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Jorge Atiencia

Buenos Aires 2009


1
Una pastoral para
épocas de crisis
Jesucristo, nuestro reposo
L
a verdadera espiritualidad no está exen-
ta de dudas. Los evangelios relatan que
cuando ­Jesús confió la Gran Comisión a
sus discípulos, al verlo llegar, unos creye-
ron pero otros dudaron. Con todo, el Señor no hizo
diferencia; no dijo: ‘La gran comisión la voy a hacer
solo con los que me adoraron…’ El Señor sabe que
no tenemos todas las respuestas ni aun viéndolo
cara a cara.
El creyente auténtico vive su espiritualidad en esa
tensión, entre la adoración y la duda.1
La Carta a los Hebreos nos puede ser de mucha
ayuda en este terreno. Cuando recorremos esta
epístola, percibimos que está dirigida a personas
que están sufriendo o que han pasado por un su-
frimiento muy intenso. También advertimos que
esa circunstancia expone a los creyentes a ciertas
tentaciones y riesgos.
10 | Cómo pastorear y ser pastoreados
Una de esas tentaciones es la de abandonar su
fe. Por eso, a lo largo de toda la carta el apóstol nos
invita a que ‘retengamos firme hasta el fin nuestra
confianza del principio’ (Hebreos 3.14) y a que ‘con
más diligencia atendamos a las cosas que hemos
oído, no sea que nos deslicemos’ (Hebreos 2.1).
La congregación a la que escribe el apóstol se de-
bate entre la fe y la duda.
Podemos percibir que han vivido momentos de
muchísima vitalidad espiritual y que han perseve-
rado en medio de las aflicciones:
Traed a la memoria los días pasados, en
los cuales, después de haber sido ilumi-
nados, sostuvisteis gran combate de
padecimientos …sufristeis con gozo …
Hebreos 10.32–34
Estos creyentes han pasado por un tiempo de vic-
toria. Pero luego, en su gracia, el Señor ha diseñado
otra etapa de peregrinaje. En palabras de Samuel
Escobar, ‘esta comunidad vive ahora una época de
transición’.
Las transiciones son aquellas etapas en que la vida
cambia radicalmente. De pronto, nos movemos del
todo a la nada.
Es cierto que hay crisis de las que estamos un
poco más avisados, porque los libros las anticipan.
Una pastoral para épocas de crisis | 11
Pero lo real es que no las vivimos en carne propia
sino hasta que llegan.
Los libros me habían informado, por ejemplo,
acerca del trauma que se vive junto con el gozo de
tener un hijo. Pero no lo viví realmente sino hasta
que nació nuestro hijo Cristofer. ¡Cuánto cambió
la vida! Fue un cambio radical que nos desorgani-
zó totalmente y tuvimos que adaptarnos a la nueva
etapa.
Las transiciones vienen muchas veces dadas por
los ciclos de la vida, pero también por los contextos
­sociales. Creo que la nuestra es una época de ­aguda
transición. Vamos al mercado y los precios han
­cambiado. Hacemos planes para evangelizar en la
universidad y se cierra la facultad. Desde todo pun-
to de vista, vivimos en un contexto muy ­inestable.
Nuestra época ha dejado de vivir por las ideas
y lo hace según criterios prácticos: la vida no está
orientada ya por las convicciones, sino por las con-
veniencias. Si hoy conviene ser comunista, se es
­comunista; si luego conviene aliarse al capitalismo,
se hace alianza con el capitalismo… Un mundo así
es un mundo de muchísima inestabilidad.
La Carta a los Hebreos está dirigida ­precisamente
a un grupo que parece vivir todas las tensiones
­propias de una crisis. Contiene lo que podríamos
llamar una pastoral de la transición, que responde a
las profundas necesidades que surgen en la crisis.
12 | Cómo pastorear y ser pastoreados

El perfil de la crisis
Hay características propias de una situación de
transición: sentimientos, vivencias, tentaciones
que acompañan a quienes pasan por una época de
cambio. ­Podemos reconocer estas características en
la c­ omunidad de fe que describe el apóstol.
1. El mundo parece derrumbarse. En épocas de
transición, sentimos que el mundo ha cambiado
­repentina y radicalmente, está todo desordenado,
‘des-sujetado’. Lo que antes parecía sostenerlo ya
no lo ­sostiene más. Lo que antes creíamos, ahora
parece no funcionar más.
Por eso, el apóstol elabora el concepto tranquili-
zador de que todo está sujeto a Jesús:
Porque en cuanto le sujetó todas las
cosas [a Jesús], nada dejó que no sea
sujeto a él.
Hebreos 2.8
2. Sentimiento de amargura
[No sea que] …brotando alguna raíz de
amargura, os estorbe, y por ella muchos
sean contaminados.
Hebreos 12.15
Hay momentos en los que pareciera que la vida con-
tradice lo que creemos y esperamos de Dios.
Una pastoral para épocas de crisis | 13
Es posible que estos creyentes a los que escribe
el apóstol rogaran: ‘Señor, que se aplaque la per-
secución. Señor, acuérdate de nosotros; mira todo
lo que hemos dejado por ti…’ Pero la presión no
disminuía.
¿No nos ocurre, a veces, que a pesar de orar todo
nos sale al revés? En épocas como esas, es posible
que cambiemos la esperanza por cinismo. La fe
ya no me responde, la esperanza no me ­sostiene.
Y si no nos abrimos a la sanidad del Señor, es po-
sible que crezca en nosotros un sentimiento de
amargura.
3. Sentimiento de pérdida. Las etapas de transi-
ción se acompañan de agobiantes sentimientos de
pérdida. Tenemos que dejar atrás cargos, relaciones,
posesiones. Esto provoca una profunda sensación
de vacío, que genera frustración y depresión.
El escritor de la Carta a los Hebreos percibe lo que
están sintiendo, porque les recuerda:
Porque Dios no es injusto para olvidar
vuestra obra y el trabajo de amor que
habéis mostrado hacia su nombre,
habiendo servido a los santos y sirvién-
doles aún.
Hebreos 6.10
Es como si de pronto se hubieran preguntado: ‘Todo
esto, ¿para qué?’ Por eso, el apóstol se esfuerza por
14 | Cómo pastorear y ser pastoreados
asegurarles que sí valió la pena, que Dios no se ol-
vidará lo que hicieron y lo que sacrificaron.
4. Temor a la muerte. El que está en crisis siente
con mucha fuerza la brevedad y la limitación de la
vida. Tiene la sensación de ser esclavo de un devenir
incontrolable. Cuando la crisis es muy aguda, puede
aparecer el temor a la muerte.
La Carta a los Hebreos se dirige a una comunidad
que está oprimida por el temor, particularmente el
temor a la muerte. El escritor sabe que están vivien-
do bajo la amenaza de muerte y sabe que el contexto
pesa sobre la espiritualidad. Es interesante ver cómo
comprende la situación en la que están viviendo y
los pone en contacto con Jesucristo, que también
experimentó la angustia de muerte.
Así que, por cuanto los hijos partici-
paron de carne y sangre, él también
participó de lo mismo, para destruir
por medio de la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo,
y librar a todos los que por temor a la
muerte estaban durante toda la vida
sujetos a servidumbre.
Hebreos 2.14–15
5. Tentación de retroceder a lo conocido y seguro.
El apóstol utiliza casi cinco capítulos para mostrar
que hay un camino mejor que el de los sacrificios de
toros y machos cabríos. ¿Por qué esa insistencia?
Una pastoral para épocas de crisis | 15
La comunidad acomodada del pueblo judío
t­ radicional parece no haber sufrido persecución,
­donde quiera que estuviese radicada, porque nunca
fue una amenaza para el entorno. Quizás los creyen-
tes estaban pensando: ‘Mejor volvamos a aquello
que no provoca riesgo’.
En ocasiones, estamos tentados a retroceder a lo
conocido y seguro… Llega la hora de dejar mi po-
sición o mi función, por ejemplo, pero como tengo
miedo de lo que va a venir o de lo que puede no
venir, retengo el puesto.
La incertidumbre y el temor al vacío me ­llevan
a quedarme porque así estoy más protegido y
­seguro.
Una respuesta pastoral
El apóstol responde con una pastoral que es pro-
fundamente consoladora para el que pasa por una
crisis.
1. Fronteras. En primer lugar, pone contención al
desorden. Les pone fronteras teológicas:

Porque no sujetó a los ángeles el


mundo venidero … Porque en
cuanto le sujetó todas las cosas
[a Jesús], nada dejó que no sea
sujeto a él.
Hebreos 2.5, 8
16 | Cómo pastorear y ser pastoreados
Las épocas de transición son épocas de alto riesgo,
cuando todo parece desestructurado, ‘des-sujetado’,
y necesitamos fronteras.
En esas situaciones, tenemos temor del presente
y mucho más del mundo venidero y todo lo que él
representa.
Cuando el Señor me pide que deje la profesión
para servirle tiempo completo, siento temor de lo
que significa dejar una profesión, una base de apoyo
económico… Pero la Palabra me enseña que pue-
do confiar, porque el mundo venidero, no importa
cuán difícil sea el camino por recorrer, está sujetado
y controlado por Jesucristo.
El escritor no deja de ser realista: ‘Todavía no ve-
mos que todas las cosas le estén sujetas’ ­(Hebreos 2.8).
Con todo, estimula la esperanza. Esta es la actitud
necesaria en la crisis: reconocer el ­conflicto, y a la
vez mantener la confianza en Jesucristo, porque él
es soberano en toda circunstancia.
2. Raíces. En segundo lugar, afianza las raíces de
la congregación y fortalece el sentido de pertenencia.
Las etapas de transición son etapas de pérdida y
es muy perturbador sentirse de pronto desarraiga-
do, arrancado. En épocas de cambio se agudiza la
necesidad de pertenencia.
Precisamente porque se han quedado sin casas,
porque han tenido que salir de sus terruños, el escri-
tor elabora este concepto tan reconfortante: Somos
casa del Señor.
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A quienes han tenido que renunciar a todo, a
quienes no saben qué les depara el futuro, el após-
tol les da un sentido de pertenencia: Ustedes son
casa del Señor.
Cuando dejamos roles y posiciones tenemos el
sentimiento de haber perdido algo, de haber sido
arrancados. ¡Qué consoladora es esa noción de per-
tenencia que nos da el Señor!
3. Un modelo: Jesucristo. El apóstol no solo
desarrolla una teología que da fronteras y raíces.
También ofrece un modelo: nos muestra cómo vivió
Jesús sus propias transiciones.
Jesús sí que vivió una transición violenta: de la
gloria eterna a la vergüenza y la muerte. Nuestro
Señor aceptó las aflicciones, y de esa forma fue per-
feccionado.

Convenía a aquel por cuya causa


son todas las cosas, y por quien
todas las cosas subsisten, que
habiendo de llevar muchos hijos a la
gloria, perfeccionase por aflicciones
al autor de la salvación de ellos.
Hebreos 2.10
De Jesús aprendemos que hay provecho en las cri-
sis y que incluso puede llevarnos a la madurez.
En ­realidad, es imposible desarrollar madurez sin
pasar por experiencias de transición.
18 | Cómo pastorear y ser pastoreados
Al aceptar las aflicciones, Jesús llegó a ser autor
de salvación.
¡Qué hermosa imagen: ‘autor’! También en nues-
tra experiencia las transiciones pueden darnos una
sensación de autoría sobre nuestras vidas.
Pero al igual que Jesús, para trascender a nuevas
etapas tenemos que morir a algo. Llega un momen-
to en que Dios nos pide morir a ministerios, morir a
expectativas y ambiciones, morir a experiencias. No
es posible avanzar a otra etapa sin morir a algo.

Por lo cual debía ser en todo


­semejante a sus hermanos, para
venir a ser misericordioso y fiel
sumo ­sacerdote en lo que a Dios se
refiere, para expiar los pecados del
pueblo. Pues en cuanto él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso
para socorrer a los que son tentados.
Hebreos 2.17–18
Jesús no es solo un modelo en el pasado. Él vive,
y es poderoso para socorrernos. Podemos pedir
­socorro y gritar pidiendo auxilio cuando estamos
en una situación límite, porque Jesús vive hoy y
quiere ayudarnos.
Las etapas de transición son etapas de riesgo
en las que estamos propensos a cruzar fronteras y
­ceder a las tentaciones. El Señor nos dará auxilio de
manera poderosa, si se lo pedimos.
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Jesús fue sometido a tentación, padeció, venció y
ahora es poderoso para socorrernos.
Jesucristo, nuestro reposo
Los períodos de transición son tiempos que produ-
cen profundo agotamiento… ‘Pero los que hemos
creído entramos en el reposo …’ (Hebreos 4.3).
Esta es la esperanza que trae el evangelio: hay
­reposo, hay esperanza, porque Dios nos ha hablado
en el Hijo (Hebreos 1.1–2).
Las épocas de crisis son épocas en las que ­estamos
expuestos a muchas voces. Algunas pueden en-
durecernos y tornarnos insensibles a la voz de la
­Palabra.
Una de las voces más fuertes es la de la situación
misma, es decir la contextual. El corazón se endu-
rece cuando dejamos que las circunstancias deter-
minen cómo hemos de reaccionar.
Eso ocurrió cuando el pueblo hebreo salió de
Egipto. En Hebreos 3.8–9 el apóstol hace alusión a
Números 13 y 14, cuando el pueblo se dejó dominar
por las circunstancias y rechazó la voz del Señor.
En lugar de seguir a Josué y a Caleb, optaron por
escuchar a los que traían informes atemorizadores:
‘Esa es tierra que traga a sus moradores’.
También endurecemos nuestro corazón cuando
aceptamos el engaño del pecado ­(Hebreos 3.12–13).
La voz del pecado nos resulta más atractiva que el
20 | Cómo pastorear y ser pastoreados
desafío a la obediencia. Pero cuando aceptamos su
seducción, endurecemos el corazón.
Cuando el pueblo de Israel rechazó la voz del Se-
ñor, los dejó vagando… sin rumbo, ciento cuarenta
años por el desierto sin llegar a ningún lugar.
Como seres humanos, todos ne-
cesitamos sentir que hemos ‘arri-
No es posible
bado’. No es posible funcionar bien
funcionar bien
en la vida sin rumbo, sin llegar a un
en la vida sin
sitio. Esa es precisamente la condi-
rumbo.
ción del que sucumbe a otras voces
y desoye la voz de la Palabra: está
continuamente ­vagando, desorientado, yendo de
un lugar al otro para encontrar solo insatisfacción
tras insatisfacción.
Cuando conocemos los caminos del Señor pero
los rechazamos, no encontramos reposo. ¿No nos
­sucede, acaso, que cuando posponemos perdonar
a un ­hermano no tenemos paz? La situación nos
persigue a todas partes. No nos deja descansar.
Pero tenemos un camino mejor. El apóstol ­sugiere
que escuchemos lo que tiene para decirnos el Espí-
ritu. ¿Qué nos dice el Espíritu? La voz del Espíritu
honra otra voz: nos anima a prestar atención a la
voz de la Palabra.
Aceptemos la buena nueva. Dios nos ha hablado
en el Hijo. Podemos encontrar reposo, si escucha-
mos esa voz.
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‘Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros
corazones’ (Hebreos 3.7–8; también versículos 13,
15; 4.7).
El Hijo de Dios, el que sustenta el universo, el
que ­sujeta todas las cosas, el que expía los ­pecados,
­Jesucristo: él es la palabra final, nuestro sostén,
nuestro reposo.
En el encuentro con el Hijo, cesa la búsqueda. Él
es la palabra final. Uno de los momentos de mayor
­liberación y descanso de mi vida fue cuando me
convertí a Jesucristo. Uno tiene el sentimiento de
haber arribado, un sentimiento de realización, de
liberación, de fin de la búsqueda. Es un momento
de profundo descanso.
Jesús, el Hijo, es la palabra total que sostiene todas
las cosas. Si él está en nuestra vida, el mundo no se
va a descalabrar.
Jesús es nuestro reposo, nuestro shabat. Esa es la
buena nueva del evangelio.
Por tanto, queda un reposo para el
pueblo de Dios. Porque el que ha
entrado en su reposo, también ha
­reposado de sus obras, como Dios
de las suyas.
Hebreos 4.9–10
Cuando nos sentimos tan ‘acelerados’ que pare-
cemos incapaces de frenar, desbocados en un sinfín
de actividades, no es tanto la agenda lo que necesi-
22 | Cómo pastorear y ser pastoreados
tamos revisar sino más bien el corazón. Revisemos
nuestra relación con Jesucristo.
Después de la creación, Dios reposó de sus obras
y comparte con nosotros el shabat. Ya no somos
­esclavos de las obras, porque nuestra identidad
como hijos de Dios la encontramos en Jesucristo
y no en lo que hacemos. Ya no tengo que hacer y
hacer y hacer… para ser.
¡Todo un reordenamiento de la vida a partir del
encuentro con Jesucristo!
Cómo alcanzar el reposo
La primera palabra que el apóstol utiliza con una
fuerza contundente es una expresión que no siempre
nos gusta utilizar.
Temamos, pues, no sea que
­permaneciendo aún la promesa de
entrar en su reposo, alguno de vosotros
parezca no haberlo alcanzado.
Hebreos 4.1
Una pastoral que no apela al temor es solo indul
gente. El temor es una gracia dispuesta por el ­Señor,
una actitud radical para acercarnos al Señor y es-
cuchar su voz.
Luego nos dice que para entrar en el reposo no
es suficiente oír:
Una pastoral para épocas de crisis | 23

Porque también a nosotros se nos ha


anunciado la buena nueva como a ellos;
pero no les aprovechó el oír la palabra,
por no ir acompañada de fe en los que
la oyeron. Pero los que hemos creído
entramos en el reposo.
Hebreos 4.2–3
El oír tiene que ir acompañado de fe. Creo, porque
el Señor lo ha dicho.
Finalmente, el apóstol los anima utilizando una
expresión muy pastoral, muy hermosa: ‘Procure-
mos, pues, entrar en aquel reposo’ (Hebreos 4.11).
‘Procuremos’… Esta es una palabra muy anima-
dora porque exige, pero exige con mesura. Es de-
cir, hagamos lo que podamos. Intentémoslo por lo
­menos.
En la situación de crisis en la que estamos, no se
nos pide sino que hagamos un esfuerzo. No se nos
exige una acción heroica sino un pequeño esfuerzo.
El apóstol sabe que cuando uno está en transición
está tan agobiado, tan escéptico que apenas quiere
esforzarse.
Procuremos. Hagamos un esfuerzo. ¡Qué expre-
sión tan sobria y animadora!
24 | Cómo pastorear y ser pastoreados
¿Por qué hemos de procurar? ¿Por qué intentar?
Porque la palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que toda espada
de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos
y las intenciones del corazón. Y no hay
cosa creada que no sea manifiesta en
su presencia; antes bien todas las cosas
están desnudas y abiertas a los ojos de
aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Hebreos 4.12–13
Nada es ajeno al impacto y a la transformación de la
Palabra. Hagamos lo que podamos para responder a
Dios y abrirle un espacio; entonces él nos traerá vida
y reposo. Su Palabra va a trabajar en dos terrenos:
en el contexto y en el corazón.
La Palabra nos ayuda a discernir el contexto.
No nos va a dar solo información, porque el co-
razón no descansa solo con información. El cora-
zón ­descansa cuando puede comprender, cuando
ha podido ­discernir la situación. No descansa con
los noticieros e ­informativos. El corazón descansa
cuando Jesús entra y dice: ¡Sé cómo te sientes, y te
puedo dar descanso!
Una pastoral para épocas de crisis | 25

Eso es lo que hace la Palabra


La Palabra también nos ayuda a discernir nuestro
propio corazón, a entender esos caminos tan intri-
gantes que nos llevan a hacer cosas que ni siquiera
sabemos por qué las hacemos.
La psicología admite sus limitaciones, reconoce
que no puede explicar toda la personalidad y la con-
ducta humana. Pero la Palabra entra en el corazón y
devela aun lo más profundo. Trae orden al corazón.
¡Cómo necesitamos orden cuando estamos en crisis!
Todo se desordena dentro de nosotros.  Pero  la
­Palabra nos trae reposo, nos trae paz.
Muchas veces, encontrar reposo no es cuestión
de buscar un sitio apartado, aunque eso ayuda, sino
la compañía adecuada. Y esa companía es el Señor
Jesús.
Él nos sostiene cuando todo parece desestructu-
rarse. Podemos descansar de las obras y abrirnos a
su Palabra; él nos ayudará a ordenar el corazón y a
iluminar el contexto.
Cuando el mundo se desordena, cuando el cora-
zón se desequilibra, la Palabra trae luz y pone orden
tanto ‘afuera’ como ‘adentro’.
Ahora sí, puedo tomar decisiones. Ya puedo
seguir. Puedo superar la transición y continuar
avanzando.
Quiera el Señor, no importa qué situación este-
mos viviendo o qué crisis estemos pasando, que
26 | Cómo pastorear y ser pastoreados
podamos encontrar el reposo de la buena nueva:
Jesucristo, el que sustenta y sujeta, el que expía nues-
tros pecados y limpia nuestra conciencia, el que nos
libera del temor y nos lleva seguros hacia el mundo
venidero.

1. Así lo expresa David Bosch en su obra Transfor-


ming mission, que la crítica, tanto conservadora
como liberal, considera la obra magna de todos los
tiempos sobre la teología de la misión.

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