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Capítulo 5
Capítulo 5
Al hombre no le basta con formar parte de la realidad: necesita además saber que está en
un mundo y se pregunta inmediatamente cómo será ese mundo en el que no sólo habita sino
del que forma parte.
Podemos estudiar el mundo que nos rodea en distintos niveles, en función de su cercanía hacia
nosotros. Así, tenemos:
El ambiente social.
Los filósofos y los científicos se han planteado a lo largo de los siglos preguntas sobre el
universo que aún siguen abiertas. Son las preguntas cosmológicas, aquellas que intentan
desentrañar el qué, cómo y para qué del universo en su conjunto. El autor las simplifica en tres:
¿Qué es el universo?
Hay dos sentidos del término universo. Uno “heavy” que dice que es una totalidad nítidamente
perfilada y distinta al agregado de sus diferentes partes, acerca de la cual cabe plantearse
interrogantes específicos. Otro “light” que dice que universo no es más que el nombre que le
damos al conjunto o colección indeterminada de todo lo existente, de todas las cosas grandes
y pequeñas, una abreviatura sin ninguna entidad especial sobre la que podamos teorizar
aisladamente.
El primer sentido del universo es el que parece más intuitivo. ¿Cómo no puede haber un todo
definido en el que encuentren de un modo u otro su acomodo todas sus partes o ingredientes?
Claro está que nos encontramos con un problema, ¿el universo es finito o infinito? Si es infinito,
cómo puede abarcarlo todo sin dejar nada fuera, y si es finito ¿cómo podemos saber que es
sólo uno?
Es posible que tengamos tendencia a formular sobre lo inmenso preguntas que tienen sentido
a una escala más reducida... ¡y quizá sólo a esa escala! Por ejemplo, sabemos que una cosa
ocupa un lugar y por tanto podemos tener la tentación de preguntarnos ¿qué lugar ocupará
entonces el conjunto de todas las cosas?
Queremos ver a todos los objetos como formados por partes, integrados en otros objetos
mayores, y todos ellos en un objeto colosal, supercosa-universo, del que nos planteamos los
problemas sobre su finitez.
Tanto para el sentido heavy del universo, como para el sentido más ligero, nos podemos
preguntar si existe en el mismo algún tipo de orden que nuestra razón pueda comprender. El
universo puede ser tomado como “Cosmos”, lo bien organizado y dispuesto, o como el “Caos”,
lo sin forma y por siempre ininteligible. Aunque, ¿cómo podemos decir que el Caos no es
realmente el orden cósmico?
Tendríamos que intentar definir filosóficamente el concepto de orden. El orden es algo relativo.
Una mesa descuidada puede estar perfectamente ordenada para su dueño.
Casi estamos tentados de sugerir que la objetividad del orden cósmico se demuestra por la
validez de un mismo determinismo causal en todo lo que alcanzamos a conocer de él.
¿Podemos asegurar de que todo el universo está ordenado del mismo modo que la porción de
él en la que nos encontramos y que alcanzan nuestros medios de conocimientos? ¿No podría
ocurrir que el orden que comprobamos a nuestro alrededor es precisamente lo que nos ha
permitido existir, y que los demás ordenes o desórdenes posibles nos excluyen no sólo
intelectual sino también físicamente como especie?
Esta vinculación intrínseca entre nuestra forma de conocer y nuestra posibilidad de existir es lo
que ha llevado a formular el principio antrópico (el principio que apunta o se encamina al
hombre). Admite dos formulaciones: la primera dice “puesto que hay observadores en el
universo, éste debe poseer las propiedades que permiten la existencia de tales observadores”,
es decir, las regularidades causales que observamos en el universo tienen que estar ligadas a
nuestra propia aparición en él en tanto estudiosos de lo real. La segunda dice: “el universo debe
estar constituido de tal forma en sus leyes y en su organización que no podría dejar de producir
alguna vez un observador”. Es lo mismo que decir que el hombre es el fruto maduro que se ha
propuesto el universo. Podemos considerar esta segunda formulación altiva y poco modesta.
¿Cuál es el origen del universo?
Lo que queremos saber es a partir de qué ha llegado a ser lo que antes no era: buscamos ese
objeto o ser anterior sin cuya intervención nunca se hubiera dado lo que ahora tenemos ante
nosotros.
Damos por supuesto que todo debe tener una “razón suficiente” para llegar a existir (Leibnitz).
Ahora bien, si todo tiene su causa, ¿no debería también haber una Causa de Todo? Si suena
sensato preguntar el porqué de las cosas, ¿no será también sensato indagar el por qué conjunto
de la existencia universal de cosas? ¿por qué existe algo y no más bien nada?
Como las causas deben ser anteriores y distintas a sus efectos ¿cuál fue la Causa primera? ¿y
si siempre hubiera existido algo?
¿No será mejor que dejemos de hacernos tales preguntas o volvamos a los mitos para
responderlas poéticamente?
Comentario
En este capítulo se plantean una serie de preguntas de vital importancia, que tienen su esencia
en el origen y la naturaleza del Universo. Desde el principio de los tiempos el hombre ha
intentado resolver estas dudas, cuestiones como ¿es infinito el Universo?, ¿qué “orden” sigue
el Universo si es que sigue alguno? Y la más importante de todas... ¿Cuál es el origen del
Universo?... y su implicación: ¿Cuál es el origen del hombre?
Estas dos últimas preguntas dan origen a la pregunta a cerca de la existencia o no de un Dios
creador o principio del Universo.
Todas estas preguntas, tal y como destaca el autor, no pueden ser respondidas por la razón
humana... Incluso la cuestión de la existencia de Dios la tendremos que dejar en manos de la
Fe de cada cual.