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Construcciones democráticas y resistencia

Delegados y prácticas políticas en las organizaciones sindicales

Juan Montes Cató y Patricia Ventrici

Introducción

Frente a las políticas gubernamentales y empresariales que buscaron


erosionar las bases sindicales -sustento importante a la hora de comprender el
accionar del sindicalismo argentino- durante uno de los períodos más desfavorables
para el movimiento obrero, existen algunas experiencias que lograron detener e
incluso revertir las tendencias de flexibilización y precarización laboral características
de la década de los noventa (muchas de ellas persistentes hasta la actualidad). De
allí que en este artículo nos interesa dar cuenta de uno de los casos paradigmáticos
de resistencia obrera en cuanto amplitud y persistencia de conquistas de la
Argentina actual. En particular buscamos comprender el vínculo entre las formas de
construcción democrática y la configuración que adopta la resistencia de los
trabajadores desde una perspectiva sociológica que privilegia los procesos de
construcción sindical.

El sector analizado es el del Subterráneo de Buenos Aires. Allí se produjo una


confrontación entre el Cuerpo de delegados (CD) y la empresa/sindicato. En el
artículo se va a sostener que la cúpula de la Unión del Transporte Automotor (UTA)
actuó coordinadamente con la empresa para erosionar el poder de Cuerpo de
delegados. A su vez, que esa fuerte oposición al CD es un emergente de dos
modelos de accionar sindical: uno que enfatiza las formas de construcción de base,
participativas y democráticas y otro que privilegia la consolidación sindical sin una
activación de base significativa.

En suma, el artículo en términos específicos contribuye a reflexionar acerca


de la importancia del tipo de organización que se dan los sindicatos en búsqueda de
expresar las demandas de sus representados y en términos generales aporta a la
reflexión en torno a la formación del actor sindical en su fase actual de desarrollo. La
dimensión analítica privilegiada está vinculada al examen de la dinámica interna de
este tipo de organizaciones, enfocando más específicamente el modo de
funcionamiento de las comisiones internas de base y su tipo de integración y
funcionalidad en el conjunto de la estructura institucional, sobre todo en lo que
refiere al ejercicio de la representación y la vinculación entre las instancias de base y
las dirigencias.

Para el abordaje del estudio se llevaron adelante entrevistas con delegados y


trabajadores, se analizaron documentos del CD, convenios colectivos de trabajo e
informes gubernamentales sobre relaciones laborales.

En el primer apartado se realiza un cuadro de situación de los sindicatos y se


retoma la tesis del resurgimiento sindical. Seguidamente introducimos la discusión
acerca de la democracia sindical y los anclajes históricos que adoptó en nuestro

1
país. En el tercero, abordamos el caso empírico resaltando los rasgos de la
construcción, las estrategias que lleva adelante la dirigencia para poner frenos a esa
experiencia y la relación entre las formas políticas de organización y su expresión en
el conflicto. En las conclusiones proponemos algunas claves para comprender las
limitaciones con las que se enfrentan estas experiencias y la importancia de la
democracia sindical en vistas de proponer formas alternativas a los modelos de
representación existentes.

1. Derrumbe y resurgimiento sindical en la argentina post convertibilidad

La temática sindical es objeto privilegiado de la sociología del trabajo, sobre


todo en Argentina, dada la importancia que asumieron históricamente los sindicatos
en el desarrollo de los procesos económicos y políticos. En torno a ellos se desplegó
un fuerte complejo institucional que le otorgaba protección social y presencia política
a los trabajadores. En los noventa se manifiesta la erosión del entramado de
relaciones e instituciones que configuraban ese modelo.

Las fuentes de este debilitamiento pueden ser variadas. Siguiendo a Hyman


durante la década del ’80 el sindicalismo enfrenta tres crisis de distinto orden: a) de
agregación de intereses; b) de lealtad de los empleados y c) de representatividad,
que interconectadas llevarán a una situación de esclerosis de las organizaciones.
Frente a este panorama existe un enfoque pesimista (realista) que sostiene que los
sindicatos se consolidaron institucionalmente con base en áreas y proyectos
históricamente heredados generando rutinas y sistemas internos de intereses
creados que resisten (o son refractarios) a los cambios que las nuevas
circunstancias exigen. De allí que la agregación/desagregación de intereses se
plantea como problemática por cuanto se sostiene que gran parte de las dificultades
que atraviesan los sindicatos están vinculadas a una diversificación creciente de los
intereses al interior de la clase obrera de cada país.

Cuatro serían los procesos que confluyen en la emergencia de la


desagregación. El viraje del colectivismo hacia el individualismo (señalado en la
caída de la tasa de afiliación); la polarización de la clase obrera (entre sindicalizados
/no sindicalizados; centro /periferia; y finalmente, entre los que quedaron dentro/los
que quedaron fuera, o, incluidos/excluidos del sistema); el creciente particularismo
de identidades y de proyectos colectivos desde los empleadores (variaciones fuertes
entre ramas de actividad y sectores de la economía) y la fragmentación dentro de la
clase obrera organizada (conflictos intra/intersindicales, a la par de un debilitamiento
de la autoridad de los liderazgos nacionales –confederaciones y centrales).

La tesis de la desagregación aparece como argumento explicativo de


diferentes formas. Los que ponen el acento en la crisis económica (o sea en la
combinación de estancamiento más recesión) indican que en las fases de
crecimiento económico hay mayor posibilidad de conciliación de intereses mediante
procesos de negociación de suma positiva (+) por lo tanto hay más mejoras
relativas. Por el contrario, en las fases recesivas se acrecienta la competencia entre
los distintos grupos dentro de la clase obrera en un juego de suma cero (0) y con ello
crece la posibilidad de conflicto entre ellos. También la recesión va a tener efectos
sobre la estructura del empleo, lo que nos lleva al segundo tipo de argumentos, los

2
centrados en los cambios ocupacionales y sectoriales y en los cambios en las
políticas de administración y organización de la producción. Esta argumentación
sostiene que un aumento en la tasa de desempleo trastoca la estructura del
mercado laboral y puede hacer aumentar la posibilidad de antagonismos entre los
grupos más protegidos, la periferia y los desempleados. El crecimiento de las formas
atípicas de empleo supone una mayor dispersión de los trabajadores en trabajos
más pequeños y en peores condiciones. A su vez, la caída del empleo en el sector
industrial y manual (con una tendencia a mayor afiliación) contribuye a una caída en
el número de afiliados. Por otra parte, crecen los sectores que requieren mayor
calificación y en los que predominan las estrategias individuales de acción. En
definitiva, se sostiene la hipótesis de una relación entre posición en el mercado
laboral vista mediante la calificación del empleo y nivel de sindicalización, de
acuerdo a la cual la curva descripta por estas variables tiene la forma de una U
invertida, donde el mayor índice de sindicalización se daría en los puestos de
mediana calificación y en las categorías intermedias y a medida que nos
aproximamos a los extremos la tendencia a la sindicalización sería cada vez menor.
Los cambios en el peso relativo de los diferentes sectores supondrían un desafío
para los viejos principios y formas de acción. Esto puede causar una desorientación
y amenazar el consenso intersindical que constituía el recurso fundamental del
sistema de representación.

Por último, en algunos países el antisindicalismo abrió el camino a actitudes


más pragmáticas frente al sindicalismo y la negociación colectiva, por ejemplo,
bajando el nivel de las negociaciones. Esto se complementa con leyes de
desregulación del mercado laboral y de la negociación colectiva que facilitaron las
políticas de exclusión sindical. Aparecen dos tendencias muy marcadas: a)
privilegiar la compañía, la empresa y la planta como centro de negociación; b)
instauración de mecanismos de participación en la empresa (círculos de calidad,
etc.) Esto plantea un obstáculo para el sindicalismo solidario puesto que al bajar el
nivel de las negociaciones, merma la autoridad sindical centralizada.

Por su parte, Zapata1 indica que los sindicatos después de haber


desempeñado un importante papel en la organización de los trabajadores, de haber
establecido estandares laborales y la negociación de contratos colectivos de trabajo,
de haber desarrollado canales de participación política y haber contribuido al
desarrollo de la democracia, atraviesan por una crisis cuyas dimensiones guardan
relación con las profundas transformaciones económicas y sociales que han
afectado a los países latinoamericanos desde 1982, con la modificación del
contenido y de la forma de operar de los sistemas políticos y con la redefinición de la
democracia. A su vez, está relacionado con los cambios de las estructuras
ocupacionales y el paso al predominio de la economía de los servicios. El impacto
de estas transformaciones ha tenido como resultado que el movimiento obrero dejó
de cumplir con las funciones que tenía en el pasado. El sindicalismo surge a partir
de dos procesos sociales asociados, en primer lugar, con la necesidad de buscar
mayor control del proceso productivo, de los mercados de trabajo y del acceso y
permanencia en el trabajo; y en segundo término con el acceso a las instancias
políticas, que se encarna en la posibilidad de lograr el primer objetivo a través del
Estado, por medio de la presión que se puede realizar sobre este agente a través de
1Zapata Schaffeld, F., “¿Democratización o rearticulación del corporativismo? El caso de México”,
Política, N.42, Santiago de Chile, pp. 13-40, 2004.

3
los partidos políticos. Estos dos basamentos que se constituyeron históricamente
como las principales fuentes de poder sindical, se han erosionado y ello ha incidido
de manera determinante en la crisis del sindicalismo.

Frente a las tesis de desaparición de los sindicatos como actor relevante de la


vida política, luego de la crisis del 2001 se observa en Argentina un creciente
protagonismo en la esfera pública de estas organizaciones de trabajadores. El
fenómeno interroga sobre las estrategias y prácticas sindicales; sobre las causas
que inciden en ese resurgimiento; y sobre los cambios/continuidades operadas en la
dinámica interna de los sindicatos.

Aplicando la tipología de Murillo2 podríamos decir que este resurgimiento


estaría asociado a que una parte importante de los sindicatos apostó a adaptarse a
las circunstancias de los noventa y que esa adaptación se expresó en una estrategia
de supervivencia organizativa3, que derivó en una suerte de mercantilización del
corporativismo tradicional. La idea es que existen ciertas opciones estratégicas y
que estas permiten analizar cómo las transformaciones de las condiciones político-
económicas a nivel nacional y los diferentes legados institucionales de los sindicatos
afectan los recursos sindicales y en consecuencia las distintas estrategias
sindicales. En alguna medida los sindicatos que optaron por preservar y/o aumentar
los recursos de poder4 que le dan sustento a la organización estarían en mejores
condiciones de posicionarse en las nuevas circunstancias que emergen con la
recuperación económica. La disminución de recursos políticos, producto del viraje de
Menem sumado a la disminución de recursos industriales (dinámica del mercado)
llevó a un grupo de grandes sindicatos a desarrollar los recursos organizativos a
través de la incursión en actividades mercantiles, en un intento por compensar el
efecto de la retirada del Estado (por ejemplo compra de firmas privatizadas, la
creación de administradoras de fondos de pensión y jubilación, reorganización de las
obras sociales, administración de las acciones de los trabajadores).

En sintonía analítica con esta explicación, Etchemendy y Collier5 centran su


indagación en torno a la estrategia del actor sindical con respecto al Estado,
concluyendo que en el período posterior a la crisis de 2001 se evidencia un
resurgimiento en términos de poder movilizacional de los sindicatos en un marco de
extendida fragmentación del mercado de trabajo, configurándose un nuevo formato
de relaciones laborales que puede denominarse neocorporativismo segmentado.
Este se distingue de otro tipo de intermediaciones (como por ejemplo la que
caracteriza a los países avanzados) principalmente porque abarca sólo al 40% de la
clase trabajadora; el 60% restante está compuesto por trabajadores informales, no

2 Murillo, Victoria, “La adaptación del sindicalismo argentino a las reformas de mercado en la primera
presidencia de Menem”, Desarrollo Económico, Vol.37, n. 147, pp. 419-446, 1997.
3
Una idea similar es la que Daniel James ha denominado “pragmatismo institucional”.
4
La noción de recursos de poder es recuperada del trabajo de los politólogos suecos Korpi y Shalev
(1980) que realizan una adaptación de las teorías neocorporativas. Estos autores habían estudiado
las diferencias en las tasas de huelga en los principales países europeos y habían sostenido la tesis
que en los países donde un partido obrero logra implantarse en el poder, la tasa de huelga tiende a
caer de manera significativa y duradera. De ahí que ponía el énfasis en los recursos de poder
proveniente de la esfera política. Estos recursos pueden originarse tanto en el campo industrial como
en el político.
5 Etchemendy, Sebastian; Collier, Ruth, “Down but not out: Union Resurgence and Segmented

Neocorporatism in Argentina: 2003-2007, Politics and Society, vol. 35, N.3, septiembre 2007

4
registrados y cuentapropismo de supervivencia. Este marco de negociaciones sólo
beneficia a la fracción mejor posicionada de la clase obrera, en un contexto de un
gobierno favorable, que habilita al sindicalismo participar activamente de la puja
distributiva ganando aumentos de salario y lo que puede denominarse beneficios
organizacionales y particularistas, vinculados fundamentalmente con cambios pro-
sindicales en la legislación laboral, designaciones en la agencia estatal que
supervisa el funcionamiento del sistema de obras sociales controlado por los
sindicatos y beneficios particulares dirigidos hacia los sindicatos más grandes, así
como también designaciones en las comisiones directivas de las empresas
renacionalizadas (agua, correos).

Desde esta perspectiva, el resurgimiento del movimiento sindical que se


manifiesta en la reanudación de las huelgas y las negociaciones colectivas, se ha
dado en la forma de un neocorporativismo segmentado. Este resurgimiento reposa
en dos factores de corto plazo y en otros dos de largo plazo. Las inmediatas están
relacionadas con el crecimiento del empleo y el rol del Estado, esto es, la
inauguración en 2003 de un gobierno que buscó el apoyo de los sindicatos. Las de
largo plazo son, en primer lugar que la desindustrialización en la Argentina no
supuso un viraje de la producción hacia sectores que tradicionalmente no habían
sido sindicalizados o eran difíciles de organizar6. Por el contrario, los sectores que
han crecido en el contexto de la liberalización del mercado y que conforman la nueva
vanguardia del sindicalismo argentino, como los de alimentos, transporte y petróleo
privado, a pesar de haber sido relativamente moderados durante la ISI, poseían
altas tasas de sindicalización y engendraron prácticas tradicionales de negociación
colectiva y militancia. Por lo tanto, pudieron activarse una vez que las reformas de
mercado favorecieron su expansión. El segundo elemento de largo plazo a resaltar
es que el sindicalismo fue capaz de lograr acuerdos en el curso de las reformas de
la década de 1990 que implicaron importantes concesiones institucionales que
contribuyeron a conservar el poder asociacional de los sindicatos, específicamente,
un marco para las negociaciones salariales centralizadas, el mantenimiento del
monopolio a nivel de planta y la administración de las obras sociales para los
trabajadores. Estos recursos institucionales pudieron ser utilizados en el contexto
mas reciente de la recuperación económica y de un gobierno más benevolente7.

Los estudios mencionados brindan valiosos aportes que permiten situar la


trayectoria de las organizaciones sindicales en diferentes procesos históricos y sus
reposicionamientos de acuerdo con los cambios en la dinámica del mercado laboral
y su vínculo con el Estado. Ahora bien, entendemos que el interrogante abierto a
partir de estas lecturas es la elaboración de una herramienta analítica de la política
sindical fundamentada en el examen de los procesos políticos internos de los
sindicatos; es decir que los indicadores de aumento de la conflictividad, de la
negociación colectiva y la alianza estratégica con el gobierno no nos dan
demasiadas pistas para comprender si este resurgimiento ha logrado revertir la
situación con respecto a presencia sindical en los lugares de trabajo.

6
Por ejemplo las industrias intensivas en recursos naturales en Chile o la producción de tipo maquila
en México.
7 Echemendy y Collier, op. cit.

5
2. Democracia sindical: El fortalecimiento de los sindicatos y la reedición de
viejos interrogantes.

Frente a esta recomposición de la capacidad de intervención de las


organizaciones sindicales y la consiguiente recuperación de su protagonismo público
se impone la pregunta acerca de qué clase de reactualización se trata; qué tipo de
organización, sustentada en cuáles prácticas políticas predominantes es la que está
recuperando crecientemente su capacidad de incidencia en la arena pública. En
particular, nos interesa analizar el modo en que el actor sindical procesa las
demandas de los trabajadores. De allí nos preguntamos ¿se ha producido un cambio
con respecto a los modos y modelos de canalización de las reivindicaciones
obreras? El interrogante apunta a tratar de comprender cuáles son las implicancias
al nivel de la gestión interna de las instituciones sindicales de esta creciente
recuperación de varios de sus recursos estratégicos de poder en el marco del nuevo
modelo. La observación de la operatoria de los principales sindicatos en el período
post 2003, nos devuelve la imagen de un tipo de organización fundamentada en
prácticas fuertemente sedimentadas e inflexibles, en pos de sostener una
organicidad tradicional sustentada en un verticalismo y centralismo férreos y en la
excesiva burocratización de todas sus instancias e intervenciones. Frente a la
continuidad de estas estructuras, resulta interesante repensar en qué medida la
nueva configuración del mundo del trabajo -y el escenario de extendida
fragmentación que ésta plantea- pone en cuestión a mediano o corto plazo estos
procedimientos clásicos y si la notable rigidez que muestran finalmente opera
poniendo en juego la posibilidad de su supervivencia como institución. En definitiva,
el desafío de fondo está vinculado al objetivo de dar cuenta de cuáles son los
condicionamientos contemporáneos de este modo de sostener la organización.

La experiencia reciente de algunos casos testigo en diferentes sectores de


actividad señala que la disputa por la conservación del poder por parte de
dirigencias perpetuadas en las cúpulas impone una dinámica institucional que
clausura cualquier chance de procesar y mucho menos de integrar los procesos
relativamente renovadores que puedan surgir dentro del propio gremio, que
directamente son combatidos porque se interpretan exclusivamente como una
amenaza a los núcleos de poder históricamente afianzados.

En este marco, la cuestión de la democracia sindical podría pensarse como


una buena clave interpretativa para replantear el modo de construcción de las
organizaciones sindicales actuales y las oportunidades de reformulación de esas
dinámicas de concentración del poder. Teniendo en cuenta los rasgos que histórica
y normativamente conforman la estructura sindical argentina, la inquietud analítica
pasa por intentar reflexionar en torno a las posibilidades políticamente reales de
generar, en el escenario presente, prácticas alternativas que puedan forzar cierta
apertura democratizante en los aparatos clásicos de los sindicatos.

Las limitaciones para la conformación de experiencias renovadoras, en el


sentido de procesos que en términos político-organizativos promuevan la
participación y la autonomía desafiando los canales institucionales tradicionales que
los coercionan políticamente, son de diferente índole. Por un lado, la estructura
normativa que rige la actividad sindical restringe severamente las capacidades de
organización de los trabajadores desde las bases por fuera de los mecanismos de

6
control y subordinación de la estructura centralista de la mayoría de los sindicatos.
Además, el aparato institucional aparece cooptado por ciertos grupos de poder que
ocupan los cargos dirigenciales, que permanecen fuertemente enquistados en sus
posiciones y operan activamente para boicotear cualquier atisbo de surgimiento de
corrientes opositoras o seccionales y comisiones internas con cierto grado de
independencia de las líneas políticas oficiales de la conducción.

La pregunta por la democracia sindical es incisiva porque interpela


radicalmente los pilares de toda una concepción y práctica de la actividad gremial
consolidada a lo largo de muchos años al calor de políticas estatales que reforzaron
el esquema burocratizado y concentrado como vía para facilitar políticamente la
negociación con los sindicatos8. Impulsar el cuestionamiento acerca de la
democratización pendiente supone necesariamente reactualizar el debate sobre las
posibilidades de resignificación de la herramienta sindical, en tanto implica un
replanteo de los modos de representación, la eficacia de ese accionar y
consiguientemente, de la contemporaneidad de las formas de organización y el tipo
de demandas planteadas. De fondo, la gran pregunta teórico-política es por la
apropiación de la práctica sindical y de su potencia política en favor de la
organización autónoma de los trabajadores en función de sus intereses.

En la literatura sociológica latinoamericana se encuentran algunos productivos


análisis que dan cuenta de los rasgos regionales de la reactualización del tema. Por
un lado, De la Garza9 replantea la discusión sobre los conceptos de democracia,
representatividad y legitimidad sindical en un sentido no formalista, sino sustantivo
de estas cuestiones10. Establece un corte histórico fundamental para pensar el
problema. A partir del pasaje del Estado de Bienestar al neoliberalismo entra en
cuestión el modelo de centralización, delegación amplia clientelar y patrimonialismo
que predominaba en la estructura sindical. Este viejo esquema se pone en crisis a
partir de un proceso de transformación “por arriba”, signado por el debilitamiento de
las relaciones corporativas con el Estado y de un proceso “por abajo” vinculado a los
cambios en los procesos productivos que potenciaron a su vez fuertes mutaciones
en la subjetividad de los trabajadores. Frente a este escenario, lo interesante del
planteo del autor es la reapertura de preguntas que propone a partir de este
reacomodamiento: en qué medida la pérdida de representatividad y legitimidad luego
del cambio en la relación entre el Estado y los sindicatos abre la posibilidad de
aparición de otros centros políticos múltiples y espacios de incertidumbre para la
creatividad social. Y en función de esto, hasta qué punto se pueden refuncionalizar
las instancias de representación, produciendo un cambio -que es entendido como un
proceso de interacción entre estructuras, subjetividades y acciones- en la dinámica
interna de los sindicatos. La densidad del cuestionamiento pasa entonces por la
interrogación acerca de los nuevos sentidos que adquieren en el marco
contemporáneo conceptos como democracia, legitimidad y representación sindical.

8
Ver Doyon, L. “La organización del movimiento peronista, 1946-1955.”, Desarrollo Económico, Vol.
XXIV, Nº94, 1984.
9
De la Garza Toledo, Enrique, ¨Democracia, representatividad y legitimidad sindical¨, en
http://docencia.izt.uam.mx/egt/publicaciones/articulos/democracia.pdf
10
Novelo precisa la definición de democracia sindical al introducir la diferenciación entre democracia
formal y sustantiva y situar la discusión básicamente en torno a la segunda, a la que describe como
“una forma de organización sindical donde la voluntad mayoritaria busca crear espacios que permitan
discutir, aprender e intervenir en aquella parcela que en la sociedad capitalista es de total
incumbencia del capital, como es el control y la gestión de la producción”.

7
Tanto Novelo11 como Bensusán12 destacan un elemento clásico en el análisis
del problema de la democracia en los sindicatos, que es la supuesta contradicción
entre la eficacia y la democratización de las decisiones en una organización. Y
ambas coinciden en señalar además, que la incidencia de esta problemática se
define fundamentalmente por la concepción ideológica de la práctica sindical que
postule la organización. En este sentido, plantean un modelo dicotómico entre
sindicatos de tipo empresarial y otros portadores de una identidad más
movimientista y con objetivos políticos más amplios que las reivindicaciones
inmediatas de sus afiliados. Consiguientemente, Novelo abre la reflexión en este
punto, instalando una pregunta provocadora: en ausencia de la conciencia de clase
–como conciencia revolucionaria-, cuál es el contenido de la democracia sindical?

La dinámica actual de buena parte de los grandes sindicatos argentinos


trasluce una serie de elementos que revelan la incidencia de estas problemáticas. La
institución sindical actual se muestra, en muchos aspectos, como una institución a la
defensiva, en la cual cualquier intento de innovación es percibido como una
amenaza directa. El organismo clave de participación -las comisiones internas- es el
blanco de los mayores controles coercitivos por parte de los aparatos para garantizar
el alineamiento de los delegados a la conducción, al punto de generar, en ciertos
contextos, alianzas estratégicas con las patronales para ahogar procesos incipientes
de organización colectiva que den muestras de no enmarcarse rigurosamente en las
líneas oficiales del sindicato. En esta dirección se explica también la sanción de
reglamentaciones estatutarias que acotan severamente los márgenes de autonomía
de las seccionales de los distintos distritos, reduciendo la capacidad de construcción
de estos organismos locales en pos del fortalecimiento de las instancias
centralizadas. No se promueve además, una política activa de incorporación de
militantes al sindicato, bajo una lógica cortoplacista que prioriza conservar lo
establecido a asumir mecanismos de apertura que podrían poner en juego las
estructuras y privilegios personales de los dirigentes. Dentro de estas reglas,
cualquier cuestionamiento es declaración de rivalidad directa, anuncio de futura
disputa de cargos y prebendas. Así, la institución se vuelve predominantemente
autoritaria y expulsiva, contiene menos de lo que excluye y frente a las situaciones
novedosas sólo puede responder con el ejercicio de la coerción.

El nivel de observación fundamental para la comprensión de estos procesos


se sitúa en el análisis de la dinámica interna de la organización sindical, reparando
especialmente en el tipo de vínculo establecido entre los trabajadores de base y las
cúpulas de los diferentes sindicatos. Este punto de vista rescata, en oposición a las
lecturas economicistas, el estudio de la táctica sindical entendiéndola como
fenómeno político con autonomía relativa, dotado de una especificidad derivada de
sus procedimientos internos de construcción. En esta perspectiva, autores como
Torre13 o Fernández14 han rastreado históricamente el problema de los modos de
11
Novelo, Victoria, Historia y cultura obrera, Instituto Mra y CIESAS, México, 1997
12
Bensusán, Graciela, “La democracia en los sindicatos”, en De La Garza Toledo, E. (coord.), Tratado
Latinoamericano de Sociología del Trabajo, FCE, México, 2000.
13
Torre, Juan Carlos, El gigante invertebrado. Los sindicatos en el gobierno, Argentina 1973-1976,
Siglo XXI, 2004.
14
Fernández, Arturo, Las prácticas sociopolíticas del sindicalismo (1955-1985) Tomo I y II, Centro
Editor de América Latina, Bs As, 1988.

8
integración de las organizaciones de base-comisiones internas- en el aparato
institucional sindical.

Ambos coinciden en señalar que, al menos hasta el año 1976 -en que fueron
desmanteladas por la implantación del terrorismo de Estado- y fundamentalmente en
las décadas del 50, 60 y principios de los 70, las comisiones internas constituyeron
el elemento organizativo clave para paliar la tendencia creciente a la burocratización
verticalista en las organizaciones mayores. Este punto de tensión en la estructura
sindical cristalizó en procesos históricos de gran radicalidad, entre cuyos puntos
álgidos se incluye la conformación de la CGT de los Argentinos en 1968 y la
emergencia del sindicalismo clasista o de liberación en Córdoba y Santa Fe a
principios de los años 70. Los sindicatos más representativos de esta corriente
fueron el Sindicato de Luz y Fuerza–Córdoba, dirigido por Agustín Tosco, las
automotrices SiTraC (Concord) y SiTraM (Materfer) y la UOM seccional Villa
Constitución, encabezada por Alberto Piccinini. Estas experiencias postulaban la
posibilidad de una perspectiva autónoma de la clase obrera para la conformación de
un modelo alternativo al vandorista imperante, que horizontalizara la estructura
gremial, promoviendo una mayor participación de los trabajadores de base, que en
el esquema tradicional sólo eran convocados a condición de incluirlos en fuertes
dispositivos de control que anulaban la vitalidad de esa participación bajo la
disciplina de los aparatos.

La notable incidencia de la organización micro y la consiguiente politización


de los espacios de trabajo generaban –como señala James15- un fuerte
afianzamiento de la seguridad de los trabajadores y una clara limitación a las
prerrogativas de la patronal en la esfera productiva, que se constituyó en un
importante obstáculo para la imposición de una disciplina de trabajo que asegurara
ciertos niveles de productividad pretendidos por los sectores del capital. “No
forzaríamos la realidad si afirmáramos que las fábricas vivieron durante esos años
en estado de rebeldía” dice Torre16, enfatizando hasta qué punto las luchas de los
trabajadores por sus derechos sociales en ese período histórico -fines de los 60-
operaba como un obstáculo sistemático para la proyección de la producción
capitalista. La organización política y la disputa por el control en el lugar de
producción implicaban más o menos subrepticiamente un cuestionamiento a las
relaciones de autoridad dentro de las empresas y en consecuencia a la relación
misma de dominación y subordinación en la que se sostiene la relación capital /
trabajo. Frente a la agudización de este proceso, el incremento de las presiones de
los representantes del capital se vio articulado con las diferentes maniobras
instrumentadas por la dirigencia para garantizar la autoperpetuación de sus espacios
de poder. Ante la inorganicidad de las comisiones opositoras, las cúpulas
profundizaron el clásico arsenal de mecanismos normativos destinados a doblegar la
iniciativa y las posibilidades de organización de los sectores vinculados al clasismo.
Entre estas operatorias se cuentan las reformas estatutarias que implicaban la
prolongación de los mandatos, restricciones a la capacidad de convocar asambleas
por fuera de las instancias de decisión superiores, la ampliación del control sobre los
fondos del sindicato por parte de los dirigentes y el otorgamiento de atributos que
reforzaban el poder de intervención de las organizaciones de tercer grado sobre las

15
James, Daniel, “Racionalización y respuesta de la clase obrera: contexto y limitaciones de la
actividad gremial en Argentina”, Revista Desarrollo Económico, vol. 21, Bs As, 1981.
16
Torre, Juan Carlos, Op. Cit.

9
de nivel inferior, es decir, seccionales y comisiones internas. Adquiere gran
relevancia, además, la puesta en práctica de maniobras de manipulación electoral
que dificultaban severamente las posibilidades de cualquier competencia interna a
los líderes del oficialismo. En la última etapa, ya en el marco democrático, el Estado,
a su vez -sobre todo en la tercera presidencia de Perón- refuerza su alianza con la
tradicional dirigencia sindical, convalidando el control cupular a través de la sanción
de una nueva Ley de Asociaciones profesionales que fortalecía el poder de las
dirigencias, intensificando el verticalismo burocrático a partir de conceder mayores
facultades de intervención sobre las filiales de menor escala y autorizar la posibilidad
de revocamiento de delegados, entre otras cuestiones. Esta fuerte avanzada no
logró, sin embargo, desactivar los extendidos conflictos en empresas, muchos de los
cuales continuaron expresando demandas con un fuerte contenido antiburocrático.

Esta breve referencia histórica intenta dar cuenta del anclaje de la discusión
en torno a los procedimientos internos de los sindicatos en la experiencia concreta
del movimiento obrero argentino. En la etapa referida, en el marco del intenso y
radical proceso político que caracterizó a esas décadas, la conformación de una
tendencia que demandaba nuevos esquemas de participación y decisión al interior
de los sindicatos, cuestionando severamente la concepción tradicional del
sindicalismo, tensó substancialmente el modelo establecido, mostrando claramente
sus contradicciones y limitaciones. En ese período, esta disputa política se saldó
mediante la puesta en práctica del terrorismo de Estado, que encontró entre los
activistas sindicales de base una de sus principales víctimas, justamente por la
potencia política que implicaba la organización en el lugar de trabajo.

En nuestros días, frente a la apertura de un contexto económico-político que


potencialmente supone la oportunidad de una ampliación del margen de acción e
incidencia de los sindicatos como actor político, resulta indispensable resituar en el
escenario contemporáneo el debate histórico acerca de las posibilidades y
significaciones actuales de la representatividad y la democracia sindical,
fundamentalmente a partir de repensar el rol y el modo de integración de los
delegados y organizaciones de base como un elemento que podría habilitar cierta
reapropiación de la práctica gremial por parte de los trabajadores y una repolitización
que reconfigure la dinámica de la intervención sindical.

3. “Estudiar las fisuras”. La resistencia a la burocratización en un caso: El


Cuerpo Delegados del Subterráneo.

Asumiendo la idea de que para aproximarse a comprender el devenir del


movimiento obrero y sus organizaciones se vuelve indispensable analizar las
relaciones entre bases y dirigencias, retomamos en este apartado la propuesta de
James17 de analizar esta dinámica reparando especialmente en las “fisuras”, es
decir, examinar la coexistencia de la apatía y la burocratización con sus opuestos,
como son los procesos de resistencia de los trabajadores a partir de la conformación
de sus organizaciones políticas en el lugar de trabajo. Esto supone partir del
presupuesto de que la normalidad burocrática es problemática y rastrear, en
consecuencia, aquellos fenómenos que dan cuenta de las acciones desbordantes de

17
James, Daniel, Op. Cit, pp 322.

10
las bases que ponen en cuestión y muestran las limitaciones de las reglas de juego
establecidas.

El caso del Cuerpo de delegados del subterráneo (CD) reúne un conjunto de


particularidades que lo convierten en una experiencia muy atractiva para pensar la
irrupción de este tipo de fenómenos, sus desarrollos posibles y sus limitaciones.
Empieza a gestarse como una experiencia de construcción de organización sindical
basista a mediados de los 90, es decir, en uno de los contextos más adversos para
la organización de los trabajadores por la plena vigencia del ideario neoliberal y los
efectos materiales que se desprendieron de su aplicación. Surge, como los mismos
protagonistas lo definen “a contrapelo de la historia” y logra sostenerse durante una
década. Además, tiene lugar al interior de un tipo de empresa paradigmático de los
cambios en las relaciones del trabajo en las últimas décadas, en tanto combina
políticas de privatización, disminución de la planta estable de trabajadores,
tercerización y aplicación de una nueva cultura gerencial que implicó un notable
reforzamiento de las técnicas de disciplinamiento. A la vez, refiere a un tipo de
organización sindical que pone a prueba las estrategias tradicionales de
institucionalización del conflicto, ya que es conducida por una plataforma sindical
que intenta romper con la estructura y los procedimientos internos típicos del modelo
sindical burocratizado, enfrentada irreconciliablemente con la dirección del sindicato
que oficialmente los representa. Es innovadora, en el panorama de la acción sindical
actual, en cuanto a su forma de organización interna, sus formas de manifestación
en la acción colectiva y su articulación con otras organizaciones sindicales -pero
también políticas y sociales- y particularmente exitosa en las luchas por sus
reivindicaciones, que han sido especialmente diversas y abarcativas de diferentes
aspectos de las condiciones de trabajo, incluyendo desde la demanda salarial hasta
la reducción de la jornada, los criterios de ascenso, la jubilación, el mantenimiento
de la infraestructura del servicio y la incorporación de los trabajadores de empresas
tercerizadas al convenio colectivo del sector.

En este apartado, nos proponemos el relato de esta experiencia, con la


intención de dar lugar a los testimonios de los trabajadores que expresan, en sus
propios términos, los desafíos planteados a la hora de construir organización, dando
cuenta de las diversas instancias que atraviesa este proceso, desde la organización
clandestina hasta el “foquismo gremial” y la consolidación del CD.

El desafío de construir organización. De la organización clandestina y el


“foquismo gremial” a la consolidación del Cuerpo de delegados.

En enero de 1994 se concreta la privatización del servicio de subterráneos,


trayendo aparejado la implantación de un nuevo marco de relaciones laborales
sustancialmente distinto al vigente en la etapa inmediatamente anterior, bajo control
estatal. Para empezar, en la etapa de transición hacia la adjudicación de la
concesión al consorcio Metrovías tiene lugar un proceso de reducción de las
dotaciones de personal a través del despido de más de mil trabajadores, el
congelamiento de vacantes y la incitación al retiro voluntario18.

18 Entre 1990 y 1991, año en que comienzan los ajustes de personal, se despidieron cerca de 1.000
trabajadores. Al 1º de enero de 1994, la plantilla de empleados de las cinco líneas del subte era de
3.980, para noviembre de 1996 era de 2.500, incluyendo al personal del ferrocarril Urquiza.

11
De esta manera, al momento de efectivizarse la concesión del servicio la
empresa contaba con un plantel notablemente reducido, que se vio sometido
además a una importante avanzada flexibilizadora que se tradujo en la extensión de
la jornada laboral, por primera vez, de seis a ocho horas y la implementación de un
sistema de flexibilidad funcional19. Este nuevo contexto impuso un régimen laboral
fuertemente disciplinario, signado por la amenaza permanente de despido frente a
cualquier acto de desobediencia o errores, por mínimos que fueran, en el
desempeño de las tareas. Claramente, la reducción de la cantidad de trabajadores
previa a la puesta en marcha de la explotación del servicio a cargo del grupo Roggio,
se llevó a cabo también en función de criterios orientados a desmantelar las
posibilidades de organización colectiva en un espacio de trabajo, caracterizado
además, por una notable tradición histórica de lucha de, al menos, los últimos 30
años. La “purga”, en este sentido, no fue fortuita, tuvo, entre otras cosas, un criterio
político claro. Así lo expresa un delegado del subte: “...ustedes imagínense que la
gente que quedó de la privatización es la que les decía que sí a todo lo que se
hacía. El tipo que levantó el dedo y dijo ‘yo no’, ese no estaba más.”20

En una lógica de arbitrariedades constantes, el clima de trabajo se tornaba


opresivo: “Esos primeros años trabajar en el subte no era para nada fácil. Todos los
días había despidos, despidos encubiertos, presiones, no se podía hablar, no se
podía reunirse..21.”

En ese marco, motorizado por un puñado de activistas, comienzan a


generarse algunos espacios de reunión entre los trabajadores. Como en muchos
otros casos, en los inicios, la conformación del colectivo debió desarrollarse en
condiciones de clandestinidad22, tomado minuciosos recaudos tanto frente a la
empresa como al sindicato (Unión Tranviario Automotor) que convalidaba las
prácticas de la patronal, en oposición a las reivindicaciones de los trabajadores.

“Era bastante complicado tratar de pensar en cambiar un poco la situación.


Así y todo se fueron dando algunas reuniones por fuera, tipo clandestinamente
y se empezó a tejer algún tipo de lazo entre algunos trabajadores de distintos
sectores, de distintas líneas y se logró empezar a generar algún tipo de
herramienta.” 23

"...en el 96, empiezan a pasar ya algunas cosas, nos empezamos a reunir las
personas de más confianza en forma secreta [...] nos reuníamos afuera, no

19 En septiembre de 1994 se firma un nuevo convenio colectivo de trabajo con la UTA (nº 121) en el
que se introducen una serie de pautas que delinean categorías laborales notablemente polivalentes,
normándose que el trabajador debe ejecutar (o estar en condiciones de) diferentes tareas, ya sea del
mismo nivel de calificación o de otro (Vocos, 2007).
20 Entrevista a delegado del subte Taller
21
Entrevista a delegado del subte línea B
22 La táctica de la clandestinidad tan cara al período de la dictadura vuelve a ser un recurso táctico

necesario cuando la organización no cuenta con la fortaleza necesaria para dar garantías a los
activistas -llamativamente ahora sucede en un marco democrático-. Si bien carecemos de estudios
agregados que puedan indicarnos si se trata de un fenómeno extendido hemos podido corroborarlo
en otro estudio sobre los trabajadores telefónicos (Montes Cató, 2006), aparece señalado en Ghioni
(2005) y también se refleja en varias conversaciones de delegados y activistas de otros sectores
productivos.
23
Entrevista a delegado del subte línea B.

12
hablábamos por el teléfono interno porque sabíamos que nos escuchaban. En
el laburo nos frecuentábamos poco, cosa que no se dieran cuenta, porque
teníamos miedo de que si se daban cuenta de que nos estábamos organizando
para tratar de mejorar las condiciones de laburo, nos echaran.”24

Hasta ese momento la presencia sindical estaba hegemonizada por los


delegados orgánicos a la conducción oficial del sindicato. Si bien el sindicato se
opuso a la concesión privada, a partir de ella entabló una doble estrategia. En el
plano externo su participación en el MTA (Movimiento de los Trabajadores
Argentinos) le valió un perfil opositor. Sin embargo, en el plano interno llevó adelante
una alianza estratégica con Metrovías que condujo al sindicato a alejarse de las
bases -a pesar de la presencia de delegados en todas las líneas- y a desalentar la
movilización de los trabajadores como herramienta de acción, centrándose en la
administración de los recursos organizativos.

En febrero de 1997, el proceso de organización incipiente encuentra su primer


punto de inflexión. Con el despido injustificado de un conductor por un desperfecto
que había sido responsabilidad de la empresa se produce la primera huelga al
consorcio Metrovías, sin el consentimiento del sindicato y constituyéndose además
en el primer paro llevado a cabo en el marco de las empresas de servicios públicos
privatizadas en Argentina. En el propio relato de los trabajadores, este episodio
marca un hito fundacional en sus luchas por sus demandas específicas y
fundamentalmente en la recuperación de la herramienta gremial como instrumento
para alcanzarlas. En esta primera etapa, la incidencia de los delegados afines a la
burocracia todavía es determinante y el nivel de dispersión entre los delegados
independientes es muy alto, no hay organicidad entre los diferentes sectores y
líneas, y los conflictos son promovidos y sostenidos principalmente por el núcleo
reducido de los activistas más comprometidos. Por eso, una trabajadora, delegada
en aquellos años, engloba la dinámica de ese período bajo la denominación de
“foquismo gremial”:

“ [en el conflicto de febrero del 97] Diez personas paramos. Y convencimos a


los que iban llegando a ese sector, que durante todo el día eran 70, de que a
medida que fueran llegando, se fueran sumando. Pero la decisión fue tomada
por 10 personas, más los 3 delegados que estábamos ahí [...] yo a toda esta
época le llamo foquismo gremial [...] Era imposible, impensable, que el cuerpo
de delegados se reuniera, o todos los laburantes de los distintos sectores se
reunieran y tomaran una medida de conjunto. Era impensable porque el cuerpo
de delegados estaba controlado por la burocracia. Las reuniones plenarias eran
todas de ellos. Terminaban ganándolas todas.” 25

A partir de entonces, el trabajo político estará centrado en la conformación de


una lista opositora que pudiera disputarle el control de los delegados de base al
oficialismo de UTA. Es en las elecciones del año 2000 cuando se cristaliza la
influencia política creciente en las bases de los delegados opositores, que obtendrán
17 cargos sobre un total de 21, controlando la gran mayoría de los sectores y dando
comienzo a la etapa de consolidación organizativa del CD como tal, a partir de la

24
Entrevista a ex delegada del subte.
25
Entrevista a ex delegada del subte.

13
cual se plantearán los principales conflictos sindicales de toda la historia de la
actividad.

“Llega el año 2000 donde la gente elige mayoritariamente, o sea, decide pasar
a retiro a toda la vieja dirigencia que era obsecuente con el sindicato y votar a
toda la gente esta que decía que no había que permitir despidos, que se tenía
que volver a trabajar seis horas, que había que pedir aumento de sueldo
cuando estábamos en el pleno 1 a 1, la estabilidad y la ley de convertibilidad. Y
ahí se renueva, y empieza la segunda parte de la historia que es la de las
grandes hazañas colectivas, ¿no?”26

A meses de haber asumido como delegados, en el año 2001, se plantea el


primer conflicto importante, cuya forma de resolución marcará el modo de accionar
político que el CD adoptará como propio. Frente a la decisión intempestiva de la
empresa de eliminar el puesto de guarda y reubicar a los trabajadores en otras
tareas, el CD reacciona rápidamente organizando asambleas que decidieron
medidas de fuerza para el día siguiente de anunciado el reajuste empresarial. Los
delegados manejaron todo el conflicto de manera autónoma a la estructura del
sindicato que había avalado la disposición patronal y por tanto desconocía las
medidas reivindicativas de los trabajadores. La amplia representatividad de los
delegados les permitió imponerse por primera vez como interlocutores excluyentes
tanto frente a la empresa como al sindicato y el Estado, a través del Ministerio de
Trabajo. Todo el desarrollo de la negociación estuvo a cargo de los delegados de
base, sin más injerencia que la formal por parte de UTA, que se vio obligada a
refrendar institucionalmente las resoluciones políticas de los delegados. Estos
sucesos sellan el fortalecimiento de la iniciativa política del CD -en contraposición al
descrédito de la conducción burocrática- que el desenlace exitoso del conflicto, a su
vez, contribuyó a reforzar.

Así lo relata una de sus protagonistas: “En el año 2001 a los 4 o 5 meses de
haber asumido, la empresa de un día para el otro decide que la línea B va a
funcionar sin guardas, sólo conductores. Entonces teníamos dos días para
reaccionar. Nos enteramos un jueves y el sábado tenían que bajar todos los
guardas. Y paramos el viernes. Y después de 3 meses de negociaciones en el
Ministerio logramos revertir la decisión de la empresa de eliminar el puesto de
guarda, y eso nos hizo muy populares. Como teníamos desconfianza del gremio, el
primer día que hubo reunión, la primer reunión que se hizo en el Ministerio, que fue
para dictar la conciliación obligatoria, nos paramos en la puerta y dijimos que no iba
a haber reunión si no entraba un grupo de 4 delegados, y entraron 4 delegados
nuestros, la primera vez que metimos delegados de base.”27

En este conflicto abierto, como en otros, adquieren visibilidad manifiesta


algunos rasgos de la construcción política de esta organización de base que resulta
interesante resaltar. Los delegados y activistas del CD reivindican como prácticas
distintivas, en las cuales se funda su legitimidad entre los trabajadores, la dinámica
asamblearia y de intercambio permanente entre representantes y representados y la
independencia con respecto a la empresa y a la conducción oficial del sindicato.
Frente a lo que caracterizan como la organicidad verticalista de la UTA, los
26
Entrevista a ex delegada del subte.
27
Entrevista a ex delegada del subte.

14
delegados contraponen un modelo de intervención sindical sustentado en un fuerte
activismo de base, que garantice niveles mínimos de participación del conjunto del
colectivo y en el cual el rol del delegado se convierte en el pilar fundamental de la
organización. El relato de uno de los delegados ilustra el funcionamiento de esta
dinámica: “Antes en las asambleas, se preguntaban: ¿Qué dice la UTA? Pasamos
de eso a decir, bueno ¿Qué dicen las otras líneas? Y terminamos diciendo: ¿Qué
dice el cuerpo de delegados? [...] lo que el cuerpo de delegados debata, unifique o
consensúe como línea de intervención generalmente es aprobada en las asambleas
porque el cuerpo de delegados que ha surgido es un emergente de las propias
bases donde hay una carta de confianza y de respeto.”28

El alcance de esta representación, se impuso claramente en el marco de las


negociaciones, incluso desgastando, en determinadas coyunturas, la alianza entre la
empresa y el sindicato:

“A veces ha pasado que en momentos de mayor poder del cuerpo de delegados,


la empresa se sentaba a discutir determinadas cosas con los delegados
pasando por encima del sindicato. Y el sindicato se enojaba y venía y por ahí
hacía alguna escaramuza o amenazaba con alguna cosa para volver a tener un
papel, porque a la empresa acodar con el sindicato le era al pedo porque
nosotros le parábamos encima del acuerdo. Entonces empezó a ver ‘yo tengo
que sentarme hablar con éstos chicos y no con éstos’, porque éstos no me
garantizan nada”.29

Otro de los elementos que se postulan como clave organizativa es la


necesidad de renovación de los representantes de cada sector. “Nosotros
necesitamos renovar para mantener” dice una de las delegadas. Sin el respaldo de
la estructura institucional, la organización tiene como principal y exclusivo sustento la
presencia y activación en los espacios de trabajo a través de sus militantes, por eso,
el desafío principal en el marco de una creciente incorporación de personal a la
empresa, es ampliar la cantidad de compañeros implicados en la organización para
facilitar el recambio de dirigentes:

“...que no sean siempre las mismas personas porque no es lo mismo el que


está hace diez años no es igual hoy que hace ocho, que hace siete.
Seguramente algo más burócrata está, seguramente algo más cansado está,
seguramente odia más a la gente que al principio porque la conoce mejor,
porque ya no la soporta más, entonces es mejor renovar. Es bueno renovar. Es
sano.”30

En términos generales, ese proceso de renovación efectivamente sucede. En


las últimas elecciones de 2006, según cuentan los propios delegados, la renovación
de la lista -que obtuvo el 90% de los votos- alcanzó a un tercio del total de los
candidatos elegidos. El resto se divide en partes relativamente iguales entre
dirigentes históricos, con 5 o 6 mandatos de trayectoria y delegados incorporados en
la última etapa, con experiencia de dirigencia de 2 a 4 años.

28
Entrevista a delegado del subte A.
29
Activista
30
Entrevista a ex delegada del subte

15
La necesidad de ampliar la cantidad de delegados, militantes y activistas
también se vincula con la especificidad que la tarea del delegado asume en esta
organización en particular. En la medida en que el CD, fuera de lo formal, no tiene
ningún tipo de integración a ninguna estructura sindical de mayor nivel, en los
hechos opera como un sindicato dentro del sindicato y la función del delegado se
resignifica ampliamente. Además de concentrar las ocupaciones relacionadas con la
actividad cotidiana (gestión de condiciones de trabajo, licencias, negociación de
sanciones, etc.) se le agregan las tareas propias de la dirección sindical, referidas a
la elaboración de estrategias políticas a mediano y largo plazo, las negociaciones
con el Estado, la articulación con otros sectores, el diseño de políticas comunicativas
hacia la opinión pública, etc. Esto plantea una limitación clara a partir de la falta de
contención institucional porque la función del delegado se vuelve demasiado amplia
y requiere necesariamente de la colaboración estrecha de un grupo de activistas
afines.

“La función del delegado hoy es muy amplia, tiene que estar desde en lo más
pequeño, de las necesidades más pequeñas de los compañeros hasta
organizando todo lo que tiene que ver con discusiones salariales, discusiones
de convenio, discusiones en el Ministerio, con abogados, en todos los ámbitos.
Es muy amplio y exige también un esfuerzo muy grande.”31

Además de los desafíos a nivel interno, el CD debió enfrentarse desde sus


inicios al embate permanente por parte de la empresa y de la conducción oficial del
sindicato, que históricamente han operado en conjunto con el objetivo compartido de
desactivar la organización de los trabajadores. A lo largo de los más de diez años de
existencia del CD, tanto Metrovías como la UTA han ido variando sus estrategias,
ensayando diversos recursos orientados a generar la desmovilización y fractura del
colectivo. En una primera etapa, Metrovías practicó una política explícitamente
ofensiva, centrada en la persecución a los activistas a través de la coerción directa,
mediante descuentos en sus salarios, sanciones, empeoramiento de sus
condiciones de trabajo, entre otras cosas. A medida que la fuerza del CD se
incrementaba progresivamente, lo cual redundaba en nuevas conquistas que a su
vez fortalecían la injerencia del CD entre los trabajadores, la empresa se planteó un
cambio radical de actitud fundado en una apuesta política a mediano plazo. En el
último tiempo el departamento de Recursos Humanos de Metrovías puso en práctica
una estrategia de desactivación a través de la cooptación y la fidelización de sus
empleados. Para esto ideó la creación de un departamento especial llamado
“Esencia”, destinado a brindar distintos servicios sociales a los trabajadores. Ofrece
todo tipo de facilidades de financiación para la compra de electrodomésticos, viajes,
créditos, cursos y servicios personales de diferente índole. Se complementa con las
invitaciones gratuitas a eventos sociales organizados por el departamento para
fechas especiales como el día del niño o la familia y promociones con descuentos
para diferentes actividades y productos. Trabajaron además en un rediseño de la
política de comunicación hacia el personal, adoptando una estrategia mucho más
invasiva –como la califica una delegada- que se traduce en la instalación masiva de
carteleras y la distribución de dos publicaciones de circulación interna (Notivías y
Comunicándonos). Paralelamente, la empresa despliega subrepticiamente una
táctica de cooptación individual a través de prebendas hacia los delegados,

31
Entrevista a delegado del subte B.

16
ofreciéndoles toda clase de beneficios y facilidades para neutralizarlos a partir del
acercamiento a la empresa.

“Lo primero que ellos decían que había que sacar de la cabeza de los
trabajadores, que era lo que había logrado la organización de base, era que
todo se podía lograr a través de la lucha, que todo se podía lograr a través de
la organización. Por eso la empresa empezó a cambiar su actitud [...] Empezó
a generar ámbitos de discusión con los trabajadores, a mandarles
comunicaciones a sus casas, libritos, revistas. A tratar de presentar a la
empresa como una empresa más amigable y de esa forma empezar a
desdibujar la línea que hay entre los trabajadores y las patronales.”32

Por su parte, la UTA también fue ensayando diversas políticas contra el CD


que fueron variando principalmente en función de las reconfiguraciones internas en
la conducción del sindicato, acordes también, en buena medida, a los cambios en el
contexto político nacional. La decisión de fondo del gremio ha sido históricamente
desconocer y boicotear activamente la actividad del CD, pero en torno a ese objetivo
último ha desplegado varios tipos de recursos. Por una lado, en connivencia con la
empresa, la UTA ha ido colocando crecientemente militantes propios en los espacios
de trabajo, que rentados por la empresa, no desarrollan ninguna función específica
en el servicio, sino que se dedican a trabajar políticamente en los distintos sectores
para tratar de reinstalar la presencia de la lista oficial en el CD, para lo cual –con el
respaldo de la empresa- ofrecen a los trabajadores beneficios salariales, ascensos,
puestos de trabajos para familiares, etc., al tiempo que funcionan como fuerza de
choque en los momentos álgidos de los conflictos abiertos. Complementariamente,
con respecto al CD ha ido alternando propuestas de integración subordinada -
concretamente, el ofrecimiento de una subsecretaría específica del sector- con una
política de agresión directa e intento de desmantelamiento a través de la expulsión.
Esta última intención se materializó en el llamado a todos los delegados para ser
evaluados por un comité de ética del sindicato para considerar su expulsión del
gremio por desacato a las autoridades de la institución. Esta ofensiva brutal se
profundizó a partir del cambio (de J. Palacios a R. Fernández, en el 2007) en la
secretaría general de la UTA, potenciada asimismo por una coyuntura política
general que ya no resulta tan favorable como lo era en los años de mayor auge y
conquistas del CD. Como explica uno de los delegados: “Ellos se dividen, tienen sus
divisiones internas también, son todos rapaces, todos nos quieren eliminar, pero
tienen distintas políticas. Palacios tenía una política que ahora Fernández no la
tiene. Palacios en los últimos años tenía una política de cooptarnos a nosotros, ver a
quién se podía ganar, ofrecernos cargos, Fernández de destruir, nos quiere reventar
y ellos están divididos adentro, hay un sector que dialoga más con nosotros, pero el
proyecto histórico es echarnos a todos, sacarnos de encima, pero tienen distintas
tácticas.”33

En este punto, varios de los delegados coinciden en reconocer el momento


actual como un punto de inflexión en el que, ante la apuesta fuerte de la empresa y
el gremio el CD se ve situado ante la encrucijada de redefinir sus estrategias de
supervivencia y proyección política: “...uno tiene que parar la pelota y redefinir no
solamente su relación con la base sino también su relación con la burocracia, con la
32
Entrevista a delegado del subte B.
33
Entrevista a delegado del subte línea B

17
patronal porque, digo, nosotros no tenemos lastre, no tenemos margen para
equivocarnos, lo pagamos caro. Ellos pueden equivocarse, ellos pueden echar
lastre. Por eso en su momento tuvieron que acceder a las seis horas, tuvieron que
reconocer la terciarización, tuvieron que conceder aumento salarial, y bueno, ellos
tienen resto. Nosotros no. Solamente que la apuesta iba subiendo más y bueno,
llegó un momento donde ellos también juegan y van a buscar a uno y si no lo
pueden matar lo van a tratar de dividir por lo menos para anular el aval que es
tuyo..."34

A diferencia de otros sectores donde la prioridad en términos de activación


sindical estuvo centrada exclusivamente en lo salarial, en el caso del subterráneo la
política organizativa del CD permitió avanzar sobre otras reivindicaciones tales como
la reducción de la jornada de trabajo a 6 horas (la actividad es considerada
insalubre), la incorporación al convenio colectivo de trabajadores tercerizados,
mayor igualdad en los ascensos con respecto a las mujeres, disminución de las
arbitrariedades de la empresa en lo referente a cambios en la organización del
trabajo y disponibilidad de los trabajadores. El proceso de construcción de un vínculo
fluido entre los trabajadores y los delegados ha ido de la mano del aumento de las
conquistas, siendo en una primera instancia netamente defensivas (por ejemplo
impedir el despido de un trabajador) y luego ofensivas (disminución de la jornada).
Este pasaje está relacionado fuertemente con el cambio de signo del CD. De este
modo, entre los primeros años de la privatización y la llegada al CD de corrientes
opositoras a la dirigencia de la UTA se produjo un proceso de resignificación del
papel del CD en tanto herramienta de acción política. Se trata de un pasaje que hizo
emerger a la política sindical como herramienta de cambio que puede plasmarse en
mejoras tangibles. La conquista progresiva de reivindicaciones fortalece esta ligazón
entre bases y dirigentes medios (delegados y CD) 35

"...Y bueno, tanto la lucha por las seis horas como el primer aumento salarial
que fue otro logro muy importante consolidó, digamos, una relación muy buena
entre los compañeros y los delegados en desmedro de la política de la
empresa y de la UTA..."

"...lo que se pudo lograr fue ese fenomenal aumento de casi un 35, un 45% de
promedio y después todo lo que vino después de ese conflicto fueron todo el
proceso de la lucha contra la tercerización que si bien ya estábamos dentro del
convenio de alguna forma acompañé dando una mano, tratando de organizar,
de generar conciencia, de unir en mi rol de delegado con los otros compañeros
de las tercerizadas..."36

34
Entrevista a delegado del subte empresa tercerizada
35
Esta significativa participación y vinculación de las bases no resta capacidad de reacción al cuerpo
de delegados, como recuerda uno de los participantes: "... en una reunión en el Ministerio nos dejaron
afuera [la UTA] y se paró el subte sin mediar demasiado o se han largado paros desde el Ministerio
de Trabajo a través del celular, o sea, previamente votado el paro: Bueno muchachos, empiecen y se
corta el servicio. Se han hecho cosas impresionantes en ese sentido y gracias a toda una dinámica y
toda una construcción muy interesante..."
36 Entrevista a delegado del subte empresa tercerizada

18
El proceso de conflictividad desarrollado a partir de esta construcción ha
estado caracterizado por una gradual pero constante lucha por resistir la
arbitrariedad de la empresa en los lugares de trabajo.

“Uno por ahí cuando está inmerso en el proceso no lo termina de ver bien, pero
si vos ves todo el proceso del subte, ves que primero se pararon los despidos,
se le sacó a la patronal la principal herramienta disciplinadora de los
trabajadores, y una vez que conseguimos eso luchamos por el mejoramiento de
las condiciones de trabajo, por la reconquista de cosas que teníamos, por
ejemplo, lo de las 6 horas para nosotros era algo que habíamos perdido, no era
algo caído de la luna, las 6 horas tenían existencia real.37”

La progresividad de las reivindicaciones posee varios hitos, tal vez uno de


ellos esté relacionado con el conflicto de las empresas tercerizadas. Si bien esta
política desplegada por la empresa fue efectiva durante prácticamente 10 años,
comenzó a dar signos de ineficacia con los conflictos de los empleados tercerizados
a fines del 2004 y principios del 2005. El primer conflicto de esta empresa será
llevado adelante por los trabajadores de la empresa Taym que lograrán en marzo del
2005 el reencuadramiento sindical volviendo a ser contemplada su actividad por el
CCT de la UTA. Luego del conflicto de los trabajadores de Taym le siguieron otros,
por ejemplo el 9 de mayo del 2006 se suscribe un acta Acuerdo en el MTESS por el
cual el personal de Servisub SRL pasa a formar parte del CCT 384/99E de la UTA
en la categoría de peón general. En ese mismo acuerdo también se suscribe el
reencuadramiento del personal que presta servicios para las empresas Controles
Orbea S.A. y Bayton S.A. Lo mismo sucede con la empresa que brindaba el servicio
de seguridad (Compañía Metropolitana de Seguridad S.A.)

En gran medida este conflicto es tributario de los que habían sido llevados
adelante por los boleteros, trabajadores de tráfico (guardas y conductores) y
mecánicos de los talleres de material rodante desde 1996. De allí que para una
adecuada interpretación de este conflicto resulte necesario incorporarlo en un
proceso más general de conflictividad laboral en el subterráneo. Así lo plantea una
de las delegadas:

“En el conflicto de los 4 días pasó algo que para mi fue terminante en relación a
la gente de limpieza. Nosotros dormimos 4 noches en el subte. Mientras nosotros
dormíamos en las cabeceras y en los talleres, en las cabeceras trabajan 10, 15
compañeros de limpieza, son nocheros, trabajan toda la noche, la mayoría del
laburo de limpieza se hace de noche. Esos pibes estuvieron con nosotros, ellos
laburaban esos días porque eran de otra empresa, no estaban de paro,
compartieron con nosotros esas noches y vieron cómo nosotros ganamos.
Además de que habíamos tomado durante 4 días el laburo, vieron que nosotros
ganamos. Entonces al poquito tiempo, estos chicos empezaron a decir pero éste
trabaja acá al lado mío, trabaja 6, gana 2000, y yo trabajo 9 y gano 380. Y de a
poquito se empezaron a juntar y empezaron a ver cómo había sido antes de la
privatización y se dieron cuenta que la gente de limpieza antes de la privatización

37
Entrevista activista línea A

19
tenía el mismo convenio, era de UTA. Entonces empezaron a pedir que si
trabajábamos todos en el subte, nos correspondía a todos el mismo convenio” 38.

Otro de los conflictos emblemáticos fue el de la pelea por la declaración de


insalubridad para la actividad y la consiguiente reducción de la jornada de trabajo.
Esta disputa implicó un proceso de varios años de lucha en el que se avanzó
paulatinamente en diferentes instancias legales y que en su tramo final, en el año
2004, culminó con la declaración de una huelga de varios días a la que la empresa
respondió con un centenar de telegramas de despido. Luego de días de guardia y
asambleas, con el apoyo de organizaciones sociales, sindicales y políticas y pese a
las amenazas de desalojo, los trabajadores consiguieron que la empresa y el
sindicato cedieran ante los reclamos, otorgando la reducción de la jornada laboral a
6 horas (con la posibilidad de hacer 2 horas extras de manera voluntaria), la
reincorporación de todos los despedidos, fueros gremiales para el cuerpo de
delegados y una comisión cuatripartita en la cual este último tiene la posibilidad de
negociar con el Ministerio de Trabajo, la empresa y el sindicato. Esta lucha,
constituyó, a la vez, la mayor oportunidad de articulación y proyección política del
CD, que se propuso coordinar espacios de militancia con organizaciones de
desocupados y otros gremios independientes y antiburocráticos, dando lugar al
Movimiento por las seis horas, que llegó a aglutinar a una importante cantidad de
organizaciones de proyección nacional.

Para explicar este proceso de conflictividad creciente, y en gran medida


exitosa, tres son los factores que pueden ser tomados en cuenta. El primero refiere
específicamente a la eficacia de las medidas de fuerza en términos de
correspondencia entre acción e interés manifiesto de la acción colectiva
reivindicativa, (por ejemplo un paro para obtener aumento de salario logra alcanzar
el porcentaje deseado). El otro factor refiere a la capacidad de articular ciertos
elementos de orden simbólico que permiten la identificación entre trabajadores de
diferentes sectores y empresas (esto último refiere a los trabajadores tercerizados)
Esto supone resignificar también la imagen de los trabajadores con respecto a los
usuarios (aquí han contribuido por ejemplo las campañas por las condiciones
defectuosas de las formaciones)39. El tercer elemento está relacionado con la
legitimidad del instrumento de participación en las decisiones de orden gremial y
sindical.

De este modo, la consolidación del CD que se observa tanto en el plano de


las prácticas (mayor número de delegados, desarrollo de herramientas de
comunicación, instancias organizativas como secretarías) como en el simbólico
(creación de solidaridades entre trabajadores de boletería, tráfico y taller; entre los
trabajadores de Metrovías y los tercerizados) anudado con la conquista progresiva
de reivindicaciones largamente postergadas tuvo una marca de origen que está
relacionada con la necesidad de reproducir constantemente la representatividad

38
Entrevista activista
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Este segundo objetivo es muy difícil de lograr en particular cuando se produce una interrupción del
servicio, los usuarios responsabilizan al empleado que está en la primer línea de reclamo. A fines del
2007 se han dado casos de agresiones físicas a trabajadores incluso ante hechos de fallas del
servicio producto de la falta o escaso mantenimiento de las formaciones, señalizaciones o vías.

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sobre la que sustenta el CD el poder, la herramienta objetiva es la aplicación de los
principios que rigen la democracia sindical.

Conclusiones

I
En el artículo se ha focalizado el análisis en el proceso por el cual las
relaciones entre trabajadores-delegados-dirigencia sindical se modificaron
constituyendo una nueva configuración de los vínculos que determinan el “campo
sindical” en el sector de subterráneos de Buenos Aires. Los efectos de la
privatización se hicieron sentir en cuanto el cuerpo de delegados en los primeros
años dejó en manos de la empresa la iniciativa política y se supeditó acríticamente a
las directrices de la burocracia sindical. Las consecuencias en las condiciones de
trabajo de esta estrategia fueron patentes: precarización, flexibilización laboral,
discrecionalidad empresarial y profundización de técnicas disciplinarias. A pesar de
las duras condiciones imperantes de los trabajadores y del nivel de subordinación
que los delegados tenían con la UTA se fue plasmando una corriente opositora que
tuvo que recomponer el status sindical y constituirse como alternativa viable. Es
decir, supuso generar un estado que permitiese pasar de una situación de
desmovilización a otra de fuerte activación gremial. En ese desarrollo aparece la
figura de la clandestinidad como un momento necesario de la organización,
clandestinos frente a la empresa y frente a la dirigencia del sindicato. Se trata de la
instancia subterránea de organización. El acierto en los métodos de acción (que
combina medidas directas con otras de carácter propagandístico) y la actualización
de los modelos de toma de decisiones y participación permitió revertir la dinámica de
concentración del poder que regía previamente. La consolidación de la corriente
opositora logró plasmarse en la composición del cuerpo de delegados y este éxito
reforzó los métodos de acción gremial, en especial aquellos que fomentan la
participación y reivindican la asamblea como instancia de toma de decisiones. A su
vez, se ha visto en el artículo que la construcción política del nuevo cuerpo de
delegados no estuvo exenta de fuertes oposiciones por parte de la empresa y la
dirección del sindicato. La constante para entender las tácticas de ambos actores es
que según se trate el momento por el que pasa la relación con el cuerpo de
delegados las tácticas pueden estar regidas por una lógica de imposición o de
implicación. En el caso analizado esas tácticas que buscan desmantelar la
capacidad de acción y la legitimidad de los delegados se cristaliza en una alianza
estratégica entre la empresa y la dirigencia del sindicato.

II
El proceso de instauración de las políticas neoliberales en los noventa y su
antecesor proceso implantado con el golpe de 1976 buscaron borrar todo tipo de
resistencia en los lugares de trabajo en vistas de la fuerte organización que
ostentaban los trabajadores y que se expresaba en consolidadas comisiones
internas y cuerpos de delegados. El objetivo fue alcanzado en la gran mayoría de las
empresas al debilitar la organización sindical de base. Para el capital supuso
desmantelar todo tipo de oposición que pudiese contener los cambios en la

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organización y en el proceso de trabajo que se llevarían a cabo sobre todo luego de
la ruptura del acuerdo fordista. Como se sabe, el capital tiene un problema
irresoluble: garantizar el control efectivo del proceso de trabajo en el corto y largo
plazo. Ese desajuste pone en entredicho permanentemente el proceso concreto de
extracción de plusvalía y de acumulación de capital. Para lograrlo requiere controlar
el proceso de trabajo, obtener predecibilidad interna, operar sobre las variables que
pueden interrumpir ese proceso. De allí que los delegados en tanto cuentan con la
posibilidad de tornar impredecible la dinámica cotidiana constituyan los principales
blancos de ataque del capital. Esto nos lleva a plantear la hipótesis que el principal
legado de esos dos grandes procesos de erosión del poder sindical –dictadura más
neoliberalismo- debe ser analizado en la baja presencia sindical en los lugares de
trabajo o como hemos visto para el caso analizado en la fuerte oposición que estas
tienen cuando no responden a las directrices de la burocracia sindical. La expresión
sindical en los lugares de trabajo se vio por lo tanto enormemente debilitada. La
pregunta que se deriva directamente de nuestra hipótesis en vista del llamado
resurgimiento sindical es, ¿ese resurgimiento supone una revitalización en las
formas de relacionamiento entre las bases y la dirigencia o la mayor relevancia
sindical que exige el modelo de desarrollo actual aún tiene una deuda pendiente en
cuanto consolidación de la organización sindical de base?

III
Frente al escenario descripto en el punto anterior, el caso analizado ha sido
de interés en cuanto se trata de uno de los más paradigmáticos en relación a la
amplitud, persistencia y profundidad de las reivindicaciones alcanzadas. ¿Dónde
reside pues la clave explicativa de este fenómeno? Sostenemos que una de las
principales claves es el modelo de vinculación entre las bases y los delegados. En
gran medida las formas de organizar la acción sindical limita el alcance o potencia
las prácticas de resistencia. De allí que para profundizar las prácticas insumisas
debe incorporarse la dimensión organizativa lo que supone profundizar las formas de
participación de los trabajadores, radicalizar la democracia sindical.

En suma, frente a la apertura de un contexto económico-político que


virtualmente supone la oportunidad de una ampliación del margen de acción e
incidencia de los sindicatos como actor político, resulta indispensable resituar en el
escenario contemporáneo el debate histórico acerca de las posibilidades y
significaciones actuales de la representatividad y la democracia sindical,
fundamentalmente a partir de repensar el rol y el modo de integración de los
delegados y organizaciones de base como un elemento que podría habilitar cierta
reapropiación de la práctica gremial por parte de los trabajadores y una repolitización
que reconfigure la dinámica de la intervención sindical. Si esto no sucede ¿qué
garantías hay que gran parte de la dirigencia sindical que durante diez años no pudo
o directamente convalidó la retracción producida en las propias bases en el nuevo
contexto esté dispuesta a disputar al capital reivindicaciones que vayan más allá de
lo estrictamente salarial?

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