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EL PAPEL DE LA PEQUEÑA BURGUESÍA EN EL PROCESO DE CAMBIO

Max Murillo Mendoza

Es lógico el comportamiento de las clases medias y altas radicalizadas de Bolivia, a lo largo de


la historia repiten increíblemente dicho comportamiento de traición y oportunismo sobre las
espaldas de los obreros y campesinos. Además no tienen la tradición occidental del
liberalismo, por lo que nunca son críticas es decir jamás harán el ejercicio de la autocrítica de
sus terribles errores históricos, como en el proceso de cambio. Pues ellos son los culpables del
mayor fracaso histórico, de un proceso que fue obra sangrienta de los sectores pobres del país
y que algunos indígenas burócratas, junto a estos sectores pequebus, se prestaron para la
traición desde altas esferas del Estado.

Las débiles clases medias bolivianas, que nunca tuvieron proyecto de clase, siempre se colaron
políticamente a los sectores mayoritarios de Bolivia: obreros, campesinos, indígenas y clases
medias empobrecidas migrantes. Y siempre las traicionaron en el momento de la verdad,
precisamente por su débil característica de clase e identidad. Los momentos de oportunismos
son demasiados sólo en el último tramo: revolución del 52, gobierno de Tórres en 1971, UDP
en 1985 y finalmente en el proceso de cambio desde el 2005 al 2019. Pequeña burguesía que
sólo le interesa manejar la burocracia, nunca hacer la revolución. Pero increíblemente los
dirigentes de avanzada del proceso de cambio siguieron confiando en personajes funestos,
como Sacha Llorenti. Burócrata oportunista que no dudo en reprimir a indígenas en Chaparina
el año 2011. Estos personajes, que son varios, mataron toda posibilidad de profundización del
proceso de cambio. Desde adentro se prestaron a boicotear, clasistamente, al proceso de
cambio. Demostraron su actitud racistas y colonial con el Fondo Indígena, etc. La lista es larga
pero tenían el poder de decisión otorgado por los mismos dirigentes sociales del proceso.

Hoy, como siempre, cierran filas en el silencio cómplice junto a la derecha. Hoy como siempre
no harán ningún ejercicio de crítica y autocrítica del proceso de cambio, porque no les interesa
y no les interesó nunca dicho proceso, sino ser sólo la burocracia letrada y traidora de ese
proceso derrotado. Salían obligados a marchar en los momentos que debían mantener la pega;
no salieron por supuesto en el momento de la verdad: Senkata o Sacaba. Esa es su actitud
histórica en la lucha de clases boliviana. Ningún panfleto de autocrítica en estos meses. Sólo el
silencio cómplice junto a la derecha.

Todos esperan las elecciones del 3 de mayo. Elecciones que no resolverán nuestros profundos
problemas, porque no existe un proceso de pacificación. Los sectores populares tienen
enormes posibilidades de reivindicarse, de hacer en serio las cosas si es que han sacado
lecciones contundentes: no confiar en esas clases letradas y poco liberales en sus
comportamientos. Las elecciones de mayo sólo son un pequeño paréntesis en estas miradas
de historias distintas. Nada está dicho, nada se ha resuelto y el ruedo de la historia sigue en
vigencia, hasta tener un país digno y soberano. Los pequebus del MAS que son los traidores
directos en esta derrota, quieren seguir siendo los mandarines de la fiesta en estas semanas de
confusiones y rupturas internas.
Los pequebus del MAS quieren seguir al mando de las elecciones, cuando ni siquiera tienen la
capacidad de crítica, de revisión y corrección de los terribles errores de los últimos diez años
del proceso de cambio. Ninguno de ellos ha dado al menos una gota de sangre; son los mismos
los que derraman sangre y sudor. Pero han sido los embajadores, los ministros, los
viceministros, los cónsules, los capos de la burocracia y los dueños de los negocios, cuando los
dueños del proceso estaban al margen de aquellos mandos. Para tranquilizarles les
corrompieron por todos lados y partes.

El poder de los sectores populares sigue nomás en orden. Ese poder que no aguanta
presidentes ni soberbia de ningún burócrata, puede articularse con la excusa de las elecciones.
Pero sin aprendizajes ni lecciones del pasado no sirve ese poder. Es sólo desorden y caos. Hoy
es el tiempo de renovación, de articulación en serio sobre las ideas primarias de lo que se
pensaba allá en los años 80 y 90 del anterior siglo, cuando se gestó el IPSP como instrumento
que dispute en la democracia formal y burguesa en favor de las historias distintas, paralelas a
la historia tradicional de este país. El poder de las masas está intacto, a pesar de la derrota y la
sangre. Debe re articularse con las lecciones aprendidas, expulsando a los traidores y vividores
de la pequebu, expulsando a los Sacha Llorenti que son nomás extranjeros de los grupos
coloniales de izquierda.

En definitiva, las elecciones de mayo pueden ser otra oportunidad para establecer el diálogo
de civilizaciones en Bolivia. Las condiciones son difíciles, porque la restauración colonial es la
otra posibilidad. Está claro que no podemos resistir siglos de desorden y caos; quizás jugar a la
democracia sea otra posibilidad que permita por fin un diálogo sincero para construir
instituciones más democráticas, más Estado en el sentido de inclusión histórica y de iguales.
Sin estas condiciones lo peor está asegurado.

La Paz, 2 de marzo de 2020

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