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NUEVA LEY ATEMORIZA LAS ONG

Una organización no gubernamental es cualquier entidad cuyos fondos


no vienen del Estado ni son parte de este. En un país donde las
carencias son tan grandes, la tarea de estos grupos ciudadanos ayudan
al cumplimiento de las labores estatales y por eso deben ser aceptadas
y fomentadas. Pero ello no implica la existencia de normas y divisiones:
la primera es su nacionalidad y su actuación en el país donde han sido
organizadas y funcionan, casi siempre con calidad infinitamente
superior a la de las entidades gubernativas, por desgracia sujetas a los
vaivenes de la peor politiquería, con los graves efectos de corrupción,
ineficiencia y demás. La mala fama obtenida por las ONG en Guatemala
se debe a las inaceptables acciones de organizaciones extranjeras.

La tentación contra opiniones adversas es imposible de eliminar cuando


se tienen tendencias, no tan evidentes, hacia el autoritarismo.
Mario Antonio Sandoval
Nadie puede negar el beneficio de la labor humanitaria del voluntariado
de ciudadanos guatemaltecos, presente desde hace décadas. Los
Bomberos Voluntarios, los patronatos y un largo etcétera son vehículos
donde se canaliza el deseo de servicio de hombres y sobre todo mujeres
para ayudar a determinados sectores necesitados de mejorar su salud,
su educación y demás. Al atacar de un plumazo a las ONG en general,
el Congreso de este período comete una tropelía similar al fiasco de
beneficiar delincuentes como resultado no imaginado de la aprobación
apresurada de una ley cuyo fin era beneficiar al pacto de corruptos del
congreso pasado. Ciertamente, el país debe defenderse de los grupos
financiados desde el extranjero con dineros provenientes de los
impuestos.

Existe demasiada facilidad para integrar una ONG. Cualquiera puede


hacerlo y por eso, cuando se trata de defenderlas, calzan con su firma
de apoyo una serie de grupos muchas veces conocidos solamente por
sus integrantes. El primer paso debe ser regular su fundación y
permisos de trabajo. Puede hablarse de “ONG fantasma”, primas
hermanas de las plazas fantasma. Cualquiera puede integrar una y
luego salir a la defensa crítica de alguna decisión gubernativa o de otra
entidad no gubernamental. Pero la aprobación de la ley tiene algunas
características causantes de sospechas: la prisa y nocturnidad de su
preparación, y el desconocimiento de quiénes están detrás.
El lenguaje de estas leyes debe ser claro, sin lugar a interpretaciones.
La vaguedad de frases como “alterar el orden público” permite a
cualquier gobierno o funcionario acusar de este delito a quien exprese
una opinión no cien por ciento de acuerdo con la verdad oficial, una de
las verdades de cada suceso. Poniendo un ejemplo, quien rechace el
llamado a la subversión popular hecho por Nayib Bukele está
“alterando” ese “orden”. Constituye una forma de demostrar tendencia
hacia el autoritarismo, la monarquía absoluta. Debe ser rechazado y por
eso no tiene sentido el llamado al diálogo del presidente Giammattei,
sin previamente rechazar la decisión del inexperto presidente
salvadoreño, cuyo disparate afecta los intentos de unidad económica
centroamericana.

Los gobiernos piden el beneficio de la duda y el plazo tradicional es de


90 días. Han pasado apenas 30 días, y ya esta intentona ha abierto las
puertas a la preocupación y la desconfianza ciudadanas. Si el
presidente Giammattei ha buscado y logrado el apoyo del pacto de
corruptos, no puede después quejarse. Las reformas a la ley de las
ONG debe ser consensuada, tomando en cuenta los criterios de la
mayor cantidad posible de sectores. El grupo de gobierno comienza a
mostrarse como una amenaza para la democracia, aun tan imperfecta
como la guatemalteca. La tentación de rechazar las críticas no ayuda
en nada al Gobierno, cuyo desprestigio está comenzando a aflorar. Esta
es una ocasión para justificar el veto presidencial, no el apoyo a las
malas intenciones.

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