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TRANSFORMACIÓN SOCIOECOLÓGICA DEL


TIANGUIS DE PÁTZCUARO, CONOCIENDO EL
PASADO PARA COMPRENDER EL...

Chapter · January 2014

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Nimcy Arellanes Víctor M. Toledo


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Universidad Michoacana de San Nicolás de H…
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TRANSFORMACIÓN SOCIOECOLÓGICA DEL TIANGUIS DE
PÁTZCUARO, CONOCIENDO EL PASADO PARA COMPRENDER EL
PRESENTE A TRAVÉS DEL METABOLISMO RURAL: ISBN: 9-786079-293048

Nimcy Arellanes Cancino1


Víctor Toledo Manzúr 2
Yaayé Arellanes Cancino 3

Resumen

La existencia de un mercado tradicional y del trueque como sistema de intercambio


comercial en la región del Lago de Pátzcuaro es considerada una forma de resistencia
así como una alternativa y opción de vida para numerosas familias. La relación entre la
naturaleza y los vínculos socioeconómicos de esta región son analizados a través de la
propuesta teórica-metodológica del metabolismo social, lo que permite comprender
desde una perspectiva interdisciplinaria la permanencia del tianguis y sus prácticas
comerciales alternativas.

Introducción

El metabolismo social nos permite reconciliar la historia humana con los sistemas
naturales, pues permite conjuntar los procesos sociales con la manera en que estos “se
apropian circulan, transforman, consumen y excretan, materiales y energías” (González
y Toledo, 2011) originadas en y por la naturaleza con la cultura material e inmaterial
producida y recreada en una determinada sociedad a través del tiempo.

La concentrada información que presentamos abarca más de mil años de historia de las
relaciones comerciales en el lago de Pátzcuaro, en particular de su mercado tradicional,
tomando en cuenta la teoría del metabolismo social, que nos permite conocer las

1
Investigadora asignada a la División de Estudios de Posgrado e Investigación del Instituto Tecnológico
de Oaxaca, ITO por convenio Cátedras Conacyt. Correo electrónico: nimcyarca@gmail.com
2
Profesor Investigador del Centro de Investigaciones en Ecosistemas, CIECO, UNAM. Correo
electrónico: vtoledo@cieco.unam.mx
3
Investigadora asignada a la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía, Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, UMSNH, por convenio Cátedras Conacyt. Correo electrónico:
yarellanes@hotmail
permanencias y evoluciones de los productos que se han comercializado, así como la
permanencia del trueque entre los vendedores principalmente indígenas.

La forma en que integramos este trabajo es la siguiente: se hace referencia a temas


claves dentro de la dinámica del mercado tradicional purépecha, como lo son: i) los
distintos protagonistas del tianguis, ii) la estructura socioeconómica a partir de las
formas de intercambio y iii) los productos que se ofertan. Estos elementos son
analizados a través del tiempo, con la finalidad de conocer y comprender los cambios y
evoluciones de las relaciones comerciales que permitieron consolidar como mercado
tradicional a Pátzcuaro, así como su actual devenir.

Finalmente, este trabajo se inserta dentro del contexto de una investigación más amplia,
que comprende el estudio de los mercados tradicionales en México a partir de su
importancia como patrimonio biocultural.

Esta ponencia se divide temporalmente en cinco partes: el primero –antes de la cruz-


hace referencia al periodo posclásico, entre 900 y 1600 d.C, respecto a la existencia de
rutas comerciales y los productos comercializados dentro de los señoríos purépechas; el
segundo, los comienzos de un nuevo orden, relata la continuación y ruptura del
comercio indígena y su traspaso a la administración española. En el caso del tercer
periodo, el siglo XIX, se hace referencia directa al porfiriato, cuando el positivismo
influenció en la organización de los mercados de todo el país y por lo tanto incidió en el
de Pátzcuaro, en el tercer periodo, el siglo XX, se hace un recuento de los daños ante la
degradación del medio ambiente, la migración y la amenaza del supermercado sobre el
mercado tradicional. Como último punto, el siglo XXI, se hace referencia a la
resistencia de los comerciantes en los mercados tradicionales ante el imperante sistema
neoliberal.

Antes de la cruz

Las relaciones comerciales entre el occidente y el noroeste de México siempre


existieron, en particular por alimentos, materiales de construcción, hierbas medicinales,
leña y otros. Lo significativo era también el intercambio comercial entre “objetos de
lujo, exóticos o de prestigio, pues implica un tipo más complejo de estructuras políticas
y comerciales” (Braniff, 2009:27), las cuales por su sistema de creencias religiosas, así
como el desarrollo de técnicas y tecnologías, permitieron tener un uso racional de sus
recursos naturales.

Mapa 1. Las conexiones comerciales en el Posclásico ( Tomado de Braniff, 2001, p.


238).

Como se puede apreciar en la mapa anterior, las relaciones comerciales entre


Mesoamérica y la Gran Chichimeca durante el posclásico (900/1000 d. C – 1600 d. C),
fueron constantes y a grandes distancias. En lo que concierne al actual estado de
Michoacán, el comercio del cobre tenía gran relevancia. Éste se comerciaba
principalmente en la actual ciudad de Michoacán (17), en Apatzingan (18), Cojumatlán
(19) y Tzintzuntzan (11). Entre otros productos comercializados se encontraban la
turquesa, la concha, la guacamaya y el abulón. Ello indica que a lo largo de las rutas
comerciales existían “individuos de alta categoría social, indiscutiblemente asociados al
comercio” (Braniff, 2001:44, 45, 48).
Dentro de las teorías económicas, podemos adoptar para Mesoamérica la teoría general
de Immanuel Wallerstein, en la que se comprende a la economía prehispánica como “un
sistema de intercambio independiente del control estatal. Se distingue entre mecanismos
abiertos y controlados por el Estado, como el tributo, con lo que se crean vínculos
diferenciados” (Attolini, 2009:52). Si se considera que durante la época posclásica
existió un alto nivel de comercialización, esto valida que los procesos de intercambio se
regularon por el uso de distintos tipos de moneda.

En el caso del trueque, puede ser interpretado a partir de la teoría de economía solidaria,
concepto que para Marcos Arruda “…considera al género humano, en tanto que
individuos y seres sociales, (sino como) sujetos colectivos. Desde esta mirada no solo
somos usufructuarios de los recursos naturales y productores de riqueza económica,
sino también co–propietarios de la riqueza material, co–usuarios de los recursos
naturales y co–responsables de la conservación del ambiente” (Salgado y Ochoa, 2011).

Antes del fraile, el petámuti4

Antes de la llegada de los españoles el lago de Pátzcuaro era un sitio sagrado, donde las
deidades del agua y de la lluvia se establecieron en cada uno de los puntos cardinales
cuyo centro es el lago: ”Chupi Tiripeme, señor de la lluvia, azul, queda en la isla de la
Pacanda ocupando el centro; Tiripeme Caheri, el gran señor de la lluvia, negro, queda al
sur, en Pareo; Tiripeme Xungápeti, el amarillo señor de la lluvia, el rojo, quedó en el
Oriente, y Tiripeme Turupten (sic), blanco, en el poniente. Así quedó el dios de la lluvia
y sus cuatro sacerdotes, las cuatro nubes, en los puntos cardinales” (Relación de
Michoacán, 1541: XXIV). Los colores de los puntos cardinales correspondientes a cada
dios coinciden y están relacionados con el de las distintas variedades de maíz, base de la
alimentación indígena hasta la actualidad5.

Después de ese tiempo mítico, de acuerdo a la Relación de Michoacán, los


tarascos llegaron a la laguna de Pátzcuaro, a la que consideraron la puerta del cielo, del
paraíso, “por donde descendían y subían sus dioses” (Relación de Michoacán, 1541:

4
Término purépecha para designar al sacerdote mayor. Literalmente se puede traducir como ”el que
congrega a la gente” o “el que habla a la gente congregada en el patio”.
5
Esta afirmación tiene su sustento en las investigaciones de Alfredo López Austin, particularmente en su
libro Tlalocan-Tamoanchan, México, Fondo de Cultura Económica, 1994.
XXIV). De esa manera se fundó Pátzcuaro, justo en la gran explanada, donde ahora se
encuentra la Basílica de la Salud, el Colegio de San Nicolás y el templo de los jesuitas,
sitio donde se establecía el mercado tradicional en la época colonial hasta el siglo XX.
Su nombre original de Pátzcuaro fue Tarepu-uta-hopánscuaro, que significa “donde los
ancianos lavaron sus pectorales de concha”, acción que tradicionalmente se cree que
realizaron en la fuente que se encuentra en la plaza mayor de Pátzcuaro cuando fueron
conquistados los pueblos de la laguna, incluido Ihuatzio (Relación de Michoacán, 1541:
XXIV).

En la Relación se menciona el mercado de Pareo, el de Tariaran y el de Zaueto, sin


hacer referencia al de Pátzcuaro, pues probablemente éste sitio no tenía un tianguis tan
relevante al ser más una lugar de importancia religiosa más que comercial. Las
relaciones comerciales se daban en los mercados, a partir del concepto de trueque,
prestaciones en especie o en trabajo. Los mercados más importantes de la zona lacustre
se daban en Tzintzuntzan, Pareo y Asajo.

El caso de Cutzio

Entre 1370 y 1480 existió una hegemonía del señorío Purépecha, que dominó las rutas
comerciales y mercados de la región. El beneficio económico y prestigio comunitario se
vio reflejado en las conquistas hacia Tierra Caliente de 1450, de donde se extraían dos
cosechas anuales de tomate, chile, algodón y fruta. El movimiento comercial de estos
productos se realizaba hasta la actual Colima y la costa del Pacífico (Fabre y Yeste,
2012).

Cuitzio se localiza al sureste del actual estado de Michoacán. Su característica principal


es la gran riqueza de recursos naturales. A mediados del siglo XV los señoríos de esa
región fueron incorporados por los uacúsecha (uno de los linajes purépechas) a la
administración de la región del lago de Pátzcuaro, con lo que los gobernantes lacustres
obtuvieron un control directo sobre los productos de Tierra Caliente, lo que ocasionó en
numerosas ocasiones enfrentamientos con la Triple Alianza del centro de México
(Relación de las Ceremonias, p. 134 y Roskamp, 2010).
En la ruta comercial dominada por el señorío purépecha se fundaron centros donde la
actividad mercantil era la característica principal. Los mercados más grandes
encontraban en Tzintzuntzan, la capital del señorío, San Pedro –donde se realizaba un
trueque entre los agricultores de hortalizas de las riberas y los pescadores de Ihuatzio-,
Zamora, Azajo, Tarécuato, Uruapan y Tacámbaro (Fabre y Yeste, 2013).

Como parte de las rutas comerciales, hacia 1465 y 1490 se establecieron por permiso
del irecha (rey o cacique) Tzitzípandaquare, en el barrio de Huetamo, perteneciente a
Cutzio, otomíes y matlazincas provenientes de Toluca, al mismo tiempo que había
asentamientos nahuas en la misma zona (Roskamp,2010:225-226). Todos tenían que
pagar tributos y servicios a los uacúsecha; pero no se conoce cuáles y en qué cantidades
eran tasados los tributos para el irecha, al igual que para los señores locales y
regionales. Todos estos datos confirman la comercialización de productos purépechas
hacia el exterior del señorío, en mercados como el de Tenochtitlan y hasta Yucatán
(Fabre y Yeste, 2013).

Los comienzos de un nuevo orden

En 1522 los españoles llegaron al centro de lo que ahora es el estado de Michoacán; el


poder pasó a manos de otros gobernantes –ahora peninsulares- que en un principio
conservaron las mismas estructuras de tributación, agregando nuevas formas de división
administrativa y de explotación a los tributarios. Numerosos pueblos fueron sometidos a
la encomienda y a trabajos forzados.

El sistema tributario aprovechó las instituciones indígenas anteriores a su llegada y


posteriormente comenzó a cambiar el sistema. En un estudio realizado por José Luis de
Rojas, acerca de los tributos durante el siglo XVI, se puede apreciar que el maíz era la
principal tributación; muy por debajo del servicio personal, el frijol, las “gallinas de
Castilla” y las mantas de algodón, estas últimas de gran valor para la sociedad
prehispánica (de Rojas, 1990: 8, 11 y 14).
El nuevo régimen colonial movió los centros de poder tradicionales instaurados por los
señores purépechas hacia el lago de Pátzcuaro. En 1538 Vasco de Quiroga fundó a
Pátzcuaro como ciudad española e india, con lo que las élites principalmente indígenas
se movieron hacia allá, perdiendo paulatinamente su poder regional ante un cabildo
español que gobernó ininterrumpidamente por 300 años.

El mandamiento del 10 de enero de 1540 emitido por el virrey Luis de Velasco, movió
el mercado de Tzintzuntzan a la ciudad de Pátzcuaro, con lo que los españoles
desmantelaron el poder de los señores de dicha región y la consolidaron uno propio en
la cuenca lacustre, región geoestratégica para conjuntar productos de la región de la
Costa, de Tierra Caliente y del Bajío (Rodríguez, 2007:20). De esa manera, Pátzcuaro se
convirtió “en un centro de acopio, almacenamiento, redistribución e intercambio de
mercancías entre las distintas localidades de la Nueva España” (Paredes, 1997:154).

La continuidad y los nuevos productos

Aun con el cambio de sede del mercado de Tzintzuntzan a Pátzcuaro, algunos productos
tradicionales de la época prehispánica continuaron comerciándose, tales como el maíz,
el pescado, el frijol, las frutas, las calabazas, las semillas, el nopal, la miel, las plantas
medicinales, los animales silvestres y de traspatio. En contraposición, los productos
suntuarios, cuyos consumidores eran los indígenas de mayor estamento, se anularon de
las transacciones cotidianas, y otros, por su sentido religioso, perdieron mercado. Tal
fue el caso de las conchas marinas y las plumas de pájaro. En el caso del oro, la plata y
el cacao, fueron productos absorbidos completamente por la administración española,
mientras que el comercio de esclavos desapareció por completo de la influencia
indígena. Por otro lado, el pescado dejó de ser el principal producto de exportación y el
comercio de la sal pasó a manos de los españoles. Para el tabaco se estableció fue
establecido un estanco para su comercialización.

Con la llegada de la cultura ibérica a la cuenca lacustre fueron introducidos nuevos


productos comerciales: el trigo, la cebada, la lenteja, la manzana, la col, la aceituna, la
lechuga, el ajo, la cebolla y la zanahoria, entre las principales verduras y frutos, así
como el ganado porcino, ovino, caprino, equino y vacuno (Rodríguez, 2007:22). La
introducción de nuevos cultivos incidió en el uso y propiedad de las tierras, lo que
permitió controlar el movimiento de los productos de la región, “obligando a canalizar
los bienes hacia el centro en un lugar y momento determinado” (Fabre y Yeste, 2012).

La administración española aprovechó las rutas tradicionales de comercio para


continuar el intercambio de bienes tanto suntuarios como para alimentación. Las
características topográficas de la cuenca permitió la especialización del trabajo en las
comunidades lacustres, lo cual fue aprovechado y fomentado por los españoles
(Rodríguez 2007).

Este fenómeno se dio desde épocas muy tempranas en la cuenca lacustre, lo que
también permitió continuar con la importación y exportación de productos que se
comerciaban en Pátzcuaro. Desde fechas muy tempranas, los españoles aprovecharon
las rutas comerciales indígenas, como fue el caso del mercader español Pedro Gutiérrez,
quien en 1579 comerció “ciertos productos” desde Puebla de los Ángeles6, a partir de
una carga que le hicieron llegar por medio de arrieros, cuyo monto total fue de 132
pesos y 5 tomines de oro común (Archivo Histórico del Municipio de Pátzcuaro, Mich.,
3 Bis, 66, 2 ff.)7. Por el monto de la transacción podría pensarse que se tratan de enseres
ornamentales, como vestidos, vinos, tabaco, entre otros, pero se trataba de jabón, xerja y
zalea8 , tres productos básicos para la higiene y el almacenamiento y fabricación de
cuerdas para el entonces naciente real de minas de la región lacustre. Los datos también
permiten conocer que en la zona lacustre la introducción de ganado mayor y menor no

6
Región igualmente comercial desde la época prehispánica. El hacer el recorrido de Puebla a Janitzio
duraba un promedio de 70 días.
7
Lo que nos muestra el expediente es que las relaciones comerciales de los españoles de ambas ciudades
se dieron desde épocas muy tempranas y que la ruta comercial era conocida por los indígenas y
aprovechada posteriormente por los comerciantes españoles.
8
Xerga: “Tela gruessa, y rústica. Viene del Arábigo Xerica, que vale lo mismo. Tómase tambien por
qualquier especie de paño grossero, sea de lana, de pelo, ù cáñamo. Lat. Sagum, i. Levidensa, æ.
ORDENAM. R. lib. 5. tit. 7. l. 2. Item, que todo paño de oro, y seda, y de lana, y de lienzo, y de picote, y
de sayal, y de xerga, y de todas otras qualesquier cosas, que se vendan.... sea tenido de lo vender sobre
una tabla”. En Diccionario de Autoridades - Tomo VI (1739) y ZALEA. s. f. La piel del carnero seca con
lana, y sin curtir. Es voz Arábiga, porque segun el P. Alcalá en su Vocabulario, Zaleha en aquel Idioma
significa lo mismo. Lat. Pellis ovina. Diccionario de Autoridades - Tomo VI (1739), en
http://web.frl.es/DA.html.
se hizo de manera numerosa, lo que no incidió de manera directa en el cambio de uso de
suelo en la cuenca lacustre en esa primera mitad del siglo XVI.

En ese mismo año de 1579 el comercio de productos suntuarios, como lo eran las telas
“… raso carmesí bordado y latron talera de tafetán amarillo y colorado” (Archivo
Histórico del Municipio de Pátzcuaro, Mich., 3 Bis, .67. 2 ff.)9 eran solicitadas por
mercaderes radicados en Pátzcuaro, no sin tener problemas para el pago de las mismas a
sus distribuidores, ya que es probable que la demanda de esos productos estuviera
reducida a los españoles, quienes podían tener en su momento circulante para
adquirirlas, mientras que el resto y mayoría de la población indígena, solo podía
mirarlas, al no contar con dinero para adquirirlas, ya que la monetarización del grueso
de la población fue paulatina, induciendo sin ser la intención real, a la conservación del
trueque como medida de subsistencia.

El siglo XIX

Hacia 1872 los indígenas de los pueblos vecinos solicitaron al Presidente Municipal de
Pátzcuaro el poder ir a vender al pueblo donde gobernaba. Algunas de esas solicitudes
de los indígenas en particular de Janitzio fueron aceptadas, por lo que llegaban muy
temprano a montar su puesto en un espacio determinado de la plaza, por el que pagaban
(Archivo Histórico del Municipio de Pátzcuaro, Mich., 1872. Actas de Cabildo, 30-V)10.

Al parecer, las comunidades indígenas no contaban con el circulante suficiente para


pagar el derecho a piso, por lo que solicitaron que se les exonerara del mismo,

9
RASO. s. m. Tela de seda lustrosa, de más cuerpo que el tafetán, y menos que el terciopelo. Fórmase
levantando los lizos para que texa la trama, solo de ocho en ocho lizos, que es texiendo solo la octava
parte del urdimbre, quando en el tafetán, mantos, lienzos y otras telas endebles, trabaja todo el urdimbre
por levantar los lizos uno sí, y otro, alternativamente, como en el raso solo trabaja la octava parte del
urdimbre, queda esta con su lustre y la recoge el peine, con que toma cuerpo la tela. Latín. Rasum
sericum. PRAGM. DE TASS. año 1680. f. 6. La (vara) de rasos de colores altos de Toledo o Granada, a
veinte y ocho reales. TAFETAN. s. m. Tela de seda mui unida, que cruge, y hace ruido, ludiendo con
ella. Covarr. dice se llamó assi del sonido que hace Tif. Taf. por la figura Onomatopéya. Otros le derivan
de la voz Taffata, ò Taffatin de la baxa Latinidad. Hai varias especies de él: como doble, doblete, sencillo,
&. Lat. Serica tela subtilior. PRAGM. DE TASS. año 1680. f. 6. La (vara) de tafetan negro à once reales.
La primera definición en Diccionario de Autoridades - Tomo V (1737) y la segunda en Diccionario de
Autoridades - Tomo VI (1739), ambas en http://web.frl.es/DA.html.
10
Había un pago de piso desde entonces.
particularmente a quienes no llevaban “más de reales medio de peces que vender”
(Archivo Histórico del Municipio de Pátzcuaro, Mich., 1872. Actas de Cabildo, 30-V)11.
Esta situación limitaba a los vendedores para establecerse en el mercado semanal, así
como deja ver la carencia de circulante entre los indígenas mercaderes. Además, denota
el bajo precio que tenían los pescados endémicos de la región entre los habitantes de
Pátzcuaro, por lo que es probable que esto favoreciera el trueque.

En general, los puestos se establecían a ras de suelo. Sobre mantas eran colocados los
productos a vender: pescados, verduras, maíz, frijol; el tamaño del puesto dependía del
tendido de mantas que hacían: había de tres o cuatro mantas, así como de una sola
modesta, en el que sentados en suelo los puesteros ofrecían sus mercancías (Archivo
Histórico del Municipio de Pátzcuaro, Mich., Actas de Cabildo año 1877. 37-V) desde
muy temprano, pues al despuntar el alba caminaban desde sus comunidades de origen
con sus productos a ofertarlos.

En 1877 la tendida de puestos comenzó a ser regulada por el cabildo de Pátzcuaro,


quienes en junta de cabildo acordaron cobrar a los puesteros en proporción al tamaño de
su negocio. Esta medida se tornó en detrimento de los mercaderes, pues antes del
acuerdo cada puesto pagaba una cuartilla o medio real - lo que equivale a la mitad del
precio total de los pescados que traía cada pescador de la región- y ahora se temía que
les cobraran por manta puesta, por lo que el cabildo acordó también crean un
reglamento para realizar tal cobro. Desconocemos si se llegó a realizar tal reglamento y
si fue aplicado cabalmente, pero el testimonio también explicita que el ayuntamiento
carecía de dinero dentro del erario público, por lo que se vio en la necesidad de recurrir
a medidas que probablemente no podían solucionar tampoco su falta de efectivo.

Al año siguiente, en 1878, la situación de falta de efectivo dentro del ayuntamiento se


agravó al recibir la administración de rentas pases libres para introducir maíz en el
mercado por parte de Santa Clara de Portugal12. Los pases libres correspondían a no
pagar impuestos dentro del pueblo de Pátzcuaro, por lo que el precio de venta del maíz
fue reducido o por lo menos se mantuvo en su precio, fuera de las amenazas de un
ayuntamiento con las arcas vacías.

11
En el Acta de Cabildo no aparece la dictaminación a la petición.
12
Actual Santa Clara del Cobre.
En ese mismo año se les ordenó a las carnicerías que se mudaran a un lugar más lejano
de la plaza principal, a causa de la falta de higiene que se observaba, ya que el puesto
consistía en una tabla fija donde se exhibían los trozos de carne durante todo el día de
tianguis. Ello propiciaba “el desarrollo de las enfermedades” (Archivo Histórico del
Municipio de Pátzcuaro, Mich., Actas de Cabildo año 1878. 29-V). La disposición
oficial no solicitó a los comerciantes mayor higiene, sino la falta del mismo fue el
argumento ideal para trasladar a las carnicerías que existían en el mercado desde fechas
coloniales en la plaza principal a las plazuelas de San Agustín, la Parroquia y San
Francisco en menos de un mes.

Las disposiciones legales por cambiar el aspecto de la plaza principal de Pátzcuaro


fueron cada vez más frecuentes en el cabildo. En el mes de octubre y noviembre de
1878 el cabildo en su reunión hizo hincapié en el mal aspecto de los comerciantes tanto
en su lugar original desde hacía más de 300 años y en el ubicado en la plaza de San
Agustín (Archivo Histórico del Municipio de Pátzcuaro, Mich., Actas de Cabildo año
1878. 55-V), particularmente al alquiler de locales comerciales que en realidad eran
parte de casas habitación alrededor de dichas plazas. En realidad fue considerado un
abuso por parte de la prefectura en que los puestos se establecieran en espacios que no
eran para la vendimian y de paso juzgaran el aspecto de los comerciantes. Al parecer, el
traslado de comerciantes a la plaza de San Agustín no ayudó a mejorar los puestos, sino
a que ocuparan lugares no indicados para instalarse; el objetivo real era mover del lugar
colonial el mercado de Pátzcuaro.

Hacia fines de 1878 se volvió a discutir en el cabildo sobre “el mal aspecto de los
comerciantes en la plaza principal” (Archivo Histórico del Municipio de Pátzcuaro,
Mich., Actas de Cabildo año 1878. 68-V, 69). Para el prefecto de la región la existencia
de un mercado en la plaza principal representaba un “inconveniente” porque los puestos
de fruta y “otros artículos” estaban montados en los sitios donde la gente viven, ya que
los vendedores habían hecho en su puesto un lugar para vivir. A causa de ello se sugiere
que el oficio del prefecto se remita al procurador para que ordene que los sitios donde
están los puestos no sean las habitaciones de los dueños de ellos, ya que el aspecto era
“sombras y tejados”. También se le solicita al procurador que investigue sobre las
causas por las que los comerciantes hacen esto y qué intereses municipales lo
permitieron.

Ante tal situación, el cabildo de Pátzcuaro se manifestó por ayudar a innovar los puestos
y principalmente trasladar el mercado de la plaza principal a la de San Agustín (Archivo
Histórico del Municipio de Pátzcuaro, Mich., Actas de Cabildo año 1878. 68-V, 69).

El problema de seguridad e higiene en los mercados públicos es una característica de las


políticas públicas hacia los lugares tradicionales de comercialización durante el
porfiriato, que se formaliza con la construcción de mercados con mampostería y
estructuras metálicas y la aprobación del reglamento del consejo de salubridad del 14 de
julio de 1879 (Ahuactzin, 2003: 7-8).

El siglo XX
A pesar de todos los esfuerzos por mantener los mercados higiénicos y ordenados desde
un siglo antes, el aseo de los mismos era escaso; los pisos por lo general eran de tierra,
no había lugar para lavar las frutas, verduras o legumbres, tampoco contaban con un
sitio para los desechos, así como con sanitarios insalubres o inexistentes.

A partir de 1940 hasta los inicios de 1960 la ciudad de Pátzcuaro tuvo un auge
económico que se basó en la producción de materias primas, lo que provocó una
sobreexplotación de los recursos naturales de toda la cuenca lacustre, provocando un
deterioro en el lago de Pátzcuaro. A su vez, la expansión de las zonas urbanas y la
urbanización de las islas dentro de lago, afectaron la producción del pez blanco, especie
endémica de la zona (García, 2013:2).

En cuestiones nacionales, en la década de 1970 comenzaron a construirse las tiendas de


autoservicio y los grandes almacenes, al estilo de los Estados Unidos de América. Este
concepto mercantil comienza a tener gran aceptación en los consumidores,
principalmente urbanos, al ser sitios funcionales y seguros en comparación con los
mercados tradicionales. En la actualidad, estos sitios concentran el 80% de las ventas de
alimentos en la ciudad de México. Este canal de distribución debilita completamente la
venta al menudeo, así como la existencia del mercado público, y principalmente el
tradicional (Ahuactzin, 2003:9).

El siglo XXI
En el 2005, la cadena Wal-Mart tenía intenciones de abrir una tienda en Pátzcuaro. Los
planes se vieron frustrados ante el respaldo de la autoridad estatal a los comerciantes
locales, por conducto de la Cámara Nacional de Comercio. El principal argumento para
no abrir el supermercado fue el respecto al entorno y la denominación de pueblo mágico
que tiene Pátzcuaro (La Jornada Michoacán, 2005). Las pretensiones de instalar el
supermercado cesaron.

A pesar de la gran migración en la región de Pátzcuaro, las actividades productivas


están ligadas a lo rural: la siembra de cultivos, la cría de ganado, el aprovechamiento
forestal, la pesca y la elaboración de artesanías son las principales ocupaciones de la
mayoría de los purépechas que viven en alrededor del lago.

En la actualización hay una baja productividad de las tierras así como una gran escasez
de trabajo, por lo que existen altos índices de migración. “Entre los P’urhepecha, se
calcula que uno o dos miembros de cada familia emigran anualmente hacia los Estados
Unidos o a los centros urbanos más importantes del país” (Salgado y Ochoa, 2011).

Los tipos de mercados en la actualidad


En la actualidad, existen tres tipos de mercados en México:

1. El tradicional, aquel que expende todo tipo de productos, como frutas,


legumbres, abarrotes y granos, de los cuales existen alrededor de 225 en el
Distrito Federal. Un ejemplo de este tipo de mercado es el de La Merced en la
ciudad de México.
2. El de giro permanente, donde lo que predomina es la venta de un solo tipo de
artículo (s), como es el caso del mercado Sonora, en la ciudad de México.
3. Los especializados: aquellos que tienen un giro determinado, como es el Palacio
de las Flores y el del La Lagunilla (Ahuactzin, 2003:11).

En el caso del mercado de Pátzcuaro, se trata de un mercado tradicional, con una


particularidad especial: la existencia del trueque. En la actualidad, los mercados y
tianguis son una opción principalmente para consumidores de bajos ingresos. “Este
segmento de la población adquiere en los mercados públicos el 48% de las frutas y
hortalizas que consumen a diario, 61% de las carnes y sus derivados, 81% del pescado,
casi la mitad de huevos y grasas y 65% de los granos y legumbres” (Torres, 1999).

El trueque a través del tiempo


Existen autores como Cendejas y González (2009), quienes afirman que el trueque en la
región purépecha es muy reciente, pues se remite a cuarenta años antes, es decir, hacia
la década de los sesentas del siglo XX. Ante esa afirmación, Salgado y Ochoa (2011) a
partir de sus trabajos de campo y entrevistas, afirman que el trueque en la historia oral
de los purépechas está presente en los relatos en que los pueblos de la costa y de tierra
caliente intercambiaban productos antes de la llegada de los españoles. Este tipo de
intercambio comercial se vio favorecido por la especialización regional en la
producción de objetos cerámicos y lo que ahora se conoce como artesanías, así como de
la diversificación de cultivos en el territorio purépecha y sometidos. “En la sierra, los
tejedores necesitaban del algodón producido en Tierra Caliente y también se recibía
maíz y chiles tempraneros de la parte de la Cañada. Otros productos de intercambio eran
los pescados de Pátzcuaro con los productos manufacturados de las tierras altas, así
como los frutales y hortalizas de Tierra Caliente.

Se tiene también conocimiento que el trueque en ocasiones utilizaba una determinada


unidad de cambio, como lo eran las mantas de algodón, las plumas finas o las piedras
semipreciosas (Fabre y Yeste, 2012).

En la actualidad, esta práctica ha venido adaptándose y reconfigurando a través del


tiempo, por lo que se ha podido mantener vigente. A partir de fines del siglo pasado, el
mejor para el trueque es entre el 25 de diciembre y el mes de enero del año siguiente
(Salgado y Ochoa, 2011). Éste se realiza fuera del mercado. En cuanto a los tianguis
donde se practica, existen dos: el de Pátzcuaro y el Mojtakuntani, un tianguis itinerante
entre las comunidades lacustres, que fue organizado por primera vez el 26 de junio de
1994.

En el mercado de Pátzcuaro los productos para el intercambio se vinculan con los ciclos
de producción agrícola, de frutos y plantas silvestres, así como de pescado, artesanías y
en ocasiones, animales de traspatio. En algunos casos los intercambios pueden ser
mixtos – dinero y producto- con el fin de complementar la valoración del bien.

El tianguis de intercambio de Pátzcuaro se celebra dos veces por semana, los martes y
viernes, donde se reúnen a personas de todas las comunidades principalmente aledañas.
Según Salgado y Ochoa (2011), las mujeres y las amas de casa son las más favorecidas
con el trueque, “porque la mayoría cambian sus productos con verdura y frutas (y
ganado menor), por lo que para la preparación de alimentos de la semana no tiene que ir
a comprar. Otro hecho que hace que las mujeres sean las más favorecidas, es que existe
la creencia de que los hombres “no saben el valor del producto de cambio” (Salgado y
Ochoa, 2011).

A manera de conclusión
A través del tiempo, las relaciones comerciales en el lago de Pátzcuaro pueden
analizarse desde una perspectiva de metabolismo social, donde elementos de orden
geohistórico y económico son claves para comprender las razones por las que durante
más de mil años se ha conservado como un centro comercial donde han convergido
productos de subsistencia y suntuarios, así como la moneda y el trueque.

Finalmente, a partir del metabolismo social podemos revalorar las prácticas y el espacio
histórico-natural dentro de su riqueza biocultural del lago de Pátzcuaro en una sociedad
contemporánea que continúa con sus prácticas comerciales milenarias.

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