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Para entender mejor las bases de este modelo hay que remontarse hasta el siglo
XVII, a la enseñanza impartida principalmente por las órdenes religiosas, sobre todo
en los internados; en este recorrido hay que dar una mirada a las creencias de la
época medieval, cuya principal preocupación consistía en alejar a la juventud de los
problemas propios de la época y de la edad.
Con el pretexto del virtuosismo, se ofrecía una rigurosa vida metódica en el interior
de los centros educativos: se buscaba la formación del carácter de los aprendices,
moldeándolo a través de valores como la voluntad, la virtud, la disciplina, la ética y
el humanismo; al mismo tiempo se les enseñaban los ideales de la antigüedad, la
lengua escolar utilizada era el latín, y el manejo de la retórica era el cúlmen de esta
educación.
Flórez (1994), al referirse a este modelo señala que es academicista, verbalista, que
dicta sus clases bajo un régimen de disciplina a unos estudiantes que son
básicamente receptores. En coincidencia con la anterior apreciación Canfux (1996)
afirma que el profesor, generalmente exige del alumno la memorización de la
información que narra y expone, refiriéndose a la realidad como algo estático y
detenido; en ocasiones la disertación es completamente ajena a la experiencia
existencial de los alumnos y los contenidos se ofrecen como segmentos de la
realidad, desvinculados de su totalidad.
En síntesis, puede considerarse que las metas educativas que propone el modelo
pedagógico tradicional están centradas en un humanismo de tipo religioso que
enfatiza la formación del carácter. La relación maestro-alumno puede ser calificada
como autoritaria-vertical y es frecuente que niñas y niños estudien separados e
incluso reciban contenidos diferenciados, lo que pone de manifiesto una intención
de transmitir diferentes formas de ver el conocimiento y el mundo para uno y otro
género. El método se fundamenta en un transmisionismo de los valores de la cultura
por medio del ejemplo. La evaluación del aprendizaje por lo tanto, consiste en
establecer la exactitud de lo que el estudiante ha logrado aprender con base en la
memorización, la repetición, y la ejercitación. Un ejemplo es la forma como los niños
aprenden la lengua materna: oyendo, viendo, observando y repitiendo muchas
veces; de esta manera el niño adquiere la “herencia cultural de la sociedad”.