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El comportamiento humano es el conjunto de actos exhibidos por el ser

humano y está determinado por absolutamente todo el entorno en que se


vive; tiene influencias más sociales.
El comportamiento humano desde los inicios de su historia se ha tratado de
estudiar y comprender, esto para tratar de aprovechar sus características
en el desarrollo de actividades o mejorarlo para permitirle al mismo vivir de
una mejor manera, ya sea observando sus fortalezas, mejorando esos
aspectos y tratar de disminuir las debilidades aumentando la atención en
los puntos en los que generalmente el ser humano suele fallar.
Muchos consideran el comportamiento humano algo muy complicado, sin
embargo no lo es, puesto que desde sus inicios el ser humano ha
demostrado su interés de aprender sobre lo que lo rodea y aprovecharlo
para su beneficio y comodidad, si bien el ser humano es curioso, también
es creativo, al inventar toda una serie de formas para comunicarse, desde
el [lenguaje] por señas, el escrito, incluso el oral, entre otras muchas más
cosas que ayudaron a facilitar la vida del ser humano, así como su
supervivencia. Otro aspecto importante sobre la forma de ser de las
personas es el hecho de la manera en la que éstas aprenden; siendo esto la
imitación, este recurso es muy utilizado por el ser humano desde la
antigüedad, evidentes ejemplos de esto es el hecho de que mediante la
copia o imitación se aprende a hablar o caminar. Algunos de los inventos se
basan en la imitación de la naturaleza como lo es el caso de los aviones,
imitando la anatomía de las aves o el del helicóptero, siendo muy parecido a
las libélulas. El aspecto del comportamiento, en el cual las personas deben
poner atención, es el hecho que la imitación esta presente y posee mucha
relevancia ya que desde la infancia se fomenta el imitar como una manera
de aprender, así se aprende a hablar, caminar entre otras cosas; de esta
manera muchos prácticamente adoptan la personalidad de otra persona,
por lo cual las personas deben tener cuidado en su forma de actuar, ya que
aquellos quienes tienden a copiar lo que ven son los infantes que siempre
tienen en mente ser como su “héroe” es decir a quien admiran.
En primera instancia, se tiene a los padres o tutores encargados de los
infantes como figura, de los cuales, en sus primeros pasos tendrán como
ejemplo durante esta etapa. El comportamiento humano de los infantes, es
en su mayoría, el reflejo de lo que observa y oye en su entorno, como su
hogar, la escuela o los lugares a los que normalmente concurre, así como
de las personas de las que se rodea, padres, hermanos, familia en general,
maestros, compañeros, etc.
Cuando el infante empieza a dejar la infancia para convertirse
en preadolescente, empezaran cambios físicos y psicológicos, que
drásticamente irán en torno a su comportamiento humano, ya que la etapa
de cambio, genera la entrada a un nuevo modo de pensar, se viven
situaciones muy diferentes que en los primeros años de vida.
El comportamiento de la persona (así como de otros organismos e incluso
mecanismos), cae dentro del rango de lo que es visto como lo común, lo
inusual, lo aceptable y por fuera de los límites aceptables. En sociología el
comportamiento es considerado como vacío de significado, no dirigido a
otro sujeto y por lo tanto una acción esencialmente humana. El
comportamiento humano no puede confundirse con el comportamiento
social que es una acción más desarrollada y que está dirigido a otro sujeto.
La aceptación del comportamiento es relativamente evaluada por la norma
social y regulada por diferentes medios de control social.
El comportamiento de la gente es estudiado por las disciplinas académicas
de la psicología, la sociología, la economía, la antropología, la criminología y
sus diferentes ramas.
Relación con su entorno: el hábitat del hombre no adaptación sino
transformación.
El animal está vinculado a su entorno. Entorno en el que encuentra
satisfacción a sus estímulos y eso le basta. Es verdad que el hombre también
busca la satisfacción de sus instintos, pero, al mismo tiempo, se hace cargo
de mucho más, conoce otras muchas realidades y se interesa por ellas,
aunque no le sean útiles ni le proporcionen una satisfacción.
Para la ardilla no existe la hormiga que sube por el mismo árbol. Para el
hombre no solo existen ambas sino también las lejanas montañas y las
estrellas, cosa que desde el punto de vista biológico es totalmente
superfluo.
El animal capta y conoce una parte del mundo, lo que necesita del mundo,
y eso es para él "Todo el mundo". El hombre está abierto a todo el mundo,
o mejor, a todo el ser.
Por ejemplo. si una persona le habla a otra, la manera en que reacciona
dicha persona es la conducta

Desarrollo del ser humano


La finalidad de todo organismo y con él de su especie es conseguir la supervivencia para
llevar a cabo el trasvase generacional del genotipo mediante el acto reproductor. Para
sobrevivir el organismo adopta una conducta dirigida a la obtención de alimento y
elabora una estrategia efectiva para vivir de sus enemigos tróficos. Todo ser humano
crece con un instinto o manera de supervivencia.
Los genes juegan gran parte en esta conducta o instinto. Estos comportamientos son
determinados tanto por herencia como por el ambiente, cada uno contribuyendo
diferentes grados de reacciones particulares. Las reacciones son limitadas por la
habilidad del individuo de detectar y responder al estímulo presentado. El
comportamiento tiene algunas conductas que son innatas, estas ocurren cuando la
acción debe ser realizada correctamente desde la primera vez. Estos tipos de conducta
rara a la vez son genéticamente modificados y están hechas a nivel de población.
Además de las conductas innatas tenemos un comportamiento que se puede desarrollar
en un ambiente flexible o estricto. En un ambiente flexible es fácil poder modificar el
comportamiento por las diferentes experiencias e instituciones. Esto hace que la
conducta sea adaptativa, en cambio un ambiente estricto deja poco lugar para
influencias externas haciendo difícil la modificación del comportamiento que ya posee.

Comportamiento (social
El comportamiento, es un aspecto social de la conducta humana, de tal modo
que, el comportamiento social puede ser definido como el conjunto de pautas de
conducta que organizan la relación entre los individuos que conforman un grupo,
el modo de actuación de éste, en su globalidad, con respecto al medio en el que
habita, existiendo una finalidad de carácter adaptativo que le convierte en una
de las claves esenciales del proceso evolutivo, al estar constantemente sometido
a la variación de los criterios selectivos y, por tanto, a los selectores directos del
cambio.
Las prácticas culturales usualmente tienen una gran influencia en diferentes tipos
de comportamientos sociales. Este fenómeno de prácticas culturales se origina
cuando el repertorio de dos o más individuos crean una unidad duradera que
posee la posibilidad de durar más allá del tiempo de esos individuos. Las
prácticas que se pasan de generación en generación por décadas, pasando por
un proceso evolutivo a nivel cultural, son los que más influencia tienen en nuestra
realidad. Esto hace que en estas prácticas culturales el comportamiento de una
persona influya el comportamiento de otra persona que influye a la otra persona
como una concatenación de acontecimientos. Esto crea la misma estructura
cultural que se construye por los diferentes comportamientos de la sociedad. A
su vez la cultura influye el proceso de socialización de los jóvenes por las
diferentes instituciones.34
Prácticas culturales usualmente involucran entrelazar contingencia conductual, donde
la conducta de una persona puede proveer consecuencias positivas para la conducta
de una segunda persona. (Todorov, 2009).3

Existen sociedades simples y sociedades complejas, sistemas de interacción


social igualitarios y sistemas jerarquizantes, sociedades subsistenciales y
sociedades de consumo, etc. Sin embargo la configuración social de nuestra
especie ha experimentado una evolución de una complejidad tal que se ha
traducido en la aparición de una variedad de formas adaptadas de acuerdo con
un criterio histórico y económico, intrínseco al proceso evolutivo del género
humano. El ser humano contra de tener una economía productora comienza a
hacerse sedentario y a ejercer una presión mayor, lo que ha causado que en
unos pocos milenios aumente la producción, el incremento demográfico y la
aparición de sistemas sociales distintos en los que se establecen jerarquías
funcionalmente diferentes que marcan el comienzo de las desigualdades.
Por otra parte tenemos una sociedad cooperativa y solidaria. En la cooperativa
aparecen determinados rasgos de colaboración a altruísmo estas
manifestaciones son elementos minoritarios del global de la conducta. La
conducta humana es solidaria, es decir, orientada no solo a la cooperación en la
obtención de un objetivo tras lo cual finaliza el acto de colaboración en la mayor
parte de las sociedades semicooperativas aludidas sino a la distribución
energética obtenida a través del mismo.
En definitiva, la transformación en una sociedad cooperativa y solidaria con
independencia de los miembros que la forman, el establecimiento de estrategias
sexuales entre ambos sexos de carácter extensivo y vitalicio, el cambio de las
relaciones endógenas de las unidades reproductoras, que además de
reproductivas se hacen subsistenciales y el empleo de una división social del
trabajo son los rasgos distintivos que identifican el comportamiento humano.
Cultura y comportamiento humano
Dagoberto Páramo Morales, Editor
Adentrarse por los laberintos de comprender las complejidades del
comportamiento humano, implica ver la cultura desde la perspectiva
antropológica, como algo que se lleva consigo, como un abrigo
permanente y que como una eterna viajera acompaña a su amo por
donde quiera que él se desplace (Gómez, 1999). Desde esta óptica, se
aprende, se respira y se interioriza en el alma de cada persona, en
contacto con ella.
En el histórico papel que se le ha asignado a la cultura como reguladora
y administradora de conductas, aparece en ella un conjunto de normas
que le dan vitalidad a su continua constitución y reproducción social.
Parece claro, y sobre todo ampliamente aceptado, que en el mundo
culturalmente constituido -una especie de superestructura social- se
haya instalado a través del tiempo una serie de reglas de convivencia
y de solución de conflictos que, consciente o inconscientemente, el ser
social ha aceptado y practicado durante toda su existencia (McCracken,
1986).

Estas, como ha de suponerse, son las que deciden y marcan el grado


de aceptación o de rechazo de determinado comportamiento asumido
por alguien perteneciente a una cultura. En este sentido, los patrones
culturales determinan no solo los premios para quien con su conducta
contribuya a la prolongación de la norma predominante, sino también
el contenido y la forma de castigar a quien, irreverente, se atreva a
enfrentar lo estatuido. Es esta lucha vital, entre todo lo nuevo que
batalla por emerger y lo tradicional que en su afán per-petuador se
resiste a fenecer, la que permite que se logren enormes y significativas
modificaciones que dinamizan la vida y estimulan el cambio y el avance
social. Aparecen así las recompensas como una forma de premiar a
quienes respeten el orden estatuido y los castigos para quienes se
atrevan a desafiar lo imperante, lo dominante, lo "normal" (Schein, 1985).
En este marco de normas de comportamiento socialmente compartidas
y aceptadas, emergen los premios y aplausos para quienes, plegados
a la ortodoxia de pensamiento y acción, se encargan de reproducir en
la cotidianidad de su existencia, lo tradicional, "lo bueno", lo que
concuerda con la ideología dominante; todo aquello que perpetúa el
estado actual de cosas.
Surgen así los patrones ejemplarizantes construidos en el pasado y que
"bien vale la pena" emular. Por ejemplo, las gestas libertadoras, el
predominio de las ideas reconocidas y admitidas, las creencias
traspasadas de una estructura familiar a otra, los valores asociados
con el bien común, los agüeros que generaciones anteriores
transformaron en mitos, los símbolos que transmiten poder y estatus,
las formas de comportamiento acendradas en la tradición, y los hábitos
que en su constante reproducción disminuyen la incertidumbre son
algunas muestras de acciones y pensamientos que en su permanente
recreación favorecen la continuidad y la perpetuidad de un orden social
"debidamente" constituido.
Esta forma de recompensar a quien respeta los cánones establecidos
conduce a que el inconsciente colectivo perdure en la mente y la acción
de los miembros de una cultura determinada (Arnould y Thompson, 2005). Es
por ello por lo que muchos se guían por los arquetipos ampliamente
reconocidos y que sirven de acicate para estimular la conducta de
acuerdo con "lo que se usa", con "lo que no se ve bien", con "no hacer
el oso", con "estar a la moda"; en fin, con todas aquellas conductas
que evitan el escarnio público y por el contrario alimentan la
complacencia y el agrado (Marion et al., 2003).
Este cúmulo de recompensas no solo prescribe la forma de
comportamiento a asumir y el "regalo" a recibir sino el momento de
hacerlo más adecuada y oportunamente (Belk y Coon, 1993). En este
sentido, nadie debe sentirse extraño cuando la sociedad entera o parte
de ella le solicita -le impone-, sigilosa o abiertamente, la forma de
vestirse, la ocasión para hacerlo, el tipo de maquillaje, la combinación
de colores, la risa, el llanto, el recuerdo de las fotografías, la emulación
de los personajes públicamente reconocidos, los modales en la mesa,
la actitud frente a los mayores, el respeto por el derecho ajeno; en fin,
un conjunto de creencias, valores y tradiciones que solamente
repetimos en la constante búsqueda de aprobación y respeto social.
Por otro lado, y cumpliendo de igual manera la función normativa que
históricamente ha venido ejerciendo sobre el comportamiento de los
seres humanos, la cultura también determina la forma y el momento
de condenar a todos sus miembros que se decidan a enfrentar sus
preceptos. Y de ello no se salva, por supuesto, el comportamiento del
consumidor que no es otra cosa que la expresión de su condición
humana, adquirida a lo largo de su propia existencia.
Por el contrario, quienes en la búsqueda de nuevas expresiones de sus
propios seres o en la copia de conductas extranjerizantes osen retar lo
dominante, lo aceptado, lo aprobado, aparecen los castigos que se les
imponen por rebelarse, por no estar de acuerdo con sacerdotes y
conductores espirituales, por no acatar las órdenes de sus mayores,
por hacer caso omiso de las reglas de convivencia, por nadar contra la
corriente dominante de las generaciones pasadas, por no escuchar los
consejos de tíos y familiares, por pensar diferente, por reír
fuertemente, por saludar, por gritar, por vestirse en contra de los
cánones establecidos; en fin, por ser distintos y actuar en contra de las
voluntades socialmente acatadas y obedecidas.
No solo se señalan las conductas reprobatorias sino la forma en que
estas son puestas en la picota pública. Desde esta perspectiva, la
cultura adquiere visos de ser excluyente -clubes sociales,
urbanizaciones especiales-, rectora de conductas, agresiva, clasista,
discriminadora, para todos aquellos quienes amparados por los valores
culturales predominantes asumen actitudes que en otras culturas son
catalogadas como injustas e inequitativas. Valores asociados a la
desigual distribución del poder predominante en la mayor parte de los
países, por ejemplo, son vistos como normales en algunas culturas
occidentales mientras que en otras parecen inauditos e
incomprensibles.
En este sentido, una lista enorme de conductas reprochables podría ser
confeccionada a partir de todas aquellas normas que no son respetadas
y de los castigos por infringir en cada caso dependiendo de la gravedad
de la falta y del momento en que se haya cometido. Esta enumeración
se tornaría aún más interesante si al estructurarla se tuviesen en
cuenta, comparativamente, la actitud que en culturas diferentes se
asumiría frente a la misma prescripción y al mismo señalamiento
social. Ello permitiría reafirmar con más contundencia el carácter ad-
hocque la cultura tiene y que tanto ha inspirado este texto, en función
de la necesidad de concebir e implementar el marketing en un contexto
social determinado de acuerdo con la tradición imperante.
Ante la perspectiva del comportamiento culturalmente determinado, el
ser humano debe ser visto en el marco de sus propias realidades, con
sus circunstancias construidas a través de generaciones enteras, con
sus a veces incomprendidas angustias develadas desde lo más
profundo de su condición humana, con su permanente insaciabilidad
derivada de las culturas postmodernas de consumos infinitos, con su
forma de pensar y actuar no siempre del todo comprendida por sus
semejantes (Benedict, 1934). Es decir, un consumidor encerrado en sus
más profundos desasosiegos, moldeados a su vez por el afán de
autosatisfacción individual y social, es a quien el marketing debe
conocer, estudiar y sobre todo comprender a cabalidad (Páramo y Ramírez,
2017).

Este escenario de las sociedades contemporáneas es el que ha


posibilitado que el hombre, apelando a la cultura y sus diferentes
expresiones, haya podido estructurar y perpetuar las instituciones
sociales que le permiten organizarse para enfrentar su batalla por el
diario (Bourgeon, 1994). La herencia social le ha permitido el
establecimiento de los valores que predominan en su comportamiento
individual y que él acepta como verdades irrefutables sin siquiera
protestar. Ese conjunto de visiones diferentes de un mundo a otro, le
ha valido como forma de expresión típica de una región, con unos
recursos naturales que también ha aprendido a administrar. Tal
programación colectiva que diferencia a un grupo humano de otro y
que se transmite de generación en generación, le abre sus espacios
para admitir las expresiones individuales, familiares, religiosas,
sociales, éticas, subculturales, políticas, económicas, legales,
ambientales, de negocios, de clase social, y de grupos de referencia,
como algo normal dado el grado de enraizamiento que estas
manifestaciones tienen en el seno de cada sociedad, de cada grupo
humano (Wood y Howell, 1991).
En síntesis, el comportamiento humano es en esencia cultural, no
importa qué rol asuma, sobre todo porque las expectativas frente a
cada uno de los roles que adopte también son determinados por esa
cultura: ejecutivo, funcionario público, consumidor, comprador,
cliente, padre, esposa, hijo, padrino, gobernante, legislador, político,
etc.
Por ello, no es posible abordar una estrategia organizacional de
conquista de mercados o de satisfacción de cliente sin considerar que
todos los comportamientos están determinados por la cultura y que es
ella la que precisa las tareas y la actitud a asumir en cada caso
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3 de enero de 2013
MOTIVACIÓN SOCIAL
Una aportación de NAIANA DA NOVA STRINGHINI para el Instituto
Mexicano de la Pareja

En la vida cotidiana, las personas suelen comportarse de una determinada


manera como consecuencia de múltiples razones. Algunos de estos motivos
presentan un carácter básico y elemental; otro por el contrario resultan más
complejos, interconectándose entre sí. A veces las razones que movilizan el
comportamiento humano son las consecuencias ambientales, otras veces
la persona simplemente actúa movida por el interés o placer que conlleva
llevar a cabo una conducta determinada. Se suele definir la motivación
extrínseca, como aquellos procesos activadores del comportamiento por
razón de las consecuencias ambientales derivadas de la realización de
determinadas conductas. La motivación intrínseca, es la conducta que se
lleva a cabo para satisfacer necesidades personales, por el interés y placer
de realizarla. En la mayoría de los casos la motivación humana obedece a
ambos motivos.
como-mantener-motivacion-L-Zw6cdYEn el análisis psicológico de las
necesidades humanas, se ha establecido la distinción entre motivos
primarios o fisiológicos y motivos secundarios o aprendidos, a estos últimos
también se les conoce como motivos sociales. Las necesidades sociales son
necesidades aprendidas, que se desarrollan y se expresan en el contacto
con otros, es decir, se encuentran determinadas por el medio y la cultura.
La persona concebida como organismo y la persona concebida como ser
social confluyen en el análisis de la motivación social.

La motivación social es definida por diferentes autores:


• Festinger. Pone de relieve que la motivación social es aquella que lleva a
la conducta social, entendiendo por conducta social la que implica
interacción con otras personas. Reconoce que existen algunos motivos que
por su propia naturaleza llevan siempre a una acción social, como por
ejemplo el motivo de afiliación o de comparación social. La aportación
básica de él es que establece la distinción entre motivos sociales y no
sociales.
• Murphy. La motivación social no es lo que determina el tipo de acción que
emprendemos sino más bien lo que hay dentro de nosotros que nos lleva a
la acción social.
• McClelland. Sirve para vigorizar, dirigir y seleccionar las respuestas.
Recoge los dos puntos anteriores señalados por Murphy y añade uno más:
la motivación puede dar cuenta del aprendizaje, al ir eliminando poco a
poco las respuestas que no conducen hacia la meta con rapidez y eficacia.
• McClintock. Da un paso más al considerar que el concepto de acción social
planteado por los autores anteriores pasa por alto una de las características
fundamentales de tal acción social, como es la que ésta no incluye solo las
metas individuales de una persona, sino también las metas de los demás
actores participantes en la acción, en la medida en que todos los actores
son interdependientes entre sí.

La motivación social se dedica a estudiar los factores externos o de situación


que se cree ejercen efectos motivacionales sobre los seres humanos. En el
estudio de la motivación social se acentúan los factores externos y de
situación, aun que, como afirma Cofer (1978), la atención se centra también
en las características internas y permanentes del individuo como, al menos,
una variable muy importante en su conducta de logro, de afiliación y
relacionada con el poder. En estos estudios, los factores de situación son
implícita, aunque no explícitamente, sociales por naturaleza.
Desde hace mucho, hay un considerable interés por la motivación
adquirida, que gira principalmente alrededor del tópico de los incentivos.
Los incentivos se refieren a objetos, como recompensas, o a situaciones y
condiciones como conocimiento de los resultados, competencia y
cooperación, que se usan con el propósito de alertar la motivación a la
ejecución. Como factores sociales que influyen en la motivación humana
están el público, los compañeros, la rivalidad, la cooperación y la
competencia. Se realizaron estudios iniciales de factores sociales en
relación con la conducta en el contexto de una controversia sobre el
concepto de mente de grupo. Esta controversia giraba sobre si, en un grupo,
existe o no un factor o proceso que trascienda a los individuos particulares
involucrados. Una alternativa a la mente de grupo era afirmar que las
propiedades del grupo no contienen nada que no esté presente ya en los
miembros individuales de dicho grupo. Las investigaciones que más
influyeron fueron las de Allport. Este autor encontró pruebas de facilitación
social porque algunos sujetos mostraban un incremento cuantitativo de
respuestas en condiciones sociales. Según Allport, sus hallazgos no exigían
un concepto de mente de grupo, pero recurría a nociones de lo individual
para explicar sus hallazgos.

Existen muchos fenómenos en el campo general de la psicología social que


tienen rasgos motivacionales. Ciertas teorías sobre la motivación han
surgido en el contexto de investigaciones de procesos sociales. Propiedades
de grupo como lo atractivo, la cohesión, los patrones de comunicación, el
liderazgo y el papel de los otros y los efectos de los estándares de grupo se
presentan sin duda, en parte, según patrones motivacionales de individuos,
con los que interactúan y modulan sus efectos.
Cuando se es miembro de un grupo, existen varias razones para tender a
cambiar la forma de actuar, pensar, creer o sentir en dirección a las normas
del grupo. Las presiones de otros recaen sobre el individuo, y la frecuencia
de interacción es un factor. Como miembro del grupo se debe perder parte
de la individualidad. En este campo se estudiaron, como un tipo de
influencia social, la sugerencia de prestigio: del grupo y la mayoría o la
opinión de expertos. En suma, se mostró que varias reacciones, opiniones
y juicios de sujetos, eran susceptibles de cambio en dirección del grupo, de
la mayoría o de la opinión de un experto.

Horwitz afirma que los ambientes sociales generan por lo menos algunos
motivos, y reporta varios experimentos que muestran cómo es que la
situación social puede crear motivos. Él cree que estos motivos son
paralelos, en el caso social o psicológico, a motivos o impulsos fisiológicos
como el hambre y la sed. Como ejemplo central, se tiene los estudios sobre
agresión u hostilidad. El argumento está basado en la suposición de que,
dada una situación social, los individuos tienen peso o poder en las
decisiones de un grupo, y éstas afectarán el grado de satisfacción de
necesidad que pueden obtener en el contexto social. Horwitz asocia la
expresión de agresión con la pérdida de poder.
McDougall desarrolló la teoría instintiva, que postula que los instintos no
sólo impulsan la actividad humana sino que también fijan las metas hacia
las que la actividad se dirige, resuelve la dicotomía entre lo biológico y lo
social. Por lo tanto, para McDougall existía un núcleo motivacional común
a toda humanidad. Seguramente esta teoría fue muy criticada y sustituida
por otros enfoques, los cuales no niegan el componente biológico impulsivo
de la motivación humana, sino que tienden a considerarlo como una causa
necesaria, aunque no suficiente.

La corriente conductista se basa en la teoría del aprendizaje asociativo. Uno


de sus postulados básicos era que no sólo los motivos influían en el
aprendizaje, sino que los motivos también podían aprenderse. En la misma
línea Tolman defendió el aprendizaje de lo que denominaba técnicas
sociales, tales como la agresión, la aprobación social, etc., dentro del
paradigma del condicionamiento instrumental. El modelo Hull, una de las
mayores aportaciones, explica el comportamiento social a partir de dos
conceptos motivacionales activadores: el impulso (drive) y el incentivo; y
uno de aprendizaje asociativo: el hábito que marcará la dirección de la
conducta.
El pensamiento de Freud acerca de los orígenes motivacionales de la
civilización, o sea, el ¿Por qué han de crear los hombres un tipo cualquiera
de civilización?¨, es, al menos una parte de la respuesta, el apremio sexual
biológicamente determinado de que el hijo duerma con la madre y destruya
a su archirival, el padre, el llamado complejo de Edipo. Los hijos reprimen
su deseo sexual por la madre y buscan una satisfacción sustitutiva a sus
frustrados impulsos sexuales en el trabajo y en la creación de una estructura
social a través de la cual sus apremios pueden ser satisfechos más tarde y
menos directamente. El hijo aprende que para satisfacer sus deseos es decir
el sexo, sin destruirse a sí mismo y sin destruir a la familia , debe
desarrollarse, aceptar las normas en las que insisten sus padres, ir a la
escuela, aprender un oficio y observar las reglas del cortejo y el matrimonio.
Según Freud millones de jóvenes lograron crear el complejo edípico que
denominamos sociedad, interpretando este primitivo drama motivacional.
Conforme a esta línea de pensamiento las instituciones sociales más
elaboradas son interpretadas como creación de simples apremios
motivacionales y de los conflictos entre éstos.
Otros teóricos han llamado la atención sobre otros tipos de motivación para
actividades civilizadas que proceden del despliegue de instintos sexuales y
agresivos en el núcleo de la familia.

axsLa corriente humanista tiene una visión holista que hace del individuo
un sistema motivacional unificado. Para los humanistas, el motivo nuclear,
es decir el motivo de todos los motivos, el que organiza y unifica a los
demás, es “el ser quien uno es verdaderamente”, son los esfuerzos del self
o tendencia a autorrealización (formando un sistema motivacional
supraordenado). Este motivo abarca todos los esfuerzos del organismo
hacia el crecimiento y el desarrollo.

Hyland (1989), en su estudio sobre la motivación social se centra en la


conducta voluntaria, propositiva y dirigida a conseguir determinadas metas
sociales; desde esta perspectiva, distingue tres principales tradiciones
motivacionales en la literatura psicológica. La primera se basa en el estudio
de las diferencias individuales respecto a la conducta propositiva, y dice que
la conducta propositiva se explica a partir de un número limitado de
motivos básicos comunes a toda la humanidad, explicándose las diferencias
individuales a partir de las diferentes fuerzas que estos motivos alcanzan en
cada persona. Esas teorías conciben la conducta como resultado de la
interacción entre las condiciones del medio ambiente y un componente de
personalidad que refleja la activación individual ante determinadas
condiciones ambientales (basadas en Murray, McClelland y Atkinson).
La segunda tradición está representada por Lewin, él parte de la idea de
que las personas pueden plantearse un número potencialmente ilimitado
de metas diferentes, cuyo seguimiento implica secuencias específicas para
su consecución. De acuerdo con esta tradición, la gente desarrolla metas
específicas basadas en criterios de referencia diferenciados; de esta forma,
las individualidades comportamentales dependen directamente de la
naturaleza particular de tales metas.

La tercera tradición en el estudio de la motivación social se focaliza en las


cogniciones. De acuerdo con Weiner, las personas difieren en las
atribuciones que establecen sobre las posibles causas de un evento. Es esta
atribución de logros y/o de fracasos a diversos factores explicativos la que
va a repercutir sobre el establecimiento y selección de metas futuras. Se
centra en la organización jerarquizada del conocimiento y en la
interpretación mental. Estas tres tradiciones motivacionales basan sus
diferencias en el papel asignado a los diferentes procesos que intervienen
en la conducta propositiva, en otras palabras se basan en tres preguntas
centrales:
¿Cuánto se quiere algo?, cuya respuesta hace referencia a la mayor o menor
intensidad en la búsqueda de metas sociales. ¿Qué es lo que se quiere?, es
decir, el criterio de regencia son las metas específicas. ¿Cómo se va a
conseguir?, en donde los procesos cognitivos intervienen como mediadores
en la organización jerarquizada de metas.

Hyland (1989) considera que las diferentes teorías de la motivación resultan


complementarias más que alternativas, proponiendo un armazón teórico
compón, de carácter holístico, en el que pueden integrarse todas ellas.
Reeve (1994), describe las investigaciones y teoría sobre los tres principales
motivos sociales: el logro, la afiliación y el poder. Cita algunos ejemplos de
estos: las fantasías de ganar una carrera de caballos, ser mejor estudiante
y descubrir una cura para el cáncer son todos pensamientos relacionados
con el logro; los pensamientos de soledad y separación, de reconciliarse en
una relación, de estar con los buenos amigos y de hacer nuevas amistades
son pensamientos relacionados con la afiliación; los impulsos agresivos y las
preocupaciones de status y reputación son pensamientos relacionados con
el poder.

Henry Murray fue un gran estudioso cuanto a la motivación del ser humano,
siendo su mayor contribución el concepto de necesidad. Murray decía que
las necesidades tenían base fisiológica y estaban relacionadas con fuerzas
químicas en el cerebro. Las necesidades podían surgir tanto de los procesos
internos como de los acontecimientos externos pero todas las necesidades
creaban un estado de tensión en la persona, que si eran satisfechas
producían una reducción de la tensión. Él afirmaba que algunas (pero no
todas) conductas estaban gobernadas por un conjunto nuclear de
necesidades humanas universales. Creó una lista de las 20 necesidades
humanas más importantes (o básicas), entre ellas está la necesidad de
logro: superar obstáculos y llegar a un estándar alto, superar a los demás,
esforzarse y alcanzar el dominio; la necesidad de afiliación: formar
amistades y asociaciones, saludar, juntarse y vivir con otros, cooperar y
conversar de forma sociable con otros; la necesidad de dominancia (o
poder): influenciar o controlar a otros, persuadir, prohibir, dictar, ordenar,
restringir, organizar la conducta de un grupo.

Para medir los motivos humanos Murray decidió usar todas las técnicas
posibles. Hizo uso de cuestionarios, entrevistas, asociación libre, diarios,
observaciones, etc., sin embargo, la mayor aportación de Murray fue la
creación del Test de Apercepción Temática (TAT) para medir las
necesidades humanas. En este test se presentan una serie de láminas con
dibujos a la persona que está haciendo el test para que se invente una
historia en relación con lo que aparece en la lámina. La palabra temática se
refiere al tema que se expresa en la historia que se inventa para cada
lámina. Por ejemplo, la historia de trabajar durante la carrera de medicina,
convertirse en médico y descubrir la cura para una enfermedad incurable
es un tema de logro.

La palabra apercepción se refiere a la tendencia humana a percibir más allá


del objeto de estímulo. Cuando una persona apercibe, proyecta sus
interpretaciones personales sobre el objeto que está percibiendo. El
concepto de apercepción es esencialmente el mismo que mirar una nube y
ver en su forma ambigua una seta. Al hacer el TAT, la persona observa una
serie de entre 5 y 21 dibujos uno por uno. Por lo tanto, al hacer el TAT, la
persona escribe relatos cortos sobre muchos dibujos distintos (estímulos)
que deberían provocar distintos motivos e incentivos a la acción.
Una década más tarde McClelland, Atkinson y otros colegas adaptaron la
técnica del TAT a un método de puntuación de tres necesidades específicas:
la necesidad de logro, la necesidad de afiliación y la necesidad de poder
(llamada por Murray dominancia).

Aunque el método más usado para la medición de los motivos humanos ha


sido el TAT, muchos autores apuntan a la baja fiabilidad y la baja validez de
este. Con los años se han desarrollado muchas otras medidas para estas
motivaciones, inclusive se han desarrollado modelos computadorizados del
TAT para mejorar la fiabilidad de las puntuaciones de los motivos sociales,
el cuál discrimina entre personas con necesidad de logro alto y las personas
con baja necesidad de logro. Otros medidas son, por ejemplo, el Test de
Motivación Prestático (PMT) de Hermans (1970), y las escalas PRF de
Jackson (1974). El PMT está basado en la teoría de motivación de logro de
Atkinson y contiene preguntas acerca de los niveles de aspiración, de toma
de riesgos, los esfuerzos por alcanzar mayores niveles de vida y la
persistencia. El Personal Research Form (PRF) se basa más en el valor del
logro que no en la necesidad de logro e incluye preguntas relacionadas con
la importancia que tienen los esfuerzos de logro para la persona en relación
con otros proyectos vitales. Heilmreich y Spence desarrollaron otro
cuestionario de motivación de logro, tomando en cuenta 4 componentes
de la motivación de logro: orientación laboral (deseo de hacer lo mejor que
uno puede en todo lo que haga), dominio (la persistencia a la hora de
completar tareas), competitividad (el disfrutar del reto de la competición)
y despreocupación personal (orientación autónoma respecto a lo que
piensan los demás de los esfuerzos de logro propios)

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