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por
Miguel Alcubierre
©CopIt-arXives
http://scifunam.fisica.unam.mx/mir/copit/TS0011ES/TS0011ES.html
Índice general
II
Agujeros Negros
Miguel Alcubierre, Instituto de Ciencias Nucleares, UNAM, México
1. Introducción
Los agujeros negros son, sin duda, unos de los objetos astrofı́sicos más interesantes y
exóticos de la fı́sica moderna. Resultan fascinantes tanto para el público en general como
para el investigador que busca descubrir sus propiedades.
El primer antecedente del concepto de agujero negro proviene del siglo XVIII, y en
particular de las especulaciones de John Michell, en el Reino Unido, y Pierre Simón de
Laplace, en Francia. De manera independiente, ambos se preguntaron de qué tamaño
tendrı́a que ser una estrella de una masa dada para que su velocidad de escape fuera tan
alta que no pudiera escapar de ella ni siquiera la luz, que se propaga a una velocidad
altı́sima (de cerca de 300,000 kilómetros por segundo). Semejante estrella no emitirı́a luz
y podrı́a llamarse “estrella oscura”. Michell y Laplace encontraron independientemente
una ecuación para el radio que tendrı́a que tener la estrella para no dejar escapar la luz,
valor que hoy se conoce como el “radio gravitacional”, y que está dado por:
R = 2GM/c2 , (1)
2. Gravitación y geometrı́a
La teorı́a de la relatividad general, postulada por Einstein a fines de 1915 [1, 2], es la
teorı́a moderna de la gravitación. De acuerdo a esta teorı́a, la gravedad no es una fuerza
como se le consideraba en la fı́sica newtoniana, sino que mas bien es una manifestación
de la “curvatura” del espacio-tiempo. Un objeto masivo produce una distorsión en la
geometrı́a del espacio-tiempo en su vecindad, y a su vez dicha distorsión afecta el movi-
miento de los objetos cercanos.
Cuando Einstein introdujo su teorı́a de la relatividad especial en 1905 resultó claro que
la teorı́a de la gravitación de Newton tenı́a que modificarse. La principal razón para ello
era que en la teorı́a de Newton la interacción gravitacional entre dos objetos se transmite
de manera instantánea, lo que contradice uno de los resultados fundamentales de la rela-
tividad especial: ninguna interacción fı́sica puede propagarse más rápido que la luz. Las
ideas básicas que guiaron a Einstein en su búsqueda de una nueva teorı́a de la gravedad
fueron el llamado “principio de covariancia general”, que dice que las leyes de la fı́sica de-
Miguel Alcubierre 3
3. Relatividad especial
El intervalo espacialoide corresponde a eventos separados de tal forma que serı́a necesa-
rio moverse más rápido que la luz para llegar de uno a otro, la separación temporaloide
a eventos tales que se puede llegar de uno a otro viajando más lento que la luz, y la se-
paración nula a eventos que pueden conectarse por un haz de luz. Una consecuencia de
las transformaciones de Lorentz es que el orden en el tiempo de dos eventos solo resulta
ser absoluto si su separación es temporaloide o nula. Para separaciones espacialoides el
orden temporal es relativo y depende del observador. Esto nos permite definir una noción
de causalidad de manera invariante: solo aquellos eventos separados de manera tempo-
raloide o nula pueden tener una relación causal entre sı́. Esto implica, en particular, que
no pueden existir interacciones fı́sicas que se propaguen más rápido que la luz.1
Las trayectorias nulas también definen el llamado “cono de luz”, que es una represen-
tación gráfica de las relaciones causales entre eventos (ver Figura 1).
Definamos ahora el “tiempo propio” entre dos eventos como el tiempo medido por
un reloj ideal que ve ambos eventos ocurrir √ en el mismo lugar. Si denotamos al tiempo
propio por dτ es posible demostrar que dτ = −ds2 . Claramente el tiempo propio solo se
puede definir para intervalos temporaloides o nulos. A partir de la definición del tiempo
propio, es posible mostrar que el intervalo de tiempo entre dos eventos en un sistema
inercial está dado por:
dt = γdτ ≥ dτ, (6)
p
donde γ = 1/ 1 − (v/c)2 es el llamado “factor de Lorentz”. Este efecto se conoce co-
mo la “dilatación del tiempo”, e implica que en un sistema inercial todos los relojes en
movimiento se atrasan.
La existencia del intervalo nos permite pensar en la longitud de curvas en el espacio-
tiempo. En particular, para curvas de tipo temporaloide (aquellas tales que su tangente
es siempre un intervalo temporaloide), la longitud de la curva resulta ser igual al tiempo
propio medido por un reloj ideal cuya trayectoria en el espacio-tiempo está dada precisa-
mente por dicha curva. La dilatación del tiempo implica que las lı́neas rectas temporaloi-
des tienen longitud máxima (lo opuesto a lo que ocurre en la geometrı́a euclidiana). En
todo caso, las lı́neas rectas resultan trayectorias extremas en el espacio-tiempo, también
conocidas como “geodésicas”. Esto nos permite reescribir la primera ley de Newton en
1
En el caso de la mecánica cuántica existen algunos procesos fı́sicos no locales relacionados con el llamado
“colapso de la función de onda” y el “enredamiento cuántico” que aparentemente requieren de interacciones
fı́sicas que viajen más rápido que la luz (a velocidad infinita). Sin embargo, se ha demostrado rigurosamen-
te que es imposible utilizar este tipo de fenómenos para enviar señales súper-lumı́nicas. Las implicaciones
filosóficas de este tipo de fenómenos aún son motivo de debate en nuestros dı́as.
Miguel Alcubierre 5
Tiempo
Futuro causal
Evento
Pasado causal
Espacio
Figura 1: El cono de luz de un evento define su relación causal con los demás, y separa al espacio-
tiempo en tres regiones: el pasado causal, el futuro causal, y el “resto” (aquellos eventos con los
que no se tiene ninguna relación causal).
E = mγc2 , (7)
anteriormente. En particular, un objeto en reposo tiene una energı́a dada por la famosa
ecuación E = mc2 .
4. Relatividad general
Como mencionamos anteriormente, el principio de equivalencia llevó a Einstein a la
idea de que la gravitación deberı́a identificarse con la geometrı́a del espacio-tiempo. Este
principio dice que todos los objetos caen con la misma aceleración en presencia de un cam-
po gravitacional, algo que en el caso de la fı́sica newtoniana implica que la masa inercial
y la masa gravitacional de los objetos son siempre iguales. La observación fundamental
de Einstein fue el hecho de que el principio de equivalencia implica que en un sistema de
referencia en caı́da libre la fuerza de gravedad efectivamente desaparece, por lo que las
leyes de la fı́sica toman la misma forma que en la relatividad especial. En otras palabras,
el principio de equivalencia implica que en presencia de un campo gravitacional siempre
existen sistemas inerciales locales, y que estos son precisamente aquellos en caı́da libre.
Cuando el campo gravitacional es no uniforme, sin embargo, dichos sistemas localmente
inerciales no pueden unirse en un sistema inercial global debido a que los sistemas en
caı́da libre en lugares distintos tienen aceleraciones que difieren en magnitud y dirección.
El hecho de que existen sistemas inerciales locales puede describirse diciendo que lo-
calmente el espacio-tiempo tiene la misma forma que el de Minkowski, mientras que el
hecho de que no existe un sistema globalmente inercial implica que la geometrı́a de Min-
kowski no puede extenderse de manera global. Este hecho tiene una clara interpretación
geométrica. La geometrı́a de Minkowski corresponde a un espacio-tiempo plano, sin cur-
vatura. Un espacio (o espacio-tiempo) curvo siempre puede verse localmente plano en
un sistema de coordenadas particular. En el caso del espacio-tiempo este sistema de coor-
denadas localmente plano corresponde precisamente al que está en caı́da libre, y el que
no pueda extenderse de manera global implica que un campo gravitacional no uniforme
corresponde a un espacio-tiempo curvo.
La relatividad general entonces generaliza a la relatividad especial al considerar la
posibilidad de tener un espacio-tiempo curvo, y asocia a la gravitación precisamente con
dicha curvatura. Es muy importante notar que en relatividad general, el campo gravita-
cional no corresponde a la fuerza gravitacional newtoniana, pues dicha fuerza desaparece
en caı́da libre. Es decir, la fuerza de gravedad de Newton es en realidad solamente una
“fuerza inercial”, análoga a la fuerza centrı́fuga en un sistema de referencia en rotación.
Lo que no desaparece, ni siquiera en caı́da libre, son las llamadas “fuerzas de marea” de-
bidas a que el campo gravitacional no es uniforme. Son dichas fuerzas de marea las que
representan al verdadero campo gravitacional, y las que corresponden a la curvatura del
espacio-tiempo.
Una primera aplicación del principio de equivalencia corresponde al movimiento de
una partı́cula libre en un campo gravitacional. Dado que en caı́da libre el movimiento de
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una partı́cula es equivalente al que tiene en relatividad especial, es decir una lı́nea recta,
en un espacio-tiempo curvo la trayectoria debe ser localmente recta, es decir, debe ser
una geodésica. Esto significa que en relatividad general la primera ley de Newton toma
la siguiente forma: Una partı́cula en caı́da libre sigue una geodésica temporaloide del
espacio-tiempo, y un rayo de luz sigue una geodésica nula.
Otra aplicación sencilla del principio de equivalencia está relacionada con la frecuen-
cia de los rayos de luz que salen de un pozo gravitacional. Debido a que en un sistema en
caı́da libre la frecuencia debe permanecer fija como lo hace en ausencia de gravedad, en
un sistema en reposo la frecuencia debe disminuir al salir del pozo gravitacional, es decir,
la frecuencia se corre al rojo. A esto se le conoce como el efecto Doppler gravitacional, y
ha sido observado experimentalmente con alto grado de precisión. Dicho de otro modo, al
igual que otras partı́culas, los fotones pierden energı́a al salir de un campo gravitacional
(se corren al rojo), y la ganan al caer (se corren al azul), aun cuando su velocidad local es
siempre la velocidad de la luz.
El efecto Doppler gravitacional tiene un fenómeno asociado mucho más sorprendente:
los relojes dentro de un pozo gravitacional avanzan más lento que se los que se encuentran
afuera. Esta “dilatación gravitacional del tiempo” es muy pequeña en el campo gravita-
cional terrestre, aproximadamente de una parte en 109 , lo que significa que un reloj ideal
en la superficie terrestre pierde un segundo cada 30 años cuando se le compara con un
reloj idéntico en el espacio exterior (en el Sol el efecto es mil veces mayor). Aún cuando
puede parecer muy pequeño, este efecto es fundamental para mantener en funcionamien-
to el Sistema de Posicionamiento Global, GPS por sus siglas en inglés, que depende de
manera crucial de mantener sincronizados relojes en órbita y relojes terrestres con alto
grado de precisión. Hoy en dı́a los relojes atómicos son tan precisos, que es posible medir
la diferencia en el ritmo de dos relojes separados por una altura de menos de 1 metro.
dado.
La geometrı́a del espacio-tiempo se expresa siempre en términos del intervalo inva-
riante ds2 . En el caso del espacio-tiempo de Minkowski de la relatividad especial, dicho
intervalo se puede escribir de manera compacta como:
3 X
X 3
2
ds = ηµν dxµ dxν , (8)
µ=0 ν=0
3 X
X 3
ds2 = gµν dxµ dxν . (10)
µ=0 ν=0
El campo gravitacional está codificado en la forma de la métrica gµν . A cada métrica co-
rresponderá una geometrı́a especı́fica asociada a un campo gravitacional especı́fico. La
tarea principal en relatividad general es precisamente encontrar la geometrı́a asociada al
campo gravitacional producido por una distribución de materia y energı́a, es decir, en-
contrar la métrica gµν .
El principio de equivalencia implica que en caı́da libre siempre es posible reducir el
intervalo a la forma que tiene en relatividad especial, pero sólo localmente, es decir en
una región cercana al evento que estamos considerando. En términos matemáticos esto
significa que siempre es posible encontrar coordenadas tales que, en la vecindad de un
evento dado gµν = ηµν , y tal que las primeras derivadas de gµν se anulan en ese punto,
pero sus segundas derivadas son en general distintas de cero. Son precisamente estas
segundas derivadas las que corresponden a las fuerzas de marea gravitacionales, y las
que codifican la curvatura del espacio-tiempo en ese punto.
En este momento resulta importante detenernos a pensar en algunas de las ideas que
hemos desarrollado y en como se comparan con el caso de la teorı́a de la gravitación
universal de Newton. En primer lugar, en la teorı́a de Newton el campo gravitacional
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está representado por una sola función llamada el “potencial gravitacional” φ. Las ecua-
ciones de campo que nos permiten encontrar el potencial gravitacional generado por una
cierta distribución de materia toman la forma:
∇2 φ = −4πGρ, (11)
donde ρ es la densidad de masa. Es decir tenemos una sola ecuación de campo de segundo
orden en φ cuya fuente es la densidad de masa. En el caso de la relatividad general po-
demos notar inmediatamente varias cosas. En primer lugar, el campo gravitacional ahora
está representado por las componentes de la métrica gµν . Dado que la métrica es siempre
una matriz 4 × 4 simétrica, tendremos en general 10 potenciales gravitacionales. Por otro
lado, la equivalencia entre masa y energı́a implican que la fuente del campo gravitacional
será en general la densidad de energı́a, lo que implica que todo sistema fı́sico con energı́a
será fuente de la gravedad (como por ejemplo un campo electromagnético).
Sin embargo, se puede demostrar que la densidad de energı́a no es invariante, y ante
cambios de coordenadas se mezcla con la densidad de momento y con el flujo de mo-
mento (los esfuerzos, tensiones y presiones). La fuente del campo gravitacional resulta
ser entonces todo el conjunto formado por la densidad de energı́a, la densidad de mo-
mento y el flujo de momento, lo que se representa en general por una matriz simétrica
4 × 4 denominada el “tensor de energı́a-momento” y denotada por T µν . Es decir, tenemos
10 fuentes y diez potenciales.
Aunque las ideas básicas del principio de equivalencia y la curvatura del espacio-
tiempo fueron propuestas por Einstein a través de varios años entre 1907 y 1915, las ecua-
ciones de campo que permiten encontrar la métrica a partir de una cierta distribución de
energı́a y momento tuvieron que esperar hasta noviembre de 1915. Einstein fue guiado
por diversas consideraciones para encontrar dichas ecuaciones de campo, y el camino lo
llevó por algunos callejones sin salida y propuestas fallidas. Los principios fı́sicos que
guiaron a Einstein fueron los siguientes: las ecuaciones deberı́an relacionar a la distribu-
ción de energı́a y momento con la curvatura del espacio-tiempo, deberı́an ser ecuaciones
covariantes (tensoriales) válidas en cualquier sistema de coordenadas, deberı́an reducirse
a las ecuaciones de Newton para campos gravitacionales débiles y velocidades bajas, y
deberı́an satisfacer la ley de conservación de energı́a y momento. Sin describir los distin-
tos términos en detalle, presentamos a continuación la forma final de dichas ecuaciones
de campo:
8πG
Gµν = 4 T µν , (12)
c
donde T µν es el tensor de energı́a-momento asociado a la distribución de materia, G es la
constante de Newton, c la velocidad de la luz, y Gµν es el llamado “tensor de curvatura
de Einstein” que representa la curvatura del espacio-tiempo y que está definido como una
combinación complicada de segundas derivadas de la métrica gµν . Es importante señalar
que estas mismas ecuaciones de campo fueron propuestas de manera totalmente inde-
pendiente por David Hilbert. De hecho, Hilbert las encontró un par de semanas antes
10 Agujeros Negros
que Einstein. Mientras que el camino seguido por Einstein fue un camino largo basado en
intuición fı́sica, el camino seguido por Hilbert fue mucho más directo y formal. Hilbert
utilizó un formalismo Lagrangiano y derivó las ecuaciones de campo utilizando un prin-
cipio variacional. Debido a esto, a las ecuaciones de campo se les llama frecuentemente
ecuaciones de Einstein-Hilbert.
Las ecuaciones de campo escritas arriba forman un sistema de 10 ecuaciones diferen-
ciales parciales, de segundo orden, para encontrar las componentes de la métrica gµν . Pese
a su forma aparentemente simple y elegante, son en realidad ecuaciones altamente com-
plejas: están acopladas, son no lineales, y al expandirlas completamente en un sistema de
coordenadas general resultan tener miles de términos.
donde M es la masa del objeto central, y donde dΩ2 = dθ2 + sin2 θdϕ2 es el llamado “ele-
mento de ángulo sólido”, que mide distancias sobre la superficie de una esfera (y que tiene
exactamente la misma forma en un espacio plano). Esta forma del intervalo encontrada
por Schwarzschild representa el campo gravitacional externo a cualquier objeto esférico y
estático, y como tal es una excelente aproximación al campo gravitacional de la Tierra, el
Sol, o las estrellas.
Hay varias cosas que se pueden notar en la solución de Schwarzschild. En primer
lugar, cuando r tiende a infinito, la solución se reduce a:
portan mal en el horizonte, la fı́sica asociada a dicha solución se puede apreciar de mejor
manera en un sistema de coordenadas diferente. Las llamadas coordenadas de Eddington–
Finkelstein se obtienen definiendo una nueva coordenada temporal t̃ de la siguiente ma-
nera:
t̃ = t + 2M ln (r/2M − 1) , (15)
donde para simplificar la expresión hemos adoptado la convención usual en relatividad
general de tomar la velocidad de la luz y la constante de Newton iguales a la unidad,
G = c = 1 (seguiremos utilizando esta convención de aquı́ en adelante). Haciendo el
cambio de coordenadas, el intervalo toma la nueva forma:
2 2M 2 4M 2M
ds = − 1 − dt̃ + dt̃dr + 1 + dr2 + r2 dΩ2 . (16)
r r r
Es importante recalcar que este nueva forma del intervalo representa la misma solución de
Schwarzschild, es decir la misma geometrı́a y el mismo sistema fı́sico, pero escrita en un
sistema de coordenadas distinto. En estas coordenadas las trayectorias nulas “entrantes”
se mueven a velocidad constante dr/dt̃ = −1, es decir a la velocidad de la luz. Por otro
lado, las trayectorias nulas “salientes” tienen velocidad dr/dt̃ = (1 − 2M/r)/(1 + 2M/r).
Esto implica que la velocidad es menor que 1 para r > RS , igual a cero para r = RS , y
negativa para r < RS , es decir, dentro del horizonte los rayos de luz “salientes” en reali-
dad también caen. Estas propiedades de la solución de Schwarzschild se pueden observar
mejor en la Figura 2.
A la región r < RS se le conoce como el “agujero negro” debido a que nada, ni siquie-
ra la luz, puede escapar de ella. Un agujero negro es el análogo relativista de las estrellas
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obscuras de Michell y Laplace en el caso newtoniano. Sin embargo hay diferencias cru-
ciales. En primer lugar, en el caso relativista es fácil ver que r = RS es precisamente una
trayectoria nula, por lo que un rayo de luz que se dirija hacia afuera en ese punto se queda
congelado. Por otro lado, la solución relativista es una solución de vacı́o: el agujero negro
no tiene superficie y toda la masa está concentrada en la singularidad r = 0. El horizonte
marca la frontera de la región de no retorno, y aunque usualmente se le asocia con el ta-
maño del agujero negro, no marca en realidad el radio de un objeto fı́sico, sino la distancia
más allá de la cuál la caı́da al centro es inevitable.
El hecho de que los rayos de luz “salientes” no se muevan siempre a la velocidad de la
luz puede parecer que contradice el postulado de Einstein sobre la invariancia de la velo-
cidad de la luz. Esto no es correcto. Debemos recordar que lo que hemos calculado es en
realidad dr/dt̃, lo que representa únicamente la llamada “velocidad coordenada”, es decir,
qué tanto se desplaza el rayo de luz en la coordenada r en un intervalo de la coordenada
t̃. Esto no es lo mismo que la velocidad fı́sica local, que corresponde a qué tanta distancia
radial, medida con reglas, recorre el rayo de luz en un tiempo propio dado, medido con
un reloj en ese punto. Esta velocidad fı́sica local medida por un observador en ese punto
siempre resulta ser igual a la velocidad de la luz c. Se puede mostrar que incluso para un
observador que cae al interior del agujero, la velocidad de la luz que él mide localmente
es siempre la misma.
Quizá este sea un buen momento para desmentir un mito muy común asociado a los
agujeros negros. En la literatura de ficción se suele ver a los agujeros negros como una es-
pecie de aspiradora cósmica. Esto no es correcto, un agujero negro no es peligroso a menos
que uno se acerque mucho a ellos, a distancias comparables con el tamaño del horizonte.
En particular, dado que la solución de Schwarzschild es precisamente la que describe el
campo externo a un objeto esférico, si por ejemplo sustituimos al Sol por un agujero negro
de la misma masa, las órbitas de los planetas del Sistema Solar no se verı́an afectadas en
absoluto. Lo agujeros negros tampoco representan túneles hacia otras regiones del espa-
cio, cuando un objeto cae al interior del agujero, su destino final es la singularidad central,
donde las fuerzas de marea son infinitas y el objeto queda despedazado y concentrado en
un solo punto.
Una última propiedad del agujero negro de Schwarzschild que vale la pena mencionar
es la relacionada con la dilatación gravitacional del tiempo. En el caso de la Tierra men-
cionamos que el efecto es de una parte en 109 , mientras que en el caso del Sol es de una
parte en 106 . En un agujero negro, el efecto de dilatación del tiempo en el horizonte resulta
ser infinito. Un observador externo que ve a un objeto caer al agujero de hecho nunca lo
ve entrar, el objeto se ve en cámara lenta, y se acerca asintóticamente al horizonte hasta
quedarse congelado ahı́. En realidad, el objeto deja de ser visible rápidamente pues la luz
que emite se corre al rojo, y en el horizonte dicho corrimiento es también infinito. Por
el contrario, un observador que cae al agujero no siente nada especial, para él el tiempo
transcurre de manera normal y son los objetos exteriores los que se ven en cámara rápida.
Mientras se acerca al horizonte el tiempo en el exterior se acelera, de manera que cuan-
14 Agujeros Negros
2a sin2 θ r2 + a2 − ∆
∆ − a2 sin2 θ
2 2
ds = − dt − dtdφ
ρ2 ρ2
2 !
r2 + a2 − ∆a2 sin2 θ 2 2 ρ2 2
+ sin θdφ + dr + ρ2 dθ2 , (17)
ρ2 ∆
donde
∆ = r2 + a2 + Q2 − 2M r, ρ2 = r2 + a2 cos2 θ. (18)
Esta solución tiene tres parámetros libres asociados a las propiedades del agujero ne-
gro: M es la masa del agujero, Q su carga eléctrica, y a el “parámetro de rotación” que
está relacionado con el momento angular J del agujero negro de la forma a = J/M . Dado
que la materia a gran escala es neutra, en la naturaleza no se espera encontrar agujeros
negros con carga, por lo que la solución astrofı́sicamente relevante corresponde al caso
Q = 0, es decir, a la solución de Kerr de 1963.
La solución de Kerr resulta considerablemente más compleja que la de Schwarzschild,
y tiene algunas propiedades muy interesantes. En particular, para a > M el horizonte de
eventos desaparece y la solución corresponde a lo que se conoce como una “singularidad
desnuda”, es decir, una singularidad que no está protegida por un horizonte de eventos.
Debido a los problemas predictivos que una situación ası́ genera (la singularidad puede
hacer cualquier cosa), en general se supone que las singularidades desnudas no pueden
existir en la naturaleza. A esto se le conoce como la “conjetura de la censura cósmica”, y
en el caso particular de los agujeros negros de Kerr implica que el parámetro de rotación
a debe ser menor qué la masa M .
Miguel Alcubierre 15
Por otro lado, de la métrica de Kerr también es posible observar que existe una región
externa al horizonte de eventos de donde aún es posible escapar, pero donde no está per-
mitido permanecer en reposo. Todo objeto dentro de esta región está obligado a rotar en
la misma dirección en la que rota el agujero. A este efecto se le conoce como el “arrastre
de sistemas inerciales”: la rotación del agujero produce un efecto tan violento en su ve-
cindad que arrastra en su rotación a todos los objetos que se encuentren ahı́, inclusive a la
luz. Esta región de arrastre se encuentra fuera del horizonte en todos lados excepto en los
polos, donde coincide con el horizonte. A dicha región se le conoce como la “ergósfera”,
debido a que dentro de ella es posible extraer energı́a rotacional del agujero mediante un
efecto conocido como el “proceso de Penrose”.
formar poderosos jets de materia que escapan de la galaxia a grandes velocidades. Este
modelo de los núcleos activos aún no es muy preciso, y en particular el proceso de forma-
ción de los jets no se entiende del todo, pero nos ha permitido por lo menos entender de
manera muy general la emisión de energı́a en estas galaxias.
Hoy en dı́a resulta claro que al final de la vida de las estrellas muy masivas se forma
un agujero negro de masas estelares, y que en el centro de las galaxias habitan agujeros
negros supermasivos. Los agujeros negros han pasado de ser objetos exóticos predichos
por la relatividad general, a ser objetos astrofı́sicos reales que se estudian todos los dı́as.
les. En otras palabras, las ondas gravitacionales que produce un agujero negro perturbado
tienen un espectro de frecuencias especı́fico que no comparte con ningún otro sistema fı́si-
co. Analizando las ondas gravitacionales igual que analizamos la luz de una estrella para
saber de qué está hecha, podrı́amos identificar con toda certeza al emisor. De modo que
si se perturba a un agujero negro y observamos las ondas gravitacionales que éste emite,
podemos estar seguros de que se trata de un agujero negro y no de otra cosa.
Hasta la fecha aún no se han observado las ondas gravitacionales de manera directa,
debido principalmente a que sus efectos sobre la materia son muy débiles. Cuando una
onda gravitacional interacciona con un objeto extendido produce una fuerza que tiende
a estirar y contraer al objeto de manera alternada en las direcciones perpendiculares a la
de propagación de la onda. Pero este efecto es muy pequeño. No es difı́cil calcular que si
un evento astrofı́sico violento, como la colisión de dos estrellas de neutrones por ejemplo,
ocurre en algún lugar de nuestra galaxia, el efecto esperado sobre un objeto en la Tierra
es de una parte en 1021 . Es decir, un cı́rculo de partı́culas libres de un metro de diámetro
se estirarı́a y comprimirı́a por el paso de una onda gravitacional una distancia de 10−21
metros, el equivalente a una millonésima parte del radio de un protón. Medir un efecto
ası́ de pequeño es algo claramente muy difı́cil.
Pese a las dificultades, a la fecha se han considerado y construido dos tipos diferen-
tes de detectores de ondas gravitacionales. El primer tipo de detector son grandes barras
cilı́ndricas de aluminio de varias toneladas de peso, cuyos modos longitudinales de vibra-
ción corresponden a las frecuencias de las ondas gravitacionales esperadas (tı́picamente
algunos cientos de Hertz). Se espera que al pasar una onda gravitacional se excitarı́an di-
chos modos de oscilación, y las barras entrarı́an en resonancia. Los primeros detectores de
este tipo fueron construidos por Joseph Weber en la década de 1960, y a la fecha aún exis-
ten versiones más modernas de dichos detectores que trabajan a temperaturas criogéni-
cas para disminuir el ruido térmico. El segundo tipo de detectores son los interferómetros
láser, que miden la separación entre masas suspendidas libremente. Los primeros prototi-
pos de estos interferómetros, con brazos de pocas decenas de metros, fueron construidos
en la década de 1980. Hoy en dı́a existen varios detectores en funcionamiento con escalas
de kilómetros: el proyecto LIGO en los Estados Unidos con 2 detectores de 4 kilómetros
de brazo, el proyecto VIRGO en Italia con un detector de 3 kilómetros, y el proyecto GEO
600 en Alemania con un detector de 600 metros.
Al dı́a de hoy no se tiene ninguna detección confirmada de ondas gravitacionales,
aunque se espera que la primera detección ocurra antes del final de ésta década, y posi-
blemente tan pronto como el 2016 (esta estimación está basada en la sensitividad de los
detectores y en la estadı́stica de las posibles fuentes de ondas gravitacionales astrofı́sicas).
Uno de los sistemas más prometedores para la primera detección de ondas gravitacio-
nales, debido a la amplitud de las ondas emitidas, es precisamente la colisión de dos ob-
jetos compactos, ya sean estrellas de neutrones o agujeros negros. Puede parecer extraño
pensar en la colisión de dos agujeros negros, pero el fenómeno no es tan poco común
como podrı́a suponerse. Basta recordar que dos terceras partes de las estrellas se encuen-
Miguel Alcubierre 19
que el LHC podrı́a estar en condiciones de producir mini agujeros negros. Nótese que pa-
ra crear estos mini agujeros negros primero se necesita que las dimensiones extra existan,
y luego que no sean demasiado pequeñas, lo que en conjunto resulta muy poco probable.
Si el espacio sólo tiene las tres dimensiones conocidas, producir mini agujeros negros en
el LHC resulta imposible. Aún ası́, si toda esta cadena de especulaciones fuese correcta,
¿podrı́an estos mini agujeros tragarse a la Tierra como en su momento afirmaron algu-
nos medios de comunicación? La respuesta, afortunadamente, es no, y la razón es que la
Tierra está siendo bombardeada constantemente por rayos cósmicos que tienen energı́as
miles de millones de veces mayores que las del LHC. Si esto resultara peligroso, hace mu-
cho que la Tierra ya no estarı́a aquı́. Sin embargo, la posibilidad de crear agujeros negros
microscópicos en el laboratorio resulta tan emocionante que no debemos dejar de buscar.
11. Referencias
[1] A. Einstein, “Die feldgleichungen der gravitation,” pp. 844–847, 1915.
[3] ——, “Ist die trägheit eines körpers von seinem energieinhalt abhängig?” Annalen der
Physik, vol. 323, no. 13, pp. 639–641, 1905.
[4] ——, “Zur elektrodynamik bewegter körper,” Annalen der physik, vol. 322, no. 10, pp.
891–921, 1905.
[5] K. Schwarzschild, “Über das gravitationsfeld eines massenpunktes nach der einstein-
chen theorie,” pp. 189–196, 1915.
[6] H. Reissner, “Über die eigengravitation des elektrischen feldes nach der einsteinschen
theorie,” Annalen der Physik, vol. 355, no. 9, pp. 106–120, 1916. [Online]:
http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/andp.19163550905/abstract
[7] G. Nordström, “On the energy of the gravitational field in einstein’s theory,” pp. 1238–
1245, 1918.