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Introducción1
Cuando escribí este ensayo, estaba trabajando en la Facultad de
Teología de la Universidad de Bonn, en Alemania. En ocasión de
presentar este documento como ponencia en la sociedad de Nuevo
Testamento escribí una introdución muy diferente a la que compongo
ahora. El gremio bíblico en Alemania es mucho más liberal que en
América Latina, y entonces tuve que defender este ensayo contra
acusaciones de ser fideísta, siendo que en este ensayo voy a discutir
cómo uno puede equilibrar la fe y la crítica en la investigación académica
del Jesús histórico. Pero imagino que en América Latina, si hay
inquietudes, serán acerca de la medida en que tomo en cuenta la
perspectiva crítica de los eruditos europeos. No obstante, decidí
proponerlo para publicación en Cuadernos de Teología porque este
ensayo refleja un tipo de investigación en la cual estoy comprometido
como erudito: la tarea de estudiar el Nuevo Testamento de la manera
más rigurosa posible, pero también desde el punto de vista de la fe, ya
que soy un cristiano que cree no solo que el Nuevo Testamento puede
resistir el escrutinio crítico, sino también que la lectura cuidadosa y
piadosa del Nuevo Testamento solo puede fortalecer la teología cristiana,
aunque también la desarrollaría y quizás en ciertos modos la cambiaría.
1
El presente artículo será publicado también en inglés en Jan van der Watt (ed.), The Quest for the
Real Jesus. Leiden: Brill, 2013
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Pero ante todo, yo creo que los estudiosos cristianos no deben evadir las
preguntas críticas, sino que debemos ser los mejores eruditos críticos,
porque la Biblia es nuestro libro y trata de nuestro Dios.
Este ensayo tiene dos objetivos. En primer lugar, hacer un
resumen de la discusión reciente sobre las limitaciones de los métodos
académicos por los cuales los eruditos han tratado de poner de
manifiesto al Jesús histórico. En segundo lugar, analizar cómo la
hermenéutica de Hans-Georg Gadamer ha sido recientemente utilizada
en investigaciones sobre el Jesús histórico, destacando tanto los
beneficios de esta apropiación como sus limitaciones teológicas.
Finalmente, en la segunda parte de este artículo, que saldrá en el
volumen venidero de Cuadernos de Teología, se esbozará una propuesta
metodológica por medio de la cual espero que los eruditos confesantes2
del Jesús histórico puedan estudiar a Jesús en una manera
teológicamente sólida sin excluirse a sí mismos de la conversación con los
eruditos no confesantes.
La insuficiencia criteriológica
No obstante las garantías tan publicadas del Jesus Seminar de que
sus esfuerzos pondrían de manifiesto al Jesús que realmente ha existido
(en contraste al Jesús de la Iglesia, ostensiblemente ocultado por el
dogma), los eruditos, tanto de dentro (Allison, 1998:2-10; 2008:79-83;
2009:54-57) como de fuera (Johnson, 1996:126-33) del “Quest” han
denunciado repetidamente la confianza depositada en “criterios de
historicidad” (por ejemplo, la coherencia, la disimilitud, testimonio
múltiple, la vergüenza) que son tan decisivos para el estudio del Jesús
histórico.
Consideremos dos de los criterios básicos de la investigación del
Jesús histórico: la coherencia y la disimilitud.
2
En la descripción de ciertos estudiosos del Jesús histórico como “confesantes”, me refiero a
aquellos cuya investigación está activamente informada por su fe religiosa en Jesús. Prefiero esta
palabra a “cristiano” o “religioso”, porque hay muchos eruditos cristianos del Jesús histórico que se
esfuerzan por no permitir que sus creencias religiosas influyan en sus investigaciones.
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Como se ilustra en detalle en la crítica de Dale Allison contra el Historical Jesus de Crossan; ver
Allison, 1998: por ej., p. 20 ss.
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Por esta razón, Allison sugiere que el término “criterios” sea abandonado a favor del término
“índices” (Allison, 1998:51-58), reconociendo que las ideas como disimilitud doble, vergüenza,
coherencia, etcétera, pueden ayudarnos a evaluar la probabilidad relativa de que una cosa específica
no es histórica, pero nunca nos dará nada parecido a la certeza sobre el asunto. La palabra “índices”
evita el aire de la seguridad implícita en los “criterios” y en su lugar se aclara que estos factores solo
pueden apoyar o restar valor de la aparente autenticidad de un complejo, y que no pueden probar o
refutar el complejo.
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Insuficiencia teológica
Por último y lo más importante, la hegemonía de presupuestos
histórico-críticos en el estudio de Jesús, aunque ganan más credibilidad
en relación con la historiografía secular, ata de pies y manos el esfuerzo
teológico; los métodos críticos convencionales son fundamentalmente
inadecuados para la discusión de afirmaciones trascendentes.5 La
investigación histórico-crítica no nos permite, por regla general, discutir
si eventos sobrenaturales/trascendentes (milagros, la resurrección, el
nacimiento virginal, la encarnación de Dios) de veras pasaron, solo si la
gente creía que esas cosas sucedieron (así Ehrman, 1999:193-96). En su
carácter como acontecimientos espacio-temporales (es decir, su carácter
como ocurriendo en espacio y tiempo), estos eventos están o divinizados
(HEG Paulus), o descartados como los productos mitopoieicos de la
mente pre-racional (Strauss), o rechazados de plano, como cuestión de
principio (como en el caso de Lüdemann, 1999:11, 14, 74).6 El problema
es que el material al que la metodología histórico-crítica es menos capaz
de enfrentar, también es el material más determinante para lo que la
Iglesia ha creído que Jesús sea (Watson, 2001:165).
Consideren la resurrección, el acontecimiento crucial para el
desarrollo de la cristología tradicional: a pesar de que los autores del
Nuevo Testamento claramente creen que la resurrección de Jesús ocurrió
en la historia espacio-temporal, la resurrección, por definición, viola las
reglas de cómo funciona la historia. Incluso para los autores del Nuevo
Testamento (que fácilmente aceptaban milagros y reanimación de los
muertos como eventos extraordinarios que, sin embargo, tenían
precedentes) la resurrección de Jesús, la transfiguración y la ascensión
eran sui generis de tal manera que los discípulos percibían en ellas nada
menos que el amanecer de una nueva era de la existencia (Bockmuehl,
2001:109, 16; Johnson, 1996:136). En consecuencia, los Evangelios
proporcionan al lector un punto alternativo de referencia histórica, una
noción de tiempo y espacio en la cual el tiempo del futuro y el espacio del
reino divino han invadido el mundo terrenal. Pequeña sorpresa en la que
los supuestos prosaicos de la crítica histórica sobre el tiempo y el espacio
no se prestan al diálogo con la teología de los Evangelios (Minear,
5
Cuando hablo de las “afirmaciones transcendentes” sigo a William Placher, quien se refiere a
afirmaciones que “van más allá de la historia ordinaria, ya sea hacia un futuro escatológico o un
ámbito diferente al de los acontecimientos en este mundo” (Placher, 2008:38). Las traducciones del
inglés y el alemán son del autor.
6
Hay algunas excepciones. Allison, por ejemplo, usa una variedad de evidencia personal, anecdotal,
y comparativa-religiosa y osa discutir la posibilidad de ser visitado por fantasmas (Allison, 1998:49).
Gerd Theissen también se esfuerza por ser más cuidadoso en, por ejemplo, su investigación de los
milagros de Jesús, a la que es impulsado por la crítica de las formas (Theissen y Merz, 1998:291-
313).
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Hans-Georg Gadamer
En los últimos años, algunos eruditos bíblicos han llegado a pensar
que la obra de Hans-Georg Gadamer nos podría proporcionar un camino
a seguir. El magnum opus de Gadamer, Wahrheit und Methode (1960),
fue una de las obras fundamentales en la teoría hermenéutica del siglo
XX. Su obra ha ejercido influencia sobre los estudios bíblicos, tanto a
través de la evolución general de la hermenéutica, y más explícitamente
a través de la reciente atención a la “historia de los efectos”
(Wirkungsgeschichte). Con el fin de enumerar los beneficios y
limitaciones del pensamiento de Gadamer para el estudio del Jesús
histórico, vale la pena resumir algunas de las ideas que Gadamer
presenta en el capítulo cuarto de Wahrheit und Methode, titulado
“Elementos para una teoría de la experiencia hermenéutica”.
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“Siempre estamos situados en medio de tradiciones y... no concebimos lo que dicen las tradiciones
como algo distinto, algo extraño. Siempre es parte de nosotros...” (Gadamer, 2004:283).
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Así Gadamer dice que el tiempo no es un golfo sobre el cual hay que saltar, sino que “en realidad es
el terreno que apoya la marcha de los acontecimientos en los cuales se arraiga el presente... no es un
abismo profundo, sino que está lleno de continuidad de la costumbre y la tradición, a la luz de la cual
todo lo transmitido se nos presenta” (297).
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del significado del texto, antes de que ella ha comprendido sus partes
constituyentes, no le impide leer el texto, sino que la guía mientras que
redacta a las carreras los trozos más pequeños, pasando cíclicamente a
través de las posibilidades léxicas, sintácticas y contextuales,
constantemente ajustando cada uno, hasta que el significado del texto se
revela. Lo mismo sucede con la hermenéutica. Nos acercamos a un texto
con ciertos significados previos, dados a nosotros por la tradición, y
luego, cuando nuestros significados previos no resultan adecuados para
una descripción completa del significado de un texto, nos vemos
obligados a ajustar los significados previos. La idiosincrasia del texto
provoca una conciencia de nuestras pre-comprensiones, poniéndolas en
primer plano (Aufhebung) como un primer paso hacia la suspensión, el
análisis y la evaluación de ellas.
La misma dinámica tiene lugar en el caso de la interpretación de
un acontecimiento histórico. Solo podemos verdaderamente obtener la
comprensión de otra época histórica, otro texto, u otra persona después
de reconocer que nuestra propia existencia es históricamente constituida,
que nuestra perspectiva sobre la historia anterior está bordada en la
urdimbre y la trama de nuestro propio momento histórico.
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“la erudición histórica en primer lugar intenta comprender cada texto en sus propios términos y no
acepta el contenido de lo que dice como verdadero, sino que lo deja pendiente"(330). Asentimiento
y obediencia dependen del grado en que la perspectiva del texto parece creíble después de haber
escuchado su punto de vista; también son influenciados por el tipo de texto con que se está
tratando.
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“No podemos evitar pensar en lo que el autor aceptó sin vacilar y por lo tanto no consideró
exponder a la apertura de la cuestión. Este no abre la puerta a la arbitrariedad en la interpretación,
sino que revela lo que siempre pasa.... [P] arte de la comprensión real, sin embargo, es que
recuperar los conceptos de un pasado histórico de tal manera que también incluyen nuestra propia
comprensión de ellos.” (367)
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Uso una expresión favorita de mi Doktorvater, Markus Bockmuehl. Utilizando una metáfora
similar, Dunn nota: “De la impresión en la cera se puede discernir la forma del sello. De la impresión
dejada en los discípulos podemos discernir la ‘forma’ de él que hizo esa impresión.” (Dunn, 2004:15).
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Las deudas de Bockmuehl y Dunn a Gadamer son obvias, como el primero commenta:
“Aprenderemos acerca de Jesús mejor de la tradición que generó” (Bockmuehl, 1994:8), y el último
afirma que la tradición “es en sí mismo parte del efecto que Jesús tenía sobre los que llamó al
discipulado” (Dunn, 2003:329).
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“Lo que es realmente histórico en una figura importante es entendido en forma puramente
histórica, el efecto personal que permanece perceptible a la posteridad.” “El real, es decir, el eficaz
Cristo ...”, “Su obra es su persona, en su efecto histórico y transhistórico” (Kähler, 1953:38, 44, 78).
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“Un vínculo auténtico entre Jesús de Nazaret y el Cristo exaltado es en realidad teológicamente
indispensable para el cristianismo. Si no hay base razonable para una continuidad personal entre
‘crucificado bajo el poder de Poncio Pilato’ y ‘sentado a la diestra de Dios’ ... entonces la fe cristiana
sería de hecho una parodia” (Bockmuehl, 1994:167).
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O: nuestra esperanza se basa solamente en documentos religiosos que derivan sus expectaciones,
por lo menos en parte, en un evento que supusieron que fue histórico pero en realidad no lo fue.
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O más allá, diciendo que el nacimiento de una virgen es solamente un ejemplo de la tendencia
clásica a describir un personaje importante como engendrado por un dios con el fin de expresar
asombro por la superioridad de la figura comparada con humanos normales, o con el fin de honrar a
un benefactor excepcional; así Talbert, 2006:79-86.
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“Puede haber más cosas en el cielo y en la tierra que las soñadas en nuestras filosofías empiristas,
y no debemos despedir precipitademente a los informes de la experiencia religiosa diferentes de lo
que nosotros hemos experimentado, pero es razonable ser escéptico acerca de la historicidad de
algunas tradiciones de los evangelios a causa de lo que sabemos acerca de las primeras iglesias.”
(Morgan, 2005:219)
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Conclusiones iniciales
He intentado demostrar que los enfoques convencionales de los
eruditos del Jesús histórico no son suficientes para reconstruir con
certeza la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazaret, y mucho menos
para determinar el significado teológico de Jesús. También discutí la
reciente incorporación de la hermenéutica gadameriana en
investigaciones del Jesús histórico. Gadamer ayuda mucho al estudioso
del Jesús histórico a demostrar la legitimidad de partir de una perspectiva
de fe, y en articular el hecho de que el significado está determinado en
gran parte por los efectos de una persona en la historia. Sin embargo, he
sostenido que la atención a la historia efectiva de Jesús sigue siendo
insuficiente para el estudio confesante de Jesús, en la medida en que
deja fuera de los límites de la discusión la cuestión del ‘carácter de
acontecimiento’ de ciertos eventos, como la resurrección, que son de
importancia fundamental para la fe cristiana. Aunque los avances
gadamerianos respaldan la obra teológico-histórica, no bastan para
construir un puente objetivo entre la investigación histórica y la doctrina
cristiana.
Por lo tanto, si el investigador cristiano del Jesús histórico no
puede permanecer indiferente a lo trascendente y milagroso, él se
encuentra atrapado en un movimiento de tijera entre las dos partes de su
trabajo. Él quiere asentir a las demandas de la Escritura acerca de lo que
la vida y los hechos de Jesús significan, pero la validez de la perspectiva
del texto no reside únicamente en el texto, pero sí, al menos, en parte en
la historia misma. Él tiene que encontrar una manera de coordinar: 1) el
asentimiento del teólogo a lo que afirma el texto con 2) la investigación
del historiador en lo que el texto expresa y revela acerca de lo que
ocurrió en el pasado.
Por un lado, al reconocer las limitaciones de nuestro conocimiento
histórico y la incapacidad de la investigación histórica para determinar el
significado de un evento con un nivel de certeza científica, el estudioso
cristiano sobre Jesús puede reconocer con Gadamer que él tiene que
trabajar desde dentro de una tradición determinada. Pero, por otra parte,
Gadamer no le da licencia para trabajar desde una plataforma elevada
teológicamente fortificada sin admitir las limitaciones de la plataforma
elevada, en particular, mediante la conversación con el Jesús histórico,
conocido, en parte, a través del trabajo de eruditos seculares. Es tan
válido examinar el Jesús histórico desde una perspectiva teológica, como
no hacerlo. Entonces, ¿cómo pueden estos dos grupos de expertos
discutir el Jesús histórico, sin tropezar constantemente con sus
diferencias epistemológicas? En el volumen venidero de Cuadernos de
Teología, propondré una sugerencia metodológica, una taxonomía que
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Bibliografía
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Said and Did, Amherst, NY, Prometheus, 1999.
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Christopher M. Hays
Doctor en Teología. British Academy Postdoctoral Fellow en la
Facultad de Teología de la Universidad de Oxford (Inglaterra), e
International Research Associate del Dr. Kobus Kok en el Departamento
de Nuevo Testamento de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica).