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resurgida así en el corazón de los años sesenta, necesita
naturalm ente toda u n a serie de trasposiciones.
La primera, y capital, de estas trasposiciones, consiste
en sustituir el conform ism o de los tiempos de Pablo (o
mejor, los dos conform ism os: el de los Judíos y el de
los Gentiles), por un conform ism o contem poráneo: que
será el típico de la civilización burguesa actual, tanto en
su aspecto hipócrita y convencionalm ente religioso
(análogo al de los Judíos), com o en su aspecto laico,
liberal y m aterialista (análogo al de los Gentiles).
U na trasposición tan grande, basada en la analogía,
implica fatalmente otras muchas. En este juego de tras
posiciones que se im plican recíprocam ente y necesitan
por tanto de una cierta coherencia, yo desearía m ante
nerm e libre. Es decir, dado que mi prim er objetivo es el
de representar fielmente el apostolado ecum énico de
San Pablo, desearía poderm e desligar tam bién de una
cierta coherencia exterior y literal. Me explico.
El m undo en el que - e n nuestra película- vive y
opera San Pabl.o es el m undo de 1966 ó 1967: por
consiguiente, está claro que toda la toponim ia debe ser
desplazada. El centro del m undo m oderno - l a capital
del colonialism o y del im perialism o m oderno, la sede
del poder m oderno sobre el resto de la tie rra - ya no es
Roma. Y si no es R om a ¿cuál es? Parece claro: N ueva
York, con W ashington. En segundo lugar: el centro
cultural, ideológico, civil, religioso a su modo -e s decir,
el sagrario del conform ism o ilustrado e inteligente- ya
no es Jerusalén, sino París. La ciudad equivalente a la
Atenas de entonces es la R om a de hoy (desde el punto
de vista de una ciudad de gran tradición histórica, pero
no religiosa). A ntioquía podría ser sustituida, por analo
gía, por Londres (en cuanto a capital de un im perio
anterior a la suprem acía am ericana, com o el im perio
m acedonio-alejandrino había precedido al romano).
El teatro de los viajes de San Pablo ya no es, por
tanto, la cuenca M editerránea, sino la Atlántica.
Pasando de la geografía a la realidad histórico-social:
está claro que San Pablo derribó revolucionariam ente,
con la sim ple fuerza de su mensaje religioso, un tipo de
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sociedad basada en la lucha de clases, el im perialism o y
sobre todo el esclavismo; por consiguiente, está claro
que la aristocracia rom ana y las distintas clases dirigen
tes colaboracionistas son sustituidas, por analogía, por
la clase burguesa actual que tiene en sus m anos el
capital, m ientras que los hum ildes y som etidos son sus
tituidos, por analogía, por los burgueses avanzados, los
obreros y subproletarios de hoy.
N aturalm ente, todo esto no se expondrá tan explícita
y didácticam ente en la película. Las cosas, los persona
jes, los am bientes, hablarán por sí mismos. Y de ahí
nacerá el hecho más nuevo y quizá más poético de la
película: las “preguntas” que los evangelizados dirigirán
a San Pablo serán preguntas de hom bres modernos,
específicas, detalladas, problemáticas, políticas, form u
ladas con un lenguaje típico de nuestros días; las “res
puestas” de San Pablo, en cambio, serán las que son: es
decir, exclusivam ente religiosas y además form uladas
con el lenguaje típico de San Pablo, universal y eterno,
pero extem poráneo (en sentido estricto).
De este modo, la película revelará a través de este
proceso su profunda temática: la contraposición de “ac
tualidad” y “santidad” -e l m undo de la historia que, en
su exceso de presencia y urgencia, tiende a h uir hacia el
misterio, hacia lo abstracto, hacia la pura interroga
c ió n - y el m undo de lo divino que, en su religiosa
inm aterialidad, por el contrario, desciende entre los
hom bres, se hace concreto y operante.
E n cuanto a la composición de la película, haría una
“tragedia episódica” (según la vieja definición de Aris
tóteles): ya que sería evidentemente absurdo contar toda
la vida de San Pablo. Se tratará de un conjunto de
episodios significativos y determinantes, narrados de
m anera que se incluya el m ayor núm ero posible de los
otros.
La cabecera de cada uno de estos episodios, que se
desarrollan en nuestros días, llevará escrita la fecha real
(63 ó 64 después de Cristo, etc.); y com o aclaración,
antes de la aparición de los títulos de cabecera de la
película, el m apa de los itinerarios "trasladados” de San
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Pablo, será sustituido por el de los itinerarios verdade
ros.
Selecciono esquem ática e irregularm ente algunos de
los episodios que constituirán con toda probabilidad la
estructura de la película.
2) L a Fulguración
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tram os en las carreteras de una gran nación europea, el
cam po del sur de Francia y más tarde los Pirineos,
Cataluña, perdidos en el fondo sin esperanza de la gue
rra - e n u n silencio que puede ser tangible y real de
jando com pletam ente m uda la banda sonora de la pelí
cula: p ara dar fantásticam ente y de m anera aún más
angustiosa que en la realidad, la idea de desierto. En
cualquiera de estas grandes carreteras llenas de tráfico y
de las actividades norm ales de la vida cotidiana, pero
perdidas en el más absoluto silencio -P ab lo es sorpren
dido por la luz. Cae y siente la llam ada de la vocación.
Llega ciego a Barcelona; encuentra a Ananías y a los
otros refugiados cristianos; se une a ellos, convertido;
decide retirarse a m editar en el desierto.
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(que ya hem os dicho íbam os a sustituir, por analogía,
por la R om a m oderna, escéptica, irónica y liberal);
m ientras que para la serie de episodios de evangeliza-
ción de la gente sencilla, se podrían elegir dos historias,
u n a referente a obreros y artesanos y la otra al subpro-
letariado, más sórdido y abandonado; o sea la historia
de los fabricantes de “souvenirs” de plata del tem plo de
V enus (creo), que ven dism inuir sus ganancias, después
del descrédito de ese tem plo m eta de peregrinajes; y la
historia de aquel grupo de pobres diablos que, para
ganarse la olla, fingen saber cóm o echar el dem onio de
los endem oniados, com o Pablo y en nom bre de Pablo,
pero no pueden y acaban mal, etc.
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que, obedeciendo a esa desesperada llamada, está en
Alemania: cam ina con el paso veloz y seguro del santo,
a lo largo de una inm ensa autopista que lleva hasta el
corazón de Alemania.
(Me he extendido en este punto porque es aquí
donde, de u n a m anera visual fantástica, se fundam ente
el tem a de la película; que se desarrollará, sobre todo,
en la parte finail del m artirio en R om a-N ueva York: o
sea el contraste entre la pregunta “actual” dirigida a
Pablo y su “respuesta” santa).
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encuentra evangelizando. Y cuanto m ás “santa” es su
respuesta tanto más perturba, contradice y m odifica la
realidad actual. San Pablo acaba en u n a cárcel am eri
cana y es condenado a m uerte. Su ejecución no se
describirá de una m anera naturalista (como se ha ve
nido realizando, por analogía, sustituyendo la decapita
ción por la silla eléctrica), sino que tendrá los caracteres
míticos y simbólicos de u n a reevocación, com o la caída
en el desierto. San Pablo sufrirá el m artirio en medio
del tráfico de la periferia de una gran ciudad, m oderna
hasta el espasmo, con sus puentes colgantes, sus rasca
cielos, la inm ensa y opresiva m uchedum bre, que pasa
sin detenerse ante el espectáculo de la m uerte y conti
núa girando vertiginosam ente alrededor, por las enor
mes calles, indiferente, enemiga, sin sentido. Pero en
ese m undo de acero y de cem ento ha resonado (o ha
vuelto a resonar) la palabra “Dios”.
Esbozo de escenificación para
una película sobre San Pablo
(bajo la forma de apuntes para
un director de producción)
1. P arís. (Diferentes exteriores. Dia y noche).
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Se trata de un apartam ento pequeño burgués, con su
dignidad, su gusto, su pobreza, etc. Las cosas de m oda
en aquellos años, etc.
Las. ventanas están semicerradas, pero se advierte
que dan a las estrechas calles de un viejo barrio en el
centro de la ciudad.
Se han reunido los doce apóstoles (como en u n a
reunión clandestina de la Resistencia). A lgunos visten
com o intelectuales pequeño burgueses, otros com o
obreros: con los trajes de aquellos años.
Junto a los doce apóstoles, agrupados a su alrededor
-e n los ojos la luz del miedo vencido, de la prudencia
necesaria, del dolor, de la voluntad de luchar, que los
co n su m e- hay otros hom bres y mujeres: en realidad es
u n a asam blea de partisanos.
Del profundo silencio se eleva la voz de Pedro:
“N o cum ple que nosotros, dejando la palabra, sirva
m os a las mesas.
Buscad, pues, siete de vosotros de buena reputación,
hom bres de espíritu y prudencia: y les propondrem os
cuidar de este am oroso servicio a los pobres.
N osotros preservarem os en el servicio divino y en el
anuncio de la Palabra” (Hechos 6,1-8.3).
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(Para esta escena se necesitan unos sesenta com par
sas, entre ellos, cuidadosam ente seleccionados, los diá
conos).
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6. París. Tribunal. (Día).
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Sigue la explosión del “escándalo fascista” en la sala,
con su retórica, su horrenda indignación, etc., su p ro
funda y m acabra estupefacción etc. (El M inisterio Pú
blico palm ea sobre su escaño com o un trujam án b o rra
cho, etc.)
Pero la voz de Esteban, aunque apenas perceptible,
supera ese victorioso clamor:
“He aqui que veo los cielos abiertos y al Hijo del
hom bre que está a la derecha de Dios”.
(“Y ellos, cerraron sus oídos gritando; después se
precipitaron contra él, arrojándolo fuera...”).
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vendan los ojos; apenas se oyen sus palabras (“Señor
Jesús acoge mi alm a”); después el disparo; que no m ata
al m ártir adolescente que ha llegado al m artirio casi
m uchachito; cae herido en su propia sangre; uno se le
acerca, para rem atarlo, disparándole en la nuca; todavía
se perciben apenas sus palabras (“No les tom es en
cuenta su pecado”); después el tiro, y la m uerte - la
carne descuartizada.
Pablo -e n tre algunos "fariseos” com o él, poderosos
burgueses, autoridades- m ira con su desesperada, as
querosa, culpable acritud ese cadáver de niño.
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registraba casas, irrum pía en ias sinagogas, arrastraba
hom bres y m ujeres encadenados, encarcelándolos...”
{Hechos 6.1-8.3).
(Estas escenas “de estilo docum ental” se ruedan, na
turalm ente, en las calles y plazas de París. Se necesitará,
por lo m enos, una cincuentena de comparsas).
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11. Provincia francesa. (Exterior día).
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(Estas escenas tom adas sobre el terreno deben ro
darse en los lugares arriba mencionados. Ú nicam ente
Pablo y su escolta son personajes de “ficción”. En
cuanto a los parajes, ciudades y personas se elegirán de
m anera que -a u n q u e no sea en sentido absoluto- re
cuerden los últim os años 30 ó principios de los 40).
Fundido encadenado
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probablem ente u n a habitación subarrendada en u n pe
queño apartam ento del centro de la ciudad: se escucha
desde el callejón el alboroto de los obreros, de los m ari
neros, de las prostitutas).
Sobre el cuerpo durm iente de A nanías se escucha
una voz. Es Dios.
“ ¡Ananías!”
“ ¡Heme aquí. Señor!”
“Levántate, encam ínate a la calle llam ada Recta y
busca en casa de Judas al que se llam a Pablo, natural de
Tarso, que está en oración y ya te vio en visión m ien
tras entrabas y le im ponías las m anos para que reco
b rara la vista” .
“Señor, oí de boca de m uchos acerca de lo que él ha
hecho a los santos de Jerusalén; aquí ha venido tam bién
con la intención y el poder de encadenar a cuantos
encuentre invocando tu nom bre” .
“Ve, com o ya te he dicho, porque este es el instru
m ento que yo he elegido para llevar mi nom bre a los
Gentiles, a los reyes y a los hijos de Israel. Yo le m os
traré cuántas cosas debe sufrir por mi nom bre” .
(La habitacioncita de Ananías se puede reconstruir
en los estudios. El exterior del callejón pobre de Barce
lona, se puede film ar en el lugar, pasando a intervalos
del exterior al interior).
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16. Habitación del hotel de Barcelona. (Interior
día).
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“¿N o ha sido y no se ha declarado más celoso que el
más celoso de los seguidores de la tradición?”
“¿Y las tradiciones, son son para él autoridad y odio,
racism o y discrim inación?”
Poco a poco, el m urm ullo de la asam blea se va cal
m ando y en el cuartucho donde están reunidos los des
terrados, se hace el silencio.
Pablo m ira alrededor y empieza a hablar (tiene una
m isteriosa sonrisa, increíble en aquel rostro torcido de
fanático), y dice en voz baja, pero com o se dicen las
prim eras palabras de un him no, m irando hum ilde
m ente alrededor:
“Cristo nos ha liberado para la libertad” .
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Ananías, cuando acaban esta agitada conversación,
se vuelve hacia él: la angustia y la resignación, el terror
y la sensación de lo inevitable, se m ezclan en sus ojos
buenos.
Pablo ha entendido; se levanta, se viste rápidam ente,
recoge con prisa su poca ropa. Luego, seguido de Ana-
nías, huye de la habitación.
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Es irrepresentable porque es la som bra de la vida y
sus silencios son interiores. Es un bien de la paz. Pero
no siem pre la paz es m ejor que la guerra. En u n a paz
dom inada p or el poder, se puede protestar no deseando
existir.
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com pañero desconocido) se ve en la obligación de pre
guntar: “¿Por qué lo haces?”
U n largo prim er plano de Pablo (profundam ente
m arcado por la m editación en el desierto que ha durado
tres años - y quizá ya atorm entado y deform ado por su
m isteriosa enferm edad del cuerpo), que habla, ilum i
nado, y dice:
“Si evangelizo, no es por vanagloria... lo hago p o r
que m e es absolutam ente necesario. ¡Ay de mí si no
evangelizase!”
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Pablo calla todavia, trastornado; apenas h a cesado de
resonar la voz de Dios, que del fondo de la puerta de la
inm ensa catedral avanza un grupo de gente, dos o tres
personas, presurosas, agitadas, com o quien tiene una
prisa terrible y es em pujado por el miedo.
Estas personas se acercan a Pablo wy Bernabé que
están rezando, llevando con aire asustado sus noticias;
“Están tras tus huellas, Pablo, y te buscan...”
“H an registrado la casa en la que vives...”
“Debes escapar, esconderte...”
Etc.
Bernabé, m ás experim entado que Pablo en estas
cosas - s e le persigue desde hace m ucho tiem p o - tom a
la decisión que le parece más justa;
“Te conviene volver a Tarso, la ciudad donde has
nacido, entre los tuyos... Allí te esconderás... no te
encontrarán... etc.” .
Todos juntos se dirigen casi corriendo hacia el portal
de la iglesia, por el que entra un rayo de sol deslum
brante, en la dolorosa penum bra; continúan resonando,
débiles, rem otos, los truenos de los bombardeos.
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Pablo está sentado en su viejo escritorio (alto,
grande, de nogal trabajado): pálido, alterado, cansado,
con la barba larga, débil, extenuado.
M ordido por su enferm edad física que lo hace sufrir
atrozmente.
Con el rostro alterado observa dos fotografías (con la
dedicatoria de sus padres): u n a representa a dos ricos
burgueses sonrientes y llenos de una antigua dignidad,
su padre y su madre. La otra le representa a él de niño:
estudiante de prim ero o segundo de bachillerato, con
u n a m edalla colgando de u n a cinta en el pecho.
Luego, com o si buscase alivio, se levanta de la silla
y, tam baleándose casi, se dirige a la gran ventana, mi
rando hacia fuera.
Evidentem ente la casa está situada sobre la cim a de
una colina, porque a través de la ventana aparece una
gran parte de la ciudad, descendiendo hacia el puerto.
El m ar resplandece, azul y ausente -lejano.
Lo surcan barcas y navios.
C ontem plando a sus pies su ciudad natal, Pablo tiene
u n a débil y desanim ada sonrisa; m u rm u ra de form a
apenas perceptible:
“Yo soy Judío, de Tarso, ciudadano de u n a ciudad
conocida de la Cilicia...”
E n la m ism a calle en la que se levanta la casa de los
padres de Pablo, hay una escuela, el Gimnasio. Es m e
diodía (suenan cam panas y sirenas); los m uchachos em
piezan a salir de la escuela que es, evidentem ente (o
m isteriosamente), la m ism a que Pablo frecuentó de ado
lescente. Es una escuela de niños ricos: se ve. E sperán
doles, m ientras se agrupan tranquilas y elegantes, fuera
del portal del Gim nasio, están las madres, que tienen el
aspecto de ricas señoras burguesas; o bien los chóferes,
que esperan a los hijos de sus amos, junto a su autom ó
vil.
Se entrevé uno de estos señoritos: un m uchacho
guapo y pálido, encerrado en sí mismo, vestido casi
exactam ente com o el Pablo niño de la fotografía que,
sin u n a sonrisa, sigue al chófer, que le abre la puerta
del autom óvil oscuro y le da entrada, respetuosam ente.
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Él se sienta, siem pre serio, en el gran asiento, apoyando
rígidam ente los libros sobre sus rodillas.
Pablo ha observado esta fugaz escena, idéntica a
aquellas en las que tantas veces había sido él el protago
nista y se reconoce en ese m uchacho grave y casi os
curo. N uevam ente u n a desconsolada sonrisa ilum ina
tristem ente su rostro de enferm o y m u rm u ra am arga
mente, pero de form a apenas perceptible para sí:
“Circuncidado al octavo día... de la estirpe de Is
rael... de la tribu de Benjamín... Judío entre los Judíos...
Fariseo en cuanto a la Ley...”
Se aparta de la ventana y aún cuando sufre, atraviesa
toda la casa (que de esta m anera al seguirlo, descubrire
mos y describiremos), sale por u n a puerta de servicio,
atraviesa el jardín y entra en una especie de dependen
cia, junto a un invernadero. Esta dependencia es un
taller artesanal, aparejado para la fabricación de m anu
facturas textiles. Pablo se instala ante un telar y absorto
y triste em pieza a trabajar.
De repente, com o fulm inado, Pablo cae al suelo y
perm anece allí inm óvil, sin señales de vida.
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E n tra un cam arero y le anuncia una visita.
Pablo levanta los ojos interrogativam ente y en el
estudio lujoso y en penum bra, entra Bernabé.
Los dos amigos, conmovidos, se abrazan durante un
largo silencio.
Después Bernabé:
“Debes venir conm igo a Antioquía. De los fieles
exiliados por la persecución desencadenada después del
m artirio de Esteban, unos acabaron en Fenicia, otros en
Chipre y los otros en Antioquía. A provechaban paira
anunciar la buena nueva, limitándose a los judíos. Pero
algunos de ellos, que eran chipriotas o cirineos, cuando
llegaron a Antioquía ¡la anunciaron a los griegos!
El poder de Dios estaba con ellos y consiguieron
convertir a un buen núm ero...
La noticia ha llegado a Jerusalén y los discípulos me
han enviado a Antioquía.
He visto la obra de la gracia y me he com placido,
exhortando a todos -judíos y gentiles- a perm anecer
unidos en la Fidelidad al Señor, con el corazón paciente.
A hora he venido para llevarte conm igo a A ntioquía
y continuar juntos...”
Ante las palabras de Bernabé, el rostro de Pablo se
ha ilum inado; y con la luz, ha vuelto tam bién a él la
fuerza del hom bre de acción, la energía del m isionero,
del apóstol de la nueva Ley. Es verdad que la luz que le
ilum ina procede del recuerdo de la voz de Dios que
resonó en el tem plo (“Yo te enviaré lejos, a las naciones
de los gentiles"), sin embargo, el celo que renace en él
es ahora el celo del sacerdote, no del santo.
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m odesta pero dignam ente, com o burgueses que tienen
u na idea tradicional de la dignidad.
Descendiendo del vagón, con el aire inspirado de
quien llega para hacer grandes cosas, atraviesan la m u
chedum bre, llevando tras de sí ligeros equipajes.
Salen de la estación y se pierden en la gran plaza,
con paso gallardo y veloz.
Fundido
45 después de Cristo
29. Ginebra. (Exterior día).
45
Interpretación m usical del canto revolucionario que
y a se ha escuchado en la escena 1 7.
Fundido encadenado.
Fundido encadenado.
Fundido encadenado.
Fundido encadenado.
Fundido.
46
31. Sala de reuniones clandestinas en París. (Inte
rior día).
47
puesto para la luz de las naciones, para que lleves la
salvación hasta los confines de la tierra!”
N aturalm ente, al oír esto, los gentiles se alegraron,
m agnificando la palabra de Dios: y, satisfechos, creye
ron en él.
Después, expulsados de allí por los judíos, Pablo y
Bernabé fueron a Iconio: y tam bién en Iconio m uchos
griegos, paganos y no elegidos, abrazaron la fe.
Y tam bién en Listra, Derbe y los alrededores... Des
pués, perseguidos y expulsados u n a vez más, nueva
m ente a Iconio, Antioquía... N om braron un presbítero
para cada u n a de las iglesias fundadas, entre ellos tam
bién griegos, paganos y no elegidos...
Siem pre perseguidos y amenazados de m uerte, lapi
dados -¡u n día se creyó que Pablo había m uerto!- atra
vesaron Pisidia, llegaron a Panfilia predicando, fun
dando otras iglesias...
Finalm ente volvieron a A ntioquía de Siria... A su
llegada reu nieron a las iglesias y contaron las grandes
cosas que el Señor había hecho con ellos, abriendo ¡a
los gentiles, a los paganos, a los no elegidos, las puertas
de la fe!” (cfr. Hechos, 14.21-15.2).
“¿Por lo tanto tú has abandonado a Pablo porque
predicaba a los gentiles, a los no elegidos, la palabra de
Cristo?”
“ ¡Sí, p or esto! Lo que hace Pablo es escándalo” .
Pedro h a escuchado este discurso furibundo, tenso,
“escandalizado” . Tem blando casi de dolor y de rabia,
dice:
“Hay que escuchar lo que dice Pablo de todas estas
cosas” .
48
en uno de aquellos interiores parisienses que dan sobre
las fachadas de viejos edificios en las estrechas calles de
los barrios viejos.
Escribe, con su guiño irónico impreso en los rasgos:
la escritura es elegante, ordenada, precisa y sin correc
ciones.
“A su llegada a A ntioquía reunieron a la iglesia y
contaron, prim ero el uno y después el otro, las grandes
cosas que el Señor había hecho con ellos, abriendo a los
gentiles las puertas de la fe...
A lgunos cristianos llegados de Judea insinuaron a los
herm anos no judíos: “Si no os hacéis circuncidar según
la costum bre de Moisés, no podéis salvaros” . Surgieron
discordias y discusiones con Pablo y Bernabé. Entonces
se decidió que Pablo y Bernabé fueran a Jerusalén a
consultar con los ancianos sobre esta cuestión...” (H e
chos 15.1-35).
Lucas, u n a vez finalizadas estas líneas, com o reco
brado y vuelto a la realidad, eructa y sale de la habita
ción.
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escándalo. U na cincuentena de personas (ancianos y
apóstoles) están absortos en sus “serias discusiones”
(Hechos 15.1-35) y en la sala el vocerío es ensordecedor.
Com o en un fragm ento de “cinem a-verité”, tras las
espaldas, las nucas, los rostros encendidos y chillones
en prim er plano, Lucas ve al fondo, lejanos, a Pablo,
Pedro y los demás, sum ergidos tam bién en u n a violenta
discusión. Pedro y Pablo están uno frente a otro, ceñu
dos e indignados, com o dos adversarios.
Fundido.
50
los rostros descontentos, turbados, impacientes, o sim
plem ente resignados.
Se levanta Pedro y con fatiga, com o si hiciese un
esfuerzo sobre sí m ism o (por razones diplomáticas y
cediendo por el bien de todos), tom a la palabra:
“H erm anos, vosotros sabéis que desde antiguos días
Dios me eligió para llevar a los gentiles - a los no elegi
d o s- el evangelio que introduce a la fe.
Y Dios que conoce los corazones, les h a ayudado
otorgándoles el espíritu santo com o a nosotros los Ju
díos: y no ha hecho ninguna distinción entre nosotros y
ellos, u n a vez que sus corazones se han purificado a
través de la fe...” (Hechos 15.1-35).
La asam blea escucha en silencio esta introducción.
El rostro “fariseo” de Pablo está radiante y triu n
fante.
Se levanta Jacobo (como Pedro, pero m ás concilia
dor):
“H erm anos, escuchadm e. Es verdad que desde los
días antiguos Dios eligió un pueblo entre los paganos
consagrándolo en su nom bre. Pero en las palabras de
los profetas tam bién está escrito: “Después de esto, ree
dificaré la casa de David que había caído: reconstruiré
sus ruinas y la erigiré, para que el resto de los hombres
busque al Señor...”
“Por ello creo que no deben crearse dem asiadas obli
gaciones aquellos que proceden del paganism o y vienen
a Dios; sino que les notificaremos por escrito las cosas
de las que deben abstenerse...”
Pablo continúa radiante y triunfante; Lucas sonríe y
esconde la ironía que lo desfigura sonándose la nariz.
51
con los dem ás herm anos, eligieron personas representa
tivas - a Judas el llam ado Barsabá y a S ila- para enviar
las a Antioquía, con Pablo y Bernabé, llevando una
carta conciliar...”
52
49 después de Cristo
40. Ginebra. (Exterior día).
55
casi el rostro inspirado de Pablo, que prorrum pe en voz
alta:
“ ¡Pues bien, separém onos entonces!”
Bernabé lo m ira sorprendido y al propio tiem po fu
rioso.
Bernabé:
“A h, ¿así lo quieres?”
“ ¡Sí, separém onos! Tú ve con Juan el llam ado M ar
cos donde quieras. Yo llevaré conm igo a Sila e iré a
Siria y a Cilicia”.
Se levanta bruscam ente y dando la espalda a Ber
nabé, se aleja.
Prim ero Sila y después Lucas (con los ojos bajos)
siguen tras él.
56
introducir una escena que se desarrolla en el “sec
tor" cristiano de la ciudad. Pablo controla el funciona
miento de la organización (hojas ciclostiladas, diarios
murales, propaganda) y sobre todo el libro de cuentas
(los donativos de los ciudadanos ricos, industriales, etc.).
57
truidos por Dios para que os améis m utuam ente. Y en
efecto así lo hacéis con todos los herm anos de la ciu
dad...” (I Tesalonicenses 4.4-84.9-12).
M ientras habla, Pablo sigue observando al m ucha
cho, que intercam bia la m irada cada vez m ás confuso y
rígido.
Fundido encadenado.
58
Fundido encadenado.
Fundido.
59
Finalm ente parece que se am odorra ligeram ente ali
viado.
Tim oteo lucha con el sueño hasta que éste lo vence.
Am anece. La prim era luz blanca entra en la triste
habitación.
Pablo tiene los ojos abiertos, fijos en u n a visión.
A nte él aparece u n joven: rubio, alto, fuerte, bellí
simo, de ojos claros, sensual y puro.
M ira a Pablo a los ojos, lleno de esperanza y a la vez
de m u ch a tristeza.
Pablo tam bién lo mira, en silencio.
Por fin el joven em pieza a hablar: “ ¡Ven a M acedo-
nia a ayudarnos!” (H echos, 16.9).
Pablo lo m ira sorprendido, pero ante sus ojos, lenta
m ente, se transform a. Aquel joven rubio y fuerte, poco
a poco -c o m o si algo externo a él representase física
m ente interioridad y v erd ad - va palideciendo, roto, de
vorado por u n m isterioso mal; lentam ente queda m edio
desnudo, horriblem ente delgado, cae al suelo, se ovilla:
se h a convertido en u n a de aquellas atroces carroñas
vivientes de los cam pos de exterm inio, con la cabeza
rapada, la piel azulada, los ojos asquerosam ente son
rientes, saltones en el rostro reducido a unos pocos
huesecillos, com o el de un niño, con la m enguada carne
horriblem ente desfigurada por repugnantes llagas y p u
rulencias.
60
las “vistas” desde la ventanilla, de la A lem ania agrícola
e industrial).
61
47. Despacho de la prisión de M unich o Colonia.
(Interior día).
62
pieza a cantar: para darle ánimos, Sila canta tam bién
con él el canto sacro.
Los prisioneros escuchan. De pronto, u n violento
terrem oto sacude los cim ientos de la prisión: las puertas
se abren solas y las cadenas, fijas en las paredes, se
desprenden. El carcelero despierta y ve las puertas de
par en par; pensando que los prisioneros se han eva
dido, saca la pistola de la funda y v a a intentar suici
darse por tem or al castigo, cuando Pablo le grita: “¡No te
hagas daño, no hemos escapado” (Hechos, 16,19-32).
Entonces el carcelero, trém ulo, entra en la celda con
el farol y cae a los pies de Pablo y Sila:
“Decidme qué he de hacer para salvarm e” .
Pablo lo observa con una m irada escrutadora que
llega hasta el fondo, que hurga en su conciencia, leyén
dolo todo aún aquello que él m ismo desconoce. Final
mente, com o adivinando la propia realidad y pudiendo
así interrogarla y revelarla, el carcelero, com o si estu
viese m ás allá de sí mismo, empieza, inspirado, el si
guiente discurso:
“¿Qué puedo hacer para salvarme?
T ú m e has inspirado; contigo sé aquello que nunca
he sabido, porque tu m irada no está dentro de mí ni
dentro del m undo. Yo me he confundido y he confun
dido el m undo. He creído que mi deber estaba aquí.
Pero el poder al que he servido no tiene sólo u n a m a
nera de excluir, segregar, m artirizar y asesinar a aque
llos cuya vida considera que no es digna de ser vivida.
Ni tam poco tiene un carcelero, que ha hecho de mí su
siervo. Así mi vida ha sido digna de ser vivida ante el
poder: pero ya no lo es ante mi conciencia. De cuántos
delitos he sido cómplice, con un odio que por servi
lismo hacia los am os he probado realmente, sin darm e
cuenta que los am os m e hacían objeto del mismo tipo de
odio, ante aquellos que son mis herm anos” .
Pablo, llagado y desfigurado por el mal que lo
afecta, tiene la fuerza de pronunciar con convicción y
dulzura:
“Cree en el Señor Jesús y estarás a salvo, tú y tu ca
sa” .
63
Una vez dichas estas palabras Pablo pierde el sentido
y cae. En su desvanecimiento, empieza a delirar: debe
sufrir atrozm ente a causa de alguna pesadilla. M u r
m ura palabras confusas como “P adre”, “M a d re”, agi
tado por un terrible fren esí que hace temblar todos sus
miembros.
64
él, irreconocible respecto al Pablo que durante la noche
había cantado la canción sacra).
Habla decidido, con dureza:
“N os h an golpeado públicam ente y sin u n proceso
en regla; han encarcelado a dos ciudadanos libres ¿y
ahora quieren liberarnos a escondidas? Que nos vengan
a liberar ellos personalm ente” .
65
(como en u n salón m oderno se escucha, pongam os, a
Krisnam urti, huésped de alguna señora “de copete”):
dejan sus vasos, etc., se reúnen en un salón m ás grande
donde, con m ucho respeto y un estrem ecim iento de
escándalo y espectativa, se introduce al “santón” Pablo.
C ontinúa duro, seguro, “fariseo”, com o en la últim a
escena de la cárcel.
El público calla y Pablo empieza a hablar:
“He aquí que el vivir es Cristo y el m orir u n a ganan
cia.
Si el vivir en la carne es para mí fruto de trabajo,
¿qué escoger? N o lo sé.
P or ello estoy en m edio de estas dos cosas: por un
lado el deseo de soltarm e de mi cuerpo y estar con
Cristo, que es lo mejor; por el otro, perm anecer en la
carne es m ás necesario por causa de vosotros.
Y con seguridad sé que quedaré y perm aneceré a
vuestro lado, para vuestro progreso y gozo en la fe, a
fin de que aquello que es vuestra ufanía abunde en
Cristo a causa de mi presencia entre vosotros...”
La gente, en el salón, lo.escucha con reverencia, pero
es u n a reverencia prem editada, de la m ism a m anera
que su com prensión es a priori. E n el fondo, no les
interesa la “realidad” de lo que dice Pablo, les basta, en
cierto sentido, el sonido de su voz en lo que a él res
pecta y en cuanto a ellos mismos, su atención, que
im plica u n a especie de fidelidad a m edias por la que se
debe ser religioso y hasta confesional.
Fundido encadenado.
66
lum inares en el m undo, llevando alta la doctrina de
vida: que será para mí m otivo de ufanía en el día
de Cristo de que no corrí en vano ni en vano m e afané.
Pues aunque fuere inm olado en oblación y servicios de
vuestra fe, me alegro y congratulo con todos vosotros
de la m ism a m anera que vosotros os alegráis y congra
tuláis conm igo...”
Com o ya hem os dicho, en el fondo de la sala hay
unos intelectuales, viejos y jóvenes, curiosos. N o son
antipáticos. Antes bien, representan la luz de la inteli
gencia en aquel m undo rico, elegante, pero en el fondo,
culturalm ente, de mal gusto.
E scuchan con un distanciam iento “laico” , lo que
dice Pablo, ya que por formación, educación y natura
leza están alejados de él. Su crítica puede ser aceptable.
“Tiene u n a verdadera sed de m uerte” . “U na tanatofi-
lia, bien comprobable clínicamente...” «“A la que se po
dría añadir otra manía: la de verlo todo en térm inos de
relación entre m adre e hijo, entre padre e hijo. Por
casualidad lo oí en Listra, Cilicia: “Estoy m uy bien
entre vosotros, com o u n a m adre que nutre y calienta en
su seno a sus hijos..."» “En resumidas cuentas, ¡paterna
lista y... m aternalista al m ismo tiempo! Bien, la autori
dad llega al corazón del hijo tanto a través del padre
com o de la m adre (este segundo caso es más insidioso).
No concibe otra cosa fuera de este intercam bio de pape
les entre padres e hijos, en generosa donación de los
beneficios de la autoridad” . “Es una continua identifica
ción con su padre y su m adre (dos ricos burgueses de
Tarso, parece, con todos los papeles en regla). Así que
sólo nos puede tratar com o sus hijitos, enterneciéndose
com o u n a m adre y reprendiendo en calidad de padre” .
“De ahí procede el hecho de que se considere indispen
sable” . “Su m adre lo habrá acostum brado a esto, dado
que era un niño m odelo siem pre recom pensado”. “Es
un clarísim o caso de narcisism o” . “Desde el punto de
vista de Jung, dada su apocalíptica voluntad de m orir,
que me parece más colectiva que personal” . “Quien
sabe p o r qué quiere castigarse este sacerdote, con su sed
de m uerte” .
67
(M ientras en prim er plano resuenan estos com enta
rios, la voz de Pablo continúa hablando al fondo, reci
tando la exhortación de la Epístola a los Filipenses, de
la que se h a tom ado este discurso).
Fundido encadenado.
68
los incorregibles nazis, huidos de la depuración u otra
vez a flote después de su m erecida tem porada al fresco.
Silban, entonan viejas y sucias canciones. Tam bién
hay observadores indiferentes, con soldados am eri
canos.
Em piezan a lanzar alguna piedra y los silbidos y los
gritos se hace más violentos. Se escuchan las sirenas de
la policía.
(Escena que se rodará en Bonn: unos doscientos
comparsas).
69
satisfecho de quien está “dando el golpe”, trata de acer
carse a alguno de los intelectuales que estaban presentes
en la conferencia de Pablo.
(Entrevista radiofónica sobre Pablo: sobresaldrá de
entre las demás, u n a respuesta que sitúa a Pablo en el
m arco histórico-cultural de su tiem po, contestada con la
precisión y la exactitud de inform ación de un filólogo
alemán. Las aportaciones del helenism o, de la Stóa, de
los especialistas en Sagradas Escrituras, de las religiones
secretas, etc. y las consiguientes contam inaciones lin
güísticas y teológicas de las teorías de Pablo con las de
su tiempo; en esta entrevista, se subrayará sobre todo el
sincretism o cristiano; y por tanto el cristianism o com o
producto histórico en todo el m undo judaico-greco-ro-
m ano que sólo casualm ente encontrará en Pablo su
teórico, etc.,).
70
(Esta es la única escena “abstracta” de la narración
de la vida de Pablo: cronológicam ente se podría insertar
en cualquier punto de la narración, aunque se basa en
un pasaje de los Hechos 14.14-20 y las palabras se han
tom ado de la Primera Epístola a los Corintios).
Pablo habla com o sin hilación y a nadie, suficiente y
casi delirante:
«Alguno me preguntará: ¿Cóm o resucitan los m uer
tos? ¿con qué cuerpo han de venir? ¡qué estúpida pre
gunta!
Lo que se siem bra no es vivificado si no m uere.
Y lo que se siem bra no es el cuerpo que habrá que
formarse, sino, por ejemplo, u n simple grano de trigo o
alguna otra cosa. Dios le dará un cuerpo según su
voluntad: y a cada sim iente u n cuerpo propio.
N o toda carne es la m ism a carne, sino que u n a es la
carne de los hom bres, y otra la de los anim ales, una
carne es la de los pájaros y otra la de los peces.
Y hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres: pero uno
es el esplendor de los cuerpos celestes y otro el de los
terrenos...
U no es el esplendor del sol, otro el esplendor de la
luna y otro el esplendor de las estrellas: una estrella, de
hecho, difiere de la otra en su esplendor.
Así tam bién es la resurrección de los cuerpos.
Se siem bra en corrupción: y lo que se h a sem brado
en corrupción se levanta en incorrupción. Se siem bra
en la vergüenza y resurge en la gloria. Lo que se siem
bra en debilidad se levanta con poder. Se siem bra un
cuerpo anim al, se levanta un cuerpo espiritual.
Si hay cuerpo anim al, lo hay tam bién espiritual.
71
Es necesario que esto nuestro, que es corruptible, se
revista de la incorruptibilidad, y nuestro ser m ortal, se
revista de la inm ortalidad. Y cuando todo esto se cum
pla, entonces se realizarán las palabras escritas...
“¿Dónde está, m uerte, tu vistoria? ¿dónde está, m uerte,
tu aguijón?”
El aguijón de la m uerte es tu pecado; y la fuerza del
pecado es la Ley«.
M ientras hablaba, com o delirando, una cam ioneta de
la policía se había acercado, deteniéndose en la esquina
de u n a calle quem ada por el sol, m ás allá.
Luego, entre los pocos miserables que habían ido a
escuchar a Pablo, con alguna esperanza en el corazón,
se habían mezclado unos jóvenes de rostro oscuro y
feroz.
De repente, llega u n a banda en un camión: son “gra
nujas” y entre ellos, más oculto, el conocido rostro del
hom bre de orden fanático, que los dirige.
La acción es rápida, com o en sueños. Todo sucede
fulm inantem ente ante los distraídos ojos de la policía; el
asalto de los granujas entre gritos de escarnio y de
rabia; la huida de la pobre gente; el apaleo a Pablo y a
sus dos o tres anónim os seguidores que están junto a él.
U n apaleo frío y m acabro, disociado de cualquier
sentim iento hum ano.
Luego los agresores, con la m ism a rapidez que han
llegado vuelven a subir a su camión: no sin que uno de
ellos, antes de irse, escupa sobre el cuerpo inanim ado
de Pablo.
Bajo el sol cegador, Pablo parece m uerto: su cuerpo
está inerte.
Visto en prim er plano es u n a m áscara sanguinolenta:
grum os de sangre y polvo, insoportable a la vista e
irreconocible.
72
es Atenas). Discuten irónicam ente y con anim ación en
tre sí, bebiendo café.
“¿Sabes algo de ese nuevo tipo que se pasea por A te
nas?”
“Es uno de Tarso. Fariseo”.
“Pero civis rom anus” .
“Sí, opera plenam ente dentro del espíritu del Pacto
Atlántico” .
“Y, ¿qué dice? ¿qué dice?”
“ ¡Bah, habla de un tal Jesús y de su resurrección!”
“¡Jesús mío!”
Otros intelectuales se han sentado en el café Rosti de
la Piazza del Popolo. Tam bién allí la cuestión se debate
con m ucha calma, distanciam iento y con todo el debido
escepticismo.
“¿Qué quiere decir todo este palabreo?”
“Parece que anuncia a divinidades extranjeras...”
“Sin em bargo, sería interesante escucharlo... Organi-
cémosle un debate, u n a rueda de prensa, u n a de estas
cosas...” (el que habla, quien sabe por qué, está casi
enfadado, quizá contra sí mismo, quizá con la crónica
falta de organización de los... atenienses. Por otra parte,
habla con acento meridional).
“¿E n el A reopago?”
“ ¡En el A reopago!”
73
de intelectual rom ano, siem pre de origen meridional).
Habla, dem ocrático e inseguro:
“Bien, quien desee intervenir...”
El público titubea un poco, embarazado. Luego uno
(otro intelectual rom ano, con tabardo) levanta la m ano
y, con acento m eridional, dice con poca confianza en la
“grandeza” del asunto:
“¿Podem os saber con m ayor precisión las novedades
que usted va anunciando? Las palabras que utiliza son
curiosas, quisiéram os saber qué es lo que significan...”
(“Pues los atenienses y los extranjeros domiciliados
en la ciudad, no tenían tiempo sino para decir u oír algo
nuevo” . Hechos, 17.16 - 22).
Entonces Pablo -c o n su rostro seguro y duro, de
hom bre de bien y de alta extracción social- tam bién
con tabardo, em pieza el discurso que h a preparado cui
dadosam ente según las reglas de la retórica y, contraria
m ente a su costum bre, lo lee:
“Atenienses, veo que sois, bajo todos los aspectos,
los hom bres m ás religiosos del m undo. Paseando por
vuestra ciudad y observando- vuestros m onum entos,
santuarios y altares, uno en particular m e h a llam ado la
atención, por su inscripción: Al Dios desconocido. Yo
estoy aquí para anunciaros lo que veneráis sin conocer.
El Dios que creó el m undo y todo lo que hay en él.
Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos,
construidos p o r el hom bre, ni puede ser servido por las
m anos de los hom bres, com o si necesitase algo, él que
da a todos la vida, el aliento y todo bien.
De u n solo hom bre él hizo descender toda la hum a
nidad para poblar la tierra, fijando los térm inos de su
vida en el tiem po y en el espacio, invitándolos a bus
carlo, p or si le alcanzaban y le hallaban, no estando
ciertam ente lejos de ninguno de nosotros. Porque en él
vivimos, nos movemos y estamos com o han dicho algu
nos de vuestros poetas: Nosotros somos de su estirpe...
Siendo, pues, de la estirpe de Dios, no debemos pensar
que Dios es sem ejante a estatuas de oro, de plata y de
piedra, obra del arte y del pensam iento hum anos.
A hora Dios, pasando por alto los tiem pos de la ignoran
74
cia, hace saber a los hombres la buena nueva del arre
pentim iento. Pues fijó un día en que ju zg a rá al mundo
con justicia, por el elegido que determ inó y acreditado a
los ojos de todos, resucitándolo de la m uerte...”
Al oírle hablar nada m enos que de resurrección y de
m uerte, el público de intelectuales rom anos em pieza a
aburrirse y los rostros adquieren la bien conocida ex
presión irónica.
Uno consulta el reloj, se levanta aburrido y apresu
rado y se va a través de la hilera de sillas, no sin antes
haber vertido al oído de su amigo:
“Esto y a lo escucharem os otra vez...”
75
U no de ellos está en la triste y desnuda salita de
m aquillaje y sonríe a los cuatro o cinco colegas que
llegan, etc.
Después se dirige al salón -tam b ién vacío y triste-
donde la “troupe” está dispuesta a “rodar” la entrevista.
Fundido encadenado.
76
Desaparecen al fondo, por el soportal lleno de pobre
gente.
(Escena que se rodará en el lugar).
Fundido encadenado.
“Dios h a elegido lo insensato del m undo para con
fundir a los sabios, y a lo débil del m undo lo eligió Dios
77
para confundir a lo fuerte; y a las cosas de origen
hum ilde y a las despreciables, Dios las eligió, y a lo que
no es, para invalidar a lo que es, a fin de que ninguna
razón h u m ana se ufane ante Dios...”
Fundido encadenado.
Todos los oyentes perm anecen com o encantados
ante estas palabras. Los intelectuales, al fondo de la
sala, están subyugados -casi fuera de sí mismos, de su
“razón h u m an a”- . Pablo continúa:
“Y yo, al venir a vosotros, herm anos, ¡no he venido
con prestancia de palabra ni de sabiduría anunciando el
testim onio de Dios!
E n efecto, no he juzgado conocer otra cosa, entre
vosotros, sino a Jesucristo y su crucifixión. Además, he
venido a vosotros lleno de flaqueza, miedo y tem blor: y
mi discurso y mi predicación no se hicieron con palabras
persuasivas de sabiduría, sino con m anifestación de Es
píritu y de poder, para que vuestra fe no se basase en la
sabiduría hu m ana sino en el poder de D ios...”
Al oír estas últim as palabras -lo s intelectuales o las
personas cu ltas- que se han m antenido casi apartados,
al fondo de la sala, junto a u n gran ventanal que se abre
sobre la terraza -q u e a su vez se asom a al m a r- em pie
zan a distraerse ligeramente, com o liberándose del en
canto de las prim eras palabras de Pablo. U no de ellos
m ira hacia fuera a través del ventanal: la ciudad perdida
en su tráfico y el m ar, en su silencio.
Pablo continúa:
“E ntre aquellos que pueden entender, es verdad que
tam bién he hablado de sabiduría, pero no se trata de
u n a sabiduría de este m undo - n i de los privilegiados de
este m undo, que son perecederos- antes bien, he ha
blado de la sabiduría de Dios, envuelta en misterio,
escondida, la que Dios predestinó antes de los siglos
p ara nuestra alegría y que no ha conocido ninguno de
los privilegiados de la historia...
A nosotros nos la reveló Dios por m edio del Espí
ritu, porque el Espíritu lo escudriña todo, hasta las
profundidades de Dios.
78
¿Qué hom bre conoce los secretos del hom bre, sino
es el espíritu del hom bre que hay en él? Así tam bién los
secretos de Dios nadie los conoce, sino el espíritu de
Dios” .
La atención, aunque objetiva, a causa de estos enun
ciados “irracionalistas” pero profundam ente fascinan
tes, se v a reactivando.
“A nosotros no nos interesa poseer el Espíritu de la
historia, sino el Espíritu de Dios, para que lleguem os a
conocer las cosas concedidas solam ente por la gracia de
Dios” .
De estas cosas hablam os no con palabras enseñadas
por la razón, sino aprendidas del Espíritu: de tal m anera
que existe u n a perfecta correspondencia entre el hom
bre espiritual y las cosas espirituales. El hom bre racio
nal no acoge las cosas del Espíritu Santo, porque para él
son insensateces y no puede conocerlas, porque se
opera u n a discrim inación entre ellas y el espíritu: ¡sin
entender, en cambio, que lo espiritual lo discrim ina
todo, sin ser discrim inado por nadie!”
Fundido encadenado.
“¿N o sabéis que sois tem plo de Dios y que el Espí
ritu de Dios habita en vosotros?
Si alguno profana el tem plo de Dios, Dios lo des
truirá, porque el tem plo de Dios es sagrado y el tem plo
de Dios sois vosotros.
Que nadie se extravíe: si alguno de vosotros cree ser
sabio, ¡hágase necio para resultar sabio!
Porque la sabiduría de este m undo es necedad ante
Dios” .
Fundido encadenado.
(A hora el discurso cam bia de orientación, vertiendo
otros temas).
“Todo está perm itido” : pero no todo es ventajoso;
“T odo m e está perm itido”. Pero yo no me haré esclavo
de nada. “La com ida es para el vientre y, el vientre,
para la com ida” : pero Dios destruirá el uno y la otra.
79
El cuerpo no es p ara la fornicación, sino para el
Señor: y el Señor es para el cuerpo...
¿N o sabéis que vuestros cuerpos son m iem bros de
Cristo? ¿Cogeré, pues, los m iem bros de Cristo y los
haré m iem bros de una meretriz? ¡Intolerable! ¿O no
sabéis que el que se ju n ta a u n a m eretriz es u n solo
cuerpo con ella -c o m o dicen los textos sagrados: “serán
los dos u n a sola carne?” E n cambio, el que se adhiere al
Señor es un solo espíritu con él.
¡Huid de la fornicación! Todo otro pecado que pueda
com eter el hom bre está fuera de su cuerpo: pero el
fornicador peca contra su propio cuerpo. Y vuestro
cuerpo es el tem plo del Espíritu Santo -q u e viene de
D io s- de tal m anera que vosotros ya no sois dueños de
vosotros mismos. Dios os ha com prado, sois suyos:
¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
El auditorio continúa atento: únicam ente en los ros
tros de los intelectuales aparecen visiblemente señales
de aburrim iento y cierta ironía. Por otro lado, el ros
tro de Pablo ya no tiene la m ism a inspiración que en la
prim era parte del discurso: en él hay algo oscuro, vio
lento y quizá turbio.
“ ¡No erréis! ¡Ni los fornicadores, ni los idólatras, ni
los adúlteros, ni los afem inados, ni los pervertidos,
ni los ladrones, ni los borrachos, ni los delatores, ni los
avaros, heredarán el reino de Dios!”
Pablo continúa hablando en este tono (I Corintios 6.7
- II; 7.2 - 5), m ientras que en prim er plano, escucham os
los com entarios de los intelectuales (así definidos gené
ricamente):
“Ya estam os con moralismos. Es verdad que la prác
tica, llevada hasta el límite, hasta ser puro pragm a, es
religiosa; pero tam bién es verdad que la religión, aun la
más metafísica e irracional, acaba siem pre convirtién
dose en práctica: “ ¡una norm a de com portam iento!”.
“ ¿Y te sorprende? Quien habla es uno que no con
cibe nada fuera de la norm a, ¡de la Ley! Apenas abjura
de u n a Ley que en seguida instituye otra fastidiando a
la gente lo m ejor posible” .
“A la fuerza, es u n ex fariseo, procedente de una
80
familia de fariseos, tradicionalista, por no decir reaccio
naria. E n tiem pos de guerra hasta fue colaboracionista.
¡Más que antipático, es odioso!”
“N o hace más que hablar de profecías, de gente
dotada de espíritu profético - ¡ y además, todo este m ora-
lismo! Si lo hiciera con inocencia. Pero no, es chanta
jeante, am enazante, apocalíptico...”
“En su interior hay algo que no funciona: algo ho rri
ble. C uando era nazi, am enazaba a los prisioneros.
Cosas así no se borran de una vida, son uno de sus
com ponentes. E ra fanático y lo continúa siendo. Su
m oralism o es atroz...”
“ ¡Es un fariseo... y a te lo he dicho!”
“N o hace m ás que hablar de problem as eclesiásticos
y litúrgicos, de anim ales ahogados, de bautism os... y de
circuncisiones, esas malditas circuncisiones... Es verdad
que son el aspecto práctico de un problem a m ucho
mayor: las relaciones entre Judíos y Gentiles, entre Ele
gidos y no Elegidos, y depende totalm ente de ello la
afirmación de su doctrina. Pero qué hace un hom bre
com o él ocupándose de esos cuentos...”
“Sobre todo es u n gran organizador...”
“¿En qué basa su organización? E n un espíritu lega
lista y conform ista maníaco, insuflado com o una
m iasm a de quien sabe qué sucias profundidades de su
inconsciente. Y, ah, este legalismo y conform ism o per
sonal coincide además con el nacional ju dío...”
Y Pablo, impertérrito:
“A cerca de vuestras preguntas, es m ejor para el
hom bre no tocar mujer. Sin embargo, a causa de la
fornicación, que cada uno tenga su propia m ujer, y
cada u n a su propio m arido. Que el m arido rinda el
débito a la m ujer y tam bién la m ujer al marido.
La m ujer no tendrá potestad sobre su propio cuerpo,
sino el marido: y viceversa. N o os privéis el uno del
otro sino es de acuerdo y por poco tiempo, para atender
librem ente a la oración: y unios de nuevo, para que
Satanás no os tiente por vuestra incontinencia.
Y esto no os lo digo por com prom iso, sino com o
mandato: quisiera que todos los hombres fu era n como
81
yo mismo -p e ro cada cual tiene su propio don de Dios;
uno de este m odo y el otro, del otro.
A los solteros y a las viudas les digo: es bueno para
ellos perm anecer como y o ...”
D urante este fragm ento del discurso, después de in
tercam biarse u n a m irada de inteligencia y u n a señal, los
“intelectuales” -c o m o en u n a bien educada y discreta
protesta, con paciente ironía en los ojos-, salen despa
cio de la sala por la puerta vidriada, y se dirigen a la
terraza. La voz de Pablo continúa implacable (I Corin
tios 7.5 - II sig.).
82
“Quiero que sepáis que Cristo es cabeza de todo
hom bre y el hom bre cabeza de la m ujer, y cabeza de
Cristo es Dios.
Todo hom bre que reza o profetiza con la cabeza
cubierta, afrenta su cabeza.
P or el contrario, toda m ujer que reza o profetiza con
la cabeza descubierta afrenta su cabeza, porque es lo
m ismo que si estuviera rapada. Si la m ujer no se cubre
¡córtese el cabello!”
Los intelectuales están consternados:
“ ¡Es trem endo!”
“¡Ssssst, ssssst!"
Al otro lado de la pared de la terraza, resuena m onó
tona y testaruda, la voz de Pablo:
“Com o en todas las Iglesias de los elegidos, callen las
m ujeres en las iglesias ya que no es conveniente que la
m ujer hable en las reuniones...”
“El irracionalism o es terror y el terror dicta estas
reglas estúpidas y atroces” .
“La teologia y la práctica se confunden en u n a abso-
lutez tal que hum anam ente es insostenible, quedando
en la vida cotidiana un gran vacío que se rellena con
ritos y norm as. ¡Buen resultado!”
“Y por todas partes, la culpa: sim plem ente culpa de
haber nacido, de existir” .
M ientras los intelectuales hablan de este m odo (o de
m anera análoga) la voz de Pablo se eleva. U n nuevo
giro. U n registro nuevo.
“Lo digo nuevamente: ¡que nadie m e considere loco!
O si no, tom adm e por loco ¡para que yo m e ufane un
poco! Lo que digo, no lo digo según el Señor, sino
com o en desvarío -d a d o que son m uchos los que se
ufanan en el ám bito de la vida física y de su razón, así
yo tam bién deseo ufanarm e un poco...
¡Vosotros, que sois sabios, soportad con agrado las
palabras de los locos!”
Los intelectuales, fascinados y fuera de sí, escuchan.
Y Pablo:
“Si es necesario estar orgulloso de algo, yo m e ufa
naré de mi debilidad...
83
¡Hay que estar orgulloso de algo! Pero no es conve
niente... A pesar de ello, pasaré a las visiones y revela
ciones del Señor. Sé de u n hom bre de Cristo que hace
catorce años...”
U n o de los intelectuales se acerca a la vidriera a
través de la cual llegan aquellas palabras y entre las
nucas y espaldas de los silenciosos asistentes, observa a
Pablo, pálido, bañado por el sudor, casi a punto del
desvanecim iento; él continúa hablando, sufriente e ins
pirado:
“ ...si con el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé, Dios lo
sabe -fu e arrebatado al Tercer Cielo. Y sé que este
hom bre, si con el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé, Dios
lo sab e - fue arrebatado al paraíso y oyó palabras indeci
bles, que no le es lícito a nadie proferir. Por este tal me
enorgulleceré. P or m í mismo, en cambio, no m e enor
gulleceré sino de mis debilidades. Porque si quisiera
enorgullecerm e, en este caso, no sería insensato, pues
diré la verdad. Sin em bargo, prefiero no hacerlo...
Y p ara que no m e ensalzase, m e fue dado u n dolor
en la carne, m e fue m andado un enviado del M al para
que m e degradase ¡y no m e enorgulleciese! ¡Cuántas
veces he rezado al Señor para que m e ahorrase este
dolor y esta degradación! Pero él m e respondió: “Te
basta mi gracia, porque la fuerza se perfecciona en la
debilidad”.
Así m e ufanaré de mis debilidades, para que en mí
sólo habite la fuerza de Cristo. Por esto m e complazco
en las debilidades, en las injurias, en las necesidades, en
las persecuciones y en la miseria. Porque cuando m e
debilito, entonces es cuando soy poderoso” .
Fundido encadenado.
84
vuelve a entrar en la casa y a través de u n a vidriera más
pequeña se dirige a la habitación que los dueños de la
casa le han destinado. M uchos colaboradores de Pablo
están trabajando ante las m áquinas de escribir. U n
grupo discute sobre la redacción de un manifiesto.
Pablo se sienta ante un escritorio e inspirado y tenso,
em pieza a escribir:
“Pablo, siervo de Jesucristo, a cuantos en R om a sois
predilectos de Dios, Padre nuestro y Señor Jesucristo...”
A través de la vidriera se entrevé la inm ensa m asa
azul del m ar que se pierde en el horizonte azul.
El objetivo encuadra este horizonte últim o -m á s allá
del cual se halla Roma.
C uando vuelve a encuadrar a Pablo, lo encuentra ya
en las palabras:
“D eudor soy de los Griegos y los bárbaros, de los
sabios y los ignorantes: así por lo que a mí respecta,
estoy en disposición para anunciar el Evangelio tam
bién a vosotros, los de R om a...”
E n este m om ento, al otro lado del m ar, difum inada,
com o im aginada por el corazón que se siente atraído
con todas sus fuerzas hacia ella, aparece la im agen de
Roma: es decir, el ilim itado panoram a de N ew York,
con sus rascacielos que recortan el cielo gris y borras
coso.
85
54 - 57 después de Cristo
64. Ñápeles. (Exterior día).
89
(En este m om ento el objetivo encuadrará fugazm ente
los rostros de los arriba descritos rateros).
“ ...se afane, m ás bien, trabajando con sus propias
m anos, haciendo el bien para tener una parte que dar al
necesitado.
Que ninguna palabra obscena salga de vuestra bo
ca...”
(El m ism o encuadre que el de arriba).
“ ...sino palabras buenas que puedan servir de edifica
ción, confiriendo gracia a los oyentes...
Fundido encadenado.
Los tres bribones siguen escuchando atentam ente a
Pablo, entre la m asa de miserables:
“Toda acritud y anim osidad, cólera, griterío y ultraje
sea suprim ida de vosotros juntam ente con toda malicia.
P or el contrario, sed benévolos los unos con los otros,
m isericordiosos, dispensándoos gracia m utuam ente
com o Dios os la dispensó a través de Cristo.
Hacéos, pues, im itadores de Dios, com o hijos am a
dos, y cam inad en el am or, com o Cristo os am ó y se
entregó por nosotros “com o ofrenda y sacrificio a Dios
en olor de suavidad” (Efesios 4.31 - 5.4).
(Es evidente que allí “el olor” debe ser terrible: la
gente suda y las cloacas están abiertas).
Fundido encadenado.
El discurso de Pablo a los más pobres de los Efesios
está llegando a su fin.
“Vosotros, los siervos, obedeced a vuestros señores
según la carne, con tem or y tem blor, en la sencillez de
vuestro corazón, com o a Cristo.
Pero no con u n a servidum bre para ser vista, com o
quienes quieren com placer a los hom bres, sino co
m o siervos de Cristo, haciendo de corazón la voluntad
de Dios, sirviendo con buena voluntad com o se sirve al
Señor y no a los hom bres.
Ya sabéis que el bien que cada cual hiciere ló recibirá
del Señor, ya sea siervo y a libre.
90
Y vosotros, los señores, haced lo m ism o con ellos,
dejando a un lado la amenaza, sabiendo que el Señor,
suyo y vuestro, está en los cielos y que ante él no hay
preferencias...”
M ientras habla, uno de la masa, al lado de los tres
gandules, se lo m ira con infinita ternura y con la aten
ción de u n perro que observa al am o m ientras come.
C uando Pablo acaba de hablar, él, a hurtadillas,
com o si llevara a cabo algo vergonzoso -q u e trata de
hacerse perdonar con u n a sonrisa untuosa y radiante-,
se acerca al santo, se inclina a sus pies y con u n gesto
rápido, zas, le desabrocha un cordón del zapato. La
aprieta en el pecho y huye.
Los tres rateros, olfateando novedades, siguen tras él
por las m iserables callejuelas de la pobre y maloliente
ciudad m eridional.
(Esta escena necesitaría u n gran núm ero de com par
sas. Pero tam bién se podría utilizar la m asa de curiosos,
tom ándola en actitudes reales, m ientras observa el “ro
daje” , etc.).
91
la p ro le - se acerca a la cuna y aprieta el cordón de los
zapatos de Pablo contra un dedito de la criatura.
¡Milagro!
A penas h a atado el cordón que la criatura sana de
golpe -p a lm e a alegrem ente- y manifiesta u n súbito de
seo de bajar de la cuna e ir a jugar al patio.
La familia se alboroza.
Los tres m alandrines de la ventana se m iran interro
gantes.
El padre recoge religiosamente de otro rincón de la
casucha un cesto lleno de m anjares (quien sabe cuantos
sacrificios le habrá costado reunirlos) y sale.
Los tres com padres siguen tras él u n a vez más.
(El exterior de la escena se rueda en la periferia de
Nápoles. El interior se puede reconstruir; sin em bargo,
sería preferible - y a que se trata de u n a escena de una
sola angulación-, elegir u n a casucha real).
92
Los tres bribones se m iran torvam ente entre sí, pren
didos a la vez de la misma, solemne y extasiada inspira
ción.
93
visión, aquellas palabras, en aquellas bocas blasfemas,
no pierden su elevadísimo y santo significado. Antes
bien, de alguna m anera son m ás sublim em ente miste
riosas.
94
58 después de Cristo
70. Calles de París. (Exterior día).
97
Finalm ente, uno de los apóstoles rom pe el silencio,
afrontando la situación con realismo. Dice a Pablo:
“M ira, herm ano, todos los Judíos que se han conver
tido a nuestra fe perm anecen, sin em bargo, celosam ente
apegados a la antigua tradición judaica. P or ello, ahora,
aquí, se habla de ti. Se dice que tú induces a los Judíos
de la diáspora a separarse del fundador de su tradición,
Moisés, que los disuades de circuncidar a sus hijos y de
vivir según las costum bres mosaicas. ¿Qué pasará
cuando se sepa que te encuentras entre nosotros?” .
Fundido encadenado.
C on u n a luz nueva, la luz de la historia, de la actuali
dad y de un nuevo idioma, el apóstol continúa ha
blando:
“El nuestro es u n m ovim iento organizado... Partido,
Iglesia... llám alo com o quieras. Entre nosotros tam bién
se h an establecido instituciones, aunque hayam os lu
chado y luchem os contra las instituciones. Pero en este
lim bo se prefiguran y a las norm as que harán de nuestra
oposición u n a fuerza que tom e el poder; y com o tal será
un bien para todos. Debemos defender este futuro bien
de todos aceptando, tam bién, ser diplomáticos, hábiles,
oficiales. A dm itiendo callar cosas que deberían decirse,
no haciendo cosas que deberían hacerse o haciendo
cosas que no deberían hacerse. No decir, sino indicar,
aludir. Ser listos. Ser hipócritas. Fingir no ver las viejas
costum bres que resurgen en nosotros y en nuestros
seguidores -e l viejo ineliminable hom bre, m ezquino,
m ediocre, resignado a lo m enos malo, necesitado, de
afirm aciones y de convecciones confortantes. Porque
nosotros no som os u n a redención, sino u n a prom esa de
redención. Estam os fundando una Iglesia”.
98
U n a gran m uchedum bre se agrupa a su alrededor
- u n a m uchedum bre de fascistas, de viejos rostros reac
cionarios, etc. El tum ulto va creciendo cada vez m ás-
ante los ojos por ahora indiferentes de la policía.
La m asa grita rabiosa contra Pablo y sus seguidores.
“ ¡Alerta, Israelitas! he aquí al hom bre que en todas
partes y a todos anuncia doctrinas contra Israel, despre
cia su ley y viola su Templo. H a profanado el lugar
santo introduciendo en él a griegos incircuncisos...”
Se v a a llevar a cabo un lincham iento cuando se
escuchan las sirenas de la policía que interviene y em
pieza a sofocar brutalm ente el tum ulto de la masa. El
com andante de la policía pregunta qué es lo que sucede,
pero en la barahúnda no se entiende nada. Entonces
ordena que se introduzca a Pablo en el coche celular. Y
la orden se ejecuta.
El coche celular, sejguido de u n a escolta de la policía,
parte hacia la prisión.
(Ésta es u na de las escenas de organización más com
pleja: se necesitan trescientos o cuatrocientos com parsas
en el centro de París; más los -medios de la policía).
99
“Bueno, ¿Quieres decirnos el verdadero m otivo de
este tum ulto que has causado con tu presencia?”
Tiene el aspecto ignom ioso de quien se prepara para
algo ilegal e inm undo.
Exasperado, vuelve a preguntar y puesto que conti
n ú a sin obtener u n a respuesta de aquel fariseo con
tabardo que lo m ira soberbio y hum ilde al m ism o
tiem po, hace u n a señal a uno de sus carniceros. Éste se
acerca a Pablo disponiéndose a apalearlo.
Pablo:
“¿Tenéis derecho a pegar a u n ciudadano rom ano
antes de u n interrogatorio en regla?”
Allí está presente, en la som bra, otra em inencia gris:
ante estas palabras, se turba; com o autoridad de más
alto grado se dirige a su inm undo inferior:
“Cuidado con lo que haces, este hom bre es ciuda
dano ro m an o...”
“¿Es verdad?"
Pablo responde altivam ente, com o antiguo legalista:
“Sí” .
El com isario baja las alas y dice, cada vez m ás igno
m inioso, confidencialm ente.
“Para serlo yo tuve que pagar un m ontón de dine
ro ...”
Pablo (c.s.):
“Y yo lo soy por derecho de nacim iento” .
Los policías lo m iran con respeto com o perros hu
mildes.
(Escena que se rodará en los estudios).
100
Pero he aquí que en sueños se le aparece Dios.
Su boca pronuncia estas palabras:
“A nim o Pablo. Has dado testimonio de mí en Jerusa-
lén, lo darás tam bién en R om a”.
(Cfr. N ota escena precedente).
Escena demonios.
101
portal en el lujoso palacio del “G ran Sacerdote y de los
ancianos”.
El sobrino adolescente de Pablo observa com o en
tran. Y espera, siem pre con sus libros de estudiantino
bajo el brazo.
102
“Entonces lo liquidamos, ¿eh?”
El otro m uchacho, con la voz rota y pastosa a causa
del vino, m ientras los otros cantan a voz en grito, con
firma:
“Sí, m añana m ientras esos bordes de rom anos lo
lleven desde la cárcel al tribunal...”
(Escena que se rodará en los estudios -a u n q u e sería
preferible en u n am biente real, con u n a quincena de
comparsas, que fueran verdaderos parisienses).
103
82. Cárcel de París. (Exterior noche).
104
60 después de Cristo
84. Periferia de Vichy. (Interior día).
107
“Ya estoy ante el tribunal del César; y aquí debe
juzgársem e. A los Judíos no agravié en nada, com o tú
sabes m uy bien, Festo. Si soy culpable de algún crim en
digno de m uerte, no recuso el m orir; pero si nada es
verdad de lo que se me acusa, nadie puede entregarm e
a los Judíos. Apelo al C ésar”.
"H as apelado al César, irás al César, a R o m a ”.
108
88. Interior del hotelito de New Y ork. (Interior
día).
109
pronuncia su discurso (aunque siempre con su ímpetu
poderoso e inspirado).
Este discurso lo constituirá el texto de la "Epístola a
los Hebreos": naturalm ente no todo, sino sintetizado,
m ediante la selección de dos o tres puntos culm inantes,
que divide u n a serie de fundidos encadenados.
E l público hebreo perm anece en su mayor parte indi
ferente, frío u hostil. Alguno hasta desaprueba m anifies
tamente.
Las palabras finales del discurso son de los Hechos
(28.23-31): “Tenía razón el espíritu santo cuando decía
a vuestros padres: oiréis con el oído y no com prende
réis, m iraréis con vuestros ojos y no veréis, porque
vuestro corazón se h a hecho insensible, vuestros oídos
se han endurecido y vuestros ojos se han cerrado para
no ver, para no oír, para no com prender, p ara no ser
convertidos y curados por mí... conocido sea, pues, que
esta salvación de Dios -q u e vosotros rechazais- se
rá com unicada a los paganos que la escucharán dócil
mente.
Dichas estas palabras Pablo, oscurecido y angustiado
se levanta y dubitativo, se va: los demás tam bién despe
jan el salón “discutiendo m ucho entre sí” .
(Este am biente se puede reconstruir en los estudios:
sin em bargo, sería preferible encontrar uno real en
N ew York).
110
películas de gángsters- al policía negro, oscilante y
suave. C anturrea o silba, im provisando. Después, la
piedad, que intenta vencer inútilm ente, prevalece:
aplasta el rostro, aplastado ya com o el de un dulce
anim al, contra el cristal.
Pablo lo advierte y le dirige u n a débil sonrisa.
Fundido encadenado.
111
dad, hallásteis m isericordia, así tam bién ellos ahora no
han creído, para que, por la m isericordia tenida con
vosotros, obtengan a su vez misericordia.
Porque a todos encerró Dios en la desobediencia
paira tener m isericordia con todos...”
63 después de Cristo
91. Tribunal de New York. (Interior día).
115
Pero esta gente es m uy curiosa y no se diría que es
gente de bien.
N egros de aspecto peligroso y granuja con curiosos
som breros e indum entarias casi salvajes; jóvenes “beat”
y “hippies” sucios y provocativos que llam arían la aten
ción del m ás liberal de los burgueses; un grupo rodea a
u n a m uchacha que, tocando su guitarra, canta u n a can
ción co ntra todo tipo de poder. Hasta aquí tiene un
pase. Pero otros, en u n rincón, están fum ando; algunos
han caído y a bajos los efectos de la droga. Otro grupo
charla con vivacidad: se trata de jocosas discusiones
entre un grupo de hom osexuales, m uy afem inados y
m aquillados con jóvenes prostitutos, vestidos casi con
traje, tal' es el exceso de su ímpetu, de su virilidad;
alrededor hay adem ás despojos de distintas especies:
viejos borrachos procedentes de los m ás profundos
bajos fondos; viejas putas reducidas a la mendicidad;
m uchachas corrom pidas fugadas de sus casas, algunas
m uy bellas, pero m arcadas por un destino desesperado;
tam bién hay intelectuales, reconocibles no por sus ves
tidos, sino por sus rostros apagados y sus ojos atentos.
Pablo desciende en m edio de toda esta m uchedum
bre -siem p re atrozm ente atorm entado por su mal. La
m asa de gente se aprieta a su alrededor, respetuosa y
deseosa de conocer y com prender- según las costum
bres casi m ísticam ente dem ocráticas del Village.
Pablo abre la boca y em pieza a hablar:
“N inguno de nosotros vive por sí m ism o y m uere
por sí mismo: porque si vivimos, vivimos por el Señor
y si m orim os, m orim os por el Señor. Por tanto, se viva
o se m uera, estamos en el Señor. Para ello precisam ente
Cristo m urió y resucitó, para ser Señor tanto de los
m uertos com o de los vivos.
¿Y tú, p or qué juzgas a tu herm ano? ¿Y tú, por qué
desprecias a tu herm ano? Todos aparecerán ante el tri
bunal de Dios...
Así cada uno de nosotros rendirá cuentas de sí
m ism o ante Dios. Por lo tanto, no nos juzguem os entre
nosotros, sino pensad en no crear dificultades ni escan
dalizar a vuestro herm ano...
116
Yo sé y estoy persuadido en el Señor, que nada es
im puro en sí m ismo, pero si u n a cosa se considera
im pura, para quien lo cree así, es im pura...
¡Feliz aquel que no condena en sí m ism o lo que
aprueba!
Pero aquel que duda.., se condena, porque no actúa
con convicción: todo aquello que no deriva de una
firme convicción es pecado...”
117
p o r tem or al castigo, sino de la conciencia. Por la
m ism a razón, debéis pagar los impuestos; porque son
funcionarios públicos de Dios aquellos que se dedican a
este oficio. Pagad las deudas a todos: al que debéis
tributo, el tributo; al que portazgo, portazgo; al que
reverencia, reverencia; al que honor, el h onor” .
A m edida que Pablo habla, la platea, que había ve
nido a escuchar por am or, prim ero queda sorprendida,
después confusa y finalmente, estalla con rabia, sil
bando, cantando, gritando.
E n la barahúnda de indignación y, en aquel lugar,
justificada, las palabras de Pablo se pierden; apenas se
oye la últim a frase que consigue pronunciar:
“ ...La noche avanza, se acerca el día. Despojém onos
de las obras de las tinieblas y revistám onos de las armas
de luz...”
E n la confusión (no hay nada m ás im presionante que
u n a protesta de jóvenes que están de parte de la razón;
es infinitam ente m ás espantosa y angustiosa que cual
quier algazara o hasta que cualquier lincham iento fas
cista) se escuchan las exaltadas, irónicas o amargas,
intervenciones de algunos intelectuales y algunos jóve
nes:
“Que lo reexpidan a la España de Franco: ahí seguro
que no le silbarán". “Quizá lo hace por razones diplo
máticas... para que no lo liquiden com o a Luther King,
para estar en buenas relaciones con las autoridades, no
m olestarlas...” “Peor todavía: religión y diplomacia son
dos térm inos contradictorios: este desprecio por la vida
pública, que perm ite la adulación al poder para encon
trar un m odus vivendi con él, resquebraja la m ism a
totalidad m etafísica que lo hace posible... De hecho, el
extrem ism o metafísico y lo práctico, coinciden: pero
u n a cosa es lo práctico existencial y otra, lo práctico
político. Lo práctico existencial es la otra cara de la
religiosidad metafísica. Pero u n error político, deterio
rando la vida práctica, deteriora tam bién el pensa
m iento religioso; y peor todavía, cuando este error polí
tico consiste en u n a aquiescencia, en u n vil com pro
miso con la reacción, en u n a complicidad con el po
118
der”. “¿Qué puedes pretender de este hombre? Es lega
lista hasta la m édula en su predicación. El arquetipo de
la idea de poder coincide con la idea arquetípica que él
da de Dios” . “Su predicación es totalm ente autoritaria:
las declaraciones de debilidad o son narcisistas o son
pasajes de arte retórico” . “Y él, tal com o suelen hacer
nuestros jóvenes demócratas, ¡debería renunciar a ser
u n líder!” “ ¡Pero tiene en la cabeza u n m undo jerár
quico en el sentido más estricto y rígido de la palabra!
Im agínate si aceptaría el anonim ato: es decir, cam biar
de nom bre cada vez que h a fundado u n a iglesia, para
volver a em pezar de cero, sin la autoridad que le pro
porcionan sus éxitos (tal com o hacen nuestros jóvenes
del m ovim iento estudiantil)” . “V a acum ulando autori
dad sobre autoridad; lejos de cambiar de nombre y presen
tarse como un desconocido, no hace más que acentuar su
función paternal”. “En él el Poder lo es todo”.
“Es fundador de Iglesias; tiene la obsesión de insti
tu ir”. “Pero toda institución es en sí m ism a antidem o
crática: la dem ocracia no está en ningún sitio. Sus defi
niciones no tienen u n campo semántico, por ello son
forzosam ente imprecisas. Y sus instituciones, si las hay,
siem pre deben ser inestables, abiertas, en m ovim iento” .
“ ¡La realidad es u n a cualidad, no u n a cantidad!” “Es
de suponer que él no entendería ni siquiera la letra de
nuestras críticas”. “De hecho, tiende a definir y cerrarlo
todo, fe de ello es su lenguaje; lenguaje inspirado e
impreciso, es verdad, pero al m ism o tiem po tan rígida
m ente codificado que cuando en uno de sus discursos
aparece alguna palabra nueva, habría que gritar m ila
gro” . “¿Es posible que no entienda que hoy, aquí, no
puede existir y no puede aceptarse u n código, ni si
quiera u n código de lenguaje revolucionario? ¿Que el
lenguaje revolucionario se inventa día a día? “¿Y que
las fórm ulas que fatalm ente nacen, no pueden tener
más que u n día o un m es de vida?” “¿Es posible que él
venga a predicar u n a iglesia donde, si se siente la nece
sidad de ella, ésta no puede ser m ás que ecuménica; y
que si debe enseñar algo, no puede ser más que la
resistencia a la autoridad, a todo tipo de autoridad?”
119
Fundido encadenado.
120
Beben .y se emborrachan evocando todos los delitos de la
Iglesia: larguísima lista de papas criminales, de com
promisos de la Iglesia con el poder, de abusos, violen
cias, represiones, ignorancia, dogmas. Finalm ente los
dos están completamente borrachos y ríen pensando en
Pablo que todavía está allí, paseando por el m undo para
predicar y organizar.
64-66 después de Cristo
Entrevista en la que se habla del sentido de hacer
una película sobre San Pablo. Todos los delitos y culpas
de la Iglesia no son nada frente a las culpas de hoy en
que la Iglesia acepta pasivamente un poder irreligioso
que la está liquidando y reduciendo a mero folklore,
(cfr. artículos del “Corriere della S era ”: se transcribi
rán completos).
125
94». G énova. C entro y periferia. (Exterior día).
Reaparición de N ew York.
Los gigantescos rascacielos al fondo del puerto, en
un tenebroso ambiente.
El transatlántico en el que llega Pablo, escoltado por
unos policías, atraca en el puerto.
Pablo, en cubierta, m aniatado, entre la m uchedum
126
bre, m ira hacia abajo, hacia el muelle; pero su m irada,
antes esperanzada, lentam ente se pierde y tiembla; se
llena de lágrimas. N adie le espera. Está solo.
Desciende por la pasarela, entre los policías, acabado
y casi una som bra a causa del m al que consum e su
cuerpo.
Lo cargan en u n a cam ioneta de la policía, que se
pierde en el tráfico del inm enso puerto.
Fundido encadenado.
Fundido encadenado.
127
clinado sobre la m ísera hojita de papel donde escribe
con m ano tem blorosa:
“Por Cristo sufro dolores y hum illaciones que me
han llevado a las cadenas, com o si fuese u n delincuente
com ún: pero la palabra de Dios no está encadenada” .
67 después de Cristo
99. Prisión de New York. (Interior día).
131
101. Cárcel de New York. (Exterior día).
132
M ientras continúa escribiendo, vem os en otro folio
el destino de la carta:
“Pablo, Apóstol de Cristo Jesús por m andato de Dios
Salvador nuestro y de Cristo Jesús nuestra esperanza, a
Timoteo, hijo verdadero en la fe...”
133
“C uantos son esclavos sometidos al yugo, consideren
a sus señores com o dignos de toda honra, para que no
sea maldecido el nom bre de Dios y su doctrina. Y los
que sirvan a señores creyentes, no los desprecien por
ser herm anos, antes bien sírvanlos m ejor...”
(N aturalm ente habrá u n a continua analogía entre
estas palabras y las im ágenes arriba descritas; a la pala
bra “esclavos” corresponderá u n a im agen de gente po-
brísima, p o r las calles miserables y a la palabra “seño
res”, la im agen de los edificios del centro, etc.).
134
106. Iglesia de Nápoles. (Exterior día).
135
y después toda la carnavalada de vestidos: prim eras
com uniones, hijas de M aría, afiliados a la Buena M a
dre, etc.
La film adora encuadrará todos estos detalles, m ien
tras la procesión, al son de las campanas, entra en la
iglesia.
A penas perceptible, pero firme, resuena la am onesta
ción preceptiva de Pablo:
“Que las m ujeres ancianas tengan un com porta
m iento que em ana de la gente bendecida por Dios: que
no sean m aledicientes ni adictas al vino, sino ejemplos
de bondad, para enseñar a las jóvenes a ser sabias, a
am ar a sus m aridos y a sus hijos, a ser prudentes,
castas, adictas a la casa, buenas, som etidas a sus m ari
dos, para que no se ensucie la palabra del Señor” .
136
Los graciosos m onaguillos que ayudan en la misa.
Las viejas m ujeres del pueblo (adorables) que rezan
en sus bancos.
U n grupo de autoridades: altos oficiales, inflados
com o pavos dentro de sus uniform es grandes; políticos,
con sus chaquetones negros, con los viejos rostros vul
gares e hipócritas; el cortejo de sus señoras enjoyadas y
sus siervos, etc.
El altar incrustado de oro -verdadero becerro de
o ro - lleno de recargam ientos barrocos y volutas neoclá
sicas, o b ra de total descreim iento, oficial am enazado
ra, hipócritam ente mística y glorificadora, clerical y pa
tronal.
La voz de Pablo continúa im pertérrita dando sus
preceptos pastorales:
“Quiero, pues que los hom bres oren en todo lugar,
levantando sus m anos puras, sin cólera ni espíritu de
disputa. Del m ism o m odo, que las m ujeres se adornen
con decorosa com postura; con pudor y templanza,
no con rizos, oro ni perlas ni preciosas vestiduras, sino
com o conviene a las m ujeres que profesan la piedad por
m edio de buenas obras” .
137
(“Éste es el encargo que te confío, Tim oteo, hijo mío,
conform e a las profecías pronunciadas hace tiempo,
para que, basándote en ellas, lleves a cabo la batalla,
conservando la fe y la buena conciencia”).
138
mes... aunque sin u n verdadero nexo lógico entre sí...
com o si Pablo im provisase... o m ejor dicho, pensase en
voz alta... dejando los pensam ientos -q u e posterior
m ente recogería, ordenaría y racionalizaría, en las pre
dicaciones- libres a través de los labios, en estado puro,
nacientes...
Pablo: (fragm entos de los más elevados y sublimes
recogidos aquí y allá de las cartas, com o puntos supre
m os y culminantes).
U na vez pronunciadas esias últimas palabras, la en
ferm edad se apodera de Pablo; cubierto por u n sudor
helado, el rostro blanco, pierde el sentido. Dulcemente,
sus' amigos, lo ayudan a extenderse en la cam a y lenta
m ente despejan la habitación -saliendo al desguarne
cido corredor golpeado por el desesperado sol de la
ciudad inm ensa, anónim o com o la m iseria y la perdi
ción.)
139
112. Nuevo hotelito de New York. (Exterior dia).
140
NOTA AL TEXTO
141
Al llevar a la im prenta el San Pablo no se puede
dejar de tener en cuenta los retoques llevados a cabo
por el autor. Es posible individualizar dos m odificacio
nes sustanciales: u n a que se refiere a los am bientes y la
otra que da u n particular giro a la narración.
E n la prim era redacción la antigua Jerusalén se había
sustituido por el París de los años 1938-44, m ientras
que en la revisión París se convierte en Roma; y así, la
R om a del prim er borrador se convierte en París; ade
más, Barcelona se convierte en Lugano y Vichy en
Viterbo, m ientras que el puerto de N ew York se con
vierte en el aeropuerto de N ew York. N aturalm ente, al
cam biar la ciudad cam bian tam bién los edificios entre
los que se m ueven los personajes: el Palacio del G ran
Sacerdote y de los ancianos se identifica con el V ati
cano, el Parlam ento de París se sustituye por el Palaz-
zaccio de Rom a, etc.
Estas modificaciones no fueron dictadas por presio
nes de carácter productivo: en Pasolini existía una exi
gencia de “actualidad” que lo llevaba -seis años des
p u é s- a elecciones históricas y am bientales diversas.
A nivel narrativo -a p arte de ú n a profundización de
la im agen de San Pablo (infancia, relación con el padre,
adolescencia, etc.)- aparecen nuevas escenas con Sata
nás, los Dem onios y un Enviado diabólico. Estas esce
nas sustituyen a otras o se insertan en la vieja estruc
tura.
E n la tentativa de restituir de la form a m ás correcta
el espíritu de la obra m adurada en la últim a interven
ción del autor, se han trasladado íntegram ente las co
rrecciones y los cambios; escenas y anotaciones añadi
das se reproducen en cursiva. Entre paréntesis cuadra
dos se indican las escenas destinadas probablem ente a
ser suprim idas o a u n a nueva adaptación.
Los cam bios de ciudad y de lugar están especificados
con claridad por Pasolini y ya se indican en esta nota;
por otro lado, las referencias a am bientes y las descrip
ciones no se pusieron al día, por lo que se h a preferido
no trasladar las modificaciones al texto publicado.
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v e n tiv a se d edicó P a so h n i a u n traba jo
q u e "sen tía" particularm ente. En la in
flam ad a actividad dei apóstol, er¡ su
p redicación contra corriente, e n su
c o n tin u a provocación la n z a d a contra
el estancam iento m o ral cíe u n a época
d e crisis, es fácil recoger las seríales d e
la b a ta lla cultural y civil q u e P asolini
estaba llev an d o a cabo, v arian d o su s
registros expresivos d e la p á g in a escri
ta a la im a g e n fílatica.
La id ea poética d e la p elícu la e s la d e
trasla d ar to d o s los hechos de P a b lo a:
n u e stro s d ías, su stitu y en d o las anti
g u a s capitales d e l p o d e r y d e ía cultura
p o r N u ev a Y ork, L ondres, París,
R om a, A lem ania. P asolini quería dar
cinem atográficam ente, " d e la m anera
m a s directa y v io le n ta", la im p re sió n
d e la a ctu alid ad d e l ap o sto lad o d e Pa
b lo y d ecir al espectador q u e "P ablo
está a q u í, h o y , en tre nosotros", q u e su
p a sió n m ilita n te se d irig e a nuestra so
ciedad, Esto com porta ía su stitu ció n
del conform ism o d e su tie m p o p o r el
c onform ism o c o n tem poráneo, tanto
e n s u aspecto convenciona ¡m ente reli
gio so com o e n el laico, libera 1 y m ate
rialista.
E¡ provecto d e P a so lin i d e llev ar al
fin e las vicisitudes d e San P ablo ti as "E stá claro -e scrib e P a so lin i- que
i l a d a s ¿ n u e stro s d ías n o p u d o íle- P a b lo d e rrib ó revolucionariam ente,
v ^ s e a cabo p o r d ife re n te s razones. ¿on ía sim p le fu e rz a d e s u m en saje re
S in e m b a rg o , a l fía c a s a rs a id ea , Paso- ligioso, u n tip o d e sociedad b a sa d a en
lin i {enia la m fe n á ó n d e p u b lic a r esta la lu ch a d e ciases, e n e i im p e rialism o y
"p e h c u la p o realizada"1. , sobre todo e n el escíavism o... N atoraí-
¡nente todo esto no se expondrá n i tan
S an P a b lo " a q u í y a h o ra, en tre m> explícita n i ta n d idácticam ente... ¡Las
so tio s" n o es m a s q u e eU sstim o n io , ía fo sas, le s p erso n ajes, los a m b ien tes
díánosteaeion d e l a a ctu alid ad , d e ía h a b la rá n p o r sí solos. D e ahí nacerá
v igencia del Santo. S a s p alabras, q u e q u izá s el hech o m á s n u e v o y poético
P asolini tran scrib e literalm en te, res de la película: la s "p re g u n ta s'' q u e los
p o n d e n c o n coherencia a c u alq u ier e vangelizados d irig irá n a S an P ablo
p re g u n ta d e l h o m b re de h o y adem ás, ie rá n p re g u n ta s d e h o m b res m o d er
e n este j uego d e trasposiciones en tre el n o s, específicas, detalladas, p ro b le
m u n d o a n tig u o y la era atóm ica, p o n e m áticas, políticas, fo rm u la d as con u n
e n ev id en cia el 'v e rd ad e ra e scándalo, lenguaje tipien d e nu estro s días; las
la 'a u té n tic a violencia, la h ip o cresía y "re sp u e stas" d e S a n Pabio, e n cam bio,
ía falsa tolerancia d e u n a b u rg u esía serán la s q u e sois: es decir, exclusiva
d e c a d e n te m ente religiosas y a d em ás form u lad as
Eí S an Pablo: d e P asolini n o hace con e l len g u a je típico d e S an Pablo,
concesiones y afeaba, -c o n d en a d o a universal y eterno, pero extemporáneo
m u erte, su frie n d o e l m artirio en la p e (en se n tid o estricto).
riferia d e u n a g ra n d u d a d . D e este m o d o , la película revelará a
través d e este p roceso su p ro fu n d a te
P asoliití trab a jó in te n sa m en te er. el m ática: la contraposición d e "actuali
proyecto d e u n a película so b re S an Pa d a d " y " sa n tid a d " - e l m u n d o de ía
b lo en 1968, re aliz a n d o u n esbozo d e h isto ria q u e tie n d e , en su exceso de
escenificación, p e ro v icisitudes p erso p resencia y urgencia a h u ir hacia ei
n a le s y d ificu ltad es d e pro d u cció n im m isterio, hacia lo abstracto, hacia la
p id ie ro n su realización; je e m p re n d ió p u ra interrogación; y el m u n d o de lo
e l tra b a jo e n 1974, p e ro s in m ay o r for d iv in o q u e e n su religiosa inm ateriali
tuna. dad , p o r el contrario, descien d e entre
Este lib ro d o c u m e n ta c o a q u é em ios h o m b re s, se h a ce concreto y o p e
p e ñ o y con q u é te n s ió n tem ática e in rante".
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