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Teología y Vid~l. Vol. XL fll)l)9l. pp.

)-24

ESTUDIOS

Juan Pablo Jiménez


Asociación Psicoanalílica Chilena.
FacullaJ de MeJicina. Universidad de Chile.

Determinismo, libertad y responsabilidad en Freud


(otro ejercicio de diálogo entre psicoanálisis y teología)

l. INTRODUCCION

1.1 Psicouncílisis yfe religiosu

Me alegra poder continuar con el diálogo empelado durante el simposio sobre


--Psicoanálisis y Fe Religiosa", organil.ado en conjunto por la Facultad de Teología de
lu Unil'I!I".I'idaJ Cutólico de Chile y la A.I'ociución Psico{///(/líticu Chilenu en mayo de
1995 (1). En esa ocasilÍn, al introducir el encuentro, dije que nos juntábamos "para
empel.ar a reflexionar sobre el tema, quizás [... j sólo [paral reconocer algunas diferen-
cias que nos separan: el lenguaje -distinto y propio para las ciencias religiosas y para
las ciencias psicológicas-, las perspectivas intelectuales específicas, las referencias cul-
tundes". Agregué que nos enfrentábamos a "prejuicios seculares, por lo demás bien
fundados en experiencias re~¡]es de desencuentro [pues], quién podría ignorar que la
relación entre psicoanálisis, como uno de los representantes más típicos de la moderni-
dad ilustrada, por una parte, y la religión, por la otra, ha sido contlictiva a lo largo de
este siglo." (2). Una idea semejante expresó en esa ocasión Carlos Domínguel., cuando
dijo "que no ha sido especialmente relevante la sensibilidad que la teología católica ha
mostrado hacia el psicoanálisis, [aunque 1 tampoco favoreció el encuentro entre ambas
disciplinas. la actitud a veceS iconoclasta, otras veces reduccionista, la mayor de las
veccs despectiva. que muchos psicoanalistas mostraron frente a la expcriencia religiosa
y, sobre todo, frente a sus esforladas elaboraciones teóricas" O). En relación con estas
dificultades. es interesante comprobar que al simposio referido asistieron masivamente
profesionales de la psicología y de la psiquiatría, siendo relativamente escaso el número
de teólogos y personas procedentes de los ámbitos religiosos, aun cuando, con
Jordán (4), haya que destacar que parecieron ser los teólogos quienes con más
radicalidad acogieron la crítica psicoanalítica de la religión, frente a posiciones más
moderadas dc algunos psicoanalistas.

(1) {('(lI(lRi(/ \' II'd(/ .17 1-2 (1996),


(2) {('(}/(lRi(/ \' II'd(/ .17 1-2 (19<)6): 5.
(.1) T('(}/(lRi(/ Y II'd(/ .17 1-2 (19<)6): 11
(-+) T('()/(}gi(/ \' I'Id(/ .171-2 (1996): 57-65,
(, JUAN PABLOJIMLNLZ

1.2 El psicounálisis como hermenéuticu \" como cienciu

Para fijar un marco general de mi presentación, quisiera empezar considerando un


párrafo tomado del libro El Mundo: Creución y Promesu de Dios, de Juan Noemi. En
él, Noemi reconoce "que una recepción honesta [por parte de la teología católica] de la
crítica de Freud la la religión] está en pañales. La actitud autocrítica que Kasper pedía
se tuviera ante Marx, se vuelve doblemente imperiosa ante Freud. dado que los me-
canismos de defensa que despierta en las personas y en las instituciones pueden llegar a
grados de primitivismo impensable. Tanto más, cuando se trata de una pregunta que
permanece abierta y ante la cual no existe una respuesta de una vez para siempre. En
realidad, no existe una respuesta general y universalmente válida, sino que ella sólo es
susceptible de articularse singularmente, caso por caso. Ciertamente -continúa Noemi-,
es un simplismo pensar que el desenlace del psicoanálisis tenga que ser necesariamente
la supresión de la fe religiosa. [... 1 El asunto es más complejo y tiene una complejidad
específica en cada caso, y lo único que se postula necesariamente como respuesta es
que esta sea singular" (5).
Impl ícito en este texto está el reconocimiento de que teología y psicoanál isis son
discursos de diferente nivel de abstracción. El autor parece reducir el discurso
psicoanalítico al nivel ideogrúrico, el dc las respuestas singulares, caso a caso. Si bien
es cierto que el psicoanálisis como hermenéutica es un método de análisis de lo singu-
lar, en el sentido de una psicología del "comprender" (Verstehen), no es menos verda-
dero que. si queremos reconocerle un estatuto científico, el psicoanálisis debe compartir
con otras disciplinas, entre ellas la teología, un carácter nomotético, es decir, un nivel
de pensamiento universaL aplicable más allá de los casos particulares, como una psico-
logía del "explicar" (Erkliiren). Para decirlo corto. si he sido convocado hoy para re-
flexionar desde el psicoanálisis sobre la libertad, debo encontrar algún nivel de abstrac-
ción que permita el diálogo con la otra disciplina. De hecho, en la articulación entre lo
singular y concreto con lo universal y abstracto, parece estar la característica más
novedosa, aunque epistemológicamente también la más problemática, del psicoanálisis.
Simplificando, podemos decir que el psicoanálisis se acerca a la hermenéutica
general (la filológica, que analiza textos), cuando se trata de descubrir o atribuir signifi-
cados a lo incomprensible. a los fenómenos psicopatoJógicos aparentemente sin senti-
do. Con la interpretación, el psicoanalista reconduce las ideas, fantasías, emociones o
conductas incomprensibles, a sus raíces biográficas infantiles inconscientes (6). Pero,
en el movimiento de reconducir el presente al pasado, el psicoanálisis no se detiene en
las interpretaciones plausibles, sino también desarrolla una teoría explicativa desde la
cual se pueden derivar recomendaciones para acciones terapéuticas con el poder de

(5) JCAN N(H,MI. El MUlldu: Crell,'¡'íll y I'rolllCSll de Dius. Santiago: San Pablo. (1966) pp. 197s.
(6) Para GadamCl'. la interpretación comienza allí "donde el sentido de un texto no se puede elHender de
inmediato. Se debe interpretar en todos aquellos casos en donde no se confía en la inmediata
manifestación del fenómeno. Así interpreta el psicólogo. cuando no acepta las afirmaciones de un
paciente sobre su vida. sino que indaga lo que sucede en su inconsciente Del mistllo IlHldo. el
historiador Interpreta los hechos registrados para llegar al verdadero sentido que en ellos se expresa
a la vez que se encubre". H.G. G;\ll;\"ll'.I(, WlIlirlie¡1 ulld Melliude. IIlIwelldulIgell eiller
l'iIi!usu!'iIist'ilell Hel'llleIlClllik. Tübingen: Mohr (19(,5) p. 319.
DETmMINISMO. L1IlERTi\1J Y RI:SPONSABILlU¡\1J EN FREUD

camhiar la conducta. En este punto se dividen las aguas entre la hermenéutica de textos
y la interpretación psicoanalítica. La exégesis de un texto, correcta o no, carece de
consecuencias inmediatas para el texto mismo; el exégcta intcrpreta desde fuera del
texto. Muy distinta es la situación del paciente en análisis: las consecuencias en su vida
de una interpretación correcta (o incorrecta) pueden ser dramáticas: Frente a los dichos
del psicoanalista, el paciente puede sentir alivio, puecle angustiarse o deprimirse, en fin,
reaccionará de alguna manera y esa reaccilín modificará, no sólo el "texto" de la
siguiente interacción verbal sino, eventualmente, también la vida del analizado.
El núcleo de la teoría del cambio psíquico en psicoanálisis reside en la afirmación
de que el conocimiento de uno mismo a través de la cura analítica conduce al cambio
personal (7). Epistemológicamente entonces, se hace necesario establecer articulaciones
entre el momento de la comprensión compartida y el cambio. AquÍ. la introducción del
concepto de causa es inevitable y, con ello, la psicología de la comprensión debe dar
paso a la psicología de la explicación, la hermenéutica debe complementarse con la
ciencia psicológica nn. Este especial y problemático lugar epistemológico, entre la
hermenéutica y la ciencia -responsable, como veremos, de muchos de los malenten-
didos en el tema que hoy nos ocupa-, plantea a la hora de leer a Freud un problema,
precisamente, de interpretación, pues los modelos científico y hermenéutico se entrela-
zan permanente y dialécticamente a lo largo de su ohra.
No me detendré más en este punto, cuya profundizaci()n va ¡mis allá allá de los
límites de esta presentación. Por lo demás, el estatuto científico del psicoanálisis, así
como el prohlema de la relati va oposición entre hermenéutica y ciencia, está lejos de
estar resuelto (9). Sólo me interesa destacar que la discusión sobre el cambio terapéuti-
co nos abre, por un lado, hacia el problema de la validación de las hipótesis
hermenéuticas en el contexto interpersonal y de cambio terapéutico (10) -proceso en el
cual el psicoanálisis se constituye como ciencia social de base empírica- y, por otro
lado, hacia la problemÜ!ica del sentido y de la dirección del cambio. Este último nivel,
que corresponde al de la reflexión epistemológica y axiológica, es uno de los escenarios

(7) "En el psicoanúlisis existió desde el comienzu mismo una 11I1i!jll illsc¡'lIrablc el//u' eUnlr e il/l'es/i-

gllr: el conocimiento aportaba el éxito, y no era posible tratar sin enterarse de algo nuevo, ni se
ganaba un esclarecimiento sin vivenciar su benéfico efecto. Nuestro procedimiento analítico es el
Linico en que se conserva esta preciosa conjunción. Sólo cuando cultivamos la ('lira Ul/lllillÚI de ul-
I/IiIS ahondamos cn la il/le/e('('i!il/ de la vida anímica del ser bumano. cuyus destellos acab,íbamos dc
entreler. Esta perspectila ,le ganancia científica fue el rasgo mús prcelaro y promisorio del trabajo
analítico" (Freud [1027al ¡\le' 20: 240; la cursiva es mía).
(8) "Les dije que el psicoanúlisis se inició COnH) una terapia, pero no quise recomcndarlo al inlerés de
ustedes en calidad de tal. sino por su (,I!II/el/ido de l·trdud, por las informaciones que nos brinda so-
bre lo que toca mús de cerca al ser humano: su propio ser; también, por los nexos que descubre entre
los m'¡s diferentes quehaceres humanos. Comu terapia es una entre l\\lIchas. sin duda /,rill/(/ II/IN /'(/-
res. Si nu tuviera valur terapéutico, tampucu habría sido descubierta entre los enfermos mismos ni
desarrullado durante m'¡s de treinta '\l10S" (Freud [1933a] AL' 22: 14); la cursiva es mía).
(0) Para una diseusión actualilada sobre este punlu. consúltese a TltOMA y K;\CHU.L. Teuri(/ y l'nícrico
dell'sico{/l){í1isi.l. Vol l Barcelona: Herder. Capítulos l.] y lO (1089).
(10) En este punto se debcn distinguir en realidad dus problemas de validación: Uno es el de la valida-
ción del cu,,{el/ido de ) ('I'd<l<l de la interpretación y otro el de la ejil'ocio de la interpretación como
ageIlte de cambio psíquiul.
JUAN PABLO JIMLNLZ

de la discusión sobre e! problema de la libertad y de la responsabilidad moral en


psicoanálisis (11 J. Estrictamente hablando, sin emhargo, en este nivcl e! diálogo del
psicoanálisis con la teología se hace a través de la mediación de la filosofía. Quizás
sería más apropiado decir que ambas disciplinas, desde sus particulares puntos de vista.
salen al encuentro de la cuestión ética planteada por la tradición filosófica occidental.
El otro contexto de discusión entre psicoanalistas y teólogos lo constituye el
ejercicio de la crítica hermenéutica psicoanalítica sohre la experiencia religiosa misma
-como fe y como ethos-, tanto en cl plano de la intimidad personal como en el de su
expresión y organización social, y en las claboraciones teóricas posteriores que consti-
tuyen la teología. En este caso se trata de un ejercicio de psicoanálisis aplicado a la
religión, en su doble vertiente de vivencia personal y de institución cultural. Creo que
este es e! terreno de las respuestas singulares, caso a caso. al que alude Noemi en el
párrafo citado más arriba. Pero el asunto no parece ser tan inocente como podría
desprenderse de esa cita. Concuerdo con Noemi en que. en el nivel personal, "es un
simplismo pensar que el desenlace de! psicoanálisis tenga que ser necesariamente la
supresión de la fe religiosa". Con todo. es muy improhahle que un católico psico-
analizado tenga frente a la práctica religiosa y la institución eclesiástica la misma
disposición y actitud que antes de analizarse.
Aquí, adelanteré mi opinión planteando que, en el nivel teórico, muchas de las
afirmaciones y posiciones del psicoanálisis moderno han llegado a ser al menos compa-
tibles con el pensamiento funuamental ue la teología católica contemporánea (12 l. Sin
embargo, en el terreno ue la institución eclesiástica, de la práctica religiosa y de ciertos
contenidos de la teología moral y pastoral, el diálogo entre psicoanálisis y religión es
mucho más improbable. pues ahí la crítica psicoanalítica. de ser asumiua, uebiera tener
consecuencias políticas importantes (13 l.
Finalmente, y si queremos establecer un uiálogo que supere reuuccionismos. hay
que reconocer que existe un último nivel en el que se expresa la inconmensurabiliuad
entre psicoanálisis y religión. Por su naturaleza misma. el psicoanálisis sólo pueue

(11) Ha sido I'aul Ricoeur quien ha llamado la atención sobre "la tdeología implícita en d freudislllO".
mostrando que. entrelazada a la filigrana de la arqueología del sujeto que se lleva a cabo durante la
eura analítica. se trasluce d horizonte no telllatizado de una búsqueda permanente del sentido: "En
la interminable exégesis de los mitos y los secretos enterrados de nuestra infancia y de nuestro
nacimiento se anuncia el le/liS de la aventura humana", I'Al:1. RlCOI.Ule Freu": lfll(( illlnllrel((('i¡}1l
"e /(( cultl/m, México, Siglo XXI. (1970) p, 450,
(12) Meissner resume en seis los puntos problemüticos entre la perspectiva teológica y la perspectiva
psicoanalítica: 1) El énfasis relativo sobre la conciencia \'n,\us lo inconsciente, 2) El énfasis rclativo
sobre la libertad \'el".ll/S el determinismo, ~) La concepción de la conducta como teleollÍgica \'nSl/,\
como causada, 4) La compresión de la experiencia humana en términos epigenéticos conlO opucsta a
la visión reduccionista, 5) La visión dc la conducta humana como moral. opuesta a una motivada
instintivamente, 6) La visión de la cxperiencia humana como sobrenatural (gracia) como opucsta a
una meramente natural. Para este autor. solamentc en este último punto se representa eabaln\ente la
inconlllensurahilidad entre psicoanülisis y religión, En los demús. la evolución tanto del pensanlien-
to psicoanalítico como del tcológico permiten describir distintos grados de di~ilogo y
enriquecimiento mutuo (WW l'v1l-,lSSN1',I<,1'.I'\'c!J()(/I/(//\'.I'i.l' (/Ild Rcligi()II.1' L\paiel/ce, New Havell
London: Yak University Press, 11)~4, p, 2(5),
(1.1) Quizüs si la ll'~ígica experiencia con la jcrarquía católica dcl dominico Jacques I'ohier pueda ser
invocada como prueha circunstancial de esta afirmacill11 (véase Sl:l<t;lo TOl(l(l:S, "La fe religiosa in-
terpelada por el psieoanülisis' El caso del teólogo Jacques Pohin", En Tc()/()gi(/ \' Vi"(/ ~7 [1 '.I66J:
~1)-46),
lJETléR~1INlSi\10. 1.llll:RT ..\lJ y RléSI'ONSAlJlLllJAlJ EN FRLl'1)

cuestionar al sujClo en su relación real a su fe, pero no el contenido de verdad de la fe


en sí misma. Este es el terreno en el que, en palabras de Domínguez. estamos frente a
"una síntesis imposible entre psicoanülisis y experiencia religiosa. Síntesis imposible
que acepta la parcialidad de las dos experiencias y dc los discursos derivados dc ellas y
desde donde todo el diülogo se sitúa en una permanente y mutua interrogación que no
llega nunca a poseer una respuesta unitaria y definitiva" (14).
En mi presentación sobre la libertad desde el punto de vista del psicoanülisis
freudiano, me moveré entonces entre la renexión psicológico profunda y episte-
mológica sobre el acto moral por un lado, y la crítica psicoanal ítica a ciertos aspectos
de la teoría teollígiea y de la praxis eclesial de la moralidad. por el otro.

1.3 El psico(/f/(íli.lis C(lI/1(1 illteljire/(lcióll de la cl/ltl/ra

Antes de continuar debo hacer mención a otra cuestión previa. Si bien el psicoa-
nálisis nació como una teoría de la enfermedad y de la mejoría de los trastornos
psíquicos, a partir de su obra principal, La Illterpretacióll de 1(1.1'51/ell(l.1 (1900a), el in-
terés de Freud. sin apartarse por ningún momcnto de la clínica de las neurosis, empezó
a abarcar progresivamcnte ámbitos referentes al reino de la cultura (15 ¡.
Como bien lo plantea Ricoeur (16), la alternancia cn la obra de Freud entre
investigación médica y teoría de la cultura da testimonio de la amplitud del proyecto
freudiano. Sin embargo, no habría que representarse al psicoanálisis como una psicolo-
gía del individuo tardíamente traspuesta a una sociología de la cultura; un examen
sumario de la bibliogral'ía freudiana muestra que los primeros textos sobre el arte, la
moral, la sociedad y la religión, siguen de cerca a La illterpre/(lcit51l de 1(1.1'Sl/eIlO.I·. A lo
largo de diferentes trabajos dedicados a temas específicos, se observa el derrotero que
va, por un lado, desde el síntoma neurótico al sueño nocturno y, por el otro, desde el
sueño nocturno a la ensoñación diurna y la poesía, de esta al juego y al humor, después
al folelore y las leyendas, para finalmente alcanzar las obras de arte y la religión. Con
esta suerte de desplazamiento analógico gradual. Freud confirma que toda creación
depende de la misma función pulsional. de la misma economía instintiva, que efectúa la
misma sustitucilín de satisfacción desiderativa que las formaciones del sueño y la neu-
rosis. Fue muy tempranamente que Freud descubrió que el síntoma neurótico era una
satisfacción encubierta de deseos y necesidades que no podían acceder a la conciencia,
sea porque son incompatibles con las exigencias de la realidad externa, sea porque no
pasan la autocensura que representa el mundo valórieo familiar hecho propio durante
los primeros años de vida, precisamcnte durante el proceso de socialización cuyo nudo
lo constituye el paso por el complejo de Edipo. Así, las huellas del deseo quedan

(1.J) CII(I.()S [)()\II\(;Uj. Cr~fI' d~s/JlI¿S de (r(lId. Madrid: Ediciones Paulinas. (1 YY2) p. Y.J.
(15) Para Freud nu hay por un lado un inlento utilitario de dUllIinar las fuerzas de la naturaleza. que sería
la eivilizacilin. y por otru un registro silllblilico -derecho, ciencia. arte y religilin-, que representa la
experiencia de las personas en las relaciones sociales y que es lo que habituallllente Ilanlalllos
cultura. Tal dislinciún puede tener sentido desde otrus puntos de vista. peru nu para el psieoanülisis.
por el hecho de que este aborda el tellla de la cultura desde el punlo de vista de la econolllía de las
fuerzas illlpulsoras del alllla.
(JI)) PAliL RIC()IJI(, Frelld: LJllu jlller!'relu,'j')1I de lu ('II/IIIUI. México: Siglo XXI (I'n() pp. 8s.
lO JUAN l'AllLO JI~lLNEZ

impresas en cualquier empresa humana, desde el momento en que este, el deseo, es


constituyente del mismísimo sujeto. El psicoanúlisis no es una filosofía ni una ética.
sino una ciencia, una hermenéutica y una terapéutica del sujeto en cuanto descante.
Entonces, cualquier rellexión psicoanalítica soore la ética, tendrá que ser hecha desde
la confrontación entre el sujeto y sus deseos.

2. DETERMINISMO PSIQUICO y LIBERTAD

2. J El problellla

La crítica católica corriente a Fn:ud estú bien resumida por Mifsud (17) quien. al
repasar las visiones antropológicas inadecuadas presentes en Latinoamérica (según el
Documenlo de Puebla), plantea que "la visión psicologista sostiene la idea de que la
persona humana se reduce cn última instancia a su psiquismo, víctima del instinto
fundamental erótico [ ... ]. carente de libertad. Ademús, la religión, como la cultura y la
propia historia, sería apenas suolimación del instinto sensual. Estos postulados condu-
cen a la negación de la propia responsabilidad, al pansexualismo y justifica el machis-
mo latinoamericano" (!) (p. 144). En otro lugar, Mifsud afirma que en Freud "predomi-
na una visión determinista del ser humano donde no cabe la libertad humana (aunque
sea condicionada), sin la cual no existe el sujeto moral" (op. cit., p. 1,)2).
La verdad es que estas críticas no son gratuitas, pues parecieran apoyarse en los
mismos textos de Freud. Por ejemplo, Freud se rcfiril) a "la confianza en la estricta
determinación de lo mental" (ll 1,)23a] EN 7: 2(63) y a la "ilusión del libre albedrío"
(l1919h] BN 7: 2494). En otra ocasión, afirmó que "el investigador psicoanalítico se
caracteriza por una estricta re en el determinismo de la vida psíquica" (l191 Oa] UN 5:
1552), y que "la creencia en la libertad y en la arbitrariedad (Wi//kiir/ichkeit) psíquicas
1 ... ] no es científica 1 ... ] y 1 ... 1 debe arriar velas frente ante las exigencias del
determinismo que también rige la vida mental" (l1916-19171 SA 1: 121; BN 6: 2184).
Para Freud, "romper el d.:terminismo natural .:n un solo punto sería arrojar por la borda
toda la concepción científica del mundo (H'issclIschaft/iche Weltal/.\c/Iilltltllg) " (11916-
19171 BN6: 2133).
Son muchos los que piensan que Freud defendió un determinismo científico es-
tricto que en ocasiones ha Ikgado a ser interpretado en su sentido más fuerte. como
determinismo metafísico. No puedo pasar aquí revista en detalk de la opinión de
aquellos que, desde dentro y desde fuera del psicoanálisis, tienen .:sla opinión (18 l. Sin
embargo, de ser cierta, esta es una afirmación que reviste especial gravedad. pues daría

(17) TllSY MWSl'll. Moml de OlsU'miIlJÍfl//O (/): Libres pum 1\lIIur. Santiago: San Pablo (1994).
(18) Una revisión exbaustiva y moderna sobre cl tema se encucnlra en ERNEST WAI.IWORK. El J's/('O(/'
I/(ílisis \' 1(/ El/m. México: Fondo de Cultura Económica. (1'194). Este autor sostiene la tesis. que
comparto y cuya línea argumental sigo de cerca en esta presentación. de LJue Freud no fue un
determinista estricto y que el psicuanálisis sostiene lIna teoría ética cunvincente y consistente. Esta
postura se oponc a la de los Illoralistas postmodernos que se valen de Freud para apoyar un
relativislIlo ¿tica por medio de la acentuación exclusiva de los aspectos descentradorcs del incons-
ciente a expensas de la estructura yoica del carúcter que puede apoyar aut¿nticas juicios y acciones
Illorales.
DETERMINISMO. LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD EN FREUD II

la razón a quienes piensan que Freud ha contribuido al relativismo moral que parece
imperar en esta época de modernidad tardía (19). Con todo, la neeesidad de aclarar lo
que me parece ser un grave malentendido semántico, surge mucho más de la experien-
cia personal de haber trabajado psieoanalíticamente por más de 20 años, con la convic-
ción dc que, parad6jicamente, sólo bajo la guía del principio de la determinación de los
fenómenos psíquicos es posible contribuir eficazmente al incremento de la libertad en
los pacientes y con ello al fortalecimiento de una vida personal responsable y ética.
Pero concedo que, considerando las circunstancias, csta paradoja exige una explica-
ción.

2.2 La paradoja

Partamos aceptando que en la obra de F,'reud existen elementos para postular una
lectura determinista, según la cual los fenómcnos psíquicos no son azarosos ni arbitra-
rios y están regidos por leyes mentales y por condiciones antecedentes tan estrictas, que
los seres humanos son sujetos pasivos a merced de fuerzas que operan en ellos. Claro
que para ser rigurosos y justos con el texto freudiano original, habría que agregar que
actualmente se aC(;pta que la traducción oficial al inglés, conocida como la Standard
Editioll, enfatizó una lectura mecanicista de Freud. Para complicar aún más las cosas,
es necesario reconocer que la dificultad en la lectura de Freud también reside en el
hecho de que el pensamiento de Freud no es estático, sino que evolucionó a través de su
obra. Freud desarrolló varios modelos de la mente durante el curso de su carrera
intelectual, y los modelos diversos sugieren puntos de vista cambiantes sobre el asunto
del determinismo (20).
En segundo lugar. es necesario constatar que, en comparación con la polémica
causada por el supuesto determinismo freudiano, es sorprendente comprobar cuán poco
se ocupó Freud del asunto dentro del conjunto de su inmensa obra. En los veintitrés
tomos de la Standard Editioll hay sólo ocho referencias al "determinismo", la mayoría
muy breves y, por cierto, ambiguas (Wallwork, op. cit., p. 64s.). Parte de la ambigüe-
dad reside en el hecho de que Freud no se preocupó de definir con claridad lo que
entendía por "determinismo psíquico" (psychischer DeterlllillislIlllS), "libertad psíquica"
(psychische Freiheit), y "libre albedrío" (fI'eier Wille). Por lo demás, esto apenas podría
ser motivo de crítica, pues nada estuvo más ajeno ele las intenciones intelectuales de
Freud que formular una doctrina de la naturaleza humana o una teoría de la causalidad
humana al modo como suelen hacerlo los filósofos.

(19) La incvitable influcncia dc Freud en la formación del pensamicnto sociológico dc la modernidad


tardía puedc aprcciarsc a través de obras como las dc JOl((;¡' LAR[(AiN, Ideo!ogy & Cl/!/l/ro! IdellTi/y
(Cambridge: Polity Prcss. 1994), A. El.1.l0T & S FIWSII. Psrc!/lJillw!rsis ill COIITex/s. Pu/!Js beTlreell
TI/eory ulld M(idem Cl/!/l/re (London: Routlcdgc. 1995) y AI'o:TIIO~Y GIIlIH'i'S. Model'llidud e Idell-
Tidud de! Yo tHaredona: Península. 1995).
(20) Esta multiplicidad de modelos de la mente se correspondc con las diversas influcneias intelectuales
que recibió en su ctapa formativa. Junto al mecanicismo dc Helmholtz, que lo accrcó al positivismo.
su pensamientll ticnc una fuerte impronta humanista dcrivada de los cursos de filosfía con Brentano.
macstro dc Husserl. y de sus lecturas de la Hiblia. de los dramaturgos griegos. de Shakespeare y dc
autores oe la tradición filosófica y romántica alemana como Kant. Larnarck. Goethe. Hegel y
Schelling. Por otra parte, Freud fue conscicnte del carácter provisorio de sus hipótesis científicas y
estuvo sicmprc dispucsto a corregirlas a la luz de nuevas evidencias clínicas.
12 JUAN PABLO JIIVILNLZ

El problema interpretativo surge ue la constatación ue que, al contrario, Freuu sí


se refirió explícitamente, y en múltiples lugares, a que una ue las principales metas uel
psicoanálisis es aumentar y mantcner la "Iibertau", la "autonomía" y la "iniciativa" uel
paciente; a que el psicoanálisis busca "liberar" al paciente de las "cauenas" intra-
psíquicas, buscanuo así aumentar su "autocontrol" y uar "al yo del enfermo la libcrtau
para decidir en uno u otro sentido" ([ 1923bj BN 7: 2722, n. 1). De este modo, la capaci-
dau de deliberar, el autocontrol y el poder de eleccil)[] de la voluntau pasan a ser
indicios de un yo maduro y sano.
Estamos entonces frente a una paradoja, si es que no frente a una incollsistencia
pues, si pensamos que para Freud toda conducta está totalmente causada de un modo tal
que se excluye la libertad de elección y por ende la responsabilidad moral, habría que
explicar su afirmación simultánea ue que el objetivo de la cura psicoanalítica es aumen-
tar la libertad en la vida del paciente.
La aclaración de esta contradicción pasa por un ejercicio hermcnéutico, aplicado
esta vez a la obra misma de Freud. En general, las críticas católicas a Freuu y al
psicoanálisis descuidan el principio básico dc la exégesis que dice quc primcro dcbe-
mos aclarar el sentido intentado por un texto y sólo después abocamos al esfuer/.o de
entender mejor que el autor el objeto que el texto en cuestión busca inteligir. Al
respecto, pienso que la crítica teol¡)gica predominante no se ha dado cl trabajo de
conocer a Freuu en la profundidad necesaria para despejar los malentendidos.
En este sentido, creo quc la diferencia crucial uel psicoanálisis con la teología
cat¡)lica no está tanto en la supuesta negación por parte de Fn:uu de la libertad de
elección (libertas arbitriij -sustento ue la responsabilidau moral-, como en la uistinta
manera de concebir lo que los tomistas llamaron "libertad de perfección" (libertils
pCljectionis) (21 J. Mifsud alude a esta diciendo que "la libertad de elección no lo cs
todo, ya que más importante aún es elegir bien" (oJ!. cit., p. 127) (22). Pienso que el
psicoanálisis tiene algo que uecir acerca ue los procesos que conducen a una buena
elección, es decir, a una elección liberauora.

2.3 Determinismo psíquico e intencionillidilt!

No es difícil mostrar que para Freuu el determinismo psíquico sólo significa que
los fenómenos mentales son causados, es decir, que no surgen sin existir alguna razón,
que no son arbitrarios. Es de perogrullo afirmar que la psicología se constituye como
ciencia sólo en la meuida en que postule que la mente es inteligihle. Ahora bien, las
causas mentales no son más que motivos, o razones, que postulamos como explicación
de nuestras acciones o ue la conuucta de los demás. El ueterminismo del que se habla
es así psíquico, porque las causas no se conciben como fuerzas meramente externas, o
como físicas o biológicas, sino al modo ue proccsos personales e inconscicntes que

(2 t) RE:"'" S¡Vl0N. Moro/e. Paris: Heauehesne el ses fils (1961). pp. -I2ss.
(22) "La auténtiea libertad humana no consiste tanto en la posibilidad de elegir. cuanto en elegir lo que
corresponde a un ('re('illlieulo I'erdudero de /u per.wl/u. de acuerdo a sus potencialidades y su
irrepetiblc vocación". G. Piana. "Libertad y responsabilidad". En COVII'A(;:\O:\1 y cols. NI/elll Dic-
(,/ol/ur/o de Te%gru Mo/'(/!. Madrid: Paulinas. (1902) p. I06~ (la cursiva es mía).
DETU<MINISMO. EIBII<T¡\IJ Y I<ESI'ONSABIEIlJA!J I:N FREUD

tienen un efecto sobre la conducta mani fiesta. Pero. y esto es lo más importante, estas
causas son susceptibles de ser influidas y modificadas a su vez por procesos psicológi-
cos. Si esto no fuera así, se desplomaría la tesis de que los conflictos inconscientes se
reactivan en la transferencia con el analista y se modifican a través de la interpretación,
y quedaría sin fundamento teórico la evidencia empírica. actualmente disponible. de la
eficacia de la terapia psicoanalítica.
Para Freud. las "rarones" de la conducta son entendidas dentro del marco de los
motivos conscientes e inconscientes, donde lo más relevante son las rarones incons-
cicntes reprimidas porque. a diferencia de las conscientes. estas impulsan a ohrar a las
personas muchas veces en contra de sus intenciones manifiestas (23). Pues uno de los
hechos más c\identes en la clínica es que la conducta humana está .Iof¡redefer/llilludu.
esto es. que en la produccilín de la conducta concurren y compiten múltiples raro-
nes (24). Entonces. estamos permanentemente. con o sin conciencia de ello, eligiendo
entre opciones. grati ficando unos deseos sobre otros. Todo esto apunta a concebir
nuestro yo, el núcleo de nosotros mismos. como una instancia en permanente construc-
ción. en tensión constantc entre los deseos y necesidades que surgen desde la profundi-
dad de nuestro propio ser corpóreo. por un lado. y las exigencias y restricciones de la
realidad externa y del mundo valórico interno. reflejo de nuestra socialiración tempra-
na. por el otro.
Muy tempranamente. Freud descubrió que los motivos inconscientes pierden par-
te de su eficacia motivacional cuando son llevados a la conciencia, cuando el paciente
se pcrcata de ellos y los acepta como propios. De fuerras ciegas pasan a ser ahora
motivos "raronables" que podrán ser sopesados y evaluados cognitivamente.
La primera parte de la obra freudiana estuvo dedicada a demostrar que algunos
tipos particulares de conducta. como los sueijos. las ocurrencias (asociaciones "libres"),
los síntomas neuróticos, los !UpSlIS !illgllue y actos fallidos. no ocurren accidental o for-
tuitamente, como se pensaba habitualmente. sino que son regidos por motivos incons-
cientes reprimidos. Oc este modo. la afirmación de Freud de que "el investigador
psicoanalítico sc caracteriza por una estricta fe en el determinismo de la vida psíquica".
se continúa así: "para él no hay nada pequeño, nada arbitrario ni casual en las manifes-
taciones psíquicas: espera hallar siempre una motivacilln suficiente hasta en aquellos
casos en que no se suele sospechar ni inquirir la existencia de la misma" (i 1910a] BN 5:
1552). Aijos antes. rindiendo tributo a su maestro de filoso/'ía Franr. Brentano. quien
postulaba la intencionalidad de los actos psíquicos, Freud había afirmado: "Si acepta-
mos la opinión de que una parte de nuestro funcionamiento psíquico no puede ser
explicada por ideus illfcllciolludas (Zie!\,orsfclIlIlIgclI), no estamos apreciando la magni-

(2:1) Estoy consci~nte de estar lomando partido en la polémica en torno a razones y causas. en el sentido
de qu~ los motil'os (\ ra/ones son el aspecto 'interno' del causar cuyo agente es el ser humano, Para
una discusión a fondo d~ esta diqinci[ín puede verse a D, [);\VlllS():S 119RO) Lss<I\'s IIU Al'f/llus <lud
Ll'('uIs, (hford: (hford Uni\', Press: C,II<I () STI<I':Slill< 11991) 131'11['1'1'11Hemleu(,IIIÍ<' <lud Seleuce,
"Iu LIS"" IIU l!le L/"slelllll/lIgr lit I'src/"''''liI/r,II.\', Madison. Connecticut: Inl. Uni\' Press: MAI<CL,\
C\ VI'! ,1 (199.') l/¡e /'.\'r<'1I(1<1I1I1/\'1/1' Mllld. Fmlll Frelld ro /'{¡ilos(l/l/n' Call1hridge ami Londun:
Harvard Uni\'ersity Press,
(24) "[f:1 psieoanalista! estú preparado para encontrar una 111(11/['<1,'1(111IIlIílll/,le del mislllo efecto psíqui-
co, mi~ntras qUL' lluestra Ill'cesic1ad c<lus;¡] se declara satiskeha con una única causa psíquica"'
[190')a] BN'i: l'i'i~.
14 JUAN PAlJLO .IIMENEZ

tud de la determinación en la vida mental" ([19()lbl GW 4: 268; BN 3: 9()6'; la cursiva


es mía). La diferencia entre psicoanálisis y fenomenología -recuérdesc que Husserl
también fue discípulo de Brentano-, radica cn que cl primero extiende radicalmente la
intencionalidad, más allá de la conciencia, hacia todos los fenómenos mentales, lo cual
exige el postulado de una región sl:parada de la conciencia, que Frl:ud llamó "lo incons-
cicnte" (Das UnheH'lIjite).
El postulado de lo inconscientc l:n la vida mental tienl: consl:cul:ncias importan-
tes. Cualquier psicoanalista puede comprobar quc gran parte de nUl:stra toma de deci-
siones racional ocurrl: inconscil:ntl:mentl: (en una región cercana a la concicncia que
Frcud llamó "prl:consciente"), de modo que, en cil:rto sl:ntido y siemprl: que los proce-
sos dc toma de decisión no sean interferidos por la neurosis, los actos voluntarios se
prolongan en la actividad mental del yo inconsciente. Las consecuencias para la doctri-
na de la responsabilidad moral sobre nuestros actos queda clara al considerar la siguien-
te cita de un lúcido psicoanalista actual: "Así como el hombre 'sabe' más de lo que
sabe, es decir, lo que proviene de sus recuerdos y pcnsamientos no reconocidos en el
interior de la conciencia, así también decide más de lo que él mismo se permite sabcr
que decidió" (25),
Con el postulado de la radical intencionalidad de la vida mental. Freud de ningún
modo está defendiendo un determinismo mctafísico o negando la libertad de elección
sino, simplemente, afirmando el carácter "significativo" o "propositivo" de cualquier
acto humano (26). Toda conducta es entonces, en principio, "interpretable" aun cuando
en la práctica terapéutica esto sea inalcanzablc e incluso innccesario. La experiencia
clínica muestra, sin embargo, que, si bien el postulado de la universalidad de la
causalidad psíquica es necesario, este no implica que los hechos psíquicos sean inevita-
bles, El yo, en sus aspectos conscientes e inconscientes, tiene a su disposición variadas
razones para optar entre una u otra conducta. Lo que sí es claro es que esta opción se
verá más restringida -y consecuentemente será menos libre- mientras más inconscien-
tes sean los motivos en cuestión, mientras más fuerte sea la represión que los aleja de la
conciencia, Esta situación se da, precisamente, en las neurosis y cn las demás condicio-
nes psicopatológicas.

2.4 El yo como usil!nto dI! /a lihl!rfad dI! i!ll!ccirJl1

Con la aparición en 1920 (27) de la llamada "segunda tópica" o "teoría estructu-


ral", que divide la mente en tres instancias, "ello" (Es), "yo" (¡ch) y "sullL'ryó"
(Übuich), Freud se aboca a mostrar c()mo el yo maduro adquiere un cierto nivel de
autonomía sobre los dictados de los motivos inconscientes que surgen del ello. Las

(25) L¡ ..l) R,\~(i1cIL "Th~ executi\c funl,tions of thc ego: An extcnsion of the cOllcept of ego aulonoll1) ",
"se 41: 1-.17 (1956).
(26) Con esto se tiende a borrar la distinción tontista entre "aclos del hOlllbre" y "aclOS hun¡anos". pucs
queda planteada la sospecha de qu~ Illuchos "aClus del hUlllbre" sun en su uri~en "al'lus hunlanos"
posteriormente suprimidos (k la conciencia. '-
(27) Según Strachey. en el conjunto de los trahajos teóricos (llIetapsicológicosl. iv/,is "I/,í de/I"'illcil';o
del l'lucn (19~()g) llIarca él cOlllicnzo de la fase final del desarrollo teórico de Frelld. l:en este
ensayo Frelld describe el carúcter plllsional de la "COlllplllsi<"1I1a la repctición" y aparece por prilllera
vcz la división entre Eros y plllsión de 1I1l1crle. distinción quc scrú llIás larde trabajada anlpli~lIl1ente
cn E/ro r el el/o (1l)~~bJ.
DETERMINISMO. I.IHERrAD y RI:SI'ONSABILlIlAIl EN FREUD 15

activiJades del yo no estún totalmente determinadas por el ello, pues el primero tiene a
su disposición energía propia (desexualizada °
neutral) que le permite ya sea decidir si
va a satisfacer los deseos no sublimados del ello, postergur esa satisfacción hasta en-
contrar circunstancias exteriores más favorables o, simplemente, suprilllir por completo
sus excitaciones. La capacidad de sublilllución de una persona madura consiste en el
poder de reorientar los deseos inaceptables del ello hacia metas compatibles con el
análisis' racional y valórico del yo (28). Esto es posible, ademús, por el car~ícter plástico
de las pulsiones.
Los procesos descritos implican la capacidad para "juzgar" que Freud define
como "la acción intclectual que decide (clItscheidet) la elección de la acción motora"
(lllJ2Shl BN 8: 2::186). Se trata de un proceso de autorrenexión o de reflexión de
segundo orden del yo. La autorrenexión personal es entonces el acto judicativo que
permite ir mús all~í de la mera sensación subjetiva de libertad, pues supone un trabajo
de pensamiento y de evaluación entre diferentes opciones, incluso hasta en contra de
los deseos más acordes con uno mismo, cuya satisfacción refuerza el scntimiento subje-
tivo de actuar "con libertad". El proceso de autorreflexión -a través de hacer consciente
lo que permanecía inconsciente-, ofrece así una "segunda oportunidad" para decidir,
esta vez con mayor libertad, aceptar o condenar lo que previamente había sido repuJia-
do de la conciencia.
La posición crítica de Freud frente al libre albedrío se puede resumir así: Por un
lado plantea que los sentimientos subjetivos de libertad son engañosos (de ahí las frases
que hablan de "Ia ilusión del libre albedrío") pero, por otro, afirma que el yo, asiento de
la libertad de elección, a su vez, estú condicionado por sus "servidumbres": las
pulsiones, las prohibiciones e ideales internos, y las restricciones propias de la realidad
externa, servidumbres que loman una forma particular y única, propia para cada indivi-
duo, a lo largo del desarrollo biográfico. No hay que olvidar que si bien Freud, como
pensador ilustrado tenía gran fe en el poder de la razón, denunció permanentemente la
omnipotencia de una razón que ignora sus condicionamientos. Desde un punto de vista
moral, esto significa que las opciones humanas no pueden ir más allá de las demandas
del yo, nadie puede saltar por encima de su propia sombra. Las elecciones están limita-
das por las propias prefercncias, por fuertes motivacioJH:s previas, por las pautas de
defcnsa que puedcn moldearse y modificarse, pero no suprimirse. Así, la moral implíci-
ta en el psicoanálisis adquiere un tinte fuertemente realista, realismo que a veces ha
sido calil'icado de utilitarista (29).

(2~) I'n csta prcscntacilJll u,,, el términu "yu" (¡,/¡) sin hacer la diferencia enlre el "yu" cumu instancia
psíquica de la teuría estructural u "segunda tlípiea" y el "sí JllislllLl" (u seU), términu que designa las
signifieaciunes persunales subjctivas ligadas a la experiencia propia dd individuu. cspccialmente en
rdación eun su prupia unidad curpural y la eUlllunicación cun el utro. En un senlidu. entonees. el "sí
mismu" incluye al cllu. al yu y al superyó. El valur reflexivu persunal de esta nución enlra princi-
palmenle en la descripción clínica dc lus síntumas: hace pues referencia a estados uriginales y
singulares de lo vivido. La filusufía. y en particular la fenomenolugía. han dado un fundamento al sí
Inismo. dentro de una teoría de la subjetividad y de la intcrsubjelividad. En el an,ilisis existencial. el
sí mismo responde a la funcilÍn privilegiada de la verdad del propiu ser en su caráetcr inalicnahle.
(29) T().'" MIf·Slll. 01'. cit. p. 90: "La persona madura. scgún Freud. ha de ver racionalmente. cumu
tamhién aceptar conscientemente. que ciertas nurmas morales ~como por ejemplo. el "no matarüs"-.
nu han sidu creadas para oprimirle sinu para servir a sus propios intereses individuales (una moral
utilitarista). Estas nunllas morales [".] penllilen una conviv<:ncia [ ... ] social basada <:n una moral
racional." p. 92: "La moral propuesIa [por el psicoanülisisl se rige por el principio del placer con un
fuerte signo de utilitarismu". Esta última afirmación, inconsistente con la anterior. ignora que para
Freud la moralidad se asienta en el yo. en la tensión entre el principiu del placer y el principio de
realidad.
16 JUAN PABLO .I(MENEZ

En este punto reencontramos la paradoja de que la libre elección sólo es posible


en la medida en que la ralón reconozca y acepte los detenninantes no elegidos,
pulsionales y biográficos, de la conducta. Para quienes aún piensan que Freud Cue un
determinista metafísico, la siguiente cita puede servir de aclaración del"initiva:

"En este estado de cosas suele pasarse por alto un importantísimo punto: el de
que el conflicto patógeno de los neuróticos no debe confundirse con una lucha
normal entre tendencias anímicas que se hallan en un mismo terreno psicológico.
Es una lucha que se desarrolla entre fuerlas que han llegado, unas, a la fase de lo
[... ] consciente, y otras que han sido retenidas en el nivel de lo inconsciente. Por
eso el conrIicto no puede ser lanjado; los adversarios se aproximan tan poco entre
ellos como en el conocido ejemplo del oso polar y la ballena. Sólo pI/ce/e
alcan::,arse l/na \'erdadera decisión cllwldo wnl)()s sc CnCI/CII/I'ilI1 ell el lllislllo
terreno. Hacer csto f!osihle es, a lIli jllicio, la LÍnicu tarco de la tcrupia" (11l) 16-
1917] BN 6: 2:\92; SA 1: 417; la cursiva es mía).

Antes de pasar a considerar las consecuencias de esta concepción sobrc el asunto


de la responsabilidad moral, habría que ubicar, someramente, la idea freudiana de
libertad dentro del marco de la tradición filosófica occidental. El lector informado ya
habrá descubierto que la posición freudiana se encuentra a medio camino entre el
empirismo hobbesiano, con su criterio utilitario de la libertad como ausencia de cocr-
ción externa para la realilación de los deseos, y la concepción kantiana de la libertad
como autonomía moral absoluta. En contra de la tradición inglesa, Freud se sitúa junto
a Kant con la idea dc que las pasiones también pueden eselavizar al yo. Al mismo
tiempo, se distancia de Kant al plantear dc que su empeño por separar la ralón práctica
del yo empírico como un requisito de la moralidad es psicológicamente imposible y,
como actitud frente a la sensualidad, moralmente contraproducente.
En contra de la ilusión de una moral basada en un yo totalmcntc racional que sc
rija a sí mismo con total independencia de las inclinaciones desidcrativas de la sensibi-
lidad, y que actúe guiado por lo que Kant llamó la "voluntad santa" motivada nada más
que por el respeto al debcr, Freud tiene fuertes palabras, siempre basadas en la expe-
riencia clínica:

"La conciencia moral (CeH'issfll) 1 ... 1 se comporta tanto más severa y descon-
fiadamentc cuanto más virtuosa sea la persona, de modo que, al final de cuentas,
quienes más lejos han llcvado la santidad (Heiligkeit) son los que se reprochan de
la peor pecaminosidacl. La virtud pierde así una parte de la recompensa que se le
prometiera; el yo sumiso y austero no gOla de la confianla de su mentor [la
conciencia moral] y se csCuerza, al parecer en vano, por ganarla. [... 1 y si los sall-
tos se aCI/S({/1 de pccadores, no lo hoccII sill ru::,ón, tCllicndo ell CI/cnli/ los tClllo-
ciones de .l'LIlisjácciáll Imlsionol o ql/c eSlán n/mcslos en grudo porliclIlar, pIlCS,
COIllO se sahe, la le//loción 110 hacc sillo Olllncnlllr cn intcnsidad hajo COIIstl/llles
privl/cioncs" ([1930ajSA 9: 252; BN S: 3055; la cursiva es mía) (30).

(3ü) Esta cita es toda una invitación a estudiar psicobiográricamcnte las "vidas ejelllplares". El jesuita y
psicoanalista W.W. Meissner ha tomado la delantera con su libro Igl/I/Iius o/Loyo!l/. lhe
Psyclw!ogy orl/ SI/inl (New Haven allll London: Yak University Press, ILJLJ~). Recientelllellte apa-
reció una novela corta. VIlII Brtl'is. 1.11I'IInll de norill Flllilill 11 A/lrelio Ag/lSIIII. del autor noruego
Jostein Gaarder (Madrid: Siruela. ILJLJ7) quien. desde ese género literario. se aboca a una crítica de
la moral sexual agustiniana.
DETERMINISMO. IIHI.RTi\1J Y RESI'ONSMlILlLJi\D EN FRLUD 17

Pero, la ilusión de omnipotencia de una razón práctica que no considera las


inclinaciones pulsionales en el proceso de elección moral puede tener consecuencias
trágicas. En esle resrecto, Freud hilO un descubrimiento clínico revolucionario -que
debiera tener consecuencias importantes para la teología moral y, en especial, para la
rráetica del sacramento de la renitencia y de la consejería esriritual-, al llegar a la
convicción de que un fuerte sentimiento de culrabilidad inconsciente ruede inducir a
personas altamente morales a cometer actos inmorales (hasta criminales) obedeciendo a
la necesidad de castigarse rOl' sus malos pensamientos (31). Lo revolucionario del
descubrimiento freudiano es que, en este caso, la culpa no es el erecto de un acto
inmoral, sino su causa (32).
El proceso, que se da en la cura analítica exitosa, según el cual la persona va
reconociendo los impulsos, deseos, pensamientos y afectos reprimidos como rroplOS,
nos lleva finalmente a considerar el asunto de la responsabilidad moral.

3. RESPONSABILIDAD MORAL

3. I Lu respol/sulJilidad por (os uctos propios

Es bien sabido que el psicoanálisis restringe el ámbito de la responsabilidad


moral al describir convincentemente los obstáculos que una psieopatología grave impo-
ne a la libertad de elección y, con ello, al acto de discernimiento moral. Neurosis
obsesivo compulsivas severas, y otros cuadros graves, como perversiones y psicosis,
ciertamente son condiciones exculpatorias que restan imputabilidad a una conducta
determinada. Incluso en personas relativamente maduras, la responsabilidad moral se
verá disminuida en aquellas áreas donde el comportamiento estt: fuertemente influido
por moti vaciones inconscientes.
Es menos conocido, sin embargo, que por otro lado el psicoanálisis expande el
reino de la responsabilidad moral. Con la ampliación de la vida mental hacia las raíces
inconscientes de la voluntad, Freud modifica lo que los moralistas clásicos llamaron la
"naturaleza [consciente] del acto responsable", llevándola, precisamante, más allá de la
conciencia.
En 1925, a propósito del estudio de los sueños de contenido inmoral, Freud se
pregunta si es preciso asumir la responsabilidad por el contenido de los propios sueños.
Luego de advertir en contra de entender los sueños literalmente y desput:s de exigir que
sean sometidos al ejercicio de la interpretación, conduce el problema hacia la responsa-
bilidad por lo reprimido de nuestra vida mental, afirmando sin vacilación que "desde
luego es preciso usumir lu respol/sabilidad de los impulsos 1I1i1{vudos de I/uestros
SUCllos. ¿Qut: otra cosa podría hacerse con ellos'! Si el contenido onírico -correctamen-
te eOl11prendido- no ha sido inspirado por espíritus extraños, entonces no puede sino ser

(31) Para Martin Huber. teología y psiL'oanúlisis se enL'uenlran en la transieilÍn del sentimiento de culpa a
la culpa real (citado por Thol\lü y Küehele. 01'. ,·íl. TOlllO 11. p. 540). Karl Rahner también toca el
lema en su ensayo "Culpa y perdlÍn de la culpa como región fronteriza l'ntre la teología y la
psieolerapia" (/:'scrí/Os de Teologru. Tomo Il. Madrid: Taurus. 1961. pp. 275-2(3).
(32) Uno de los ensayos freudianos lleva precisamenle el lítulo de Los delíllcllellles 1'01' selllÍlliÍell/O de
cIIII'(/ (1916dl.
18 JUAN l'/vllLO JIMLNIJ

una parte de mi propio ser. Si pretendo clasificar, de acuerdo con cúnones socia!cs, en
huenas y malas las tendencias que en mí se encuentran, entonces deho asumir la respon-
sahilidad por amhas categorías y si, defendiéndome, digo que cuanto en mí es descono-
cido, inconsciente y reprimido no pertenece a mi propio ser, entonces me coloco fuera
del terreno psicoanalítico y no aceplo sus revelaciones y probablemente tampoco sacaré
mayor provecho de las críticas de mis semejantes, de las perturhaciones de mi conducta
y de la confusión de mis sentimientos si no he de experimentar que esto, negado por mí,
no sólo 'está' en mí, sino que tamhién 'actúa' ocasionalmente desde mi interior"
(11925iJ ew 1: 567; BN 8: 28l)4: la cursiva es mía).
Sin emhargo, desde l'l punto de vista de la estructura de la mente (es decir,
metapsicológicamente hahlando), continúa Freud, "lo reprimido, lo malvado, no perte-
nece a mi yo -siempre que yo sea un ser moralmente intachable-, sino a mi ello, so!Jre
el cual cahalga el yo. Pero este yo se ha desarrollado a partir del ello; forma una unidad
hiológica con el mismo; no es más que una parte periférica, especialmente modificada,
de aquel: está [parcialmente[ subordinado a sus influencias. [...[ P~u'acualquier finalidad
vital sería vano tratar de separar el yo del ello" ([ llJ25ij BN 8: 2894; la cursiva es mía).
Esta concepción arroja sombras de sospecha sobre d uso pastoral de la teología
dd mal y del Demonio. El recurso a la tentación exlerna puede aparecer aquí como la
coartada del narcisismo y de la vanidad moral en su intento de desdeñar lo malo que
hay en mí. Más tarde, en El lIIa/e.l/ar en /a cullllm (1l)30), Freud dirá: "La verdad ocul-
ta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado, es la de que el hombre no es esa
criatura tierna y necesitada de amor, del que decimos que se defiende cuando se le
ataca, sino un ser que, por el contrario, tiene que eonlar entre sus realidades pulsiona!cs
una buena suma de agresividad. [... [ En efecto, el hombre se ve tentado a satisfacer su
necesidad de agresión contra el prójimo, a aprovecharse de su trabajo sin suficiente
compensación, a utilizarlo sexual mente sin su consentimienlo, a apropiarse de sus bie-
nes, a humillarlo, a infligirle sufrimientos, a martirizarlo, y matarlo. HOlllo /¡olllini
lupus" el 1930'1] BN 8: 3046 )(33).
Pero, más revolucionarias me parecen las consecuencias de esta concepción am-
pliada de la responsabilidad moral sobre la doctrina de la primacía de la conciencia en
el juicio moral. Desde luego -yen esto Freud concuerda con la doctrina moral clásica-
somos responsables de las acciones. presentes o pasadas, que han sido intentadas cons-
cientemente (conciencia "anteceden le" y conciencia "consiguiente" de los moralis-
tas) (34) salvo, como dijimos, que la conciencia mural esté o haya estado "corrompida"
por una enfermedad mental grave.

(3) Un optimismo negador del plllencial autodeslructivo lié la humanidad es ilusorio. Esta crítica ha
sido hecha al documento len/o 1I¡J1/"lIio ""I'ell/ellle (IO.II.I'J'J4¡ de .luan Pablo 11: "[1:1 Papal ex-
horta a la Iglésia Católica Romana a pmfundilar cn la re- en Dios Padre. liljo) bpírilu SatllO para
así llégar a ser testi~os IH,is libres dcl E\an~e1io en el llHllHenlo dc la transición al ter"er milénio
Tambic'n habla dc 1,; necesidad del arrepenti;lliento. Sin embargo, sus consideraciones son tan poc,;
convincentes porque el tolo no dicc una sola palabra sobre la amenaza a los fundamentos de la vida
y sobre la responsabilidad frcnte a las futuras generaciones. l." \"/l1cml"I"I"d de /" 11"l1lUllld"d.
Jluís "/ÍI1. el riesgll de 1" "111I1dCSII'II''<'1')11."/ÍII 1111 Ilegll 11 lel1l1l1i:llrse ell 111Iglcsill CIIl,íliclI /(III1IUIIII.
y hay que preguntarse si las festi\idades propuestas en el escrito papal son algo mús que un tipo de
exorcismo al servicio de liberar al curso actual de cosas de las dudas que lo corroen". Ln:..·\S
VtsUtl·1{, "Z\\'ei .Iahnausend\\'endcn" En: Carmen Krieg. Thomas Kucharz & f\liroslav Volf I Ecls.)
Die TiJelllllg/e 1111/ dell1 W"g il1 dlls drille ./III/I'IIIIISel1d FeslsC!lrijl ji/r ./iirgel1 Mil f¡, 11U1
111 :111/1 7IJ.
Gebllrslllg. Glitersloh: Chr. Kaiser I GÜlerslohl'r Verlaghaus. (1 'J')6) 1'.75. (La cursiva es mía).
(34) Véase de .Ios( RO\1A, FI ]('11,\ A'I)]{ls. lelllllgill Il1l1r"/./I/I1<!UlI/"IIIII/. !\'ladrid: Biblioteca de aUlo-
res cristianos (1'J'J4) pp. 2(,')-27'J.
DETERMINISMO. LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD EN ¡R[UD 10

Claro que de acucrdo con las "rcvelaciones" del psicoanálisis podríamos objetar
que en una acción voluntaria sicmpre es posible dcscubrir elemcntos inconscientes, lo
cual daría tintes variables de no imputabilidad a nuestra conducta, A pesar de ello,
Freud pensaba, de acuerdo con la tradición moral, que "para la exigencia práctiea de
juzgar el carácter I ético] de una persona, la mayoría de las veces bastan los hechos y las
opiniones que se expresan conscientementc" (1 1900a] SA 2: 587; BN 2: 720). Con todo,
no es infrecuentl' que en terapia psieoanalítica nos encontremos con una sucrte de
responsabilidad retros/JectivCl a propósito de los procesos de recordar y de toma de
concieneia propios del tratamiento. Así, la investigación psicoanalítica deja en eviden-
cia que aquella conducta, aparentemente producto de un acto involuntario, fue, en
realidad. una acción elegida conscientemcnte y con posterioridad suprimida de la con-
ciencia (35).
Pero, como bien lo plantea Wallwork, cl asunto va más allá. pues. "si, al actuar
con una intención consciente hago algo dañino que deseé inconscientemcnte, aun sin
percatarme de ello. para Freud soy igualmente responsahle. Es decir, merczco cierto
grado de desaprohación. [... 1 La responsabilidad por actos perjudiciales inconscientcs se
justifica, porque tal conducta procedió de mí y no de alguna fuerza extraña" (ojJ. cit.
1(6). Este es un corolario de la ampliación radical de la intencionalidad de la mente: es
el fundamento del arrepcntimiento sincero y la prueha de que una moral conformada
psicoanalíticamente no es una moral "suhjetiva". que dependa de la mera conciencia
superyoica de culpa. Al contrario, la afirmación de la responsahilidad por los impulsos
destructivos inconscientes en uno mismo, en última instancia apunta hacia una moral
yoiea, fundada en la consideración "objetiva" dc la realidad.
La misma argumentacion anterior nos lleva a aceptar la responsahilidad 1'11

prospectivCl por nuestros actos. Esta responsabilidad a futuro implica la responsabilidad


por el propio carácter, pero tamhién va más allá, hasta el reconocimiento de que no hay
ninguna razón para que cn el futuro no sigamos haciendo "cl mal que detestamos", para
usar las palabras dcl apóstol (Rom 7. 14). En terapia, a menudo nos vemos mostrando
al paciente cómo evita asumir la responsahilidad sobre aclos propios motivados incons-
cientemente, con la intención de moverlo a colahorar con la exploración (y aceptacilín)
del inconscienle propio, De este modo, implícitamente le estamos indicando que, hasla
cierto punto, está en sus manos el evitar daños fUlUros a sí mismo y a las personas que
ama.
El texto freudiano, por lo común, evita lérminos como "culpahle", "culpabilidad"
y "moralmente culpable". Y esto por el conocimiento derivado de la clínica de que la
conciencia moral superyoica no discrimina entre un dcsco o la intención de hacer algo.
y un acto efectivamente realizado. A la hora de juzgar "la significación étiea de los
deseos reprimidos", Freud recomienda distinguir entre "acciones" y simples "impulsos
[... ] quc son suprimidos por acción de las fuerzas reales de la vida anímica antes de que
puedan convertirse en actos" ([ 1900a] SA 2: 588; UN 2: 720). Precisamente, si le atri-
huimos al yo un margen de lihertad frente a los deseos quc surgen del ello. debcmos

(.1)) En Mú.l' u//ú de/ biclI r de/lllu/, Nietzsche lo plantea así' '''Lo hice', diee ,ni l1lel1loria. 'No puedo
haberlo heelll)·. diee l1li orgullo, il1lplacable. Finall1lcnte. cede l1li nlcnllll'ia." (cit. por Thol1l" )
¡<"chele. (1/', ,'/1. p, 127),
20 .lUAN PABLU .IIMLNLZ

otorgarle también el beneficio de la tolcrancia por impulsos que son tramitados sin que
alcancen a pasar al acto (36). Por lo demás, esta es la única manera de distinguir entre
la culpa irracional y el remordimiento realista. La culpa irracional conduce al
autocastigo indiscriminado, el cual, como vimos, se transforma a su ve! en potente
motivaeión para cometer actos dignos de castigo, refor!ándose así el círculo vicioso de
la culpa persecutoria (37)
A lo largo del proceso de autorrel'lexión progresiva que supone la cura
psicoanalítica, observamos que el mismísimo acto de asumir la rcsponsabilidad por los
impulsos inconscientes y por las aeciones pasadas y futuras que emanan de nosotros
mismos, constituye una suerte de expiación simbólica y restauradora. Sólo entonces
surgirán, naturalmente, los deseos de reparar en la realidad -esto es, en el mundo, en
los otros y en uno mismo- el daño producido. Este proceso ha sido descrito por
Melanie Klein eomo uno de los logros madurativos de lo que ella llamó la "posición
depresiva" (38). De este modo, frente al mal inevitable que nos habita, no basta una
"moral de evitación": se debe apuntar hacia una "ética de reparación" (3\»).

3.2 Razón y pmión: La metáfim./ de/jinete y el caballo

Espero que haya quedauo claro que la concepción psicoanalítica de la responsabi-


lidad, que alienta el reconocimiento ue los motivos inconscientes que operan dentro de
nosotros, no da lugar a un relativismo moral. Por el contrario, Freud extiende la respon-
sabilidad por nuestros actos m~ís allá de los límites que coloca la tradición ética occi-
dental. Sin embargo. tampoco favorece un moralismo que alimente una actitud escrupu-
losa y de autocondena indiscriminada (40). La adquisición de la libertad psicoanalítica

(36) Aun cuando la doctrina tradicional de la primacía de la conciencia nos exculpa de deseos innl()raks
inconscientes. el catecismo nos ensefló de los pecados de "pensamiento". junto a los de "palahra.
obra. acción u omisión".
(37) En estc punto hahría que preguntarse cuün Illügica. kgalista y tahuistiea -en palahras de Karl
Rahner- (Karl Rahner. "Probkmas de la eonfesión". EIl Lscrilos de rtolog(u 11. Madrid Taurus
(1961). pp. 219-236). sigue siendo la prüctica de la confesión en la Igksia Catúlica. Ya ell 1'161
Rahncr denunciú que las tel1lkncias múgico-kgalistas cn la prúctica de la confesión "se fundall en
que un pensar infantil y simpk no mide con elaridad suficiente la diferencia entrc la funl!;¡mcntal
realizaciún nlOral pcrsonal y su ohjelivaciún exterior. y ven a Dios como un ser espccial antc el que
uno puede asegurarse y protegerse" (o!'. ,·il .. p. 22.'). Mús adelante. Rahner advierte que "si somos
meros autúmatas de la absoluciún. si no tornamos a la perSllna en serio y no k dejarnos hablar. si no
le obligamos a tOlllarse a sí 11Iisma y a Dios en serio. si no la ayudamos a encontrarse a si Illisllla.
taks personas verún que el psicoterapeuta ks torna mús en serio e irün a él" (p. 235). Ciertall\ente.
tal prüetica se alimenta desde un moralismo superyoico y persecutorio. y aparentemente no le hace
nillgún favor a la rcligiúll catúlica Ili tampoco contribuye a la salud mental. Pero. si a pesar de lodo
este estado de cosas se mantiene, deberíamos pregulltarnos si tal tipo de pr,íetiea no estü Inüs bien al
servicio de alimentar en los lieles un estado de dependencia y sometimiento infalltiles a la autoridad.
(38) Véase de HAi'r-.A SHiAI.. IlIlrud",úiÍlI u lu o/Jru de kltlUllíc Kltíll. Barcelona & Bucnos Aires:
Paidós (1982). En especial los capítulos V y VII.
(39) RICARDO CAI'P()"!. "Psicoanülisis y Modernidad". Tcologíu .\' Vid,/. 38 (19'17): 72.
(40) No se me eseapa que la concepción de la responsabilidad l!1oral que surge de la aplicaeión conse-
cuente de la idea del condicionamiento inconsciente de nuestros actos. pareciera conducir a una
situación paradójica: por una parte. el proceso de autorrelkxit')(J quc supone la cura psicoanalítiea
nos va hacicndo sentir responsables hasta de aqucllo que no sabemos de nosotros Inismus y. sil\\ul-
tüneul\\ente. nos va liberando del sentimiento de culpa que proviene de la interioril.acit'lll de las
norl\\as infantiles que constituyen los mandatos y prohibiciones superyoicas. Esta paradoja sc en-
DETERMINISMO. LIlJLIni\1J y RLSI'ONSABIIIIJAIJ IN "REUD 2I

es un proceso lento y grauual de autoconocimiento que permite un progresivo hacerse


cargo de los deseos e impulsos previamente reprimidos. proporcionando así un modo
único de acceso al mundo de las propias profundidades y, con ello, posibilitando un
mejor control sobrc nosotros mismos. La Ilamaua "primera tópica". quc se resume en e!
precepto terapéutico de "hacer consciente lo inconsciente". se completó posteriormente
con una "segunda tópica" que cristalizó en el precepto de en "donde estuvo el cllo debe
llegar a estar e! yo" (Wo Es \I'W', solllelI \I·erden). La cura analítica tiene por una de sus
metas que e! paciente adquiera "aque! incremento de libertad mental que uistingue a la
actividad mental consciente de la inconsciente" (11915al SA 11: 229; BN 5: 16(6). De
este modo, la moral superyoica debe dar paso a una ética de la autorreflexión asentada
en el yo.
La concepcil'll1 psicoanalítica de libertad combina entonces la aceptación de los
estratos profundos de uno mismo que no pueden eliminarse, con la autoguía activa del
yo (41 l. Esta manera de ver las cosas quedó plasmada en la reintrepretación freudiana
de la metcífora ecuestre platlínica. Para Platón (en Fedro), la psique es como un auriga
que controla y reina sobre los apetitos y pasiones. Para Freud, el yo es como "el jinete
que rige y refrena la fuerza de su cabalgadura, superior a la suya, con la diferencia de
que el jinete lleva esto a cabo con sus propias energías y. e! yo, con energías prestadas.
Pero así como e! jinete se ve obligado alguna vez a dejarse conducir adonde su cabalga-
dura quiere, también el yo se nos muestra forzado en ocasiones a transformar en acción
la voluntad del ello. como si fucra la suya propia" (11923bl fIN 8: 25). Con esta metáfo-
ra, Freud busca diferenciarse de una tradieiCll1 ética idealista (Platón) y racionalista
(Kant), que separara demasiado la raZlín de la pasión, dándole simultáneamente crédito
a la acción controladora del inteleeto. Con Platón, Freud da espacio a la actividad del
jinete que maneja las riendas cle su cabalgadura. Pero, en contra de él, denuncia la
ilusoria omnipotencia de una razón que pretende independizar totalmente el jinete del
caballo, condenándolo así a violentar la dirección de la carrera.
De este modo, Freud abre paso a una serena confianza en la acción de la razón. Al
finalizar su obra crítica a la religión, El f!orl'enir de unu ilusión, Freud afirma que "La

tiende si consideramos que la maduración acentúa la orientación hacia la realidad. en desmedro de


una vida centrada en la fantasía. pues el senlimienlo de culpa en líltima instancia nu es más que un
produetu imaginariu. La capacidad de aUlu~lnálisis. resultadu de la interiurización del trabaio
psicoanalítico. centra los procesos de discernimientu ético mucho menos en la "conciencia de
culpa" -conlo derivadu superyoico inconscientc. y que habitualmente demuestra ser una "falsa
conciencia"-. que en la cvaluación intersuhjcliva de los límites del propio deseo y el reconocimicn-
tu (cunscienté) dé! otro. En cste sentido. la conducta moral supone la superación de la conciencia de
culpa (supcryoica). Para la teología moral. esto implica una distinción entre culpa y pecado. pues
exisle culpa sin pecado. como en los eserupulosos y pecado sin culpa. como en Mt 25,44 "¿,Cuándo.
Sellor. te vimos con hamhre o con sed y no te asistimos"" Este es otro de los efectos del
"desccntramiel1lo" del sujeto producto de la cura analítica: al disminuir la megalomanía infantil. se
reduce la culpa persecutoria y aUlllenta la capacidad reparatoria y de expiación (culpa "depresiva").
El proceso de "recentralllienlo" yoico se convierte en una tarea intersubjetiva. centrada en la reali-
dad. es decir. en la vida. en la construcción de la historia y en la preocupación por el otro, tarea que
nunca termina dc completarse. Para Anna f'reud. la !lloral genuina empieza cuando "la crítica
intcrnalizada e incorporada como exigcncia del superyó coincide en el tcrreno del yo con la percep-
ción de la propia falta" (le"! ro y los /II~cillli.\·II/os"~ "~fi'lIsil. Buenos Aires: Paidós. pp. 111 s.).
(41) Una moral conformada psicoanalíticamenle debe eonsidcrar. además. cl problema del narcisismo,
del egoísmo, del amor a los demás. de la norma, del bien conllín, etc .. todos asuntos que escapan a
las posibilidades dc ser tratados aquí. Al respecto. puede consultarse la excelente lIbra de ERC;lsr
\VAII\\'(J!(K. LiI Liilil .l' ~/1'sico(///(ilisis. ya cilada.
22 JUAN I'A13l0 JIMlNEZ

voz del intelecto (/ntelfekt) es apagada, pero no descansa hasta haberse logrado hacerse
oír y siempre termina por conseguirlo, después de ser rechazada inmumerables y repeti-
das veces. Es este uno de los pocos puntos en los cuales podemos ser optimistas en
cuanto al porvenir [... J. El primado del intelecto está, desde luego, muy, pero muy
lejano, pero probablemente no en una lejanía sin fin, y ya que previsiblemente se !/(//Jrá
de II/orcorlos mismos ji'nes 1'11\'0 reuli:ación esperun IIstedes de .1'11 Dios -naturalmente
en una medida humana y hasta donde lo permita la realidad exterior, la Anonké- [esto
es], el ol1/or al prójimo y la disminllción del suji-imiento, nos permitimos decir que
nuestro antagonismo es s()lo 1)J'()visional y nada irreconcilio/Jle" ([ 1927cl SA 9: 186;
EN 8: 2290; la cursiva es mía) (42).

4. EPILOGO: EL PSICOANALISIS FRENTE A LA TEOLOGIA y A LA


PRAXIS MORAL CATOLICA

El médico psicoanalista y sacerdote jesuita William Meissner, uno de los estudio-


sos de la interfase entre psicoanálisis y teología. afirma quc una de las dificultacks más
prominentes en la integraci(¡n de ambas disciplinas la constituye la diferencia en la
concepción de la moralidad. Para Meissner "'hay una tendencia en la perspectiva n:li-
giosa de ver la conducta humana primariamente en términos morales. Esto significa que
para un pensador orientado religiosamente es relativamente difícil reconocer pensa-
mientos, emociones, acciones o conductas fuera de las categorías morales aceptadas.
Las preocupaciones religiosas subyacentes tienden a plantear en cada acción singular la
cuestión de la relevancia y el valor moral, a menudo en términos algo obsesivos. Así, la
mentalidad religiosa tiende a la hiperresponsabilidad, sea en el sentido positivo de
buscar el mérito o la gracia. sea en el sentido negativo de aceptar la crítica y la culpa
por una conducta significativa. Esta tendencia general a enfatizar la dinámica
superyoica es un corolario del énfasis [... 1 en la capacidad de autodeterminación, cen-
tral en la perspectiva religiosa (... 1. En psicoanálisis. esta tendencia ha sido contrapues-
ta con el argumento de que, (precisamente], los determinantes inconscientcs y
específicamente sus derivados pulsionales son significativamente responsables de esta
tendencia moralizante. (... 1 La persona religiosa a menudo ve implicaciones y conse-
cuencias morales donde un observador psicoanalítico no ve ninguna o. al menos, ningu-
na relevante. Así, por ejemplo, es muy difícil para una persona religiosa tolerar, o aun
reconocer, impulsos sexuales o agresivos sin movilizar inmediatamente la condena
superyoica. Pero, por otro lado. también es curioso que una de las dimensiones impor-
tantes de la tarea terapéutica psicoanalítica sea llevar al paciente a aceptar sus impulsos
y, gradualmente, a integrarlos y hacerse responsables de ellos. En ningún caso se habla
de una gratificación irrestricla de los impulsos instintivos. Más bien se trata de la

(42) Esta misteriosa afirmación freudiana. de corte casi esc~llológicll. y que parece homologar la razón
comll LO!ioS con la PI"Ii\'ideJll'lU cristiana (que actúa slfl/l'ir<'l" ilf I//odo. sedjiJrlil<'l" iJl re). puede en-
tenderse mejor a la luz de lu planteado por Güell: "La pregunta por la relación entre fe y moderni-
dad es puesta pllr la misma sllciedad moderna en su búsqueda por fundar su autonomía, no para
desalojar del todo a la fe y a la religión de sus fundamentos, sino mediante la afirmación de que su
fundamento religillso es m~ís puro y perfecto en términos de la misma tradicilÍn cristiana" (Pedro
Güell, "Religión y modernidad: Reflexiones desde la soeiolllgía de la cultura" en re%gru y Vidu .
.18 (t997): U),
DETER~IIt\ISMO. L1HIRTAIJ Y RISI'Ot\S,vIJILlIJM) Li\ FREUD

integraei(m de tales impulsos dentro del marco mús amplio del ejercicio razonahle,
realista y responsahle de las funciones del yo. Aquí nos encontramos con una paradoja
sustancial. El psicoanúlisis. que loma al determinismo como su punto de partida. en-
cuentra que su ohjetivo terapéutico es la expansión y consolidación de la lihertad y
responsahilidad humanas" (o¡J. cil., p. 215).

Obras de Freud citadas en el texto:

La mayoría de la veces cito de la edición de Biblioteca Nueva (BN), un par de veces de


Amorrortu Editores (AE). Cuando tengo discrepancias con el texto, doy mi propia traducción y la
cita correspondiente de alguna de las siguientes ediciones en alemán: Gesammelte Werke (GW)
o Studienaufgabe (SA).

[1900a] La interpretación de los sueños.


[1901 b] Psicopatologia de la vida cotidiana.
[1909a] Apreciaciones generales sobre el ataque histérico.
[1910a] Cinco conferencias sobre psicoanálisis.
[1915a] Puntualizaciones sobre el amor de transferencia.
[1916d] Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalitico.
[1916-1917] Conferencias de introducción al psicoanálisis.
[1919h] Lo ominoso.
l1920g] Más allá del principio del placer.
[1923b] El yo y el ello.
[1925h] La negación.
[1925i] Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto.
[1927a] Epilogo a ¿ Pueden los legos ejercer el análisis?
[1927c] El porvenir de una ilusión.
l1930a] El malestar en la cultura.
[1933aJ Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis

RESUMEN

El autor parte definiendo los alcances y los límites del diálogo entre teología y psicoanáli-
sis. El psicoanálisis es una ciencia y una práctica hermenéutica desde el punto de vista del
sujeto deseante. En el nivel epistemológico y axiológico, el diálogo entre teología y psicoanálisis
se ejercita a través de la mediación de la filosofía. En el nivel cotidiano, la crítica hermenéutica
psicoanalítica devela motivaciones inconscientes non sanctas en las conductas religiosas más
sublimes. Con todo, el autor plantea que la teología católica ha hecho históricamente una crítica
injustificada al determinismo de los procesos psíquícos que postula el psicoanálisis. Al contrario
de lo que se piensa, este postulado abre horizontes insospechados al ejercicio de la libertad
humana. El psicoanálisis de ningún modo cancela la libertad de elección, pero sí entra en
conflicto cuando se trata de definir la libertad de perfección. El postulado de la motivación
inconsciente del comportamiento humano marca límites a veces dramáticos a la vocación huma-
na de perfección. La concepción psicoanalítica de la libertad, asiento de la responsabilidad
moral, se sitúa a medio camino entre el utilitarismo y el idealismo ético. Finalmente, el autor
afirma que la crítica psicoanalítica tiene más repercusiones en el ejercicio de las prácticas
religiosas y en la praxis moral católica que en la elaboración teórica de la teología.
24 JUAN PABLO J!t\lENEZ

ABSTRACT

The author begins by delining the advances and limitations 01the dialogue that exists between
theology and psychoanalysis. Psychoanalysis is a science and a practice 01 hermeneutics, lrom the
point 01view 01the subject that desires or the 'desiring subject'. Atthe epistemological and axiological
levels, the dialogue between theology and psychoanalysis is carried out through mediation 01
philosophy. At the day to day level, hermeneutic psychoanalytical criticism uncovers unconscious
"non sanctas" motivations in the most sublime religious conducts. The author proposes that Catholic
theology has historically made an unjustilied criticism 01 the determinism 01 the psychic processes
postulated by psychoanalysis. Contrary to what is generally supposed, this proposal opens unsuspected
horizons lor the exercising 01 human will. In no way does psychoanalysis cancel the exercising 01 the
Iree will, although it does enter into conllict when dealing with the delinition 01 Ireedom 01 perlection.
The axiom 01 the unconscious motivation 01 human behavior marks limits which are sometimes
dramatic to the human vocation lor perlection. The psychoanalytic concept 01Ireedom, basis 01 moral
responsibility, is lound midway between utilitarism and ethical idealism. Finally, the author affirms
that psychoanalytical criticism has more repercussions in the exercise 01 religious practices and
Catholic moral praxis than in the teoretical elaboration 01 theology.

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