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Entre votación y votación, ¿hay algo que hacer?

¿Votamos mucho o poco?


Desde el 20 de diciembre de 2015 hasta el 10 de noviembre de 2019 hemos votado cuatro veces en
elecciones generales: eso sin contar elecciones municipales, autonómicas y europeas o incluso
primarias internas del partido del que se sea afiliado o cuando el dirigente del mismo nos pida
nuestro “like” respecto a lo que se la haya ocurrido en ese momento. Hay quien piensa que ya está
bien de tanto votar y quien al contrario cree que deberíamos votar sobre más cosas: en referéndum
(de esto se tratará otro día) o por otros procedimientos (¿mano alzada?).

¿A quién estamos votando?


En mi opinión no es tanto votar mucho o poco sino para qué y a quiénes estamos votando. Empiezo
por el “quiénes”, acudiendo a Winston Churchill. Entre otras cosas Churchill fue famoso por sus
citas, no amorosas sino de las otras, y aquí va una sobre los parlamentarios británicos:
“El primer deber de un miembro del Parlamento es hacer lo que él cree que, en su leal y
desinteresado juicio, es correcto y necesario para el honor y la seguridad de Gran
Bretaña. Su segundo deber es con sus electores, de los cuales él es el representante pero
no el delegado. ... Es solo en tercer lugar donde su deber con la organización o
programa del partido ocupa su sitio. Deben observarse estas tres lealtades, pero no hay
duda del orden en que se encuentran bajo cualquier manifestación saludable de
democracia.” (Duties of a Member of Parliament)
Me temo que lo que planteaba Churchill se aplica mal a parlamentarios españoles. Aquí prevalece
la disciplina partidista al confeccionar candidaturas, en lo referido a (no) representar a los electores
-a todos, no sólo a sus votantes- u observar la lealtad al propio partido por encima de “el honor y la
seguridad” del país. Nuestro sistema democrático prima excesivamente a los partidos políticos (este
tema se tratará otro día).

¿Nos representan y/o nos escuchan?


Pero sí podemos exigir a nuestros parlamentarios que nos representen de verdad. En el Reino
Unido, pero también en otros países como Canadá, un parlamentario tiene oficina permanente
(constituency office) y al menos un día a la semana dedicado a contactar con sus electores (no sólo
sus votantes), reunirse con ellos y recoger propuestas y preocupaciones que le quieran trasladar.
¿Nos imaginamos algo así en España? Me permito contar mi pequeña experiencia personal. Hace
unos años realicé un breve estudio sobre la distribución del voto en los barrios de Madrid. No se me
ocurrió otra cosa que dirigirme al grupo municipal del partido al que había votado (no diré cuál)
para ofrecer mis servicios -desinteresados- sobre la cuestión. Hablé con uno de los concejales que
me miró como si estuviera viendo un marciano y me dijo que trasladaría mi estudio “a los de
comunicación” (¿?). Desde entonces, sin noticias.
Se me dirá que en los tiempos de internet el correo electrónico podría hacer las veces de esa oficina
a pie de votante. Creo que es evidente que no es lo mismo en absoluto. Pero además parlamentarios
como José Luis Ábalos (PSOE), Santiago Abascal (VOX), Joseba Agirretxea (PNV), Mertxe
Aizpurua (Bildu), o José Ángel Alonso (PP), por no escoger más que apellidos por A, no tenían
publicado al día de la fecha su correo electrónico como Diputados. Parece como si nuestros
representantes nos quieren ver votando(les), pero entre votación y votación “si te he visto, no me
acuerdo”.

¿Qué hacer?
Visto lo anterior, no parecería tan malo estar votando continuamente… Mi propuesta es otra. Entre
votación y votación hay mucho que hacer, partiendo de preguntar a nuestros representantes ¿qué
estás haciendo con mi voto? (¿y con mis impuestos?). Debemos pedir:
1. transparencia en lo que hacen como nuestros representantes, en su actuación como gestores
públicos: gastos de viajes, contrataciones a dedo (quiénes y cuánto) de cargos “de
confianza”, concursos “públicos” de todo tipo, con quién se reúnen, a quién subvencionan,
etc.
2. responsabilización en las actuaciones, dando cuenta del desarrollo de proyectos anunciados
a bombo y platillo, pero de los que no solemos saber nada de su puesta en práctica y menos
aún de sus resultados contrastables de forma independiente. Romperé aquí una lanza en
favor de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), organismo que
aunque parezca mentira en España sí se dedica a ésto.
Pero en ningún caso deberíamos esperar a la siguiente campaña electoral para escuchar balances
normalmente triunfalistas de lo Administraciones y representantes públicos de lo hecho hasta ese
momento.
Quizá lo que hagamos en este campo parezca una gota en el océano. Pero si un voto es también una
gota que junto a otras puede convertirse en diluvio, nuestra acción entre votaciones puede llevar el
mismo camino.
El próximo post dentro de dos martes, el 21 de enero

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