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EDUCACIÓN PARA JÓVENES Y ADULTOS (EPJA)

GESTIÓN DE PROYECTOS SOCIOEDUCATIVOS


Alumna: Blanca Elizabeth Ledezma Rostro
Profesor: René Olvera Salinas
A 27 de noviembre de 2019, Querétaro, Querétaro.
INTRODUCCIÓN
El presente documento tiene su origen en el encuentro con sujetos y lugares diversos, así como en el
entrelazado de nuestras preocupaciones, sueños y necesidades. Las y los involucrados compartimos el
deseo y la preocupación de visibilizar a través de nuestra voz las formas particulares en las cuales la
estructura social de la que conformamos, ha naturalizado por medio de la rutina y los modos de vida, las
concepciones del mundo que históricamente han respondido al designio patriarcal de lo femenino y lo
masculino, y que a su vez se han encargado de definir las formas de ser hombre y de ser mujer, bajo una
relación de desigualdad que adentra a las mujeres en un círculo de dependencia y subordinación.
Es entonces, que este ensayo corresponde a un escrito encaminado a reconocer principalmente la voz
de todas y cada una de las mujeres que fueron participes en la construcción del mismo, a partir del
conocimiento de su propia realidad, por ello es que se encuentra insertado en un planteamiento que busca
el estudio y comprensión de la violencia de género, con el fin de adoptar una perspectiva crítica que
contribuya a la formulación de practicas transformadoras con miras a generar un impacto social. De
manera que el presente documento es el encargado de materializar a través de su contenido, el proceso
que se vivió en conjunto con las madres de familia de la Escuela Primaria Narciso Mendoza para el
reconocimiento de nuestra realidad a partir de las formas de pensar y experiencias de vida que poseemos.
DESARROLLO
Tal como se señaló anteriormente, el objetivo principal del texto que ahora yace entre sus manos, ante
todo, va encaminado a visibilizar la voz de todas y cada una de las madres de familia de la Escuela
Primaria Narciso Mendoza, quienes con gran aflicción han logrado compartir sus problemas y
necesidades en un proceso de construcción colectiva del conocimiento. Todo comenzó, tras un arduo
proceso de familiarización en el que se suscitaron diversos encuentros, tanto con los agentes educativos
que integran la comunidad escolar como con los habitantes de la localidad, mismos que además de
posibilitar los primeros acercamientos con los niños que conforman parte de la institución, contribuyeron
a perfilar entorno a que, serían estas aproximaciones; de tal modo que al entablar una relación con ellos,
a través de la implementación de una encuesta, en la que se recuperaban las diferentes situaciones
enunciadas por parte del director, el personal docente y la población de Alfajayucan, fue que se llegó a
conocer los distintos problemas de los cuales algunos niños se habían podido percatar dentro de su hogar.
Es entonces que, en función de lo que habían mencionado, se consideró de vital importancia continuar
con los acercamientos, pero esta vez por medio de una actividad cuyo encuentro fuese más significativo,
y en la que pudieran expresarse sin que sus respuestas se vieran limitadas al escrito dentro de un papel;
de tal manera que lograran manifestar sus sentimientos entorno a lo que enunciaban, empleando por
supuesto sus propios medios y formas para comunicarse, dentro de los cuales llegaban a relucir desde las
palabras que utilizaban hasta los gestos que hacían durante ese momento. En ese sentido, el apoyo y la
orientación que se recibió por parte de los docentes resultó de gran ayuda, ya que fueron ellos quienes
compartieron a través de lo que diariamente observan en clase, algunos de los diversos factores que
particularmente originaban o rodeaban los diferentes casos de los niños, obteniendo una gran cantidad
de elementos que principalmente apuntaban a cuestiones económicas y/o familiares.
Me gustaría que mamá y papá: Jugaran más tiempo conmigo; estuvieran menos lelos en el celular;
me prestaran un poco más de atención; que papá fuera menos brusco con mamá, son algunas de las
respuestas que los niños enunciaron tras estos primeros encuentros, mismas que al situarse en el marco
de una revisión teórica, posibilitó que se comenzara a hablar de vínculos afectivos, en aspectos
relacionados con la comunicación y la resolución de conflictos, de modo que bajo este tema se
estructuraron las primeras actividades, que además de permitir acercarme a los padres de familia
facilitaron el proceso de diálogo con ellos, entorno a los sentimientos y el bienestar de sus hijos. No
obstante, el hecho de situarlos al centro de la reflexión en este intercambio de experiencias, fue lo que
dio a las madres de familia, la confianza y seguridad de compartir situaciones más íntimas y personales
de su núcleo familiar, propias a la relación que sostenían con sus esposos y las cuales podían verse
reflejadas en el comportamiento y desenvolvimiento de sus hijos, puesto que de una u otra forma
comenzaban a reproducir lo que observaban en casa, llegando a generar algunos problemas.
Dichas situaciones, englobaban problemas de violencia expresados en hechos o eventos que iban
desde comentarios que ellas en su momento sintieron las denigraban por el simple hecho de ser mujer;
¡Vieja tenías que ser! ¡Las mujeres solo para el quehacer sirven! ¡Calladita te vez más bonita! Hasta
insultos que giraban en torno a la imagen de otras mujeres, ya fuese por su forma de ser o la manera en
que llegaban a vestirse, etc.; del mismo modo actitudes y comportamientos que a algunas de ellas les ha
imposibilitado el poder salir a buscar trabajo, dado que se tiene la idea de que es al hombre a quien le
corresponde llevar el sustento económico a la casa, mientras que el deber de ellas como mujeres es
quedarse para la limpieza y los cuidados de los hijos. Es así que tras la oportunidad que se tuvo de
escuchar a las madres de familia, de nueva cuenta fue que se dio inicio con una revisión teórica que nos
condujo a identificar en primera instancia el tipo de violencia al que aludían las mamás, para después
enmarcarlo en el entramado de relaciones de las cuales cada madre forma parte y así poder conocer tanto
la magnitud como las implicaciones del problema, de tal modo que nos permitió situarlo principalmente
en el entorno familiar; buscando comprender el vínculo existente entre mamá, papá e hijos.
Un vínculo que nos permitió visualizar tanto el papel de mamá como el rol de papá, y con ello cada
uno de los factores sobre las cuales han edificado su relación como esposos, en cuestiones referentes a
las tareas y responsabilidades que cada uno posee según el género al que pertenezca; mismas que como
se dijo al inicio de este documento han contribuido a que el día de hoy estas sean percibidas como algo
normal o común tanto para ellos como para la sociedad en la que se desenvuelven. De tal manera que
cuando, uno de ellos llega a efectuar acciones que salen de la línea que les corresponde, socialmente se
es atacado y/o recriminado por no apegarse a sus funciones; tal es el caso por ejemplo de la Sra. Gabriela
quien, al decidir luchar por sus sueños, comenzar a estudiar para encontrar un trabajo estable, empezó a
tener problemas con su esposo al grado de incluso separarse, puesto que al posicionarse como maestra
de taekwondo sus ingresos económicos mejoraron, llegando a percibir un salario mayor al de su pareja,
lo que constituyó la razón principal para la disolución de su matrimonio.
En efecto, este proceso de familiarización que constituyó el primer abordaje de la realidad a través de
los diversos acercamientos que se mencionaron anteriormente, propició que nuestra mirada se enfocara
hacia la violencia de género, y con ello que se diera inicio con la conformación del llamado plan
diagnóstico, el cual, debido a que se buscaba la construcción colectiva del conocimiento crítico a partir
de la sistematización de saberes y experiencias, se estructuró con el objetivo de potencializar la
participación tanto de las madres como de los padres de familia, por medio de técnicas participativas que
contribuyeran al análisis y reflexión de su compleja realidad en aras de poderla transformar. De modo
que, de acuerdo a lo que señala la Metodología de Investigación Acción Participativa (IAP) logremos
introducirnos en un sendero lleno de rupturas, en el que debemos luchar contra toda una estructura social
sostenida en distintos sistemas de dominación sobre los cuales hemos construido rutinas e inercias
mentales, expresivas, emocionales y de actuación; que en este caso se ven enmarcadas en una situación
de desigualdad que como se dijo al inicio del texto, coloca y visibiliza a las mujeres en una posición
inferior a los hombres, visto principalmente en la asignación de los roles que juega cada quien.
Ahora bien, la puesta en práctica de estas actividades ha propiciado un trabajo en conjunto con ambos
padres de familia, pero particularmente con mamás, a quienes por medio de este proceso en el que hemos
tejido nuestros sueños, problemas y necesidades, se ha creado la oportunidad de conocerlas en función
de lo que tantas veces han callado y guardado por temor, inseguridad e inclusive porque desde pequeñas
se les inculcó que debían mantenerse en silencio y no levantar la voz bajo ninguna circunstancia. Pero
que a su vez esta cuestión de que lo que han sido orilladas a omitir sea parte de su vida diaria, de su
cotidianidad hace que exista un momento en el que busquen la posibilidad de poder desahogarse; por
ende, el hecho de que en estos instantes nos encontremos hablando de violencia de género, ha sido como
resultado de todo lo expresado por parte de las madres de familia a través de los espacios que fueron
creados desde y para ellas, es decir, de los espacios en los que ellas son protagonistas de su propia historia.
FUNDAMENTACIÓN
Desde las épocas más remotas de la cultura humana, que nos permiten remontarnos inclusive a los
primeros asentamientos, la mujer se ha desempeñado en actividades estrechamente vinculadas al hogar
y al cuidado de los hijos, sin embargo, a pesar de ello podía verse incluida en la ejecución de otro tipo de
trabajos que implicaran un mayor grado de esfuerzo, puesto que según Lerner (1986) en ese entonces la
relación entre hombres y mujeres no se encontraba edificada en el deber ser femenino y masculino, y por
tanto el vínculo creado entre ambos aludía a una conexión con más horizontalidad. Es entonces a partir
de la llegada de los españoles, que se da lugar a una estructura social sostenida en el marco de una cultura
edificada sobre la lógica de la dominación y las relaciones de poder, de tal manera que en palabras de
Lagarde (2005) la sociedad de la que actualmente formamos parte constituye el resultado de un proceso
de dominio colonial primero e imperialista después. Una sociedad que, ha construido e instaurado rutinas
e inercias mentales, expresivas, emocionales y de actuación entorno a diversos paradigmas que
históricamente han establecido una relación de subordinación entre el opresor y el oprimido.
Dichos paradigmas refieren a distintos sistemas de dominación, que como se mencionó anteriormente
llegaron a instaurarse tras la invasión por parte de los españoles; entre estos, se encuentra el sistema
patriarcal y el capitalismo, los cuales, a través de su lógica expresada en las relaciones de poder, nos
permiten comprender la violencia de género desde el análisis de la estructura social, esto es, la
organización de la sociedad en función a estructuras sujetadas a un pensamiento jerárquico y sexualizado
que excluye a las mujeres de la participación por su condición de género. Es así que, por medio de un
proceso en el que hemos sido reducidas a la sexualidad, se han generado en palabras de Lagarde (2005)
una gran diversidad de actividades, trabajos, modos de vida y formas de pensar, en donde somos definidas
como producto de nuestras cualidades naturales biológicas; de tal manera, que como mujeres el papel
que principalmente nos corresponde va de acuerdo a nuestra capacidad de reproducción y por ello el
vínculo directo con el ejercicio de la maternidad.
Debido a lo anterior, es que según Federici (2013) desde el capitalismo cuyo objetivo es la
acumulación del capital, en nombre del desarrollo, las mujeres somos visualizadas como las encargadas
de producir y/o reproducir, la fuerza de trabajo que se necesita para generar mayor producción, y por tal
motivo tanto los cuidados como las atenciones que se brindan a los hijos, constituyen las formas en que
se asegura al futuro trabajador. Y aunque, estas acciones que giran en torno a los labores domésticos
integran la base del capitalismo, a causa del patriarcado, es que se ignora e invisibiliza la existencia del
trabajo reproductivo de las mujeres, puesto que el hombre quien representa la figura opresiva en este
entronque patriarcal, ha robado a la mujer su capacidad de reproducción en el sentido de que afirma que,
sin él, no sería posible reproducir la vida. Es entonces, que tan importante papel queda reducida al margen
de una servidumbre voluntaria, justificada en el amor y en el instinto maternal, ya que, frente al hombre
definido por esta fuerza de trabajo, propicia al desarrollo económico del país.
En tal caso, es que enmarcados en estos elementos que responden a la atribución de cualidades sociales
y culturales diferentes para cada sexo, comienzan a conformarse el género femenino y masculino, y con
ello, los roles que le corresponde socialmente a cada quien; un proceso largo y complejo en donde el
patriarcado bajo este modo de producción capitalista, según Aguilera (2017) se preservó y se transformó
en un aliado indispensable para la explotación y mantenimiento de este sistema; en el que la mujer debido
a sus características naturales, fue enfocada ideológicamente en “una relación entre lo inferior y lo
superior, lo natural y lo civilizado, o como lo animal frente al progreso humano” (Lagarde, 2005). Y por
ello es que hemos sido privadas de nuestra autonomía vital, de la oportunidad y la posibilidad de escoger,
tomar las riendas de nuestras vidas y decidir sobre los hechos fundamentales que conciernen a nuestra
cotidianeidad; por lo que retomando a la misma autora, estamos sometidas a la opresión y a la prohibición
de comprender nuestra vida y el mundo, lo que se ve reflejado en “atributos femeninos” como la
ignorancia, el rechazo al pensamiento analítico y la disposición a la creencia mágica y sobrenatural.
Tristemente, como se señaló al inicio de este apartado, esta condición genérica de la mujer ha sido
apropiada culturalmente por siglos entre las sociedades, lo que ha constituido diversas formas de pensar
y modos de concebir al mundo en torno a esta visión sobre la mujer, mismas que son reforzadas por el
estado a través de sus normas e instituciones; lo que de igual manera ha contribuido a sostener la idea de
que las tareas domésticas enraizadas a nuestro papel de madre y esposa son propias de nuestras cualidades
biológicas naturales, llegando al grado de naturalizarlas y convertirlas en parte de nosotros.
Por tal motivo, es que según Lagarde (2005) nuestra ceguera se concreta en la negación de nosotras
mismas, de nuestras capacidades y de los saberes críticos que podemos llegar a poseer, ello como
consecuencia de la relación de dependencia y subordinación que se crea para con el otro. Lo que
enunciado desde un lenguaje propio del patriarcado puede llegar a esconderse tras la denominada
felicidad, puesto que existe una lealtad, entrega y abnegación de sí misma, con tal de satisfacer o cumplir
con las obligaciones correspondientes a nuestro deber ser femenino. Por consiguiente, el simple hecho
de nacer mujer implica tener ya un futuro prefijado, el cual refiere precisamente a todos estos elementos
mencionados anteriormente, sin embargo, a pesar de que por nuestra condición de género nos
encontramos condicionadas a vivir de una determinada manera, todavía existen otros factores que
contribuyen a generar una diferencia en los niveles de opresión, esto en cuanto a las situaciones de vida,
particular de cada mujer que engloba desde la formación social en que nace, la clase social a la que
pertenece, su definición en relación con la maternidad o la conyugalidad, hasta el grupo de edad en el
que se encuentra; de modo que una mujer puede ser discriminada por una gran cantidad de razones.
Y con ello, quiere decir, que cada mujer de manera particular es única en síntesis del mundo patriarcal,
de sus normas, de sus prohibiciones y sus deberes. En efecto, si bien las mujeres constituimos las
principales víctimas de opresión en este sistema, es justo decir que, somos también tal como lo señala
Lagarde (2005) las principales vigías del cumplimiento del designio patriarcal que condiciona lo
femenino y lo masculino, puesto que tras adentrarnos en este proceso en el que siempre se nos ha visto
y por ende tratado de manera inferior, es que comenzamos a mirar con los ojos de quien en palabras de
Fanon (1986) nos negó el ser, y en ese sentido empezamos a reproducir con nuestros hijos e hijas acciones
que de una u otra forma contribuyen a perpetuar esta problemática, dentro del mismo seno familiar, no
por nada Federici (2013) menciona que la familia es esencialmente la institucionalización de la desigual
división de poder que ha disciplinado tanto nuestras vidas como las de los hombres. Puesto que, aunque
son los hombres los principales opresores dentro de esta cultura patriarcal, “no son ellos la causa directa
de nuestros cautiverios, ni quienes en exclusiva nos mantienen cautivas, aunque contribuyan a hacerlo,
se enseñaron en los cautiverios y se benefician de ellos” (Lagarde, 2005)
CONCLUSIÓN
Es entonces, que tras lo planteado anteriormente resulta elemental y trascendental efectuar acciones
enmarcadas en el establecimiento de una relación social, que no responda a este sistema de dominación
y que a su vez nos permita distanciarnos del designio patriarcal femenino y masculino, el cual se ha
encargado de definir en nuestra sociedad las formas de ser hombre y de ser mujer; y para lograrlo es
necesario analizar nuestra propia cultura, entendida según Lagarde (2005) como esa dimensión de la vida
producto de la relación dialéctica entre los modos de vida y las concepciones del mundo que
históricamente han constituido una mirada de las mujeres expresada en la discriminación, en la
dependencia y en la subordinación, por ello es que el comprenderla significa que seamos capaces de
separarnos de ella a tal punto que podamos desprenderla de nosotros, de nuestra esencia y de nuestra piel,
con el fin de propiciar una nueva visión que más allá de concebir a hombres y mujeres como sujetos
históricos, de lo que ya esta dado en función de las relaciones de poder, puedan visualizarse como sujetos
sociales, en donde a pesar de que no se logre acabar con el sistema se de la oportunidad de edificar un
camino diferente en esta interacción con el otro, tal como lo señala Zemelman (2000) quien dentro de
esta interacción establece la posibilidad de transformar las estructuras, en un espacio de reconocimiento
que englobe una construcción colectiva de lo cotidiano y ello nos permita pensar con los otros.
ANEXOS
Anexo 1: Entrevista con el director del Plantel Lic. Rodrigo Sida Pérez

Relación de preguntas que se consideraron para la entrevista con el director

1.- ¿Cuánto tiempo tiene fungiendo el papel directivo dentro de esta Institución?
2.- En el tiempo que lleva en la escuela ¿Qué situaciones y/o problemáticas ha identificado?
3.- ¿Qué elementos considera que influyen en dar apertura a estas problemáticas? ¿Porqué?
4.- En lo que respecta a estos conflictos, ¿se ha realizado alguna intervención por parte de la escuela?
5.- De ser así, puede mencionar y/o platicarme un poco sobre el proceso, así como los resultados que se
obtuvieron
6.- ¿Cuál es la situación o situaciones que considera prioritarias para la institución? ¿Porqué?
Anexo 2.- Categorización de la entrevista semiestructurada realizada a los docentes de la Institución.
Anexo 3.- Encuesta aplicada al alumnado de la Esc. Primaria Narciso Mendoza. (Alumnos 5to. Grado)

Anexo 4.- Carta de niños escrita hacia sus padres. Implementación grupo focal dentro del plan
diagnóstico.
Anexo 5.- Técnica participativa con madres de familia “La pesca de los Clichés”: Implementación del
diagnóstico.

Anexo 6.- Técnica participativa “La historia de Juana y Juan”: Implementación del plan diagnóstico
Anexo 7: Dinámica Rompehielos con padres y madres de familia. Implementación del diagnóstico.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Aguilera, G., (2017). El trabajo doméstico: la persistencia del patriarcado en la época capitalista.
Recuperado en 26 de noviembre de 2019: http://www.laizquierdadiario.cl/El-trabajo-domestico-
la-persistencia-del-patriarcado-en-la-epoca-capitalista

- Fanon, F., (1983). Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica en México.

- Federici, S., (2013). Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas.
Traficantes de sueños. 1era. Edición.

- Lagarde, M., (2005). Los cautiverios de las mujeres: Madresposas, monjas, putas, presas y locas. Centro
de investigaciones Interdisciplinarias. Universidad Autónoma de México. 4ta. Edición.

- Lerner, G., (1986) El origen del patriarcado: la creación del patriarcado. Editorial Crítica.
- Torres, A., (2000). Subjetividad y Sujetos Sociales en la Obra de Hugo Zemelman. Folios. No. 12.
Universidad Pedagógica Nacional.

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