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FORMACIÓN PROFESIONAL E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA EN EL MARCO DE


LA VINCULACIÓN UNIVERSIDAD-SECTOR PRODUCTIVO
* Martha Coronado Herrera
** Adelita Sánchez Flores
*** Rosalinda Flores Echavarría
Introducción

La universidad actual debe responder a nuevos retos condicionados por


un mundo en acelerado desarrollo científico y técnico, e inmerso en
procesos globalizadores de producción de mercancías en general y de
conocimientos en particular.

Este fenómeno se pone de manifiesto en disciplinas como la


electrónica, la informática y la biotecnología, por mencionar sólo
algunas.

Lo anterior conduce a una transformación de las relaciones que se


establecen entre los diversos componentes de la sociedad, toda vez
que el conocimiento se ha convertido en uno de los capitales básicos de
las economías globalizadas de la actualidad. Sobre todo se plantea un
cambio en los procesos de enseñanza aprendizaje y se obliga a una
revisión no sólo de los contenidos de los planes y programas de
estudio, sino también a la búsqueda de estrategias que permitan a los
egresados de las instituciones de enseñanza superior ubicarse con
mejores herramientas en el mercado de trabajo.

Una de las estrategias que se han propuesto para lograr este objetivo
es la vinculación entre la universidad y el sector productivo. Esta
vinculación se ha reconocido como una necesidad para el desarrollo
integral de los países; sin embargo, el proceso es aún incipiente por
diversas razones de carácter estructural que mencionaremos más
adelante.

El presente trabajo tiene como propósito revisar algunos aspectos que


relacionan la formación profesional con la innovación tecnológica, en el
marco de la vinculación universidad-sector productivo. Por ejemplo las
etapas por las que ha atravesado este proceso en México, el concepto
de innovación tecnológica y los elementos importantes que la han
apoyado, así como el papel que esta innovación debe tener en la
formación profesional y el compromiso de las universidades frente a
ella.

Etapas de la vinculación universidad-sector productivo en México

En México el proceso de la vinculación universidad-sector productivo

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cobró auge en la década de los noventa, independientemente de que


antes hubiese intentos aislados entre algunas instituciones educativas y
ciertos ramos de la producción.

Este proceso de vinculación ha transcurrido en tres etapas iniciales y la


actual:

a) La primera se ubica en los años sesenta y mediados de los setenta.


En ésta el paradigma estaba asociado a las tendencias observadas en
las políticas de educación superior de las sociedades industrializadas
de occidente. En ese momento se creía que la expansión cuantitativa
era indispensable, de tal forma que se estimulaba el progreso técnico,
económico y social (Teichler 1998, citado por Casas y Luna, 1998). Esta
etapa fue dirigida por los grupos académicos de más larga tradición,
sobre todo de la unam. Se consideraban entre los principios básicos la
desregulación y el crecimiento del sistema de la educación superior.
Aunado a lo anterior se dio un gran impulso, por la parte
gubernamental, a la conformación de una base científica, lo que
permitió la consolidación de centros e institutos de investigación
creados en periodos previos (Cinvestav, institutos de la unam).

El conocimiento avanzó por el conocimiento mismo. Sin embargo, ya se


tenía en mente promover la oferta de ese conocimiento al sector
productivo. Se creó en esa época el Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología (Conacyt-1970), y los académicos universitarios se
convirtieron tanto en funcionarios de ese organismo como en
evaluadores de las tareas de ciencia y tecnología. Además, la
Academia de la Investigación Científica presionó al gobierno para crear
el Conacyt, el cual debía formular y dirigir las políticas correspondientes
en el país.
En cuanto al sector productivo privado, en ese periodo la relación más
importante con las universidades todavía se reducía a la contratación de
profesionales.

b) En la segunda etapa (años ochenta) surgió la Secretaría de


Programación y Presupuesto y se anexó a ésta el Conacyt, que ahora
forma parte de la sep. Se formularon entonces diversas acciones
relacionadas con la ciencia y la tecnología. Entre ellas la creación de la
Ley de Planeación de la Educación Superior y la Ley para Promover y
Coordinar el Desarrollo Científico y Tecnológico.

En este periodo también se crearon instancias nacionales y estatales


para el desarrollo de la ciencia y la tecnología. La planeación
gubernamental se inclinó al diseño de prioridades generales para
asegurar recursos a la investigación y aunque todavía no se daban
acuerdos de consenso para la vinculación, hay que reconocer que se
empezaron a considerar las cadenas de interacción gobierno-ciencia-
tecnología-industria. Este tipo de cadena opera actualmente en Estados

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Unidos y Japón, y aunque en México se reconoce la necesidad de una


transformación hacia aquella estructura, en la práctica, aunque algunos
resultados han sido fructíferos, todavía no se puede considerar como un
proceso instalado en el sistema educativo nacional.

Sin embargo, ya entonces había cierta claridad en la forma de trabajo,


la cual se daría primero con una vinculación entre el gobierno y
Conacyt, después se iniciaría la asociación de la ciencia con las
instituciones de educación superior y los centros de investigación, lo
cual llevaría a establecer la relación de la tecnología con los
laboratorios industriales (Moreno, 1992).

Se puede señalar que en esa época la idea de vinculación cobró fuerza,


incluso se promovió una oferta y demanda de conocimientos que
relacionaban a los centros de investigación científicos y tecnológicos, a
las instituciones de nivel superior y al sector productivo. Sin embargo,
esta etapa fue de crisis económica (1982) y por ello de logros escasos
en materia de vinculación (Casas y Luna, 1998).

c) La tercera etapa, que corre de fines de los ochenta a principio de los


noventa, fue parte del modelo de integración de mercados. Se diseñó y
promovió el Programa para la Modernización Educativa 1989-1994, el
cual surgió cuando se dieron los siguientes eventos, propios de la
globalización económica: liberalización de los mercados, apertura de la
economía y reforma del Estado. Esta última propició el cambio de un
Estado regulador y propietario a un Estado de fomento, sobre todo por
la creación de condiciones que permitieron el desarrollo eficiente del
sector productivo privado, considerado como el eje del desarrollo
económico y social.

Estos cambios incidieron en las instituciones de educación superior,


sobre todo en los procesos de evaluación (acreditación, certificación,
criterios de excelencia, etc.) y en la intervención del sector privado en el
financiamiento y funcionamiento de los sistemas educativos,
especialmente el de educación tecnológica. En esta etapa se da lo que
Webster y Etzkowitz (1991, citado por Casas y Luna, 1998) señalan
como "comercialización de y para la academia". Se observó entonces
un énfasis en la demanda tanto del mercado de trabajo como de una
serie de servicios diversos.

En síntesis, a partir de los ochenta se acentuó la vinculación


universidad-sector productivo y proliferaron los convenios y contratos
con un gran número de empresas de diversos tamaños y giros
comerciales. En este proceso también iniciaron su participación las
asociaciones industriales y financieras, que han impulsado la
vinculación, particularmente de las empresas más pequeñas. Se puede
señalar que diversos proyectos involucran en la actualidad a este tipo
de empresas de menor tamaño, por la fragilidad de las mismas frente a

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la apertura de los mercados.

Las políticas universitarias también se fueron transformando. Por una


parte se inició el diseño y rediseño de planes de estudio de acuerdo con
las demandas de calidad, acreditación y los mercados laborales.
Además, se dio un fuerte impulso al desarrollo de la investigación
aplicada y de la tecnología nacional.

Etapa actual

En la actualidad (desde fines de 1999) se propone un nuevo modelo o


escenario alternativo, que involucra al gobierno, las universidades y las
empresas, parecido a las cadenas antes mencionadas entre gobierno-
ciencia y tecnología-empresas. En esta etapa el sector productivo
privado aparece como elemento racionalizador del sistema educativo y
como parte vital de la modernización. Su mayor impacto se observa en
la educación tecnológica y el posgrado, así como en la investigación
científica y tecnológica.

Así, la relación se orienta hacia una triangulación más estrecha entre


los actores: universidad-gobierno-empresa. De esta relación surgen en
los últimos años (1995-1999) el Comité Nacional de Concertación para
la Modernización Tecnológica (Concertec), el Fondo de Investigación y
Desarrollo para la Modernización Tecnológica (Fidetec), el Programa de
Enlace Academia-Empresa y los Sistemas Regionales de Ciencia y
Tecnología (Casas y Luna, 1998). De hecho se vislumbra el paso de un
modelo de Sistemas Nacionales de Innovación hacia Sistemas
Regionales de Innovación, para atender a todo el país por zonas
definidas.

Es importante señalar que en México existen polos de innovación en el


Distrito Federal, Guadalajara, El Bajío (Querétaro-Guanajuato) y
Ensenada (Baja California).

También vale resaltar que el sector académico ha enfrentado un cambio


sustancial. Ahora la búsqueda del conocimiento no es el conocimiento
mismo, sino que se reconocen las necesidades del sector productivo.
Incluso la Academia de la Investigación Científica plantea la vinculación
con el sector empresarial como condición necesaria para el arraigo de
la ciencia en el país (Aréchiga, 1993, citado por Casas y Luna, 1998).

Dado lo anterior, las universidades enfrentan los cambios que parten de


la economía, de los mercados, de la apertura comercial; en síntesis, de
la globalización económica, y se vuelve relevante el estudio de la
formación profesional y su relación con los procesos de innovación
tecnológica.

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Importancia de la innovación tecnológica

El concepto de innovación tecnológica, que algunos investigadores


asociados a la temática utilizan en la actualidad, es el conocido como
“schumpeteriano” (Schumpeter, 1912), que indica que la innovación es
el hecho de introducir al mercado un nuevo producto o proceso en un
espacio geográfico definido. De esta forma, la innovación es diferente
de la modernización, siendo esta última la sola introducción de un
cambio técnico o tecnológico en los procesos de producción (Corona,
1995).

En cuanto a infraestructura, a nivel mundial se han creado los parques


científicos, abundantes en los países desarrollados. En la actualidad
existen unos 400, 150 de los cuales se encuentran en Estados Unidos y
Canadá, (Armit, 1995). En México el proceso es incipiente y sólo han
iniciado su operación los parques de Querétaro, Guadalajara, Ensenada
y Morelos. Este último creado en conjunto con la unam y el Instituto de
Investigaciones Eléctricas.

Un hecho importante es que hace varias décadas en los Estados


Unidos se adjudicaron terrenos a las universidades para promover su
desarrollo en espacios fuera de los centros urbanos. En este proceso no
sólo crecieron las instituciones educativas, sino que dio lugar a la
creación de los parques científicos o tecnológicos antes mencionados.
Tal es el caso del Instituto Tecnológico de Massachusetts (mit, por sus
siglas en inglés), el cual ha propiciado la creación de unas 1000
empresas (Pallán, 1995). La Universidad de Stanford también ha
generado un número importante de empresas. Otro caso de éxito de
este tipo de vinculación es Texas A&M University (Tapia, l995).

Los parques científicos dan una nueva óptica, porque las instituciones
educativas y la industria crean un cambio en los procesos y productos
de la economía. No sólo propician nuevas empresas sino que retoman
las instaladas, para vincular actividades científicas y tecnológicas de
interés común. Pueden ser espacios privilegiados para que las
instituciones educativas realicen además de intercambios con las
empresas, prácticas profesionales, investigación aplicada, desarrollo
tecnológico e intercambio de personal profesional.

Aunado a lo anterior, una de las vías que cobra vigencia son las
asociaciones o redes de innovación, que no sólo pueden incluir a las
instituciones educativas sino a organismos externos a ellas.

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También se han creado los llamados "consorcios de investigación", en


los cuales participan las instituciones educativas y las empresas. Estas
últimas se inscriben para solicitar servicios, hacer investigación de
frontera o compartir avances científicos y tecnológicos. De hecho las
empresas reconocen que la innovación es producto del conocimiento de
vanguardia y que el desarrollo económico empresarial depende, en
buena medida, de una cultura innovadora, en tanto sin ésta aumenta la
vulnerabilidad y el riesgo de desaparecer.

Al respecto Corona (1995) presenta un estudio sobre cien empresas


innovadoras en diferentes ramas tecnológicas, en el cual indica que en
México las empresas innovadoras son un producto de los años noventa
y no de los setenta o anteriores, como en los países industrializados. De
acuerdo con el mismo autor en el país existen sólo unas 1000 empresas
innovadoras, 70% de las cuales están asociadas a las áreas de
cómputo, electrónica, software y telecomunicaciones en el territorio
nacional (Corona, 1998). Sin embargo, en la actualidad, desde 1999, es
importante señalar el aumento de empresas innovadoras micro y
pequeñas, que se asocian a las áreas de nuevas tecnologías.

En una encuesta reciente de Conacyt (1999), denominada Encuesta


Nacional sobre Innovación en los Sectores Manufacturero y de
Servicios, se apunta que 56% de las pequeñas empresas mexicanas
impulsan proyectos de innovación tecnológica, los cuales en 90% son
financiados por ellas mismas.

Por otra parte, en cuanto a las instituciones educativas que participan


en estos procesos innovatorios, Corona (1998) ha encontrado que de
100 empresas innovadoras 26% se asocia con la unam, 22% con el
Instituto de Investigaciones Eléctricas (ubicado en el Estado de
Morelos), 12% con el itesm, 8% con el Cinvestav y el resto con otras
instituciones. Estos datos nos indican que aunque incipiente la
innovación tecnológica sí está asociada a la vida de las instituciones
educativas.

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Pero ¿qué tiene que ver toda esta recomposición tecnológica y


económica con la formación profesional? Formación profesional e
innovación tecnológica

En un estudio sobre vinculación universidad-sector productivo que se


realizó en seis universidades del Distrito Federal que ofrecen carreras
en el área de alimentos (Coronado, 1995), se observaron dos
fenómenos importantes. Por una parte un alto porcentaje (80% a 100%)
de los universitarios encuestados (estudiantes, académicos y
coordinadores de carrera) están de acuerdo con las acciones de
vinculación que se pueden establecer entre la universidad y el sector
productivo. Más aún, están de acuerdo en que el sector de la
producción participe con sugerencias para la formulación de los planes
de estudios de sus carreras.

Sin embargo, cuando se comparó la calificación que daban los


estudiantes a los conocimientos adquiridos, de un perfil de carrera
elaborado a partir de los planes de estudio vigentes en las diferentes
instituciones participantes, hubo una clara tendencia a calificar esos
conocimientos en niveles intermedios (regulares), no obstante que eran
alumnos que estaban en el último trimestre o semestre de su carrera,
próximos a ingresar a los mercados laborales. En contraposición las
empresas encuestadas en este estudio calificaron los mismos
conocimientos en un nivel alto (excelente), de importancia para el buen
funcionamiento y producción de sus empresas.

Resultados similares fueron observados en otro estudio realizado con


alumnos de tres instituciones educativas de El Bajío (Querétaro y
Guanajuato) y 46 empresas de la misma región (Coronado y Tapia,
1999).

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Independientemente de la amplitud de los datos recabados en la


investigación citada y que no se pueden discutir en este breve espacio,
los datos apuntan hacia una disociación entre la formación profesional y
aquélla que se requiere en la industria, frente a los cambios económicos
y comerciales actuales, particularmente para generar innovación.

Este señalamiento concuerda con lo expresado por Sánchez Navarro


(2000), quien indica que la enseñanza en los centros educativos todavía
está muy por debajo de las exigencias del mercado laboral.

Tal parece que los programas actuales no pueden preparar a los


estudiantes para la adquisición de competencias en ciertas áreas de la
práctica profesional, como es la innovación tecnológica, que todavía
representa una situación de incertidumbre.

Lo anterior se refuerza por la exigua infraestructura de laboratorios,


material educativo y sistemas de información, en el conjunto de las
instituciones de educación superior existentes en el país (Márquez,
1998).

Godard Zapata (2000) afirma que parte del problema radica en que el
sector industrial ha estado acostumbrado a tomar lo que sale de las
universidades sin responsabilizarse de trabajar con las instituciones
educativas, para hacerles saber cuáles son sus necesidades y cuáles
son las habilidades que requieren en los profesionales, sobre todo en
tecnología e innovación que hoy son indispensables.

Por otra parte, en México parece no haber hasta la fecha un verdadero


compromiso hacia una amplia revolución tecnológica, lo cual en otros
países presiona para la formación de profesionales que serán
evaluados por su capacidad para enfrentar imprevistos, controlarlos,
reducirlos y prevenirlos. Por ello es una exigencia impulsar el desarrollo
tecnológico y hacer énfasis en patrones de innovación en la producción
y en la gestión (Márquez, 1998).

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Se habla incluso de reconversión de la formación profesional (Barrón y


Rojas, 1998) cuando el conocimiento adquiere un alto valor agregado
comercial, porque la transferencia de conocimiento y tecnología
representa una variable de impacto pesado en los cambios actuales
dentro de las instituciones de educación superior.

Al respecto, hasta ahora en los centros educativos, sobre todo de nivel


superior, se ha observado la ausencia de una cultura para el desarrollo
de ciencia y tecnología. Esta situación se deriva de una formación
tradicional que no ha incorporado estrategias de aprendizaje innovador.
De hecho la relación docencia-investigación está ausente en un gran
número de instituciones educativas porque se privilegia sólo la
docencia.

Compromisos de las instituciones de educación superior frente a


la innovación tecnológica

Como es evidente, las nuevas tecnologías no sólo requieren


aprendizaje tecnológico o de especialización, también exigen nuevas
actitudes: libertad personal para pensar y organizar, responsabilidad,
creatividad, actitud crítica y una concepción diferente del trabajo; ello
requiere inculcar un sistema de valores que propicie un cambio hacia
nuevas realidades de liderazgo, iniciativa, etc., así como al espíritu
emprendedor que debe impulsarse en los jóvenes. Además, parece que
en las instituciones educativas hay la tendencia a aumentar contenidos,
pero sin una práctica constante de esos conocimientos, que aseguren
un profesional calificado para el mercado laboral.
Las universidades también deben considerar que el otro componente de
la educación es el sentido humanístico de la misma. Un estudio
realizado en colaboración entre la UNAM, el IPN y el Instituto Mexicano
de Psiquiatría, asegura que la innovación tecnológica requiere de
profesionales no sólo con capacidades técnicas sino también
humanísticas, que les permitan manejar las constantes situaciones de
presión en el ámbito laboral (UAM; 2000).

Es importante entonces que las universidades escuchen los nuevos


mensajes y transformen su misión y objetivos para cumplir con esa
parte de la sociedad que también requiere de su apoyo: el sector de la
producción.

Entre estos mensajes incluso hay nuevos planteamientos, como el de


incorporar una cuarta función en las universidades: la transferencia de
tecnología, como parte esencial de la vinculación y la innovación
tecnológica (Corona, 1998).

Lo anterior presiona entonces hacia una mayor interrelación entre el


sector productivo y las instituciones educativas, las que deben

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responder a las demandas derivadas de las nuevas tecnologías y de un


mercado laboral asociado a la innovación constante.

Sin embargo, en toda esta recomposición de las instituciones


educativas el ambiente no está exento de inercias y resistencias. Quizá
la más importante es una educación endógena, como antaño, que sólo
observaba una enseñanza sin investigación y sin mayor interés por el
entorno productivo.

Para romper estas resistencias es necesario reiterar la necesidad de


impulsar el trabajo de las instituciones educativas hacia las tareas de
ciencia y tecnología. Además de crear y dar apoyos a los centros de
innovación y transferencia tecnológica, la que está acompañada de la
gestión (patentes y licencias), de contratos de investigación para
desarrollar parques tecnológicos, de la organización de incubadoras de
negocios que utilizan innovación o el impulso de programas de spin
1 También es necesario resolver el problema de que la mayoría de
off .
las instituciones educativas no tienen prevista la prestación y el cobro
de algunos servicios como la venta de patentes, la cesión de derechos
por desarrollos tecnológicos o la firma de convenios diversos, los cuales
no siempre son significativos como recurso económico. La
administración universitaria no está capacitada para calcular los costos
de servicios de este tipo. Casi siempre se piensa en que el beneficio
para las instituciones educativas es el aprendizaje, más que el monto
económico. Lo anterior desalienta en muchos casos los procesos de
vinculación. Se requiere entonces, estudiar o aprender más sobre este
tipo de relaciones.

Apuntes finales

Independientemente de los problemas, inercias o resistencias, con


seguridad la universidad constituye el “locus” de la investigación básica
y de la ciencia avanzada, por lo que su participación con los diversos
sectores de la sociedad y en la economía resulta fundamental en esta
etapa posindustrial (Carrillo y Vaccarezza, 1997).

Por ello es importante que los investigadores consideremos la vigencia


de la formación profesional, como objeto de estudio, sobre todo en el
contexto de la innovación tecnológica requerida en la actualidad. De
hecho, una sociedad que depende cada vez más de la innovación y del
cambio debe establecer como uno de sus ejes educativos el aprender
de manera constante como una forma de vivir (Trejo, 1999), sin olvidar

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que la innovación es una actividad inherente al ser humano: ésta se


busca, se piensa, se explora y se provoca porque depende de actitudes,
de tal forma que la inercia, la tradición y hasta la misma experiencia,
pueden ser enemigos del cambio (fmed, 2000).•
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*** Rosalinda Flores Echavarría es


Notas médico cirujano y maestra en
educación médica por la UNAM.
Término utilizado para referirse a investigadores que adquieren conocimientos y Realiza investigación sobre valores,
1
actitudes, profesionalización y
habilidades en una universidad o centro de I&D y que después crean su propia educación médica.
empresa y desarrollan innovaciones (Van Dierdonck y Debackere, 1991).

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