Dialogo 1:
Es parte de una tradición religiosa que nace en la época colonial. En la etapa prehispánica solo se
hacia cultos a la muerte.
Siendo una celebración mexicana que honra a los muertos. En México , el día 1 de noviembre,
llamado Dia de Todos los Santos, es cuando llegan las animas de los niños y el 2 de noviembre, el
día de Muertos, es cuando llegan los adultos.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México, pueden ser trazados
hasta la epoca de los indígenas de Mesoamérica, tales como los Aztecas, Mayas,
Purepechas, Nahuas y Totonacas. Los rituales que celebran las vidas de los ancestros
se realizaron por estas civilizaciones por lo menos durante los últimos 3,000 años. En
la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y
mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
En México, las tradiciones de esta celebración incluyen a los seres queridos que ya partieron en los
cementerios y preparar altares con alimentos, veladoras, incienso, fotografías y flores para
recordarlos.
En los lugares donde la tradición está más arraigada, los altares comienzan a tomar
forma el 28 de octubre y llegan a su máximo esplendor el día 2 de noviembre. Es
común, que el primer día se prenda una veladora y se coloque una flor blanca; al
siguiente día se añade otra veladora y se ofrenda un vaso de agua. Para el día 30, se
enciende una nueva veladora, se coloca otro vaso de agua y se pone un pan blanco; el
día siguiente se coloca la fruta de temporada (mandarina, guayaba, naranja, manzana,
tejocote). Para el primero de noviembre, se pone la comida dulce, el chocolate, la
calabaza en tacha, y las flores. El día mayor, se coloca la comida preferida de los
difuntos, el tequila, el mezcal y la cerveza. El elemento que no falta en ninguno de
estos días es el copal encendido
los de tres niveles representan el cielo, la tierra y el inframundo, aunque también se les
pueden referir como los elementos de la Santísima Trinidad.
El tradicional por excelencia, es el altar de siete niveles, que representan los niveles
que debe atravesar el alma para poder llegar al lugar de su descanso espiritual. Cada
escalón, es cubierto con manteles, papel picado, hojas de plátano, palmillas y petates
de tule; cada escalón tiene un significado distinto.
En el más alto se coloca la imagen del santo de devoción de la familia; el segundo, está
destinado a las ánimas del purgatorio; en el tercero se coloca la sal, símbolo de la
purificación; en el cuarto el pan, que se ofrece como alimento y como consagración; en
el quinto se colocan las frutas y los platillos preferidos por los difuntos; en el sexto las
fotografías de los difuntos a los que se les dedica el altar y por último, en el séptimo,
en contacto con la tierra, una cruz formada por flores, semillas o frutas.
A través de las velas, veladoras y cirios está presente el fuego, que se ofrenda a las
ánimas para alumbrar su camino de vuelta a su morada. Es costumbre, que se
coloquen cuatro veladoras, representando una cruz y los puntos cardinales, pero
también en algunas comunidades, cada vela representa un difunto, por lo que el
número de velas dependerá de las almas que reciba la familia.
Cada uno de los siguiente elementos encierra su propia historia, tradición, poesía y, más que
nada, misticismo.
El agua. La fuente de la vida, se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de su
largo recorrido y para que fortalezcan su regreso. En algunas culturas simboliza la pureza del
alma.
Copal e incienso. El copal era ofrecido por los indígenas a sus dioses ya que el incienso aún
no se conocía, este llegó con los españoles. Es el elemento que sublima la oración o alabanza.
Fragancia de reverencia. Se utiliza para limpiar al lugar de los malos espíritus y así el alma
pueda entrar a su casa sin ningún peligro.
Las flores. Son símbolo de la festividad por sus colores y estelas aromáticas. Adornan y
aromatizan el lugar durante la estancia del ánima, la cual al marcharse se irá contenta, el
alhelí y la nube no pueden faltar pues su color significa pureza y ternura, y acompañan a las
ánimas de los niños.
Los indígenas creían que la cempasúchil era una planta curativa, pero ahora solo sirve para
adornar los altares y las tumbas de los difuntos. Por esta razón se dice que a lo largo del
tiempo la flor fue perdiendo sus poderes curativos. Flor de cempasúchil significa en náhuatl
"veinte flor"; efeméride de la muerte.
El petate. Entre los múltiples usos del petate se encuentra el de cama, mesa o mortaja. En
este particular día funciona para que las ánimas descansen así como de mantel para colocar
los alimentos de la ofrenda.
El izcuintle. Lo que no debe faltar en los altares para niños es el perrito izcuintle en juguete,
para que las ánimas de los pequeños se sientan contentas al llegar al banquete. El perrito
izcuintle, es el que ayuda a las almas a cruzar el caudaloso río Chiconauhuapan, que es el
último paso para llegar al Mictlán.
El gollete y las cañas se relacionan con el tzompantli. Los golletes son panes en forma de
rueda y se colocan en las ofrendas sostenidos por trozos de caña. Los panes simbolizan los
cráneos de los enemigos vencidos y las cañas las varas donde se ensartaban.
Otros objetos para rememorar y ofrendar a los fieles difuntos
El retrato del recordado sugiere el ánima que nos visitará, pero este
debe quedar escondido, de manera que solo pueda verse con un espejo,
para dar a entender que al ser querido se le puede ver pero ya no existe.
Pueden colocarse otras imágenes de santos, para que sirva como medio de interelación entre
muertos y vivos, ya que en el altar son sinónimo de las buenas relaciones sociales. Además,
simbolizan la paz en el hogar y la firme aceptación de compartir los alimentos, como las
manzanas, que representa la sangre, y la amabilidad a través de la calabaza en dulce de tacha.
El mole con pollo, gallina o guajolote, es el platillo favorito que ponen en el altar muchos
indígenas de todo el país, aunque también le agregan barbacoa con todo y consomé. Estos
platillos son esa estela de aromas, el banquete de la cocina en honor de los seres recordados.
La buena comida tiene por objeto deleitar al ánima que nos visita.
Se puede incluir el chocolate de agua. La tradición prehispánica dice que los invitados
tomaban chocolate preparado con el agua que usaba el difunto para bañarse, de manera que
los visitantes se impregnaban de la esencia del difunto.
El licor es para que recuerde los grandes acontecimientos agradables durante su vida y se
decida a visitarnos.
Una cruz grande de ceniza, sirve para que al llegar el ánima hasta el altar pueda expiar sus
culpas pendientes.
El altar puede ser adornado con papel picado, con telas de seda y satín donde descansan
también figuras de barro, incensario o ropa limpia para recibir a las ánimas.
La ofrenda, en sí, es un tipo de escenografía donde participan nuestros muertos que llegan a
beber, comer, descansar y convivir con sus deudos.
Ofrendas a los muertos
En nuestras ofrendas nunca puede faltar el agua, la fuente de vida, pues es necesaria
para calmar la sed del visitante después de su largo recorrido. Tampoco podemos
olvidarnos de la sal, elemento de purificación que sirve para que el alma no se
corrompa en su viaje de ida y vuelta.
El pan de muerto, tiene un doble significado. Por un lado, representa la cruz de Cristo;
por otro, las tiras sobre la corteza representan los huesos y el ajonjolí, las lágrimas de
las ánimas que no han encontrado el descanso.
La flor de cempoalxóchitl, la nube y el moco de pavo son las flores que decoran las
ofrendas y los cementerios; al igual que el copal, se cree que su aroma atrae y guía a
las almas de los muertos. Las calaveritas de azúcar, chocolate y amaranto, así como
otros alfeñiques, hacen alusión a la muerte y de cierta forma, se burlan de ella, siendo
costumbre escribirles en la frente el nombre del difunto.
La visita al camposanto
En esta festividad, es obligado visitar las tumbas de los difuntos para limpiarlas y
arreglarlas con flores y veladoras. Esta visita, es una muestra más de la riqueza y
diversidad de la tradición, pues en algunos lugares, es costumbre colocar una ofrenda
sobre el sepulcro y pasar allí la noche en vela con la familia reunida.
No faltan los rezos como tampoco la música de los mariachis, las estudiantinas, los
tríos y otros grupos de música locales. En Janitzio, por ejemplo, mujeres y niños se
sientan llorosos a orar por sus difuntos, tras colocar una ofrenda sobre las tumbas que
consiste en los alimentos que eran del agrado de sus seres queridos, flores y
numerosas velas; pasan las horas en calma, orando y observando la intensidad de la
luz de las velas.