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El reciclaje de los metales contribuye significativamente a no empeorar el

entorno medioambiental actual. Al reciclar chatarra, se reduce


significativamente la contaminación de agua, aire y los desechos de la minería
en un 70 por ciento. Asimismo, obtener aluminio reciclado reduce un 95 por
ciento la contaminación del aire, ahorra un 90 por ciento de la energía
consumida al elaborarlo y contribuye a la menor utilización de energía eléctrica,
en comparación con el procesado de materiales vírgenes.
Aproximadamente, el 60 por ciento de acero nuevo producido en Norteamérica
es elaborado con rechazo de hierro. Sólo en Estados Unidos, en 2004 las
empresas de reciclaje de hierro viejo negociaron más de 130 millones de
toneladas de productos reciclados destinados para el uso doméstico y
exportación. Estos productos reciclados representaron aproximadamente
30.000 millones de dólares para una industria que emplea más de 30.000
personas en ese país.
Reciclando una lata de aluminio se ahorra la energía necesaria para mantener
un televisor encendido durante tres horas, pues este metal se utiliza en todo
tipo de utensilios de nuestro alrededor: instrumentos musicales, motores,
aviones, automóviles, bicicletas, latas de bebidas y una diversidad de artículos
caseros de consumo.

Una gran ventaja del reciclaje del metal, en relación al papel, es el ilimitado
número de veces que puede sufrir este proceso. Además, el reciclaje del metal
aporta dos principales beneficios:
• Reducción del impacto ambiental que produce la extracción de materias
primas.
• Recuperación del acero de las latas usadas es infinitamente menos
contaminante y nocivo que la producción de acero nuevo.
En cuanto a las latas, al ser fabricadas a partir de hierro, zinc, hojalata y sobre
todo, aluminio, se ha convertido en un auténtico problema al generalizarse su
empleo como envase de un solo uso. El aluminio se fabrica a partir de la
bauxita, un recurso no renovable, para cuya extracción se están destrozando
miles de kilómetros cuadrados de selva amazónica y otros espacios importantes
del planeta. La producción de aluminio es uno de los procesos industriales más
contaminantes: para obtener una sola tonelada se necesitan 15.000kw/h, con
los consiguientes impactos ambientales, se producen 5 toneladas de residuos
minerales y se emiten gran cantidad de dióxido de azufre, fluoramina y vapores
de alquitrán, que contaminan la atmósfera y provocan lluvia ácida.
Si estos residuos son enterrados, contaminan las aguas superficiales y
residuales a causa de los aditivos y metales pesados que se incorporan al
aluminio; por otro lado, si son incinerados, originan la contaminación de la
atmósfera.
En definitiva, el incremento de los residuos sólidos urbanos (RSU) y el fuerte
impacto medio ambiental que estos provocan, ha provocado una campaña de
sensibilización que tiene como objetivos la disminución de la contaminación en
general y el consumo de energía. Esto implica la utilización de menos
combustibles fósiles que a su vez, generaría menos CO2 que no contribuiría al
cambio climático y por tanto, se reduciría el efecto invernadero. En el caso de la
industria del metal, el beneficio no se contempla sólo desde el punto de vista
ambiental y social, sino también económico, ya que se reduce el gasto de
energía requerida para el proceso de fabricación de los nuevos envases y ha
supuesto la aparición de empresas con complejos sistemas de trituración de
metal, provistas de aplicaciones de motor eléctrico y sistemas de control de
automatización

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