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DEMOCRACIA DIRECTA

La democracia directa, llamada también democracia pura,1 es una forma


de democracia, en la cual el poder es ejercido directamente por el pueblo en
una asamblea. Dependiendo de las atribuciones de esta asamblea, la
ciudadanía podría aprobar o derogar leyes, así como elegir a los funcionarios
públicos. La democracia directa se ejercía en la Antigua Grecia, y en la
actualidad testimonialmente en la asamblea anual de los ciudadanos de algunos
cantones suizos de alta montaña.
Debido a la imposibilidad que todos los electores de un país se puedan reunir en
tiempo y lugar, la aplicación de la democracia directa en todas las etapas de
toma de decisiones no ha tenido aplicación práctica. Por ello la forma común de
aplicación es mediante la democracia semidirecta, donde se tiene un gobierno
representativo y se disponen de mecanismos de democracia directa. Este tipo
de democracia se aplica principalmente en Suiz
Mecanismos de la democracia directa
Los mecanismos de la democracia directa (abreviados como MDD) son, en
principio, cinco: el referéndum o plebiscito, la iniciativa popular, la revocación
(recall) y la avocación.

El referéndum puede emplearse para aprobar o rechazar una determinada ley.


La iniciativa popular permite a los ciudadanos presentar peticiones a los poderes
del Estado para que un determinado asunto público sea tomado en
consideración, como puede ser una reforma legislativa o incluso constitucional,
donde posteriormente esa propuesta de ley o reforma es votada mediante
referéndum vinculante. La revocatoria de mandato da al pueblo el derecho de
destituir de su cargo a los funcionarios electos antes de finalizar su mandato.

Aplicación
Los mecanismos de la democracia directa se aplican en la actualidad en la
democracia semidirecta, principalmente Suiza. La mayoría de las democracias
actuales son del tipo democracia representativa, permitiendo formas limitadas de
democracia directa y generalmente no vinculantes.
Grecia y Roma
Véase también: Historia de la democracia
Los primeros registros que se conservan de democracia directa provienen de la
antigua democracia ateniense, comenzando en 507 a. C. Esta experiencia duró
aproximadamente dos siglos, durante los cuales el poder recayó en una
asamblea en la que estaban todos los ciudadanos varones que no eran esclavos
ni extranjeros. Los cargos públicos eran elegidos por sorteo, y un representante
elegido por la asamblea se encargaba de liderar el ejército de la ciudad, llamado
estratega.

El tamaño reducido de la ciudad-estado de Atenas por aquel entonces (en torno


a las 45.000 personas) y las restrictivas condiciones para ser considerado
ciudadano (sólo los varones no esclavos y nacidos de padre y madre atenienses
lo eran) y, por tanto, para poder participar en la vida política de la ciudad,
minimizaban las dificultades logísticas inherentes a esta forma de gobierno.
Críticas al sistema presencial
Entre las objeciones más importantes que se suelen imputar a la democracia
directa se refiere a su practicidad y eficiencia. Decidir sobre todos o casi todos
los temas de importancia pública mediante referéndum puede ser lento y
costoso, y puede provocar en los ciudadanos apatía y fatiga. Los defensores
actuales de la democracia directa suelen sugerir que la democracia electrónica
(con herramientas como los wikis, los foros o la televisión digital) puede paliar
esos problemas. El modelo suizo demuestra, sin embargo, que a pesar de ser
posible decidir sobre todos los temas, en realidad solo pocos temas llegan a
votación popular, ya que el mero hecho de que se podría convocar un
referéndum obliga a los políticos a buscar compromisos en el trámite
parlamentario para evitar un referéndum. De este modo la democracia directa
genera resultados consensuados sin la necesidad de que todo sea votado en
urnas. El no solicitar un referéndum equivale a una aprobación implícita de las
decisiones tomadas por el parlamento.
Dado que las preguntas deben ser cortas, con una respuesta de sí o no, los
votantes podrían asimismo elegir políticas incoherentes. Por ejemplo, una
mayoría podría votar a favor de reducir los impuestos mientras que una mayoría
podría también votar por un incremento del gasto público en educación. La
respuesta común a esta crítica es que el problema de las decisiones
inconsistentes no es exclusivo de esta forma de democracia.
Algunos estudiosos utilizan el término democracia semidirecta para describir
sistemas de democracia directa que cuentan con mecanismos para proteger las
libertades civiles, así como para proteger de la mayoría a los intereses de las
minorías (ver: derechos fundamentales, igualdad ante la ley, imperio de la ley).
La puesta en práctica de la democracia directa suele traducirse en un proceso
de confrontación, en el que la ciudadanía discute y elige dos opciones definidas
por expertos. Este proceso se caracteriza por una falta de deliberación orientada
hacia el consenso, y el peligro de derivar en una dictadura de la mayoría, latente
en cualquier tipo de democracia.
El modelo canadiense de asamblea de ciudadanos procura sortear muchas de
las desventajas de la democracia directa a través de un proceso basado en la
deliberación y el consenso, bastante diferente del caracterizado por las
iniciativas y los referendos.

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