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El Modelo Pedagógico Tradicional

Para entender mejor las bases de este modelo hay que remontarse hasta el siglo
XVII, a la enseñanza impartida principalmente por las órdenes religiosas, sobre todo
en los internados; en este recorrido hay que dar una mirada a las creencias de la
época medieval, cuya principal preocupación consistía en alejar a la juventud de los
problemas propios de la época y de la edad.

Con el pretexto del virtuosismo, se ofrecía una rigurosa vida metódica en el interior
de los centros educativos: se buscaba la formación del carácter de los aprendices,
moldeándolo a través de valores como la voluntad, la virtud, la disciplina, la ética y
el humanismo; al mismo tiempo se les enseñaban los ideales de la antigüedad, la
lengua escolar utilizada era el latín, y el manejo de la retórica era el cúlmen de esta
educación.

Los jóvenes, eran considerados como material indefenso, en formación, propensos


a la tentación siempre abundante, débiles y con atracción por el mal. Era entonces
necesario aislarlos del mundo externo, siempre temido como fuente de tentaciones,
y debían estar siempre vigilados para que no zozobraran en ese mar de deseos y
apetencias naturales.

Flórez Ochoa (1994) reconoce la riqueza sorprendente de la obra pedagógica del


Padre de la Pedagogía Tradicional, Commenio (2000), quien en su Didáctica Magna
o Tratado del Arte Universal de Enseñar Todo a Todos, sentó las bases de esta
pedagogía comúnmente llamada tradicional, muchos de cuyos elementos se
mantienen vigentes en la actualidad, en particular aquellos referidos a sus fines
últimos: se trata del arte perfecto de enseñar todo a todos los hombres. Su
introducción asegura que el libro presenta el modo y manera seguro y preferente de
establecer escuelas en todas las comunidades, ciudades y pueblos de cada uno de
los países… en las cuales toda la juventud de ambos sexos, sin excepción alguna,
puede ser formada rápida, agradable y profundamente, en las ciencias, llevada a
las buenas costumbres,… y conducida de este modo en los años juveniles hacia
todo lo necesario en esta vida y en la futura. Su intención global y enciclopédica –
enseñar todo lo que había en el mundo creado por Dios-, tiene como propósito final
hacer al hombre semejante a Dios. Con algunas modificaciones en su formulación,
esta intención pedagógica subyace a la mayoría de los modelos pedagógicos
actuales: comprender el orden que liga las cosas, más que las cosas mismas,
constituyéndose en el mito pedagógico que sigue teniendo vigencia hasta nuestros
días.

A este modelo se le ha calificado frecuentemente de enciclopedista por cuanto,


según Canfux (1996), el contenido de la enseñanza consiste en un conjunto de
conocimientos y valores sociales acumulados por las generaciones adultas, que se
transmiten a los alumnos como verdades acabadas; generalmente, estos
contenidos están disociados de la experiencia de los alumnos y de las realidades
sociales.
A pesar del devenir histórico y del desarrollo social hacia otras formas de
organización, algunos de los conceptos primordiales del tradicionalismo pedagógico
aún subsisten implícita y explícitamente en las prácticas pedagógicas actuales, tales
como los esquemas de planeación que permiten la formulación particular de los
contenidos enseñables y su desarrollo en el tiempo según un orden de complejidad,
unas estrategias específicas de presentación de esos contenidos, un particular
modo de comunicación entre el enseñante y sus discípulos, y la comprobación
periódica de la realización de los aprendizajes por parte de los estudiantes. Estas
ideas básicas están relacionadas con la educación del carácter, la disciplina como
medio para educar, el predominio de la memoria, el currículum centrado en el
maestro y los métodos verbalistas de enseñanza.

Flórez (1994), al referirse a este modelo señala que es academicista, verbalista, que
dicta sus clases bajo un régimen de disciplina a unos estudiantes que son
básicamente receptores. En coincidencia con la anterior apreciación Canfux (1996)
afirma que el profesor, generalmente exige del alumno la memorización de la
información que narra y expone, refiriéndose a la realidad como algo estático y
detenido; en ocasiones la disertación es completamente ajena a la experiencia
existencial de los alumnos y los contenidos se ofrecen como segmentos de la
realidad, desvinculados de su totalidad.

Un aspecto importante de considerar en el modelo pedagógico tradicional es el rol


del maestro. De acuerdo con De Zubiría (1994), bajo el propósito de enseñar
conocimientos y normas, el maestro cumple la función de transmisor. El maestro
dicta la lección a un estudiante que recibirá las informaciones y las normas
transmitidas. El aprendizaje es entonces un acto de autoridad.

Otro elemento importante de considerar en el modelo pedagógico tradicional es el


ideal educativo de formar el carácter del individuo. Algunos modelos religiosos han
seguido -y aún siguen-, los fundamentos Aristotélicos de formar individuos de
carácter. En la formación del carácter, el concepto del maestro como modelo para
imitar fue predominante. Según Flórez (1994) el método y el contenido en cierta
forma se confunden en la imitación y emulación del buen ejemplo, del ideal
propuesto como patrón y cuya encarnación más próxima se manifiesta en el
maestro.

De manera similar, las lecciones de clase centradas en la educación moral y en la


instrucción cívica enfatizaron la importancia del deber, la obediencia, la honestidad,
el patriotismo y el valor. En opinión de Flórez (1994), se preconiza el cultivo de las
facultades del alma: entendimiento, memoria y voluntad, y una visión indiferenciada
e ingenua de la transferencia del dominio logrado en disciplinas como el latín y las
matemáticas.

En síntesis, puede considerarse que las metas educativas que propone el modelo
pedagógico tradicional están centradas en un humanismo de tipo religioso que
enfatiza la formación del carácter. La relación maestro-alumno puede ser calificada
como autoritaria-vertical y es frecuente que niñas y niños estudien separados e
incluso reciban contenidos diferenciados, lo que pone de manifiesto una intención
de transmitir diferentes formas de ver el conocimiento y el mundo para uno y otro
género. El método se fundamenta en un transmisionismo de los valores de la cultura
por medio del ejemplo. La evaluación del aprendizaje por lo tanto, consiste en
establecer la exactitud de lo que el estudiante ha logrado aprender con base en la
memorización, la repetición, y la ejercitación. Un ejemplo es la forma como los niños
aprenden la lengua materna: oyendo, viendo, observando y repitiendo muchas
veces; de esta manera el niño adquiere la “herencia cultural de la sociedad”.

A continuación se presentan las características e indicadores propuestos que


identifican el modelo Pedagógico Tradicional.

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