La sociedad contemporánea caracterizada de ordinario por la venta de productos, bienes y
valores que hacen de la existencia algo materialmente confortable, logran a través de sus establecimientos comerciales, los medios virtuales de comunicación y entretenimiento visual configurar un dispositivo que sumerge al individuo en formas de repetición inmediata que no le permiten la experiencia de la angustia. El sujeto contemporáneo ha encontrado formas estéticas de ensimismamiento, creando imaginarios en donde los individuos se sienten bien consigo mismos, satisfechos, de tal modo que “el mal”, la ruptura y la falla está en los demás, nunca en el yo que se place sobre sus caprichos. En un sujeto lleno de sí, pleno e idéntico, no hay lugar a la angustia, de tal modo que se vive produciendo constantes fantasías al pretender realizar “metas individuales” que en realidad son los ideales impuestos por el sistema del capitalismo consumista, que invita a los sujetos a pensar que son ideales propios, garantizando con ello la permanencia del sistema. De tal modo que, nos esforzamos por lograr la belleza del cuerpo, el automóvil del año, la casa con más autoservicios, con más habitaciones aunque no sean necesarias, etc.; el criterio estético y su funcionalidad se han impuesto como valor de la existencia individual. Estamos ante una vida ligera, realizando los ideales de la vida social, y que de no realizarse producen frustración y amargura. Se busca una estética de la existencia, en cuyo caso se requieren los ornatos que la hagan mayormente atractiva, aunque débil de sentido, pues lo estético es tan precario en su alcance significativo que no alcanza para mucho, sino para la brevedad de la inmediatez; el sentido por algo mayormente trascendente (el compromiso, el amor oblativo, la amistad, la solidaridad, el matrimonio, etc.) no puede sobrevenir de este tipo de estadio de la existencia. Como bien se puede apreciar, en nuestra sociedad no hay espacio al sujeto kierkegaardiano que se angustia ante el peso de su libertad como afirma en el Concepto de la Angustia, pero tampoco al descrito por Heidegger en Ser y Tiempo, cuya finitud existencial es la angustia por la muerte y la nada del mundo. El mundo contemporáneo crea la imagen de una realidad determinada por las promesas del capitalismo consumista, ya que este proporciona la falsa idea de la seguridad existencial y de su trascendencia puesta en las condiciones materiales. Entonces, si el sujeto actual se caracteriza primordialmente por ser un sujeto estético, tenemos que la ausencia de angustia resulta ser algo que le place, pues no le permite pensar sobre su existencia, su por qué y su para qué; en el mundo actual no hay angustia, pero si aumentan los espacios de terapias psicológicas, los fármacos psiquiátricos, los antidepresivos y habrá que preguntarnos por la razón de esto. Para finalizar, permítaseme la siguiente expresión: Hace falta angustiar al sujeto contemporáneo, pero ¿cómo el sujeto pleno y autosuficiente podrá experimentar dicha angustia? La respuesta está en la falla, esto es, en la repetición de acontecimientos fallidos del existir, es allí cuando este sujeto pleno y lleno de sí mismo podrá experimentar su angustiarse, su fragilidad, y plantearse preguntas que lo sacarán de su estado de ensimismamiento e infatuación. La angustia si bien ha sido desplazada por los modos de la existencia estética, todavía tiene sus espacios y momentos de acontecimiento que ayudan a
1 Artículo publicado en el Diario de Xalapa el día 15 de Enero de 2020. que los sujetos se replanteen su existencia, sus propósitos y su autenticidad existencial; sólo así podrán advertir que el mal no está en los otros sino en ellos mismos y en las falsas ideas que les acompañan.