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ESTUDIO JURISPRUDENCIAL DE LA PROCEDENCIA DE LAS ACCIONES DE TUTELA CONTRA

PROVIDENCIAS JUDICIALES DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA Y DE LOS DEMÁS JUECES DE


LA JURISDICCIÓN ORDINARIA.

HELLEN NIKOL SANGUINO MONTES

DOCENTE: JHON AGUIRRE AGUIRRE


AREA: DERECHO CONSTITUCIONAL COLOMBIANO

UNIVERSIDAD LIBRE DE COLOMBIA – SECCIONAL CÚCUTA


2019
Línea Jurisprudencial – Tutela Vs. Providencias de la CSJ.
Dr. Aguirre.

Introducción:
En Colombia se ha instituido a través de la constitución de 1991, una figura supremamente importante, pero
más que una figura, una herramienta de carácter constitucional que en su esencia, cuando fue debatida su
incorporación a la constitución en la asamblea nacional constituyente, se mencionó que la finalidad que tenía
era la de existir dentro de la carta magna para poder ser una herramienta, que al alcance de cualquier
persona colombiana o extranjera que habite dentro de Colombia, pudiera ser utilizada como instrumento que
garantizara la efectiva, oportuna e inmediata protección de sus derechos fundamentales en el evento en que
fueran vulnerados o estuvieran próximos a ser vulnerados y causar con ello perjuicios irremediables.
Taller:
1. Puntos de Trabajo:

 Leer sentencias de la línea.


 Encontrar las sentencias importantes.
 Extraer su problema jurídico.
 Extraer su Ratio Decidendi.

2. Desarrollo de los Puntos.

En el desarrollo de estos puntos se escogerán las sentencias que, por el docente, dentro de la línea
jurisprudencial, ha decido denominar como, fundadora de línea, consolidadora de línea,
reconceptualizadora de línea, y sentencia dominante y por esta razón, se trabajará sobre un total de
4 sentencias de la corte constitucional.
Sentencia T-006/92
Magistrado Ponente Eduardo Cifuentes Muñoz
Problema Jurídico En esta sentencia se plantea el problema jurídico de si es procedente la tutela en
contra de providencias judiciales y en el caso de esta sentencia, por razón de que
la corte suprema de justicia, sala civil, se declaró incompetente al presentarse
ante ella una tutela en contra de la sala penal de la misma corte, y se plantea si
realmente el declararse incompetente da solución de fondo a lo planteado en la
acción.

Ratio Decidendi. Se opone en esta ocasión, la corte constitucional, al postulado dado por la corte
suprema de justicia. La decisión de la corte suprema de justicia parte del supuesto
inicial de no tener esa corporación un superior jerárquico, que por ello carece de
competencia para resolver una tutela en contra de una de sus salas; también se
denota dentro de sus postulados doctrinales constitucionales y procesales que,
para la corte suprema de justicia es improcedente una acción de tutela cuando la
esa corporación resuelve, decide o emite una sentencia en sede de casación
pues, ello quiere decir que entra en vigencia la operancia de la cosa juzgada, la
cual a su vez es la garantía que tienen los ciudadanos con respecto a la seguridad
jurídica y la seguridad jurídica se levanta como un principio o derecho fundamental
de la sociedad que se transforma en la prevalencia del interés general, así como
también el resolver tutelas en contra de providencias implicaría que se afecte el
acceso a la justicia pues supone, para la corte suprema, la reapertura de procesos
ya culminados y ello quiere decir, una obstrucción en el acceso a la justicia de las
personas.

Por lo que arriba se menciona de manera sintetizada, la corte constitucional se


pronuncia y al respecto dice que:

“La respuesta dada por la Corte Suprema de Justicia al problema planteado de la violación
de derechos fundamentales por una de sus salas, conduce directamente a la
inimpugnabilidad de sus decisiones, pese a la eventual inconstitucionalidad del
proceder de la correspondiente sala. Esto quiere decir que la tesis de la incompetencia,
prohijada por la Corte Suprema de Justicia, es una solución procesal que de ninguna
manera satisface el problema de derecho sustancial y de carácter constitucional sometido
a su consideración.

La única posibilidad de que la tesis de la Corte Suprema de Justicia pudiera todavía tener
sustento sería aceptar que las decisiones de una de sus salas, no obstante, su eventual
inconstitucionalidad, no pueden, en verdad, ser impugnadas. Pero, el artículo 86 de la
Constitución Política no exceptúa a ninguna autoridad pública, de la posibilidad de que en
su contra se ejerza por parte de un interesado una acción de tutela con el fin de proteger
de manera inmediata sus derechos fundamentales .
La configuración de la acción de tutela contra acciones u omisiones de las autoridades que
violen o pongan en peligro derechos fundamentales de los ciudadanos, indica que no
existe en Colombia una presunción de derecho que ampare la constitucionalidad de la
actuación de los poderes públicos. Todas las autoridades deben respetar en sus
actuaciones las normas de la Constitución y, en especial, las que consagran los derechos
fundamentales de las personas. La Constitución contempla sanciones y prevé acciones -la
tutela es una de ellas- para el caso de que las autoridades se aparten del cumplimiento de
sus obligaciones y deberes constitucionales. No cabe, pues, aceptar, que la Corte
Suprema de Justicia, en Sala Plena, o a través de una de sus salas especializadas, no
pueda en ningún caso violar con sus acciones u omisiones la carta fundamental.

Si bien la Corte Suprema de Justicia sustenta la tesis de la no cuestionabilidad constitucional


de la sentencia de la Sala Penal, en el sistema de división de poderes y precisas limitaciones
que para el ejercicio del poder público se contempla en la Constitución Política, la
consecuencia de su proveído no es otra que la de otorgarle a la Sala Penal y
consiguientemente a las restantes salas y a la Corte en pleno, un poder impreciso e ilimitado
que no se concilia con el pregonado estado de derecho. Ese poder es el poder jurídico de
violar en sus sentencias la Constitución Política. Tanto vale que una de las salas de la Corte
Suprema de Justicia viole en sus sentencias la Constitución Política como que la observe, de
todas maneras, de acuerdo con la tesis sostenida, ellas una vez pronunciadas no pueden
ser cuestionadas judicialmente. No será fácil convencer a las víctimas de un desafuero
constitucional que sus derechos fundamentales no han sido violados porque en el mundo
jurídico el acto o la omisión que pudo vulnerarlos goza de una presunción de
constitucionalidad que bajo ninguna circunstancia podrá ser atacada. No. La Constitución
ha construido un sistema absolutamente contrario al descrito. Un estado social de derecho,
democrático, cuya finalidad es asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden
justo, no tolera un poder público como el que podría tener acomodo en la Corte Suprema de
Justicia si sus sentencias estuvieran revestidas de inmunidad constitucional. El artículo 86
no exonera de la acción de tutela a los actos u omisiones de la Corte Suprema de Justicia.
El precepto autoriza que la acción se dirija "contra cualquier autoridad pública".
La Jurisdicción Constitucional es la garantía básica del Estado constitucional de derecho.
El poder público en todas sus manifestaciones - estado-legislador, estado-administrador y
estado-juez - se origina en el pueblo y se ejerce en los términos que la Constitución
establece (CP art. 3o.). La Jurisdicción Constitucional asegura que efectivamente todos
los poderes públicos sujeten sus actos (aquí quedan comprendidos entre otros las leyes, las
sentencias y los actos administrativos) a las normas, valores y principios constitucionales,
de modo que cada una de las funciones estatales sea el correcto y legítimo ejercicio de una
función constitucional.

La corte suprema de justicia, para rechazar la tutela, se pronunció al respecto de la


especialidad y la diversidad que tiene cada una de sus salas, pues una no puede
interferir en las decisiones de otra pues la otra tiene una especialidad o materia del
derecho diferente de cada una; sobre eso la corte constitucional también se
pronunció:

“La asignación de competencias en materia de acción de tutela a las salas de la Corte


Suprema de Justicia y a la Corte en pleno, la erige a ella y a sus salas en órganos a través
de los cuales se ejerce en Colombia la Jurisdicción Constitucional.

La tesis de la diversidad y especialización de las salas, que se esgrime contra la posibilidad


de que una de ellas conozca en sede de tutela la sentencia proferida por otra, desconoce
que es la materia constitucional exclusivamente la que suscita la acción de tutela y su
definición e impugnación. No se trata por tanto de entrar a conocer del proceso tallado por
otra Sala, sino que el juez constitucional examina la conformidad de la sentencia con los
derechos fundamentales consagrados en la Constitución”.

De igual forma, la corte suprema de justicia hace gala de su condición de jurisdicción


pues dice ser de la ordinaria, mas no de la constitucional y sobre eso, la corte
constitucional afirma lo siguiente:
“La violación actual o potencial de un derecho constitucional fundamental es
primariamente un asunto constitucional y el ejercicio de la acción de tutela se convierte
en el presupuesto para que su resolución corresponda a la Jurisdicción
Constitucional. Los momentos de ejercicio de la acción, impugnación del fallo de tutela y
eventual revisión de este último, son tramos de la indicada jurisdicción y los órganos
judiciales encargados de cada momento pertenecen materialmente a la Jurisdicción
Constitucional y aplican Justicia Constitucional.

Los distintos planteamientos de la Corte Suprema de Justicia sobre diversidad,


especialización, igualdad, autonomía e independencia de las salas, desconocen su
importante ubicación en la Jurisdicción Constitucional y la forma particular de
estructuración de esta Jurisdicción en el país, que se sirve, como se ha visto, del aparato
judicial ordinario para el cumplimiento de su alta misión, lo cual debe llevar a
distinguir respecto de cada órgano judicial los asuntos que se incluyen en la esfera de su
respectiva jurisdicción y los que pertenecen a la esfera de la Jurisdicción
Constitucional. Nada más alejado del querer constituyente, que un órgano judicial ordinario
reniegue de su función como Órgano de la Jurisdicción Constitucional anteponiendo
criterios de especialidad, diversidad, igualdad y autonomía, propios y exclusivos de su esfera
ordinaria de actuación”.

Con respecto a la figura de la “cosa juzgada”, la corte constitucional dice lo


siguiente:

“La Corte Suprema de Justicia eleva la cosa juzgada al plano de lo absoluto e intemporal,
con la consecuencia que la seguridad jurídica - concediendo sólo en gracia de discusión que
aquélla goce de protección constitucional -, sacrifica el valor de la justicia, los derechos
fundamentales y la primacía de la Constitución”.

Por todos los argumentos se sobre entiende que la corte constitucional no comparte
la posición de la corte suprema de justicia y por esa razón, resuelve a favor de la
tutela contra la providencia judicial de la sala penal de la corte suprema de justicia.

Sentencia T-474/92
Magistrado Ponente Eduardo Cifuentes Muñoz.
Problema Jurídico Sobra decir que, para esta ocasión, quien resuelve esta tutela es el mismo
magistrado ponente de la anterior y podríamos ya afirmar que se trata de una que
consolida la línea puesta por la fundadora.

El problema jurídico que se plantea aquí en este escenario es el de, de nuevo, si


es procedente o no una acción de tutela en contra de providencias judiciales de la
corte suprema de justicia ante un evento donde se violó la garantía de la no
reformatio in pejus en contra de un procesado al que le fue aumentada la pena en
sede de apelación y confirmada la misma por el órgano de cierre en casación.
Ratio Decidendi. La corte suprema de justicia vuelve a esbozar las mismas posturas que se
mencionaron en la anterior sentencia y contra ellas replica la corte constitucional,
pero, en esta ocasión lo hace de manera mas mesurada, mas madura, mas
concreta y menos abstracta pues, delimita unos tipos de subreglas para la
procedencia excepcional de la acción de tutela en contra de providencias
judiciales.
Al respecto la corte constitucional sostiene los siguientes argumentos y delimita
las siguientes subreglas:

“La Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia en la sentencia aquí revisada no entró a
fallar de fondo sobre la posible vulneración de los derechos fundamentales aducida por el
accionante de tutela, por considerar que carecía de competencia para ello.

La Corte Constitucional, en esta ocasión, prohíja la tesis sostenida en la sentencia de esta


misma Sala del 12 de mayo de 1992, en la cual se examinó con suficiente extensión y detalle
la procedencia de la acción de tutela con respecto a sentencias violatorias de derechos
constitucionales fundamentales, así como la competencia de las diferentes salas de la Corte
Suprema de Justicia para conocer de dichas acciones.

La regulación legal de la acción y una interpretación estricta de la misma - justamente con


el fin de velar por su mantenimiento-, permiten señalar los siguientes requisitos necesarios
para que proceda contra sentencias y demás providencias que pongan término a un
proceso:

a) Que exista una vulneración o amenaza contra un derecho fundamental, en este caso, de
aquellos que tienen por destinatario al Juez en su función de interpretar y aplicar el derecho
y que generan obligaciones judiciales de hacer o no hacer cuyo incumplimiento no puede
carecer de vías de exigibilidad en un Estado Social de Derecho, por ejemplo, los
denominados derechos al debido proceso sustancial o derechos fundamentales procesales,
que comprenden, entre otros, la prohibición de la pena de muerte, el derecho a la integridad
personal y los derechos consagrados en los artículos 29, 31, 33 y 346 de la Constitución
Política, excluyéndose como es obvio los que tienen garantías propias como el Habeas
Corpus (artículo 30).

Estos derechos, particularmente los derechos fundamentales procesales, sino tuvieran la


coacción que les otorga la tutela, se volverían prácticamente inútiles, y degenerarían en
vacuas declamaciones, quedando desprovistos de un mecanismo jurídico esencial para su
eficaz operancia, como reglas sustanciales de derecho y garantías básicas del sistema
judicial. Por ello, si el artículo 86 de la Constitución hubiera sustraído de la acción de tutela
la sentencia de los jueces, en todo caso se habría hecho necesario aplicarla, por entrañar
tales derechos garantías inherentes a la persona humana (artículo 94 Constitución Política).

La eficacia de los derechos fundamentales procesales es tan cara a la humanidad que


incluso tiene protección internacional, en el evento de que el Ordenamiento Jurídico
Nacional no la consagre. Basta señalar que este efecto podría obtenerse recurriendo al
ejercicio de una acción concreta ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(artículo 44 de la Convención Americana de Derechos Humanos), por solicitud de cualquier
persona o entidad no gubernamental, lo que daría lugar a un procedimiento con la
intervención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (artículo 63 de la
Convención Americana de Derechos Humanos).

b) Que la vulneración o amenaza se produzca por y en la parte resolutiva de la sentencia o


providencia, sin que exista otro mecanismo idóneo para reclamar la prevalencia del derecho
vulnerado o amenazado.

c) Que la violación o amenaza pueda ser deducida de manera clara, directa, manifiesta,
ostensible y evidente.

d) Por vía negativa, queda excluida la posibilidad de practicar pruebas a fin de determinar el
contenido y alcance de la presunta violación o amenaza de un derecho fundamental.
e) Que no exista otro mecanismo idóneo de defensa judicial, diferente de la acción de tutela,
para reclamar la protección del derecho vulnerado o amenazado, del cual pueda predicarse
la misma inmediatez y eficacia para la protección efectiva, idónea y real del derecho
conculcado.

A propósito de esta última exigencia es preciso advertir que la denominada "acción de


revisión" de la Corte Suprema de Justicia, regulada en el artículo 232 numeral cuarto del
Código de Procedimiento Penal, establecida para revisar sentencias cuando se comprueben
casos de prevaricato por parte del fallador, no es un medio alternativo de defensa judicial en
este caso. En efecto, este tipo de procesos exige el trámite previo de un proceso penal que
condiciona el inicio de la revisión. Una vez haya condena en firme en el proceso penal se
podrá, sólo entonces, iniciar la revisión, perdiéndose así no sólo la existencia de la
inmediatez de la protección del derecho constitucional -de que trata el artículo 86-, sino que
sería contingente la protección del mismo. Por otra parte, si el fallador que ha violado el
derecho ostenta la investidura de Magistrado de las altas Corporaciones, se requiere,
además, específica acusación por parte de la Cámara de Representantes ante el Senado,
el cual luego remite el acusado a la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, de
conformidad con los artículos 174 y 175.3 de la Constitución. Esta hipótesis, por su
inidoneidad absoluta para proteger el derecho constitucional fundamental, debe ser
desechada como mecanismo alternativo de defensa judicial”.

Como podemos ver en el presente caso, se manifestó la corte constitucional de


manera más madura, y por ende, entro a definir reglas o subreglas para la
procedencia de la acción de tutela. Del mismo modo, en el ultimo apartado de la
sentencia traído a este recuadro, se puede denotar como la corte constitucional,
aun cuando se sabe que se tiene más recursos legales de los cuales podría
disponer un afectado en sus derechos fundamentales para evitar que siga
sucediendo esa afección, lo descarta de tajo por cuanto no comportan esos otros
recursos o mecanismos legales una calidad de eficiencia ya que son demasiado
largos, extensos, su resolución podría llegar a ser demorada y podría ya haberse
configurado un perjuicio irremediable.

Sentencia C-543/92
Magistrado Ponente José Gregorio Hernández Galindo
Problema Jurídico Esta sentencia es de constitucionalidad, por ende, entra a revisar si ciertos
artículos demandados del decreto 2109 de 1991 son incompatibles con la
constitución. Los artículos son los numero 11, 12 y 25, los cuales como ya se dijo,
hacen parte del decreto que reglamenta el ejercicio y trámite de la acción de
tutela. En este evento, se afirma de entrada que algunos son inconstitucionales
por cuanto, no solo permiten la caducidad de la acción de tutela sino porque,
permiten que se pueda ejercer en contra de providencias judiciales, para lo cual, a
ojos de esta corte, no es algo procedente.
Ratio Decidendi Las consideraciones, tipo ratio, que hace esta corte en esta ocasión, son las de
proceder a atacar argumentos de sentencias que le precedían y que afirmaban
que sí era procedente la acción de tutela en contra de sentencias judiciales.

Sobre esos primeros argumentos, esta corte en sede de constitucionalidad afirma


las siguientes cosas:
“De allí que, como lo señala el artículo 86 de la Constitución, tal acción no sea procedente
cuando exista un medio judicial apto para la defensa del derecho transgredido o
amenazado, a menos que se la utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable entendido este último como aquél que tan sólo puede resarcirse en su
integridad mediante el pago de una indemnización (artículo 6º del Decreto 2591 de 1991)”.

En este argumento se denota como de inmediato se le cierra las puertas al último


acápite de la sentencia consolidadora de línea pues, muy al contrario de lo que
decía esa de que la acción de revisión no era idónea y por tanto sí podía proceder
la acción de tutela por ser mas eficaz, en esta ocasión se ordena casi que de
manera enfática a que se acuda a los otros medios alternativos o recursos
ordinarios; sobre ese aspecto la corte también dice esto:

“Así, pues, la tutela no puede converger con vías judiciales diversas por cuanto no es un
mecanismo que sea factible de elegir según la discrecionalidad del interesado, para esquivar
el que de modo específico ha regulado la ley; no se da la concurrencia entre éste y la acción
de tutela porque siempre prevalece -con la excepción dicha- la acción ordinaria.

La acción de tutela no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos adicional o


complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede afirmarse que sea el último
recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza, según la Constitución, es la
de único medio de protección, precisamente incorporado a la Carta con el fin de llenar los
vacíos que pudiera ofrecer el sistema jurídico para otorgar a las personas una plena
protección de sus derechos esenciales.

Se comprende, en consecuencia, que cuando se ha tenido al alcance un medio judicial


ordinario y, más aún, cuando ese medio se ha agotado y se ha adelantado un proceso, no
puede pretenderse adicionar al trámite ya surtido una acción de tutela, pues al tenor del
artículo 86 de la Constitución, dicho mecanismo es improcedente por la sola existencia de
otra posibilidad judicial de protección, aún sin que ella haya culminado en un pronunciamiento
definitorio del derecho”.

La corte constitucional hace prevalecer al proceso en esta ocasión como el medio


idóneo para depurar las falencias que se pudieran presentar ante procesos que se
lleven ante las autoridades públicas de la rama judicial:

“Bien puede afirmarse que, tratándose de instrumentos dirigidos a la preservación de los


derechos, el medio judicial por excelencia es el proceso, tal como lo acreditan sus remotos
orígenes. En el sentir de esta Corte, nadie puede alegar que careció de medios de defensa
si gozó de la oportunidad de un proceso y menos todavía si tomó parte en él hasta su
conclusión y ejerció los recursos de que disponía. Pero, claro está, si pese a las ocasiones
de defensa dentro del proceso y a las posibilidades de impugnación del fallo que le otorgaba
el sistema jurídico en obedecimiento a claros principios constitucionales (artículos 29 y 31 de
la Carta), el interesado se abstuvo de utilizar los mecanismos a su disposición, tampoco
puede acudir a la institución de la tutela como última tabla de salvación de sus pretensiones,
por cuanto ello implica el alegato de su propia incuria contra el principio universalmente
aceptado y desvirtúa el carácter subsidiario de la acción”.

Sobre la cosa juzgada de la que hablaba la corte suprema de justicia en la


sentencia de tutela fundadora de línea, la corte constitucional en esta ocasión dice
los siguiente:

“Es inadmisible que, por haberse instituido una figura como la acción de tutela, cuyo fin está
exclusivamente relacionado con el amparo inmediato y cierto de los derechos ante
situaciones no previstas por los medios ordinarios, se haya puesto fin a la vigencia de los
postulados básicos en los cuales se ha fundado y desarrollado nuestra civilización
jurídica. Uno de ellos es el principio de la cosa juzgada, que se traduce en el carácter
inmutable, intangible, definitivo, indiscutible y obligatorio de los fallos cuando se han dado los
trámites y se han cumplido las condiciones y requisitos previstos por la ley”.

Y la mezcla entonces con el tema de la seguridad jurídica y dice lo siguiente:

“La cosa juzgada, que confiere a las providencias la fuerza de verdad legal dentro del ámbito
individualizado del asunto litigioso resuelto, se funda en el principio de la seguridad
jurídica, la cual, para estos efectos, reside en la certeza por parte de la colectividad y sus
asociados en relación con la definición de los conflictos que se llevan al conocimiento de los
jueces.

La introducción de elementos que desconozcan este postulado y que, por tanto, lesionen el
valor de la seguridad jurídica, impide la vigencia del orden justo al que aspira la Carta Política
tanto en el Preámbulo como en su artículo 2o., pues el logro de aquél exige momentos de
definición judicial que otorguen al conglomerado la confianza en lo resuelto, sin el albur de
nuevas y siempre posibles acciones que provoquen la indefinida reanudación de procesos
nunca culminados”.

Se entra a hablar también de las figuras de la cosa juzgada materia y formal y sobre
ello dice la corte constitucional:

“Debe distinguirse entre los conceptos que en la doctrina se conocen bajo las
denominaciones de cosa juzgada material y cosa juzgada formal. La segunda hace que
no se pueda volver a revisar la decisión adoptada mediante fallo ejecutoriado dentro del
mismo proceso y por los mismos hechos y fundamentos que motivaron tal resolución,
mientras que la primera, también conocida como cosa juzgada sustancial, implica la absoluta
inmutabilidad de la sentencia en firme, no ya dentro de un proceso determinado, sino ante
cualquier otro proceso y en relación con cualquier motivo o fundamento, pues a ella se
accede por el agotamiento de todas las posibilidades procesales y supone, por tanto, que la
actividad jurisdiccional del Estado se desplegó íntegramente en relación con la materia
debatida.

Es claro que la acción de tutela no es viable si se la pretende usar como medio enderezado
a la reapertura de procesos que ya fueron objeto de fallo, tanto si respecto de las decisiones
judiciales correspondientes se ha producido la ejecutoria y, en consecuencia, la cosa
juzgada formal, como si han hecho tránsito a cosa juzgada material. En el primer evento
por existir otra vía propicia a la defensa del derecho en cuestión, como cuando se pide revisar,
en virtud de hechos nuevos o de cambio de circunstancias, la liquidación de obligaciones
alimentarias periódicas o el régimen de visitas de los esposos separados a sus hijos
comunes. En la segunda hipótesis, por la esencia misma del concepto de cosa juzgada y por
el hecho de haber culminado plenamente, en cuanto a todos los aspectos del asunto
controvertido, el trámite del proceso como medio idóneo para ventilarlo ante la justicia”.

Sobre la cosa juzgada nuevamente se refiere la corte constitucional, pero también lo


hace sobre sobre el tema de la falibilidad de los juzgadoras, lo cual fue un tópico que
se trató en la sentencia fundadora de línea, y aquí se enseña como un re-debate:

“El principio de la cosa juzgada no parte del supuesto de la perfección del juez, ya que resulta
imperativo el reconocimiento de su naturaleza humana y, por tanto, falible.
Tampoco podría negarse que las equivocaciones de los jueces, cuando en ellas incurren,
constituyen fuente de injusticias y de violaciones a los derechos de quienes tienen interés en
los resultados del proceso, razón que justifica la existencia de múltiples medios de control
previos, concomitantes y posteriores a la adopción de los fallos, a fin de asegurar que quien
se considere lesionado en sus derechos pueda obtener que se corrija el rumbo del proceso,
impugnar el fallo que le es adverso y verificar en diferentes momentos procesales si el juicio
se ajusta a las prescripciones constitucionales y legales, dentro de un conjunto de garantías
que nuestra Carta Política cobija bajo la institución del debido proceso consagrada en su
artículo 29. La ley en su desarrollo, establece recursos judiciales ordinarios y extraordinarios,
impedimentos, recusaciones, principios de valoración y contradicción de las pruebas,
nulidades y oportunidades de impugnación contra las providencias proferidas por el juez,
entre otros medios cuyo objeto es el de verificar la observancia de la legalidad, la
imparcialidad del juzgador, el respeto a los derechos de los afectados por sus decisiones y el
mayor grado de justicia en el contenido de éstas, además de las formas de responsabilidad
patrimonial del Estado y del propio juez por los perjuicios que ocasione un yerro judicial
debidamente establecido por la jurisdicción correspondiente.

Pero la misma idea de justicia sugiere la de un punto definitivo a partir del cual la sentencia
no pueda ser modificada. Habiéndose llegado a él, una vez agotados todos los momentos
procesales, concluidas las instancias de verificación jurídica sobre lo actuado y surtidos, si
eran procedentes, los recursos extraordinarios previstos en la ley, no puede haber nuevas
opciones de revisión del proceso, en cuanto la posibilidad de que así suceda compromete en
alto grado la prevalencia del interés general (artículo 1º C.N.), representado en la necesaria
certidumbre de las decisiones judiciales”.

Se hace una comparación hipotética sobre la falibilidad de los jueces en esta


sentencia, lo cual se trató en la fundadora y muy al contrario de la fundadora se
expone aquí que, se sucumbe ante la imperfección a la que ha sido condenado el
humano y, por ende, pareciera proponer el sacrificio de derechos por el triste
pesimismo realista; esto dice la corte constitucional:

“El principio de la cosa juzgada no parte del supuesto de la perfección del juez, ya que resulta
imperativo el reconocimiento de su naturaleza humana y, por tanto, falible.

Tampoco podría negarse que las equivocaciones de los jueces, cuando en ellas incurren,
constituyen fuente de injusticias y de violaciones a los derechos de quienes tienen interés en
los resultados del proceso, razón que justifica la existencia de múltiples medios de control
previos, concomitantes y posteriores a la adopción de los fallos, a fin de asegurar que quien
se considere lesionado en sus derechos pueda obtener que se corrija el rumbo del proceso,
impugnar el fallo que le es adverso y verificar en diferentes momentos procesales si el juicio
se ajusta a las prescripciones constitucionales y legales, dentro de un conjunto de garantías
que nuestra Carta Política cobija bajo la institución del debido proceso consagrada en su
artículo 29. La ley en su desarrollo, establece recursos judiciales ordinarios y extraordinarios,
impedimentos, recusaciones, principios de valoración y contradicción de las pruebas,
nulidades y oportunidades de impugnación contra las providencias proferidas por el juez,
entre otros medios cuyo objeto es el de verificar la observancia de la legalidad, la
imparcialidad del juzgador, el respeto a los derechos de los afectados por sus decisiones y el
mayor grado de justicia en el contenido de éstas, además de las formas de responsabilidad
patrimonial del Estado y del propio juez por los perjuicios que ocasione un yerro judicial
debidamente establecido por la jurisdicción correspondiente.

Pero la misma idea de justicia sugiere la de un punto definitivo a partir del cual la sentencia
no pueda ser modificada. Habiéndose llegado a él, una vez agotados todos los momentos
procesales, concluidas las instancias de verificación jurídica sobre lo actuado y surtidos, si
eran procedentes, los recursos extraordinarios previstos en la ley, no puede haber nuevas
opciones de revisión del proceso, en cuanto la posibilidad de que así suceda compromete en
alto grado la prevalencia del interés general (artículo 1º C.N.), representado en la necesaria
certidumbre de las decisiones judiciales”.

La corte de nuevo rebate el tema de la administración de justicia y dice que, permitir


que procedan las acciones de tutela en contra de providencias de la corte suprema
de justicia seria igual a vulnerar el derecho de acceso a la justicia, lo cual a mi parecer
parece una falacia, pero, se expone como motivación para mantenerse en la
negativa:

“El acceso a la administración de justicia (artículo 229 de la Constitución) requiere, para


que en efecto tenga utilidad, de un sistema jurídico que contemple un momento procesal
definitivo en el que, con certeza, las resoluciones que se profieran sean aptas para la
concreción de los derechos. Pero, además, implica que los jueces vayan resolviendo los
asuntos puestos a su consideración de tal modo que, evacuados los que se definen, puedan
prestar atención a nuevos procesos. Los pleitos interminables acaparan y obstruyen el
aparato judicial y por lo tanto impiden a otras personas acceder a la administración de justicia,
causando simultáneamente daño al interés general”.

La corte constitucional en este caso frente al tema de la afectación de la


independencia y la autonomía de los jueces mantiene lo siguiente:

“El principio democrático de la autonomía funcional del juez, hoy expresamente reconocido
en la Carta Política, busca evitar que las decisiones judiciales sean el resultado de mandatos
o presiones sobre el funcionario que las adopta. Aun cuando el superior jerárquico debe
efectuar el estudio de una sentencia apelada o consultada (artículo 31 de la Constitución),
aquél no está autorizado por las disposiciones sobre competencia funcional para impartir
órdenes a su inferior respecto al sentido del fallo, sino que, en la hipótesis de hallar motivos
suficientes para su revocatoria, debe sustituir la providencia dictada por la que estima se
ajusta a las prescripciones legales pero sin imponer su criterio personal en relación con el
asunto controvertido. De ningún modo se podría preservar la autonomía e independencia
funcional de un juez de la República si la sentencia por él proferida en un caso específico
quedara expuesta a la interferencia proveniente de órdenes impartidas por otro juez ajeno al
proceso correspondiente, probablemente de especialidad distinta y, además, por fuera de los
procedimientos legalmente previstos en relación con el ejercicio de recursos ordinarios y
extraordinarios.

De este postulado se concluye con facilidad que en el campo de la administración de justicia


quien cumpla tan delicada función pública únicamente puede hacerlo revestido de jurisdicción
y competencia. Ya que la segunda tiene a la primera por presupuesto, si falta la jurisdicción
tampoco se tiene la competencia para fallar en el caso concreto.

Como se puede advertir, habiendo establecido el Constituyente jurisdicciones autónomas y


separadas (Título VIII de la Constitución) y puesto que el funcionamiento de ellas ha de ser
desconcentrado y autónomo (artículo 228 de la Carta), no encaja dentro de la preceptiva
fundamental un sistema que haga posible al juez, bajo el pretexto de actuar en ejercicio de la
jurisdicción Constitucional, penetrar en el ámbito que la propia Carta ha reservado a
jurisdicciones como la ordinaria o la contencioso administrativa a fin de resolver puntos de
derecho que están o estuvieron al cuidado de estas. Considerar que semejante opción se
aviene a lo preceptuado por la Carta, tanto vale como aceptar que ésta consagró
jurisdicciones jerarquizadas, lo cual no encuentra sustento en la normatividad vigente.

Aunque se admitiera, en gracia de la discusión, que, a pesar de las razones enunciadas,


fuera procedente la acción de tutela para que un juez impartiera órdenes a otro en relación
con las providencias proferidas por su Despacho, tal posibilidad de todas maneras
resultaría contraria al espíritu y al mandato del artículo 86 de la Constitución, pues reñiría
con su carácter inmediato, en cuanto la orden habría de retrotraerse necesariamente al
proceso culminado, con la inequívoca consecuencia de la invalidación, total o parcial, de
etapas anteriores a la adopción del fallo, prolongando indefinidamente la solución del
litigio.

No es posible establecer con precisión qué clase de órdenes podrían darse en estos
casos, lo cual implica que en cabeza de los jueces de tutela, si en efecto gozaran
constitucionalmente del poder que les atribuyen las normas demandadas, se habrían
concentrado ilimitadas atribuciones, en ejercicio de las cuales estarían autorizados para
invadir los procesos que se tramitan en las diferentes órbitas de la jurisdicción, horadando
y destruyendo el esquema que la ley por mandato de la Carta (artículos 29 y 150, numeral
2) ha establecido para cada uno de ellos. La gama de posibilidades es muy amplia, pues
sobre el supuesto, no aceptado por la Corte, de que las sentencias son vulnerables a la
acción de tutela, ésta no encontraría linderos en relación con los distintos momentos
procesales que antecedieron al fallo y, por ende, las perspectivas de revisión de lo actuado
cubrirían desde la reiniciación del proceso, a partir de la primera instancia, hasta la
corrección de lo resuelto de fondo en la sentencia definitiva, pasando por eventuales
modificaciones de providencias intermedias, cumplidas o no, y de sentencias que fueron
objeto de recursos, así como la declaración de nulidades, a todo lo cual se agregaría, en
sede de tutela, la resolución inicial, la impugnación del fallo proferido en la primera
instancia y, además, la eventual revisión por parte de la Corte Constitucional. En cada una
de estas etapas podrían producirse decisiones contrarias y, en consecuencia, lejos de
alcanzarse la finalidad de una justicia efectiva tal como lo ordena la Constitución
(Preámbulo y artículos 2º, 29 y 228), se generaría la confusión en las relaciones jurídicas
y, por consecuencia, desaparecería todo asomo de orden justo”.

A modo de falacia nuevamente, la corte constitucional se refiere a la interferencia


que podría hacer el juez de tutela dentro de un proceso llevado en la jurisdicción
ordinaria y que, por consecuencia lógica, terminaría lesionando la autonomía y la
independencia de los jueces:

“Pero, en cambio, no está dentro de las atribuciones del juez de tutela la de inmiscuirse en
el trámite de un proceso judicial en curso, adoptando decisiones paralelas a las que
cumple, en ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad está excluida de
plano en los conceptos de autonomía e independencia funcionales (artículos 228 y 230 de
la Carta), a los cuales ya se ha hecho referencia.

De ningún modo es admisible, entonces, que quien resuelve sobre la tutela extienda su
poder de decisión hasta el extremo de resolver sobre la cuestión litigiosa que se debate en
un proceso, o en relación con el derecho que allí se controvierte”.

Y mantiene esta corte en esta sentencia que, el que se tomen decisiones en tutela
podría afectar el debido proceso, aun cuando se considera que el debido proceso
es un derecho fundamental y que si se está violando es porque no se esta
respetando y por ende, aceptar el párrafo que a continuación se va a citar sería
como aceptar que el “debido proceso” es el debido proceso que lleva el juez y no
el que determinan los códigos de procedimiento y los mandatos constitucionales:

“No puede, por tanto, proferir resoluciones o mandatos que interfieran u obstaculicen
diligencias judiciales ya ordenadas por el juez de conocimiento, ni modificar providencias
por él dictadas, no solamente por cuanto ello representaría una invasión en la órbita
autónoma del juzgador y en la independencia y desconcentración que caracterizan a la
administración de justicia (artículo 228 C.N.), sino porque, al cambiar inopinadamente las
reglas predeterminadas por la ley en cuanto a las formas propias de cada juicio (artículo
29 C.N.), quebrantaría abierta y gravemente los principios constitucionales del debido
proceso”.

Y termina ese párrafo con esto:

“Lo anterior sin tener en cuenta la ostensible falta de competencia que podría acarrear la
nulidad de los actos y diligencias producidos como consecuencia de la decisión con los
consiguientes perjuicios para las partes, la indebida prolongación de los procesos y la
congestión que, de extenderse, ocasionaría esta práctica en los despachos judiciales.
De las razones anteriores concluye la Corte que no procede la acción de tutela contra ninguna
providencia judicial, con la única salvedad del perjuicio irremediable, desde luego aplicada en
este evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión definitiva que adopte el juez
competente”.

Encontramos entonces que, es esta una sentencia que, por sus argumentos, parece
destruir la tesis de la procedibilidad de la tutela contra providencias judiciales, por lo
tanto, esta parece más bien una modificadora de línea. Ahora bien, la cuestión
problemática es que, dice que es procedente cuando se presenten vías de hecho
pero no haya otro mecanismo dentro del proceso que permita conjurar esa situación
que vulnere algún derecho fundamental, entonces lo que parece es que, dice que sí
pero lo hace más complejo, sometiendo la violación al trámite normal de los
procesos. Entonces por lo anterior, creería que sí es procedente una acción de tutela
contra providencias judiciales pero de manera muy, pero muy excepcional, debiendo
agotarse siempre todos los recursos que el proceso permite, es decir, la tutela debe
ser el último de los recursos.

Sentencia SU-627/29
Magistrado Ponente Alberto Rojas Ríos
Problema Jurídico Se basa en que, determinar si la corte suprema de justicia sala de casación
labora, y de igual forma su inferior, el tribunal superior del distrito de Medellín,
sala de descongestión laboral, vulneraron los derechos fundamentales al debido
proceso, a la igualdad, a la seguridad social, al mínimo vital y la vida en
condiciones dignas de un hombre por cuanto al parecer desconocieron el
precedente constitucional al tomar los artículos de una convención colectiva
como prueba y no como norma, haciendo así que no se pueda dar la
interpretación más favorable para el trabajador por cuanto consideran a la
convención como prueba dentro de un proceso laboral y no como un compendio
normativo.
Ratio Decidendi Para este caso, la corte declara procedente la acción de tutela por cuanto se
presentó violación por vías de hecho por parte de los juzgadores al desconocer
el precedente constitucional sobre la convención colectiva y a su vez no aplicar
la regla de in dubio pro-operario. La cuestión es que aquí se reafirma que sí es
procedente la acción de tutela y al parecer, se parte de ciertos presupuestos de
la sentencia reconceptualizadora de línea.

Es esta una sentencia dominante por cuanto es la que se encuentra vigente


actualmente, del mismo modo, en ella también se delimitan algunos tipos de
subreglas, haciendo lo que por excelencia suelen hacer las consolidadoras de
línea, y a su vez pues, fija criterios de procedencia y define la teoría de las “vías
de hecho” para que sea procedente la acción de tutela contra providencias de
los jueces.

Lo siguiente que se cita, es lo que se menciona en el párrafo de arriba:

“(i) legitimación en la causa por activa; (ii) legitimación en la causa por pasiva; (iii)
relevancia constitucional; (iv) subsidiariedad o agotamiento de los medios ordinarios y
extraordinarios de defensa judicial; (v) inmediatez; (vi) de tratarse de una irregularidad
procesal, que ésta tenga incidencia directa en la decisión; (vii) identificación de los hechos
del caso y los derechos fundamentales presuntamente vulnerados; y (viii) que no se trate
de una acción de tutela formulada contra sentencias adoptadas en procesos de tutela”.

Son estos los presupuestos generales de procedencia de toda acción de tutela,


ya puede considerarse un tipo de norma, es decir, debe hacerse o cumplirse con
ello siempre.

Aquí ahora se citará lo que a criterio de la corte serian los denominados “vicios”
que darían viabilidad a la tutela en contra de providencias judiciales:

“a. Defecto orgánico, que se presenta cuando el funcionario judicial que profirió la
providencia impugnada carece, absolutamente, de competencia para ello.

b. Defecto procedimental absoluto, que se origina cuando el juez actuó completamente al


margen del procedimiento establecido.

c. Defecto fáctico, que surge cuando el juez carece del apoyo probatorio que permita la
aplicación del supuesto legal en el que se sustenta la decisión.

d. Defecto material o sustantivo, como son los casos en que se decide con base en normas
inexistentes o inconstitucionales o que presentan una evidente y grosera contradicción
entre los fundamentos y la decisión.

f. Error inducido, que se presenta cuando el juez o tribunal fue víctima de un engaño por
parte de terceros y ese engaño lo condujo a la toma de una decisión que afecta derechos
fundamentales.

g. Decisión sin motivación, que implica el incumplimiento de los servidores judiciales de


dar cuenta de los fundamentos fácticos y jurídicos de sus decisiones en el entendido que
precisamente en esa motivación reposa la legitimidad de su órbita funcional.

h. Desconocimiento del precedente, hipótesis que se presenta, por ejemplo, cuando la


Corte Constitucional establece el alcance de un derecho fundamental y el juez ordinario
aplica una ley limitando sustancialmente dicho alcance. En estos casos la tutela procede
como mecanismo para garantizar la eficacia jurídica del contenido constitucionalmente
vinculante del derecho fundamental vulnerado.

i. Violación directa de la Constitución”.

Procede la corte a delimitar y reafirmarse en lo que considera son los defectos


sustantivos y el desconocimiento del precedente jurisprudencial de esta corte, los
cuales son causas de procedencia de las acciones de tutela en contra de
providencias judiciales.
“(i) Cuando existe una carencia absoluta de fundamento jurídico. En este caso la
decisión se sustenta en una norma que no existe, que ha sido derogada, o que ha
sido declarada inconstitucional.

(ii) Aplicación de norma que requiere interpretación sistemática con otras normas,
caso en el cual no se tienen en cuenta otras normas aplicables al caso y que
son necesarias para la decisión adoptada.

(iii) Por aplicación de normas constitucionales, pero no aplicables al caso concreto.


En este evento, la norma no es inconstitucional, pero al ser aplicada al caso
concreto vulnera derechos fundamentales, razón por lo que debe ser igualmente
inaplicada.

(iv) Porque la providencia incurre en incongruencia entre los fundamentos jurídicos


y la decisión. Esta situación se configura cuando la resolución del juez no
corresponde con las motivaciones expuestas en la providencia.

(v) Al aplicar una norma cuya interpretación desconoce una sentencia de efectos
‘erga omnes’. En esta hipótesis se aplica una norma cuyo sentido contraría la ratio
decidendi de una sentencia que irradia sus efectos a todo el ordenamiento jurídico.

(vi) Por aplicación de normas abiertamente inconstitucionales, evento en el cual, si bien el


contenido normativo no ha sido declarado inexequible, este es abiertamente contrario a la
constitución. En este evento, la tutela procede si el juez ordinario no inaplica la norma por
medio de la figura de la excepción de inconstitucionalidad.”

Y sobre el desconocimiento del precedente dice que:

“el desconocimiento del precedente, sin una debida justificación, hace procedente la
acción de tutela contra providencias judiciales puesto que vulnera el debido proceso y el
derecho a la igualdad”.

Pero, de igual forma crea dos requisitos que podrían exceptuar la procedencia
de tutelas contra providencias cuando se presente un caso de desconocimiento
del precedente; los requisitos son:

(i) El de transparencia, el cual hace referencia al reconocimiento expreso del


precedente que se busca modificar o desconocer; y (ii) el
de suficiencia de la carga argumentativa. En este último no basta
simplemente esbozar argumentos que sean contrarios a la posición de la
que se aparta, sino que deben exponerse “de manera suficiente y
razonada los motivos por los cuales considera que es necesario apartarse
de sus propias decisiones o de las adoptadas por un juez de igual o
superior jerarquía”.

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