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CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFÍA

Revista diáLogos
Universidad Nacional de San Luis - Facultad de Ciencias Humanas
Vol. 3│Nro. 2│Octubre │2012 │pp. 41-57

CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFÍA


Enviado: 03/05/2012 │Aceptado: 09/08/2012

Autor: Santiago Hernán Vázquez


Institución: Universidad Nacional de San Luis
Email: santiagohernanvazquez@gmail.com

RESUMEN
El presente trabajo analiza la situación histórico-política que enmarca el desarrollo de un
acontecimiento de importancia en la vida cultural de nuestro país como es el Primer Congreso
Nacional de Filosofía llevado a cabo en el año 1949 en la provincia de Mendoza. Se realiza una
breve reconstrucción del panorama nacional e internacional del momento, para visualizar luego
los atravesamientos y condicionamientos que sufre el Congreso. El movimiento político peronista
se constituye en el eje de análisis de dichos condicionamientos.
Palabras Clave: Congreso Nacional, Filosofía, Primer.

ABSTRACT
This paper analyzes the historical-political situation that frames the development of a major event
in the cultural life of our country as the First National Congress of Philosophy in 1949 in the
province of Mendoza. We compose a brief reconstruction of national and international scene at
the time, to display then its conditioning in the Congress. The Peronist political movement
becomes the point of analysis of those circumstances.
Key Words: Congress, National, Philosophy, First.

INTRODUCCIÓN
El Primer Congreso Nacional de Filosofía llevado a cabo en nuestro país en el año 1949 en la
provincia de Mendoza, constituye un acontecimiento cultural único en nuestro país tanto por la
jerarquía de sus expositores como por la significación filosófica y política de sus debates.
En el presente trabajo nos proponemos analizar la significación y atravesamiento políticos de
esta asamblea filosófica como preámbulo al estudio posterior de los debates propiamente
filosóficos que se dan a su interior.
Estudio de la institución “Congreso”
Son diversas las razones sobre las que se sostiene la pertinencia de una investigación acerca de
una reunión científica como la llevada a cabo en Mendoza en el año 1949. Consignemos, por de
pronto, algunas razones de carácter general para señalar luego los motivos adicionales por los
cuales consideramos que resulta relevante el estudio de este congreso en particular.
Notemos, en primer lugar, el hecho de que, por lo general, la primera edición de un congreso
nacional reviste una singular importancia para la producción científica de un país en el ámbito de

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conocimiento en el cual se inscribe el mismo, en tanto crea lineamientos y establece direcciones


en la investigación, impulsa propuestas científicas e institucionales, entre otras posibilidades.
En segundo término, por el lugar y el rol que ocupa la institución “Congreso” en el campo de la
ciencia. En este sentido, resulta significativo lo sostenido por Klappenbach, precisamente en el
marco de su estudio acerca de nuestro congreso. El interés del investigador por este tipo de
eventos, se funda, entre otras cosas, en el hecho de que un congreso es una “institución que
nuclea la más alta y actualizada manifestación de un saber”; y, por otra parte, en la pretensión de
realizar una historia del pensamiento que no sea “únicamente científica, sino también
institucional, cultural o intelectual”. Se trata, en suma, de un acontecimiento histórico que
permite analizar las teorías y discursos culturales circulantes en la época, y acceder a las
manifestaciones objetivas de los enfoques dominantes (Klappenbach, 2000).
Pero, como anticipamos, no son sólo estas razones de carácter general las que justifican la
importancia de investigar un evento científico como el que es objeto de nuestra atención. El
Congreso Nacional de Filosofía realizado en nuestro país en el año 1949, constituye un
acontecimiento único en nuestro país, de cuya importancia para la vida cultural y científica de
Argentina han dado cuenta los más importantes historiadores del pensamiento argentino. Más
aun, destacados autores europeos han subrayado la jerarquía de este evento y su importancia
como espejo de los debates filosóficos internacionales del momento.
En este sentido, su estudio puede redundar en aportes a la historia del pensamiento de nuestro
país y aun del mundo, puesto que, como veremos, participan de él filósofos de renombre
internacional que desplegarán en los recintos en que se llevó a cabo el congreso, toda la fuerza de
las controversias teóricas que a la sazón, signaban el mapa filosófico mundial.
Por otro lado, una circunstancia cercana en el tiempo que también ha sido ocasión para
reafirmar la importancia de nuestro congreso, la constituye la conmemoración del 60º aniversario
de su realización, el pasado año 2009 en la misma universidad donde se realizara aquél,
conmemoración que tuvo también entre sus ponentes a pensadores de prestigio mundial como
Gianni Vattimo y Evandro Agazzi, entre otros.
Entre los más importantes autores argentinos e historiadores del pensamiento de nuestro país
que se han ocupado de nuestro congreso subrayando su importancia para la vida cultural de
nuestro país encontramos, entre otros, a Coriolano Alberini, Luis Farré, José Babini, Arturo Roig,
Alberto Caturelli, Octavio Derisi, Oscar Terán, Hugo Klappenbach, Andrea Piñeda. Como síntesis de
lo que han sostenido todos estos autores, y, por otra parte, como testimonio altamente
significativo por ser quien lo da una de las voces más autorizadas en el campo filosófico de nuestro
país, puede citarse lo que afirmara el primer autor referenciado, Coriolano Alberini, quien al
referirse al congreso que es objeto de nuestro estudio no vacilará en calificarlo como “un gran
acontecimiento en la historia de la cultura filosófica argentina” (Alberini, 1966)
Por otro lado, filósofos europeos de la talla de Hans George Gadamer o Jacobo Taubes, se han
referido a nuestro encuentro filosófico como una reunión científica de jerarquía que, en el caso
del primero –participante y ponente-, tuvo una gravitación importante –según su propio
testimonio recogido por Piossek- en su formación. La participación activa de destacados filósofos
del momento, nos da un indicio de su notable jerarquía. Entre éstos podemos nombrar a Nicola
Abbagnano, Gastón Berger, Guido Calogeero, Maurice Blondel, Benedetto Croce, Karl Jaspers,
Gabriel Marcel, Bertrand Russel, entre otros.
La psicología argentina, por su parte, no es ajena a la importancia y al impacto de la asamblea
filosófica del 49, si tenemos en cuenta algunos de los estudios que se han realizado al respecto en

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el marco de la historia de la psicología. En efecto, “El Congreso de Filosofía de Mendoza de 1949


testimonia los matices de un debate en el que la psicología pugna por legitimarse” (Rossi, Ibarra &
Ferro, 2009). Y es que nuestro encuentro filosófico también representará, según Piñeda, “la
cristalización del pensamiento argentino en torno al problema de la psicología” (Piñeda, 2003); y,
por otro lado, según Rovaletti, será en este evento donde “aparecen los esbozos de definir la
psicología como una ciencia humana, autónoma, a pesar de su cercanía con la filosofía” (Rovaletti,
1997). En este sentido, el Congreso podría testimoniar una situación de la psicología de la que
Klappenbach ha dado debida cuenta: su repliegue en la filosofía, que llevó a entender a aquélla
como una rama de ésta (Klappenbach, 2006). No obstante, el clima filosófico que predomina en
torno al Congreso de 1949 “sería suelo fértil para albergar planteos psicológicos, los cuales a partir
de la década de 1950 se plasmarán en nuevos desarrollos teóricos y en nuevas instituciones,
fundamentalmente carreras de psicología.” (González, 2005). En efecto, el período político-
cultural en el que se inscribe nuestro evento será el mismo en el que tendrá lugar, unos años
después, otro acontecimiento semejante de singular relevancia para la implantación de la
disciplina psicológica y para su profesionalización en nuestro país: el Primer Congreso Argentino
de Psicología (Klappenbach, 2000).
Antecedentes y estado actual de conocimiento del tema
Como podremos apreciar enseguida, tanto las crónicas de la época sobre el Congreso Nacional
de Filosofía como las pocas investigaciones que se han ocupado posteriormente de algún aspecto
del mismo, se refieren de un modo u otro a la polarización doctrinaria que signará el congreso.
Aunque sí mencionada con frecuencia, la mentada polarización y la presencia activa de corrientes
antagónicas en el seno mismo del existencialismo, su profundización tratando de encontrar puntos
de contacto y de ruptura, temáticas de diálogo y acercamiento, y temáticas de distanciamiento, no
son empresas que se hayan realizado aún, según nuestro relevamiento de fuentes bibliográficas.
Quizá la única excepción en este sentido, sea la ponencia de Humberto Cucchetti “‘Comunidad’,
‘existencia’ y ‘filosofía cristiana’: lo religioso y lo político en el Primer Congreso Nacional de
Filosofía (1949)”, donde el sociólogo argentino -en el marco de un estudio sobre el Congreso del
49 en tanto evento significativo que permitiría comprender “el proceso volátil de dislocación entre
esfera espiritual y esfera política en la sociedad argentina de la época” (Cucchetti, 2004)- se ocupa
del debate principal del existencialismo en el Congreso -principalmente al llevado adelante por
Hernán Benítez y Carlos Astrada- interpretándolo como manifestación de la versatilidad doctrinal
del peronismo en tanto los dos principales oponentes en dicho debate eran, como veremos,
adherentes y militantes activos del movimiento político iniciado por el general Perón. Según
Cucchetti, dicha versatilidad sería, por otro parte, factor cocausal de aquel proceso volátil de
dislocación.
Pero consignemos ahora las crónicas del congreso que hemos recogido en nuestro
relevamiento. En primer lugar, la que hiciera unos meses después de finalizada la asamblea
intelectual que estamos estudiando, un activo participante y protagonista de la misma, el tomista
argentino Octavio Nicolás Derisi. La mencionada crónica, aparecida en el segundo trimestre de
1949 en la revista Sapientia, se refiere, en primer lugar, a quienes hicieron posible la organización
y desarrollo del congreso, para nombrar luego a todos los “filósofos de significación […]
verdaderas eminencias mundiales” que participaron. Posteriormente, narra cómo se desarrollaron
las actividades durante los días del congreso, para terminar –al referirse al fruto de tales
actividades- rubricando la siguiente significativa afirmación: “El país ha tomado conciencia de su
realidad espiritual en materia filosófica”.
Seguidamente, el autor argentino se detendrá de modo especial en la descripción de lo que él
mismo considera el “pulso espiritual” del congreso. Y aquí hará referencia a las corrientes

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filosóficas ausentes (materialismo, empirismo, positivismo e idealismo trascendental) y a las


dominantes. Entre estas últimas se encuentran aquellas dos de cuya controversia dirá que “ha sido
la nota más frecuente en las conversaciones del congreso”: el existencialismo ateo y católico, por
una parte, y el realismo crítico tomista, por otro. Según este cronista, la corriente tomista ha
buscado la confrontación crítica especialmente con el existencialismo, y en el contexto de dicha
confrontación, ha podido comprobar su “lozana existencia” (Derisi, 1949).
Finalizará Derisi su crónica, enumerando todos los trabajos presentados tanto en las sesiones
plenarias como en las particulares, y consignando las ponencias finales del congreso.
Dos años después, y en ocasión de la publicación de la actas del congreso, Derisi hará
referencia nuevamente, en el marco de una recensión de dicha publicación que hará para la
revista Sapientia, a las dos corrientes antagónicas que “cobraron fuerza y singular relieve en el
Congreso: el existencialismo irracionalista y el tomismo intelectualista”. Diferencia aquí
claramente los dos tipos de existencialismo que estuvieron presentes, para luego sintetizar los
puntos principales de la crítica que el tomismo dirigió al existencialismo ateo, fenomenológico-
irracionalista (Derisi, 1951).
Otra de las crónicas inmediatamente posteriores al congreso, es la que aparece en la revista
española Pensamiento, también unos meses después de finalizada la reunión científica que
estamos estudiando. El autor de la misma es el filósofo español Ramón Ceñal Lorente, ponente
también él en el congreso, quien comenzará refiriéndose al mismo en tono de alabanza
señalándolo como un “elocuente testimonio de la madurez [del] espíritu [de la República
Argentina] y de la gran riqueza y vitalidad de su pensamiento filosófico”. Seguidamente, sindicará
a “una propaganda malévola y absurda” que quiso atribuir al congreso un determinado carácter
político y confesional, como la culpable de que la participación extranjera no haya sido mucho más
numerosa y amplia. No existieron, en efecto, según Lorente, “trabas extrafilosóficas de ningún
género”, en contra de lo que trató de difundir dicha propaganda.
A continuación, el cronista español consignará el elenco de trabajos presentados en las
sesiones plenarias y en las particulares, e inmediatamente después comentará algunas de las
ponencias que sirven como “testimonio del alto nivel científico alcanzado en las deliberaciones de
Mendoza”. Luego de referirse brevemente a los trabajos de Berger, Spirito, Aybar, Robles, Arteta,
Casaubón, Miró Quesada, Szilasi y Agoglia; se detendrá especialmente en los planteos del
existencialismo que niega la trascendencia y en la controversia que se suscitó en torno a éste.
Controversia llevada adelante predominantemente a partir de planteos de la “metafísica
tradicional”1, pero también desde posiciones heideggerianas que afirman, a diferencia de aquél
existencialismo, que Heidegger “no cierra el paso a una posible trascendencia”. Entre estos
últimos mencionará a los ponentes Fink , Landgrebe, Bollnow, M. A. Virasoro.
Lorente cerrará su referencia sobre algunos de los trabajos más significativos del congreso,
subrayando el mérito de las ponencias de Corts Grau, Cossio, Guandique, Atwel de Veyga, García
Hoz, Honorio Delgado, Ibérico, E. Grassi, Millán Puelles, Tabárez, Pita, Vasallo, Derisi y Pareyson.
Por último, la crónica del pensador español concluirá haciendo especial referencia a la
presencia de Coriolano Alberini y José Vasconcelos, “dos personalidades de superior prestigio en el
mundo filosófico hispanoamericano”; también a la clausura solemne llevada a cabo por la lección
magistral del presidente de la República Argentina, el general Juan Domingo Perón, cuya parte
más sustancial fue, para el cronista, “la justa exaltación del valor espiritual de la persona humana

1
Entre los cultores de esta “metafísica tradicional” mencionará a los ponentes escolásticos Llambías,
Quiles, Fabro, González Alvarez, Todolí, Iturroiz, De Anquín y otros

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dentro del marco de una sociedad cristianamente concebida y gobernada”; y, finalmente, dejando
noticia en los últimos párrafos de la imponderable generosidad del gobierno argentino, y de la
condición pujante y magnífica de la República Argentina, “promesa cierta de muy mayores
grandezas” (Ceñal Lorente, 1950).
Otro de los autores argentinos que se ocupó con cierto detenimiento del Congreso del 49, es el
filósofo de origen español e historiador de la filosofía argentina Luis Farré, quien también participó
como ponente en aquella asamblea filosófica. Farré dedica un capítulo completo a la misma en su
libro “Cincuenta años de filosofía en Argentina”. Comienza señalando allí que el congreso fue
convocado sin reticencias ni miras ideológicas, aunque calificará como “digna de lamentación” la
ausencia de algunos filósofos argentinos. La jerarquía intelectual de este encuentro entre
pensadores del mundo no dejó, no obstante, de ser notable. Predominó en él, según la crónica de
Farré, una amplia libertad para exponer ideas y se comprobó que en Argentina se ha logrado una
“cultura filosófica promisoria”.
Seguidamente, Farré se referirá a las dos tendencias las que polarizaron la atención desde las
primeras sesiones: el existencialismo y el escolasticismo. Los ásperos rozamientos entre estas dos
corrientes se debieron –siempre según el historiador- a la escasa presencia de corrientes
intermedias “entre el existencialismo, muy actual, y el escolasticismo, muy tradicional”. En este
sentido, sería de lamentar la poca participación de sistemas vigentes en el pensamiento mundial
del momento como el idealismo, la filosofía de los valores, el realismo crítico, el positivismo lógico,
el voluntarismo, el positivismo lógico, el voluntarismo, el pragmatismo y aun el materialismo
histórico.
Posteriormente, Farré reseñará la mayoría de las ponencias distribuidas por sesión, no
ahorrando críticas a las argentinas expuestas en las sesiones plenarias, a las cuales calificará de
pobres. Finalmente terminará aportando una breve reflexión acerca del congreso y de sus
ponencias finales, subrayando, en primer lugar y en consonancia con otros cronistas, que en el
congreso de Mendoza se comprobó que hay en Argentina “mucha más madurez filosófica que lo
que pensábamos y que, especialmente, existen las mejores condiciones para el futuro”. En
segundo lugar, se referirá nuevamente a la confrontación que signó el congreso, sosteniendo al
respecto que, por una parte, no tiene gran importancia conocer la tendencia predominante en el
mismo pues el escudriñamiento en este sentido se ha realizado muchas veces con afanes
proselitistas; y, por otra, que no existe propiamente un existencialismo y un tomismo argentinos,
sino simplemente un filosofar argentino. Como corolario, refiriéndose a las ponencias finales del
congreso, Farré señalará que las dos de carácter teórico (Ponencias Finales II y III) estaban de más,
pues aun cuando hayan sido tan amplias que nadie estuvo disconforme -“Los escolásticos y los no
escolásticos pueden darse por satisfechos”, dirá el autor respecto a las mismas-, se pueden
interpretar como la expresión de un pensamiento presumiblemente mayoritario y ello conspira
para Farré, contra la libertad de pensar. (Farré, 1958).
Pasemos ahora a las referencias que sobre el congreso del 49, se encuentran en la obra del
filósofo alemán Hans George Gadamer, participante y ponente del mismo. Éstas han sido
recogidas -en el marco de la conmemoración de los 60 años de nuestro congreso- por la profesora
tucumana Lucía Piossek, quien también asistió a la asamblea intelectual del 49 con la delegación
procedente de la provincia de Tucumán. Piossek descubre tres lugares de la obra de Gadamer en
los cuales se hallan significativas referencias a nuestra reunión científica: una de ellas en la
autopresentación que incluye el alemán en el segundo volumen de su obra “Verdad y método”; la
siguiente en el libro “Mis años de Aprendizaje”, donde, según Piossek, Gadamer “reproduce
íntegramente un artículo periodístico que él había publicado en Frankfurt no bien regresó [del
congreso] de Mendoza”. Por último, el filósofo alemán se refiere nuevamente al evento científico

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de 1949, en una entrevista que le realizaron en Frankfurt en el año 1995 y que es mencionada por
el biógrafo de Gadamer, el canadiense Jean Grondin. En todas estas oportunidades, el pensador
destaca la importancia del congreso para su vida intelectual, llegando a sostener que sobre ese
viaje podría “escribirse todo un libro”.
Luego de referir Piossek las impresiones que dejó en Gadamer tanto la ciudad de Mendoza
como la situación del país, “cuya vida –dirá el alemán- parecía transcurrir fuera del círculo de los
efectos de las dos guerras mundiales”, se centrará en la referencia propiamente filosófica del
pensador acerca del congreso. Y aquí aparece nuevamente referido el tema de nuestro interés.
Dirá Gadamer: “El verdadero tema del congreso fue la discusión entre el pensamiento cristiano de
la tradición tomista, y el pensamiento influido por la filosofía alemana del momento. Santo Tomás
no fue más citado que Husserl o Heidegger. La cuestión de índole metafísica era entre el tomismo
y el existencialismo, [utilizando el término] existencialismo como una designación común para un
conjunto variado de corrientes filosóficas interesadas por la metafísica y la antropología a las que
unía el hecho de no ser tomistas” (Piossek, 2009). Un dato significativo de que nos dará noticia
Gadamer, según Piossek, es que estas formas de existencialismo poco tenían que ver con el
existencialismo francés de un Sartre. En cualquier caso, aquella discusión configurará algunos
interrogantes que serán, según Gadamer, los que atravesarán el congreso, a saber, ¿cómo
entender la relación entre el pensamiento cristiano tradicional y el pensamiento moderno actual?
¿Puede el tomismo con sus métodos tradicionales abordar el enigma de nuestra existencia tal
como lo plantea con extrema seriedad y agudeza el pensamiento moderno?
Hasta aquí, la referencia de Gadamer que recoge Piossek.
Otra de las reseñas sobre el congreso, es la aparecida en 1954 en la revista europea Journal of
Religion, del filósofo de origen vienés Jacob Taubes, quien, a diferencia de los anteriores, no
asistió al congreso. Allí, Taubes comienza haciendo referencia al conflicto del régimen peronista
con el cuerpo docente, para pasar inmediatamente revista de los filósofos extranjeros que
participaron. Interpreta la ausencia de Heidegger como una negación a participar. No obstante,
dicha ausencia no fue óbice para que, según Taubes, “los pros y contras alrededor de la filosofía
ontológica de Heidegger estuvieron en el centro de la discusión”.
Por otro lado, Taubes destaca, de entre las ponencias, el enfoque cristiano del problema de la
antropología filosófica, las tesis de Carlos Astrada sobre la metafísica de la infinitud como
resultado de la ilusión trascendental, la crítica de Brinckmann al concepto de trascendencia de
Heidegger, los trabajos de Fink y Szilazi y la crítica penetrante de Gadamer al historicismo, todos
los cuales echarían luz sobre la situación presente de la filosofía en Alemania. Finalmente concluirá
su reseña afirmando lo que, según su perspectiva, ha dejado demostrado el congreso: que la
filosofía de la existencia parece estar hoy en el centro de la filosofía de Sudamérica y que su
desarrollo se orienta siempre por los cauces de un pasado teológico, de la filosofía católico-
romana y de la espiritualidad mística; de tal manera que el existencialismo ateo francés es tomado
como una consecuencia del subjetivismo cartesiano, pero el de Heidegger como una filosofía
positiva del ser “que rechaza toda revuelta y enfatiza la obediencia y la piedad (si no hacia Dios,
entonces hacia el Ser), en suma, una filosofía de la restauración, que conviene exactamente a la
actual situación política” (Taubes, 1954).
Hasta aquí la breve reseña del filósofo Jacob Taubes.
Otro de los participantes y reseñantes del evento que estamos estudiando, es el argentino
Arturo Roig quien, además, fue parte de la organización del congreso como secretario de archivo.
También este pensador argentino nos trae –en el marco de la conmemoración de los 60 años a
que hiciéramos referencia más arriba- datos significativos. Relatará el pensador mendocino, cómo,

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desde su lugar de tareas, pudo presenciar de cerca, junto al pensador sanluiseño Mauricio López,
los “volcanes” filosófico-políticos que hacían erupción por aquella época y que atravesaron el
congreso. En primer lugar, el de la posguerra, que determinó, por un lado, la ausencia del filósofo
del momento, Martín Heidegger quien ya había escrito aceptando la invitación gestionada
decisivamente por Carlos Astrada; y, por otro, el que no asistieran al congreso filósofos soviéticos
ni de ningún país ocupado por Rusia. Otro de los mentados volcanes era el político nacional,
generador de una escisión muy fuerte entre los filósofos argentinos puesto que algunos de ellos
habían sido perseguidos políticamente por el gobierno peronista, situación que determinó que se
negaran a asistir y llevaran adelante una activa campaña internacional en contra. Francisco
Romero aparece aquí como el máximo representante: “[Romero] –nos recuerda Roig- era un
liberal antiperonista que estaba muy vinculado con el ambiente académico mundial. Viajó y
mandó cartas explicando qué pasaba en el país y cómo sería el congreso. Muchos no vinieron al
país apoyando a Romero”. Por último, el volcán más propiamente filosófico y uno de los más
ruidosos en el congreso, es el que hace referencia a los debates desarrollados al interior del
mismo. Y aquí Roig subrayará la controversia tomismo/existencialismo. Dirá que “los filósofos de
militancia tomista liderados por Octavio Nicolás Derisi, se enfrentaron con la posición
existencialista liderada por Carlos Astrada” (Roig, 2009).
Mencionemos ahora los desarrollos de Andrea Piñeda y Nora Bustos. La primera autora, en el
marco de su amplia investigación historiográfica acerca de la presencia y pregnancia de la
corriente neoescolástica en el campo de la psicología de nuestro país, se ocupará de nuestro
congreso y sostendrá al respecto que este evento cultural ilustra el pensamiento argentino de
mediados del siglo XX. En el mismo, según afirma Piñeda siguiendo a Farré y a Alberto Caturelli,
dos corrientes principales polarizarán la atención: la existencialista y la escolástica. El movimiento
neoescolástico por ella estudiado tiene, según su pesquisa, una presencia significativa en el
congreso. Asisten al mismo, pensadores adscriptos a dicho movimiento en sus distintas vertientes:
neotomista, suareciana y existencialismo católico. El “triunfo” de la corriente escolástica en el
marco de este congreso fue reseñado en su momento, según Piñeda, por dos protragonistas del
mismo, Derisi y Ceñal, unos meses después de finalizado. En efecto, alrededor del 22 % del total
de las presentaciones eran, según el cálculo de la historiadora, de autores neoescolásticos y,
excepto las sesiones Existencialismo y Situación actual de la filosofía, todas las demás tuvieron
presencia escolástica en sus exposiciones (Piñeda, 2003; 2005; 2006).
Nora Bustos, por su parte, puesta a profundizar en el pensamiento del filósofo argentino Carlos
Astrada, se referirá a la presencia protagónica de éste en el congreso del 49 subrayando que en
dicha asamblea intelectual, Astrada será una de las voces principales que se levantarán en defensa
de la filosofía de la existencia y en oposición a la escolástica y a la interpretación cristiana y
católica del existencialismo que pretende que éste es fruto de una crisis de la filosofía, una
interrupción en la marcha del conocimiento (Bustos, 2009).
Otro de los autores que se ha ocupado de nuestro evento es el historiador de la psicología Hugo
Klappenbach, quien en su trabajo “Filosofía y política en el Primer Congreso Argentino de
Filosofía”, procura desentrañar todas las implicancias políticas de nuestro encuentro. En este
sentido, no se detiene -pues no es su objeto- a pasar revista del contenido estrictamente filosófico
del congreso –y, por tanto, tampoco de las disputas teóricas que en él se presentan-, pero sí de
probar que el mismo fue, entre otras cosas, un hecho político, leído por la prensa como un
acontecimiento partidario. En cuanto tal, determinó presencias y ausencias, y despertó fuertes
oposiciones desde los medios de comunicación (Klappenbach, 2000).
Por último, consignemos dos menciones significativas más del congreso que se hallan en las
historias del pensamiento de nuestro país de Oscar Terán y de Coriolano Alberini. El primero se

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refiere al congreso como una excepción al clima de enrarecimiento y empobrecimiento intelectual


fraguado por el autoritarismo cultural que habría llevado adelante el peronismo (Terán, 2008). El
segundo, voz autorizada en el pensamiento argentino, lo califica como acontecimiento culmen de
la cultura filosófica argentina, la cual en esa época estaría atravesando, a su entender, un período
filosófico que él denomina “idealista” en un sentido muy lato, no referible a una postura
determinada frente al problema del conocimiento, sino a un momento en el que predomina un
haz de corrientes distintas a las que une el hecho de dar alta dignidad al pensamiento humano
(Alberini, 1966).
CONTEXTUALIZACIÓN
Panorama Nacional
El Congreso Nacional de Filosofía llevado a cabo en nuestro país en el año 1949, constituye un
hecho imposible de abstraer –si se lo quiere comprender en su íntima estructura y desarrollo y en
su real trascendencia- de la particular situación histórica en la que se realizó. Aun debates tan
específicos como los que lleva adelante el existencialismo, por ej., develan todo el alcance de su
significación, a la luz de un previo esclarecimiento histórico-contextual que, como veremos, los
encuentra instalados en el mapa filosófico y político mundial y nacional, como respuestas a
interrogantes e inquietudes que a la sazón se plantean en el escenario cultural, académico,
político, social.
De manera que tender un primer puente hacia el evento científico del 49 en general, significa,
inicialmente, y como quiere Mario Casalla, “situar históricamente” el hecho a estudiar, para
comprenderlo dentro de su estructura histórica “en relación con la cual se expresa y dentro de la
cual adquiere su especificidad” (Casalla, 1978).
He aquí entonces una primera aproximación que procurará contextualizar nuestro evento a fin
de realizar una lectura culturalmente situada del mismo.
Comencemos por decir que, a nivel nacional, el encuentro científico que estamos estudiando,
se desarrolla en pleno auge de una experiencia política que marcará de modo definitivo a la
historia argentina: el peronismo. Dicho encuentro, en efecto, no puede entenderse sino
enmarcado en tal circunstancia política. Aún cuando -como muchos lo sostuvieron y lo sostienen-
el congreso se diera en un marco de autonomía y pluralismo y fuera en algún sentido
“exclusivamente filosófico [y] sin trabas extrafilosóficas de ningún género” (Ceñal Lorente, 1949),
la política en este caso, y tal como lo señala Terán, “construyó los rieles, los caminos o al menos
los contornos, por los que circularon las ideas” (Terán, 2008). El escenario político harto convulso,
tanto a nivel internacional como nacional, configura una presencia abrumadora de la política en el
campo de los desarrollos intelectuales. Como se verá, el Congreso no es ajeno a dicha presencia.
El peronismo instala en nuestro país un clima de fuerte polarización política que gravita
notablemente sobre el ámbito cultural. Los intelectuales adoptan posiciones bien definidas frente
al peronismo el cual, por su parte, marchando según la lógica amigo-enemigo, ejercerá –siempre
siguiendo a Terán- un control estricto, con expulsión o censura de las voces disidentes, con
numerosas cesantías de profesores y, en fin, con una importante pérdida del plantel docente en
las universidades2. De manera que el campo intelectual “reproducirá la escisión política de la
sociedad entre peronistas y antiperonistas” (Terán, 2008). Más aún, como señala Cucchetti, la

2
Consignemos aquí lo señalado por Jacob Taubes en su reseña al congreso: “Justo luego de haber
expulsado a diversos miembros del cuerpo docente de las universidades argentinas por desavenencias con
el régimen peronista, la Universidad de Cuyo invitó a filósofos del mundo entero a participar en un congreso
nacional de filosofía” (Taubes, 1954).

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política y, más precisamente, las “‘pretensiones peronistas’” constituyen un otro que trasvasa las
discusiones filosóficas. De tal modo que “el lenguaje filosófico constituía un espacio de expresión
ligado a la disputa simbólica por definir «quién» y «cómo» definía la síntesis cultural en el espacio
público” (Cucchetti, 2004).
Entre los intelectuales encuadrados en el movimiento iniciado por el General Perón pueden
destacarse, entre otros, Leopoldo Marechal, Ramón Doll, Ernesto Palacio, Arturo Jauretche, Raúl
Scalabrini Ortiz, Manuel Gálvez, y dos filósofos de significación en el marco de nuestro estudio por
ser ponentes en la sesión del congreso que es objeto de nuestro estudio, y, a la vez que
adherentes a una misma fuerza política, apasionados adversarios intelectuales en lo que al
significado del existencialismo se refiere. Nos referimos a Carlos Astrada, que en ese momento se
declaraba existencialista heideggeriano ateo; y Hernán Benítez, sacerdote formado en el
escolasticismo pero con una reflexión de pulso claramente existencial.
Por otro lado, entre los intelectuales opositores al régimen peronista podemos encontrar, entre
otros, a Vicente Fatone, Risieri Frondizi, Luis Aznar, José Babini, Jorge Romero Brest, José Luis
Romero y Francisco Romero, este último uno de los filósofos de mayor renombre en nuestro país y
de cuya significativa ausencia en el congreso haremos mención enseguida3.
De acuerdo a Terán, la producción intelectual se empobrecería durante esta época debido a
dos motivos principales: al ya descripto clima de polarización que favorece la censura y el control
ideológico; y a la fisura entre el mundo de estudiantes e intelectuales y el mundo de los
trabajadores, de la cual fisura la consigna “alpargatas sí, libros no” difundida por el peronismo,
sería una muestra. No obstante, el mismo Terán se encarga de matizar estas afirmaciones
haciendo referencia justamente a la reunión científica del 49, y a cierto ambiente de pluralismo
ideológico y estético que es sin duda el que se observa en el congreso, como muchos lo han
sostenido (Derisi, 1949; Ceñal, 1950; Buela, 2009; Piossek, 2009; Gadamer, 1995; Castellani, 2010).
En este sentido, es importante recordar lo que señalaran Farré por un lado, y Piossek por otro. El
primero dirá que no se aceptaron en el congreso ponencias que tenían como único objeto alabar
los principios ideológicos que gobernaban el país. La segunda, por su parte, señalará que el grupo
de intelectuales de Tucumán asistente al congreso, y del cual ella misma formaba parte, no era
peronista y no obstante recibió del gobierno un notable apoyo económico para asistir.
Panorama internacional
En cuanto al panorama internacional del momento -condicionante del nacional y, por tanto, del
mismo congreso- nos hallamos en los primeros años de la segunda posguerra, es decir, en los
inicios de la guerra fría. Es Arturo Roig quien señala los efectos condicionantes de esta
circunstancia en la estructura misma del congreso. En efecto, hay en este sentido una ausencia
muy significativa en él, sobre la que Roig nos llama la atención: la de los filósofos de las repúblicas
soviéticas. “Al congreso no llegaron filósofos soviéticos ni de ningún país ocupado por Rusia” (Roig,
2009).
Klappenbach nos aporta un dato que refuerza lo señalado por Roig: la Unión Soviética no fue
invitada oficialmente. Por otro lado, Piossek nos recuerda lo que fuera señalado por Gadamer –
participante activo del congreso- en las diversas crónicas que éste escribió acerca de nuestro
evento: la ausencia notoria del marxismo y de la filosofía anglosajona. También aquí Klappenbach
nos proporciona un nuevo dato también muy significativo: la ausencia voluntaria de

3
A Francisco Romero, entre otros, se refiere seguramente Cucchetti cuando afirma que “Las presencias [en
el Primer Congreso Nacional de Filosofía] fueron, desde ya, tan significativas como las ausencias”
(Cucchetti, 2004).

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representación oficial de Estados Unidos y de Canadá, aun cuando a título personal, hubieran
concurrido miembros de ambos países. Evidentemente, cuando Gadamer señale que “parecía que
aquí [en la Argentina del congreso] se vivía fuera de los efectos de la segunda guerra mundial”
(Piossek, 2009), se referirá seguramente a la impresión que dejó en él la bella ciudad de Mendoza
(impresión que describirá detenidamente en sus crónicas) y a los muchos medios económicos que
había dispuesto el gobierno para financiar un acontecimiento como el congreso.
De manera que hay en nuestro evento una ausencia oficial notoria de las dos potencias
mundiales de ese momento. Un hecho que puede echar luz sobre el motivo de tales ausencias es
el vínculo que muchos establecían entre el movimiento peronista y los fascismos del momento,
fascismos que eran, como lo señala Terán, el enemigo común del capitalismo anglosajón y de la
Unión Soviética.
Francisco Romero, reconocido filósofo argentino de la época y antiperonista, será uno de los
encargados de difundir esta acusación al peronismo y, en el marco de dicha acusación, denostar el
evento científico que se desarrollaría en Mendoza. “[Romero] era un liberal antiperonista que
estaba muy vinculado con el ambiente académico mundial. Viajó y mandó cartas explicando qué
pasaba en el país y cómo sería el congreso. Muchos no vinieron al país apoyando a Romero” (Roig,
2009).
Lo cierto es que Perón utiliza el congreso como una ocasión propicia para lanzar su tercera
posición o doctrina justicialista, una doctrina nueva en el campo político mundial -como dirá el
mismo Perón- que constituye una tercera posición entre –como expresa Godino- el bloque asiático
ateo y el bloque norteamericano protestante4. De esta manera, insistirá Godino, el justicialismo se
revela como una nueva posición política que implica una cosmovisión distinta a la soviética y a la
anglosajona (Perón, 1950; Godino, 2007).
Los presuntos vínculos entre los fascismos del momento y el peronismo, serán subrayados
también por José Luis Romero (Romero, 1956). Terán, por su parte, hará referencia a ello cuando
hable de la neutralidad argentina en la segunda guerra mundial. La presencia preponderante del
franquismo en el congreso y las palabras elogiosas del ministro español, también serán elementos
para especular en este sentido y, en nuestro caso, otra prueba del atravesamiento político del
congreso.
En suma, el evento del 49, en tanto se transforma con su nacionalización5 en un hecho político-
partidario, será objeto de la oposición y las adhesiones, de idéntica intensidad, que despertaba

4
“La proclamada Tercera Posición como eje del peronismo, que elude las salidas materialistas con acento
unilateral en el individuo o su contrario acento en lo colectivo, y la negación tanto del capitalismo como del
comunismo, hacía del proyecto de comunidad organizada de Perón una fuente que generaba simpatías en
actores procedentes del catolicismo. Es justo decir, además, que las expuestas por Perón en el Congreso
de Filosofía de 1949, tienen una fuerte inspiración en la prédica católica de la época” (Cucchetti, 2005).
5
“En diciembre de 1947 la Universidad Nacional de Cuyo convocó el Primer Congreso Argentino de
Filosofía, «con participación de todos los países hispanohablantes». El 20 de abril de 1948 el Presidente de
la Nación Argentina, Juan Domingo Perón, decretó la nacionalización del Congreso, que pasó a
denominarse Primer Congreso Nacional de Filosofía” (Proyecto de filosofía en español, 2002).
“El decreto Nº 11.196 del 20 de abril de 1948, suscripto por el presidente Perón, amplió las pretensiones
iniciales. En los considerandos del mismo se puede leer: "Que su temario relativo a la persona, educación y
convivencia humana, revisten interés capital para la doctrina nacional..." y "Que el Poder Ejecutivo Nacional
en la persona del primer mandatario, tendrá a su cargo la conferencia final y la presidencia de la sesión
plenaria del Congreso". En la parte dispositiva del decreto se otorgaba carácter nacional al Congreso, y se
lo pasaba a designar como Primer Congreso Nacional de Filosofía. Se establecía como fecha del 25 al 29
de octubre de 1948. La fecha definitiva fue establecida mediante decreto presidencial N 34.283 del 4 de
noviembre de 1948” (Aguirre, 1989). El decreto mencionado por Aguirre, se encuentra en las primeras
páginas de las actas del Congreso.

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CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFÍA

todo acto de gobierno, y ello por el clima político de gran polarización en que se vivía, y por el
papel y la posición que quería ocupar el peronismo en el escenario político mundial, como
claramente lo insinúa el discurso de clausura que diera Perón en el Congreso. Tal como lo
señaláramos con Terán, hay en esta época una presencia abrumadora de la política en el campo
intelectual. La reunión científica que estamos estudiando no es ajena a dicha atmósfera. De tal
modo es así que Cucchetti llegará a afirmar que “el Congreso de 1949 […] es la manifestación de
un debate de ideas y materialización de tensiones que se traslucen aún en textos con un relevante
nivel de abstracción” (Cucchetti, 2004).
El peronismo y los polos doctrinarios del Primer Congreso Nacional de Filosofía
Por otra parte, la fuerza política fundada por el General Perón aglutinará en sí a intelectuales
procedentes de vertientes ideológicas diversas, entre las cuales se destacan las dos que tienen
presencia predominante en el congreso, y en el panorama cultural de la época en general. El
catolicismo neoescolástico y de tendencias existencialistas es una de ellas. El existencialismo en
tanto propuesta libertaria a la manera de Carlos Astrada, es otra6.
Y en este sentido se ve también la fuerte presencia de lo político en el campo intelectual.
Veamos.
Terán nos señala que el movimiento nacionalista y revisionista que surgirá hacia la década del
30 y que constituirá uno de los antecedentes del ascenso político del catolicismo en la década del
40, es una de las tres grandes respuestas a la crisis en que se ve sumido el país en la década del 30
como producto de la caída de la economía mundial. La labor historiográfica que en este sentido
desarrollarán los hermanos Irazusta, como parte de una propuesta política anti-liberal,
nacionalista y católica más amplia, tuvo grandes repercusiones, de tal manera que, como dirá
Terán, el revisionismo histórico propuesto por los hermanos Irazusta y que implicaba –insistamos-
una postura política determinada, “se convirtió en una suerte de sentido común de los argentinos”
(Terán, 2008).
Unido a este movimiento también se registrará en la época un resurgimiento de la filosofía
tomista que tiene un claro antecedente en los cursos de cultura católica iniciados hacia la década
del 20, e incluso en el Movimiento Novecentista motorizado en 1918 por José Gabriel. La mención
de dicho movimiento resulta significativa pues se podría afirmar -teniendo en cuenta lo señalado
por Alberini, Farré y Caturelli, entre otros- que el mismo marcará el rumbo posterior del
pensamiento argentino7. En tanto su signo ideológico distintivo era el antipositivismo, aunaba en

6
Acerca de la presencia predominante de estas dos grandes corrientes en el panorama cultural de la época
en nuestro país ver, entre otros: Caturelli, Alberto (2001) Historia de la filosofía en la Argentina 1600 – 2000.
Buenos Aires: Ed. Ciudad Argentina; Farré, Luis (1958). Cincuenta años de Filosofía en Argentina. Buenos
Aires: Ed. Peuser; Terán, Oscar (2008). Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-
1980. Buenos Aires: Siglo Veintiuno editores; Piñeda (2003). La filosofía neoescolástica en la formación de
psicólogos argentinos. El caso de la Universidad Nacional de Cuyo, sede San Luis: 1958 – 1960.
Fundamentos en Humanidades, 4 (7/8) 79 – 102; Astrada, Carlos (1949) El existencialismo, filosofía de
nuestra época. Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Tomo I (pp. 349- 358). Mendoza:
Universidad Nacional de Cuyo.
7
Francisco Romero dirá, por ej., en un artículo de la época que una “buena parte del trabajo filosófico en la
Argentina en los últimos años ha consistido en una crítica, en una refutación si se quiere, del positivismo”
(Romero, 1950). Sin duda, este antipositivismo característico del pensamiento argentino desde décadas
anteriores a la del 40, es herencia del movimiento novecentista, llamado también “antipositivista”.
Coriolano Alberini dirá, por su parte, que a partir de esta reacción contra el positivismo que ya se venía
gestando en la primera década del siglo XX, surge “el verdadero espíritu filosófico en la Argentina” y
acontece la “fundación de una cultura filosófica pura” (Alberini, 1966), de la cual el Primer Congreso
Nacional de Filosofía sería fruto maduro (Alberini, 1950).

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sí a intelectuales de diversa extracción, a quienes unía el hecho de no conformarse con “el catón
espiritual vigente. Por este catón, entiéndase el positivismo. Positivismo es, pues, por lo pronto lo
contrario de Novecentismo” (Caturelli, 2001). Formarán parte de él, entre otros, Alejandro Korn,
Coriolano Alberini, Julio Irazusta, Carlos Ibarguren, Ventura Pessolano, Lidia Peradotto, Benjamín
Taborga, Tomás Casares. Este último es quien unos años después iniciará los Cursos de Cultura
Católica que hemos mencionado. Tal como señala Andrea Piñeda, el neotomismo constituirá una
de las tres modalidades de aquella reacción antipositivista, junto al bergsonismo y al kantismo
(Piñeda, 2005).
De manera que este movimiento tan importante en la vida filosófica y cultural de nuestro país,
será uno de los antecedentes remotos del reposicionamiento del pensamiento escolástico en el
mapa filosófico de nuestro país. Reposicionamiento que algunos años después se traducirá en
presencia activa con los cursos de cultura católica, y luego en predominio compartido hacia la
época del peronismo. Quizás la figura de Leopoldo Marechal sea un signo de esta continuidad.
Partícipe activo de los cursos y cultor literario de la filosofía tomista y cristiana, será en la década
del 40 uno de los intelectuales católicos comprometidos con la causa peronista. También Carlos
Ibarguren, miembro fundacional del Movimiento Novecentista, partícipe de los Cursos de Cultura
Católica, y a quien José Luis Romero atribuirá el papel de ideólogo de la doctrina justicialista
(Romero, 1956).
Terán mencionará el Congreso Eucarístico Internacional de 1934 como una de las muestras más
cabales del ascenso del catolicismo. A este congreso asistirá, en efecto, en expresión de Terán
“una movilización colectiva jamás vista en nuestro país”. El ascenso del catolicismo se verificará en
la década del 40, entre otras cosas, con la implantación de la enseñanza religiosa, y continuará
durante el advenimiento al poder del primer peronismo. Terán nos señala, por ej., que el
contenido de la Revista de la Universidad de Buenos Aires de la época era de orientación
predominantemente católica y que la revista peronista más importante del momento, Sexto
Continente, es una mezcla de “nacionalismo, nativismo, catolicismo derechista y elogios al
régimen”8 (Terán, 2008).
Tal como señala Susana Bianchi, el ascenso del peronismo es considerado por el catolicismo
como una situación propicia para lograr presencia política y social. De esta manera en los primeros
años del peronismo, el catolicismo es –en palabras de Bianchi- una presencia constante y por lo
menos hasta el año 50, según señala Godino, peronismo y catolicismo trabajarán en estrecha
relación (Bianchi, 1992; Godino, 2007).
Piñeda, por su parte, estudiando la presencia académica del mismo por aquella época, recoge
datos que corroboran el aserto de Godino. En efecto, desde 1943 “la universidad argentina
conoció un terreno favorable a la inserción de determinadas figuras católicas que hasta el
momento se habían mantenido más o menos al margen de universidades” (Piñeda, 2005). Ya hacia

8
La tendenciosidad oficialista de algunas revistas científicas de la época puede verse, por ej., en un hecho
que involucra al historiador del pensamiento argentino que hemos citado más arriba, Luis Farré. En su libro
“Cincuenta años de filosofía argentina” rubrica, al momento de exponer el pensamiento del filósofo peronista
Hernán Benítez, una nota al pie con la siguiente aclaración: “Quiero dejar aclarado, en lo que se refiere al
pensamiento del Padre Hernán Benítez, que la larga reseña saturada de inconsiderados elogios, sobre su
ideología aparecida en mi artículo ‘Diez años de Filosofía en Argentina’, en la ‘Revista de la Universidad de
Buenos Aires’, enero-marzo, 1950, p. 141-222, no es fabricación mía, sino un agregado que, sin
consultarme y burlando mi afán de objetividad, la dirección de la revista se permitió” (Farré, 1958). Si
recordamos que Hernán Benítez era el confesor de Evita y, además, un encendido y elocuente defensor del
peronismo, podemos entender el grado de compromiso ideológico de dicha revista con la fuerza política
gobernante.

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CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFÍA

1949 el neoescolasticismo tenía importantes representantes en diversas universidades, como lo


demuestra la autora mediante un listado de docentes adherentes al neoescolasticismo, que
ocupaban cargos importantes en las universidades nacionales en el año 1949.
De manera que el congreso del 49, tal como lo señalará Godino, se desarrolla en el marco de
aquella “estrecha relación de mutuo entendimiento” entre peronismo y catolicismo. La presencia
de este último -principalmente en su expresión filosófica del neoescolasticismo aunque también
con manifestaciones existencialistas- es destacada en el congreso, como lo atestiguan todas las
crónicas de la época y las mismas actas. Piñeda lo verifica al calcular el número de participantes y
ponentes neoescolásticos. Su cálculo arroja los siguientes datos: sobre un total de 272
participantes, 46 son neoescolásticos y 55 presentaciones pertenecen a ellos, es decir, un 22% del
total. Además, forman parte de la organización (coordinación de sesiones, discursos en actos
oficiales, etc.) un total de 17 intelectuales de dicha corriente. Si a ello sumamos que la idea
original del congreso se atribuye al presbítero Juan Sepich9 (Roig, 2009), llegamos con Piñeda, a la
conclusión de que la filosofía neoescolástica gozaba de cierto reconocimiento en la escena
filosófica argentina y que, por otra parte, sus cultores ponentes en el congreso, en tanto ocupaban
cargos oficiales en las universidades nacionales y tenían bajo su responsabilidad gran parte de la
organización de este evento académico y “político-partidario”, tenían un grado no desestimable
de compromiso ideológico con la fuerza política gobernante. Por lo demás, el historiador Farré al
llegar –en el marco de su historia del pensamiento filosófico de nuestro país- a nuestro congreso,
subraya la presencia del clero en el mismo, juzgándola excesiva, aun cuando ello no haya restado
jerarquía académica y científica al evento.
En cuanto al existencialismo, la otra corriente filosófica presente en el seno de la
intelectualidad peronista10 y de destacada participación en nuestro congreso, la figura de Carlos
Astrada cobra especial relevancia, como veremos enseguida.
El existencialismo constituye a la sazón, y como ya lo hemos anticipado, una de las corrientes
predominantes a escala internacional y nacional. El panorama mundial, convulsionado por las
tragedias mundiales de la primera mitad del siglo XX, ha engendrado una reflexión filosófica
alejada de las especulaciones abstractas propias de la modernidad y reconducida a la subjetividad,
a la realidad dramática y cotidiana de la existencia. Nuestro país, aunque según Gadamer se
encuentre aparentemente “fuera del círculo de los efectos de las dos guerras mundiales”, se ha
hecho eco de este nuevo pulso filosófico. Como lo señalara otro ponente del congreso, Héctor
Llambías, en un artículo de aquella época, la fenomenología existencialista constituye uno de los
polos doctrinarios en el esquema de la filosofía vigente en ese momento que él intenta trazar. El
otro, lo ocuparía la filosofía tomista o católica (Llambías, 1953). También Terán hará referencia a la

9
Este dato se halla en la Memoria histórica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
de Cuyo. Arturo Roig, integrante de la secretaría de actas del Congreso, ha ratificado dicho dato en la
conmemoración del 60º aniversario del evento. Sin embargo, el historiador de la psicología Hugo
Klappenbach señala que esta afirmación no se halla debidamente fundamentada indicando que es el
profesor de la Universidad de Zurich, Donald Brinkman, quien atribuye la iniciativa a Sepich, el cual “cuando
se desempeñaba como profesor de filosofía en la Universidad Nacional de Cuyo, ‘decidió conmemorar el IV
centenario del nacimiento de Francisco Suárez, famoso escolástico español y maestro de derecho
internacional, con un congreso argentino de filosofía’ (Brinkmann, 1949) [Pero] pareciera que el profesor de
Zurich estaba superponiendo o confundiendo dos congresos de filosofía casi contemporáneos: el primer
congreso nacional, al cual estamos aludiendo, y el Congreso Internacional de Filosofía, celebrado en
Barcelona en octubre de 1948, este último sí, según expresiones oficiales españolas en ‘conmemoración
centenaria del Padre Francisco Suárez’” (Klappenbach, 2000).
10
Recuérdese aquí, entre otros, a Homero Guglielmini, Carlos Cossio, Luis Juan Guerrero, Carlos Astrada,
Hernán Benítez; de tendencias filosóficas existencialistas todos, y adherentes en distinto grado al
peronismo.

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presencia del existencialismo por aquellos años y dará debida cuenta de su influjo en la vida
intelectual de nuestro país (Terán, 2008). Caturelli, por su parte, subrayará la importancia de
Heidegger y de la fenomenología existencialista en el pensamiento filosófico nacional de aquella
época (Caturelli, 2001). En efecto, dentro de esta tendencia encontramos a algunos de los
pensadores más profundos y originales de nuestro país en la opinión de Caturelli y Farré: Miguel
Ángel Virasoro, Rafael Virasoro, Ángel Vasallo, Vicente Fatone, y Carlos Astrada, a quien ya hemos
mencionado como cobrando especial relevancia en el marco del Primer Congreso Nacional de
Filosofía, pues él será el mentor de uno de los polos doctrinarios de dicha asamblea filosófica y
polémico ponente en la sesión “El Existencialismo”.
Los vínculos de Astrada con el peronismo adquieren significación en esta primera aproximación
al congreso del 49, en tanto develan otros matices del condicionamiento histórico-político de
nuestro evento aportando nuevos elementos para interpretarlo en su particular situación.
Nora Bustos nos señala que Astrada es uno de los principales filósofos que acompañan las
decisiones del gobierno y que presta su reflexión a la fundamentación del mismo11 (Bustos, 2009).
Por su parte, Guillermo Adre sostendrá que la apropiación hecha por Astrada del pensamiento de
Heidegger, se orienta a la fundamentación de políticas libertarias como la del peronismo (Adre,
2009).
Astrada es, sin dudas, uno de los grandes animadores del congreso, como lo han señalado Roig
(2009), Ceñal Lorente (1950) y Luis Farré (1958); sus vínculos políticos con el peronismo son
reveladores en este sentido. También los de Hernán Benítez, sacerdote confesor de Eva Perón, con
tendencias filosóficas existencialistas, y claro adherente al peronismo, como él mismo lo dirá en su
ponencia en el Congreso. Estos dos filósofos participan como expositores en la Sesión Plenaria del
Congreso denominada “El existencialismo”, y constituyen, como ya lo hemos anticipado, con sus
particulares posicionamientos, dos direcciones divergentes del existencialismo (la una, nacida en
el seno de la filosofía escolástica; la otra, en el marco de una cosmovisión atea que se
autoproclama heideggeriana), aún cuando políticamente los dos estén identificados con el
peronismo.
De esta manera podríamos inferir que la presencia predominante en el congreso de la corriente
neoescolástica, por un lado, y la existencialista por otro, podría estar vinculada al atravesamiento
político que el mismo sufre, pues el peronismo –fuerza partidaria instalada con poderío en aquel
momento y que intentaba presentarse al mundo como una nueva alternativa política- encuentra
compañía filosófica tanto en el Astrada heideggeriano, como en el pensamiento católico tomista
(vgr., Nimio de Anquín) o existencialista (vgr. Benítez), aún cuando dichas corrientes guarden entre
sí diferencias inconciliables.
En efecto, tal como lo ha señalado Cucchetti, el primer peronismo presenta una elasticidad
simbólica “que le garantizaba adhesiones filosóficas y religiosas que en más de un sentido se
oponían entre sí pero que encontraban en el peronismo la posibilidad de sortear el conflicto
intrínseco para dirigir la conexión de sentido a través del espacio político”. Cucchetti realiza esta
importante afirmación refiriéndose precisamente al singular debate que se desarrolla en la sesión

11
En este contexto debe recordarse el debate en torno a la elaboración del texto de la conferencia con que
Perón cerrará el congreso. Se ha dicho que Astrada fue uno de los redactores. En el congreso celebrado
con motivo de la conmemoración de los 60 años de la reunión del 49, en la ciudad de Mendoza en el año
2009, fue discutida por Arturo Roig y otros estudiosos del tema, la cuestión de la autoría del discurso de
Perón. Se llegó a la conclusión, basándose en estudios genéticos y comparativos, de que sólo los capítulos
anteúltimo y antepenúltimo salieron de las manos de Perón. Los restantes fueron realizados por escribas,
entre los que pueden haber estado, según los analistas, Carlos Astrada, Hernán Benítez, Nimio de Anquín y
otros. Estos tres que mencionamos fueron activos ponentes del congreso del 49.

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CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFÍA

plenaria sobre el existencialismo entre Astrada y Benítez. Estos dos filósofos argentinos marcan la
tónica de aquellos debates. El uno se halla en las antípodas del pensamiento filosófico del otro. No
obstante, los dos son claros adherentes al peronismo y, más aún, “es increíble que tanto Astrada
como Benítez hayan sido señalados como posibles autores de la disertación del Presidente Perón
en el Congreso” (Cucchetti, 2004).
CONCLUSIONES
El Primer Congreso Nacional de Filosofía del 49 se presenta, en suma, como un evento de
trascendencia en el marco de una situación política nacional e internacional compleja que lo
atraviesa y lo condiciona y que tiene al peronismo como protagonista ubicuo que busca
legitimarse y consolidarse, haciendo suyos, en virtud de una versatilidad doctrinal propia de una
elaboración política tendiente al pragmatismo, discursos filosóficos de distinto calibre y de diversa
procedencia. Citemos nuevamente, a modo de conclusión, al sociólogo Cuccheti, “el congreso se
presenta como uno de los eventos que estuvo recorrido por la lucha simbólica en la determinación
de la vanguardia moral que rigiera social y políticamente el universo de sentido” (Cucchetti, 2008)
y el universo de sentido del peronismo que, o era una propuesta libertaria que se fundaría en la
filosofía atea heideggeriana, como nos ha señalado Guillermo Adre al referirse a Astrada, o era un
movimiento de inspiración cristiana o peronismo nacional católico, como denomina Loris Zanatta
al peronismo de Hernán Benítez (Zanatta, 1999)..
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