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BOLÍVAR Y PRIMERA REPÚBLICA

Los días iniciales del mes de julio de 1811 el tema de la independencia de

Venezuela en el Congreso cobra fuerza. Primeramente, el 2 de julio se recibe una

información emanada de Washington en la que se comenta que el gobierno

estadounidense ve con simpatía los cambios que están ocurriendo en Venezuela.

Al día siguiente, 3 de julio, se inicia el debate acerca de si ya se está en

independencia o si es necesario una declaración oficial, ya que inicialmente lo

firmado el 19 de abril de1810 tuvo el propósito inicial de apoyar al rey Fernando

VII. El 4 de julio de 1811, el Congreso recibe a un grupo de miembros de la

Sociedad Patriótica, quienes, en representación del pueblo, exigen la declaración

inmediata de la independencia. Al día siguiente, 5 de julio, concluye un intenso

debate de varios días de sesión que finaliza con la declaración de la

independencia absoluta de Venezuela.

Solo siete, de las diez provincias pertenecientes a la Capitanía General de

Venezuela, reunidas en la Capilla Santa Rosa de Lima, declararon su

independencia de la Corona de España, estableciendo una nueva nación basada

en principios republicanos y federales, aboliendo la Monarquía bajo el modelo

francés de igualdad de los individuos de la Declaración Universal de los derechos

del Hombre, y estableciendo la prohibición de la censura y la libertad de expresión.

Esta Declaración destaca por ser el primer caso de una Colonia española de

América que declara su independencia absoluta.

Se decide adoptar como bandera la que trajo Francisco de Miranda en 1806, el

estandarte tricolor de la nueva nación que se proclamó como la Confederación


Americana de Venezuela, y que posteriormente, con la promulgación de la

Constitución Federal de 1811, oficializaría el nombre de Estados Unidos de

Venezuela. El objetivo: darle vida jurídica y constitucional el nuevo Estado que

había nacido el 19 de abril de 1810 y fuera ratificado el 5 de julio de 1811. Dos

proyectos en pugna: un esquema federalista, inspirado en los Estados Unidos, y el

modelo centralista, sustentado ardientemente por Francisco de Miranda, desde el

Congreso, y Simón Bolívar, desde la Sociedad Patriótica.

Finalmente, bajo el nombre de Constitución Federal para los Estados de

Venezuela, el marco jurídico y político de la nueva nación es sancionada por los

representantes de Margarita, Cumaná, Barinas, Barcelona, Mérida, Trujillo y

Caracas. Y a pesar de haber alcanzado la independencia de España, Bolívar y

Miranda sufren moralmente su primer revés con el triunfo de este esquema

federalista, en el cual la Confederación conserva su soberanía, libertad e

independencia, y tiene el derecho exclusivo de gestionar su gobierno y

administración territorial bajo sus propias leyes. “Miranda y Bolívar realizaron

inútiles esfuerzos por combatirla, pero los males profundos por ellos profetizados

no alcanzaron a contrarrestar las esperanzas de inmediatas ganancias que la

federación permitiría esperar a quienes estaban en posibilidad de usufructuarlas”.

(Bolívar. Indalecio Liévano Aguirre, pag 111)

Decidido el federalismo como modelo de Estado, la nueva República de

Venezuela es gobernada por un triunvirato, conformado por Cristóbal Mendoza,

Baltasar Padrón y el Coronel Juan de Escalona, quienes debieron enfrentar una

sucesión de sublevaciones, primero de los canarios y luego de los realistas,

impulsando poco a poco a Miranda hacia la jefatura del Ejército.


En toda esta gran cantidad de cambios y decisiones, se designa la ciudad de

Valencia como la sede de la capital de la República y aún cuando continúan los

focos de rebelión en Guayana y las amenazas sobre Coro y Maracaibo, ocurre el

26 de marzo de 1812, un jueves santo —igual que el día 19 de abril de hacía dos

años, cuando se inició la revolución patriota— a las 4 de la tarde, un sismo que

azota a las ciudades de Caracas, La Guaira, San Felipe, Barquisimeto, Mérida y

otras regiones. Los sacerdotes realistas propagan que se trata de un castigo de la

Providencia contra los patriotas por su actitud revolucionaria, y Bolívar, que

necesitaba fervientemente demostrar que se había dado un paso firme hacia un

nuevo ideal, es el primero en contradecir esta especie cuando en la Plaza San

Jacinto, alza la voz para sentenciar:

“Si la naturaleza se opone a nuestros designios,

lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.

Apenas 10 meses habían transcurrido de su regreso de Londres, hacia donde

había viajado en calidad de diplomático, como delegado de la Misión Diplomática

de la Junta Suprema de Caracas, que le había asignado la responsabilidad de

viajar por toda Europa, en el comienzo de su carrera pública, explicando las

razones de aquel movimiento emancipador, y en búsqueda de apoyo a la causa

de la nacionalidad. “De esa actuación en Londres, Bolívar tomará la esencia, todo

el estímulo que lo llevará al más resonante triunfo en sus ejecutorias de soldado,

de estratega y de estadista”. (Bolívar, el mágico adelantado, Numa Quevedo, pag.

23).

Bolívar, Bello y López Méndez, en la Corte de Londres habían expuesto el

pensamiento de esa Junta logrando convencer a Francisco de Miranda para que


regresara a Venezuela; ahora, en pleno sismo, le correspondía convencer a los

caraqueños de que la independencia era un hecho histórico, mostrando su

determinación y empeño contra el fanatismo y la artimaña con la que se pretendía

desvirtuar la República.

Allí el Bolívar orador, convincente, arriesgado, puso de manifiesto su capacidad

ante una serie de contratiempos contra los que más tarde no pudo seguir

luchando. La situación del país se tornaba crítica, avanzaban los realistas, los

fondos públicos se reducían cada vez más y el triunvirato se diluye, el Congreso

se disuelve y Miranda asume el mando como Generalísimo y Dictador de

Venezuela, el 26 de abril de 1812.

Mientras Monteverde desembarca en Coro y se dirige hacia Valencia, Miranda

dicta providencias desde Maracay para fortificar una línea de defensa tratando de

impedir el avance del enemigo hacia Caracas, con unas tropas conformadas por

montoneras de paisanos, mal armados y sin la rigurosa disciplina marcial a la que

estaba acostumbrado a dirigir en Europa. Tratando de frenar este sangriento

avance, confía la estratégica plaza de Puerto Cabello a Simón Bolívar. Bolívar, en

primera línea de combate, lucha incansable entrando por primera vez al campo de

batalla, pero el 5 de julio cae Puerto Cabello y la república se desploma; termina

partiendo hacia La Guaira en el bergantín El Celoso. La toma de Puerto Cabello

implicó la pérdida de los víveres y armas de la revolución, lo cual propicia, luego

de algunas negociaciones que al final no se cumplieron entre Monteverde y

Miranda, la capitulación de San Mateo, firmada el 25 de julio de 1812. Según el

convenio, el territorio y las armas del ejército republicano pasarían al poder

realista, y éste último respetaría la libertad de los republicanos y sus propiedades.


Miranda se desplaza rumbo a La Guaira con la idea de embarcarse de vuelta a

Europa, mientras Monteverde incumplía su parte tomando La Victoria y Caracas

en un avance de represalias. Se promueve una reunión de patriotas para juzgar la

conducta de Miranda, quien rechazó enviar tropas de refuerzo a Bolívar e hizo del

silencio su actitud ante su llamado de auxilio ante la inminente invasión del fortín

de Puerto Cabello. “Alimentado por el recuerdo de los desaires de que fue objeto,

dio paso a una pasión furiosa contra Miranda. La admiración del ídolo de ayer dio

paso a un odio profundo “, refiere Indalecio Liébano. (Bolívar. Indalecio Liévano

Aguirre, pag 120.)

Bolívar es designado para apresarlo, y es tal su rechazo a la actitud del

Generalísimo que habría propuesto su fusilamiento dada su responsabilidad en el

fracaso de la revolución, pero el grupo de patriotas acuerda entregarlo a la corona

española. Bolívar entiende que debe salir de Venezuela, y a través la protección

ofrecida por un español amigo, don Francisco Iturbe, a quien sabía amigo de

Monteverde, logra la obtención del permiso de salida, “en recompensa al servicio

del Rey con la captura de Miranda”, dice Monteverde cuando ordena entregarle el

permiso a Bolívar. “Qué lejos estaba Monteverde de sospechar que con aquella

firma habría decretado la derrota de sus ejércitos y la independencia de América”,

señala Indalecio Liébano Aguirre (pag. 123).

Sin mayores recursos y con premura de quien debe partir al exilio, Bolívar se

embarcó el 12 de agosto de 1812 en el velero Jesús, María y José rumbo a

Curazao, en un desprendimiento hacia un futuro incierto, dejando atrás esa vida

de joven adinerado, sin preocupaciones, que había llevado hasta hacía poco. Se

enfrenta al embargo de su equipaje al llegar a Curazao, porque sus enseres


habían estado en la misma casa en la que había estado Miranda y porque el barco

El Celoso había contraído deudas que, por ser él el comandante de la plaza de

puerto Cabello, debía asumirlas. Esta desagradable recepción, sumada a la noticia

de que todos los bienes de los participantes de la revolución del 19 de abril habían

sido confiscados, incluidos los de él y de su hermano, estremecieron los

sentimientos y pensamientos de Bolívar, quien decide partir hacia la Nueva

Granada. En su mente cavilaba la imagen de Monteverde, un líder implacable con

el enemigo, con un don de mando admirable y caracterizado por un coraje que, en

el fondo, Bolívar probablemente incluyó como una de las causas por las cuales la

Primera República había fracasado.

Pero también otras causas se incluyen en esta reflexión, como el bloqueo

económico impuesto por España, que golpeó duramente el comercio, el manejo

incontrolado de los fondos públicos, la emisión de papel moneda sin respaldo

serio, que terminó de sembrar la desconfianza y el disgusto entre los comerciantes

y las cuotas impositivas que se aplicaron a hacendados y comerciantes con motivo

de los alzamientos. También se hizo manifiesta una dispersión del poder al

adoptar el esquema federalista, que impidió la consolidación de un régimen sólido

y estable.

Causas de tipo social también influyeron en la caída de la Primera República,

entre ellas la pugna de los mantuanos con Miranda y la hostilidad del clero a favor

de Fernando VII. Adicionalmente, la falta de organización del ejército, conformado

en su mayoría por elementos sin experiencia, sin formación marcial y sin

disciplina.
Al reflexionar sobre las causas de la caída de la Primera República, Bolívar

escribirá más tarde el “Manifiesto de Cartagena”, que constituye el primer

documento político del Libertador, y que revela sus extraordinarios dotes de

estadista:

“Tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y

sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de las cosas, el

orden social se sintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado

a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada”.

Simón Bolívar

La efímera Primera República duró apenas 7 meses. Fue un breve intento de

ejercicio del poder que no evolucionó también un sector oligárquico que no quiso

sacrificar sus privilegios, frente a una realidad social que clamaba justicia.

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