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La economía es una ciencia social que estudia cómo los individuos o las sociedades usan o manejan

los escasos recursos para satisfacer sus necesidades. Tales recursos pueden ser distribuidos entre la
producción de bienes y servicios, y el consumo, ya sea presente o futuro, de diferentes personas o
grupos de individuos en la sociedad, y en este caso se hará referencia a los jóvenes.

Los jóvenes latinoamericanos tienen por delante un enorme desafío: ser conductores de un proceso
de desarrollo económico y social que permita, a la vez, reducir la pobreza y los abismantes índices
de desigualdad socioeconómica, que atentan contra la estabilidad y la convivencia; además
promover un crecimiento económico basado en fundamentos sustentables a largo plazo y
competitivos en el contexto mundial, y mejorar la calidad de vida en los países de la región.

Es por eso que esta etapa es un punto crucial en el plano financiero que requiere de buenos hábitos
y decisiones sólidas para desarrollar proyectos y tener estabilidad económica. La planeación
financiera, se convierte así en una necesidad para los jóvenes que quieren ahorrar e invertir con el
objetivo de lograr sus metas.

Se trata, sin duda, de un objetivo difícil de lograr y que, de hecho, ha sido esquivo para las
generaciones anteriores. Sin embargo, los jóvenes actuales cuentan con ventajas para hacerlo
realidad, por el simple de hecho de tener niveles de educación más altos; están familiarizados con
las nuevas tecnologías de producción, comunicación, manejo y procesamiento de información, cuyo
conocimiento y uso serán claves para el desempeño de las naciones y de las personas en el futuro;
han experimentado el ritmo incesante del cambio, lo que los hará capaces de enfrentar las
transformaciones futuras con mayor flexibilidad y rapidez y se desenvolverán en un escenario
demográfico más abierto.

No obstante, gastar es la mayor tentación para los jóvenes; por eso, aprender a cuidar los primeros
ingresos se convierte en una necesidad. Según Héctor Méndez, magister en economía, explica que
“los gastos hormiga son aquellos gastos imprevistos y que ejecutan las personas sin tener una previa
planeación de los mismos. Se ha calculado que este tipo de gastos absorbe más o menos el 30% de
un presupuesto ordinario de una persona”.

Algunos estudios dicen que un joven entre los 18 y 30 años, debe ahorrar todo lo que pueda porque
está en la época en la que se comienza a recibir ingresos, y la tentación de gastarlos es muy grande.
Destinar un presupuesto mensual para el ocio, sin excederse, es lo más aconsejable; y el resto del
dinero, si es posible, se debe poner a producir en activos financieros o activos productivos,
previendo inversiones futuras como estudios de posgrado o bienes raíces.

Y es que las acciones que se repiten varias veces llegan muy pronto a convertirse en hábitos, por
tanto, si los jóvenes empiezan a implementar la cultura del ahorro y la inversión, convertirán estas
acciones en parte de su vida financiera, de manera más fácil; aprendiendo desde temprana edad a
manejar el dinero. ¿Pero cómo hacerlo?

Primeramente, ahorrar e invertir. Saber en qué invertir depende de cada persona y sus metas
financieras, pero para ello es necesario que los jóvenes entiendan esta sencilla ecuación: solo la
disciplina y el compromiso con las metas financieras permitirán mantener el crecimiento de los
ahorros e inversiones. Y es que el capital puede crecer gracias a las tasas de interés y otro tipo de
rendimiento que ofrecen los bancos.

Por otro lado, considerar con anticipación los ingresos y gastos también es fundamental en la
planeación financiera para generar un hábito para la vida adulta. En este caso, si se observa que los
gastos proyectados superan los ingresos, se debe revisar la posibilidad de conseguir fuentes
adicionales de ingreso o reducir los gastos que sean posibles.

Además de ello, los bancos pueden llegar a ser un gran aliado.


De acuerdo con Ana Alejandra Jiménez, gerente de Responsabilidad Social Corporativa del Banco de
Bogotá, los bancos son los mejores aliados para los jóvenes, ya que les facilitan ciertas actividades
de carácter económico, ofreciéndoles seguridad, protección y cuidado de sus recursos.

Todo es cuestión de crear una valiosa mezcla entre fuerza de voluntad e inteligencia financiera, lo
cual nos ayudará a tener mayor capacidad de decir “no” a lo innecesario, convirtiéndonos en
ahorradores efectivos y mejoradores de nuestra propia economía. Porque una persona que ahorra,
lleva en su mente la realización de sus sueños.

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