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DRA. MA.

CECILIA CANSECO CORTES

PENSAMIENTO ECONÓMICO
INTRODUCCION

Hablaremos de un puñado de hombres que bien pueden reclamar título a la celebridad.


Fueron hombres sin importancia: no estuvieron al frente de ejércitos, no enviaron
hombres a la muerte, no mandaron imperios y tuvieron escasa participación en las
decisiones que moldearon la Historia.
Algunos adquirieron renombre, pero ninguno llegó a la categoría de héroe nacional;
algunos fueron víctimas de duras agresiones verbales, pero a ninguno llegó a
considerársele como una vergüenza nacional. Y, sin embargo lo que ellos hicieron tuvo
en la Historia influencia más decisiva que muchas acciones de los estadistas a quienes
la gloria les dio brillo; estos hombres produjeron trastornos que fueron, con frecuencia,
más profundos que el ir y venir de los ejércitos a través de las fronteras, y tuvo mayor
eficacia, para bien o para mal, que muchos decretos y leyes promulgados por monarcas
y legislaturas. Lo que esos hombres hicieron fue moldear las inteligencias humanas.
Y como todo aquél que recluta las inteligencias humanas adquiere un poder superior al
de la espada y a la del acero, estos hombres, de quienes vamos a hablar, moldearon y
rigieron el mundo.
Sólo unos pocos llegaron a entrar en el campo de la acción; trabajaron, sobre todo,
como hombres estudiosos: calladamente, en la oscuridad, y sin importarles gran cosa lo
que el mundo dijese de ellos. A pesar de lo cual, dejaron imperios destrozados y
continentes en erupción; apuntalaron o socavaron regímenes políticos; levantaron a unas
clases sociales contra otras, y enfrentaron entre sí a las naciones; pero no porque
quisieran hacer daño, sino por la potencialidad extraordinaria de sus ideas.
¿A qué hombres no referimos?
Nos referimos a los grandes economistas.
Parecería que en un mundo desgarrado por los problemas económicos EL PROBLEMA
ECONÓMICO QUE ES LA ESCASEZ , en un mundo en el que éstos constituyen nuestra
constante preocupación y en el que no hablamos de otras cosas que de cuestiones
económicas, deberíamos estar familiarizados con los grandes economistas como los
estamos con los grandes filósofos o estadistas. Sin embargo, no es así, y son para
nosotros figuras borrosas del pasado a la vez que miramos con una especie de temor y
distanciamiento los problemas que ellos tan fervorosamente debatieron.
Suele decirse que la Economía es, sin duda, UNA disciplina importante, pero fría y difícil,
y que es preferible dejársela a quienes se mueven como el pez en el agua en el campo
abstruso (difícil de comprender) del pensamiento.
Nada da más lejos de la verdad que semejante afirmación. Quien crea que la Economía
es de la competencia exclusiva de los académicos, olvida que esta ciencia es la que ha
lanzado a los hombres a las barricadas. El hombre que ha hojeado un libro de texto de
Economía y ha sacado la conclusión de que esta materia es aburrida, se parece al que
leyó una cartilla sobre logística y sale de su lectura convencido de que el estudio del arte
de la guerra tiene que ser, por fuerza, aburrido.
A diferencia de lo que ocurre con las ideas de los grandes filósofos, las que manejan los
grandes economistas afectan de cerca a nuestra vida y a nuestro trabajo diario; las
experiencias, a las que ellos impulsaban a la Humanidad no podían llevarse a cabo en el
aislamiento de los laboratorios, como las de los hombres de ciencia. Las ideas de los
grandes economistas eran capaces de conmover al mundo, y sus errores tenían que ser,
por fuerza, calamitosos. A decir verdad, son ellas las que rigen casi totalmente al mundo.
Los hombres prácticos, que suelen creerse a cubierto de toda suerte de influencias
intelectuales, son, por lo común, esclavos de algún economista ya fallecido. Ciertos locos
que tienen en sus manos el ejercicio del poder y que creen oír voces que les llegan de lo
alto, no hacen otra cosa que destilar el frenesí de los textos de algún mal escritor que

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años atrás había expuesto un plan puramente teórico. Yo tengo la firme convicción de
que se ha exagerado muchísimo la fuerza que tienen los intereses creados, si se le
compara con el empuje gradual que adquieren las ideas.
Es difícil imaginarse un grupo de hombre más dispar y menos indicado, en apariencia,
para rehacer el mundo.
En este grupo hubo un filósofo (SMITH) y hubo un loco (FOURIER), un clérigo
(MALTHUS) y un corredor de Bolsa (DAVID RICARDO), un revolucionario (MARX) y un
aristócrata (SAINT SIMON) y un vagabundo (THORSTEIN VEBLEN).
Procedían de todas las nacionalidades y de las más diversas carreras, y estaban
dotados con los más opuestos temperamentos.
Algunos sabían expresarse con brillantez (DAVID RICARDO), otros eran unos pesados
(MALTHUS, MARX); algunos se hacían simpáticos (FREDERIC BASTIAT), otros eran
intratables.
Tres, por lo menos, supieron hacerse ricos, pero otros tantos no consiguieron aprender
jamás las normas elementales de sus propios PENSAMIENTOS ECONÓMICOS
economías. Dos fueron eminentes hombres de negocios, uno jamás llegó a salir de su
empleo de agente viajero y otro malbarató su propia fortuna.
Sus puntos de vista acerca del mundo fueron tan contradictorios como su propia fortuna;
en una palabra, jamás se ha visto un grupo de pensadores tan discordante. Hubo entre
ellos uno que durante toda su vida se constituyó en abogado de los derechos de la mujer
(JHON STUART MILL), mientras que otro nunca se retractó de su afirmación de que la
inferioridad de la mujer con respecto al hombre era algo perfectamente demostrable. Uno
del grupo sostuvo que los nobles eran unos bárbaros, en tanto que otro afirmó que los
plebeyos eran unos salvajes. Uno -que era muy rico (DAVID RICARDO)- apremió a que
el mundo aboliese la riqueza, y otro -bastante pobre (MALTHUS)- censuraba el ejercicio
de la caridad.

Hubo varios que sostuvieron que su mundo, con todos inconvenientes, era, el mejor de
todos los mundos posibles, en tanto que otros varios dedicaron su vida a demostrar que
eso no era verdad.
Todos ellos escribieron libros, pero es imposible imaginar una biblioteca más variada que
la que formaron estos hombres. Hubo uno o dos cuyos libros que alcanzaron
grandes cifras de venta y que llegaron hasta las chozas del Asia, mientras que otros
tuvieron que pagar dinero para que les publicasen sus oscuras obras, y nunca llegaron
más allá de un círculo reducidísimo de lectores. Una minoría de esos hombres
escribieron en un lenguaje que aceleró el pulso de millones; otros - que para el futuro del
mundo no tuvieron menor importancia escribieron en una prosa que, lo mismo entonces
que ahora, llena el cerebro de nebulosidades.

Lo que une a todos ellos no son sus características personales, ni sus vidas, ni sus
prejuicios, ni aún siquiera sus ideas. Su común denominador es cosa distinta: una
curiosidad común.
Se sintieron fascinados por el mundo que les rodeaba, por la complejidad y el aparente
desorden del mismo, por la crueldad, que a menudo se ocultaba bajo la máscara de la
santurronería y por los logros que muy frecuentemente pasaban inadvertidos.
Todos ellos se sintieron absorbidos por el estudio de la conducta de sus prójimos, en
primer lugar por su manera de crear riqueza material, y después por la manera como
cada cual atropellaba a su vecino para tomar su parte.
Por esta razón cabe llamar a ese grupo de hombres los filósofos de lo material, porque
trataron de abarcar, dentro de un esquema de filosofía, la más material de todas las
actividades humanas, a saber: la carrera hacia la riqueza.

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Quizá no sea ésta la clase más elegante de filosofía, pero es, sin duda, la que más
intriga o la que más importancia tiene.
¿A quién se le ocurriría pensar que puede existir un orden y un propósito que ligue a una
familia que se encuentra en la miseria y a un especulador que espera jadeante la ruina
de un momento a otro? o a quién de le ocurriría buscar leyes y principios fijos entre una
multitud alborotada que recorre las calles y un verdulero que sonríe a sus clientes?
Pues bien: los grandes economistas creyeron firmemente que esos hilos, en apariencia
sin relación entre sí, podían ser tejidos hasta formar un tapiz único, y que observando al
mundo alborotado con suficiente perspectiva, es posible distinguir un progreso ordenado
y resolver el tumulto en un acorde.

Enorme tenía que ser su fe para creer tal cosa. Y su fe resultó justificada.

Una vez que los economistas desplegaron, ante la vista de las generaciones de su
tiempo, los esquemas ideados por ellos, se vio que el pobre y el especulador, el
verdulero y la muchedumbre alborotada, no eran ya actores mas conjuntados a los que
el azar inexplicable había lanzado juntos al escenario; se comprendió que cada uno de
ellos representaba un papel -feliz o desdichado- esencial en el proceso del mismo drama
humano. Cuando los economistas dieron fin a su tarea, aquello que había sido un mundo
caótico y sin sentido se convirtió en sociedad ordenada con una historia dotada de vida y
sentido propios. Esta búsqueda del sentido del mundo es la que se oculta en el corazón
de la Economía.
Retrocederemos en el tiempo para poder descubrir las raíces de nuestra propia
sociedad en el torbellino y cambios sociales que los grandes economistas identificaron,
al hacerlo, tendremos ocasión de conocer a los grandes economistas.
Sería conveniente que pudiéramos empezar, desde luego, con el primero de los grandes
economistas: con Adam Smith. Pero Adam Smith vivió en tiempos de la Revolución de
los Estados Unidos, y es indispensable que demos alguna explicación acerca del hecho
conturbador de que hubiesen transcurrido seis mil años de historia documentada, sin que
en todo ese tiempo surgiese

en escena un filósofo de la vida material.


He ahí el hecho sorprendente: el hombre venía luchando con los problemas económicos
desde mucho antes del tiempo de los faraones, y en el transcurso de todos estos siglos
había producido veintenas de filósofos, de científicos, de pensadores políticos, de
historiadores, así como también había producido artistas y estadistas por centenares de
docenas.
¿Cómo, pues, no había producido economistas?
Dejaremos en claro esta situación. Hasta que no hayamos investigado la naturaleza de
un mundo anterior, que abarque un tiempo mucho más extenso que el nuestro - de un
mundo en el que un economista habría sido no sólo innecesario, sino imposible-, no
podremos instalar el escenario en que los grandes economistas han de ocupar sus
puestos.

HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO


Pensamiento Económico: Conjunto de opiniones relativas a los problemas económicos
que prevaleces en una época y en una sociedad determinada. Es diferente al Análisis
Económico que consiste en el conjunto de resultados del esfuerzo científico.

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ANTIGÜEDAD
La historia del pensamiento económico comienza con las teocracias de la antigüedad,
cuya organización económica presentaba caracteres que no eran totalmente diferentes a
los que se dan entre nosotros, y planteaba una problemática que, en lo fundamental,
resolvieron con un espíritu no muy diferente al nuestro.
En el antiguo Egipto existió algo parecido a una economía planificada que giraba en
torno a su sistema de irrigación.
Las teocracias de Asiria y Babilonia desarrollaron gigantescas organizaciones militares y
burocráticas y elaboraron minuciosos sistemas legales, entre los cuales el Código de
Hammurabi (2000a.c.) es el documento legislativo más antiguo que se conoce.
Además estas teocracias llevaron a cabo una política internacional muy intensa,
desarrollaron instituciones monetarias de un alto nivel de perfección y conocieron el
sistema bancario y el crédito.

Los libros sagrados de Israel, especialmente en sus aspectos legislativos, revelan una
correcta comprensión de los problemas económicos prácticos del Estado hebreo.
En la antigua China encontramos una administración pública muy desarrollada que se
ocupó de los problemas agrarios, financieros y comerciales que se planteaban. Estos
problemas fueron tratados con frecuencia desde un punto de vista ético.

A lo largo de la historia del pensamiento económico se han ido decantando una serie de
escuelas o doctrinas que el paso del tiempo y los avances de la investigación económica
han ido debilitando o reforzando.

Desde los orígenes hasta Platón, pasando por la contribución romana y el pensamiento
cristiano primitivo, los doctores de la escolástica y los filósofos del derecho natural; la
época mercantilista, la escuela fisiocrática, el pensamiento clásico y las ideas
keynesianas, se han generado casi tres siglos de trabajos más o menos científicos
preocupados por el uso de los recursos para satisfacer las necesidades humanas

LOS PRINCIPIOS
Abarca el periodo de la comunidad primitiva hasta su desintegración.

Debido a que en la antigüedad el proceso económico era muy simple y primitivo; las
ideas económicas estaban enfocadas únicamente a la mejor forma de obtener los
bienes para satisfacer las necesidades de la colectividad.
Cuando la sociedad primitiva fue evolucionando y las relaciones sociales de producción
también fueron cambiando, el pensamiento económico se tuvo que transformar .El
pensamiento económico tenía fundamentalmente un carácter religioso, expresado por
los profetas
El punto de vista de los profetas y de todo el pensamiento hebreo fue totalmente
idealista, ya que pensaba en la venida del Mesías.
Las ideas económicas más importantes de los profetas son:
a) Expresan la división que existe entre ricos y pobres.
b) Estaban a favor de restringir los derechos de propiedad.
c) Los principios rectores de la vida social deben ser la justicia y la piedad.

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d) Se deben castigar los abusos del comercio y la usura.


e) Estuvieron en contra del embargo de ropa o de los útiles de trabajo de los
deudores.

GRECIA Y ROMA
Abarcan el periodo del esclavismo clásico.
El pensamiento griego incluso en sus manifestaciones más abstractas giró siempre en
torno a problemas concretos de la vida humana. A su vez, tales problemas concurrían
siempre en la idea de la polis, la ciudad-estado helénica, que era para los griegos la
única forma posible de existencia civilizada
El “Estado Perfecto” de Platón, trazado en su obra “La República”, era una ciudad-
estado concebida para un número reducido de ciudadanos que, en la medida de lo
posible, fuera también constante. Su riqueza debía ser estacionaria como su población,
todas sus actividades tanto las económicas como las demás debían estar estrictamente
reguladas: guerreros, agricultores, artesanos, etc., debían estar organizados en castas
permanentes y hombres y mujeres debían ser considerados exactamente iguales. El
gobierno estaba confiado a una de estas castas, la casta de los guardianes o
gobernantes, que debían vivir juntos sin propiedad individual, ni vínculos familiares.
En el Estado ideal de Platón existen dos clases: los gobernantes y los gobernados. Los
primeros se dividen en guardianes y auxiliares; la segunda la forman los artesanos.
Ninguno de estos últimos, entregados como estaban a las faenas servirles de la
producción y la circulación de la riqueza, podía tener el talento necesario para gobernar.

Platón percibía que era necesaria alguna forma de división del trabajo, y en esto
fundamentaba un sistema de castas.
Platón afirma que la moneda es un “símbolo” creado con la intención de facilitar el
cambio. Sus criterios sobre política monetaria pueden considerarse como las
consecuencias lógicas de una teoría según la cual el valor de la moneda es en principio
independiente del material de que está fabricada.
Platón pensaba que había ocupaciones indignas o serviles y despreciaba el comercio
exterior.

Aristóteles fue el primer economista analítico. Él fue quien puso los cimientos de la
ciencia y el primero que planteó los problemas económicos que han estudiado todos los
pensadores posteriores.
Vivió en una sociedad y respiró la atmósfera de una civilización para la cual era esencial
la esclavitud. Según él, la esclavitud se fundaba en un hecho indudable: la desigualdad
“natural” de los hombres.
Los elementos de economía de Aristóteles, están contenidos en la Política y en la Etica.
Los hechos económicos que analizó y valoró están interpretados desde las
preconcepciones ideológicas propias de un hombre que vivió cerca de una clase ociosa
cultivada y que escribió para ella; una clase que despreciaba el trabajo y las actividades
mercantiles y que, naturalmente simpatizaba con el agricultor que la alimentaba y odiaba
al prestamista que la explotaba.

Aristóteles basó directamente su análisis económico en las necesidades y en la


satisfacción de las mismas. Partiendo de la economía doméstica autosuficiente, introdujo
después la división del trabajo, el trueque y, como medio de superar las dificultades del
trueque directo, el dinero; incluyó una dura crítica del error que consiste en confundir la
riqueza con el dinero.

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La teoría del dinero que Aristóteles postuló nos habla de que algunas mercancías -como
los metales- son más apropiadas que otras para desempeñar la función de medio de
cambio.
La regla de equivalencia que aplicó a las transacciones le indujo a considerar que el
“medio de cambio” debe servir también como “medida de valor”, también reconoció
implícitamente al menos, que el dinero se utiliza también como “almacén de valor”. Está
claro, pues, que tres de las cuatro funciones que tradicionalmente se atribuyen al dinero
en los manuales del siglo XIX - la cuarta consiste en servir como “patrón de pagos
diferidos”- pueden remontar su origen a Aristóteles.

Distinguió entre valor de uso y valor de cambio, y percibió que de alguna manera el
segundo se deriva del primero. Definió al monopolio como la situación de un mercado
con un vendedor único y condenó este mercado como “injusto”.

Vamos a considerar ahora la contribución de los romanos, que no es menos importante


que la de los griegos. Incluso en los tiempos más remotos cuando Roma era una
comunidad de campesinos, existían en ella problemas económicos de fundamental
importancia que originaron violentas luchas de clases. Durante la época de la primera
guerra púnica se habían desarrollado considerables intereses comerciales. En los
últimos años de la República, el comercio, la política monetaria y la hacienda pública, la
administración colonial, la difícil situación de la agricultura italiana, el abastecimiento de
víveres a la capital, el crecimiento de los latifundios, el trabajo de los esclavos y otros
muchos aspectos de la sociedad romana planteaban problemas que en el seno de una
organización política artificialmente creada por las conquistas militares y por el conjunto
de consecuencias inherentes a un incesante estado de guerra hubieran bastado para
ocupar por completo la actividad de una legión de economistas.

En la cumbre del esplendor cultural romano, esto es, en la época de Adrián y de Antonio
Pío, cuando muchas de aquellas dificultades quedaron aplazadas y la paz y la
prosperidad reinaron durante algún tiempo en el vasto imperio, sus competentes
gobernantes y la pléyade de brillantes generales y administradores que los rodeaban
podían haber obtenido alguna ventaja si hubiesen dispuesto de los consejos de un grupo
de economistas. Todo esto es fácil de comprender. En la estructura de la sociedad
romana los intereses puramente intelectuales carecían de lugar natural. Conforme el
tiempo pasaba, esta sociedad fue haciéndose más compleja, pero su estructura puede
resumirse en pocas palabras.
Por una parte existían los campesinos, la plebs urbana (comerciantes y artesanos) y los
esclavos; por encima de ellos, había una “sociedad” que, aunque indudablemente
albergaba una clase dedicada a los negocios, estaba principalmente formada por una
aristocracia que, a diferencia de la aristocracia ateniense de la época de Pericles, nunca
se apartó de los asuntos públicos para llevar una vida de ocio refinado. Los problemas
civiles y militares absorbieron plenamente su atención.
Una sociedad con una estructura semejante estaba naturalmente obligada a interesarse
apasionadamente por la historia, especialmente su propia historia. Esta fue una de las
dos salidas principales por las que desembocó el tipo de curiosidad científica que se
albergaba en la mentalidad romana. La otra fue el Derecho.

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EL PENSAMIENTO CRISTIANO PRIMITIVO


La afirmación de que los fieles deben vender todo cuanto tienen y darlo a los pobres, o
que deben prestar sin esperar nada a cambio (posiblemente ni siquiera el reintegro de lo
prestado), y cualquiera otras opiniones sobre temas económicos que podamos encontrar
en ellos son simples imperativos ideales que forman parte de una concepción general de
la vida, y que sirven para expresar tal concepción; de ninguna otra forma pueden
interpretarse, y menos aún como proposiciones científicas.
Todos ellos predicaron contra el lujo excesivo y la riqueza irresponsable, y recomendaron
la caridad y la moderación en el uso de los bienes terrenales; pero no realizaron ningún
tipo de análisis.
La iglesia cristiana no intentó la reforma social, salvo en lo que se refiere a una reforma
moral del comportamiento de los individuos. En un tiempo ni siquiera antes de su victoria
que puede fecharse aproximadamente en 313, año en que Constantino publicó el edicto
de Milán, intentó la iglesia una ataque frontal contra el sistema social existente, ni contra
de sus instituciones más importantes. La Iglesia nunca prometió el paraíso económico;
jamás prometió ningún tipo de paraíso a este lado de la muerte. En consecuencia, el
cómo y el por qué de los mecanismos económicos quedaron al margen del interés de
sus dirigentes y de sus pensadores.

LA ESCOLÁSTICA
Escolásticos -doctores scholastici- maestros de escuela
Empezamos en la época de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), vivió en la cumbre de
la civilización feudal.
Sostiene que el argumento de autoridad era de importancia decisiva en aquellas
materias que afectasen a la Revelación, es decir, consideraba concluyente la autoridad
de aquellos hombres que hubiesen recibido las verdades reveladas; pero también
sostuvo que en todas las demás cosas , incluyendo aquí, naturalmente, el conjunto de
las cuestiones económicas, tal argumento era “extremadamente débil”.

Santo Tomás dividió en dos partes el campo del conocimiento: por un lado, las ciencias
que se sirven exclusivamente de la razón humana -entre las cuales se incluye la teología
natural - y, por el otro, la teología sobrenatural. Esta última también es considerada por
Santo Tomás como una ciencia, pero como ciencia sui generis, puesto que, a diferencia
de todas las demás, no sólo se sirve de la razón humana sino también de la revelación.

En esta concepción, que parece haber sido generalmente aceptada, la sociología y la


economía no entraban como ciencias autónomas. En una primera etapa ambas se
integraban dentro de la ética o teología moral, que a su vez formaba parte de la teología
natural y de la teología sobrenatural.
Más tarde, especialmente en el siglo XVI, las cuestiones sociológicas y económicas
fueron estudiadas dentro de la ciencia jurídica escolástica.

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A veces recibieron tratamiento por separado algunos problemas particulares,


principalmente los relativos al dinero y al interés. Así fue también en lo que respecta a las
cuestiones políticas. Pero el conjunto de los problemas económicos nunca fue
considerado como una materia independiente.
Santo Tomás, estuvo ciertamente interesado por los problemas de sociología política,
pero la suma de todas las cuestiones económicas le importaba menos que el más
modesto argumento filosófico o teológico: sólo se ocupó de los fenómenos económicos
cuando éstos suscitaban problemas de teología moral.

Para Santo Tomás economia significaba simplemente la administración del hogar. Su


carácter es embrionario y está integrada únicamente por algunos de los argumentos
relativos al “precio justo” y al “interés”.
El concepto de “valor”, esto es, el concepto central de la economía pura de los
escolásticos que estaba también basado en las “necesidades y su satisfacción”, servía
para enlazar ésta con su economía del bienestar.

Los escolásticos desarrollaron y profundizaron la distinción entre valor de uso y valor de


cambio establecida por Aristóteles y llegaron así a elaborar, una genuina teoría subjetiva
del precio o valor de cambio fundada en el concepto de utilidad; nada análogo ni en
Aristóteles ni en Santo Tomás.

Los escolásticos expresaron con suficiente claridad que el costo, aunque es un factor
que contribuye a determinar el valor de cambio (o precio), no puede considerarse como
su origen lógico o “causa”.
Prefiguraron inequívocamente las líneas generales de la teoría de la utilidad a la que
consideraban como fuente o causa de valor; pusieron sumo cuidado en advertir que la
utilidad no es una propiedad característica de los bienes mismos, ni ninguna de las
cualidades inherentes a ellos, sino el reflejo de los usos que los individuos en cuestión
se proponen hacer de las mercancías, así como de la importancia que a tales usos
atribuyan.
Los últimos escolásticos aunque no resolvieron explícitamente la “paradoja del valor”,
obviaron esta dificultad poniendo en relación desde el primer momento, su concepto de
utilidad como la abundancia o la escasez; su utilidad no era la utilidad de los bienes en
abstracto, sino la de la cantidad disponible de bienes en cada situación particular.
Finalmente, tuvieron en cuenta todos los factores que determinan los precios, aunque no
lograron sistematizarlos en una verdadera teoría de la oferta y la demanda. Pero los
elementos necesarios para una teoría semejante estaban todos presentes: sólo faltaba
añadir las representaciones gráficas y los conceptos marginalistas que habrían de
desarrollarse en el siglo XIX.

Los escolásticos de este último periodo identificaron el justo precio con el precio de
competencia. Siempre que tal precio existiese, será “justo” pagarlo y aceptarlo,
cualesquiera que puedan ser las consecuencias para las partes contratantes. Es correcta
la ganancia que obtiene el comerciante cuando compra y vende a los precios del
mercado, y las pérdidas que pudiera sufrir deben atribuirse a su mala fortuna o a su
incompetencia: todo esto, por supuesto, siempre que la ganancia o la pérdida resulten
del libre funcionamiento del mecanismo de mercado y no si proceden, por ejemplo, de
precios fijados por la autoridad pública o por asociaciones monopólicas.

Indudablemente deben considerarse como juicios éticos la moderada censura expresada


por Molina contra la fijación autoritaria de los precios y su aprobación de los beneficios

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resultantes de los elevados precios de competencia en tiempos de escasez. No


obstante, estos juicios revelan una comprensión de las funciones estructurales que
desempeñan los beneficios comerciales y las fluctuaciones de precios que los originan, y
representan, por tanto, un avance analítico considerable; en este sentido podemos
pensar en los doctores escolásticos cuando se busca el origen de las teorías del laissez-
faire del siglo XIX.
En los doctores escolásticos, desde San Antonio en adelante, puede encontrarse
esbozada una teoría de la función que el capital monetario desempeña en la producción
y en el comercio. A ellos también se debe la teoría del beneficio como premio al riesgo y
al esfuerzo.

LA REVOLUCION ECONOMICA
Podemos resumir lo siguiente: Desde que el hombre bajó de las ramas de los árboles,
encaró el problema de la supervivencia, no como individuo, sino como miembro de un
grupo social. El hecho de que continuemos existiendo es testimonio de que hemos
logrado resolver el problema, pero el hecho de que hasta en las naciones más ricas
sigan existiendo necesidades y miserias, constituye una prueba palpable de que su
solución ha sido, en el mejor de los casos, sólo parcial.
Es tarea difícil la de arrancar lo necesario para la vida de la superficie de nuestro
planeta. La imaginación queda deslumbrada y atónita representándose los infinitos
esfuerzos que han sido necesarios para domesticar por primera vez a los animales, para
descubrir la siembra de semillas, para las primeras transformaciones de los minerales
encontrados a flor de tierra. La simple perpetuación de la especie humana se debe a que
el hombre es un ser que coopera socialmente.
Pero el hecho mismo de que tenga que depender de sus semejantes, ha convertido en
cosa extraordinariamente difícil el problema de la supervivencia del hombre. El hombre
no está dotado, como la hormiga, de un repertorio innato de instintos sociales. Por el
contrario, parece estar irreductiblemente dotado de una naturaleza vehementemente
egoísta. Si sus fuerzas físicas, relativamente débiles, le fuerzan a buscar cooperación,
sus indómitos impulsos internos amenazan constantemente romper sus asociaciones
para el trabajo.

En las sociedades primitivas la pugna entre la agresión y la cooperación se ve


compensada por el ambiente; cuando el espectro del hambre se encara todos los días
con la comunidad- como ocurre con los esquimales y con las tribus cazadoras del África -
la simple necesidad de supervivencia apremia a la sociedad a realizar cooperativamente
sus tareas cotidianas.
Por el contrario, en una sociedad adelantada falta esa presión del medio ambiente.
Cuando los hombres no trabajan ya hombro con hombro en las tareas relacionadas
directamente con la supervivencia - en realidad cuando la mitad o más de la población
no toca jamás la tierra de labor, no entra en las minas, ni construye con sus propias
manos ni entra siquiera en una fábrica -, la perpetuación del hombre constituye una
extraordinaria hazaña social.

Tan extraordinaria es esa hazaña, que la existencia de la sociedad está pendiente de un


cabello. La comunidad moderna se halla a merced de mil peligros. Bastará que los
campesinos no siembren lo suficiente; que los ferrocarrileros se les meta en la cabeza la
idea de hacerse contadores, o que los contadores decidan hacerse ferrocarrileros,
bastará que escaseen los que se ofrecen para trabajar en las minas, en los altos hornos,
o los que estudian ingeniería; en suma, bastará que deje de realizarse una de las mil
tareas que se hallan ligadas entre sí por una mutua interdependencia, para que la vida

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industrial quede irremediablemente desorganizada. La comunidad social se enfrenta


todos los días con la posibilidad de un derrumbe, que puede ser desencadenado, no por
las fuerzas de la naturaleza, sino por pura y simple imposibilidad de predecir lo que van a
hacer los hombres.
A lo largo de los siglos, sólo tres maneras ha encontrado el hombre de precaverse contra
semejante calamidad.
Ha asegurado su propia perpetuación organizando su sociedad en torno a la
TRADICIÓN, transmitiendo de generación en generación, de acuerdo con la costumbre y
el uso, los distintos oficios y actividades necesarias. Adam Smith nos dice que en el
antiguo Egipto “un principio religioso ligaba a todo hombre a seguir el oficio de su padre,
dándose por supuesto que cometería el más horrible de los sacrilegios si lo cambiaba
por otro”. De igual manera, y hasta hace poco tiempo, en India, determinados oficios se
hallaban vinculados a una casta; y lo cierto es que en una gran parte del mundo no
industrializado, el hombre sigue naciendo para ejercer un oficio que tiene ya señalado
previamente.

También suele proceder la sociedad de un modo distinto. Recurre al látigo de la


AUTORIDAD CENTRAL que cuida de que sean realizadas las tareas necesarias.
Ejemplos Egipto y Rusia.
Mientras el problema de la supervivencia fue resolviéndose mediante la tradición o por
medio de un mandato imperativo, nunca pudo dar lugar a la creación de ese campo de
estudios que se llama Economía.
La Economía esperaba el desarrollo de un juego asombroso en el que la sociedad se
asegurase su propia supervivencia permitiendo a cada uno de sus individuos que hiciera
lo que él creía más conveniente a condición de que se atuviese a una regla y norma
central. A ese juego se le llamó EL SISTEMA DE MERCADO, y la regla normativa era
engañosamente sencilla: cada cual actuará de acuerdo con lo que es para él más
ventajoso monetariamente. En este sistema es el móvil de la ganancia, no el impulso de
la tradición o el látigo de la autoridad, lo que encamina a cada cual hacia su actividad.
Esta solución es la que dio lugar a que surgiesen los economistas, no parecía claro que,
prescindiendo de la tradición y del mandato, se cumpliesen todas las tareas sociales, lo
mismo que las gratas que las ingratas. ¿A dónde iría a parar la sociedad cuando no
obedeciese a los mandatos de un hombre?
Fueron los economistas quienes se propusieron hallar la explicación a semejante
acertijo. Pero hasta que la idea del sistema de mercado ganó la aceptación general,
entonces existía algo que explicar. Y hasta hace poco sólo muy pocos siglos no tuvieron
los hombres la seguridad de que el sistema no debiese ser visto con recelo, repugnancia
y desconfianza.
El mundo se había venido desenvolviendo a lo largo de los siglos por la cómoda senda
de la tradición y de la autoridad; fue preciso casi una revolución para que abandonara
aquella seguridad y adoptase esta otra norma, dudosa y enmarañada, del sistema de
mercado.
Fue, desde el punto de vista de la configuración humana moderna, la revolución más
importante que jamás había tenido lugar; fundamentalmente fue una revolución más
perturbadora, y con mucho, que la francesa, la norteamericana e incluso que la rusa. Si
queremos apreciar su magnitud, si queremos comprender el empuje violento que dio la
sociedad, es preciso sumergirnos en aquel mundo primitivo y casi olvidado del que en
última instancia surgió nuestra sociedad. Sólo entonces comprenderemos la razón de
que los economistas tuvieran que esperar tanto tiempo.
Hagamos el primer alto: Francia, año 1305.

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Es una feria lo que visitamos. Mercaderes ambulantes están vendiendo mercancías


exóticas: sedas y tafetanes, especias y perfumes, cueros y pieles. Algunas han sido
traídas desde Levante, otras desde Escandinavia y otras de unos pocos centenares de
millas de distancia. Nobles y damas concurren junto con la gente común a los puestos de
venta, ansiando liberarse del aburrimiento de sus vidas monótonas, pesadas y aisladas;
al mismo tiempo que compran raras mercancías de países árabes, aprenden con
verdadero interés palabras nuevas de aquellas tierras increíblemente lejanas: diván,
jarabe, alcachofas, espinacas, jarros, etc.
Pero en el interior de las tiendas nos encontramos con un sorprendente espectáculo. Los
libros comerciales, son a veces más que cuadernos en los que se anotan las
transacciones, un ejemplo dice así:” Desde la Pascua de Pentecostés me debe un
hombre diez gulden (unidad monetaria holandesa, también llamada florín). He olvidado
su nombre”. Los cálculos se hacen, por lo general, en números romanos y las sumas
están con frecuencia equivocadas; las divisiones largas son miradas como cosa
misteriosa y no se comprende con claridad el uso del cero.
A pesar de lo llamativo de las mercancías exhibidas y de la animación de las gentes, la
feria no pasa de ser un pequeño acontecimiento.
Con la totalidad de las mercancías que se introducen en Francia durante un año, a
través del paso de San Gotardo (primer puente colgante que se conoce), no se llegaría a
llenar un tren moderno de carga; con la totalidad de las mercancías transportadas por
toda la flota veneciana no se llenaría un barco de carga moderno.

Segundo alto: Alemania, año 1550 y tantos


Andreas Ryff, mercader barbudo y envuelto en pieles, regresa a su casa de Baden;
Escribe una carta a su mujer contándole que ha visitado una treintena de mercados, está
desesperado no tanto por montar tanto tiempo, sino por lo engorroso de los tiempos:
cada seis millas de camino, más o menos, tiene que detenerse para pagar un impuesto
de peaje; entre Basilea y Colonia ha pagada treinta y una tasas.

No acaban ahí las cosas: Cada comunidad que visita tiene su moneda propia, sus
propias leyes y reglamentos, sus propias autoridades y orden social. Tan sólo en la
región que circunda Baden rigen 112 medidas de longitud distintas, 92 medidas de
superficie diferentes, 65 medidas de àridos (son aquellos granos y legumbres que se
miden con medidas de capacidad), 163 de cereales, 123 de líquidos, 63 de medidas
especiales para bebidas alcohólicas y 80 libras con peso distinto.

Tercer alto: Boston, año 1644


Se está celebrando a la vista un proceso:
Robert Keayne; “viejo predicador, hombre de eminentes cualidades, rico y con solo un
hijo, y que había venido al país por motivos de conciencia y para propagar el evangelio”,
es acusado de un crimen horrendo: ha realizado transacciones ganando más de seis
peniques por chelín, lo que está considerado como un abuso. El tribunal discute si ha de
excomulgarlo por su pecado, pero finalmente, habida cuenta de su intachable pasado,
se ablanda y se limita a imponerle una multa de 200 libras.
El Sr. Keayne se siente tan conmovido, que, con lágrimas en los ojos ante los dignatarios
de su iglesia confiesa tener un corazón avaro y corrompido. El ministro evangélico de
Boston aprovecha la oportunidad que le brinda este pecador descarriado y toma el
ejemplo de la avaricia de Keayne para fulminar, en su sermón dominical, ciertos falsos
principios comerciales, he aquí algunos:

11
DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

1.- Que una persona pueda vender todo lo más caro que le sea posible, y comprar todo
lo más barato que tenga ocasión.
2.- Que un hombre que ha perdido géneros en un accidente marítimo, etc., pueda elevar
el precio de los que aún le quedan
3.- Que pueda vender teniendo en cuenta el precio a que compró, aún cuando hubiera
pagado mucho más de lo que valían los artículos

Todo ello es falso, falso, falso, vocifera el sacerdote; buscar la riqueza por amor a la
riqueza en -sí, es caer en el pecado de la avaricia.

El mundo de los negocios prácticos se encuentra fuertemente mezclado con el mundo


de la vida política. Hasta que esos dos mundos se separen no existirá nada que se
parezca al ritmo y al sentimiento de la vida moderna. Y para que se realice esa
separación serán precisas luchas enconadas.

Se nos ha enseñado y se nos ha venido diciendo constantemente que el móvil del


beneficio es tan viejo como el hombre. Pero no es así. El móvil del beneficio, tal como
nosotros lo conocemos, es solo tan viejo como el “hombre moderno”.
Como es natural, siempre existió la riqueza y el afán de lucro es, cuando menos, tan
antiguo como las narraciones bíblicas. Pero existe una diferencia inmensa entre la
envidia, inspirada por la riqueza de unos pocos personajes poderosos, y el forcejeo
general por la conquista de la riqueza, difundido entre toda la sociedad.
Mientras se sobrepuso a todas las demás la idea de que la vida del hombre sobre la
tierra no era sino un preámbulo de prueba para la vida eterna, no hubo estímulo para el
espíritu de los negocios, ni éste pudo encontrar estímulo espontáneo.

La ausencia de la idea de ganancia como guía normal para la vida cotidiana, establece
una diferencia enorme entre el extraño mundo de los siglos X al XVI y el mundo que, uno
o dos siglos antes de Adam Smith, empezó a parecerse al nuestro.

Pero existe una diferencia que es todavía más fundamental. La idea de “crearse un
medio de vida” aún no había hecho su aparición. La vida económica y la vida social eran
una sola y misma cosa. El trabajo no era todavía un medio para conseguir un fin....., un
fin que es el dinero y las cosas que con él se compran. Era el trabajo un fin en sí mismo,
que abarcaba el dinero y las cosas necesarias o útiles; pero al que uno se consagraba
porque constituía parte de una tradición y una forma de vivir.

En una palabra, aún estaba por realizarse el gran descubrimiento social :”el mercado”.
La existencia de los mercados se remonta hasta los orígenes mismos de la historia. Pero
los mercados, lo mismo si están destinados a llevar a cabo los trueques entre tribus
primitivas que si se trata de las bulliciosas ferias de mercaderes ambulantes del Medievo,
son cosas distintas del sistema de mercado.

Porque el sistema de mercado no es únicamente un medio para el intercambio de


productos, sino que constituye el mecanismo destinado a sostener y mantener a toda
la sociedad.

Esa clase de mecanismo estaba muy lejos de ser comprendido por los cerebros del
mundo medieval donde la idea de ganancia era cosa que sonaba a blasfemia.

12
DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

Ahora bien, esta idea, más amplia, de mayor envergadura la de un forcejeo general en
persecución de la ganancia constituye el medio eficaz para unir verdaderamente a
toda la comunidad, habría parecido entonces poco menos que locura.

Existía razón para esta ceguera. El Medievo, el Renacimiento, la Reforma, mejor dicho,
el mundo todo, hasta los siglos XVI y XVII, se hallaba en la imposibilidad de pensar en el
sistema de mercado, por la sólida razón de que los factores de la producción, que el
sistema del mercado distribuye -tierra, trabajo y capital - no existían todavía.

Tierra, trabajo y capital siempre han existido en el sentido de suelo, seres humanos y
herramientas. Pero la idea de tierra o de trabajo, en abstracto, no se presentó de
inmediato a la inteligencia humana. La tierra, el trabajo y el capital, como factores de
producción, como entes económicos, impersonales, deshumanizados, son inventos tan
modernos como el cálculo, o, a lo sumo, no mucho más antiguos.

Pues bien, al faltarle el mercado, la sociedad se guiaba por la costumbre y la tradición.


Los señores daban órdenes y, en consecuencia, la producción aumentaba o disminuía; y
allí donde no se daban órdenes, la vida seguía sus cauces ya establecidos.

Pero nada de economía. ¿Quién iba a ponerse a indagar las leyes abstractas de la
oferta y la demanda , el costo y el valor, si se tenía la explicación del mundo, igual que
un libro abierto , en las leyes del Sr. feudal, en las de la iglesia y en las costumbres de
toda la vida?
Quizás Adam Smith hubiera sido un gran filósofo moralista en aquella remota época,
pero no habría podido ser en forma alguna, un gran economista; nada había que hacer
para él en ese terreno.

Regresemos a Francia, año 1666


Los capitalistas de esa época tienen que hacer frente a una perturbadora dificultad, que
el mecanismo amplificado del mercado ha traído en forma inevitable: el cambio.

Se ha presentado el problema de si se puede permitir que un maestro del gremio de


tejedores ensaye una innovación en el producto que fabrica.

El veredicto fue que si desea fabricarlos siguiendo un sistema de su propia invención,


deberá abstenerse de instalar éste en su telar, si no ha obtenido previamente un permiso
de los jueces de la ciudad para emplear el número y largura de hilos propuestos, y aún
esto después de que el problema haya sido estudiado por cuatro de los mercaderes más
antiguos y cuatro de los tejedores más veteranos del gremio.
Es comprensible ahora que no hayan sido muchas las propuestas de cambio.

Poco después de haberse resuelto el problema anterior, el gremio de los fabricantes de


botones deja oír un clamor de gente ofendida; los sastres han empezado a fabricar
botones de paño, cosa inaudita. Indignado el gobierno ante aquella innovación que
amenaza a una industria plenamente establecida, castiga con multa a quienes fabrican
botones de paño, e incluso a quienes lo usan.

El capital lucha aterrorizado contra todo cambio, ejemplos:


En Inglaterra en 1623, se le niega una patente revolucionaria para un telar de medias, no
sólo eso, el Consejo Privado ordena que se destruya ese peligroso artilugio.

13
DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

La importación de percales estampados amenaza en Francia con socavar la industria


textil. Se corta esa amenaza con medidas que cuestan la vida a 16000 personas. En
una ocasión y solamente en Valence, 77 personas fueron condenadas a la horca, 58
sometidas al potro, 631 enviadas a galeras, y sólo fue absuelto un solo individuo, todo
porque habían cometido el crimen de comerciar con percales prohibidos.

Pero no es el capital el único agente de la producción que se esfuerza con frenesí por
evitar los peligros del sistema de mercado. Lo que ocurre al trabajo es algo todavía más
atroz.
Estamos a finales del siglo XVI, en la cumbre del periodo de las grandes expansiones y
aventuras inglesas. La reina Isabel ha hecho una gira triunfal por el reino, pero regresa
dolida por una cosa extraña que la hace exclamar: “¡No he visto sino pobres por todas
partes!”.

Es una observación extraña, porque un siglo antes, las provincias de Inglaterra estaban
habitadas en su mayor parte por campesinos propietarios que labraban sus tierras; es
decir, por los yeomen la clase social más numerosa del mundo de ciudadanos
independientes, libres y prósperos. En cambio ahora, ¡pobres por todas partes! ¿Qué ha
sucedido en ese intervalo de tiempo?

Lo que ha ocurrido ha sido un movimiento enorme de expropiaciones, o más bien el


inicio. La lana ha llegado a ser un artículo nuevo y provechoso, y la lana exige campos
de pastoreo para el que se dedica a producirla. Los campos de pastoreo se forman
cerrando tierras comunales y las tierras comunales, a las que todos tienen derecho a
llevar a pastar a su ganado vacuno, o recoger en ellas turba(combustible fósil formado
por materias vegetales más o menos carbonizadas o estiércol mezclado con carbón
mineral),para el fuego, son, de pronto, declaradas propiedad del señor feudal. Allí donde
hasta entonces existía una especie de comunidad de propietarios, sólo queda ya la
propiedad privada. Allí donde antes había yeomen, ahora hay ovejas.
Ya a mediados del siglo XVI habían estallado motines contra este proceso de cierre de
campos, solamente en uno de esos levantamientos fueron muertas 3500 personas.

A mediados del siglo XVII, el proceso seguía en plena efervescencia; no fue sino a
mediados del siglo XIX cuando terminó su terrible curso histórico.

También fue trágico lo que le sucedió al hacendado acomodado de esta época.


Despojado de su derecho a utilizar la tierra comunal, no pudo seguir manteniéndose
como labrador. Como no existían fábricas no podía convertirse en obrero fabril. En lugar
de ello se convirtió en el más miserable de todas las clases sociales, en proletario
agrícola, y allí donde faltaba el trabajo agrícola, se hizo mendigo, a veces ladrón.
El Parlamento inglés, aterrado ante aquella oleada de indigencia, trató de resolver el
problema cercando a los pobres. Impuso a los pobres la residencia forzosa en sus
parroquias, obligando a éstas a pagarles una mísera ayuda, y castigó a los vagabundos
con azotes, marca de fuego y mutilación.

Lo peor de todo fue que las medidas mismas que el país adoptó para protegerse del
indigente -ligándolo a su parroquia, donde podría mantenerse con vida, merced a la
limosna - hicieron imposible la única solución que el problema tenía.

No es que las clases de gobernantes de Inglaterra fuesen completamente inhumanas y


crueles. Lo que les faltó fue inteligencia para comprender lo que significaba una fuerza
laboral fluida y móvil, capaz de buscarse trabajo allí donde podría encontrarse, de

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

acuerdo con las exigencias del mercado. La comercialización del trabajo, lo mismo que la
del capital, provocó temores, y fue combatida y mal interpretada.
El sistema de mercado, con sus elementos esenciales de tierra, trabajo y capital, nació
entre las mayores angustias..., unas angustias que empezaron en el siglo XIII y no
acabaron hasta bien avanzado el siglo XIX. No hubo jamás una revolución peor
comprendida, peor acogida, menos planeada.

El gran carro de la sociedad, que durante tan largas épocas se había movido únicamente
por la fuerza de la gravedad en el suave declive de la tradición, se encontraba ahora
dotado de una máquina de combustión interna. Transacciones y ganancias,
transacciones y ganancias, transacciones y más ganancias, proporcionaron, de ahí en
adelante, una fuerza impulsora nueva de potencia sorprendente.

La revolución económica no fue obra de grandes acontecimientos, de leyes concretas,


de aventuras únicas, ni de personalidades poderosas. Fue un proceso de crecimiento
interno.
En primer lugar, fueron surgiendo gradualmente en Europa las unidades políticas
nacionales.
La existencia aislada, propia del feudalismo primitivo, dejó paso a las monarquías
centralizadas. Con las monarquías se produjo el desarrollo del espíritu nacional, lo que
trajo a su vez la protección para las industrias favorecidas.
El número infinito de normas y reglamentos que habían constituido una molestia
constante para Andreas Ryff, cedieron su paso a unas medidas comunes y a unas
monedas comunes.
Un aspecto del cambio político que estaba revolucionando a Europa lo tenemos en el
estímulo dado a los que se lanzaban a aventuras y exploraciones fuera del país: los
hermanos Polo en el siglo XIII, Colón en el siglo XV, Francis Drake en el siglo XVI. Ese
cambio en las exploraciones transformándose de empresa individual a nacional no fue
sino una parte y detalle del cambio de la propia vida particular en vida nacional.

Cristóbal Colón había dicho: “¡Cosa maravillosa es el oro! Aquel que lo posee es señor
de todo lo que desea. Con oro se puede, incluso, llevar almas al cielo.” Los sentimientos
de Colón eran los de toda una época y apresuraron el advenimiento de una sociedad
orientada hacia la ganancia y el riesgo, y estimulada por la caza del dinero.

Otra gran corriente productora de cambios fue la lenta decadencia del espíritu religioso,
bajo los golpes de las ideas escépticas, del afán investigador y del humanismo del
Renacimiento italiano. Detrás de ese cambio hacia la tolerancia religiosa estaba el auge
del protestantismo, que aceleró la creación de una actitud nueva frente al trabajo y a la
riqueza. Los dirigentes protestantes prepararon el camino para amalgamar la vida
espiritual y la vida temporal. La apetencia de lucro fue reconocida como una virtud
cuando no se empleaba exclusivamente para el disfrute particular, sino para la mayor
gloria de Dios. De ahí a identificar a las riquezas con la superioridad espiritual y a los
ricos con los santos, sólo hay un paso.

Otra profunda corriente se oculta también en los lentos cambios sociales que hicieron
posible el sistema de mercado: la urbanización que familiarizaba a la gente con el dinero
y con los mercados, acostumbrándola a una vida de compras y ventas, por un lado, y por
el otro, la convicción de que era imprescindible que todos los mercaderes llevasen sus
libros. No fueron pues, posibles los negocios a gran escala, con éxito, hasta que las
gentes aprendieron a contabilizar su dinero.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

Quizás el factor más importante de todos, por la extensión constante de sus efectos, fue
cierta elevación en el nivel de la curiosidad científica.

Aunque el mundo habría de esperar a la época de Adam Smith para el estallido del
cataclismo de la técnica, no habría podido tener lugar la revolución industrial si el terreno
no hubiese sido preparado de antemano por una sucesión de descubrimientos básicos.
La era precapitalista fue testigo del descubrimiento de la prensa de imprimir, del papel,
del molino de viento, del reloj mecánico, de mapas, etc. Prendió en las inteligencias la
idea misma de inventar; por primera vez fueron vistas con simpatía la experimentación y
la innovación.
Allá por 1700, 23 años antes que naciese Adam Smith, el mundo que había procesado a
Robert Keayne, que se había preocupado acerca de los precios “justos”, estaba en el
ocaso. La sociedad había empezado a seguir una nueva serie de máximas evidentes por
sí mismas. Algunas de ellas son:

1.- El hombre busca naturalmente el lucro


2.- No hay leyes que puedan matar el afán de ganancia
3.- La ganancia es el centro del círculo del comercio

Un concepto nuevo ha nacido a la vida: el del “hombre económico”.


No cabe duda alguna, la tarea estaba terminada y el sistema de mercado había nacido.
La idea necesitaba una filosofía.

El ser humano, se ha repetido muchas veces, es un ente social. Pero, una vez que ha
montado su sociedad, no se da por satisfecho con dejar que las cosas sigan su curso;
necesita convencerse a sí mismo de que la sociedad particular en que vive es la mejor
de todas las posibles y que la disposición interior de la misma refleja el orden que la
Providencia ha establecido fuera de ella; por esta razón cada época tiene sus filósofos,
apologistas, críticos y reformadores.
Pero no eran, en modo alguno, el oro y el comercio los que superponían una especie de
orden en el caos de la vida cotidiana. Libelistas (escritores que hacen sátiras),clérigos,
maniáticos y santurrones buscaban la justificación o la condenación de la sociedad con
una docena de explicaciones diferentes, todas ellas opuestas e insatisfactorias . Solo
una cosa quedaba clara en todo ese cúmulo de razonamientos contradictorios: el
hombre se empeñaba en descubrir alguna especie de orden intelectual que le ayudase a
comprender el mundo en que vivía. En una palabra, había llegado la hora de los
economistas.
De esa inquietud científica surgió un filósofo de alcance asombroso ADAM SMITH

ADAM SMITH (1723-1790)


Nació en Kirkcaldy, Escocia, se educó en la universidades de Glasgow y Oxford.
Después de completar su educación, volvió a la Universidad de Glasgow , donde
comenzó a impartir clases de Lógica y Filosofía Moral y, estando en ejercicio de la
misma, publicó la Teoría de los sentimientos morales. Esta obra, apareció en 1759,
consideraba cómo el hombre puede elevase por encima de su propio interés al formular
juicios morales y cómo su egoísmo puede ser transmutado a una esfera superior.
Siendo preceptor de un joven duque, tuvo ocasión de viajar por el continente, donde
mantuvo contacto con Quesnay, el pensador económico más destacado de Francia. En
oposición a la economía ortodoxa de su época, Quesnay mantenía la idea de que la
riqueza de una sociedad procedía de su capacidad para producir, y no de la cantidad de
oro y plata que poseyera.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

En 1776 Adam Smith publicó Una Investigación sobre la Naturaleza y las Causas de la
Riqueza de las Naciones que constituye el primer estudio completo de la economía como
ciencia separada e independiente de la economía política. En esta obra ataca la política
restrictiva y proteccionista de la filosofía mercantilista.
Para Smith “la riqueza no consiste en dinero , ni en oro, sino en lo que se adquiere con
el dinero,el cual solamente es valioso para comprar”, evidentemente está a favor del libre
cambio.
Smith disentía de los fisiócratas en la importancia que éstos atribuían a las clases
agricultoras como fuente de toda riqueza real, pero compartía con ellos su actitud crítica
hacia las sociedades que concedían una importancia primordial al privilegio y no a la
productividad .
Adam Smith se sentía preocupado por dos grandes problemas: cómo se mantiene
ensamblada una sociedad y hacia dónde va la sociedad. La respuesta a la primer
interrogante está en las leyes del mercado y en la interacción del interés individual y la
competencia.
Smith explica el mercado de la siguiente manera: Supongamos que tenemos cierto
número de fabricantes de guantes. Cada fabricante tratará de fijar un precio tan elevado
como pueda por sus guantes, pero si alguno de ellos eleva sus precios por encima de lo
que exige su costo de producción, entrarán en el negocio de guantes otros fabricantes,
quienes tratarán de abrirse paso en el mismo mercado vendiendo a un precio más bajo,
lo que forzará a los demás a bajar sus precios o a quedarse sin vender sus guantes.
De esta manera se realizan a la vez dos cosas: primera, el fabricante se ve obligado por
las fuerzas de la competencia, a vender sus mercancías a un precio próximo al coste de
producción; segunda, se ve obligado a ser lo más eficiente posible, para mantener sus
costos bajos y permanecer en condiciones competitivas.
La “mano invisible” del mercado también dirige a las personas en su elección de
ocupación y hace que se tengan en cuenta las necesidades de la sociedad. El carnicero,
el cervecero, el panadero entran en su profesión porque esperan ganar de ella. No hay
nada en esto que sea inmoral o antisocial, porque ellos no hacen nada más que
responder a las señales de los precios que emite el mercado; a medida que una
sociedad necesita más carniceros, se eleva el precio que estará dispuesta a pagar por
los carniceros (es decir, su salario), y más personas se sienten tentadas de entrar en
esa profesión. Como consecuencia de ello, los salarios de los carniceros vuelven a bajar.
De la misma manera, el mercado regula cuáles son las mercancías que han de
producirse. Si los consumidores quieren más zapatos de los que se producen a un precio
dado, tenderán a pagar más, al tener que competir por el calzado escaso. En
consecuencia, los productores se verán impulsados a producir más zapatos. La esencia
de la economía de mercado es que en ella todo se convierte en mercancía con un precio
y que la oferta de estas mercancías es sensible a los cambios en el precio.
Hay que tener una idea clara de la importancia revolucionaria de esta doctrina. El
mercado es impersonal y no conoce favoritos; se acabaron las prerrogativas especiales
de la nobleza. Esta idea debe ser contrastada con las maneras anteriores de organizar
la sociedad, en las que cada uno tenía asignado un lugar y en él permanecía. El
mercado no solamente da por supuestos el interés individual y la competencia sino que
requiere la existencia de movilidad, en virtud de la cual una persona puede perseguir su
egoísmo.
Smith describió tanto lo que sucedía en su sociedad como lo que debería suceder.
Una condición previa para el funcionamiento eficaz del mercado era que ninguna de las
piezas del mecanismo productivo, ya sea del lado de los trabajadores o del de los
capitalistas, sea tan grande que interfiera en las fuerzas de la competencia.Los
enemigos del sistema eran los monopolios.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

Probablemente la contribución más original de Adam Smith es la idea de la mano


invisible y la filosofía del laissez-faire. El concepto de la mano invisible permite a Smith
argumentar que el mercado se autorregula automáticamente y que, por tanto, el Estado
no debería intervenir en el sistema de precios. Smith pensaba que todos los individuos
actúan por propio interés.

De este modo, de acuerdo con Smith, existe una armonía entre los intereses de los
individuos y los de la sociedad. El interés social es simplemente la suma de los
intereses de los individuos que forman la sociedad.

Con la filosofía del laissez-faire , Smith defendió con fuerza la causa del libre comercio
internacional. A un individuo no le compensaba producir, decía, lo que puede comprar a
otro más barato, y lo que es “prudencia en la conducta de todas las familias puede
difícilmente entenderse como una estupidez para un gran Reino.

No hay que olvidar que Smith escribió antes de la revolución industrial y del
advenimiento de la producción a gran escala. Hoy día la economía está dominada por
gigantes económicos que tienen a su servicio a millares de personas, tienen invertidos
miles de millones de dólares y tienen un volumen de ventas y de producción enormes, de
la misma manera, segmentos muy importantes de los mercados de trabajo están
controlados por poderosos sindicatos. Es claro que estos espacios de poder constituyen
manifiestamente una desviación de la “competencia atomizada” considerada por Adam
Simth.
A Smith también le interesaba hacia dónde va la sociedad. Al responder a esta pregunta,
Smith subraya los efectos beneficiosos de la acumulación de beneficios por los
empresarios. Estos beneficios, suponía Smith, se verían reinvertidos y utilizados para
comprar maquinaria nueva, la cual permitiría mayores posibilidades de división del
trabajo y de aumento de la productividad y, por tanto, conduciría a una mayor riqueza.
Obsérvese que éste es un proceso continuo de desarrollo y no simplemente un ciclo
económico, La acumulación trae como consecuencia mayores medios de producción y
una mayor división del trabajo.
Una mayor división del trabajo significa mayor productividad y más riqueza para la
nación. El resultado es un paraíso de trabajo duro.

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MALTHUS Y DAVID RICARDO


En el año de 1798 apareció en escena un libro escrito por el joven reverendo Thomas
Robert Malthus de cincuenta mil palabras, que se titulaba Ensayo sobre el principio de la
población en lo que afecta a la mejora futura de la sociedad, en el cual todas las
esperanzas de un mundo armonioso y en crecimiento quedaron destrozadas.
Lo que el ensayo sobre la población afirmaba era que en la Naturaleza existe la
tendencia a que
la población deje atrás a todos los medios posibles de subsistencia. La sociedad, lejos
de ir alcanzando un nivel siempre más elevado, estaba atrapada porque el instinto de
reproducción humano impulsaba irremediablemente a la humanidad hacia el borde del
precipicio de su existencia. El género humano se hallaba condenado a perder la batalla
librada entre las bocas hambrientas, siempre numerosas, y las reservas, eternamente
insuficientes, de alimentos de la Naturaleza, a pesar de todo el afán que se pusiese en
su conservación. La consecuencia de esto era que el número de habitantes dejaría
atrás, más pronto o más tarde, a la cantidad de alimentos necesarios para mantenerlos.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

Las guerras, las epidemias, las pestilencias y las plagas resultarán necesarias para
regular la población; “el hambre parece ser el último y más temible recurso de la
naturaleza” observaba Malthus.
No hay que admirarse de que Carlyle, después de haber leído a Malthus, llamase a la
Economía “ciencia lúgubre”.
Con un solo golpe demoledor, Malthus había reducido a la nada las esperanzas de una
época que se ufanaba de sí misma. Y por si no bastara este golpe, un pensador, de
clase completamente distinta, preparaba, también al mismo tiempo, el tiro de gracia a
estas adormecedoras suposiciones de finales del siglo XVIII y principios del XIX.
David Ricardo , corredor de bolsa que había obtenido éxitos asombrosos, estaba a punto
de esbozar una teoría económica que pondría fin de una teoría de la sociedad, según la
cual todos los hombres iban ascendiendo juntos por la escalera mecánica del progreso
imaginada por Adam Smith.
David Ricardo, amigo y antagonista de Malthus, en su obra Principios de Economía
política, veía que esa escalera ascendente producía efectos distintos en las diversas
clases sociales; que unas ascendían triunfalmente hasta la cima, en tanto que otras
subían sólo unos cuantos escalones para luego ser lanzadas de un puntapié hasta el
peldaño más bajo. Y aún peor que eso: es que quienes mantenían en acción la escalera
no eran los que ascendían aprovechando el movimiento de ésta, sino que, por el
contrario, los que se beneficiaban totalmente de la subida no hacían nada para merecer
semejante recompensa. Llevando la metáfora todavía más lejos, quien se hubiese fijado
cuidadosamente en los que subían hasta la cima habría advertido que tampoco allí iba
todo bien. Pues entre ellos se desarrollaba una lucha furiosa y constante para
asegurarse un lugar en la escalera.
Para Adam Smith la sociedad constituía una gran familia, que crecería y aumentaría su
riqueza, con tal de que se le dejara actuar sola. Para Ricardo no era sino una pugna
feroz entre los terratenientes y los industriales por la supremacía.
Ricardo aceptaba las ideas del Malthus acerca de la expansión de la población y las
convirtió en teoría económica. En al teoría de Ricardo, a medida que la población crece,
se ponen más y más tierras en cultivo para cosechar cereales. Ricardo suponía que esto
haría subir el costo de los cereales, pero no en los buenos campos que ya estaban en
cultivo, sino en los campos de segunda calidad recién incorporados al cultivo. La
diferencia en los costos conduciría a la obtención de beneficios (llamados renta de la
tierra) por parte de los terratenientes bien situados y que producían a bajo costo. En
consecuencia, a medida que la población crezca y se vayan poniendo en cultivo más y
más tierras, la renta de las tierras buenas se elevará constantemente. Y no sólo subirán
las rentas, sino también los salarios, Pues a medida que los cereales resulten más
costosos de producir, habrá que pagar más a los trabajadores, con el fin de permitirles
justamente “comprar su pedazo de pan duro” y mantenerse vivos.
El resultado era una predicción singularmente lúgubre. El trabajador estaba condenado a
permanecer eternamente en el margen, ya que cada subida de salario lo induce a
engendrar más hijos, con lo que el número de trabajadores se elevaba y, con la
“competencia”, los salarios volverían a bajar al nivel de subsistencia. El capitalista, que
trabajaba, ahorraba e invertía se encontraba con que sus esfuerzos no servían para
nada: los costos por salarios eran cada vez más elevados y sus beneficios más
reducidos, mientras que su oponente el terrateniente se hacía más rico que él. Y el
terrateniente que no hacía nada, aparte de cobrar sus rentas, se sentaba cómodamente
y miraba cómo aumentaban.
Además de la perspectiva sombría creada por la teoría de Malthus sobre la población y
de la visión de Ricardo sobre el estrangulamiento de la sociedad por los terratenientes,
Malthus concibió una idea económica que dio origen a otro motivo de inquietud. Malthus
vivía preocupado por la posibilidad de lo que él llamaba un atascamiento general, una

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

inundación de mercancías sin posibles compradores A Ricardo le parecía esto un


disparate porque basaba su razonamiento en las pruebas aportadas por el francés J. B.
Say.
Say enunció dos proposiciones sencillas, las cuales están encerradas en la ley que lleva
su nombre: “toda oferta genera su propia demanda”: todo bien que era producido tenía
un coste en salarios, renta o beneficios, pero todo costo suponía un ingreso para
alguien. Por consiguiente , cualquiera que fuese el precio de un artículo, siempre existía
alguien que disponía de dinero con que comprarlo.
Son dos las aportaciones más importantes de David Ricardo: la teoría de la renta y la
distribución, y el principio de los costos comparativos. A lo largo de toda su obra se
percibe la influencia de Smith y Malthus.
Debido a que consideraba correcta la teoría de Malthus sobre el crecimiento de la
población la ley de los rendimientos decrecientes, Ricardo pensaba que con el tiempo
(unas décadas) la economía alcanzaría un estado estacionario.
En ese estado estacionario los recursos naturales se habrían agotado y la economía se
vería incapaz de avanzar. Esta situación sería caldo de cultivo para la lucha de clases
entre las tres clases sociales ( trabajadores, terratenientes y capitalistas) que tratarían de
ampliar su participación en el producto total a costa de las otras clases. Esta visión del
conflicto de clases pavimentaba el camino que posteriormente seguirían los economistas
marxistas. Sin embargo, el crecimiento tecnológico ha evitado que en la realidad se
alcance ese estado estacionario descrito por Ricardo.
Ricardo puede ser considerado como el primer economista que utilizó el análisis teórico
rigurosamente. Simplificó problemas complejos mediante el establecimiento de sencillos
supuestos y un cierto grado de abstracción, método que hoy en día se sigue utilizando.
Mark Blaug, en su obra La teoría económica en retrospección afirma que “si el problema
de la economía es el crecimiento y desarrollo, como algunas veces se ha indicado,
Smith es más economista que Ricardo. Pero si la economía es esencialmente un
instrumento de análisis, un modo de pensar más que un conjunto de resultados
sustantivos, Ricardo inventó la técnica de la economía.

LOS SOCIALISTAS UTÓPICOS


No resulta difícil comprender por qué Ricardo y Malthus llegaran a concebir el mundo con
tintes sombríos. La Inglaterra del siglo XIX era un lugar sombrío para vivir; la
industrialización trajo consigo la creación de mercados de tierras, mano de obra y de
capitales, esto significó el desalojo de los campesinos de las tierras en que vivían y su
hacinamiento en grandes barrios pobres de las ciudades industriales de Inglaterra, así
como la brutal explotación de la clase trabajadora inglesa, a la que se hacía trabajar
duramente en las fábricas desde el amanecer hasta el ocaso, siete días a la semana, por
un salario que les permitía justamente arrastrar una mísera subsistencia.
La Inglaterra de principios del siglo XIX constituía un mundo que no sólo era duro y cruel,
sino que además racionalizaba su crueldad, presentándola como consecuencia de las
“leyes económicas”, y estas leyes no parecían explicar únicamente de qué manera
tendía a ser distribuido el producto de la sociedad, sino también que no podías
distribuido de otra manera.
Las leyes económicas parecían inviolables, pero el estado de la sociedad que estas
habían producido era intolerable. Por esto surgieron esquemas destinados a hu7manizar
la sociedad, formulados por algunos pensadores extraordinarios.
Robert Owen, rico industrial inglés creía que la humanidad no era mejor que su medio
ambiente y que si se cambiara ese medio ambiente podría lograrse un auténtico paraíso
en la tierra.. Emprendió una cruzada a favor de una legislación de reforma del régimen
de las fábricas.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

En 1815 funda New Lanark , en Inglaterra, una fábrica que llegó a ser una empresa que
producía grandes beneficios.
Para Owen, New Lanark no era un ejercicio filantrópico, sino mas bien una ocasión de
poner a prueba algunas teorías que él había desarrollado acerca del progreso de la
Humanidad como un todo.
Owen apuntaba la idea de que la solución del problema de la pobreza estaba en hacer
que los pobres produjesen, solo bastaba ponerlos en un medio ambiente adecuado
Pugnaba por la formación de aldeas cooperativas, en donde aproximadamente 1000
almas trabajarían juntos en la granja y en la fábrica. Las familias se agruparían en
casas, que tendrían la forma de paralelogramos en las que cada familia dispondría de un
departamento privado, compartiendo con los demás los cuartos de estancia, las de
lectura y cocina que serían comunales.
Cuando vio que el éxito había sobrepasado a todo cálculo, creyó conveniente darlas a
conocer al mundo
En 1828 se trasladó a Estados Unidos, estableciendo una comunidad utópica en New
Harmony, Indiana. No es preciso decir que una sociedad que creía en el laissez faire, no
estaba preparada para aceptar las ideas de Owen acerca de las comunidades sociales
planificadas.
Owen no era economista, sino un industrial que trató de suavizar la brutalidad y los
excesos de la revolución industrial. En su comunidad modelo de New Lanark trató de
demostrar que el trato humano a los trabajadores era a la vez moralmente correcto y
lucrativo.

Saint-Simon, aristócrata y demócrata francés, descendiente de Carlomagno y


combatiente en la evolución norteamericana, también propuso a reorganización de la
sociedad sobre bases diferentes a las del laissez faire. Saint-Simon destacó las virtudes
de la cooperación y exaltó la dignidad de los trabajadores de todas las clases sociales.
Creía en el trabajo, del que hizo un evangelio, postulaba que las recompensas deberían
guardar proporción con la contribución social de cada uno.

Fourier fue un excéntrico, que detalló su visión de la utopía minuciosamente. La


sociedad debería organizarse en falanges, que vendrían a ser una especie de grandes
hoteles, muy semejantes a las aldeas cooperativas de Owen. La idea central era de que
cada quién haría el trabajo que más le gustase; en consecuencia, los trabajos inferiores
serían realizados por aquellos a quienes más le gustasen, es decir, por los niños. Los
grupos fourieristas iniciares comunidades en los Estados Unidos que también
fracasaron.

En contraste con los socialistas utópicos, John Stuart Mill redactó una crítica de la
sociedad industrial en el lenguaje y la disciplina de la ciencia económica. Mill se apartaba
de la ortodoxia de su época al poner de relieve que las leyes de la ciencia económica
son aplicables a la producción pero no a la distribución...
En oposición a Ricardo, Mill decía que no había una distribución exacta, o por lo menos,
no existía una distribución en que la economía tuviese títulos para intervenir. No había
que alegar “leyes” para justificar la manera que la sociedad tiene de disponer de sus
frutos; sólo había unos hombres que compartían la riqueza producida por ellos como
mejor les parecía. La distribución de la renta entre trabajadores, terratenientes y
capitalistas, es producto de una organización particular de la sociedad humana que
podría ser cambiada con la misma facilidad con la que había sido establecida.
En su obra en dos volúmenes, Principios de Economía Política, socavó de manera
decisiva las racionalizaciones económicas a favor de la distribución de la renta que
existía en la Inglaterra de su época.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

CARLOS MARX
Hemos visto cómo los socialistas utópicos desarrollaron grandes esquemas en los que
describían el funcionamiento de la sociedad perfecta. Marx fue más allá siguiendo un
camino diferente al de los socialistas utópicos, a quienes despreciaba.
Marx afirmaba que el cambio era no solamente deseable sino también inevitable, e
intentó demostrar que quienes trabajaban a favor de una revolución comunista no
solamente estaban del lado “justo”, sino también del lado de los vencedores.
La base de la teoría de Marx la constituía su análisis de la historia, que él fundaba en el
materialismo dialéctico. Engels explicaba el materialismo dialéctico de la siguiente
manera: la concepción materialista de la historia arranca del principio de que la
producción y el intercambio de productos constituyen la base de todo orden social; que
en toda sociedad, la división de la sociedad en clases está determinada por aquello que
se produce y cómo se produce y por la forma en que se intercambia la producción.
Según esta concepción, escribía. “las causas últimas de todos los cambios sociales y de
todas las revoluciones políticas hay que buscarlas, no en las mentes de los hombres sino
en las mutaciones experimentadas por los métodos de producción y de intercambio;
esas causas no deben buscarse n la filosofía, sino en la economía de la época a que se
refieran”.
El interés principal de Marx consistía en demostrar que el capitalismo estaba cavando su
propia fosa. Su tesis era que, a medida que el capitalismo se iba desarrollando, se hacía
cada vez más interdependiente tecnológicamente. Sin embargo, este hecho tecnológico
estaba en contradicción con la organización competitiva y carente de planes de la
sociedad capitalista. Como consecuencia de esto, las economías capitalistas sufrirían
crisis y hundimientos. El capitalismo estaba creando el germen de su propia destrucción,
pues a medida que se desarrollaba lanzaba cada vez más gentes al proletariado, que se
empobrecía progresivamente.

El objetivo del gran libro de Marx, El Capital era descubrir las “leyes del movimiento de la
sociedad capitalista”.
La teoría de Marx comenzaba con la teoría de valor basada en el trabajo, según esta
teoría el valor de una mercancía se medía por su cantidad de trabajo que entraba en su
creación. Después de Marx, la corriente principal de la ciencia económica ortodoxa se
apartó de esta opinión para sostener que el valor de una cosa era el precio que
alcanzaría en el mercado.
En el mundo teórico de Marx, todo se vendía por su valor; y el valor de la mano de obra
es la cantidad de trabajo que se necesita para “crear” la mano de obra, es decir, un
salario de subsistencia.
La clave de la explotación, en este sistema, está en el hecho de que existe una
diferencia entre el salario de un trabajador recibe y el valor del producto que ese
trabajador produce. A esta diferencia la llama Marx plusvalía.
Un trabajador no es contratado únicamente por la duración de la jornada necesaria para
pagarle su salario de subsistencia, Por el contrario, el trabajador conviene en trabajar
durante toda la jornada que el capitalista le señale, que en los tiempos de Marx era de
diez u once horas diarias, Esto sucede porque el capitalista monopoliza una cosa: el
acceso a los medios de producción.
Si un trabajador no está dispuesto a trabajar esa jornada completa de trabajo, no
encontrará empleo.
Todos los capitalistas obtienen beneficios, constituidos por la diferencia entre lo que
pagan a sus obreros y el valor del producto creado por esos obreros. Pero los
capitalistas compiten entre sí. Por esa razón tratan de acumular, a fin de ensanchar las
escalas de su producción a expensas de sus competidores. Ahora empieza la dificultad.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

La expansión requiere más trabajadores, y para obtenerlos los capitalistas tienen que
competir entre ellos. Los salarios tienden, pues, a subir, y los beneficios a bajar.
Smith y Ricardo habían sostenido que los trabajadores socavarían su propia posición
engendrando más hijos. Para Marx, la doctrina malthusiana era una “libelo contra la raza
humana”, pues el proletariado no era tan miope como para ver eso. En lugar de ello, la
disminución de los beneficios es contrarrestada temporalmente sustituyendo obreros por
máquinas, lo cual incrementa el “ejército de reserva” de los desempleados, que con su
competencia harán que los salarios bajen nuevamente... Pero como los beneficios están
constituidos solamente por la diferencia entre los costos del trabajo y lo que se percibe
de la venta de las mercancías, el capitalista, está entrampado. Si automatiza la
producción, su margen de beneficio se reduce con ello, porque tiene menos trabajadores
de quienes extraer plusvalía. Si continúa contratando trabajadores, el nivel de salarios se
eleva y los benéficos descienden.
Por cualquier camino que elija, la tendencia a largo plazo le lleva hacia una tasa
descendente de los beneficios y hacia una serie de crisis cada vez más graves.
La revolución no tuvo lugar, como Marx había previsto, en las naciones capitalistas más
adelantadas.
Actualmente el capitalismo es el sistema mayoritario. El capitalismo está a la defensiva
en gran parte del mundo Algunos países sometidos a la fuerte presión de fuertes
partidos socialistas y comunistas, ha erigido Estados capitalistas orientados hacia el
bienestar social. Estados Unidos es uno e los poquísimos países en que no existe un
partido socialista grande.
Irónicamente podemos decir que mismo Marx dio al sistema capitalista un plazo de vida
más largo al alertar al capitalismo y a llevar efectuar las reformas que hasta el momento
le han salvado la vida.

EL NUEVO MUNDO DE LA ECONOMIA


EPOCA VICTORIANA
A medida que el siglo XIX avanzaba hacia sus últimos decenios, parecía cada vez menos
probable que se cumpliera la sentencia de muerte que Marx había pronunciado contra el
capitalismo. Incluso Marx y Engels tuvieron que reconocer la tendencia. Este último, en
una carta dirigida a Marx, se lamentaba: “ el proletariado inglés se está aburguesando
cada vez más; por lo visto, la más burguesa de todas las naciones aspira, en definitiva, a
poseer una aristocracia aburguesada y un proletariado aburguesado, además de una
burguesía”.
En verdad el mundo se presentaba pleno de esperanzas y promesas, y los malos
augurios de Marx no eran más que desvaríos de un extremista. Por ello su doctrina se
desvaneció en un silencio casi absoluto.
La economía había dejado de ser una proliferación de puntos de vista sobre el mundo
que, unas veces en manos de un filósofo, otras en las de un corredor de bolsa o de un
clérigo, y otras en las de un revolucionario, parecían iluminar todo el camino por el que la
sociedad avanzaba , y se convirtió en materia especial para profesores. Surgió entonces
un conjunto de hombres que se ocuparon en examinar al máximo detalle los
mecanismos del sistema económico sin cuestionarlo y sin exponer dudas inquietantes
acerca de su destino final. En este nuevo profesorado reanudaron la directriz principal
del pensamiento económico hombres como Edgeworth, Alfred Marshall, Stanley Jevons,
Jhon Bates Clark, Leon Walras, Taussing, Menger,....toda una pléyade de economistas.
Francisco Ysidoro Edgeworth escribió un librito titulado Psicología matemática publicado
en 1811, dos años antes que Marx falleciera.
Edgeworth era un hombre docto y brillante, le fascinaba la economía por ser una ciencia
que trata de cantidades y porque todo aquello que trata de cantidades puede traducirse
a fórmulas matemáticas. Era evidente que para llegar a construir ese espejo matemático

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

de la realidad había que simplificar el mundo. Edgeworth lo simplificó, reduciéndolo a


este supuesto: cada hombre es una máquina de placer. Esta hipótesis produjo
maravillosos frutos intelectuales. Porque si la economía podría definirse como el estudio
de los mecanismos humanos de placer, compitiendo entre sí por participar del caudal de
placer de la sociedad , entonces podría demostrarse –con la irrefutabilidad del cálculo
diferencial- que en un mundo de perfecta competencia cada máquina de placer
disfrutaría del máximo que le fuese posible extraer de la sociedad.
Walras distinguido economista francés, demostró que, recurriendo a las matemáticas,
era posible deducir los precios exactos conforme a los cuales el mercado daría salida a
los productos; desde luego, para conseguir esto era preciso disponer de una ecuación
para cada artículo y tener capacidad suficiente para resolver un sistema en el que el
número de ecuaciones llegaría a ser de centenares de miles.
El profesor W. Stanley Jevons escribió un libro de texto sobre economía( es curioso
observar que en lo que hasta entonces se había llamado economía política se llamaba
ahora, simplemente, economía, y que lo que antes eran tratados se habían convertido en
textos), en el que establecía que su teoría de la economía era de carácter puramente
matemático.
Había surgido la escuela matemática de la economía que sacó a la luz puntos de vista
interesantes, sobre los cuales habían pasado apresuradamente los primeros
economistas, que tenían la mirada fija en el lejano horizonte. Lo malo era que estos
matemáticos psíquicos olvidaron también que las normas de conducta humana que se
ocultaban debajo de sus ecuaciones eran unos supuestos más bien que actividades
auténticamente observadas.
El economista más famoso de esta época fue Alfred Marshall, el padre espiritual de la
moderna ciencia económica académica. La preocupación básica que hay tras las
enseñanzas de Marshall puede resumirse en una palabra: el equilibrio.
Marshall se preocupó por la naturaleza auto-ajustadora y auto-correctora del mundo
económico. Como diría más tarde su discípulo más brillante J.M. Keynes , Marshall creó
“todo un sistema copernicano, en virtud des cual todos los elementos del universo
económico se mantienen en su lugar como consecuencia del contrapeso mutuo y de la
interacción.
La gran aportación de Marshall fue su insistencia en la importancia del tiempo como
elemento esencial en el funcionamiento del proceso de equilibrio. El equilibrio, señalaba
Marshall, cambiaba su sentido básico según que el proceso de ajuste de la economía
tuviera lugar a corto o a largo plazo. Porque para Marshall, el tiempo era un tiempo
abstracto; era el tiempo en que pueden hacerse y deshacerse los experimentos teóricos,
pero no el tiempo en que llega a suceder algo realmente. Es decir, no es el fluir
irreversible del tiempo histórico. “La naturaleza no procede a saltos” era el lema de su
obra los Principios.
Mientras Marshall y sus colegas se centraban en el mecanismo del equilibrio, otros
estaban insistiendo en lo que caracteriza al mundo real y lo que constituye propiamente
el tema de investigación económica: el cambio, en realidad un cambio violento, y no el
equilibrio.
Uno de estos disidentes era Fréderic Bastiat, un francés que tenía el don de resaltar los
absurdos; su “Petición de los fabricantes de velas”, solicitando un arancel protector
contra la luz del sol, se aproximó al humor tanto como nunca se había aproximado la
Economía.
Otro, un hereje norteamericano, reformador llamado Henry George creía que el defecto
básico del sistema económico se encontraba en la especulación. En su obra Progreso y
riqueza propugnaba el establecimiento de un impuesto sobre los ingresos para cortar la
enfermedad e su misma raíz.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

Uno más fue Jhon Hobson quien creía que la dificultad básica del capitalismo está en su
desigualdad en cuanto a la distribución de la riqueza y la renta.
Hobson acotaba “...esto conducía a un doble problema: primero, los estratos superiores
ricos, al no poder gastar todos sus ingresos en consumo, amontonaban ahorros, para los
cuales necesitaban encontrar colocaciones lucrativas; segundo, pero como los pobres
eran incapaces de consumir más de lo que les permitían sus pequeños ingresos, estas
colocaciones lucrativas difícilmente podrían encontrarse en la expansión de la industria
nacional. En consecuencia existe una presión constante para encontrar oportunidades e
inversión en el exterior”. Esta es la génesis del imperialismo.
Esto condujo a una acusación contra el capitalismo de mayor gravedad que las que se
habían formulado hasta entonces. Marx decía solamente que el sistema capitalista se
derrumbaría; Hobson mantenía que conduciría a la guerra. Porque no era solamente
una nación la que enviaba al extranjero su riqueza excedente. Todas las naciones
estaban embarcadas en la misma nave. Por esa razón se producía una carrera para
repartirse el mundo; y esta carrera llevaría probablemente a la guerra.

THORSTEIN VEBLEN
Ahondó en la naturaleza del hombre económico, trataba de penetrar en la sociedad en la
que vivía, y en esa búsqueda llevada a cabo a través de un laberinto de engaños y
convencionalismos, se dejaba guiar por los indicios y pruebas donde quiera que éstos se
le manifestaban : en el vestir, en las maneras de hablar, de vivir o en las reglas de
cortesía. Como un psicoanalista se fijaba en las más pequeñas trivialidades cuando
éstas le parecían reveladoras de alguna realidad importante que estaba sepultada,
rastreaba sentidos y significados que resultaban raros y hasta repugnantes para el
sentido común.
Hijo de noruegos que emigraron a Norteamérica en donde nació en 1857, murió en 1929
algunos meses antes del derrumbe del gran derrumbe financiero.
Para Veblen la economía no guarda relación alguna con el juego limpio, pero ajeno a la
realidad, de los economistas victorianos.
Su primer libro “La teoría de la clase ociosa”, constituye un examen de la psicopatología
económica de nuestras vidas cotidianas.
Su tesis central era que “en muchas sociedades primitivas existe una clase ociosa que
vive del botín del robo o de la conquista y la guerra y que estas características primitivas
se reflejaban en la sociedad norteamericana. La clase ociosa había cambiado sus
ocupaciones de la guerra por negocios, había refinado sus métodos, pero la finalidad
continuaba siendo la misma; apoderarse de la riqueza mediante la rapiña”. La nueva
clase ociosa no solamente seguía las viejas pautas de rapiña, sin trabajar, sino que se
sentía realzada por las viejas actitudes de admiración hacia la fortaleza personal. .
Todos, obreros, ciudadanos de la clase media y de la capitalista, trataban de demostrar
sus proezas rapaces recurriendo al gesto exhibicionista de gastar dinero, mejor dicho de
despilfarrarlo de una manera ostentosa.
De una manera irónica, la crítica cáustica de Veblen demostraba, en contraposición de
Marx, por qué la sociedad moderna no se escindía en conflictos de clase, La clave de la
cohesión que mantenía unida a la sociedad está en el hecho de que cada uno aspira a
convertirse en miembro de la clase ociosa o al menos en imitarla en su comportamiento.
Los trabajadores mismos estaban de acuerdo con la opinión general de que el trabajo
que realizaba era, en cierta manera, menos “respetable” que el de sus amos, y su
aspiración no consistía en deshacerse de la clase superior, sino en trepar hasta ella.
Veblen en algunas de sus obras sostiene que el hombre de negocios no era ya la fuerza
motriz que impulsaba el sistema económico, ahora decía que el hombre de negocios era
el saboteador del sistema. La explicación que Veblen proporcionaba era que el hombre
de negocios no está interesado en la producción, sino en hacer dinero, y que ese interés

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

estaba en conflicto con la utilización racional de los recursos, el cual quienes mejor
podían determinarlo eran los ingenieros. Existía un conflicto de funciones y de intereses
entre los hombres de negocios y los ingenieros: los unos interesados en obtener
beneficios y los otros en la eficiencia.
La economía clásica no admitía la existencia de semejante conflicto y mantenía que los
beneficios los hacían los hombres de negocios porque éstos eran una fuente de
eficiencia. Esta opinión no reflejaba la realidad de la época de Veblen, cuando los
magnates ladrones hacían con frecuencia sus fortunas mediante la emisión de acciones
sin respaldo de un valor real, mediante sociedades fantasmas y mediante otros medios
no productivos.

JHON MAYNARD KEYNES


Nació en Cambridge , Inglaterra, en 1883 y falleció en 1946.
Es el hombre que logró explicar la tragedia de la depresión económica del decenio de
los 30.
La Gran depresión no sólo fue una tragedia humana; fue también una paradoja
económica, para la cual ninguna de las herramientas de la economía tradicional podía
encontrar explicación y mucho menos remedio. En la historia no se encontraba ningún
precedente del espectáculo de hombres desempleados hambrientos al lado de una
enorme capacidad industrial no utilizada.
La herejía principal de la Keynes consistió en hacer del ahorro- la frugalidad tan bien
amada de todos los economistas- el eje de ka dificultad del sistema y en afirmar que no
había nada automático en el mecanismo de mercado que mantuviese a la economía en
el empleo total.
Para comprender el pensamiento de Keynes acerca de la manera cómo el ahorro puede
causar dificultades, tenemos que comprender cómo se determina el bienestar de una
nación. La prosperidad nacional depende esencialmente de la corriente de ingresos (o
rentas) que pasan de mano en mano. Con cada compra que hacemos transferimos una
parte de nuestras rentas al bolsillo de otra persona. De un modo semejante, cada peso
de nuestras propias rentas, ya sean de salarios, sueldos, rentas de ka tierra, beneficios o
intereses, se deriva en definitiva del dinero que ha gastado alguna otra persona.
Visto de esta manera, es evidente que si metiésemos nuestros ahorros en el colchón
romperíamos la corriente circular de la renta. Congelaríamos simplemente una parte del
caudal de rentas que se nos entrega y devolveríamos a la sociedad menos de lo que
ésta nos da. Por supuesto algunos ahorros son colocados en bancos o en acciones, de
donde pueden ser sacados por las empresas para fines de inversión, reintroduciéndolos
así en la corriente de la renta.
Obsérvese, sin embargo, que en este mecanismo de ahorro-inversión no hay nada de
automático, y las empresas no utilizan necesariamente todos los ahorros potenciales
para sus inversiones. Una importante diferencia histórica entre Malthus y Keynes es que
a principios del siglo XIX el ahorro y la inversión los hacía casi siempre la misma
persona; como decía Ricardo, el pequeño hombre de negocios que ahorraba, lo hacía
para comprar más equipo. Pero en el siglo XIX el ahorro y la inversión los hacen con
frecuencia personas diferentes, tales como los padres de familia y los directivos de las
sociedades anónimas, respectivamente. La idea de que el mecanismo ahorro-inversión
no funcionaba con tanta suavidad como creían Ricardo y la ciencia económica tradicional
fue lanzada por primera vez por Keynes en su libro Teoría General del empleo, el interés
y el dinero. Keynes presenta cuatro ideas principales:
Primera. La prosperidad depende de la inversión; porque si no se hace uso del ahorro,
entonces se inicia la temible espiral descendente de la contracción.
La prosperidad depende del fluir continuo de un volumen suficiente de gasto en la
economía. Aun cuando el gasto de los consumidores es relativamente estable, los

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

cambios en el ciclo económico están determinados por los cambios en el volumen del
gasto en inversión. Si la inversión decae, el gasto disminuye, la renta disminuye y
también se inicia la contracción
Segunda. La inversión es una rueda motriz de la economía en la que no se puede
confiar; sin que los empresarios tengan de eso culpa alguna, se encuentra amenazada
constantemente de saciedad, y ésta equivale a contracción económica .
Keynes atribuye un papel muy destacado a la importancia –y a la naturaleza voluble- de
las expectativas como fuerza motriz que pone en marcha la inversión. Cuando la
expectativa es desalentadora, la inversión de detiene simplemente.
Tercera. Una economía en estado de depresión puede muy bien no salir de ella; no hay
nada inherente a esa situación que sea capaz de rescatarla.
Cuarta. Cuando vacila el gasto en inversión, se precisa de una intervención estatal con el
fin de mantener en la economía el nivel de gasto.
La idea central que Keynes aportó al pensamiento económico moderno fue la de que
no existe ningún mecanismo automático para mantener el empleo total ni para sacar a la
economía de una espiral descendente. Por esta razón resultaba necesaria una acción
consciente por parte del gobierno, haciendo entrar en juego el gasto público, lo cual
significaba el estímulo público de la inversión y/o del consumo privado.
Fue un hombre polifacético, conocía con profundidad que conocía con profundidad las
matemáticas y la filosofía, además de ser un gran economista.
2.- Es considerado como el padre de la macroeconomía y creador del modelo del flujo
circular del ingreso.
3.- Ha sido quien más ha influido en el pensamiento económico del siglo XX.
Sus principales obras son: “Consecuencias económicas de la paz” en 1923 y “Teoría
general de la ocupación, el interés y el dinero” en 1936.
4.- Para este economista el mecanismo de precios (el mercado) no es el que determina
el nivel de empleo, sino que es el mecanismo del ingreso nacional o del nivel de
producción.
5.- Señala que la política fiscal, es decir mediante el manejo de gasto del gobierno y los
impuestos son los medios más adecuados para lograr una mejor distribución del ingreso.
6.- Estaba convencido de que el capitalismo podía ser regulado para que funcionara
mejor mediante la participación del gobierno en la economía.
7.- Estaba convencido de que el control de la oferta monetaria y el crédito podría
establecer una tasa de interés que igualara el ahorro y la inversión creando las
condiciones psicológicas necesarias para una expansión normal del capital.

EL MUNDO MODERNO
En medio de la Gran Depresión Keynes intentó echar una ojeada al futuro en su libro
“Posibilidades económicas para nuestros nietos”, según el pensamiento de Keynes, para
el año 2030 podría quedar solucionado el problema económico, por primera vez en la
historia, la humanidad -cuando menos la humanidad británica- emergería de la lucha
contra la necesidad surgiendo en un nuevo ambiente en el que todos podrían ser, sin
dificultad, partícipes de la riqueza que se generara... Calculaba que si la economía
continuaba incrementando su productividad durante los próximos cien años, la riqueza
productiva real de Inglaterra se multiplicaría por siete veces y media.
¿Significa esto, que el capitalismo ha resuelto sus problemas económicos, a pesar de
que subsistan sus problemas sociales? ¿Se ve ahora el futuro como un camino tan
brillante como lo veía Keynes?
El capitalismo no sólo de hace cada vez más rico, sino que también crece en otras
direcciones y manifiesta otras tendencias aunque no todas ellas sean sanas. Debemos
investigar ahora si existen otras fuerzas en acción capaces de proyectar una visión

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

completamente diferente del futuro.


A principios del decenio de 1930 Adolph Berle y Gardiner Means publicaron su
importante obra Las sociedades anónimas modernas y la propiedad privada ,en la cual
expresaban el temor de que si continuaba la actual tendencia hacia la concentración en
la economía, un puñado de sociedades anónimas llegaría a dominar a toda la economía.
Las consecuencias de esta tendencia podrían significar el fin del sistema de mercad.
Toda la justificación moral del capitalismo radica en el hecho de que en un mercado
regido por la competencia, el consumidor era el rey. Pero al desarrollarse la vida
económica bajo la protección de las empresas enormes, que ya no tenían que competir,
el manto real pasa a los hombros de los productores.
Y para hacer todavía más grande el peligro, estos productores ni siquiera respondían ya
a los intereses económicos de sus dueños.
Tradicionalmente era la pugna de los intereses de los sueños lo que ponía en marcha el
mecanismo de mercado. Pero los hombres que dirigían las grandes corporaciones no
eran los propietarios efectivos de esas sociedades. Sus títulos de propiedad consistían
en ser poseedores de una pequeñísima fracción de los millones de acciones emitidas. La
propiedad parecía haberse convertido en una especie de especulación pasiva, en un
talón para cobrar beneficios, en un pedazo de papel que se podía negociar
ventajosamente en el mercado.
Desde otro punto del mundo económico llegaba un anuncio más peligroso, se mostraba
igual mente preocupado con la decadencia del capitalismo tradicional... Esta vez, sin
embargo, la amenaza no la constituían las empresas descomunales, sino otra cosa: los
gobiernos descomunales.
En El camino hacia la esclavitud, el doctor Friedrich Hayek expresaba su temor de que
una vez que fuera puesta en movimiento la reglamentación gubernamental de cualquier
parte de la economía, una necesidad interna la forzaría a extenderse, porque para que
un plan funcione es necesario “obligarlo” , “forzarlo” a funcionar
Para Hayek la planificación conducía de modo inexorable a los que Lenin llamaba
“¿quién a quién?”, Es decir, quién planea quién, quién dirige, quién selecciona, quién
asigna qué y a quién. Lo cual equivale no sólo a la muerte del capitalismo, sino también
a la de la libertad.
Y como si no bastasen para el porvenir las dos amenazas citadas, apareció una tercera.
Y ésta planteaba la más descorazonadora de las cuestiones: ¿puede el capitalismo
seguir creciendo?
El profesor Alvin Hansen –el “Keynes norteamericano”- temía que se estaba deteniendo
un estímulo primordial para el crecimiento del capitalismo: el crecimiento de la población,
que obligaba a la sociedad, mediante una demanda continua de nuevos hogares, más
prendas de vestir y mayores cantidades de mercancías de todas clases, mostraba signos
peligrosos de retardo. Las consecuencias económicas eran que se haría más lento el
ritmo de la inversión y esto, a su vez, retardaría el crecimiento de la economía. La
economía tendría entonces que depender casi por completo de los nuevos inventos,
como estímulo para la inversión, y Hansen temía que el ritmo de los inventos sería
esporádico e irregular. La única solución para una economía estable y en crecimiento
sería, pues, que el gobierno interviniese para completar la falta de inversión privada.
¿Cómo podemos valorar estos pronósticos a la luz de la experiencia durante las últimas
décadas?
Los temores de Berle y Means acerca el crecimiento de las grandes sociedades
anónimas no se han realizado plenamente, no obstante los mecanismos tradicionales del
mercado se han debilitado considerablemente.
Los hechos no han resultado exactamente como predijo Hansen con respecto a la
población, pero sí han resultado ciertas en alto grado sus predicciones acerca de la

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

dependencia en que nos hallamos respecto del gasto del gobierno para la estabilización
y el crecimiento.
La cuestión más importante con que se enfrenta la sociedad económica en que vivimos
es tal vez de si la estructura de la economía se acomodará con más exactitud a los
presentimientos de Hayek o a las más brillantes posibilidades de Keynes.
Y así los problemas quedan en pie, resueltos tan sólo a medias; la estructura económica
del capitalismo se ha desarrollado, en gran parte, tal como se había pronosticado, pero
las consecuencias sociales de estos cambios estructurales se ha evidenciado

MILTON FRIEDMAN
Nació en Nueva York en 1912. estudió economía en New Jersey, realizó el doctorado en
la Universidad de Chicago y en Columbia University.
Es bien conocido por sus trabajos sobre metodología de la economía, en su libro
Ensayos sobre economía positiva por su aportación a la teoría del consumo
incorporando el concepto de ingreso permanente en su determinación.
Pero sus mayores aportaciones, que le han dado fama en todo el mundo, son la defensa
de la economía de libre mercado y el desarrollo del monetarismo, con su modelo sobre la
demanda de dinero y el papel del dinero en la economía. Recibió el premio Nóbel de
economía en 1976.
El trabajo de Friedman ha sido muy controvertido. Al restaurar la teoría cuantitativa del
dinero y establecer las bases del monetarismo moderno, ha puesto en duda toda la
teoría keynesiana que se había establecido como teoría convencional a lo largo de más
de dos décadas. Los keynesianos se han defendido argumentando que los monetaristas
han dado excesiva importancia a la oferta monetaria y olvidado el papel de otras
variables. El planteamiento de que la inflación y los desequilibrios de balanza de pagos
son esencialmente problemas monetarios ha sido considerado muy simplista y criticado
por conducir a medias que tienen efectos adversos sobre la economía real.
Friedman sostiene que las economías de mercado son naturalmente estables y que
funcionan mejor en ausencia de intervención por parte del sector público, lo que
lógicamente no ha sido aceptado por todos.
Friedman defiende la doctrina libertaria , un conjunto de ideas que va más allá de la
economía. Los libertarios creen en la libertad individual no sometida a ninguna limitación
y se oponen a todas las formas, incluso las más básicas, de regulación estatal. Friedman
es un claro defensor del laissez-faire, manteniendo que el mercado en libre competencia
es el modo más eficiente de asignar recursos, lo que por otro lado es perfectamente
coherente con su enfoque de la macroeconomía, es decir, con el argumento de que la
economía por sí misma alcanzará la estabilidad a largo plazo, y que los intentos de
estabilizar las fluctuaciones a corto plazo sólo provocarán mayor inestabilidad. Los
economistas keynesianos modernos rechazan estas ideas señalando que el libre
mercado, en ausencia de regulación, producirá problemas importantes como las
desigualdades, la explotación, las externalidades y las recesiones periódicas, y que es
necesaria la intervención del Estado para evitarlas.
FRIEDMAN
1.- Es considerado como el representante más destacado de la corriente neoliberal
norteamericana, premio Nóbel de la economía en 1976.
2.- Ha escrito obras en defensa de la libertad de empresa y a favor de una sociedad
menos restrictiva en materia económica.
3.- Se opone a la organización centralmente planificada de la sociedad argumentando
que a lo largo de la historia la administración del Estado ha resultado ineficiente
4.- Analiza el mecanismo de precios y postula que su función dentro del mecanismo de
mercado es la de transmitir información, incentivar la producción y venta de bienes así
como la distribución de la renta.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

5.- Considera que la inflación es un fenómeno monetario debido a un aumento más


rápido de la cantidad de dinero que de la producción.

PREMIOS NOBEL DE ECONOMÍA

2019 ABHIJIT BANERJEE, ESTHER DUFLO Y MICHAEL KREMER


por sus contribuciones al estudio del combate a la pobreza. Evaluaron campos
determinantes en el desarrollo y el combate a la pobreza como educación y
servicios de salud
2018 NORDHAUS Y PAUL ROMER, pioneros en la adaptación del modelo de
crecimiento económico para centrarse en asuntos medioambientales y en
compartir los beneficios de la tecnología y sus hallazgos que han ampliado de
manera significativa el alcance del análisis económico al construir modelos que
explican cómo interactúa la economía de mercado con la naturaleza y el
conocimiento.

2017 RICHARD H. THALER por su contribución a la economía del


comportamiento, esto es, básicamente la incorporación de la psicología a la
ciencias económicas.. Sus investigaciones demuestran que las decisiones no
siempre obedecen a criterios racionales, sino que también entran en juego
variables psicológicas que las desvían de un comportamiento económico racional.

2016 OLIVER HART Y BENGT HOLMSTRÖM, por sus contribuciones al


desarrollo del marco teórico para el análisis de contratos y la optimización de su
funcionamiento con base en la alineación adecuada de incentivos.

2015 ANGUS DEATON por sus análisis sobre el consumo, la pobreza y el


bienestar".

2014 JEAN TIROLE por su análisis del "poder de mercado y la regulación"

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

2013 LARS PETER HANSEN, EUGENE FAMA, ROBERT J. SHILLER por sus
contribuciones a la teoría de la determinación de los precios de los
activos financieros.
2012 LLOYD S. SHAPLEY Y ALVIN E. ROTH debido a sus aportaciones a la teoría de las
asignaciones estables y la teoría de las asignaciones estables y la práctica del
diseño de mercados. Hacen referencia a un problema económico central:
cómo hacer coincidir los distintos agentes del mejor modo posible. Por
ejemplo, los estudiantes tienen que concordar con las escuelas y los
donantes de órganos humanos con los pacientes que necesitan un
trasplante.

2011 THOMAS SARGENT Y CHRISTOPHER SIMS por por sus trabajos sobre causa y
efecto en la macroeconomía

2010 PETER A. DIAMOND, DALE T. MORTENSEN Y CHRISTOPHER A. PISSARIDES por "sus


análisis de mercados con fricciones de búsqueda".

2009 ELINOR OSTROM por su análisis de la gestión de la propiedad pública,


cuyo trabajo ha desafiado la creencia convencional de que la propiedad común es
gestionada de manera pobre y que debería ser regulada por las autoridades
centrales o privatizada.

2009 OLIVER E. WILLIAMSON por su descubrimiento de que los trabajos que


los mercados y las organizaciones jerárquicas, como las firmas, representan
estructuras de gobernanza corporativa que difieren en sus acercamientos hacia la
resolución de conflictos de interés.

2008 PAUL KRUGMAN por su análisis de los patrones de comercio y el


emplazamiento de la actividad económica, formulando una nueva teoría para
responder una serie de preguntas, tales como cuáles son los efectos del libre
*comercio y de la globalización y cuáles son las fuerzas que impulsan la
urbanización mundial".

2007 LEONID HURWICS, ERIC S. MASKIN y ROGER MYERSON por haber


establecido las bases de la teoría del diseño de mecanismos.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

2006 EDMUND S. PHELPS en reconocimiento a sus análisis sobre "las


compensaciones intertemporales en las políticas macroeconómicas".

2005 ROBERT J. AUMANN y THOMAS C. SCHELLING por haber ampliado


nuestra comprensión del conflicto y la cooperación mediante el análisis de la
Teoría de Juegos.

2004 EDWARD C. PRESCOTT y FINN E. KYDLAND por sus contribuciones a la


dinámica macroeconómica: la consistencia del tiempo en la política
macroeconómica y las fuerzas que regulan los ciclos económicos

2003 ROBERT F. ENGLE por haber desarrollado métodos de analizar las series
temporales con volatilidad variante en el tiempo (ARCH) y CLIVE W.J. GRANGER
por haber desarrollado métodos de análisis de series temporales con tendencias
comunes (cointegración).

2002 DANIEL KAHNEMAN por haber integrado los avances de la investigación


psicológica en el análisis económico y VERNON L. SMITH por haber establecido
los experimentos de laboratorio como un instrumento en el análisis económico
empírico.

2001 GEORGE A. AKERLOF, A. MICHAEL SPENCE y JOSEPH E. STIGLITZ por


sus análisis de los mercados con información asimétrica.

2000 JAMES J. HECKMAN y DANIEL L. McFADDEN por desarrollar la teoría y


los métodos de análisis de datos estadísticos que son actualmente utilizados
ampliamente para estudiar comportamientos individuales en economía y en otras
ciencias sociales.

1999 ROBERT A. MUNDELL por sus análisis sobre las políticas fiscales y
monetarias bajo diferentes sistemas monetarios y sus análisis de las áreas
óptimas de divisas.

1998 AMARTYA SEN por sus contribuciones a la economía del bienestar.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

1997 ROBERT C. MERTON y MYRON S. SCHOLES por desarrollar un nuevo


método para determinar el valor de los derivados.

1996 JAMES A. MIRRLEES y WILLIAM VICKREY por sus fundamentales


contribuciones a la teoría económica de los incentivos bajo información
asimétrica.

1995 ROBERT LUCAS por haber desarrollado y aplicado la hipótesis de las


expectativas racionales y haber por tanto transformado el análisis
macroeconómico y profundizado la comprensión de la política económica.

Lucas declaró la muerte del keynesianismo , sustituyéndolo por una nueva


metodología que rápidamente se hizo famosa con el nombre de “monetarismo de
expectativas racionales” , obteniendo dos resultados notables: los cambios en las
políticas de la reserva federal no tendrá ningún efecto en la economía si el
público espera esos cambios ; y segundo, la única manera en que la Reserva
federal podría afectar el desempleo y la producción , será sorprender al mercado
con cambios inesperados de la tasa de interés, pero si trata de hacer esto de
manera regular, desestabilizaría la economía.

1994 JOHN C. HARSANYI , JOHN F. NASH y REINHARD SELTEN por sus


pioneros análisis del equilibrio en la teoría de los juegos no cooperativos.

1993 ROBERT W. FOGEL y DOUGLASS C. NORTH por haber renovado la


investigación de la historia económica aplicando la teoría económica y métodos
cuantitativos para explicar el cambio económico e institucional.

1992 GARY S. BECKER por haber extendido el dominio del análisis


microeconómico a un amplio campo del comportamiento y la interacción humanos,
incluyendo comportamientos no mercantiles.

1991 RONALD H. COASE por su descubrimiento y clarificación del significado de


los costes de transacción y los derechos de propiedad para la estructura
institucional y el funcionamiento de la economía.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

1990 HARRY M. MARKOWITZ , MERTON M. MILLER y WILLIAM F. SHARPE


por su trabajo pionero en la teoría de la economía financiera.

1989 TRYGVE HAAVELMO por su clarificación de los fundamentos de la teoría


de la probabilidad para la econometría y su análisis de estructuras económicas
simultáneas.

1988 MAURICE ALLAIS por sus contribuciones pioneras a la teoría de los


mercados y la eficiente utilización de los recursos.

1987 ROBERT M. SOLOW por sus contribuciones a la teoría del crecimiento


económico.

1986 JAMES M. BUCHANAN, JR. por su desarrollo de las bases contractuales y


constitucionales de la teoría de la adopción de decisiones económicas y políticas.

1985 FRANCO MODIGLIANI por sus pioneros análisis del ahorro y de los
mercados financieros.

1984 SIR RICHARD STONE por haber hecho contribuciones fundamentales al


desarrollo de los sistemas de cuentas nacionales y haber por tanto mejorado
substancialmente las bases del análisis económico empírico.

1983 GERARD DEBREU por haber incorporado nuevos métodos analíticos a la


teoría económica y por su rigurosa reformulación de la teoría del equilibrio
general.

1982 GEORGE J. STIGLER por sus seminales estudios de las estructuras


industriales, el funcionamiento de los mercados y las causas y efectos de la
reglamentación pública.

1981 JAMES TOBIN por su análisis de los mercados financieros y sus relaciones
con las decisiones de gasto, empleo, producción y precios.

1980 LAWRENCE R. KLEIN por la creación de modelos econométricos y la


aplicación al análisis de las fluctuaciones económicas y políticas económicas.

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

1979 THEODORE W. SCHULTZ y SIR ARTHUR LEWIS por su investigación


pionera en el desarrollo económico con atención particular a los problemas de los
países en desarrollo.

1978 HERBERT A. SIMON por su investigación pionera en el proceso de


adopción de decisiones en las organizaciones económicas.

1977 BERTIL OHLIN y JAMES E MEADE por su polémica contribución a la


teoría del comercio internacional y los movimientos internacionales de capitales.

1976 MILTON FRIEDMAN por sus resultados en los campos del análisis del
consumo, historia y teoría monetaria y por su demostración de la complejidad de
la política de estabilización.

1975 LEONID VITALIYEVICH KANTOROVICH y TJALLING C. KOOPMANS por


sus contribuciones a la teoría de la óptima localización de recursos.

1974 GUNNAR MYRDAL y FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK por su trabajo


pionero en la teoría del dinero y las fluctuaciones económicas y por sus
penetrantes análisis de la interdependencia de los fenómenos económicos,
sociales e institucionales.

1973 WASSILY LEONTIEF por el desarrollo del método input-output y por su


aplicación a importantes problemas económicos.

1972 SIR JOHN R. HICKS y KENNETH J. ARROW por sus contribuciones


pioneras a la teoría del equilibrio económico general y la teoría del bienestar.

1971 SIMON KUZNETS por sus empíricamente fundamentadas interpretaciones


del crecimiento económico que ha conducido a una nueva y más profunda
comprensión de la estructura económica y social y el proceso de desarrollo.

1970 PAUL A SAMUELSON por el trabajo científico a través del cual ha


desarrollado la teoría económica estática y dinámica y contribuido activamente a
elevar el nivel del análisis en la ciencia económica. Fue el primero en incorporar
las técnicas del cálculo diferencial. La idea subyacente en la metodología de
Samuelson, que hoy se conoce como economía neoclásica, es que tanto las

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DRA. MA. CECILIA CANSECO CORTES

empresas como los consumidores pueden ser considerados como entes que
toman decisiones racionales, que intentan maximizar algunos tipos de funciones
matemáticas: en el caso de las empresas, una función de ganancias; en los
consumidores, alguna forma de función de felicidad o utilidad

1969 RAGNAR FRISCH y JAN TINBERGEN por haber desarrollado y aplicado


modelos dinámicos al análisis de los procesos económicos.

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