).

De este modo, se desmiente el fundacionalismo biológico de la primera perspectiva sobre las


diferencias de género, y los atributos de la diferencia sexual supuestamente aplicables en una
dimensión universal se revelan como lo que son: «Hechos específicos de la cultura occidental o de
ciertos grupos concretos de esa misma cultura» (Nicholson, 1995: 42). Este planteamiento significa
lo siguiente:

No podemos establecer a partir del cuerpo los supuestos culturales de la distinción hombre-mujer
[...] las diferencias lo recorren todo [...] y no sólo tienen que ver con los fenómenos que la mayoría
asociarnos al género (por ejemplo, los estereotipos culturales de la personalidad y el
comportamiento), sino también con las distintas formas de entenderlo culturalmente y con lo que
significa ser hombre y ser mujer (pág. 43).

Patriarcado:

En el sentido más específico de los estudios feministas, el patriarcado es aquel sistema que
estructura la parte masculina de la sociedad como un grupo superior al que forma la parte
femenina, y dota al primero de autoridad sobre el segundo. Las sociedades industriales avanzadas
presentan numerosas formas de estructurar y reforzar la superioridad y el control de los hombres
sobre las mujeres; por ejemplo, a través del ordenamiento jurídico, de los impuestos, del sistema
de seguridad social y del comportamiento cotidiano.

Algunas críticas poscoloniales como Gayatri Spivak (1988) y Chandra Talpade Mohanty (1991), y
las mujeres de color, entre ellas bell hooks (1982), obligaron a las blancas a revisar.el sujeto
femenino que aparecía en sus obras, a incluir en sus teorías la complejidad de las identidades de
raza y a escribir desde su situación concreta, es decir, no como la «Mujer», sino como las mujeres
blancas que eran. Nace entonces un nuevo tipo de estudio feminista, que investiga la «raciali-
zación» de la mujer blanca.

Una de las teóricas más importantes del nuevo análisis feminista del gé-

nero, Judith Butler, apartándose en cierto modo de Haraway, afirma que los

cuerpos sexuados se crean como tales a partir del punto de vista de un género

ya dicotomizado –es decir, se da por sentado que existen los dos géneros: el

hombre y la mujer– y que el discurso científico y médico consolida la misma

identificación para los cuerpos. Según Butler (1990a, 1993), esa construcción

se mantiene a lo largo del tiempo gracias a lo que llama comportamiento de

género, por el cual la ficción reguladora que representa la heterosexualidad

obliga a la mayoría de las personas a comportarse conforme a las normas he-

gemónicas que definen los roles masculinos y femeninos en cada contexto

societal específico. No obstante, cree en la posibilidad de destruir esa creación

discursiva o convencional del género bipolar con comportamiento subversi-

vos, entre los que destaca el fenómeno del travestismo.


ii. La perspectiva de género en la investigación del derecho

Facio, etc.

iii. Los derechos humanos con perspectiva de género

Añon.

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